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FOSILES POLEMICOS Anilisis critico sobre la evidencia fésil del origen del hombre EL AUTOR EIDr. Leguizamén es Médico, egresado de la Universidad Nacio- nal de Cérdoba, Reptiblica Argentina, Ha cursado estudios de su es- pecialidad -Anatomia Patologica- en universidades de EE.UU,, Ale- mania y Japén. Actualmente y desde hace 22 afios se desempefia ‘como anatomopatélogo del Hospital San Roque, de la ciudad de Cér- doba, donde ademas es miembro de la Comision de Bioética de di- cho hospital Ha sido docente de Histologia, Embriologia y Genética y de Ana- tomia Patologica en la Universidad Nacional de Cordoba. En la ac- tualidad se desempefia como docente de Biologia y Quimica en ins- tituciones de nivel secundario ademas de ejercer la docencia particular en los niveles secundario y universitario, Es disertante y autor de diversas publicaciones sobre temas de Antropologia y Biofilosofia, habiendo publicado en distintos medios periodisticos de nuestro pais ELDr. Leguizam6n lleva a cabo su tarea de publicista durante sus ratos libres, en los cuales se dedica, siempre que pueda, a su pasa- tiempo favorito, que consiste -seguin sus palabras- en “no hacer na- da”, salvo que los disparates proferidos por las luminarias cientificas sean de tal magnitud, que -aunque rezongando- no haya més reme- dio que ponerse en la ingrata tarea de escribir, para alertar a los crio- Ios frente a tales desatinos, Huelga destacar que todo esto lo hace para la remisi6n de sus cul- Pas. : OnrAS DEL AUTOR PUBLICADAS PoR EDICIONES NUEVA HIsPANIDAD: ‘* YoEL MONO SE CONVIRTIO EN HOMBRE, 2001 + LA CHENCIA CONTRA LA FE, 2001 * EN TORNO AL ORIGEN DE LA VIDA, 2001 + FOsILES poLmicos, 2002, * "Bn coedicién con APC, Guadalajara, Jalisco, Méxic, RAUL O. LEGUIZAMON FOSILES POLEMICOS Anilisis critico sobre la evidencia fésil del origen del hombre 2 EDICION, CORREGIDA, AUMENTADA E ILUSTRADA, APC “a ASOCIACION PRO-CULTURA Nueva Hispanidad OCCIDENTAL, A.C. Académica Guadalajara, Jalisco, México Repiiblica Argentina Hecho el depésito que ordens la ley ‘Buenos Aires - noviembre de 2002 (mpreso en le Argentina) ISBN: 987-1036-22-1 © Ediciones Nueva Hispanidad, 2002 Wen-stre: www.nuevahispanidad.com EN ARGEvrina: San Martin 5286 ‘MSS28DOZ.- Chacras de Caria Provincia de Mendoza - Repiblice Argentina ‘TE: [054] (0261) 496-0441 FAX: [054] (0261) 420-3929 E-mail: argentina@nuevahispaniéad.com ceditorinh@tutopia com EN Espa: Romanzanedo, Urbanizacién Vista Sur, Chalet 2 Camargo ~ (39600) Cantabria - Expat Tel, Fax: 0034] 942 25 92 44 E-Malt: editorial@auevahispanided.com y Asociaci6n Pro-Cultura Occidental, A.C. ‘Wen-stre: wowprocultura com Calle Pino Suarez 532 CLR. 45010 - Guadalajara, Jalisco, México Tel. 614-41-01 Realizacién de interior: Manist.a Prruop Realizacién de tapa: FELIX DELLA Costa ITlustracién de tapa: Monasfmadoresybebedores, de David Il Tents ‘Museo del Pra, Madi, pat «Desde los dias de Darwin, la idea evolucio- niista ha dominado en gran medida las ambiciones xy determinado los haliazgos de la antropologia fi- sica, a veces en perjuicio de la verdad» Wnson Wauus «EL éxito del darwinismo fue acompafiado por tuna declinacin en la integridad cientifica» W.R- THOMPSON «Los paleontélogos estin habituados a fundar audaces teorias sobre hechos frigiles» RiciARD Leaxey «El problema del origen del hombre continsia siendo un enigma» ‘Winuams SrRaus «A veces, el antropélogo con su ‘hueso’, se vuelve tan peligraso como un perro con el suyo> G.K. Qusterron ‘Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna nipor ningtin medio, ya sea eléetrico, quimico, mecénico, éptico, de grabacién 0 de fotocopia, sin permiso previo del editor PROLOGO DE LA PRIMERA EDICION rencias que sobre el tema he desarrollado en distintos jAmbitos y ante variados auditorios. EL grado de interés demostrado por el ptiblico, la avidez manifestada por algiin tipo de material bibliografico que en forma clara y accesible facilitara su comprensién del tema y también el estimulo y aliento de varios amigos, me decidieron a ampliar y publicar este texto, Creo innecesario aclarar que no soy una autoridad en el te- ma; es decir no soy antropélogo 0 paleontélogo o algtin tipo de investigador especializado en estas cuestiones. Simple- mente me interesa el tema y trato de seguirlo tan de cerca co- mo me es posible a través del estudio de las obras y publica- ciones de las autoridades en la materia. Y digo esto como aclaracién, no como disculpa, pues en- tiendo -parafraseando a Clemenceatt- que la Antropologia es algo demasiado importante para dejarla en manos exclusivas de antropologos, es decir de especialistas. Sila Antropologia es el estudio del hombre (y no de los an- tropoides como uno-tendria el derecho a pensar hojeando un libro de antropologfa) entonces los hombres del comin tam- bién tenemos derecho a expresamos y a sacar nuestras, pro- E= ‘rabajo fue originalmente el texto basico de confe- pias conclusiones. Especialmente si tomamos como material de nuestro analisis los datos que nos brindan los propios ex- pertos. Si bien la obra de alguien que no es un especialista en el te- ma adolecer siempre de muchas deficiencias y aun errores, también