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Ninguna otra década del siglo xx puede competir con la de los sesenta en carga simbélica y alcance mitico. Ni los locos anos veinte, ni los turbulentos setenta que le siguieron han conseguido derribar a «la década prodigiosa» de su pedestal: fueron anos de plena ebullicién politica, econdmica y cultural, y cualquiera que los viviera en primera persona admite que el mundo cambié, desde entonces, para siempre. Jenny Diski estuvo alli, en el epicentro del swinging London. Nacida en 1948, llego a la adolescencia en la plenitud de la década, y participé del entusiasmo general: consumio drogas, descubrié la revolucién sexual, compro la ropa de moda, salié de noche hasta el amanecer, vibré con la misica, acudié a manifestaciones e incluso pagé las consecuencias de todo ello pasando un tiempo en una institucion psiquidtrica. Los sesenta fueron convulsos, apasionantes, y quien no los viviera tendra que conformarse con recuerdos y retratos de la época que polidecen ante la verdad. Pero, scual fue la verdadé Al cumplir sesenta anos de vida, Jenny Diski decidié confrontar su edad con aquellos sesenta de su juventud para reexaminar asi lo que ha quedado del mito, y lo que se ha ido borrando con el tiempo, para meditar una idea de la década muy diferente de la que se ha perpetuado con el paso de las generaciones. Mas allé del recuerdo nostalgico, Diski afronta este texto como un ajuste de cuentas con los ideales y los comportamientos de la época. Para la autora, mds que un periodo de revolucién hacia un mundo mejor, los sesenta fueron el germen de la sociedad corrupta, individualista y desigual que emergio en los afios ochenta: Ja contracultura fue, en el fondo, un movimiento erratico que reforz6 al poder establecido en vez de cuestionarlo. Con la maxima objetividad posible, y con un estilo preciso y esclarecedor, Diski consigue darle la welta a los sesenta como si fueran un calcetin, y logra aportar asi una perspectiva tan provocadora como lWcida de un tiempo que, a diferencia de lo que nos han contado, no fue tan maravilloso como parece. «Segin Diski, los sesenta fueron mas una ilusion que una revolucién. La verdad es mds prosaica, pero a la yez mas interesante: aquel fue un periodo en el que, gracias al aumento de los ingresos, el facil acceso a la educacién y el capitalismo hipster, se produjo una explosién juvenil de entusiasmo que, como todos los movimientos juveniles, existio dentro de una burbuja, felizmente alejada de las complejidades de la vida adulta.» The los Angeles Times www.alphadecay.org Jenny Diski Los sesenta ‘Traduecién de Mare Garcia Gareia A ALPHA DECAY Para Roger, con amor CONTENIDO Introduccion 1 Devorandolos sesenta Pa Alterando realidades ” Ejerciciofisico 59 WW. Rehaciendoel mundo 9 Vv _Proyectando el futuro wor vi Cambiando nuestrasmentes a3 INTRODUCGION Ahora que ha terminado, el siglo veinte se ha convertido en una idea. El pasado siempre es laidea que la gente se forma sobre él a posteriori, Aquellos que se dedican a contar los hhechos del pasado en st propio presente lo ria. Para las generaciones posteriores, que han recibido los recuerdos de sus padres 0 abuelos © que han leido sobre historia, el pasado es un cuento, un mito presentado den- tro de una época,limitado por un acontecimiento en par ‘icular: una guerra, una crisis financiera, un reinado, una década, un siglo; cualquier cosa que sea iil para diviir el pato del tiempo en una narrativa manejable. La gente que vivid el period en cuestibn, al mi tun recuerdo (siendo el recuerdo slo una de las miltiples formas en que construimos historias), Pero aunque el pasa: do siempre pertenece al presente yal futuro, el tercio final del siglo xx que conocemos como los sesenta fue uno de esos periodos especiales que incluso antes de convertirse cen pasado ya era para muchos una idea, Los sesenta fueron tuna idea ~quizé més poderosa ain que la experiencia~ en la mente de quienes los vivieron de verdad. Por regla general, la vida siempre tiene un aire cotiia no, Retrospectivamente creemos que tomamos decisiones, que pensamos esto 0 Io otro, que aleanzamos conclusio- nes, pero lo cierto es que en cada momento conereto sole- ‘mos limitarnos a reaccionar,y mis arde llamamos a nuestra reaecidn decisién o pensamiento,y lo situamos en lo que hos gusta pensar que es nuestra opinién personal, onues- tras creencias, o nuestro caricter. Para mi la vida es una sucesin de momentos diferenciados ~una cadena de ins- piraciones y expiraciones~ por mucho que, a posterior, queramos solidifcar el tiempo en algo mas traseenden- te, Sin embargo, alos que vivimos los sesenta nos cauti- vaba tanto lo que era entonces nuestro presente como lo hace ahora que es nuestro pasado, No se sabe de guién ue Ia idea de los sesenta, pero sospecho ~como sugeriré re- petidas veces en las piginas siguientes que nuestros dres, la generacion cuya juventud se vio truncada por la Segunda Guerra Mundial y que tanto lan portamiento asalvajado de sus hijos, colaboraron mis en ‘concebir e incluso preservar los sesenta de lo que pensa- mos, En eualquier easo, la idea de los sesenta ya estaba cia, y el concepto se fue afianzando a medida que lo iba- mos viviendo, a cada momento, y luego lo bamos contando ‘en episodios cada vex mis largos, ¢ ibamos escuchan- do su misica, moviéndonos a través de otros presentes, defendiéndolo (aunque a veces nos burléramos de él) y pa- sindoselo bien envuelto a las nuevas generaciones, como clideal de un tiempo en el que ser joven era de veras algo especial sntaba el com: la cuando la tomé, a mitad de mi adolescen- Viseas con nuestros ojos —los de los baby boomers que nacieron alrededor del final de la guerra o justo después, las cosas han cambiado mucho desde los sesenta, Si noso- ‘10s tomébamos drogas alucin6genas para alterar nuestra conciencia y asi pensar de forma distinta en emo debiamos vivir, hoy los jovenes toman éxtasis para bailar mas rato sin re, hacen botellon en lacalle hasta que caen redondos ‘© esnifan cocaina para que la vida no deje de ser una fes- «a Si nosotros dejibamos la universidad, luchébamos con- tra cualquier establishment que encontriramos y viajéba- mos por el mundo para conocer diferentes formas de vida, la generacién actual sew sabitico para asomar la narie al mundo en vias de desarrollo antes de seguir prepa indose para las carreras que aumentaran su potencial eco ‘némico. Si nosotros exploribamos la ibertad sexual y em- pezibamos a meditar acerca de la naturaleza politica de los roles de género, algunos jévenes se matan por saliren Gran Hermano, y no encuentran reparo alguno en practicar sexo en la television si eso les hace estipidamente famosos. inque claro, éstaes una visibn del mundo actual tan sim- plistay propia del establishment como ereiamos que lo era la de nuestros padres. En realidad, lo ‘nico que se puede afirmar con seguridad es que la mésica era mejor entonces. Los sesenta, por supuesto, no se cifieron al decenio que leva ese nombre. Empezaron a mitad dela década de 1960 con el auge de la cultura popular (no con los Beatles, como dijo Larkin, ni con el sexo, que empezd incluso antes de que los Stones fueran jovenes), con una generacién que no tenia urgencia econémica ni una guerra con la que lidiar (al menos en Gran Bretafia), y terminaron a mediados de los setenta, cuando ese infinito de posibilidades empezé aestrecharse a medida que la desilusién, la derecha poli- tica y l resto de nuestras vidas comenzaron a ocupar un espacio inesperadamence grande, En su novela Jardines de Kensington, Rodrigo Fresin sugiere que la generacién de los sesenta fue la primera que entendi6 completamente ¢ intent6 vivir segin el imperative peterpanesco de no cre- ‘cer nunca, Seguimos di sya los demas que éramos jvenes, pero ahora ereo que no te- rnfamos ni idea de lo que eso significaba (0 quiz es ahora ‘cuando no tengo ni idea), porque no teniamos la noci uunque supiéramos vagamente que teniamos que hacer- ndonos a nosotros nos viejos~ de qué significaba ser otra cosa que jove Quizd todo se reduce a que un conjunto afortunado de ci- ‘eunstancias politicas y econémicas nos proporcioné el aio sabstico mas largo de la historia. Quizé las formas alternati- vas de vivir pensar fueron poco més que una rave prolon- ada. Y quizd ‘casional tan deprimente de visitar clinica especializadas cen ETS y de pelearnos por quién iba a hacer la colada 0 a pagar la factura del gas, y empez6 a gustamos aquello de Ta casa, la famil planeta de gases nocivos que abrieron un agujero en la ‘apa de ozone? @Quién liderd una globalizacién codiciosa ‘contra la que nuestros hijos se han lanzado a la calle para protestar? En cualquier caso, a miisica era sin lugar a d das tan genial como ereiamos que era. Los cincuenta, ese largo jadeo que siguié a una guerra {que habia daiado tanto y arreglado tan poco, no conela- yeron hasta bien entrados los sesenta. La generacién que ys acabamos cansando de todo aquel sexo y los trabajos burgueses. {Quién llené el 1 Rodrigo Fresi, Jardins de Kemington. Barcelo, Literatur Ra 6 habia ganado la guerra era duefia del