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Alexandrine de la Taille U.
Doctara en Historia (¢)
Profesora Escuela de Historia UFT
Jacqueline Dussaillant Ch.
Doctors en Historia)
Profesor Escuela de Historia UFT
En este articulo, nos proponemos demostrar la riqueza que se oculta en una carta que
fue escrita en el pasado para relatar un hecho familiar. Desde el primer parrafo, su lec-
tura se va transformando en una experiencia cautivadora que despierta nuestra natu-
ral curiosidad. Al recorrer una y otra vez cada una de sus lineas, se van desprendiendo
no solo preguntas e inquietudes, sino que también pistas, datos, hechos y hasta sensa-
iones. Asi, un tiempo que ya se fue se presenta ante nosotros casi congelado en el
papel. Es que una carta, como cualquier otro tipo de fuente, es un resto de la época en
que surgié y, por lo mismo, contiene la atmésfera de su tiempo. En ella hay un doble
momento, el del sujeto que la concibié en el pasado y el del lector que la lee e interpreta
enel presente. En otras palabras, “esta la persona que voluntaria 0 involuntariamente,
de buena o mala fe, deja el testimonio de cuando y como sucedieron las cosas,y esta el
historiador que posteriormente lo recoge, lo imagina y lointerpreta a sumanera”.. Una
carta personal comunica emociones y sentimientos que pueden resultar muy signif
cativos*. En ella no sélo puede reflejarse lo que una persona vio o hizo sino que tam-
bién lo que sintié en ese momento. De ahi que el contexto en que ella fue escrita cobra
na enorme importancia, y nos permite analizar no s6lo lo que dice, sino que también
sus silencios. Como sefiala Carlo Ginzburg, “existe una deformacién de las fuentes, cla
ramente proclive a reduciral silencio lo comin y corriente”?. Efectivamente, lo que nor
malmente nos parece obvio y conocido por el otro, tiende a ser omitido.ATRAVES DE UNA CARTA‘
Conocer el objetivo de la carta, esto es, el fin y la intencin con
que fue escrita, parece ser el primer paso para entrar en ella
Luego, es imprescindible familiarizarse también con sus perso-
najes, los hechos que se relatan y las emociones o cantextos en
que tales elementos se mucven y flotan por esa hoja que nos
Tega del pasado. Entonces, comienzan necesariamente a apare-
cer preguntas que el lector actual debe intentar responder. En
ciertos casos la propia carta entrega las espuestas, mientras que
en otros se hace necesario recurrir a otras fuentes, Habré tam-
bign algunas que simplemente quedardn pendientes, En este pro-
eso, captar los silencios se puede transformar en la diferencia
entre comprender algo ¥ no comprenderlo.
La carta, tanto la de orden privado como la de orden pablico, era
hasta hace poco la forma mis comin de dar noticia de lo visto 0
lo ofdo. La revoluci6n de las comunicaciones durante el siglo
XX cambi6 los modos de transmitir una noticia, de comunicarse
con los dems, tanto en la forma como en los estilos y en el tiem-
po, La inmediatez. del telefono y del correo electrOnico dejé atras
la paciente espera por recibir noticias de aquéllos que se encom
(raban lejos. De aht que una carta escrita cuando recién comenzat-
bal siglo XX adquiere para nosotros un valor especial
El documento que tenemos en nuestras manos nos lleva al San-
tiago de 1901. Una primera lectura nos dice que fue escrita por
F. Raab a Victor Dussaillant, que vivia en Paris, con el fin de
informar y entregar detalles acerca de la muerte de “papa
Dussaillant”. En este sentido, la intencién de la carta es clara,
Sin embargo, comienzan luego a aparecer preguntas acerca de
hhechos concretos, que tienen que ver con la medicina de la épo-
cay con los miembros de esta familia, por un lado, y, por otro,
‘A TRIVES DE UNA GARTA.( 77
con respecto al tono en que est escrita. Parece bastante formal
dentro de lo familia. Es una carta mas bien triste, nostélgica ¥
cn la que también se advierte algo de pudor.
Se sefialan dos circunstancias asociadas a la medicina que Ila-
‘man nuestra atencién. La primera y més importante tiene que
ver con la propia intencisn de la cart, vale decir, con los sinto-
mas y la muerte del abuelo, La segunda, en tanto, y ala que si
bien apenas se dedica un parrafo, esta fuertemente atravesada
por los sentimientos del dolor de quien escribe: la enfermedad
de su propia hija, Descubrimos que fue este timo hecho el que
impidié que la carta hubiese sido escrita con anterioridad, ya
que esta fechada el 11 de abril de 1901, micntras que la muerte
de] abuelo habia ocurride @ mediados de marzo. Ello explica en
parte el tono empleado.
