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BORGES: EL ESCRITOR ARGENTINO YLA TRADICION (OCCIDENTAL) Por Daniel BaLDeRsToN ‘TULANE UNIVERSITY Viiies A comenzan afimando que la canonicidad de Borges estd ahora asegurada, Harold Bloom lo incluye en su lista de autores en su nuevo libro The Western Canon, y discute a Borges Gunto con Neruda y Pessoa) en un capitulo con el curioso titu- lo “Borges, Neruda, and Pessoa: Hispano-Portuguese Whitman’’ Gorges es uno de apenas nueve autores del siglo 2x discutidos en libro, y de un total de veintiséis autores de la literatura occidental de Dante para acé). No sé qué pensarfa Borges de sus acompaiian- tes en el libro de Bloom —apenas sabia de la existencia de Pessoa, y sobre Neruda tenfa opiniones notoriamente contrariadas— y mu- ‘cho menos de lo del Whitman ibérico.' A Borges le gusté Whitman 1 Uns de les mumerosasidosiucrasas de ete capftulo del loro de Bloom es cata joya de abirari, sno equivocada, historia literal "La iteaturabispano~ americana de siglo xx, posiblemente mis wital que la norteamericana, tiene tes fundedores:¢ fabulsta argentino Jorge Luis Borge (1899-1986), e! poeta chile- 10 Pablo Neruda (1904-197) el novelista cubano Alejo Carpentier (1904-1980). ‘Deu matriz Ea surgido una mulitud de importantes figures: novelsas tan dver- 08 como Julio Cortézar; Gabriel Garcia Marquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes; potas de a importanea internacional d¢ César Vallejo, Octavio Paz y ‘Nicolés Guill. Me oentraré en Borges y Neruda, aunque puede que el tiempo emuesire la upremacta de Carpenter sobre todos los esrtoresltinoamerica- 108 de este sig. Pero Carpentier se enconraba entre los muchos que extaban ea ‘deuda con Borges, ye papel fandador que Neruda representa en la poesia, Borges to dene en la prosa rtica y narrativa de manera que los examinaré squt como pa- ‘es literariosy como eseritoresrepresentativos” (El canon occidental. 473 (De ‘qu en adelante se cta de acuerdo con la ediciGn en espaol de esta obra. El au- tor ace notar que, en el rignal en inglés, "Cortézar” aparece como""Coriazor”. Nedel E}. Exe primer prrafo de “Whitman hispano-portugués" de Bloom extéreple- to de ideas tan extrafas como la nociGn de que Vallejo habe sido procreado por [Neruda ([sienco el hijo més viejo que el padre!). Otras ejemplos 6 la ignoran- 168 Daniel Baderson Jo suficiente como para ocuparse de él en varios ensayos y para de- dicarle a Richard Nixon su traduccidn de selecciones de Hojas de hiierba, pero su eseritura no se parece mucho a la de Whitman des- pués de més 0 menos 19252 i El asunto importante aqui no es si Borges merece incluirse en ‘un “canon occidental” de trescientas 0 de mil obras, sino cSmo Borges modifica nuestra idea de los ednones literarios. En este articulo quisiera mirar primero sus reflexiones sobre la canoni dad en “Sobre los clésicos”, luego considerar un ejemplo especial de su uso de un texto candnico, la Poética de Aristdteles (que apa- rece, claro est4, en la lista de lecturas del profesor Bloom), en su relato “La busca de Averroes’”. Posteriormente volveré al ensayo “B1 escritor argentino y la tradicién’”, como sugiere mi titulo, para preguntar qué tradiciOn est en jucgo aqui. En “Sobre los eésicos’” (1965), Borges se declara en contra de tuna nocién atemporal del clisico y del canon: (Citsico es aquel libro que una nacia o un grupo de naciones oe! largo tiempo hhan decidido ler como sien sus piginas todo fuera deliberado, fatal, profun- 0 coma el eosmesy capa de interpretaciones sin término. Previsiblemente, esas decsiones varan. Para ls alemanes y ausriaes el Fausto es una obra ‘genial; para