Vous êtes sur la page 1sur 13

Espacios de sociabilidad transitoria: el metro de Barcelona.

Autores:
Pep Vivas i Elias (pvivasi@uoc.edu)*, Óscar López Catalán1 (oscarlcat@gmail.com)**, Jesus
Rojas Arredondo (jrojasar@uoc.edu)**, Valeria Santoro Lamelas (vasantoro@gmail.com)**

* Universitat Oberta de Catalunya, España.


** Universitat Autònoma de Barcelona, España.

Resumen:
Las particularidades de ciertas realidades urbanas actuales (que podríamos calificar como
híbridas, líquidas, fluidas) que conforman la ciudad, inciden en el tipo de prácticas y actividades
que realizamos en ella. Los espacios urbanos son atravesados por formas de movilidad cada
vez más intensas y, mediante estas acciones sociales, los lugares de la urbe pierden o
modifican sus significados estables para convertirse en espacios liminales o heterotópicos:
espacios construidos por un mosaico de interacciones sociales efímeras, complejas y
cambiantes. Algunos autores, desde la antropología, han etiquetado estas zonas de la urbe
actual como “no lugares” teniendo en cuenta que éstos se caracterizan por una ausencia de
historicidad, significación o relación pero sin centrarse en qué tipo concreto de prácticas
sociales los afecta o modifica total o parcialmente. El concepto de área de sociabilidad
transitoria, que pretendemos proponer y elaborar teóricamente, intenta abordar, desde algunas
de las aportaciones anteriores, el hecho de que las nuevas tecnologías inciden cada vez más
en las prácticas sociales que se desarrollan en dichos espacios, construyéndolas y
mediatizándolas en diferentes ámbitos: ocio, movilidad, control o actividad económica. Los
aeropuertos, los hoteles, las estaciones de metro o de tren, son ejemplos de este tipo de
espacios convertidos, en parte, en “oficinas virtuales”, hogares momentáneos o centros de
ocio, que debemos abordar desde una perspectiva etnográfica para profundizar en el análisis
de las nuevas prácticas y usos sociales en los espacios urbanos contemporáneos. Nuestra
intención, a través de la comunicación que presentamos, es centrar nuestra atención en la red
del metro de la ciudad de Barcelona como ejemplo de espacio de sociabilidad transitoria de la
urbe actual.

1. ¿NUEVOS ESPACIOS EN LAS CIUDADES CONTEMPORÁNEAS?

La ciudad nos invita cada día, en nuestras ocupaciones cotidianas, a atravesar


multitud de lugares: unos nos llaman la atención, se incorporan a nuestro

1
Becario FPU-MEC en el Departamento de Antropologia Social y Cultural

1
imaginario sobre la ciudad, mientras otros apenas si son notados o dotados de
significado, y, a pesar de ser constantemente visitados, se pierden en una
cotidianeidad repetitiva. Probablemente no nos resulta difícil recordar y recrear
con bastante detalle los primeros, lugares que conocemos bien, muy
significativos para nosotros e, incluso, emblemáticos para muchas otras
personas; y quizás también, con cierta frecuencia, podamos contemplarlos
como aquello que conforma una ciudad (sus plazas, sus monumentos, sus
calles) y nuestra relación con ella (en los anteriores, en nuestro barrio, en
nuestra casa). Pero los segundos –los que vivimos de forma efímera o
transitoria, aquellos que recorremos sin detenernos y que conectan los
primeros– también forman parte de la ciudad y, más allá de su pertenencia
física a ella, contribuyen, cada día más, de una forma muy significativa a
construirla como el ámbito en el que interaccionamos y realizamos una ciertas
prácticas sociales urbanas.

