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Andes 7 (2009): 111-125

Violencia letal y conflictos intergrupales


en el Formativo del Valle de Azapa, Norte de Chile
Vivien G. Standen, Bernardo T. Arriaza, Álvaro Romero G. y Calogero M. Santoro

Esta ponencia reporta un caso de violencia letal que se interpreta como un asalto o emboscada, con resultado
de muerte violenta, en el Valle de Azapa, Norte de Chile. Se trata de una fosa colectiva, encontrada en
un contexto doméstico, donde fueron enterrados (¿u ocultados?) tres cuerpos de hombres jóvenes (25-35
años), los cuales muestran severas lesiones traumáticas peri-mortem, a nivel de esqueleto y tejidos blandos.
Las características de los traumas, permite inferir que los hombres fueron masacrados con la intención de
causar su muerte. Una muestra de músculo del Cuerpo 2, fue datado por radiocarbono, en 2110±60 años
a.P. (Beta 189247). Su rango calibrado es de 347 años a.C. – 77 años d.C. (2 sigma), correspondiente al
período Formativo Tardío en la secuencia regional del Norte de Chile, y en particular del Valle de Azapa.
Se argumenta la hipótesis que, durante el Formativo Tardío, las irrupciones esporádicas de grupos foráneos
de origen altiplánico y locales de origen costero, queriendo acceder a los escasos espacios productivos que
ofrecía la parte baja del Valle de Azapa, se dieron en un contexto de hostilidades, tensiones sociales y
enfrentamientos violentos. Si bien los signos de violencia no eran nuevos en la región, no se había registrado
un caso de violencia letal y colectiva, como la fosa de az-146.

We report a case of lethal violent interaction interpreted as resulting from an assault or ambush-like attack
at the Azapa Valley Northern Chile. The site (Az-146) corresponds to a collective burial, found in a domestic
context, where three corpses of young (25-35 yr) males were buried (hidden?). The corpses show severe
peri-mortem traumatic lesions in the skeleton and soft tissues. The characteristics of the trauma allow us
to infer that they were massacred. A muscle sample from Cuerpo 2 was C-14 dated at 2110±60 years B.P.
(Beta 189247). Its calibrated range is 347 B.C. – A.D. 77 (2 sigma), corresponding to the Late Formative
period in the cultural sequence of Northern Chile, and particularly in the Azapa Valley. We hypothesize that
during the Late Formative, sporadic irruptions from foreign groups of altiplanic origin engaged in hostile
and violent interactions against local groups over access to the resource spaces found in the lower part of the
Azapa Valley. Although violence signs are well known for the area, this is the first time that a case of collective
violence resulting in the simultaneous dead of the individuals, is reported.

E n los Andes Centro-Sur, en la subárea circum-titikaka (Lumbreras 1981),


emergían por los 1000 años a.C. importantes centros aldeanos de creciente
complejidad social, tales como Pukara, Chiripa y Wankarani (Hastorf et al. 2001;
Mujica 1991; Stanish 2001, entre otros). Se ha planteado que estos centros alti-
plánicos, a través de diversos mecanismos, habrían expandido su poder y control

Vivien G. Standen ■ Departamento de Antropología y Centro de Investigaciones del Hombre en el


Desierto, Universidad de Tarapacá, Casilla 6-D, Arica, Chile. E-mail: vstanden@uta.cl
Bernardo T. Arriaza ■ Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, Instituto de Alta
Investigación, Universidad de Tarapacá, Casilla 6-D, Arica, Chile. E-mail: barriaza@uta.cl
Álvaro L. Romero G. ■ Departamento de Antropología, Universidad de Tarapacá, Casilla 6-D, Arica,
Chile. E-mail: alrogu@yahoo.com
Calogero M. Santoro ■ Departamento de Antropología, Centro de Investigaciones del Hombre en el
Desierto, Instituto de Alta Investigación, Universidad de Tarapacá, Casilla 6-D, Arica, Chile. E-mail:
calogero_santoro@yahoo.com
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político hacia los valles costeros del Norte de Chile (Muñoz 1989, 2004; Rivera
1980, 1984, 1994) y Sur de Perú (Feldman 1989), lo que debió generar tensiones
y ambiciones de grupos más poderosos que otros, por ejercer el control sobre
recursos e incluso territorios.

