Vous êtes sur la page 1sur 12

EL OBJETO DE LA HISTORIA DE LAS CIENCIAS

Georges Canguilhem

Editado por
ElSeminario.com.ar

 1999-2001 - Copyright www.elseminario.com.ar


Todos los Derechos Reservados
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
EL OBJETO DE LA HISTORIA DE LAS CIENCIAS (1)
Georges Canguilhem

Considerada bajo el aspecto que ofrece en la Recopilación de las Actas de un


Congreso, la historia de las ciencias puede pasar por una rubrica más que por una
disciplina o un concepto. Una rúbrica que se expande o se distiende casi
indefinidamente, ya que no es mas que un etiqueta; un concepto, en cambio, encierra
una norma operatoria o judicativa y no puede variar en su extensión sin rectificación
de su comprensión. Es así que bajo la rúbrica de la historia de las ciencias pueden ser
inscriptos tanto la descripción de un portulano* recientemente hallado como un
análisis temático de la constitución de una teoría física. No es vano, entonces,
preguntarse en principio acerca de la idea que se hacen de la historia de las ciencias
aquellos que pretenden interesarse en ella hasta el punto de hacerla. En cuanto al
tema de este hacer, ciertamente, desde hace tiempo han sido planteadas, y continúan
siéndolo, varias preguntas. Estas preguntas son las de ¿Quien?, ¿Por qué? y
¿Como?. Pero encontramos que una pregunta de principio que debería ser planteada
y que no lo es casi nunca, es la pregunta ¿De qué?. ¿De qué la historia de las ciencias
es historia?. Que esta pregunta no sea formulada tiene que ver con el hecho de que
se la cree generalmente respondida en la expresión misma de historia de las ciencias
o de la ciencia.
Recordemos brevemente como se formulan la mayoría de las veces, hoy, las
preguntas por el Quien, el Porqué y el Cómo.
La pregunta por el ¿Quien? conduce a la pregunta por el ¿Donde?. Dicho de
otro modo, la exigencia de la investigación y la enseñanza de la historia de las
ciencias, según que ella se experimente en tal o cual dominio ya especificado del
saber, conduce a fijar domicilio aquí o allá en el espacio de las instituciones
universitarias. Bernhard Sticker, director del Instituto de historia de las ciencias de
Hamburgo, ha subraya do la contradicción entre el objetivo y el método (2). Su
objetivo debería ubicar a la historia de las ciencias en la Facultad de Ciencias, su
método en la de Filosofía. Si se la tiene por una especie de un género, la historia de
las ciencias debería tener su lugar en un instituto central de las disciplinas históricas.
En efecto, los intereses específicos de los historiadores, de una parte, de los hombres
de ciencia, por otra, no conducen a la historia de las ciencias más que por una vía
lateral. La historia general es, ante todo, historia política y social, completada por una
historia de las ideas religiosas o filosóficas. La historia de una sociedad como un
todo, en cuanto a las instituciones jurídicas, a la economía, a la demografía, no
requiere necesariamente de la historia de los métodos y las teorías científicas en tanto
tales, aun cuando los sistemas filosóficos tienen relación con teorías científicas
vulgarizadas, es decir degradadas en ideologías. Por otro lado, los científicos no
tienen, en tanto tales, independientemente del mínimo de filosofía sin el cual no
podrían hablar de su ciencia con interlocutores no científicos, necesidad de la historia
de las ciencias. Es muy raro, sobre todo en Francia, con excepción de Bourbaki, que

*
Planos de un puerto.

