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La dimensi6n universal e integradora de la Justicia ecolégica Por TERESA VICENTE GIMENEZ ‘Universidad de Murcia El entramado de la vida es hoy una conclusién cientffica. La cien- cia ecol6gica, una ciencia nueva, que se desarrolla y consolida en el pasado siglo xx, nos desvela al ser humano como un ser natural que en su existencia permanece unido a las condiciones naturales, interac- tuando con todos los elementos del ecosistema, de la vida, en su sent do ms amplio, lo que nos permite restablecer la gran cadena del Ser. Al mismo tiempo, los datos aportados por la ciencia y la investiga- cién ambiental nos muestran un planeta degradado, cuya fuerza reno- vadora y equilibrio ecoldgico se ve seriamente amenazado por una accién humana fuertemente tecnificada, que desconoce, viola y des- truye los procesos y ciclos ecolégicos, la diversidad y la riqueza ambiental. Esta trama de la vida, esta interaccién del mundo real goza tanto de una interpretacién sistémica real, que reconoce la implicacion cua- litativa de la totalidad, como de una interpretacién sistémica funcio- nal y de una interpretacion holistica'. Mientras las teorfas sistémicas reales hablan abiertamente de jerarquia como principio basico ordenador de Ta realidad, las teorfas holisticas se oponen a la jerar- gufa por considerar que implica un juicio dominante opresivo, relegandolo a viejo paradigma de pensamiento incapaz de servir de modelo explicativo a la nueva vision del mundo como red gobernada por un juego pluralista e igualitario entre partes (hete- raraquta). Esta jerarquia patoldgica es 1a que denuncian los te6ricos de la ecologia profunda, de la teorfa critica social o del ecofeminismo. Sin embargo, el nudo parece consistir en el error seméntico que acompatia a la nocién de jerarquia: una escala de érdenes de sucesos que siendo totalidad en un 462 Teresa Vicente Giménez El nudo de la erftica y 1a discrepancia respecto a las teorfas sistémi- cas estructural/funcionalista en sus diversas formas ~desde la teorfa general de los sistemas a la moderna teorfa dindmica de sistemas- y practicamente todo el «nuevo paradigma» de teorfas ecolégicas/holls- ticas, se encuentra en el reduccionismo que supone querer resolver la totalidad de la interpretacién del mundo de la realidad reduciendo ésta a su parte externa, funcional o interaccional y prescindiendo o negando su parte profunda, cualitativa, valorativa o jerarquica. El resultado es una interpretaci6n plana del mundo, con un dualismo inherente a la realidad de la vida, ya que reduce todos los interiores a simples hilos interconectados y percibidos exteriormente como una gran red funcional, como una gran extensién interconectada. Este es el sentido de] demoledor ataque que lanza Habermas a las actuales teorias de los sistemas que «colonizan el mundo de la vida por los imperativos de los sistemas funcionales». Por el contrario, en la medida en que somos capaces de reconocer la interioridad en la red de la vida, entonces podremos afirmar que compartimos no sélo un espacio fisico comin, sino un espacio inte- rior comin. Es decir, desde nuestra perspectiva, el mundo no puede ser descrito por un mero andlisis empirico de los sistemas en accién, porque los parémetros fisicos por si mismos no pueden explicar las diferencias, las cualidades, la riqueza de nuestro mundo, los relieves de nuestra realidad; por tanto, ya no podemos relegar la conciencia a un nivel concreto, dificilmente alcanzable y después forzado a Ilevar- Io a lo mas basico, sino que lo interesante es ver que lo més basico ya comparte una profundidad comin. En definitiva, esta implicacién cualitativa de nuestra realidad, nos permite ver en la destruccién de la naturaleza la destruccién de la base existencial de la humanidad, y nos lleva a pensar que no podemos seguir interpretando la naturaleza de manera funcional, dirigida exclu- sivamente a la satisfaccién inmediata de las necesidades y deseos humanos (perspectiva antropocéntrica), so pena de que queramos con- estadio se convierte en parte de un todo en el estado siguiente. Asi pues, Ia jerarquia es un orden de totalidades crecientes, donde los estadios o niveles jerérquicos apare- ‘cen como secuencias en desarrollo que incluyen los patrones, capacidades y funcio- namiento de Ia etapa anterior, aifadiendo en esta nueva etapa sus propias y tinicas capacidades. ‘Ken WILBER. Sexo, Ecologia y