mundo porel que ha- bia luchado, y esperaba que sus hijos aprovecharan la paz_ y plenitud que, sin duda, estaban a la vuelta de la esqui- za, Habian suftido la guerra, habian sufrido la austeridad de la posguerra mientras se aseguraban de que pudiéra- mos comer huevos y las mejores raciones de carne, Esti- bamos programados para cumplir el sueno que parecen tener los padres de todas las épocas y lugares: que sus hijos sean prosperos materialmente y, en consecuencia,fe- Tices. Asi podria decirse que los sesenta no empezaron has- ta que los tiempos difciles hubieron doblado la esquit hhastaque fuimos lo bastante mayores para escupirla comida ue habian apartado para nosotros, hasta que desdena- mos las carreras que nuestros padres tuvieron terrumpir para que nosotros tuviéramos otras mejores, has- ta que renunciamos a aprovechar el amable mundo que hhabian dispuesto para nosotros. Observamos aquella apa: rente calma, la posibilidad de una vida suburbana apacible que fluia sin sobresaltos hacia la tumba,y lo que vimos no ‘nos gust en absoluto, Los studios superiores que algunos padres estaban tan orgullosos de habernos procurado nos permitieron preguntarnos por qué teniamos que reerear el ‘mundo que ellos deseaban. Y los que no fueron aa univer- sidad se preguntaban por qué tenian que pasarse a vida en las fabricas replicando la aceptacién pasiva del statu quo. No estaba nada claro, para muchos de nosotros, de muchas clases distntas, por que tenfamos que seguir esos caminos. Cuando finalmence nos alcanzaron, los sesenta represen- ‘aban la lucha por la individualidad y ef deseo acuciante de rebelarse contra el centro mortecino del siglo vein- te, Dos generaciones anteriores a la nuestra se habian visto cenvueltas en la guerra, Habia que remontarse a los aftos| veinte para encontrar unos jévenes similares a los de la ‘generacion dellos sesenta en el deseo de aferrarsealairres- ponsabilidad —o lainfancia, como queramos llamarle—, ya los afios treinta para encontrar un intento serio de adoptar ‘unas politcasalternativas, Visto con la perspectiva de hoy en dia, es posible que al final nos pareeiéramos mas la ge- neracion de los veine. Por otro lado estaba la Guerra Fria. Cada dia, en el mun- do apacible que nuestros padres nos habian legado, e a punto de explotar el peor conflieto, el definitivo. Creia- mos que iba a suceder. Planedbamos lo que harfamos con los cuatro minutos que los sistemas de alerta emprana nos prometian cuando un arma nuclear apuntaba en nuestra di- reccién. El «todo esté bien» del que nos hablaron nuestros padres siempre se vefadebilitado por la doctrina dela Des- truccién Mutua Asegurada, Una nube en forma de hongo cada vee més negra se proyectaba sobre el horizonte inter rminablemente azul La bronca que tuvimos con nuestros padres marcé el ini- io de los sesenta, pero como en Gran Bretaila no tavimos nguna catistrofe nacional contra a que luchar yla Guerra Fria estaba completamente fuera de nuestro control, fui- Tobas- ‘mos quizé el primer grupo de jévenes que se sint tante libre de culpa y obligaciones como para repudiar las viejas costumbres. Por supuesto, actudbamos a la sombra de los beats y los existencialistas de la década anterior, y la diferencia entre ellos y nosotros en términos de oposi- cién era menor de lo que imaginabamos. Sin apenas iro- nia al dejar ards las estructuras doméstias y culturales de Toseineuenta y de antes, encontramos y formamos nuestros propios grupos de autoafirmacién —bastante rigidos— para reclamar el derecho a expresar nuestra individualided. Si bien todos los reaccionarios eran reaccionarios més menos de la misma forma, habia muchas maneras distin- tas de ser radical en los sesenta, pero, como era de esperar, se excluian unas a otras. Recredbamos las antiguas divisio- nes en lo que creiamos que eran formas nuevas (pero sélo lo eran en apariencia), Sélo era enestidn de tiempo (y de que mis adelante leyéramos a Foucault) que nos digramos cuenta (ipara nuestro alivio, quiz, aunque no lo qi mos admitir?) de que las estructuras de aleance global se habian concebido para que sobrevivieran a nuestro asal- to (0 al asato de cualquiera) y de que el mundo seguiria adelante sin que nadie lo sacudiera: a excepcién, no lo ol- vidernos nunca, de la misica. Los primerosafios del siglo veintiuno son la época ade- cuada para observar la idea que fueron los sesenta y para ‘examinar las intenciones y el legado de la generacién que vivid es08 aflos, porque somos lo bastante mayores como sa ver adénde fuimos en contraposicién con dénde pen- sibamos que estibamos yendo, Los delos sesenta estan en la sesentena, Han pasado més de cuarenta aiios desde que «el mundo fue nuestro para que lo toméramos y lo molded- ramos. Podemos recordar con nostalgia nuestra juventud 6 podemos intentar averiguar qué era, en realidad, lo que nos proponiamos y por que: sila influencias que actuaron sobre nosotros y nuestras ideas eran tan nuevas como pa- recfan y si nos tomabamos lo de cambiar el mundo tan en serio como pensibamos. Y hasta qué punto habia algo real ‘ela idea que una vez tavimos y en la idea que han hered: do nuestros hijos de aquel tiempo en que fuimos javenes. Lo que sigue son, en buena medida, unas memorias per- sonales: al fin al cabo, éno se acusé a los sesenta sobre todo de haber consolidado el sentido de la identidad que derivé en aquella monstruosa bestia, Generacin del Yo? El in +2 cualificada para hablar de los sesenta es que los he vi- vido, entonces y ahora. Vivi en Londres durante aquellos aos, lamentando a los beats, comprando ropa, yendo a ci- ne, dejando Ios estudios, leyendo, tomando drogas, pasando el tiempo en hospitales psiquidtricos y en manifestaciones, practicando sexo, enseflando, América estaba muy lejos. La visité por primera vez en 1974 (allo en el que sitio el final de los sesenta): las escuchas del Watergate llegaban a st fin, yreinaba la poderosa sensacién de haber sobrevivido -0 motive por el que estuve entonces y estoy aho- un desastre. Pero, en los sesenta, lo que ocurra ali te- ria mucha importancia,a medida que llegaban las noticias, las canciones y las drogas. Yo eseuchaba muy atentamen- te los mensajes del otro lado del oeéano. No podia vivir ni de lejos Ia guerra de Vietnam o el movimiento por los de- rechos civiles, pero estos repercutian en mi vida diaria y en mi pensamiento. América era un telén de fondo, un baiio de color en mis sesenta; su omnipresencia me servia para ‘ensanchar el pequeiio mundo de Londres y el mundo lige- ramente mis grande de Europa, y gracias a ella tomé con- ciencia de quien era y cul era mi lugar en el mundo. ‘embargo, estar en Londres era muy especial. Lo que tenemos en comin los baby boomers americans ¥ylos briténicos, que vivimos los sesenta como si estuvii 1 construyendo us el radicalismo que erelamos entender y encarnar se con- vertia en un radicalismo con el que nosotros, ignorantes 1evo planeta, es que vimos e6mo « ingenuos, nunca habiamos soiado. Quité todas nues- tras esperanzas y decepciones dependian de la mera de- finiién de una o dos palabras. Nuestras grandes ideas que sabe Dios que no eran nuevas eran la libertad, 1a aprobacidn, una gran ampliacion de las posibilidades ‘humanas mas alli de ls antiguas cortesia y estriciones. Pero no legamos aestudirlas detenidamente. Mas que un fracaso de laimaginacién, fue, en esencia, un facaso del pensamiento. paso inexorablede los sesentaa los ochen- 13 nos pill con el pie cambiado, Com Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la presidencia,nvestras palabras favo- tas (lberad, aprobacibn) volvieron al debate y se vistieron «on ropas que nos las hacan ireconocibes, Pero incluso entonces, en los sesenta, cuando usébamos la palabra sl Dpereads habia otros que también la usaban a veces conve tiéndola en eliberarion que queria deci algo muy dist to allo que signifcaba para nosotros, yasentamos y son- relamos,estrechindola contra nuestro pecho, sin entender ‘enabsoluco que querian un mundo diametralmente opues- to al que nosotros proponiamos. Realmente, no vimos venir exe nuevo mundo basado vidualismo ferozy a sacraizacin del beneficio Pero quad era lo que cabia espera. Después de todo, es posible que entonces slo fuéramos jévenes y que ahora sélo seams vejos,y estemos mirando con nostalgia hacia nuestros mejores momentos, como hacen todas las gene raciones. Quiz los sesenta sean una idea ala que yale ha pasado su momento y que perdura més allé de su tiempo. Excepto, aro, por la musica. enel 19 1 DEVORANDO LOS SESENTA Hacer dinero es are, y trabajar es ane, ylos bue- os negocios son el mejor arte? Miflsofade Aa By deB ad [anby WARHOL, 1975 Era un vestido de crepé negro —implacablemente negro, me parecia 2 mi~, con el corte de un vestido de patinaje, de tale bajo, con una falda muy corta, La eremallera iba desde la parte baja de la espalda hasta un cuello de cis- ne ato y ajustado que hacia juego con las mangas tubula- ehidas,largas y negras. El corpifio perfilaba mis pe- chos pequetios y se deslizaba por mi torso, y continuaba suavemente hacia abajo hasta mis caderas salientes, don- de el alle bajo se