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CLAVES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA

HISTORIA CONSTITUCIONAL EN ARGENTINA

SUMARIO: 1. Introducción; 2. El aporte de la Historia Constitucional; 3. Tres ‘no tan


buenos’ compañeros de la Historia Constitucional argentina: 3.1 Inmadurez metodológica,
3.2 Mutilación del contexto, 3.3 Negación de la mitad de la historia; 4. Otra manera de
(re)construir el pasado constitucional: Un Giro Bicéfalo, 4.1 El Giro Contextual, 4.2 El
Giro Institucional, 4.3 El modelo en acción; 5. Consideración final; 6. Bibliografía.

1. INTRODUCCIÓN

"La república sin libertad hace imposible el cultivo de la política y


de la historia como ciencias. Estas dos ciencias son cultivadas
únicamente como arte de elevarse al poder, a la riqueza."
Juan Bautista Alberdi

La reorganización política de los espacios Iberoamericanos luego de la


decapitación de la Monarquía Católica española en 1808, ha sido estudiada a lo largo de
muchos años como un fenómeno de emergencia de Naciones, nacionalismos y Estados.
Sin embargo, hace ya tiempo que este enfoque tradicional viene siendo blanco de
críticas por parte de una renovada historiografía, que no se contenta con analizar el
fenómeno aludido partiendo desde el punto de llegada. La idea de que la nacionalidad, y
por extensión la nación, se imaginó y construyó a partir/desde el Estado (sin
preexistirle), es uno de los principales extremos de su tesis1.

Entre las estrategias argumentativas empleadas para desarrollar un ‘nuevo modo’


de estudiar y comprender el proceso de emancipación de las colonias, cabe destacar la
(re)significación propuesta respecto de la naturaleza política de las ‘sociedades locales’
de aquel momento. La historiografía ha brindado así nuevas herramientas para la
comprensión del papel desempeñado por ellas en el proceso de formación constitucional

1
Es preciso señalar la impronta que tienen, en esta nueva manera de estudiar el período, los enfoques
principalmente de Hobsbawn y Anderson, quienes se han encargado de definir a la nación como un
“producto cultural”, “artificial”, imaginado y construido.
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de los ‘nuevos’ Estados latinoamericanos y la mecánica con que dicha reorganización


política operó.

En esta línea se enrola la intención de dedicar nuestros estudios doctorales


futuros a la (re)construcción del constitucionalismo de los Estados provinciales
soberanos e independientes en el territorio del ex Virreinato del Río de la Plata durante
la primera mitad del Siglo XIX, considerado en ocasiones antecedente del
constitucionalismo argentino (por precederle en el tiempo, condicionarlo e influirlo). No
obstante, es un proyecto que nace y debe su formulación a una reflexión previa, puesto
que la determinación del objeto de investigación está condicionada por la imagen que se
graba en nuestras retinas si, ubicados en la torre diseñada por la historiografía más
reciente, miramos con las gafas de una nueva metodología histórico-constitucional el
proceso de emancipación de las colonias, la independencia de los pueblos y la
construcción de unos nuevos Nación y Estado, Argentina.

Así pues, las presentes páginas contienen esa reflexión previa y pretenden: a)
ejercitar una reflexión metodológica sobre la Historia Constitucional; b) servir como un
alegato a favor de su status de disciplina, incluso auxiliar de otras del campo de la
ciencia política; y c) erigirse como una crítica a los estudios del constitucionalismo
histórico en Argentina. Asimismo, pretende valer como dos certificados: 1) de
defunción, de todo un modelo tradicional de mirar hacia el pasado, de pensar y contar la
Historia Constitucional, particularmente en Argentina; y 2) de nacimiento, de un nuevo
método para el estudio del constitucionalismo histórico que reconoce, acepta y aborda,
la complejidad del fenómeno constitucional. En definitiva, una nueva Historia
Constitucional preocupada por servir en la construcción del conocimiento y escapar de
aquella posible instrumentalización denunciada por Alberdi.

La estructura de este trabajo ha sido planteada con la intención de responder a


una serie de cuestiones y así justificar, tanto su inserción en un Máster de Ciencia
Política, cuanto su razón de ser y entidad de verdadero trabajo de investigación.

(I) La primera de las cuestiones está íntimamente relacionada con la Ciencia


Política y desempeña el rol de ‘lazo’ entre ésta y la Historia Constitucional. Indagar
sobre el ‘aporte’ que puede realizar la Historia Constitucional a la Historia del
Pensamiento Político, es el punto neurálgico de la justificación de por qué un trabajo de
investigación como éste en un contexto estrictamente politológico. Sin embargo, las
consideraciones y los argumentos a favor del sostenido papel auxiliador de la Historia
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Constitucional, aportando categorías propias y reconstrucción jurídico-institucional de


las sociedades políticas en las que (y para las cuales) los grandes pensadores
escribieron, no tienen una irreflexiva validez general. Es sólo ‘un tipo’ de Historia
Constitucional, renovada en sus aspectos metodológicos y distinta de la cultivada
tradicionalmente, la que está en condiciones de realizar ese ‘aporte’ del que hablamos.

(II) En segundo lugar, una reflexión crítica sobre la Historia Constitucional


argentina. A estos efectos, hemos resumido en tres grandes grupos o categorías todas las
‘carencias o defectos’ padecidos por la disciplina en ese país, ‘faltas’ que pueden ser
genéricamente clasificadas como a) inmadurez metodológica, b) mutilación del contexto
o c) negación de la mitad de la historia, según respondan a un desconocimiento de las
diferentes dimensiones de la realidad constitucional de una sociedad política pasada, a
una consideración demasiado estrecha de las coordenadas históricas en las que se ubican
las claves para la explicación de esa realidad, u ‘olviden’ analizar una parte relevante
del proceso de formación del Estado argentino: el desarrollo histórico del
constitucionalismo de los independientes y soberanos Estados provinciales.

(III) Por último, luego de la crítica el trabajo se adentra en la sistematización de


un nuevo enfoque para el estudio del constitucionalismo histórico, pensando
particularmente en el caso argentino. Recogemos los avances producidos en otras
disciplinas históricas y no renunciamos a la convicción de que es posible (re)construir el
pasado constitucional, con rigor historiográfico y buenos resultados, por juristas que
actúan desde el ámbito del derecho. Realizamos una descripción teórica del modelo con
la explicación de sus dos principales ‘giros’ metodológicos y las consecuencias lógicas
que tales movimientos traen aparejadas. Finalmente entregamos al lector, a modo
meramente ejemplificativo, una imagen del método en movimiento (cómo actúa, en qué
puntos fija su atención, por qué consideramos que sus resultados interpretativos son
mejores). El ejemplo está construido a partir de la institución de la ‘ciudadanía’ en la
realidad constitucional de la República de Córdoba de la primera mitad del Siglo XIX,
con propuesta de análisis multidimensional: de texto constitucional y posibles
mecanismos y prácticas institucionales.

Es precisamente a partir de esta reflexión y renovación metodológica, y la


lectura crítica de la historiografía constitucional existente en Argentina, que la
definición y determinación del objeto de investigación de nuestra futura tesis doctoral se
hace posible. Allí, intentaremos rescatar de la sobra a uno de los elementos, ubicado en
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la periferia de la periferia, que forman este conjunto denominado “constitucionalismo de


los Estados Provinciales en la primera mitad del siglo XIX”, la mitad negada de la
Historia Constitucional argentina. Aquí, el paso previo fundamental, la reflexión sin la
cual esa futura investigación no podría plantearse su existencia.

2. EL APORTE DE LA HISTORIA CONSTITUCIONAL

El estudio en compartimientos estancos, sin vasos comunicantes de saberes,


resultados y metodología entre las diferentes disciplinas de las ciencias sociales (e
incluso entre distintas ramas de una misma disciplina), tiene como resultado la
construcción sólo parcial del conocimiento. Conscientes de ello, cabe aceptar que la
Historia Constitucional debería comprender una profunda reflexión sobre cuestiones
que son objeto de otras disciplinas históricas tales como las ideas políticas, las
instituciones y los conceptos2. Al servirse de diferentes maneras de todas ellas la
Historia Constitucional se enriquece y las enriquece.

Aceptado el ‘imperativo multidisciplinar’ y su dialéctica enriquecedora, también


la Historia del Pensamiento Político puede extraer enseñanzas y conclusiones de las
cuales servirse, a partir de los estudios de naturaleza constitucional e institucional
(estudios de ‘Historia Constitucional’, en los términos que propondremos). Con sus
aportes contextuales y jurídicos-institucionales-políticos, se puede llegar a
(re)considerar la construcción que aquélla ha realizado de las diferentes doctrinas o
teorías políticas, obteniendo en consecuencia una imagen final de éstas bastante más fiel
y coherente.

Según señala BROCARDO CRESPO (2007), la actitud de varios autores de las obras
sobre Historia de las Ideas Políticas determina la calidad de sus trabajos. Por una parte,
se asumen como receptores del mensaje inserto en los textos de los grandes pensadores
de la política, casi como si tales textos hubieran sido escritos para ellos (para la sociedad
en la que ellos viven). Por otra parte, consideran que su gran responsabilidad consiste en
la tarea de diseñar y construir esquemas históricos, “para mostrar principalmente el
desarrollo de las doctrinas filosóficas (…) desde una perspectiva que no toma en

2
Es el modo en que reflexiona el jurista francés dedicado al estudio de la historia constitucional, Michel
TROPER (2006), en una entrevista realizada por la Revista electrónica Historia Constitucional.
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consideración la distancia histórica que nos separa de las ideas que queremos
comprender” (BROCARDO CRESPO 2007:20).