Espiritualidad, Gaia, Madrid, 1999, pp. 29 y ss. > “Para HABERMAS, «la pragmdtica universal es su alternativa a la razén unidi- mensional y a sus consecuencias sobre el diagnéstico de la modernidad. La razén préctica, en la fase posconvencional ~en la cual la reflexividad social es capaz de situarse a un nivel de generalidad critica que trascienda la eticidad particular de la comunidad, en un debate piblico sobre orientacién del valor-, puede discriminar sobre la validez formal de la argumentacién. La razén sustancial se ha disuelto, ahora se ejercita la fuerza de la racionalidad procedimental orientada al entendi- ‘miento». Bernat RIUTORT SERRA, «Raz6n politica, globalizacién y modemidad com- pleja», El viejo topo, Espatia, 2001, pp. 236-237. La dimensién universal ¢ integradora de la Justicia ecolégica 463 tinuar nuestra obra de permanente destruccién. En este sentido, la actual problemdtica ecolégica es capaz de desarrollar una nueva con- ciencia y, desde ahf, un nuevo eslabén en la ampliacién de nuestra dimensi6n ética, para abarcar ahora al mundo natural. Y desde la ética, descender a la Justicia, idea que est implicita en aquellos érde- nes més concretos de la vida social -el orden juridico, el orden politi- co, 0 el orden econémico. Esto significa que la toma de posicién de la valoracién del medio ambiente en el siglo xx1 ha de responder, no s6lo al reconocimiento efectivo de una nueva funcionalidad, sino a una responsabilidad ética, a las exigencias de justicia, al reclamo juridico y politico que implica Ja desigual distribuci6n de la riqueza, la apropiaciGn de las fuentes de energfa, la expoliacién y el uso irracional de los recursos naturales; porque ahi estén las principales causas de la exclusi6n y Ia privacion gue sufre la mayor parte de la humanidad; porque ahi estén los princi- pales méviles de los conflictos bélicos actuales, de la violencia y la inseguridad internacional; porque ahi est4, en definitiva, la dinémica de la vida y con ella de la propia humanidad en su dimensién interge- neracional y planetaria’, La idea de justicia ha de asumir la cuestién ecolégica porque, pre- cisamente, la Naturaleza es la fuente de todo crecimiento, ahf estén Jos fundamentos materiales, y atin espirituales, de las necesidades humanas y ecol6gicas, lo que le corresponde a cada cual. La Ciencia progresa y descubre nuevas relaciones y nuevos hechos; paralelamente, la Filosoffa ha de renovar su intento de interpretacion del mundo. En este sentido, la Filosofia del Derecho habré de interpre- tar ahora el orden social humano de acuerdo a la posicién ecolégica del hombre, es decir, deberd atender el orden de las relaciones ecolégicas como dmbito mas amplio que incluye y condiciona el orden social hhumano, y que a la vez se ve condicionado e incluido en él. Los fil6so- fos del Derecho se convierten asf en fildsofos de la ecologia, en ecofilé- sofos, en un nuestro intento de dar una respuesta més allé del émbito positivo, capaz de fundamentar y de legitimar el conjunto de la regula- cién ambiental para la tutela y el cuidado del orden natural y humano. En efecto, los bienes de la Tierra son bienes de la humanidad, pero también de la complejidad integral que caracteriza al universo ecol6- gico, tanto los bienes naturales como los bienes sociales, culturales 0 artificiales *. Es decir, existe la obligacién y la responsabilidad de » Bs lo que Leonardo Borr llama las dos heridas sangrantes, «La primera, la herida de la pobreza y de la miseria, rompe el tejido social de los millones y millones de pobres en el mundo entero. La segunda, la agresin sistemética a la Tierra, desestructu- ra el equilibrio de! planeta amenazado por la depredacién hecha a partir del modelo de desarrollo planteado pot las sociedades contemporéneas y hoy mundializadas», Ecolo- ia: grito de la Tierra, grito de los Pobres, Trotta, Madrid, 1997, p. 135. +" Como afirma Adela Corrina, los Bienes sociales, «lo que producen las perso- nas y lo que consumen, fruto del trabajo y del uso y costumbres de su sociedad» son 464 Teresa Vicente Giménez mantener a la poblacién mundial y atender a las necesidades ecol6gi- cas de la Tierra, y, para ello, hemos de reaccionar adecuadamente ante Jas consecuencias de nuestras acciones, hemos de procurar una justa distribucién de los bienes, que permita disfrutar de la riqueza en la medida necesaria para la plena realizaci6n del quehacer humano y del orden natural. A pattir de