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1. INTRODUCCIÓN
1
Es preciso señalar la impronta que tienen, en esta nueva manera de estudiar el período, los enfoques
principalmente de Hobsbawn y Anderson, quienes se han encargado de definir a la nación como un
“producto cultural”, “artificial”, imaginado y construido.
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Así pues, las presentes páginas contienen esa reflexión previa y pretenden: a)
ejercitar una reflexión metodológica sobre la Historia Constitucional; b) servir como un
alegato a favor de su status de disciplina, incluso auxiliar de otras del campo de la
ciencia política; y c) erigirse como una crítica a los estudios del constitucionalismo
histórico en Argentina. Asimismo, pretende valer como dos certificados: 1) de
defunción, de todo un modelo tradicional de mirar hacia el pasado, de pensar y contar la
Historia Constitucional, particularmente en Argentina; y 2) de nacimiento, de un nuevo
método para el estudio del constitucionalismo histórico que reconoce, acepta y aborda,
la complejidad del fenómeno constitucional. En definitiva, una nueva Historia
Constitucional preocupada por servir en la construcción del conocimiento y escapar de
aquella posible instrumentalización denunciada por Alberdi.
Según señala BROCARDO CRESPO (2007), la actitud de varios autores de las obras
sobre Historia de las Ideas Políticas determina la calidad de sus trabajos. Por una parte,
se asumen como receptores del mensaje inserto en los textos de los grandes pensadores
de la política, casi como si tales textos hubieran sido escritos para ellos (para la sociedad
en la que ellos viven). Por otra parte, consideran que su gran responsabilidad consiste en
la tarea de diseñar y construir esquemas históricos, “para mostrar principalmente el
desarrollo de las doctrinas filosóficas (…) desde una perspectiva que no toma en
2
Es el modo en que reflexiona el jurista francés dedicado al estudio de la historia constitucional, Michel
TROPER (2006), en una entrevista realizada por la Revista electrónica Historia Constitucional.
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consideración la distancia histórica que nos separa de las ideas que queremos
comprender” (BROCARDO CRESPO 2007:20).
3
Obsesionado por la mitología de las doctrinas, “el historiador parte inicialmente de un conjunto de
doctrinas específicas sobre un tema, y analiza el sentido de la obra de un autor como la contribución que
ese autor ha hecho a la doctrina que previamente ha elaborado. Desde esta presunción inicial el
historiador ha de elaborar una teoría que explique el sentido de un texto en base a la contribución
particular que hace el autor a la doctrina, y en segundo lugar que le permita identificar ciertos errores de
apreciación por parte del autor en la comprensión de los elementos esenciales que forman parte de la
doctrina que está exponiendo” (BROCARDO CRESPO, 2007:21).
4
Más complejo es el caso de la mitología de la búsqueda de coherencia interna en los escritos de un
autor, puesto que aquí, “no sólo se trata de presentar la doctrina, también hay que hacerlo de tal manera
que la contribución de un autor a una cierta doctrina se convierta a su vez en una doctrina coherente; lo
que implica en primer lugar descartar cualquier enunciado que haga el autor sobre sus intenciones como
un asunto irrelevante para entender el sentido de la doctrina; y en segundo, que debe de ser posible
explicar las supuestas incoherencias en la que incurre un autor, aún cuando nunca hubiera sido consciente
de ellas” (BROCARDO CRESPO, 2007:21).
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pudo haber dicho o incluso debió de haberlo dicho, para que sus textos encajen dentro
del esquema que impone la noción de la doctrina” (BROCARDO CRESPO, 2007:22).
5
Las citas que en adelante se realicen de SKINNER, corresponden a una serie de ensayos del autor, que si
bien aparecieron publicados por primera vez con otro nombre, son recogidos en el libro El giro
contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner, y seis comentarios, coordinado por Enrique BROCARDO
CRESPO y editado en Madrid por Tecnos en el año 2007.