Esta actitud ha favorecido el desarrollo de ciertas ‘mitologías’ en el campo de la


Historia de las Ideas Políticas. Todo un “conjunto de presupuestos interpretativos
egocéntricos que proyectamos sobre un texto y que invariablemente conducen a
distorsionar el sentido del texto que queremos comprender” (BROCARDO CRESPO, 2007:20),
presupuestos que actúan condicionando el proceso y frustrando el resultado del trabajo
del investigador. La obtención de un conocimiento sesgado de los grandes textos
políticos clásicos tiene generalmente como consecuencia indeseable la
instrumentalización del ‘saber’ al servicio del ‘poder’ vía legitimación, con la fuerza y
el peso que otorga la proyección del pasado y la tradición en el presente.

SKINNER ha detectado en la historiografía interesada por el Pensamiento Político


dos tipos de mitologías que distorsionan el sentido de los textos analizados, no obstante
lo cual, en ellas no se agotan los distintos modos en los que los historiadores, con su
gran ingenio y capacidad creativa, pueden llegar a deformarlos. A una la llama
‘mitología de las doctrinas’3, en tanto que para la otra reserva el nombre de ‘mitología
de la búsqueda de la coherencia en los escritos de un autor’4. La consciente o
inconsciente asunción y aplicación por parte del historiador de estos presupuestos
interpretativos, tiene un gran impacto en el sentido que otorga a los textos políticos en
su obra. Tanto “la necesidad de presentar los escritos de un autor libres de cualquier
contradicción”, como la de “presentar lo que dice como si lo que el autor hubiera
querido es que su obra se entendiera como su particular contribución a una doctrina
específica”. El nefasto resultado de esta actitud es previsible: forzar “al autor a decir
cosas que nunca se le hubiera ocurrido decir y que el historiador tiene que asumir que

3
Obsesionado por la mitología de las doctrinas, “el historiador parte inicialmente de un conjunto de
doctrinas específicas sobre un tema, y analiza el sentido de la obra de un autor como la contribución que
ese autor ha hecho a la doctrina que previamente ha elaborado. Desde esta presunción inicial el
historiador ha de elaborar una teoría que explique el sentido de un texto en base a la contribución
particular que hace el autor a la doctrina, y en segundo lugar que le permita identificar ciertos errores de
apreciación por parte del autor en la comprensión de los elementos esenciales que forman parte de la
doctrina que está exponiendo” (BROCARDO CRESPO, 2007:21).
4
Más complejo es el caso de la mitología de la búsqueda de coherencia interna en los escritos de un
autor, puesto que aquí, “no sólo se trata de presentar la doctrina, también hay que hacerlo de tal manera
que la contribución de un autor a una cierta doctrina se convierta a su vez en una doctrina coherente; lo
que implica en primer lugar descartar cualquier enunciado que haga el autor sobre sus intenciones como
un asunto irrelevante para entender el sentido de la doctrina; y en segundo, que debe de ser posible
explicar las supuestas incoherencias en la que incurre un autor, aún cuando nunca hubiera sido consciente
de ellas” (BROCARDO CRESPO, 2007:21).
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pudo haber dicho o incluso debió de haberlo dicho, para que sus textos encajen dentro
del esquema que impone la noción de la doctrina” (BROCARDO CRESPO, 2007:22).

Sin embargo, en el camino del perfeccionamiento metodológico de la disciplina,


un primer paso ya ha sido dado. Según SKINNER, en las obras que estudian la Historia de
las Ideas Políticas, “todo enunciado es la encarnación inevitable de una intención
particular, de una ocasión particular, que se dirige a la solución de un problema
particular y por consiguiente está relacionado con su contexto de tal manera que
resultaría ingenuo pretender trascenderlo”. Los textos que formulan ideas y diseñan
teorías políticas, se expresan a través de un conjunto de símbolos/términos compartidos
por los autores y la audiencia a la cual aquéllos se dirigieron, pero completamente
ajenos a la sociedad del presente donde el investigador y sus lectores habitan. Además,
no sólo en la forma (continente) radica la diferencia, ya que el fondo (contenido) de esas
obras del pensamiento político es también ajeno al sujeto del Siglo XXI. Esos textos, nos
dice el historiador inglés, “están relacionados con sus propias cuestiones y no con las
nuestras”. Aunque los significantes suenen familiares al oído del investigador, es
imperativo para él descubrir que en la historia del pensamiento “no existen en realidad
conceptos atemporales, si no que existen solamente una diversidad de diferentes
conceptos que han desaparecido con las distintas sociedades, (…) descubrir una verdad
general no sólo del pasado sino sobre nosotros mismos” (SKINNER, 2007:102-3)5.

Una vez descritos e interpretados los síntomas y confeccionado el diagnóstico, el


tratamiento recomendado para curar los ‘males’ metodológicos de la Historia del
Pensamiento Político es un nuevo enfoque cuyo único objetivo sea la construcción
crítica y rigurosa del conocimiento del pasado intelectual. Un abordaje de los textos
‘contextualizado’, esto es, no basado en (pre)comprensiones que favorecen la
proyección de categorías actuales a un pasado que las desconoció. La solución es el giro
contextual, y aquí es donde la Historia Constitucional puede realizar un valioso aporte a
fin de evitar las distorsiones interpretativas de las que hemos hablado.

La labor (re)constructiva de una sociedad política pasada y la definición de sus


categorías jurídico-políticas propias según su sentido local que la Historia
Constitucional realiza, puede ayudar a definir y comprender tanto los conceptos que

5
Las citas que en adelante se realicen de SKINNER, corresponden a una serie de ensayos del autor, que si
bien aparecieron publicados por primera vez con otro nombre, son recogidos en el libro El giro
contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner, y seis comentarios, coordinado por Enrique BROCARDO
CRESPO y editado en Madrid por Tecnos en el año 2007.
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trata la Historia de las Ideas Políticas, con el significado que ellos tuvieron en el
contexto histórico-institucional en que fueron utilizados; como los problemas que
aquejaron a aquella sociedad y las soluciones que se adoptaron. Pero nos referimos a
una Historia Constitucional que no se conforma con ser sólo historia de los textos
constitucionales. Entonces, ¿de qué tipo de Historia Constitucional estamos hablando?,
¿cómo pensamos que debe ser la (re)construcción del pasado “constitucional” para que
pueda aportar sumas positivas a la Historia del Pensamiento Político? La respuesta
puede resumirse en los siguientes términos: una Historia del constitucionalismo
rigurosamente contextualizada y consciente de la importancia que tiene el abordaje
binario de la dimensión institucional que posee la sociedad a la que observa6.
Renovada metodológicamente, interiorizando los avances que otras disciplinas
históricas han legado al campo del saber social. Capaz de (re)construir el pasado
‘constitucional’ en los términos que veremos más adelante. Una historia del
constitucionalismo7 que, con sus resultados, contribuye finalmente a fomentar el
desarrollo de la cultura constitucional de una sociedad, conociendo la que ha sido, y
facilitando herramientas para repensar críticamente la presente8.

Finalmente, más allá de los beneficios a favor de la Historia de las Ideas


Políticas, estamos convencidos que el estudio crítico de las Constituciones históricas,
sobre todo las latinoamericanas en general y las argentinas en particular, es merecedor
de rigurosa atención para la Ciencia Política. Como dice con acierto GARGARELLA
(2005:5), “aún los gobernantes más autoritarios presentes en el siglo XIX fueron
conscientes del enorme valor -‘simbólico’ al menos- que encerraba la Constitución”,
además, el simple hecho de que durante ese siglo se dictaran con frecuencia distintos

6
Al hablar de “dimensión institucional” en clave binaria, nos referimos tanto 1) al diseño de las
instituciones, como 2) a la práctica institucional de los sujetos que actúan y dan vida a esas instituciones.
7
Léase a Marta LORENTE (2004:5) que propone, auxiliando su afirmación con una cita a Nicola MATTEUCI,
entender el constitucionalismo como “fundamento y garantía de derechos, en definitiva, que
identifiquemos el constitucionalismo con un discurso de legitimación del poder político”. En la nota
transcribe: “Al ser un término selectivo no abarca a los escritores que se limitan a describir la constitución
(…) sino a aquellos escritores que, en sede prescriptiva, buscan instaurar un orden político mejor y un
gobierno ‘recto’, ‘político’ o ‘legal’. Ellos se interesan no tanto por ‘quién’ sino por ‘cómo’ se debe
decidir en política y el procedimiento jurídico que hace legítima una decisión. Para los súbditos, y se
preocupan de los fines que la sociedad política debe asegurar, es decir, los derechos constitucionales”.
8
Como nos enseña con claridad meridiana el constitucionalista CRUZ VILLALÓN (2006:531), “[L]a cultura
constitucional no surge de espaldas a la historia, pero tampoco se agota en ella. La Constitución no nació
de cero en el seno de una asamblea de la que hubiera podido salir cualquier cosa; cultura es aquí igual a
caldo de cultivo. De ahí que la Constitución, antes de nacer, ya estuviera en buena parte prefigurada en su
propia idea, sin que pudiera ser muy diferente a como llegó a ser.”
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 8

textos constitucionales es un fuerte indicio de “la importancia que se le asignaba a tales


documentos para la ‘refundación’ institucional en la que pretendían involucrarse
muchos de los gobernantes en cuestión”. Por otra parte, son esas primeras
Constituciones históricas de los Estados de la región las que de un modo u otro
“definieron la estructura de la enorme mayoría de los documentos constitucionales que
aún hoy siguen vigentes”. Todo esto, le lleva a reconocer la importancia que tiene el
estudio histórico tanto de los textos como las discusiones y proyectos constitucionales, a
los que califica sin titubear como “antecedentes imprescindibles para entender la
evolución de la vida política de la región” (GARGARELLA, 2005:5), y del derecho
constitucional actual, agregamos9.

