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Calidad de la educación en Chile: un desafío pendiente

Por Elena Romero

Todo el mundo habla del tema de la calidad en la educación, periodistas, políticos, el


ciudadano común, sin embargo, ¿qué se ha hecho para mejorarla? No podemos negar
que se han intentado varios caminos para lograrlo, sin embargo, elementos como la falta
de una política constante que vaya más allá de la permanencia de un gobierno en el
poder, o una participación con compromiso de cada uno de los actores de la comunidad
educativa, hacen que sea todo un desafío poder lograrla.

Lo más común es responsabilizar al Ministerio de Educación (MINEDUC), puesto que


no ha abordado de forma adecuada el explosivo crecimiento de la educación privada,
como tampoco ha sido capaz de lograr una reducción sustancial de la brecha que año a
año crece entre los establecimientos públicos -de dependencia municipal- y los colegios
privados. De lo anterior, se desprende que el MINEDUC tampoco haya sido capaz de
implementar exitosamente la reforma educacional de los noventa, la que tenía como uno
de sus supuestos principales el lograr la igualdad de oportunidades; mientras que esta
reforma -contrariamente a lo esperado- sí logró conformar un mercado educativo,
además de acarrear el problema de que, a pesar de que cada vez se inyectan más
recursos, los resultados de los estudiantes no mejoran.

Esto afecta a la población de diversas formas, lo que se puede observar, por ejemplo, en
la fuga masiva de estudiantes que se ha producido en los últimos años de los colegios
municipales, los cuales se han visto desprestigiados por los malos resultados obtenidos
en el SIMCE y en la PSU; llevando esto a que el sistema privado, con o sin aporte
estatal, crezca cada vez más, ya que la gente tiende a pensar que un colegio privado
entrega calidad por el simple hecho de no estar mayormente vinculado con el Estado,
entre otras consecuencias.

Y es que éste es el punto central, al cual no se le ha tomado mayormente el peso, puesto


que todo el mundo habla de que hay que mejorar la calidad en la educación chilena,
pero ¿sabemos qué significa esto?, ¿qué elementos e indicadores debe incluir una
educación de calidad? En síntesis: ¿hay una definición y/o una política clara de calidad
en educación aplicada en Chile? Si bien sabemos que no hay una única definición de
calidad, y que la postura desde la cual se aborde el tema es subjetiva, queremos plantear
que la educación en el Chile actual está en crisis por múltiples factores, siendo uno de
los más importantes el que la calidad en este ámbito se ha abordado desde un criterio
economicista y no integral, lo que conlleva una crisis valórica y social que puede tener
graves consecuencias a futuro la que ya estamos viendo sus primeros síntomas.

La definición de calidad utilizada en la educación en Chile es incompleta

El concepto de calidad está de moda el día de hoy, pero, ¿cuántas personas saben
realmente lo que significa e implica calidad en educación?

Tradicionalmente se ha abordado la calidad desde dos niveles, correspondiendo las


mediciones objetivas y especificaciones técnicas al nivel uno, y la valoración subjetiva
de los clientes al nivel dos.
Como el nivel de complejidad que presenta para cualquier ámbito la definición de
calidad, se comprende que ésta aumenta al referirse a la educación. Si partimos de la
base que la última gran reforma al sistema educacional chileno no se inició desde el
MINEDUC, sino que de los estudiantes secundarios – la revolución pingüina de 2006-
2007-, confirmamos que la demanda de éstos de una educación de calidad se inició sin
tener muy claro qué elementos querían que incluyese dicha necesidad.

De allí que si realizamos una comparación entre la teoría y la práctica, nos encontramos
con que es difícil dejar satisfecha a toda la sociedad. Por ejemplo, si consideramos lo
señalado por Jorge Yarce (1997, p.30), calidad total en educación implicaría: “…prestar
un servicio lo más perfecto posible, y entregar un producto con características de
excelencia: la persona formada”. Sin embargo, Yarce agrega luego que, para que haya
un verdadero cambio de paradigma, los responsables no sólo son los educadores, el
MINEDUC y los sostenedores, sino que por el contrario, se requiere una participación e
integración real de los padres y apoderados, así como de los educandos; en palabras de
Pincetti (2000), debe integrarse al individuo y a las organizaciones en general. También
implica un cambio en la cultura corporativa, la que debe pasar de un modelo
jerarquizado a uno horizontal, en el cual, para alcanzar el éxito, se debe contar con todos
los actores comprometidos (Reyes, 2009).

