montona a quienes me ven de paso a la oficina en las maanas apuradas. La verdad es muy distinta. Cada noche debo salir a pelear contra un espritu malvado que, valindose de disfraces -perro, grillo, nube, lluvia, vago, ladrn- trata de infiltrarse en la ciudad para estropear la vida humana sembrando la discordia. A pesar de sus disfraces yo siempre lo descubro y lo espanto. Nunca ha conseguido engaarme ni vencerme. Gracias a m, en esta ciudad todava es posible la felicidad. Pero los combates nocturnos me dejan exhausta y magullada. En pago de mis refriegas contra el enemigo, les pido unas sobras de afecto y amistad.