2
El objeto de la Historia de las Ciencias
www.elseminario.com.ar
incorporen los resultados en la exposición de sus trabajos especiales. Si se convierten
ocasionalmente en historiadores de las ciencias es por razones extrañas a los
requisitos intrínsecos de su investigación. Existen ejemplos en los que su
competencia los guía en la elección de cuestiones de interés primordial. Ese fue el
caso de Pierre Duhem en historia de la mecánica, de Karl Sudhoff y de Harvey
Cushing en historia de la medicina. En cuanto a los filósofos, pueden ser arrastrados
a la historia de las ciencias, ora tradicional e indirectamente por la historia de la
filosofía, en la medida en que tal filosofía ha demandado en su tiempo una ciencia
triunfante que la esclarezca sobre las vías y los medios del conocimiento militante,
ora más directamente por la epistemología, en la medida en que esta conciencia
crítica de los métodos actuales de un saber adecuado a su objeto se siente tentada de
celebrar el poder de esa adecuación por el recuerdo de las dificultades que han
retardado la conquista. Por ejemplo, si importa poco al biólogo y menos aun al
matemático probabilista, investigar qué es lo que ha podido impedir a Augusto
Comte y a Claude Bernard admitir la validez del cálculo estadístico en biología en el
siglo XIX, no es lo mismo para quien se ocupa en epistemología de la causalidad
probabilística en biología. Pero queda por demostrar -intentaremos hacerlo después-
que sí la filosofía sostiene con la historia de las ciencias una relación mas directa que
la que tiene con la historia de la ciencia, es con la condición de aceptar, por ese hecho,
un nuevo estatuto en su relación con la ciencia.
La respuesta a la pregunta ¿Por que? es simétrica de la respuesta a la pregunta
por el ¿Quien?. Hay tres razones para hacer historia de las ciencias, histórica,
científica, filosófica. La razón histórica, extrínseca a la ciencia entendida como
discurso verificado sobre un sector delimitado de la experiencia reside en la practica
de las conmemoraciones. en las rivalidades en las que se investiga la paternidad
intelectual, en las querellas de prioridad, como aquella evocada 'por Joseph Bertrand
en su "Elogio académico de Niels Henrik Abel", que concierne al descubrimiento en
1827 de las funciones elípticas. Esta razón es un hecho académico ligado a la
existencia y la función de las Academias, y a la multiplicidad de las Academias
nacionales. Existe una razón más expresamente científica, sentida por los hombres
de ciencia en tanto son Investigadores y no académicos. Aquél que alcanza un
resultado teórico o experimental hasta entonces inconcebible, desconcertante para
sus pares contemporáneos, no encuentra ningún apoyo, falto de cualquier
comunicación posible, en la ciudad científica. Y ya que, en tanto científico, debe creer
en la objetividad de su descubrimiento, investiga si por ventura eso que piensa no
habrá sido ya pensado. Es buscando acreditar su descubrimiento en el pasado, a
falta momentáneamente de poder hacerlo en el presente, que un inventor inventa a
sus predecesores. Así es como Hugo de Vries redescubrió el mendelismo y
descubrió a Mendel. En fin, la razón propiamente filosófica tiende a que, sin
referencia a la epistemología una teoría del conocimiento sería siempre una
meditación sobre el vacío, y que sin relación con la historia de las ciencias una
epistemología sería una duplicación perfectamente superflua de la ciencia sobre la
que pretende discurrir.
Las relaciones de la historia de las ciencias y la epistemología pueden
entenderse en dos sentidos inversos. Dijksterhuis, el Autor de "Die Mechaniesierung
des Weltbildes, piensa que la historia de las ciencias no es solamente la memoria de

3
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
la ciencia sino también el laboratorio de la epistemología. Las palabras han sido
citadas frecuentemente y la tesis ha encontrado el favor de muchos especialistas. Esta
tesis tiene un precedente menos conocido. En su "Elogio de Cuvier", Flourens
refiriéndose a la Historia de las ciencias naturales, publicada por Magdelaine de
Saint-Agy, declara que hacer historia de las ciencias es "poner al espíritu humano en
experiencia... hacer una teoría experimental del espíritu humano". Tal concepción
llega a calcar la relación de la historia de las ciencias con las ciencias de las que ella es
la historia sobre la relación de las ciencias con los objetos constitutivos de las que
ellas son ciencias. De hecho, la relación experimental es una de esas relaciones, esto
sin decir que es esa relación allí, la que debe ser importada y transplantada de la
ciencia a la historia. Por lo demás esta tesis de metodología histórica lleva, en su
reciente defensor, a la tesis epistemológica por la cual existe un método científico
eterno, adormecido en ciertas épocas, vigilante y activo en otras. Tesis tenida por
ingenua por Gerd Buchdahl (3), con la que acordaríamos si el empirismo o el
positivismo que lo inspiran pudiera pasar por tal. No es sin motivos que se denuncia
aquí al positivismo. Entre Flourens y Dijkterhuis, Pierre Lafitte, discípulo
confirmado de Augusto Comte ha definido el rol de la historia de las ciencias como El
de un "microscopio mental" (4) con un efecto revelador que Introduce retar do y
distancia en la exposición corriente del saber científico, por la mención de las
dificultades encontradas en la invención y la propagación de ese saber. Con la
imagen del microscopio permanecemos en el interior del laboratorio y encontramos
una presuposición positivista en la idea de que la historia es solamente una inyección
de duración en la exposición de los resultados científicos. El microscopio procura el
aumento de un desarrollo dado sin el, aunque visible sólo por él. Aquí la historia de
las ciencias es aun, respecto de las ciencias, lo que un aparato científico de detección
es respecto de los objetos ya constituidos.
Al modelo del laboratorio puede oponerse, para comprender la función y el
sentido de una historia de las ciencias, el modelo de la escuela o del tribunal, de una
institución y de un lugar en el que se pronuncian juicios sobre el pasado del saber y
sobre el saber del pasado. Pero es necesario aquí un juez. Es la epistemología la que
es llamada a proveer a la historia del principio de un juicio, enseñándole el último
lenguaje hablado por tal ciencia, la química por ejemplo, y permitiéndole así regresar
en el pasado hasta ese momento en que ese lenguaje cesa de ser inteligible o
traducible por algún otro, más laxo o más vulgar, anteriormente hablado. El lenguaje
de los químicos del siglo XIX encuentra su vacancia semántica en el período anterior
a Lavoisier, porque Lavoisier instituyó una nueva nomenclatura. No ha sido
suficientemente remarcado, y admirado, entonces, que en el "Discurso preliminar al
Tratado Elemental de Química" Lavoisier haya asumido, a la vez, la responsabilidad
de dos decisiones por la cuales se le hacia, o podía hacérsele, objeto de agravios:
aquélla "de haber cambiado el lenguaje que nuestros maestros han hablado", y la de
no haber dado en su obra "ningún estudio histórico de la opinión de los que me han
precedido", como si hubiera comprendido, a la manera cartesiana, que fundar un
nuevo saber y separarlo de toda relación con aquello que ocupaba abusivamente ese
lugar es un proceso único. Sin la epistemología sería imposible discernir entre dos
modos de la llamada historia de las ciencias, la de los conocimientos caducados y la
de los conocimientos sancionados, es decir actuales aun por actuantes. Es Gastón

