BORGES: EL ESCRITOR ARGENTINO
YLA TRADICION (OCCIDENTAL)
Por Daniel BaLDeRsToN
‘TULANE UNIVERSITY
Viiies A comenzan afimando que la canonicidad de Borges
estd ahora asegurada, Harold Bloom lo incluye en su lista de
autores en su nuevo libro The Western Canon, y discute a Borges
Gunto con Neruda y Pessoa) en un capitulo con el curioso titu-
lo “Borges, Neruda, and Pessoa: Hispano-Portuguese Whitman’’
Gorges es uno de apenas nueve autores del siglo 2x discutidos en
libro, y de un total de veintiséis autores de la literatura occidental
de Dante para acé). No sé qué pensarfa Borges de sus acompaiian-
tes en el libro de Bloom —apenas sabia de la existencia de Pessoa,
y sobre Neruda tenfa opiniones notoriamente contrariadas— y mu-
‘cho menos de lo del Whitman ibérico.' A Borges le gusté Whitman
1 Uns de les mumerosasidosiucrasas de ete capftulo del loro de Bloom es
cata joya de abirari, sno equivocada, historia literal "La iteaturabispano~
americana de siglo xx, posiblemente mis wital que la norteamericana, tiene tes
fundedores:¢ fabulsta argentino Jorge Luis Borge (1899-1986), e! poeta chile-
10 Pablo Neruda (1904-197) el novelista cubano Alejo Carpentier (1904-1980).
‘Deu matriz Ea surgido una mulitud de importantes figures: novelsas tan dver-
08 como Julio Cortézar; Gabriel Garcia Marquez, Mario Vargas Llosa y Carlos
Fuentes; potas de a importanea internacional d¢ César Vallejo, Octavio Paz y
‘Nicolés Guill. Me oentraré en Borges y Neruda, aunque puede que el tiempo
emuesire la upremacta de Carpenter sobre todos los esrtoresltinoamerica-
108 de este sig. Pero Carpentier se enconraba entre los muchos que extaban ea
‘deuda con Borges, ye papel fandador que Neruda representa en la poesia, Borges
to dene en la prosa rtica y narrativa de manera que los examinaré squt como pa-
‘es literariosy como eseritoresrepresentativos” (El canon occidental. 473 (De
‘qu en adelante se cta de acuerdo con la ediciGn en espaol de esta obra. El au-
tor ace notar que, en el rignal en inglés, "Cortézar” aparece como""Coriazor”.
Nedel E}.
Exe primer prrafo de “Whitman hispano-portugués" de Bloom extéreple-
to de ideas tan extrafas como la nociGn de que Vallejo habe sido procreado por
[Neruda ([sienco el hijo més viejo que el padre!). Otras ejemplos 6 la ignoran-168 Daniel Baderson
Jo suficiente como para ocuparse de él en varios ensayos y para de-
dicarle a Richard Nixon su traduccidn de selecciones de Hojas de
hiierba, pero su eseritura no se parece mucho a la de Whitman des-
pués de més 0 menos 19252 i
El asunto importante aqui no es si Borges merece incluirse en
‘un “canon occidental” de trescientas 0 de mil obras, sino cSmo
Borges modifica nuestra idea de los ednones literarios. En este
articulo quisiera mirar primero sus reflexiones sobre la canoni
dad en “Sobre los clésicos”, luego considerar un ejemplo especial
de su uso de un texto candnico, la Poética de Aristdteles (que apa-
rece, claro est4, en la lista de lecturas del profesor Bloom), en su
relato “La busca de Averroes’”. Posteriormente volveré al ensayo
“B1 escritor argentino y la tradicién’”, como sugiere mi titulo, para
preguntar qué tradiciOn est en jucgo aqui.