otres, una do ls mls famosas formas Gel tedio, como el segundo ‘Paraio de Milton ola obra de Rabelais (p. 773). Agrega: “Una preferencia bien puede ser una supersticiGn’” (p- 773). La palabra “supersticién’” hace que su lector fiel se acuer- ‘da de Bloom de fa iteratura latinoamericans: considera a sor Juana como una ‘ccritora espaola (p. 543) y argumenta eon respecto a in novela bist6rica: “La historia y I narrativa se han separado, y nuestas sensiilidades no parecen capa- ces de conclarias” (p. 31), una afiemacida que demuesira una gnorancla abismal Ge I novela histriea en América Latina, En su lista de obras can6nicas del siglo tiecinseve (pp. 548-554) no hay ningén latinoamericano, ni siquiera Sarmiento 0 Machado de Assis, 2 Bloom sabe qu ta poesia juenil de Borges aspiraba aimitar la de Whitman, ‘ero de modo extrafo aliema que Borges cambié de dreeciGn como poeta porque Neruda ‘‘usurp6 poderosamente’” la voz de Whitman (p. 473) La ignorencia de ‘Bloom en exanto a ése otras hechos de la vida de Borges es insuperable: véase la pigina 474 sobre la supuesta primera letura de Cervantes en inglés, la pagina 79 para Ja informacién que el matrimonio con Elsa Astete fue su “primer y nico matrimonio” (lojaké que eso hubiera sido verdad), etosera 2 Gf. el profesor Bloom: “Una antigua prueba para saber si una obra es candni~ casigue vigente: a menos que exija una relectura, no podemoscalificarla de ta. La ‘analogia inevitable es esta, Si eres Don Giovanni y Leporelo te lleva la event, tn breve encuentro es suiciente” (p. 40) Borges: el exertor aeatnoy tradi oceidental) 1 de del ensayo de muchos afios antes, “‘La supersticiasa ética del lec- tor’” en Discusién, donde propone que gran parte de lo que pasa por Jectura imaginativa se asfixia por una obediencia ciega a las lectu- ras convencionales; seguramente en el ensayo sobre los clésicos las palabras “‘supersticién” y “tedio’” se alfan con lo convencional. Més adelante en el mismo ensayo (quese agrega como el ensayo final a ediciones tardias de Owras inquisiciones, libro originalmente publicado en 1952), desarrolla esa idea: Las emociones que la literatura sucita son quizss eternas, pero los medios ‘deben constantemente varia, siquiera de un modo levsimo, para no perder su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lector. De abel peligro de afirmar que existen obras esis y que lo serén para siempre (p. 773) Concluye el ensayo: '*Clisico no es un libro... que nevesaria- ‘mente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor yy con una misteriosa lealtad’” (p. 773); aqui se podria subrayar la palabra “‘diversa’’, utilizada memorablemente en la dltima frase de “La esfera de Pascal’ Y a propésito de la esfera de Pascal, cuyo centro no esta en ninguna parte y cuya citcunferencia cs infinita, vale la pena notar que en el centro algo austero del campus de la Universidad de Séo Paulo en Brasil, al lado de la bandera nacional, hay un letrero que dice: No universo da cultura 0 centro esté em toda parte. Esta frase, no incluida por razones evidentes en el censo que hace Borges de variaciones sobre Pascal, ¢s el producto de algdin lector del ensayo de Borges, apropiado para esta declaracién sostayada sobre la cul- tura latinoamericana, El centro esté en todas partes: Borges estaria halagado con este desplazamiento del canon, tan afin al que inventa cen ensayos como “*Kafka-y sus precursores” y “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw’, sin hablar de los textos més evidentes, “Sobre los lésicos”” y “El escritor argentino y la tcadici6n’”. La nocién, defendida de manera tan apasionada en ‘‘Sobre los, lasicos’’, de