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real luego stu de Fsofa, Literatura y Ariropoogia, Su antopolgica incuye, ene os mas yavasta relevantes, tl la América indigona (Cut, tdrbaro” Bases para una antropologia sock apoyo (México, 1982), Sob a cua yel te popular (Buenos Aces, 1987) América Latina EI deseo del trcer leno (Buenos A cin del lengule. Hacia una teria ctu dela erature (Buenos Aires, 1997) nos Airs, 200 miolgicas argentnos y Teri ransultual del ate. Hac un 4. Com narrade pubic tece novela (lina desiro peranece, es de 2006) yun volumen de cuents, El rpaje dela gloria (1987). Rito vats premios per su obra Merarayantopoigica en Argentina, México y Cuba AMERI COMO CIVILIZACION EMERGENTE Ensayo ADOLFO COLOMBRES AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE Ensayo “& cATALOGOS ‘Adolfo Colombres América como civilizacién emergente. - 1a ed. - Buenos Catilogos, 2008, : a 288 p. ; 2ix15 em. ISBN 978-950-895-275-2 1. Civilizaciones. 2. Civilizacién Americana. L, Titulo DD 909 “Todos los derechos reservados. Prohibida a reproducci6n total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento (ya sea grfico, electronica, dptco, quimico, mecénico, fotocopias, ec) y el almacenamiento 0 transmisiGn de sus contenidos en soportes magi tipo, sin permiso expreso del editor. icos, sonoros, visuales 0 de cualquier otro Disefio de tapa: Alejandra Cortez Diagramacién: Mari © 2008, Catélogos ‘Aw Independencia 1860 1225 - Buenos Aires - Argentina ‘Telefax 5411 4381-5708/5878/4462 www.catalogosedit.com.ar E-mail: catalogos@ciudad.com.ar Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / Printed in Argentina AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE PROLOGO Pate libro se origins en la conciencia de que Nuestra América comen- _zaba el terer milenio casi sin proyectos colectivos capaces deafirmarnos ante el ‘mundo como una civilizacién emergente, esa provincia humana rmeva a la ques referta Darey Ribeiro. Mirando hacia airds, vemos que nuestra entrada al siglo XX fue et cambio pujante. Las burguesias europeizadas que entonces igobernaban habfan adoptado con fe ciega el mito ocidental del Progreso, sit distinguir entre el progreso propio yn progreso ajeno realizado a expensas de ruestros recursos. En el banido eptesto, y desde el ano, buscaba inponerse el latinoamericanismo, como alternativa a isn panamericanismo cuyo lema, en definitiva, venta a ser ‘América para los norteamericanes” “Tan alarmante falta de proyectos esaba mostrar la enfermedad que aqueja @ nuestro espiritn ut6pic, justo ahora que ha legedo al parecer eb tiempo de nuestra propias utoplas, No se precisa mayores pruebas para demostrar que en la década de las noverrta no sélo los itelectuales posmroder- nos, sino también los que se sentian o dectan estar consprometides con los destinos de a regi, se tomaron: unas largas vacaciones. Les parecia que en- ‘arar el futuro era cosa de videntes y charlatanes, y que ellos slo podian mirar hacia airds, conto corresponde al ave de Minerva, que levanta vuelo no en el alba, sino al anochecer.¥ de lo que Pierre Bourdieu llama el “Homo acade- ‘micus", ni hablar. Como siempre tiene cosas mds importantes de las que oct parse, deja que corran se expandan tanto el pensamiento “debit” como la “éica flaccida” que alana el camino a la nada endebleHigica econsémica del capitalismo neoliberal. Pero mds que wna critica ats intelectual yeducedo- 6 Apatro Covomnes. 1, este libro es un lamnado a ellos para que regresen a la palestra y se hagan cargo plenanente del destino deta reign, a fin de que so sean los banqueras los que decidan su fiuro, encamindndonos como avejas por ef american way of life, que constituye, junto con los dictados de la “cultura” de masas, el contenido real de lo que hey se lama globalizacién, O al menos para que no se muestre:conniventes con exte proceso, adscribigndose, a conciencia 0 no, a las corrietes filossfcasy estéticas que de hecho implican una renuncia alo que ‘nos ha constituid. Para hacer este libro, tomé en alguns casos como punto de partida textos anteriores, ampliéndolos para dar cuenta de nuevas situaciones y pro- sfindizar en los temas. Textos, por otra parte alas que no puedo llamar “ini ‘pensamiento”, pues en buena medida son colectivos, por incorporar andlisis tedricos y hasta expresiones de otros intelectuales de América que trabajaron ‘por esta causa, ¢ incluso de cierios autores europeos que revelaron ua fuerte acttud critica ante los diseurss filoséficos y antropoldgicos con los que se do- ‘min6 al Tercer Mundo, Sus nombres son casi siempre citados, y a menudo hallaremos también precisas referencias bibliggréficas, pero étas por lo general no abundan, siguiendo en ello el ejemplo de Guillermo Bonfil Batalla, cuando escribié su México profundo. Una civilizacion negada, quien se proponta asi legar en forma clara y directa « un piiblico mayor que el que le libros acadésnicos. Al igual que d, resolvt asumir también el riesgo de ser descalificado —por éta y otras razones en esos dibitos, y sobre todo por los que rehuisan, en nombre de la “excelencia” cientifica, man- ‘charse con las miserias de la historia. Pero esa historia que desprecian avanza como una maquina infernal, convirtiendo el mundo en una pri- sion al aire libre, tras vaciarla de sentido y alienar todo lo que nas pertene- «ce, Sino reactionamos a tiempo, ella pasard sobre el cadéver de nuestra civilizacin, la que llegard ast a su fin antes de haber terminado de cobrar Jorma. Una ciencia sin conciencia, decia Rabelais, leva a la ruina del alma, y también conduce -se podria aftadir— a la ruina de la misma flo~ sofia y de la civilizacién que la sostiene. Quiero enfatizar mi anterior afirmacién de que exe libro no expres al menos en su mayor parte, un pensamiewo individual, Para desarrolar la creatividad elegi, en una edad muy temprana, la ficcién, que me deparé siemn= pre el placer de la escrtura, En ensayos como &t, lo que ne impulsa es el deber de la esritura, Si todo lo vertido en estas paginas fuera tan sélo una ‘AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE ocurrencia personal, ellas no tendrian mayor valor, pues no pasarian de ser el suefio pretencioso de un autor 0 una utopia literaria, Lo que en realidad me propuse es ensamblar en: un sistema con certa coherencia wn pensamniento ‘americanista que viewe desde principios del siglo XIX, al que se conjuga con las razones esgrimidas 0 apenas balbuceadas por quienes lucharon en la pri- ‘mera linea, con o sin armas en las manos, y no tuvieron por fo tanto tiempo para sentarse a escribirlas. Tal hecho convierte a mui discurso en un cruce de discursos, por lo que la expresin de desacuerdo no serd tanto conmigo, sino con una determinada corriente de pensamiento aqué reconocida como genuina de Nuestra América Una comunidad, en tanto ente colectivo, abstracto, slo puede pensar por medio de los grupos oindividuos concretos que se identifica con su histo- ria y sus valores. ¥ siesto es asi para un conjunto no muy grande de personas, con mayor razén lo seré para una civilizacin, a que en definitioa no es mds {que un estado de conciencia, ola emergencia de una conciencia que reflexiona sobre siy se identifica como especifca frente a otros estados de conciencia, Una ‘ivilizacin es en todo caso un comiin denominador; una convergencia de ‘pensamientos, no la unidad de ellos. Dentro de una civilizacién, por cierto, caben tanto la diversidad cultural como la contradiccn de intereses, pero ha- aremos siempre elementos identitarios comunes, historias y valores comparti~ dos que permitan reconocera otros pueblos como hennnanos y operar en conjunto con ellos frente a otras civilizaciones. Se trata, como todo lo que el hombre hhace, de tna construction de sentido, la que slo puede arrancar de una volun- tad explicita, Confiantos a un providencial devenir serviria mas para profi dizar a dominacién que para liberarnos de ella Nuestra América es, como se sabe, el titulo de una obra cumbre de José Marti, publicada en 1891 para potenciar el proyecto latinoamericanista, ‘que habia tenido ya relevantes cultores. Desde