es cierto que esta en condiciones de aportar el espiri- tu critico y la independencia intelectual de quien ve las cosas des- de afuera y no tiene nada que perder si su postura esta en des- acuerdo con lo consagrado oficialmente por el «establishment» cientifico. Espiritu critico e independencia intelectual que un especialista, dentro de la estructura académica, no siempre puede darse el lujo de ejercitar. Considero ademas, en mi humilde opinién de aficionado, que en este tema del origen del hombre, no se le habla al pi- blico con la sinceridad y claridad que serian de desear. Parecerfa haber -por parte de muchas autoridades en la materia- mayor interés en adoctrinar que en analizar, mayor in- terés en convencer que en esclarecer, mayor interés en fabricar argumentos que en describir hallazgos, mayor interés por fin,en imponer una determinada visién del hombre, que en ilustrar al pa- blico y despertar su sentido crftico. Por ello, con el propésito de contribuir al desarrollo de una mis alertada actitud critica frente a la supuesta evidencia fésil del origen simiesco del hombre, he redactado estas modestas paginas que, de més esta decir, no tienen ninguna pretensin académica o literaria, sino s6lo la de poner alalcance del lector no especializado algunos elementos de juicio que en general no son tratados en las publicaciones corrientes sobre el tema Es mi anhelo ademés suscitar el didlogo, postal o personal, con todo lector que desee -con espiritu amplio y libre de pre- juicios- aportar ideas, datos, correcciones, ampliaciones, suge- rencias o refutaciones sobre esta publicacion y sobre el tema en general. Si este trabajo sirviese para que el lector -mas alla de que comparta 0 no el punto de vista aqui expresado- logre una 10 , comprensién més acabada del problema, habré cumplido en- tonces en gran medida con su misién. Para terminar quiero hacer piblico mi agradecimiento a mi amigo, el Licenciado Luis Bonetto, quien tuvo a su cargo la diagramacion e imptesién de este texto, realizando su tarea con gran entusiasmo y profesionalidad.” Mi agradecimiento muy especial a mi esposa quien ademas de transcribir gran parte del manuscrito, me brindé su com- prensi6n y estimulo para realizar este trabajo. Y a mis hijos Ral Andrés y Sebastién que supieron pres- indir de mi compafiia en sus juegos y tareas durante el tiem- po que me Ilev6 redactar este trabajo y que ademés, con su in- fantil curiosidad y entusiasmo por el tema, me alentaron a continuar en Ja tarea emprendida. Y finalmente a mis padres a quienes debo todo lo que soy. Dr. RAGL O. LacuzaMon Laguna Larga, Peia. de Cérdoba Septiembre de 1984 *Elautorserefiere ala diagramacion dela primera edicion de este libro. [N. del nu DIECISIETE ANOS DESPUES mismo no volver a incurrir jams en semejante des- jatino. La tarea de refutar tantas patratas, tonterfas, y macaneos sin ningén fundamento cientifico, es algo tan agotador y tan frus- ; trante como pelear contra una sombra, y puede llevar al insen- sato que lo intenta a las puertas mismas del asilo, aun en el ca { so de que dispusiera de un admirable equilibrio mental, lo que -segiin la autorizada opinién de varios de mis «mejores» ami- g0S- no es el caso dé quien esto escribe Pero los vicios no acaban nunca donde comienzan, como di- ce el Martin Fierro, y uno termina finalmente por acostumbrar- sea los habitos t6xicos y reincide asi en las conductas malsanas, aun a riesgo de terminar, ya no en las puertas, sino dentro mismo del asilo. Sia esto se suma la inexplicable actitud de algunas personas que -con fines seguramente inconfesables- insisten en una ree- ‘ dici6n actualizada del libro de marras, entonces no queda otro remedio que ofrecer la tortura implicada en la realizacion de dicha tarea a manera de expiacién por tantas faltas cometidas, y ponerse otra ver. en la ingrata labor de escribir sobre el tema, ara tratar de salir al cruce de la indecente catarata de sofismas L= de publicar «Fésiles Polémicos», me juré a mf 13 -verdadero lavado de cerebro- con que los poderes consagra- dos nos saturan diaria y obligatoriamente, para imponernos una visi6n bestializante del ser humano -acorde a sus intereses- pues, como decia Chesterton, para tratar a los hombres como bestias, nada mejor que demostrarles primero que efectiva- mente lo son. Desde que no hay nada sustancial que cambiar del primiti- vo texto de esta publicacién, me he limitado a afiadir algunos datos e ilustraciones que juzgo serén de interés para el lector. ‘Huelga destacar que la culpa exclusiva de toda esta tortura -la mia para escribir y la del lector para leer- le corresponde, por cierto, a Ediciones Nueva Hispanidad, y en especial a sus responsables Félix y Gladys Della Costa, quienes con un profe- sionalismo no comin en la Argentina y un entusiasmo y una generosidad que no saben de flaquezas, lograron vencer mis reiteradas negativas a abordar otra vez el tema, haciendo que finalmente se produjera la segunda edicién de «Fésiles». Quiero finalmente hacer explicito mi mas célido agradeci- miento a mi sobrina y ahijada, Ana Lucrecia Hadad, quien tu- vo a su cargo la diagramacién de las ilustraciones, y que ade- mas me brind6 permanentemente sus precisas indicaciones