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Me gusta la cantina por las tardes al abrir, no llegan ms de unos pocos clientes, si
acaso se escucha la msica con un volumen medio que permite la pltica y se
mantiene un ambiente tranquilo perfecto para convivir con viejos amigos durante
unas horas, a menos que llegue Jaimito, un hombre visco y narizn de cara chata
con no ms de 1.60 de altura, una voz chillona tan fastidiosa como su personalidad.
Era una tarde de mircoles a eso de las 3:00 cuando irrumpi sobre la barra el
sonido de dos yesos golpeando todo torpemente, -pos que chigaos paso
Jaimito?!, los dos brazos cabrn?-, estaba el pobre pendejo con ambos brazos
enyesados hasta los codos, - pos pues me cayi -, reventamos en risas los 3
presentes, el mesero que le pregunto, un cliente y yo, - pero no chingues Jaimito,
los dos?- de dije mientras le destapaba una cerveza para el dolor, si no de los
brazos del orgullo, -si pos s, es que, esque , me distrajieron -, -pues cuente cmo
estuvo?- pregunto el cliente que sin conocerlo se sinti en confianza de pendejearlo
con nosotros, -pues, pues. Un popote chingao, que no me alcanzo la cerveza!-
reprocho mientras trataba de llevarse la botella con ambas manos sin alcanzar el
cuello, con lagrimas de la risa se apresuro el mesero al negocio de licuados de
enfrente por uno pidiendo que lo esperramos, sin poder continuar por la risa y no
por la peticin esperamos su regreso. -Pues ahora si cuente Jaimito como fue que
se distrajo para romperse los dos brazos al mismo tiempo-, ya con la compostura
recuperada y con su popote, se digno a contarnos.
Sin palabras y entre rizas nos compadecimos del pobre Jaimito, le dimos la
bendicin mientras se iba pegndole a todo con los torpes dedos que le salan de
los yesos y vimos como se subi a su bicicleta, no haban pasado ni 30 segundos
cuando se escucho el costalazo en la banqueta, para el da siguiente llego con un
turbante de vendas en la cabeza, y una historia un poco ms larga para contar.