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trata la Historia de las Ideas Políticas, con el significado que ellos tuvieron en el
contexto histórico-institucional en que fueron utilizados; como los problemas que
aquejaron a aquella sociedad y las soluciones que se adoptaron. Pero nos referimos a
una Historia Constitucional que no se conforma con ser sólo historia de los textos
constitucionales. Entonces, ¿de qué tipo de Historia Constitucional estamos hablando?,
¿cómo pensamos que debe ser la (re)construcción del pasado “constitucional” para que
pueda aportar sumas positivas a la Historia del Pensamiento Político? La respuesta
puede resumirse en los siguientes términos: una Historia del constitucionalismo
rigurosamente contextualizada y consciente de la importancia que tiene el abordaje
binario de la dimensión institucional que posee la sociedad a la que observa6.
Renovada metodológicamente, interiorizando los avances que otras disciplinas
históricas han legado al campo del saber social. Capaz de (re)construir el pasado
‘constitucional’ en los términos que veremos más adelante. Una historia del
constitucionalismo7 que, con sus resultados, contribuye finalmente a fomentar el
desarrollo de la cultura constitucional de una sociedad, conociendo la que ha sido, y
facilitando herramientas para repensar críticamente la presente8.
6
Al hablar de “dimensión institucional” en clave binaria, nos referimos tanto 1) al diseño de las
instituciones, como 2) a la práctica institucional de los sujetos que actúan y dan vida a esas instituciones.
7
Léase a Marta LORENTE (2004:5) que propone, auxiliando su afirmación con una cita a Nicola MATTEUCI,
entender el constitucionalismo como “fundamento y garantía de derechos, en definitiva, que
identifiquemos el constitucionalismo con un discurso de legitimación del poder político”. En la nota
transcribe: “Al ser un término selectivo no abarca a los escritores que se limitan a describir la constitución
(…) sino a aquellos escritores que, en sede prescriptiva, buscan instaurar un orden político mejor y un
gobierno ‘recto’, ‘político’ o ‘legal’. Ellos se interesan no tanto por ‘quién’ sino por ‘cómo’ se debe
decidir en política y el procedimiento jurídico que hace legítima una decisión. Para los súbditos, y se
preocupan de los fines que la sociedad política debe asegurar, es decir, los derechos constitucionales”.
8
Como nos enseña con claridad meridiana el constitucionalista CRUZ VILLALÓN (2006:531), “[L]a cultura
constitucional no surge de espaldas a la historia, pero tampoco se agota en ella. La Constitución no nació
de cero en el seno de una asamblea de la que hubiera podido salir cualquier cosa; cultura es aquí igual a
caldo de cultivo. De ahí que la Constitución, antes de nacer, ya estuviera en buena parte prefigurada en su
propia idea, sin que pudiera ser muy diferente a como llegó a ser.”
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En esta misma línea se pronuncia BÖCKENFÖRDE, E-W (2004) en la entrevista ofrecida a la revista
electrónica Historia Constitucional, cuando dice que “la historia constitucional es una condición
necesaria para la plena comprensión del vigente derecho constitucional. No se puede desvincular éste de
sus presupuestos y condiciones históricos, a no ser que se quiera crear una forma ilusoria de derecho
constitucional.”
10
Sin embargo, esto comienza tímidamente a ser en parte subsanado por algunos autores. Por ejemplo, en
su reciente libro Historia de la Formación Constitucional Argentina (1810-1860), BIANCHI (2007)
(re)considera el contexto histórico en el que el proceso de emancipación sucede, ubicando el punto de
partida antes de los acontecimientos de Mayo de 1810, tomando en cuenta en su primer capítulo (con
cuentagotas) los avances desarrollados en la historiografía general. Entre ellos, el concepto de “crisis de la
Monarquía Católica” (aunque sin mayor atención) para referirse al contexto en el cual ocurre la
independencia argentina en particular y la gesta emancipadora de Hispanoamérica en general. También
SAN MARTINO DE DROMI (1995) inicia su obra dedicada a la formación constitucional del Estado argentino
con la descripción de la “herencia civilizadora” que deja España en América luego de las emancipaciones.