4
El objeto de la Historia de las Ciencias
www.elseminario.com.ar
Bachelard quien ha opuesto la historia caducada a la historia sancionada (5), a la
historia de los hechos de experimentación o de conceptualización científicas
apreciados en su relación con los valores científicos recientes. La tesis de Gastón
Bachelard encontró su aplicación y su ilustración en muchos capítulos de sus obras
de epistemología (6).
La idea que Alejandro Koyré se hace de la historia de las ciencias, y que sus
obras han ilustrado, no difiere fundamentalmente. Si bien es cierto que la
epistemología de Koyré está mas cerca de la de Meyerson que de la de Bachelard,
más sensible a la continuidad de la función racional que a la dialéctica de la actividad
racionalista, es en razón de ésta que han sido escritos, como lo han sido, los
"Estudios Galileanos" y la "Revolución astronómica". No carece, por otra parte, de
interés, para evitar a una diferencia de apreciación de las rupturas epistemológicas la
apariencia del hecho contingente o subjetivo, subrayar que, de modo general, Koyre
y Bachelard se han interesado en períodos de la historia de las ciencias exactas
sucesivos y desigualmente estructurados por el tratamiento matemático de los
problemas de la física. Koyré comienza con Copérnico y termina en Newton, donde
Bachelard comienza. De manera que la orientación epistemológica de la historia,
según Koyré, puede servir de verificación de la opinión de Bachelard, según la cual
una historia de las ciencias continuista es una historia de las ciencias jóvenes. Las
tesis epistemológicas de Koyré historiador, son, ante todo, que la ciencia es teoría y
que la teoría es fundamentalmente matematización -Galileo, por ejemplo, es
arquimedeano antes que platónico- en tanto que no hay economía posible de error en
el advenimiento a la verdad científica. Hacer la historia de una teoría es hacer la
historia de las hesitaciones del teórico. "Copérnico.. no es copernicano"(7). Al invocar
la imagen de la escuela o del tribunal para caracterizar la función y el sentido de una
historia de las ciencias que no se prohíbe emitir juicios de validez científica, conviene
evitar un desconocimiento posible. Un juicio, en esta materia, no es una purga ni una
ejecución. La historia de las ciencias no es el progreso de las ciencias invertido, es
decir la puesta en perspectiva de las etapas superadas, respecto de las cuales la
verdad de hoy sería el punto de fuga. Es un esfuerzo para investigar y hacer
comprender en qué medida nociones o actitudes o métodos superados han sido, en
su época, una superación y en consecuencia en qué el pasado superado permanece
como el pasado de una actividad para la cual es necesario conservar el nombre de
científica. Comprender lo que fue la instrucción del momento es tan importante
como exponer las razones de la destrucción que la siguió.
¿Como se hace la historia de las ciencias y como debería hacérsela? Esta
cuestión toca desde mucho más cerca a la cuestión siguiente: ¿de qué se hace la
historia en historia de las ciencias?. De hecho, ella supone frecuentemente esta
pregunta como resuelta y parece que es solo por eso que no es siquiera planteada. Es
lo que surgió en ciertos debates oponiendo a los que los autores anglosajones
designan bajo el nombre de externalistas y de internalistas (8). El externalismo es
una forma de escribir la historia de las ciencias que condiciona un cierto número de
acontecimientos -que continuamos llamando científicos mas por tradición que por
ana lisis crítico- a sus relaciones con intereses económicos y sociales, con exigencias y
prácticas técnicas, con ideologías religiosas o políticas. Esto es, en suma, un
marxismo debilitado, o mejor empobrecido, que se da en las sociedades ricas (9). El

