Algo sobre
el habla
caudetana
Traico,con ese anejo regusto de bien entendida nos-
talgia, e50 que desde hace algun tiempo me ronda por
tuna regién del alma donde se instalan esos buenos re-
cuerdos que, al evocarlos, es como sacar del magico in-
terior del viejo arcén familiar, ese algo con perfume a
fruta madura, querido siempre y misterioso todavia. El
entorno, el gesto, la forma de hablar y aun de ser, cons-
tituyen la esencia de la gente de esos recuerdos de los
que he ido entresacando, con la ayuda de mis padres,
que son piedra entusiasta y fuente de palabra vieja y
sabia, todos estos vocablos revopilados con pacienci
eilusién. También quiero mencionar a mis amigos Mi-
guel Bafén Villaescusa («Junco»), Antonio Almela
Sanz («Armela») y Juan Diaz Albertos («Sisones»),
que, por su accién catalizadora, han sido un importante
impulso en esta bisqueda de palabras
Como casi siempre ocurre, pueden faltar algunas
y sobrar otras. Lo sé, y enemigo de exponer una fria
retahila de palabras y sus correspondientes significados,
haré lo posible por dar cuerpo a algunas frases al hilo,
a medida que el parrafo se genete, eludiendo exponer
significado alguno, ya que eso seria como traducir a un
chino el chino en China.
Podemos imaginar a dos comadres en cualquier es
quina del pueblo charrando como recachaeras ¥ sacan.
do andréminas de aqui \ de alld, mientras bajo el ea-
maranchén se hace un arroz caldoso con caracoles chu-
palanderos. El marido de una de ellas, que haciendo
rocha cerca de la cingla donde se dice que hay muchos
sacres, pasa la jornada. llegara cansado y deseoso de
echar un buen trago del fresco barral antes de escullar
la comida,
Oimos a las mujeres pegando la hebra mientras una
bbandada de tejainos cruza la calle. Al fondo, una pla-
za con su vieja fuente, de la que sale un bordono de
agua limpia y fresca. A su arredor pululan un zunzu-
rri6n y varios leros, que con su vuelo atemorizan a un
Tupo de cabezorrones, que huyen con nervioso movi-
miento en el seno del pilén,
—Chica, no hace una mas que tomar rejalgares con es-
tos fiacos. Se pasan el dia jongueando, siempre espen-
{olaos, hechos un destral, con la ropa esbaratd. Dirin
Que soy una farota por llevarlos como unos zaques
—iQué dirs que me ha pasado hace un rato? Pues que
he terminado de hacer el fregue, he limpiado la andro-
ha y como me duelen mucho las gobanillas, me he sen-
tado frente a la hornacha y me he quedado clinsé,
Xo creia que estos morrales estaban en la calle
on el chapo o la estornija.
—Si es que no paran estos nficharos.
—Como te digo, estaban en la cambra jugando aboni:
0 y no sé cémo han tirado el cociol que estaba colga-
. Mira, ha dado un barquinazo que ha hecho un bo-
terno en el tabique y del elajido me he despertado. Aun
me dura el tartago en el cuerpo y la polsaguina en la
casa,
—2Y qué les ha pasado a esos venaos?
—Nada con mucha suerte, porque el tamborin:
zo ha sido de drdago.
—i0do!
—Si, mujer, sélo tienen el susto, la jamanza que
les he dado y polvo hasta en el garganchén pero nada
mds. Hasta el gorrin se ha enterado del alboroto.
—Siempre les gusta jugar con lo peor de la cam-
bra, las hoces y zoquetas, la estrala, almaris, esporti
nes y soqueos, alziin vijén y todas esas cosas que alli
se guardan, Menos mal que lo peor, con frecuencia, es
salir con un torondo o ensiscao y eso siempre tiene arte-
alo.
=a tu pegiieta, cémo esta?
—Pues mira, menos mal que ya le viene el ham-
bre, y esta mafiana, después de dos dias y con mucha
melsa, se ha comido una bisanquiea con un caramulli-
co de patatay fritas. Eso es lo que lleva su cuerpo por
culpa de una pruna verde que se comié.
—Se ha quedado en casa sola rénega porque pre-
fiere la murria antes que ver al minso de su primo, que
es mas bruto que Parpalla,
—Y ya ves, no aportellan en todo el dia mas que
para comer y dormir. Son unos magantos. Denantes,
a su edad, ya se ganaban lo que se llevaban al quijal,
al rechichivero en verano con los ardachos y en invier-
no traspillaos
—Bueno, mujer, me voy porque me he dejado la
casa al ventestate y no he echado el pastillo a la gorri-
nera, ahora que me acuerdo. Adids
—Adids, chiva.
Con su maticar van a fo suyo cada una por su si-
tio las comadres. Canta el chichipan, En otra call, junto
a una puerta que deja ver en su interior un horco de
ajos y el garrén de un pernil, un anciano algo parran-
cano y de rostro grave, confecciona unas alborgas re-
mulgando no sé qué. Junto a él, un mocoso con cara
de sota describe un rolde con una mano, mientras en
la otra sostiene un rosigén de pan. Otro tira piedras a
rebolica y, corriendo, dice: jLlueve! La cagarnera en la
Jaula de la ventana parece volverse loca golpeando con
sus alas los alambres.
La contundencia de los medios de comunicacién,
cualesquiera que sean, va borrando progresiva y des-
graciadamente, entre otras, estas peculiaridades caude-
tanas, que no s6lo son lingiiisticas, echdndolas en el sal-
do de las pequeas cosas. Por #s0 me quejo nuevamente
del progreso, que, en este sentido, nos hace pasar tanta
trocando lo mejor de nuestra imaginacién por la
liana esperanza de que nos toque un buen pescu-
fio para comprar una buena casa, un buen coche y un
buen etcétera. Sin embargo, se nos escapan, sin sacar-
les bien el suco, esas pequeftas cosas cada una de las
cuales puede valer todo el oro del mundo.
DAMIAN DIAZ MUSOZ
Reus (Tarragona)
Mayo, 1989CAUDETE tretis pe
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