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uses ar MA we ile) Seyla Benhabib y Drucilla Cornella ae Tae a ENT AGUA OLINE| "Theulo original: Feminism as Critique. Essays on the Politics of Gender in Late-Capitalise Societies © Praxis International (Basil Blackwell), 1987; cap. 2 © Nancy Fraser, 1986 Primera edicién iaglesa, Polity Press - Basil Blackwell, 1987 © IVEI, Faicions Alfons el Magninim, 1950 PL. Alfons el Magnanim, 1, 146003 Valencia ‘Traduecién de Ana Sénchez Disetto cubierta: Aula Grafica C. B. Thustracidn cubierta: Henri Matisse, Desmudo axa, 1, 1952 IMPRESO EN ESPARIA, PRINTED IN SPAIN ISBN: 84-7822-996-5 DEPOSITO LEGAL: ¥, 1.726 - 1990 ARTES GRAFICAS SOLER, S.A. - LA Ouivener, 28 - 46018 VaLencia - 1990 4 EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO: LA CONTROVERSIA KOHLBERG-GILLIGAN Y LA TEORIA FEMINISTA Seyla Benhabib éPvEpE aportar algo el feminismo a la filosoffa moral? Es decir, aquellos hombres y mujeres que consideran que el sistema de género- sexo de nuestras sociedades es opresivo, y que consideran que la emancipacion de la mujer cs algo esencial para la liberacién humana, épueden criticar, analizar y encuentran necesario sustituir las categorfas tradicionales de Ja filosoffa moral para colaborar en la emancipacién de las mujeres y en la liberacién humana? Centrdéndose en la controversia generada por la obra de Carol Gilligan, este capitulo intenta destacar qué es lo que aporta el feminismo a la filosoffa moral.' 1. LA CONTROVERSIA KOHLBERG-GILLIGAN Las investigaciones de Carol Gilligan en psicologfa cognitiva y del desarrollo moral recapitulan un modelo con el que nos familiariz6 7 Se leyeron versiones anteriores de este capitulo en la Conferencia sobre “Mujeres y Moralihed™ SUNY en Stony Brook, 22-24 de marzo de 1985, y of el Curso sobre “Pilosofla y Ciencia Social” impartido en el Centro Interuniversitario de Dubrovnik, Yugoslavia, 2-4 de abril de 1985. Desearia dar las gracias a los asistentes a ambas conferencias por sus etiicas y sugerencias. Larry Blum y Eva Feder Kittay me han hecho Saliosas sagerencias para las correcciones. Bl comentario hecho 4 este trabajo, “Toward a Discourse Ethic of Solidarity”, Praxis International 5, 4 fencro, 1986), 425-430, de Nancy Fraser, ast como el articulo de esta misma autora, “Feminism and the Social State”, Salmagunai, dc. proxima apasicién, han sido cruciales part ayudarme a articular las implicaciones polfticas de la postara que aqut se desartolla, Una versién ligeramente aoenacreipe este capitnlo aparecié en las Actas de la Conferencia sobre Mujeres y Teoria Moral, editadas por E. F. Kittay y Diana ‘T. Meyers, Women and Moral Theory (New Jersey: Rowman and Littlefeld, 1987), 154-178. 120 SEYLA BENHABIB Thomas Kuhn.? Al observar una discrepancia entre las afirmaciones del paradigma de investigacion original y los datos, Gilligan y sus colabora- dores ampliaron en primer lugar este paradigma para que diera cabida a resultados andmalos. Esta ampliacién les permite entonces ver otros problemas con una nucva luz; subsiguientemente, el paradigma bisico, a saber, el estudio del desarrollo del juicio moral, segin el modelo de Lawrence Kohlberg, es revisado en lo fundamental. Gilligan y sus colaboradores mantienen ahora que la teorfa de Kohlberg sdlo es valida para medir el desarrollo de un aspecto de la orientacién moral, que se centra en la ética de Ja justicia y los derechos. En un articulo de 1980 sobre el “Moral Development in Late Adolescence and Adulthood: A Critique and Reconstruction of Kohl- berg’s Theory”, Murphy y Gilligan observaban que los datos sobre los juicios morales extrafdos de un estudio hecho con 26 universitatios daban que un porcentaje significativo de sujetos parecen experimentar una regresién al pasar de la adolescencia a la edad adulta.> La persisten- cia de esta regresidn relativista sugiere la necesidad de revisar la teoria. En su artfculo proponen una distincin entre “formalismo postconven- cional” y “contextualismo postconvencional”. Mientras que el tipo post- convencional de razonamiento resuelve el problema del relativismo a} construir un sistema que deriva una solucién a todos los problemas morales de conceptos como cl contrato social o los derechos naturales, el segundo enfoque encuentra la solucién en que “aunque no. puede haber ninguna respuesta objetivamente correcta en el sentido de que esté libre de contexto, algunas respuestas y algunas formas de pensar son mejores que otras” (ibid, 83). La extension del paradigma original de lo formalista postconvencional a 10 contextual postconvencional lleva en- tonces a Gilligan a considerar algunas otras discrepancias en la teorfa con una nueva luz, siendo la mas notable entre éstas la puntuacin persisten- temente baja de las mujeres al ser comparadas con sus iguales varones. La distincidn entre la ética de la justicia y los derechos y la ética del cuidado y la responsabilidad le permite explicar de otro modo el desarrollo moral de las mujeres y de las habilidades cognitivas que éstas muestran. El juicio moral de las mujeres es mds contextual, estd mds inmerso en los detalles de las relaciones y las naggativas. Muestra una 2 The Structure of Scientific Revolutions (Chicago: University of Chicago Press, 2.