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CORAZON LADINO | Yolanda C. Martinez set i Corazin M3850 Nantine, Yolanda C., 1998 ‘Corazén adn Yolanda C. Martinez, ~ a, 69 San Saar, aT - oo. ton (etc Asaning 208) i Ladine : ' ION 99929-26015 : 1. Novela salvadorefa |, Titulo t INA i 2201 NOVELA EDITORIAL CLASICOS ROXSIL. ISBN 99923-24-01-5, 4 edicién, 1999 Portada: Fotografia: Belay Larena Pofiato, 1999 Dison: JL. Lopez Copyright 1989, Cldsicos Roxsil, S.A. de GV Clasicos Rowsil NOMBRE REGISTRADO Av Sur N23 Santa Teel, El Salvador, CA NOTA ALA PRIMERA EDICION ‘La novela salvadoreiia da un nuevo paso con esta obra de Yolanda C Martinez. Sin formalismos académicas y sin propésitos deliberados de mantener cen los lectores una acttud de suspenso, CORAZON LADINO es una ‘novela que ha dodo un salto de lo vernacular compesino a la problemética urbana. Lo vida del personae central dela abo, Leonor Palco, transcure ‘en tres puntos geograficos bien definidos: Son Cristobal de Aitlan, Repiblica de Guatemala, su tierra natal; Albany, Nueva York, Estados Unidos de América, y lt Gudod de Gotemal, capital del hermano los ofas protagonists se mueven en ies plonos distin, basados en cuesiones de raza y de clu, Leonor Polaco, es una mestiza, Su pate es un cil, hijo de espatoles, Su madre, un india de Son Cristobal que llega mas tarde ser su esos, es un nortamericano de Albany, blanco, como su pote La autora sobe combinar con bastante acierto los ingredientes ‘humanos del relato, La personalidad de cada uno de los protagonistos es presentada con caracteres de indiscutible realisma, Don Francisco Palacios, el padre de Leonor, no permitié que su —5 ‘esposa amamantara a sus hijos porque “se le iban a deformar los . Senos". se le ofa dei en too seneniso: “A mundo os de los hombres. “La mujer viene ol mundo para dary para sufi". La sofora de Polcos es nda “hija de indos’. Tene lo convcion de que “odo lo que dicey hace su espas eo que deberia dese y hacerse’. Leonor Palacios es mestiza. Cuando nig, el padre la lamaba siempre “para reprenderla”.. Su madre se “limitaba a ser bella". Jamis la ib... Jamés la tom6 en sus brazos... Nunca la bes... Nunca Pedro Polaco, hermano de Leonor, qunca vo pao ella “una fase amable” Sendo estdionte universitari, la vei horiblemente al saber de su amistad con Andrew Hes, el ntopélogo nrteamericano con quien Leonor sos mis tarde, Pedro habi devenid antyanki Andrew Hess antropélogo norteomericano, considera a Leonor Palacios, su esposo, “algo mejor” que “un objeto indigena” para su coleccion. Elaine Hess; Ia suegra de Leonor, no parece “una madre sino un sargento: ¥ asi actéa”. Estos son algunos elementos del ambiente humano que se respira nla novela, Todas, sn excepcin,resutan suelo del sicondlis Yolanda C. Martinez muestra en CORAZON LADINO un profundo, onocimiento de lo siologio humana. Y entrego en su obra una ‘ontribucin vliosa ola itertur cenroomericana. LUIS APARICIO ESTUDIO PRELIMINAR DDATOS BIOGRAFICOS Yolanda C Martinez parece un psevdima, pero no les nombre completo dela esritora solvodoreines Yolanda Consuegra Martinez. Vino ol mundo en la civdad de Zacateoucay ue en Ahvachopan donde realz sus estutios de primari y secundaria, Luego, en San Salvador clminé lo carrera de Trabajo Socal. Posteriormente complet estudios en la Universidad de Loyola, New Orleans; en Cleveland, en la Western Reserve University y en la Denver University, en Denver. Su corer profesional se ha visto enriqucia con I asistencia 0 ‘varios seminorios nacionales, en Guatemala y Costa Rica. Ha viojado por México, Centroamérica y Estados Unidos, viojes que le han permitdo conocer muchos culturas y muchos personos de dstntos stats socio, lo cul le ha servid de base praalgnos cuentos y novels Su experiencia como TS. en la Procuradurio General de Pobes, el Hospitl Psguitrcoy Hospital Rosols le ha brindado contacto con personas de condiciones sociales y econémicas muy criticas y con enfermeras y médicos que también hon sido fuentes valosas para guna temas. El ambiente familar en que creci ha sido determinante para su caltivo de as letras, us padres le incucaron el hit de a buena lectura, la cual se vio esimulada por su hermana mayor, quien fue su profesora de gram y literatura en la secundaria como por lo nutrida biblioteca que sus padres tenon. Ali posoha sus vacaciones leyendo a Julio Verne, Victor Hugo, Alejandro Dumas, Carles Dickens, Dostiewskyy ars autores inolidables BRA Su produccion consta de obras publcadas y de obras indies. Entre sus obras inditas estan las novelas ESTARE EN LOS ALTARES, SIN PUNTO FINAL y una coleccign de cuentos, Publicadas: SEIS CUENTOS, SUS FRIOS 0J0S AZULES, CORAZON LADINO, VEINTE ‘CARTAS NEUROTICAS DESDE ALABAMA, A LA ZAGA y QUEDATE CON NOSOTROS. Algunos cuentos fueron publicados en ACENTOS LUTERARIOS AMERICANOS, revista de Washington Andis de la obra CORAZON LADINO AMBIENTE FISICO {La obra cenrasu acion en un pueblecto de Guatemala: Son Cristobal de Arn, donde la vida transcure con fo quetd propiciade por su ‘mbito geogctic, por sus pocos habitones, por el tipo. de vida semirrtal: "on pueblo de cuatrocentas oss, un pueblo fon triste como su habitants, jamés ha dado un suid”. a Luego hay un trasplante de Leonor Palacios; lo protogonist, 0 ‘boy, Nueve York, donde su vido cambia ton radicalmene que lego ol borde de la Tocura. Enseguido, el regreso a la ciudad de Guatemala donde recobra su cequilbrio emocional y encuentra, por fin, 1a felicidad. ‘AMBITO CULTURAL El mestizoje y su desenvolverse entre blancos e indios problematiza Ja novela. El mestizoje, esa nueva gran fuerza de los pueblos ‘americanos, constituye el gran problema de Ia novela. Conirosta lo vida de avestrs pueblos: opaco, con al peso dela tradcn y la vido en ls grandes cudades donde el progteso es nds visible y ha dodo un poco de libertad social « las personas. Estblee los grandes diferencias de razo, cstumbresy traiciones enire dos pueblos, Guatemala y Estados Unidos. Dentro de las familias, se vive com los patrones cultural propos de cada uno de allos.Inteesante es sealay, también, el injrto de a roz lemana en Guatemala, Fendmeno soil recogido en la novela protagonist: “De ambos lugores tengo un recverdo vago, iy Nueva York), ls edificisalsimos..los calesatestados de vehiculs. las inmensos multitudes... ambos Ciudades me produian la inpresién de monstruos dspuesas 0 devororme” AMBIENTE PSICOLOGICO ojo uno aporente quietud de vida sono, pueblerina, se desata la pasién que avasalla con fuerza arrolladora a los protagonistas. Cod uno de fs personjes iene su propa configuracio: Leonor, ‘imido, con una vida espiritual muy intenso. Los sentimientos éencontrados, sentidos en lo més profund desu ser y sn copacdad para extriorizarlos. Mutlda en su expresvidad por siglos de ilidd dl hombre, hermano, esposo © pate; del hombre due de hacendasy destino. La mujer educoda por a renunca perpetua, nf enuncia oiano de sus gusts, deseos, entretenimiento, amistades y diversions. Relogadao servdumbre y con als perspecvs d ibercin Veomos, ane la pregunta de Leonor: "Mamé, se alegra de que me case con él? Le parece bien?", la respuesta de la madre: “Tu padre ‘aprueba tu matrimonio con el doctor Hess. Y si él lo ha aceptado, también lo acepto yo". Coma vemos, la mujer corece de o mas importonts de la vido. propia, aun en las cosas fn otra parte lemas: “Mi madre acepé se caprcho como lo ho aceptado todo: mansomente, con la convccion de quo todo lo que hace y dice su esposo es lo que deer decrsey hacrse. El mundo de la familia es el mismo de lo ciudad y del pais. Circulos concéntricos que al reducirse, oprimen y asfixian a sus habitantes. | ~ | Hy una secrtaadmiacin por el blanco Gustaf, un amor platnico Y ona anfpaia por su hermana Johanna, que representa todo lo aque Leonor no puede sr. ‘Alo largo de la obra, seré Leonor Ia que estolezca siempre los comparociones rails, soils y personales PEDRO, su hermano, sigue lo tradi: es el hombre que puede hacer, decir su destin, escoger la sede vido y carrera en que realizarse, La hermana es siempre ignrado, sbvelorado, ecordado sélo cuando se la necesito como criado. Son profundas y sin perspectivas de superacin los posiciones familiares. lu protagonista se enorgulece de su condicin de mestiza pura ‘Pedro y yo somos mestizos, verdaderos mestizos. No hifos de mestizos, como ls que lenan las calles de Guatemala Pero y yo somes hijos de un blanco y de una india, de un blanco que es hijo de Hancs y de una india qu es hija deindis”. or or ad, senimos su inferaridad, manifestada on sus relcions con sus primos medio clemanes, con su esposo Andrew y con su suera, norleamericnos. Podtiadecrse que toda manifesacén, todo relacén humana, es senda o frovés dela raza, Un da, Andrew, recén legado © Guotemala, die « Leona: “Me ineresa aprender! quick, cpuedes esennmel, eonor?”Veumos ‘su reaccion: “Me sent injuriada. ;Cémo se atrevia a tratarme asi? ¢5e «eia con derecho por su sangre blanco y su titulo de docor? Sélo mi fomiia me trtaba en esa forma. Los demés, la gente del pueblo, me lamaba “sofort Palacios”. Todo el desenvolvimiento —1 dela bravo girar sobre ese punto: “Nunca ve omigas yamés ime bien all”. Logo legal lucha entree rechazo lo ocepacion del amor de Andrew. nu csa de Albonyesté FLORENCE, “una negra de mediona edd, alta y grvesa”. Pronto, una cortiente de simpatia las unité: “Junto ‘a Florence mimelancolia y mi fri desoparcian en seguida”. Nese ‘que petenece a ora raz tradionalmente marginada yreducda servidumbre, Enlaselacones cone espos, “ser arisca Ser hosca. Ser antiptic fa era mi vonganza”. Hlantropélogo, Andrew Hess, ve normal que Leonor visto | Los distintos trajestipios de Guatemala. Teidos muy rico ene colar ye dibujo; bordodos aristicamente con sedo,constuyen vestdeselegates para llevar en fists reeprones. Los indias de Guatemala los Hevan todo o impo pues es su vesimenta tradicional Cuando Leonor manifesta su enoo porque la obliga a levarlas en Fstados Unidos, dice Andrew: “No sé por qué fe enoja vestr eso ropa. He visto muchas mujeres japonesos e hindies que llevan sus trajesnacionles ofodes pares, con naturoldod y orgule’. “Son sus propos vesides! —respondi quitindome el collar de plo Pero yo no soy india. Boj esta ropa y Boo esta piel ay uno mestiza. ‘He siento incémoda, disfrazado, levando eso ropa que no es mia’. Sin emborgo, en San Crist de Atlin siempre los usb. 2 En cierto ocosion, Leonor busca proteccién en su esposo. Siete ane la presencia de un negro que ha visto en los muellesy que la fa sequid hasta su casa. Andrew dice: “Por qué fe afges?— me ‘proguns sin lvantr los oes del bro qu lio, Séo las mujeres Banca se mueren cuando los fca un negro” ANDREW HESS, caracterizado por su afin cietfico, es el hombre pociente, ecudnime; cualquiera pensaria que es indeferente al omor. De gran cultura, vi bras sobre ls culuras indigenasy sus monfestacones como fa misica, los ortesonias, la lengua ‘Su gusto y su estudio por estas creaciones nos hacen suponer que bajo su exterior frio hay una sensibilidad exquisita fn el pueblo de Son Cristobal de Atlan nunca se ho registrado un suicido, Esto habla de la salud mental de sus habitantes. Vorias ‘veces se insist en este hecho sin emborgo, la protogoisa, al estilo shakespeareano,busc en la muerte la olin as cnflito pessoal, Bojo fuerte desconral emodonal se meter en el ro: “cuando mis pis fcoron of agua helad un largo esclorio me ‘recor la espldo, Pero elcorazén se me parle. Yano se movia Yo no me doli, Segui cominando.. letamente...torpemente ‘asta que el agua me legé ol pcho. Yo ent el cuerpo rgido, cert los ojos” £8 pirat final nos conduc rv dl amor. Han sido soperodos las diferencias racales y culturales. Ese lozo que une indsolublemente ls personas, es copa de hacer desapaecr ls barreras de idioma, color de piel y forma de ojos. Dice Leonor: “he vencido a su madre y a su amante. Pero él trionfo no me ha cambiado cl rotro Siguesiendo el rostro de mi madre: sereno, dolcemente meloncélico y levemente altivo". La resistencia pasiva también es ‘un orma poderasa. ‘ROSA SERRANO DE LOPEZ 4— * CAPITULO | Qué lentos pasan las horas cuando soy desdichadal |Qué perezosa y languida mujer se me antoja el dial Como un collar de cuentas infinitas que jams acaban de desgranarse. La noche nunca llega, pero cuando las sombras preludian su venida, me aterra-pensar en esas ocho, nueve o diez horas que lendré que pasar en la oscuridad... sola... sin més compamiia que mis recuerdos y mis temores. Entonces, angustiada e impaciente, velo para esperar la llegada del alba, pensando tontamente ve la luz del sol me traera de nuevo el deseo lo vivir Y asi pasan los dias, sin que la ansiedad me abondone un momento, el tiempo que necesito para rehacer mis nervios destrozados. En la pared de enfrente, encima de la cémoda, esta colgado un espejo, un buen espejo de marco blanco que es el primer objeto que recibe la luz cuando el sol entra en mi cuarto. El espejo me trae, me llama, pero evito acercarme. Sé cual 28 la imagen que reflejard, el mismo rostro que tienen todos los pacientes de la clinica: —15 hinchados, abotagados, bestiales. |No quiero ver mi rostral No quiero ver en lo que me han convertido dieciocho meses de matrimonio con Andrew. Lo odiaria. Si, lo odiaria. Y no quiero cdiarlo porque eso, la aversion, deformaria més mi cara. Prefiero seguir pensndo que mi rostro 8 una