Vous êtes sur la page 1sur 68
9 ESTRUCTURAS NEUROTICAS POR. J. P. CHARTIER I. NOCION DE NEUROSIS La neurosis aparecié relativamente tarde en las descripciones clinicas, a finales del pasado siglo. Hubo dificultades para deslindarla — de las enfermedades nerviosas propiamente dichas (epilepsia, enfer- medad de Parkinson), — de la propia “locura”, a la que en términos cientificos llamamos psi- cosis. Auin en la actualidad resulta dificil deslindar la neurosis de su ganga enfermiza y médica, como lo evidencia la historia de las enfermedades mentales que a grandes trazos vamos a esbozar. ‘. Solamente en la clinica se hara Posible el planteamiento de 1a neurosis en términos de estructura mental, lugar de la vida psiquica, aunque se trata de una dificil conquista a través de'los avatares de la vida libidinal. A.— PUNTO DE VISTA ETIOLOGICO El terreno de la etiologia constituye siem re, ‘ho, una referencia insidiosa a la que resulta ttil desmitifies: tron) eee: ico distin guira tres fase: tificar. Un breve repaso histori La primera fase corresponde a la asimilacié; fermedades. mentales en fs enfermedades organicas, a la cual le fore ea ‘microbiologia. Estructuras neuroucus desde Pasteur, debia aportar un mod ars 123 Gierto, en cuanto al uso. El tinico resulta aclésico inestimable, 5 Ia “pardlisis general”, especie de locura de gra; ‘echo, fue la describe, in- minucién de las facultades intelectuales, and ipcion de nada que ver con una pardlisis, evoluciona en ‘ dad, que no ti ciaria, con lesiones caracteristicas a nivel cei - cuadro de’una sifili iene Desde entonces, y durante cierto erlodo, tele las is ter- a julermedades men- tales han podido ser abusivamente referi ri Ies de los enfermos mentales no cxistions aot ls las lesiones cerebra- a yi contra la mayoria de los médicos de su a, ‘a en 1830 €poca, Esta relacion entre soe ntre sexuali- dad y locura, incluso siendo aberrante, {no er: '@ acaso la premonicié mn de la nueva era? La segunda fase corres) ondié a la individualizaci anteriormenté no hablan tenido una peers de las neurosis, que obsesiva ha sido llamada sucesivamente locura yt fa asi, la neurosis tivo. En cuanto a la histeria, incluso para Charcot, zonable o delirio emo- del sistem ne ; era atin una enfermedad ‘on la Ilegada del psicoandlisis emergie: sce Freud se le debe una descripcién exhaustiva de {as neurosis; en efecto, a trabajo con Breuer sobre las neurosis histéricas. Charcot, Sone | se habia ido a visitar en Paris, habia ya notado la sugestionabilidal oe pefermos, pero fue Freud el que exirajo todas las consecuencia sig ests la hipnosis y las asociaciones libres. s utilizando Kraepelin,el hombre de la nosografia psiquidtrica en Alemani citaba especialmente las neurosis hasta su segundi Son Munich ue estaba muy lejos de Viena. gunda clasificacién, en 1906: De hecho, la teoria psicogenética de las neurosis no ha cesado de ser atacada. En Francia, Janet en particular, a partir de la teoria de Jacksor que describia diferentes niveles de integracion psiquica en correspondencié con las estructuras del sistema nervioso central, consideraba los trastornos neurdticos como residuos de actividad mental procedentes de la disolucién de un nivel superior de elaboracién. La tercera fase es 1a de la época moderna y en apariencia ha vuelto elagua_ al molino del organicismo: — de una parte, los métodos fisi zacién del electrochoque y de mentos terapéuticos a menudo niente a las psicosis; - — de otra, la eproauce de un delirio poe Ja absorcion de un psico- disléptico (LSD, por ejemplo) ha podido parecer aportar una pruel de la organicidad de las psicosis. Asi, se ha intentado distinguir psicosis y neurosis segun SU. fio 7 organogénesis para las primeras, psicogénesis para las: ~ ndido tincién es realmente abusiva. Cada uno de estos terrenos ha pre conservar la integridad de su campo de accion: que @ La organogénesis.— Para Pichot, jemplo, si no admite oa Orga . por ejemplo, si no a transmision las psicosis son de origen orgdnico o por Jo menos B¢F fico pos del sistem? reditaria, también las neurosis son debidas a modificacione ry en la fase nervioso. Si admite la influencia de factores psicol6gicos . icos y quimicos modernos, con la utili- los neurolépticos, han aportado ele- decisivos esencialmente en lo concer unica 24 _ ién sobre el sistema nervioso serd revelada en seguida inicial; la repereutitondicionados descritos por Pavlov. . gracias @ los is.