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Tomar la palabra
Un acontecimiento: la toma de a palabra
En mayo diltimo, se tomé la palabra como se tomé la Bastilla en 1789.
La plaza fuerte ocupada es un conocimiento conservado por los
dispensadores de la cultura y destinado a mantener la integracién o el
encierro de los trabajadores, estudiantes y obreros, en un sistema que
les fija e] funcionamiento. De la toma de la Bastilla a la toma de la
‘Sorbona, entre estos dos simbolos, una diferencia esencial caracteriza
el acontecimiento del 13 de mayo de 1968: hoy es la palabra prisionera
la que se ha liberado.
As{ se afirma, feroz, irreprimible, un nuevo derecho, que se ha
‘vuelto idéntico al derecho de ser hombre, y ya no un cliente dedicado
al consumo o un instrumento util a Ja organizacién anénima de una
sociedad, Dominaba, por ejemplo, lasreacciones delasasambleas siem-
pre dispuestasa defenderlo desde que parecta amenazadio en el curso
del debate: “Aqui todo el mundo tiene derecho de hablar”. Pero este
derecho se reconocfa solamente quien hablaba en su propio nombre,
pues la asamblea se rehusaba a escuchar a quien se identificaba con
una funcién o a quien intervenfa a nombre de un grupo escondido
tras las palabrasde uno de sus miembros: hablar no es ser el speakerde
un grupo de presién, de una verdad “neutra” y objetiva, o de una
conviccién recibida de otra parte,
Una especie de fiesta (cual liberacién no es una fiesta?) trans-
formé desde dentro estos dias de crisis y de violencias: una fiesta en-
lazada, pero no identificable, con los juegos peligrosos de las barrica-
das 0 con el psicodrama de una catarsis colectiva. Algo nos sucedi6.
Algo se agité dentro de nosotros. Quign sabe de dénde salieron, peroLa toma de la palabra / 41
precisarse esta regién por medio de lo que rechaza: un conocimiento
“conservado”, cuyo aprendizaje harfa de sus adquirientes los instru-
mentos de un sistema; instituciones que reclutan a cada uno de sus
“empleados” para causas que no son las suyas; una autoridad preocu-
pada por imponer su lenguaje y censurar al disconforme, etcétera.
Pero, més que a estas generalidades (indices de problemas des-
de ahora abiertos), més que a la evocaci6n de una revolucién cultural
(que precisamente es problemitica), es otra cosa més simple y més
radical a la que debemos referirnos en primer lugar. Pese a que se ha
localizado demasiado y a menudo mal percibido fuera de los lugares
donde se producia, un hecho resulta mas importante que las reivindi-
caciones o la impugnacién misma que lo expresan en términos ante-
riores al acontecimiento: un hecho positivo, un estilo de la experiencia.
Una experiencia creadora, es decir, pottica. “El poeta arrancé la pala-
bra”, anuncaba un cartel en la Sorbona. Es un hecho del cual somos
testigos por haberlo visto y haber participado en él: la multitud se
volvié poética, Escondida tal vez hasta entonces (pero esto no quiere
decir que no existiera), una palabra estall6 en las relaciones que la
permitieron o que se dio, con la alegria (o gseriamente?) de las clasifi-
caciones despedazadas y de camarader‘as imprevisibles. Al fin nos
pusimos a discutir de cuestiones esonciales, de la sociedad, de la feli-
cidad, del conocimiento, del arte, de la politica. Una palabra perma-
nente se extendfa como el fuego, inmensa terapia alimentada de lo
que liberaba, contagiosa a pesar de toda receta y todo diagnéstico;
abriaa cada uno estos debates que superaban a la vez la barrera de las,
especialidades y la de los medios sociales, y que transformaban a los
espectadores en actores, el frentea frente en didlogo, la informacién o
el aprendizaje de “conacimientos” en discusiones apasionadas sobre
las opciones que comprometen la existencia. Esta fue la experiencia.
No se puede cancelarla.
Pero, qué dice para nosotros?
Una opcion
Asf se opera un cambio, no dirfa que en nuestra concepci6n de la cul-
tura, sino en la experiencia que tuvimos de él. Este hecho nos interro-
ga. {Puede olvidarse? Y si no, zen qué revisin, en qué conversacién
estamos comprometidos? De todas maneras, resulta provocador y re-
velador. Implica y exige una opcién.