* ed., 1970), 52 y ss. [Hay version castellana: La estructura de las revolucioes centfficas, Fondo de Cultura Econémica, México, 19714 3 John Michael Murphy y Carol Gilligan, “Moral development in Late Adolescence and Adulthood: A Critique and Reconstruction of Kohiberg’s Theory”, Human Develop- ment, 23 (1980), 77-104. EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO: 121 mayor propensién a adoptar el punto de vista del “otro particulaz”, y las mujeres parecen mds duchas en revelar los sentimientos de empatfa y simpatia que esto exige. Una vez que estas caracter(sticas cognitivas no son consideradas como deficiencias sino como componentes esenciales del razonamiento moral adulto en el estadio postconvencional, Ja aparcn~ te confusin moral de juicio de las mujeres se covierte en un signo de su fuerza. Mostrando su acuerdo con Piaget en que {a teorfa del desarrollo hace que “el punto hacia el que se traza el progreso” dependa del vértice de madurez, el cambio en “la definicién de madurez”, escribe Gilligan, “no altera simplemente la descripcién del estadio mds elevado sino que reforma el entendimiento del desarrollo, cambiando !a explicacién por completo”. La contextualidad, natratividad y especificidad del juicio moral de Jas mujeres no es un signo de debilidad ni de deficiencia, sino una manifestacién de una visién de la madurez moral que considera al yo como algo inmerso cn una red de relaciones con los otros, Segtin esta vision, el respeto hacia las necesidades de los demas y la mutualidad del esfuerzo por satisfacerlas sustentan el crecimiento y el desarrollo moral. ‘Al enfrentarse a esta discusién es comin que los defensores del paradigma de investigaci6n antiguo respondan arguyendo a) que Jos datos de base no apoyan las conclusiones sacadas por las revisionistas; b) que algunas de las nuevas conclusiones pueden tener cabida dentro de Ja teorfa antigua; c) que el paradigma nuevo y el antiguo tienen dominios de objeto diferentes y que, después de todo, no se dedican a explicar los mismos fendmenos. En su respuesta a Gilligan, Kohlberg ha seguido las tres alternativas. a) Las dates de base En “Synopses and Detailed Replies to Critics”, 1984, Kohlberg argumenta que los datos de que se dispone sobre cl desarrollo moral cognitivo no dan cuenta de diferencias entre nifios y adolescentes de + Carol Gilligan, In a Different Voices Psychological Theory and Women's Development (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1982), 18-19. 122 SEYLA BENHABIB ambos sexos con respecto al razonamiento sobre la justicia. 5 “Los unicos estudios”, escribe, “que muestran diferencias de sexo muy frecuentes son los de los adultos, usualmente las amas de casa casadas. Muchos de los estudios que comparan a varones adultos con mujeres adultas sin controlar 1a educacién ni las diferencias de trabajo... no dan cuenta de las diferencias de sexo en favor de los varones” (ibid, 347). Kohlberg mantiene que los descubrimientos posteriores no son incompatibles con su teorfa.® Ya que, segtin su teorfa, llegar a los estadios cuatro y cinco depende de experiencias de participacién, responsabilidad y adopcion de roles en las instituciones secundarias de Ja sociedad, tales como el puesto de trabajo y gobierno, de los que las mujeres han estado excluidas y siguen esténdolo en gran medida. Conclaye que los datos no lesionan la validez de su teoria sino que muestran la necesidad de controlar factores 5 Lawrence Kohlberg, “Synopses and Detailed Replies to Critics”, con Charles Levine y Alexandre Hewer, en L. Kohlberg, Essays ot Moral Development (San Francisco: Harper and Row, 1984), vol. 1s The Psychology of Moral Develapment, 341. ® Todavia parecen existic disputas acerca de cémo interpretar los datos sobre el desarrollo moral en las mujeres. Entre los estudios centrados cn el final de la adolescencia y en la madurez de varones y que muestran las diferencias de sexo se incluyen: J. Fishkin, K. Keniston y C. MacKinnon, “Moral Reasoning and Political Wdeology”, Journal of Personality and Social Peycholey, 27 (1983), 109-119; N. Haan, J, Block y M. B. Smith, “Moral Reasoning of