Vous êtes sur la page 1sur 10

Acerca de los debates Modernidad-Postmodernidad

El principio positivista lógico racional de la verdad científica planteado de


manera unívoca como emancipador de la humanidad y sustentado como
instrumento en la solución de sus problemas, quiso de manera unilateral servir
de guía utópica en los destinos de la sociedad para la satisfacción de todas sus
necesidades. Esta óptica concluye en postulados objetivistas que van en
detrimento de los valores humanos incrementando malestares y conflictos
sociales, fracturando de esta manera los principios que legitimaron la razón
moderna.

La Modernidad se sustentó en la hegemonía de la razón como base de todas


las actividades humanas. Presenta como presupuesto la visión lineal de la
historia, la secularización del progreso, la idea judeocristiana de salvación;
conjunto de relatos que traen como resultado una forma de “catástrofe
atómica”, acto extremo al que se llegó producto del desarrollo desmesurado de
la técnica y todas las implicaciones agresivas y destructoras que nos
amenazan. Se condena por tanto, los extravíos de la razón en cuanto esta
tendencia impuso un accionar que trae como resultado la exclusividad
instrumental y formalizante de la sociedad.

Respecto del arte y la cultura, esta visión positivista fue acogida por las
vanguardias históricas constructivas, sustentadas en lo lógico racional y
estructural del objeto artístico. Se propicia la aplicabilidad de reglas lógicas bajo
la óptica del método experimental científico que se irradio en los procesos de
abstracción pura e impersonal. La matemática y la geometría juegan su
principal protagonismo, se acentúa el despojo de los instintos y el carácter aní-
mico propio de la sensibilidad y la expresión. Se plantea un afán de novedad y
ruptura como soportes de originalidad y desconexión con el pasado. Sin
embargo y a pesar de la acción beligerante del arte en las transformaciones
sociales que va en complicidad con la ciencia, va en detrimento de los valores
simbólicos y la subjetividad; ésta se convierte en un movimiento exterior, en
un ritmo mecánico propio de la civilización técnica que reduce las necesidades
espirituales del sujeto.

La reducción del sujeto producto de la instrumentalidad extrema permite


comprender, como lo dice Adorno, que la “realidad ha quedado proscrita para
el sujeto”. Los soportes positivistas implican “una retirada del sujeto” lo que
conlleva la minimización del lenguaje y con ello la presencia del enmudecer, la
irreflexibilidad, que es lo que define la crisis de la noción de sujeto. Los
procesos de industrialización, planificación y tecnicismo violentan el proceso
creativo, tiende a disolver y derrotar los valores simbólicos. El consumismo
aniquila el “sujeto conciencia” en favor del individuo programado, automatiza la
sensibilidad en términos de cientificismo, de cosificación y alienación.

En el último tercio del siglo XX se acentúa la arbitrariedad del objeto en las


manifestaciones artísticas, incrementado la proliferación y arbitrariedad de la

1
obra. Es la banalidad, el consumismo y el valor del capital, junto a la máquina
como el dios del progreso material. Presupuestos que definen la confusión y el
sinsentido, duplicaciones de la realidad y el simulacro que ponen en evidencia
la irreflexión: el hacer artístico desconectado del pensamiento. Se cuestiona de
esta manera los postulados anclados en la lógica radical del instrumentalismo
racional. Se revisa su recorrido, lo que trae como resultado las derivas y
ambivalencias, confusiones, cambios de rumbo, de avances y retrocesos en el
arte contemporáneo. Se define entonces, la “crisis de occidente” que se
enmarca en el agotamiento del método empírico analítico. Se habla de un
tiempo neoconcervadurista que aspira a desembarazarse del proyecto
moderno, pues la lógica del progreso va en detrimento de los valores humanos.
Por esto se busca la “superación crítica” en la dirección de nuevos
fundamentos que, exigen lo humano como centro.

Aparece el conceptualismo como una crítica rotunda al modernismo;


importantes artistas como J, Kosuth, J, Beuys denuncian la objetividad, la
glorificación del presente, lo banal, lo eficaz, efímero y funcional. Kosuth
cataloga al modernismo “como el territorio del cientificismo el tiempo de la
técnica y su dominio” . Es a partir del conceptualismo que surge una ruptura
estética, se plantea una señal de trasformación epistemológica. Se proyectan
postulados metódicos del arte, la interdisciplinariedad en el acto creativo, y el
fortalecimiento de la idea por sobre los procedimientos.