copia fiel del de mi madre. Eso me hace sentitme mejor. Yo creo que nadie, con un rostro hinchado por las drogas, puede sentir el deseo de vivir. Cuando se tiene conciencia de un rostto bestia, uno se odia a si mismo. Y odia a los demas porque adivina la repugnancia que despierta Creo que ese temor, llega a tener la misma expresidn estipida de los pacientes de la clinica me ha hecho rechazar las drogas. Unas simples gotas... unas simples pastillas... me darian noches Tranquilas, de reposo, de suefo. Pero, gcvél es *-@l cambio? gUna cara en la que cuesta reconocer un ser humano? Sin embargo, los primeros dias las acepié sin el menor intonto de rebeldia. jNecesitabe tanto dormir...! Olvidar, aunque fuera por unas pocas horas, la sitvacién humillante en que he coido. Pero al cabo de dos semanas, cuando me petmitieron salir del cuarto y vi a los otros pacientes, me rebelé por primera vez desde hace Tnucho tiempo. No quise que los médicos, con el 16— pretexto de darme noches tranquilas, me convirtieran en eso: un muiieco torpe que mira estipidamente... que sonrie estipidamente... que habla estopidamente. Debo conservar mi rostro, esta cara que no es s6lo ma, sino de mi madre y de mi roza. Raza! Mientras mis ojos miran brillar el sol, este fibio sol de primavera, sobre la hierba fresca, pienso en las palabras de Andrew: “La raza es un mito un mito moderno. Un false concepto que sélo existe en las mentes intoxicadas por las teorias revolucionarias de Darwin’. Me gustaria saber cudntos kilémetros me separan en esto momento de Andrew. gCien? gMil? {Neinte mil? gCuarenta mil? No debo torturarme por un simple detalle, Me causa un enorme alivio. saber que no tengo que dormir en sv cuarto. Eso me bastaria para darme tranquilidad. Pero yo quiero mas: que la separacién entre ambos sea completa y permanente, e Sin embargo, sé que su recuerdo me seguiré muchos ais... tal vez toda la vide. Cualquier detalle, cualquier circunstancia, me lo evocaré. Como esta mafiana de primavera en que sentada en un rincén del jardin, siento brillar en mi pelo, el tibio sol de abril. Me acaricia, me da calor, me ama y quiere que viva. : A diez metros de mi, una mujer madura y desalinada, parece mirar con hostilidad al mundo: la hierba, las flores, el aire, el sol en forma desordenada y no puedo evitarlo. Surgen uno tras otto, sin que mi voluntad pueda impedirlo. Puede la gente evitar pensar? Uno enfermera se le acerca y le habla, pero ella responde con un grufido y sigue con los pupilas fijas en el suelo. La enfermera es joven y esbelta; fitne el pelo rubio, las cejas claras y los ojos verdes... como los de Andrew. gDonde esta Ghora?. 3En Albany? gEn Nueva York? gEn Yucatan? |Cémo me gustaria saberlol Pero no debo preguntarlo. No debo. Sin embargo, Gonque este en un pueblo lejano © ignorado, sigo siendo su esposa. gHasta cusndo lo seré? gHasto cudndo? gHasio. cuando me derrumbe? $Y cual sera ese derrumbe final? gla muerte...¥ gto locura,..? gE! suicidio...2 [No, el svicidio nol forage hubo suicides en mi familia, ni en mi pueblo. Y yo no quiero ser la primera. Seria un Belor demesiado grande para mi padre. 2Seré Sco lo que Andrew desea? gEmpujarme al suicidio? Ver al primer suicida de San Cristobal Se aMitlan€ | Nol Entonces no me hobria traido a Ste lugar. Aqui las enfermeras vigilon eeietantemente para clejar la muerte. Aqui los condicos trabajan sin descanso para devolvernos Bia vida, {Qué ironial En el pais de Ia libertad, en el pais de la democracia, el hombre no tiene derecho a mori. Debo alejar de mi mente la idea del svicidio.... Estoy sogura de que jamas haré eto, Nolo haré que esta vida no es mia, no puedo disponer Fe'allo, Desde nita he olde dectt la gonte de mi pueblo que Dios nos ha prestado la vida. ¥ jamas me rei de ella. “Volveré el domingo, si Dios me presta la vida". * a Guatemala el préximo mes, si Dios me da licencia”. He oido estas frases tantas veces, en labios de jévenes y viejos, de hombres y mujeres, de nifios y ancianos. Y creo lo que dicen. Debo creetlo. Tengo que creerlo para demostrarle a ‘Andrew que no ha podido quebrantorme. Una sefiora de pelo blanco y cutis marchito ha venido a sentarse junto a mi. Parece estar tejiendo una larga bufanda de dos colores y sin soltar las, ‘agujas me mira de reojo. Debo parecerle rara con mi piel cobriza y mi pelo negro. Sus ojos estan llenos de recelo, el mismo recelo que he visto en los ojos de las enfermeras y los médicos. No he visto en sus pupilas claras una chispa de simpatia, No debia extrafiarme. Ellos son mis nles, no mis amigos. Mi mente esta confusa. Los pensamientos brotan 18s— -19 {Como me gustoria volver @ mi pueblo! Bojor [esto la plaza para ver los canastos llenos de Iegimbres, frtas y flores que las indias ponen ePitrel suelo. Entrar ola iglesia para encender soe ecla« San Cristobal y pedirle que me lleve por buen camino. Comprar un ramo de fhargaritas y media docena de nisperos. Regresar eae con pasos lentos, por la misma calle Smipedrada, Volver, sin prisa, golpeéndome las rolls con los flores y mordisqueando la fia. Qué caprichosos y antojadizos somos los seres ‘manos! Hace dos afios suspirabe por salir de quel pueblo triste y aburrido. Ahora, ansio Valver él. gPodré regresar? 2Pronto? 2O después Ye haber enterrado a Andrew? gQué dira mi padre al verme llegar? 4N mi madre? gY mi hermano? Me estoy haciendo Jemasiadas preguntas y la cabeza comienza o Sees o olwlve el dolor agudo que me hace apretar los dientes y morderme los labios. Necesito ocupar mi mente en otra cosa, pero sé Que et inal intentarlo. Cante, baile, teja, borde, Cocine o lea, mi mente persiste en lo mismo. No puedo luchar contra ella "Procure alejar de su mente esas ideas tristes”, ‘el médico que me envid a esta clinica. Y To mismo me dijeron el Padre Hunter, Kevin y 20— florence. {Qué facil es decirlo! No imaginan el gigantesco y doloroso esfuerzo que debo hacer Bora apartor de mi mente a Andrew Hess. aunque sea por media hora. Hace dos horas que estoy sentada y ociosa en esle tibio rincén. Hace dos horas y no siento ningin deseo de levantarme. Debo volver a mi cuarlo para comenzar la tarea que me dejé el docior Freeman. Escribir mi propia, foria, desde que naci hasta que fui traida ola clinica. gPara qué le servird? gPara ver si conservo un poco de lucidez? Hace una semana que lo conoci. Una enfermera me llevé a un cvario grande, espacioso, de paredes blancas y techo gris, cortinas amarillas y olfombra verde. Un cuarto con pocos muebles, poces libros y muchas flores. {Qué distinto a la Biblioteca de Andrew! No pude evitar la comparacién. Libros, revistas, vasijas, estatvillas, vasos, mascaras, cuchillos... llenando los cuatro, estantes de madera. El cuarto de estudio de ‘Andrew me sobrecogia. Siempre que entraba en 41 me imaginaba que de cualquier rincon surgiria un brujo de ojos perversos. El cuarto donde conoci al doctor Freeman irradiaba luz, claridad, serenidad. Quise permanecer alli mucho tiempo, 2 pero lo conversacién no progres6. Su mal Pestellano y mi pobre inglés impidieron prolongar Ja conversacién més de diez minutos. Pero esos poces momentos han sido una dicha para, mi Pee tanto tiempo que no hablo mi idioma. Hace tonto tiempo que no lo escucho. Por eso, cuando ame dijo: “Buenos dias, Leonor”, me senti de nuevo una verdadero persone. En la clinica todos hablan inglés y eso me hacia Sontirme mas desamparada, como abandonada sin previo aviso en un planeta desconocido. Desde que vine sent la necesidad de establecer Felacibn con alguien, pero me ha sido imposible. Enfermeras y pacientes parecen eludirme. Por cao, este torpe cambio de frases con el doctor Paul G. Freeman me ha conmovido. El solo hecho de oir mi propio idioma en un pais extrafio, después de un mos de no oirlo, me ha temocionado hasta las lagrimas. El doctor Freeman vendra mafiana @ las once, pero no siento ain el deseo de escribir. No he pear la primera linea. Prefiero seguir aqui, elentandome y dormitando. No me importa que fos enfermeras y los pacientes pasen a mi lado Te Gna mirada amistosa. Este dia el sol es mi Smigo, me do el calor que me ha faltado durante GTedocho meses, dieciocho meses que, se me tintojen un largo e intenso escalofrio. * 22— CAPITULO II Naci en San Cristébal de Atitlan un 30 de noviembre de 1938. (Creo que asi comienzan fodes las autobiografias). Mi padre, que tenia ‘entonces treinticuatro aiios, escogié para mi el nombre de la hija del Adelantado don Pedro de Alvarado. Mi madre acepté ese capricho como lo ha aceptado todo: mansamente, con la conviccién de que todo lo que dice y hace sv esposo es lo que deberia decirse y hacerse Cuatro afios antes habia nacido mi hermano, el primogenito. Se llamé Pedro, como el espaol Gue conquisié el reino de Guatemala. Mi padre, th crioll, lo edmiraba mucho. Don Pedro de ‘Alvarado era para él, modelo de hombria. Y mucho antes de casarse decidié dar ese nombre su primer hijo varén. 7 Después de mi no hubo més hijos. No sé el motivo. Mis padres eran jévenes y sanos, pero no tuvieron mas hijos. Esto los hizo distintos en @l pueblo, donde indios y “ladinos” tenian un hijo por aio. Mucha gente, después de rodeos, acababa por preguntar a mi padre cémo habia hecho para tener sélo dos hijos. Y él (lo recuerdo —2B cloramente) decia con calma: “Dios quiso darme sélo dos hijos. Y yo no he insistido en tener mas”. ‘Asi, la gente que andaba en busca de consejo pora no traer mas criaturas ol mundo, se sentia desilusionada Mi madre no amamanté a sus hijos. Su esposo no se lo permitid. Dijo que se le iban @ deformar fos senos. ¥ ella obedeci6. Pedro y yo nos criamos oi oghs de woce desde que obrimos los ojos Crecimos juntos, pero separados. Vivimos bajo el mismo techo hasta la pubertad, pero nunca jugamos juntos, nunca fimos amigos. El habitaba Un mundo distinto, opuesto al mio. El crecié en la calle, con su pelota, su bicicleta y sus amigos Yo creci en la casa, con mis flores, mis bordados y mis libros. Durante las comidas sélo hablaba con mi padre, de lo que le habia sucedido ese dia y de lo que ba a sucederle el siguiente. Mi madre no interrumpia jamas la conversacién de los hombres; los mitaba mansamente (orgullosa y satisfecha de ellos). Los observaba con sus inmensos ojos negros y comia en silencio. Yo la imitaba, Me recuerdo como una nia tranquila que jamés cavs6 problemas, ni en el hogar, ni @n la escuela. Creo que nunca me queié, ni protesté por nada. Yo notabs el trato diferente Gue mi padre daba o mi hermano: més atencién, 24 més carifio, mas tolerancia, més mimos, menos disciplina y menos responsabilidad. Pero aquello no me parecia injusto sino natural “El mundo es de los hombres"... “La mujer viene al mundo para dar y para sufrir’... lo que ofa decir « mi padre lo creia verdad Yo tenia cuatro afios cuando Pedro comenzé a ir a la escuela y desde entonces su cardcter se volvié mas revoltoso. Lo recuerdo porque su tirania se hizo mas dura desde ese dia. No se qué le ensefiaban en la escuela “iLlévate ese plato!”... “jLévame esta camisal”. *iTréeme esos cuadernos!”... Pedro sélo me hablabo para darme érdenes. No recuerdo de él una sola frase amable. Y lo mismo recuerdo de ms padres, Mi padre slo me hablaba para reprenderme o aconsejarme en tono grave... muy grave. Mi madre se limitaba a ser bella. Jamas me acariciaba, Jamas me cogié en sus brazos, pata consolarme o pera dormirme, Nunca me 186. {Tal vez lo hizo, pero no lo recuerdo). Sin embargo, cuando me peinaba, sentia su amor en las yemas tibias de sus dedos. Era un carifio placido, sereno, permanente. Y yo no le exigia. mas, Cuando Pedro se enojaba conmigo me gritaba “mosquita muerta”. Ahora creo que no andaba —25 equivocado ol decirme ast. Porque yo era une it que hablaba poco, comia poco, jugabs poco y sonreia poco. Los indios de mi pueblo desconfian de los 108 sigos, ¥ la. misma desconfianza sienten los Tlancos, Creen que los mestizos heredan los Gafoctos y vieios de ambas razas, de indios y de blancos. Por qué no pueden heredar sus cualidades y aitudes? Me Imagino que a la gente nunca se le ha ocurrido esa pregunta Pedro y yo somos mestizos, verdaderos mestizos No hice de. hijos de mestizos, como los que Tran les calles de Guatemala. Pedro y yo somos Kjos de un blanco y de una india; de un blanco ue es hijo de blancos y de una indie que es Fie de indios. Pero en nosotros la herencio ho fultionado en forma rara. Pedro ha heredado larpiel Blanca y el cardcter enérgico de mi padre: yo. la piel cobriza y el caracter apacible de mi Yo dre. Pedro, como mi padre, tiene los ojos cafés J‘ briliantes; yo, como mi madre, negros Y Inelancélicos, Cuando mi hermano cumplié los trece aos fue envied a Guatemala para que continuara sus Estudios. No sé en que escuela 0 colegio hizo saeettudios de bachillerato porque nunca me lo 26— dijo, ni yo se lo pregunté. Pero si recuerdo que ‘e805 cinco aiios vivié en casa de mi tia Antoni, Ja hermana de mi padre. : Ella es seis afios menor que su hermano y apenas cumplié los veintidés se cas6 con un comerciante de ascendencia alemana. Tuvo dos hijos, Gustaf y Johanna, quienes por el hecho de ser rubios y ivir en la Zona 10 siempre se sintieron superiores a nosotros. Mi tia Antonia parecfa tener mucho afecto por sv nico hermano y su familia; pero sus hijos hhunca sintieron simpatia por sus parientes pobres. Gustaf y Johanna siempre nos trataron con frialdad, como si no existiéramos. Mi