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Diego Lillo Goffreri

Manfred Max-Neef: Desarrollo a Escala Humana

Manfred Max-Neef es un connotado economista chileno nacido en 1932 en Valparaíso,


ganador de varios premios en su disciplina, entre ellos el Nobel Alternativo en 1983 (Right
Livehood Award, otorgado por el gobierno de Suecia). Después de desempañarse en la compañía
Shell, donde llegara a ocupar un cargo importante, llegó a Berkeley (EEUU) a estudiar y,
posteriormente, desempeñarse como docente. En su estadía en EEUU comenzó a familiarizarse con
los estudios sobre el desarrollo, lo que lo haría merecedor del respeto y reconocimiento por parte de
la ONU, organización que le encargaría varias investigaciones. La exposición que sigue a
continuación se realizó sobre la base de su estudio “Desarrollo a Escala Humana: Concepto,
aplicaciones y reflexiones” de 1993.

Si bien Max-Neef es un economista “de tomo y lomo”, su teoría económica rompe por
completo el paradigma del neoliberalismo y la economía tradicional y, con esto, se contrapone a
teorías filosóficas de la justicia tales como las de Nozick y Hayek. Podemos señalar con certeza
que del examen de los textos de los mencionados autores, hay una influencia fundamental y hasta
cierto punto invasiva de las teorías económicas predominantes en su entorno contemporáneo, no
existiendo una abstracción importante para desarrollar ideas nuevas. En otras palabras, lo que se
intenta es justificar filosóficamente un sistema económico que no admite muchas intervenciones
desde otras disciplinas.

En este sentido, hay en la concepción de Max-Neef un aspecto coincidente con nuevas ideas
como las de Amartya Sen, en cuanto a que según él el sistema económico debe concebir la libertad
como la base de la evaluación del éxito y el fracaso y como el determinante de la iniciativa
individual y la eficacia social, no sólo porque esto sirve de estímulo a la población y mejora la
calidad de vida, sino porque este desarrollo integral puede mejorar la producción de insumos en el
país, el nivel de educación de los habitantes, los índices de pobreza, entre otros. Asimismo, no se
puede olvidar que es necesario que el Estado tenga en cuenta estos factores en su plan de Desarrollo
y en el presupuesto Nacional, pues de nada serviría pensar en mejorar la calidad de vida de los
habitantes, sin tener un presupuesto necesario para garantizar esta meta.
Como decíamos, de acuerdo a esto, si bien Max-Neef es un economista de “tomo y lomo”, su
doctrina posee un rico y desarrollado trasfondo filosófico en lo que respecta a las nociones de
justicia e igualdad.

La teoría de Max-Neef se basa en la proposición de un “Desarrollo a Escala Humana” cuyo


postulado básico es que el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Esta aseveración
parece ser bastante rudimentaria, pero no es así según el autor. Esto sucede en el contexto de que
en el paradigma tradicional, se tienen indicadores tales como el Producto Bruto de un país (PIB) o
de una región, que es (a lo que da una descripción simple) un indicador del crecimiento cuantitativo
de los objetos producidos en ese país o región. Se necesita entonces un indicador del crecimiento
cualitativo de las personas, pues un mayor PIB no necesariamente traduce la calidad de vida de las
personas (de hecho, según el autor, rotundamente no lo hace). Es importante tener en cuenta la
relación que tiene la riqueza con el desarrollo, lo que ejemplifica de la forma siguiente: ¿de qué
sirve que el consumo de medicamentos haya aumentado el PIB de un país, si la razón por la cual se
presentó este incrementó fue porque hubo más personas enfermas?. Aún más si tomamos en cuenta
que estas personas enfermas son mayoritariamente de sectores socio económicos que no tienen la
capacidad de tener ni generar la riqueza suficiente para adquirir libremente estos medicamentos y
otros servicios básico. En este sentido habrá que buscar el mejor proceso de desarrollo que será
aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas, entendiendo que ésta está
determinada por las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus
necesidades humanas fundamentales.

Hasta aquí no hay demasiada diferencia con una noción neoliberal en una fase teórica de la
economía y su función social, pero el cambio de paradigma se propone en otro sentido. Por otro
lado debemos destacar que el cambio propuesto no es una alteración exagerada, pero si suficiente
como para entender que hay un concepto diametralmente opuesto en cuanto a los términos rectores
de la economía. Para determinar la calidad de vida hay que determinar cuales son las necesidades
humanas. Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas; que
cambian constantemente, que varían de una cultura a otra y que son diferentes en cada período
histórico. Según el autor esa es una noción errada de necesidad, son suposiciones incorrectas, ya
que son producto de un error conceptual. Esta idea obedece más bien a una “necesidad material”, lo
cual no es el factor determinante de la calidad de vida.