Con conceptualismo se puede decir que la modernidad estética ha empezado a


envejecer. Esto se ha recitado en los años sesenta, sin embargo después de
los setenta se advierte que el modernismo propone una respuesta mucho más
débil. Se piensa en una apertura que es lo que le da inicio al escenario
postmoderno en las artes y la cultura. La pintura se somete a un proceso de
revisión para dar surgimiento a la instalación; se generan en este sentido
distancias a las tendencias vanguardistas.

Con las neovanguardias se puede ver la influencia directa de los impulsos


estructuralistas y las teorías del lenguaje, la hermenéutica, la semiótica que
exalta el valor del significado artístico; es el arte como lenguaje lo que
fundamenta los postulados artísticos de nuestro tiempo. Con el arte conceptual
se permite superar la extrema objetividad de la producción y el consumo
glorificante, se reacciona contra la extrema impersonalidad que inyecta el vacío
espiritual y la agresión del ecosistema.

Desde estas reflexiones el término civilización se convierte en un estigma de


decadencia. Se plantea un carisma contracultural que influenciado por el
“Mayo francés” concluye en un cambio de expresión, con lo que se sientan las
bases que inducen a la “revolución del sujeto”. Se propician acciones de
carácter activista que se automarginan del mercado, se realizan actos de
provocación, una especie de “anarquía del espíritu” que subvierten
lúdicamente las lógicas de la representación. Se desenmascaran los vicios de
las instituciones, se destierra la codificación deshumanizante y denuncian la
alienación siniestra. Es una crítica a la acción corrosiva de la civilización.

2
Bajo estas circunstancias la idea de progreso queda desvanecida, pues se
invalida el principio de crecimiento positivo. Hoy el desarrollo material de la
humanidad se identifica con la destrucción de los recursos humanos y
naturales, es como el camino a la degradación y el empobrecimiento colectivo.
Se incrementan lo desastres ecológicos y los desequilibrios sociales y
geográficos. La idea del progreso muestra hoy la civilización reducida al culto
por la innovación y la veneración por el presente. Con el final del progreso, el
“fin de lo novum”, se pone en duda el reinado de la razón. La normalización y
estandarización que proyectan los procesos de dominación del mundo de las
comunicaciones y el consumo, han destruido la economía y las simbologías de
los actores sociales, la Modernidad ha apelado arbitraria y coercitivamente a la
libertad del sujeto. Acaso en nombre de la razón y su universalismo se impuso
el poder masculino sobre el mundo, se redujo la sociedad al mercado. Por
sobre el imperio de la razón se incrementaron las desigualdades y
marginalidades. Todo se reduce a una dudosa tolerancia que sólo se
reconoce en ausencia de una justicia social, la que va en provecho de los
poderosos, por esto se busca una nueva definición de Modernidad.

El mundo objetivo de las leyes naturales no debe separarse del mundo de la


subjetividad, pues sólo de la individualidad se desprende la libertad personal.
El goce dice Freíd: “es indispensable para el mantenimiento de la vida psí-
quica”, es necesario para la facultad de representación y cuestionamiento de lo
humano, por tanto, no se debe obstruir por que su fractura genera el
confinamiento de Ser, convierte la vida en una prisión, por sus normativas y
reglamentaciones coercitivas cerradas.

El mundo está cada vez más dividido, el Norte con el poder del capital y su
instrumentalismo, el Sur con sus desigualdades y miserias, angustias y
marginalidades, pero por esto no se puede pensar que todo está disociado, que
el caos no es total en el mundo. Ante estas circunstancias lo que se debe
comprender es que la actual sociedad postindustrial es más vigorosa que la
sociedad industrial anterior en decadencia.