Une bien triste commission me permeis de me rappeller a votre
bon souvenir, car honteux de ma longue négligence envers vous,
Je masais me déterminer a vous éerire.
Cher cousin, malgré mon silence qui a du vous sembler inexpli-
cable, bien souvent nous avons causé de vous avec papa
Dussaillant et surtout avec ma ferme {..J je caressais l'éspoir
de renouveller les bonnes soirées que j'ai passées au miliew de
vous tous si vous vouliez me pardonner ma négligence: mais
élas side si doux moments sont encore possibles, ils ne seront
sans regrets, Marguerite, qui promettait d'étre l'dme des
charmantes et tranguilles causeries du soir, ne sera plus 1a, il
faudra que la gemillesse de Gabrielle s'ingénie, non pour faire
‘oublier, mais pour rendre les regrets moin douloureux, ce dant je
suis persuadé, elle s'acquitte ds d présent*7) ATRWESDEUNA ARTA
Enconereto, F. Raab no eseribié antes para informar de la muer-
te del abuelo ni para enviar condolencias por la muerte de
Marguerite, hija de Victor Dussaillant, debido a que é mismo
estaba sufriendo por la enfermedad de su hija mayor. Se trataba
de a fiebre tifoidea, la que tuvo a la nifta ~desconocemos su
edad- agonizando por un mes. Si bien se logré la batalla contra
dicha enfermedad, ésta cobré su precio: la afectada perdid un
ojo. Los detalles con que relata este hecho Haman la atencién y
nos obligan a preguntarnos acerca del estado de avance de la
‘ftalmologia como especialidad médica en el Santiago de co-
mienzos del siglo XX. Es que el padre, frente ala enfermedad de
su hija, se presenta como un defensor de Ia ciencia médica, y
deposita en el especialista toda su confianza, Hoy, sin embargo,
la descripcién que entreya nos despierta mds de una duda,
[J Venfant y a laissé un oeil; les uleérations se sont portées
Jusque sur les yeux et un d’eux a été si profondément attagué,
‘que ta cicasrice laissée par Puleération marque complétement
Ja pupille: ces jours-ci on lui a fait une pupitle atérate, au dire
de Voculiste elle y vera tes bien par la suite et par un savant
tatouage on fera disparaitre la vilaine tache blanche qui ta
defigure, mais tout ea n'est pas gai
‘Una serie de epidemias, como el eétera y la virucla, que cobra-
ron miles de victimas en el pais en las titimas décadas del siglo
XIX, obligaron a lis autoridades a buscar una solucién porla via,
de la prevencidn, Es asi como el presidente José Manuel
Balmaceda habfa acordado crear un Consejo Superior de Higie-
ne en enero de 1889. Para entonces, la tuberculosis y la fiebre
tifoidea eran verdaderas epidemias endémicas que afio tras aflo
seguian cobrando victimas. Las desinfecciones practicadas por
el Desinfectorio Pablico de Santiago en el afio 1901, develan en
parte lo que signifie6 esta tltima en ese afi: de un total de 1.465
practicadas, el mayor porcentaje, esto es,el_ 36,6% correspondia
a casos de fiebre tfoidea, seguida por un 30,6% para la tubercu-
losis”. Entre 1905 y 1910, mientras la viruela maté aun poco
‘mis de 18 mil personas -causando ast un 3% de 1a mortalidad
general- la fibre tifoidea alcanz6 a casi 25 mil muertes, esto es,
€13,9% de las habidas en el pais*. Las tasas de mortalidad eran
normalmente muy altas para este tipo de epidemias y era poco lo
‘que posta hacerse por los enfermos més graves.