En “Sobre los eésicos’” (1965), Borges se declara en contra de
tuna nocién atemporal del clisico y del canon:
(Citsico es aquel libro que una nacia o un grupo de naciones oe! largo tiempo
hhan decidido ler como sien sus piginas todo fuera deliberado, fatal, profun-
0 coma el eosmesy capa de interpretaciones sin término. Previsiblemente,
esas decsiones varan. Para ls alemanes y ausriaes el Fausto es una obra
‘genial; para otres, una do ls mls famosas formas Gel tedio, como el segundo
‘Paraio de Milton ola obra de Rabelais (p. 773).
Agrega: “Una preferencia bien puede ser una supersticiGn’”
(p- 773). La palabra “supersticién’” hace que su lector fiel se acuer-
‘da de Bloom de fa iteratura latinoamericans: considera a sor Juana como una
‘ccritora espaola (p. 543) y argumenta eon respecto a in novela bist6rica: “La
historia y I narrativa se han separado, y nuestas sensiilidades no parecen capa-
ces de conclarias” (p. 31), una afiemacida que demuesira una gnorancla abismal
Ge I novela histriea en América Latina, En su lista de obras can6nicas del siglo
tiecinseve (pp. 548-554) no hay ningén latinoamericano, ni siquiera Sarmiento 0
Machado de Assis,
2 Bloom sabe qu ta poesia juenil de Borges aspiraba aimitar la de Whitman,
‘ero de modo extrafo aliema que Borges cambié de dreeciGn como poeta porque
Neruda ‘‘usurp6 poderosamente’” la voz de Whitman (p. 473) La ignorencia de
‘Bloom en exanto a ése otras hechos de la vida de Borges es insuperable: véase
la pigina 474 sobre la supuesta primera letura de Cervantes en inglés, la pagina
79 para Ja informacién que el matrimonio con Elsa Astete fue su “primer y nico
matrimonio” (lojaké que eso hubiera sido verdad), etosera
2 Gf. el profesor Bloom: “Una antigua prueba para saber si una obra es candni~
casigue vigente: a menos que exija una relectura, no podemoscalificarla de ta. La
‘analogia inevitable es esta, Si eres Don Giovanni y Leporelo te lleva la event,
tn breve encuentro es suiciente” (p. 40)
Borges: el exertor aeatnoy tradi oceidental) 1
de del ensayo de muchos afios antes, “‘La supersticiasa ética del lec-
tor’” en Discusién, donde propone que gran parte de lo que pasa por
Jectura imaginativa se asfixia por una obediencia ciega a las lectu-
ras convencionales; seguramente en el ensayo sobre los clésicos las
palabras “‘supersticién” y “tedio’” se alfan con lo convencional.
Més adelante en el mismo ensayo (quese agrega como el ensayo
final a ediciones tardias de Owras inquisiciones, libro originalmente
publicado en 1952), desarrolla esa idea:
Las emociones que la literatura sucita son quizss eternas, pero los medios
‘deben constantemente varia, siquiera de un modo levsimo, para no perder
su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lector. De abel peligro de
afirmar que existen obras esis y que lo serén para siempre (p. 773)
Concluye el ensayo: '*Clisico no es un libro... que nevesaria-
‘mente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones
de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor
yy con una misteriosa lealtad’” (p. 773); aqui se podria subrayar la
palabra “‘diversa’’, utilizada memorablemente en la dltima frase de
“La esfera de Pascal’
Y a propésito de la esfera de Pascal, cuyo centro no esta en
ninguna parte y cuya citcunferencia cs infinita, vale la pena notar
que en el centro algo austero del campus de la Universidad de Séo
Paulo en Brasil, al lado de la bandera nacional, hay un letrero que
dice: No universo da cultura 0 centro esté em toda parte. Esta frase,
no incluida por razones evidentes en el censo que hace Borges de
variaciones sobre Pascal, ¢s el producto de algdin lector del ensayo
de Borges, apropiado para esta declaracién sostayada sobre la cul-
tura latinoamericana, El centro esté en todas partes: Borges estaria
halagado con este desplazamiento del canon, tan afin al que inventa
cen ensayos como “*Kafka-y sus precursores” y “Nota sobre (hacia)
Bernard Shaw’, sin hablar de los textos més evidentes, “Sobre los
lésicos”” y “El escritor argentino y la tcadici6n’”.
