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Se suele admitir, hasta un cierto punto, que nuestra inteligencia nos debe pertenecer; pero

no se admite tan fcilmente que deba ocurrir lo mismo con nuestros deseos y con nuestros
impulsos; el tener decisiones vehementes est considerado como un peligro y una trampa
que se nos tiende. Sin embargo, los impulsos y los deseos ocupan tan alto puesto en el
ser humano como las creencias y las abstenciones.

Lo ms humano del hombre, sus impulsos y deseos, tambin deben ser tenidos en cuenta en la esfera de su
libertad e individualidad

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