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¿Para que meditar?

Ciertamente, cuando el hombre está en esencia no


necesita realizar ninguna práctica espiritual. Es,
precisamente, cuando el ser humano está imbuido en
los procesos de identificación e imaginación que se ha
olvidado de sí mismo. Es entonces cuando necesita
aquietarse para poder volver a escucharse a sí mismo.

Es posible estar con uno mismo en silencio para


retomar el origen, para escuchar el punto exacto
donde nace la fuente del pensamiento, la siguiente
respiración, el próximo latido... y de éste modo, libre
de condicionamientos, sentir la vida que se es.

Sentarse en la postura para reconectarse es


comparable con el símil de un coche que corra a 100
Kms/hora y el conductor decide parar. Esa decisión
es el comienzo. Después buscará un lugar y
momentos adecuados (condiciones). Aminorará la
velocidad del auto y parará (la mente se aquieta).
Entonces decidirá bajarse del coche
(desidentificación) y sólo entonces podrá contemplar
el paisaje (sin imaginaciones). El cielo estará azul, o
tendrá nubes, en el campo habrá flores o trigo
sembrado...

Dará igual porque él se limitará, simplemente, a


observar. Cuando haya finalizado el tiempo de
“parada” volverá a su vehículo y comenzará a rodar
nuevamente, pero con una diferencia: ahora todo será diferente. Ahora él sabe que NO imagina el
paisaje porque ha visto como es y sabe también que NO es el vehículo en el que viaja. Podrá, si lo
desea, volver a la velocidad de antes, aminorarla o aumentarla. Ya ha comprendido quién es y qué
es. La comprensión es el principio activo de la libertad. Sin comprensión no puede haber libertad
ni liberación.

El hombre cree que la Libertad está en algún lugar o


circunstancia externa a él. Se equivoca, está en el interior.
Busca en tu interior sin cesar hasta que sepas que no eres
lo que durante toda tu existencia has creído ser. Eres
espíritu puro que al habitar en un cuerpo estás teniendo
una experiencia humana. Compréndelo desde la
experiencia.

Asciende por la escalera de la meditación por encima de


las nubes de tu mente y descubre el sol que hay en tu
interior.

1
El placer de la meditación

Existe una opinión generalizada de que la meditación es


placentera y maravillosa. Esto es cierto, pero sólo cuando se
ha conseguido el control de uno mismo. Hasta entonces
habrá, sin lugar a dudas, momentos plácidos y maravillosos.

Pero también va a haber momentos no tan plácidos ni


maravillosos en los que las resistencias a continuar con el
autoconocimiento nos van a intentar jugar malas pasadas.

De ahí que sea necesario el coraje para continuar y el valor


para aceptar todo lo que respiración a respiración, instante a
instante, latido a latido vaya emergiendo a nuestra
consciencia.

Sobre la Iluminación

El término “iluminación” intenta definir un estado que es


anterior a la consciencia donde nacen los conceptos. Es
un concepto que pretende expresar algo que es previo a
la dualidad. La iluminación es una idea más, y como tal
hay que tratarlo. Hay que ir más allá de las ideas y
conceptos nacidos de la mente.

Ir más allá de la idea de iluminarse o de alcanzar la


iluminación. Pues tal expectativa puede convertirse en un
lastre a la hora de realizar prácticas de interiorización. Un
lastre demasiado caro que termina convirtiéndose en
impedimento para profundizar en el interior y conectar
con la Luz que cada uno ya es. No puedes convertirte en
lo que ya eres. Sí puedes saberte ser esa Luz.

La auténtica naturaleza del ser humano es espiritual

Quizás esto sea lo único que habría que saber. Y más que saberlo
se trataría, simplemente, de recordarlo. La condición más
esencial de la humanidad es espiritual. Espíritu puro que habita
en un cuerpo y que percibe el mundo a través de los sentidos
físicos y de la mente.

El ser humano lleva tanto tiempo habitando en el cuerpo que ha


olvidado su auténtica naturaleza debido básicamente a dos
procesos: identificación e imaginación. Se identifica con su
cuerpo e imagina ser el papel que representa en la vida
cotidiana, asumiendo como propia la personalidad que un día
nació como mecanismo de defensa de su esencia más íntima
ante los ataques del exterior.

2
La naturaleza de la mente.

La naturaleza de la mente es el movimiento, la acción, el saltar


de forma constante de un objeto a otro sin cesar. Es decir: la
distracción y la dispersión. Y nada se puede hacer para evitarlo
excepto aceptarla tal y como es.

Una vez aceptada y reconocida, procederemos a observar


minuciosamente todos sus desplazamientos hasta llegar a
descubrir la fuente donde nace.

¿Qué es la meditación?

La meditación está más allá de la dualidad y los límites en los


que de forma habitual nos movemos. Adolece de etiquetas,
no entiende de nombres ni de conceptos. Es un estado que
está más allá de la mente, las sensaciones, el pensamiento,
las emociones, los conceptos y el mismo cuerpo. La
meditación siempre ha estado ahí, pero el velo de nuestras
imaginaciones e identificaciones nos ha impedido percibirla.
La meditación no se puede provocar. Simplemente sucede si
se ponen las condiciones adecuadas. Y esto es, quizás, lo
único que sí está a nuestro alcance.