unia a una falda con un vuelo muy del «ado, que la hacia caer suelta hasta el dobladillo. Era de lo mis sencillo; no tenia ningiin adorno, nada que densa y opaca negrura. Podria haber sido un vestido de Ito de los mas serios, excepto por el modo en que silue- teaba mi enerpo y el hecho de que cerminara més de treinta centimetros por encima de mis rodillas. Tenia las pier- nas cubiertas por unas medias transparentes de color gris ara la 7 Beepiocn cso de que seindiquelo controls taduciones elas ssonsempredel wadoetor. (8 del) telarafa, y evaba un par de zapatos planos de charol ne ‘gro con una hebilla dorada marcadamente cuadrangular cen la punta. La hebilla era el ‘nico color o detalle que lle- vaba, aparte de algunos anillos de plata geométricos en los dedos. Tenia el pelo largo y me lo habia recogido en un ‘mofo en la nuca, como una balarina, Me habia maquillado ‘como siempre: una base pilida y mortecina, carmin blanco, sombra de ojos blanca, los pirpados fuertemente perfila- dos con pintura negra y unas cuantas capas de rimel que resaltaban las pesta pirpados inferiores habia dibujado unas Kineas negras ver- ticales extrafinas, como rayos de sol. Tenia un aspecto im placable, igual q Cuando me miréal espejo antes de salir, vila reencarna- superiores einferiores, Bajo los mi vestido. ‘ign de una chica con la que habia hablado una ver de ni en la pista de patinaje a la que mi madre me levaba cada dia. La chiea y yo practicabamos giros y figuras en el cen- 110 mis 0 menos vacio de la pista, mientras otros patinado- res menos cohibidos pasaban zumbando a nuestro alrede- dor. Tenfa al menos eatorce o quince afi, y yo sélo seis 0 siete. Para mi era una diosa; patinaba como una campeona, ‘daba vueltas sobre si misma, con la cabeza inclinada hacia atris y mirando hacia arriba mientras sus dedos se tocaban yy formaban un arco por encima de lla. Tenfa la edad con la que yo sofiaba, y, por si fuera poco, incomprensiblemen- te, vestia de negro de la cabeza a los pies: la redecilla que le recogia elcabello, el vestido corto las medias ajustadas, las boras de patinae y los guantes... odo era despiadada- mente negro, Por aquel entonces sélo las sefioras mayores de negro. Al final reuni el valor para preguntarle, después de uno de sus giros, por qué iba toda de negro, Me miré de arriba abajo durante un momento con una maravillosa expresi6n melancélica y me dijo, con solemni- dad: «Estoy de luto por mi vida». Yo era demasiado joven. para reconocer el melodrama adolescente en su vestido, 0 Lhastio existencial inducido de su autodescripein, Era la mis magnifica, misteriosa y glamurosa eriatura que habia visto jams. Laversién de su vestido que llevécatorce aios mas tarde cra del Biba de Kensington Church Street. Ar déco arre- rolinado, interior en negro y oro, luces tenues, pop psico- dético a todo volumen, boas de plumas, sombreros locos, prendas vaporosas para pasearse por casa o en fiestas, mic nivestidos estlosos para arrasaren las calles, todo colgado depercheros de madera. Oh,y otro tesoro memorable en el {que una semana me gasté todo el dinero: un traje pantalén estilo Regencia de rayas plateadas y negras que me costs siete libras, El vestido de crepe negro no era muy tipico de Biba, excepto por su cortedad (es posible que yo misma lo acortara un poco). Las prendas de Biba solian ser coloridas y estampadas, aunque sélo en tonos terrosos, nunca cl ros: color ciruela, marrones parduzcos, azul grisiceos. Encontré el vestido negro colgado de uno de los perche- 0s, cogi uno de la talla ocho (no creo que Biba fabricara nada por encima de a tlla diez; por aquel entonces no po- dia imaginar que alguien usara una alla mayor que la diez) yy mientras me lo enfundaba y observaba, mientras uno de ris compatieros de compras me subia la eremallera de la espalda en el probador comin lleno de espejos ~en cuyo suelo habia un montén de prendas descartadas que llega- secer a mi maravillosa patina ba hasta los tobillos~ vi dora en el cristal helado, 3 En cierto modo, erecer es probar con looks superficiales que puedan encajar con el modo en que quieres que la sente ce vea,y en que quieres verte a ti mismo. Controlar el modo en que la gente te ve es una forma de aprender a construirte una identidad que te sirve hasta que ganas la nza suficiente como para proceder al revés. Todo el mundo lo hace, desde ef momento en que uno se mira al espejoy se da cuenta de que puede verse y, porlo tanto, la _zente puede verlo, y de que tiene un cuerpo que, con un’ poco de esfuerzo, puede someterse al control de la men- te. Es propio de la juventud jugar con el estilo en un es- fuerzo por aceptar la sustancia. Es muy facil, también, quedarse atascado ahi. El narcisismo nace en la fase del ‘espejo, y esta no suele terminar en Ia infancia, especial mente cuando los tiempos se confabulan, Aunque es pro bable que en ningin periode los hombres y mujeres jove- res han evitado mirarse de reojo a si mismos para saber qué aspecto ofrectan a los demis, en los sesenta Ia preoca- pacién por el yo y por cémo ser mejor visto fue mayor gue en la mayoria de épocas, porque coincidieron con el indo occidental de Ia posguerra y la posausteridad: un raro islote de bienestar aucoconsciente y la ereencia en. el futuro como progreso, después de un paréntesis lar- 0 y oscuro en el que nadie podia estar muy seguro de aque el futuro no resultaria inimaginablemente inhéspit. Una época, pues, para malcriar a los nifios... durante un. rato. Una época de paz, también, para que se consolidara el capitalismo, Una ver asentada ese periodo que se denominé los se- senta, empez6 a decitse que lo personal era politico, Pero desde el principio hasta el finaly mucho después, para la zgeneracién surgida del aumento demogrifico de la pos- guerra, esulta mas exacto decir que, por encima de todo, lo personal era lo personal, Si el cuerpo empezaba a verse ‘como una mera capa superficial que envolvia una mente en biisqueda perpetua y una conciencia social en expansidn, . No cera desafiante, sélo absorbente y arrollador. Si de vez en ‘cuando algunas obras se liberaban de la triste realidad y a analizaban (Lichtenstein, Warhol, Hockney), se reincorpo- ‘aban al comercio enseguida. Las latas de sopa Campbell de Warhol volvieron a la publicidad en cuanto la propia publicidad se convirté en Ia industria mas sexy y se llevé ‘su seno a todos los nuevos talentos que pudo encontrar: fotbgrafos, disetadores, artista, cineastas. A principios de los sesenta, el Pop Art formaba parte del mismo mundo que Ja misica pop: gente como Sandie Shaw, Billy J. Kramer, Cilla Black y The Dave Clark Five ~teledirigidos y decidi- damente antiradicales~ estaban en lo mis alto de ls listas, ‘Tenia tanto que ver con el mercado como la ropa, y, de la misma forma, se convirtié en una parte decisiva de nues- ‘ra vida cotidiana, La ropa tenia motives sobreimpresos to- s pineuras y :mados de pinturas expuestas en los museos, csculturas relejaban los estilos pasajeros (en publicidad, cbimies, pornografia) y las actitudes baratas y desechables dela moda, que eran como aire fresco. Las portadas de los discos se convertian en arte, y el arte se converta en pa- fios de cocina. Las cosas se mezelaban de una forma que nos resultaba original y divertida. Nuestros padres mante- 1 las cosas convenientemente separadas: el arte en los smuscos, algunas prendas para ocasiones especialeselocioy cl trabajo bien delimitados, lo privado bien devinculado de lo pablico, lo formal disociado de lo informal, Sus costum- bres proventan de las antiguas reglas, las restricciones del Levitico: «Mis estatutos guardarés. No haris ayuntar tu ga- nado con animales de otra especie; tu campo no sembra- ris con mezcla de semillas, y no te pondris vestidos con mezela de hiloss Ese antiguo miedo a mezclar las cosas, a que perdieran su orden. Una cosa tiene que ser una cosa; nunca puede ser también otra. El Pop Amt en su misma su- perficialidad, rechazaba lo antiguo. Separaba, de hecho, los javenes de sus mayores, La libertad para probar cosas ‘nuevas, para jugar, para incorporar, se extendié a las artes {y luego regres6 a la existencia diaria de una forma nueva y| nada judeocrstiana Bs que todo se limitaba a girar en torno al estilo y la for- ma de venderlo? .No habia nada que se tomara en serio, ‘en esos dias que duraron hasta mediados de los sesenta, ‘cuando, segin la revista Time en 1966, Londres empezd a swinguears? Puede que entre los quince y los dieciocho aitos dedicara una cantidad incaleulable de energia a preoco- parme por mi pelo y acortar mis faldas (en eso no he cam- biado mucho, excepto por lalongitud de mis faldas), pero ‘en mi vida habfa otras cosas que me ocupaban entre visita y Visita al espejo. De todos modos, la mayor parte de ellas no ‘eran tan nuevas como el corte asimétrico de Vidal Sassoon 4 Levit, ig. (Traduecn comade ela versin de Reina Valera 19601 ” ‘ounpar de botas Courréges. Las cuestiones: lesy menos relacionadas con la indumentaria que merecian mi atencin por aquel entonces provenian casi siempre de lo que habia estado ocurriendo en los aos cincuenta y an- tes. Apenas prestéatencién