La nocién, defendida de manera tan apasionada en ‘‘Sobre los,
lasicos’’, de que no es s6lo la relectura sino la relectura siempre va-
riada, acaba con ideas convencionales del canon, incluso con las de!
profesor Bloom. El es partidario de la relectura, pero de una relec-
tura menos inquieta, que apenas profundiza nuestra visién de que
los personajes de Shakespeare crecen y cambian, de que los perso-
najes de Dante son estaticos, y asi sucesivamente. De Borges, por
ejemplo, escribe:10 Daniel Batderson
[Bi temor ao que Freud denominaba la novela familia ya fo que podriamos
llamar ta novela familiar de fa iteratura confina a Borges alt repeticién, a
‘una excesivaidclizacin de fa relacin escrtorector. Puede que sea predi-
samente esto lo que le convierte en el padre ideal de Ia iteratura hispanca-
‘mericana modema: el ser infinitamente sugestivo y su alejamlento de todos
os conflicts clturales Sin embargo puede que esté condenado a una menor
‘eminencia, an canGnica pero ya no central, ea laHteratura moderna. Com-
parar su relatos y pardbolas con los de Kafka, aunque parece inevitable, n0
resulta muy halagador para Borges, en parte porque éste invoca a menudo &
Kafka, de manera tanto evidente como implicta. A Becket, con quien Bor-
48 comparté un premio internacional en 1961, podemos releerlo una y otra
vez con apasionamiento, a Borges no. Borges 6s muy hébil, pero no admite
‘una vision sehopenbaueriana tan poderosameate como Beckett*
Hay varias cosas que estén mal aqui. Primero, Bloom se cie-
ga totalmente al uso particular que hace Borges de la repeticién,
porque en Borges repetir —como demuestra con suma claridad en
“Pierre Menard’"— es el lugar de la diferencia, de la divergencia.
‘Segundo, el hecho de que Borges se inclina més bien a “‘abrazar””
ue a asesinar a sus precursores lo convierte en una figura conflicti-
va para el sefior Bloom porque no cabe dentro del esquema edfpico
-esbozado hace tantos afios en The anxiety of influence, pero eso no lo
convierte necesariamente en un escritor menor; de hecho, su ma-
nera de tejer texto y alusién ha resultado fructifera para muchos
cscritores y artistas, y fascinante para un sinntimero de lectores y
citcos. Y tercero, fo de la relectura en sf: lejos de mi imponer-
le al sefior Bloom cémo releer, pero no he frecuentado otro texto
siempre tan diferente, tan nuevo, como el de Borges.
Borges es, como lo reconoce Bloom, central a la “‘tradicién oc-
‘idental”” por su relacién abarcadora con ella, aunque el fatiga-
do modelo épico de Bloom pone en tela de juicio si es saludable:
“Borges... absorbe de modo explicito toda la tradicién canénica y
la refleja. Si este abrazo sin reservas de sus precursores ha opacado
finalmente los logros de Borges es una cuestiGn dificil” (p. 432).
Bloom cree que Borges no es suficientemente ag6nico, y el agon,
‘como sabemos, es el centro de la cosmovisién del profesor de Yale
(V titulo de uno de sus numerosos pero parecidos libros). EI mundo
‘ Continda Bloom: ‘Sin embargo, la posiciGn de Borges en e canon occidental,
si prevalece, serd tan segura como la de Kafka yla de Beckett. De todaslos autores
Jatinoamericanos de este siglo, es el mas universal” (pp. 480-481). ZQUué ipo de
“universlidad” iene Borges para Bloom?