A fines det siglo XIX, quienes padeefan de célera, viruela 0
fiebre tifoidea, eran tratados con bebidas sudoriticas, lavativas
de agua de malva con infusi6n de manzzmnilla; se les hacia aseo
cconstante del cuerpo y la boca se desinfeetaba con un poco de
‘agua con yinagre’. En el caso de la fiebre tifoidea, su relacién
con el agua potable era directa, de manera que las deplorables
condiciones higiénicas de la capital de entonces contribusan a la
propagacién de tal tipo de enfermedades. En muchas casas, la
basura simplemente se arrojaba a las acequias, lo que producfa
amontonamientos y las consecuentes inundaciones de aguas con-
taminadas, Tantoes asi que, en 1902, el Consejo de Higiene con-
sideraba que “la red de seequias por donde eirculan las aguas
utilizadas y contaminadas presenta graves problemas de cons-
truccidin en sus paredes que hace Feil las filtraciones de un
‘quido rico en materias organieas que infecta lentamente el se:
lo", De ahi que, para soluctonar el problema, en 1905 comen-
76 laconstruccién de aleantarllado, cuyas obras finalizaron cinco
aos més tarde. La nifa de nuestra earta, sin embargo, se enfer
m6 algunos ios antes de larealizacin de estos mejoramientos
urbunos. Para entonces, si bien la Revista Medica aseguraba que
cl agua que se bebia en la capital era potable, lo ciero es que el
consumo de agua de una creciente poblacién aumentaba mis
‘pido que su produccidn, Si bien es cierto que las mayores vie~
timas de este tipo de enfermedades se hallaban en los sectores
populares, no slo por las pésimas condiciones de vida, sino que
{ambien por la enorme dosis de ignorancia que guardaban von
respecto a las medidas para prevenir o enfrentar una enferme-
dad, es evidente que también afectabs a otros sectores de la po-
blaci6n. Asi, por ejemplo, la vacunacidn antivaridlica era fuerte
mente resistida y debia imponerse a la fuerza, mientras que, con
respecto al e6lera, el solo consejo de hervir el agua para beber
era muchas veces visto como una medida sospechosa"*
En la época, a los hospitales Hegaban Ios marginales de la ciu-
dad, ya que a ningiin miembro de las clases mas acomodadas se
le habria ocurrido ir a curarse a uno de ellos. De hecho, el ingre
sar a tales establecimientos era casi un aviso de defunciéa, ya
«que las tasas de fallecidos eran altas". Por lo mismo, la nifia de
la carta, sin duds, fue tratada en su propia casa, y el hecho de
haber sobrevivide ala fiebre tifoidea, ll menos insintia que quien
laescribié no s6lo confié en Ios tratamientos sugeridos por el 0
Jos médicos que vieron a su hija, sino que su confianza segufa en
alza en el momento de escribir y se demostraba en las esperan-
‘zas que tenfa con respecto a ln recuperacién de Ia vista de la
Nuevamente surge otra interrogante con respecto al tema de la
salud. En este caso, se refiere directamente a la especialidad
oftalmolégica, Sabemos que con la reforma de los planes de es-
tudio de Medicina en 1886, cada futuro médico chileno debia
‘cursar veintitrés asignaturas que se distribufan en seis aiios. En
el primero, se comenzaban los estudios con anatomfa, botinica,
‘quimica, fsica y 2oologia, mientras que en el segundo se seguia
‘con anatoméa y se agregaban histologia, fisiologta, quimica fi
siol6gica y patologia. Durante el tercer afi, en tanto, el alurmno
cursaba las patologias general, médica, quiningica y farmacia.
AlLatio siguiente segufan las patologfas, la terapéutica, y materia
médica, la anatomnfa patoligica y la medicina operatoria. En quin-
toafio comenzaban las clinicas médica, quirirgica, ginecolégica
y oftalmolégica, ademas de higiene. Al aifo siguiente termina-
bban tas clinicas médica y quirirgica, y se hacfan las clinicas de
cobstetricia, infantil, mentales, nerviosas y terminalban con medi-
cina legal. Es decit, cualquier estudiante de medicina de fines
del siglo XIX, se encontraba con la especialidad oftalmol6gicaen st quinto afio de estudio. Dicha especialidad, sin embargo,
era para entonees bastante reciente ya qu, si bien es cierto que
el primer oftalmoscopio haba sido traido a Chile en 1853 porel
doctor Hércules Petit, se considera que la oftalmologéa como
diseiplina comenz6 en Chile en 1874 con la egada del doctor
Emesto Mazzei dese Hai! Seis aiios mis tarde, en 1880 co-