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En esta misma línea, otra de las barreras que han dificultado el desarrollo de la
disciplina y el reconocimiento general de sus resultados por parte de la Academia, es la
gran cantidad de categorías actuales a partir de las cuales los historiadores del
constitucionalismo han intentado (re)ordenar el pasado. En este exacto sentido, un caso
que resulta paradigmático en una gran cantidad de obras de Historia Constitucional en
Argentina, la cual suele reproducir a la historiografía nacionalista de cuño tradicional, es
el uso que se realiza del concepto de ‘Nación Argentina’. Esta idea de nación
preexistente que piensa, proyecta y lleva a cabo la revolución, bastante arraigada desde
hace tiempo en el imaginario social, es una construcción intencional de la historiografía
tradicional (desde MITRE en adelante, oficial y al servicio de la afirmación del
sentimiento nacional), que la renovada historiografía general ya se ha encargado de
revisar crítica, extensa y exitosamente, patentizando sus extremos más desacertados. Por
ejemplo, ha revelado la exogeneidad de la causa de la emancipación, e incluso ha
demostrado que en la voz de los principales actores políticos de la época se reconocía a
la revolución como el resultado de una causa inesperada e impuesta por el destino, y no
como un plan fríamente calculado11.
11
CHIARAMONTE (1989) trae a colación dos reflexiones, de Mariano Moreno y Cornelio Saavedra,
ejemplificadoras de lo que acabamos de afirmar. Ellos dijeron en su momento: “He ahí que sin que
nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los
sucesos de 1808 en España y en Bayona” (Moreno); “Es indudable en mi opinión, que si se miran las
cosas a buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los Ingleses, en querer ser señores de esta
América, se debe atribuir la revolución del 25 de Mayo de 1810”, y al referirse a la anarquía como mal
propio, habla de “una revolución iniciada sin meditados planes” (Saavedra).
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ciudadanos unitaria a lo largo del territorio del virreinato del Río de la Plata. Así las
cosas, no resulta extraño comprobar cómo dicha historiografía tiende a ver el ‘caótico’
proceso de organización constitucional del Estado nacional, debido a que lo entiende
como una ‘disgregación de la unidad preexistente’. La consideración del período
transcurrido entre los años 1820 y 1853/60 como un simple paréntesis de la historia,
donde la mala fe y los intereses mezquinos de algunos actores políticos fueron los
responsables de la anarquía y la imposibilidad constitucional macro, desconoce la
importancia de estudiar tanto el desarrollo de la autonomía de las provincias, como su
experiencia constitucional, y con ello, niega la mitad de la historia.
Otra parte del yerro está en la utilización ligera de los conceptos y la proyección
de significados actuales a significantes que, si bien idénticos, fueron utilizados en
momentos (contextos) históricos bien lejanos. CHIARAMONTE (1993) pone de relieve las
trascendentes consecuencias lógicas que tiene el traslado sin más de significados en el
tiempo. Así, en su intento por resignificar los términos ‘Confederación’ y
‘Federalismo’, demuestra que la distancia conceptual que hoy media entre ellos es una
construcción actual desconocida para los protagonistas de la primera mitad del Siglo
XIX. Para estos últimos, tanto uno como otro se referían a la misma idea, puesto que, de
un lado, la concepción de un Estado federal como hoy lo conocemos no se había
desarrollado y, de otro, ‘Federal’ significaba lo mismo que ‘Confederación’, esto es,
unión de Estados independientes12. Pues bien, si significaban lo mismo, para los actores
políticos partidarios del ‘federalismo’ el reclamo de un Estado ‘Federal’ conllevaba un
reconocimiento implícito de Estados independientes y soberanos (los provinciales, que
así se declaraban en sus textos constitucionales) y, por tanto, representaba un
movimiento a favor de la integración. Sin embargo, el mismo reclamo, es calificado por
la historiografía en términos de descentralización de una unidad preexistente.
12
Cuenta que incluso los protagonistas de la construcción del Estado Federal Norteamericano tuvieron
que utilizar al principio el término Estado Nacional, para nombrar la criatura que estaban ideando y
diferenciarla del Estado Federal, cuya denominación refería la antigua ‘Confederación’ de Estados
independientes.
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fuentes históricas situadas más allá de los textos constitucionales, las cuales, por lo
general, han sido despreciadas por nuestra historiografía constitucional13.