tal reflexién practica, proponemos una refundacién, un nuevo desarrollo de la idea de justicia que responda a las exigencias, a los retos que nos plantea la nueva realidad que nos acoge. Desde este planteamiento, la construccién de la Justicia ecolégica aparece como una justicia distributiva, social y universal. Se trata de armonizar el desarrollo de la humanidad en su conjunto con las exi- gencias ecolégicas de nuestro planeta. En efecto, la Justicia ecol6gica incluye en su configuracién la significacién de la Justicia social, como presupuesto donde se actualiza el sentido ms amplio de la Justicia por retribuci6n o Justicia distributiva. Si bien, desde la perspectiva de la Justicia ecolégica lo que se pretende es que las estructuras sociales basicas impliquen ahora al medio natural. En este sentido, desde el nuevo paradigma de la Justicia ecolégica, el centro referencial para definir el acto justo se amplia del espacio social al drea del ecosistema. Es decir, el conjunto de Ifmites a las, necesidades del hombre y de la sociedad estard representado por el ecosistema. Ahora se trata de determinar el esquema estructural donde se cumple el acto justo, y, por tanto, la competencia del sujeto, que va més alld de la comunidad politica y el tréfico econémico, implicando, en términos de diacronia, ya no el marco humano institucional con- creto, sino el més amplio Ambito natural del ecosistema. A partir de tal presupuesto, la competencia del sujeto humano serd siempre en funcién del ecosistema, entendiendo tal competencia como las facul- tades que corresponden al sujeto para alcanzar su pleno desarrollo, la praxis, que ahora sera necesariamente la praxis en sentido ecoldgico. Es decir, el ecosistema aparece, como marco en el que centrar la deter- minacién de lo justo en sentido humano y ecolégico en su conjunto. La cuestién est4 en determinar los criterios de distribucién en el proceso de determinacién de [o justo de cada cual. En este sentido, la funci6n especifica de retribucién aparece como proporcional o anal6- gica, lo que significa que la competencia del agente se establecerd en funcién de los resultados y consecuencias efectivas de su accion u omisién sobre los sistemas ecol6gicos a los que se extiende la misma acci6n realizada. Otro criterio de distribucién seré el de complementariedad, subra- yando que la relacién de complementariedad no permite una disposi- también parte de los bienes de la tierra, y por eso tienen que ser socialmente distri- bufdos entre el conjunto de la humanidad, Los bienes de la Tierra y la gratuidad Necesaria. Alianza y Contato. Politica, Etica y Religién, Trotta, Madrid, 2001, pp. 159-160. La dimensién universal ¢ integradora de la Justicia ecolégica 465 cin plena cuando esté en juego la integridad del objeto; en este caso, el medio natural. A su vez, sobre este esquema de complementariedad se asientan otros criterios de distribucién como la equidad y la solidaridad. Es decir, de un lado, se impone un juicio «pregnante» profundamente concreto, esto es, un juicio de pridencia en tanto «momento concreto de justicia», obra de'la equidad. Y, de otro, es necesario un impulso solidario de la colectividad humana a fin de conservar y desarrollar el orden ecolégico. El esquema serfa el siguiente: la Justicia en su calificacién ecold- gica, implica la determinacién de lo suyo, de lo que corresponde a Cada cual, no s6lo en virtud de la dinémica del orden social institucio- nalizado, es decir, las estructuras sociales en conexién con el régimen juridico, sino que amplfa ahora tal dinamismo a la funcionalidad dind- mica inherente al area abierta de los ecosistemas. Esta dindmica que irradia de la Justicia ecolégica, obliga a una constante tensién entre los principios de la regulacién del medio ambiente, orientada hacia la unidad de ordenacién y, la génesis y el desarrollo de un mundo y una ecologia diversa en continuo mor miento. El problema y el reto, desde el punto de vista juridico, consis- tiré ahora en concebir el juicio de justicia ecolégica como adaptacion en relacién con el cambio del ecosistema social, cultural y ecolégico. De un lado, la creciente complejidad del mundo contempordneo y la comprensiGn global de sus acontecimientos hace necesaria la ampliacién del dmbito territorial en la determinacién de lo justo en sentido ecolégico, y sugiere relativizar el limite politico de la comuni- dad a favor de la referencia a un ecosistema internacional. De