— En oposicién, el psicoandlisis no ha cesado de reivin- hers pies psicosis en su campo de comprensién. Para algunos, Freud se mostré siempre reservado ante estas “neurosis”, a las que él llamaba “narci- sistas”, frente a las neurosis de ‘transferencia” (histéricas, fobicas, obsesi- vas). Aquéllas resultaban inaccesibles a la cura psicoanalitica clasica, pero Freud confiaba en que las teorias psicoanaliticas podrian ser utilizadas en la terapia de los psicéticos con la condicién de encontrar métodos propios. Numerosos psicoterapeutas se han especializado en ello. Hay que citar a Rosen, en Estados Unidos; madame Sechehaye y Mme. Gisela Pankow en Francia, entre otros. Finalmente, desde un punto de vista tedrico, Méla- nie Klein, estudiando los estadios precoces de la eVolucién psiquica del nifio, ha descrito una fase paranoide que podria explicar ese fondo comin psicético y su revivencia patolégica o provocada por los psicodislépticos. @ El organodinamismo.— Es |a tercera teoria que pretende ser intermedia- ria de las precedentes. Su defensor, Henri Ey, recoge de hecho la teoria de Jackson de los diferentes niveles de integracién psiquica paralela a la jerar- quia de los centros nerviosos. Esta teoria tiene la ventaja de que pone de manifiesto “esa cosa mas” que existe en la locura y que no puede ser expli- cada por una simple disolucién de la actividad mental. Esta misma explica- cién esta recogida a propésito de los sueiios. Los centros superiores, al dejar de actuar, provocan la desaparicién de la vida consciente, pero también “una cosa mds”, el suejio, por el cese de la inhibicién que imponian a los centros subyacentes. Freud, en su obra La interpretacién de los sueftos (Traurmdeutung), habia anulado esta especie de explicacion al mostrar, de una parte, que la organi- zacién psiquica —consciente-preconsciente-inconsciente— no correspon- de a una estructura cerebral, pero también que si los fenémenos incons- cientes tienen su légica propia (desplazamiento, condensacion, etc.) no son los productos degenerados de centros inferiores y arcaicos, por otra parte. Dandole un sentido al suefio, Freud lo recupera a nivel de actividad psiquica, y hara lo mismo con el sintoma. Fi el debate que enfrenta psicogénesis y organogénesis no esta aun cerrado —con la medicina psicosomatica aparecen otras perspectivas menos cartesianas—, no puede aportarnos nada, por lo menos concluyente, sobre esta distincién entre neurosis y psicosis. B.— PUNTO DE VISTA CLINICO El terreno de la clinica sera, pues, el elemento privilegiado, una vez admi- tido que la clinica psiquidtrica no comporta tnicamente una vision de lo externo, sino también la utilizacién del material intersubjetivo. I Nos sentimos tentados a realizar una primera aproximacién, desde la rspectiva del dilema que plantean las exigencias de las ipuleionis y las fa realidad, diciendo que la neurosis elimina como puede a las primeras por el mecanismo de la represion mientras que la psicosis niega las segun- das. Estructuras neuréticas Asi pues, el psicdtico ya se si ms - 7 Slenta perseguido A mundo ive en un universo inacceslble del Gia niega el Sgt ue apemeniapes fone 2G , caso de la ne is, ‘que sup cepcion de Freud referida ala fepreson’ no he superar la primera con- A. rida | es el exceso i ponsable de la angustia sino todo lo contrario, su are ee ign ees . la concepcion de Freud en Inhibici 3 en cuenta la divulgacion piccaetiie ta angustia (3926) no lo ba tenido mido-neurético”, es decin enters Te ae See en el aserto “repri- quiatria cu ando lo plantea como un descubri b fia considerade la antipal: primera concepcién freudiana. ‘Ubrimiento propio, olvidando esta iertamente, la represié ii " ina ncaa dome ins es que olvidar que la represiOn, poniendo limites al i ane eppeshjonte eS dero organizador psiquico que lib Soe ge pee Gro organtzador petal que Moora dla iaonat aca puonl Sea cual sea el modo de entrada a una desco: nsacign eusstica: angustia, depresion (muy