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Téé cnicas corporalés altérnativas 2016

UNIVERSIDAD DE SONORA
Departamento de Bellas Artes
Licenciatura en Artes Escénicas

Ensayo final del curso: Mi Centro.


Edgar Darío García Véjar

1. Introducción.
Más que adentrarme en un tema concreto, quisiera contextualizar lo que
expondré más adelante. Es hilarante hacer una búsqueda de la palabra centro, o
incluso cuestionar a cualquier persona al respecto, ya que, a pesar de lo simple que
resulta el término, aunarlo al quehacer escénico, o incluso a la simple idea de cuerpo,
puede ser bastante extraño. En ese sentido, debo decir que incluso a mí me da
bastantes problemas encontrar una definición concreta para el término en el contexto
planteado, y me permitiré utilizar este ensayo justamente para intentar organizar los
logros y descubrimientos correspondientes a mi experiencia, con la idea de formular
una concepción más o menos organizada de aquello que para mí significa y es mi
centro, con el fin de enfocar este conocimiento a mi crecimiento en la escena, y si es
posible, facilitar el compartir la información al respecto. A la par se expondrá mi
opinión respecto al término y mi experiencia al observar y convivir con otros cuerpos.

2. El centro del centro, mi centro.


Me aventuraré a hacer una afirmación lo más fiel a aquello que percibo: El
centro es estabilidad. Esto último abre otra puerta, o más bien, otras tantas, ya que la
estabilidad es otra idea que contiene muchas acepciones. Cuando hablo de
estabilidad me refiero a estabilidad física, a equilibrio, a estabilidad emocional, a
tranquilidad mental, a control de mi cuerpo, y energía necesaria para hacer las cosas.
La aventura de encontrar el dichoso centro en el cuerpo parece un asunto literal
pero se manifiesta a través de distintas cualidades o habilidades que se desarrollan,
incluso aunque la presencia de este, a primera vista punto, no sea del todo consciente.

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En mí sucede algo por el estilo. La consciencia del centro no ha sido del todo
acertada, al menos no literal en el sentido de que existe un espacio o punto particular
en dónde ubicarle, sin embargo, la capacidad de lograr cosas como aislar o integrar
partes del cuerpo, lograr una posición erguida, minimizar el esfuerzo para ciertos
movimientos, caminar sin necesidad de golpetear o lastimar los pies, alinear la
columna, entre otras, que dentro del ambiente de las artes escénicas se vuelven
incluso cotidianas, me han ayudado en principio a detectar cuando el centro está
haciendo su trabajo, cuando se está colocando y sujetando correctamente, respecto a
la alineación del resto del cuerpo y en la consciencia (mucha o poca) que se tenga,
entendiendo ésta como la capacidad de atención en lo que se hace.
Ese es otro punto clave, la atención es esencial, o lo ha sido para mí. Esa
atención puesta en la acción ha sido fundamental para situar y poner en juego la
estabilidad que el centro me otorga. Pareciera que el cuerpo y la atención se alinean,
aunque debo decir que también hay casos en que el instinto mismo, el impulso,
pareciera actuar por sí solo, y ésta conciencia o atención se convierten en objetivos y
motivos para hacer. Es interesante, ya que esto le da al uso del centro otro nivel de
alcance, puede activarse y ser consciente a partir de la necesidad y la convicción de
hacer o lograr algo; al menos así ha sido para mí.
Pareciera que mientras más me esfuerzo en encontrarlo, más se esconde,
aunque, si se trata de situar realmente, un pequeño sondeo puede arrojar que debe
estar más o menos en mi vientre bajo. He constatado, a través de prueba y error que
el mío transita según mi actividad, entre mi zona genital, mi piso pélvico y un punto a
unos cuantos centímetros debajo de mi ombligo. Recuerdo que hace unos años, una
profesora nos hablaba de verlo como una estrella, generando una imagen que pudiera
darnos más conciencia corporal; un maestro más hablaba del plexo, y otro sobre la
fuente de energía. Luego de un tiempo de haberlos topado, estoy seguro de que esas
imágenes serían más precisas.
¿Se sujeta, se acciona? No lo sé a ciencia cierta, pero sé que una buena parte
está en no soltar, no dejar que la energía se muera, incluso si ésta baja. Sé también
que una colocación correcta de la pelvis es esencial, y sé además que una liberación
de las tensiones (físicas y mentales) ayuda a darle un uso óptimo. Diría entonces que

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sí, el centro se activa (aunque aclaro que no lo veo como algo aparte, como una
herramienta); existe una buena parte que depende de la disposición para hacer y
cierto arrojo para tomar un riesgo, que también contribuye a la activación de la zona.
Hay un tipo de centro (atreviéndome a abrir la acepción del término) que sigo
sin conseguir del todo, el equilibrio entre una mente tranquila y un cuerpo sano. Creo
que estoy lejos de ponerlos en sintonía, de manera que pueda trabajar libre de ruido
mental, o de incomodidades físicas. Sé que lo he logrado, pero no he logrado registrar
del todo la manera de llegar, aunque sé que no existen fórmulas, y no lo digo para
castigar (me), lo hago simplemente para establecer que me parece que esa es una
concepción del centro que dejo olvidada justamente por pensar que se trata de una
zona particular, cuando involucra al cuerpo en su totalidad, en una integración de todo
lo que éste incluye: cuerpo físico, mente y espíritu. Una actitud muy zen quizá, pero
me parece un ideal, y si se puede lograr (que yo sé que sí), es a través de la
disposición y la atención (de nuevo). Recuerdo diversas historias sobre monjes
asiáticos en la búsqueda de su centro, arqueros con un magnífico control de sus
habilidades físicas a partir de la conciencia y la relajación. Creo que ahí está el secreto
(si lo hubiera).
Extraño viaje, aún sin desenlace. El afamado centro me saluda desde mis
entrañas y lo que puedo hacer es intuir cuando funciona, cuando estoy conectado,
cuando estoy en comunión conmigo y tengo ese control de mi cuerpo, ese control de
mí. Mi centro soy yo, y me sigo buscando.

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