13
Por el contrario, la utilización de nuevas herramientas ayuda a comprender mejor la realidad del
pasado. Haciendo una interpretación rigurosa, y consciente de la complejidad que entraña el estudio de la
sociedad política pasada en clave jurídica, complejidad traducida en marco constitucional, mecanismos
institucionales y prácticas que le corresponden, AGÜERO (en prensa), nos dice sobre la Constitución
cordobesa de 1821: “Aunque se abundara en declaraciones construidas con el sonido moderno del
lenguaje de los derechos individuales, del principio de legalidad y de la división de poderes, aquellas
normas por las que se colaba el pesado imaginario corporativo nos ayudan a entender por dónde pasaba la
coherencia de un sistema en el que nada de lo que se preveía para garantizar tales derechos llegaría,
jamás, a funcionar. La estructura de los poderes prevista en la constitución sería casi por completo papel
mojado, absorbidos aquéllos por la autoridad paternal del caudillo-gobernador de turno a quien a menudo
se le reconocerían, además, facultades extraordinarias”.
14
Véase al respecto la obra de ZUCCHERINO (2007).
15
El título de la obra de BIANCHI (2007) referida es elocuente, “Historia de la formación constitucional
argentina (1810 – 1860)” (el resaltado es nuestro).
16
Es el caso de las obras de toda una serie de autores, que, desde HALPERÍN DONGUI hasta los últimos
trabajos de CHIARAMONTE, GOLDMAN, TERNAVASIO, y un largo etcétera, han renovado la historiografía
argentina, resignificando rigurosamente los conceptos.
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Claro está que hay obras que reconocen la importancia de echar la mirada un
poco más allá de Mayo y de las costas del Río de la Plata. Así, por ejemplo, la ya citada
obra de BIANCHI (2007) dedica sus primeras páginas al concepto de “Crisis de la
Monarquía Católica”; sin embargo, lo que a priori puede ser celebrado como un giro
historiográfico en la delimitación del período temporal para el estudio del
constitucionalismo histórico en Argentina, luego termina mudando de ropaje. Su
consideración como mera ‘noticia histórica’, sin análisis de las consecuencias que tiene
pensar la emancipación como un acontecimiento en gran parte producido por una causa
exógena que actúa en una sociedad fuertemente estructurada sin poner en discusión las
bases tradicionales de esa estructura local, no contribuye a explicar cuestiones
relacionadas con la afirmación de las autonomías provinciales y la correlativa
resistencia a la organización constitucional macro del conjunto de los Estados
rioplatenses. Por el contrario, la metáfora con que algunos autores describen la realidad
del imperio español como un ‘organismo’ con una cabeza en España que, al
desaparecer, obliga a los pueblos a afrontar su papel político autónomo, puede ser de
mucha ayuda para la comprensión de los extremos fundamentales de la realidad
política-jurídica vivida por los Estados provinciales durante la primera mitad del Siglo
XIX. Autonomía que en sus textos constitucionales se tradujo en autoreconocimiento
como Estados ‘libres’, ‘independientes’ y ‘soberanos’; afirmaciones que tuvieron un rol
fundamental tanto al principio en la imposibilidad de organización macro, como en la
posterior forma ‘federal’ adoptada por el Estado nacional.
17
Es el caso de AGÜERO (en prensa), donde el título ya nos advierte de la opción que realiza en este
punto: “La justicia penal en tiempos de transición. La República de Córdoba, 1785 – 1850” (el resaltado
nos pertenece).
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Frente a esta imagen tradicional, nosotros apostamos por otra visión. Una
perspectiva que se ‘toma en serio’ las consecuencias deducibles de la sanción de los
textos constitucionales de los Estados provinciales. Expresado de otra manera, la
afirmación de las diferentes ‘soberanías provinciales’, la organización jurídica de los
estados y, finalmente, la institucionalización de sus relaciones determinaron, en nuestra
opinión, tanto a) la imposibilidad de organización constitucional macro, comúnmente
achacada sólo a la actitud política de hecho de los caudillos, que si bien tuvo su peso, no
puede ser considerada como la única barrera a la constitucionalización del país; como b)
la estructura federal del Estado finalmente adoptada en el primer texto sancionado y
adoptado como Constitución de la Nación Argentina por todas las provincias
18
En el caso de dos de las más recientes obras dedicadas a la construcción de una Historia Constitucional
para Argentina echamos de menos la referencia al constitucionalismo histórico provincial. Con sólo echar
una mirada al índice del trabajo ya se puede confirmar nuestra afirmación. Véase: BIANCHI (2007) y
ZUCCHERINO (2007).
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rioplatenses (1853/60), cuya letra ya se halla en parte literalmente escrita en los textos
constitucionales de provincia en repetidas ocasiones19.