que no es s6lo la relectura sino la relectura siempre va- riada, acaba con ideas convencionales del canon, incluso con las de! profesor Bloom. El es partidario de la relectura, pero de una relec- tura menos inquieta, que apenas profundiza nuestra visién de que los personajes de Shakespeare crecen y cambian, de que los perso- najes de Dante son estaticos, y asi sucesivamente. De Borges, por ejemplo, escribe: 10 Daniel Batderson [Bi temor ao que Freud denominaba la novela familia ya fo que podriamos llamar ta novela familiar de fa iteratura confina a Borges alt repeticién, a ‘una excesivaidclizacin de fa relacin escrtorector. Puede que sea predi- samente esto lo que le convierte en el padre ideal de Ia iteratura hispanca- ‘mericana modema: el ser infinitamente sugestivo y su alejamlento de todos os conflicts clturales Sin embargo puede que esté condenado a una menor ‘eminencia, an canGnica pero ya no central, ea laHteratura moderna. Com- parar su relatos y pardbolas con los de Kafka, aunque parece inevitable, n0 resulta muy halagador para Borges, en parte porque éste invoca a menudo & Kafka, de manera tanto evidente como implicta. A Becket, con quien Bor- 48 comparté un premio internacional en 1961, podemos releerlo una y otra vez con apasionamiento, a Borges no. Borges 6s muy hébil, pero no admite ‘una vision sehopenbaueriana tan poderosameate como Beckett* Hay varias cosas que estén mal aqui. Primero, Bloom se cie- ga totalmente al uso particular que hace Borges de la repeticién, porque en Borges repetir —como demuestra con suma claridad en “Pierre Menard’"— es el lugar de la diferencia, de la divergencia. ‘Segundo, el hecho de que Borges se inclina més bien a “‘abrazar”” ue a asesinar a sus precursores lo convierte en una figura conflicti- va para el sefior Bloom porque no cabe dentro del esquema edfpico -esbozado hace tantos afios en The anxiety of influence, pero eso no lo convierte necesariamente en un escritor menor; de hecho, su ma- nera de tejer texto y alusién ha resultado fructifera para muchos cscritores y artistas, y fascinante para un sinntimero de lectores y citcos. Y tercero, fo de la relectura en sf: lejos de mi imponer- le al sefior Bloom cémo releer, pero no he frecuentado otro texto siempre tan diferente, tan nuevo, como el de Borges. Borges es, como lo reconoce Bloom, central a la “‘tradicién oc- ‘idental”” por su relacién abarcadora con ella, aunque el fatiga- do modelo épico de Bloom pone en tela de juicio si es saludable: “Borges... absorbe de modo explicito toda la tradicién canénica y la refleja. Si este abrazo sin reservas de sus precursores ha opacado finalmente los logros de Borges es una cuestiGn dificil” (p. 432). Bloom cree que Borges no es suficientemente ag6nico, y el agon, ‘como sabemos, es el centro de la cosmovisién del profesor de Yale (V titulo de uno de sus numerosos pero parecidos libros). EI mundo ‘ Continda Bloom: ‘Sin embargo, la posiciGn de Borges en e canon occidental, si prevalece, serd tan segura como la de Kafka yla de Beckett. De todaslos autores Jatinoamericanos de este siglo, es el mas universal” (pp. 480-481). ZQUué ipo de “universlidad” iene Borges para Bloom? Borges el excritor argentino ya adic (ocidental) m de Borges, como la esfera de Pascal o el lema de la Universidad de ‘Sao Paulo, tiene un centro cambiante que puede estar en cualquier parte, En ningtin texto es tan aguda esta sensacién de diferencia, de desplazamiento, como en “La busca de Averroes’’, el cuento de 1947 de El Aleph. La Pottica de Arist6teles es el texto fundacional de la critica yla teorfa literaria “‘occidentales”, aun si Bloom prefiere como punto