Al intertanto, en los valles costeros del extremo Norte de Chile, el período


Formativo (1500 años a.C. - 300 años d.C.) se caracteriza por un menor desarrollo
sociopolítico y la transformación hacia un modo de vida aldeano basado en el desa-
rrollo de la horticultura. Se suman además, innovaciones tecnológicas como la tex-
tilería, la metalurgia y la cerámica. Estos cambios económicos, sociales y culturales
han sido atribuidos, en gran medida, al arribo de poblaciones de origen altiplánico
desde la subárea circum-titikaka (Muñoz 1989, 2004; Rivera 1980, 1984, 1994). Sin
embargo, en la línea costera continuaban viviendo comunidades de cazadores, pes-
cadores y recolectores, con una economía y tecnología similar a las precedentes
poblaciones Chinchorro (Standen et al. 2004).

La presencia altiplánica en el Norte de Chile, ha sido planteada a base de dos


líneas independientes de evidencias: (a) rasgos culturales identificados en los contex-
tos funerarios y (b) rasgos biológicos de miscegenación de poblaciones. Con relación
a los rasgos culturales, se destacan textiles con diseños iconográficos propios de la
cultura Pukara (como el personaje del sacrificador portando una cabeza humana y un
hacha en cada mano respectivamente); cerámica modelada; cabezas trofeos; metalur-
gia de oro, cobre y plata; herramientas para trabajo agrícola y elementos del complejo
alucinógeno (Focacci y Erices 1972-1973; Muñoz 1989; Rivera 1980).

La evidencia biológica aplicando técnicas de análisis multivariado sobre un


conjunto de medidas craneométricas, sugiere que el ancestral poblamiento costero
habría dado origen a los habitantes de los valles (1500 años a.C.) pero, sumando el
aporte de cierto flujo génico de grupos reducidos de población altiplánica arriban-
do a los valles costeros (Rothhammer y Santoro 2001) y no una migración a gran
escala. Los análisis de Sutter (2000) en base a rasgos dentales, aunque para períodos
más tardíos, tampoco soportan una migración a gran escala para el Valle de Azapa.
En contraste, Cocilovo et al. (2001) sugieren que el Valle de Azapa se pobló con
poblaciones provenientes desde el altiplano circum-titikaka.

Por otro lado, desde la perspectiva arqueológica, se han propuesto dos modelos
para entender la presencia de bienes culturales no locales y los cambios económicos
que operaron en los valles costeros del Norte de Chile: (a) que grupos altiplánicos
habrían arribado a los valles estableciendo colonias, con el fin de explotar direc-
tamente los recursos económicos (Muñoz 1989, 2004; Rivera 1980, 1984, 1994),
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como parte de un supuesto ideal andino de complementariedad económica (Rivera


1980); y (b) que a través de caravanas de llamas lograban intercambiar productos y
bienes de prestigio a larga distancia entre la costa, los valles, el altiplano e incluso
las tierras bajas de la Amazonía, a través de un mecanismo de movilidad giratoria y
bajo un escenario de armonía social (Núñez y Dillehay 1995 [1979]).

Es posible evaluar estos modelos del proceso social Formativo en el Norte de


Chile a base de una línea diferente de investigación, tal como la expresión de actos
violentos en restos bio-antropológicos. De este modo, se puede explorar si: (a) las
poblaciones locales pre-existentes, eran permeables o no, a elementos poblacionales
foráneos; (b) si las poblaciones locales las integraban, o se mantenían segmentadas
como unidades políticas independientes; (c) si establecieron relaciones simétricas,
o en contraste, se generaron tensiones y enfrentamientos violentos entre distintas
unidades sociales de mayor jerarquía y poder político.

