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Introduccin: Vale la pena empezar hablando del sentido negativo de la crtica. Ej.:
Ya hemos visto que mediante la sensibilidad y el entendimiento solo podemos conocer los
fenmenos, de modo que nos encontramos con un lmite, (esto es, el sentido negativo de la
crtica). Pero es esto el conocimiento? No existen otros caminos para llegar al conocimiento
de los nomenos (alma, dios, libertad, etc.)?
Traspasar los lmites del conocimiento cientfico (terico) implicara incurrir en los mismos
errores que la metafsica dogmtica. Sin embargo, respetar estos lmites no implica admitir que
la nica realidad sea la emprica (la de los fenmenos), sino que no podemos conocer
realidades suprasensibles (nomenos) del mismo modo que conocemos las sensibles
(fenmenos). Hay que abrir un nuevo espacio, libre de contradicciones, para abordar estas
ideas que son inabordables por la razn terica. Por tanto, Kant abre un nuevo espacio prctico
en la razn para poder tratar, sin contradicciones (antinomias, etc...) los elementos de la
metafsica (las ideas de Dios, alma, mundo, libertad, etc.) y en el que la moral y la fe conservan
su uso legtimo (Nota: la fe de la que habla Kant no es de ndole religiosa sino racional. Por otro
lado, la dimensin positiva de la razn prctica trata de forma paralela el tema de la
posibilidad de la metafsica como ciencia). Estas ideas, aunque no se puedan conocer s se
pueden pensar, y no deben eludirse ya que la ley de causa-efecto (esa incansable bsqueda de
respuestas y de querer averiguar el origen de las cosas) forma parte de nuestra constitucin
mental. Nuestra razn busca siempre lo incondicionado (lo que no tiene condicin, aquello que
nos impide ver su causa, como Dios, alma..) para poder completar las condiciones de la
experiencia. El hecho de pensar en estas ideas no nos aporta conocimiento, pero su uso
regulativo ordena y da sentido y plenitud al conocimiento. Estas ideas son denominadas
"postulados prcticos" (postular es afirmar algo que no se puede probar). Es importante para
Kant afirmar estas ideas en la prctica, en la moral del hombre, pues es moralmente necesario
suponer la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, etc. para dar sentido al "para qu" de
la libertad.