Esta comunicación parte del interés en torno a ese segundo tipo de espacios –
poco visibilizados, efímeros, a veces considerados insignificantes– y de
algunas intuiciones acerca de la importancia de analizarlos para investigar las
prácticas e interacciones sociales que se dan en (y con) ellos.
En primer lugar, como mantiene Graham (2004:1), la llamada “sociedad de la
información” ha sido y es cada vez más una sociedad urbana, entendida a
través de la distinción tomada de Lefebvre (1972:70-71) entre lo urbano y la
ciudad. En otras palabras, parece claro que el dominio de ciudades y
metrópolis ha alcanzado, en la sociedad contemporánea, una extensión
probablemente sin precedentes en la historia humana, pero que, además, sus
prácticas se han extendido mucho más allá de las “fronteras físicas” de la
ciudad. Pero además, los espacios que la conforman se han transformado en
sitios de tránsito, en los escenarios espaciales en los cuales las personas
transitamos e interaccionamos cotidianamente; por tanto, las prácticas que se
realizan en ellos son buenos indicadores de las formas en que dotamos de
significación y habitamos nuestras ciudades.

En segundo lugar, una parte importante de dichas transformaciones en la


sociedad actual, pero también en el espacio urbano (o al menos en parte de él),

2
han venido de la mano del uso de las llamadas “nuevas tecnologías” (uso de
Internet, dispositivos móviles, comunicación inalámbrica, ordenadores, etc.). La
difusión de las tecnologías de la información incrementa drásticamente la
complejidad de las ciudades (y viceversa) por el aumento del número y los
tipos de interacción entre personas, organizaciones, sistemas y espacios, en un
proceso de reorganización que afecta a diferentes niveles, desde la gestión y
planificación de ciudades y regiones metropolitanas hasta nuestras prácticas
sociales más cotidianas, pasando por los medios de transporte y de
comunicación. Las nuevas tecnologías inciden cada vez más en las prácticas
socioculturales y espaciales, construyéndolas y mediatizándolas en diferentes
ámbitos: ocio, movilidad, control, actividad económica.

Para lo que nos interesa aquí -las prácticas sociales que se dan en unos
determinados espacios- una tercera intuición es que éstas pueden ser
consecuencia de las transformaciones globales (movilidad, rapidez, relaciones
efímeras, etc.), pero también venir dadas por las características de los espacios
que las envuelven y construyen. La movilidad, la inmediatez y la
provisionalidad, por mencionar algunas, hacen que en las ciudades
contemporáneas (en diferentes formas y grados) las distancias y los trayectos
se hayan visto modificados radicalmente sustituyendo, como afirma Amendola
(2000), el criterio de distancia por los de conexión y accesibilidad. Los espacios
urbanos, atravesados por diferentes formas de movilidad cada vez más
intensas, pierden o modifican –mayor movilidad no significa necesariamente
una menor identidad– sus significados estables para convertirse en espacios
construidos por un mosaico de interacciones sociales complejas y cambiantes
(como cualquier espacio, pero quizás más aun).

2. ALGUNOS ANTECEDENTES TEÓRICOS

Es desde las breves intuiciones anteriores desde donde partimos para analizar
lo que pretendemos denominar espacios de sociabilidad transitoria; espacios
liminales o heterotópicos que algunos autores (Augé, 1995; Delgado, 2005),
han denominado también no-lugares. El análisis de dichos espacios no puede
hacerse sin contextualizar mínimamente algunas aportaciones en torno a las

3
transformaciones sociales que están ocurriendo simultáneamente, y en las que
las nuevas tecnologías también tienen mucha presencia. Autores como
Castells (1995), Hall (1996), Muxí (2004), Azúa (2004), Mitchell (1995, 2001) o
Sassen (2000, 2001), por citar algunos, han abordado dichos procesos,
centrándose específicamente en el contexto urbano, en un recorrido que va
desde los aspectos económicos, industriales, organizacionales hasta el impacto
de la tecnología en la arquitectura, pasando por la -bastante manida ya-
globalización. Por otra parte, y más en coherencia con el tema que nos ocupa,
nos encontramos con investigaciones que, en buena parte desprendiéndose
del contexto global que analizan los autores anteriores, tienen en cuenta la
aparición de “nuevos espacios” o de “lugares característicos” de la sociedad
contemporánea. Podemos citar aquí, como hicimos antes, a Augé (1986,
1995), Delgado (2005), Kociatkiewicz y Kostera (1999) o Horta (2004).