técnicas, para que pudiera arreglarmelas con ese artefacto in- fernal -¢ irreemplazable- llamado computadora. EL auror - Cérdoba Septiembre de 2001 u NOTA PRELIMINAR los problemas que plantea requiere para su adecuado tratamiento, el concurso de numerosas disciplinas: an- tropologfa fisica y cultural, arqueologia, geologia, biologia, lin- gilistica,filosofia, teologia... etc. El enfoque de esta obra esta referido casi exclusivamente al campo de la Antropologia Fisica © Paleoantropologia, o sea la ciencia que tiene por objeto el estudio del origen del hombre, a través de sus restos fésiles Y en este terreno s6lo pretendo plantear el problema, a la vez que realizar un sucinto andlisis critico de los principales ha- llazgos fésiles, que sirva como una introduccién al tema para el hombre de la calle y merced a las referencias bibliograficas uti- lizadas, para que el lector interesado en profundizar estas cues- tiones pueda hacerlo en obras mejores y mas completas. Tas citas hibliogréficas de las publicaciones en inglés, las he traducido por mi cuenta -diccionario mediante- y aunque sin duda dejarén bastante que desear en cuanto a la elegancia de construcci6n y armonia de sintaxis, tenga la seguridad el lector de que reflejan fielmente el sentido del texto original. De todas maneras, al pie de pagina estén detalladas todas Jas referencias utilizadas, para que el lector interesado controle EF: ‘TEMA del origen del hombre, por la complejidad de B personalmente estas citas y corrija los errores -nunca sustan- ciales estoy seguro- que involuntariamente se hubieran podido deslizar. En los temas particularmente polémicos he tratado de hacer abundantes citas de las mejores autoridades en la materia para suplir -con el prestigio del autor citado- una autoridad que na- turalmente no poseo. En Ja mayorfa de las citas el lector vera palabras o frases en- fatizadas y paréntesis explicativos que -salvo que se especifi- que de otra manera- los he colocado yo para realzar la signifi- cacién del texto. Quiero por tiltimo expresar formalmente mi reconocimien- to alos autores que con sus libros sobre el tema me han hecho ‘ver cosas, que por mi cuenta no hubiera podido descubrir. Au- tores que no gozan en general de fama académica 0 periodisti- ca pero que con profundos conocimientos y sin mas compro- miso que la biisqueda desinteresada de la verdad, realizan una invalorable tarea:de esclarecimiento en este campo. Solo por nombrar algunos mencionaré a Arthur Custance, antropélogo canadiense, autor de importantisimos y originales trabajos sobre el tema; al inglés Malcolm Bowden; a los nortea- mericanos Duane Gish, Henry Morris, Bolton Davidheiser y Marvin Lubenow, y aquf en la Argentina, en particular, al Dr. Enrique Diaz Araujo y tantos otros, de cuyas obras he tomado la mayor parte de los datos y referencias acerca de estas cues- tiones. - De ellos en tiltima instancia serén los méritos que este tra- bajo pueda tener. Las deficiencias en cambio me pertenecen en forma exclusi- 16 INTRODUCCION GENERAL no, Darwin y su vieja guardia no tenfan el mas mi- snimo inconveniente en responder de manera afirma- tiva, como cualquiera puede ciertamente comprobar leyendo «EFOrigen del Hombre», por ejemplo, en donde el famoso natu- ralista inglés no vacila en sostener que el hombre se ha origi- nado efectivamente a partir de los monos y, més concretamen- te, de los monos del viejo mundo 0 sea los asf llamados monos catarrinos.” Desde ya digamos que esto es perfectamente Iégico y aun inevitable, si se acepta como cientificamente valida la hipotesis evolucionista-transformista, que postula el origen comin de todos los seres vivos a partir de una, o unas pocas, formas vi- vientes originales y del hombre en particular, a partir de la es- pecie animal mas proxima en la escala zool6gica. Por suptiesto que también en nuestros dias, y como no po- dria ser de otra manera, todo darwinista (o neodarwinista) que se respete, est basicamente de acuerdo con esta hipotesis del sco del hombre y asi lo dir4, por lo menos de en- A la @lasica pregunta de si descendemos o no del mo- 1 Charles Dan, «El Origen del Home», (Ba Albatros, Bs. AS. 1973) pi, 224 vw trecasa y a poco que se vea obligado a definir sus términos, pe- ro para consumo del gran piiblico y por razones no del todo claras, se prefiere hoy soslayar y aun negar esto del origen si- miesco del hombre, insistiendo -con sospechoso fervor- en un supuesto antecesor comin del hombre y del mono que habria dado asf origen a ambos. Como este sedicente antecesor comiin no ha sido ni hallado ni definido con un minimo de rigor, permite toda suerte de po- sibilidades especulativas acerca de sus caracteristicas y por s0- bre todo pareciera cumplir la importantisima funcién de evitar el término mono -tan desagradable segiin algunos- para refe- tirse a los antepasados evolutivos del hombre. Aclaremos de inmediato, a manera de advertencia para los desprevenidos, que este «antecesor comtin», no solo es un ser completamente hipotético sino que ademés el término en sf, es completamente equivoco, ya que dentro del contexto de la hip6- tesis evolucionista-darwinista, este supuesto antecesor comtin no es ni puede ser otra cosa que un