La meditación es un estado de ser que se corresponde con


nuestra auténtica naturaleza. La meditación es tu auténtico
ser real. Meditación eres tú.

La meditación no es un juego

La meditación no es ningún juego al que se acude porque


pueda estar de moda o bien visto. Tampoco es una actividad
a realizar por diversión.

Parar... detenerse a permitir que la meditación suceda es


iniciar un camino de vuelta al origen. Meditar es un intento
de trascender, de ir más allá... allí donde mora la primera y
última libertad.

La meditación es el momento más sagrado del día. Un


momento en el que todo va a cesar para intentar traspasar
el misterio de nosotros mismos e intentar acariciar la
presencia de lo oculto.

3
Detener la mente

De alguna manera intuimos que, si la mente se


detuviera, todo sería maravilloso. Es entonces cuando
iniciamos una guerra sin cuartel a base de técnicas de
concentración. No es este nuestro objetivo. Nuestro
interés se centra en la consciencia que es anterior a los
procesos mentales.

Intentar detener la mente es un esfuerzo tan penoso


como inútil. Pero... permitir que la mente se aquiete es
una posibilidad a tu alcance.

¿Cómo permitir que la mente se aquiete?

El secreto, si es que lo hay, consiste en aquietar el cuerpo. Si


se para el cuerpo se para la mente. Pero, sucede que ésta
anhela cualquier cosa menos detener su incesante actividad.

Sin embargo, ¿qué ocurriría si se continúa manteniendo el


cuerpo en quietud sujeto gracias a una suave perseverancia?

Sólo cuando las agitadas aguas del estanque se aquietan es


posible ver el reflejo completo de la Luna sobre la superficie.

El estado de meditación ha hecho su aparición.

Condiciones adecuadas que faciliten la


meditación

Cuando esperamos a un invitado ¿no arreglamos,


ordenamos y limpiamos nuestra casa?. Pues eso mismo
es lo que vamos a hacer cuando hablamos de poner las
condiciones adecuadas que faciliten la meditación.

Si se ponen las condiciones adecuadas y se persevera


con paciencia, el estado de meditación sucede por sí
mismo.

Es como plantar un rosal. No podemos hacer que


florezca la rosa a nuestra voluntad el día y hora que
nosotros queramos. Pero... si ponemos las
condiciones... si una vez plantado lo abonamos, regamos, cuidamos... sin lugar a dudas que en el
momento adecuado la rosa florecerá y podremos disfrutar de su aroma.

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Practicar en silencio

Silencio tanto de palabra como de comunicación


visual o verbal, siendo esta actitud silenciosa una
invitación a la introspección e interiorización.

Observar sin reaccionar

He ahí la clave. Durante el tiempo que dure cada


práctica de meditación sentada permitiremos que
salga a la superficie del lago de nuestra consciencia
todo lo que durante toda nuestra existencia se ha
almacenado y archivado en nuestro subconsciente.
Todo lo que ha sido reprimido, todo lo que nos hace,
o ha hecho, experimentar sufrimiento, deseo, miedo,
placer, temor... etc. Sólo que, en esta ocasión, y
durante el tiempo que dure la práctica, no le vamos a
permitir que nos arrastre tal y como en otras
ocasiones ha ocurrido siempre que ha aparecido tal
causa.

Ahora tan sólo lo vamos a observar sin permitirle la expresión. Lo vamos a observar sin
reaccionar. No nos vamos a enredar en analizar el porqué está ahí o porqué no, ni tampoco
permitiremos que sentimientos de autocomplacencia o autocompasión afloren y nos arrastren.
Esta vez no. En esta ocasión sólo vamos a tomar consciencia de eso que está ahí y permitirle que
con la atención concentrada en la observación pierda más y más fuerza cada vez que vuelva a
emerger a la superficie hasta que, finalmente, termine diluyéndose para siempre de nuestra
consciencia.

Permitiremos, pues, que emerja a la superficie del lago de la


consciencia todo lo bueno y todo lo malo que hay en
nosotros pero, insistimos, no vamos a hacer otra cosa más
que observarlo sin reaccionar.

Este punto es de una importancia vital pues si el objeto que


emerge a la consciencia nos obliga a reaccionar y nosotros
abandonamos la postura de meditación y con ello la atención
y concentración, ya nos habrá dominado una vez más.

Pero, si por el contrario, somos capaces de observar sin


reaccionar, ese objeto se va a diluir ante nuestra
observación pura y desapasionada, erradicando de nuestra
mente para siempre el objeto que antes nos dominara.

Así se purifica la mente. Así se obtiene la voluntad. Así se amplifica la consciencia de sí. Así se
obtiene la liberación de la persona.