Para entender la doctrina de Max-Neef hay que diferenciar entre necesidad y satisfactores.
En este sentido, según el autor podemos clasificar a todas la necesidades dentro de dos criterios, los
cuales son en primer lugar, categorías existenciales (Ser, Tener, Hacer y Estar); y en segundo,
categorías axiológicas (Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio,
Creación, Identidad y Libertad). Las necesidades en toda sociedad son siempre las mismas, pues
son inherentes al ser humano. Lo que está culturalmente determinado no son las necesidades
humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades. Según esto, el cambio cultural
es consecuencia -entre otras cosas- de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazarlos por
otros nuevos y diferentes. Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para
la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema éstas se
satisfacen (o no) a través de la generación (o no generación) de diferentes tipos de satisfactores.
Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Esto permitiría realizar
dos aseveraciones: Primero: las necesidades humanas fundamentales son pocas, delimitadas y
clasificables. Segundo: las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas
y en todos los períodos históricos.

Siguiendo la lógica anterior, no se puede hablar de “pobreza” solamente cuando hay un


grupo de personas que están bajo un determinado ingreso económico, puesto que esta
determinación es un criterio estrictamente economicista. Lo que existe en realidad son “pobrezas”,
las cuales surgen cada vez que una necesidad humana fundamental no es satisfecha.

Todo este marco teórico lleva a concluir que las necesidades no deben ser tratadas solo
como carencias, sino también como potencialidad. Esta doble condición de la necesidad permite
que no solo se conciban las necesidades carencias, lo cual las encuadra estrictamente en lo
fisiológico, sino que se reconoce que en la medida en que las necesidades comprometen, motivan y
movilizan a las personas, son también potencialidades y más aún, pueden llegar a ser recursos. La
necesidad de participar es potencial de participación, tal como la necesidad de afecto es potencial de
recibir afecto pero también de darlo. En este sentido, dice Max-Neef, las necesidades no se
satisfacen, sino que más bien se viven y se realizan. Un buen sistema de producción entonces
contribuye con satisfactores a la realización de las necesidad humanas básicas, lo cual varía de
culturalmente. No se debe confundir por esto a los satisfactores con los bienes económicos
disponibles en la sociedad, pues se corre el riesgo de que en ciertas formaciones sociales éstos se
conviertan en fines en sí mismos. La vida se pone entonces al servicio de los artefactos, en vez de
estar los artefactos al servicio de la vida. La búsqueda de una mejor calidad de vida es suplantada
por la obsesión de incrementar la productividad de los medios.

“La construcción de una economía humanista exige, en este marco, entender y desentrañar
la relación dialéctica entre necesidades, satisfactores y bienes económicos, a fin de pensar formas
de organización económica en que los bienes potencien los satisfactores para vivir las necesidades
de manera coherente, sana y plena.
Esto obliga a repensar el contexto social de las necesidades humanas de una manera
radicalmente distinta de como ha sido habitualmente pensado por los planificadores sociales y los
elaboradores de políticas de desarrollo. Ya no se trata de relacionar las necesidades solamente con
los bienes y servicios que presuntamente las satisfacen, sino de relacionarlas además con prácticas
sociales, tipos de organización, modelos políticos y valores que repercuten sobre la forma en que
se expresan las necesidades.”

Plantea, a continuación, como crítica a la economía tradicional el hecho de que supone una
relación directa entre los bienes y las necesidades, por lo tanto habría un vínculo objetivo. A este
respecto señala que cuando el objeto de estudio es la relación entre los seres humanos y la sociedad,
la
universalidad de lo subjetivo no se puede pasar por alto. El carácter social de la subjetividad es uno
de los ejes de la reflexión sobe el ser humano concreto. No existe imposibilidad alguna de juzgar
sobre lo subjetivo. Lo que existe, más bien, es miedo a las consecuencias que pueda tener tal
discurso. Hablar de necesidades humanas fundamentales obliga a situarse desde la partida en el
plano de lo subjetivo-universal, lo cual hace inútil a cualquier enfoque mecanicista.

Todo lo anterior como muestra de una postura rupturista sobre las nociones económicas, no
pueden ser evaluadas o criticadas de acuerdo a una visión completamente distinta, tal como los
criterios de la economía tradicional, pues es evidente que a la luz de dichos cánones esta teoría sería
un imposible. Las metas del Desarrollo a Escala Humana no son las mismas de la economía
tradicional ni tampoco pretenden serlo. En esto juega un importante papel el proceso productivo,
pues en vez de considerarse que su meta es la satisfacción de necesidades, las necesidades de
acuerdo a su doble noción, deben ser a la vez el motor de dicho proceso productivo. “Integrar la
realización armónica de necesidades humanas en el proceso de desarrollo significa la oportunidad
de que las personas puedan vivir ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un
desarrollo sano, autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en
el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el crecimiento de las
personas y de toda la persona”.

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