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EN QUE MEDIDA EL ESTUDIO HISTORICO DE LAS BIBLIOTECAS CONTRIBUYE AL CONOCIMIENTO DE LOS CONTACTOS CULTURALES DE LA EDAD MEDIA PERE BoHicas La figura de San Benito se hha convertido en simbolo. Por tal motivo el decimoquinto centenario de su muerte es ocasién para recordar nues- tra deuda con los scriptoria medievales, en cuya obra participaron de modo notable los hijos espirituales del santo. En esta ponencia, a guisa de muestras significativas, he reunido algunos ejemplos reveladores de los contactos que, gracias a la accién de los scriptoria, se establecieron entre paises que entonces se consideraban muy distantes. Estos ejemplos nos plantean problemas dificiles, motivo por el cual, no nos ha parecido oportuno recordar prdacticas metodolégicas actualmente en vigor, que tienden en lo posible a facilitar su solucién. I Es bien sabido que durante largos siglos de la Edad Media la cultura vivid practicamente en el seno de la Iglesia, si en ocasiones penetré en el mundo de los laicos, esta infiltracién procedfa de Ja Iglesia. El Scripto- rium y la biblioteca eclesidstica fueron durante siglos foco unico de cul- tivo de las letras y las ciencias. Las circunstancias asi lo impusieron. La misién evangelizadora de la Iglesia necesitaba del scriptorium y la bi- plioteca para perpetuar su doctrina con pureza, para lo cual habia que contar con un escribiente, el anticuario, que entendiera el texto que copiaba y lo reprodujera con fidelidad. Asi lo comprendié Casiodoro al fundar el Vivarium a mediados del siglo VI, cuya misién especifica habia de ser la copia de libros. El Vivarium fue una comunidad de monjes copistas, para quienes su fundador, en sus escritos De institutione divinarum litterarum, De artibus ac disciplinis liberalium litterarum y de Orthographia(1), trazé un programa que llevaron a cabo los scriptoria de los siglos siguientes. De dicho programa lo més importante es la constitucién de la biblioteca vivariense con los libros de su fundador; la obtencién de copias correctas que de estos libros debian sacarse, las cuales al diseminarse, vigorizarian (1) Micne: Patrotogia latina, vol. 60. B. Anabad, XXX (1980), Nv 2 209 la cultura cristiana por doquier, y la formacién del buen copista, fiel intér- prete de las obras que copiaba. A la materia que Casiodoro concedié mds importancia después de la ciencia sagrada fueron los estudios gramatica- les. Tampoco desdefiaba la belleza externa de los libros ni la correccién caligrafica. Casiodoro consideraba que en su tiempo la biblioteca era la tinica forma posible de propagacién de la ciencia, puesto que la vida de las ciudades, muy insegura, hacfa imposible la existencia de escuelas. Ante tal situacién no cabfa otro recurso que confiar el trabajo de formacién cris- tiana a los copistas, que desde una biblioteca bien dotada y edificada en lugar apacible podrian diseminar por todas partes copias de libros forma- tivos. La nobleza de la ocupacién del copista fue ensalzada por Casiodoro en una bella pagina. Tot enim vulnera Satanas accipit —dice— quot anti- quarius Domini verba describit. Podrian repetir estas palabras cuantos han convertido la pluma en instrumento de proselitismo. El Vivarium desaparecié sin dejar ‘hhuellas, pero las 6rdenes monasticas y las canénicas catedralicias fueron los verdaderos artifices del plan pro- yectado por Casiodoro. Las reglas mondsticas son menos explicitas en lo que atafie al scriptorium y a la biblioteca que los textos casiodorianos o el Oracional visigstico, pero no debemos olvidar que las obras que hemos citado de Casiodoro se escribieron especialmente para una comunidad de copistas, mientras que las reglas fueron escritas para ordenar la vida religiosa de los monjes. Cuando éstas hablan de lecturas se refieren siem- ° pre a lecturas religiosas y expresan de forma contundente su hostilidad a las letcuras profanas. Pero es lo cierto que lo que nos ha Ilegado de la antigiiedad cldsica latina, en su mayor parte, nos ha sido transmitido por coipas ejecutadas en la época carolingia durante el renacimiento de los siglos IX y X, sobre originales en su mayoria desconocidos, que no sabemos por qué caminos llegaron a los centros que nos los transmitieron. Digamos también que fue en estos siglos cuando se propagé la Regla de San Benito y fue adoptada