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Josefa Jiménez Zamora

(1953-1980)
Josefa nació el 3 de febrero de 1953, en Montefrío (Granada). Era hija de campesinos y, como otras
muchas mujeres de nuestro pueblo, desde muy niña se vio obligada a trabajar en las duras faenas del
campo.
A la edad de 12 años tuvo que marchar a Córdoba, donde se tuvo que ponerse a trabajar de
sirvienta; a esa misma edad empezó a aprender a leer y escribir.
Poco tiempo después se trasladó a Madrid, donde conoció a su compañero, un obrero de la factoría
CASA en Getafe, con quién se casó en 1971 y al año siguiente tuvo un hijo.
En 1974 tomó contacto con la Organización de Marxistas Leninistas de España, empezando a
desarrollar su actividad política en los barrios de Villaverde, Carabanchel y Getafe, en el sur
proletario de Madrid. A causa de ello fue detenida en tres ocasiones, mostrando siempre ante la
policía, un comportamiento ejemplar. En ninguna de las detenciones facilitó dato alguno, ni siquiera
su propia militancia en el Partido, pese a las bestiales torturas que le infligió la policía.
En 1979, debido a la represión policial y a la necesidad de impulsar el trabajo clandestino, decidió
continuar su militancia revolucionaria en nuestro Partido desde la clandestinidad; posteriormente
también tomó la decisión de incorporarse a los GRAPO, organización a la que dedicó todos sus
esfuerzos hasta el momento en que cayó gravemente herida por las balas asesinas de la policía.
El 20 de noviembre de aquel mismo año fue gravemente herida en Valencia en un enfrentamiento
armado con la policía. Trasladada a un hospital, fue torturada allí mismo, lo que agravó aún más sus
heridas. Los médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida y el 14 de enero de 1980 murió en
el hospital.
Josefa destacó entre nosotros por su entrega y honestidad,
cumpliendo siempre aquello a lo que se comprometía, al tiempo
que mostraba una actitud firme en la defensa de los principios
comunistas y en la necesidad de la lucha armada. Era un apoyo
para los camaradas jóvenes en los momentos más duros. Su
actitud comprensiva y firme consiguió en más de una ocasión
que el desánimo no influyera decisivamente en algunos
combatientes.
Siempre defendió la participación de las mujeres en el más alto
grado de resistencia de los pueblos del Estado español porque
era, así mismo, una defensora ardiente de los derechos de la
mujer; pero lo era aún más de la incorporación activa de la
mujer a la más alta expresión de la lucha de la liberación de la
mujer: la lucha armada contra el fascismo. En este sentido,
continuó la tradición heroica de muchas mujeres madrileñas
que, como ella, fueron asesinadas por el fascismo.
Participó en numerosas acciones armadas y durante el periodo en el que combatió en los GRAPO,
con su actividad y su entusiasmo, contribuyó notablemente a levantar muy alto la bandera de la
lucha armada y a fortalecer la organización guerrillera.
Su muerte supuso una gran pérdida y un duro golpe para el movimiento de resistencia organizado y
para la guerrilla popular. Pero el ejemplo de su lucha y entrega revolucionarias, el mismo ejemplo
de su muerte, aún estando herida y siendo torturada en el mismo hospital por la policía, sirvió de
acicate para muchos revolucionarios y demócratas, para las mujeres conscientes de los pueblos de
España.
El mejor homenaje que se le puede hacer hoy es seguir su ejemplo de firmeza comunista y
contribuir al desarrollo, organización y expansión del movimiento de resistencia organizado.

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