de origen las reflexiones de Arist6fanes sobre Euripides (p. 196); ‘entonces ¢s interesante ver qué hace Borges con los cénones en el relato. Su Averroes, ocupado en el comentario sobre la Poética, ¢s perturbado por una duda “filol6gica”” que tiene que ver con su ‘comentario sobre la Poética, con respecto al significado de dos pala- bbras desconocidas, “tragedia”’ y ‘comedia’’. Ahora bien, cualquier lector de la Poética concordaré que una incapacidad de descifrar ¢s- tas palabras dificultaré la comprensin plena del texto de Arist6te- les, y Averroes comparte esta preocupacién: ‘‘Esas dos palabras arcanas pululaban en el texto de la Poética; imposible eluditlas”” (p. 583). ‘Gran parte del relato de Borges es una discusi6n con Abuledsim ALAsharf sobre si es mejor mostrar o narrar. Al-Ashari cuenta su experiencia de haber asistido a una representaci6n teatral en la Chi- na —'“Imaginemos que alguien muestra una historia en vez de re- ferirla”” (p. 585)— pero como no la cuenta de modo comprensible, el consenso entre sus escuchas es que es innecesario emplear a mu- cchas personas para narrar una historia cuando basta un solo narra- dor. El asunto aparece en la Poética, en el pasaje citado por Borges ea “El pudor de la historia”, cuando Aristételes refiere que Esqui- Jo aumenté el niimero de actores de uno a dos;s Borges comenta el pasaje en dicho ensayo de este modo: Nunca sabremos si (squires, siquira de un moto impereco, lo signifi de age! pasje del uno al dos, dt unided sf puralidad y as af infiito. Con el segundo stor entraron el diogo y as indefnidas postilidedes det reaccién de unos caracteres sobre otros (pp 754-75). El mismo asunto—mostrar versus narrar— preocupaba a Henry James y a sus seguidores, notablemente a Percy Lubbock; en el re- Jato, Farach, el estudioso del Alcorén, dice del teatro chino descrito # Richard Janko, en Ariststeles, Poetics, p. 6. m Daniel Balderton por Abulcésim: “En tal caso... no se requerian veinte personas. Un solo hablista puede referir cualquier cosa, por compleja que sea”* (p. 586). Pero el propésito central del relato es, como dice el narrador al final, ‘cl proceso de una derrota... el caso de un hombre que se ropone un fin que no esté vedado a los otros, pero si a él” (pp. 587-588). Para el narrador, y presumiblemente para el lector, la Jectura de la Poética de Aristételes por alguien que no tenga co- nocimiento y experiencia del teatro es impensable, pero es el caso de Averroes en la Andalucia del siglo xa. De modo irdnico, cla- 1, el narrador sefiala que los nifios en la calle estén jugando a ser muecin y congregacién (es decir, haciendo de teatro), y la conversa- ci6n en casa de Farach gira, como hemos visto, en torno al relato de Abulcdsim de una visita a un teatro chino. Una lectura de la Poética por alguien que piensa que la tragedia es el panegirico y la come- dia es la sétira es risible, como afirma Renan en el mismo pasaje de Averroes et Vaverroisme del cual Borges sacé el epigrafe del rela- to: “Cette paraphrase accuse... ignorance la plus compléte de la littérature grecque’” (p. 48).¢ Ahora quisiera confesar haber leido el Comentario medio de 4a Pottica de Aristoteles, traducido al inglés en 1986 por Charles E. Butterworth. Esta obra es poco conocida en el mundo érabe, afir- ma Butterworth. Renan dice en algiin momento que las obras a las que Averroes tenfa acceso eran traducciones latinas de traduc- ciones hebreas de un comentario érabe de traducciones érabes de traducciones siriacas de originales griegos (p. 52); la incapacidad de Averroes de leer a Aristételes directamente es superada por la incapacidad de sus lectores (de Toms