a la guerra que habia cenido lu- ‘gar recientemente, justo antes de que naciera, ya que, a ta- tarse de los aios mas intensos de la vida de mis padres, me resuleaba mis arcaica que la Guerra Civil Inglesa. Era consciente de que ignoraba las hazaiias de la generacién anterior. Mientras yo aiin empujaba un carrito de juguete porel suelo della sala de estar, habian estado ocartiendo al- jonas cosas muy interesantes mis alli de los cuatro muros «que delimitaban nuestro pequetio piso en Tottenham Court Road. No eran sélo los teddy boys destrozando los ase tos de los cines con sus navajas autométieas,o la gente que sotbia sopa Brown Windsor en los deprimentes comedores ingleses: también estaban los beats, una Guerra Fria bien helada y un Imperio Brtinieo en pleno derrumbe que se agarraba asus faldaselegantes, de resultas de lo cual el res- todel mundo ~que ya no podiamos desdenar catalogindo: lo de el extranjero» empezaba aresultar muy interesante. Deseubri a los beats, el jazz, a poesia yo cool, hice un batiburrilo con el existencialismo de Sartre y las novelas dde Camus mientras estaba en el internado, mezcli com la gente equivocada del pueblo, que llamaban «Banco Beat» a un banco que estaba en una rotonda justo mas alls del centro. Nos sentibamos alli ellos, que eran mayo- res que yo (tenian dieciocho o diecinueve, mientras que yo estaba entre los trece y los catorce), me aconsejaban «queleyeralos libros que todo aspirantea beat quese precia- que conocer: Jude e oscar, Ulies, Crimen y castigo. No eran malas recomendaciones para venir de malos amc 0s, Descubri Loft por mi misma, escuché Red Bird, un disco de jazz modemo y poesia de Christopher Logue ins- pirado en Pablo Neruda, y averigié que en América algu- ‘nos como Allen Ginsberg ya estaban aullando groseramen- tesobrecl estado del mundo, Me parecla bien que todo esto fuera un poco deprimente. Por aguel entonces ya estaba en- fadada y teste (un regalo de mi familia disfuncional, un- que sin duda también era cosa dela bioquimica).y prepars- da para pelearme con cualquier forma de autoridad que se eruzara ca micamino, Just antes de cumplirlo quince, me expulsaron del interado mixto y progresista ~aquel que me habia sufragado elayuntamiento para mejorar mi carie- tery alejarme de mi madre-, pero no por leer esos libros, sino por esnifar éter y porque me pllaron después de ira tuna fiesta que duré toda la noche. En cieno modo, yo re presentaba los sesenta que estaban al caer. Después del Banco Beat y la expulsin, mis sesenta conti ‘nuaron en un hospital psiquitrico cerea de Brighton, pero en 1963 volva vivir en Londres, bajo la tutla de a made dle un antiguo compafero de case, que, al ato siguiente, re envié a otra escuela, donde la idea era que me sacara los iveleso ya°y me convinera, a pesar del contraiem- po educativo,en una de ls univesitarias de mi generacin. unl posterior as igursosemieamente qu permite elacesa nese (de) “ Después de una infancia algo turbulenta, todo parecia bas- tante sencillo. Pero me llevé mi caricter rabioso y la afcién por los libros y los poemas conmigo, a Londres. Ain que- ddaban un montén de lecturas con las que ponerse al dia y algo de poesia nefasta que escribir. ¥ en la atmésfera cul- turalmente rica de la casa ala que habia ido a parar, deseu- briel mundo de las peliculas. No es que fueran algo nuevo para mis el bloque de pisos de mi infancia estaba pegado ‘un cine. Tenia las peliculas en la puerta trasera. Iba a ver todo aquello que se me permitia, y también encontraba for- mas astutase ilegales para ver la peliculas que me estaban prohibidas por ey, Habia wésterns, romances culebrone- ros, comedias de los alas britanicas deserie 2. Me dediqué.a llenar mis lagunas del pasado en el National Film Theatre, yendo a ver clisicos del cine mado y maravillas del Hollywood de los treinta y cuarenta. Ade- rms, habia un cine completamente nuevo para mi por des- ccubrir, de Europa y mis allé: Godard, Fellini, Antonioni, Bergman, Kurosawa, Ozu, Ray, Truffaut, Malle, Pasoli- ni, Polanski, Jiti Menzel. Me tomabs ilicitamente tardes libres de la escuela para llegar ala primera tesion de § 480 Elslencioen el decisivo cine Academy de Oxford Street, en «uyo auditorio leno de humo me sentaba con unos quince faniticos del cine y uno o dos exhibicionistas, abrumada por los poderosos relatos sexuales y la critica social, mar- sista, psicoanaliticalibertaria o s6lo distina a todo lo que conocia (y, para mi, asombrosa). Me empapé de la com- Plejidad de las relaciones, y del vacto cultural o espiritual, presentado en una gama de grses, con ecos de poetas, es critoresy fildsofos. Pierrot ef loco, esa encantadora peliew la de Godard, desesperada y loca de amor, me hizo volver al cine ocho veces mientras estuvo en cartel, No podia per- dlerme ni uno de sus fotogramas, ni apartar la vista de los paseos lentos y desesperantes de Monica Vitti por el ri 1noso eral urbano en £1 desiero rojo de Antonioni. Lloraba, a veces con exaltacién, a veces con rabia, con las visiones aque me llegaban de la pancalla del Academy. Y dejad que 1s diga que todo eso convivia bastante fécilmente con mi ddesesperacién por mi pelo insatisfactorio y mi preocupa- cin por la cortedad exacta de mi falda, ‘También estaba la misica, Algunos amigos mayores me introdujeronen los euartetos de cuerda de Mozarty Beetho- ven, la pera, Brecht y Weill, Descubri a Ives y Copland. Y mientras tanto, por supuesto, no dejaba de escuchar las emisoras piratas, Radio Caroline y Radio London, y veia Ready Steady Goly Top of the Pops sligiosamente. Buddy Holly, Roy Orbison, los Everly Brothers, los Beach Boys, los Four Tops, Pete Seeger, Joan Baez, Bob Dylan, John Coltrane, Miles Davis, Thelonious Monk, Charles Mingus, los Beatles (aunque los menosprecié hasta que salié Rubber ‘Sou!), los Stones, los Animals, los Kinks. Algunos me acom- pafiaron desde principios de la década, otros surgieron a mediados de ella y fueron fundamentales; el remo en mi ‘cabeza, el latido de mi coraz6n, la sintonia de mis sent Los cincuenta suelen describirse como faltos de color: todo ‘el mundo concuerda en que fueron en blanco y negro, igual que la mayoria de las pelicula. En el recuerdo, las calles, la ropa y as perspectivas de los cincuenta aparecen en una gama de grses. En los primeros sesenta la Ilegada del color sélo se insinuaba. Lo audaz, al principio, siempre tenia que ver con el uso insistente del monocromatismo. El blanco y negro era el estilo, el arte, la erdnica. Las reproducciones de obras de Aubrey Beardsley decoraban las paredes y las pincuras de Bridget Riley brillaban en los ejdos; Richard Avedon tomaba fotos que documentaban el movimiento a favorde los derechos civiles ylos pacientes de hospitalespsi- guidtrios, y David Bailey retrataba alos cose influyentes. Todo como una especie de burla de la falta de color de Jos einewenta. Cada uno de ellos empleaba el contrast dra- mitico del blanco y negro, o los tonos grises de en medio, ‘como un puente que iba desde el lugar de donde vent smosal lugar adonde estibamos yendo, Labios blancos, ojos negtos: vestidos negros implacables, botines blancos de Courréges. Bergman, Antonioni, Pasolini, Todo Aablaba del color que no estaba ali, de una ausenciaen la que no babi ‘mos reparado hasta entonces, Todo ese blanco y negro in- sistente hablaba a gritos de la falta de color que habiamos tenido que soportar, y que habia penetrado en las formas de are y expresién. El color era posible ances de los se- senta, pero tardé en ser necesario el espectro completo, para representar el mu cobr6 vida con el uso ereciente de las drogas? £0 es que |a simplicidad rigurosa del blanco y negro acabé por ha- cerse pesada? Hubo un momento a mediados de los se- lo, iNcaso el color explosioné y senta en que Dorothy cruzé la puerta y said de Kansas por un extraordinario camino de baldosas amarillas que la levé a Ciudad Esmeralda, y el corazén estallé de pla- cer ante la sibita irrupcién de un auténtico mundo en tecnicolor, ” Para la gente de mi edad que recibia apoyo y tenfa la ‘oportunidad de explorar el pop y la cultura se unieron. Los jovenes de clase media siempre habian podido descubrir las artes si les apete egaba a todos los jévenes desde los medios populares apuntaba en otras direeciones y lo mezelaba todo mucho Ta Campata par el Desarme Nuclear y el mis miliante Comité de los 100 eran organizaciones politicas consagra- das al desarme nuclear unilateral. Pero la Marcha de Alder- imaston y las sentadas que organiz6 el Comité de los 100 se volvieron cultural y socialmente deseables para los jove- nes que no sélo querian dotar de paz y seguridad al mun- do, sino encontrarse con los demas y rebelarse contra los pero el material que ahora les rmayores. Nuestros padres, os peridicos que lian, odi- bana los manifestantes, con su peo largo, sus ten canciones de resistencia y sus enfrentamientos con la pol- cia. {Qué mas podia querer un quinceafiero enfadado? Yo, como todo el mundo, habia temido que nos hiciran saltar en pedazos el ry 22 de octubre de 1962, Mientras yacia en la playa de Brighton entre guijaros blancos como la