padre jamas dio importancia a la actitud de sus'sobrinos, pero Pedro no los soportaba. No ocultaba su hostilidad hacia sus primos y apenas termind su bachillerato pidié a mi padre que lo dojara vivir en otro lado. Mi padre accedié, aunque eso significd mas gastos. Asi fue como Pedro abandoné aquella Casa para ir a vivir a la Zona 2 con uno de sus compaiieros de estudios. La ausencia prolongada de Pedro no aumenté la atencidn y al carifio de mis padres hacia mi. Se pasaban los dias hablando de lo sano fateligente, guapo y valiente que era su hijo. Los ojos negros @ inmensos de mi madre se le iluminaban cuando Pedro llegaba para pasar las vacaciones. Sus manos, de dedos largos y finos, se movian con diligencia y seguridad pora arreglarle la cama o prepararle sus comidas favoritas Con estos aiios de ausencia Pedro y yo nos fuimos separando, fisica y mentalmente, més y més... hasta que llegamos a ser dos extrafios Cuando él termind su bachillerato y entrd a lo Facultad de Derecho, su mundo y el mio no tenian ningdn punto de contacto. Recuerdo que en varios Seesiones, cuando Pedro estudiaba el bachillerato, mi padre me llev6 a la capital para enterarse personalmente de los progresos de su hijo y vera su hermana. En esas ocasiones mi madre me sacaba un vestido amarillo de algodén Y unos zapatos negros de tacén bajo. Me hacia Toliz el ir vestida como las muchachas “ladinas", pero cuando llegaba a Guatemala me sentia Ficémoda, casi ridicule, con aquella ropa Yo hice mis estudios elementales en Ia énica escuela del pueblo, la misma escuela a la que ‘asistion los hijos de los indios. Mi padre, que fondo la escuela en 1936, jamas me permitio vestir en forma distinta a la de los indios, ¥ mi madre, que jamas us6 otros vestidos que los de 28— ‘su raza, lampoco me permitia vestir como los “ladinos". Cuando tenia ocho afios, un hombre moreno y gordo que habia llegado de Guatemala, me tomé una serie de fotografias en el patio de la casa. Las fotografias, ocho en total, aparecieron unos meses después en una revista norteamericana, Mi padre, con el dinero que le entregé el hombre, compré a Pedro una bicicleta nueva, el suefio de su vida. Esa bicicleta lo convirtid en el motivo de ‘admiracién y de envidia de los chicos del pueblo, {que con la boca abierta lo veian pasar por el camino que lleva a Pangjachel a Yo pasé mohina durante un mes, no por el regalo que le hicieron a Pedro con el dinero que ha! ganado, sino porque me daba rabia verme en aquella revista. Me molestaba que me hubieran retratado con aquellos vestidos que no eran los mios. |Qué cara mas melancélica tenia con mis trenzas hasta los hombros, mi blusa bordada, mi falda jaspeada y mis sandalias de cuero! iAquella ropa era mi estigmal Al terminar la primaria mi padre se encargé de mi educacién, Me dabe clases todas las naches toria, Geografia, Biologia, Literatura... todas las asignaturas que se estudian en la escuela secundaria —29 ‘Asi, al cumplir los dieciocho afios, mi padre me llevé a Guatemala y fui sometida varias uebas. Ese mismo aho, en el mes de diciembre, Pl Ministerio de Educacion me nombro maesita Sela escuela elemental “Gabriela Mistral”de San Cristobal de Atitlan Creo que el hecho de que mi padre fuera entonces el alcalde del pueblo decid enlehramiento, Olra de las razones fue mi conocimiento del dialecto local. (Me lo ensei co ncadre, que jamas renuncié @ hablar su lengua} Desde los dieciocho afios hasta los veintitrés, peendo me casé con Andrew, enseiié a leer y seeribir a los nifios del pueblo. Lo escuela tenia Crtonces cienlo veinte alumnos divididos en seis grupos y atendidos por tres maestros: Evia Vege, Jacinto Castillo y yo. Trobajabo seis horas diarias con tres grupos de veinte nifios y ganaba cuarenta quelzales ‘al mes. Nunca toque ese dinero, lo entregaba a mi padre el mismo dia de pago Con el primer sueldo que gané mi padre mejord el qvarto de Pedro: nuevas coftinas, nuevo Sobertor, un escritorio y una lampara. Yo no me molesté por eso, crefa que mi padre tenia derecho J disponer de mi sueldo. Si necesitaba algo se 30— lo decia a mi madre y ella se lo pedia a mi padre. El afio siguiente me aumentaron diez quetzales y mi padre me permitié quedarme con ellos. El dia que tuve por primera vez en mis manos aquellos diez quetzales, me senti muy nerviosa. Me temblaban las manos cuando mi padre me enirogs los billetes verdes. los guardé en mi devocionario y a cada rato iba a mi cuarto para abrir el libro y ver si todavia estaba alli mi dinero. Pasaron muchos dias antes de que me decidiera ‘a gastarlos. Pero unas semanas después, cuando mi padre me llevd a Guatemala para ver a su hermana que 3e hallabo enferma, tuve ocasion de comprar en una tienda de la Sexta Avenida tuna falda blanca de hilo y una blusa amarilla Mi padre no me reprendié por | p rendié por la compra que Make hecho, pero durante ef coming de rogreso permanecié callado. 3 Lo ropa, ropa distinta a la que habia usado hasta entonces, fue mi obsesién. Cada vez que mi padre me llevaba a la capital para visitar a Pedro ba mi tia Antonia, yo aprovechabs el viaje para comprar ropa. Blusas, faldas, vestidos claros y vaporosos, refajos con vuelos de encaje, medias ransparentes, zapatos de tacén alto... todo lo 3 que vsaban las muchachas que solas, en parejas ven grupos, habia visto en las calles de Guatemala. sin embargo, sélo me ponia esa ropa cuando iba a le capital. En la casa, en el pueblo, segui llevando vestidos indigenas. No sé todavia por qué segui usando aquella rope. gTemia enojor a thi padre? 2O herir 0 mi madre® Aén no lo sé. Imagino que a mi padre le desagradaba| mi manja de comprar ropa porque dejé de llevarme tw sus viajes. Yo no pregunté el motivo porque #7 estaba acostumbrada a pedirle explicaciones Ye eu conducta. Dejd de llevarme a lo capital y Geepté el castigo. Pero en las noches, cuando la Sook estaba a oscuras y en silencio, sacaba mis Sestidos y me los ponia, mirandome sin cansarme Shel espejo del cuarto. Satisfecha de mi aspecto ore sentaba junto a la ventana y sofaba. gQué Mibu? Me sofiaba con el pelo corto, un vestido negro de seda, un collar de perlas y zapatos Slits, Me sofdba en la cosa de tia Antonia, Sontada en el sofa de su sala y mirandome en igs ojos verdes de su hijo. jGustat Koberg..! sDénde estard en este momento® 2Qué puede ator haciendo? ,Pensaré alguna vez en su prima Teonor que muere lentamente, calladamentg, en tna elintca de Albany? No, no lo creo. En su mente y en su corazén jamas hubo sitio para mi. Siempre fui para él “una india boba”, una 32— pariente de la que se sentia avergonzado. ¥ lo imo fui para sv hermana. No puedo seguir escribiendo. Las lagr Mapilon disinguir las teclos de la maquina, Hace una semana, cuando hablé con el doctor Freeman, me senti' mejor. Pero ese poquito de alegria se ha desvanecido tan fécilmente. Apenas recordé a mi primo Gustaf retrocedi al mismo estado en que me hallaba hace tres sema cuando vine a la clinica mee {Qué fragil me estoy volviendol (Qué facilmente me siento desdichada y llorol |@ué poco coraje tengo! {Qué poco me parezco a las indias de la conquista, o aquellas mujeres valerosas y estoicas que prefirieron matar a sus hijos antes que v i ss que verlos lame desesperadamente o mis abuelos, o los india del colonije, o las que soportoron tes siglos de humillaciones, trescientos afos de servidumbre, sin un lamento y sin una lagrima, les llamo y k les pido un poco de su coraje, 7 pero no me excuchan, Me ween la espalda porque ovo en los venas sangre de la raza que las oprimié. Pero son mis abuelas. Y yo soy sv nieta, Estoy sollozando sobre la mesa. Y mis sollozos me asustan, porque no son como los de las otras, pacientes. Son solloz0s roncoti $2 los estertores pacer 5 que agoniza, la mia. Son los sollozos de on Sorades, fargamente reprimidos, de una muchacha de veinticinco afios a¥e ‘en un momento reece se halla a miles de kileme'ro: de su gotta, sin parientes, ni amigos en Ve ciudo familia, tj, rodeada, por gente extern, 3° fone otra sangre, ofra lengua y ola historia CAPITULO IIL Estamos en plena primavera. Hi em e lay sol, f cr Ta nt a 2 ed ai eeazonl que celts imiaiiders os eloros que et miedo | helado, aterido Una enfermera de oi: parece dilatar, ha entrado en mi quarto y me ha Petprendido lorando. Me dice que or) Kus once 1% eg acostarme en sequiga. Le responce. | oiandome avergonzads las lagrimas que me mojan los eis aque tengo 308 Yerminar Io motan que me ha dejado el doctor Freeman No hace caso de mis palabras! me obliga o tomar una jableta blanca; me lleva a ta cama; tomar ne aquina de escribir, guorda Ios papeles cierra lo Tyan de fa mesitoY OP990, 08 luces. reine were de nuevo al doctor Freenee aMe Mofiane vrjrme vin rato en ose custo ne de dejar tee cvarto tan.istinto al de ‘Andrew? Elllanto me ho agotodo y fe tableto comers S El lanl Myfeco, porque mi cabeza s° ho ‘welto| Spesada... pesada . Han rever Hen reverdecid os eredaderay qv bre dil alee hf linica. Y hay entre las hojas verdes _ —— pene que no he resistido el ree Ee Son Castel sempre adobe con siempre andal ae de sien flor metido en la Hea Ped : lerapugnaba esa costumbre y me deca" a ‘cabra”... “rumiante”, ee —jDéjalal A nadie aibeiplel A ned perjudica con eso —le decia A Pedro le mole: 6 A staba ese habito mi reisqveondo tals de flores, pato ae ia ia. i le hacia groc mucha gracia... hasta que se los pacientes han ard: Je 00 onde creecctatcan sone is Hoce un mes dejo de nevar y todavia onto a po helado. Para mi el invierno no cious —35 e velva a Son He pasado dos dias en cama, sit sin qu. nisalir del cuarto, pensando en lo ve meesbera Sk dojor la clinico. Ya no buscaré al Padre Honter para qué? 2Para que me diga que Sebo oe paciente? gPara que llame a Andrew y le r jt mis quejas? oe sCuando se ira? gHaste au Cristobal? He visto al doctor Freeman dos veces més. a DLrt~—~r—CS papel escritas a maquino, Les echo una ojeada Wefgs guard6 en uno de los cojones de su Y erote. “Después, con rostro grave, me, fa Hae Ploe preguntas de rina: “gDuerme biene” ‘"Siente apetito®”.... “gle duele la cabeza?” Ain se siente deprimida?” nto bien; que la melancolia 300 salir pronto de bir a mi fomilia. No, esta vez iré a la casa de Bil : c fe Bill y le pediré re dete postal non di Entonoes cl saboto, ‘Andrew me despreciara y me dejaré en paz. —Yo nunca visité prostibulos. Me daba osco popsar que olor Fombres, nas qu yo, ls jabian tocado. —Si no ment i tia cyande lo dijo : : jo 0 mm padre, senicé repugnoncia hacia mi y querré verme més. a Le he dicho que me siet es propia de mi raza; que de: To clinica y que necesito esc Pora decitle estas cosas tardé diez minutos. Me Foruificl porque él es un extrano y poraue fy inglés es tan deficiente, Cuando hube terminado inglés v3 ue el tombien desea mi solide de lo Cfiniea, pero que considera imprudente hacerlo clinics: Rin me cree “espiritaimente debi” ¥ piensa que debo “fortalecerme” antes de volver a casa. gSignifica eso que fendré que regresar OV iedo de Andrew? [Nol yamés! Deseo regrescy ol lado ce sobal, a ti puoblo, Esa idea... [a de open Gla casa de Elaine Hess... 69% Dove voNer One aterra. Siento escalofrios, escalofrios street. nies que me obligan a buscar mi abrigo: Después, podré pedi : pedir a Bill que me dé direccién del Consvlado de Gatley. es nica manera de regresar a San Cristobal. Pero. goceptors Bill, un vigilante negro del Parque jeridan, la proposicién de una desconocida? Y si viene And 4Y si viene Andrew a llevarme? No, éf a i le , f no vendr Cin decir que saldria el 24 de cee fornia. Pero si l no viene, vendra sv madre Y serd peor. No me dejaré sola un momento she @ enfermorme con a oo duos y a [a misma mira crueles, to misma mirada del Adelantedo don —2Por qué apartas la cara del ret u car rato? —Andy 7 yo eslabames en lo Biblioteca de lo antigua —37 los mestizos tenemos fama de rencorosos. Yo pienso que somos més sensibles al desprecio. Nada mas. Estamos siempre alertas a las ofensas/ de blancos y de indios, Ambos nos rechazan. Mis defectos copitales... el orgullo y a indolencia, eran atribuidos por mi padre a mi ascendencia india y por mi madre, a mi ascendencia espafiola. Universidad de San Carlos, donde se conserve yn retrato del conquistador cr | respondi medrosa. dulce 6 Jbas que fuera? gMansa y eee een Francisco de Asis® ra un conquistador... recuérdalo. i - ure — Me lastiman esas pupilas claros —murm alejandome. — § a reir de mis ideas. ¥ sv risa, few se ech a reir : arose “in dolor agudo. El mismo dolor que Siento ahora, porque en mi cuarto re! Henyvia el eco de su risa burlona. fi Setecientos treinta nto hace ya? gDos aiios? av ots clvidado ese incidente. Mi pode Sis ye siempre evilba ofender alos “lociner, porqve tienen una memoria ‘extraordinaria p* Fecordar ofensas. a ido, pero Pedro y Jacinto también me han oferlido, ge é traté de olv! Jo olvidé © al menos, hier, Ie '@ de olvidarlo, por olvidé, trot por ‘ ‘estizos, como yo. Pero os y os humillaciones de Andrew y de su madre duele mas porque vienen de ellos, de blancos: é i i sino tambien Y cuando rien, no sélo se rien de mi sino tar de mi raza. El viernes pasado, cuando por insistencia de la enfermera, sali un rato al jardin, vi al doctor Freeman. Se hallaba de pie, conversando con un grupo de pacientes que lo escuchaban atentos. Iba a retirarme, pero él me vio en ese momento y me hizo un gesto de saludo. Se despidié del grupo y vino