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4 El nacimiento de la sociologia 1, El contexto histérico I a sociologia es una ciencia singular, pues, a desemejanza de todas las demas ciencias, na- iurales © sociales, al tiempo que nace y se des- arrolla, contribuye a configurar la sociedad en la que aparece, debido a una de sus funciones mas eminentes y delicadas, actuar como sustitutivo se- cular de la religion y, desde la fidelidad a su voca- cién, reformar Ia sociedad conforme a unos ideales muy concretos, que coinciden en su mayor parte con los propuestos por la Tustracion. Biv esa tarea y en esa vocacién estén de acuerdo los llamados «padres fundadores» de nuestra disci- plina. Es de una importancia relativa el cudndo del nacimiento de la sociologt ~ Etimologicamente, el término «sociologfa na- cié en una carta del francés Comte a su amigo Valat (1824), repetido en la leccién 47 del Curso de filoso- fia positiva (1839). = Metodoldgicamente, sefialan algunos las esta- disticas sociales de Quétélet, en 1835, precursor de los esfuerzos de descripcién y medicién de los fend- ‘menos sociales, con pretensiones de rigor cientifico y técnicas de inferencia estadisticas. ~ Sustantivamente, la sociologia nace con el pri- mer pensador ~desde Platén a Rousseau hay mu- chos para elegit— que se detuvo en reflexionar sobre los aspectos recurrentes de la vida del hombre en ~ Y, de manera autnoma y distintiva, su apari- cién coincide con la consolidacién de la sociedad de clases y de conflictos sociales, es decir, con la socie- dad industrial europea, incipientemente democré- tica y secularizada, momento privilegiado para nuesira ciencia en cuanto en él se institucionalizan Jas condiciones propicias para la reflexion critica y libre sobre una sociedad ya emancipada de tutelas religiosas y transida de problemas y desérdenes sociales. Es decir, la sociologia, como vocacién cientifica y como ethos peculiar del hombre moderno, apare- ‘ce en todo su esplendor coincidiendo con el largo y penoso proceso de secularizacién de la sociedad. Durkheim lo proclam6 orgullosamente: nacié en Francia porque en ese pafs el tradicionalismo habia perdido su secular poder y se habia afianzado la confianza en la razén para traducir en nociones precisas la «mas compleja e inestable de las reali- dades: la sociedad». Desde esta confianza en la raz6n para captar con sus redes las complejidades y los entresijos del vivir humano en sociedad, la sociologia aparece como un producto del escepticismo, pero del més constructi- vo de los escepticismos. Como un «arte de la des- AL PARA COMPRENDER LA SOCIOLOGIA confianza» 0 como «una forma de conciencia», co- mo ha podido asegurar con toda justicia Peter Ber- ger en uno de sus ensayos més sugerentes. «No nos desviaremos demasiado si consideramos el pensamiento sociolégico como parte de lo que Nietzsche lamaba el arte de la desconfianza. Seria ‘una burda simplificacion pensar que este arte ha exis- tido sélo en los tiempos modernos. El ver a través de las cosas es probablemente una funcién bastante ge- neral de la inteligencia, incluso en las sociedades muy primitivas (..). ‘Tenemos pruebas de civilizaciones diferentes de la occidental que han poseido formas de conciencia que podrian ser denominadas proto-sociol6gicas. Hay in cluso textos del Antiguo Egipto que atestiguan un profundo desencanto con un orden positivo y social ‘que ha adquirido la reputacién de haber sido uno de los mas coherentes de la historia. Sin embargo, con el nacimiento de la Epoca Moderna en el mundo occi- dental, esta forma de conciencia se intensifica, se hace concentrada y sistematizada, y marca el pensamiento de un ntimero creciente de hombres Iicidos» (Peter Berger, 1978). Esta nueva forma de conciencia, escéptica y des- confiada, nace, sin embargo, de una profunda in- quietud ética por el futuro del hombre en una socie~ dad convulsa, como percibieron en su momento los «padres fundadores». Inquietud que, en nuestros dias, reclama para nuestra disciplina una funcién critica, semiprofética, que la Escuela de