Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
-Abran paso, señores, dejen pasar a este gran elefante; no les vaya a
pisar un callo –decía Apu.
-Ustedes creen tener razón, pero ninguno la tiene ¿Saben por qué?
-¿Por qué? ¿Por qué? –preguntaron los ciegos.
Porque cada uno de ustedes tocó una parte del elefante. El que tocó el
cuerpo pensó que era una pared. El que tocó la pierna creyó que era
como un árbol. El que tocó uno de los colmillos se imaginó una lanza. El
que alcanzó a tocar la oreja se figuró un abanico. El que tocó la trompa
se acordó de la serpiente y él que sólo alcanzó a tocar la cola, estaba
seguro de que el elefante era como una cuerda.
-Ahora entiendo porque nos enojamos tanto. Así fue como pasó. –razonó
uno de los ciegos.
-Sí –aseveró Apu. Y se enojaron de tal manera que hasta de palos se
dieron.
-Vaya, nos portamos como tontos –comentó otro.
-En lugar de pensar, nos pusimos tercos.
- . . . Y furiosos –agregó uno
-En vez de tratar de comprendernos…
-Es que todos teníamos un poco de razón.
-Sí, pero ninguno tenía la completa razón –dilucidó otro
-Así es –afirmó Apu. Ya que para conocer la verdad hay que conocer
todas sus partes.
-Te damos las gracias, y también al elefante, por habernos enseñado
que es mejor ponerse de acuerdo y tratar de conocer toda la verdad –le
dijeron todos los ciegos a Apu.
-Seamos amigos de nuevo.
-Conozcamos bien al elefante.