Esta ponencia presenta un caso concreto de violencia letal ejercida sobre tres
individuos, que hemos interpretado como un caso de asalto o emboscada. Se ar-
gumentará la hipótesis que, al menos durante el Formativo Tardío, las irrupciones
esporádicas de pequeños grupos foráneos, de probable origen altiplánico y/o cos-
tero, queriendo acceder a los escasos espacios productivos que ofrecía la parte baja
del Valle de Azapa, se dieron en un contexto de hostilidades, tensiones sociales y
enfrentamientos violentos, entre grupos locales y foráneos. En este contexto de tur-
bulencia social podría ser explicada la evidencia de Az-146.

El patrón funerario del período Formativo en el Valle de Azapa

El patrón funerario en el Valle de Azapa muestra dos modalidades con ciertas


implicancias cronológicas. Para la fase Azapa, temprana (1500-500 años a.C.), son
entierros en fosas circulares individuales, cavadas sobre la superficie del terreno,
donde depositaban el cuerpo en posición flextada decúbito lateral, vestido con un
cobertor púbico y un turbante de lana, cubierto con una manta de fibra de caméli-
do afelpada y una estera vegetal, finalmente le ponían algunas ofrendas (alimentos,
cerámica, artefactos de labranza, entre los más comunes) (Santoro 1980, 2000). Para la
fase Alto Ramírez, tardía (500 años a.C. - 300 años d.C) son entierros en túmulos, cons-
truidos alternando capas de fibra vegetal y de tierra (Muñoz 1989; Romero et al. 2004).
Los cuerpos eran puestos entre las capas de esteras, vestidos con camisas decoradas
y elaborados turbantes y ornamentos corporales como collares, además de colocar
ofrendas (cerámica, textiles, metalurgia) (Focacci y Erices 1972-1973). Así, el con-
texto de la fosa Az-146, difiere del patrón funerario conocido para el Valle de Azapa
durante el período Formativo, tanto temprano como tardío.
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Figura 1. Distribución de sitios Formativos del Valle de Azapa


y la ubicación de la fosa funeraria Az-146.

La fosa Az-146

La fosa funeraria de Az-146, corresponde a un contexto bioarqueológico ubi-


cado a 15 km hacia el este de la costa del Océano Pacífico (Figura 1). Fue excavada
en una matriz de depósitos aluvionales entremezclado con sedimentos arcillosos,
donde se ubicaron además vestigios de actividades antrópicas. Un rasgo particular,
es que la fosa funeraria fue ubicada en un contexto doméstico, y no en un cemente-
rio. El perfil de 4 m de profundidad, que quedó expuesto debido al camino que cruza
la terraza donde se produjo el hallazgo, muestra un estrato cultural de distribución
no homogénea, cuyo espesor fluctúa entre 20 a 80 cm, el cual contiene lentes de ma-
terial orgánico, ceniza y deshecho de talla lítica. Las dimensiones de la fosa abarcan
1.80 de largo, 1.30 m de ancho y 1m de profundidad. Los cuerpos fueron apilados
uno sobre otro, cubiertos con una estera y amarrados con cordelería vegetal, lo que
permite inferir que fueron depositados en un mismo momento en el interior de la
fosa y cubiertos con los mismos sedimentos extraídos cuando la cavaron.

La evidencia bioarqueológica

Los tres cuerpos se caracterizan por: (a) ser adultos jóvenes de sexo masculino
(observación directa de genitales), (b) tener severos traumas letales peri-mortem,
a nivel de cráneo, tórax y extremidades, lo que indica que fueron “masacrados en
forma violenta”, (c) estar en posición extendida decúbito dorsal, con las extremida-
des inferiores en flexión forzada (al menos en dos cuerpos), (d) estar desnudos, sin
ningún tipo de vestimenta, (e) no tener ofrendas.
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Figura 2. Az-146, Cuerpo 1, adulto masculino con un trauma letal


por probable impacto de mazo o sobre cráneo.
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Figura 3. Az-146, Cuerpo 1, detalle de la fractura craneana: a) vista lateral derecha, fractura y
hundimiento de parietales y frontal emergiendo fragmento óseo a través del cuero cabelludo;
b) vista frontal, con pérdida de masa encefálica y ojo izquierdo destruido.