Los autores anteriores abordan, desde diferentes perspectivas, los espacios


proteiformes, complejos y cambiantes a los que antes hacíamos mención,
entendiéndolos como espacios liminales: espacios de transición, con una
identidad no fija, sino procesual. Situados entre espacios geográficos, estos
espacios residen en el límite, en la conexión, entre los otros espacios:
características comunes a las dos aportaciones que queremos destacar y
resumir brevemente en este apartado, por la importancia que han tenido como
precedentes para conceptualizar y analizar dichos espacios. Se trata de dos
conceptos que guardan ciertas similitudes entre si: las heterotopías (los
espacios heterotópicos), propuestos por Foucault y los no-lugares, de Augé.

Cuando Foucault (1986) hablaba del tiempo de los emplazamientos, se refería,


en parte, a la importancia de los espacios que constituyen vecindad con otros
espacios, y que, además, permiten interpretar la ciudad de una forma distinta.
Parece que inicialmente el concepto de heterotopía surgió de esa idea; la de
rescatar aquel espacio que siempre había estado pero que había quedado en
el olvido y, además, la de producir contraste entre la utopía (como el
emplazamiento sin lugar real, el proyecto en el tiempo) y la heterotopía (como
los contraemplazamientos simultáneos, los lugares fuera de todos los lugares,
pero localizables).

4
Pero ¿qué son exactamente las heterotopías? Para Foucault (1966) es posible
relacionar el concepto de espacio con yuxtaposiciones y emplazamientos, es
decir, con la relación cerca-lejos, con la irreductibilidad entre los espacios y con
su superposición, con las transformaciones del espacio y sus posibles
multiplicidades. Foucault mostró mucho interés en un tipo de espacio que tiene
la característica de ser y de existir en relación con otros espacios, en conexión,
adquiriendo lógicas que los agrupa, los relaciona y los designa. Pero aun más
importante, esto se traduce en espacios de relaciones y prácticas sociales
heterogéneas, constituidos de diversas formas en cada sociedad y momento,
pero siempre cambiantes y difíciles de acotar. Vivimos en el interior de un
conjunto de relaciones y prácticas sociales y no en un vacío categorizado en
emplazamientos claramente definidos. Foucault (1984) describió nuestra
convivencia no sólo con espacios conocidos o concretos sino también, aunque
sea por instantes, con esos espacios que se encuentran en medio. Los
espacios heterotópicos responden al orden de esos conectores del espacio,
pero son en sí mismos otro orden de espacios, aunque su existencia sea tan
fugaz como el momento mismo de su activación, como el paso momentáneo
por el pasillo que comunica dos estaciones de metro.

Ocurre lo mismo con los no-lugares, sitios que conforman un momento de


finitud, donde las apariencias y las figuras adquieren sentido momentáneo. La
noción de no-lugar se define por oposición a aquello de donde obtiene su
sentido más elemental y lógico: lo que entendemos por lugar (Augé, 1995). A
partir del lugar –ahí donde se expresa la identidad, la relación y la historia– se
define el no-lugar como el espacio donde lo anterior no lo hace. Augé hace
referencia al concepto de la sobremodernidad para llamar la atención sobre el
exceso del tiempo, del espacio y del individuo, y la interpreta a su vez como
productora de no-lugares, de espacios que “no son en si espacios
antropológicos y que, contrariamente a la modernidad baudeleriana, no
integran los lugares antiguos: éstos, catalogados, clasificados y promovidos a
la categoría de ‘lugares de memoria’, ocupan allí un lugar circunscrito y
específico” (Augé, 1995: 83). El concepto de no-lugar tiene para Augé cabida
en ese tipo de espacio de la comunicación y del consumo: la autopista o el

5
supermercado, los aeropuertos o los centros comerciales, serían algunos de
sus ejemplos paradigmáticos.

