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Haydée Tamara Bunke Bider ‘Tania’

(1937-1967)
¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejará en pos de mí en la tierra?
Al menos flores, al menos cantos...
¿Acaso en vano vinimos a vivir, a brotar sobre la tierra?

Tania

Nacida en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1937, Tamara


Bunke era hija de padre alemán y madre polaca, ambos
comunistas y ambos maestros, que tuvieron que refugiarse en
Argentina en 1935 huyendo de la persecución nazi. En Buenos
Aires trabajaron como profesores. Además de alemán, la madre
hablaba ruso y su padre, además de idiomas, daba cursos de
gimnasia.
En 1951, cuando tenía 12 años, los padres regresan a su país
para ayudar en la reconstrucción de la República Democrática
Alemana. Allí conoció Tamara los relatos de dolor y muerte que había dejado el fascismo en ese
país y en toda Europa y por eso, para mantener allí la lucha contra el fascismo, al llegar se integró a
la Juventud Libre Alemana. Luego estudió en la Facultad de Letras de la Universidad Humboldt,
fue instructora de tiro deportivo y ganó varias medallas. Con sólo 18 años de edad comenzó a
militar en las filas del Partido Socialista Unificado de Alemania.
Pero Tamara no olvida ni Argentina ni Latinoamérica. Con su acordeón, canta milongas y tangos y
mantiene un contacto muy frecuente con latinoamericanos. La revolución cubana la llena de alegría,
según narraba en una carta a un amigo.
En 1960 conoció al Che, quien viajó a la República Democrática Alemana al frente de una
delegación comercial de la que Tamara y su madre eran traductoras. Ambos argentinos, ambos de
ninguna parte, el Che y Tamara tenían muchos lazos en común y, desde entonces, se creó un circuito
de simpatía entre ellos. Tamara decide establecerse en Cuba y contribuir a la defensa de la primera
revolución socialista latinoamericana.
El 12 de mayo de 1961 llega a la isla invitada por el Ballet Nacional de Cuba de la mano de su
directora, Alicia Alonso. Estudia periodismo en la recién inaugurada Universidad de La Habana;
como hablaba francés, inglés, alemán, español y un poco de italiano, trabaja en el Ministerio de
Educación, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y en la dirección nacional de la
Federación de Mujeres Cubanas. Se hizo miliciana del CDR y también colaboró en el trabajo
voluntario llenanado sus manos de callos en la faenas agrícolas.
En 1963, comenzó un riguroso entrenamiento operativo para el trabajo de inteligencia, que le
capacita cumplir complicadas y arriesgadas misiones, vivir clandestinamente, recopilar
información, soportar en silencio todos los pedecimientos sin poder compartir tampoco las alegrías
revolucionarias. En su interior todo se tiene que transformar. Tamara queda atrás y nace Tania, la
que luego sería, junto al Che, la heroica guerrillera de las selvas de Bolivia.
El 20 de febrero de 1964 concluye la primera fase de su preparación y se traslada a Cienfuegos para
preparar su plan práctico operativo.
A fines de marzo de aquel año el Che la recibe en su oficina del Ministerio de Industria para
informarle de los detalles del plan y su misión clandestina en Bolivia: tiene que preparar la red
urbana de un movimiento guerrillero de alcance continental. La compartimentación tenía que ser
total; trabajaría sola; no podría contar más que con sus propias fuerzas. El Che le advirte que, por
difícil que fuera su situación, no debía vincularse a las organizaciones políticas de izquierda, ni
revelar su verdadera identidad.
El 9 de abril de 1964 utilizando un pasaporte con el nombre de Haydée Bider González partió
rumbo a Europa occidental para aprender a transformar su lenguaje y actitudes por las propias de la
sociedad burguesa en la que debía desenvolverse. Entre las variadas misiones encomendadas
estaban las de tomar fotos de una aldea en una región determinada que luego pudiera mostrar como
su pueblo natal y la de un matrimonio de edad avanzada, previamente estudiado, para poder
presentarlos como sus padres.
Viajó con documentos y bajo dos personalidades distintas, Vittoria Pancini y Marta Iriarte. El 5 de
agosto de ese año llegó a Frankfort en la República Federal de Alemania, allí adoptó la personalidad
de Laura Gutiérrez Bauer, de nacionalidad argentina, con la que trabajaría clandestinamente en
Bolivia.
En los primeros días de octubre de 1964, partió para Bolivia convertida en una etnóloga
especializada en arqueología y antropología. El 5 de noviembre de ese mismo año llegó a Perú;
desde la capital peruana viajó en avión al Cuzco, en tren a Puno y en una camioneta hasta Yunguyo,
última población peruana en la frontera con Bolivia. De aquí pasó a territorio boliviano sin mayores
dificultades, se alojó en un hotel de la población de Copacabana, y al día siguiente continuó para La
Paz.
En la capital boliviana se vinculó con los pintores Juan Ortega Leytón y Moisés Chire Barrientos,
este último pariente del presidente boliviano. Ambos le presentaron a otros artistas e intelectuales.
Estableció estrechas relaciones con Gonzalo López Muñoz, jefe de la Dirección Nacional de
Informaciones de la Presidencia de la República, amigo personal de la más absoluta confianza del
Presidente. López Muñoz pertenecía al reducido grupo de funcionarios que tenían acceso a todas las
dependencias del Palacio, incluidas las habitaciones privadas del mandatario boliviano. Por sus