hacia mi con rostro serio. Dijo haber leido mi trabajo la noche anterior y sentido el deseo de discutir conmigo ciertos detalles. No supe qué decir y preferi callar. —Necesito conocer més detalles de su vida, Leonor. No me impulsa la curiosidad sino el deseo de ayudarle. gQuiere escribir mas sobre sv primo Gustaf? Me parece que le resulta menos dificil escribir sobre sus problemas que hablar de ellos. glo hard? lo escuché sin cambiar de actitud, inmovil, callada, con los ojos fijos en una pareja de —39 hormigas negras que llevaban trabajosamente un trocito de hoja : —He ordenado que la leven a mi oficina todos jos lunes a las once. Espero tener su trabajo ese dia. glo hara? ‘Asenti con la cabeza y le di la espalda para Volver a mi cuarto; pero apenas cerré Ia puerta me arrepenti de mi promesa. gPara qué quiere Saber mas de Gustaf? gPara contarselo todo a ‘Andrew? No quiero escribir mas. Pero si no ‘obedezco me retendrd en la clinica. Deseo volver ‘a San Cristobal, pero antes tengo que salir de @sta cose de locos. Haré lo que el doctor Freeman me pide. Después de todo... nada vergonz0so hubo entre mi primo y yo. He posodo la tarde intentando escribir, pero es inditl, Llené el cesto de papeles sin haber escrito una linea, La enfermera me sugirié escribir en el jardin y me he negado. Me incomoda la presencia de las otras pacientes, como si temiera que adivinaran lo que escribo Cuando me dejé tranquila, cogi una chaqueta y una Fevista para salir al jardin y sentarme en mi fineén favorito, junto a los gladiolos rojos... rojos Como los del patio de mi casa. Simulando leer me he pasado toda la tarde, sin pretender 40 — ‘amistad con las otras enfermas, que en el otro cexiremo del jardin tejen en silenciog Sin intencién, mis ojos han resbalado de la pagina de la revista al banco de piedra que esté junto al muro. Pienso que por ese sitio la huida no es dil Para una persona de mi estatura, subiendo en el banco y cogiéndose de las enredaderas tupidas, saltar el muro es cosa facil Pero... squé encontraré al otro lado? sCasas? Una carretera? £1 campo? Me da lo mismo Nadie me ayudara a escapar. Todos me devolverén al lugar del que hui. Debo ser paciente y obedecer al doctor Freeman para poder salir de aqui. Me he fijado tan poco en él que en este momento no sabtia decir cuél es el color de sus ojos. Deben ser claros, como los de todas las personas que me rodean. Claros ‘opacos, sin luz. : Me he puesto a escribir después de la cena porque Ia enfermera me advirtid que regresaria @ opagar las luces tan pronto dieran las diez. Le pedi un poco de café y me respondié que el doctor Freeman lo ha prohibido. Me ofrecié un vaso de leche fria y he rehusado con una mueca —Me da néuseas —le dije Y ella, encogiéndose de hombros, se lo ha tomado —4l Lo primera vez que vi a mi primo Gustof, él ene te rugnos y yo catorce. Mi padre me habia Nevado a Guatemala para visitor a su hermana ‘Antonia que se hallaba enferma. La casa de los Koberg esté sitvada en lo 12 Calle de la Zona 10 y es una de las mas catestos; pero Gustaf y Johanna creen que el Mette hecho de vivir en ese sector les do el see ho de sentirse superiores a todos los que Given en el resto de la ciudad. ‘apenas llegamos mi padre subié al eyarto de su fern, dejandome en la sala. Yo estabo Rojeondo una revista cuando Gustaf entré y €9 eresupilasclaras se refle[6 la sorpresa de verme sti Pero no dijo nada, siempre fue orgulloso y ct omvado. Sus ojos verdes me recorrieron de pies a cabeza, haciéndome sentir incémoda. sin un gesto, ni una palabra de saludo entrd en Te sala pare sacar unos libros. Cohibida por sv ctud dele la revista en su sitio; me levanté en setiuida y me acerqué o [a ventana, donde permanect hasta que mi padre volvie Cuando saliamos, unos minutos despues, vimos C'Sustaf subiendo a su convertible rojo. Se hallaba « pocos metros, cinco 0 seis, pero Grrancd estrepitosamente sin concedernos una mirado. a2— Mientras caminabamos hasta lo parada d autobuses, me puse a imaginar lo que oe en la menie demi primo. Era indudable que le habia molestado encontrarme sentada er so fe Gey ee de 5 ean 1Gue ‘aitevimientol Yo saber esperado a Jenls puorts, como oe pvtontor dees enodee Wuelvo a verlo cor verlo como lo vi ese dia. Alto, allé desdefoso, vestid. ee desdenote,veside con pulerivd, Sed todavia Yo no lo odiaba aun unque adivinaba sv despreci Peromi hermano lo detestaba por ls dos ‘Gustol ra desdefioso con todas las personas, hasta con su madre. Y eso me c onsolaba, i doloroso su desdén. me hoci menos Su actitud hacia mi padre era la misma. A pe Nunca lo llamé tio, ni le estreché la mano, ni le sonié. Pero mi padre jamas daba importancia@ su manera de ser. El crefa que se rataba de algo pasajero, de “ muchachos”... y lo tbleraba ._ En los afi ios siguientes lo vi una docena di na de vec siompre en su casa, pero su actitnd no cambio Estudiaba ar quitectura y su madre es orgullosa de él. Cuando mi ts ee nvitaba a almorzar, él inventaba cualquier 43 excuse’para no sentarse con nosotros. “No tengo hambre”... "Comi afvero”... —decia a su madre y se retiraba después de besorla. Muchas veces vino a Atitlan para participar en competencias de navegacién, pero jamas visit mi casa, a pesar de que entre Panajachel y San Cristobal habia menos de diez kilémetros. Venia acompafiado de muchachos y muchachas bulliciosos y despreocupados que alteraban la tranquilidad del lugar. En cinco 0 seis ocasiones fui al lago para mirar las competencias. Gustaf jamas me veia © mejor dicho, fingia no verme. Pero su indiferencia no me desalentaba. Siempre esperé que un fin de semana llegara a mi casa en su convertible rojo para invitarme a pasear. Para esa ocasién, yo Guardaba un vestido blanco de hilo y un par de zapatos del mismo color. Guardé ese vestido y e508 zapatos durante mucho tiempo. Los estrené, sin alegtio, el dia que Andrew me llevo a Ciudad Vieja. Cuando mi padre hablaba casvalmente de su hermana © de sus sobrinos, yo escuchaba con atencién. Sin embargo, jamas me atrevi a hacerle preguntas sobre ellos. Mis padres nunca sospecharon de mis sentimientos hacia Gustaf. Yo lo disimulaba bien. 44— Jamés lo mencioné, ni pregunté por él. Confiaba en que un dia sus ojos dejorian de verme con desdén y sus labios sonreirian-al pronunciar mi nombre. Mis abuelas esperaron trescientos aos. por sv liberacién. gPor qué no podia yo también esperar... cinco, diez afios... por el amor? la hermana de Gustaf, Johanna, era cinco afios menor que él. Se parecen mucho fisicamente: tubios y de ojos verdes. Como su hermano también era altiva y desdefiosa. Ahora debe tener veintiséis afios y estar casada con un hombre de igual 0 mejor condicién social En la época que la conoci tenia quince afios y estudiaba en un colegio de monjas. La antipatia, enire ambas {ve instantanea —Johanna, esta es tu prima Leonor —dijo mi tia Antonia al presentarnos. Ella fruncié la nariz y dijo secamente: —2Si? No sabia que los Koberg tenian parientes enire los quichés. Nunca, en las raras ocasiones que nos encontramos, desperdicid sus sarcasmos e ironias. Yo también la detestaba, pero mi ntipatia era callada, silenciosa Mi tia Antonia siempre traté de mejorar nuestras relaciones, pero fue indlil. Desde el momento de —45 | ; \ conocernos fuimos enemigas. Pero mucho tiempo después, al cabo de nueve afios, hallé ocasion de herir su orgullo. Mi padre nada sabia de este encono. Mi madre: lo adivinaba, pero jamas me comenté el asunto. Me dejé solo en la lucha. Sé que mi padre nunca sinfié envidia de los Koberg porque habia Fenunciado voluntariamente a esa clase de vida. Sus padres eran espafioles que llegaron a Guatemala o fines del siglo pasado. Fueron gente trabajadora y austera, dedicada exclusivamente «a su trabajo y a su fomilia. Llegaron a poser una abarroteria en la Once Calle, una casa en la Zona 1 y un automovil Ford. Eso fue lo que hicieron en veinte afos de trabajo y lo que heredaron a sus dos hijos. Mi padre, un muchacho aficionado a los libros, las tertulias y las siestas, no quiso dedicarse al comercio. Cuando tenia veintiocho afios vino a Panajachel para pasar unos dias de vacaciones ‘Al cabo de dos semanas sus amigos regresaron «a Guatemala, pero él se quedé aqui. En uno de Sus paseos al lago conocié a mi madre que vivia ten San Cristobal. Imagino que mi padre se sintio otro don Pedro de Alvarado y vio en mi madre otra princesa Jicotencal Vendié a su hermana la parte que le correspondia en la herencia de sus padres, por doce mil 46 — edificd la me después de su quetzales y con ese dinero se instalé en San Cristobal de Atlan. El comprendi6 que su esposa sufriria al ser llevada a un lugar tan diferente prefirié quedarse para siempre en San Cristdbal Aprendié el quiché; cultivé naranjos en su tierra; ior casa del pueblo y seis aiios egada fve elect aleald su primer periodo como alcalde (ha sido electo siete veces) fundé la escuela. le. Durante Veintinueve afios tiene de vivir en San Cristobal y alli morira porque es el lugar que su espiritu, idealista y sofiador, buscaba. Nunca se arrepintié do su decisién.. creo yo. —47 CAPITULO IV —De manera que usted salié de lo adolescencia sin renunciar a la ilusién de lograr el amor de su primo. No habia nada de burlén, ni de impertinente en las palabras del doctor Freeman. Estaba sentado en su escritorio, fumando con calma y hojeando mis cvartillas. —Pero supongo que lo olvidé al conocer a Andrew Hess. Y con el paso de los dias su primo Gustaf se fue convirtiendo en un fantasma, gNo sucedié asi? Yo lo escuchaba en silencio, con los ojos fijos en la alfombra verde; pero su comentario final me ha sacado de mi pasividad —sCvando saldré de esta casa? Yo no estoy loca... como las otras pacientes. El doctor Freeman no parecié alterarse por mi brusca pregunta y siguié hablando con el mismo tono calmado. A esta clinica no sélo vienen locos... gente que ha perdido la razén, sino también personas 48— como usted, que se sienten desdichados y desean morir. Usted esté enferma, Leonor, y necesita oyuda para curarse. Saldra hasta que yo lo considere prudente Hablé, gravemente, unos minutos més y al despedirme, me recordé: —Siga escribiendo. Cuando conozca su historia completa me hallaré en mejores condiciones de oyudarle. Y le pido que escriba porque veo que usted es poco conversadora He regresado a mi cuarto mas triste que de costumbre; pero apenas termind el almuelzo me senié a escribir. Tengo que escribir hasta que me duelan los dedos y me dé vweltas la cabeza porque esa es la énica manera de salir. El lunes 19 de junio de 1961 fue un dia dificil para mi. No por causa de los alumnos que eran unos chicos callados y taciturnos, sino por Jacinto Castillo que se habia presentado casi ebrio y. jolpeado a un nifio de nueve afos por haber llegado tarde. Consolé a Nicolas, el nifio castigado; reprendi aacinto y amenacé con decirlo a mi padre que —49 rere 20 essen SARS enema ese Alcaldia, A las doce, después de cerrar Ia escuela, me dirigi @ cosa acompafada por un grupo de ‘alumnos que vivian cerca de la mia. Entre lo escuela y mi casa hay una distancia de diez cuadras que recorriamos sin prisa. Alllegar a la verja de madera blanca que rodea mi casa, vi estacionado en el patio, junto o la primera hilera de naranjos, un automovil verde cubierto de polvo. Me sorprendi. Aquel no era el coche de Eric Koberg ni el de su hijo. Al levantar la vista del auto, via mi padre y a tres hombres desconocidos senlados en las sillas del corredor. (La casa de mi padre es una sencilla construccién de ladrillos que se levanta en el centro de un huerto de dos | manzonas y se compone de cuatro cvartos que dan o un corredor. Sin embargo, mi casa era la mejor del pueblo} Aquellos hombres no parecian “ladinos”; eran mas altos y mas blancos que mi padre. Fingi no haberlos visto y me oculté entre dos limoneros; pero mi padre me llamé en voz alta y tuve que facercarme. Esta es mi hija Leonor —dijo mi padre poniéndome el brazo sobre los hombros—. Es la 50 — ia, por hallarse resfriado, no habia ido a la maestra del pueblo. gVerdad enti moos d éNVerdad que es idéntica a Dos de los hombres, el mas viejo y el mas joven inclinaron la cabeza y sonrieron. El otto, un hombre de rostro serio, pelo castaiio claro y ojos. verdes, me con curiosidad... como si yo fuera una cosa rara. Seguramente, sus ojos lo decian, nunca habia visto una mujer como yo. Hice un intento débil ht i por soltarme d (re pote 6 me rokvo.a 30 ladon nn Pass. —Estas personas son antropélo, ja Univeridad do Colecbe ee vane de estudio sobre el pueblo. Antropélogos? Ni ia oF 2Antropélogos? Nunca habia oido eso palabr. 