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Preámbulo
Nunca es tarde... señala el refranero y con el ánimo constructivo que pesa en la
letra de ese decir que nos acompaña desde los tiempos, me es grato felicitar la
iniciativa de la Casa de la Cultura azuaya de convocar a la crítica de arte que
circula en el país a un espacio de autoconciencia que, valga la redundancia, se
propone como crítico. Me siento impelida a señalar este sesgo porque aprecio en
los tópicos que anuncian la tónica del evento el afán de hurgar en un sentido y un
destino para el hecho crítico que trascienda, en el mejor de los casos, la palabra de
apoyo a la puesta del arte en la órbita social. Situación actual y rol de la opinión
especializada, representan aquí, más que el análisis de rigor que alimenta a
cualquier campo profesional, la emergencia de atribuir al juicio valorativo la función
cultural que le corresponde como herramienta de producción de reflexividad para el
medio artístico.
Pero, una critica concebida bajo estos lineamientos debe exhibir entre sus
cualidades un desprendimiento de las sobreestimaciones del artista y la obra tan
frecuentes en la tradición del arte, y un cuidado especial por no dejarse llevar por
los espejismos de la consagración apresurada o por una imagen falsa de la
coherencia expresiva detrás de la cual se esconden el agotamiento y la
complacencia.
Estos presupuestos han servido de plataforma a mi reflexión sobre cómo hacer arte
en condiciones de periferia extrema, entendiendo hacer arte en los términos de una
ampliación del espacio cultural de la producción artística hacia esferas del
conocimiento y la actividad social que le garanticen al arte significaciones
importantes en los procesos de autoconocimiento y mediación social.
1
IV Simposio internacional “Diálogos iberoamericanos”. Museo de Bellas Artes de Valencia, 14 al 16 de
mayo del 2001.
Ni local, ni global. Hacer arte más allá de la periferia.
Del repertorio de problemas que plantea la inserción del arte de las periferias
al proceso de globalización, la lucha por una circulación cultural más equitativa
sigue manteniendo un campo de batalla bastante activo, que obliga a los
diferentes actores de esta red de intercambios a definir, de entrada, su postura
en relación con tópicos como contexto, especificidad, territorio y otros
marcajes. Aun en un ambiente que, de plano, aboga por el desdibujamiento de
las fronteras a las que de algún modo refieren, estos tópicos han mostrado una
resistencia obstinada a abandonar la escena, y dada la forma en que, una y
otra vez, afloran en las valoraciones, ponen en evidencia que el peso de un
locus periférico desterritorializado –que como vector cultural, se disemina
colocándose de frente a cualquier geografía-, no logra desplazar a ciertas
condiciones de existencia irrenunciables cuando se trata de ser y tener nombre
en los mapas y en los discursos.
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Como política el regionalismo crítico apunta al sentido de lugar, pero evade cualquier localismo
esencialista. Representa el modo de arbitrar las necesidades del desarrollo cultural en un contexto Glocal.
El examen de las prácticas artísticas en los marcos del análisis institucional
inscrito en un contexto preciso, postula una axiología que aclara cómo un
medio administra sus necesidades y cómo a partir de éstas, arma su propia
agenda. El método es, en esencia, crítico con los compromisos generados por
viejos esquemas y apunta a descubrir articulaciones entre lo local y lo global,
de manera que lo que es significativo en un sentido, pueda también ser
coherente y productivo en el otro.
Es obvio que el foco puesto sobre los modos específicos en los que el arte
emergente se levanta, en uno u otro medio, bajo situaciones sociales y
dinámicas culturales heterogéneas, instaura un ámbito discursivo que adquiere
fuerza a partir del grueso expediente de objeciones a los enfoques
transculturales. Desviar la atención hacia los desarrollos regionales y fortalecer
sus escenas con intercambios productivos, podría atemperar notablemente la
ansiedad mostrada por el arte periférico de colocarse a toda costa en los
circuitos dominantes, sin reparar en la deformación interna de la producción
artística.
Las condiciones del campo cultural ecuatoriano para sustentar una escena de
arte contemporáneo, podrían ser descritas del siguiente modo: formación
precaria, producción exigua, falta de encaje institucional y ausencia de un
discurso que fundamente la pertinencia de estas prácticas y su valor.
Es obvio que este tipo de crítica funciona como mecanismo que lanza nuevas
carnadas al mercado y como aval para la consagración de una firma dentro del
circuito, pero está incapacitada para otros fines.
También se sienten zagas de posturas demagógicas y populistas en juicios
críticos que enfatizan el papel del arte en las búsquedas identitarias. Tales
juicios no reparan en la pérdida de credibilidad de los discursos que aún se
articulan en torno a dicotomías entre propio y ajeno, tradición y
contemporaneidad, auténtico e inauténtico..., entre otras oposiciones que
pesan en las visiones tradicionales de la resistencia. Los tonos que acusan
estas prédicas no son ya plausibles, tienen el tufo del añejamiento y
desconocen las circunstancias en las que se produce y circula el arte hoy y las
discusiones y diálogos conflictivos que se llevan a cabo entre medios artísticos
y circuitos diferentes. Lo que sucede es que ese tipo de discurso que busca la
identidad en repertorios fijos e idiomas plásticos propios, en una mitificación de
nuestros orígenes culturales y en construcciones esquemáticas e idealizantes
de lo popular, nada tiene que aportar para un correcto poner pie en tierra en
relación con lo que sucede en el arte, ni representa estrategias de resistencia
sustentables.