manos pasaban documentos secretos, incluso antes de recibirlos el Presidente. López Muñoz la
acreditó como agente suscriptor del semanario IPI, una publicación confidencial que él dirigía,
exclusivamente al alcance de funcionarios, políticos y personas de alto nivel dentro de la sociedad
boliviana. Este trabajo le permitió valiosas relaciones y acceso a las oficinas del jefe de
informaciones.
Se relacionó con la Secretaría de Planificación del gobierno boliviano, con Ana Henrich, quien
fuera secretaria del Senado, vinculada al ministro del Interior Antonio Arguedas, con altos
dirigentes del gobierno, con partidos políticos reaccionarios, altos jefes militares y muchas otras
personas influyentes, como el periodista Mario Quiroga, de tendencia falangista, quien le
proporcionó empleo como correctora de pruebas del periódico Presencia, el de mayor tirada del
país.
Tania entabló amistad con Julia Elena Fortún, a través de la cual trabajó en el comité de
investigación, integrado por un numeroso grupo de especialistas, que estaba adscrito al
Departamento de Folclor del Ministerio de Educación. Estudió el arte folclórico con rigor científico.
Montó la primera exposición de trajes típicos de Bolivia. Recorrió el altiplano boliviano, con el
propósito de reunir canciones autóctonas. Representó al departamento de folclor del Ministerio de
Educación de Bolivia en un festival celebrado en la ciudad de Salta en Argentina.
Para entrar en el Departamento de Folclor necesitaba una carta de recomendación de la embajada
argentina, que le proporcionó Ricardo Arce, secretario de esa misión diplomática, con quien
estableció estrechas relaciones. Arce le presentó a todo el personal de esa embajada, incluso a
Marcelo Barbosa, cónsul de Argentina en la ciudad de Santa Cruz. Se relacionó con los miembros
del protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia, donde llegó a ser muy conocida.
Al asistir a una fiesta en el exclusivo club La Paz, acompañada de Ricardo Arce, éste la presentó a
sus amigos como una persona que trabajaba en la embajada argentina. Este hecho le abrió muchas
puertas y, sobre todo, nuevas e interesantes relaciones. Con Ricardo Arce y el mexicano Juan
Manuel Ramírez concurrió a otra actividad social a orillas del lago Titicaca, donde se encontraban
altos oficiales de las fuerzas armadas, ministros del gobierno y el general Barrientos, a quien
conoció personalmente.
El 20 de enero de 1965 había logrado su radicación definitiva y entablar relaciones con importantes
personalidades gubernamentales: altos jefes militares, como el general Ovando, diplomáticos
acreditados en La Paz, artistas, investigadores, periodistas, dirigentes políticos reaccionarios y
oligarcas. Tania comenzó a impartir clases particulares de alemán a los hijos de la oligarquía local,
lo que le permitió visitar sus casas, relacionarse con sus familiares.
Contrajo matrimonio con Mario Martínez, estudiante de ingeniería eléctrica e hijo de un importante
ingeniero de minas. La boda se celebró en la casa de la artista Yolanda Rivas de Plaskonska. De esa
forma obtuvo la ciudadanía y el pasaporte boliviano.
El 1 de enero de 1966 arribó a la ciudad de La Paz el representante de una importante y famosa
firma de belleza que respondía al seudónimo de Mercy. Su verdadera identidad nunca fue
descubierta por la CIA ni por los servicios secretos bolivianos. La misión secreta de Mercy era
contactar con Tania para entregarle los nuevos códigos de las comunicaciones secretas.
En abril de 1966 Tania salió de Bolivia y sostuvo varias entrevistas clandestinas en México con
Juan Carretero (Ariel), su nuevo enlace. Éste le comunicó que le había sido concedida la militancia
del Partido Comunista de Cuba y que en La Paz contactaría con un compañero que, al igual que
ella, estaba radicado en esa ciudad y bajo cuyas órdenes debía ponerse. Regresó a la capital
boliviana y en el mes de mayo de 1966 recibió la señal convenida, acudió al lugar previamente
acordado y estableció contacto con su enlace en La Paz.
Al iniciar la fase de preparación y organización de la lucha armada, Tania era ya un engranaje
indispensable en el desarrollo del trabajo urbano de la guerrilla, aunque la idea general del Che no
era de que participara en las acciones, sino que, dadas las posibilidades de conexiones en las altas
esferas gubernamentales, dedicarla a la información y mantenerla como reserva, contando con
alguien fiable para el ocultamiento de los guerrilleros e incluso la recepción de algún mensajero que
viniese con algo extremadamente importante. El 10 de julio de 1966 Tania inició los preparativos
para la llegada de los guerrilleros: alquiló casas de seguridad que pudieran servir de almacenes y
preparó recipientes para el envío de mensajes cifrados.
Cuando el Che llegó a Bolivia se entrevistó con ella y le transmitió las últimas instrucciones. El 20
de diciembre de 1966 el Che escribió en su Diario de campaña que se había resuelto apurar los
contactos de Coco Peredo, que estaba trabajando dentro de la oficina de informaciones de la
Presidencia de la República, hablar con Megía -revolucionario peruano cuya identidad aún no se ha
revelado- para que éste sirviera de enlace entre Iván y el hombre de la Presidencia. Señaló que Iván
mantendría contacto con Tania, con Megía y Sánchez -Julio Dagnino Pacheco-, otro revolucionario