ya, puede tomarse la presente ‘obra como un htumilde homenaje a este gran hombre ya instalado en el bronce yen el corazén de todos nosotros, quien legs a decir que sila guerra mayor que Se nos hacia era de pensamiento, habia que ganarla con el pensamiento. En tun plano mas préximo, quiero honvar agus, con un sentido acto de mnemoria, 4 Guillermo Bonfil Batalla y Darcy Ribeiro, quienes fueron mis amigos y maestros, y murieron en la tltima década del siglo anterior Amibos dejaron pplanteado el problema civilizatorio, tras avizorar las cuestiones que mds pesa= rian en el despunte del nuevo tnilenio EE ess... °0;™ “| 8 Apouro CoLomerts. Bonfil Batallacentré su esfuerzo en la defensa de (a causa indigena, y ademds de apoyar con si militancia a los movimientos de estos pueblos que suurgieron ent toda América en la década de los’70, demosiré la persistencia en México dela cvilizaci6n mesoamericana, encarada no séloen una multitud de grupos éanicos bien definidos, sino también en las grandes mayorias nacio- nnales. O sea, desde el indio pasé a los sectores populares que se autoidentifican como mestizos, y que en definitiva son indios negados (y por lo tanto recupe- rables), que huyeron de su identidad para eludir el estigina que pesa sobre ella desde los tiempos de la Colonia. Hablé ast de un México profiundo y de un México imaginario (o imaginado por las clases dominantes segiin el modelo occidental), dicotonia que resulta itil para toda América, donde encontrare- :mos sienipre un pats profiundo (que puede ser también crolloo de descendien- tes de africans, como en Cuba y Haiti) y un pais imaginado por las elites Por extensin cabe hablar de una América profnda (como lo hizo Rodolfo Kusch) y de una América imaginaria. Cada cual puede optar por una de estas dos Américas, identificarse con una de ellas en particular. Mi opci6n es por la América profunda, lo que no implica volver la espalda ala otra, cerrarse al didlogo ni ehidirel trabajo conjunto que nos permnitird definir una civilize «ign contin. Porque es preciso en este nuevo siglo trascender lo indigena, para si- ‘arse en el conjunto de Nuestra América, Mas que plantearnos la coexisten= ia pacfca entre la cvitizacién indigena y la occidental, debens apastar a la cemergencia de wna nueva civilizacién americana, que sea la sua y la sintesis de ss distintas vertirtesculturates y excluya, por cierto, a Estados Unidos y Canada. No empleanios aqui el térmsino “Latinoamérica” porque los indios y los negros, que en cierta forma consttuyen la sal de esta terra, no son latinos, com tanipoco lo son los habitantes de las Antillas colonizadas por Inglaterra y Holanda, ni los sirio-libaneses, judios, eslavos y otros grupos que lograron legitimarse en este suelo. Las civilizaciones indigenas configuran, si, un buen punto de partida, porque su clare alteridad nos permite ubicarios en ut pro- «eso histbrico, y recordar que corrieron mnds de diez mil aos de imsportantes transformaciones antes de que los europeos llegaran al continent, Claro que Bonfil Batalla no aspiraba a indianizar América, sino tan s6lo a incorporar al indigenia a su capital humano. Es decir, que se contara con él en la hora de definir proyectos, y xe abandonara un indigenismo mesticista que procuraba borrares la cara, susttuirlos por seres amorfes,anedines. Lo que correspondia America como enitiz 1ON EMERGENTE 9 hacer era apoyar su desarrollo evolutive, o sea, un cambio que reafirmara, y no aboliera, su identidad cultural, Sélo de este mode, sostenta, la democracia dejaria de ser formal, décily torpemente calcada de Europa, para convertrse ent una democracia real, derivada de nuestra propia historia No definimos como civilizaciéu es, de hecho, aceptar ser el furgou de ‘ola de Occidente y rermnciar al futuro. Pero cabe aclarar que nuestros pueblos ya optaron hace mucho, pues en su enorme mayorfa no se reconocen como ‘occidentales, Silas clases dominantes optar: por la civilizacin occidental, como fo vienen haciendo, estarén traicionando su voluntad explicita y convirtiendo 4 la dentocracia en una ficcién. Es decir, quiténdole toda base de legitimidad y revocando el pacto social. La opcién contra el sue de comer las sobras del Printer Mundo y plegarse alegremente a sus tristes modelos fue expuesta en Chiapas, donde los indigent lanzaron un “no” de modo lapidario al preci- pilar elestallido de su rebeli6n, a fi de que éte coincidiera cor la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio. Al parecer, la emancipacién del hombre ~el punto mds rescatable del ideal moderno~ esté ya lejos de las preocupaciones de quienes asunieron la tarea de pensar conto una profesin, pero los sectores populares atin no neutra~ Tizados por la cultura de masas siguen considerdidola wna causa irrenuncia~ ble, Silos intelectuales se acogen a la idea de que es un tema pasado de moda, los que pasardn de moda como casta serdn ells, pues los pueblos no les confia~ rn las claves de su futuro, como de hecho esté ocurriendo. No es estudiando las tendencias del consumo ni elevando a exe tltio ata condicén de “pensa~ ‘miento” como desbrozaran el camino de América, sino imaginando, como otrora, modelos alternativos al dominante. Muchos afiosatrds, Manel Ugarte vefa en el “coloniaje mental” wna detestable servidunbre espiritual. Para salir de esta triste condici6n, proponia “crear con el esfuerzo diario valores nuevos y tuna civilizacién diferenciada”. El objetivo conta siendo el mnisme, por to que es hora de levaniar del polvo esa vieja bandera humillada, como mn acto de fo en nuestro destino y en la ética que fue conquistando la especie humana cen su larga marcha por la oscuridad de fos tiempos, (WE AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE WW Capiruto I EL PROBLEMA CIVILIZATORIO Se puede decir que la civilizacién occidental ha fracasado en ‘América y el resto del mundo no sélo por su incapacidad de asumir lo diferente, sino por haberse convertido, como decfa Bonfil Bata- Ila, en una espléndida constructora de desiertos y un eficiente agen- te de destruccién de a vida en la tierra, el agua y el aire!. La diversidad es proclamada en el plano te6rico por los documentos oficiales como tun valor fandamental de la democracia y hasta exaltada por las cons- pero no se construye el futuro en base a ella. En el fondo titucione de las politicas estatales estd la idea de conformar sociedades nacio- nales homogéneas, donde la presencia de los pueblos indigenas y negros ¢s vista como un serio obstéculo al desarrollo y un rema- nente a ser erradicado, sobre todo cuando sus valores culturales no se reducen a demostraciones folkloricas que montan la coreografia, de la sumisién, sino que apuntalan una estrategia politica y una ra- cionalidad econdmica diferentes, con el propésito de avanzar por un camino propio. Ello se explica por el hecho de que la negacin de Europa proclamada en los tiempos de la Independencia por la T Guillermo Bonfil Batalla, México prfundo. Une civlizaion negada, Mexico, CTESAS/SEP, México, 1987; p. 221 12 ‘Avotro Cotomares clase criolla blanca dominante no fue una negacién de la europei- dad, como seiala Walter Mignolo. La division fue entonces entre europeos de Europa y europeos del exilio. Querian ser americanos sin cortar el vinculo cultural y civilizatorio, y por eso hasta hoy se reconocen como occidentales. Ser americanos, si, pero distintos de las masas indigenas y negras, ¢ incluso de sus mestizajes no blan- queados social y culturalmente?, El absolutismo de la civilizacién occidental, manifiesto ya en los orfgenes del capitalismo (sistema al que responde, hasta el pun- tode que Maridtegui, Zea y Fernandez Retamar ven a ambos térmi- nos como sinénimos), se vio potenciado en los Gltimos tiempos por el proceso de globalizaciGn, que multiplicé la avidez de las cor- poraciones por los mercados periféricos. Al concluir el siglo XIX, habfa triunfado en las clases dominantes y en los intelectuales Ia idea de uncir a América al destino de Occidente, abandonando asi el proyecto de abrir camino a una civilizacion propia, como algunos legaron a proponerlo, sin renunciar por