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Matrimonio y matrimonios en el Persiles de Cervantes Miguel Zugasti Universidad de Navarra 1. PRELIMINAR Persiles y Sigismunda se quieren casar; se quicren casat por la Iglesia y no ala ligera, sino tras cobrar plena conciencia de lo que tal acto significa Pero, como bien se anticipa desde el sustantivo inicial del titulo, Lor maba Jos de Persiles y Sigirmunda, dicho empeio va a estar sembrado de dificulta- des y obsticulos mil. El problema no es de desigualdad en el linaje, pues los dos nacieron en regia cuna’, siendo Persles hijo del rey de Tule y Sigismun- da hija de la reina de Frislanda, imaginarias tierras del septentrién europeo, ‘muy alejadas de Espafia. El germen del problema, como tantas veces ocurre, radica en una tercera persona que da lugar al siempre inquietante tridngulo: «sel caso que Magsimino, hermano mayor de Persiles y heredero del trono, planea casarse con Sigismunda; los dos jévenes amantes, para evitatlo, deci. den ausentatse y peregrinar a Roma: Concertaron que se ausentasen de la isla antes que su hermano vi- niese, a quien darian por disculpa, cuando no la hallase la Sigisruun- a}, que habia hecho voto de venir a Roma, a enterarse en ella de la fe (I, 10, p. 214). Cervantes tiene buen cuidado en precisar que «todos los ircunstantes aprobaron su trueco», entre los cuales se hallaba el sacerdote que iba a celebrar «las catdlicas ceremonias que se usane, cerrando el paso a cualquier objecién que pudiera hacerse sobre la validez de las bodas. De distinco caria es el episodio de Leopoldio, rey de Danea (Il, 13), quien explica cémo tas morir su primera esposa se mantuvo largo tiempo en una «honesta viudez» (II, 13, p. 232), hasta que cometié el error de ena~ morarse y casarse con otra mujer (supuestamente mucho més joven que él) la cual no solo le engafié con un criado suyo sino que intents matarlo y arre- batarle la corona. Leopoldio clama venganza y persigue a la adiiltera hasta dar con ella y ponerla en un cepo, junto a su amante. Su idea es aplicar er gor de la justicia sobre ellos, pero es aqui cuando interviene Persiles solci- tando clemencia: «Te suplicamos perdones a tus ofensores: que la grandeza del rey algtin tanto resplandece més en ser miseticordioso que justiciero» (UI, 13, p. 233). Leopoldio promete hacerlo, pero el lance queda trunco y no se vuelve a saber nada més de él, hasta que mucho después, en el capitulo 8 de libro IV, p. 451, Amaldo ratifica que, en efecto, «habia perdonado a los dos traidores que llevaba presos cuando Periandro y sus pescadores le encontra ron», Dos rasgos destacan en este episodio: superioridad del perdén sobre la venganza: error del rey que se enamora y casa con una dama inferior a su tango, olvidindose de la razén de estado (Leopoldio purgari su yerro con la deshonta, pero se reivindicaré a si mismo ¢jerciendo la piedad)™. La siguience pareja en entreverarse en la trama es la formada por Renato y Eusebia, a quienes Persiles tilda de «limpios y verdaderos amantes en quien la fama ocupa sus lenguas» (II, 18, p. 259). Renato le replica que mejor les cua- ‘omo oportunamente dice Avalle-Arce en nota al pie (p. 233) el peta de los agra vit acti quia por Cervantes que vole een spss del Pa por To vepulay,en toda su abr,

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