peruano que trabajaba en la clandestinidad en Bolivia y, además, con un militante del Partido
Comunista de Bolivia. La red de apoyo urbano se estaba conformando aceleradamente, e incluía a
Hugo Lozano, como radista, Rodolfo Saldaña, los doctores Walter Parejas Fernández y Humberto
Rhea Clavijo, también a Loyola Guzmán y otros militantes del Partido Comunista de Bolivia.
En diciembre de 1966 Tania conduce al traidor Mario Monje, Secretario General del Partido
Comunista de Bolivia, al campamento guerrillero, donde los esperaba el Che. El Che habló primero
con ella y le dio la orden de viajar a Argentina para entrevistarse con Mauricio y Jozami y citarlos
en el campamento guerrillero. El Che trataba de empezar a tejer la red guerrillera en Argentina,
reanudando la guerrilla de Salta.
El Che la había ordenado no regresar a Camiri porque corría el riesgo de ser localizada. Sin
embargo en marzo, una vez sorteados todos los obstáculos y cumplida su misión en Argentina,
Tania regresa conduciendo en su todoterreno al francés Régis Debray y al argentino Ciro Bustos
(superviviente de la guerrilla de Salta) a la Casa de Calamina en Ñancahuazú.
Fue un error. Su tercer viaje a la base guerrillera fue también el último. El Che no estaba. Mientras
le esperaban, desertan Vicente Rocabado Terrazas y Pastor Barrera Quintana, quienes informan al
ejército boliviano, a sus servicios de inteligencia y a los oficiales de la CIA, de la presencia de Tania
en el campamento guerrillero y de que ésta había viajado en un todoterreno hasta Camiri. Allí el
vehículo fue localizado con su documentación. La reacción descubre a Laura Gutiérrez Bauer como
guerrillera.
A partir de entonces se incorpora a la lucha armada. Le entregan un uniforme de campaña y un fusil
M-1. El Che la destina a la columna de la retaguardia, dirigida por el cubano Juan Vitalio Acuña
Núñez (Joaquín).
El Che ordena separar las dos columnas. Al mando de Joaquín, la retaguardia guerrillera sale hacia
Río Grande. En un terreno tan abrupto, la adaptación de Tania al medio geográfico fue
asombrosamente rápida. Había momentos en que había que descolgarse por sogas, gatear,
prácticamente arañando sobre las rocas. Caminaba a pesar de las terribles llagas que tenía en los
pies. Las comunicaciones entre ambas columnas eran pésimas y Joaquín pierde contacto con el
Che, que durante semanas trata de localizarle infructuosamnte por la espesura.
A finales de agosto, la retaguardia llega a la casa del traidor Honorato Rojas, un campesino de la
región. Los guerrilleros durmieron en la casa del campesino y, al despuntar el alba, se retiraron,
previo acuerdo de que al día siguiente Rojas los guiaría por un atajo hacia el Vado de Yeso. Esa
misma noche, una compañía de soldados, dirigida por el capitán Mario Vargas, marchó en dirección
al Masicuri Bajo. Al otro día, el jefe del destacamento discutió los últimos detalles del plan con
Rojas: Usted haga lo que los guerrilleros le han pedido -le dijo-. Pero hágalos cruzar el Vado
exactamente donde yo le diga y no más tarde de las tres. El 31 de agosto, a la hora convenida, los
guerrilleros se encontraron con el campesino, quien les guió un trecho y les indicó el Vado. Los
guerrilleros siguieron andando y, antes de que el sol declinara a su ocaso, el campesino se despidió
dándoles la mano. Los soldados esperaban agazapados en ambas márgenes del río, prestos a
presionar el dedo en el gatillo. El cubano Israel Reyes Sayas (Braulio) fue el primero en sentir el
roce tibio del agua. Volteó la cabeza y, machete en mano, ordenó cruzar el río. Cuando todos los
guerrilleros se hubieron sumergido en el torrente -excepto José Castillo-, con la mochilla pesada y
sosteniendo el arma sobre la cabeza, el capitán Mario Vargas impartió la orden de abrir fuego desde
ambas orillas. Varios resultaron muertos y otros asesinados en el mismo momento.
Tania fue la penúltima en sumergirse en la rápida corriente del Río Grande, justo delante de
Joaquín que cubría las espaldas de sus compañeros. El agua casi le llegaba hasta la cadera cuando
se escucharon las primeras ráfagas. Intentó agarrar su fusil pero una bala le atravesó el pulmón. La
corriente la arrastró tendiéndola luego sobre un remanso. Los soldados no encontraron su cadáver
hasta siete días después. Aún no había cumplido 30 años. Desde entonces, cada 31 de agosto, manos
desconocidas llenan de flores aquel lugar donde se encontró su cuerpo. De este modo la guerrillera
Tania, la flor silvestre de Río Grande, convertida ya en leyenda, revive el grito de libertad que
recorre América Latina.
Sus restos, identificados y trasladados a Cuba en 1998, reposan en un mausoleo en Santa Clara,
junto a los del Che y demás guerrilleros inolvidables. El 28 de octubre de 1999 la escritora cubana
Graziella Pogolotti escribía en el diario Granma:
Es de acero el temple de quienes dejaron su huella en la historia. Pudieron hacerlo, sin
embargo, porque sus pies estaban sólidamente afincados en la tierra, porque vivieron
intensamente en lo cotidiano la existencia de hombres, porque estuvieron unidos a los
demás por múltiples y diversos lazos, porque no sintieron, en suma, la Revolución como
un conjunto de principios abstractos, sino como acción concreta, heroica sí, pero
también construida con el modesto trabajo de cada día, hecho para los hombres y con
los hombres, donde la disposición al sacrificio total va unida al anonimato y a la
preocupación por la eficacia...