Nunca es la persona quien se libera sino que eres tú quien se libera de la persona al comprender
de forma directa el proceso que, momento a momento y situación a situación, ha dado lugar a la
formación de la personalidad.

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Paciencia, perseverancia, coraje y valor

Como todo lo que merece la pena no es una cosa que


se vaya a conseguir de un día para otro. La
meditación busca amplificar la consciencia de sí, y
para lograrlo habrá de atravesar todas las capas
estructurales que conforman nuestra personalidad.

Sobra decir que va a hacer falta una buena dosis de


paciencia, perseverancia, coraje y valor para librar
las batallas internas que van a surgir. No va a ser
fácil, pero sí posible.

La técnica

Utilizaremos una sola técnica: la postura de meditación. A


través de ella y su perseverante mantenimiento, vamos a
focalizar la atención para desarrollar la concentración y dar
oportunidad al estado de meditación. Este es el objeto que
hemos elegido para centrar la mente pero, desde luego, podría
valer cualquier otro: una música, una estrella, una nube... etc.

Todo vale si se utiliza de la forma adecuada para que aparezca


en todo su esplendor la presencia del sujeto que ejerce tal
esfuerzo por mantener y sostener la atención sobre el objeto.

En esta concentración de la mente del sujeto sobre el objeto es


donde va a aparecer una fisura por la que la consciencia de ser
-el estado de meditación- se va a introducir. Concentrando la
atención en la postura en realidad lo que hacemos es
“distraerla”.

La distraemos del mismo modo que los astrónomos a la hora de focalizar la atención sobre una
estrella no lo harán mirando a la estrella directamente sino a un lado, pues sólo de este modo va a
ser posible percibir las cualidades de la estrella en todo su esplendor.

Cuando no “miramos” de un modo directo podemos “ver” con toda amplitud y así percibir de un
modo natural nuestra realidad esencial.

La postura

La técnica que utilizaremos es la simplicidad misma


pues se trata de instalarse en la Postura para la
Meditación del Hatha Yoga: Ardha Padmasana o Medio
Loto.

También es válida cualquier otra postura en la que la


verticalidad de la columna vertebral, la estabilidad del
cuerpo y la firmeza estén plenamente garantizados.

Esta postura no pertenece a ninguna tradición en


particular siendo, en sí misma, patrimonio entero de la
humanidad.

Se trata de una postura que permita mantener el

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cuerpo en una posición vertical, firme, estable y relativamente cómoda para, desde ese punto de
partida poder desarrollar la atención y concentración necesarias que nos permitirán ir hacia
adentro, allí donde habita la esencia de uno mismo; objetivo de nuestra práctica.

Diferentes pasos a seguir

Los pasos a seguir en el viaje al interior por este


sendero van a ser siempre los mismos:

Postura. La postura se sostiene sobre 3 áreas: zona


lumbar, la columna estirada y el mentón recogido.

Relajación. Consiste en mantener al cuerpo con la


tensión justa, relajando todos los músculos y
tendones que no sean necesarios para el
mantenimiento de la postura.

Respiración. Atención a la respiración al tiempo que


se continúa percibiendo el cuerpo como una sola
unidad.

Consciencia de sí. Eje de la postura y objetivo de la técnica. Cualquier técnica siempre es como
una flecha cuya diana eres tú.

Inmovilidad: La inmovilidad es esencial. Cuando el principio dinámico queda inmóvil es posible


percibir el principio estático desde el que es posible tomar consciencia.

Detalles. Los párpados están cerrados o ligeramente entornados mirando a un punto fijo que
puede ser la punta de la nariz o el suelo a 1 metro de distancia.

Los dedos de las manos pueden formar un mudra uniendo los dedos índice y pulgar. O,
simplemente, apoyar las palmas sobre las rodillas. La punta de la lengua roza el paladar.

Comodidad en la postura

¿Es la postura cómoda? No. ¿Es incómoda? Tampoco.


¿Entonces?...

La postura es exigente. Exige un máximo de atención


y presencia. Se trata de una posición corporal en la
que su mantenimiento requiere el esfuerzo de estar
alerta. Porque, precisamente, se trata de eso: de
permanecer alerta, atento, presente, despierto.
Consciente, en una palabra, de lo que se percibe (lo
observado) y de uno mismo al mismo tiempo (el
observador). Pura observación sin identificación ni
imaginación.

7
Silencio, paz, amor

En primer lugar el silencio. Este sobreviene de forma


natural cuando las capas de la personalidad y de la
mente han sido traspasadas y surge la comprensión de
nuestra verdadera naturaleza espiritual.

Para entonces un sentimiento de Paz lo habrá inundado


todo. En este instante la armonía se hace patente
haciéndonos percibir el orden de la Creación: todo está
bien, todo es como tiene que ser.

Aceptamos porque comprendemos...

Tras la Paz aparece el Amor. Un amor limpio, puro,


incondicional hacia toda la Creación sabiéndonos parte integral de ella.

¿Qué más puedes necesitar saber?.

Que el Silencio Interior, la Paz y el Amor inunden tu Corazón.

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