En concordancia con ello, el Consejo Asesor Presidencial para la calidad de la


educación (2006) señaló la importancia de equilibrar el desarrollo humano con el
incentivo de virtudes necesarias para la vida democrática y en comunidad, agregando
luego que una de las metas de la educación de calidad es el desarrollo social y la
participación ciudadana. A su vez, indica que es responsabilidad de los centros
educacionales garantizar la integración de la comunidad educativa al quehacer propio de
cada establecimiento. Sabemos entonces que, al menos en la teoría, una educación de
calidad debiese incluir a la familia y a los estudiantes como protagonistas de ella.

Pero ¿esto sucede realmente? Sabemos que no, puesto que como la definición de
calidad no se ha planteado de forma integral, su medición ha sido inadecuada, tema que
se abordará a continuación.

La carencia de una definición completa de calidad en educación tiene como


consecuencia que la calidad se mida numéricamente, dejándose de lado lo valórico, lo
que hace que no se cumplan los fines de la educación

Sin embargo, a pesar de la complejización de la definición de calidad en educación,


¿cómo se ha medido tradicionalmente ésta? A través de tres instrumentos,
principalmente: el SIMCE, la Excelencia Académica y los resultados de la PSU. La
sigla SIMCE significa “Sistema Nacional de Evaluación de resultados de aprendizaje”,
del MINEDUC, y su fin, de acuerdo al mismo Ministerio, es contribuir con esta
medición al logro de la calidad y la equidad en la educación básica y secundaria de
nuestro país. Mide el cumplimiento de los Contenidos Mínimos Obligatorios (CMO) de
los Planes y Programas, así como el logro de algunos de los Objetivos Fundamentales
(OF) de los mismos. Sin embargo, sabemos que esta prueba no incluye una medición
acabada de los Objetivos Fundamentales Transversales (OFT), componente valórico
fundamental que, por no ser medido, deja de ser considerado en la educación chilena.
De allí que el SIMCE centre su actuación en el primer nivel de las definiciones de
calidad, es decir, la de los componentes objetivos, lo que desincentiva la formación
integral de las personas, puesto que si no es fiscalizada en su cumplimiento, ¿a quién le
consta que sea bien o mal implementada?

Lo mismo sucede con la Excelencia Académica, la que se ha implementado teniendo


como base el Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño (SNED), el que cada dos
años y con criterios sectoriales[1] premia a los establecimientos educacionales que
obtienen mejores desempeños, donde uno de los indicadores fundamentales es el
SIMCE. Sin embargo, la Excelencia Académica no considera, nuevamente, el
componente valórico, puesto que los indicadores son efectividad, mejoramiento de las
condiciones de trabajo, igualdad de oportunidades para estudiantes con Necesidades
Educativas Especiales (NEE), entre otros. Igual situación tenemos con la PSU, la que
tiene como principales indicadores el área de Lenguaje, el área Matemática y el
desempeño medido en notas de la Enseñanza Media. Entonces ¿dónde quedan los
valores?, ¿dónde queda la formación ciudadana? Porque sabemos que en ese aspecto
tenemos como país la tendencia a comportamos igual que la mayoría de los estudiantes:
si algo no es medido o evaluado, no lo consideramos ni desarrollamos. Es más,
podemos recordar el cambio que se produjo hace algunos años atrás, cuando se
fusionaron las pruebas de Historia de Chile (obligatoria) y Ciencias Sociales (opcional),
lo que implicó que éstas materias sean vistas como secundarias, y no principales, de lo
que podemos deducir que el conocimiento y el análisis de nuestra realidad se vio en
parte truncado puesto que no se le toma el peso a esta área que permite desarrollar el
pensamiento analítico, sintético, espacial (por la geografía), cívico –que dicho sea de
paso no es sinónimo del conocimiento de nuestras instituciones políticas-, entre otros; lo
que implicaría el desarrollo valórico a través de los OFT de nuestro curriculum.

Por ende, si no hay una concordancia entre lo que entendemos por calidad en educación
y el cómo la medimos, no podremos lograr el que debiera ser el principal objetivo de la
educación: el formar personas.