Al estudio de algunos aspectos del constitucionalismo histórico en Argentina nos


embarcamos (sobre todo aspectos metodológicos). Es nuestro siguiente desafío en este
trabajo, llevando en todo momento a nuestro lado aquélla motivadora observación de
SKINNER (2007:103-4) a la cual intentaremos honrar, “aprender del pasado -y no podemos
aprender de otra manera- la distinción entre lo que es necesario y lo que es el producto
contingente de nuestras ordenaciones locales es aprender una de las claves de la misma
autoconciencia”.

3. TRES ‘NO TAN BUENOS’ COMPAÑEROS DE LA HISTORIA CONSTITUCIONAL


ARGENTINA

La mayoría de los estudios de Historia Constitucional en la Argentina se


caracterizan por presentar lo que nos atrevemos a calificar como ‘tres falencias’ que han
impedido su desarrollo cualitativo con status de disciplina autónoma, o, al menos, como
rama independiente de la más general historia del derecho10. Carencias que toman la

9
En esta misma línea se pronuncia BÖCKENFÖRDE, E-W (2004) en la entrevista ofrecida a la revista
electrónica Historia Constitucional, cuando dice que “la historia constitucional es una condición
necesaria para la plena comprensión del vigente derecho constitucional. No se puede desvincular éste de
sus presupuestos y condiciones históricos, a no ser que se quiera crear una forma ilusoria de derecho
constitucional.”
10
Sin embargo, esto comienza tímidamente a ser en parte subsanado por algunos autores. Por ejemplo, en
su reciente libro Historia de la Formación Constitucional Argentina (1810-1860), BIANCHI (2007)
(re)considera el contexto histórico en el que el proceso de emancipación sucede, ubicando el punto de
partida antes de los acontecimientos de Mayo de 1810, tomando en cuenta en su primer capítulo (con
cuentagotas) los avances desarrollados en la historiografía general. Entre ellos, el concepto de “crisis de la
Monarquía Católica” (aunque sin mayor atención) para referirse al contexto en el cual ocurre la
independencia argentina en particular y la gesta emancipadora de Hispanoamérica en general. También
SAN MARTINO DE DROMI (1995) inicia su obra dedicada a la formación constitucional del Estado argentino
con la descripción de la “herencia civilizadora” que deja España en América luego de las emancipaciones.
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forma de silencios, desaciertos o negaciones según de cual se trate y según el autor de


que se trate.

A partir de la construcción de tres categorías o tipos conceptuales ideales se


pueden ubicar en cada uno de ellos, con todos los problemas que tiene el realizar
clasificaciones de este tipo, las ‘persistentes referencias’ de los diferentes autores
embarcados en la ardua empresa de construir una Historia Constitucional argentina.
Estos ‘errores’ que sólo podemos llamar así, a falta de mejor calificativo, están
presentes en la gran mayoría de las obras sobre la materia, gozando en unas de mayor
presencia que en otras, por lo que su apreciación y determinación es más que todo una
cuestión de grado.

3.1 Inmadurez metodológica

La primera de ellas se refiere a la ausencia de método, o utilización de un


método impotente, en la construcción de las investigaciones dedicadas a la historia del
constitucionalismo en el país. La calidad de ‘constitucionalistas a secas’ de la mayor
parte de los autores que se han dedicado a escribir sobre la materia, su natural
desatención del necesario rigor historiográfico, son las principales causas de la
insuficiencia metodológica de sus obras. El tratamiento ligero de los conceptos, así
como la lectura continuista de la historia, les autorizan a ‘encontrar’ en los textos
constitucionales pasados las mismas instituciones que actualmente regula la
Constitución, o instituciones de una Constitución posterior ya diseñadas en la letra de
una anterior, todo con la consciente o inconsciente consecuencia de legitimar el presente
con la fuerza que tiene el pasado.

Veamos un ejemplo de lo que hemos afirmado. En su última obra sobre la


formación constitucional del Estado argentino, refiriéndose al sistema electoral
instaurado por el gobierno revolucionario, el prestigioso constitucionalista Alberto
BIANCHI (2007:38) sostiene que

“[P]ara la organización del Congreso Constituyente que se convocaba en el acta del


25, sus miembros serían elegidos por ‘la parte principal y más sana del vecindario’.
La elección de los constituyentes anticipaba así el sistema del colegio electoral que
luego se emplearía en la Constitución de 1853 para la elección del presidente y
vicepresidente”.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 10

La lectura de la historia sin reconocimiento de ‘rupturas y cambios’ en el tiempo le lleva


a asumir que el individuo de 1853, ciudadano ya de ‘Argentina’, participaba en política
del mismo modo en que lo hacía el ‘criollo’ durante el período colonial, es decir,
formando parte de una corporación que funcionaba como unidad monolítica y que por
lo tanto decidía y se expresaba a través de una dirigencia que actuaba como ‘cabeza’ del
cuerpo, esa ‘parte más sana del vecindario’. Difícil se hace la tarea de avanzar en el
conocimiento del pasado (y consecuente proceso de autoconstrucción del presente) si se
permite tal tipo de lectura continuista del tiempo histórico. Una lectura donde la variante
contextual y el reconocimiento de la ‘alteridad’ de las sociedades que aunque
espacialmente coincidentes son distintas por ser pasadas, brillan por su ausencia.

En esta misma línea, otra de las barreras que han dificultado el desarrollo de la
disciplina y el reconocimiento general de sus resultados por parte de la Academia, es la
gran cantidad de categorías actuales a partir de las cuales los historiadores del
constitucionalismo han intentado (re)ordenar el pasado. En este exacto sentido, un caso
que resulta paradigmático en una gran cantidad de obras de Historia Constitucional en
Argentina, la cual suele reproducir a la historiografía nacionalista de cuño tradicional, es
el uso que se realiza del concepto de ‘Nación Argentina’. Esta idea de nación
preexistente que piensa, proyecta y lleva a cabo la revolución, bastante arraigada desde
hace tiempo en el imaginario social, es una construcción intencional de la historiografía
tradicional (desde MITRE en adelante, oficial y al servicio de la afirmación del
sentimiento nacional), que la renovada historiografía general ya se ha encargado de
revisar crítica, extensa y exitosamente, patentizando sus extremos más desacertados. Por
ejemplo, ha revelado la exogeneidad de la causa de la emancipación, e incluso ha
demostrado que en la voz de los principales actores políticos de la época se reconocía a
la revolución como el resultado de una causa inesperada e impuesta por el destino, y no
como un plan fríamente calculado11.

La Historia Constitucional ha venido utilizando esa imagen de nación


‘antedatada’, es decir, ha presupuesto la existencia de una comunidad política de

11
CHIARAMONTE (1989) trae a colación dos reflexiones, de Mariano Moreno y Cornelio Saavedra,
ejemplificadoras de lo que acabamos de afirmar. Ellos dijeron en su momento: “He ahí que sin que
nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los
sucesos de 1808 en España y en Bayona” (Moreno); “Es indudable en mi opinión, que si se miran las
cosas a buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los Ingleses, en querer ser señores de esta
América, se debe atribuir la revolución del 25 de Mayo de 1810”, y al referirse a la anarquía como mal
propio, habla de “una revolución iniciada sin meditados planes” (Saavedra).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 11

ciudadanos unitaria a lo largo del territorio del virreinato del Río de la Plata. Así las
cosas, no resulta extraño comprobar cómo dicha historiografía tiende a ver el ‘caótico’
proceso de organización constitucional del Estado nacional, debido a que lo entiende
como una ‘disgregación de la unidad preexistente’. La consideración del período
transcurrido entre los años 1820 y 1853/60 como un simple paréntesis de la historia,
donde la mala fe y los intereses mezquinos de algunos actores políticos fueron los
responsables de la anarquía y la imposibilidad constitucional macro, desconoce la
importancia de estudiar tanto el desarrollo de la autonomía de las provincias, como su
experiencia constitucional, y con ello, niega la mitad de la historia.