2Qvé significaba? No hice preguntas y Permaneci con los ojos bajos, incémoda por la id titada inistente del hombre. Y mi padre seguia —=El jefe del grupo es al doctor J f t Joseph Frick — dijo mirando al més viejo, un hombre de pelo blanco, ojos , oj08 grises y lentes claros que me sonrié de nuevo. wemesonne —Andrew Hess y Kevin H Jamilton son ayudantes. Permaneceran en el pueblo hasta el mes de agosto. Leonor habla perfectamente el ialecto local. Creo que podra ayudarles mucho. —s! Qué clase de estudio iban a hacer? gQué interés. tenia para ellos un pueblo de cvatrocientas casas como San Cristébal? para curarlo. Mientras lo hacia no pude evitar tn pensamiento: Los ojos del llamado Andrew Hess eran tan verdes como los de mi primo ; ' usta. —Veré si mi madre me necesita —dije ° apresuradamente y me deshice del abrazo ‘mi padre. Los visitantes volvieron el dia siguiente para seguir conversando con mi padre, que no ocultaba su simpatia por ellos. Yo lo comprendia bien. Esta era para él una de las pocas oportunidades que tenia de conversar con gente de su mismo nivel. Hallé a mi madre en la cocina, ocupada en preparar la comida: —Saca los platos de porcelana y los cubiertos de plata —me dijo al verme entrar—. Francisco + vie Durante las comidas no se cansaba de hablar a los invité a almorzar. mi madre sobre sus nuevos amigos. El hecho de gue lo hubieran buscado para solicitar su ayuda, Durante la comida, mientras mi madre (Oo 2 halagaba su vanidad. comiamos en silencio, mi padre entretuvo a los visitantes hablandoles del pueblo. Mi padre era entonces el alcalde de San Cristébal, de manera que a mi no me sorprendia el asunto. Ya estaba acostumbrada a que todos los forasteros que legaban al pueblo buscaran a don Francisco Palacios. Cuando sali hacia la escuela, pocos minutos antes de las dos, ain no se habian retirado. Y el - llamado Andrew Hess me siguié con la mirada hasta que llegué a la cerca. Por mi padre supe que los visitantes vivian en un hotel de Panajechel y vijaban todos los dias @ San Cristobal. jQué dia aquéll Cuando llegué a la escuela encontré a Domingo, uno de mis mejores alumnos, rodeado por un racimo de chicos inméviles y medrosos. Se habia herido un pie El jefe de ellos, doctor Joseph Frick, teni con un trozo de vidrio al alravesar la plaza. : area NG vento Se cincuenfitrés afios y vivia en Nueva York. Se habia graduado veinte aiios antes en la Universidad de Columbia y era autor de varios libros. Retiré a los curiosos y me llevé a Domingo, que se miraba la herida sin derromar una légrimo, 52 +53 ove ET: decir las mismas cosas. Que la escuela tenia doscientos quince alumnos divididos en once rupos... Que los niios sélo asistian dos horas jarios porque casi todos ayudaban a su familia en el culivo de la tierra... Que los conocimientos que daba la escuela eran pocos: lectura, escritura, aritmética... Que el dltimo grupo estaba formado por diecinueve muchachos, que después de haber aprendido a leer y escribir, sumar y restar, multiplicar y dividir, pasaban a las manos de la directora para aumentar sus escasos conocimientos... Que este grupo era siempre reducido porque la mayoria de los nifios dejaba la escuela apenas aprendia la “lengua de los ladinos”. Andrew Hess tenia treintidés aos y residia habitualmente en Albany. Los dos afios anteriores 4 habia estado en Yucatén, haciendo un estudio sobre los grupos mayas que todavia existen all Kevin Hamilton, el menor, acababa de cumplir veintiséis afios y estaba preparando sv tesis. Vivia con su familia en New Haven, Connecticut, y estudiaba en la Universidad de Yale. ¢Como habia hecho mi padre para saber todos esos detalles? No me atrevi a preguntarselo, Eso semana mi padre los presenté a las pocas personas importantes del pueblo y los llevd a conocer la escuela EI mas atento de los visitanies era sin duda, ‘Andrew Hess. Escuchaba con enorme interés y miraba con curiosidad a todos los nifios de mi clase Los nifios, poco acostumbrados a ver gente blanca, se mostraron mas hurafios con los visitantes. Nicolas, el més inteligente de mis alunos, Al terminar la visita hizo un comentario breve. guardé un silencio obstinado cuando el doctor ¥ —Estos nifios son mucho més atractivos Frick le hizo algunas preguntas. fisicamente, que los de Yucatan. gNo le parece asi, Joseph? Son mas altos, tienen la piel mas, clara, los ojos més grandes y la nariz més fina la boca... incluso, es mas pequefia, Parecia no entender una sola palabra de castellano y cuando Kevin Hamilton estiré la mano para acariciarle la cabeza, se cogid de mi falda y fijé los ojos en el suelo. . El doctor Frick asintié con la cabeza, dio una chupada a su pipa y se volvié hacia mi padre i rovech6 el incidente para hobl. Mi padre aproveché el incidente pare hablar eee ee del cardcter hurafio de los indios. lo escuché 54 — —55 Entonces, ol alcalde dijo que esas diferencias se debian posiblemente a una mezcla, en tiempos anteriores, con sangre blanca. Y todos parecieron satisfechos, Dos semanas después de la llegada de los forasteros, mi padre me llamé para decirme que el 3 de julio iban a empezar su trabajo Necesitaban ¥entrevistar”4a todas las familias del pueblo; pero como no hablaban el dialecto local, yo debia acompafarlos para servirles de “intérprete”. Sus frecuentes visitas a la casa comenzaron a incomodarme porque el corredor, donde estaba la sala y el comedor, dejé de ser mio. No discuti porque estaba acostumbrada a : obedecerle; pero le hice notar que tendria que Tuve que refugiarme en mi cuarto y en la cocina cbandonan la escislat Yo eludia a los visitantes. Y mi madre hacia lo mismo. —los acompafarés durante las tardes f —respondié mi padre con calma—. Mi secretario A mi padre no le sorprendia, ni molestaba mi ge ocupard de Wy clase. actitud. Mi madre jamas participaba en las conversaciones de los hombres y lo mismo se esperaba de mi —slendré que llevarlos @ todas las casas del pueblo? —me atrevi a preguntar. Pero a veces, los forasteros me sorprendian en —Si, a todas. el patio y tenia que responder a sv saludo eee ee Y con el cigarro en la boca se alejé hacia el Yo los observaba « hurtadillas. No daban la patio ‘ impresion de ser amigos. Tal vez por la diferencia de edades. El mas viejo y el més joven caminaban siempre juntos, como padre e hijo. Andrew Hess iba siempre detras de ellos, jugando con una pelotita blanca o un llavero de plata. Esta conducta, tan informal, chocaba con su rostro serio. —s7 ee ea gE Fe CAPITULO V Las ocho semanos siguientes, desde los dos hasta Ios seis de la tarde, conduje a los forasteros por las calles del pueblo. Casi todas las familias, que me conocian por ser a hija del alcalde, recibieron a los visitantes con el rosiro grave, pero sin hostilidad. Nadie rehusé proporcionar la informacién que ellos les pedian. Pienso que las visitas de aquellos *profesores” les hacian sentirse importantes Yo me encargaba de presentarlos a cada familia. y de traducir al quiché sus interminables Preguntas. Permanecia a su lado durante toda la Eonversacién, que se prolongaba generalmente una hora Los preguntas eran las mismas y al cabo de unos dias las sabia de memoria. los " rofesores’ querian saberlo todo. El nombre y la edad de dada miembro de la familia; la ocupacién del jefe de to casa; sus difcytades econdmicas lo fecha que liegaron al pueblo; sus relaciones con ioe ehres indice y los “ladinos”; el valor que dabon @ la educacian; lo que anhelaban para sus hijos, Las preguntas no tenian fin. s8— El trabajo caminaba lentamente y al finalizar el mes de julio sélo habian “encuestado” noventa y seis familias. Pero no podia apresurarse més. Yo era indispensable porque los indios adultos s6lo hablaban el quiché. Sus hijos iban a la escuela para aprender el castellano, pero en el hogar s6lo hablaban sv dialecto. Ademés, en muchas ocasiones, evité incidentes molestos que [a ignorancia de los forasteros acerca de las costumbres de San Cristébal, habria provocado. Poco a poco me fui acostumbrando a ellos. El doctor Frick, que tenia la cualidad de despertar confianza entre los jofes de familia, me tratabo con mucha bondad. Los hombres lo creian un sabio porque casi siempre, al final de la visita, le pedian toda clase de consejos. 4Creia realmente atil enviar los hijos a la escuela? §Consideraba prudente permitir que los jévenes. @scogieran sv pareja? gPodian comer “fruta fresca” cuanto tenian tos? gCreia bueno dar purgante a los nifios con “empacho"? Una tarde, mientras volviamos a casa, me hablé de sv familia, Su esposa iba a llegar en esos dias para reunirse con él. Le gustaba mucho la pintura y Kabia hecho plones de trabajar en unos cuadros durante ese verano. Sus dos hijos, ambas casadas, vivian en Hartford —59 Me bastaron cuatro o cinco ocasiones para simpatizar con él. Era un hombre inteligente y culto, pero sencillo y afable. No habia nada de desdén, ni de burla en sus gestos y en sus palabras cuando visitaba a la gente. Les hablaba con calma y paciencia, no con el rostro malhumorado que siempre tenian los “ladinos” al dirigirse a los indios. Parecia comprender que en San Cristobal, él era un forastero y los indios, los amos. Kevin Hamilton no parecia despertar la confianza y el respeto que despertaba el doctor Frick; pero 30 aspecto juvenil e inofensivo le ganaba la amistad de las mujeres y de los nifios, para quienes siempre tenia una caricia o un confite, Me divertia ver su turbacion cuando hacia ciertas preguntas. Como ésta: “gCudles son sus ingresos mensuales?” Y en sus ojos azules se leia facilmente el temor de herir el orgullo de los indios. Caminaba a mi lado en silencio, sin hacerme preguntas ni observaciones. Su silencio me incomodabe, pero nunca hice el menor esfverzo por iniciar una conversacién. Actuaba como si tuviera miedo de mi. Mas tarde, muchos meses después, me aclaré su conducta. “Temo haberme portado como un estipido. La verdad es que no sabia cémo tratarla. Siempre temi ofenderla con mis preguntas o comentarios. Y preferi callar”. Este era Kevin Hamilton. EI menos simpatico de los tres era Andrew Hess. Pobre Andrew Hess! Nadie parecia simpatizar con él. Ni mi padre, ni los hombres, ni las mujeres, ni los nifios, ni Jacinto Castillo. Aan ignoro el motivo. Andrew no era pedante, ni caltahero, ni brusco, ni burlon, Pero habia algo en sus ojos verdes y en su boca de labios delgados que despertaba recelo. Miento al decir que nadie patecia simpatizar con él. Elvira Vega no ocultdba su interés por el doctor Hess. Pero Andrew parecia molesto por el interés de alla, Yo lo comprendia bien. No es halagador para un hombre el interés de una mujer vieja y fea Hacia las preguntas con tono seco, sin sonreir nunca. Miraba a la gente de San Crist6bal como miraban mis ojos la coleccién de’conchas y caracoles que los Koberg tenian en la sala de su casa. Su enorme deseo de conocer la historia del pueblo lo volvia impertinente. Desde que salfamos de mi casa hasta que volviamos, me fastidiaba con su inmensa curiosidad. Parecia un nifio... un nifio como Nicolas, que desean tener respuesta para todo. 61 Y siempre proponiendo cosas inconcebibles para la mente de los indios. Que los nifios sirvieran de “intérpretes". Que las mujeres participaran en la conversacién. Que las entrevistas se hicieran en el patio. Fue necesario aclararle que los indios no acostumbran que las mujeres y los nifios intervengan en las conversaciones de los hombres. Le hablé también de su descortesia al rehusar entrar en la casa y al decir que preferia el patio porque alli habia mas luz y menos calor. Sus casas eran cuartos con paredes de "adobes” y piso de tierra, sin ventanas y sin sillas; pero sa_era_su_casa y ser invitado a entrar en “Tgnificabo UT ROAG una set See El escuchaba con atencién mis aclaraciones, sin parecer molesto, Me era facil disculparlo porque sabia que lo hacia por ignorancia y no por deseo de ofender. Pero los indios no lo sabian y eso era lo que yo trataba de hacerle entender. Desde el primer dia que lo acompaiié a las casas del pueblo, me traté con familiaridad. Y esa fue otra de las razones que motivaron mi enojo. —Me interesa aprender el quiche —me dijo apenas habjamos salido de mi casa—. Puedes ensefiarmelo, Leonor? 