Aun si este momento no fue un momento de verdad, aun si se
trat6 de dar rienda a s{ mismo y la explosion de una larga frustraci6n,42 / Michel de Certeau
aun si es un tiempo de locura (pero la locura anuncia a veces nuevas
razones), aun sia la ebriedad de la palabra siguen la resaca y los des-
engafios del mafiana que comienza antier ~todas las cosas felizmente
discutibles-, una pregunta se nos ha formulado: no debe perderse. Se
arriesga a perderse, sea que uno la ahogue, después de demasiados
‘excesos o demasiados miedos, on el juego de fuerzas que ha moviliza-
do y tensado su irrupcién, sea que las reformas de las que habra sido
el origen la hagan olvidar y la traben en los objetivos mas “serios” de
Teajustes sindicales, universitarios 0 poltticos.
La ejecucin y el andlisis de estas reformas, la historia de los,
movimientos que las permitieron u organizaron serén hechos en otra
parte. Son necesarios. Pero la cuestién que fue la provocadora, bajo la
forma de una impugnacion de la sociedad, no tenemos derecho de
ponerla entre paréntesis, satisfechos del beneficio que habré obtenido
de ella esta misma sociedad. No podemos admitir que se limitea cier-
tas mejoras en las estructuras docentes o en los salarios de los trabaja-
dores (resultados ciertamente apreciables), mientras que al sumergir-
sedenuevo una experiencia més fundamental solo dejaria el rastro de
tuna inmensa decepcién. No, no podemos dejarnos distraer asi de lo
esencial. Para nosotros, es una tarea reconocer su alcance verdadero,
explicar su sentido, descubrir sus efectos practicos y tebricos.
Esta labor resulta tanto mas imperativa pues se inscribe en cl
hecho mismo, en la medida en que ahf se revela una incapacidad para
proporcionar una accién coherente con la experiencia Ilevada a cabo.
Almenos esmi interpretaciOn. Lo que se vivi6 positivaente s6lo pudo
enunciarse negativamente. La experiencia cra la toma dela palabra. Lo
que se dijo resultaba una impugnaci6n que, al repudiar el sistema en-
tero, s6lo podia traicionarse por parte de toda organizacion existente,
todo procedimiento politico o toda institucién renovada. Un movi-
miento, masivo, nacido desde abajo, escap6 a las estructuras y a los
marcos preexistentes; pero por eso mismo le faltaba todo programa y
todo lenguaje. Dentro de esta sociedad que demunciaba, sélo podia
expresarse marginalmente, pese a que ya constitufa una experiencia
desociedad. Su propio “rechazo” también traicionaba la realidad, pues-
to que marcaba una frontera sin decir lo que era cl territorio interior:
esta experiencia misma. Por razones técticas, la impugnacién disimu-
laba también la disparidad de experiencias para reunirlas en la uni-
dad de una misma contraofensiva. En realidad, la toma de la palabra,
invencion comin, no podia crear diferencias y habia que reconocer
éstas para analizar la naturaleza de aquilla.Latoma de a palabra / 43
‘Toda negacién se contenta, por lo demés, con invertir los térmi-
nos de la afirmacién que contradice; es la victima, en el momento pre-
ciso en que la denuncia como autoritaria. Entre muchos otros, este
signo revela todavia una ensefianza y unas instituciones incapaces de
proporcionar a otras generaciones los instrumentos que les permitan
dar cuenta de otra experiencia que no sea la de sus “dirigentes” olade
sus maestros. En efecto, los enfrentamientos violentos con el poder
aumentaron desmesuradamente esta mutua incapacidad; y desde en-
tonces la colaboracién entre estudiantes y maestros o entre obreros y
“responsables” tiendea superar esta alternativa entre la impugnacién
0 la defensa de los mismos términos. Pero el problema capital de hoy
esté planteado por la disparidad entre una experiencia fundamental y
el déficit de sulenguaje, entre la "positividad” de un hecho vivido y la
“negatividad” de una expresién que, bajo la forma de un rechazo,
parece el sintoma mas que la elaboracion de la realidad que sefiala.
Este problema tiene inmediatamente una consecuencia politica.