5
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
internalismo -considerado por los primeros como idealismo- consiste en pensar que
no hay historia de las ciencias sí uno no se ubica en el interior mismo de la obra
científica para analizar las idas y vueltas por las cuales busca satisfacer las normas
específicas que permiten definirla como ciencia y no como técnica o ideología. En
esta perspectiva el historiador de las ciencias debe adoptar una actitud teórica con
respecto a lo que es sostenido como hecho de teoría, en consecuencia debe utilizar
hipótesis, paradigmas, del mismo modo que los propios científicos.
Es evidente que una y otra posición vuelven a asimilar el objeto de la historia
de las ciencias al objeto de una ciencia. La externalista ve la historia de las ciencias
como una explicación de un fenómeno de cultura, por el condicionamiento del
ambiente cultural global, y, en consecuencia, la asimila a una sociología naturalista
de las instituciones, descuidando enteramente la interpretación de un discurso con
pretensión de verdad. La internalista ve en los hechos de la historia de las ciencias,
por ejemplo los hechos de descubrimiento simultáneo (cálculo infinitesimal,
conservación de la energía), hechos respecto de los cuales no se puede hacer la
historia sin teoría. En consecuencia, allí el hecho de la historia de las ciencias es
tratado como un hecho de ciencia, según una posición epistemológica que consiste
en privilegiar la teoría respecto del dato empírico.
Ahora bien, la cuestión a plantear es la actitud, que podríamos llamar
espontánea y de hecho casi general, que consiste en alinear la historia sobre la
ciencia cuando de lo que se trata es de la relación del conocimiento con su objeto.
Preguntémonos, entonces, de qué es historia exactamente, la historia de las ciencias.
Cuando se habla de la ciencia de los cristales, la relación entre la ciencia y loa
cristales no es una relación del genitivo, como cuando se habla de la madre de un
gato. La ciencia de los cristales es un discurso sobre la naturaleza de los cristales, no
siendo la naturaleza de los cristales otra cosa que éstos considerados en su identidad
consigo mismos, minerales diferentes de los vegetales y de los animales, e
independientes de cualquier uso al que el hombre los someta y al que no están
naturalmente destinados. A partir del momento en que la cristalografía, la óptica
cristalina, la química mineral, se constituyen como ciencias, la naturaleza de los
cristales es el contenido de la ciencia de los cristales, es decir una exposición de
proposiciones objetivas adquiridas por un trabajo de hipótesis y verificaciones, que
es olvidado en beneficio de sus resultados. Cuando Hélene Metzger escribió La
génesis de la Ciencia de los cristales (10), compuso un discurso sobre discursos
referidos a la naturaleza de loa cristales, discursos que, en principio, no eran buenos
discursos, en los términos en los cuales los cristales se convirtieron en el objeto
expuesto en su ciencia. Entonces, la historia de las ciencias es la historia de un objeto
que es una historia, que tiene una historia, mientras que la ciencia es ciencia de un
objeto que no es historia, que no tiene historia.
Los cristales son un objeto dado. Aun si es necesario tener en cuenta en la
historia de los cristales una historia de la tierra y una historia de los minerales, el
tiempo de esta historia es él mismo un objeto ya dado allí. Así, el objeto cristal tiene,
en relación con la ciencia que lo toma como objeto de un saber por alcanzar, una
independencia respecto del discurso que hace que lo llamemos objeto natural (11).
Este objeto natural, fuera de todo discurso sobre él, no es, por supuesto, el objeto
científico. La naturaleza no está por sí misma recortada y repartida en objetos y en