Una muestra de músculo del Cuerpo 2, dio una datación por radiocarbono, de
2110±60 años a.P. (Beta 189247). Su rango calibrado es de 347 años a.C. – 77 años
d.C. (2 sigma) (Stuiver y Reimer 2005) correspondiente a la fase Alto Ramírez en la
secuencia regional del Norte de Chile, y en particular del Valle de Azapa.

Cuerpo 1

Adulto joven (25-35 años) de sexo masculino. Está en posición extendida de-
cúbito dorsal, aunque las extremidades inferiores están en flexión forzada, con los
muslos en abducción y rotación externa; las rodillas flextadas quedando el pie de-
recho por debajo de fémur izquierdo y el pie izquierdo junto a la rodilla opuesta
(Figura 2).

Traumas letales intencionales peri-mortem. El cráneo fue “aplastado”, lo que resultó


en múltiples fracturas y herida en tejidos blandos. Los huesos parietales, frontal,
zigomáticos y nasales, están severamente fragmentados, con un hundimiento de
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Figura 4. Az-146, Cuerpo 2, adulto masculino con un trauma letal por probable impacto de mazo sobre
cráneo. Los círculos de línea continua indican las heridas sobre tejidos blandos y el círculo de
línea discontinua indica una fractura peri-mortem de húmero izquierdo.
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la zona derecha del cráneo donde recibió el impacto. Los fragmentos óseos agudos
rompieron la piel, emergiendo a través del cuero cabelludo (Figura 3a y b). El trauma
provocó además pérdida y desprendimiento de la piel de la cara, con severo daño
del ojo izquierdo. El golpe pudo ser ejecutado con algún objeto contundente como
un mazo o un bloque de piedra, que impactó sobre el lado derecho del cráneo.

Cuerpo 2

Adulto joven (25-35 años) de sexo masculino. Se encontró en posición ex-


tendida decúbito dorsal. Las extremidades inferiores extendidas (en leve abduc-
ción) a excepción de rodilla y tobillo derecho que están flexionados (Figura 4).

Traumas letales intencionales peri-mortem. El cráneo fue “aplastado”, lo que cau-


só una fragmentación múltiple de los huesos parietales, temporales, frontal, nasa-
les, malares, maxilares y mandíbula (Figura 4). Hay fracturas con minuta, es decir
micro-fragmentos in situ en los huesos de la cara, y la mandíbula está partida en
la línea media con pérdida de incisivos centrales. El golpe pudo ser ejecutado con

Figura 5. Az-146, Cuerpo 2, los círculos de línea continua indican las cinco heridas peri-mortem
intencionales sobre el cuero cabelludo de frontal y parietal izquierdo; en contraste la línea
discontinua indica una fractura peri-mortem de húmero izquierdo.
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algún objeto contundente como un mazo o un bloque de piedra, que impactó sobre
el lado derecho del cráneo. Tiene además una fractura expuesta en tercio medio de
la diáfisis de húmero izquierdo, transversal completa. Los bordes de la fractura son
biselados y de ángulos agudos, así como la coloración del tejido óseo, no distinta al
resto del hueso expuesto, avalaría que se trata de una fractura peri-mortem.

Las heridas intencionales en tejido blando incluyen: (a) cinco heridas cortantes
sobre el cuero cabelludo, todas con un patrón similar, de forma oval con los bordes
de la piel hacia dentro y exponiendo el hueso (Figura 5); (b) una lesión en la oreja
izquierda, que podría ser el resultado de un intento por cortarla; (c) una herida cor-
tante sobre tórax, de orientación cráneo-caudal (Figura 4), compromete piel y capas
musculares; (d) una herida cortante en pliegue axilar izquierdo, compromete piel,
capas musculares y se alcanzan a exponer algunas costillas; (e) una herida perforante
sobre cara anterior de muslo izquierdo, por debajo del pliegue inguinal (Figura 4),
compromete piel y capas musculares. Finalmente, en la cara interna y externa de
pierna derecha muestra un desprendimiento de colgajos de piel quedando expuesto
el hueso, que pudieron ser intencionales.