ve,contemplando el mar, de un gris deprimente, América y Rusia jugaban ala gallinitaciega en lo que dio en conocer- s¢ como la Crisis de los Misiles de Cuba. No se trataba de tunos hechos historicos que ocurrian en tiempo presente: ‘como todos los dems, yo era perfectamente consciente de la probabilidad de que mi mundo terminara en las siguien- tes cuarenta y ocho horas. No hacian falta mis motivos para sumarme a las manifestaciones y sentarme en la calle fen cuanto legué a Londres y me instalé en mi nueva liberal, Tambin estaba Ia promesa de decenas de miles * de personas de mi edad y mayores, que pensaban pare: «ido y tenian un aspecto desaliiado y cool ~y, tal como el Daily Mail y People habian asegurado, follaban como co- nejos-, asi como la cifras verdaderamente preocupantes (errorifcas, de hecho) de aquella mayoria de la que tanto ‘queriamos distinguimos. Ya me moria por asistir cuando ain estaba bajo la tutela de mis padres, y no pude. Mi pri= mera Marcha de Aldermaston en 1963 fue mi versién del baile de graduacién. Junto con la rabia y el estilo, a burla era otra forma de identificar quién éramos y quién no. La sitira resurgié, e incluso los que se consideraban asi mismos parte de la ma- yoria se sentaban cada sibado a ver That Was the Week That ‘Was, ya fuera para refunfufar sobre la falta de respeto para celebrar la mordaz oposicin al abominable y reaccio- nario ministro del Interior tory Henry Brooke, ala Guerra la colaboracién del nuevo gobierno laborista con los americanos en Ia guerra de Viemam. En los Estados Unidos habian ocurrido cosas extraordinarias. Ali, la gen- ede Fria y uestra edad habia crecido con el simulacro nuclear _yhabia aprendido a encogerse bajo sus eseritorios en caso de ataque. América se convirtié en sinénimo de violen- cia y racismo estructural. Kennedy fue asesinado, y luego Martin Luther King, y otro Kennedy, y Malcolm X, a me- dida que la lucha porlos derechos civiles iba ganando i pulso y os movimientos estudiantiles radicales de izquier- ddas en América y en Europa empezaban a darse a conocer. De forma menos violenta pero igual de airada, Bob Dylan se clectrificé en 1965, y empezaron las primeras esearamu- zas entre Io puro y lo terrenal en la misica popular, Amé- rica era el origen de todas las cosas nuevas que todavia 39 cestaban por llegar a la provinciana Inglaterra, por muy swingueante que fuera, y, si uno miraba a través del Aulntico, parecia que el mundo estuviera temblando por ‘su eje de rotacién, Era peligroso, pero excitante. No sélo ‘era nuestro tiempo, mis dias de juventud, sino algo distinto| cualquier 6poca anterior. Una bola de nieve habia empe- zado a formarse y rodé aparatosamente hacia a generacién nacida tras la Segunda Guerra Mundial. Nosotros, yo. Es- ‘aba llena de promesas, y cada vez nos s ponsables de aprovechar nuestros dias de juventud: para, dlisirutarcomo la generaci6n dorada que éramos, pero tam- bién para mandar el aviso de que cuando creciéramos y tu- ys mis ress viesemos la edad suficiente para tomar el poder, las cosas iban a ser radicalmente distintas, 40 I ALTERANDO REALIDADES ‘And the ones tha mother gives you Don't do anything all. JEFFERSON AIRPLANE, «White Rabbite Drogas: mi madre, en los cineuenta, frente a la ventana de nuestro apartamento en un quinto piso, agarrando una gran caja blanea de carton Ilena de codeina soluble yaspi- rinas. Se las recetaba el médico, de cien en cien. Jaquecas, Mis tarde, a principios de 196a, cuando tenia quince aft, re escape de casa de mi padre y fui a verlaa su habitacion dde Hove, donde, en el cajén del escrtorio, tenia una caja ‘mucho més pequefallena de Nembutal. Insomnio, Me ra- gué los ocho que quedaban un par de dias més tarde, se- gra de que no saldriamos con vida de aquella habitacin mminiseula, y de que no habia ni habria jams ningin otro sitio adonde ir. No bastaron para matarme, pero si fue- ron suficientes, por lo visto, para sacarme de la habitacién, llevarme al hospital y alejarme de mis padres, por suerte 6 =Viasquetedamamd /nohacen sbslutamente ada Con seta en dliciret Pts dels Marvllaryreplta desisiones pense ono de droga, White Rabb sn dela canones ma op Irs del grap iodo delossesenteerson Alpe es inlde chsusepund bin, Saree Plo 6) 1% det7) ‘Antes de eso habia estado en Banbury con mi padre, tra- bajando en una serie de tiendas en la ealle mayor; como castigo por mi expulsibn, tenia prohibido volver a clase. AA principio robaba ol écer del laboratorio de quimica dela escuela; después lo compraba embotellado en Ia farmacia, con la excusa de que era para cazar mariposas, No recuer- ddo como descubri lo de esnifar éter (la Gniea droga que se consumia en la escuela por aquel entonces era el abaco), pero cuando lo probé me senti extasiada, sobre todo por la inmensidad de tiempo que me parecia haber estado in- consciente en un mundo insondable y onirico, Me gusta- ba ef modo en que me situaba a eones de distancia de la realidad, aunque lo cierto es que sélo eran unos minutos Pero el mundo del éter no tardé mucho en verse poblado dde monstruos, y una eternidad de malos suefios no era en absoluto lo que estaba buscando, Cinco afios mas tarde, y en otro hospital ~no el de Hove al que me llevaron después de la sobredosis de Nembutal, ddescubrr la mecilanfetamina (la metedrina). Tendria dieci- nueve o veinte afos y otro paciente compartié una ampolla de vidrio conmigo y me mostré emo usar una jeringa para inyectirmela en el misculo por via subcutdnea, El tiempo volvié a expandirse maravillosamente, aunque ahora sin ‘que yo perdiera la consciencia. Los pensamientos desfila- ban ante mi como actores haciendo reverencias en el esce- nario, que se detienen un momento para que los miren luego siguen su camino, Los observé mientras me reclina- ba (mi manera favorita de estar en el mundo), como si yo ‘misma fuera la audiencia de mi propia ~pero autnom: mente. Era una forma de habitar mi propio interior pro} de un vijero en el tiempo. Eso me gustaba mucho, Mucho mis que el gas de hulla con el que, en lacocina de os pacien- tes, haciamos burbujas en la leche para pillar un colocén. facil y barato ‘Un aio més tarde, en un tercer hospital psiquidtrico, el Maudsley, me trat6 el doctor Krapl Taylor, que dijo que yo eraun caso tipico de personalidad adictva,y en una extra- fia incongruencia que iba a tratar mi personalidad depri- mda y desordenada con terapia de metedtina (no me podia ‘creer la suerte que habia tenido). Dos veces por semana me su interno con el pelo cortado al rape, me inyectaba metedrina en el brazo e intentaba que tuviera una vabreac- idm», La idea era estresarme hasta que tuviera una crisis, lo cual se suponia que, de forma magica, como un brote de Fiebre ibaa aliviar mi depresién, «No vales nada», me de- fa. «Lo sé» le contestaba yo, «ipuedo tomar un poco mis ‘de metedrina, por favors ‘Terminé yéndome del Maudsley en un ataque de Faria (una abreaccién, podria decirse) y me encontré con el Arts Lab de Drury Lane, del que tanto se hablaba. Arriba, en cl café, encima del espacio expositive (donde habia una muestra de Yoko Ono, creo, una artista de vanguardia poco conocida), me volvien la sila y le dije al hombre que esta- ba detris de mi: «iSabes dénde podria conseguir algo de metedrina®>. 8 lo sabia. Habja topado con uno de los re- yes del speed del centro de Londres, y durante un tiempo, hasta que los colocones de la metedrina se volvieron mu- cho peores que los horrores del er, me dediqué a chutér- mela, Me mudé a un piso en Long Acre, en Covent Garden, cen el que vivian unos amigos de mi camello y por primera ‘me senti como en casa. Incluso cuando era mis padres, sentia que estaba en el lugar “ ‘equivocado con la gente equivocada, Ahora me sentaba en cl suelo con las piernas cruzadas y apoyaba la espalda con- tra la pared y notaba eémo bailaban los pensamientos en cerebro, en una habitacin lena del humo de un mon- ton de extraiios fumados © de amigos que sélo conocia desde hacia unas semanas. Y, de una forma completamen- te nueva para mi, acabé Hlegando al sitio donde tenia que ‘También famaba porros, por supuesto. Siempre « uno liado y a punto al lado de la cama para famarmelo por Ja mafana antes que nada, y no lograba imaginar un futuro ‘enel que ya no furara cannabis. Me parecia absurdo elegir no estarcolocado. También probe el dcido, aunque lo tomé ‘con mucho mis temor que cualquiera de las otras drogas. La primera ver que chupé un terrén de azicar empapado de isp estaba segura de que seria mi final. Conocia mis tendencias depresivas. Habia tenido malos viajes incluso se habian vuelto pe- ligrosos. Estaba convencida de que con el icido tenia mu- has posibilidades de volverme psicética sin remedio. Me nila mujer ens edandos, Na- die trata de poner cvernos a un marido ni de humilar a wna ‘esposs, Nadie intentaprobar nada nilograrnada de nadie. La jodiendadescremallerada slo mis algo més rare que el unicomio, Yo nunca la he conocido, po que existe. Y resale La realidad de lajodienda descremallerada era lo mis jado del romanticismo. De eso se trataba, precisamente: ara la verdaders a definiiajodienda descremallerda Ax, ra