Borges el excritor argentino ya adic (ocidental) m
de Borges, como la esfera de Pascal o el lema de la Universidad de
‘Sao Paulo, tiene un centro cambiante que puede estar en cualquier
parte,
En ningtin texto es tan aguda esta sensacién de diferencia,
de desplazamiento, como en “La busca de Averroes’’, el cuento de
1947 de El Aleph.
La Pottica de Arist6teles es el texto fundacional de la critica yla
teorfa literaria “‘occidentales”, aun si Bloom prefiere como punto
de origen las reflexiones de Arist6fanes sobre Euripides (p. 196);
‘entonces ¢s interesante ver qué hace Borges con los cénones en el
relato. Su Averroes, ocupado en el comentario sobre la Poética,
¢s perturbado por una duda “filol6gica”” que tiene que ver con su
‘comentario sobre la Poética, con respecto al significado de dos pala-
bbras desconocidas, “tragedia”’ y ‘comedia’’. Ahora bien, cualquier
lector de la Poética concordaré que una incapacidad de descifrar ¢s-
tas palabras dificultaré la comprensin plena del texto de Arist6te-
les, y Averroes comparte esta preocupacién: ‘‘Esas dos palabras
arcanas pululaban en el texto de la Poética; imposible eluditlas”” (p.
583).
‘Gran parte del relato de Borges es una discusi6n con Abuledsim
ALAsharf sobre si es mejor mostrar o narrar. Al-Ashari cuenta su
experiencia de haber asistido a una representaci6n teatral en la Chi-
na —'“Imaginemos que alguien muestra una historia en vez de re-
ferirla”” (p. 585)— pero como no la cuenta de modo comprensible,
el consenso entre sus escuchas es que es innecesario emplear a mu-
cchas personas para narrar una historia cuando basta un solo narra-
dor. El asunto aparece en la Poética, en el pasaje citado por Borges
ea “El pudor de la historia”, cuando Aristételes refiere que Esqui-
Jo aumenté el niimero de actores de uno a dos;s Borges comenta el
pasaje en dicho ensayo de este modo:
Nunca sabremos si (squires, siquira de un moto impereco, lo
signifi de age! pasje del uno al dos, dt unided sf puralidad y
as af infiito. Con el segundo stor entraron el diogo y as indefnidas
postilidedes det reaccién de unos caracteres sobre otros (pp 754-75).
El mismo asunto—mostrar versus narrar— preocupaba a Henry
James y a sus seguidores, notablemente a Percy Lubbock; en el re-
Jato, Farach, el estudioso del Alcorén, dice del teatro chino descrito
# Richard Janko, en Ariststeles, Poetics, p. 6.m Daniel Balderton
por Abulcésim: “En tal caso... no se requerian veinte personas. Un
solo hablista puede referir cualquier cosa, por compleja que sea”*
(p. 586).
Pero el propésito central del relato es, como dice el narrador al
final, ‘cl proceso de una derrota... el caso de un hombre que se
ropone un fin que no esté vedado a los otros, pero si a él” (pp.
587-588). Para el narrador, y presumiblemente para el lector, la
Jectura de la Poética de Aristételes por alguien que no tenga co-
nocimiento y experiencia del teatro es impensable, pero es el caso
de Averroes en la Andalucia del siglo xa. De modo irdnico, cla-
1, el narrador sefiala que los nifios en la calle estén jugando a ser
muecin y congregacién (es decir, haciendo de teatro), y la conversa-
ci6n en casa de Farach gira, como hemos visto, en torno al relato de
Abulcdsim de una visita a un teatro chino. Una lectura de la Poética
por alguien que piensa que la tragedia es el panegirico y la come-
dia es la sétira es risible, como afirma Renan en el mismo pasaje
de Averroes et Vaverroisme del cual Borges sacé el epigrafe del rela-
to: “Cette paraphrase accuse... ignorance la plus compléte de la
littérature grecque’” (p. 48).¢
Ahora quisiera confesar haber leido el Comentario medio de
4a Pottica de Aristoteles, traducido al inglés en 1986 por Charles
E. Butterworth. Esta obra es poco conocida en el mundo érabe, afir-
ma Butterworth. Renan dice en algiin momento que las obras a
las que Averroes tenfa acceso eran traducciones latinas de traduc-
ciones hebreas de un comentario érabe de traducciones érabes de
traducciones siriacas de originales griegos (p. 52); la incapacidad
de Averroes de leer a Aristételes directamente es superada por la
incapacidad de sus lectores (de Toms de Aquino a Borges) de le-
‘elo directamente. Si no fuera por las notas a la edicién de But-
terworth, los comentarios de Averroes sobre la poesia y la poética
4rabes serian incomprensibles para el lector occidental no arabis-
ta, as{ como Averroes no pudo descifrar del todo las reflexiones de
Aristételes sobre la poesfi’ griega. Pero esto no es lo importante.