cierto de la europeidad. Desde ya, ello implicaba suprimir la identidad del pafs profundo, alienarlo en lo simbélico para alejarlo asi de su propia realidad ¢ inducirlo a aceptar un orden ajeno de valores. La crisis de las sociedades modernas es antes que nada cultu- ral, y sino se toma conciencia de ello no habra una salida posible. O sea, tendré que definirse antes un proyecto cultural alternativo, cu- yos principios basicos regulardn la vida social y las politicas econ6- micas. Si se sigue viendo a la cultura como un mero adorno y degradando la educacién piblica por razones “de ajuste”, el abismo no haré més que ahondarse. Continuaremos viviendo bajo la idea de derrumbe, al comprobar que resulta cada vez mas dificil soste- ner el lugar de cada uno, el nivel que nos habiamos acostumbrado a considerar como el piso de la dignidad, Semejante angustia ha Me- 2 Cli. Walter Mignolo, “La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio ‘occidental en el horizonte colonial de la modernidad”, en La colonalidad da sa- ber: exrocenrismo y cencias sociales. Penspecivns latinoamercanas, Edgardo Lander (Compilador), Buenos Aires, CLACSO, 2005; p. 69. AMERICA COMO CIMILIZACION EMERGENTE 13 vado a grandes sectores de la poblacién al estrés y a cuadros psico- somiticos atin mas complejos, junto al sentimiento de haber que- dado excluidos de los bienes de la vida y privados de lo mas fundamental La soluci6n debe empezar por el fortalecimiento de las redes solidarias y los sujetos colectivos, a los que el neoliberalismo ataca en forma sistemitica y programada. También por la creacion de nuevos ideales capaces de movilizar al conjunto social, volviendo la espalda al individualismo, el hedonismo y el pragmatismo reinan- tes, La situacién exige hoy, mucho mas que ayer, radicalizar el dis- curso contra-hegeménico, oponer una cultura verdadera a las subculturas dominantes, mostrando a los mercaderes del poder que no todo esté a la venta. Es que la falta absoluta de perspectivas y proyectos no puede desembocar més que en la enfermedad mental yeel suicidio. La conciencia es el fundamento del ser. Algunas décadas atrés, Herbert Marcuse habia advertido que €l capitalismo unidimensional no sélo no podria asumir la multi plicidad cultural, sino que, por el contrario, la negara de un modo reciente. Para encontrar una forma de convivencia més humana, segan él, habia que avanzar por el lado de la revuelta radical y de la estética (es decir, del arte). El tiempo le dio plena razon. Claro que eso vino a acentuar la descomposicién de Occidente, la que para Castoriadis se manifiesta en sintomas tales como el ocultamicnto de los conflictos sociales y politicos, la destrucci6n de valores y sig- nificaciones, el conformismo generalizado, el empobrecimiento del lenguaje y el desplazamiento de la creaci6n por la interpretacién. Segtin Samuel Huntington, director del Instituto Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, la cultura ju- gard en el siglo XXI el papel que las ideologias desempeftaron en el siglo XX, y en especial durante la Guerra Fria, con la polarizacién Este/Oeste. El problema es que dicho autor maneja una idea oscu- rantista de cultura, hasta el punto de considerarla una “Cortina de ‘Terciopelo”, haciendo asf una triste analogia con la Cortina de Hie- ro, La cultura no debe actwar como una incitaci6n a la intolerancia, ‘como un modo de separaci6n y encierro en concepciones funda- mentalistas y fandticas, sino cual un conjunto organizado de valores, a 14 Apotro Cotomares «que sirve para definir a los sujetos colectivos que entrarin en el dis- logo, a los verdaderos actores de un proceso que llevar a desconge- lar las situaciones coloniales, todas las viejas y nuevas formas de opresiGn, para poder alcanzar asi la libertad y la justicia. El término “cultura” debe convertirse en sinénimo de pluralismo, de respeto a la identidad del otro, de un no uso de la diferencia para legitimar tuna dominaci6n. La aventura del hombre, en tanto especie, es una aventura cultural, mas el poder politico-econémico se ha ocupado de relegar a la cultura al triste papel que hoy se le reserva Por lo general, los antropélogos y fil6sofos de Nuestra Amé- rica han eludido, salvo algunas honrosas excepciones, la cuestién civilizatoria. Prefieren hablar sélo de “cultura latinoamericana” y ocuparse de un grupo humano en particular, sin ver que la mayor parte de sus problemas se origina en una imposici6n civilizatoria que les niega la identidad, el derecho a desarrollar un modelo dis- tinto y probar su eficacia en un medio determinado. Sicon un criterio etnolégico se asimila el concepto de cultura al de matriz simbélica, resulta que en América hay no menos de mil quinientas culturas 0 matrices simbéticas, tomando en cuenta las, indgenas, las criollas campesinas, las afroamericanas, las populares turbanas, las regionales rurales y las culturas ilustradas de los dife- rentes paises y regiones. Aunque muchos elementos las unen con ‘una coherencia mayor de la que muestran las culturas que confor- ‘man la civilizaci6n occidental, existen también entre ellas hondas, diferencias, acentuadas sobre todo en lo social. Es que la domina- cién no se da s6lo en el interior de las sociedades, sino que hay asimismo sociedades que oprimen a otras, y esta opresi6n se refleja por cierto en lo cultural, ya que se vale de factores de este tipo para perpetuarse. O sea, tal multitud de matrices simbiticas, alas que no les faltan numerosos elementos comunes y se ven a menudo en- vueltas en situaciones de colonialismo interno, no podré emerger como un conjunto si no encuentra un eje sobre el cual articularse, tun concepto que trascienda la idea de cultura y que implique la tuni6n de todas las identidades que se despliegan sobre una deter- ‘minada base territorial y comparten en buena medida una historia, lenguas y tradiciones. 1 AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 1 Ya Bonfil Batalla, refiriéndose a los in concepto de civilizacién permite trascender las particularidades con- cretas de cada cultura ¢ intentar ver en el conjunto de todas ellas wn proyecto civilizatorio distinto, asi como entender la continuidad milenaria de la civilizacién india, Decfa también que los préstamos yy sus propias trasformaciones habian cambiado el rostro de esas ulturas, pero que la matriz civilizatoria permanecia. Nada, au cri~ igenas, seitalaba que el terio, impedia construir desde ella un proyecto alternativo que nos permitiera mirar a la civilizaci6n occidental desde la perspectiva de nuestra propia civilizacién original, en vez de seguir mirando a ‘América con los ojos de Occidente®. 2Por qué no? Ya Marti habia advertido que el mismo golpe que paralizé al indio paralizé a Amé rica, y que mientras éste no echase a andar de nuevo tampoco Am rica andarfa bien El mismo Huntington seftala a América Latina (antes la habia Mamado Iberoamérica) como una de las nueve civilizaciones que en el siglo XXI se disputaran el escenario del mundo, junto a la occi- dental, la china, la islmica, la japonesa, la hind, el Aftica Subsaha~ riana, la ortodoxa eslava y la budista. O sea, para él América Latina es una civilizaci6n en simisma y no parte del hemisferio occidental, Restta por demis irénico que desde Harvard nos reconozean wna condicién de civilizacién emergente que los intelectuales de la re- gién atin vacilan en esgrimir, como si temieran el ridiculo, La idea de América Latina (que aqu{ llamamos simplemente ‘América, o Nuestra América) siguié consolidandose a lo largo del siglo que pas6, pero la lenta construccién de este sujeto colectivo no ha generado hasta ahora entre nosotros una necesidad imperiosa y ni siquiera manifiesta de llevar la cuestién al plano civilizatorio, aunque al fin de cuentas, de lo que estamos hablando aqui es de civilizacion. Decfa Bonfil Batalla que es a la escala de una civiliza- cin como se mide la trascendencia de los problemas y se recono- ccen la capacidad y las potencialidades de un pucblo* > Tbidem;p. 235. * Tbidem; p. 223, 16 Avotro Cotomres Claro que en nuestro caso, por tratarse de un suijeto colectivo que