62— ‘Me senfi injuriada. gCémo se atrevia a tratarme asi? 4Se creia con ese derecho por su sangre blanca y su titulo de doctor? Sélo mi familia me trataba en esa forma. Los demés, la gente del pueblo, me llamaba “sefiorita Palacios”. Pero él no advirtié mi enojo porque siguid hablando en el mismo tono, —Cuando estuve en Yucatén aprendi el dialecto local. gConoces la leyenda de la princesa Sac- Nicté? Significa... Blanca Flor. A las seis, cuando volvimos a mi casa, me detuve junto a la cerca y dije con rostro adusto: —No se moleste en entrar. Son las seis y tiene que regresar a Panajachel —Bien. El viernes a las dos vendré a recogerte. Me volvi bruscamente para entrar en la casa, pero él me lo impidié al poner una mano en ef cerrojo. —No has respondido a la pregunta que te hice hace cuatro horas. gPuedes ensefiarme el quiché, Leonor? —No tengo tiempo, Adids. —Adiés, Leonor. gCémo se dice adiés en quiché? —Chabec-chic —respondi secamente. \ | | —Vendré el viernes a las dos. Chabec-chi Leonor. Solté el cerrojo y subi6, serio y tieso, al automévil verde que habia estacionado junto a la cerca: Entré en la casa con el cuerpo tembloroso por la rabio y pasé junto a mi padre, que fumaba franquilamente en el corredor, sin saludarlo. —Buenas tardes, Leonor. Qué te ha pasado? —Nada —repuse ocultando la caro y dirigizndome @ mi cuarto. —4Se fue ya el doctor Hess? Si... Dijo que volveré el viernes. Mi padre no hizo comentarios, pero senti en mi espalda sus ojos inquisitivos. Como lo habia dicho, Andrew volvié ese viernes a las dos de la tarde. —Buenas tardes, Leonor —dijo al verme— yCémo se dice buenas tardes en quiche? —Shaij —repuse con aspereza y bajé las gradas del corredor. No volvié a hablarme durante Ia tarde. Al regreso me detuve a un lado del camino, solitario a esa 4 hora, para componerme una sandalia que con la caminata se me habia soltado, Sin decir palabra me senté en una piedra y me incliné para atarme la sandalia. Iba a incorporarme cuando senti la mano de Andrew en mi pelo, que ese dia llevaba suelto hasta los hombros y sujeto por una cinta de seda roja. Ladeé la cabeza y lo vi con un mechén de pelo enire sus dedos. Pero no parecia acariciarlo, sino examinarlo, Y con gran atencién. Murmurd unas palabras que no entendi y solté mi cabello. Yo permanecia quieta, pero alerta. Hubo unos minutos de silencio y luego, Andrew volvié a hablar. —aPuedes darme unos mechones de tu pelo, Leonor? —sPara qué lo quiere? Para compararlo con el de los indios de Yucatan? Sin esperar su respuesta me levanté bruscamente y eché a correr por el camino de arena Mi padre que se hallaba como siempre, fumando en el corredor, me pregunio al verme llegar: —sPor qué vienes tan sofocada? gQué se hizo el doctor Hess? 65 Lo dejé a dos cuadras de aqui. Vendré el préximo martes. Pasé a'sv lado sin detenerme; entré en Ia cocina; pes eonté en un rincén y alli permanect, callada ¢ inmévil, mientras mi madre preparaba la cena. ‘Andrew volvié tres dias después, Uegd con media hora de retraso y la mano derecha vendada. Era su dia de mala suerte. Dos de los jefes de familia que iba a entrevistar habian salido del pueblo y un tercero estabo enfermo, tumbado en un rincén del cuarto. Logré que las mujeres aceptaran responder a sus Breguntas, pero él no. parecio satisfecho. Dijo Me las indias habian respondido con jemasiadas vacilaciones y reficencias. Para consolarlo lo llevé a la caso donde vivie la trejor tejedora del pueblo y durante media hora permanecio absorto, miréndola trabajar en sv felar de “mecapal” Eran las seis cuando posamos frente « la plaza y cntonces, sin decir nada, apresuré el paso —Pareces huir de alguien! —exclamé en voz ‘alia—. jEspéramel Me cogié del brazo y al bojar Ie vista, cyando traté de soltarme, adverti su mano roja, hinchada. oo Con la mano vendada habic it foun lata y no se habia guejasen en? —2Qv8 le sucedi6? —pregunté ates ei pregunté sinceramente —El domingo fui a pescar a Santiago y me lastimé i me lastimé con un anzvelo —repuso tratando de ocular con la otra mano el tosco vendaje. No hice ma No hice més preguntas, pero cvondo llegamos a isti en curarle la mano. kc a 7 . Lo hice senfarse; le Tove la herida con ague tibia; le puse un poco de alcohol y se la vendé con u gasa limpia. enna Su mano dejé en la mi mia un olor suav agradoble. (Después, muchos meses despues pe que usal 16 oe wpe que trabo uno locién de nombre francés. Cuando iba a ret irarse le pedi e: Cuando iba a sperar un rameanto'y ragresé con un sabre blanco on el que habia puesto mechones de mi propio pelo Gracias, Le , Leonor —repuso sin demost 105, Lo ostrar sorpresa—. 2Cémo se dice gracias en quiche? —Maltiosh —Maltiosh, Leonor —repitié Seams 7 —or Nada respondi y al levanior la cabeza, tropecé con los ojos oscuros de mi padre que parecio observarnos desde su hamaca Esperé que mi padre me llamara para reprenderme 0 aconsejarme, pero pasé ese dia y otros dos, sin que hiciera el menor comentario, Mas el viernes siguiente, poco antes de las dos, vi llegar a Nicolés. Qué andas haciendo? —pregunté sorprendida—. gNo deberias estar en la escuela? —Don Francisco me envié para que la acompafiara esta tarde, {Qué prudente y celoso padre era don Francisco Palacios! jEnviar a un nifio de nueve afios para que cuidara a su hija! gTemia acaso que me sucediera algo? 3No simpatizaba con el doctor Hess? Andrew llegé diez minutos después. No parecié sorprendido, ni enfadado por la presencia de quel chico que serio y grave, eché a andar @ mi lado. lo observé largamente y cuando Nicolas, cohibido por su mirada, tropez con una piedra, lo tomé de la mano Esa tarde, ol despedirme, Andrew me conté que [a esposa del doctor Frick habia llegado a Ponajachel el dia anterior y manifestado el deseo de conocerme. Ese domingo habria una pequefia fiesta en su casa y le pidié llevarme. Le respondi que no podia aceptar su invitacion sin el permiso de mi padre. Permanecié impasible al oir mi respuesta y volviendose hacia Nicolas, que se mantenia a corta distancia, le ofrecié llevarlo a su casa. Los ojos del muchachito brillaron de aleg sin esperar una nueva invitacién subié al automévil. De pie, junto a la cerca, los vi alejarse. jCémo brillaban los ojos negros de Nicolds! La felicidad yel orgullo se reflejaban en ellos. El dia siguiente, Quando contara a sus compaferos que el doctor Hess lo habia llevado a su casa en el auto, sus ojos brillarian mas... mucho mas. _, 0 CAPITULO VI El sébado 15 de julio mi hermano Pedro llegé para pasar los dltimos' dias de sus vacaciones. Después de almuerzo mi padre fue a Panajachel para recibirlo. Yo estaba en el corredor, hojeando tn libro que Andrew habia dejado olvidado, cuando les vi llegar. Atravesaron el patio y Subieron los cuatro escalones de la casa sin dejar de hablar Hacia cinco meses que no veia a mi hermano y me asombré de encontrarlo tan parecido a mi padre. La misma cara... el mismo cuerpo... fnismo timbre de voz... la misma manera de caminar. Con los afos el parecido se habia ‘acentuado. Pero habia algo en que el parecido fallaba, en los ojos y la boca. Los ojos de Pedro eran cafés como los de mi padre, pero duros. Su boca, como la de mi padre, era de labios delgados, pero deformados siempre por una sonrisa_burlona. Mi padre trata la maleta de Pedro. No ocultaba, ciettamente, su orgullo de ser el padre del futuro licenciado Palacios. —Hola. 70— : Pedro pasé a mi lado suludéndome friamente, con una sola palabra. Y yo le respon misma forma. Entrd un momento en la cocina para saludar a mi madre y en seguida se dirigid a su cuarto. Alli permanecié hasta la hora de la cena Sacé los regalos que habia traido. Una comisa blanca para mi padre; un chal de lane para mi madre; un libro para el secretario de la alcaldi y un disco para Alonso Vega, el hijo ma duefio de la tienda del pueblo. Nada traj mi, Nada para su hermana. Me dolié su pero no lo demostré. Mi llanto era por Durante la cena hablé con aire de superionitoeh como si hablara a unos pobres campesinos, de sus estudios... de su trabajo... de sus amigos del gobierno. Me parecié un pedante. Todo lo que hacian los demas estaba mal hecho. Mi padre hizo algunas preguntas y comentarios, pero la conversacién fue monopolizada por Pedro. Mi madre apenas comia, escuchando maravillada a aquel muchacho inteligente y guapo que era su hijo las dos semanas que Pedro pasé en la casa fueron de completo ocio. Se levantabe tarde y 1 se acostaba temprano. Pasabe los dios en la hamaca del patio, hojeando los libros y revistas que habia traido de Guatemala. Casi todas las tardes iba al lago, con los hijos de don Vicente Vega, pora nadar 0 navegar en balsa. (No le importaba que la gente dijera lo peligroso que era hacerlo @ esa hora}. Socaba sy vieja bcicleta y pasabo a mi lado sin tina palabra de despedida. Después de la cana so quedabo en la meso discutiendo con mi padre de sus temas favoritos: la politica y los deportes, Ni una sola vez se acercé para conversar conmigo. Parecia no verme. Y yo hacia igual porque crefa que la iniciativa debia tomarlo él No iba a mendigarle uno palabra. ~~ Cuatro dias después de su llegada me hable ara ordenarme que le llevara un vaso de fimonada, Yo estaba dando de comer a los papagoyos y me fingi sorda. Repitié la orden y le contesté sin mirarlo —No soy tu criada. gPor qué no te levantas o traerlo® ‘diving sv impulso de golpearme para castigar imi insolencia. Pero no lo hizo, se levanté de la hamaca y se alejé de mi lado. n- los nuevos amigos de mi padre siguieron llegando @ casa. Pedro no habia tenido ain la oportunidad de conocerlos porque se iba al lago poco después del almuerzo. £1 21 de julio, sintiéndose con dolor de cabeza, se qued en la caso, dormitando en la hamaca del patio. |Pobre Andrew Hess! El dia que le tocaba llegar a recogerme, mi hermano no fue al lago con sus amigos. El rvido del avtomévil que se detenia junto a la cerca lo desperté bruscamente y se irguid irritado. —Qué desea? —pregunté en tono aspero al hombre que acababa de entrar. —Vengo por Leonor —respondié Andrew con obsoluta calma. Pedro se volvié hacia mi con la mirada interrogante. Y yo, que acababa de ‘parecer en el corredor, sonrei a Andrew por primera vez. Bajé los escalones y atravesé el patio sin mirar a mi hermano. Sin miratlo, sabia la expresion de su rostro. —1a semana pasada dejé olvidedo este libro — dije al llegar junto a Andrew—. Lo estuve hojecndo por pura curiosided. gQvé significa cultura “folk”? -B —Cotzij —respondi cubriéndome la boca con el —lo he estado buscando... No pensé haberlo bejuco. dejado aqui. Se volvié hacia mi hermano y lo saludé antes de seguine, —Cotzij —repitié con dificultad—. Cotzij —Buenas tardes. la llegada de Nicolas interrumpid la conversacién. Traia la cara encendida y jades antes de hablar. Pero su saludo no twvo respuesta. —Buenas tardes, sefiorita. Don Francisco me No habiamos llegado a la primera esquina ‘ envié para que la acompafiara. cuando Andrew me pregunté: Lo imaging. ¢Cémo vas en la aritmética? —sQvién es ese muchacho? Lo imaging. gCémo vas en lo aritmét aSiempre fe escapas al lago para pescar ete ee El nifio me mird con la turbacién pintada en su —No se parece a ti, Leonor. rostro moreno y dijo mansamente: —Hace una semana que no voy. Pero él prometid llevarme a Santiago. —Sefialé a Andrew con su indice y lo miré sin cambiar la expresién grave de su carita morena —Claro que no. El se parece a mi padre y yo @ mi madre. zlome no haber sido simpético... Parecta eae —Te lo prometi y lo cumpliré. Este démingo iré a tu casa para llevarte a Santiago —replicé Andrew con el rostro serio y volviéndose hacia mi, agregé: Iremos todos, Melanie, Joseph y Kevin Pensamos pasar alli todo el dia —|No me importal No me importa lo que él piense 0 diga. Pedro es como todos los hombres “ladinos”, autoritario y egoisia. Los ojos de Andrew me miraban con asombro y avergonzada de mi sinceridad, me detuve @.un lado del camino para cortar, impulsivamente, un bejuco de campanillas moradas —Son las dos y cuarlo —observé—. Tenemos que opurarnos. Andrew parecié ofendido por mi observacién porque no volvié a hablar en el resto —2Cémo se dice flor en quiché, Leonor? del camino. m4 —5 Esq tarde visitamos a cuatro familias del barrio mas pobre de San Cristobal; gente temerosa y ‘amedrentada que respondié con monosilabos, moviendo la cabeza 0 encogiendo los hombros. ‘Andrew les aclard, en castellano, que no estaban ‘obligados a responder sus preguntas. Pero ellos, sonriendo timidamente, dijeron sentirse honrados con su visita. Me senti mal y evité mirar a Andrew. Despojados por los conquistadores de su dignidad, se creian obligados « obedecer a todos for blancos. La obediencia habia sido durante siglos la Unica manera de evitar el castigo. Aquel blanco llegaba acompafiado por la hija del alealde. gNecesitaban més para entender que debian recibirlo en su casa y responder a su interrogatorio® Andrew no ocultaba su fastidio cuando salimos de la Gltima casa. Tengo la impresién de que todo esto es falso Tadijo estrujando las hojas llenas de apuntes—. Han respondido solo para deshacerse de mi. Contesta con sinceridad la persona que se siente forzada a hablar? Parecia tan desolado que me atrevi a ofrecerle: —Los hijos mayores de esas familias estudian en la escuela. Aceptaron enviarlos cuando mi padre les ofrecié darles los libros y los cuadernos. Yo T6— les hablaré... les pediré que me hablen de su cose —slo haras, Leonor? —L les de onor? —Los ojos verdi Andrew tenian chispitas de luz—. glo har al as, Nome sentaré 0 preguntor: gCémo se llaman tus hermanos? gQué edad tienen? gSaben leer? gHablan el castellano? No haré eso. Los invitaré @ mi casa, uno a uno... y conversarem largomente. ( 7“ —2Puedo estar presente? —No. Los nifios se sentiré ; 7 flo: ntiran mal... apenados. Yc sé hacerlos hablar. ° lamé @ Nicolas, que se habia al , jabia alejado para coger tuna mariposa de un cerco y lo lomé de la mao —Sientes mucho afecto por los indios, Leonor. —Andrew tenia sus pupilas claras fijas en el nifio, sire qué le sorprende® Mi madte es india como Mi respuesta le encendié la cara, pero hablé sin alterar su voz. No es frecuente enconirar un mestizo que se ienta orgulloso de su sangre india, Por eso me sorprende. Habiamos llegado cerca de mi casa. No respondi y apretando la mano de Nicolas eché-a andar —7 con pasos rapidos. Andrew parecio comprenaer mi enfado porque no intento alcanzarme. Esa noche, mientras lavaba los platos de la cena, of discutir a Pedro con mi padre. —Me han buscado por ser el alcalde de San Cristobal y es mi deber atenderlos... facilitarles el trabajo. Son gente seria y culta. No sé por qué te enoja que visiten mi casa. —No me importa que vengan de la Universidad de Columbia, ni que sean apoyados por el Ministerio de Educacién. Son “gringos” y eso basta para que su presencia me resulte desagradable. —Si no puedo impedir su presencia en el pueblo, al menos lo haré aqui. Era la primera vez que mi padre y mi hermano discutian en forma tan violenta. —Olvidas que esta es mi cosa —la voz de mi padre era ahora desafiante—. Y en esta casa s6lo mando yo. No tolero que nadie, ni siquiera t, me imponga sus caprichos. Escuché ruido de sillas y luego, la voz iracunda de Pedro. —jEsta bien! Pretiero irme de tu casa antes que soportar la presencia de esos cretinos! Mi madre escuchaba en silencio y sin levantar