Ante el desplome del proyecto occidental que legitimaba lo grandes relatos


históricos, se platea, por tanto, un nuevo discurso cultural, que transforme las
convenciones ideológicas tradicionales. Es indispensable un accionar
demoledor contra aquellas acciones que han mantenido el poder material sobre
el mundo, por ello es conveniente generar descentramientos y discontinuidades
que desestabilicen la homologación conceptual del mundo, de ahí la
importancia de un nomadismo cultural que nos lleve hacer una relectura del
pasado, una revisión histórica capaz de superar las mecánicas conflictivas del
presente. El estudio del pasado debe orientarse no bajo la óptica del anticuario,
sino como una actitud crítica que investiga las formas de la civilización,
reconstruyendo lo que dicen los documentos, no tratándolos como lenguaje
muerto, como escombro o ruina del tiempo, o como un simple pastiche
anacrónico, sino en el sentido de reinvertir su traducción y descifrarlos de otro
modo, reinventar la historia mediante la valoración que genera la libertad
creativa del pensamiento.

La reinvención histórica en el campo del arte bajo las experiencias dadaístas y

3
surrealistas debe plantearse en un sentido cuestionador, que desplace los
criterios de comprensión y verdad apriorística para desplazarse a niveles de
indeterminación, extrañamiento y aleatoriedad a partir de la preocupación por la
lengua que es donde se pueden percibir las profundidades más hondas de la
espiritualidad humana. Es a través del extrañamiento de la palabra, como lo
dice Bretón: “que se producen horizontes de sentido” . Lo que se busca con la
revisión histórica, es la implantación de un “nuevo orden” que nos lleva a
revelar los “otros relatos”, encontrar en la trama de los acontecimientos
históricos otras verdades, aquellas no sometidas por la unilateralidad de las
totalizaciones, generalizaciones y determinaciones positivistas de tiempo.

Posibilitar el acceso a otras verdades que surgen del misterio y la espiritualidad


humana, puesto que los modelos de estudio no pueden regirse sólo por la
catalogación del crecimiento económico, de los perfiles del desarrollo, de las
regresiones demográficas, de las constantes sociológicas o de los simples
ajustes técnicos. Es necesario pensar que la historia no es la versión de lo
vencedores, de la ideologías dominantes, de los monarcas, reyes, jefes
militares, sino que detrás de esa historia de la civilización material, se
encuentran otras historias de bajo nivel, de costumbres, de hábitos,
creencias, mítos, enfermedades, de sexualidad y locura, proliferación de
sucesos que llevan a cambiar el análisis histórico.

Por esto el nuevo análisis histórico debe partir de reflexiones que se


fundamenten en la lingüística, la etnología, el análisis literario, la mitología;
sobre las bases del estructuralismo, posestructuralismo y la teorías del
lenguaje, que permitan generar discontinuidades y pensar la historia en
relación al valor de lo plural y la diferencia. Que se perfile la existencia de las
exclusiones y las marginalidades para sacar a la luz la proliferación de errores
y falsificaciones históricas.

El presente postmoderno exige la conformación de una historia crítica que,


juzga, investiga, para condenar los extravíos. Inventa el pasado, no lo recibe
pasivamente, trastornando de esta manera el anticuario histórico para dirigirlo
hacia un nuevo conocimiento. La historia crítica sobre la base de la genealogía
nietzscheana, sacude el historicismo global que reduce todo a una formula
única, niega por tanto, que todo lo humano se funde en la razón instrumental,
implanta la posición de que el sujeto se sustente a partir de sus vivencias, de
sus deseos, de las formas particulares de su lenguaje, de la lúdica, del
comportamiento cotidiano y su inconsciente.

Desde la óptica hermenéutica y sobre los postulados de la historia crítica y


deconstructiva, es posible arribar a una interpretación de la historia como un
texto, en donde se refuta el documento como algo incuestionable, como verdad
irrefutable, por lo que se deben desvirtuar los esquemas deterministas y
explicativos de la temporalidad y aproximarse a lo narrativo que, como literatura
se desarrolla en base a manifestaciones no cerradas, con las que se privilegia
el constante movimiento de la voz y pone en síntesis lo heterogéneo. Lo
narrativo cubre la compleja trama del acontecimiento a partir del relato, en el
que se incorpora la múltiple presencia de los sujetos, no sólo de los objetos.
Metamorfosea el tiempo de ahí que la historia crítica se inclina por la narración.