6
El objeto de la Historia de las Ciencias
www.elseminario.com.ar
fenómenos científicos. Es la ciencia la que constituye su objeto a partir del momento
en que inventa un método para formar, mediante proposiciones capaces de ser
integralmente compuestas, una teoría controlada por la preocupación de ser
descubierta en falta. La cristalografía se constituye a partir del momento en que se
define la especie cristalina por la constancia del ángulo de las fases, por los sistemas
de simetría, por la regularidad de los troncos en las cimas en función del sistema de
simetría. "El punto esencial, dice Haüy, es que la teoría y la cristalización terminan
por encontrarse y ponerse de acuerdo una con la otra" (12).
El objeto en historia de las ciencias no tiene nada en común con el objeto de la
ciencia. El objeto científico constituido por el discurso metódico es segundo, aunque
no derivado, respecto del objeto natural, inicial, y que podría muy bien llamarse,
jugando con el sentido, pre-texto. La historia de las ciencias se ejerce sobre esos
objetos segundos, no naturales, culturales, pero no sé deriva de ellos más de lo que
ellos lo hacen de los primeros. El objeto del discurso histórico es, en efecto, la
historicidad del discurso científico en tanto que esta historicidad representa la
efectuación de un proyecto interiormente normado pero atravesado por accidentes,
retardado o desviado por obstáculos, interrumpido por crisis, es decir por momentos
de juicio y de verdad. No se ha subrayado quizá lo suficiente que el nacimiento de la
historia de las ciencias como género literario, en el siglo XVIII, supuso condiciones
históricas de posibilidad, a saber, dos revoluciones científicas y dos revoluciones
filosóficas; y no eran necesarias menos de dos. En matemáticas, la geometría
algebraica de Descartes y luego el calculo infinitesimal de Leibnitz-Newton; en
mecánica y cosmología los Principios de Descartes y los Principia. de Newton. En
filosofía, y mas exactamente en teoría del conocimiento, es decir en teoría del
fundamento de la ciencia, el innatismo cartesiano y el sensualismo de Locke. Sin
Descartes, sin desgarramiento de la tradición, una historia de la ciencia no podía
comenzar (13). Pero, según Descartes, el saber es sin historia. Fue necesario Newton
y la refutación de la cosmología cartesiana para que la historia, ingratitud de un
comienzo reivindicado en contra de los orígenes rechazados, apareciera como una
dimensión de la ciencia. La historia de las ciencias es la toma de conciencia explícita,
expuesta como teoría, del hecho de que las ciencias son discursos críticos y
progresivos, por la determinación de lo que, en la experiencia, debe ser tenido por
real. El objeto de la historia de las ciencias es, entonces, un objeto no dado, un objeto
al que el inacabamiento le es esencial. De ninguna forma la historia de las ciencias
puede ser historia natural de un objeto cultural. A menudo ha sido hecha como una
historia natural porque identifica la ciencia con los científicos y a los científicos con
su biografía civil y académica, o bien porque identifica la ciencia con sus resultados y
los resultados con su enunciado pedagógico actual.
El objeto del historiador de las ciencias no puede ser delimitado más que por
una decisión que le asigna su interés y su importancia. Por otra parte siempre es así,
en el fondo, aun en el caso en que esta decisión no obedezca sino a una tradición
observada sin critica. Véase como ejemplo la historia de la introducción y de la
extensión de las matemáticas probabilísticas en la biología y las ciencias del hombre
en el siglo XIX (14). El objeto de esta historia no depende de ninguna de las ciencias
constituidas en el siglo XIX; no corresponde a ningún objeto natural del cual el
conocimiento sería la réplica o el pleonasmo descriptivo. En consecuencia, el

7
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
historiador constituye por sí mismo un objeto a partir de un estado actual de las
ciencias biológicas y humanas, pero ese estado no es la consecuencia lógica ni el
resultado histórico de ningún estado anterior de una ciencia distinta, ni de la
matemática de Laplace, ni de la biología de Darwin, ni de la psicofísica de Fechner,
ni de la etnología de Taylor, ni de la sociología de Durkheim. Por el contrario, la
biometría y la psicometría no pudieron ser constituidas por Quêtelet, Galton, Catell y
Binet sino a partir del momento en que practicas no científicas tuvieron por efecto
proveer a la observación de una materia homogénea y susceptible de un tratamiento
matemático. La talla humana, objeto de estudio de Quêtelet, supone la institución de
ejércitos nacionales, la conscripción y el interés concedido a los criterios de reforma.
Las aptitudes intelectuales, objeto de estudio de Binet, suponen la institución de la
escolaridad primaria obligatoria y el interés concedido a los criterios de retraso.
Entonces, la historia de las ciencias, en la medida en que se aplica al objeto antes
delimitado, no está únicamente relacionada con un grupo de ciencias sin cohesión
intrínseca sino también con la no-ciencia, la ideología, la practica política y social.
Así, este objeto no tiene su lugar teórico natural en tal o cual ciencia, donde la historia
iría a extraerla, no mas de lo que lo tiene, por otra parte, en la política o la pedagogía.
El lugar teórico de este objeto no debe ser buscado más allá de la misma historia de
las ciencias, porque es ella únicamente la que constituye el dominio específico en el
que encuentran su lugar las cuestiones teóricas planteadas por la practica científica
en su devenir (15). Quêtelet, Mendel, Binet, Simon, inventaron relaciones
imprevistas entre las matemáticas y prácticas en principio no científicas: selección,
hibridación, orientación. Sus invenciones son respuestas a cuestiones que se
plantearon en un lenguaje que aun tenían que poner en forma. El estudio crítico de
esas cuestiones y esas respuestas, he aquí el objeto propio de la historia de las
ciencias, lo que basta para despejar la objeción posible a una concepción externalista.
La historia de las ciencias puede, sin duda, distinguir y admitir varios niveles
de objetos en el dominio teórico específico que ella constituye; documentos por
catalogar, instrumentos y técnicas que describir, métodos y preguntas por
interpretar, conceptos por analizar y criticar. Esta ultima tarea únicamente confiere a
las precedentes la dignidad de historia de las ciencias. Ironizar sobre la importancia
acordada a los conceptos es mas fácil que comprender por qué sin ellos no hay
ciencia. La historia de los instrumentos o de las academias no es historia de las
ciencias si no se las pone en relación, en sus usos y sus destinos, con teorías.
Descartes necesita de Ferrier para pulir cristales de óptica, pero es él quien hace la
teoría de las curvaturas a obtener por la talla.
Una historia de los resultados del saber puede no ser mas que un registro
cronológico. La historia de las ciencias concierne a una actividad axiológica, la
búsqueda de la verdad. Es en el nivel de las preguntas, de los métodos, de los
conceptos que la actividad científica aparece como tal. Es por lo que el tiempo de la
historia de las ciencias no podría ser un hilillo lateral del curso general del tiempo. La
historia cronológica de los instrumentos, o de loa resultados, puede ser separada
según los períodos de la historia general. El tiempo civil en el cual se inscribe la
biografía de los hombres de ciencia es el mismo para todos. El tiempo del
advenimiento de la verdad científica, el tiempo de la verificación, tiene una liquidez
o una viscosidad diferentes para disciplinas diferentes en los mismos períodos de la