Averroes reconoce de entrada que Aristételes comenta aspectos de
Ja poesfa griega que no tienen analogfas adecuadas en la poesia éra-
bbe, 0 en Ja poesia de “muchas o todas las naciones"’, para utilizar
su frase frocucnte; se dedica a uduptur las ideas de Aristételes a la
Es sorprendente que Julia Kushiglan no haya dicutdo tas tendencas
“orlentalistas” en ete relat, que ella menciona de pato‘en su capitulo sobre Bor
‘es en Orientalism inthe Hispanic lterary radition, p24,
Borges el excritor argentino ye udicén occidental) 13
poesia drabe.? Asi, declara ao largo de su comentario que Aristéte-
Jes no establece las reglas para oda la poesia y que él tampoco lo va
a hacer; la Poética y el Comentario medio son particulares més que
sgenerales en su alcance.
En uno de sus ensayos sobre Dante, escribe Borges: “La preci-
siGn que acabo de indicar no es un artificio ret6rico; es afirmacién
de la probidad, de la plenitud, con que cada incidente del poema ha
sido imaginado’’.t En el caso del Averroes de Borges, lo que esté en
juego al afirmar esta “‘precisién’’ no son las referencias minimas a
Ja Espafia musulmana sino el rigor intelectual con el que la cosmo-
visi6n de Averroes ha sido recreada: se cita el capitulo correcto del
Tahafut, se nombra a los traductores exactos al rabe de Aristéte-
les, se consulta en el momento justo al comentarista helenistico so-
bre Aristételes, Alejandro de Afrodisias. John Sturrock se equivoca
rofundamente cuando pone en tela de juicio la erudicién de Bor-
ges, al dudar de la existencia de Alejandro de Afrodisias (p. 279) y
al declarar del Tahafut de Al-Ghazali y de la respuesta de Averroes:
“Si éstas son obras reales del pensamiento érabe, o si Jas ha inven-
tado Borges, no lo sé. Su existencia es, para decirlo asi
(p. 280). Al contrario: Borges no supo leer ni érabe ni hebreo pero
hizo excelente uso del material (no del “inmaterial’”) en latin y en
Jenguas modernas europeas al que si tuvo acceso.
“Pierre Menard’’, como “La fruiciGn literaria’”, complica el
asunto de la interpretacién literaria al insistir en que el significa-
do de un texto depende no sélo de las condiciones de su produc-
cién (quién lo eseribié, cudndo, y en qué circunstancias), sino tam-
bién de las de su recepcién. En este relato Ja misma idea se ase-
vera en la discusién en torno a la cuestién de si la metafora en un
oema clésico drabe (el destino percibido como un camello ciego)
se ha vuelto mero clisé; Averroes afirma al contrario que una ima-
gen escrita en el desierto érabe adquiere nuevos significados siglos
més tarde en Al-Andalus: “Dos términos tenfa la figura y hoy tie-
ne cuatro” (p. 587). Los dos nuevos términos que se agregan a
la figura (que consistié originalmente en ‘‘camello’” y ‘‘destino””)