busca afirmarse como tal, no podra haber civilizaci6n sin un proyecto civilizatorio, sin una construccién diferente a la occiden- tal y una voluntad explicita de alejarse de los modelos ajenos para inscribir una particularidad en el concierto universal. Porque es en el marco de un proyecto civilizatorio donde adquieren sentido y se potencian las formas propias de estructurar la realidad, de acceder al conocimiento del mundo y elaborar las redes simbélicas. Si ya el proyecto nacional debia definirse, segcin entendia Bonfil Batalla, en términos civilizatorios, resulta atin més estéril hablar de Nuestra América en términos que no sean de este carseter, es decir, que no propongan una alternativa, un modelo diferente opuesto a otros, por més que en su composici6n intervengan una multitud de ele- mentos de origen europeo, como ser las lenguas mayoritarias de la regiOn, para citar tan s6lo un aspecto nada secundario, Asumir el problema civilizatorio obliga también a combatir de un modo més radical las distintas formas de discriminaci6n cul- tural y social que no pudimos enterrar en el siglo XX, y que muses tran la vigencia en el cerebro humano de la herencia reptiliana. La negacién de la diferencia puede tomarse como una definicion de la barbarie. Cuanto mis simétricas sean las relaciones entre las matri- ces culturales mayor sers el florecimiento de la eivilizaciGn que pro- pugnamos. Y no hablamos s6lo de coexistencia pacifica, cimentada en un pacto de no agresién, de respeto mutuo, sino de un activo intercambio de experiencias creativas entre dichas matrices, pues es esto lo que producir’ los frutos mis sorprendentes. Y no serén fru- tos hibridos, sino inscritos en el proceso cultural de una matriz es- pecifica, de sujetos colectivos con cardcter hist6rico que deben ser legitimados como unidades politicas con cierta autonomia. Los indigenas han criticado en reiteradas oportunidades un culto al mestizaje que es usado como aplanadora de sus identidades, especificas, alas que ellos quieren reclaborar desde adentro con co- herencia y no desarticular en concesiones a una cultura de mpobreciendo el mundo simbélico para culminar su aventura en el kitsch, en la destracci6n de la zona sagra~ da y el sentimiento tragico inherentes a la edad de oro de las cultu- que todo lo simplifica, AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 7 ras. Y todo esto a cambio de qué, cabe preguntarse, Tan sélo de tunos cuantos signos superfluos y descartables, capaces de brillar un momento pero no de proyectarse en el tiempo como paradigmas vilidos por su humanidad y universalidad, Un pueblo no alcanza el estado de civilizacién sumédndose al proyecto de otro pueblo, sino tomando conciencia de su ser en el mundo, de su identidad y su especificidad cultural. ¥ para esto, hace falta que acudan en su apoyo la antropologia y la filosofia. “Ya es hora de que Ia filosofia mueva los labios”, decia el joven Alberdi®. Y no para seguir explayandose en sus viejas miserias, sino para abor- dar el espinoso tema de la identidad y articular las bases de nuestra racionalidad, entendida como una alternativa a la Raz6n con que nos colonizaron, Con su capacidad de desmontar los mensajes que deforman y cubren lo real, la filosofia constituye un modo de vigilan- cia critica, una nueva razén enfrentada a un irracionalismo cuyo dios es el consume con el que se hace soitar, por lo comin en vano, alas gran- des mayorfas. Tanto la filosofia como la antropologia tendrfan por fun- ci6n primordial dar profundidad, unidad y sentido ala cultura, No a cualquier cultura, sino a la propia del sujeto que piensa ¢ investiga, lo que implica ya bajarse de esa atalaya falsamente universalista que edifi- 6 la modernidad occidental, para localizar y temporalizar el pensa- miiento y trabajar asi por su difusiOn y universalizaci6n, Pero una cosa es admitir en la conformacién de nuestra iden- tidad miiltiples elementos de origen europeo, sometidos a procesos de adaptacién a menudo profundos, y otra muy distinta pintar de color local al proyecto occidental, para tornarlo menos repulsivo a Jas mayorias, como pretendié hacer la ideologia mesticista en México, Guatemala, Pers y otros pafses con gran ascendiente indigena. ‘América tiene una historia milenaria, donde no faltaron pro- esos civilizatorios que asombraron al mundo ni voluntad politica de proyectar a nucstros pueblos como entidades diferentes, sin que eso implicara cerrarse a otros aportes, y en especial a los de Exsropa, SJuan B, Alberdi, Fragmenos prelininanes al extudio dl Deweho, Buenos Aires, Hachette, 1955; p. 62 18 Apotro Cotomares que contribuyeron a definir aqui nuevas matrices simb6licas. Hoy 6s se hallan en serio peligro, pues entramos en el nuovo milenio sin un proyecto capaz de asegurar, frente a una invasiGn globaliza- dora, la continuidad de nuestros procesos hist6rico-culturales. La conciencia de civilizacién crece en el mundo, como respuesta a los vientos uniformadores, pero en América no se habla de ella. La nueva propuesta civilizatoria no puede basarse en tna idea~ lizacién nacionalista del pasado indigena y de otras formaciones so- ciales que también integran la América profunda, pero deberd tomar especialmente en cuenta dichas matrices, incorporando al acervo comin todo su patrimonio cultural, sin descuidar su modo de rela cionarse con el medio ambiente y sus técnicas agricolas, los que resumen una experiencia secular y dan cuenta de una racionalidad diferente, ambas cosas muy atiles cuando se trata de programar un desarrollo sustentable. El joven Alberdi decfa ya en un afto tan lejano como 1837, su Fragniento preliminar al estudio del Derecho, que “un pueblo es civi lizado Gnicamente cuando se basta a s{ mismo, cuando posee la teo- riay la formula de su vida, Ia ley de su desarrollo”. Afiadia que “no hay verdadera emancipacién mientras se esta bajo el dominio del gjemplo extrafio, bajo la autoridad de las formas exéticas”. Asu jui- cio, sin una filosofia propia no podia haber nacién, y por so incita- ba asta ciencia a que dejara de girar sobre patrones ajenos La tarea de los filsofos y antrop6logos no es slo buscar la verdad americana, sino también pensar el mundo desde aqui, pre- ocupindose por a validez universal de nuestro pensamiento, y en especial su validez en el Tercer Mundo, al que se insiste en llamar “paises periféricos” como si se tratara de una cualidad intrinseca que los acompafia siempre, y no tan s6lo cuando se confrontan con quienes se arrogaron la condici6n de Primer Mundo, Occidente lo hizo siempre asi, pero hoy parece marchar hacia el nauftagio en lo ‘que concierne a la vigencia de los valores que vertebraron a la espe- © Thidem; pp. 5 ne | | | 1 | { i [AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 19 cie, y se precisan mas que nunca voces alternativas, modernidades paralelas, antes de que sea tarde para todos. Porque como bien sefialaba Leopoldo Zea, nunca un fildsofo griego habl6 de filosofia griega ni un fildsofo alemin de filosofia alemana: lo griego o lo alemin le fe dado por afiadidura. Pero més que filosofar ~aftade Zea a propdsito de América—nos ha preocupa- do coincidir, aunque fuese por la via de la imitacién, con lo que llamamos filosofia universal. © sea, més que pensar, nos afanamos en estudiar y repetir con algunas timidas glosas lo que en Europa se consideraba filosofia. Y concluye, lapidario: “Si queremos hacer fi- losofia, lo primero que tenemos que hacer es filosofar. Filosofar sin ‘ms, sin preocuparnos porque esta actividad nuestra sea 0 no reco- nocida como filosofia””. Salazar Bondy sostiene asimismo que nues- tra filosofia no ha sido un pensamiento genuino y original, sino inauténtico e imitativo en lo fandamental, Sega él, s6lo tendre- ‘mos un pensamiento original cuando se cancelen el subdesarrollo y la dominacién, pero habria mas bien que invertir los términos, afir- ‘mando que sin un pensamiento propio suficientemente radical nun- ca alcanzaremos a liberarnos de las numerosas formas de dependencia que ahogan a nuestro cuerpo social. Las propuestas deben, antes que nada, representar una posi- ble solucién a los problemas que plantea la emergencia eivilizatoria de América. Tal anclaje en un espacio y un tiempo no quitard de por sial pensamiento su validez universal, sino que, por el contrario, le proporcionaré la posibilidad de proyectarse, desde un ser especifi- co, hacia esta dimensi6n. En dicha béisqueda, hay que abandonar lo que he llamado alguna vez “pensamiento de sirga”, 0 sea, aquel que teme distanciarse de las grandes Iineas del pensamiento europeo y espera en cada paso un reconocimiento 0 aprobaci6n de las metré- polis, algo asf como una autorizaci6n para pensar. En 1953, Zea escribié también que América no habia hecho atin su propia historia, sino que pretendia vivir la historia de la cul- Leopoldo Zea, Amica como conciencia, México, Cuademos Americanos, 1953; pp. B-1. 