Young Adults: Political-Social Behavior, Family’ Background, and Personality Correlates”, Journal of Personality and Social Prycolegy, 10 (1968), 184.201; C. Holstein, “Irreversible, Stepwise Sequence in the Development of Moral Judgment: A Longitudinal Study of Males and Females”, Child Development, 47 (1976), 51-61. Aunque estd claro que con la evidencia de que se dispone no s¢ pone en cuestign como tal el modelo del desarrollo estadio-secuencia, la presencia prevaleciente de las diferencias de sexo en el razonamiento moral sf suscita cuestiones acerca de qué es exactamente Jo que este modelo podria estar midiendo. Norma Haan resume esta Sbjecién al paradigma kohlberpiano del modo siguiente: “Asi, el razonamiento moral de Joe varones que viven en sociedades técnicas y racionalizadas, que razonan en el nivel de las operaciones farmales y que de forma defensva intelectualizan y nitgan. las detales interpersouales situacionales, es especiatmente favorecido en el sistema de Kohlberg”, en “Two Moralities in Action Contexts: Relationships to Thought, Ego regulation, an Development”, Jaurnal of Personality and Social Peychology, 36 (1978), 287; el subrayado es mio. Creo que los estudios de Gilligan también apoyan el descubrimiento de que "Wf jntelectualizacién y negacién inapropiadas de los detalles interpersonales y situacionales” constituye una de las principales diferencias en los enfoques masculinos y femeninos a Jos problemas morales. Esta es la raztn de que, como argumnento en el texto, para tratat este problema resulte inadecuada una separacién neta cnire ego y desarrollo moral, tal tome bacen Kohiberg y ottos, dado que dererminadas sctitudes del ego ~estar a Ja Gefensiva, rigider, incapacidad de enfatizar, falta de Mlexibilidad~ sf parecen. estar Favorecidas con respecto a otras —actitud no represiva hacia las emociones, flexiblidad, presencia de la empatfa. BL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 123 como Ja educacién y el empleo al valorar las diferencias de sexo en al razonamiento moral adulto. b) La acomodacién dentro de ta teoria antigua ‘Ahora Kohlberg esté de acuerdo con Gilligan en que “el reconoci- miento de la orientacion del cuidado y la respuesta amplia de forma muy til el dominio moral” (Kohlberg, “Synopses”, 340). Aunque en su opinién la justicia y los derechos, el cuidado y la capacidad de respuesta, no son dos senderos de| desarrollo moral, sino dos orientaciones morales. La orientacién de los derechos y la orientacion del cuidado no son bipolares ni dicotémicas. Sino que mds bien Ja orientacién de cuidado y respuesta se dirige primordialmente a relaciones de obligacién especial con la familia, los amigos y los miembros del grupo, “relaciones que gene- ralmente incluyen o presuponen obligaciones generales de respeto, de Jo que es justo y de contrato” (ibid, 349). Kohlberg se resiste a la conclusién de que esas diferencias estén fuertemente “relacionadas con el sexo”; en lugar de ello, considera que la eleccién de orientacién “se da primordiaimente en funcién de situacién y de dilema, no del sexo” (ibid, 350). ©) Dominio del objeto de las dos teorias En su primera respuesta a Gilligan Kolberg argumentaba como sigue: ‘Aun siendo interesantes, las ideas de Carol Gilligan no fueron bien recibidas por nosottos por dos razones... La sepunda, pensamos, era que sacaba agua de una piedra en Jane Loewinger al estudiar los estadios del desarrollo del ego, pero no por estudiar la dimensién especificamente moral de] razonamiento... Siguiendo a Piaget, mis colegas y yo tenemos tuna gran confianza en que el razonamiento sobre {a justicia Jlevard por sf mismo a un andlisis formal estructuralista o racionalista... mientras que las cuestiones acerca de la naturaleza de la “buena vida” no han sido tan tratables por este tipo de enuriciado.’ TT, Kohlberg, “A Reply to Owen Flanagan and Some Comments on the Puka-Goodpaster Exange”, Ethic, 92 (abril, 1982), 316. CE también Gertrud Nunner- Winkler, “Two Moralities? A Critical Discussion of an Ethic of Care and Responsabibity 124 SEYLA BENHABIB En la réplica que da a sus crfticas en 1984, esta distincién entre desarrollo moral y desarrollo del ego es mas refinada. Kohlberg divide el dominio del ego en funciones cognitivas, interpersonales y morales (Kohlberg, “Synopses”, 398). Y sin embargo, dado que el desarrollo del ego ¢s una condicién necesaria pero no suficiente para el desarrollo moral, en su opinidn este ultimo puede ser estudiado con independencia del primero. A la luz de esta clarificacién Kohiberg considera que el estadio de “contextualismo postconvencional” de Murphy y Gilligan esté mds relacionado con cuestiones del desarrollo del ego en