3. LOS “ESPACIOS DE SOCIABILIDAD TRANSITORIA”

Augé ya aclara que debemos considerar la relación entre lugares y no-lugares


como un continuo entre los dos polos y no caer en el error de buscar “no-
lugares puros”, ya que se suelen encontrar en estos espacios algunos de los
elementos que llamaríamos lugares (principalmente relacionales). Por tanto,
entendemos que los no-lugares no deben caracterizarse por una ausencia total
de historicidad, significación o relación, sino, en todo caso, por una
transformación de las mismas, quizás haciéndolas mucho más efímeras y
cambiantes.

Esta reflexión nos sirve para resumir algunas razones que nos han conducido a
proponer el concepto de espacios de sociabilidad transitoria, como una
herramienta para analizar los “nuevos espacios” de los que hablamos en la
introducción. Debemos aclarar, en todo caso, que estamos delante de una
aproximación este concepto.

¿Porqué hablar de “espacios de sociabilidad transitoria”? En primer lugar, como


acabamos de decir, creemos que un concepto es una herramienta de trabajo y
que por tanto es necesario argumentar porqué se elige uno y no otro, y cuales
son sus posibles ventajas y/o inconvenientes (independientemente de que, en
el futuro, pueda desecharse por una propuesta más adecuada). Nos
interesaba, para comenzar, hablar de espacios, mejor que de lugares o
territorios; en parte –como comentamos antes– para escapar del peligro de
entender “lugar” y “no-lugar” exclusivamente a partir de una dicotomía, de una
oposición. También, y siguiendo a De Certeau (2000:129), por entender el
espacio como un lugar practicado, relacionado fundamentalmente con la
práctica social y no con la acotación. Los espacios son heterotópicos, mientras
los lugares son territoriales y geométricos. Ello nos sirve también para insistir
de nuevo en que las ciudades no albergan solamente una materialidad
arquitectónica sino, especialmente, una serie de maneras de ser y de practicar

6
el espacio. Los espacios son, entonces, practicados y sociales; y eso enlaza
con la sociabilidad, que contribuye a insistir en que lo que nos interesa
fundamentalmente son las relaciones entre las personas, las interacciones
entre ellas, pero también con los espacios. No se trata de quitar u otorgar peso
a un elemento u otro (lo espacial, lo social, etc.), sino de entender que la propia
distinción, en ocasiones, viene más de nuestra propia incapacidad para
categorizar la vida social que por la existencia de ese tipo de dicotomías.

Esta dificultad para (a veces obsesión por) acotar y delimitar espacios se hace
aun más intensa cuando intentamos aplicar un adjetivo al tipo de relaciones y
prácticas que pueden estar dándose en estos espacios. Hemos usado la
palabra transitorio, porque incorpora al mismo tiempo significados relacionados
con lo espacial (tránsito, movilidad, traspaso) y con el tiempo (efímero,
momentáneo, cambiante). En definitiva, lo que pretendíamos era denominar
espacios con una identidad (si es que se puede hablar de ella) no fija, sino
procesual y móvil.