otro lado, la dimension duradera y perenne del ecosistema se traduce en la dimensi6n de futuro que deben alcanzar en el dmbito temporal los procesos de racionalidad de lo justo, ante la perspectiva de la subsistencia de generaciones futuras. Comprobamos ahora cémo se realiza la Justicia ecol6gica, a través de algunas de sus funciones: 1) Una funcién cientifica interdisciplinar. En efecto, la propuesta de una Justicia ecoldgica ha de responder, cuanto menos, a una inter- disciplinariedad critica, presupuesto de los principales retos que plan- tea un nuevo orden mundial, orientado al entendimiento y el respeto de la diversidad cientffica, humana y ecolégica. En este sentido, la reflexi6n sobre el futuro de la ciencia legal en el tercer milenio antici- pa la necesidad de una interdisciplinariedad cientifica para la compe- tencia medio ambiental >. 2) Una funci6n de transformacién y de asimilacién en el ordena- miento jurfdico de los programas politicos medioambientales y de los 5 Gran SxocH, «Property Rights and The Enviroment: A Law and Beonomics Approach», Scandinavian Studies en Law, volumen 40, 466 Teresa Vicente Giménez proyectos econémicos, velando siempre por su adecuacién a los com- plejos problemas de la ecologia. Propésito que trata de responder a la urgente pregunta de {Quien defiende la Tierra, qué debemos hacer? Tenemos que hacer algo, necesitamos una sociedad capaz de contra- rrestar la poderosa coalicin productivista, una sociedad que pueda sostenerse a sf misma sin desposeer a los demés ni aniquilar el mundo natural del que depende nuestro sustento®. 3) También coresponde a la Justicia ecolégica dar forma al con- tenido material y a la estructura del ordenamiento juridico ecol6gico, un desarrollo unitario que incluye tanto los diferentes sectores juridi- cos como su proyeccién internacional. Para ello habré de atender, de un Jado, a los principios que sirven de gufa material para la tutela y el cuidado del medio ambiente: principio de prevision o principio de prevencién, encaminado a evitar Ia aparicién de perjuicios o perturba- ciones medioambientales; el principio de causacién, 0 controvertido principio de quien contamina paga, fundamento de imputacién de gastos para compensar los perjuicios ambientales; o el principio de cooperacién o principio de solidaridad y cooperacién internacional, de naturaleza formal-organizativa referido a una actividad conjunta para evitar que los problemas ambientales sean transferidos espacial y temporalmente. Y, atin més, también deberd consistir la Justicia eco- l6gica en un modelo o término de comparacién en los procesos met6- dicos del Derecho comparado. 4) La Justicia ecolégica ha de consistir ademés en el paradigma capaz de coordinar la actuacién del orden juridico, politico, econémi- co, tecnolégico y espiritual, en su actuacidn tutelar con el orden eco- l6gico, Haciendo valer aqui su funcién de conservacién de bienes, porque es aqui donde la Justicia ecolégica muestra su conexién mas estrecha y constante con estos procesos, desde su apuesta por un desa- rrollo sostenible. Desde esta perspectiva, los property rights es un vago concepto, a veces confuso, analizado y discutido tanto por la ciencia econémica como por la ciencia juridica. La importancia de los property rights para la proteccién del medio ambiente est4 centrada en la idea de que los derechos de propiedad pueden ayudar a mejorar el medio ambien- te, en mayor medida que otros conceptos juridicos como los derechos humanos, tanto los de primera generacién que acusan una pasividad politica ~exigida para asegurar un espacio de libertad individual de no intervenci6n del Estado, del poder politico—, como los derechos socia- les 0 de segunda generacién, cuyo obligado cumplimiento depende © En efecto, como afirma Jorge Riechmann, comprobamos hoy que «la Tierra a los seres vivos que vivimos hoy en ella y a los que la habitarén en el futuro le siguen faltando defensores lo suficientemente poderosos como para contrarrestar con éxito la coalicién productivista bajo cuya hegemonta la destruccién del mundo conti- iia avanzando». Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecologla, ética y tecnociencia, La Catarata, Madrid, 2000. p. 193. La dimension universal e integradora de la Justicia evoldgica 467 del estatus econ6mico del pafs o de Ia falta de crueldad o corrupcién en la clase politica. Por el contrario, la intimidad de los derechos de propiedad, junto con el cardcter relativo de su contenido, que permite establecer restricciones legales y Ifmites en el disefio de los derechos y deberes que encierra, puede ofrecer una mayor efectividad en la gestiGn medioambiental y una mayor fuerza para exigir su cumpli- miento, lo que es una buena garantia en orden a evitar la destruccién de recursos y la extincién de especies’. Ahora, desde una perspectiva cientifica, epistemol6gica y metodo- logica, se trata de encontrar un modelo metodol6gico, e incluso onto- l6gico, como paradigma adecuado para acoger la incorporacién de la realidad ecolégica al Ambito juridico como espacio social especifico. En este sentido, el concepto de sistema, desde la teorta general de los sistemas, perspectiva cientifica legada por Ludwig Von Berta- lanffy para explicar la Teorfa Social, Hega hasta el Sistema Juridico de Ja mano de Nicklas Lubmann; a él debemos la recepcién de la Teorfa Sistémica en el orden legal. Una idea clave en Luhmann es la comprensién de lo Juridico como fenémeno social. Se trata de una Sociedad sin vértice ni centro, con diversos sistemas especializados. La Sociedad es el conjunto policén- trico de todos los sistemas parciales o subsistemas (politico, econémi- Co, juridico, de la ciencia, de la educacién...) Desde tal planteamiento, la respuesta al problema ecolégico en la referencia al sistema social estd en crear en la Sociedad resonancia sobre todo suceso ecol6gico y, en particular, sobre la «amenaza» eco- l6gica’, El funcionamiento del sistema se basa en la transferencia de infor- macién entre sistema y medio circundante -medio ambiente- y, den- to del sistema, en el control -retroalimentacion (feed-back)- del fun- cionamiento del sistema en relacién con el medio. El sistema hace propio, «metaboliza», el medio ambiente. Se trata de la traduccién, mediata siempre, de complejidad externa a compleji- dad interna, de modo que los problemas son «astutamente» redefini- dos como propios del sistema. Complejidad y contingencia son los dos atributos de] mundo, del medio ambiente; mientras la vida del sis- tema supone reducir complejidad y disponerse frente a la contin- gencia. Hay que advertir que el concepto de medio ambiente aparece en Luhmann como todo lo exterior al sistema social, término que no se identifica con el medio natural o ecol6gico, sino que la cuesti6n eco- 6gica es un acontecimiento mas dentro del medio ambiente, y su res- 7 Gran SkOGH, «Property Rights and The Enviroment: A Law and Economics Approach», Scandinavian Studies en Law, volumen 40. © En este sentido, destacamos las ideas desarrolladas por Niclas LUHMANN en su trabajo Okologishe Konmunikation. Kann die moderne Gesellschaft sich auf dkolo- gishe Geféhrdunger einstellen? 2 Anflage, Westdentscher Verlag, Opladem, 1988, 468 Teresa Vicente Giménez puesta debe encontrarla en el sistema social, en crear en la Sociedad resonancia. EI sistema social o los sistemas funcionales son «méquinas» que desempeiian la funcién de gobernar, de regular, ya que son capaces de captar informacién en un ambiente miltiple, y de elaborarla, de trans- formarla en érdenes que rijan la orientacién ulterior de tal sistema. Para Luhmann, de todos los subsistemas que integran el sistema social, el sistema jurfdico es el tinico capaz de responder adecuada- mente a la cuestién ecolégica. Luhmann rechaza el concepto de responsabilidad humana en el marco juridico, el hombre se desentiende de su responsabilidad espe- cffica en tanto medida externa de juicios, en tanto imputacién externa al sistema, lo que supone la negaci6n de la causalidad propia del siste- ma imputado. En este sentido, Luhmann enseffa el abandono de cualquier criterio moralista. Para él, los intentos de transformar el Derecho en algo ‘moral se presentan por su propia falsedad, y el despotismo de su ima- gen, en algo desechable. Y en tal sentido, replantea el problema de la Justicia en una dis- tinta forma de «racionalidad». La Justicia, de este modo, abandona la dimensién implicita de perfeccién. Se requiere, en fin, una racionali- dad juridica auténoma, esto es, una racionalidad sistémica. El nuevo concepto de Justicia aparece, no ya como un valor en sf mismo 0 en su exigencia de perfecci6n, sino como categorfa inma- nente al sistema; se trata de un concepto puramente formal, de una férmula te6rico-sistematica. En efecto, pueden haber demandas socia- les que no pasan los filtros del sistema, aspiraciones