rara vez, sintomas), la Gebiktacion del equilibri psiquico producida por la neurosis es un momento mas bien favorable para Ja puesta en marcha o la recuperacién de los procesos de elaboracion psiquica (esencialmente a nivel del preconsciente). __En resumen, poco importa que el universo psiquico esté mas 0 menos distorsionado, que jos transtornos del comportamiento sean més o me- nos graves, que la descompensacion llegue o no ala despersonalizacién, si el trabajo de la neurosis estd en marcha éste es facilmente reconocible en la medida en que desencadena la actividad de nuestra ropia reserva neurd- tica cuyos procesos de identificaciones y todo el halo imaginario que los envuelve, son su pieza maestra. Es esta dimensién elaborativa de la neurosis la que la convierte en.el. prototipo de la estructura psiquica humana mas evolucionada y le permite salir del ghetto de la enfermedad a pesar y, a menudo, gracias a las descom- pensaciones. es ‘ En consecuencia es evidente que la claridad de la oposicién neurosis” i igencias de las pulsiones y las de pricosis basada en la eleccion entre las exigencias ead la realidad se obscurece como muy bien lo describié, por otra parte, Freuc al final de su articulo “Sobre la pérdida de Ia realidad en la neurosis y la pio, sis”. En la neurosis, lo imaginario. deforma ciertos aspectos de la realidac i i icosis precisamente por la ausencia de repre- exterior mientras que en las psicosis Pt | ausen facta sin, hay importantes porciones ‘de la realidad que permanect™. Esta conecetin wvidencia hasta qué punto es del cada la distincién entre neurosis y psicosis. En cuanto ‘a las formas intermedias, no se teatarle de ee de al sino mAs bien de “estados-limite”, que NO han optado ni p por la psicosis (J. Bergeret). [.— ESTRUCTURA NEUROTICA imer punto a precisar de entrada es la naturaleza se: : Hee! ‘iertamente, esta fase de sexualidad en la merce - aconficto comprendida, en Teferencia a su etiologia, como el trauma sexual ee infancia. Freud mismo partid de esta concepcién a propésito de la histey ja Pero progresivamente tuvo que reconsiderar esta opinion: el trauma sexual” se sitha més a nivel de la fantasia que de la realidad. Sucede como Si fuese Ia fantasia, habiendo tenido realmente lugar el traumatismo (lo cual ac siempre ocurre), quien “retroactivamente” lo considere como tal. Asi, la historia de una paciente llamada Emma, descrita por Freud, y en la cual la fobia consistia en no poder entrar sola en los almacenes: de nifa sufrié las manipulaciones de un viejo comerciante (al parecer, sin temor, ya que ella volvio alli una segunda vez). Mas tarde, siendo adolescente, se son- rojara y abandonard precipitadamente el almacén al ver dos dependientes ue “reian entre ellos’. Reactualizando de esta forma la escena infantil en el contexto de la adolescencia, el recuerdo se torna traumatico y desenca- dena la conducta fébica. Decir que la neurosis se situa a nivel de una problematica sexual no es, pues, referirlo a una anécdota de la sexualidad infantil, sino a las circuns- tancias de la evoluci6n libidinal, frente a la triangulacion edipica. El ele- mento fundamental de la sexualidad neurotica es su caracter genital; 0 sea, teferido a una posicion relacional dentro del conflicto edipico. Otros muchos son los problemas sexuales relativos a la identidad del sujeto que, no siendo puramente psicotico, no corresponde a la descripcion clasica de la neurosis. Asi, la ninfomania esconde una desvalorizacién narcisista considera- ble, lo que no corresponde a un verdadero problema sexual. Igualmente, en el aspecto masculino, la desvalorizacion recae sobre un organo sexual demasiado pequefio y es mas una herida de la identidad narcisista que un conflicto sexual. EI conflicto sexual de las neurosis se sitia, pues, a nivel genital del_ Edipo, incluso si las actitudes defensivas conducen a utilizar la via de las Tegresiones pregenitales (anales u orales). El conflicto en el muchacho deriva de la rivalidad edipica con el padre en el proyecto de conquista de la madre. Este proyecto es abandonado en funcion a ta vez de los sentimien- tos de carifio existentes con el padre y del temor a las represalias de este ultimo y que