8
El objeto de la Historia de las Ciencias
www.elseminario.com.ar
historia general. La clasificación periódica de los elementos por Mendeleiev
precipitó la marcha de la química y empujó la física atómica, mientras que otras
ciencias conservaron un paso acompasado. Así, la historia de las ciencias, historia de
la relación progresiva de la inteligencia con la verdad, segrega ella misma su tiempo
y lo hace de modo diferente según el momento del progreso a partir del cual se da
por tarea reavivar en los discursos teóricos anteriores lo que el lenguaje de hoy
permite aun entender. Una invención científica promueve ciertos discursos que
fueron incomprendidos en el momento en que fueron sostenidos, tal el caso de
Grégor Mendel, y anula otros discursos cuyos autores pensaban, sin embargo, que
iban a hacer escuela. El sentido de las rupturas y de las filiaciones históricas no
puede venirle al historiador sino de las ciencias, de ninguna otra parte que de su
contacto con la ciencia reciente. El contacto es establecido por la epistemología, con
la condición de que sea vigilante, como lo enseñó Gastón Bachelard. Comprendida
de esta forma, la historia de las ciencias no puede ser sino precaria, destinada a su
rectificación. Para el matemático moderno, la relación de sucesión entre el método
exhaustivo de Arquímedes y el calculo infinitesimal no es la misma que para
Montucia, el primer gran historiador de las matemáticas. Es que no hay definición
posible de las matemáticas antes de las matemáticas, es decir, antes de la sucesión
aun en curso de las invenciones y las decisiones que constituyen las matemáticas.
"Las matemáticas son un devenir" ha dicho Jean Cavailles (16). En esas condiciones,
el historiador de las matemáticas no puede obtener sino del matemático de hoy la
definición provisoria de lo que es matemático. De esta manera, muchos trabajos
interesantes en otro tiempo para los matemáticos pierden su interés matemático, bajo
la mirada de un nuevo rigor se vuelven aplicaciones triviales (17).
De toda teoría se exige, con derecho, que provea pruebas de eficacia practica.
¿Cuál es, entonces, para el historiador de las ciencias el efecto práctico de una teoría
que tiende a reconocerle la autonomía de una disciplina que se constituye en el lugar
donde son estudiadas las cuestiones teóricas planteadas por la practica científica?.
Uno de los efectos prácticos más importantes es la eliminación de lo que J.T. Clarck
ha llamado "el virus del precursor" (18). En rigor, si existieran precursores, la historia
de las ciencias perdería todo sentido, ya que la ciencia misma no tendría una
dimensión histórica sino en apariencia. Si en la Antigüedad, en la época del mundo
cerrado, alguno hubiera podido ser, en cosmología, el precursor de un pensador de la
época del universo infinito, un estudio de historia de las ciencias y de las ideas como
el de Alexandre Koyré (19) sería imposible. Un precursor sería un pensador, un
investigador, que habría hecho ya entonces un extremo del camino acabado más
recientemente por otro. La complacencia en investigar, en encontrar y en celebrar a
los precursores es el síntoma mas neto de ineptitud en la crítica epistemológica.
Antes de poner de una punta a otra dos recorridos sobre un camino, conviene
primero asegurarse que se trata del mismo camino. En un saber coherente un
concepto tiene relación con todos los otros. Por haber hecho una suposición de
heliocentrismo, Aristarco de Samos no es un precursor de Copémico, aun cuando
éste se autoriza en aquél. Cambiar el centro de referencia de los movimientos celestes
es relativizar lo alto y lo bajo, cambiar las dimensiones del universo, en realidad es
componer un sistema. Ahora bien, Copérnico reprocho a todas las teorías
astronómicas anteriores a la suya por no ser sistemas racionales (20). Un precursor