19
A modo de ejemplo, podemos traer a colación aquí dos artículos para que sean cotejados, el primero, de
un texto constitucional de provincia (Reglamento para el régimen y administración de la Provincia de
Córdoba, del año 1821). El segundo, de la Constitución de la Nación Argentina, que desde 1853 a la
fecha (reformas mediantes) conserva su original redacción.
- Art. 2 del Capítulo 23 de la Sesion Octava del Reglamento cordobés (Declaraciones de
derechos): “Las acciones privadas de los hombres que de ningun modo ofenden el orden
público, ni perjudican á un tercero, están solo reservadas á Dios, y exeptas de la autoridad de
los magistrados”.
- Art. 19 de la Constitución de la Nación Argentina (Primera parte. Capítulo primero.
Declaraciones, derechos y garantías): “Las acciones privadas de los hombres de de ningún
modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas
a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados (…)”.
20
La utilización de esta fecha compuesta para referirse al momento en que el Estado argentino nace a la
vida pública de la región como unidad política y constitucional, es defendida por la nueva historiografía e
incluso por algunos constitucionalistas como Germán BIDART CAMPOS. La razón es sencilla, se trata de un
‘período’ de formación del Estado que transcurre desde la sanción de la Constitución de la Nación
Argentina en el año 1853 hasta la unión de Buenos Aires al resto de las provincias en el año 1860.
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21
En opinión de LORENTE (2004:10), la inespecificidad de la historia constitucional, que tanto en España
(para el caso que ella toma en consideración) como en Argentina (que es objeto de nuestro análisis), ha
condicionado el desarrollo de la disciplina, tiene dos consecuencias que califica de funestas: “de un lado,
los juristas que hacen historia suelen despreciar la utilización de otras fuentes que no sean las impresas y
fácilmente manejables -por accesibles- en su labor. Como ya he advertido, para muchos, la historia
constitucional se solventa manejando textos normativos y discusiones en el Parlamento, añadiendo, eso sí,
algún que otro texto proveniente de la literatura jurídica del período estudiado; y, sobre esta base,
(re)construyen categorías. De otro, los historiadores, por regla general menos renuentes a la realización de
esfuerzos sobre fuentes, suelen ‘interiorizar’ aquellas categorías sin problematizarlas, sin advertir en ellas,
en definitiva, los efectos generados por la mano invisible de la proyección dogmática”.
22
Dice MARGADANT (1986:101,102), hablando precisamente de la escuela de los glosadores y su método
de trabajo en el estudio del Corpus Iuris, que en ellos “(…) no hallamos una actitud crítica frente al
texto del Corpus Iuris, o la intención de verlo como un eslabón dentro de una evolución, ni tampoco la
curiosidad de saber más del ambiente histórico general en el que el Corpus Iuris nació (…) en
combinación con una visión básicamente ahistórica de la realidad (…)”, el resaltado me pertenece.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 17
Desde hace varias décadas existe una historiografía crítica cuyos aportes pueden
servir para la renovación de la Historia Constitucional en Argentina23. Haciendo antes
que nada “historia de la historiografía”, la deconstrucción de las obras tradicionales (así
nombradas porque se sirven del método tradicional y no por su fecha de nacimiento)
para su (re)construcción en clave crítica, es el modo que tiene de iniciar el camino hacia
su objetivo final: liberar al pasado del presente, sin ánimo de legitimar/naturalizar el
ordenamiento de hoy, e intentando progresar en el conocimiento del que en otro tiempo
ha sido (GARRIGA, 2004).
23
Siguiendo a GARRIGA (2004:3), podemos reconocer dos enfoques histórico-jurídicos bien diferentes,
“[U]no que debemos llamar (por supuesto, sin ánimo peyorativo alguno) tradicional, porque a la postre se
mantiene dentro de los cauces metodológicos establecidos, introduciendo, en mayor o en menor medida y
consciente o inadvertidamente, el presente en el pasado. Y otro que podemos llamar (a falta de mejor
nombre) crítico, porque nace y se desarrolla a partir de la crítica a la tradición establecida, en su intento
de liberar al pasado del presente”.