Todas estas son, a mi juicio, posturas reaccionarias porque son las que ponen
al arte, definitivamente de espaldas a la vida.
Desde mi punto de vista sería muy beneficioso dirimir toda esta problemática
en un espacio de intercambios profesionales que propicie el contraste de las
diferentes visiones. Abogo, en definitiva, por la radical multiplicación de los
escenarios del diálogo público.
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Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
3
La Facultad de Artes de este centro docente es la más importante del país y sus egresados
constituyen, en la mayoría de los casos, el relevo de profesionales que ingresan al circuito.
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Miembros del Centro Ecuatoriano de Arte Contemporáneo CEAC, María Fernanda
Cartagena y Alexis Moreano con el apoyo de varios artistas iniciaron un debate virtual
denunciando la postura de instituciones culturales que, empecinadas en promover
eventos artísticos bajo parámetros caducos, habían hecho caso omiso a investigaciones
y proyectos de reestructuración. Esta discusión tuvo acogida en las directivas de las
Facultades de Arte de la Universidad Central y Universidad Católica de Quito, quienes
propiciaron la realización de un foro público para discutir estos tópicos. En el evento
que se realizó el 16 de enero del 2001, en el auditorio de la Universidad Central, fueron
enjuiciados el Salón de dibujo, grabado y acuarela organizado por la Municipalidad de
Quito, la convocatoria para la publicación de un catálogo de arte ecuatoriano por parte
del Ministerio de Relaciones Exteriores y los objetivos de la Bienal de Pintura de
Cuenca.
También fueron arduamente discutidos la orientación y los resultados del Salón de Julio
de este año. A propósito de este certamen que realiza anualmente el Museo Municipal
de la ciudad de Guayaquil, un equipo de estudiantes de la Escuela de Comunicación de
la Universidad Católica dirigidos por el artista y profesor Marco Alvarado, organizó un
panel para analizar el certamen.
Las instituciones de mayor rango comienzan tímidamente a acoger nuevas
hornadas de artistas que atraen visiones más frescas en lo estético y críticas
con su entorno.
Son cada vez más los que abogan por una postura fundamentada y
conceptualmente coherente, y se va imponiendo un rigor, tanto en la
concepción de las propuestas, como en su puesta en escena, que opaca la
complacencia a las expectativas del mercado local, siempre tan evidentes.
El prototipo de artista rico y exitoso en el patio va perdiendo fuerza, y gana
escaños el modelo de artista propositivo y con herramientas conceptuales para
armar su discurso, no sólo en el plano de su concreción artística, sino también
en el de su justificación y ubicación eficiente en el espacio público.
Entre los aciertos de estas estrategias está haber roto los alineamientos de
ciertos artistas a ortodoxias profesionales. La mayoría de los eventos colectivos
se han resuelto en expresiones no convencionales lo que ha propiciado que
los resultados exhibidos sean más creativos e ingeniosos y empleen recursos y
códigos de mayor densidad e impacto público. También se han prestado para
subvertir el orden gremial que prevalece, dando un lugar al trabajo
interdisciplinario, e incluso, admitiendo las contribuciones de personas ajenas
al medio artístico para potenciar mayores resonancias.
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Extractos de la invitación a participar del evento que El Pobre Diablo cursara a los artistas.
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El informe anual de Transparencia internacional correspondiente al año 2000 ubica al Ecuador a la
cabeza de los países más corruptos de América Latina, y noveno en el mundo.
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InvadeCuenca, proyecto auspiciado por la Galería Madeleine Hollaender –uno de los espacios que ha mostrado
mayor interés por el desarrollo de propuestas alternativas-, aprovechó las tímidas aperturas de la VI Bienal
Internacional de Pintura de Cuenca para convocar a artistas emergentes a tomar la ciudad. Con este propósito
fueron seleccionadas acciones que trabajaban con el espacio citadino y sus usos sociales, interviniendo cada
Tramitó cuatro cédulas de identidad reales, en las que con sus datos oficiales
de existencia, aparecía él mismo vestido de mujer negra, indígena otavaleño,
burócrata y hombre común. Había acudido disfrazado a cuatro oficinas del
Registro Civil, con el pretexto de pérdida de su documento. Cédulas en mano,
las hizo ampliar, y las colgó a la manera de persona extraviada en el portal de
la Superintendencia de Bancos. Además de todos los cuestionamientos a la
institución que podían derivarse de aquellas extrañas identificaciones
autenticadas, el contacto con la gente despertó una gama de reacciones que,
recogidas, eran más elocuentes que cualquier survey de opinión pública sobre
la actitud de la gente común hacia los problemas del país. La vista de tan
curiosos documentos daba al espectador la oportunidad de suponer todo lo que
estaba detrás de aquella farsa, dejando en cueros a la institución pública.