son “Zubair”, el poeta érabe que inventé la imagen, y “‘nuestros
pesares”’, los padecimientos y dolores de los lectores espatioles de
7 Tan Stavans no discute esta dimensiGn de la obra de Averroes en su articulo
sobre el elato,
8 Nueve ensayos dantescs,p. 88.
* Sobre Zuhair, véase la nota de Butterworth sobre otto poema suyo, Middle
Commentary, p. 61.m4 Danie! Baiderston
istantes del desierto érabe. Del mismo modo, el texto
de Aristételes se enriquece al ser lefdo por Averroes, y el de Ave~
rroes al ser leido por Borges, aunque la “‘diferencia’” entre uno y
otro sea tan invisible como la que separa la versiGn de Cervantes de
“la verdad, cuya madre es la historia”” (p. 449) de la de Menard.
“La busca de Averroes”, entonces, es la historia del texto fun-
dacional de la teoria literaria occidental, mal comprendido —o me-
jor dicho, imaginado nuevamente— en un contexto cultural dife-
rente. La historia se presenta como una tragedia en los términos
de Aristételes: la busca del filésofo se deshace por su propia igno-
rancia, y por el hecho de que intenta ocultarla con un sentimiento
de superioridad. Porque intentar un comentario sobre la Poética sin
saber qué ¢s el teatro (y mucho menos la distincién entre la come-
dia y la tragedia) es un acto de soberbia.” El fracaso de Averroes
—quise narrar el proceso de una derrota"” (p. 587)—se refleja en
cl del narrador; la desaparicién de Averroes ante el espejo sefiala
Jas limitaciones de la imaginaci6n del narrador.
‘Renan, al leer traducciones latinas de traducciones hebreas de
tun comentario en arabe sobre traducciones arabes de tradueciones
siriacas de un original griego: lo que es interesante en esta cadena
1no es sélo la distancia que separa a Renan de Averroes, ya Averroes
de Aristételes, sino también Ia atencién sostenida al objeto comen-
tado. Como las filas de traductores en la crénica del Inca Garci-
laso de la expedici6n espafiola a la Florida, esta atencién sugiere
la posibilidad de la comunicacién. Aristételes en diltima instancia
sera tan distante de nosotros como Averroes, peto Borges, con su
generosidad habitual, nos invita (y sin las amenazas y reprensiones
del profesor Bloom) a esta aventura.
‘Y eneesta distancia oderrota hay también nuevos descubrimien-
tos: la discusi6n de la metéfora ¢s més sutil y mas rica en Averroes
que en Aristétcles (aunque el lector no arabista dependerd de las,
notas de Butterworth para entenderla), y Borges abre nuevos espa-
cios discursivos al borrar genealogias intelectuales y puntos de ori
‘gen. Cuando Averroes recuerda su exilio en Marruecos en el relato,
dice:
‘Asi, atormentado hace afics en Marrakesh por memorias de Oérdobe, me
‘complacia en repeti el apéstrofe que Abdurrahman drigié en ls jardines de
'®Y caro eaté que aun los ericos que lenen experiencia del teatro han teni-
do diversas otras dificaltades de interprtacion de la Podtica: véanse Else, Davis,
‘anko, y los ensayos en lacolecién de Rory
Borges el exctor argentino ya win (ocidental) ns
‘Ruzafa @ una palma aficena:
‘To también eres, ioh palma!
En este suelo extranera.