preciso que nunca llegaras a conocer bien al hombre Porlo ant, ora condicin paralajodienda descremallerada rata brevedad.Y el anonimaco adn la mejoraba Por supuesto, para la jodienda descremallerada era abso- lutamente necesara Ia pildora, sin la cual la torpeza y la 6 angustia eran inevitables, por muy avanzada que fuera la mmentalidad, Se inventé en 1961, pero s6lo estaba al aleance de las mujeres casadas o de aquellas lo bastante valientes| ‘como para comprar un anillo barato en Woolworths y ad tirlo abiertamente en las higubres clinicas de planific familiar. Entre 1962 y 1969, el nimero de usuarios en el Reino Unido ascendié de aproximadamente ct un milldn, Era alentador no tener que confiar en que los hombres se pusieran bien los condones o se salieran en el momento adecuado, y no tener que recordar ponerse cl diafragma antes pero no mucho antes~ de que hubi rala posibilidad de acostarse con alguien, Pero el hecho de que Isadora atin estuviera buscando ese encuentro libre de cargas en 1973, y de que Miedo a volarles pareciera alas mujeres un libro tan absorbente, dice mucho sobre lo ficl que era alcanzar la revolucién sexual por la que tanto luchdbamos. A los miembros de la generacién de posguerra los criaron padres que aspiraban a la respetabilidad, y a ccultar cualquier insinuacion de que el cuerpo no estaba a. Las grandes armas eran el bochorno y la vergiienza, Estar solteray em- I (criar hijos es, en cualquier épo- a, una actividad muy dura para una sola persona), sino que también era una deshonra. Ocultarlo era mucho més im- portante que lidiar con ello. Nuestros padres, una genera- ‘ign que habia respondido a la incertidumbre de a guerra ‘con una buena dosis de ibertinaje sexual (el escrtor John Mortimer recordaba el Dia de la Vitoria en Europa, evan- do las zonas verdes de Hyde Park estaban repletas de ps rejas follando), y que durante los bombardeos y las sepa- raciones forzosas le habia eseamoteado placer fisico a la cuenta mil bajo el control estricto de la mente civil barazada no era silo dif 65 ausencia y la muerte, ahora se apuraban a volver ala bue- na senda social y les ineuleaban a sus hijos la necesidad de adaptarse, Fueras de clase trabajadora o de clase media, la respetabilidad ~en el sentido de no hacer nada que los ve- grandes prioridades, La revolucién sexual es, sin duda, una de las ideas que la gente tiene acerca de los sesenta. También era una idea que los sesenta tenian acerca de si mismos, aunque, como, dijo Henry Miller, no era ninguna novedad que los pe- _queiios grupos de gente acomodada o aristica practcaran centre si sexo complicado, delicoso y lamentable. Se follaba de forma alegre, 6 triste, 0 incluso obediente, como cone jos, como si no hubiera mafana, Se supone que el sexo es siempre un descubrimiento para cada generacién. Un se- 1e pensaras que hacian— era una de las ‘reto que es mejor no contar a los padres, no sea, Dios no lo quiera, que les dé por abi. En algunas épocas fue asta ppesar de que los padres hicieron lo imposible por ocular sel0 no sélo a sus hijos sino asf mismos. Los cincuenta no fueron una época de franqueza sexual, precisamente. Los libros que tenian alguna relacién con el tema eran censura- ddos y publicarlos suponia un desafio, Era muy dificil eon- ‘seguir cualquier tipo de informacién sobre el cuerpo. Se nido, y sigue teniendo, una poderosa influencia Sin duda, Ja mayoria de mujeres que vivieron los primeros ydikimos sesenta como chicas politizadas o como chavalas psicodé- licas pueden recordar que t nnamental, sexual, doméstico o secretarial para los hombres ‘que partian hacia costas radieales. La izquierda nunca des- ‘ac6 por su voluntad de aceptar la igualdad enere géneros, pero tampoco lo hicieron los fumetas ni los emprendedo- res dela contracultura. De forma relativamente piblica, en partes relativamente especificas del mundo, la cosas han ‘cambiado para las mujeres La violencia doméstica se con- ‘ola con mayor seriedad, la violacién sucle considerarse 12 un valor sobre todo or- delito grave, yhoy en dia ami nadie me preguntaria por la firma de mi (inexistente) marido come hicieron en 1970, cuando presenté una solicitud como mujer soltera para que ‘me dieran de alta el gas en mi nuevo apartamento. Pero, lo ‘mismo que la igualdad sexual, la liberacién de la mujer se respeta mas en la ley que en las actitudes privadas de ma- chos partculares, Incluso en el Occidente bienestante, la media de sueldo de las mujeres es sustancialmente inferior al de los hombres que hacen un trabajo equivalente, y las dificultades y gastos del cuidado de los nifios muchas veces implican que las mujeres van a trabajar para poder pagar ‘guarderiasy asi poder trabajar. No ereo que las inelinac res personales y las opiniones en general hayan cambiado ‘mucho en Ia amplia mayoria del mundo desarrollado o en vias de desarrollo, Id un poco més allé de los cotos della cla- se media educada ~leed tabloides, escuchad a los hombres hablar en los bares~ y se os encogerd el corazén. Las pro- jas jovenes (no todas, por supuesto) consideran que el fe- minismo no tiene nada que ver con ellas. Hace poco, una ‘estudiante que se presentaba para un cargo en el Newnham College de Cambridge (uno de los énicos dos colleges silo ppara mujeres de la universidad) se sintié legitimada para declarar que no era feminista. ara un observador de los sesenta, hoy en dia la liberacién de la mujer en un sabado pot la noche en la ciudad se parece bastante ala libertad para emborracharse hasta caerse. Quizé las primera libe- racionistas no deban opinar sobre por qué tipo de igual- dad deberian optar las mujeres que ahora pueden elegir: 4quizd sea tan insolente como que las naciones oceidenta- les deereten que s6lo su tipo de democracia es aceptable para las dictaduras «liberadas». Las mujeres, por supuesto, son mucho mis libres de Io que lo eran en los cincuenta,, ‘cuando estar casada y con hijos soliasignificar que estabas atrapada de por vida sin posibilidad de tener ingresos pro- pios. Pero no estoy segura de que no haya tantas mujeres que estén en una posicién similar hoy. Una mujer de se- senta y tantos (slo unos afios mayor que yo) me dijo hace poco que el problema de lajubilacién era que ahora tenia aque pensar en lo que ibaa comer su marido cada dia, ade- :mas de en qué comprar de cena. Se referia a la jubilacién de su marido del banco. Ella habia criado alos nifios y ha- bia mantenido el frigorfico leno. Los sesenta al y como yo los entendia, le habfan pasado de largo por completo ‘Empezé mucho antes, , como casi todo, en los Estados Unidos. Betty Friedan publiod La mistica femenina en r963 yy fund6 Now (1a National Organization of Women). En el Reino Unido, Sheila Rowbotham eseribié un articulo en 1968 que empezaba: «La primera pregunta es: Zpor qué lo toleramos?» en la New Left Reviews y como parte del com «é editorial convencié a Black Dwarf de que al «Afio de la Guerrilla Heroica» de 1968 le siguiera el «Afo de la Mu- jer Militante> de 1969. La mujer eunuco no se publicd has- ‘ta octubre de 1970, pero para entonces ya habia montones de grupos dedicados a concienciar a las mujeres, que ha- blaban sobre las limitaciones de sus vidas, a necesidad de encontrar un trabajo gratficante més allé del enidado de los hijos, de recibir el mismo sueldo, de sus experien- 1s con el desprecio de los hombres y su machismo: que diseutian sobre la naturaleza del orgasmo femenino y se ayudaban unas a otras a echar un primer vistazo a la ana- tomia de sus vaginas con espejos (algo que los hombres siempre habian hecho). Por aquel entonces nadie pensaba aque en diez afios ibaa haber una mujer primer ministro en Downing Street. Por aquel entonces nadie pensaba que, si podia ocurrr algo tan milagroso en un pais donde a las mujeres ni siquiera se les permita presencar las noticias en television por miedo a trvialzarlas, la sicuacién de las mu- jeres iba a empeorar (junto con la de cualquier otra per- sona que no estuviera persiguiendo el beneficio propio). Ala luz de la resistencia a la liberacién de la mujer en los sesenta (el lider del Black Power Stokely Carmichael rea- lize le por la posicién de las mujeres, dijo que «bocarsib 1as famosas declaraciones en las que, al preguntar- sorprende en absoluto que ocurrieran estupideces militen- tes como que la libreria Sisterwrte impidiera que el hijo de dos afios de una mujer que acababa de llegara Londres centrara en el café con su madre. Yo observaba cémo pro- ‘estaba («iPero no puedo dejarlo solo en medio de Upper Street, y quiero mirar el tablon de anuncios!»),y lo dnico que obtenia era una sonrisa de bienvenida dirigida sélo a ella: ningin relajamiento de la politica antimachos, Habia| tedricos y practicantes del sadomasoquismo lésbieo, guar derias s6lo para nifias en las diseotecas para mujeres y un zool6gico feminista en Escandinavia que proponia cam- biarle el nombre al orangutan (que en malayo significa shombre de los bosquess) poreltérmino malayo que equi- vale a «persona de los bosques», Pero resultaba dificil ret se de los que sacaban conclusiones logicas: sia principios de los sesenta decias