toma la forma de lo que se conoce por angustia de castracion. La prohibicién del padre es interiorizada; también se dice que © Superyo es “el heredero del complejo de Edipo”. Al mismo tiempo, la ident- ficacién. con este ultimo proyecta para el futuro la posesién de la mujer. La masturbaci6n infantil, especie de participacién alucinatoria en la escena primitiva, cesa frecuentemente con la instauracién del Superyo. Su reviven cia en la adolescencia se encuentra bajo el peso de una culpabilidad cons" derable: el temor a la destruccién o a la enfermedad de los érganos genit les, en relacién con la masturbacion, es la expresion mas evidente c¢. ey angustia de castracion.|En la nifia, la posicion No es exactamente sim’ Ney razon del cambio de objeto (de los cuidados maternales al amor p: padre) y de la castracién anatomica (cf. El Edipo femenino en la histeria, 134), icturas neuréticas Estrus v7 Las identificaciones edipicas Las identificaciones del nifio con el padre ; bens mis ondentes del comple ee tae mae an as i alia re y, fe establecimiento de dicha herencia sigue siendo altamente Ante todo, este tipo de resolucién de! ju ipo si i pee cicero ineannon fubaitte aun ue ee de eine sigue nae tiltimo tango en es éste el que cae baj este punto de vista, las identificacigues on ‘os sates det Bae mone constituyen mas que un destino particular de la catexia libidinal, ins ifr ciente en relacién al incansable retorno de la pulsion en su destino inces- tuoso. Una de las razones radica en que tales identificaciones “homosexua- les” no son evidentes e incluso son radicalmente puestas en duda, en ambos sexos y por distintas razones. _, En primer lugar, en el nifio la identificacién con el padre pone en cues- tion el Edipo invertido, es decir, la posicién femenina del nifio frente al” padre. Por otra parte, dicha posicién es dificilmente tolerada en la medida en que estipula la castracién. En la nifa, la identificacion con la madre edipica no es tampoco senci- lla ya que a su sombra se perfila la imagen de la madre falica preedipica. La identificacién homosexual en particular tiene muchas dificultades para realizarse a través de los arcanos del dominio y de la dependencia que caracterizan esta imago. Pero existe una tercera salida, especie de atajo, de considerable impor- tancia, se trata de la identificacién con el padre del sexo opuesto. El hecho de que sea la heredera natural del Edipo invertido no basta para explicarla. Su lugar en la salida del Edipo es tal que debemos hablar, al respecto, de identificacion edipica directa aunque heterosexual. Efectiva- mente, si existe renuncia a la identificacién incestuosa, tampoco la identifi- cacién heterosexual impedira conservar vinculos privilegia edipico o al menos con su imagen. : . jo se trata de considerar patoldgico este tipo de identificacion. Es muy necesaria, en particular, para el cumplimiento de la via libidinal heterose- xual: el coito en ambos sexos necesita, de hecho, de ambos tipos de identifi- aa cone y masculina. Tampoco prejuzga la identificacion homose- xual que la acompaiia. A Por ello, algunas mujeres, viriles en su vida social, no dejan de mante- ner, al mismo tiempo, una posicion femenina en su vida privada. Por el contrario, cuando sélo se esboza la identificacién homosexual, se reivin: dica la feminidad en el plano social para enjugar el fracaso, la virilidad que en el plano privado la asegura. an Jantal de Si ciertos hombres temen perder su virilidad al utilizar un delants, cocina otros reivindican y realizan su “maternidad” con los hijos. ea actitudes, en uno u otro sentido, no prejuzgan para nada la que Pl ner en posicién viril. 7 __ Pero, hay que hacer todavia una distincién entre los hombres ¥ 14 ica, jeres, En efecto, la identificacién viril de la mujer es esencialments “1B o% ¢s decir, proxima a su salida genital, de ahi la preponderancia de Ta ag) menos histéricos en las mujeres. En el hombre, la identificact tr scign comporta tales reminiscencias de la fase preedipica que 18 Titag defen heterosexual se satura en imagos mucho mas arcaicas. 