mono. Por cierto no nece- sariamente idéntico alos actuales, pero mono al fin. * Es por ello que el Dr. George Gaylord Simpson, profesor hasta hace poco- de Paleontologia de los Vertebrados en la Uni- versidad de Harvard y decano de los evolucionistas modernos, Mama a la reflexi6n a quienes tan equivocamente hablan del an- tecesor comin, expresando: «{Algunos}... airman que el hombre no @esciende del mono, sino de un antecesor comin. De hecho ese anteceso comtin seria lla- ‘mado,ciertamente mono por cualquiera que lo viese.. los antepasades del honibre eran monos. Es pusilinime si no deshonscto decir otra co- 2. George Gaylord Sexson, «The World into Whick Darin led uo. 5 131. (Abril 1 1960) pag, 969, Iefewn Sdome 18 De mis est decir que en esta cita de Simpson, hay que dis- tinguir claramente lo que el autor afirma respecto del caracter simiesco del supuesto antecesor comin -que es algo absoluta- mente logico ¢ inevitable, ya que de haber éste existido sélo po- dria haber sido un mono- hay que distinguir digo, esta afirma- cién, de lo que el autor dice respecto a que los antepasados del hombre hayan sido monos, ya que esto tiltimo en sentido es- tricto s6lo tiene cardcter conjetural. ‘No obstante, estas palabras de Simpson reflejan en gran me- dida la postura de la mayoria de los antrop6logos, quiienes -co- mo buenos darwinistas- sostienen efectivamente que el hombre se ha originado a partir de los monos. Lo digan a esto franca- mente o en forma velada, mediante el recurso dialéctico del «an- tecesor comin». Nada habria que objetar si el origen simiesco del hontbre fuera mostrado al puiblico como lo que en realidad es y no pue- de dejar de ser: una opinién, una hipétesis de trabajo, una conje- fuga, Mas 0 menos razonable, mas 0 menos coherente, mas 0 menos disparatada, pero siempre de cardcter hipotético. ‘Lamentablemente no sucede asi, y este origen simiesco del hombre es sisteméticamente presentado al gran publico, a tra- vés de series televisivas, peliculas, revistas, libros de texto y de divulgacién, etc. como un hecho cientifico demostrado; como algo de lo que se hubieran encontrado pruebas concluyentes, 0 por lo menos abrumadoramente favorables. Como entiendo que esto es ciertamente falso y como el que nuestros antepasados sean o no monos es algo que sin duda trasciende lo meramente cientifico, para afectar la vision que tenemos de nosotros mismos y del mundo en general, creo en- tonces que es més que pertinente, no s6lo analizar con sentido eritico la supuesta evidencia cientifica de tal hipotesis, sino también alertar al hombre de la calle sobre esta cuestién, brin- dandole -en forma clara y accesible- los elementos de juicio mi nimos indispensables para que pueda abordar criticamente el problema y sacar asi sus propias conclusiones. 19 Antes de entrar especificamente en tema y a manera de pre- misa fundamental, es menester destacar que cualquier hipdtesis sobre el origen del hombre es necesariamente extracientifica. Es decir que por la naturaleza misma del caso, escapa por completo al método cientifico que supone la observacién y reproduccién ex- perimental de los fendmenos bajo estudio. Cosas evidentemen- te imposibles en el problema que nos ocupa. O sea que la cuestién del origen del hombre esté, por defi- nicién, fuera del campo especifico de la ciencia experimental, y ésta jams puede aspirar a ser la manera exclusiva ni tan siquiera fundamental de analizar este origen. Lo cual no significa, por cierto, que no podamos abordar el tema con ayuda de datos y razonamientos de orden cientifico. Pero sf es importante que se comprenda claramente, que cual- quitr hipétesis sobre el origen del hombre y de la vida en gene- ral, no puede ser otra cosa que un postulado que sirva como mo- delo para explicar y correlacionar una serie de datos. Lo cual ya supone ubicar el problema en una perspectiva muy diferente de Ia de los hechos comprobados o comprobables cientificamente. Realizada esta aclaracién, digamos que como el origen del hombre es un hecho que tuvo lugar en el remoto pasado, la Ginica evidencia posible seria, no de orden cientifico (en el sen- tido definido més arriba) sino en alguna manera de orden histé- rico. Y como testimonios humanos en los que se basa la historia son imposibles en este caso, la evidencia debe entonces recons- ‘truirse en forma indirecta a partir de los posibles rastros fisicos que este origen haya dejado. De estos rastros fisicos, la evidencia que los antropélogos consideran como la més importante para demostrar que el hom- bre sé originé del mono, es la constituida por los restos fésiles Evidencia ésta que por su misma naturaleza, de orden ci cunstancial y nunca absoluta, prueba bastante menos de lo que el gran paiblico cree y ciertamente muchisimo menos de lo que algunos antropélogos quisieran hacer creer y que -en relacién a este problema del origen del hombre y a su supuesto parentes- 20 cocon el mono- adolece de dos limitaciones fundamentales que es imprescindible tener en cuenta. La primera de ellas, es la absoluta imposibilidad de probar relaci6n genética -o sea parentesco- entre organismos, en base a los hallazgos fosiles. Para decitlo con las palabras del famoso bislogo inglés