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años salía una carreta del cementerio y otros que salía de la pampa
cercana al molino de Señor Salcedo, en la que no se ha llegado a
determinar es a quién o quienes jalaban la carreta; algunos decían que era
un caballo de color plomizo, otros que era una mula la que jalaba la
carreta, otros lo que los vieron es que sobre el animal iba un jinete vestido
de blanco y con varios, ocupantes llevando ramos de flores. Este recorrido
lo hacía por la calle Juana Bulnes de Castro, llegando a la calle Tres Marías
y en esta esquina descansaba unos minutos, para luego continuar por la
calle Real, ingresando nuevamente por la calle Juana Bulnes de Castro
donde desaparecían.
Y hay personas que vieron que ingresaba al parque para luego dirigirse a la
Iglesia donde bajaban los raros ocupantes para entrar al Templo y elevar
sus plegarias al Salvador, para luego dar una vuelta al Parque y dirigirse a
su lugar de origen y desaparecer misteriosamente. Según contaban que el
objetivo de la salida de esta carreta era para conseguir almas con las
cuales obtenían su salvación en otro mundo; es decir eran difuntos que
venían a llevarse a todo aquel que se le cruzase en el camino.
El origen de este santuario lo inicia un indio llamado Sebastián Quimichi, nacido en
Cocharcas, Provincia de Chinchero en Andahuaylas.
Sebastián era bueno, honrado y trabajador, pero había nacido con una enfermedad
congénita que lo inválido, viviendo de la caridad de las personas. Sebastián no deseando
ser una carga, salió de Cocharcas (Andahuaylas) con rumbo al Cusco, con la esperanza
de trabajar en esa ciudad, pero con poca suerte, pues por ser impedido físicamente, muy
pocos le daban trabajo. No obstante pasa por muchas penalidades, Sebastián nunca
perdió la fe en Dios ni en los hombres y en esos instantes aciagos, una india de nombre
Inés le aconsejo que fuera al Santuario de Copacabana y que le pidiera a la Virgen, que le
ayudara a calmar sus padecimientos.
Sebastián no lo sabía, pero había sido marcado por la Santísima Virgen como instrumento
de su amor a esas regiones que recién recibían la luz del evangelio, pues Dios usa a las
personas más modestas, para hacer su voluntad.
Diez años después Sebastián decide regresar a su pueblo, pidiendo como pago de sus
servicios se le concediera una réplica de la imagen de la Candelaria, para llevarla a su
pueblo natal y fomentar su culto en gratitud al milagro que había alcanzado tan
generosamente.
En Huancabamba Dpto. de Piura, existe un lugar llamado “La huringa” y por estos años
vivía en este lugar un brujo de renombre apellidado “Tallanca” gran amigo de Chaparrí,
que llegó a enterarse de la traición de Yanahuanca y mediante sus artes castigó al
seductor y a sus pobladores con grandes sequías que afectaron la agricultura en estos
lugares. Cierta noche en que Tallanca se encontraba curando a un enfermo y al tomar el
brebaje, alcanzó a ver que desde al norte se acercaban hombres extraños blancos
cabalgando en briosos caballos. Eran las huestes de Francisco Pizarro, que luego de
haber conquistado Tumbes y Piura, viajaban hacia Cajamarca en busca de Atahualpa y
que al llegar al poblado de Túcume, un felinillo bautizado por el cura Hermano de Luque le
había puesto el nombre de Tinajas por haberlo encontrado escondido en un tinajón. Este
felinillo, que ya había aprendido el castellano les comunicó a los españoles que no muy
lejos de este lugar existía un cerro llamado “Chaparrí” y que en él existía gran cantidad de
oro.
Cuenta esta leyenda que en una casona de la localidad peruana de Huacho,
unos ciento cincuenta kilómetros al norte de Lima, habita un duende que se
hace presente a los moradores únicamente si éstos se lo permiten. Si lo
hacen, reciben un premio en metálico que los hace ricos para el resto de sus
vidas, pero antes deben superar la prueba que el duende les impone
demostrándoles su valor.
En una ocasión, una pareja de ancianos que hace poco se habían mudado a la
casa escucharon por la noche un vozarrón, que no era otro que el del duende,
preguntándoles si querían recibirlo. Todos los anteriores moradores habían
huido despavoridos al escuchar una voz tan estentórea, pero no fue el caso
de los ancianitos, quienes amablemente le respondieron que sí, que deseaban
recibirlo. Acto seguido, el duende se hizo presente, bajo un aspecto
amigable, y como recompensa por su amabilidad les regaló una enorme
cantidad de monedas de oro, con las que los ancianitos costearon largamente
sus necesidades por el resto de lo que les quedaba de vida. Al morir, la casa
se ocupó brevemente con una joven familia, pero al oír la invitación del
duende una de las primeras noches de su estancia en la casa, se retiraron
velozmente, presas del susto. Se dice que la casa permanece por estos días
desocupada.
El Tunche es un personaje de leyenda que, de acuerdo a lo referido por varias
personas, es un ánima que transita en la oscuridad de la selva peruana. Su
misión principal es la de llevarse las almas de las personas que se internen
demasiado en la espesura del bosque.
Hay otros individuos que afirman que, con tan sólo verlo, se te detendría el
corazón en un instante. Por si esto fuera poco, hay quienes afirman que El
Tunche es bastante sigiloso y escurridizo, por lo que nadie puede oír sus
pasos.
Hay algunas leyendas relacionadas con este personaje, en donde se dice que
sus víctimas han logrado escabullirse. No obstante, una cosa que no se debe
olvidar es que la gente que ha conseguido huir, desgraciadamente ha perdido
la razón.
Son varios los testimonios en donde se dice que el árbol cobra la vida de las
mujeres que no han sabido “respetar” a la Lupuna. Es decir, que han utilizado
su madera, para calentarse o para hacer muebles.
Por si esto fuera poco, se tiene la noción de que de vez en cuando, la parte
inferior del tronco de ese árbol revienta. Éste hecho provoca un intenso sonido
a lo largo y ancho de la selva peruana, el cual dura un par de minutos. Sin
embargo, transcurrido este lapso, el tronco se cicatrice y vuelve a hincharse
paulatinamente, hasta que de nueva cuenta se repite el proceso.
En la actualidad, son muy pocos los árboles de este tipo que se pueden ver en
las regiones pobladas que se encuentran cercanas a la selva, pues los
moradores han decidido preservar esta clase de arboledas en su hábitat
natural.
Nombre: Dyron George