4
Ante estos cuestionamientos a la Modernidad tanto por la crisis de la
racionalidad instrumental, como por la caída del progreso, al igual que del
advenimiento de una posthistoria, conviene conocer las diferentes vías que se
inscriben dentro de la Postmodernidad. Pues producto de los debates
Modernidad-Postmodernidad se intenta una toma de conciencia frente a la
pérdida de valores, se acude a una posición critico-social que transforme ese
proceso general de deshumanización y barbarie impuesto por el exceso
instrumental de la civilización técnica.

Dentro de la realidad de la cultura contemporánea se pueden palpar tres vías:


una neoconservadora, otra critica-pluralista y la intermedia. La
Neoconservadora intenta mantener vigente la tendencia racionalista
universalizante. Se puede comprender en esta vía, la influencia del
planteamiento habermasiano, cuando manifiesta que, a pesar de sus desvíos,
la Modernidad es un proceso inconcluso, inacabado que esta a medio hacer,
que debe ser revisado, pero que esa crisis habrá que vencerse con las mismas
armas, es decir con las de la razón y la objetividad. “Frente a un mundo que
hace agua, no cabe adoptar una posición derrotista, apocalíptica. (…) en vez
de abandonar la Modernidad como una causa perdida, deberíamos aprender
de sus errores, de esos programas extravagantes que han tratado de negar la
Modernidad.”

La vía crítico-pluralista plantea posicionamientos teóricos basados en la crisis


de la “verdad universal” de la razón totalizante, se sitúa dentro de lo
fenomenológico en tanto manifiesta que el progreso tecnocientífico y de
dominio civilizatorio, dejó de responder a los principios de emancipación y
libertad. El principio de la razón y de la ciencia como verdad entran en duda y
con ello el desplome del progreso occidental, se palpa el vaciamiento del
concepto progreso, la fatalidad de lo nuevo que desvirtúo la historia y la
tradición generando el desgaste de los valores simbólicos. Se objeta la historia
dentro del progreso como superación. Sobre estos cuestionamientos Lyotard
Manifiesta: “Mi argumento es que el progreso moderno (de realización de la
universalidad) no ha sido abandonado, ni olvidado sino destruido, liquidado. “.
El proyecto moderno entonces se traduce en factor de desigualdad, de
fatalidad e inhumanidad.

La vía intermedia plantea una óptica en la que se debe concebir que, más allá
de lo “premoderno” o “antimoderno”es comprender el rebasamiento de los
radicalismos, en este sentido J. Jamenson manifiesta de manera equilibrada la
“restructuración social del capitalismo tardío” , pues éste es productor de los
cambios que ha sufrido la cultura contemporánea, un tiempo caracterizado por
el postindustrialismo que debe reflexionarse para plantear una especie de
“moralización política” , por lo que la comprensión histórica debe estar por
encima del grotesco carnaval de las repeticiones.
Debemos por tanto entregarnos a una sombría burla del historicismo en
general. En este sentido se plantea la necesidad de revisar la historia,
replantear el fanatismo por la novedad y orientar caminos dirigidos a la
conformación de una nueva mentalidad, en que se interrogue el pasado y los
cambios sufridos por la cultura de nuestro tiempo, relacionar el pasado en

5
referencia al consumo, la informática, la genética, etc. Arribar de esta manera a
una revisión histórica de carácter emancipador.

Para Marshall Berman la Modernidad se puede concebir como lo que la


sociedad probablemente ha experimentado durante el curso de cinco siglos,
cuyo proceso se constituye en una amenaza radical a su historia y sus
tradiciones, pero que sin embargo ha desarrollado una historia muy rica y una
multitud de tradiciones propias que es necesario explorar para comprenderlas y
orientarlas en nutrir, empobrecer, enriquecer u oscurecer la propia Modernidad.
La atmósfera en que nace la sensibilidad moderna, dice M. Berman “es de
agitación y turbulencia”, en ella se puede percibir de manera contradictoria la
destrucción de las barreras morales y a su vez la expansión y desarreglo de la
personalidad, sin embargo, “la vorágine de la vida moderna” ha sido
enriquecida por muchas fuentes, entre otras por los grandes descubrimientos
científicos, la industrialización de la producción, las alteraciones demográficas,
el crecimiento urbano, el fortalecimiento de los poderes burocráticos, la
expansión del mercado, los sistemas de comunicaciones de masas.
Bajo estas fortalezas, esa corteza tan fuerte existen por debajo fisuras,
intensas fracturas, contradicciones que es necesario resolver, pues la
Modernidad tiene la facultad de volverse contra sí misma y transformarse,
reconoce el dolor, la angustia, el miedo pero sigue adelante.