tanto que opuesto al desarrollo moral. Aunque no desea mantener que la adquisi- cién de competencias morales acaba cuando se llega a Ja edad adul- ta, Kohlberg insiste no obstante en que los estudios sobre el desarro- llo moral y el desarrollo del ego en los adultos tinicamente revelan la presencia de estadios “blandos” en tanto que opuestos a los esta- dios “duros”. Estos tiltimos son irreversibles en sus secuencias y estan {ntegramente relacionados entre si en el sentido de que el estadio Versus an Ethic of Rights and Justice”, en Kustines y J. L. Gewirtz, eds., Morality. Moral Bebavior and Moral Development (Nueva York: John Wiley and Sons, 1984), 355. No esta claro si es cuestidn, como sugieren Kohtberg y Nunner-Winkler, de distinguir entre desarrollo “moral” y desarrollo del “ego”, o bien si la teorfa moral del desarrollo cognitive no presupone un modelo de desarrollo del ego que se enfrenta a vatiantes mds orientadas psicoanaltticamente, De hecho, pata combatir Ia acusacién de “maduracionis- mo” o “nativismo” en su teorfa, que implicarfa que los estadios morales son datos a priori de In mente que se despliegan de acuerdo com su propia Idgica, sin tener en cuenta la influencia de la sociedad ni del entomo, Kohlberg, argumenta del modo siguiente: “Los estadios”, escribe, son equilibrios que surgen de Ja interaccidn entce el osganismo (com sus tendencias estructurantes) y Ia estructura del entorno (fisica 0 social), Los estadios morales universales estén on funcién de los rasgos universales de la estructura social (tales como las instituciones de la ley, la familia, 1a propiedad) y las interacciones sociales en las diversas culturas, en tanto que son productos de las tendencias estructurantes generales del organismo cognoscente. (Kohlberg, “A Reply to Owen Flanagan”, 521.) De ser esto asi, la teoria moral del desarrollo cognitive también debe presuponer que hay una dindmica entre el seify Ia estructura social en Ia que el individuo aprende, adquiere o internaliza las perspectivas y sanciones de} mundo social. Pero el mecanismo de esta dindmica puede acarrear aprendizaje asi como resistencia, internalizacién asf como proyeccion y fantasfa, No se teata tanto de si el desarrollo moral y el desarrollo del ego son distintos —pueden ser distinguidos conceprualmente y sin embargo en la historia del sof estin relacionados cuanto de si el modelo de desarrollo del ego que presupone la teorfa de Kohlberg no ¢s distorsionadamente cagnitivinta en el sentido de que ignora el rol de los afectos, los mecanismos de resistencia, proyeccidn, fantasfa y defensa de los procesos de socializacién. EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 125 subsiguiente se desarrolla a partir de un estadio anterior y presenta una solucién mejor a los problemas con que se enfrenta.* A los historiadores de la ciencia posteriores corresponderd decidir si con estas admisiones y calificaciones la teorfa de Kohlberg ha entrado cn la fase del “ad-hocismo”, en palabras de Imre Lakatos,? o si las objeciones de Gilligan, como las de otros criticos, ha hecho que su paradigma de investigacidn pasard a otra fase, cn la que problemas y conceptualizaciones nuevos llevardn a resultados mds fructiferos. Lo que a mf me interesa en este capitulo es la cuestidn relativa a en qué puede colaborar la teorfa feminista en este debate. Dado que el mismo Kohlberg considera que para su teorfa es esencial la interaccién entre filosoffa normativa y el estudio empfrico del desarrollo moral, la perspectiva de la filosofia y teoria feministas contempordneas pueden ser traidas a colacién para tratar algunos aspectos de su teoria. Quiero definir dos premisas constitutivas de la teorfa feminista. En primer lugar, para la teoria feminista el sistema género-sexo es el modo esencial, que no contingente, en que la realidad social se organiza, se divide simbdlica- mente y se vive experimentalmente. Entiendo por sistema de “género- sexo” la constitucién simbdlica e interpretacién socio-histdricas de las diferencias anatémicas entre los sexos. El sistema género-sexo es la red mediante la cual el se/fdesarrolla una identidad incardinada, determinada forma de estar en el propio cuerpo y de vivir el cuerpo. El se/f deviene yo al tomar de la comunidad humana un modo de experimentar la identidad corporal psiquica, social y simbdlicamente. El sistema de género-sexo es Ja red mediante la cual las sociedades y las culturas reproducen a los individuos incardinados. '° § Para esta formulacién véase Habermas, “Interpretive Social Science vs. Hermeneu- ticism”, en N. Haan, R. Bellah, P. Rabinow y W. Sullivan, eds., Social Seience as Moral Inquiry (Nueva York: Columbia University Press, 1983), 262. Imre Lakatos, “Falsification and the Methodology of Scientific Research Pro- grams”, cn Lakatos y Musgrave, eds., La critica y ef desarrollo del conocimiento, Grijalbo, 1975, Feo. Hemnén. 