Sir Julian Huxley: «La Paleontologia (estudio de los fésiles) es de tal naturaleza, {que sus datos, por sf mismos, no pueden arrojar luz alguna sobre la sgenética».” Es decir, todo lo que en este sentido puede demostrar el es- tudio de los fosiles, es una semejanza entre los esqueletos de dis- tintos organismos y nada més, La semejanza 6sea, que ni siquiera prueba en forma conclu- yente la semejanza orgénica total, no constituye desde luego un cxiterio valido para establecer parentesco ya que parecido y pa- rentesco, aun en los organismos vivos, son dos cosas perfecta- mente distintas. El hecho de que individuos emparentados ten- gan generalmente semejanzas, no autoriza en manera alguna a concluir que individuos (0 especies) con semejanzas estén ne- cesariamente emparentados Si aceptamos de antemano la relacién genética, la semejan- za es -entonces s{- un argumento en favor del grado de paren- tesco; pero la semejanza por s{ misma no constituye necesaria- mente una demostracién de parentesco. Sostener lo contrario, esto es que la semejanza por si misma constituye una prueba de parentesco, es una proposicién que -estoy seguro- ningtin bidlogo o antropélogo aceptaria defen- det, ya que por el bien conocido fendmeno de la convergencia bioldgice, estructuras y funciones practicamente idénticas pue- 3-fulisn Hina, «La Boolucin, Sintesis Modema» (Loseda, Bs. As 1965) pig. 37 a den desarrollarse en individuos o especies genéticamente no relacionadas. La ballena, por ejemplo, tiene numerosas caracteristicas se- mejantes a los peces y sin embargo no es un pez sino un ma- miffero; lo mismo que el murciélago que tiene alas y otras es~ tructuras adaptadas al vuelo a pesar de que tampoco es un ave sino otro mamtfero. Es-por ello que Lord Solly Zuckerman, famoso anatomista briténico y una de las figuras de mayor prestigio mundial en este tema dice: «Los parentescos basados en la anatomia comparada, no nece~ sariamente corresponden a verdaderos parentescos genéticos.. as infe- rencias evolucionistas (0 sea parentescos ) que basamos en compara~ ciones estructurales son, en iltima instancia, slo especulaciones»,* No debemos olvidar tampoco la advertencia que en relaci6n ‘este problema formulaba, hace varios aftos Wilfrid Le Gros Clark, famoso antropélogo de la Universidad de Oxford {ya fa- lecido), quien decfa: Bn Ia evaluacion de las afinidades genéticas (0 sea parentes- 0s) las diferencias anatémicas son més importantes como evidencia nnegativa, que las semejanzas Io son como evidencia positivan. ‘Advertencia ésta que al parecer no ha Sido tomada en cuen- ta por muchos investigadores que no vacilari en utilizar la més insignificante semejanza fésil para establecer afinidades gené- ficas entre el hombre y el mono. “4-Sally ZucKeRMan, «Beyond the foory Towers. (Taplingee,N. York, 1971) pgs. 64 ym 45 - Willid Le Gaos Cuan, «Early Forerunner of Man. 1904. Citado por Arthur ‘Cusrance, Dooraay Papers N* 5 (Otawa, 1957) pig 2. 2 Es decir que podemos contar con el respaldo de las mejores autoridades en la materia cuando afirmamos que la semejanza morfolégica no constituye una prueba de parentesco. De hecho, estoy seguro que jamas el lector habré lefdo o le habrén dicho lo contrario: esto es que la semejanza es prueba de parentesco. Aunque es igualmente cierto que muy rara vez habra el lector visto claramente expresada la proposicién co- recta, es decir que la semejanza no constituye una demostracién de parentesco. No sélo no aparece esto expresado claramente, sino que en las obras sobre el tema se lo induce a creer al lector no especia- lizado -sin decirselo expresamente- de que la semejanza es prueba de parentesco. Me he detenido un poco en este punto porque aceptando -co- mo debe ser- que la semejanza no constituye una demostracién de parentesco, entonces todo este asunto de los fosiles se redu- ce automaticamente a sus verdaderas proporciones que, en sustancia, consiste en comprender que los restos fosiles no pueden -por si mismos- probar absolutamente nada, relativo a parentescos. Todo lo que pueden hacer en este sentido es servir como evi- dencia circunstancial, pasible de ser interpretada en més de una forma, como veremos después. La segunda limitacion fundamental en relacién con este pro- blema es la imposibilidad de definir morfologicamente (esque- Iéticamente) al hombre en forma satisfactoria, por cuanto lo que define al hombre como tal es su inteligencia, y ésta obvia- mente no se fosiliza (en este sentido al menos). La capacidad craneana es desde Iuego un criterio importan- te para evaluar el grado de desarrollo intelectual de un fosil, pero aparte de que nada nos dice por sf misma sobre la com- plejidad del cerebro que albergé, el hecho de que varie dentro de limites bastante amplios (aproximadamente entre 900 y 2000 c.c)) hace que no siempre sea posible trazar con seguridad el I- mite inferior de capacidad craneana, capaz de contener una mente inteligente. 