Se entiende que el pensamiento moderno se ha enriquecido, ha crecido y se ha


desarrollado, pero parece haber llegado a un estancamiento. La visiones
abiertas se ven suplantadas por visiones cerradas, la validez de la máquina y el
progreso técnico ha reducido y asimilado al sujeto como fábrica, hecho que
permite considerar a la Modernidad como una “jaula de hierro”, todo por el
poder del dinero que termina reduciendo la vida y la cotidianeidad a un mero
proceso mecánico. H. Marcuse reconoce en el “Paradigma Unidimensional” a
las personas como mercancías en todos los aditamentos del consumo y la
tecnología. La Modernidad entonces convierte a los seres humanos en meras
reproducciones mecánicas. Se habla de un presente turbulento en conexión
con el origen y el futuro que, debe cambiar para beneficiar la humanidad, por
esto conviene la revisión de la Modernidad

Dentro de esta posición intermedia se encuentra además Alain Turaine, quien


cree “que la correspondencia de la cultura científica con la sociedad ordenada y
de hombres libres, sólo se podrá lograr con el triunfo de la razón, pues ésta es
la que anima a las ciencias y a sus implicaciones, como la que dispone de la
adaptación de la vida a las necesidades humanas y colectivas, y es finalmente
la razón la que remplaza la arbitrariedad y la violencia por el estado de derecho
y las normas del mercado”. Pero, establece un cuestionamiento, en cuanto
pone en duda que la humanidad, siguiendo las leyes de la razón pueda llegar a
la abundancia, la libertad y la felicidad. ¿Hasta que punto estas pueden ser
racionales? si los procesos de racionalización de la producción han aniquilado
las costumbres locales, arribando a la arbitrariedad y la violencia, perturbando
la democracia, por lo que exige que se cambien las barreras, retroceda la
barbarie y se instaure un estado de derecho. En este sentido, de
contradicciones, la razón puede estar enmarcada en un signo de negatividad,

6
pues el camino del progreso ya no es el de la libertad, la abundancia y la
felicidad, esto lo ha desestimado la historia.

Teniendo en cuenta la presencia de estas tres vías en nuestra cultura


contemporánea, es posible aproximarnos a una especie de moralización
política, de arrepentimiento frente a los excesos cometidos por la
instrumentalidad, se propicia por tanto, un replanteamiento que permite pensar,
como lo dice Vattimo: “en una nueva racionalidad, crítica y no instrumental que
nos dirija a la conformación de un nuevo fundamento”. Una racionalidad no
funcional ni utilitaria que ponga en tela de juicio el concepto hegemónico de la
razón.

Uno de los soportes del pensamiento y la creación constituido como nuevo


fundamento podrá estar inscrito en el eclecticismo contemporáneo, pues este
además de haberse iniciado en las corrientes filosóficas del siglo XIX, y con
algunos antecedentes en las antiquísimas escuelas filosóficas de la
antigüedad, en actualidad cobra mayor fuerza producto de los debates entre
Modernidad-Postmodernidad. El término eclecticismo puede definirse como
una mezcla de estilos de diferentes corrientes estilísticas que, al
unirlas a partir de un análisis dialéctico pueden conformar un nuevo lenguaje,
para lo cual el artista se apropia de obras de todos los tiempos. En el
eclecticismo se acostumbra a señalar la coexistencia en una misma obra de
diversos elementos procedentes de distintos planteamientos. El eclecticismo
puede estar inscrito también dentro de la escuela filosófica que pretende
seleccionar y conciliar doctrinas procedentes de sistemas distintos para
fundarlos en un sistema único.