Singular beneficio ela poesia; palabras redatadas por un rey que anhelaba et
Oriente me sirvieron amy, éesterado en Ais, pra mi nostalgia de Espasa
(58,
Esta parébola dentro del relato més amplio sirve para enfocar
el problema de origen. é'“Desciende” el pensamiento de Averroes
del de Aristoteles? CY el nuestro? La respuesta a ambas preguntas
es negativa: no hay “*herencia’” directa posible, sino la reinvenci6n
constante de la tradici6n, lo que Borges en otro lado llama la crea-
cin de precursores. Averroes convierte a Aristételes en algo ex-
trafio porque no tiene experiencia directa del teatro, pero Arist6te-
les es igualmente extrafio para los lectores modernos que si Ia tie-
nen, como se puede comprobar al leer las controversias modernas
en torno a la Poética. Y es en este proceso de convertir en algo
extrafio que Borges més se acerca a Bloom (0 que Bloom més se
acerca a Borges, ya que The anxiety of influence y sus muchas con-
timuaciones, incluso ésta, ‘descienden’’ de “Kafka y sus precurso-
res”), dado que el profesor de Yale afirma hacia el final de su libro
Gusto antes de la mal afamada lista) que ‘‘esas ambivalencias defi-
nen la centralidad en el contexto canénico”” (p. 534). Un poco més
adelante, agrega:
{Un canon es una aniedad conquisiada, al igual que toda gran obraliteraria es
Ja ansiedad conquistada de! estrtor. B1 canon iterario no nos sumerge en Ja
‘cultura; no nos fibera dela ansiedad cultural. For contra, confirma nuestras
‘ansiedades culturales, aunque ayuda a darles forma y coberenca (p. 535).
Una de las ansiedades centrales producidas por la idea de canon
¢s Ia experimentada por el lector, aun por el lector profesional 0
académico, derivada de la biblioteca inmensa de libros no leidos
co mal recordados. Este problema es tal vez mas agudo en el Nuevo
Mundo (y en el mundo poscolonial en general), por los conflictos
‘ea torno al legado cultural, problema que interes6 a Borges en “El
escritor argentino y la tradiciGn’’. La reaccién de Bloom, como la
de E. D. Hirsch en Cultural literacy (y también la de Ezra Pound
en el ABC of reading) es compilar una larga lista, lo cual s6lo au-
‘mentard la ansiedad de algunos lectores (y la irritacin de otros).16 Daniel Dabderston
Borges desplaza la cuesti6n de la convencién o la tradicién al gus~
to individual: hacia el fin de Sobre los clésicos”,escribe: “Libros
como el de Job, La Divina Comedia, Macbeth (y, para mf, algunas
de las sagas del Norte) prometen una larga inmortalidad, pero nada
sabemos del porvenir, salvo que diferiré del presente’” (p. 773), 0
més adelante, y en un tono todavia més personal: ‘*Yo, que me he
resignado a poner en duda la indefinida perduracién de Voltaire 0
de Shakespeare, creo (esta tarde de uno de los tiltimos dias de 1965)
en la de Schopenhauer y en la de Berkeley’” (p. 773). El éafasis en
lo particular en estas afirmaciones, el hecho de que se declaran en
primera persona del singular y que, como en el segundo caso, lle-
‘van incluso fecha, desplaza la cuesti6n de la universalidad o de lo
colectivo a cuestiones de gustos y lealtades personales. Creo que no
cabe duda que Borges se habria divertido con las listas solemnes y el
tono rencoroso del profesor Bloom, y habria reaccionado con una
broma al hecho de ser canonizado por Bloom, tal vez con e! mis-
mo tono que utilizé en ‘Las alarmas del doctor Américo Castro”:
“En la pégina 12, el doctor Castro ha enumerado algunos escrito-
res [argentinos] cuyo estilo es correcto; a pesar de la inclusion de
mi nombre en ese catélogo, no me creo del todo incapacitado para
hablar de estilistica’” (p. 657).
En “El escritor argentino y la tradicidn’’, escribe Borges que
para escritores como Shaw, Berkeley y Swift, “les bast el hecho
de sentirse irlandeses, distintos, para innovar en la cultura inglesa"”
(p. 273), y utiliza el mismo argumento para establecer la primacia
de los judios en la cultura europea. Después continéa, en palabras
famosas: ‘Creo que los argentinos, los sudamericanos en general,
‘estamos en una situaci6n andloga; podemos manejar todos los te-
mas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia
«que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”” (p. 273).