Otra parte del yerro está en la utilización ligera de los conceptos y la proyección
de significados actuales a significantes que, si bien idénticos, fueron utilizados en
momentos (contextos) históricos bien lejanos. CHIARAMONTE (1993) pone de relieve las
trascendentes consecuencias lógicas que tiene el traslado sin más de significados en el
tiempo. Así, en su intento por resignificar los términos ‘Confederación’ y
‘Federalismo’, demuestra que la distancia conceptual que hoy media entre ellos es una
construcción actual desconocida para los protagonistas de la primera mitad del Siglo
XIX. Para estos últimos, tanto uno como otro se referían a la misma idea, puesto que, de
un lado, la concepción de un Estado federal como hoy lo conocemos no se había
desarrollado y, de otro, ‘Federal’ significaba lo mismo que ‘Confederación’, esto es,
unión de Estados independientes12. Pues bien, si significaban lo mismo, para los actores
políticos partidarios del ‘federalismo’ el reclamo de un Estado ‘Federal’ conllevaba un
reconocimiento implícito de Estados independientes y soberanos (los provinciales, que
así se declaraban en sus textos constitucionales) y, por tanto, representaba un
movimiento a favor de la integración. Sin embargo, el mismo reclamo, es calificado por
la historiografía en términos de descentralización de una unidad preexistente.

Mas la inmadurez metodológica de la Historia Constitucional argentina no sólo


se traduce en a) descontextualización del lenguaje e imaginario jurídico-político y b)
pre-comprensión del pasado, sino que también se refleja en c) la desatención de la
dimensión institucional del constitucionalismo histórico. El carácter multidimensional
de la cultura y realidades constitucionales hace imperativo el estudio de otro tipo de

12
Cuenta que incluso los protagonistas de la construcción del Estado Federal Norteamericano tuvieron
que utilizar al principio el término Estado Nacional, para nombrar la criatura que estaban ideando y
diferenciarla del Estado Federal, cuya denominación refería la antigua ‘Confederación’ de Estados
independientes.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 12

fuentes históricas situadas más allá de los textos constitucionales, las cuales, por lo
general, han sido despreciadas por nuestra historiografía constitucional13.

3.2 Mutilación del contexto

En segundo lugar, la historiografía constitucional argentina ha delimitado de una


manera desaconsejable el contexto, sobre todo por moverse en unas coordenadas
temporales más que discutibles, discutidas. La mayoría de los autores fija
paradigmáticamente el 25 de Mayo de 1810 como el punto de partida en la construcción
del Estado; es más, algunos lo hacen de modo tal que incluso autorizan a hablar, para
referirse a acontecimientos anteriores de esa fecha, como sucesos ocurridos ‘Antes de
Mayo’ (A.M.)14, como si de una nueva era o de un año 0 se tratara. Quizá la reducción
al absurdo que realizamos sea exagerada, pero lo es al sólo efecto práctico de retratar la
trascendencia que tiene un único acontecimiento como la ‘Revolución de Mayo’ en el
modo en que determinan los linderos del período temporal que estudian15.

Esta actitud de los historiadores del constitucionalismo no es consecuente con


los avances de la nueva historiografía general, que aconseja contextualizar el ‘proceso’
de emancipación y posterior construcción del Estado como un período de transición que
se arrastra entre las últimas décadas del Siglo XVIII y la mitad del siguiente16. Esta
opción es incluso la solución adoptada por algunos estudios más recientes de

13
Por el contrario, la utilización de nuevas herramientas ayuda a comprender mejor la realidad del
pasado. Haciendo una interpretación rigurosa, y consciente de la complejidad que entraña el estudio de la
sociedad política pasada en clave jurídica, complejidad traducida en marco constitucional, mecanismos
institucionales y prácticas que le corresponden, AGÜERO (en prensa), nos dice sobre la Constitución
cordobesa de 1821: “Aunque se abundara en declaraciones construidas con el sonido moderno del
lenguaje de los derechos individuales, del principio de legalidad y de la división de poderes, aquellas
normas por las que se colaba el pesado imaginario corporativo nos ayudan a entender por dónde pasaba la
coherencia de un sistema en el que nada de lo que se preveía para garantizar tales derechos llegaría,
jamás, a funcionar. La estructura de los poderes prevista en la constitución sería casi por completo papel
mojado, absorbidos aquéllos por la autoridad paternal del caudillo-gobernador de turno a quien a menudo
se le reconocerían, además, facultades extraordinarias”.
14
Véase al respecto la obra de ZUCCHERINO (2007).
15
El título de la obra de BIANCHI (2007) referida es elocuente, “Historia de la formación constitucional
argentina (1810 – 1860)” (el resaltado es nuestro).
16
Es el caso de las obras de toda una serie de autores, que, desde HALPERÍN DONGUI hasta los últimos
trabajos de CHIARAMONTE, GOLDMAN, TERNAVASIO, y un largo etcétera, han renovado la historiografía
argentina, resignificando rigurosamente los conceptos.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 13

historiografía jurídica en la región17, más cercana en nuestra opinión a la realidad vivida


en aquel momento, sobre todo si tomamos en consideración que el objeto de estudio del
que estamos hablando es el derecho y toda una serie de instituciones arraigadas en la
sociedad con el paso de los años. El paso de un viejo orden que se quiebra, a una nueva
manera de organización (jurídico-institucional) incipiente al principio y paulatinamente
consolidada con el devenir de los tiempos, está naturalmente mejor reflejado en la idea
de ‘período de transición’, entendido como proceso pluricausal de ejecución continuada,
y no en una foto instantánea de un determinado momento.

Claro está que hay obras que reconocen la importancia de echar la mirada un
poco más allá de Mayo y de las costas del Río de la Plata. Así, por ejemplo, la ya citada
obra de BIANCHI (2007) dedica sus primeras páginas al concepto de “Crisis de la
Monarquía Católica”; sin embargo, lo que a priori puede ser celebrado como un giro
historiográfico en la delimitación del período temporal para el estudio del
constitucionalismo histórico en Argentina, luego termina mudando de ropaje. Su
consideración como mera ‘noticia histórica’, sin análisis de las consecuencias que tiene
pensar la emancipación como un acontecimiento en gran parte producido por una causa
exógena que actúa en una sociedad fuertemente estructurada sin poner en discusión las
bases tradicionales de esa estructura local, no contribuye a explicar cuestiones
relacionadas con la afirmación de las autonomías provinciales y la correlativa
resistencia a la organización constitucional macro del conjunto de los Estados
rioplatenses. Por el contrario, la metáfora con que algunos autores describen la realidad
del imperio español como un ‘organismo’ con una cabeza en España que, al
desaparecer, obliga a los pueblos a afrontar su papel político autónomo, puede ser de
mucha ayuda para la comprensión de los extremos fundamentales de la realidad
política-jurídica vivida por los Estados provinciales durante la primera mitad del Siglo
XIX. Autonomía que en sus textos constitucionales se tradujo en autoreconocimiento
como Estados ‘libres’, ‘independientes’ y ‘soberanos’; afirmaciones que tuvieron un rol
fundamental tanto al principio en la imposibilidad de organización macro, como en la
posterior forma ‘federal’ adoptada por el Estado nacional.

17
Es el caso de AGÜERO (en prensa), donde el título ya nos advierte de la opción que realiza en este
punto: “La justicia penal en tiempos de transición. La República de Córdoba, 1785 – 1850” (el resaltado
nos pertenece).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 14

3.3 Negación de la mitad de la historia

Por último, la Historia Constitucional argentina ha prestado por lo general poca


atención al desarrollo del constitucionalismo de los Estados Provinciales, que tuvo lugar
a partir de la segunda década del Siglo XIX. Esta cuestión ha sido prácticamente
‘olvidada’ por las obras clásicas e incluso actuales de historiografía constitucional por lo
que no disponemos de ningún estudio crítico que se haya detenido a demostrar su
influencia o no en el proceso constituyente “macro” de construcción del Estado
Nacional18. Con esto no estamos afirmando que nada se haya escrito sobre el asunto del
constitucionalismo provincial de la primera mitad del Siglo XIX, si no que cuando ha
merecido atención, se lo ha tratado por parte de los juristas iuspublicistas como simple
‘noticia histórica o antecedentes’ del derecho público provincial sin mayor reflexión
crítica acerca de su proyección nacional. Esa actitud, parece responder a una
‘preconcepción’ del proceso de formación del Estado argentino, desarrollada y afirmada
a lo largo de los años por la historiografía general, que es de donde la toman sin
detenerse a problematizarla, a saber, la imagen potente de un ‘Estado argentino’ que
nace en aquel Mayo húmedo de 1810, e inicia a partir de entonces un camino de
“disgregación de la unidad”, caracterizado por la aparición de actores políticos
‘indomables’ -los caudillos-, responsables de convertir la escena pública en una caótica
anarquía repleta de mezquindades y desavenencias.

Frente a esta imagen tradicional, nosotros apostamos por otra visión. Una
perspectiva que se ‘toma en serio’ las consecuencias deducibles de la sanción de los
textos constitucionales de los Estados provinciales. Expresado de otra manera, la
afirmación de las diferentes ‘soberanías provinciales’, la organización jurídica de los
estados y, finalmente, la institucionalización de sus relaciones determinaron, en nuestra
opinión, tanto a) la imposibilidad de organización constitucional macro, comúnmente
achacada sólo a la actitud política de hecho de los caudillos, que si bien tuvo su peso, no
puede ser considerada como la única barrera a la constitucionalización del país; como b)
la estructura federal del Estado finalmente adoptada en el primer texto sancionado y
adoptado como Constitución de la Nación Argentina por todas las provincias

18
En el caso de dos de las más recientes obras dedicadas a la construcción de una Historia Constitucional
para Argentina echamos de menos la referencia al constitucionalismo histórico provincial. Con sólo echar
una mirada al índice del trabajo ya se puede confirmar nuestra afirmación. Véase: BIANCHI (2007) y
ZUCCHERINO (2007).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 15

rioplatenses (1853/60), cuya letra ya se halla en parte literalmente escrita en los textos
constitucionales de provincia en repetidas ocasiones19.