0 Voy a explicar el estatus de esta premisa. Yo la caracterizatin como una “hipétesis de investigacién de segundo orden” que al mismo tiempo guia la investigacién concreta en las ciencias sociales y que, a su vez, puede ser falscada por éstas. No se trata de un enunciado de fe acerca de cémo es el mundo: Ja universalidad transcultural y transhistdrica del sistema scxo-género es un hecho empiric. Ni es desde Inego una proposicién normativa sobre el modo en que debiera sex el mundo. Antes al contrario, el feminismo cuestiona radicalmente la validez del sistema sexo-género en la organizacién de sociedades y culturas, y defiende In emancipacién de hombres y mujeres de las redes de este entramado que son opresivas y ain no han sido examinadas. La 126 SEYLA BENHABIB Los sistemas de genero-sexo histdricamente conocidos han colabora- do en la opresion y explotacién de las mujeres. La tarca de la teoria critica feminista €s esvelar este hecho, y desarrollar una teorla que sea emancipadora ¥ reflexiva, y que pueda ayudar a las mujeres ef Sus luchas para superar ja opresion ¥ la explotacién. La teoria feminista puc contribuir en esta tarea de dos formas: desarrollando un andlisis explicati- vo-diagndstico de Ja opresion de jas mujeres 4 través de la historia, Ja cultura y las sociedades, ¥ articulando una critica antisipatoria-utdpica de las normas y valores de nuestra sociedad y cultura actuales, como proyectat nuevos modes de relacionarnos entre ‘nosotros y con la naturaleza en el futuro. Mientras que el primer aspecto de la teoria feminista exige investigacion critica, socio-cientifica, el segundo €s fundamentalmente normative ¥ filosdfico: implica la clarificacién de principios morales ¥ politicos, tanto en el nivel metaético por Jo que a la ligica de su justificacion respecta, cuanto en | nivel sustantivo Y normative por lo que # su contenido concreto sé refiere. '! En este capitulo me interesard la articulacidn de esa critica anticipa- toria-utépica de las teorfas morales ‘universalistas desde una perspectiva feminista. Quiero acgumentar que la definicién del dominio moral, ast como el ideal de autonomia moral, no solo en ja teorta de Kohlberg, silo universalistas del contrato de Hobbes 2 Rawls, conducen a a de Ja experiencia de jas mujeres y la exclusién de punto de vista moral (parte 2). En lerado como un scr desarraigado y de la dol capta sucintamente el 9 jnvestigacién empirica: ‘Una ver heros mirado a la pistoria para entender la situacién de Ia mujer €5 He desde uego, ya estamos aeammiendo qse la situacién de Ta mujer es una cuestion Social. Pero la bistoria, como ‘antes concivimos, no parece confiemar esta serngcienicia... El momento ef ge hhaga esto ~en el momento Ue HS asuma que Tae mujeres son una parte de Fhumanidad en su sentido ‘mas pleno- ef peri easement sunita un cardcter 0 significado totalmente gistinto de} normalmente ‘aceptado. Y lo que emerge ‘un modelo muy regular de pérdida relativa de esraths tn las mujeres precisamente °F jos periodos llamado cambio progresista~. Nuestras nociones de, los desarrollos tlamados progresistas, como la svilizaci6n atenicnse ciisica, gi Renacimicnto y 1a Revol Rion francesa experimentan une Nevatorizacién asombrosa DE. repente, vernos teas €pocas co sa visitn MONT ‘vob = cada oo ve Ht Hao distinte. (The Social Relations of the Sexes: Methodological Implications of Women’s History”, Sige, | 1, 4 (1976), 81-114 el subrayado es mio.) 11 para mayor clatificacién de esto) dos aspectos de Ia teorfa ceftica, véase Ia parte seguoda, “The ‘Transformation of Critique’, ° A peo. Critigue, Norm, aid Utopia: A ‘Sindy of the Foundations of Critial Theory (Nueva York: Columbia University Press 1986). ificado de esta P EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 127 desincardinado, Esta concepcién del seff refleja aspectos de la experiencia masculina; en esta teorfa, el “otro relevante” nunca es la hermana, sino que siempre es el hermano. Quiero defender que esta visién del seif es incompatible con los ctiterios mismos de reversibilidad y universa- bilidad por los que los defensores del universalismo abogan. Una teoria moral universalista restringida al punto de vista del “otro generalizado” cae en incoherencias epistémicas que comprometen su pretensién de satisfacer adecuadamente la reversibilidad y la universabilidad (parte 3). Las teorfas morales universalistas de la tradicién occidental desde Hobbes hasta Rawls son sustifucionalisias en el sentido de que el universa- lismo