Frankfurt hard coincidir, en la formula de Habermas, con «un verdadero interés por un Estado justo y por el desa~ rrollo del hombre en una sociedad libre». la del «logos» y la del «trabajo», realidades especificas y gloriosamente hhumanas/la que propicio el nacimiento y la consa- gracion de la sociologia. La revolucidn del logos culminé la trayectoria del movimiento desencadenado por la Tlustracion. De € procede la gran idea motriz del siglo XIX: Ia del progreso, version séctilarizada'de la salvaci6n cris- tiana. Los socldlogos ofigiaroh desde entonces como grandes pontifices déliprogreso, despertando expec- fativas no siempre satistechas'y'del todo despropor- cionadas. setter} : 48 para coMPRENDER LA'SOCIOLOGIAS La revolucién del trabajo, la del hombre real en su nuevo hogar real, la fabrica y la ciudad indus- trial, planteo problemas similares a tres sociélogos que la tradicion ha consagrado entre los fundadores de la sociclogia: Marx, Durkheim y Weber, como Juego se vera (cf. «El Paisaje Negro’ la fabrica»). Estos tres grandes pensadores dieron una estre- mecedora densidad al gran debate sobre el nuevo orden social que se originé en la Buropa del siglo XIX, impulsado por los desafios ideolégicos, politi- cos ¥ econémicos planteados por la revolucién del logos y la revolucién del trabajo. La herencia de Saint-Simon y de Comte, entre otros, Cbsesfonsdos ambos por la unidad social a través de la unidad de pensamiento y de los princi- pios intelectuales, gravit6 con fuerza irresistible en esa tormenta de ideas, convertida en sociologfa por Marx, Durkheim y Max Weber. Saint-Simon y Comte buscaron ambos esa uni- dad social desde un presupuesto comtin, mas intui- tivo y genial en el primero, més sistemattco y carte- siano en el segundo, su secretario y celoso rival. El punto de partida comparativo era inequivoco: Blestudiocienifico de la sociedad ~fisologia social en el primero, sccilogia en el segundo iba a converirse en la nueva legitimacion del orden social de futur. De ese suefio viven atin algunos socidlogos de nuestra época, aunque con una dosis considerable- mente mayor de escepticismo y de desencanto, que Max Weber fundament6 con su obra genial. {La ciencia sofiada por Saint-Simon y Comte nfa por misién desarrollar una funcién moral y legi timadora, sustitutiva de la funcién desempefiada en la Edad Media por la religién. La nueva religion aspiraba a convertirse en un cristianismo sin religiOn y sin Dios, es decir, en una religién o forma religiosa triplemente secularizada: laicizada, pues ha suprimido todo vestigio del sacer- docio y de ingredientes eclesiales; temporalizada, pues se ha desembarazado de los més-allas extra- mundanos; y milenarizada, ya que propone @ una «mueva» humanidad la: peligrosa mision de arre- glarse por s{ misma para vivir por su cienta en una gran fiesta planetaria en la que el mundo ~milagro- Samente reconstruido por la nueva élite sacerdotal de los sabios y de los sefiores del saber sociolégico— seré el tinico templo, y el hombre planetario el supremo oficiante. Esta triple tensin, saint-simoniana en su for- mulacién original, la introduce Comte en su cons- truccién sociolégica, y la hace culminar en su socio cracia, en la que se produciria una fusién definitiva de la ciencia, la filosofia y la fe. Sociocracia que no tardaria mucho en desembocar en una aberrante sociolatria, sin fundamento ni futuro. Retrocedamos unos pasos. El sembrador genial de este racimo de proble- mas fue el francés Saint-Simon, aunque el mérito ~denuncia Durkheim se atribuya a Comte. El ca- récter precursor del pensamiento de Saint-Simon es hoy ampliamente reconocido, Gurvitch asegura que el duque Henri de Saint- Simon desempené el «papel de san Juan Bautista» en relacién con la sociologia moderna, F, A. Hayek afirma que recogié lo mejor de la Tlustracién, lo transmitio a la nueva generacion de librepensadores de la Escuela Politécnica de Paris que se debatian en las estrecheces intelectuales de Ia Restauracién, y creé un movimiento grande y fecundo: el saint-simonismo. Y Gouldner acufa la