9
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
sería un pensador de muchos tiempos, del suyo y del de los que se asumen como sus
continuadores, como los ejecutantes de su empresa inacabada. El precursor es,
Entonces, un pensador que el historiador cree poder extraer de su encuadramiento
cultural para insertarlo en otro, lo que lleva a considerar conceptos, discursos y
gestos especulativos o experimentales como pudiendo ser desplazados y
reemplazados en un espacio intelectual en el que la reversibilidad de las relaciones
ha sido obtenida por el olvido del aspecto histórico del objeto tratado. ¡Cuantos
precursores del transformismo darwiniano no han sido buscados entre los
naturalistas o los filósofos o aun los publicistas del siglo XVIII! (21). La lista de
precursores sería larga. En el límite se rescribirían, después de Dutens, las
Recherches sur I´origine des découvertes attribuées aux modernes (1776), Cuando
Dutens escribe que Hipócrates conocía la circulación de la sangre, que el sistema de
Copérnico pertenece a los antiguos, uno sonríe ante la idea de que olvida lo que
Harvey debe a la anatomía del Renacimiento y al uso de modelos mecánicos y olvida
que la originalidad de Copérnico consistió en investigar la posibilidad matemática
del movimiento de la tierra. Del mismo modo, deberíamos sonreír ante aquellos,
mas recientes, que saludan a Réaumur o a Maupertuis como precursores de Mendel,
sin haber advertido que el problema que se planteaba Mendel le era propio y que lo
resolvió por la invención de un concepto sin precedentes, el de carácter hereditario
independiente (22). En una palabra, en tanto un análisis crítico de los textos y de los
trabajos, aproximados por la observación ampliada de la duración heurística, no
haya establecido explícitamente que en uno y otro investigador hay identidad de la
cuestión y de la intención de la investigación, identidad de la significación de los
conceptos directrices, identidad del sistema de conceptos de donde los precedentes
adquieren su sentido, es artificial, arbitrario e inadecuado para un proyecto
auténtico de historia de las ciencias ubicar a dos autores científicos en una sucesión
lógica desde el comienzo a la terminación, o de la anticipación a la realización (23).
Sustituyendo el tiempo lógico de las relaciones de verdad por el tiempo histórico de
su invención, se alinea la historia de la ciencia sobre la ciencia, el objeto de la primera
sobre el de la segunda, y se crea este artefacto, este falso objeto histórico que es el
Precursor. Alexandre Koyré escribió: "La noción de precursor es para el historiador
una noción muy peligrosa. Es verdad, sin duda, que las ideas tienen un desarrollo
quasi autónomo, es decir que, nacidas en un espíritu llegan a la madurez y aportan
sus frutos en otro, y que de este modo es posible hacer la historia de los problemas y
de sus soluciones; es igualmente verdad que las generaciones posteriores no están
interesadas en aquellas que las precedieron sino en tanto que ven en ellas a sus
ancestros y sus precursores. Es sin embargo evidente -o al menos debería serlo- que
nadie se ha considerado jamás precursor de otro; y no ha podido hacerlo. De modo
que considerarlo como tal es el mejor modo de impedirse comprenderlo" (24).
El precursor es el hombre de saber del cual sabemos, únicamente después, que
ha corrido delante de todos sus contemporáneos y aun delante de aquel a quien se
tiene por el vencedor de la carrera. No tomar conciencia del hecho de que es una
criatura de cierta historia de las ciencias y no un agente del progreso de la ciencia, es
aceptar como real su condición de posibilidad, la simultaneidad imaginaria del antes
y el después en una suerte de espacio lógico.
Haciendo la crítica de un falso objeto histórico, hemos intentado justificar por

10
El objeto de la Historia de las Ciencias
www.elseminario.com.ar
contra-prueba la concepción que hemos propuesto de una delimitación específica de
su objeto por la historia de las ciencias. La historia de las ciencias no es una ciencia y
su objeto no es un objeto científico. Hacer, en el sentido mas operativo del término,
historia de las ciencias, es una de las funciones, no la mas fácil, de la epistemología
filosófica.

NOTAS:

(1) Conferencia dictada el 28 de octubre de 1966 en Montreal, por invitación de la Sociedad