20 Apotro Cotomkes tura europea’. En gran medida esto era entonces cierto, pero creo que entramos ya en el buen camino, 0 sea, que estamos haciendo, aunque todavia con serios obsticulos, la historia de nuestras culeu- ras, y que s6lo nos queda, como tarea para las primeras décadas de este siglo, dar los pasos decisivos que nos definirén como una civi- lizacién diferente y con conciencia de si, dispuesta a reclamar su sitio en el concierto mundial. La filosofia no puede seguir siendo la bisqueda de una ver- dad eterna y pretenciosa, pues toda verdad es hist6rica, es decir, pro- ducto de un tiempo y un lugar. Debe ser un pensar sobre la cultura propia, y desde ella alcanzar lo universal, No se puede seguir pro- Jongando esa era en la que toda cultura, y con ella toda forma de ser en el mundo concebida por el hombre, debfa ser aprobada o justifi- cada por Occidente para ser asumida y respetada como tal Si bien lo nuestro fue siempre considerado mas un deber ser que un ser, mas un proyecto, un devenir, que una realidad tan pal- pable como la que muestran otros pueblos del mundo, no podemos seguir sosteniendo ya esta situacién que nos mantiene en una ina movible minoria de edad, como alguien que se resiste a asumir st propio rostro ante la humanidad. Ha llegado la hora de ser, y este plazo que podemos asin tomarnos serd sin duda la ultima oportuni- dad para optar. La abstracci6n pura, la metafisica en sf, no echard raices en América’, decia el joven Alberdi en el texto antes citado, mas en esto se equivocs. Las clases dirigentes usaron la metafisica como consuelo frente a la “barbaric” nativa, y dejaron pasar el tiempo si- tudndose fuera de él, volviendo la espalda a su propia historia, Pero Ia larga siesta ha terminado, como lo advierten el creciente descon- tento de los pueblos y el discurso radicalizado de muchos de sus movimientos politicos. También la filosoffa, por fortuna, ha empe- zado a mover los labios. Porque lo cierto es que los pensadores americanos, sean del signo politico que sean, estan de acuerdo en afirmar la comunidad idem p31 AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 2 de destino de nuestros pueblos, probada a lo largo de una historia que, al ser escrita ~més alld de enfoques parciales 0 sectoriales~ mues- tra su vocacién unitaria, afirma Leopoldo Zea en el Prefacio a Av rica Latina en sus ideas, obra editada por Ia UNESCO en 1986. En muchos ambitos del pensamiento se observa ya un serio esfuuerzo para pensar nuestra historia con ideas propias y paradigmas diferen: tes, Cuanto més nos alejemos del pensamiento metropolitano, ms cerca estard nuestra emergencia civilizatoria. Muchas ideas pueden, venir de otra parte, pero la repeticisn o la glosa no es la tinica acti- tud que cabe ante ellas, ni la més fecunda. Una real apropiaci6n de las mismas exige adaptarlas, recortarlas, darlas vuelta, reducirlas a fragmentos y unir luego a éstos en un discurso diferente, Este nttevo milenio pone entonces a Nuestra América ante tuna opeién de hierro: 0 emerge como una verdadera civilizacién, consciente de su particularidad y valor universal, y sobre todo ar- mada de un proyecto propio, o queda convertida en un Occidente de segunda mano, despreciado por su falta de originalidad y servi- lismo intelectual, al servicio del hiperdesarrollo del otro Occidente, el tinico y verdadero. Nuestras clases dirigentes, para no tomarse el trabajo de elaborar ¢ implementar un proyecto propio, prefieren dejar que los paises desarrollados, ademas de imponernos un inter- cambio econémico desigual y arruinamnos con sus recetas, N08 si- gan tomando como el mis fructifero campo de prueba de sus aventuras espirituales, ya que Africa y Asia han demostrado ser tie- rras poco fértiles para sus semillas. No imaginar un futuro mejor y que nos pertenezca por entero —decia Bonfil Batalla en Chiapas, poco antes de morir-, es aceptar la pérdida del futuro, la recoloni~ zacion en marcha. Hablar de América en términos de una civilizaci6n emergen- teno es una utopia irrealizable, algo ambicioso y descabellado, sino €l Ginico camino que tenemos de asumir nuestra diferencia en tér~ minos de un proyecto que nos asegure un lugar digno en el nuevo milenio. Huntington advierte que Occidente deberd batirse en este siglo contra las otras civilizaciones que actuarin en el escenario mundial. Y seguramente seri asf, a menos que dicha civilizaci6n se muestre capaz de establecer relaciones simétricas con el resto del i 22 Apotro Coomares mundo, lo que nos parece harto improbable, Mas probable es que las otras civilizaciones se unan para obligar a Occidente, y en espe- cial a Estados Unidos, a aceptar un modelo més justo, racional y humano, 0 al menos para no dejarse avasallar pot su nueva barbarie, generalizando el caso de Chiapas. En esta confrontaci6n, él no ve a América Latina como aliada de Occidente, lo que prueba que nos atribuye un grado de antonomia que atin no se manifesta del todo en los cuadros politicos que dirigen los destinos de nuestro subcon- tinente. Claro que dentro de cada civilizacion seguir dindose una interaccién dialéctica entre naciones, etnias y clases, para superar sus propias contradicciones, que no son pocas, porque el auge de la ‘cuestiGn civilizatoria no implicaré el fin de las ideologias, contraria~ mente a lo que piensa Huntington. Nuestro sueiio no puede ser el Primer Mundo, pues esto implica de hecho sentarse a comer las sobras del banquete de Occi- dente y no avanzar por un camino propio. El concepto de Tercer Mundo -bautizado asi en 1952 por el demégrafo francés Alfred Sauvy- no goza ya del mismo prestigio que tenia durante los afios de la Guerra Fria, pero no debe ser abolido (de hecho se advierte que va recuperando su vigencia en el pensamiento critico) como categoria politica del nuevo milenio, pues sirve para aglutinar al hoy Mamado Sur contra Occidente, ahora que la brecha entre los paises ricos y los paises pobres no hace mas que ensancharse. Asf como el tan cacareado derrambe del Muro de Berlin puso fin al llamado socialismo hist6rico, este fracaso flagrante del capitalismo impide verlo como una opci6n vilida: muy pronto se hizo trizas el suefio. azul del fin de la historia. Frente a esto, los paises del Tercer Mundo ‘comprenden que tienen ms razones para unirse que para luchar entre ellos, y vuelven a sus tradiciones para encontrar en el cauce de su propio proceso un modelo de desarrollo capaz de devolverles la dignidad y el futuro. Claro que no todos. Hay paises pobres que ni siquiera se reconocen como tales y vuelven la espalda a los demis, dejindose arrastrar, exultantes, por el canto de sirena de los paises ricos, ereyendo que si cumplen las pautas fijadas por el FMI y el Banco Mundial lograran hacer verdad el suefio de la abundancia. En estos tiltimos casos, vemos a las clases dominantes y ciertas eli- AMESICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 23 tes intelectuales que medran a su amparo reivindicar con orgullo su condicién de occidentales, distancindose asi de sus propios pue- blos, los que con su resistencia secular afirman su derecho a una identidad y un camino propios. Emerger como una civilizacin, siguiendo el camino que to- maron otros conjuntos de pueblos, implica un esfuerzo por apun- talar los procesos generadores de alteridad, desarrollar los aspectos ‘especificos de nuestra cultura y promover su universalizacién. La opcién por Occidente, por el contrario, corre aparejada a un cre~ ciente aplanamiento de lo propio, a una banalizacién de los simbo- los y de todo nuestro imaginario social, para suplantarlos por los subproductos culturales de una modernidad consumista que se ha vaciado ya de contenidos éticos y filos6ficos, por lo que en verdad poco tiene que ofrecer. Como se dijo antes, resulta revelador y has- ta sorprendente que el pensamiento hegem@nico esté dispuesto a reconocernos una dimensién civilizatoria que nosotros afin vacila~ mos en atribuirnos, como si temiéramos ahondar el proceso de nuestra independencia, el didlogo (o la dialéctica) entre lo real y la representaci6n. La definici6n urge, pues todo indica que permane- cer en una tierra de nadie es renunciar al futuro. Por otra parte, la opcisn por Occidente no pasa tan sélo por convertirnos de un modo definitive en un apéndice de él. La boda no tendra lugar en un lecho de rosas, sino mediante la recoloniza~ cin violenta que se esta operando ya por la via del “libre cambio”, la tecnologia de punta y la globalizaci6n econdmica y financiera, la {que le sirve para esconder € incluso disolver su presencia aplastante y la continuidad de su dominio. El libre cambio no fue nunca, y mucho menos puede serlo ahora, simétrico y equitativo, ya que las partes son muy desiguales. O sea, lo que hoy se halla en juego es el destino mismo de la regi6n, cuyo nivel de vida, que nunca fue satis- factorio, esti siendo degradado de un modo alarmante. Los indices deplorables en materia de trabajo, salud, educacién, seguridad so- cial ¢ incluso fisica, de acceso a la tierra y a los medios de produc- Gin, etcétera, vienen a probarnos que no hemos optado por un modelo de desarrollo, sino mas bien de subdesarrollo. © sea, elegi- mos ir para atrés para que otros puedan crecer mas répido. Abel 24 Avotro Cotomsees AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 25 Posse decia que América Latina es una cultura es busca de una poli- tica, y en definitiva se trata de eso, de buscar una forma de poder para instaurar un proyecto propio, para definir una meta y caminar hacia ella. O en otros términos, para hacer posible lo necesario. Lo que més ha sorprendido a los analistas politicos de la rebe- lién zapatista es la fecha de su estallido: el 1° de enero de 1994, dia ‘en que entraba en vigencia el NAFTA, acuerdo al que se ha califica~ do.con tino de “transcultural”. Falta agregar que el tema de la cultu- ra esti de hecho ausente en el disefio de ese modelo de integracién, como también lo estuvo para los que pergeiiaron el MERCOSUR. ‘Acaso este “error” arranca de la misma Comunidad Europea, la que comprendié tarde el mal paso de soslayar el plano cultural y echo luego marcha atras, para evitar el aplanamiento de sus particula- ridades. Hasta hace poco la pauta en Nuestra América era la in- tegraci6n de los empresarios y comerciantes, no de los pueblos, con lo que no s6lo se traicionaba una vieja aspiracién hist6rica de éstos, sino que también se fabricaban gigantes con pies de barro, pues a los capitales no se les puede pedir que sean solida- rios ni que defiendan otra causa que la de la maxima rentabilidad posible. Las cosas, por suerte, comenzaron a cambiar, y renacié Ia esperanza. En este sentido, la rebelisn zapatista fue un grito de alerta de los grupos indigenas, asi como de muchos otros sectores populares {que se identifican con su posicién, para afirmar que de ningdn modo aspiran a uncirse al carro del Primer Mundo, ya que eso no implica tun remedio para los males de los pueblos, sino la pérdida de lo «hti- ‘mo que les resta: la identidad y la dignidad. Los mayas (y los que piensan como ellos) no quieren ser lavacopas 0 mucamos en los, hoteles de Cancéin ni adoptar el anterican way of lie, pero tampoco quedarse de espaldas a todo cambio social y cultural. A lo que aspi- ran ¢s a definir su propia modernidad, una racionalidad distinta a la Razé6n dominante, la que hoy se muestra connivente con el consu- mismo, el despilfarro de los recursos naturales y el ecocidio, tras char por la borda los principios filos6ficos y éticos. Su racionalidad no ancla en esas digresiones economicistas con las que tanto se com- placen hoy los operadores de los medios masivos, adulando atin las, despintadas recetas neoliberales, sino que procura, valiéndose hasta del discurso poético, retomar las ideas de libertad y justicia para ponerlasal servicio de la emergencia social, econémicay cultural de los diversos grupos étnicos (mos 23) que integran la gran nacién, maya. Esto puede leerse también, en la medida en que apareja un rechazo al modelo triunfalista del NAPTA, como la afirmacién de tuna civilizacién propia, el establecimiento de otras leyes del juego a las que en el futuro no se podra ignorar. Ellos no tienen la fuerza ni quieren imponer nada, pero nadie duda que hoy el meridiano de la palabra pasa por la selva lacandona Cuando un alto consejero del gobierno de Salinas de Gortari le cont6 en 1991 a Samuel Huntington su plan de gobierno, él le coment6, un tanto sorprendido, que querian convertir a un pai latinoamericano, con una historia muy particular, en un pafs norte~ americano. La respuesta del consejero fue categérica: “Eso es exac- tamente lo que estamos tratando de hacer, pero, por supuesto, nunca lo podriamos decir pablicamente.” No, el México de los indios y de todos aquellos que sienten la causa de América no es en absoluto el pais con el que softaba Salinas de Gortari, quien no era mds que el corrupto abanderado de un proyecto para destruir el espiritu mile- nario del pais, para someterlo a un desarrollismo sin progresoy una democracia sin hombres, que Fox se ocupé luego de instaurar. Los indios de Chiapas, por eso, no son tan sélo voces que reclaman el respeto a sus derechos (entre los que figura el de alcan- zar uma modernidad propia, sobre bases filoséficas diferentes), sino también, o sobre todo, un puntal de la emergencia civilizatoria de América, regi6n que se resiste a aceptar sin mas la empobrecida an- tropologfa de la modernidad occidental (a la que ya muchos autores curopeos han desmontado con gran sentido critico), que siempre nos Hev6 a relacionar lo propio con la barbarie y lo ajeno con el estadio de civilizacién. Se sabe a estas alturas que mediante la apro- piacién cultural, tecnol6gica y cientifica se puede incorporar los ele- mentos necesarios y ser cada vez més uno, sin travestirse para subordinarse a otro proyecto. En este sentido, los paises érabes han proporcionado interesantes ejemplos, aunque empafiados en algu- nos paises por un fanatismo fundamentalist a ee 26 ‘Avotro CoLomares El grito de Chiapas es tn lamado a recuperar los ejes de nues- tra historia antes de que nuestras culturas y sistemas simbdlicos ter minen aplanados, desvertebrados, convertidos en una pasta hibrida, anodina. O sea, antes de que nos quedemos sin mundo. Puede ser visto también como un paso preciso hacia eso que Mariétegui Ila- maba “socialismo indoamericano”. ‘Hiacia el final de su vida, Darcy Ribeiro tuvo el coraje de afir~ ‘mar, frente a una clase intelectual librada al culto acritico del mesti- zaje, que América surgié de una negaci6n, de la desindianizacion del indigena, de la desafricanizaci6n de los africanos y hasta de la deseuropeizacién de los europeos. Eso, a su juicio—que comparti-~ mos-, no generé un tipo humano superior, sino “gente tabla rasa”, més pobre culturalmente que cualquiera de las matrices que sacrifi- 6°. El proceso ahora ha de ser inverso, si lo que se plantea es una descolonizacién profunda. Las luchas de Chiapas, Bolivia, Ecuador y algunas otras partes de América estin devolviendo al indigena la dimensién del futuro, al probar que tienen algo que proponer al conjunto de la sociedad, un modelo més racional y hamano, en el que la cultura nutre a la politica y ambas defienden con eficacia esa Jiltima trinchera. El proyecto exige también, para ser consecuente con tal idea, reafricanizar al negro y recuropeizar al europeo, es de- cir, ayudarlos a recuperar sus