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ENSAYO

JUAN JOSE OPPIZZI

LA TITERE
Marioneta © Maricarmen Ruiz
1
ENSAYO

LA TITERE 2

POR © JUAN JOSE OPPIZZI


E-Mail: luceroppizzi@yahoo.com.ar

H oy la memoria me trajo una brisa de otros días. Fue por el


estímulo de haber escuchado una grabación musical. Como
por un rayo de luz, me vi en el año 1963. Yo concurría a una
escuela rural, la número 21 “Juan Martín de Pueyrredón”, del
paraje La Isabel, en el partido de Salto argentino; estaba en lo
que entonces era el “primer grado inferior”. Allí me vi, pues,
aprestándome con mis otros escasos treinta compañeritos
para asistir a una función en el cine Roma de aquella ciudad
bonaerense. En lo personal, fue la primera salida a una
distancia de más de diez kilómetros sin mis padres.

El arribo a la sala nos intimidó: había cientos de otros niños en


la misma instancia. El griterío era infernal. La alharaca de los
alumnos ocasionaba las reprensiones de las maestras; había
breves espacios de calma y luego se repetían los bullicios y los
alaridos docentes en procura de orden. Nadie escuchaba al
próximo ni a sí mismo. Nuestro exiguo contingente guardaba
una compostura que no tardó en atraer las críticas de los
infantes más agresivos de las otras escuelas. Ya en las butacas,
hubimos de ser flanqueados en los laterales por la directora y la
única maestra, dedicadas a repeler las flechas verbales
provenientes de cualquier extranjero escolar. Nos quedaban
más expuestos la retaguardia y el frente, blanco de avioncitos
de papel, confituras en forma de proyectil o escupitajos
furtivos que invariablemente daban en los blancos más
voluminosos de nuestras educadoras.

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LA TITERE

Cuando al fin se apagaron las luces, hubo un alarido Al grupo lo formaban


uniforme que indicó la complacencia por el fin de la
espera. La función consistía en un espectáculo
gentes de diversas
(luego supe que fue uno de los últimos) a cargo de nacionalidades –aunque
miembros de la compañía de marionetas llamada predominaban los
“Piccoli di Podrecca”. En casa, mis padres y otros
familiares de la misma edad evocaban alguna vista italianos, como es lógico
de estos muñecos, considerándolos dentro de lo por su punto de inicio– y
mejor que habían apreciado en sus existencias.
sus periplos tenían un
Al grupo lo formaban gentes de diversas circuito igual de 3
nacionalidades –aunque predominaban los italianos, cosmopolita. Muchísimos
como es lógico por su punto de inicio– y sus periplos
tenían un circuito igual de cosmopolita. Muchísimos años después averigüé que
años después averigüé que el fundador de esa el fundador de esa
compañía, el signore Podrecca, había fallecido en el
año 1959, luego de sembrar el mundo con la fantasía
compañía, el signore
radiante de su corte de seres artificiales y de Podrecca, había fallecido
colaboradores. Huyendo del horror de la Segunda en el año 1959, luego de
Guerra Mundial, decidió una gira que sería
permanente y que abrió cauce al arte de los sembrar el mundo con la
titiriteros. La Argentina contó con uno de los fantasía radiante de su
hombres más relevantes en tal especialidad: el gran
corte de seres artificiales y
Javier Villafañe.
de colaboradores. Huyendo
Ha dicho Borges en la milonga Jacinto Chiclana: del horror de la Segunda
“Los años no dejan ver el entrevero y el brillo”. Por
suerte, yo sigo viendo el brillo de aquel escenario Guerra Mundial, decidió
mágico, donde hombres y mujeres de madera una gira que sería
actuaban para cientos de niños boquiabiertos. Un
permanente y que abrió
caballero hamacaba delicadamente a una frágil
dama. Primero, el vaivén era suave; después, la niña cauce al arte de los
desaparecía de escena y el retorno de la hamaca titiriteros. La Argentina
golpeaba al pobre hombre hasta enviarlo, a su vez,
fuera de nuestra vista; rengo y maltrecho, él insistía contó con uno de los
en complacer a su compañera, que no se daba por hombres más relevantes en
enterada. Un adusto violinista vestido de negro tal especialidad: el gran
(reminiscencias de Niccoló Paganini, tal vez)
ejecutaba su instrumento un rato, hasta que Javier Villafañe.
empezaba a desintegrarse: cabeza, brazos, piernas,
torso y violín se desparramaban en círculos caóticos
por el aire. Sin que dejara de sonar la música, las
piezas anatómicas del raro instrumentista volvían a
componer la persona y terminaba su actuación tan
completo como había entrado al escenario.