canadiense de historia y filosofía de las Ciencias. El texto fue corregido y aumentado para la presente
publicación. (En: G. Canguilhem, Etudes d´ Histoire et de Philosophie des Sciences, Paris, J. Vrin,
1968). La problemática de la Historia de las ciencias fue objeto de trabajos y discusiones en seminarios
en el Instituto de historia de las Ciencias y de las Técnicas de la Universidad de Paris en 1964-65 y
1965-66. Nos fue imposible no tomar en cuenta eso. En particular, una parte de los argumentos
expuestos a continuación, en el examen de las preguntas por el ¿Quién?, ¿Por qué? y ¿Como?, se
inspiran en una exposición de Jacques Piquemal, entonces asistente de historia de las Ciencias.
(2) "Die Stellung der Geschichte der Naturwissenschaften im Rahmen unserer heutigen
Universitäten", en Philosophia Naturalis,VIII, l/2, 1964, 109-116.
(3) "On the Presuppositions of Historians of Science", en History of Science, ed. Cromble and Hoskin,
I, 1967, pp. 67-77.
(4) Discurso de apertura del Curso de Historia General de las Ciencias, en el College de France, 26 de
marzo de 1892, en Revue Occidentale, 1° de mayo de 1892, p.24.
(5) " L´activité rationaliste de la science contemporaine", p.25. Cf. igualmente "L´actualité de l´histoire
des Sciences", Conferencia del Palais de la Découverte. (Traduc.castellana: "La actualidad de la
historia de las ciencias", en G. Bachelard, El compromiso racionalista, Bs.As., Siglo XXI, 1973).
(6) Ver más adelante los estudios dedicados a Gastón Bachelard.
(7) La Révolution Astronomique, p.69.
(8) Cf. el artículo ya citado de Gerd Buchdahl.
(9) Para una crítica del externalismo véase A.Koyré, "Perspectives sur l´histoire des sciences", en
Etudes d´ histoire de la pensée scientifique, Paris, 1966. (Traduc. castellana: Estudios de historia del
pensamiento científico, México, Siglo XXI, 1977). Se trata del comentario de una comunicación de
Henri Guerlac, "Some Historical Assumptions of the History of Science", en Scientific Change, ed.
A.C.Cromble, Heinemann, London, 1963.
(10) Paris, Alcan, 1918.
(11) Indudablemente, un objeto natural no es naturalmente natural, es objeto de experiencia usual y de
percepción en una cultura. Por ejemplo, el objeto mineral y el objeto cristal no tienen existencia
significativa por fuera de la actividad del minero o del trabajador de la cantera, del trabajo en la
excavación o en la mina. Detenerse aquí sobre esto constituiría una disgresión.
(12) Citado por H.Metzger, op.cit., p.l95.
(13) Véase mas adelante el estudio sobre Fontenelle, p.55. (Se refiere a "Fontenelle, Philosophe et
Historien des Sciences", y G.Canguilhem, Etudes a' Histoire.., op.cit. pp.51-58).
(14) Es, en parte, objeto de un estudio en curso de Jacques Piquemal.
(15) "La practica teórica se incluye bajo la definición general de la practica. Trabaja sobre una materia
prima (representaciones, conceptos, hechos) que le es dada por otras practicas, ya sean "empíricas", ya
sean `técnicas´, Ya sean `ideológicas´....La practica teórica de una ciencia es netamente distinguible de
la práctica teórica ideológica de su prehistoria", L.Althusser, Pour Marx, Paris, 1965.
(Traduc.castellana: La revolución teórica de Marx, Bs.As., Siglo XXI, 1968).
(16)"La pensée mathématique", en Bulletin de la Societé française de philosophie, CL,1946, 1, p.8.
(17) Sobre este tema, cf. Michel Serres, "Les Anamnèses mathématiques", en Archives Internationales
d` Histoire des Sciences, XX, 1967, pp.3-38.
(18) "The philosophy of science and History of Science", en Critical Problems in the History of science,

11
Georges Canguilhem
www.elseminario.com.ar
Marshall Clagett ed., Madison, 2d. ed., 1962, p.103.
(19) From the Closed World to the Infinite Universe, Baltimore, l957. Traducido al francés con el título
Du monde clos à l' universe infini, Paris, 1962.
(20) Cf. A. Koyré, La révolution astronomique, p.42.
(21) Para una crítica de esas tentativas, cf. Michel Foucault, Les Mots et les Choses, pp.158-176.
(Traduc. castellana: Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968).
(22) Cf. J.Piquemal, "Aspects de la pensée de Mendel", Conférence du Palais de la Découverte, 1965.
(23) Cf. el texto de Blot, p. 177. (Se refiere a una nota en la página citada de los Etudes d´ histoire...,
op.cit., obra a la que pertenece la presente traducción). (24) La révolution astronomique, p.79.

Traducción:
G.Zimmes y M. Germain.

Fuente:
Canguilhem, Georges: “ L´object de l´histoire des Sciences”, en G. Canguilhem,
Études d´Histoire et de philosophie des Sciences, Paris, J. Vrin, 1968, pp. 9-23.

Nota de Copyright

La edición del presente texto es propiedad de ElSeminario por lo cual no puede ser
modificado, cambiado o transformado en ninguna forma sin previa autorización de
ElSeminario.
La presente edición tiene fines exclusivamente académicos por lo cual este texto, en su estado
y condiciones originales, puede ser reproducido en forma libre, no obstante la circulación del
mismo sin esta nota es un acto ilegal.
La reproducción o uso de este texto para obtener algún beneficio económico será considerada
como una actividad ilegal y dará lugar al inicio de las acciones legales correspondientes en
cada caso.

E-mail: ediciones@elseminario.com.ar

12

Vous aimerez peut-être aussi