Esta propuesta para la (re)construcción de la historia constitucional en Argentina


no es en exceso original, sino simplemente consecuente con el avance historiográfico en
lo que a comprensión del período de formación del Estado se refiere. En palabras de
CHIARAMONTE (2007), si bien se trata de un mismo y único proceso histórico se pueden
reconocer en su desarrollo dos grandes partes o momentos, fácilmente diferenciables.
Un primer momento, asistirá la “emergencia de los Estados rioplatenses”, ‘Estados’ que
en un momento posterior, “convergen en un Estado nacional argentino”.

En resumen: es precisamente en el estudio del constitucionalismo histórico de las


provincias, donde se pueden hallar las claves que permitan entender en profundidad,
tanto la naturaleza jurídico-política de los Estados rioplatenses; como la manera (y la
medida) en que esas unidades finalmente acaban formando el ‘Estado argentino’ a partir
de 1853/6020.

4. OTRA MANERA DE (RE)CONSTRUIR EL PASADO CONSTITUCIONAL: Un Giro Bicéfalo

Tanto juristas como historiadores se han acercado al estudio de las


constituciones pasadas importando “males” y “deficiencias” propias de sus respectivas
disciplinas. Así, mientras que los juristas se empeñan en proyectar categorías
dogmáticas actuales a un tiempo que albergó una sociedad distinta, los historiadores se
esfuerzan en minusvalorar la importancia del derecho, tendiendo a ‘disolver’ las

19
A modo de ejemplo, podemos traer a colación aquí dos artículos para que sean cotejados, el primero, de
un texto constitucional de provincia (Reglamento para el régimen y administración de la Provincia de
Córdoba, del año 1821). El segundo, de la Constitución de la Nación Argentina, que desde 1853 a la
fecha (reformas mediantes) conserva su original redacción.
- Art. 2 del Capítulo 23 de la Sesion Octava del Reglamento cordobés (Declaraciones de
derechos): “Las acciones privadas de los hombres que de ningun modo ofenden el orden
público, ni perjudican á un tercero, están solo reservadas á Dios, y exeptas de la autoridad de
los magistrados”.
- Art. 19 de la Constitución de la Nación Argentina (Primera parte. Capítulo primero.
Declaraciones, derechos y garantías): “Las acciones privadas de los hombres de de ningún
modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas
a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados (…)”.

20
La utilización de esta fecha compuesta para referirse al momento en que el Estado argentino nace a la
vida pública de la región como unidad política y constitucional, es defendida por la nueva historiografía e
incluso por algunos constitucionalistas como Germán BIDART CAMPOS. La razón es sencilla, se trata de un
‘período’ de formación del Estado que transcurre desde la sanción de la Constitución de la Nación
Argentina en el año 1853 hasta la unión de Buenos Aires al resto de las provincias en el año 1860.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 16

cuestiones constitucionales en un difuso ‘horizonte político’21. En consecuencia,


pensamos que dos movimientos metodológicos pueden ayudar a la Historia
Constitucional argentina a superar este estado de cosas y conseguir el reconocimiento y
status intelectual que de un tiempo a esta parte ha pretendido.

La comprensión de los caracteres básicos de la cultura constitucional de un


tiempo pretérito, debe huir tanto de a) la mutilación de un texto constitucional y su
reconstrucción intelectual al servicio de una doctrina particular como si de un puzzle se
tratara; como de b) el ejercicio de abordar íntegramente el texto (asumiendo todas sus
disposiciones, incluso las contradictorias) pero negando al análisis el contenido y las
prácticas institucionales que en ese tiempo y en ese espacio se desarrollaron. Una y otra
son actividades intelectuales sesgadas, bien por la necesidad de legitimar con la fuerza
que tiene la tradición una determinada visión de las cosas, bien por la ausencia de un
método que auxilie y ordene la investigación. En todo caso, el resultado ineludible es la
comprensión sólo parcial de un complejo y multidimensional fenómeno social-jurídico-
político como es el desarrollo constitucional de una sociedad.

La Historia Constitucional no debe quedarse con la anécdota del texto


constitucional y su mera exégesis como si de Irnerio y los suyos se tratara22. Toda una
serie de instituciones y de prácticas institucionales, derivadas (o no) del texto,
posibilitadas (o no) por su letra, son más que relevantes para
aprehender/descubrir/conocer la verdadera “cultura constitucional” de una comunidad
humana en una época (contextualización temporal) y un espacio (contextualización
geográfica) determinados, y su proyección jurídica.

21
En opinión de LORENTE (2004:10), la inespecificidad de la historia constitucional, que tanto en España
(para el caso que ella toma en consideración) como en Argentina (que es objeto de nuestro análisis), ha
condicionado el desarrollo de la disciplina, tiene dos consecuencias que califica de funestas: “de un lado,
los juristas que hacen historia suelen despreciar la utilización de otras fuentes que no sean las impresas y
fácilmente manejables -por accesibles- en su labor. Como ya he advertido, para muchos, la historia
constitucional se solventa manejando textos normativos y discusiones en el Parlamento, añadiendo, eso sí,
algún que otro texto proveniente de la literatura jurídica del período estudiado; y, sobre esta base,
(re)construyen categorías. De otro, los historiadores, por regla general menos renuentes a la realización de
esfuerzos sobre fuentes, suelen ‘interiorizar’ aquellas categorías sin problematizarlas, sin advertir en ellas,
en definitiva, los efectos generados por la mano invisible de la proyección dogmática”.
22
Dice MARGADANT (1986:101,102), hablando precisamente de la escuela de los glosadores y su método
de trabajo en el estudio del Corpus Iuris, que en ellos “(…) no hallamos una actitud crítica frente al
texto del Corpus Iuris, o la intención de verlo como un eslabón dentro de una evolución, ni tampoco la
curiosidad de saber más del ambiente histórico general en el que el Corpus Iuris nació (…) en
combinación con una visión básicamente ahistórica de la realidad (…)”, el resaltado me pertenece.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 17

Desde hace varias décadas existe una historiografía crítica cuyos aportes pueden
servir para la renovación de la Historia Constitucional en Argentina23. Haciendo antes
que nada “historia de la historiografía”, la deconstrucción de las obras tradicionales (así
nombradas porque se sirven del método tradicional y no por su fecha de nacimiento)
para su (re)construcción en clave crítica, es el modo que tiene de iniciar el camino hacia
su objetivo final: liberar al pasado del presente, sin ánimo de legitimar/naturalizar el
ordenamiento de hoy, e intentando progresar en el conocimiento del que en otro tiempo
ha sido (GARRIGA, 2004).

La alternativa propuesta está construida a partir de un verdadero ‘giro’ bicéfalo,


‘contextual e institucional’, en virtud del cual el investigador intenta trasladarse al
imaginario (y por lo tanto al lenguaje propio) del contexto particular donde el
documento constitucional fue producido y produjo consecuencias institucionales.

4.1 El Giro Contextual

La filosofía experimentó en un momento del Siglo XX un “giro”, que aparejó la


superación del modelo psicológico que se asentaba en la conciencia y sus modelos de
representación, pasando a ser desde entonces el lenguaje su verdadero objeto de estudio
cuyo status a priori del pensamiento quedó demostrado24. Consciente de este ‘giro
lingüístico’ de la filosofía y sus inexorables consecuencias25, la Historia de las Ideas
Políticas ensayó también un movimiento metodológico que, pasando por R. G.
COLLINGWOOD ha llegado a las obras de autores tales como J. G. A. POCOCK26 y Q. SKINNER,

23
Siguiendo a GARRIGA (2004:3), podemos reconocer dos enfoques histórico-jurídicos bien diferentes,
“[U]no que debemos llamar (por supuesto, sin ánimo peyorativo alguno) tradicional, porque a la postre se
mantiene dentro de los cauces metodológicos establecidos, introduciendo, en mayor o en menor medida y
consciente o inadvertidamente, el presente en el pasado. Y otro que podemos llamar (a falta de mejor
nombre) crítico, porque nace y se desarrolla a partir de la crítica a la tradición establecida, en su intento
de liberar al pasado del presente”.
24
Trascendentes son los aportes realizados por autores como L. J. J. WITTGENSTEIN y J. L. AUSTIN desde la
filosofía del lenguaje. Por sus más importantes obras a favor de la importancia del lenguaje y los
significados, véase, WITTGENSTEIN, Investigaciones filosóficas (1988); Philosophical gramar (1974) o su
Tractatus Logico-Philosophicus (6ta ed. 1984). También AUSTIN, Significado y acción (1983) o How to do
things with words (2da ed. 1962).
25
Según BENTOLILA (2004), “junto al descubrimiento de la prioridad del lenguaje va unido el
reconocimiento del carácter social e histórico de toda relación intersubjetiva mediada por símbolos”.
26
Para comprobar el aporte realizado por estos autores que hemos referido, pueden consultarse algunas de
sus obras. En el caso de COLLINGWOOD, An Essay on Philosophic Method (2005); Essays in the Philosophy
of History (1965) o Essays in Political Philosophy (1989). Toda la obra de POCOCK, está guiada por una
nueva manera de enfocar el estudio de la Historia de las Ideas Políticas. Para observar el modo en que
este modelo metodológico (aún incipiente en sus primeros trabajos) actúa, se pueden consultar algunos de
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 18

quienes han propiciado el llamado ‘giro contextual’27. Este nuevo enfoque desde el cual
se aborda la historia del pensamiento invita al investigador a reemplazar el ‘aquí y
ahora’ donde vive y trabaja, por el ‘allí y en aquél momento’ donde su objeto de estudio
se ubica. Reconociendo la alteridad de la sociedad estudiada, se debe reconocer también
la alteridad de sus problemas, instituciones y -fundamentalmente- de su lenguaje, que
aunque se exprese con significantes familiares a los que el investigador hoy utiliza, se
refiere a realidades de otro tiempo28.