los ojos de sus ollas. No s6 con quién estaba de acuerdo en ese instante porque en su rostro no se alteré un solo misculo. El dia siguiente, a la hora del desayuno, no vi a mi hermano. Mi padre se mecia en la hamaca del corredor con el rostro arrugado por la preocupacién. Asi pasé todo el dia, silencioso y malhumorado. Pero a la hora de la cena salié de su concha para anunciarme con voz éspera: EI doctor Frick y su esposa vinieron esta mafiana para invitarte a un paseo. Pasarén todo el dia en Santiago. Les prometi que irias. Mafiana Giseevedaiea a No estaba acostumbrada a discutir sus érdenes, pero esta vez protesté, aunque débilmente. —Pensabo ir a Panajachel para comprar unas cosas. Me volvi hacia mi madre, buscando su ayuda, pero ella permanecié callada. —19 —Dame la lista de las cosas que necesitas. Yo te las compraré el lunes. —El tono de la voz de mi padre era tajante. El dia siguiente, vestida con traje indigena, me senté en una silla del patio para esperar a los amigos de mi padre. No ocultaba mi malhumor. Y cuando el automovil verde se detuvo frente a la casa, mi padre se acercé pora decirme: —Fiensa en lo envidiosa que se pondré Johanna cuando te vea con ellos. Sorprendida, levanié la cara y vi en sus ojos oscuros una lucecita de malicia. Me eché un brazo sobre los hombros y me llevé hasta el auto donde me esperaban el doctor Frick, Kevin, Andrew, Nicolds y una sefiora rubia de lentes. Mascullé un saludo y subi al asiento trasero, junto @ los Frick, Nicolas, que iba adelante, entre Andrew y Kevin, se volvié para sonreirme con los ojos brillantes de dicha. Deliberadamente, me porté como una salvaje durante todo el dia, Me mantuve alejada de ellos, sin participar en su conversacién. Sin embargo, el doctor Frick y su esposa me abrumaron de atenciones Fe ‘Andrew se mostré fio conmigo. Apenas llegamos “se alejé con Kevin y Nicolas para meterse en el ‘agva. Nadaron casi toda la mafiang, hasta la hora del almuerzo Comi poco, una galleta y una naranja... nada mas. Mi conducta estroped el paseo. Todos parecian incémodos... hasta Nicolas. Cuando el sol bajé, Andrew y Kevin volvieron al agua y nadaron hasta una vieja balsa. Nicolas se quedé en la playa, contestando las preguntas de los Frick. sTenia hermanos? gle gustaba la escuela? gSabia pescar? Andrew se habia tendido boca abajo sobre la balsa. Su traje de bafto negro hacia resaltar la blancura de su piel. Nadie me estaba mirando. Volvi a observarlo. Desde la nuca hasta los tobillos su piel era blanca... blanca como leche de vaca... blanca como carne de pescado. Y al hacer esta comparacién senti nauseas, porque la leche de vaca y la carne de pescado siempre me causoron repugnancia. —81 CAPITULO VII EI 25 de julio, dia de San Cristobal, llego por fin. A las cinco de la mafiana fui despertada por el ruido de cohetes y bombas que los indios de® la cofradia hacfan estallar en el atrio de la igle Corti la cortina de la ventana y vi el patio ain ‘oscuro, leno de las sombras que proyectaban las copas de los arboles Regresé a la cama y evoqué los fiestas onieriores... la miso, la procesién, la cena, el boile ‘Alas seis, cuando sali de mi cuarto, tropecé con ‘ni madre que venia del patio envwella en un chal de lana. Los amigos de tv padre vendran a almorzar —me dijo antes de entrar en Ia cocina. —aSe refiere a los Frick y @ los demas? —pregunté recogiéndome el pelo Si —replicé sin mirarme—. Tendrés que ayudarme: Y mientras ella se ocupaba de preparar la comida, yo me dediqué a limpiar la casa. Los 82— muebles y ol piso brillaban cuando mi madre me llamé para servirle el desayuno a mi padre, que vestido con su traje azul oscuro, el de los'dias solemnes, acababa de sentarse a la mesa Después corté una docena de gladiolos blancos para llenar los jarrones de la sala y el comedor. Vi mi casa hermosa y deseé, por un instante, la llegada de Gustaf Koberg. ‘Alas ocho y media, mis padres y yo nos dirigimos «la iglesia para asistr o misa. La puerta principal estaba bloqueada por indios graves, que se hicieron a un lado para dejar pasar al alcalde. Con paso firme mi padre atraves6 la nave principal y se sent6 en el primer banco, junto a los regidores y al mayordomo de la cofradia; mi madre y yo, cuatro bancos més até. Pedro se habia quedado en casa, durmiendo. Nunca asistia a estos actos; se iba con los hijos de don Vicente Vega a curiosear las ventas que en esos dias, comerciantes venidos de otros pueblos, instalaban en la plaza. Se comportaba como un forastero. El cura del pueblo, vestido con ornamentos rojos, hizo su aparicién y el coro de nifios indigenas comenzé a cantar en latin. Me puse de pie y abri mi devocionario. Un nifio lloré en ese momento y al volver la cabeza reparé fen Andrew. Se hallaba de pie junto o la puerta lateral izquierda y llevaba como siempre una camisa blanca de mangas largos. A su lado, Gtentos y serios, estaban los Frick y Kevin. La esposa del doctor Frick llevabo esa mafana un Vestido de hilo amarillo y un sombrero blanco de paja. Qué hermosa Ia vil ;Cémo la envidié! Mire mi “huipil” blanco bordado de rosas rojas, mi falda azul jaspeada hasta las rodillas, mis sandalios de cuero... Y tuve la sensacion de estar disfrazada Al terminar la miso, los indios formaron una fila para acercarse al altar mayor y arrodillarse ante San Cristobal. Yo también como aquellos indios silenciosos y graves, tenia una peticién... una patcin que no me okev! a decir por temor de ser oida —jSan Cristébal... —rogué mentalmente— iHozme un pequeio milagro! Haz que Gustaf Koberg se fije en mil gCuanto tendré que esperar? Y sent la cara enrojecida como si hubiera hecho imi peticion en voz alta y todo el pueblo la hubiera oido. ‘Al solir de lo iglesia encontramos un grupo que hablabe animadamente, un grupe formado por sa— mi padre, los consejeros, el pérroco, el mayordomo, los Frick, Andrew y Kevin. Pasamos junto a ellos sin ser advertidas y tomamos la calle principal. —Buenos dias, Leonor. gCémo estas? Al oir la voz de Andrew me volvi asustada. —Buenos dias. sQué desea? —La turbacién me hizo darle una respuesta seca. —Te vi pasar y quise saludarte —25i? —Me volvi hacia mi madre que también se habia detenido, pero ella, sin alterarse, me dijo en sv dialecto —Procura alcanzarme pronto. —Y haciendo un saludo con la cabeza se alejé. Yo estaba incomoda, confusa, sin saber qué hacer. , —2Qvé edad tiene ty madre? —pregunté Andrew con la vista fi en la figura esbelta que se alejaba rapidamente, —Cuarentisiete —repuse enfadada—. gPor qué me lo pregunta —Tiene el cutis tan terso. gPor qué? gSeré 130. sPor qué? Sera porque, como todos los indios, jamas Hora ni rie? 85 —Se cansaron de Hlorar y se olvidaron de reir. Los conquistadores los hicieron asi Iba a retirarme, pero en ese momento Nicolas llegé corriendo y se cogié de la mano de Andrew sin decir palabra Sus ojos negros brillaban cuando llevé la mano blanca a su mejilla morena, —Cémo van tus clases de aritmética? —pregunté por decir algo, enfadada por el afecto que mi alumno demostraba hacia aquel forastero. Me sentia traicionada. Reparé en su traje, su sombrero y sus sandalias, nuevos. No ere dificil adivinar quién se los habia regalado. —Sé sumar hasta tres cifras —respondié con indiferencia y sin soltar la mano de Andrew. —Buenos la espalda 1s —dije todavia enfadada y les di —Me iré contigo —repuso Andrew e hizo ademan de seguirme, pero Nicolas no le soltaba la mano y dijo en tono humilde: —Me prometié llevarme al mercado. —Y sefialé con la otra mano las ventas instaladas en la plaza —Te llevaré por la tarde. Ahora debo acompafiar © tu moestra. fo {Sera sélo un momento! —rogé el chico—. Ella puede esperarlo o venir con nosotros. —£sta bien —accedi por no parecer ervel. Sin soltar la mano de Andrew lo hizo recorrer todas las filas de ventas, frutas... dulces. juguetes... ropa... los ojos de Nicolas eran dos ostellitas. —sQuieres algo? gManzanas? gUvas? yCacahvetes? gUno pelota? —le preguntabo Andrew cada vez que nos deteniamos frente a una venta; pero el nifio respondia con una negativa, moviendo la cabeza de un lado a otro. Toda la gente, “ladinos” e indios, nos miraban con curiosidad, haciéndome sentir incémoda, turbada. Sus ojos parecian desaprobar mi ‘amistad con aquel forastero; pero mi desleal ‘alumno parecia estallar de orgullo, como si pretendiera que todo el pueblo lo viera de la mano de aquel blanco ; De stbito comprendi a Nicolés. Recordé su hogar pobre y triste. Su padre abandoné la casa cuando 4l tenia apenas dos afios y se marché, segin decia la gente, a la selva del Petén. Su madre quedé sola, pobre y despreciada por las otras mujeres. No era dificil comprender su conducta Su afecto inmediato por este forastero que lo llevaba en su auto y le hacia regalos. gPor qué —87 no iba @ quererlo si en él hallaba todo lo que propio padre le habia negado? Cogi la otr mano del nifio y se la oprimi suavemente. Una hora después, con una bolsa de frutas y dulces, Nicolés solté la mano de su amigo y se alejé para mostrar sus golosinas, no para compartirlas, a un grupo de nifios que jugebon | en la plaza —Usted ha malcriado a Nicolas —observé echando a andar por la calle—. Se ha vuelto exigente y presuntuoso. —No —replicé Andrew—. Lo he convertido en un nifio normal... copaz de reir y de hacer travesuras. Me gustaria llevarlo a Albany. Levanté la cabeza y lo vi como siempre, serio y pensativo —illevarse a Nicolas! gCémo se le ocurrié semejante idea? —aPor qué no? Yo le doré mucho mas de le que la madre puede darle —2Y cree usted que ella consentird darselo? gNo sabe acaso que los lazos familiares, entre los indios de San Cristobal, son muy fuertes? F —lo sé. Ya lo he notado. —Entonces no se lo diga. La ofenderd. jPedirle que se separe de su hijo...! sQué le quedaré entonces? Habiamos llegado a casa y lo invité a entrar. Mi madre estaba en el corredor. No vi sefial de disgusto en su rostro y me tranquilicé. Andrew se acosté en la hamaca del patio y alli, meciéndose, estuvo hasta la hora del almuerzo Mientras mi madre terminaba de preparar la comida, puse la mesa. Saqué todo lo mejor, el mantel de hilo... los platos de porcelana... los cubiertos de plata... los vasos de cristal Después, sin que mi madre me lo pidiera, cubri las baldosas del corredor y del patio con frescas ramas de pino. Senti el impulso de echar sobre la cabeza de Andrew las éliimas ramitas que wedaban en el fondo del canasto, pero me denvo esta pregunta: sQué pensaria él de mi? Cerca de la una, cuando mi padre llegé con sus invitados, el almuerzo estaba listo. Caldo de gallina con fideos y verduras, arroz relleno de aceitunas y garbanzos, gallina asada, ensalada de tomates y lechuga... la comida de los dias especiales. Mi padre trajo de su cuarto una botella de vino rojo. Aunque las mujeres de San Cristébal no beben nunca, mi padre ofrecié un vaso a la —89 esposa del doctor Frick... y ella acepts con una sonrisa, No habiamos acabado de comer cuando llegé Pedro. Pasé sin saludar y se metié en su cuarto, cerrando la puerta con un golpe fuerte. Hubo un momento de absoluto silencio y luego, la voz serena de mi padre. —Disculpen a mi hijo. Estudia en la Universidad y se le han metido unas ideas raras en la cabeza Se llevé la mano a la sien y se rié de su propio gesto, Comprendo... Todos los estudiantes universitarios lafinoamericanos pasan por esa etapa... la de ser antiyankis. Andrew habia hablado en tono seco, sin demostrar la menor emocién. Y siguid comiendo Al terminar el almuerzo mi padre y sus invitados se retiraron al patio para seguir conversando y tomar el café que les servi. Alas tres y media mi padre se levanté diciendo que era hora de salir hacia la iglesia. Los demas lo imitoron. Sélo Andrew permanecié en su sitio. Murmuré ‘algo que no entendi y los otros, sonriendo, se alejaron, 90 — Después de retirar los platos de la mesa me dirigi mi cuarto para sacar mi mantilla y mi devocionario. Busqué a mi madre sin encontrarla, Ibo @ dirigirme al patio cuando of su voz en el cuarto de Pedro. —Debes aprender a respetar la voluntad de tw padre —decia en su dialecto—. El no tolera que nadie, ni siquiera su hijo, le reste avtoridad en su propia casa iMi bella y silenciosa madre! {Qué suave y carifiosa era su voz! Apenas salié mi padre corrio al cuarto de Pedro para consolarlo, No quise ofr mgs, Mi eélera crecfa con cada nueva frase de ella En el patio enconiré a Andrew, que seguia en la hamaca, balanceéndose lentamente con el pie —2No se ha ido todavia? —pregunté deteniéndome—. 