La admiración va creciendo por la estatura moral de la combatiente y, al propio tiempo


de ese ejemplo personal se desprenden y consolidan, de manera indirecta, los principios
de una ética, de una conducta. No se trata de un conjunto de normas abstractas,
impuestas desde a fuera, sino del pleno acuerdo entre la conciencia individual y los
requerimientos de la acción revolucionaria. La solidaridad nace de sentirse parte del
sufrimiento de otros, del combate y el sacrificio de todos. Surge espontánea cuando se
toman las armas para responder a una amenaza directa. Indispensable y más
profundamente arraigada tiene que estar en el combatiente solitario instalado en un
medio hostil, obligado a llevar a toda hora, una máscara, vigilante siempre de los demás
y de sí mismo. Ese duro aprendizaje fue el de Tania.

No sólo el de las técnicas de la inteligencia, sino el saber aprisionar su verdadera


personalidad, asumir otro nombre, lo que significa comportarse en toda hora de manera
diferente. En medio de esa terrible soledad, el espíritu se mantiene, cuando se sabe que
ese aislamiento es circunstancial, que otros en la distancia prosiguen en formas diversas
el mismo combate.

Internacionalismo revolucionario no es etiqueta que corresponda al aventurero, sediento


de nuevas experiencias. Nace de un profundo arraigo, como el de Tania en el recuerdo
de su Argentina natal, de un genuino rechazo de la explotación como el de Tania
renunciando al camino seguro que le brindaba la RDA, al trabajo creador en la Cuba
revolucionaria recién descubierta, al amor y la amistad posponiendo sus proyectos
personales por acudir allí donde otros hombres necesitan redención.

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