23 La utilizaci6n de criterios indirectos tales como el uso y s0- bre todo la fabricacién de herramientas, construccién de vi- viendas, actividad artistica y religiosa, etc., para certificar la presencia del hombre, tarnpoco resuelven el problema, ya que nunca podremos estar seguros de que las herramientas halla- das por ejemplo, pertenecen al fésil en cuestién y no a algin otro, cuyo esqueleto no haya sido encontrado. De todas maneras, el encontrar una herramienta, por ejem- plo, rios indicarfa en todo caso que el hombre ya apareci6, Pero nada nos dice respecto a cémo aparecic. Ademés de estas dos limitaciones bésicas del estudio de los f6siles, 0 mejor dicho de las conclusiones respecto al origen del hombre que se pueden extraer del estudio de los f6siles, el pro- blema se ve agravado por la escasez y fragmentariedad de los hallazgos, la falta de métodos seguros y confiables para medir Ja edad de las muestras, la imposibilidad de reconstruir con al- guna certeza los rasgos faciales de los fsiles y por tltimo -pe- To no por ello menos importante- las ansias a veces inmodera- das de muchos antropélogos por hacer de su fosil un haJlazgo trascendente para el problema del origen del hombre. Ansias que a menudo llevan a algunos investigadores a sacar conclu- siones por demés aventuradas en base a escasa evidencia, en lo que va incluido la confeccién de reconstrucciones de fésiles al- tamente imaginativas, destinadas frecuentemente s6lo a res- paldar la tesis del investigador. Tan es todo esto asi, que nadie menos que Lord Zuckerman, el anatomista briténico citado anteriormente;ha llegado a com- parar la interpretacién de la historia f6sil del hombre con la per- cepcién extrasensorial, en el sentido de estar ambas disciplinas fuera del registro de la verdad objetioa y en donde cualquier cosa es posible para el creyente en dichas actividades, el cual es a ve- ‘ces capaz de sostener cosas contradictorias al mismo tiempo. 5 Solly ZuckemMan, «Beyond th Tory Towers, op. cit. pig. 19 4 Richard Leakey, por su parte, el famoso antropélogo inglés que trabaja en Kenia, sostiene que la antropologia fisica ‘ees una ciencia que atin no ha maduradon...y que «todavia es- tamos haciendo unaygran cantidad de conjeturas» («guessinge).” David Pilbeam, a su vez, profesor de Antropologia en la Universidad de Harvard, dice que: ‘das posturas contrapuestas respecto de los antecesores evolu- ‘vos del hombre, probablemente dicen més sobre las visiones contra- ppuestas que tenemos sobre nosotros mismas, que sobre los verdaderos datos f6siles».* Por todas estas razones entiendo que es fundamental man- tener una actitud critica rigurosa al evaluar los hallazgos f6si- les y no dejarse llevar a la ligera por las conclusiones, muchas veces més entusiastas que cientificas de algunos investigado- res, Hecha esta introduccién, digamos que todos los esfuerzos de los investigadores que creen en el origen simiesco del hom- bre, se han dirigido en el altimo siglo y medio a buscar el fa- moso «eslabén intermedio» (0 «perdido») entre el mono y el hombre, pues de acuerdo al criterio de muchos antrop6logos, el encontrar restos fésiles con caracteres intermedios entre el mono y el hombre, demostrarfa (!) que éste desciende de aquél. Esto, que tampoco constituiria una prueba del origen si- miesco del hombre, sf es en cambio imprescindible como evi 7 Richard LEAKEY, «The Search for Exrly Mans, cassete tape interview produced by the American Assocation for the Advancement of Science, Washington D, C. 1973. Ctado por Marvin Luszow, «Bones Of Contention», Baker Book House, 1982, pig, 24 Grand Rapids, Michigan, 49516, USA. 8- David Pusan, «Resrranging Our Family Tres, Human Nature, June 1978, Pig. 4 B dencia circunstancial en favor de tal origen y su ausencia hace mucho més endeble la argumentaci6n en favor de esa conjetu- ra. Como es imposible en un trabajo de esta naturaleza analizar todos o la mayor parte de los hallazgos fosiles, he seleccionado como material de andlisis s6lo a los mas importantes, que ade- més de ser los mejor estudiados, resumen en gran medida toda la historia del tema y la significacién de los demas hallazgos. No he incluido en el andlisis, fosiles como el del Hombre de Cro-Magnén por ejemplo, ya que nunca hubo duda sobre su cardcter de Homo Sapiens, ni tampoco otros, que por ser dema- siado escasos 0 no contar todavia con una adecuada documen- tacién, me parecié no serfan significativos para el tratamiento del tema. Si bien muchos de los hallazgos que en su momento fueron motivo de una agitada polémica han perdido hoy dfa-a la luz de descubrimientos mas recientes- gran parte de su significa- cién, siguen no obstante siendo de interés en cuanto a la pers- pectiva historica que nos brindan, permitiéndonos ademés co- nocer ciertos aspectos de la forma de pensar y de proceder de los investigadores en este campo, de los cuales se pueden ex- traer provechosas ensefianzas. Y ahora pasemos al andlisis de los hallazgos. 