propias tradiciones, pues ellas emu queceran el cuadro cultural con nuevas propucstas, sin perjudicar el fancionamiento del conjunto de la sociedad. O sea, el resultado sera todo lo contrario a lo que crey6 la ideologia del crisol de razas, que quiso cubrir por Ia via de la fusi6n informe el confficto (y des- encuentro) de la América profnda y la América imaginaria, para hablar con términos de Bonfil Batalla. El desarrollo de Nuestra ‘América no puede exigir en modo alguno tna extirpaci6n de raices, ‘que neguemos una parte sustancial de lo que somos. Sdlo asi, sin mu- tilaciones ni mistificaciones, la democracia sera real y no puramente formal, décil, calcada de Occidente y al servicio de su proyecto. ¥ Gke. Darcy Ribeiro, “Los indios y el Estado nacional”, en América Latina: FI desafo del Tercer Milenio, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1998: p. 71 [AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 27 Cariruto IT ALA RECONQUISTA DEL ESP{RITU UTOPICO América no podra consumar su emergencia civilizatoria mien- tras no deje de asumir lo ajeno como propio. O sea, terminara de alcanzar su madurez.s6lo cuando renuncie a ser la sombra de Occi- dente y defina un proyecto alternativo. Dicho proyecto, en la medi- da en que implica'un despliegue del imaginario, el intento de articular tuna conciencia civilizatoria, puede ser asimilado con Ia utopia, 0 al ‘menos con cierto tipo de utopia. Para ello es preciso convencerse de que nuestras culturas no resultan insuficientes para afrontar los de- safios que plantea el futuro, y que son tan universales como cual- quier otra En sentido estricto, utopia significa “lugar que no existe”, si- tuado en “ninguna parte”. Puede ser una especulacién imaginaria sobre mundos posibles, sin mayores pretensiones de modificar la realidad, y también un intento de subvertirla, de dar existencia a lo que atin no existe en forma concreta, de convertir la potencia en un. acto capaz de instaurar el reino de la justicia y la igualdad alli donde reinan el despotismo y los privilegios de una casta Utopia, de Toms Moro, se publicé en 1516, marcando el co- mienzo de la preocupaci6n por este tema en la cultura occidental. En dicha obra, Moro traza el dibujo de una ciudad ideal contra inn 28 Apotro Cotomares puesta a las lacras de la Inglaterra de su tiempo. La Ciudad del Sol, de Campanella, aparece en 1602. Como textos precursores se hablaria después de la Civitas Dei de San Agustin, de La Reprblica de Platon y hasta de la Biblia. La utoy paradigmas, la dimensi6n principal del mito es el pasado (por mas ‘que su estructura valga para el presente y cl futuro), y la de la utopia el facuro, aun cuando tome su modelo del pasado. En este iiltimo ‘caso, se espera que el futuro devuelva a la sociedad al pasado, 0 a ciertos aspectos de éste. Por otra parte, el mito ya acontecié en los tiempos iniciales, y se busca revivir tal hecho a través del rito. La utopia, por lo comin, no ha ocurrido antes; tiene que ver més con la esperanza, con el orden de lo posible. Laestructura de la utopia es dialéctica, y por lo tanto dual. A la imagen de lo real contrapone una imagen ideal alternativa, que suele ser una critica abierta 0 solapada de aquélla, Sostiene Fernan- do Ainsa que no es una exageracin afirmar que la utopia esta en el coraz6n de toda teoria social!. La utopia es un suefio de los oprimi- dos o de quienes asumen su causa, enfrenténdose al poder. Son los, petiféricos, los marginados, los “barbaros”, los que cambian el mun- do, los que provocan el parto de la historia, por ser ellos los que més, experimentan la necesidad del cambio, el que a menudo se les torna tuna cuestién de vida o muerte, perdiendo el carécter de digresién de una elite intelectual. También son ellos los que més se aferran a Ia esperanza de recuperar una edad de oro perdida o de alcanzar un dia lo que nunca tuvieron. Las utopias, decfa Octavio Paz, implican la persistencia de cier- tas aspiraciones que siempre han estado vivas entre los hombres: la solidaridad, la igualdad, la independencia. Rechazar hoy la ideolo- gia de la desideologizacion y hacerse cargo de esas grandes causas por las que los hombres lucharon siempre implica tomar otra vez partido por a utopfa, lo que equivale a decir no ya por abstracciones, diferencia del mito. Si bien ambos conforman TCE Fernando Ainsa, Renmin dela mopia, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1999: p. 54 [AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE lejanas, sino por lo concreto, por el mundo de carne y hueso en el que estamos insertos. “Al fin de cuentas —decfa Darcy Ribeiro en un reportaje— lo que importa son aquellas acciones que se emprenden para transformar el mundo aqui y ahora”. Y afiadia: “Yo soy un ut6- pico en el sentido de que soy capaz de prever un lugar y un espacio ‘mafiana, en el que las personas puedan comer mis que hoy. Lo im- portante ¢s tener el coraje de luchar por el aquiy el ahora.” El inscrumento del ser es el pensar, o el pensarse a sf mismo, proyectarse como sujeto individual o colectivo. En el caso de Amé- rica, esta proyecci6n dirigida a consolidar su identidad puede ser vvista como una utopia capaz de dar un anclaje cierto a una sociedad que en muchos casos marcha ain a la deriva, debido a la crisis pro- funda que afecta a los mitos fundadores y los suefios de integraci6n. En tal sentido, cabe vincular también al espfritu ut6pico todos los grandes proyectos de unificacién americana que registra nuestra historia, En primer término, estaria esa Patria Grande con la que sofiaron Francisco de Miranda, Simén Rodriguez, Simén Bolivar, José de San Martin, José Gervasio Artigas y otros hombres del tiempo de la Independencia. La “Carta de Jamaica”, redactada por Bolfvar en 1815, ha sido considerada un texto fandacional de la identidad de Nuestra América. En ella ya advertia las dificultades que presen- taba el integracionismo, citando a propésito a Montesquieu, quien decia que era més dificil sacar a un pueblo de la servidumbre que subyugar a uno libre. Miranda habia fandado en Londres la Logia Gran Reunién ‘Americana, sentando varias de las bases teGricas de esta propuesta de real independencia. Siguiendo ese camino, Monteagudo redacta su “Ensayo sobre la necesidad de una Federacin General entre los Estados Hispanoamericanos y plan de su organizaci6n”, que servi- ria en parte a Bolivar para escribir la convocatoria al Congreso An- fictiénico de Panama de 1826. Este inici6 sus deliberaciones el 22 de junio, con el objetivo de constituir una Confederacién de los Estados que fueran colonias de Espafia, con poderes reales que in- cluirian la unificacién econémica. Santander, a la saz6n Vice-presi- dente de Colombia, cursé por su cuenta una invitacién a Estados Unidos. Al enterarse de ello, Bolivar manifest6 su firme oposicién 30 Apotro Cotomares a que se llamara a dicho pais a formar parte de los arreglos america~ nos. Y no se equivocaba al propugnar esta actitud, como lo muestra el hecho de que Estados Unidos no s6lo no coneurrié a dicho Con- greso, sino que despleg6, al igual que el Imperio Britinico, todos Jos recursos su alcance para impedir que en Panam se echaran las bases de la Gran Confederacién. Por lo pronto, su diplomacia con- sigui6, moviéndose en la sombra, que tanto Chile como Argentina no enviaran congresales, juzgando a la idea como inconveniente. Argentina, gobernada a la saz6n por los unitarios, no oculté incluso su repudioa la iniciativa. Ausencia notoria del Cono Sur que alent6 cel proceso de balcanizacién que venia ya desarrollindose en las ex colonias de Espafia, Miranda habia sido asesinado en 1816 por su posicién americana y su jacobinismo, cuando acudia a una cita ga~ lante. En 1830 muere Sucre, tambi nasesinado, y Bolivar se extin- ‘gue en diciembre de ese afio en Santa Marta, pobre y desesperanzado. En 1823, un afio antes de la batalla de Ayacucho, que sell6 la independencia de la América hispanica continental, Estados Uni- dos emitié lo que se lamaria Doctrina Monroe, por el presidente de ese nombre. Su famoso principio “América para los americanos” pasaria a significar