Para V. Cousain el eclecticismo presenta una actitud tolerante y moderada,


contraria al sincretismo, pues éste intenta por la fuerza unir sistemas contrarios.
El sincretismo comporta ingredientes dogmáticos, radicales, sin criterios de
selección, destruye la conciliación armónica de los contrarios; en cambio el
eclecticismo juzga con equidad y de manera moderada y respetuosa todas las
escuelas para extraer lo que tienen de verdadero y eliminar lo que tienen de
falso.

En la Postmodernidad el eclecticismo se lo puede enmarcar dentro de


conceptos como fragmentariedad, multiplicidad estilística, desplazamiento,
nomadismo cultural, citacionismo, etc, puesto que en la Postmodernidad, en
algunas vías, se niegan las univocidades, las totalizaciones y hegemonísmos,
como consecuencia de la superación de las visiones unívocas de la
representación. En lo filosófico se llega a la conciliación de sistemas
metodológicos heterogéneos para la producción del conocimiento, se validan
las diferentes formas de argumentación en referencia al mundo objetivo
(ciencia), el mundo social (ética) y el mundo subjetivo (estética). Esta
interrelación de sistemas de conocimiento posibilitan la conformación de
postulados eclécticos, al igual que la confluencia de diversidades epistémicas
derivadas de las esferas de valor cognitivo, normativo, y expresivo que en la
Modernidad actuaban aisladas como formas autónomas o especialistas
del conocimiento, en este tiempo en cambio, se Busca la confluencia. La
construcción metódica multiparadigmática en el campo del arte, se da, como se

7
pudo ver, a partir de la herencia recibida por el arte conceptual, que fundó las
propuestas artísticas con base en la construcción metódica, principalmente por
lo interdisciplinario, la aplicación de nuevos medios, las relaciones arte y vida,
las intermediaciones entre pensamiento y sentimiento. La reactivación teórica
de finales del siglo XX impulsó el eclecticismo artístico contemporáneo, se
integran las teorías del lenguaje, la intervención de los conceptos científicos en
los problemas artísticos, derivados de la teoría cuántica, la teoría del caos. El
reconocimiento de los fundamentos fenomenológicos como un derecho de la
conciencia para llegar al saber. Se enaltece el valor de la subjetividad, el valor
de la palabra en correspondencia con los desbordes consumistas. Las
influencias teóricas del estructuralismo, permitió que se conjugaran tendencias
opuestas marxismo-freudismo, lo matemático con lo psicológico, lo económico
con lo inconsciente. La semiótica hace que el lenguaje se convierta en un
sistema de signos, plantea que los efectos del sentido se producen por
estructuras de tipo lingüístico en las relaciones significante-significado.

Toda esta conjugación de contrarios, fusión de diversos paradigmas despuntan


en una pluralización de lenguajes que hacen sacudir las estructuras
logocéntricas y unívocas de la Modernidad, se convierten en articulaciones de
sentido que alteran la autonomía de la lógica para generar lo heterogéneo y
fragmentario del presente. Ante estas circunstancias, y dentro de otras
posibilidades creativas en el encuentro de nuevos fundamentos, se plantea un
“accionar retro” que permite revisar la linealidad progresista de la historia, se
trata de rehabilitar antiguas fronteras para confrontarlas con el presente en el
ánimo de encontrar salidas a los conflictos actuales. Sin embargo, con este tipo
de desplazamientos y nomadismos, cuando no se practican metódica, reflexiva,
o críticamente, se corre el riesgo de caer en el sinsentido, o lo que algunos
teóricos como Pere Salabert denomina la “estética del todo” o teoría de lo
“Light” , el “todo Vale”.

Se desplazan por nuestro tiempo textos del pasado, se superponen imágenes


que pueden derivar en la confusión. Es posible que este “accionar retro”
cuando no es tratado de manera crítica puede conducir al “abismo del
significado”, a un vacío de sentido que, ampliado por la sobresaturación
informática tiende a desestabilizar la memoria. La historia al revisarse
irreflexivamente puede deshacerse permitiendo una regresión, restauración
que conlleva un reciclaje de formas sin sentido, glorificación de residuos,
escombros del pasado que rehabilitan el “bricolage cultural” y la corrupción de
los significados.