26 EL HomBreE DE NEANDERTHAL moso Hombre de Neanderthal, el cual si bien ha per- dido hoy en dia bastante de su candente interés de otrora, sigue siendo no obstante el caracteristico «hombre de las.cavernas» y como tal, motivo de referencia obligado en to- da descripcién de los hallazgos fésiles humanos. Desde ya digamos que hoy es un hecho universalmente aceptado que el Hombre de Neanderthal era total y completa- ‘mente humano, esto es Homo Sapiens, esencialmente igual fisi- cae intelectualmente a nosotros y con diferencias sélo intraes- pecificas respecto al hombre moderno, es decir comparables a las que existen entre las distintas tribus o razas humanas hoy. Pero no siempre fue asi y no le result6 facil al Hombre de Ne- anderthal alcanzar la categoria plenamente humana que legiti- mamente le correspondia, debiendo soportar durante muchos aos, una agresiva «campafia difamatoria» por parte de mu- chos antropélogos empecinados en considerarlo un tipo de «hombre monov ancestral. ‘Como actualmente ya no existen dudas sobre el carécter hu- mano de este f6sil, considero en gran medida innecesario hacer un anélisis sistematico de sus restos, que no aportaria nada nuevo a lo que hoy conocemos. E: PRIMERO de los fésiles humanos descubierto fue el fa- oa Lo que sf considero de interés, es la historia de la interpreta- cin de estos restos -por una parte- y también el significado que ciertas caracteristicas del Hombre de Neanderthal podrian tener para una més cabal comprensi6n de los restos fosiles humanos. ‘Aun cuando el primero de los neandertales se descubri6 en Gibraltar en el afio 1848, el hallazgo que le dio su nombre fue el realizado en el fondo de una cueva en el valle del rfo Nean- der, cerca de Diisseldorf, Alemania en el afto 1856, constitu- yendo la historia de su interpretacién un ejemplo muy ilustra- tivo de las falsas conclusiones a que pueden arribarse cuando estos fosiles son analizados con el fuerte prejuicio que nace de aceptar, con rigido dogmatismo, la hipétesis evolucionista-si- miesca del origen del hombre. Los restos hallados, que inclufan una béveda craneal, hue- sos de los miembros y partes de las cinturas tordcica y abdomi- nal, debido a ciertas deformidades y tosquedades del esquele- to, fueron de inmediato interpretados por muchos autores, como los de un: bruto pre-sapiens, de andar semiencorvado (parecido a los simios), incapaz de cualquier actividad cultural o religiosa, con su garrote al hombro -como corresponde a un «hombre-mono» de las cavernas que se precie de tal- en suma el perfecto eslabon intermedio entre el mono y el hombre que con tanto afén se buscaba, como se puede observar en la re- construcciones clasicas del hombre de Neanderthal que apare- cen en la Ficura N° No obstante su capacidad craneal, incuestionablemente hu- mana -ya que no sélo era igual sino hasta superior a la del hom- bre moderno- el clima de opinién dominante en los cfrculos pa- eantropalégicas, hizo que muchos antropélogos le atribuyeran noms las caracteristicas arriba mencionadas. Loren Eiseley, que fue un famoso antropélogo de la Univer- sidad de Pennsylvania decfa: «Su expaciosa cavidad craneal ,no fue obstculo para que se lo rotulara como un brutoy sus caracteristcas fueron de tal manera alte- 28 Poa Nl El Hombre de Neanderthal como fue reconstruido para el Museo Field de Historia Natural de Chicago. su familia, todos los cuales estén apropiadamente encorvados, aun el nfo wade el Lb Te aly ofp meosons rors Dna Pope = 108 Pa 29 radas, que sin ef més minimo fundamento fue descripto como poseyen- cdo enormes y salfentes caninos y una apariencia horrible y feroz en el is alto grado." Esta idea se introdujo incluso en el lenguaje corriente em- pledndose la palabra «neanderthal» como sinnimo de bruto, barbaro o salvaje. Decirle a alguien «neanderthal» -acota Ri- chard Leakey- era y hasta cierto punto sigue siendo, un insulto intencionado.* Los posteriores hallazgos de La Chapelle-aux-Saints, en 1908, no hicieron sino confirmar‘la impresion de muchos an- tropélogos respecto de este ser «sin el ms minimo rastro de pre- ocupaciones estéticas o morales... de aspecto brutal... que acusa el pre- dominio de las funciones puramente vegetativas o bestiales sobre las cerebrales», como decia el famoso antropélogo francés Marcelli- ne Boule, en su clasica descripcién de los restos." ‘Adin en la actualidad es posible observar en museos, series televisivas y publicaciones de distinto tipo, modelos del Hom- bre de Neanderthal en los que éste aparece a la entrada, de su caverna, en actitud semiencorvada, con sus cabellos desgrefia- dos, una expresi6n feroz y estapida en la mirada, el torso pelu- do, etc., es decir reflejando fielmente esta idea de un ser bestial en transicién del mono al hombre. Y sin embargo hoy sabemos que la mayor parte de toda es- ta interpretacion pertenecia al fragil terreno de las conclusiones apresuradas y un ejemplo elocuente del-perjuicio a la verdad que puede resultar cuando la idea evolucionista domina las ‘= Loren Exetey, «Neanderthal Man and the Dawn of Human Paleontology, The ‘Quariery Review of Biology, Vol. 32 N* 4 (Diciembre 1957) pég. 328. 10- Richarcl Leave, «La Formacgn dele Humanidads, (Bd. del Serba, Barcelona, 1981) pig. 150. ‘HL: Marcelline Bout, «L’ Homme de le Chapeli-aux-Sainis. Annales de Paleonto- Iogie, . VEIL, pig, 260. Ctado por V. ANDEREZ ALONSO, «Hace el Origen del Hombre» (Universidad Pontificia, Comillas, Santander, 1956) pag. 90. 