algo sobre los derechos de las mu- jeres o las actitudes condescendientes de los hombres te acusaban al instante de ser u ‘quemasujetadores y sin depilar. Yadems de las separat tas, habia: mujeres que trabajaban en sindicatos y presio- naban al gobierno para que legislara a favor de la igualdad de sueldos y las ayudas para guarderias, alas que los hom- bres tenian que escuchar cuando les decian qué habia de malo incluso en sus opiniones liberales sobre los derechos de las mujeres, Bien entrados los ochenta, como mi ex re- cogia a nuestra hija en la escuela dos o tres veces por se- ‘mana, otras madres me decian lo afortunada que era de tener a un hombre tan maravlloso mientras yo la espera- ba en el patio. de esas feminists lesbianas Después de evarenta afios no han remitido ni la guerra ni los conflietos civiles, no se ha reducido el hambre en las partes subdesarrolladas del mundo. El Muro de Berlin se vino abajo y se produjo la Revolucién de Terciopelo en 104 Praga en 198g y el Imperio ruso cayé. Vi cémo ocurria en television, mientras la gente de Berlin Este dejaba tirados sus indeseables Trabant y se dirigian al Oeste para cam- biarlos por BMWs, o eso creian, Las primeras elecciones li bres en Sudafrica tuvieron lugar en 1994 para asombrada, ‘maravlla de aquellos que se habian enfrentado al régimen del Apartheid durante décadas, pero quince afios mas tar de el dinero ain esté fundamentalmente en manos de los blancos y las multinacionales, los barrios de chabolas s- _guen existiendo y la gente se queja de que los negros su- fren de una scultura del resentimiento» que esti provocan- cdo que la economia sudafricana se desplome. Mires donde mires, en Ios dltimos cuarenta afios, el nacionalismo y elca- pitalismo han triunfado, Los rusos desarrollaron al instante ‘una mafia que sustittaa las ites del Partido Gomunista, , mientras escribo, el actual presidente de Rusia ha enviado tropas a Georgia y esti hablando sobre una nueva Guerra Fria, Nada ha cambiado en la politica occidental, y los nue- ‘vos paises desarrollados claman por repetr el fantasma del =progreso» pese a la posibilidad de que el planeta esté a una o dos décadas del colapso medioambiental. Bs casi in- creible lo poco que ha cambiado, excepto en el émbito de | tecnologia. Tenemos més aparatejos con los que jugar mientras el gran capital y los gobiemos son casi indistin- aguibles («Estamos de lo mis ranquilos con que la gente se haga asquerosamente rica», dijo Peter Mandelson sobre ‘Nuevo Laborismo en r998) y compiten entre si s6lo por mantener bajos los impuestos, Para una déeada tan cono- ‘ida por su juventud politicamente radical, sorprende bas- tamte el poco efecto que tuvimos. 105 Por supuesto, ha habido cambios politicos y sociales, algu- nos de ellos legislativos, pero no creo que hayan calado en |i gran mayorfa de la humanidad. Ni siquiera puedo ser tan positiva como David Widgery con su limitado optimismo sobre el efecto a largo plazo del radicalismo de los sesenta CCambiamos acttades pero no I estractura Logeamos ca biar las acttudes a fondo pero no tuvimos la fuerza para ‘cambiar la exencia dela estructura de poder econémico J. ‘en consecvencia, politico” 106 v PROYECTANDO EL FUTURO La escuela nos ene que la instrucciin produ cr conorimiento. La existencia de excuelas pro- duce Ia demanda de escolarizacién, En cuanto aprendemos 2 necestar la escuela, todas nuestras actividades tenden a tomar Ia forma de reac ‘es elientelares con oir institciones especial zadas, En cuanto ol sutodidactso Ia autodidacta han sd desscredtados, toda actividad no profe- sonal se vuelve sospechosa nla escuela nos en ‘eflan que el apendizaje valioro es el resultado de In asistencia, que el valor del aprendizaje sume ‘acon la camtidad de aporacién:y por itimo, ue ‘xe valor puede mediney documentare con notat ¥ diplomas. De hecho, aprender es a actividad hu- tana que menos manipulacin dele denis nese a. La mayor pare del aprendizaje noes result do dela instruccin, Mas bien el resultado deta aricipain sn abasen in entoro igifcatvo. win nunc, Lesociedad deseolrizada, 1972 Empezamos la Escuela Comprensiva South Villas, de conocida como Escuela Libre Freightliners, en 1971 con ocho alumnos, siete de ellos de la misma familia, dos wor profesores y la promesa de cien libras. Nos la inventamos ‘un viernes y la inauguramos en mi apartamento de dos ha- bitaciones del norte de Londres el lunes siguiente. Fue ‘un invento enteramente pragmatico, Una intervencién, Ese viernes por la tarde una mujer llam6 a mi puerta, Se pre- sent6 como la trabajadora social a cargo de unos chicos del barrio que yo habia conocido y que andaban por las calles yy los parques cereanos «Allie B. dice que estis estudiando para ser profesoray que te interesa la educacién alternativa, La cosa es que la sema- ra que viene van a separar a todos los hijos de los B.y los van a poner bajo custodia, por faltar a clase repetidamen- te. Allie dijo que hablaste con ella de las escuelas libres. $i rmontaras una para ellos quizd yo podria evitar que cayeran bajo custodia municipal y argumentar que deben quedar- se en casa juntos, Peto tiene que estar en horario yun plan de estudio puestos por eserito para ellu- nes, para que pueda llevarlo ala vista del caso y conseguir «que paren el auto tuelar-» En 197% los dlkimos coletazos de los sesent imposible montar una eseuela en un fin de semana. Esta- ba estudiando para ser profesora y me acababan de publi car un articulo (el primero) en una revista radical Iamada_ (Children’s Rightrsobre unas précticas que habia hecho. Lla- sé a Roger, el editor, y le pregunté si tenia alguna idea. Lo ‘importante era la energia. Yo nunca habia tenido mucha, pero Roger estaba leno. Para la tarde del sibado varias personas del barrio ya se habjan comprometido adar clases 108 ‘una o dos veces por semana, Hicimos un horario, con cla ses de arquitectura a cargo de un arquitecto local que do- blaba como profesor de mateméticas; un artista que vivia| cerca de all ‘conocia a un alfarero que tenia un estudio se comprometié a dar clases de arte y alfareria, De la car- pinteria se ocupaba un earpintero que tenia un taller unas ‘euantas alles mas all Bl francés lo iba a ensefiar una mu- jer del barrio que estaba en casa y tenia hijos pequefios. Un tipo al que conociamos, que habia dejado la carrera de Fisica, iba a dar ciencia y yo iba a ocuparme del inglés Roger, que tenia una licenciatura en Ciencias Politicas ¢ Historia, iba a ensefar historia y emas de actualidad, y ha- sna piscina cerca para dareducacin fisica. Un amigo de California nos ofreciécien délares al mes para que nos las fuéramos apafiando con las salidas, el equipamiento y las comidas mientras arreglibamos el tema de la financia- cién, y mi piso estaba disponible, como lo estaba el sita- no virmalmente abandonado del piso de proteccién oficial justo al lado de Camden Square en el que vivian los cos, Prepararel sétano y plan ida cada dia eran parte del plan de estudios (economia domés- tiea),y también lo era asistra reuniones para discutirsobre el funcionamiento dela escuela (temas de actualidad: edu cacién para la ciudadania, lo lamariamos ahora). Después de que me hubiera peleado con la faccién partidaria de la libertad total del ~a estas alturas bastante considerable Comité de la Escuela Libre para que empeziramos alguna hora, consegui que el dia empezara alas diez y media, para ensefar a esos nfios virtwalmente huérfanos a los que na: die contaba cuentos cuando se iban a dormir, a levantarse a tuna hora. Asial menos, insist, los chicos podrian practicar comprar y hacer la co por si alguno de ellos queria conservar un trabajo alguna ver. Déspota, murmuraban. , lo cual queria decir que por el mo- ‘mento, como centro educativo, estaba al mismo nivel que la escuela, Lo habiamos hecho gracias a la energia. Pero lo hhabjamos conseguido porque aiin estibamos a finales de los sesenta y no era imposible. A finales de los sesenta, en cuanto dejé de sentir que co” focarme me aportaba algo, empecé a pensar que no ha- bia nada mis importante en lo que involucrarse y mejorar ue a educaci6n de los nfios. Adin lo pienso, aunque ah ia en la posibilidad de conseguielo es casi nula A finales de los sesenta y principios de los seten- tano era la tiniea que lo pensaba, Para reconocer laimpor- ‘ancia crucial de la educacion a la hora de conseguir cu uier mejora de la sociedad (de nuevo esa palabra, con su .gemido moribundo) no hacta falta pensar mucho, y la idea de los derechos de los nifos fue calando a medida que se reclamaban otros derechos (relacionados con el género, la raza, la clase social) Si habia algiin grupo infrarrepre- sentado, desvalido y sin una voz conjunta en la sociedad, 108. Con el movimiento por los Derechos de los Nifios todo el mundo podia extrapolar. Aunque no fueras mujer, negro o de clase trabajadora, todos habi mos sido nifios,yrecordabamos esa impotencia furiosa que sentiamos porque el mundo de los adultos era arbitrario © cera el de los 9 ny injusto con nosotros. No hacia tanto que habiamos sido ni- fos, Era fil recordar lo agobiante y trivial que habia