Consciente de esta lección, el historiador del constitucionalismo también debe


comenzar a (re)construir su obra admitiendo momentos de ruptura entre períodos
temporales que imposibilitan la lectura ‘continuista’ de los debates y la terminología
constitucional, evitando así no sólo el presentismo, sino además la atribución de un
carácter transtemporal a los conceptos29. La construcción eminentemente discursiva del
derecho y obliga al iushistoriador a ocuparse prioritariamente del lenguaje. Previo a
emitir cualquier tipo de juicio, deberá indagar sobre la auténtica relación existente, en
un tiempo y en un lugar, entre los términos utilizados por los sujetos hablantes y los
conceptos referidos con esos términos30 (relación significantes-significados en palabras

los siguientes trabajos, El momento maquiavélico, el pensamiento florentino y la tradición republicana


atlántica (2002); Historia e Ilustración, doce estudios (2002) o Politics, language, and time essays on
political thought and history (1989).
27
No mencionaremos aquí la gran cantidad de trabajos realizados sobre la Historia del Pensamiento
Político (sobre Hobbes, Maquiavelo, y otros) por Quentin SKINNER, todos en la línea metodológica
propuesta. Baste recordar dos obras en las que se diseñan los lineamientos básicos del nuevo enfoque
reclamado: Philosophy in history essays on the historiography of philosophy (1984) y Los fundamentos
del pensamiento político moderno (1993).
28
Como dice claramente BROCARDO CRESPO (2007:40), “[L]a historia de las ideas se convierte en un
ejercicio de imaginación creativa que requiere el abandono de nuestras formas habituales de pensamientos
para intentar recuperar un sentido que, sin ser ya el nuestro, estamos, sin embargo, en condiciones de
recuperar, sólo si somos capaces de entender las palabras con un sentido diferente al nuestro […] La
genuina historia que reivindica SKINNER nos proporciona antes que nada una perspectiva histórica que nos
separa del pasado y lo coloca en un contexto que no es el nuestro. Ver así la historia es un proceso de
reconstrucción en el que las palabras de los textos empiezan a adquirir un sentido que no hubiéramos
podido descubrir sin haber renunciado antes a nuestra posición egocéntrica”.
29
Para comprender la compleja relación entre lenguaje jurídico e historia, y algunas consideraciones
metodológicas, se puede consultar la excelente síntesis que ofrece en la introducción a su capítulo AGÜERO
(2007), la presentación al Número 16 de la Revista ISTOR a cargo de GARRIGA (2004), o bien, la obra más
general sobre este asunto de HESPANHA (2002), donde profundiza en los problemas metodológicos de la
historiografía jurídica.
30
En ésta línea se pronuncia también el jurista francés Michel TROPER (2006) en la entrevista realizada por
la Revista electrónica Historia Constitucional que hemos citado ya, cuando, en ocasión de reflexionar
acerca de la importancia que tiene la historia de los conceptos para el desarrollo de la historia
constitucional, afirma que “(…) para describir los conceptos de la época es preciso comprender su
génesis, es decir, no solamente el entorno intelectual y social, sino también el contexto argumentativo en
el cual se inscriben.”
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 19

de AGÜERO, 2007). De allí que resulte necesario para el historiador del constitucionalismo,
como para el historiador del derecho en general, “traspasar la superficie textual para
llegar a las creencias donde radican los significados. Todo un ‘imaginario’ encriptado
detrás del discurso, compuesto de convicciones que por su carácter constituyente no
necesitan ser explicitadas para quien está (o estuvo) inmerso en esa ‘otra’ sociedad,
debe ser elucidado para comprender el pasado sin ordenarlo en función del presente.”
(AGÜERO, 2007:23).

Hace ya tiempo que la nueva historiografía argentina, viene realizando esta tarea
de recuperación del sentido local del lenguaje. Sus investigaciones demuestran que
desde simples gentilicios como ‘rioplatense’ o ‘argentino’31, hasta verdaderos términos
jurídico-políticos como ‘federalismo’, ‘ciudadanía’ y ‘representación’, han mudado con
el tiempo su ropaje conceptual para referirse hoy a nuevas ideas o significados
inexistentes en una época pasada. La cuidadosa lectura del vocabulario de cada época
arroja resultados que significan un aporte muy valioso que debe ser considerado por los
juristas como el primer paso para la construcción de una nueva historiografía jurídica
(en nuestro caso, constitucional) en Argentina, que sea plenamente consciente de la
compleja relación lenguaje-historia-derecho y sus implicancias prácticas.

Así pues, las Constituciones, las normas generales que diseñan los mecanismos
institucionales y aquellas particulares que impulsan su movimiento, son textos que se
redactan en un momento, por obra de un sujeto colectivo/individual, y con una intención
de decir determinados32. Como ‘texto’ y como normas que organizan, distribuyen o
aplican, están dirigidos a una audiencia y una sociedad que también son determinadas.
De allí la importancia de la reconstrucción no sólo del contexto social contemporáneo a
los textos33, sino sobre todo del ‘imaginario jurídico’ propio de la sociedad que se

31
El trabajo de CHIARAMONTE (1989) respecto de las diferentes identidades políticas en el Río de la Plata,
luego de los sucesos de Mayo de 1810, es un ejemplo claro de ‘reinterpretación’ (en clave contextual) del
significado de algunos términos que la historiografía tradicional ha utilizado en clave continuista, sin
reflexión crítica. Otro ejemplo es su estudio ya citado respecto de la resignificación de los términos
‘federalismo’ y ‘confederación’ (CHIARAMONTE, 1993).
32
Señala Quentin SKINNER en “Significado y comprensión en la historia de las ideas”, uno de los trabajos
recopilados por BROCARDO CRESPO (2007), que el modo de realizar con rigor el estudio de textos políticos (y
constitucionales, agregamos nosotros) requiere que el investigador determine “el rango completo de
comunicaciones que convencionalmente se podría realizar en una ocasión dada al expresar una emisión
dada”, el resultado de esta actividad del historiador de las ideas políticas consiste en “trazar relaciones
entre la emisión dada y el contexto lingüístico” en el que el texto se inserta.
33
En palabras de SKINNER, “el contexto social figura como el marco último que nos ayuda a decidir qué
significados convencionalmente reconocibles habrían estado en principio a disposición de alguien para
que tuviera la intención de comunicarlos” (SKINNER, citado en BROCARDO CRESPO, 2007).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 20

estudia, puesto que éste condiciona el modo de pensar/hablar/relacionarse de los sujetos


que en una misma época y espacio interactúan.

4.2 El Giro Institucional

El segundo movimiento del que hablamos se expresa en clave “institucional”.


Su brocardo ordena superar el estudio exegético del texto constitucional, puesto que este
último desdeña el análisis de a) el marco institucional que la Constitución permite y
diseña, y b) la práctica que le da vida. El giro institucional de la disciplina ayuda a
corregir la miopía de una Historia Constitucional que, al no ver más allá de la letra del
texto, al cual se ciñe y con el cual se conforma, es incapaz de aprehender la compleja
realidad constitucional de un tiempo y un lugar en particular. Este nuevo acercamiento
metodológico ha sido defendido en un trabajo de próxima publicación por una jurista
dedicada al estudio de la historia del constitucionalismo, y lo ha hecho en los siguientes
términos34,

“(…) con independencia del inmenso valor político que puede atribuirse a la
terminología constitucional, ésta no se entiende, o, en el mejor de los casos, se
entiende históricamente mal, si no se pone en relación con los mecanismos
institucionales que sirvieron, bien para generarla, bien para tratar de imponerla a
una(s) sociedad(es) que hasta entonces la había desconocido.» (LORENTE, en prensa)

Antes de continuar, vale la pena dedicar aquí unas líneas de advertencia a fin de
dejar en claro una cuestión y evitar confusiones. Este modo de hacer historiografía
constitucional no desmerece el estudio del ‘texto’ constitucional, sino que sólo invita a
superarlo como única fuente de la cual abrevar35. Claro está que no podría existir
Historia del constitucionalismo norteamericano sin referencias al texto adoptado en
1787 en Filadelfia, ni del constitucionalismo gaditano sin mención a los artículos del de
Cádiz de 1812. Por ello, estamos de acuerdo con Roberto GARGARELLA (2005:2) cuando,
refiriéndose al estudio histórico del constitucionalismo, afirma que

34
Quiero dejar constancia aquí de mi agradecimiento a la jurista Marta LORENTE por su generosidad. La
facilitación de su artículo de próxima publicación, “Esencia y valor del constitucionalismo gaditano
(Nueva España: 1808-1821)”, así como su permanente consejo, sagaz crítica y enriquecedor diálogo, han
sido elementos de indudable ayuda en la redacción de este trabajo.
35
Dice el jurista alemán en la entrevista citada: “Si por constitución se entiende, como yo hago, el
fundamento político-social de una época, aquélla [la historia constitucional] tiene que trascender los
textos constitucionales y su interpretación. Sería empobrecedor que limitase su alcance a ellos, si no que
debo fijarme también en el contexto y ver qué efectos tiene el texto constitucional, y ahí están también sus
presupuestos” (BÖCKENFÖRDE, E-W, 2004)
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 21

“[L]os documentos constitucionales ocupan un lugar (no-excluyente pero)


privilegiado36. En ellos, normalmente, quedan expresadas las líneas fundamentales
de un proyecto político: sus presupuestos filosóficos; los principios que los guían;
los propósitos que se evalúan como los más importantes; los costos que se está
dispuesto a asumir para llevar adelante tales objetivos”.