Un rechazo de la “sociedad de consumo” cuestiona el régimen politi-
co que la sostiene o que podria modificar sus propésitos. Desde el
primer momento, unos estudiantes lo vieron y lo dijeron. Pero enten-
dieron que esta lucidez teGrica dejaba intocada la cuestin de los me-
dios deacci6n, y que no analizaba adecuadamente las fucrzas cn jue-
g0y su disponibilidad con vistasa una modificacién delas estructuras,
queel “poder estudiantil” (nocién, por lo demés, tardfa y surgida tras,
haberse manifestado el poder obrero) tomaba su eficacia de una opo-
sicién latente en el poder, pero no conseguiria construir otro. Al recha-
zar a los organismos que enmarcaban las fuerzas reales del pais, el
“movimiento” s6lo podia utilizarse y “recuperarse” por parte de cual-
quiera de ellos. Un fracaso estaba inscrito por adelantado en la im-
Pugnacién global y permanente. A este fracaso se debe que, en una
Perspectiva politica, los estudiantes no tengan derecho a conceder, al
menos en nombre de las nuevas relaciones todavia por instaurarse
entre trabajadores obreros y trabajadores universitarios, 0 entre la so-
cicdad y los docentes. A falta de lo cual, deberia optarse por una uto-
pfa evanescente o por un “realismo” conservador; el movimiento se
romperfa en mil pedazos para ser la ocasién de algunas reformas, el
tema de una literatura, la fuente de un cinismo y, en los bordes del
pais, este anarquismo de desperados’ del cual hace poco Victor Serge
Iicidamente describié el proceso de descomposicién.! Estos escapes a
* Sic en el original (N. del E)
1 Victor Serge, Memoires d'un révolutionnaire, Pats, Ed. du Seull, 1951, pp. 25-52.44 / Michel de Certeau
consecuencia de la incapacidad de dar su fuerza préctica y tedrica en
favor de una gran experiencia harian creer que la protesta inicial ya
era una coartada.
Este terreno politico no es el mio (sino como ciudadano). Deseo
simplemente subrayar la gravedad de la cuestién y su urgencia. No
basta tomar una posicién deun retiroque, bajo la forma deuna ermita
‘mental, serfa adn una renuncia. No es posible, sin arruinar eso mismo
que se quiere defender, atenerse a esta seguridad del interior que hace
decir, en nombre de una experiencia inconquistable: “El poder ya no
puede entrar en nosotros, Ya no le tenemos respeto. Ya no damos pa-
bulo a la autoridad”. Si no se organiza, si no se inscribe, al menos
‘como si fuera una estrategia, en la red de las fuerzas nacionales para
cambiar efectivamente un sistema, esta reivindicacién de la conciencia
no serd ni roformista, ni revolucionaria, sino que se agotaré on salidas
hacia el extranjero o en exilios interiores, al negar su demanda de una
participacién para refugiarse en una emigracién vagabunda o en una
resistencia ideolégica e impotente.
Lamisma cuestién reapareceria en el terreno al cual directamente
aspira cl movimiento cuando reclam6 una revoluci6n cultural. La toma
de la palabra tiene primero su impacto all{ donde se trata de cultura.
Hay que analizarla alli también, pues cuestiona la posibilidad y las
condicionesde una renovacién, al mismo tiempo que la relaci6n entre
tuna experiencia decisiva y nuestras concepciones de la cultura.
Teorfa y novacién
La acci6n contestataria choca de frente con la organizacién de la cul-
tura. Pero zacaso las teorias que precedierona los acontecimientos van
a reabsorber su significaciGn al “explicarlos”? Allf donde se formula
la conciencia que una sociedad tiene de si misma, ztendri la experien-
cia deayer una consecuencia, ejerceré una accién, desplazaré nuestro
lenguaje corriente? O gse veré reducida por las ideas precedentes y
recuperada por un pasado ya pensado, como un boquete en un siste-
ma capaz de obliterarlo de inmediato o de cubrirlo con palabras del
todo preparadas? Resultaré “alienada” por las “ciencias humanas”
Io bastante elaboradas como para integrar al disconforme en el con-
forme, y bastante fuertes como para imponer a un “malestar” de la
Givilizacion la interpretaci6n que ha secretado esta misma civilizacin?
En este nivel, que atafiea la relaci6n entre la cultura y una expe-
riencia nueva, existe también una relacién de fuerzas. De manera ge-
neral, bien podemos constatar el hecho cada vez que una innovacionLa toma de ta palabra / 45
busca darse en un sistema constituido. La actualidad, y antes la histo-
ria nos describen las vias indirectas por las cuales un cambio o una
resistencia inédita se muestra y se oculta en el lenguaje corriente, cul-
tural o cientffico. La novedad permanece opaca: “inaccesible” en ra-
z6n de lo que representa en la conciencia, también es “indecible” (para
retomar un término empleado en el pasado a propésito de una crisis,
anéloga), pues tiene la forma de un derrumbe subterréneo o de una
‘emergencia inesperada. Al ya no poder determinar una nueva menta-
lidad, para expresarse s6lo dispone de una regresién a una situaciGn
més antigua que la protege del orden imperante, o de una marginali-
zacién que arroja la accidn contestataria a los margenes de la sociedad,
bajo la forma de un espacio propio (lo “esencial” de la experiencia se
convierte en el exterior de una cultura) y bajo el disfraz de ideas o
nociones todavia tomadas del sistema impugnado.