de Aquino a Borges) de le- ‘elo directamente. Si no fuera por las notas a la edicién de But- terworth, los comentarios de Averroes sobre la poesia y la poética 4rabes serian incomprensibles para el lector occidental no arabis- ta, as{ como Averroes no pudo descifrar del todo las reflexiones de Aristételes sobre la poesfi’ griega. Pero esto no es lo importante. Averroes reconoce de entrada que Aristételes comenta aspectos de Ja poesfa griega que no tienen analogfas adecuadas en la poesia éra- bbe, 0 en Ja poesia de “muchas o todas las naciones"’, para utilizar su frase frocucnte; se dedica a uduptur las ideas de Aristételes a la Es sorprendente que Julia Kushiglan no haya dicutdo tas tendencas “orlentalistas” en ete relat, que ella menciona de pato‘en su capitulo sobre Bor ‘es en Orientalism inthe Hispanic lterary radition, p24, Borges el excritor argentino ye udicén occidental) 13 poesia drabe.? Asi, declara ao largo de su comentario que Aristéte- Jes no establece las reglas para oda la poesia y que él tampoco lo va a hacer; la Poética y el Comentario medio son particulares més que sgenerales en su alcance. En uno de sus ensayos sobre Dante, escribe Borges: “La preci- siGn que acabo de indicar no es un artificio ret6rico; es afirmacién de la probidad, de la plenitud, con que cada incidente del poema ha sido imaginado’’.t En el caso del Averroes de Borges, lo que esté en juego al afirmar esta “‘precisién’’ no son las referencias minimas a Ja Espafia musulmana sino el rigor intelectual con el que la cosmo- visi6n de Averroes ha sido recreada: se cita el capitulo correcto del Tahafut, se nombra a los traductores exactos al rabe de Aristéte- les, se consulta en el momento justo al comentarista helenistico so- bre Aristételes, Alejandro de Afrodisias. John Sturrock se equivoca rofundamente cuando pone en tela de juicio la erudicién de Bor- ges, al dudar de la existencia de Alejandro de Afrodisias (p. 279) y al declarar del Tahafut de Al-Ghazali y de la respuesta de Averroes: “Si éstas son obras reales del pensamiento érabe, o si Jas ha inven- tado Borges, no lo sé. Su existencia es, para decirlo asi (p. 280). Al contrario: Borges no supo leer ni érabe ni hebreo pero hizo excelente uso del material (no del “inmaterial’”) en latin y en Jenguas modernas europeas al que si tuvo acceso. “Pierre Menard’’, como “La fruiciGn literaria’”, complica el asunto de la interpretacién literaria al insistir en que el significa- do de un texto depende no sélo de las condiciones de su produc- cién (quién lo eseribié, cudndo, y en qué circunstancias), sino tam- bién de las de su recepcién. En este relato Ja misma idea se ase- vera en la discusién en torno a la cuestién de si la metafora en un oema clésico drabe (el destino percibido como un camello ciego) se ha vuelto mero clisé; Averroes afirma al contrario que una ima- gen escrita en el desierto érabe adquiere nuevos significados siglos més tarde en Al-Andalus: “Dos términos tenfa la figura y hoy tie- ne cuatro” (p. 587). Los dos nuevos términos que se agregan a la figura (que consistié originalmente en ‘‘camello’” y ‘‘destino””) son “Zubair”, el poeta érabe que inventé la imagen, y “‘nuestros pesares”’, los padecimientos y dolores de los lectores espatioles de 7 Tan Stavans no discute esta dimensiGn de la obra de Averroes en su articulo sobre el elato, 8 Nueve ensayos dantescs,p. 88. * Sobre Zuhair, véase la nota de Butterworth sobre otto poema suyo, Middle Commentary, p. 61. m4 Danie! Baiderston istantes del desierto érabe. Del mismo modo, el texto de Aristételes se enriquece al ser lefdo por Averroes, y el de Ave~ rroes al ser leido por Borges, aunque