menz6 a fun) intiago el dispensario de Ia espectalidad
nel hospital San Juan de Dios con el propio doctor Mazzei. Por
su parte, el primer oftalméloga chileno fue el doctor Maximo
Cienfuegos, quien estudi¢ tal especialidad en la Universidad de
Leipzig. Al regresar al pais trahajé como ayudante de Mazzei y
luego, hacia 1883, abri6 consultorio en el Hospital San Vicente
de Paul!*, Ademais, fue profesor titular de oftalmologia hasta su
muerte, en 1910. Asi, volviendo a la carta, cuando la hija de
ERaab fue intervenida en el ojo para superar las secuelas que le
haban quedadio de su enfermedad, 1a oftalmologfa en Chile te
nfa casi veinte aflos de historia, Es ficil constatar la mezela de
esperanza y de intenso sufrimiento que siente un padre frente a
aenfermedad grave de una hija. Es precisamente refiriéndose a
Jos momentos que debi6 enirentar mientras la nia y sus médi-
os luchaban contra Ia muerte, que la carta logra sus momentos,
de més profundo dolor. Admite no haber tenido tranguilidad al-
guna como para escribir y haber envejecido stbitamente,
Con respecto al tema central det documento, la enfermedad y
posterior muerte del abuelo, aparece una percepcién diferente
dd la persona del médico. En este caso, es una figura lejana, ala
que se Hlama tardiamente cuando, en verdad, solo logra certificar
Ja muerte reciente del enfermo, Ademis, si bien quien eseribe
cuenta que se estaba esperando a que “papa Dussallant” estu-
vera un poco més fuerte para ir a Santiago a visitar a un buen
médico, claramente tal visita no se concret6. Ello posiblemente
debido, segtin se desprende de la carta a la descontianza que el
propio enlermo sentia hacia los méiicos. Sin embargo, el docu
nento sugiere que ya se habian hecho anilisis dado que existia
un diagndstico concreto: por una parte, se hablaba de una eleva-
ia cantidad de albuminuria en la orina y, por otra, de problemas
cardiacos. En las ltimas décadas del siglo XIX, la medicién de
Ja albuminuria habia aleanzado cierta precisién y, ademés, tos
resultados se obtenfan con mayor rapidez. Esto gracias al estu-
dio de la reaccidn que daba el acido nitrico concentrado con di-
soluciones de albiiminas'. Se sabia queel enfermo tenfa un alto
nivel de esta sustancia y, posiblemente asociado a ello, presenta-
ba evidentes hinchazones en su cuerpo. Con respecto a la afec:
cidn al coraz6n, que finalmente le provocé la muerte, ya tenia
una cierta antigiiedad. De hecho, ya habia cumplido una de las
recomendaciones que se hacfan a ese tipo de pacientes en la €po-
ca: acudir a los baiios termales. Las termas cercanas a Santiago
que solfan visitar los enfermos cardfacos y reumiticos, eran las
de Colina y de Apoquindo”. Es dificil saber a cual de ellas se
alude en la carta, pues Ia altura de ambas es muy similar”
Comme vous le savez papa Dussaillant était matade
Aves veuna canta ( 78
dalbuminurie, en ces demiers temps it commit Vimprudence
aller faire une station a des bains thermaue situés dune gran:
de aliiude, cela lui exaspéra une ancienne affection die coeur et
‘quand it revint ata maison il était trés mal*
A diferencia del asunto médico vinculado a la hija del narrador,
en este caso se advierte, como ya sefalamos, una imagen distin-
ta de la figura del médico. Esto quizé pueda explicarse no solo
por li edad del paciente, y por la desconfianza en los médicos
que I mismo sentia, sino también por la escasa posibilidad de
tuna verdadera mejoria, Ello aclararia el hecho de que el profe
sional sdlo es mencionado escasamente y cuando llega a consta-
tar la muerte. Es mis, ese dia en que “papa Dussaillant” muerte,
la familia estaba reunida como cualquier domingo para almor-
za y pasar la tarde en casa de los abuelos. Es evidente que nadie
presenta una muerte tan cereana, ya que todos continuaron ha
ciendo una vida normal incluso después de que el enfermo, en
hhoras de la tarde, decidiera ira recostarse por sentirse algo can
sado, La narracién se (orna particularmente detallada para refe-
rirse a sus tiltimos momentos de vida. Esto nos resulta de espe-
cial interés no s6lo porque se muestran las distintas reacciones
hhumanas frente a la muerte, sino que también debido a que all
se sefialan pricticas medicinales domésticas comunes en la épo-
ca,
la bonne qui le servait vint nous appelter ne comprenant pas