que defienden es definido subrepticiamente al identificar las experiencias de un grupo especifico de sujetos como el caso paradigmati- co de los humanos como tales. Estos sujetos invariablemente son adultos blancos y varones, propietarios o al menos profesionales. Quiero distin- guir el universalismo sustitucionalista del universalismo interactive. El universalismo interactivo reconoce la pluralidad de modos de ser huma- no, y diferencia entre los humanos, sin inhabilitar la validez moral y politica de todas estas pluralidades y diferencias. Aunque esta de acuerdo en que las disputas normativas se pueden Ilevar a cabo de manera racional, y que la justicia, la reciprocidad y algyin procedimiento de universalizabilidad son condiciones necesarias, es decit son consti- tuyentes del punto de vista moral, el universalismo interactivo considera que la diferencia es un punto de partida para la reflexién y para la accién, En este sentido la “universalidad” es un ideal regulativo que no niega nuestra identidad incardinada y arraigada, sino que tiende a desarrollar actitudes morales y a alentar transformaciones polfticas que puedan conducit a un punto de vista aceptable para todos. La universalidad no es el consenso ideal de selves definidos ficticiamente, sino el proceso concreto en politica y en mora de la lucha de los se/ves concretos € incardinados que se esfuerzan por su autonomfa. 2. JUSTICIA Y SELF AUTONOMO EN LAS TEORIAS DEL CONTRATO SOCIAL Kohlberg define del siguiente modo el dominio de objeto privilegia- do de la filosofia y la psicologta moral: Decimos que los juicios © principios morales tienen la funcién central de resolver conflictos interpersonales y sociales, esto cs conflictos de demandas o derechos... De este modo, los juicios y los principios morales 128 SEYLA BENHABIB implican una nocién de equilibrio, o reversibilidad de las demandas. En ese sentido, implican en ultima instancia alguna referencia a la justicia, al menos en la medida en que definen estadios estructurales “duros”, (Kohlberg, “Synopses”, 216.) La concepeién que Kohlberg tiene del dominio moral esta basada en una fuerte diferenciacién entee justicia y buena vida. '? También es una piedra angular de su critica a Gilligan. Aun reconociendo que la elucidacién de Gilligan acerca de que la orientacién del cuidado y la responsabilidad “amplia muy utilmente el dominio moral” (Kohlberg, “Synopses”, 340), Kohlberg define el dominio de relacianes especiales de abligacién on. el que estén orientados el cuidado y la responsabilidad del "2 Aunque frecuentemente es invocada por Kohlberg, Nunner-Winkler y también por Habermas, sigue estando poco claro cémo se hace esta distincién y cémo se justifica. Por ejemplo, éla distincién entre justicia/buena vida corresponde a las definiciones sociolégicas de lo piiblico versus lo privado? De ser asl, equé se quiere decir con “privado”? €Que las mujeres sean golpeadas es una cuestion “privada” 0 “publica”? Las definiciones sociolégicas relevantes de lo privado y lo publico cambian en nuestras sociedades, como han cambiado histéricamente. Por lo que encuentro poco justificado que se tenga confianza en las cambiantes definiciones juridicas y sociales de la teorfa moral. Otra forma de hacer esta distincién es separar lo que es universalizable de lo que ¢s culturalmente contingente, dependiente de las formas de vida concretas, las historias individuales y demas. Habermas en particular relega las cuestiones de Ja buena vida a la esfera estético-expresiva, cf. “A Reply to My cuties”, en John B, Thompson y David Held eds., Habermas: Critical Debates (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1982), 262; “Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln”, en Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln (Frankfurt: Suhrkamp, 1983). Ademds, si se incluye en la esfera “estético- expresiva” la privacidad en el sentido de intimidad, nos vemos forzados a silenciar y privatizar la mayorfa de Jas cuestiones suscitadas por el Movimiento de Mujeres, que conciemen precisamente a a calidad y naturaleza de nuestras xelaciones, fantaslas y sesperanzas “intimas”. Una respuesta tradicional a esto s argumentar que al querer sacar a la luz de lo publico este aspecto de nuestras vidas, el Movimiento de Mujeres cotze el riesgo del autoritarismo debido a que cuestiona los Iimites de la “libertad” individual. En respuesta a esta preocupacién politica legftima argumentaria que hay una distincién entre cuestionar las formas y valores de vida que han sido opresivos para las mujeres, y hacetlos “publicos” en el sentido de hacerlos accesibles @ la reflexién, la accidn y la transformacién, y en el sentido de