la “‘diferencia’” entre uno y otro sea tan invisible como la que separa la versiGn de Cervantes de “la verdad, cuya madre es la historia”” (p. 449) de la de Menard. “La busca de Averroes”, entonces, es la historia del texto fun- dacional de la teoria literaria occidental, mal comprendido —o me- jor dicho, imaginado nuevamente— en un contexto cultural dife- rente. La historia se presenta como una tragedia en los términos de Aristételes: la busca del filésofo se deshace por su propia igno- rancia, y por el hecho de que intenta ocultarla con un sentimiento de superioridad. Porque intentar un comentario sobre la Poética sin saber qué ¢s el teatro (y mucho menos la distincién entre la come- dia y la tragedia) es un acto de soberbia.” El fracaso de Averroes —quise narrar el proceso de una derrota"” (p. 587)—se refleja en cl del narrador; la desaparicién de Averroes ante el espejo sefiala Jas limitaciones de la imaginaci6n del narrador. ‘Renan, al leer traducciones latinas de traducciones hebreas de tun comentario en arabe sobre traducciones arabes de tradueciones siriacas de un original griego: lo que es interesante en esta cadena 1no es sélo la distancia que separa a Renan de Averroes, ya Averroes de Aristételes, sino también Ia atencién sostenida al objeto comen- tado. Como las filas de traductores en la crénica del Inca Garci- laso de la expedici6n espafiola a la Florida, esta atencién sugiere la posibilidad de la comunicacién. Aristételes en diltima instancia sera tan distante de nosotros como Averroes, peto Borges, con su generosidad habitual, nos invita (y sin las amenazas y reprensiones del profesor Bloom) a esta aventura. ‘Y eneesta distancia oderrota hay también nuevos descubrimien- tos: la discusi6n de la metéfora ¢s més sutil y mas rica en Averroes que en Aristétcles (aunque el lector no arabista dependerd de las, notas de Butterworth para entenderla), y Borges abre nuevos espa- cios discursivos al borrar genealogias intelectuales y puntos de ori ‘gen. Cuando Averroes recuerda su exilio en Marruecos en el relato, dice: ‘Asi, atormentado hace afics en Marrakesh por memorias de Oérdobe, me ‘complacia en repeti el apéstrofe que Abdurrahman drigié en ls jardines de '®Y caro eaté que aun los ericos que lenen experiencia del teatro han teni- do diversas otras dificaltades de interprtacion de la Podtica: véanse Else, Davis, ‘anko, y los ensayos en lacolecién de Rory Borges el exctor argentino ya win (ocidental) ns ‘Ruzafa @ una palma aficena: ‘To también eres, ioh palma! En este suelo extranera. Singular beneficio ela poesia; palabras redatadas por un rey que anhelaba et Oriente me sirvieron amy, éesterado en Ais, pra mi nostalgia de Espasa (58, Esta parébola dentro del relato més amplio sirve para enfocar el problema de origen. é'“Desciende” el pensamiento de Averroes del de Aristoteles? CY el nuestro? La respuesta a ambas preguntas es negativa: no hay “*herencia’” directa posible, sino la reinvenci6n constante de la tradici6n, lo que Borges en otro lado llama la crea- cin de precursores. Averroes convierte a Aristételes en algo ex- trafio porque no tiene experiencia directa del teatro, pero Arist6te- les es igualmente extrafio para los lectores modernos que si Ia tie- nen, como se puede comprobar al leer las controversias modernas en torno a la Poética. Y es en este proceso de convertir en algo extrafio que Borges més se acerca a Bloom (0 que Bloom més se acerca a Borges, ya que The anxiety of influence y sus muchas con- timuaciones, incluso ésta, ‘descienden’’ de “Kafka y sus precurso- res”), dado que el profesor de Yale afirma hacia el final de su libro Gusto antes de la