Cuerpo 3

Adulto joven (25-35 años) de sexo masculino. Se encontró en posición extendi-


da decúbito dorsal. La mano derecha sobre la zona púbica y la izquierda en flexión y
puesta sobre una herida abdominal. Las extremidades inferiores en posición forzada,
la izquierda en flexión y abducción, y la derecha con el muslo extendido y flexión de
rodilla, donde las superficies plantares de los pies están en contacto (Figura 6).

Traumas letales intencionales peri-mortem. El cráneo fue “aplastado”, lo que causó


una fragmentación ósea múltiple (Figuras 6 y 7). El impacto violento fue hecho
sobre el lado derecho de la cara y cráneo, provocando pérdida de tejido óseo a ni-
vel de órbitas, malares, nasales, temporal y parietal derecho, quedando parte de la
masa encefálica expuesta. El golpe pudo ser ejecutado con algún objeto contunden-
te como un mazo o un bloque de piedra.

En la región abdominal baja tiene una herida perforante, con la mano izquier-
da reposando sobre el orificio. Además se observa pérdida de piel y capas muscula-
res en cara anterior de muslo derecho, la cual pudo haber sido removida intencio-
nalmente, dejando el hueso expuesto.

La estera vegetal con que envolvieron el cuerpo (Figura 6) fue elaborada en


técnica de twining (la trama se dispone cada 5 cm y cada haz de urdimbre cada 0.4
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Figura 6. Az-146, Cuerpo 3, adulto masculino con un trauma letal por probable impacto de mazo sobre
cráneo. El círculo de lína continua muestra una herida abdominal peri-mortem.
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cm). Otros fragmentos de estera más fino, con la trama elaborada en algodón hila-
do (de dos cabos y torcido en “S”, que se dispone cada 2 cm), muestra un decorado
estructural, alternando con una trama de pelo humano.

Discusión

Los múltiples traumas letales peri-mortem que muestran los tres cuerpos, tan-
to a nivel óseo como en tejidos blandos, probablemente fueron realizado por un
grupo de individuos de igual o mayor número, que sorprendieron y neutralizaron a
sus víctimas con la intención de causar su muerte.

Las preguntas que surgen frente a esta evidencia son múltiples: ¿las víctimas
pertenecían a un grupo local o eran foráneos?, ¿fueron individuos del mismo grupo
social al cual pertenecían, lo que le dieron muerte, es decir un conflicto interno?,
¿fue un grupo de individuos foráneos, quien ejecutó esta masacre, es decir un con-
flicto externo?, ¿por qué el acto violento?

La hipótesis que se trataría más bien de un grupo de tres individuos de


origen local, la sustentamos en que: (a) las esteras vegetales con que fueron cu-
biertos los cuerpos, son típicas de las tradiciones locales; (b) la materia prima
en que están elaboradas también es de origen local (Scirpus sp., Tipha angusti-
folia) que se explotaba desde los humedales del río; (c) el hecho que los cuerpos
no fueron enterrados en un cementerio (como es el patrón típico del período)
pudiera indicar que éstos más bien fueron “ocultados” por parte de un grupo fo-

Figura 7. Az-146, Cuerpo 3, detalle de trauma craneano.


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ráneo, eventualmente de origen altiplánico, que ejecutó la emboscada con resul-


tado de muerte; (d) además no hay ningún elemento cultural foráneo asociado
a los cuerpos.

En contraste sería más probable que, si los tres individuos hubieran sido
foráneos, una vez que le dieron muerte los hubieran dejado abandonados. Sin em-
bargo, no hay evidencia que los cuerpos hayan estado expuestos a la intemperie,
sometidos a alteraciones tafonómicas como el carroñeo de animales depredado-
res, procesos de erosión de tejidos blandos o huesos blancos, como resultado de la
exposición a la radiación solar, lo que indicaría que una vez que les dieron muerte,
fueron inmediatamente enterrados u “ocultados”. Una tercera hipótesis es que los
tres individuos hayan provenido de la costa y que hubiese sido un conflicto entre
pescadores y agricultores locales del valle, los cuales ya estaban suficientemente
segmentados como para establecer unidades políticas independientes.