24
Trascendentes son los aportes realizados por autores como L. J. J. WITTGENSTEIN y J. L. AUSTIN desde la
filosofía del lenguaje. Por sus más importantes obras a favor de la importancia del lenguaje y los
significados, véase, WITTGENSTEIN, Investigaciones filosóficas (1988); Philosophical gramar (1974) o su
Tractatus Logico-Philosophicus (6ta ed. 1984). También AUSTIN, Significado y acción (1983) o How to do
things with words (2da ed. 1962).
25
Según BENTOLILA (2004), “junto al descubrimiento de la prioridad del lenguaje va unido el
reconocimiento del carácter social e histórico de toda relación intersubjetiva mediada por símbolos”.
26
Para comprobar el aporte realizado por estos autores que hemos referido, pueden consultarse algunas de
sus obras. En el caso de COLLINGWOOD, An Essay on Philosophic Method (2005); Essays in the Philosophy
of History (1965) o Essays in Political Philosophy (1989). Toda la obra de POCOCK, está guiada por una
nueva manera de enfocar el estudio de la Historia de las Ideas Políticas. Para observar el modo en que
este modelo metodológico (aún incipiente en sus primeros trabajos) actúa, se pueden consultar algunos de
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quienes han propiciado el llamado ‘giro contextual’27. Este nuevo enfoque desde el cual
se aborda la historia del pensamiento invita al investigador a reemplazar el ‘aquí y
ahora’ donde vive y trabaja, por el ‘allí y en aquél momento’ donde su objeto de estudio
se ubica. Reconociendo la alteridad de la sociedad estudiada, se debe reconocer también
la alteridad de sus problemas, instituciones y -fundamentalmente- de su lenguaje, que
aunque se exprese con significantes familiares a los que el investigador hoy utiliza, se
refiere a realidades de otro tiempo28.
de AGÜERO, 2007). De allí que resulte necesario para el historiador del constitucionalismo,
como para el historiador del derecho en general, “traspasar la superficie textual para
llegar a las creencias donde radican los significados. Todo un ‘imaginario’ encriptado
detrás del discurso, compuesto de convicciones que por su carácter constituyente no
necesitan ser explicitadas para quien está (o estuvo) inmerso en esa ‘otra’ sociedad,
debe ser elucidado para comprender el pasado sin ordenarlo en función del presente.”
(AGÜERO, 2007:23).
Hace ya tiempo que la nueva historiografía argentina, viene realizando esta tarea
de recuperación del sentido local del lenguaje. Sus investigaciones demuestran que
desde simples gentilicios como ‘rioplatense’ o ‘argentino’31, hasta verdaderos términos
jurídico-políticos como ‘federalismo’, ‘ciudadanía’ y ‘representación’, han mudado con
el tiempo su ropaje conceptual para referirse hoy a nuevas ideas o significados
inexistentes en una época pasada. La cuidadosa lectura del vocabulario de cada época
arroja resultados que significan un aporte muy valioso que debe ser considerado por los
juristas como el primer paso para la construcción de una nueva historiografía jurídica
(en nuestro caso, constitucional) en Argentina, que sea plenamente consciente de la
compleja relación lenguaje-historia-derecho y sus implicancias prácticas.
Así pues, las Constituciones, las normas generales que diseñan los mecanismos
institucionales y aquellas particulares que impulsan su movimiento, son textos que se
redactan en un momento, por obra de un sujeto colectivo/individual, y con una intención
de decir determinados32. Como ‘texto’ y como normas que organizan, distribuyen o
aplican, están dirigidos a una audiencia y una sociedad que también son determinadas.
De allí la importancia de la reconstrucción no sólo del contexto social contemporáneo a
los textos33, sino sobre todo del ‘imaginario jurídico’ propio de la sociedad que se
31
El trabajo de CHIARAMONTE (1989) respecto de las diferentes identidades políticas en el Río de la Plata,
luego de los sucesos de Mayo de 1810, es un ejemplo claro de ‘reinterpretación’ (en clave contextual) del
significado de algunos términos que la historiografía tradicional ha utilizado en clave continuista, sin
reflexión crítica. Otro ejemplo es su estudio ya citado respecto de la resignificación de los términos
‘federalismo’ y ‘confederación’ (CHIARAMONTE, 1993).