Pero lo más importante, sin duda, es centrarse en qué tipo concreto de


prácticas sociales están ocurriendo en esos espacios. Uno de ellos, pongamos
una estación de metro, puede contener infinitas interacciones y prácticas,
construir multitud de formas de apropiar y dar significado. Si la entendiéramos
como un no-lugar de la forma más estricta (como espacio no identitario, no
relacional y no histórico), estaríamos, probablemente, obviando un tipo de
prácticas y resaltando otras. Un trabajador, alguien a quien le ocurrió algo
importante precisamente en ese andén... para ellos la estación no es un lugar
sin significado ni historia. Los ejemplos anteriores lo convertirían sin duda en un
espacio relacional y de significado para esas personas, si bien probablemente
es ya un lugar antropológico (aunque de forma superficial) por el simple hecho
de ser transitado. Esta resignificación del espacio, que en cierto modo
realizamos constantemente, y que en la yuxtaposición multiplica su variedad y
puede obligarnos a modificar nuestras formas de practicarlo (y analizarlo), son
las maneras de hacer por una espacialidad no exclusivamente geográfica o
geométrica (sino simbólica o semántica). Nos remiten de nuevo a la
complejidad de la que hablábamos en la introducción, a los espacios

7
heterotópicos en los que la multiplicidad y el emplazamiento simultáneo
atraviesan nuestras prácticas sociales.

Todo lo anterior tiene ciertas implicaciones metodológicas que intentaremos


sondear a medida que trabajemos el concepto de “espacios de sociabilidad
transitoria”, tratando de superar la generalización conceptual que en ocasiones
conduce a términos demasiado genéricos y ambiguos. Además de realizar una
revisión en profundidad de los conceptos que hemos resumido en el apartado
anterior (no-lugares, espacios liminales, heterotópicos, etc.), hemos
seleccionado y realizado un trabajo etnográfico en algunos de esos espacios,
en concreto la red del metro de la ciudad de Barcelona, con la intención de
observar que tipos de prácticas e interacciones sociales y que formas de
accesibilidad y de movilidad se dan en este tipo de lugares. En otras palabras,
pretendemos centrarnos en las prácticas sociales y espaciales, pero
entendiendo que dichos espacios no son solamente escenarios donde se
producen, sino elementos imprescindibles para analizar las formas en que las
personas viven y subjetivizan el espacio público en la actualidad.

4. “ENTRANDO” AL METRO DE BARCELONA COMO “ESPACIO DE


SOCIABILIDAD TRANSITORIA”

Para aproximarnos a este “espacio de sociabilidad transitoria” hemos


considerado pertinente utilizar la metodología cualitativa, que nos permitiera
una visión in situ del contexto del metro y tratar directamente con aquellos/as
usuarios/as que usaban y se relacionaban en y con él. Dentro de dicha
metodología, el método etnográfico (o cuasi-etnográfico, dada la duración poco
prolongada de la investigación –un mes-), permite abordar de una forma
compleja y rica en matices dichas interacciones entre los/las usuarios/as, y
entre ellos/as y este espacio: la red de metro de Barcelona.

Creemos que dicha metodología es la que mejor se adecua para estudio de


estos fenómenos y la realidad urbana que aquí nos interesa, en consonancia
con el planteamiento teórico anteriormente expuesto. Abordar la naturaleza de

8
estos espacios urbanos de una forma clara y concisa, pero a la vez situada y
rica en información puede ser complejo, más aun considerando sus
características específicas (movilidad permanente, cambio y flujo constante),
pero creemos que es posible hacerlo, acotando correctamente los límites de la
investigación. Las nuevas tecnologías deben tener un papel principal en el
proceso investigador, no sólo por el uso intensivo que se hace de ellas en esos
espacios, sino también por su utilidad durante el proceso de investigación. En
definitiva, nos interesa también conocer las posibilidades de uso y de
apropiación de los espacios por parte de sus usuarios, para definir qué
procesos pueden influir positivamente en su resignificación y poder proponer
pautas que permitan un mejor uso de los espacios en tránsito, que favorezcan
la accesibilidad y la movilidad de las personas y el uso de las nuevas
tecnologías con la intención de mejorar la calidad de vida urbana y, en
definitiva, potenciar la capacidad de la ciudadanía para habitar la ciudad en el
contexto actual.