pronto “América Latina para los norteamerica- nos”, poniendo la piedra basal de lo que hacia fines del siglo se con- vertiria en el panamericanismo. En 1836, se origina en Francia la idea de América Latina, como recurso del imperialismo francés, pero recién en 1865 Torres Caice- do finda el latinoamericanismo, como corriente de pensamiento y una voluntad de emergencia en tanto bloque regional, lo que se ograria con el establecimiento de una Uni6n Latinoamericana. Dicha concepcién serfa desplazada por el panamericanismo en el escenario politico. Tal corriente se deriva del término “Pan America”, forjado en 1889 por James Blaine, Secretario de Esta- do de Estados Unidos, quien, para dar una forma més operativa ala Doctrina Monroe, proponia la conformacion de una Unién Aduanera de las Américas. Entre 1889 y 1890 se realiz6 bajo su égida la Conferencia Panamericana de Washington, que habria de crear la Oficina Internacional de las Repablicas Americanas. Tal derrota retardaria el fortalecimiento de la identidad de la ee [AMERICA COMO CIVILIZACION EMERGENTE 31 América que est al sur del rio Bravo, por cuanto se aceptaba el liderazgo de Estados Unidos en reemplazo de Inglaterra. Por més que en respuesta dialéctica a tal proyecto Alejandro Bunge pro- pusiera en 1909 crear una Unién Aduanera del Sur, el panamerica~ nismo gané bastante terreno en 1910, al formarse la Union Panamericana, y culminé su ascenso en 1948, al crearse la Organi- zacién de Estados Americanos (EA). El americanismo de cufto hispanico se activa hacia finales del siglo XIX con el advenimiento de Brasil a la comunidad re~ publicana, y también con la publicacién de Nuestra América (1891), de José Marti, donde este autor se pronuncia en forma tajante contra el plagio de formas politicas, jurfdicas y hasta intelectua~ les de Europa y Estados Unidos, en una actitud servil que entra~ fiaba a su juicio una degradacién humana y artistica. Otro precursor que no se puede soslayar fue el portorriquefio Euge- nio Maria de Hostos, quien se afan6, desde una clara actitud anti- imperialista, en definir la personalidad de América Latina ante Europa y Estados Unidos. En 1900 se publicaria el Ariel de José Enrique Rod6, que reivindica un destino continental. En 1912, Manuel Ugarte habla de “la Patria Grande del porvenir” y acon- seja, para salir del coloniaje, crear con el esfuerzo diario valores nuevos y una civilizaci6n diferenciada. Reafirmaré luego, en el Prologo de La reconstruccién de Iberoamérica, su testamento politi- co, que ha llegado la hora de realizar la segunda independencia, pues Nuestra América debe dejar ya de ser rica para los demas y pobre para sf misma. En su critica al panamericanismo, sefialaba que las dos Américas nada tenfan en comin, y no debfan inten- tar construir juntas un futuro. En 1922, José Ingenieros plantea- ba sin escarceos la disyuntiva: o someterse a la Union Panamericana (a la que entendia, con justo criterio, como Amé- rica para los norteamericanos) 0 echar las bases, para defender nuestra real independencia, de una Unién Latino-Americana (América para los latinoamericanos), con lo que se retoma la vieja con- signa de Torres Caicedo. A estas voces se sumarén José Vasconcelos y ‘Antonio Caso por México, asf como los peruanos Manuel Gonzalez Prada, José Carlos Marigtegui y José Maria Arguedas. En los tltimos inn 32 ‘Apatro Covomares tiempos, el latinoamericanismo esté en cierta forma presente en acuerdos subregionales como el Mercosur, la Comunidad Andi- na de Naciones, el Mercado Comin Centroamericano, el G-3, el CARICOM, la Asociacién de Estados del Caribe y, finalmen- te, la Comunidad Sudamericana de Naciones. Resulta altamente auspiciosa la iniciativa venezolana de con- vocar, en el marco de su revoluci6n bolivariana, a un Segundo Con- greso AnfictiGnico, que se realizé en Caracas en 1997, bajo el lema “Por la unidad y la soberanfa de nuestros pueblos”. El Tercer Con- sgreso se reunié en Panam en 1999, con el tema central de “Sobera- nia y globalizaci6n”. Hubo luego un Cuarto Congreso, que tavo lugar en Buenos Aires en noviembre de 2001, donde, bajo el lema de “Unidad y soberania”, se hablé de una Confederacién de Repi- blicas de América Latina y el Caribe. Laemergencia civilizatoria debers cristalizar un dia no lejano en la formacién de Estados-regiones supranacionales, con un poder gjecutivo central, un Parlamento y una uni6n monetaria, sin des- cuidar la integraci6n cultural y social, pues sin ellas dificilmente se consolidaré el proyecto ni se alcanzarsn las propias metas. Slo una fuerte conciencia permitiré que el proceso no sea manipulado por ‘Occidente, y en especial por Estados Unidos, el pais més interesado en impedir nuestra real independencia, montindose sobre politicas neoliberales que nos han sumido en la mendicidad y alienado mis profundamente nuestro patrimonio, tanto pablico como privado, como lo muestra el paradigmatico caso de Argentina, pais que em- pez6 el aiio 2003 con casi el 60% de su poblacién viviendo por de- bajo de la Iinea de pobreza, por haber acatado sumisamente durante aftos los mandatos de los organismos internacionales de crédito y las, recomendaciones de Estados Unidos, estipuladas por el Consenso de ‘Washington. El fortalecimiento de nuestra identidad no puede pasar por la concentracién y transnacionalizacién de los capitales, sino por el mejoramiento creciente de la calidad de vida de las grandes mayoria mediante la socializacion de la riqueza ‘Mientras se producian los mencionados intentos de real in- dependencia en Nuestra América, Estados Unidos no dejé jamais de desplegar estrategias para atraernos a su 6rbita, lo que implicaba ‘AaatRIca COMO CIILIZACION EMERGENTE uncir una civilizacién al carro de otra, haciéndola renunciar aun destino propioy sometiéndola a la Pax: Americana: Politica del garro- te, politica del buen vecino, Alianza para el Progreso en los afios de la insurgencia, y mas recientemente, la Iniciativa para las Américas ~propuesta de unira toda América, desde Alaska a Tierra del Fuego, ‘en un solo bloque, lanzada en 1991 por Busch padre~ y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (ALCAN), que ademas de Canada incluye a México, con la posibilidad de extenderse a otros paises de América. La firma de dicho tratado por parte de México puede ser vista como una traicion historica, y asilo entendieron los, indios mayas de Chiapas, precipitando el estallido de una rebelién programada para un tiempo posterior. En la Cumbre de las Améri- cas, conferencia realizada en Miami en 1994, Estados Unidos dio ‘otro paso ambicioso, al Ilamar a establecer un Area de Libre Co- mercio de las Américas (ALCA) para el afio 2005. Por esta via se reformulaba el viejo panamericanismo, convirtiéndolo en una doc- trina que alguien Ilam6 “neopanamericanismo”, y que implica una regionalizaci6n vertical dirigida por Estados Unidos y los resortes a los que apela para imponer su voluntad, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Esta propuesta fue derrotada en noviembre de 2005 en la Cumbre de Mar del Plata, aunque Estados Unidos se vale ahora de la firma de tratados bilaterales de libre co- mercio para consumar sus designios. Regresemos ahora a la utopfa, a fin de extendernos en ciertas consideraciones te6ricas necesarias. Aludir a ella es establecer una tensién dialéctica entre el ser y el deber ser. Esta puede resolverse con la derrota del deber ser, del proyecto alternativo, por los intere- ses creados y la inercia social. Pero otras veces el deber ser se impo- ne, produciendo cambios significativos en la realidad. Mas no todo proyecto utépico puede ser tenido por justo y deseable, A menudo €l totalitarismo se ha vestido con las ropas de la utopia. Esta puede también dar pie a un mesianismo delirante, que bafia en sangre a una sociedad sin aportarle nada, Unas veces pone su énfasis en la modificacin de las estructuras sociales, como medio para cambiar al hombre, y otras apunta a cambiar al hombre para que las estruc- turas vayan modificéndose desde abajo, sin mayores violencias.

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