32
Señala Quentin SKINNER en “Significado y comprensión en la historia de las ideas”, uno de los trabajos
recopilados por BROCARDO CRESPO (2007), que el modo de realizar con rigor el estudio de textos políticos (y
constitucionales, agregamos nosotros) requiere que el investigador determine “el rango completo de
comunicaciones que convencionalmente se podría realizar en una ocasión dada al expresar una emisión
dada”, el resultado de esta actividad del historiador de las ideas políticas consiste en “trazar relaciones
entre la emisión dada y el contexto lingüístico” en el que el texto se inserta.
33
En palabras de SKINNER, “el contexto social figura como el marco último que nos ayuda a decidir qué
significados convencionalmente reconocibles habrían estado en principio a disposición de alguien para
que tuviera la intención de comunicarlos” (SKINNER, citado en BROCARDO CRESPO, 2007).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 20
“(…) con independencia del inmenso valor político que puede atribuirse a la
terminología constitucional, ésta no se entiende, o, en el mejor de los casos, se
entiende históricamente mal, si no se pone en relación con los mecanismos
institucionales que sirvieron, bien para generarla, bien para tratar de imponerla a
una(s) sociedad(es) que hasta entonces la había desconocido.» (LORENTE, en prensa)
Antes de continuar, vale la pena dedicar aquí unas líneas de advertencia a fin de
dejar en claro una cuestión y evitar confusiones. Este modo de hacer historiografía
constitucional no desmerece el estudio del ‘texto’ constitucional, sino que sólo invita a
superarlo como única fuente de la cual abrevar35. Claro está que no podría existir
Historia del constitucionalismo norteamericano sin referencias al texto adoptado en
1787 en Filadelfia, ni del constitucionalismo gaditano sin mención a los artículos del de
Cádiz de 1812. Por ello, estamos de acuerdo con Roberto GARGARELLA (2005:2) cuando,
refiriéndose al estudio histórico del constitucionalismo, afirma que
34
Quiero dejar constancia aquí de mi agradecimiento a la jurista Marta LORENTE por su generosidad. La
facilitación de su artículo de próxima publicación, “Esencia y valor del constitucionalismo gaditano
(Nueva España: 1808-1821)”, así como su permanente consejo, sagaz crítica y enriquecedor diálogo, han
sido elementos de indudable ayuda en la redacción de este trabajo.
35
Dice el jurista alemán en la entrevista citada: “Si por constitución se entiende, como yo hago, el
fundamento político-social de una época, aquélla [la historia constitucional] tiene que trascender los
textos constitucionales y su interpretación. Sería empobrecedor que limitase su alcance a ellos, si no que
debo fijarme también en el contexto y ver qué efectos tiene el texto constitucional, y ahí están también sus
presupuestos” (BÖCKENFÖRDE, E-W, 2004)
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 21
Resaltamos el carácter “no excluyente” con que el prestigioso jurista argentino califica
el lugar que ocupan los textos constitucionales, y tomamos sus propias palabras para
defender el modelo propuesto. En los documentos se inmortalizan como bien señala,
‘principios’, ‘propósitos’ y ‘objetivos’; declamación de intenciones y diseño del edificio
de instituciones que se pretende. Pero en ocasiones puede ocurrir que para asombro del
investigador, la práctica no se ajuste celosamente al dibujo establecido. Esa posible
tensión dialéctica entre diseño y realidad entre afirmaciones teóricas y contradicciones
prácticas, es la que justifica en última instancia la necesidad de considerar en el análisis
histórico del constitucionalismo ‘algo más’ que el documento constitucional. Ese ‘algo
más’ es el estudio de la documentación a partir de la cual podemos reconstruir el marco
institucional y la actividad de los actores que en ellas participaron.
36
El resaltado nos pertenece.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 22
37
Empleamos aquí el término genérico de norma directriz. La noción de Constitución como ‘norma
fundante básica o norma fundamental’ (en términos kelsenianos), o en términos un poco más vagos como
‘regla de reconocimiento’ (según, si se nos permite, podemos deducir de la teoría del derecho desarrollada
por H. L. A. HART), cúspide del orden normativo, fundamento de validez de todas las demás normas
inferiores a ella y responsable de su carácter sistemático, tiene una fecha precisa de nacimiento en el siglo
XX, y por lo tanto es útil para el estudio de las Constituciones que le siguieron, pero no así para trabajar
con aquéllas que le precedieron. Por eso preferimos el término de Constitución norma directriz, como
expresión de líneas fundamentales, principios y propósitos, que inspiran y guían el resto de las normas,
aunque impotente para invalidarlas por ser contrarias a ella (inconstitucionales).