0 1. madre falica siva y al mismo-tiempo identificatoria con el dominio 128 Clinica toma un lugar preponderante, de d i n » de do: i i rosis eae ye abandono epreaeaiade nen ee hee sine, Sui Ia bisexualidad explica que se pueden invertiy sie et Seana ade eerie a n , la primera en la muj hombre, no por ello dejan de coexistir tanto en ey Ge one La castracién edipica La castracion edipica esta claram: ii i 7 la diferencia de los sexos, y el Supenye maseulian ee un punto que no encuentra parangén en su ronservard fu rigor hasta. realddad el mor referido a la integridad corporal del apegato genta exe Gubiea en la mujer y se multiplica ante la'progenitusar ee Este temor a la medida mutilatoria no debe hacer olvid la maduracion edipica ni las resonancias que conlleva I pocpeeena te organizacién psiquica ni el universo que se desprende Se ade heise ia reconstruir esta maduracion, a través de los arcanos de la represion, come tua renuncia a la omnipotencia infantil de posesiOn incestuosa, al menos en parte, en provecho de la adquisicion de un Superyo mas o menos rgido y de identificaciones mas o menos problematicas. Y ello con el coolant el hombre de “yo no tengo ‘el’ falo” y en la mujer del “yo no so; 7 iC falo” (véase 1a economia de la histeria). En realidad estamos ante tina pricier eT de otro modo, no estariamos teniendo en cuenta, la co cable transformacién que supone este intercambio de “buenas Por una parte, el psiquismo no se decide nunca a de de sus medlos de accién y cuando lo hace, lo hace ioloresarmcate, La pegalomania, es ea personaje que, por permanecer en la sombra no deja de . ne ae mente nuevos empleos (por ejemplo, en lo que respecta Por otra parte, la entrada en el Edipo —dich entrados en el Edipo nunca salimos Te él ya joe ts aburosis se a adaptando pero el Edipo no se resuelve— es el inicio de una historia singular en la medida en que las personas que en ella se implican estan ellas mismas individualizadas. Los esquemas de organizaciones psiquicas no son mas que mojones en torno a los cuales se entrelazan los destinos humanos y, en este sentido, la neurosis constituye un destino especifico y un acceso a la finitud. La aceptacién de la pertenencia a un unico sexo y de lairreductible alternativa mortal son por afiadidura sus principales jalones.. Pero la finitud es también el testimonio de ese caminar contracorriente del psiquismo humano que s6lo puede comunicar con el mundo después de haberse enraizado en un universo que le es propio, dando lugar, aunque a sea a través de dispersos vestigios, a una verdadera mitologia indivi- jual. ‘A pesar de las apariencias él psicoandlisis no es, en este sentido, una mera aventura en torno al ombligo en el sentido de que, por si misma, auténtica singularidad de una obra de arte desemboca en lo universal. De este modo, el conflicto entre el Superyo y las pulsiones sex jes n0 es mas que la trama mas evidente sobre la que se construye la neurosis. ue es su primera consecuencia, a menudo superada, Po" represiOn q' ie acontecimientos, da lugar al sintoma, esa formacion de compromiso ¢M la pulsion y la defensa. ‘Estructuras neuroticas ns II.— FORMAS SEUDONEUR’ EN PATOLOGIA mes Teas xito de las neurosis ha result i 7 ae oauna neurosis se ctiquetabe de paisoals de forme ebusiva eae que eliminar-sucesivamente: siva. Tendremos — la neurosis de angustia, — la depresién llamada “neurética’, — las neurosis fobicas, — las neurosis de cardcter. @ Laneurosis de angustia fue descrita por Freud en un trabaj i “Sobre la justificacién de separar de la neurastenia cierto conpleta aeieies tomas a titulo de ‘Neurosis de angustia’ ”.' a) Clit de la angustia.— La angustia aguda tiene i sin ya sdbita y a menudo paroxistica, SG __ — Ia angustia 0, mejor, de la ansiedad relativa a una dificultad real dela. vida, particularmente intensa en el periodo precedente a una prueba, sea cual sea (miedo a los examenes, etc.). 