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NARRADOR.- Y as fue como las gentes de aquel reino y de los reinos vecinos
empezaron a soar que podran emparentar con el rey casando a alguno de sus
hijos con la princesa Margarita, heredera del reino. De todas partes acudan
jvenes dispuestos a conversar con la princesa. Y todos se estremecan al saber
que los aspirantes a la mano de la princesa Margarita salan cabizbajos y
contrariados por no haber podido pronunciar ni una sola palabra en presencia de
la bella dama. Era ya el ltimo da del plazo, cuando Antonio y Pedro, hijos de un
gran seor, y muy instruidos, dispusieron tambin emprender el viaje.
(En la antecmara.)
ANTONIO.- (Con un gran tomo bajo el brazo.) Yo ganar la apuesta. Los ocho
ltimos das no he dejado de prepararme, ni siquiera durante el camino. Por fin,
mis sueos se cumplirn.
JUAN.- (Como si no los oyera.) Pues yo, durante el camino, he recogido esta
cazuela (la saca) , que me han regalado en el mesn, he cazado esta perdiz y he
encontrado esta cajita que contiene unos polvos (saca un poco y se lo aplica en la
nariz) que hacen estornudar.
JUAN.- Achs!
JUAN.- Lo que has odo, Princesa. Que aqu hace mucho calor.
JUAN.- Toma! Pues a m me han regalado esta cazuela. (La saca y coloca la
perdiz en ella.)
JUAN.- Pues no tiene gracia la cosa. (Y sin darse cuenta estornuda sobre la
capita. El rap va a los cortesanos, que se ponen a estornudar.)
FIN