mal afamada lista) que ‘‘esas ambivalencias defi- nen la centralidad en el contexto canénico”” (p. 534). Un poco més adelante, agrega: {Un canon es una aniedad conquisiada, al igual que toda gran obraliteraria es Ja ansiedad conquistada de! estrtor. B1 canon iterario no nos sumerge en Ja ‘cultura; no nos fibera dela ansiedad cultural. For contra, confirma nuestras ‘ansiedades culturales, aunque ayuda a darles forma y coberenca (p. 535). Una de las ansiedades centrales producidas por la idea de canon ¢s Ia experimentada por el lector, aun por el lector profesional 0 académico, derivada de la biblioteca inmensa de libros no leidos co mal recordados. Este problema es tal vez mas agudo en el Nuevo Mundo (y en el mundo poscolonial en general), por los conflictos ‘ea torno al legado cultural, problema que interes6 a Borges en “El escritor argentino y la tradiciGn’’. La reaccién de Bloom, como la de E. D. Hirsch en Cultural literacy (y también la de Ezra Pound en el ABC of reading) es compilar una larga lista, lo cual s6lo au- ‘mentard la ansiedad de algunos lectores (y la irritacin de otros). 16 Daniel Dabderston Borges desplaza la cuesti6n de la convencién o la tradicién al gus~ to individual: hacia el fin de Sobre los clésicos”,escribe: “Libros como el de Job, La Divina Comedia, Macbeth (y, para mf, algunas de las sagas del Norte) prometen una larga inmortalidad, pero nada sabemos del porvenir, salvo que diferiré del presente’” (p. 773), 0 més adelante, y en un tono todavia més personal: ‘*Yo, que me he resignado a poner en duda la indefinida perduracién de Voltaire 0 de Shakespeare, creo (esta tarde de uno de los tiltimos dias de 1965) en la de Schopenhauer y en la de Berkeley’” (p. 773). El éafasis en lo particular en estas afirmaciones, el hecho de que se declaran en primera persona del singular y que, como en el segundo caso, lle- ‘van incluso fecha, desplaza la cuesti6n de la universalidad o de lo colectivo a cuestiones de gustos y lealtades personales. Creo que no cabe duda que Borges se habria divertido con las listas solemnes y el tono rencoroso del profesor Bloom, y habria reaccionado con una broma al hecho de ser canonizado por Bloom, tal vez con e! mis- mo tono que utilizé en ‘Las alarmas del doctor Américo Castro”: “En la pégina 12, el doctor Castro ha enumerado algunos escrito- res [argentinos] cuyo estilo es correcto; a pesar de la inclusion de mi nombre en ese catélogo, no me creo del todo incapacitado para hablar de estilistica’” (p. 657). En “El escritor argentino y la tradicidn’’, escribe Borges que para escritores como Shaw, Berkeley y Swift, “les bast el hecho de sentirse irlandeses, distintos, para innovar en la cultura inglesa"” (p. 273), y utiliza el mismo argumento para establecer la primacia de los judios en la cultura europea. Después continéa, en palabras famosas: ‘Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, ‘estamos en una situaci6n andloga; podemos manejar todos los te- mas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia «que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”” (p. 273). En ese ensayo, que es claramente una respuesta al cuestionamiento por parte de los intelectuales peronistas de si Borges era suficiente- mente argentino," Borges propone una especie de programa, pero de modo que socava ideas fijas del canon y de la tradicién: 1 Vease, por ejemplo, Cvilizacn y barbare en la cultura argentina (1956), de Fermin Chavez, quien alaca a Borges por su ‘‘denigracion de lo criginal en pro- vecho de lo espurio” (p. 41), por su “buena literatura borgiana pero no muy ar- ‘gentina’” (p. 37). Agradezco a Julio Ramos el haber