Por tanto, durante varios días, y sin rumbos fijados previamente, nos
dedicamos a observar, escuchar y conversar, recopilando información sobre las
cuestiones que guardaban relación con nuestro objeto de estudio. Nuestros
diarios de campo contienen la recopilación textual de los momentos vividos; de
las experiencias, ideas y reflexiones que surgieron durante el trabajo de campo,
y además, un registro de imágenes. Todo ello fue transcrito a formato digital y
organizado junto con las fotografías tomadas, generando un corpus textual
único, entendido como “cualquier conjunto de textos o imágenes en un soporte
material” (Garay et al, 2002: 444), y preparado para su posterior análisis.

5. ANÁLISIS INICIAL

El metro de Barcelona posee, evidentemente, características de los “espacio de


sociabilidad transitoria”. La variabilidad de horarios y personajes es inmensa, y
sin embargo da la impresión de algo les une más allá de ello: el tránsito de un
punto a otro de la red sin prestar mucha atención –aparte de la orientación- al
espacio por el que se mueven. El metro hace particularmente visible la relación

9
entre espacio, tecnología, y movilidad, no sólo porque para que entre en
funcionamiento sea necesaria la conexión entre múltiples sistemas
tecnológicos y electrónicos (control por ordenador de los trayectos, horarios,
etc.), sino también porque estos sistemas entran en juego en la propia
regulación de las prácticas e interacciones de los usuarios.

La propia disposición de los espacios del metro hace que esta sensación de
tránsito (y de falta de apropiación y significación) sea más acuciante. El tipo de
mobiliario que encontramos en este “espacio de sociabilidad transitoria” está
diseñado para que las personas se queden solamente los instantes necesarios,
favoreciendo el control y la gestión, y aparentemente, inhibiendo las
interacciones. Un buen ejemplo de ello pueden ser los nuevos vagones de
metro, que ya ni siquiera cuentan con asientos situados de forma que permitan
una conversación frente a frente. Aparte de los ocasionales grupos de
personas que viajan juntos, los/las usuarios optan por la lectura (de un libro o
un diario gratuito), el uso de aparatos (para música, películas o videojuegos), o,
en el andén, por mirar el monitor del “canal metro”, consultando
ocasionalmente la pantalla que informa del tiempo que falta hasta la aparición
del siguiente tren.

Pero las personas no nos dedicamos solamente a transitar por estos espacios
de una forma “automática” y sin vacilaciones: estamos acompañados, en todo
momento, de un trasfondo no casual y, en ocasiones, sutil, que implica
aspectos tan diversos como el consumo, el trabajo.

Lo cierto es que en el metro el/la usuario/a se ve abordado con bastante


asiduidad por multitud de mensajes acústicos, monitores y paneles (de cierta
utilidad, orientados generalmente a informar), pero también por publicidad e
incluso por promociones que eligen el metro precisamente por el gran volumen
de personas que pasan cotidianamente por él. En este “espacio de sociabilidad
transitoria” las personas tenemos una intensa necesidad de consumir
información porque el mismo espacio nos ofrece todas las oportunidades para
así hacerlo.

10
El metro es también un lugar de trabajo para multitud de personas, sea este
regulado formalmente (personal de TMB, propietarios de bares y tiendas,
algunos músicos) o realizado de una forma informal (venta de diversos objetos,
mendicidad, otros músicos). Pero es además un espacio que, a partir de la
incorporación de las nuevas tecnologías móviles, cada vez más personas
aprovechan para realizar parte de sus tareas (usando móviles, PDAs, etc.)