El “todo Vale” así como el “bricolage cultural” son producto de la interconexión


de múltiples discursos, entremezcla de polaridades o contradicciones, la
coexistencia armónica de tensiones opuestas, selección fragmentada de
imágenes diversas y de múltiples procedencias estilísticas; se constituyen en
actitudes propias de este tiempo postmoderno, que como ya se dijo, corre el
peligro de la acumulación irreflexiva y aleatoria de estilos, de lenguajes y
modas que se combinan por azar, sobresaturación de vertientes que
determinan la insignificancia. Esta pérdida de sentido, se ve incrementada por
las incidencias del simulacro degenerando en la estetización formal de la vida,
fetichización del mundo que verifica la mercadotecnia de masas, la “muerte del

8
sujeto”, extrema mercantilización que conlleva la industrialización de la
conciencia.

La proliferación del simulacro como corruptor del signo puede degenerar en el


malabarismo de la repetición y la copia que, ahoga lo conceptual para caer en
el juego gratuito y aleatorio, fracturando la estructura lingüística de las
relaciones significante-significado. Se alimenta la pérdida de rumbo,
proliferación de caminos y vertientes que lleva a que la Postmodernidad
convierta el “cualquier lugar” en finalidad; imposición arbitraria de todas las
formas derivadas del capitalismo tardío, generalización de las formas de la
mercancía que van en detrimento del imaginario simbólico. La “estetización
difusa del mundo” demuestra la crisis de la existencia histórica, pues la
aventura de la serialización y la repetición pone en evidencia la falsa identidad.

Esta selección indiscriminada de polaridades y de todas las formas del


consumo, perturba la unidad semántica de la obra, lo que induce al arribo de un
formalismo extremo, la valoración de la materialidad física exclusiva de la
forma, la justificación de los medios antes que la finalidad, el hacer
desconectado del pensamiento, la técnica se adelanta al sujeto. En los
procesos de revisión histórica no crítica, se arriba a una performatividad que
convierte en lugar común tanto el retorno como lo nuevo. El retorno como
repetición sin cuestionamiento ni pensamiento, pone en duda las diferencias
generando la crisis de la identidad, se patentiza de esta manera una “orgía de
las diferencias”.

Si la interconexión de polaridades y mezcla de estilos, al igual que los procesos


de revisión histórica y las implantaciones del simulacro, se plantean bajo
soportes teórico-críticos, es posible arribar a una transformación del
progresismo instrumental de la civilización moderna, al igual que puede incidir
en el arrepentimiento reconciliable y no conflictivo de los “vencedores” , y con
ello proyectar lo múltiple, el principio de alteridad como intercambio de las
diferencias, lo que acentuará los desplazamientos, movilidades y
descentramientos del terco continuismo racionalista instrumental de las
ópticas historicistas universales.

Es muy importante resaltar que de estos múltiples intercambios, hibridaciones y


eclecticismos, se debe plantear una nueva conciencia de las diferencias.
Dentro del vacío de lo real, de la desconexión de la historia y de la tradición
que acrecentaron el olvido del sujeto; dentro de la fractura de los significados y
la estetización de la vida, se plantea a manera de replica, el afán de búsqueda
por la centralidad de lo humano, una nostalgia de realidad que permite volver
por lo orígenes, al pasado, a replantear la historia, a recuperar la memoria;
propiciar el valor de la intertextualidad y la diversidad; acentuar la necesidad de
la metáfora y la ironía, permitir la articulación de actitudes opuestas que
generen discontinuidades y sacudan las univocidades de la representación
moderna.

Para cancelar el arrinconamiento del sujeto que definen la crisis de la cultura y


el futuro, conviene como horizonte en la finalidad de lo humano, otorgarle plena
confianza y validez a la experiencia estética, pues ésta se constituye en

9
soporte de emancipación, autonomía y libertad, porque propicia la presencia de
un mundo justo y plural. La experiencia estética permite reafirmar la
individualidad que posibilita reconducir el hilo de la subjetividad por mucho
tiempo olvidada, para reconocer la irrupción poderosa de una nueva forma de
pensamiento, el conocimiento trágico, que para hacerse efectivo necesita del
arte como redención y esperanza, superando con ello los límites inamovibles
de la lógica.

Orlando Morillo Santacruz


Doctor Historia del Arte
Universidad de Barcelona.

10

Vous aimerez peut-être aussi