Hace falta una política de Estado, no de Gobierno, que tenga como tema central la
aplicación de una verdadera política de calidad en la educación

Otro de los problemas que no han ayudado, precisamente, en el logro de la tan buscada
calidad en educación es la falta de una continuidad de las medidas tomadas para
resguardar la integridad de la política del MINEDUC. Tenemos por ejemplo lo que pasó
con las polémicas JOCAS (Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad),
implementadas durante la década de 1990, la que pretendía generar un espacio de
confianza donde se conversara con especialistas, profesores, e incluso padres y
apoderados, sobre temas afectivos y sexuales. La resistencia que estas jornadas
generaron a nivel social, particularmente de los sectores más conservadores, llevó a que
su implementación fuese olvidada; y como toda política de educación sexual es vetada
por los mismos sectores, finalmente no se hace nada, mientras el número de
adolescentes embarazadas aumenta, al igual que lo hace el número de estudiantes
adolescentes contagiados con diversas enfermedades de transmisión sexual.

¿De qué forma se quiere lograr la calidad en educación, si ni quiera hay una política
estable respecto a lo que debe entregarse como contenidos? ¿Qué sacamos con medir
resultados numéricos y en base a ello clasificar un colegio de exitoso o no, si problemas
sociales como el embarazo adolescente se hacen cada vez más visibles en nuestra
sociedad por su insuficiente tratamiento de parte de las autoridades encargadas?

Sin embargo, no todo en relación con la calidad de la educación es malo…

Si bien esta sensación de crisis en la educación parece tener como respuesta unívoca la
palabra calidad, y pareciese que, en vez de lograrla, nos alejamos más de ella, no
podemos negar que se hayan producido ciertos avances en estos ámbitos.

El cambio más importante viene desde la perspectiva de que si antes se hablaba de que
en educación lo principal era la cobertura, ahora se trata de centrar el debate en la
calidad. Ello se refleja en la transición de la LOCE a la LGE; pues la LOCE indica en su
artículo 3° que: “El Estado tiene, asimismo, el deber de resguardar especialmente la
libertad de enseñanza. Es deber del Estado financiar un sistema gratuito destinado a
asegurar el acceso de la población a la enseñanza básica” (LOCE, 1990, p.1). En
cambio, en el Proyecto de la LGE se propone como una de sus finalidades, eliminar la
brecha existente en los resultados obtenidos entre los colegios de mayores y menores
recursos; sin embargo nos encontramos nuevamente con que no se aborda el concepto
de calidad desde una perspectiva integral, puesto que en esta ley se indica que, además
de que se instaure una nueva institucionalidad: “…en la que los compromisos y deberes
de todos los actores se eleven significativamente, un currículo nacional moderno y
actualizado, orientado a recoger con velocidad los avances de la ciencia y del
conocimiento como, asimismo, a adaptarse flexiblemente a los requerimientos variados
de distintos tipos y segmentos de educandos. Requerirá, además, definición de los roles
esperados de todos los actores y de estándares para medir objetivamente sus
desempeños. También requerirá estar orientada a resultados cuyos parámetros sean
determinados socialmente y por instituciones de carácter plural y de la más alta
competencia” (Proyecto LGE, 2006, p. 2). En otras palabras: si bien todo indica que nos
seguiremos basando en el nivel 1 de calidad, en el de los criterios objetivos, donde lo
ético y lo valórico son olvidados, al menos ahora el tema de la calidad está en la palestra
constantemente.

El asunto está en que sabemos que los indicadores objetivos son importantes para
establecer comparaciones entre establecimientos educacionales, y a partir de ellos
premiar a los colegios con mejores resultados, por lo que la pregunta obvia viene
siendo: ¿por qué no medir también los avances en la política de convivencia escolar,
áreas del conocimiento que implican desarrollo del pensamiento entre otros? Esto
resulta contradictorio en nuestra realidad, puesto que si la teoría de las inteligencias
múltiples de Gardner ha sido aceptada en la mayoría de las sociedades, ¿por qué
seguimos quedándonos con la medición de las inteligencias tradicionales (Lenguaje y
Matemáticas), eliminando incluso el componente lógico con la opción de tener o no
Filosofía en la enseñanza media?

Pero finalmente, y prácticamente a modo de “consuelo de tontos” tenemos que, al


menos ahora, la educación es un tema de interés social que constantemente aparece en
los medios de comunicación y éstos nos dan cuenta de las múltiples realidades y
problemas que posee nuestro sistema educativo actual, independiente del criterio
sensacionalista que la mayoría de dichos medios utiliza para dar a conocer las
informaciones que tratan sobre la educación actual.
¿Qué hacer para mejorar la calidad de la educación en nuestro país?

A lo largo de esta columna hemos abordado el tema de la calidad de la educación,


partimos viendo algunas de las definiciones utilizadas a nivel general y educacional de
calidad, luego, analizamos cómo la carencia de una definición clara e integral de calidad
implica una pérdida valórica en nuestra sociedad, luego abordamos cómo afecta la
carencia de una política de Estado respecto de este tema al afán de calidad, para
entonces tratar de observar algunos de los avances en efectuados en el campo tratado en
los últimos años.