Resaltamos el carácter “no excluyente” con que el prestigioso jurista argentino califica
el lugar que ocupan los textos constitucionales, y tomamos sus propias palabras para
defender el modelo propuesto. En los documentos se inmortalizan como bien señala,
‘principios’, ‘propósitos’ y ‘objetivos’; declamación de intenciones y diseño del edificio
de instituciones que se pretende. Pero en ocasiones puede ocurrir que para asombro del
investigador, la práctica no se ajuste celosamente al dibujo establecido. Esa posible
tensión dialéctica entre diseño y realidad entre afirmaciones teóricas y contradicciones
prácticas, es la que justifica en última instancia la necesidad de considerar en el análisis
histórico del constitucionalismo ‘algo más’ que el documento constitucional. Ese ‘algo
más’ es el estudio de la documentación a partir de la cual podemos reconstruir el marco
institucional y la actividad de los actores que en ellas participaron.

La ‘dimensión institucional’ como objeto de estudio añadido de la nueva


Historia Constitucional, está compuesta por un binomio cuyos extremos son, 1) diseño
en la letra de la norma, y 2) prácticas en la acción de los sujetos que en esas
instituciones desempeñan su actividad. Por lo tanto, superar la exégesis de los
documentos constitucionales no sólo se consigue atendiendo al estudio del edificio
institucional construido normativamente, si no que es necesario avanzar un poco más
atendiendo a todo un conjunto de prácticas institucionales desarrolladas que en
definitiva es el modo en que la institución se hace presente en la sociedad y contribuye a
construirla. Así pues, el ‘giro institucional’, no habrá de conformarse con la institución
quieta, será relevante que se ocupe además de la institución en movimiento.

El empleo de este método historiográfico, que completa el estudio del


constitucionalismo histórico con la dimensión institucional de la sociedad a que se
refiere, obliga tanto a 1) leer la Constitución desde otros textos, otras fuentes
documentales como decretos, leyes, expedientes, sentencias, etc.; como a 2) el estudio

36
El resaltado nos pertenece.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 22

de las contradicciones entre los mensajes contenidos en masas documentales distintas.


Todo ello, a su vez, arroja una serie de consecuencias:

(I) La primera de las consecuencias es el incremento del conjunto de


documentos que se deben revisar durante el trabajo de investigación. La Constitución
como declaración y diseño orgánico, en al menos en alguno de sus aspectos, significa
‘posibilidad’ de actuar en el marco y al amparo de una norma directriz en la cual nos
inspiramos y por la cual nos guiamos37. Sin embrago, una investigación cuyo objeto sea
la comprensión de la ‘cultura constitucional’ de una sociedad determinada no puede
agotarse en ese texto finito de secciones, capítulos y artículos, sino que debe ocuparse
también del estudio de aquéllos documentos donde se manifiesta su dimensión
institucional (mecanismos y prácticas) y que por su materia tienen naturaleza
constituyente, bien sea porque han colaborado en generar las categorías
constitucionales, bien sea porque contribuyen a imponerlas. Desde leyes, decretos y
bandos, hasta legajos, actas, sentencias y expedientes de la propia administración.

(II) La segunda consecuencia está dada por la complejidad en términos


agregados del nuevo modelo metodológico, complejidad que revela al historiador del
constitucionalismo la existencia de una potencial tensión entre ‘diseño y realidad’.
Adicionando al estudio histórico del fenómeno constitucional (que tradicionalmente
sólo ha analizado un conjunto de elementos, el marco constitucional, formado por los
textos y proyectos constitucionales), un nuevo conjunto de elementos (la dimensión
institucional) compuesto a su vez por dos subconjuntos (a- edificio normativo de
mecanismos institucionales y b- práctica desarrollada por los actores en aquéllas
instituciones), la mentada tensión puede adquirir una variada serie de formas lógicas
según se desconozcan en la investigación principios de coherencia y completitud. A
saber:

37
Empleamos aquí el término genérico de norma directriz. La noción de Constitución como ‘norma
fundante básica o norma fundamental’ (en términos kelsenianos), o en términos un poco más vagos como
‘regla de reconocimiento’ (según, si se nos permite, podemos deducir de la teoría del derecho desarrollada
por H. L. A. HART), cúspide del orden normativo, fundamento de validez de todas las demás normas
inferiores a ella y responsable de su carácter sistemático, tiene una fecha precisa de nacimiento en el siglo
XX, y por lo tanto es útil para el estudio de las Constituciones que le siguieron, pero no así para trabajar
con aquéllas que le precedieron. Por eso preferimos el término de Constitución norma directriz, como
expresión de líneas fundamentales, principios y propósitos, que inspiran y guían el resto de las normas,
aunque impotente para invalidarlas por ser contrarias a ella (inconstitucionales).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 23

1. La contradicción producida entre elementos de dos o más


conjuntos/subconjuntos, debido a una interpretación -y consiguiente construcción-
errada de alguno de ellos;

2. la contradicción a causa de una consideración parcial de alguno de los


conjuntos -y con ello su construcción incompleta-, por desatención de alguno de los
elementos que lo conforman; y

3. la existencia de una real contradicción entre los elementos de dos o más


conjuntos/subconjuntos, a pesar de su correcta interpretación y construcción.

Respecto de los dos primeros tipos de contradicciones (1 y 2), es preciso realizar


una aclaración. Se trata de contradicciones que se ubican exclusivamente en la obra del
investigador, y no en la realidad de la sociedad pasada que investiga. Su labor
reconstructiva de la organización y realidad constitucional de la sociedad política que
estudia ha sido incorrecta, y ese fallo tiene la fuerza suficiente para que el lector de la
obra asista a un natalicio: el de una contradicción/tensión entre las distintas dimensiones
(constitucional e institucional) inexistente para los actores que en aquélla época y lugar
vivieron. Su error, progenitor de contradicciones, puede haber sido a) de interpretación
o b) de no exhaustividad.

Habrá sido de interpretación cuando la determinación del sentido del lenguaje


leído está condicionada por el lenguaje propio del historiador, la relación significantes-
significados se ha considerado atemporal y se ha ordenado el pasado en base al
presente. Como podemos ver, no se trata de otra cosa que la desatención de los
presupuestos del ‘giro contextual’ del que ya nos hemos ocupado. Lo verdaderamente
problemático de este tipo de error es que la contradicción expuesta por el investigador
no existió efectivamente en el pasado, ya que la sociedad de aquél tiempo no sufría las
tensiones descritas, si no que éstas han sido inventadas por el historiador. Debemos
añadir que la contradicción pueda aparecer, sólo una de las dimensiones estudiadas debe
ser ‘mal interpretada’, porque de lo contrario, si se ‘mal interpretan’ ambos conjuntos de
elementos, habrá en todo caso un trabajo históricamente infiel pero sin contradicciones
lógicas internas.

Identificamos como error de exhaustividad la (re)construcción sólo parcial del


conjunto de elementos que pertenecen a cada una de las dimensiones. La falta de
exhaustividad se traduce en exclusión de elementos importantes que pertenecen al
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 24

conjunto y que pueden materializarse en una serie variada de desatenciones. Desde el


diseccionamiento de la norma constitucional y su análisis completamente asistemático
de disposiciones aisladas y consiguiente burdo error de ‘saltear’ algunos artículos dentro
de un mismo texto constitucional que actuando complementariamente con otros, sí
considerados, dan solución íntegra a una determinada cuestión estudiada; hasta el
‘olvido’ por parte del investigador, de una serie de normas necesarias para la
comprensión de la propia Constitución (ej., un reglamento electoral que articule el
sufragio en grados).

El último modelo de contradicción (3), en cambio, no se ubica en la mente del


investigador. Se trata de una efectiva tensión entre el diseño de instituciones (sea un
diseño constitucional a través de una Constitución, sea un diseño de mecanismos
institucionales realizado por normas diferentes a la constitución pero que ayudan a
comprender su significado) y la realidad deducible de otros textos. Según razona con
claridad AGÜERO (en prensa), la distancia entre uno y otro extremo puede venir dada, por
ejemplo, por la ‘innovación’ declamada por el texto que diseña y la ‘adherencia a la
tradición’ de las prácticas reales. Distancia provocada, no tanto por la malicia de actores
políticos que pretenden legitimarse con la fuerza que tiene la constitucionalización del
poder38; si no más bien, por el intento de adecuación del diseño a ‘novedosas’ doctrinas
o ingenierías constitucionales en boga y la pervivencia en el imaginario de las bases de
una organización social propia de un tiempo anterior, claramente contradictorias con las
innovaciones pretendidas.