El primer elemento de control que pudimos observar es el del acceso. Además


del derivado de su diseño (existen colectivos, como personas con carritos,
sillas de ruedas, etc., que ven limitada su movilidad en este espacio), las
barreras de acceso a los andenes se abren mediante un sistema de lectura de
tarjetas de viajes, y están controladas por personal de seguridad. Las máquinas
dispensadoras de billetes están conectadas con redes bancarias para poder
comprar los billetes al instante (sustituyendo en algunas estaciones y horarios a
las ventanillas). Pero además es necesario destacar la disposición y la cantidad
de dispositivos de vigilancia. Con ello la empresa que gestiona el metro de
Barcelona intenta ofrecer a los/as usuarios/as una sensación de seguridad
(“para su seguridad esta estación está dotada de cámaras de videovigilancia”).
En cierta medida, con todos estos elementos el metro como “no lugar”se ha
transformado, en las entrañas de la ciudad, en un enorme panóptico en red,
que algunas personas pugnan por evitar (saltando las barreras de acceso o
apropiándose del espacio –por ejemplo, con pintadas).

Creemos que en los “espacios de sociabilidad transitoria” se ven reflejados, de


forma clara, los cambios y las transformaciones que en la actualidad están
sufriendo nuestras ciudades. Lo tecnológico juega un papel muy importante en
la construcción y la gestión de los mismos y afecta a como las personas
interaccionamos con y en ellos. El análisis desde la psicología ambiental de
dichos espacios y de procesos asociados a ellos (la movilidad, el control, la
significación, etc.) puede ofrecernos pistas para comprender e intervenir en
nuestros espacios urbanos contemporáneos.

6. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICAS

11
Amendola, Giandomenico, 2000, La ciudad postmoderna. Magia y miedo de la
metrópolis contemporánea, Madrid, Celeste Ediciones.
Augé, Marc, 1986, El viajero subterráneo. Un etnólogo en el metro, Gedisa,
Barcelona.
Augé, Marc, 1995, Los “No lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología
de la sobremodernidad, Barcelona, Gedisa.
Azua, Félix de, et al, 2004, La arquitectura de la no-ciudad, Pamplona,
Universidad Pública de Navarra.
Castells, Manuel, 1995, La ciudad informacional. Tecnologías de la
información, estructuración económica y el proceso urbano-regional, Madrid,
Alianza Editorial.
Certeau, Michel de., 1990 [1980], L'invention du quotidien. 1. Arts de faire,
París, Gallimard.
Delgado, Manuel, 2005, Elogi del vianant, Barcelona, Edicions de 1984.
Foucault, Michel, 1986 [1966], Las palabras y las cosas, México., D.F, Siglo
XXI.
Foucault, Michel, 1984, Of other spaces, Diacritics, 1986, 22-27.
Garay, Ana, Iñiguez, Lupicinio, Martínez, Maite, Muñoz, Juan, Pallarès, Susana
y Vázquez, Félix, 2002, Evaluación cualitativa del sistema de sangre en
Cataluña, Revista Española de Salud Pública, 76, 437-450.
Graham, Stephen, 2004, The cybercities reader, Londres, Routledge.
Hall, Peter, 1996, Ciudades del mañana: historia del urbanismo en el siglo XX,
Barcelona, Ediciones del Serbal.
Horta, Gerard, 2004, L'espai clos. Fòrum 2004: notes d'una travessia pel no-
res, Barcelona, Edicions de 1984.
Kociatkiewicz, Jerzy y Kostera, Monika, 1999, The anthropology of empty
space, Qualitative Sociology, 22/1, 37-50.
Lefebvre, Henri, 1972, Espacio y política, Barcelona, Península.
Mitchell, Willian. J., 1995, City of Bits: Space, Place, and the Infobahn,
Cambridge,. MA., MIT Press.
Mitchell, Willian. J., 2001, E-topía. Vida urbana, Jim, pero no la que nosotros
conocemos, Barcelona, Gustavo Gili.
Muxí, Zaida, 2004, La arquitectura de la ciudad global, Barcelona, Gustavo Gili.

12
Sassen, Saskia, 2000, Cities in a world economy. Thousand Oaks, California,
Pine Forge/ Sage.
Sassen, Saskia, 2001, The Global city: New York, London, Tokyo, Princeton,
NJ, Princeton University.

13

Vous aimerez peut-être aussi