frase definitiva: «Es como una ballena que lanza chorros de agua en todas las direcciones». Esos «chorros de agua» fueron, en realidad, pro- blemas sustantivos y metodolégicos recogidos por escuelas y pensadores posteriores, y atin no resuel- tos satisfactoriamente para todos. ~ El primer problema se refiere a la necesidad de una teorfa nueva que, operando sobre nuevos datos, orientaré cientificamente la comparacién, interpr tacién ¢ investigacion de los fenémenos sociales aparecidos a finales del siglo XVIII y primeras dé- cadas del siglo XIX. Comte, Spencer y Tocqueville, entre otros, recogieron con fortuna varia este des fio, al que intentaron responder con sus aportacio- nes teéricas. x El segundo problema es de tipo metodologico: ge6mo medir los hechos sociales, sobre todo los que en aquellos momentos se encontraban situados en los arrabales de la reflexin académica, pero consti- tufan ya areas sintomaticas y enormes: las nuevas clases proletarias (les classes dangereuses, como fue- ron bautizadas en su momento), la criminalidad, las huelgas violentas...? El padre de la estadistica social, Quétélet, y el patrono catélico y reformista, Frédéric Le Play, se encararon con este problema de ordenacién siste- mética y medicién empirica. ~ El tercer problema lo planteé una de las tareas que Saint-Simon asignaba a la nueva ciencia: la de dirigir el proceso social desencadenado por la Revo- lucién francesa y orientarlo al progreso. Esa volun- tad de transformacién del devenir histérico exigia reunir de forma ordenada y hicida un enorme maie- rial hist6rico que permitiera elaborar una interpre- tacién sociolégica de los pasos que la humanidad deberia dar en los sighos futuros. Grandes historiadores del siglo XIX dieron los primeros pasos en esa direccién. Foustel de Coulan- Bes, con sus estudios sobre la ciudad antigua; Lo- Tenz von Stein, con sus andlisis sobre los factores de equilibrio entre la sociedad y el Estado, y Gustav von Schmoller, con su preociypacién por los aspec- tos sociales de la economia, fueron realizando este sueho de Saint-Simon, — El cuarto problema se puede enunciar asi: los cteadores del pensamiento social «nuevo» no pue- den ni deben aislarse en sus bibliotecas y gabinetes de estudio. El imperativo de la época es: elanzarse a la calle y luchar codo a codo con los actores de las ‘grandes transformaciones sociales». En otras pala- bras: revivir las condiciones sociales participando enellas y aclarando sus lineas constitutivas a través de la praxis. Marx y Engels se convertiran en pione- ros de esta nueva tarea del pensamiento social 2. El kairds de la sociologia Kairds es un concepto griego con un néto signifi- cado: el de sazén o coyuntura oportuna, En el Apocalipsis de san Juan se enriquecié el concepto con tna idea nueva: e] momento histérico Para comprenoer La sociozocia = 49) en el que irrumpe la eternidad en la historia y transforma la realidad «mundo» con una nueva oportunidad. En la literatura contemporanea Jo introdujo Paul Tillich, orientandolo hacia la situacién de «cri- sis y hundimiento cultural» que crea un momento ‘oportuno para la reconstruccién, En este sentido puede ser empleado para esceni- ficar la coyuntura histérica que propicié la emer- gencia de la sociologia. Qué trabaz6n de factores y circunstancias, qué saz6n 0 coyuntura hizo posible la critica cientifica del orden social con las caracteristicas propias de la nueva disciplina, que se vislumbraba ya en las obras de los pensadores de este perfodo excepcional del pensamiento? No habian faltado en el pasado, remoto o recien- te, criticas morales de los desordenes sociales, ni, or supuesto, denuncias proféticas de los pecados de la sociedad, desde la revelacién judeo-cristiana o desde radicalismos seculares exasperados, ni justifi- caciones ideologicas de la violencia contra el tirano de turno. Pero, en general, predominaba una cierta apatia frente a los problemas sociales, muy en la Ifnea de lo que podriamos denominar una teodicea de la resignacién: «

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