ce que demandait fe papa, effectivemens it batbutiat, il avait les
yeux égarés, @ la fin on comprit qu'il demandait a boire une
tisanne qu'il s'éait faite faire dans ta journée, on ta lui presenta
et avec peine il en prit une cucillerée: il était alors assis,
déshabillé sur le bord du tit, on essaya de le persuader de prendre
un peu de vin comme cordial, on tw présenta ala bouche, quand
tows d'un coup il se jeta en arriéve, la figure convulsée et le corps
raide et puis d'un léger tremblement, inmediatement on le coucha
ef on lui arrosa d'eau sédative le crdne et le coeur, celui-ci avait
cessé de hatte, enfin, a force d'eau sédative ou qui sait quoi, au
bout de quelques minutes ta respiration et tes mouvertents du
coeur se rétablirent d'une facon normale a notre point de vue,
alors ondétermina de souper en attendant arrivée du médecin
qu'on avait envoyé chercher inmeédiatement, et pendant qu'on
se préparait ase mettre & table, le pauvre papa rendit fe dernier
soupir en une inspiration un pew forte: maman Dussaillant se
ouvait alors seule dans la chambre et comme j'entrais pour
voir comment ca aiait, elle me dit: il vint de Soupiver fort: je
im approche, prends la main du papa por juger du pouts et ma
stupéfaction et grande douleur. je ne trouve plus rien, état
Jini, ily avait a peu prés une demie heure que ta crise avait
En este parrafo de la carta, se mencionan tres remedios que, se-
‘in revistas médicas de la época, eran muy habituales y que
podifan prepararse en casa, Primero se habla de que el propio
cenfermo habia pedido una risana, es decir, una preparacion he-(0) ATRWES DE UNA cARTA
cha en base a agua y que se daba normalmente como bebida
ondnariaalosenfermos. Ensu libro Farmacopea chilena (1886),
‘Adolfo Murillo explica que “para prepararlas se mondam los ve-
fetales de sus partes ines, se contunden y se les tata por
Imaceracin,digestidn, infusin o decocciGa, Seguin fa mayor 0
menor lavilidad con que ceden al agua sus principios
‘medicamentosos””’. Ademis de entregar la receta basica para su
preparcin, sefala Murillo que slo dcben scpuirse las doss
ueélaconseja “en caso que fate a inicacién del médica” lo
ue os sugiere que era empleaca como un medicamento més
por muchos faculativs. Lugo y tras apenas tomar una cu!
faa de tisuna, quienes acompafaban al enfermo inentaron que
Gate ebiera un poco de vino “como cor, esto es, con el fin
de oprovechar ss prncipios conforms Fue entonees cuan
doe! paciemesufrié una convulsin, ante lo cual a fami
rri6aun ercer medicament: el aga sedativa. Esta se apicaba
Conel fn de sedaro ealmar al entero, y también pot prep
rarse en casa. El agua sedativa de Raspail por ejemplo, se ha
cam akohlao de sear, amonaco liquid, coruro de soo
cristalzado y agua comin, y era de uso externo solamente. La
apleacin y previa preparacn deestos medcaments dems
tran el natural manejo que cualquier persona hacia de ellos, sn
lnnevesidad de consular directamente aun médico. En tiempos
en que ls distancias, tos medios de transporte y otos Factores
no permitian un cil acceso aun especialista, la cata nos ins
tia qu cualquier familia contaba con sus propios recursos para
enfentarcieras emergencias meédicas. Bust, adem, con ver
la iauiente taba
‘Tabla°L: Naimero de médicos y de habitantes en el departamen-
(ode Santiago™
allo N° médicos. N° habitantes
1895 250 256.403,
1907 313 332.724
Loanterior significa que, sien 1895 en Santiago habia un médi-
co cada 1,025 habitantes, doce afios mas tarde era uno cada 1.063.
Si se tiene como referencia que hoy en la capital dicha propor-
ci6n es de al menos un médico cada 546 habitantes*, es eviden-
te que, en tiempos en que fue escrita la carta, ef numero de doc-
tores era insuficiente para el tamafio de la poblacién, Ello expli-
cca la necesidad que se tenia por conocer ciertas précticas casc~
ras, La preparacién de tales medicamentos tequeria en ocasio~
nes adguiri sus ingredientes en establecimicntos especializados.
En 1887, segiin la matricula de patentes, en el departamento de
Santiago existiansetenta y cuatro droguerias y boticas. En 1893,
cen tanto, las boticas que funcionaban formalmente en las comi-
sarfas 1°, 2", 34, 4, 5*, 6" y 8" eran noventa y siete, segtin dan
‘cuenta Jos inspectores que velaban por el cumplimiento de los