comentaéo, Iuego de una presentacion de la primera vesin de este ensayo, que “El escritor argentino y la tradici6n”,presentado en 1951, es una evidente respuesta ala polémica entre los intelectual argentinos provoeada por el nacionalismo cultural del gobierno de Perén, Borges el exitor argentino ya wadlelén (ocldental) ” Por es0 repito que no debemas emer y que debemos pensar que nuesto pa~ ttimonio es el universo;ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos ‘alo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y ‘en ese caso lo seremas de cualquier modo, oser argentino es una mera afec- taciéa, una miscara. ‘Creo que si nos abandonamos a ese sue voluntario que se ama la crea «ign artistic, seremos argentinos y seremos, también, buenos 0 tolerables es- cxitores(p. 274). Este alegato por la libertad contra cualquier tipo de restriccio- nes, sean nacionalistas 0 pedagdgicas, es la respuesta por parte de Borges a la versién local de lo que Bloom llama “‘la Escuela del Resentimiento”’, que incluird a la mayor parte de los que estamos aqui hoy, y que lo sefiala més que nadie a él mismo, ya que el resen- timiento —el agon— le “‘rubrica la cara”, en palabras de Borges. En “La fruicin literaria’, el ensayo de 1928 sobre la lectura, publicado en El idioma de los argentinos, Borges anticipa de modo ‘curioso el argumento de su relato de 1947, “El inmortal”” (que ori ginalmente llev6 el titulo “Los inmortales’’, como aqui). Después de notar que “El tiempo —amigo de Cervantes— ha sabido corre- girle las pruebas” (p. 92), agrega: En general, el destino de ls inmortles es otro. Los pormenores de su sentir ‘de su pensar suelen desvanecerse 0 yaceninvsibles en su labor, irrecupera- ‘bles einsospechados. En cambio, su individualidad (esa simpliicadtsima idea platénica queen ning rato de su via fueron con pureza) se aferra como una ‘ale alas alas. Se vuelven pobres y perfectas como un guatismo. Se hacen abstracciones. Son apenas un mangjto de sombra, pero 1 son con eternidad (9.2) Escribe Bloom de “El inmortal"*: ‘Suponemos, al final del relato, que los rasgossingularmente vags son los del Inmortal,e! mismisimo poeta Homero, que se ha fusionado con el tribune romano y finalmente (como consecuencia) con el propio Borges, del mismo ‘modo que el retato “El inmortal”funde a Borges coa sus modelos: De Quin- ey, Poe, Kafka, Shaw, Chesterton, Conrad y varios mis (p. 482). ‘Una pégina més adelante aiiade: “Borges, en parte, estd satri zando Regreso a Methuselah, pero también esté atacando su propio idealismo literario. Sin rivalidad y polémica entre los Inmortales no hay, paradéjicamente, vida, y la literatura muere” (p. 483). Gra- cias a las relecturas polémicas, incluso la de Bloom, no cabe duda m8 anil Batderston que ahora, once afios después de la muerte de Borges en Ginebra, su obra canta, como Gardel, cada dia mejor. BIBLIOGRAFIA Arist6tles, Poetics, tad, introd. y notas por Richard Janko, Indianapolis, Hiacket, 1987. ‘Avertoes, Middle Comentary on Avsioe's Poetics, wa, inttody notas por Charles E. Butterworth, Priaceton, Princeton University Press, 1986, Balderston, Daniel, “Borges, Avertoes, Aristotle: The poetic of Poetics", Hispania, 79.2 (1996), pp. 201-207. 1 dFucra de conteto? Referencialidad histric y expresion de la rea lida ex Borges, Rosario, Beatriz Viterbo, 1996. Boom, Harold, gon: towarts a theory of revisionism, Nueva York, Oxford ‘University Press, 1982. The anit of influence: a theory of poetry, Londres, Oxford Uni- versity Press, 1973. The Wester canon: the books and school of he ages, Nueva York, Riverhead Books, 1994. 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