Sin embargo la evidencia cultural y biológica del período Formativo del Norte
de Chile, indican la presencia en los valles y la costa, de grupos de población altiplá-
nica, a baja escala (Aufderheide et al. 1994; Muñoz 1989; Rivera 1980), por lo que
seria también probable que hubiese sido un conflicto externo. En este contexto la
llegada de pequeños grupos de población procedentes desde el área circum-titikaka
intentando asentarse en los restringidos espacios óptimos para la horticultura en el
Valle de Azapa, habrían generado tensiones y enfrentamientos por lograr el control
de tales recursos. Aunque, según Rothhammer y Santoro (2001) algunos segmentos
de la población local, debieron establecer cierto tipo de alianzas políticas y sociales,
no exentos de conflictos, que se tradujo en cierto nivel de cruzamiento biológico
entre los grupos locales y foráneos.

Conclusiones

Las características de las lesiones traumáticas permiten inferir que los tres
hombres tuvieron una muerte violenta. El tipo de traumas sigue un patrón que
se caracteriza por golpes y aplastamiento de los cráneos, lo que generó múltiples
fracturas expuestas, con pérdida de masa encefálica. Es probable que los golpes
hayan sido realizados con un artefacto similar, que pudo ser un “mazo” o un
simple bloque de piedra, lo suficientemente grande para aplastar y destrozar los
cráneos. Se suman además heridas múltiples sobre los tejidos blandos, en cuero
cabelludo, tórax y extremidades, en el Cuerpos 2 y 3. La regular preservación
del Cuerpo 1, limitó su análisis. Finalmente, un aspecto relevante, es que los tres
individuos son hombres jóvenes y fueron enterrados en un contexto doméstico,
no en un cementerio.
Violencia letal y conflictos intergrupales en el Formativo del Valle de Azapa... 123

El patrón de los traumas, indicaría que el grupo fue atacado por otro conjunto
de individuos de igual o mayor número que las víctimas, con alguna táctica como
una “emboscada” o “asalto”, donde el factor sorpresa fue decisivo para lograr el obje-
tivo. La evidencia de Az-146, podría ser interpretada como parte de una población
local de pescadores, los cuales estarían penetrando hacia el valle y rechazando la
instalación de grupos altiplánicos y/o a sus vecinos horticultores del Valle de Azapa.
Así las tensiones sociales y enfrentamientos violentos se debieron generar por la
presencia de grupos no locales, intentando controlar y apropiarse de los recursos
productivos del Valle de Azapa, ya sea productos agrícolas o incluso mujeres.

Hay que considerar que el valle nunca fue un espacio continuo de explotación
agrícola, si no, funcionó a modo de oasis, donde los terrenos aptos para la horti-
cultura dependían de las zonas donde se ubicaban las vertientes, sector San Miguel
y sector de Alto Ramírez. Estos enclaves debieron ser sumamente apetecidos, en
ambientes donde los terrenos aptos para la horticultura eran escasos.

Si bien los signos de violencia no eran nuevos en la región, ya que se ha registrado


cerca del 15% de individuos con traumas óseos sanados proveniente de cementerios
de túmulos. Por otro lado, hay que considerar que el poblado de Caserones, uno de los
más importantes sitios aldeanos del Fformativo Tardío en el Norte de Chile, está rodea-
do de un doble muro con pasadizo de circulación interna y “troneras”, donde adosadas
a la pared interna de un sector de muro se encontraron apiladas piedras esferoidales,
usadas probablemente como hondas (Núñez 1982:89) en tácticas defensivas.

Se suma además, la evidencia de los patrones de violencia intencional (cerca


del 30% de la población adulta, mayoritariamente masculina) entre las comunida-
des arcaicas de cazadores pescadores recolectores Chinchorro, que habitaron la cos-
ta del Desierto de Atacama, entre los 7000-1600 años a.C. (Standen y Arriaza 2000).
Sin embargo, no habíamos registrado casos de violencia colectiva y letal como la
fosa de Az-146.

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