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Haba una vez una rana que no se gustaba nada de nada. Todos los das del ao
se acercaba al estanque ms cercano para ver su reflejo en las aguas y se
deprima contando todos sus defectos Qu fea y vulgar se senta!
Detestaba su gigantesca boca de buzn que, por si fuera poco, emita sonidos
carrasposos que nada tenan que ver con los dulces trinos de los pajaritos.
Tambin pensaba que el color verde lechuga de su cuerpo era fesimo, y estaba
obsesionada con las manchas oscuras que cubran su piel porque, segn
ella, parecan verrugas. Pero sin duda lo que ms le repateaba era su tamao
porque el hecho de ser tan pequea le haca sentirse inferior a la mayora de los
animales.
Ay, qu suerte tiene ese buey! Me encantara ser grande, tan grande como
l!
Sin esperar ni un minuto ms, se concentr, cerr los ojos, y aspir por la boca
todo el aire que pudo. Poniendo boquita de pin para no desinflarse, pregunt
a las otras ranas.
Para nada! Te has hinchado un poco pero ni de lejos eres tan enorme.
La rana segua encabezonada y se estir como una gimnasta rtmica para tratar
de retener una cantidad de aire mayor. Su pequeo y resbaladizo cuerpo se
hinch por lo menos el doble y adquiri forma redondeada Pareca ms pelota
que batracio!
Las ranas del corrillo se miraron atnitas! Pensaban con franqueza que su
amiga estaba loca de remate, pero ante todo deban respetar su decisin y ser
sinceras con ella. La ms pequea le dijo:
Por suerte, una de las ranas era doctora y conoca bien los recursos que ofreca
la madre naturaleza. Busc a su alrededor y encontr una tela de araa sin
duea para usarla como hilo de coser, y con ayuda de unos palitos, la oper de
urgencia. Gracias a su habilidad como cirujana, consigui salvarle la vida.