revelar su cardcter sorialmente constituido, por una parte, y hacerlos “publicos” en el sentido de que estén sujetas estas areas a la accicn legjslativa y administrativa del estado. Lo segundo puede seguirse de lo primero, aunque no necesariamente. De que las feministas se centren en la potnografia como un modo “estético-expresivo” de denigrar a las mujeres, no se sigue que sus criticas den como resultado la legislacién publica contra la pornograffa. El que deba haber 0 no este tipo de legislacién necesita ser examinado a la luz de argumentos legales, politicos, constitucionales, ete, que sean relevantes. Las cuestiones de autoritarismo politico surgen en este nivel, pero no en un nivel de examen critico-filos6fico de las distinciones tradicionales que han privatizado y silenciado los intereses de las mujeres. EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 129 siguiente modo: “generalmente se entiende que las esferas de parentesco, amor, amistad y sexo que elicitan consideraciones de cuidado, son esferas de toma de decisién personal, como son, por ejemplo, los problemas de matrimonio y divorcio” (ibid, 229-230). De este modo, se dice que la orientacién del cuidado est4 mds relacionada con dominios que son mds “personales” que “morales en el sentido del punto de vista formal” (sbid., 360). Las cuestiones sobre la buena vida, pertenccientes a la naturaleza de nuestras relaciones de parentesco, amor, amistad y sexo, por un lado, estan incluidas en el dominio moral, pero, por el otro, se dice que son temas “personales” en tanto que opuestos a temas “morales”. Kohlberg parte de una definicién de moralidad que comienza con Hobbes, como consecuencia de la disolucién de la visién del mundo aristotélico-cristiano. Los sistemas morales antiguos y medievales mues- tran, si se les compara, la estructura siguiente: una definicién del hombre-como-debe-ser, una definicidn del hombre-como-es, y la articu- jacidn de un conjunto de reglas o preceptos que pueden conducir a un hombre de lo que es a lo que debe ser.'? En tales sistemas morales las reglas que gobiernan las relaciones justas entre la comunidad humana estin arraigadas en una concepcién mds comprensiva de la buena vida. Esta buena vida, el eles del hombre, es definida ontolégicamente con referencia al lugar que el hombre ocupa en el cosmos. La destruccién de las concepciones teleolégicas de la naturaleza anti- gua y medieval por el ataque del nominalismo medieval y de la ciencia moderna, la emergencia de las rclaciones de intercambio capitalistas y la subsiguiente divisién de la estructura social en la economia, el estado, las asociaciones civiles y la esfera doméstico-intima, alteran radicalmente la teorfa moral. Los tedricos modernos afirman que los designios ultimos de Ja naturaleza son desconocidos. De este modo es emancipada la moralidad de la cosmologfa y de una visién del mundo omnicomprensiva que limita normativamente la relacién del hombre con la naturaleza. La distincién entre justicia y Ja buena vida, tal y como es formulada por los primeros tedricos del contrato, pretende defender esta privacidad y autonomia del self en primer lugar en Ja esfera religiosa y mds adelante también en las esferas cientifica y filoséfica del “pensamiento libre”. La justicia sola se convierte en el centro de la teorfa moral cuando los individuos burgueses de un mundo desencantado se enfrentan a la tarea de crear 1a base legitima del orden social para sf mismos. Ahora se 13 Alasdair Macintyre, After Virtue (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1981), 50-51. [Hay trad. de Amelia Valeércel, Tras la virtud, Critica, Barcelona, 1987.] 130 SEYLA BENHABIB define lo que “debe” ser como aquello en Jo que todos tendrfan que estar racionalmente de acuerdo con el fin de asegurar la paz civil y la ptosperidad (Hobbes, Locke), o bien es derivado el “debe” de la forma racional de la sola ley moral (Rousseau, Kant). En la medida en que las bases sociales de cooperacién y Jas demandas de derechos de los individuos son respetadas, el sujeto burgués auténomo puede definir la buena vida tal como le dictan su mente y su consciencia. La transicién a la modernidad no sdlo privatiza la relacién del seff con el cosmos y con cuestiones ultimas de religién y del ser. Al principio de la modernidad occidental 1a concepcidn de privacidad es tan ampliada que queda subsumida en ella una esfera intima doméstico-familiar. Las relaciones de “parentesco, amistad, amor, sexo”, tal como Kohlberg las entiende, pasan a ser consideradas esferas de la “toma de decisién personal”, Y sin embargo, en el inicio de la teorfa moral y politica modernas la naturaleza “personal” de las esferas no significa