En el nombre de Cristo os lo pedimos: dejaos reconciliar con
Dios (2 C 5,20)
En los orgenes, en la Iglesia primitiva la cuaresma era el tiempo
privilegiado para la preparacin de los catecmenos a los sacramentos del bautismo y de la eucarista que se iban a celebrar en el curso de la vigilia pascual. La cuaresma era el tiempo de volverse cristiano, el cual no se realiza en un nico momento sino que exige un largo recorrido de conversin y renovacin. Los que ya estaban bautizados se unan a esta preparacin desvelando en ellos el recuerdo del sacramento ya recibido y disponindose para una renovada comunin con Cristo en la gozosa celebracin de la Pascua. As la cuaresma tena, y conserva hasta hoy, un carcter bautismal, en el sentido que ayuda a mantener despierta la conciencia de que ser cristiano se realiza siempre como un nuevo despertar: ser cristiano no es nunca un hecho ya terminado que se encontrara detrs nuestro, sino un camino que exige siempre un nuevo ponerse en acto.
El celebrante, al imponernos la ceniza en la frente, nos dice
acurdate de que eres polvo y en polvo te convertirs (Gen 3,19), o bien, repitiendo la exhortacin de Jess, convertos y creed en el Evangelio (Mt 1,15). Las dos frmulas constituyen una misma llamada a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores en necesidad constante de penitencia y de conversin. Cun importante es hoy escuchar y acoger esta llamada! El hombre contemporneo, al proclamar su completa autonoma frente a Dios, se hace esclavo de s mismo y a menudo se encuentra en una desolada soledad. La invitacin a la conversin, es entonces, una invitacin a regresar a los brazos de Dios, Padre lleno de ternura y misericordia, a poner en l nuestra confianza como hijos adoptivos regenerados por su amor... Convertirse pues, quiere decir dejarse conquistar por Jess (Flp 3,12) y, con l, volver al Padre. La conversin implica as el ponerse humildemente a la escuela de Jess, y caminar dcilmente tras sus huellas.