sociales a las que el sistema es insensible, porque no est capacitado para satisfacerlas 0 no le interesa hacerlo. Luhmann rechaza que la solucién al problema ecolégico se encuentre en la rectificacién del comportamiento humano desde un punto de partida subjetivo o ético, por cuanto niega estas dos catego- rfas. Para él la clave del problema ecoldgico no puede estar, 0 s6lo puede estarlo secundariamente, en un insuficiente sentido de la res- ponsabilidad ética, en una nueva moral, o en una concepcién nueva de los valores. Por el contrario, desde nuestra perspectiva, una critica a los supuestos de la concepcién ecolégica de Niklas Luhmann significa el reconocimiento de una ampliacién ética al medio natural desde donde se edifica nuestra propuesta de una Justicia ecolégica. El reconocimiento de esta nueva perspectiva ética hard posible ofrecer respuestas a las dificultades més apremiantes que se plantean a la proteccién juridica del medio natural, dificultades que por otra parte ha puesto de manifiesto el propio Luhmann. Nos referimos a respuestas como la relacién de «complementariedad» que aparecerfa junto a la tradicional de «reciprocidad»; asi como la figura de la «, la «solidaridad» o la «prudencia> que facilitarfan los pro- La dimensi6n universal e integradora de la Justicia ecolégica 469 blemas de adaptacién que plantea la dindmica constante del medio natural; 0 los efectos frente a terceros -la Drittwirkung— que salvarfa Jos limites del aqui y ahora en relacién con los efectos mucho més amplios que implica la problematica ecolégica. En definitiva, queremos afirmar que estos programas funcionales totalizadores que niegan el contenido ético, el valor, la implicacion ontolégica y la jerarqufa son un obstéculo serio para la comprensién ecol6gica del mundo de la vida, para Ia defensa de una nueva cosmo- logia, de una nueva espiritualidad. En este sentido, la crisis ecol6gica se nos presentaria junto a una humanidad que se deshumaniza porque ha renunciado, ha negado una parte de su realidad, y se muestra insuficiente ante la tiqueza del Ser. Es decir, la decadencia de confianza en la ética, en los valores, en pro de una vision mecanicista aplaudida por igualitaria y uniformado- ra deja sin resolver cuestiones tan vitales como las distinciones cuali- tativas que definen Ia vida, como la continua biisqueda de Io bello, de Jo verdadero o de lo bueno. En efecto, a pesar de reconocer Ia dificul- tad que ofrece el tema de los juicios de valor, para pensar, para sentir, para juzgar o para organizar, necesitamos un marco de referencia, un sistema de valores que nos muestra unos espacios mas elevados que otros, unas formas de vida ms plenas, unos estilos de vida més admi- rables, 0 unas maneras de sentir o de actuar més profundas, porque desposeer a la vida de la gama de sus valores es reducir la realidad multidimensional al aplanamiento de un paraje descolorido, limitado a.un futuro predecible. Hay algo también peligroso en esta renuncia a la dimensién ética 0 profunda de la vida, a saber, la conexi6n entre los valores y las necesi dades humanas, y, a su vez, el enraizamiento de éstas con el senti miento, con el mundo de las emociones. Nuestro planeta sufre el problema de la aridez, de la falta de hume- dad, de la pérdida de emociones y de sentimientos°. En la cultura dominante, los seres humanos volubles, cambiantes, descentrados, sentimentales, son rechazados por poco practicos, son demasiado emotivos para ser eficaces. Todo va encaminado hacia la eficacia, hacia una perfecci6n de disefio. Nuestra sociedad nos ha ensefiado a cémo hacer las cosas l6gica y eficazmente, pero ha sacrificado nues- tra salud, nuestra emoci6n, nuestra intuici6n y nuestros suefios. Pero si aprendemos a rescatar lo que es nuestro, a sentir nuestros propios miedos sin vergiienza, sin dejar que nos detenga, seremos capaces de identificar nuestras verdaderas necesidades, despertare- mos nuestro espftitu critico, y encontraremos nuestra espiritualidad. ° Como afirma Félix Guarrant en Las Tres Ecologias, Pre-Textos, Valencia, 1990, junto a una ecologia exterior existe una ecologia interior, una ecologia mental instalada en el inconsciente colectivo. Y, precisamente, en el estado traumtico que ha experimentado la mente del ser humano a lo largo de la historia, podemos encon- tuar las rafces de la violencia y agresiones dirigidas al medio ambiente.

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