4.3 El Modelo en Acción

Ejemplifiquemos a través de un caso lo que acabamos de decir. Para ello,


tomemos en consideración la primera Constitución de la República de Córdoba que data
del año 182139. El capítulo Sesto de la Sesion Tercera del “Reglamento para el Régimen

38
Algunos autores, y con razón, han desconfiado de este tipo de interpretación, lo que no quita que en
algún caso así sea lo que ha ocurrido, por ejemplo, recuerda GARGARELLA (2005:4) un episodio que nos
ilustra a modo ejemplificativo lo que aquí hemos comentado, “(…) famoso es el caso del presidente
boliviano Mariano Melgarejo que, frente al dictado de la Constitución de 1868 y aparentemente
embriagado, sostuvo que la misma era muy bonita, pero que se la guardaba en el bolsillo trasero, para
gobernar desde entonces a su antojo.”
39
La elección de este documento constitucional de la República de Córdoba, está condicionada por la
intención de estudiar, como ya hemos dejado claro, el desarrollo del constitucionalismo histórico de los
Estados provinciales durante la primera mitad del Siglo XIX en el territorio del ex virreinato del Río de la
Plata.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 25

y Administración de la Provincia de Córdoba. Sistema Presupuesto el de una República


Federada”, trata sobre la ciudadania40. En su artículo primero dice,

“Todo hombre libre, siempre que haya nacido, y resida en la Provincia es


Ciudadano, pero no entrará al goce de este derecho, es decir, no tendrá voto
activo hasta la edad de 18 años, ni pasivo, hasta haber cumplido 25 ó ser
emancipado, á mas reuna otras calidades que en su lugar se exigirán” (la negrita
es nuestra).

La determinación de una noción tan cara para el estudio de una sociedad política
como la condición de Ciudadano de los sujetos de aquélla Córdoba decimonónica, no se
puede reconstruir de manera exclusiva a partir de la letra de este artículo del documento
constitucional. Ni qué decir si, a causa de haber diseccionado el texto, sólo tomamos el
artículo citado y dejamos de considerar otros de la misma Constitución, por ejemplo el
artículo 2º, del Capítulo 8 de la Sesión Cuarta del Reglamento, que establece la
suspensión de la ciudadanía por el mero hecho de “no tener una propiedad de valor al
menos de cuatrocientos pesos”, o “si no tuviese grado ó aprobacion pública en una
ciencia ó arte liberal, ó algún oficio lucrativo y útil al país”41. Planteadas como causas
de suspensión de la ciudadanía, significan en los hechos la exigencia de verdaderas
calidades de propietario, profesional o trabajador de oficio lucrativo o útil, para poder
ejercer de ciudadano de la República.

La existencia posible de “otras calidades” (además de las exigidas por la


Constitución) “que en su lugar se exigirán”, obliga al historiador del
constitucionalismo a indagar si efectivamente hubo otras calidades que se exigieron
ultra texto constitucional. Para ello, habrá de investigar normas o prácticas distintas al
Reglamento dictadas en aquél momento con capacidad para restringir la amplitud de la
noción de ciudadano, las cuales, pongamos por caso, llegaron a exigir pertenecer a una

40
Todas las citas del texto del Reglamento han sido literalmente tomadas de SAN MARTINO DE DROMI
(1994:701-736).
41
Dice el artículo completo: “La ciudadanía se suspende, primero: por ser deudor á la hacienda del
Estado estando ejecutado; segundo: por ser acusado de delito, siempre que este tenga cuerpo justificado
y por su naturaleza merezca pena corporal, aflictiva o infamante; tercero: por ser doméstico asalariado;
cuarto: por no tener una propiedad del valor al menos de cuatrocientos pesos, aunque pertenezcan á la
mujer, si fuese casado, y en su defecto, si no tuviese grado ó aprobacion pública en una ciencia ó arte
liberal, ó algún oficio lucrativo y útil al país; quinto: por el estado de furor ó demencia”.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 26

determinada religión, ser hijo legítimo, gozar de buen concepto, etc.42. A este tipo de
normas y dispositivos nos referimos cuando planteamos la necesidad de incorporar a la
investigación el estudio del marco institucional que rodea al documento constitucional.
Pero aquí no acaba el asunto.

La norma contiene una condición sine qua non para el reconocimiento de la


ciudadanía a los hombres libres. Dice textualmente “siempre que haya nacido y resida
en la Provincia”, y esto obliga a indagar sobre dos cuestiones distintas.

En primer lugar, habrá que comprobar si el término ‘residencia’ tenía en aquél


contexto el mismo significado, intensión y extensión, que nosotros hoy le asignamos,
así como su probable relación con otros términos como ‘domicilio’ y ‘habitación’. La
falta de mención de estos últimos en el texto constitucional puede es indicio de su
irrelevancia constitucional, no así social y política. Con ello queremos decir que la
Constitución hizo ‘dejación’ a la cultura de una época la tarea de ‘rellenar’ el
significado del término, el cual, sin embargo, nosotros podemos (re)construir acudiendo
al derecho civil de la época, un derecho que, sin embargo, no estaba recogido en un
Código, si no en la jurisprudencia de autores y tribunales -carácter más propio del
Antiguo Régimen que de una ‘nueva’ sociedad-.

En segundo lugar, habrá que atender al menos dos prácticas institucionales de


los actores de la época, siendo cuidadosos al momento de interpretar los términos
utilizados por los juristas. La primera es el modo en que se llevaban a cabo el registro de
los nacimientos, para comprobar que efectivamente un sujeto era nacido o no en la
Provincia; la segunda, la manera en que se componían los censos para la determinación
de la residencia del sujeto en el territorio provincial. Así por ejemplo, podría ocurrir -y
sin duda ocurrió- el caso de un hombre libre, nacido y residente en la Provincia, mayor
de 25 años, esto es, ciudadano según el artículo primero de la Constitución de Córdoba
que hemos citado, que fuese privado de su condición debido simplemente a que habitó
en la campaña, donde no fue censado ni, por tanto, reconocido como residente. En
definitiva, la Historia Constitucional debería ser capaz de explicar la suerte de Martín
Fierro.

42
Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, en Guatemala en la elección del año 1813. Para un análisis
detallado del asunto y el modo en que dispositivos de este tipo actúan condicionando la realidad
constitucional de una sociedad, véase Marta LORENTE (en prensa) “La nación y las españas”.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 27

5. CONSIDERACIÓN FINAL

A lo largo de este escrito, nuestra intención explícita desde la formulación del


título ha sido la reflexión crítica y elaboración de una serie de Claves para la
construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina, convencidos de que
en ellas sea quizá donde se encuentre el ABC que puede contribuir a su renovación
metodológica y consecuente reconocimiento académico como auténtica disciplina
histórico-jurídica. En resumidas cuentas, esas pretendidas claves pueden formularse de
la siguiente manera:

1. El tipo particular de relación que tiene la Historia Constitucional (el modo


dialéctico en que de ellas se enriquece y a ellas las enriquece) con otras ramas de
la historia, el derecho y la ciencia política, condiciona su proceso de
autoafirmación y posterior desarrollo.

2. El reconocimiento y la explicitación de los puntos más débiles de las obras de


Historia Constitucional en Argentina es un instrumento doblemente valioso.
Tanto para la lectura crítica de los trabajos realizados por otros autores sobre la
materia, como para estar advertido al momento de realizar la propia
investigación, puesto que las mismas fuerzas que operaron en la conciencia de
ellos pueden, por estar presentes con mayor o menor fuerza en el imaginario
social, condicionar también nuestros resultados.

3. El ‘giro bicéfalo’ contextual e institucional, implica un nuevo enfoque para el


estudio y una auténtica revolución metodológica para progresar en el
conocimiento del constitucionalismo histórico, coherente con dos realidades: 1)
la existencia de rupturas en los procesos históricos que demandan una lectura
discontinua de la historia y reclaman -para el estudio de elementos discursivos
como el derecho- la resignificación de los conceptos de acuerdo con el sentido
local que cada sociedad en cada tiempo les asignó; y 2) la complejidad del
fenómeno constitucional que se traduce en multidimensionalidad (de marco
constitucional, normativa, dispositivos y prácticas de carácter institucionales).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 28

Estas consideraciones deberán servir para avanzar en a) la determinación precisa del


objeto de investigación doctoral, b) la explicitación del particular enfoque con que ese
objeto habrá de ser estudiado, y c) la clasificación crítica de lo que hemos considerado
‘puntos más débiles’ de las obras ya dedicadas a la materia, supuestos ‘desajustes’ a
evitar y subsanar. Estudiar y (re)construir una parte del pasado constitucional argentino
en los términos planteados y con las herramientas recogidas por este trabajo es, desde
ahora, el siguiente e inmediato objetivo. Nuestro desafío.

JUAN FERRER
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 29

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