3No va a ir a la procesion? —Estaba esperéndote —repuso con calma—. sYa estas lista? Iba a responderle que era mi madre quien me acompafaria, cuando Pedro apareci en el corredor. —2A dénde vos? —pregunté con el rostro alterado por el enojo —91 Voy a la procesién —respondi tratando de dominar mi célera ~Y Pedro sefalé —sPiensas ir con ese hombre? —Y coh el indice a Andrew, que acababa de incorporarse Mi padre no me lo ha prohibido —respondi volviéndole la espalda ro estaba —jPues te lo prohibo yo! —Su rostro es Gllerado, pero no le tuve miedo y dirigiéndome ‘a Andrew le dije en voz baja —Son casi las cuatro. zNos vamos ya? nojo por la drew, sin demostrar pena ni enojo por aaetacla de Pedro, se incorporo agilmente y me siguid sin decir palabra i ro. La 0 sabia la manera de irritar a Pedro. Cee cae pero si eso molestaba a mi hermano, fingiria Que me agradaba y la deseaba Andrew hablé hasta que llegamos cerca de la iglesia. No me gustaria cousar, dificultades en ty familia. Me temo que tv hermano no sienta ninguna simpatia hacia mi i desafiante—. —|No me importa! —lo interrumpi desafia 2 — [Nome importa lo que él piensa o dice, siento o cel Callé. La procesién salia en ese momento y nos detuvimos en una esquina de la plaza para verla pasar. El cortejo, mientras repicaban todas las campanas de Ia iglesia, bajé las gradas del atrio, Permanecimos en el mismo sitio hasta que pasd todo el cortejo, el sacerdote... el alealde.. los consejeros.... los “principales”... el “mayordomo”... los portaestandartes... la vieja imagen de San Cristobal cargada por cuatro indios fuertes... la “cofradia”... los mésicos... las mujeres y los nifios. lo procesién inicié su lento y silencioso desfile Andrew y yo, sin decir palabra, nos unimos o ella Al pasar frente a la escuela distinguimos a los Frick y a Kevin, vestido con una camisa verde de algodén y unos pantalones grises. En muchas ocasiones Andrew se habia referido ala manera de vestir de su amigo —los Kevin Hamilton son los que hacen creer a lo gente que los norteamericanos son los hombres peor vestidos del mundo. El doctor Frick sonvefa, daba una chupada a su pipa y decia —Fso es verdad. Kevin Hamilton viste mal; pero tiene un gran corazén... Es ineapaz de causar, 93 conscientemente, el menor dafio. La procesién avanzaba lentamente por las calles principales de San Cristobal Al pasar por la casa del mayordomo de la fiesta, los masicos comenzaron a tocar sus instrumentos, tambores y flautas cuya misica monétona y melancélica, me hizo estremecer. El lamento de timbales y chirimias hallaba eco en mi pecho. Emocionada, con los ojos llenos de lagrimas, abandoné la procesion y me alejé presurosa. Y dos cuadras més all, al llegar a Una calle solitaria, me eché a llorar junto @ una cerca cubierta de claveles 50, Leonor? gQué ha sucedido? gPor lonaste la procesin? —2Que te qué aban Senti junto @ mi la voz ansiosa de Andrew. —iEs esa musical —sollocé—. ;Me hace ser triste... desdichadal —gDesdichado? Crei que en San Cristobal no habia gente desdichada. Le historia del pueblo no registra suicidios. Pero si la gente no es permanente y totalmente feliz... ga qué se debe al fendmeno? Hablaba con un acento tan grave que me descubri la cara para mirarle. Tenia las pupilas fiias en el vacio y las manos, sobre un alambre de pias. Pero de esto no parecia darse cuenta. —Desdichados hay en todas partes del mundo —repliqué limpiandome las lagrimas con el dorso de la mano—. Lo que pasa es que la gente de San Crist6bal no lo demuestra Silenciosamente, Andrew sacé del bolsillo de'su camisa un pafvelo blanco y limpio para secarme las lagrimas. Su gesto me sacé més lagrimas. jSecarme las lagrimas! Nadie lo habia hecho. ni mi madre. Y llevada por un impulso irresistible cogi su mano para besarla. La mano de Andrew era blanca, tibia y perfumada. Besé la palma y el dorso de su mano hasta sentir los labios entumecidos. sCémo fui capaz de hacerlo? Ahora lo comprendo. Su gesto vencié mi reserva; abrié las compuertas de mi ternura, ternura largamente acumulada y ansiosa de derramar sobre alguien. luego, sin atreverme a mirarle la cara, le solté la mano y me alejé corriendo, —95 CAPITULO Vill Volvi a ver a Andrew hasta el viernes siguiente. Nicolés, que estaba dando de comer a los papagayos, vio llegar un automévil verde y corrid a abrir la puerta, Yo, por temor de un nuevo encuentro entre ‘Andrew y mi hermano, lo esperaba en las sillos del patio y tan pronto oj el ruido del auto me levanté para salir. Al verlo acercarse me senti turbada, sin saber {qué decir o hacer. Pero Andrew tenia la misma fexpresion grave. No hizo la menor alusién a lo Sucedido el dia de San Cristobal. Y se lo agradect mentalmente. Yo esperaba, temerosa, sus preguntas. gPor qué no fuiste a lo cena y al baile? Volvi a sentir la cara encendida al recordar aquel momento. Ese dia, al llegar a casa, me encerré en mi cuarto fingiendo un fuerte dolor de cabeza. Me sentia tan avergonzada de haber cedido a aquel impulsol No fui a la cena, ni al baile. La idea de volver a ver a Andrew, esa noche, me angustiaba La tarde fue tranquila, sin incidentes molestos. La gente de San Cristébol yo estaba fomiliarizada 96 — con las visitas de los “profesores” y su desconfianza se habia desvanecido. El tltimo “entrevistado”, un indio viejo y fumador, me cansé con sus historias de duendes y malos espiritus. Pero Andrew escuchaba con enorme interés. El indio, agradecido tal vez por la atencién prestada a su largo relato, le regalé al despedirnos tres huevos de gollina. Y Andrew parecié emocionado, como sie hubiera regalado joyas Al volver, Nicolas sefialé con una mueca triste la plaze vacia. El dia anterior los comerciantes habian levantado sus ventas para marcharse @ otros pueblos —No te pongas triste —lo consolé Andrew—. Vendran el proximo aio. Y los —Pero enlonces usted ya no estaré aqui ojos del nifio se opacaron —No lo sé —repuso Andrew con las pupilas lejanas—. No lo sé aun. Y luego, como saliendo de su ausencia, se volvio hacia mi. —£1 domingo habré competencias de lanchas de motor en el lago. Pensé decirtelo para saber si fe gustoria ir. Un amigo del doctor Frick me prestaré su lancha... -97 —2Y los demas iran también? —pregunté sin mirarle la cara. —No, pasarén el fin de semana en Guatemala, Iba a rechazar su invitacién cuando sibitamente, recordé que Gustaf Koberg patticipaba en todas las competencias. {Y hacia tanto tiempo que no lo veia...! —Me gustaria ir... pero... no s6 si mi padre me lo permita Mientras hablaba, nerviosa por la idea de volver @ ver a mi primo, comencé a jugar con el ancho cinturén rojo de mi vestido. —gCuantos afios tienes, Leonor? Me sonrojé al comprender el motivo de su pregunta, pero di la respuesta —Neintidés. —En mi pais, las muchachas de tu edad —Ya lo sé. No me lo repita. Imagino que deben ser como Johanna Koberg. —sQuién es lla? —Le sobrina de mi padre. Vive en Guatemala —Lleva un opellido aleman 98 — —Si, la hermana de mi padre se casé con un comerciante de origen aleman, —Mi abvelo paterno era aleman —murmuré Andrew entonces—. Nacié en Munich... al sur de Alemania. —2Vive todavia? —No, murié hace muchos afios. Vino a América, cuando era un muchacho. Senti deseos de saber mas sobre su familia, pero callé. Temia ser indiscreta y disgustarlo hasta el punto de que no repitiera su invitacion de ir al lago. Mi padre se hallaba como siempre, fumando en el corredor, cuando regresamos. Al verlo tue una idea. le pedi a Andrew que esperara un momento y él, sin mucho entusiasmo, accedié. Regresé cinco minutos después. * —Acabo de hablar con mi padre. Me deja ir con una sola condicién... la de llevar a Nicolas y Domingo. —sDomingo? Es el alumno més inteligente de la escuela Tiene once afios y habla perfeclamente el castellano —Bien, vendré por ti a las ocho No habia ninguna emocién en su voz. Me dejé perpleja. gPor qué me invitaba a salir con él? }Porque yo le agradaba? sPorque yo le estaba Syudands en su abajo? gPorque yo era Ia hija del alcalde del pueblo? No me importaba la Verdadera razén. Lo que me importabo era que aceptando su invitacion, tendria una nueva ocasién de molestar a mi hermano y de ver a mi primo. Ese domingo, cuando Andrew llegé a mi casa, me hallé rodeada por los guardianes que me imponia mi padre, dos indigenas de diez y once aiios que miraban con ojos golosos las cosas que yo acababa de poner en un cesto de mimbre. Ese dia Andrew llegé vestido totalmente de blanco: camisa, pantalones y zapatos. Sus ojos me miraban con sorpresa y sin scludarme, pregunto: —2Qvé hiciste tu vestido? El motivo de su sorpresa era mi traje amarillo de algodén y mis zapatos blancos de tacén bajo —Este es un dia especial —contesté secamen- te—. Cuando salgo de San Cristbal dejo mi uniforme. Mi respuesta no le hizo gracia y subiendo los cuatro escalones del corredor se acercd para 100— soludar @ mis padres, que no habian acabado de desayunar. —Procura regresar temprano —me dijo mi padre—. Y no hagas tonterias. Andrew se quedé hablando unos minutos con mis padres. Cuando salié de la casa nos hallé esperandole junto a su automévil. Hizo subir a los nifios en el asiento trasero y me invité a sentarme a su lado. Subi con torpeza y permaneci callada hasta que llegamos a Panajachel. El solo hecho de ir sentada junto o Andrew, sin los Frick y Kevin, me producia una intensa emocién... una. emocién que me impedia hablar. los nifios también iban callados. Se habian cogido de las manos y miraban en silencio la carretera desierta Cerca de las nueve llegamos @ Panajachel Andrew estacioné el auto junto a una venta de gasolina y antes de bajarse se puso una gorra Blanca y unos anteojos oscuros. {Qué distinto me parecié! Un muchacho... como Gustaf Koberg Bajamos alli y caminamos hasta el muelle donde encontramos varios grupos de jévenes en traje de baiio. Sus mitadas curiosas y hostiles me turbaron. Cogi de la mano a los nifios y evité 101 mirarles la cara. Imaginaba en sus ojos inmensos y oscuros el mismo temor que yo sentia. Un hombre moreno y musculoso salié de uno de los grupos y llamé a Andrew para mostrarle su loncha, atada al muelle por una gruesa soga. Sin soltar las manos de los chicos caminé hasta el borde del muelle y fijé la mirada en las enormes letras negras pintadas en un costado de la lancha, —iAcércate, Leonor! —Andrew habia subido a la lancha y me tendia la mano para ayudarme. —No —dije alejandome—. Me quedaré aqui para mirar. —No seas tonta—. Y sin hacer caso de mi negativa me tomé de la mano y me hizo subir Después, sin reporar en mi emocién, so volié para ayudar a los nifios, que sin soltarse de la mano lo miraban aterrados. —[No tengan miedo! sNunca han subido a una lancha? Ese fue un dio feliz para mi. No por haber pasado junto a Andrew, sino por la brisa fresca ai me entraba por la boca, me desataba el pafivelo, me revolvia el pelo, me golpeaba las mejillas y me hacia sentir como las aves que volaban cerca ligera y libre ' 102 — Dimos una vuelta completa al lago, a una Fyelocidad que me impedia oir las voces de ‘Andrew y de los muchachitos. Pero eso no me importaba. Lo que me importaba era oir la voz {a viento, que repetia junio a mi oido: *Verds a Gustaf... Veras a Gustaf...” Si, Gustaf estaba en el muelle cuando regresamos. El sol estaba allo y Andrew tenia la cara enrojecida. Pero eso no me importaba. Lo que me importaba era ver a Gustaf, que llevaba esa mafiana una camisa roja y una malla azul. Se hallaba rodeado por cuatro muchachas que le sonreian con refinada coqueteria. lo observé con disimulo en tres 0 cuairo ocasiones, pero él ni siquiera repard en su insignificante prima. Una de las muchachas, la mas rubia, puso su mano en el brazo de Gustaf. Y él no hizo ningén gesto de desagrado. jesdichada, con deseos de liprar. Ibo a levantarme para huir de aquel sitio cuando vi venir @ Johanna Koberg. Si, Johanna, luciendo tuna malia negra y acompaiiada por un muchacho moreno, se acereaba al muelle. Se detuvo sorprendida y me mird con desdén Pero su mirada resbalé sobre Andrew que estaba a mi lado, pelando una naranja para Nicolés. Johanna, evidentemente sorprendie y perpleje se alejd hacia el extremo del muelle, pero desde — 103 alli, en cinco 0 seis ocasiones, se volvié para mirar a Andrew en forma descarada Mi pena se disolvio para convertirse en alegria, @ intensa alegria que me hacia desear que aquel instante se prolongara eternamente. —£s casi la una —observd Andrew—. Los llevaré a almorzar. —No tengo hambre ain —dije rapidamente—. Me gustaria quedarme aqui un rato mas. —Volveremos més tarde —replicé levanténdose de su silla de lona—. Los chicos deben estar hambrientos. Hice una mueca de disgusto y me levanté. Iba feliz... por que los ojos claros de Johanna seguian a Andrew con interés mal disimulado. Andrew nos llevé a almorzar a la estacién de gasolina. Un cocinero de piel oscura y pelo gfespo puso en cado plato una enorme “hamburguesa”. Mis guardianes, deslumbrados por la comida, se olvidaron de mi Regresamos al lago poco después de las dos y nos sentamos en un banco de madera, bajo un cobertizo de palmas. La lancha se balanceaba junto al muelle vacia y fofa. (Por la tarde el oleaie era tan fuerte que no se creia prudente navegar]. —2Qué has traido en ese cesto? toa — Con ojos sofiolientos Andrew sefialé el cesto de mimbre que yo habia colocado a mi lado. Hasta entonces me decidi a sacar las cosas que llevaba... frutas y dulees. No me habia atrevido a ofrecérselas. ‘Andrew comié tanto como los nifios y al terminar tendié una enorme toalla para dormir un rato los chicos me pidieron permiso para jugar y se alejaron corriendo. Senti el deseo de imitarlos, pero en ese instante vi acercarse a un grupo de muchachos en traje de bafio. Conté nueve, entre ellos, Gustaf y Johanna eran los mas altos y rubios. Se instalaron frente al muelle, a pocos metros de nosotros. Un rato después, entre gritos y,tisas, se metieron al agua, alejandose rapidamente. Sélo Johanna permanecié en la playa, luciendo una malla negra que hacia resaltar la blancura de su piel. Subid al muelle y se tendio con indolencia, Ulevaba un enorme sombrero de poja J,unes galas oscuras que le cubrion fo miad do la cara; pero yo vela sus ojos claros llenos de malhumor por el simple hecho de mirarme en

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