el reconoci- miento de la autonomfa femenina igual, sino mds bien la eliminacién de las relaciones de género de la esfera de la justicia. Mientras que el varon burgués celebra su transicién de la moralidad convencional a la postcon- vencional, de las reglas de justicia socialmente aceptadas a la generacion de éstas a la luz de los principios del contrato social, la esfera doméstica permanece en el nivel convencional. La esfera de Ja justicia desde Hobbes pasando por Locke y Kant es considerada como el dominio donde los cabezas de familia varones ¢ independientes hacen transacciones, mientras que la esfera doméstico-intima queda situada mas alld de los limites de la justicia siendo restringida a Jas necesidades reproductivas y afectivas del paterfamilias burgués. Agnes Heller, llama a este dominio “cobijo de las emociones”.'4 Todo un dominio de la actividad humana, a saber la nutricidn, la reproduccién, cl amor y el cuidado, que en el curso de] desarrollo de la sociedad burguesa y modema pasa a ser el lote de la mujer, es excluido de consideraciones politicas y morales, y es relegado al dambito de Ia “naturaleza”. A través de una breve genealogfa histérica de las teorfas del contrato social quiero examinar la distincidn entre justicia y buena vida cuando se traduce en la escisién entre puiblico y doméstico. Este andlisis también nos permitiré ver el ideal implicito de autonomfa apreciado por esta tradicidn. En el inicio de la filosoffa moral y politica modernas tenemos una metéfora poderosa: el “estado de naturaleza”, En ocasiones se dice que esta metdfora es un hecho. De este modo, en el Segundo Tratado del 14 Agnes Heller, A Theory of Feelings (Holland: Van Gorcum, 1979) BL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 134 Gobierno Civil, John Locke recuerda a “los dos hombres de la isla desierta, mencionados por Garcilaso de la Vega... o @ un suizo y un indio, en Jos bosques de América”.'> En otras ocasiones se reconoce que @s wha ficcién. De este modo, Kant rechaza los suefos coloristas de sus pre- decesores y transforma el “estado de naturaleza”, convirtiendo un hecho empfrico en un concepto trascendente. El estado de naturaleza viene a representar la idea de Privatecht, bajo la que son subsumidos cl derecho de propiedad y “los derechos, semejantes a las cosas, de una naturaleza personal” (auf dingliche Natur persinliche Rechte), que el cabeza, de familia varén ejerce sobre su mujer, sus hijos y sus criados. © Unicamente Thomas Hobbes mezcla hecho y ficcién, y em contra de quienes consideran extrafio “que la Naturaleza los disocie de este modo, y haga a los hombres capaces de hacer invasiones y destruirse unos a otros”, "7 pide a todo hombre que no confie en “esta Inferencia, hecha a pastir de las pasiones”, que reflexione por qué, “cuando emprende un viaje, se arma y busca it bien acompafiado; cuando va a dormir cierra Jas purtas; incluso cuando estd en su casa cierra sus arcas... ¢No acusa tanto a la humanidad con sus acciones como yo con mis palabras? (Hobbes, Le- viathan, 187). El estado de naturaleza es el espejo de aquellos primeros pensadores burgueses en el que ellos y sus sociedades son magnificados, purificados y reflejados en su verdad original y desnuda, El estado de natu- raleza es a la vez pesadilla (Hobbes) y utopia (Rousseau). En él, el varén burgués reconoce sus defectos, temores y ansiedades, asi como sus suefios. E] contenido diverso de esta metéfora es menos significativo que su mensaje simple y -profundo: en el principio el hombre estaba solo. Vuelve a ser Hobbes quien da a este pensamiento su mds clara formu- Jacién. “Consideremos que los hombres... surgieran ahora de la tierra, y de repente, como los hongos, legaran a su madurez plena, sin nin- gun tipo de compromiso mutuo”. '* Esta vision de los hombres como hongos es una descripcién ultima de la autonomfa, La hembra, la madre de la que todo individuo ha nacido, ahora es sustituida por la tierra. La 5 John Locke, “The Second ‘Treatise of Civil Government”, en Two Treatises of Government, ed., con una introduccién de Thomas L Cook (Nueva York: Haffner Press, 1947), 128. 16’ Immanuel Kant, The Meraphysical Elements of Justic, tc. John Ladd (Nueva York: Liberal Arts Press, 1965), 55. Vl "Thomas Hobbes, Leviathan (1651), editado con una introduccién por C. B. Macpherson (Harmondsworth: Penguin Books, 1980), 186. Todas las citas de este texto son de esta edicidn. 18 ‘Thomas Hobbes, “Philosophical Rudiments Concerning Government and Socic- ty", en Sir W. Molesworth, ed., The English Works of Thomas Hobbes, vol. I (Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1966), 109.

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