re- sultado la mayor parte de nuestra educacién, y lo ineapaz que habia sido de atracr a cualquiera que no tuviera una rmotivacion fuerte 0 unos estudios excepeionales: ambas ‘cosas solian implicar que habias tenido la suerte de poder aceeder a recursos de los que la mayor parte dela gente recia; libros, dinero, padres que tambien habian disfruta- do de una buena educacién o padres que no la habian te nido y en consecuencia deseaban con fervor que sus hijos sila tavieran. Incluso ique nosotros no nos hubiéramos quedado fuera de la educacién, sabiamos que mucha gen- te i, Los que habiamos ido a escuelas pablicas habiamos visto a los marginados pasar al grupo de los casos perdi- dos: algunos de los que habian ido a escuelas privadas en- tendian el acance de sus privilegios y suftian la culpa del supervivi para la mayoria, y el modo en que se manifestaban la itre- Tevancia y la injusticia en la eseuelas era el mis cereano a To que conociamos la mayor parte de nosotros. Los estudiantes ~en la universidad, en el instituto,en la te. El mundo nos parecia irelevante e injusto escuela de arte~ empezaban por probar la educacién ra cal con ellos mismos, En Estados Unidos habia desconten- oestudiantil mucho antes queen el Reino Unido, centrado cn la resistencia contra la guerra de Vietnam. A los que ob- servébamos, la brutalidad con que la policia y las autorida- des se ocupaban de las manifestaciones nos parecia incre ble. Cuatro estudiantes murieron por heridas de bala en la Universidad Estatal de Kent, y de golpe ser estudiance ya no parecia sélo una forma de pasar de la infancia a la edad adulta a través de un periodo de alegre irresponsabilidad. my Los adultos mataban a sus hijos, no sélo enviindolos ala guerra, sino dispardndoles por quejarse de ella, Los estu- dliantes de todo el mundo sentian un rencor generalizado. Parecia como silos adultos se hubieran hartado de finan- ciarles un periodo de desenfreno a sus jovenes. Quizé llega ‘un momento en el que alos vejos simplemente les moles- tan los jovenes y el hecho de que el mundo les pertenece- ri, y ya no quieren consentirles lo que ellos se perdieron. Hoy en dia parece como si a la nostalgia que mi genera- cin tiene de los sesenta se le sumara nuestra condena de la juventud actual: «S6lo os preocupan el dinero, vuestra carrera y el estatus, Cuando nosotros éramos jovenes...» A principios de los setenta, en cualquier aso, parecia que ‘elddesentreno se estaba yendo de mano. No tonteaban slo ‘con el sexo, as drogas ye rock and roll, sino también con la politica. Los jvenes estaban embrollando el orden de las ‘cosas, y con el dinero de los viejos, Asi que mandaron a la polieia, Eso les dio a los que estudiaban en Estados Unidos ~y en el resto del mundo, por extensién— la opor- tunidad de tomarse asi mismos en serio, ‘Tomaron aulas y auditorios y se negaron a moverse. Las sentadas se convirteron en seminarios, y los discursos politicos dejaron sitio a la pedagogia experimental os es- tudiantes y algunos profesores pensaron en compartir co- nocimiento en lugar de echarselo encima para que lo re- igurgitaran en los eximenes, Las politieas de la educaci asi como la necesidad de una educacién politica, se infla- ‘maron e iluminaron Ia imaginacién como modo de saca- dir el mundo para que tomara una forma mejor. De la idea del aprendizaje voluntario se pasd ala ereencia de que el alumno tenia que ser tan responsable del plan de estudios 5 ‘como el profesor. Ya no estaba tan claro que hubiera que aplicarelconacimiento de forma magistal alos jovenes, Lo que esto significaba, por supuesto, era un crecimiento ex- ponencial de las reuniones y las charlas. A los educadores yy administradores oficiales los dejaban fuera, y se tomaban los edificios para hacer largos debates en las aus, audito- ros y cafeterias entre estudiantes en huelga sobre qué se cenia que aprender, cmo se tenia que aprender y quién te- nia que ensefarlo. Enel mejor de los casos, fue un periodo Uti de reevaluacién, pero también fue una fiesta, una huida y un regalo para los estudiantes mis dogmitieos y ped tes que solo diferian del establishment autoritario en edad ¥y acceso al poder oficial. Se hablaba mucho de cortar con el rollo que se estaba ensefiando en las escuelas y univer- sidades que habian impedido que los alumnos y estudian- tes pensaran en quéestaban haciendo y por qué y sin duda también se soltaban un mont6n de rollos, Las acusaciones de autoindulgencia por parte de educadores del establis- hhment y politicos eran ciertas, pero esa voluntad y energia para observar la naturaleza de lo que debia aprenderse yde qué ‘encarnaba lo mejor de lo que los se: senta representaban, La prensa reaa alos estudiantes por abusar del prvilegio de la educacién y de las ayndas que recibian de la sociedad que tanto menospreciaban, pero es0 cera justo lo que los estudiantes tenfan que hacer. Cuando los jovenes agachan la cabeza por miedo a suspender exi- menes y no conseguir trabajos bien remunerados no se es ‘tin tomando el privilegio de la edueacin en serio. Pese a {que todos eran privlegiados (a los estudiantes siempre los snera tambi ‘ven como privilegiados, incluso los que una vez también fueron estudiantes) en una época de pleno empleo, en los sesenta los jovenes al menos arriesgaban esos privilegios para investigar qué estaban haciendo en lugar de limitarse a aceptatlo que les decian, Nos dijeron que la mayoria de los estudiantes disconformes volvieron al buen camino bur- gués, gual que la mayoria de los radicales se convirtieron ‘miembros activos dela sociedad convencional, Pero eso no prucha ~como a veces se afirma~ que estuvieran equi- vocados en su brevemente discolajuventud, La responsa- Dilidad de los jovenes es asustara los mayores. 2Y qué puede asustar mis alos mayores que subvertir el sistema educativo de los que ain tienen que convertirse en estudiantes? Eleambio del sistema de dos niveles grammar schools y secondary modern schools~ al sistema comprensi- vo! que empezé bajo el mandato de Harold Wilson en 1965 se habia acelerado, y para 1970, a pesar del nuevo go- biemo conservador y de que Margaret Thatcher se convie- tiera en secretaria de Estado de educacién, el desmantela- ‘miento del viejo sistema era imparable. La division de los niflos a los once ailos mediante un examen en eseuelas tedricas o «pricticas» (para ir a la universidad o dejar la escuela a fos quince, respectivamente") habia desapare- ido en buena medida, pero la ensetianza para distintos gra- dos de habilidad era una disciplina que no se habia pues- toa prueba y no se habia investigado, y muchas veces se Torque suspenian ethan alas mis pric. secondary madam cols, dente bat mucha meralisera ene programa ede, Lascscectn comprare erncaeoles pra pessnetcre dao Ac hablidad neque lo niu than ein eerie de onan po tuen Elexamen delos once as se supimio con unas poss ecepiones. a acababa siendo injusto con ambos extremos del espectro de habilidades. A finales dela década, el sistema compren- sivo estaba lejos de revelarse una fuerza de equidad social y educacin liberal. Muchas escuelas se habian rendido y hhabian divido los cursos en clases separadas por habilidad sadémica. Las grammary secondary modern schoalrcoexis- tian con las escuelas comprensivas a todos los efectos. Na- die sabia qué estaba haciendo en realidad, y eso se notaba. En la escuela comprensiva de East End en la que yo daba ‘laces, cada curso estaba dividido en siete grupos indics- ddos con una letra de la palabra uackey. Para evitar que algunos nifios se desmoralizaran al verse en los dos kimos| ‘grupos (alos que los profesorescalificaban de grupos «de refuerzo»), cada curso empezaba al otro extremo de la pa Jabra. Asi los 18, 14, 16,1 18, EY 2¥ se convirtieron en ay, 2, 2, 2k, 26, 24 at al aio siguiente. Hasta las inceligencias mis limitadas sabian qué lugar ocupaban en la jerarquia de la habilidad, En Islington, un director de escuela pro- _gresista y apasionadamente centrado en los ninos llamado Michael Duane habiaintentadollevaralaprictcasusideales en la Escuela Comprensiva Risinghill En 1965 la cerraron, considerindola como un experiment que se habia descon- trolado, El libro que salié sobre el tema en 1968 convirtié Doane en un héroe y a la Risinghill en un clamor, aun- ‘que habia serios problemas con la nueva falta de orden de Duane, como los hubo con el antiguo exceso del mismo El sistema comprensivo habia dejado de parecer un ex: perimento destinado a liberar a los ios de clase traba- jadora y ya parecia no estar consiguiendo mucho més que 24 Lilla Beng Right Death of « Comprehensive Scho, Lanes, ne proporcionar mano de obra minimamente educada para ‘una economia industrial. El poder de las instituciones pa- ra hacer que las nuevas ideas se ajustaran a los requeri- mientos del statu quo era evidente, pero ain estébamos lo bastante cerca de los sesenta y de nuestra juventud como para pensar que podia subvertirse. Las eseuelas y la educa- ién se convirtieron en una causa para la joven izquierda radical y liberal. Los profesores, los estudiantes y los aca-

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