Y el número que motiva estas letras nostálgicas era


algo así como teatro de marionetas dentro del teatro
de marionetas: en una fiesta, un inventor presentaba
una muñeca cantante, a cuerda; una mariposa
giratoria debía ser manipulada en su espalda a fin de
que la niña artificial pudiese desplegar trinos de
soprano de coloratura. La duración de la cuerda era
bastante más breve que la pieza musical; por lo tanto,
su voz y sus movimientos declinaban abruptamente
y era necesario girar el mecanismo para darle nuevo Javier Villanueva
mpulso. La muñeca tenía un vestido largo, azul, y su

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canto sonaba con la agilidad de un ave. Interpretaba


Iun vals. Algo así como un sello de fuego me incrustó
en el alma esa voz. Nada menos que cuarenta y
seis años después, en 2009,
Cuando en la radio a transistores de mi casa yo
escuchaba, al paso, alguna voz parecida a la de
compré una colección de
aquella muñeca del teatro, pedía que se dejara la registros de voces de la
sintonía allí y exclamaba: “¡La títere!”, Pensando que ópera y, recorriendo sus
era la misma. El tiempo me soldó al oído el gusto por
la ópera, y a lo largo de muchos años, al escuchar yo, delicias, oí aquel vals y gocé
fascinado, interpretaciones líricas femeninas, mis de aquellos gorjeos. El 4
padres seguían diciendo, entre jocosos y graves: “Es
como la títere”.
impacto me hizo creer (¿Y
acaso no es posible?) que
Nada menos que cuarenta y seis años después, en era la misma grabación
2009, compré una colección de registros de voces de
la ópera y, recorriendo sus delicias, oí aquel vals y empleada para figurar el
gocé de aquellos gorjeos. El impacto me hizo creer canto de la marioneta
(¿Y acaso no es posible?) que era la misma grabación
empleada para figurar el canto de la marioneta
vestida de azul. La pieza
vestida de azul. La pieza –ahora lo sé– es el “aria de la –ahora lo sé– es el “aria de
muñeca” de Los cuentos de Hoffmann de Jack la muñeca” de Los cuentos
Offenbach, un músico francés de apellido alemán,
que durante casi toda su vida estuvo dedicado a de Hoffmann de Jack
componer operetas mediocres, y que, para liberarse Offenbach, un músico
del yugo de su propia obra, decidió escribir algo más
profundo.
francés de apellido alemán,
que durante casi toda su
El tema de esta pieza es el amor (¡Cuándo no!), vida estuvo dedicado a
representado por tres mujeres que rondan al escritor
Ernesto Teodoro Hoffmann (persona que anduvo componer operetas
realmente por el mundo bajo ese nombre y con esas mediocres, y que, para
dotes). Uno de los episodios cuenta el
liberarse del yugo de su
enamoramiento del artista respecto de la acrobática
–y automática– soprano, sin sospechar –¡Ay propia obra, decidió escribir
convencionalismos de los libretos!– que se trata de algo más profundo.
un robot. La versión que a partir de 2009 tengo en mis
manos –con ruido de cuerda y todo– es de una
cantante llamada Vina Bovy (cómoda síntesis para
esquivar el interminable Johanna Paulina
Felicidad Bovy van Overberghe), originaria de la
ciudad belga de Gante en el año 1900. El neblinoso
registro data de 1937 y, según los datos biográficos
que lo acompañan, esta señora expiró en 1983.

Acaso, como ya me lo pregunté, no sea absurdo


imaginar que ella fue la voz de aquella marioneta que
en el lejano 1963 le dejó a un niño de cinco años la
impresión decisiva para que luego se inclinara por
admirar el canto operístico.

Jack Offenbach

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