por comunidades que anteriormente se hab{an acogido a otras reglas. Los hilos que conducen desde los primeros arque- tipos a los ms antiguos cédices conservados de las obras de la antigiiedad pagana y cristiana casi siempre se han roto y hemos de acudir al estudio interno de los textos y al examen externo de los cédices 0 examen codico- légico para ver si ellos nos permiten vislumbrar el camino invisible de la transmisién de las obras. En este ambito las disciplinas filolégicas e histé- ricas, bien que con métodos diferentes, persiguen andlogo fin. Por lo que concierne a las segundas, diremos que el dato codicolégico, cuando existe, es preciso; pero desgracidamente a menudo ha desaparecido con las mul- tiples desventuras que tha sufrido el libro desde que salié de manos del copista hasta que ha legado a nuestras manos. El estudio del libro ma- nuscrito, tanto en el aspecto textual como en el formal, es pues por natu- raleza pluridisciplinar, lo que obliga a los investigadores de un campo a no desentenderse de los resultados obtenidos por los del otro campo. Si el fildlogo conoce con certeza la procedencia del manuscrito base, cuenta ya con un punto sdlido de referencia al ambiente cultural de donde el texto procede, lo cual puede explicarle algunas peculiaridades del mismo. Es significativo que en algunas resefias de ediciones recientes de textos antiguos se haga hincapié en la conveniencia, por no decir la necesidad, de que el editor del texto, el fildlogo, preste atencién a todo aquello que le permita determinar la procedencia del manuscrito con que trabaja y no 210 B. Anabad, XXX (1980), N° 2 se contente exclusivamente con el estudio textual. Todo esto concurre, pues, a aumentar todavia el valor del cédice como tal. Y como su conser- vacion es misién de una de las varias especialidades del bibliotecario, es natural, pues, que el conservador de manuscritos posea esta formacién pluridisciplinar que, aunque no siempre posible, es una meta ideal de nuestra profesién. Desgraciadamente con harta frecuencia no estamos en condiciones de llevar nuestras pesquisas hasta el final, bien sea por pérdida de documen- tacién, bien por ser nuestros conocimientos forzosamente limitados y los fondos que estén bajo nuestro cuidado enormemente heterogéneos. Un bibliotecario con una preparacién suficiente histdrica y literaria y unos conocimientos basicos de latin y de paleografia y bibligrafia, podré desen- volverse con relativa facilidad en el inventario y catalogacién de muchos manuscritos en la lengua propia o en lenguas afines, y no le sera dificil la descripcién de manuscritos latinos si tienen principio y final, si puede leer con facilidad el nombre del autor y el titulo de la obra, y si ademas lleva colof6n con la fecha de la copia, él nombre del copista y el lugar de origen; pero todo cambia cuando el libro est4 falto de principio y de fin, en cuyo caso tendran que arreglarselas para identificar el texto. En una biblioteca en posesién de una buena coleccién de obras de referencia y de las principales ediciones de obras teoldgicas, candnicas, juridicas y cien- tificas, a ser posible en ediciones modernas y criticas, 0 en su defecto en ediciones solventes, hay bastantes probabilidades de que el catalogador © el redactor de un inventario pueda Mlegar a feliz resultado. En caso con- trario tendré que limitarse a presentar los datos que el cédice le ofrece, a completarlos con la descripcién sumaria del contenido del manuscrito © con la copia de algunas rabricas para que con estos datos un especia- lista en la materia o un colega mds afortunado pueda completar su trabajo. En Espafia son pocas las bibliotecas que cuentan con los medios de las de Madrid y de Barcelona, que, sin ser extraordinarios, permiten trabajar con bastante holgura. Ahora bien si en estas bibliotecas se tropieza con tantas dificultades gqué tha de ocurrir con bibliotecas que carecen de los medios mds indispensables? Es més, los bibliotecarios de grandes fondos, como los de la Bibliothéque Nationale de Paris, La Biblioteca Apostélica Vaticana, la Bibliotheca Britannica, la Staatsbibliothek de Munich, etc., a pesar de contar con magnificas secciones de referencia, se encuentran también con dificultades serias. Estos grandes centros tienen que servirse todavia para muchos millares de manuscritos, de catdlogos muy