“Sobre la felicidad del mayor número posible”, fue una obra impactante
exhibida en espacios expositivos de varias ciudades. Se trata de una
instalación compuesta por 82 retratos: 41 rostros de presidentes y otro tanto de
niños betuneros y de bajos recursos que participaron de la obra. Brito cortó
una tela en dos partes iguales. Llevó una mitad a la Plaza Grande 8, en donde
la extendió sobre el piso y, con la ayuda del grupo de infantes betuneros de la
plaza, la pintó íntegramente con tintas de lustrabotas y con anilinas de colores
amarillo, azul y rojo (los colores de la bandera nacional). Una vez seca, la
recortó en 41 trozos que fueron repartidos entre los mismos niños, quienes, a
su vez, pintaron bajo la instrucción del artista el retrato de un presidente distinto
Obras como Zona 39, más que captar imágenes elocuentes y autónomas en
tanto variables de un ensayo temático, va por el camino de exponer una
condición humana y una actitud sacándolas de su intimidad y hasta de la
presión de la imagen consumada para que se tome como realidad palpable,
sin conmiseración ni moralina. Como su autor indica, la obra es un retrato,
pero esta vez, el género no se atribuye facultades trascendentalistas en el
terreno de apresar la esencia de un yo determinable y conciso.
Paco Salazar es otro fotógrafo que se ha volcado en el rock del sur de Quito,
una de las expresiones más ricas y productivas de la cultura urbana en el
Ecuador, manifestación que aglutina a un amplio sector juvenil de la clase
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Muestra 8 imagineros, galería Art Forum, octubre, 1999.
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Yayita es un travesti de 19 años que es retratado en Zona 3
media a baja, y que, por no ser un fenómeno comercial manipulado por la
industria, presenta la fuerza y la frescura de la jerga citadina.
Otro tópico que se suma al espacio de confrontación que el arte está tratando
de crear es el cuestionamiento de la visión tradicional de la identidad. Se ha
debilitado la ansiedad por definir lo propio en términos de lenguaje, y la
preocupación por dar un perfil preciso al problema identitario no figura entre los
objetivos del arte de avanzada.
Esta situación parte del agotamiento de la representación estereotipada de la
identidad. Se ha hecho evidente la pobreza de esta imagen y su incapacidad
para significar la conflictividad de los procesos culturales que han tenido lugar
en el país. El tema de la identidad, en su visión más consumida, prácticamente
se ha liquidado. Molesta el tono ridículo de su retórica; como construcción
simbólica, ya no es plausible, y son cuestionados los usos políticos de este
discurso, sobre todo a partir de la emergencia de los pueblos indígenas, y su
reconstitución étnica que reclama el respeto y reconocimiento de sus
diferencias.
Patricio Ponce es uno de los artistas que más ha trabajado con los referentes
de lo nacional que pueblan el mercado suntuario y la tienda de artesanías. Su
propuesta subraya el carácter de souvenirs y objetos de decoración de los
prototipos identitarios, se regodea en su inautenticidad, en su condición de
reproducción barata que medra con suntuosos antecedentes. Ponce compra o
manda a hacer e interviene estos objetos, pervirtiendo su candidez con otros
“legítimos” referentes, como Power Rangers, alienígenas y otros héroes de
pantalla chica. También en empaque de artesanía típica, o manipulando
centenarias tradiciones manuales, cruza contenidos que topan la marginalidad,
el racismo y otras lacras sociales.
José Luis Celi lleva tiempo interesado en el tema del negro en Ecuador, grupo
que no ha sido suficientemente reconocido como parte de la trama étnica y
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En la entraña del mundo andino, en los territorios que componen actualmente el Ecuador y el Perú, está
Tenguel.
simbólica de la nacionalidad. Su mirada indaga con ironía en los roles que
identifican al negro, y en el estigma de su raza en un país que los ningunea.
Entre estos últimos son relevantes las propuestas que han usado el malestar
como sensación que conflictúa una concepción del mundo edulcorada y
retórica. También los que han dado a la precariedad la condición de cualidad
estructural de la cultura en las periferias extremas.
Desde principios de los noventa marcó con una propuesta que con look de
cultura baja, discutía el papel asignado a la mujer en la sociedad patriarcal y
subdesarrollada. Pero más allá del tópico de género, su obra se distinguía por
una especie de laboriosidad obsesiva, de pasión por arreglar y disponer, que
daba a sus piezas un sesgo perturbador.
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Me refiero a obras como Fosa común, Identikit, Una silla del sur, y en general, las que se presentaron
en muestras como la de la Galería en la ciudad de Quito y en la Bienal de Lima. ......
y extenderse en un discurso que, ante todo, se muestra impecable y con
impacto visual.
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