Innovar es, por principio, traicionarse. As{ lo vimos este pasado
mes de mayo: por un lado, en las referencias pre o antitecnocraticas en
que sedaba la impugnaciénal volvera un pasado trotskista, fouricrista,
existencialista o “salvaje” (de esta manera parecia “retrograda” con
relaciGn al “progreso”); por otro, en el retroceso que, a pesar de sf mis-
ma, acarre6 la experiencia fundamental en un ghetto (la Sorbona, por
ejemplo) donde se encerré y donde disponia, por decirlo asi, de nocio-
nes arrancadas a Ja cultura oa las ciencias sociales que rechazaba (por
esto parecia “marginal” con relacién a la opinion publica).
Ya no es facil para el sociélogo o el psicélogo emplear ahora el
conocido procedimiento del “Yo les habfa dicho”, recuperar las “here-
jfas” en el aparato de su técnica y explicar con su saber lo que, por
poco tiempo, se le ha escapado. Se asiste, en efecto, a una vasta opera-
cién para reintegrar lo “aberrante” (el acontecimiento) en sistemas
previamente elaborados: la operaci6n se beneficia dela desventaja con
Ja que sufren las consecuencias de las “impugnaciones” todavia des-
provistas de herramientas intelectuales propias. El psicélogo, 0 el so-
cidlogo, puede facilmente “comprender” lo que sucedié e interpretar-
Joen su lenguaje, puesto que encuentra precisamente en sus oponentes
Jos conceptos que él mismo puso en circulacién o las posiciones que
piensa haber superado. La verdad es que los interesados son numero-
sos y al no poder reconocerse en estas explicaciones, se rehiisan a ex-
plicarse la manera como fueron explicados.
Esta interpretacin “recuperadora” representa, desde un punto
de vista cultural o cientifico, una reacci6n andloga en la recuperacién
efectuada por parte de los sindicatos 0 de los partidos politicos. ¢Cémo46 / Michel de Certeau
podian pasar las cosas de otra forma? Sin embargo, en términos pare-
cidos, se plantea el mismo problema, aqui y allé: gcémo se va a manifes-
tar, cOmo puede reconocerse la novedad de uma experiencia que es la opor-
tunidad y tal vez el signo precursor ~pero todavia no la realidad de
una revoluci6n cultural? Es probable que ahora estemos mejor arma-
dos, intelectual (y socialmente), para pensar sistemas dentro de la
racionalizacién propia de nuestro tipo de dvilizacién que para anali-
zar el proceso de mutaciones (quiero decir: las que no se inscriben en
un “desarrollo” homogéneo). Es un sintoma -un sintoma alarmante-
que requiere un diagndstico. Pero, si nosotros la tomamos en serio, la
actualidad nos obliga a revisar esta inclinacién por la tautologfa y esta
6gica basada sobre el rechazo técito de lo que no es lo Mismo.
En la medida en que nos sorprendi6, el acontecimiento debe en-
sefiamos a desconfiar de habitos mentales 0 de reflejos sociales que nos
Mevarian a despojarlo de todo sentido y a olvidarlo, Desde un puntode
vista epistemol6gico, establece una nueva tarea para cada disciplina que
se vuclve, por su causa, indisociabledeuna relacion pedagégica,es decir,
de una relacién con el otro. Es el mismo problema que el de la
reintroduccién de esta relaciéit en la ciencia o la del acontecimiento en
una reflexién demasiado encerrada por el desarrollo de un sistema.
En lo que respecta a esta cosa, 0 demasiado rigida o demasiado
vaga que llamamos la “cultura’ la tarea puede considerarse a partir
de dos datos actuales: por un lado, el carécter de las manifestaciones
que ya se produjeron; por otro, los instrumentos conceptuales provistos
por jas obras recientes. Esta doble referencia nos debe permitir un ané-
lisis que sea el ejercicio o, si se prefiere, la experimentacion del proble-
‘ma mismo que va a considerar: nuestra accién le seré proporcionada
si incluye, a la vez, revisar interpretaciones en funcién del aconteci-
miento e inscribir el acontecimiento en nuestras herramientas te6ri-
cas. Sin esta confrontacién, el pensamiento (cientifico, pero también
cotidiano) solamente se desplegaria segiin sus postulados o sus “evi-
dencias”, ocupacio en justificar y en multiplicar su propio condiciona-
miento, y en eliminar toda impugnacién integrandola; inversamente,
a originalidad seria desterrada hacia la aberracién para reducirse a
no ser mAs que un grito, una resistencia desprovista de vocabulario,
un silencio irreductible. Més atin, no podemos consentirlo sin bajeza
mental, pero también, creo, sin renunciar a eso que la fe tiene de mas
fundamental, a su reto mas esencial que apuesta por una verdad per-
sonal descubierta en la comunicacién y que articula la experiencia més
absoluta sobre el lenguaje de una sociedad.