antiguos, que no renen las condiciones exigidas por la ciencia moderna. Poner estos catalogos al dia es obra de muchos afios, pues la catalogacién de manus. critos, en la forma que reclama la moderna codicologia, es dificil y labo- riosa. Las grandes bibliotecas publican actualmente algunos admirables catdlogos parciales y no creo que en este aspecto la Biblioteca Vaticana tenga rival. Sin embargo, hace unos diez afios, para informarme de lo que contenfa el fondo vaticano latino, tuve que utilizar para unos seis mil cédices un catdlogo manuscrito del siglo XVII, corrofdo por la tinta, pro- tegido con velo y en algunos lugares falto de papel. Por suerte, en ocasio- nes la sagacidad de los investigadores supera tales dificultades, y asi este catélogo, por un dato que a una persona poco conocedora de la materia hubiera pasado por alto, permitié descubrir la famosa biblia catalana de principios del siglo XI, que durante mucho tiempo se denominé impropia- B. Anabad, XXX (1980). No 2 2u1 mente Biblia de Farfa y en la actualidad es conocida con la denominacién més justa de Biblia de Ripoll, hermana de la de Sant Pere de Roda, actual- mente en Paris, ambas consideradas como los ejemplares més ricos por su iconograffa que se han conservado del periodo roménico. Como se ve, algunas de las dificultades que hemos apuntado, son mas de orden material que técnico. Una de las mas importantes es la despro- porcién que existe entre el material pendiente de inventario, o que necesita ser catalogado de nuevo de acuerdo con los métodos codicolégicos actuales, y el personal de que se dispone para esta labor. En ciertos casos podré recu- rrirse a la colaboracién de especialistas ajenos a las plantillas de las biblio- tecas, particulamente para la redaccién de catdlogos de fondos especiales, como pueden ser los manuscritos de determinada procedencia, en los cuales el erudito familiarizado con la historia del pais al cual pertenecia la biblioteca de donde proceden, o el paledgrafo 0 codicélogo conocedor de aque] fondo o de los tipos de escritura y ornamentacién que en él predominan, estaré en condiciones de profundizar mas en su analisis y de afinar sus dataciones y localizaciones, cuando estos datos no consten en los cédices de manera explicita. Son ya numerosos los estudios de este género con que contamos y los hay muy valiosos sobre bibliotecas y scriptoria de la alta Edad Media; pero a medida que se avance en la catalogacion de los fondos de las grandes bibliotecas, estos estudios podrén ampliarse y completarse, puesto que en aquéllas han ido a parar bibliote- cas de procedencias muy varias. El mayor inconveniente de los antiguos catdlogos todavia en uso, es la escasa atencién que prestaron a los datos sobre el origen y viajes de los cédices y a los escritos extrafios al texto de los libros, que a menudo ocupan paginas que se habfan dejado en blanco, y a veces proporcionan datos preciosos para la historia del manus- crito, y permiten agrupar ejemplares que no contienen datos explicitos de lugar y tiempo con otros que poseen estos datos. No es necesario encarecer el valor de estos trabajos cuando se refieren a la alta Edad Media, por cuanto en esta época dificil toda la cultura y todo el saber se encerraron en las bibliotecas y los Scriptoria eclesidsticos. Ir La alta Edad Media no ha sido objeto de investigacién especial por mi parte, pero desde hace muchos afios me ha despertado gran curiosidad y mayor admiracién, Prescindiendo del renacimiento carolingio, tan tras- cendental para la civilizacién occidental, y del esplendor de la cultura islamica de Espafia, que contribuyé al enriquecimiento de aquella civili- zacién, considero el alto medioevo como un momento crucial de nuestra historia cultural y le encuentro la grandeza de las edades heréicas. He- réicos hubieron de ser los viajes que por fuentes literarias conocemos: los de los monjes que partiendo de las Galias o de Italia fundaron mo- nasterios en las Islas Britanicas; de los ingleses e irlandeses que vinieron al continente, de quienes se cuentan hazafias legendarias (2); de los que del 2) Vid. J. E. Sanpys: A History of Classical Scholarship, I, 1906; Crrrist: Handb. . Bibliothekswiss., 2° ed. 111; B. BiscHOorF: Biblioteche, scuole ¢ letteratura nelle cittd, dell'alto medioevo (

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