2 — También la angustia aparecida al contacto de ciertos objetos o en cier- tas situaciones (claustracion), cuyo valor simbélico basta para producir el desencadenamiento, sin que haya causa real, evidente, se habla entonces de una angustia fobica, muy diferente de Ia angustia flotante o del acce- so de angustia, que es sin objeto. — Finalmente, la angustia asociada a un dolor orgdnico. Hay que citar a este respecto la angustia de la angina de pecho, verdadera sensacion de muerte inminente que podrd plantear problemas de diagndstico a médicos, tanto mas cuanto que la angustia conocida por “neurética” se acompaiia de multitud de sudores, disnea, palpitaciones y dolores. Estos sintomas, por ellos solos, pueden constituir crisis larvadas o equivalentes menores. A este respecto es importante distinguir el sintoma somatico_ del _ psiquico: cuanto mas puede ser especificado y precisado el sintoma en su desencadenamiento, su intensidad, su localizacién, mas debe sospecharse su organicidad; por el contrario, cuanto mas difuso e indiscernible sea el sintoma en el conjunto corporal, y con mas raz6n en el conjunto siauico. mayor es la probabilidad de una manifestacion psiquica. Si esta jistincion. no permite siempre una diferenciacion hic et nunc, un sintoma no excluye jams al otro; debe, en todo caso, permitir comprender que no ¢s posible tratar un sintoma psiquico como un sintoma organico. Este ultimo especi- fica una enfermedad en particular mientras que el primero sélo indica un tipo de relacién. b) Significado de Ia angustia.— Esta digresion permite la medida xa de la “neurosis” de angus. En efecto: la angustia, propiamente hi ot fd jones a la Teo- 1, En “La neurastenia y la neurosis de angustia”, Primers pede la T) ria de las neurosis. T. 1 de las O. C., Biblioteca Nueva, Madrid, Bo Clinica es un tipo de relacién totalmente insostenible; no puede organizarse sin arreglos importantes que le hacen perder su cardcter de crisis aguda. sto es decir en qué medida la “neurosis de angustia” se reduce a una “puerta de entrada” en la patologia mental. Esta brusca descompensaci6n no permite prejuzgar nada de la natura- leza de la estructura subyacente. Ciertamente, el cardcter “reactivo” del acceso de angustia ante un acontecimiento conduciria a minimizarlo. Esto es un grave error, pues el acontecimiento, a menudo, no es mas que un pre- texto para la descompensacién. Asi, la crisis de angustia puede ser mu bien la puerta de entrada para una esquizofrenia, mientras la familia lo achaca a un fracaso sentimental (0 pretendido como tal). Freud considera la “neurosis de angustia” como una neurosis actual, es decir, una neurosis resultante de un conflicto inmediato y agudo en rel cién con la abstinencia sexual: la acumulacién de tensién sexual que no puede realizarse en un plano fisico ni en elaboracion psiquica y que es directamente abocada al terreno somatico en forma de angustia. Hoy dia, este punto de vista reactivo con respecto al comportamiento sexual ha sido abandonado. El acceso de angustia es considerado como un fracaso de la represion y de la elaboracidn de los sintomas. La eclosién de angustia” denota, ante todo, la ausencia de una estructura neurética suficientemente elaborada, casi inexistente. La angustia neurética propiamente dicha, como se ha visto, es la angus-. tia de castracién. Su disposicién a través de los diferentes mecanismos de defensa neurdticos, aun siendo inconstantes o precarios, deja raramente fil- trar la angustia en estado puro. Por el contrario, la angustia esquizofrénica esta hecha de sentimientos_ de transformacién interna y externa con pérdida de los limites del Yo: de aqui la denominacién de angustia de disociacion. El acceso de angustia en este caso es maximo y, en el mas alto grado, comunicativo con el entorno. En posicion intermedia existe un tercer tipo de angustia. Con desenca- denamiento a veces brusco, pudiendo parecer una enfermedad organica, 0 bien instalada en primer plano de un contexto depresivo, se trata esencial- mente de una angustia “de falta de ser”, en la que la menor pérdida de_ objeto afectivo es vivida como desastrosa. Es la angustia depresiva de los_ “estados-limite”. En resumen: el gran acceso de angustia es la puerta de entrada principal a las psicosis y a la depresion y, en menor grado, a las neurosis. También puede sufrir una verdadera evolucién psicosomatica (véase cap. 12), La depresién conocida por “neurdtica” se opone, por definicién, a la depresion melancélica, caracterizada por un delirio de culpabilidad. a) Las ideas depresivas no tienen un caracter delirante, pues predispo- nen al sujeto