En ese ensayo, que es claramente una respuesta al cuestionamiento
por parte de los intelectuales peronistas de si Borges era suficiente-
mente argentino," Borges propone una especie de programa, pero
de modo que socava ideas fijas del canon y de la tradicién:
1 Vease, por ejemplo, Cvilizacn y barbare en la cultura argentina (1956), de
Fermin Chavez, quien alaca a Borges por su ‘‘denigracion de lo criginal en pro-
vecho de lo espurio” (p. 41), por su “buena literatura borgiana pero no muy ar-
‘gentina’” (p. 37). Agradezco a Julio Ramos el haber comentaéo, Iuego de una
presentacion de la primera vesin de este ensayo, que “El escritor argentino y la
tradici6n”,presentado en 1951, es una evidente respuesta ala polémica entre los
intelectual argentinos provoeada por el nacionalismo cultural del gobierno de
Perén,
Borges el exitor argentino ya wadlelén (ocldental) ”
Por es0 repito que no debemas emer y que debemos pensar que nuesto pa~
ttimonio es el universo;ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos
‘alo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y
‘en ese caso lo seremas de cualquier modo, oser argentino es una mera afec-
taciéa, una miscara.
‘Creo que si nos abandonamos a ese sue voluntario que se ama la crea
«ign artistic, seremos argentinos y seremos, también, buenos 0 tolerables es-
cxitores(p. 274).
Este alegato por la libertad contra cualquier tipo de restriccio-
nes, sean nacionalistas 0 pedagdgicas, es la respuesta por parte de
Borges a la versién local de lo que Bloom llama “‘la Escuela del
Resentimiento”’, que incluird a la mayor parte de los que estamos
aqui hoy, y que lo sefiala més que nadie a él mismo, ya que el resen-
timiento —el agon— le “‘rubrica la cara”, en palabras de Borges.
En “La fruicin literaria’, el ensayo de 1928 sobre la lectura,
publicado en El idioma de los argentinos, Borges anticipa de modo
‘curioso el argumento de su relato de 1947, “El inmortal”” (que ori
ginalmente llev6 el titulo “Los inmortales’’, como aqui). Después
de notar que “El tiempo —amigo de Cervantes— ha sabido corre-
girle las pruebas” (p. 92), agrega:
En general, el destino de ls inmortles es otro. Los pormenores de su sentir
‘de su pensar suelen desvanecerse 0 yaceninvsibles en su labor, irrecupera-
‘bles einsospechados. En cambio, su individualidad (esa simpliicadtsima idea
platénica queen ning rato de su via fueron con pureza) se aferra como una
‘ale alas alas. Se vuelven pobres y perfectas como un guatismo. Se hacen
abstracciones. Son apenas un mangjto de sombra, pero 1 son con eternidad
(9.2)
Escribe Bloom de “El inmortal"*:
‘Suponemos, al final del relato, que los rasgossingularmente vags son los del
Inmortal,e! mismisimo poeta Homero, que se ha fusionado con el tribune
romano y finalmente (como consecuencia) con el propio Borges, del mismo
‘modo que el retato “El inmortal”funde a Borges coa sus modelos: De Quin-
ey, Poe, Kafka, Shaw, Chesterton, Conrad y varios mis (p. 482).
‘Una pégina més adelante aiiade: “Borges, en parte, estd satri
zando Regreso a Methuselah, pero también esté atacando su propio
idealismo literario. Sin rivalidad y polémica entre los Inmortales no
hay, paradéjicamente, vida, y la literatura muere” (p. 483). Gra-
cias a las relecturas polémicas, incluso la de Bloom, no cabe dudam8 anil Batderston
que ahora, once afios después de la muerte de Borges en Ginebra,
su obra canta, como Gardel, cada dia mejor.
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