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 23
38
Algunos autores, y con razón, han desconfiado de este tipo de interpretación, lo que no quita que en
algún caso así sea lo que ha ocurrido, por ejemplo, recuerda GARGARELLA (2005:4) un episodio que nos
ilustra a modo ejemplificativo lo que aquí hemos comentado, “(…) famoso es el caso del presidente
boliviano Mariano Melgarejo que, frente al dictado de la Constitución de 1868 y aparentemente
embriagado, sostuvo que la misma era muy bonita, pero que se la guardaba en el bolsillo trasero, para
gobernar desde entonces a su antojo.”
39
La elección de este documento constitucional de la República de Córdoba, está condicionada por la
intención de estudiar, como ya hemos dejado claro, el desarrollo del constitucionalismo histórico de los
Estados provinciales durante la primera mitad del Siglo XIX en el territorio del ex virreinato del Río de la
Plata.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 25
La determinación de una noción tan cara para el estudio de una sociedad política
como la condición de Ciudadano de los sujetos de aquélla Córdoba decimonónica, no se
puede reconstruir de manera exclusiva a partir de la letra de este artículo del documento
constitucional. Ni qué decir si, a causa de haber diseccionado el texto, sólo tomamos el
artículo citado y dejamos de considerar otros de la misma Constitución, por ejemplo el
artículo 2º, del Capítulo 8 de la Sesión Cuarta del Reglamento, que establece la
suspensión de la ciudadanía por el mero hecho de “no tener una propiedad de valor al
menos de cuatrocientos pesos”, o “si no tuviese grado ó aprobacion pública en una
ciencia ó arte liberal, ó algún oficio lucrativo y útil al país”41. Planteadas como causas
de suspensión de la ciudadanía, significan en los hechos la exigencia de verdaderas
calidades de propietario, profesional o trabajador de oficio lucrativo o útil, para poder
ejercer de ciudadano de la República.
40
Todas las citas del texto del Reglamento han sido literalmente tomadas de SAN MARTINO DE DROMI
(1994:701-736).
41
Dice el artículo completo: “La ciudadanía se suspende, primero: por ser deudor á la hacienda del
Estado estando ejecutado; segundo: por ser acusado de delito, siempre que este tenga cuerpo justificado
y por su naturaleza merezca pena corporal, aflictiva o infamante; tercero: por ser doméstico asalariado;
cuarto: por no tener una propiedad del valor al menos de cuatrocientos pesos, aunque pertenezcan á la
mujer, si fuese casado, y en su defecto, si no tuviese grado ó aprobacion pública en una ciencia ó arte
liberal, ó algún oficio lucrativo y útil al país; quinto: por el estado de furor ó demencia”.
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 26
determinada religión, ser hijo legítimo, gozar de buen concepto, etc.42. A este tipo de
normas y dispositivos nos referimos cuando planteamos la necesidad de incorporar a la
investigación el estudio del marco institucional que rodea al documento constitucional.
Pero aquí no acaba el asunto.
42
Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, en Guatemala en la elección del año 1813. Para un análisis
detallado del asunto y el modo en que dispositivos de este tipo actúan condicionando la realidad
constitucional de una sociedad, véase Marta LORENTE (en prensa) “La nación y las españas”.
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5. CONSIDERACIÓN FINAL
JUAN FERRER
Claves para la construcción de una nueva Historia Constitucional en Argentina | 29
6. BIBLIOGRAFÍA
- CRUZ VILLALÓN, Pedro (2006) La curiosidad del jurista persa, y otros estudios
sobre la Constitución, 2da edición, Madrid, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales.
- LEVENE, Ricardo (1945) Historia del Derecho Argentino, 3 vol., Buenos Aires,
Kraft.
- LÓPEZ ROSAS, José Rafael (1977) Historia Constitucional argentina, 3ra Ed.,
Buenos Aires, Astrea.
- MARGADANT, Guillermo (1986) La segunda vida del derecho romano, [en línea],
México, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa S.A., Formato del texto: PDF,
disponible en internet http://www.bibliojuridica.org/libros/2/553/11.pdf, ISBN 968-
842-058-1, [citado el 02/06/09]