30 ambiciones y determina los hallazgos en antropologia, como a el veterano antropélogo americano Profesor Wilson Wa- David Pilbeam, antropélogo de la Universidad de Harvard, dice en relacién a est®'tema: «Durante algiin tiempo se crey que estos neandertales eran criaturas brutales y subhumanas, apenas capaces de caminar en posi- cién erecta, De hecho, nada pudiera estar mds alejado de la verdad, Fa bricaban utensilios de piedra muy complejos, cazaban grandes mami- feros, enterraban ceremoniosamente a sus muertos y colonizaron Buropa Occidental en el agudo frfo de la ultima glaciacién,® Atin més categérico en su juicio es el renombrado antrop6- Jogo americano Ashley Montagu, quien expresa: «Debio a la falta de los més elementals conocimientos de anato- ‘mig, algunas de de las auforidades ocupadas en la reconstruccién del Hombre de Neanderthal, lo han representado con rasgos grotescos y ‘caminando encorvado, También se ha aseverado u menudo que debia haber sido de poca inteligencia. Todas estas difemaciones son insoste= nibles, El Hombre de Neanderthal caminaba tan erecto como cual- quier hombre moderno y a decir verdad tenemos muy buenas razones para pensar que era absolutamente San inteligente como nosotros». Digamos ademas que como corresponde a los seres huma- nos de todas las épocas y de todas las latitudes, el Hombre de Neanderthal posefa un ienguaje para comunicarse con sus se- "2- Wilson Wats, «The Mating of Mane. (Modem Libary, N. York 1901), 75. Citado por A. Custanet, Doary Pres NP 9 (Otawe 1957) pg 34 . 13 David Punean, «El Ascenso del Hombre, (Ea, Diana, México, 1981) pg, 210, 1- Ashley Montacy, «Man: His First Millon Yeers». (Signet Science Library, 1962) pag. 88. Citado por Bolton Davina, «Evolution and Christin Faiths, (Baker ‘Book House, Michigan, 1969) pig. 333, 31 mejantes, fabricaba herramientas, pintaba, cultivaba flores, te- Pomne2 nia religion y enterraba ceremoniosamente a sus muertos. En la autorizada opinion de William Straus, antrop6logo de John Hopkins (autor del clasico trabajo de 1957 donde destru- ye la leyenda de la naturaleza semibestial del Hombre de Ne- anderthal),* si a éste lo vistiéramos a la moda, no podriamos | Bl exdneo del Hombre de Neanderthal muy probablemente distinguirlo del resto de los transeuntes, de Ia Chapelle - Aux - Saints en las calles de una ciudad, como puede apreciar el lector en las ilustraciones de la Ficura N° 2. Es interesante destacar respecto de las deformidades de la columna vertebral que presentaba el Hombre de Neanderthal, interpretadas en su momento como indicativas de una postura semierecta y en las que tanto énfasis se puso para hacerlo apa~ recer simiesco al pobre Hombre de Neanderthal, que ellas eran sélo el producto de una enfermedad osteoarticular (artritis y raquitismo) sufrida por éste, que lo habia deformado simulan- do esta postura semiencorvada."* | | Vale la pena mencionar que esto de la enfermedad osteoar- ticular del Hombre de Neanderthal, no escapé en su momento al andlisis del ilustre patélogo y antropélogo alemén Rudolf Virchow, quien ya en esa época habia cuestionado el atribuir la postura semiencorvada del Hombre de Neanderthal a una su- puesta proximidad geneal6gica con los simios, sefialando pre- cisamente que esta postura era debida al hecho de haber pade- | ido el organismo en cuesti6n, raquitismo en su nifiez, seguido | Asf fue la reconstrucci6n del Hombre de Neanderthal para el Museo Field de histo- ria natural de Chicago. por artritis en la vejez.” “ Pero su voz fue ahogada por el clamor dé los que querfan a | todo trance bestializar al Hombre de Neanderthal para que de | YY as fue reconstruido por J. H. Me Gregor para mostrar cuin moderno el Hombre de ‘Neanderthal potfa haber sido en apatiencia, 75: Wiliam Sry J. Car, Paty end he ature of Neda Ma, The \ (Quarterly Review of Biology. Vol 32, N* 4 Diciembre 1957) pag. 359. 16- Willam Steaus y J. CAVE, op. cit, pg. 359, Francis IVANHOE, «Was Virchow Right about Neanderthal?», Nature, Vol227 @de Agosto 1970) pg. 577. Carleton Co- ON, The Story of Mane. (Kropf, N. York 1962) pg, 40 mad el Lb: The Ftc of ple enensins 17 Richard Leakey, «La Formaciin dele Humaridade, pg, 148, Aa € Carne: Doro Pager - sara 65a 32 33 alguna manera se pareciese al hipotético «eslabén intermedio». owas Todo lo cual nos recuerda una vez més que los expertos, aun | Jos més famosos, también se equivocan, especialmente cuando las «ideas preconcebidas», que en este tema son de una impor- tancia decisiva, enturbian el sentido critico y hacen encontrar en gran medida lo que el investigador esté buscando y no siem- pre lo que la evidencia garantiza, | Es por ello que en los museos de Antropologia que estén més 0 menos actualizados, la postura del Hombre de Neander- thal ha sido corregida, demostrando que éste tenfa una postu- za total y perfectamente erecta, como lo sefala la Ficura N°3 ‘También es importante destacar, por la ensefianza que nos deja, que uno de los principales responsables de esta «simiani- zacié» del Hombre de Neanderthal fue nada menos que el fa~ ‘moso antropélogo francés Marcelline Boule, quien describi6 el esqueleto neandertalense de la Chapelle-aux-Saints, tratando de hacerlo aparecer lo mis mono posible. (Y esto no precisamen- te como sinénimo de bonito, lindo, o hermoso, sino todo lo con- | S trario). Richard Leakey, -conocido antropélogo contempors- neo- lo sefiala muy certeramente: | «

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