a considerar como insalvables las dificultades de la vida. Sub- estima sus capacidades y sobreestima el esfuerzo. Esta desvalorizacién le mite, en cierto modo, escapar de la lucha y, por tanto, de la angustia. ro esta pérdida de estima de si mismo le abre la puerta a la eventualidad suicida que, sin tener la misma frecuencia que en la depresién melancélica, no deja de ser un riesgo importante. b) La fatiga y el cortejo neurasténico que le acompafia, en forma de ano- rexia, impotencia 0 frigidez, hipotensién arterial, raqui Igias, etc. Se ae cian en proporcion variada con las ideas depresivas. Esta asteni shied particular el que sea matinal y cede generalmente con el esfuerzo; pero t Estracturas neuréticas 11 actividad resulta dificil y deja lugar a la rumiacién interna. A veces, la aste- nia ocupa todo el terreno y desplaza incluso las ideas depresivas subyacen- tes de las cuales el sujeto no es consciente. Se habla entonces de psicastenia. Esta entidad, descrita en Francia por Janet, fue recogida por Freud, que la convirtié en la segunda “neurosis actual”: el agotamiento psiquico debido a un exceso de la practica masturbatoria. Este punto de vista ha sido también abandonado. ¢) El tercer elemento de la depresién conocida por “neurética” es el insomnio. Sintoma clave, rara vez falta. Sucede como si la angustia, anula- da de dia por la catexia psiquica de la depresién y fisica de la astenia, s giera de noche provocando pesadillas e insomnio, aumentando asila fatiga matinal y creando un verdadero circulo vicioso, del que resulta dificil salir para el enfermo. En realidad, el hecho de que toda depresién no melancélica sea. califi- cada, en mayor o menor grado, de depresién neurdtica, debe ser conside- rado abusivo aunque la linea divisoria entre esta ultima y la depresion de los estados limite sea, a menudo, poco definida. En el primer caso las confidencias toman rapidamente preponderancia sobre los sintomas. La depresién misma parece coincidir con la recupera- ion de una parte importante de la vida interior, aunque sea en ocasion de un duelo o de un fracaso de la vida sentimental o profesional. En el segundo, jen cambio, se produce un derrumbamiento de 1a vida psiquica, vivida, por otra parte, como una pérdida de la energia vital. Todo el pensamiento estd centrado en el cuerpo y es muy dificil hacerlo salir de ahi, La pobreza de los objetos interiores es tal que solo sirven de apoyo los objetos exteriores reales, La pérdida de objeto afectivo no hace mas que descubrir la fragilidad narcisista subyacente. El precario compromiso en una situacién genital se pone de manifiesto y los mecanismos de defensa contra la depresién que hubieran podido producir el cambio dejan de cumplir su funcién (véase Neurosis de caracter). 1 Las neurosis fobicas aparecen en cualquier compartimiento de la pato- logia mental. En efecto, si bien la existencia de las manifestaciones fobicas —temores inmotivados relacionados con la presencia de objetos o de situa- ciones en las que sdlo el caracter simbélico puede explicar su representa~ cién—, es indiscutible, sin embargo, no es posible darles una estructura propia, a) La historia de Ia nocién de fobia antes de Freud es reveladora en. mas de un sentido. En un principio, las fobias estaban muy mal separadas de las ideas obsesivas. $i Pinel hablaba de “mania sin delirio”, Esquirol colocaba Tas fobias dentro de Tas “monomanias”, haciendo de ellas obsesiones particula- tes “obsesiones temerosas”, Esta asimilacién a las neurosis obsesivas triunfé, ya que Kraepelin e incluso Janet continuaron la tradicion, ti En realidad, hay qe esperar a que Westphal, en 1871, utilizara_el eine fobia” en fa descripcion de la sgorafebia (iteralmente, miedo @ un — Publicos). A fines del siglo XIX, antes de Freud, se. recopilé en tan descripcién minuciosa todas las fobias imaginables y posibles, consti: [endo un auténtico catdlogo (202 fobias habian sido deseritas). Citemos (eskorafobia, la claustrofobia, la acrofobia (temor al vacio), la eritrofotne : is} de firojecer en piiblico), la fobia de impulsién (miedo 4 hacer, od otro), siderodromofobia (miedo a viajar en ferrocarril), zoofobia (miedo &

Vous aimerez peut-être aussi