En síntesis: hemos visto cómo el concepto calidad en educación se ha manoseado, sin


lograr una concepción estándar, lo que ha provocado que sigamos considerando que
calidad es sinónimo de números, de resultados; mientras nuestros estudiantes siguen sin
encontrarle sentido al sistema educativo básico y medio, y resulta más interesante para
los mismos el agredirse y subir los videos de dichas malas prácticas a internet para
vanagloriarse.

¿Qué hacer ante este panorama, que parece empeorar día a día en vez de mejorar?

Humildemente, creemos que alcanzar la calidad en la educación es una cuestión de


voluntad social, en la que los múltiples actores se pongan de acuerdo y lleguen a
consensos básicos pero fundamentales. Por ejemplo, la universidad debe formar
profesionales integrales, los que deben ser capaces de crear conocimiento, donde la ética
debiera ser lo central, y por ende, partir desde lo más básico, como es la formación de
capital social y de la honestidad de los estudiantes en la entrega de trabajos, que sean
construcciones propias y no “copiados” y “pegados” de Internet. Esto, que puede
parecer una banalidad, tiene gran importancia, pues si nuestros profesores fueron malos
estudiantes y deshonestos en su actuar: ¿con qué clase de valores y ética educarán a sus
estudiantes? Lo más probable es que se queden en la instrucción.

Segundo elemento: la constitución de una política de Estado que se mantenga en el


tiempo, para que, de esa forma, no suceda que con cada nueva administración se borre
“con el codo lo que se escribió con la mano”. Para que esto sea efectivo, debe llegarse a
un consenso social, respecto a qué es lo que se quiere lograr, implicando la
reformulación o una verdadera conformación del concepto de calidad en educación, en
cuya definición debieran tener una participación principal los profesores, ya que ellos
son los que día a día deben lidiar con los problemas del sistema educacional. Asimismo,
debieran participar los estudiantes, pero con la conciencia de que la educación es un
derecho, y a la vez, un deber. Esto implicaría dejar de lado la constante de que son los
“expertos” en educación quienes toman las decisiones, cuando en realidad, muy pocos
de ellos son realmente profesores.

Finalmente, queremos concluir con una cita de José Joaquín Brunner, uno de los
considerados gurús de la educación, quien indica que el lograr una educación de
calidad:

“…supone una serie de condiciones que tienen que ver con el marco institucional del
sistema escolar, con el financiamiento de la educación, con el desarrollo de la educación
pre escolar que es fundamental en una sociedad con grandes desigualdades como la
nuestra, un mejoramiento radical en la formación inicial y en el desempeño de los
profesores, un sistema integral de aseguramiento de la calidad que ayude a desarrollar
capacidades a los establecimientos escolares y así mejorar su desempeño” (Educarchile,
2007); condiciones que creemos, estamos lejos de lograr, por la falta de un consenso
real y apropiado de lo que entendemos por calidad en educación.

Bibliografía

Ley General de Educación (2009).

LOCE (1990).

MINEDUC (2006). Norma DTO-66: Fija Mecanismo de medición y ponderación de los


factores establecidos en el artículo 16 de la ley N° 19.410. versión electrónica
disponible en: http://www.sned.cl/mineduc/sned/documentos/tecnicos/Reglamento.pdf

PIRSIG, R. (1974) Zen y el arte de mantenimiento de motocicletas. New York:


Morrow & Co.

REDONDO, J. (et.al, 2004). Equidad y calidad de la educación en Chile. Santiago:


LOM ediciones.

YARCE, J. (1997). Calidad total en educación. En: Educación y Educadores, Vol. I..
Colombia: Universidad de la Sabana.

Páginas web:

www.rae.es

www.cep.cl/…/Educacion/…Educacional/…/encCEP_educacion.ppt

Proyecto de Ley General de Educación (2006). Versión electrónica disponible en:


http://www.mineduc.cl/biblio/documento/200706261524310.LEYGENERALDEEDUC
ACION.pdf

EducarChile (2007) Educación de calidad: un nuevo derecho. Versión electrónica


disponible en: http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?
ID=133021

[1] Se considera el contexto social, el aumento en el puntaje SIMCE entre otros factores
para otorgar la Excelencia Académica a establecimientos de dependencias municipales
y particulares-subvencionadas de todo el país.

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