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CUADERNOS DIGITALES DE FORMACIÓN

16 - 2008

El derecho al honor, a la intimidad y a la


propia imagen. El derecho a la libertad
frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles

DIRECTORES

María del Pilar Palá Castán


Magistrada-Juez

Pablo Manuel Cachón Villar


Magistrado emérito del Tribunal Constitucional

Consejo General del Poder Judicial


Centro de Documentación Judicial

Madrid, 2009
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

ÍNDICE

El derecho fundamental al honor: su contenido. Regulación normativa y doctrina


jurisprudencial
Eugeni Gay Montalvo. Magistrado del Tribunal Constitucional

El derecho fundamental a la intimidad: su contenido. Regulación normativa y


doctrina jurisprudencial
Pablo Manuel Cachón Villar. Magistrado emérito del Tribunal Constitucional.
Magistrado jubilado del Tribunal Supremo

El derecho fundamental a la propia imagen: su contenido. Regulación normativa


y doctrina jurisprudencial
Francisco Marín Castán. Magistrado del Tribunal Supremo

La protección de datos personales como derecho fundamental en España y en la


Unión Europea: su contenido y los derechos que derivan para los ciudadanos
Juan Manuel Fernández López. Abogado. Magistrado excedente. Ex director de la
AEPD

La protección de datos en la jurisdicción civil: situación actual e incidencia de


los proyectos legislativos de la Unión Europea
Joaquín Bayo Delgado. Magistrado. Supervisor Europeo Adjunto de Protección de
Datos

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 I


El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

El derecho fundamental al
honor: su contenido. Regulación
normativa y doctrina jurisprudencial

Eugeni Gay Montalvo


Magistrado del Tribunal Constitucional

Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho al honor, Derecho a la intimidad, Libertad de
expresión, Jurisprudencia

ÍNDICE:

I. Los derechos de protección de la vida privada: derecho a la intimidad y derecho al


honor
II. El derecho al honor: concepto
III. El derecho al honor: titulares
IV. El derecho al honor: objeto
V. El derecho al honor como límite a la libertad de expresión

I. LOS DERECHOS DE PROTECCIÓN DE LA VIDA PRIVADA: DERECHO A


LA INTIMIDAD Y DERECHO AL HONOR

Los derechos de protección de la vida privada de los individuos son un reflejo claro de
la idea de libertad como autonomía individual, es decir, como una esfera en la que la
persona posee la facultad de realizar o no cualquier acción sin que le controle o se lo
impida nadie, sea el Estado u otros individuos (1).
El art. 18 CE garantiza estos derechos. El objeto de protección de este artículo es la
actuación privada de los individuos y la Constitución la preserva, efectivamente, no sólo
frente a toda intromisión de los poderes públicos, sino también frente a toda intromisión

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de los sujetos privados. La finalidad del art. 18 CE es que los ciudadanos gocen de plena
libertad dentro de su ámbito personal.
Esta idea está implícita en los primeros pensadores liberales de los siglos XVII y XVIII y
en los textos constitucionales americanos y europeos. Así, la inviolabilidad del domicilio
es uno de los primeros derechos fundamentales reconocidos constitucionalmente. De
todos modos, la formulación del derecho a la vida privada como tal y, en concreto, del
derecho a la intimidad, como un derecho autónomo del principio de libertad personal no
se realiza hasta finales del siglo XIX y, de forma no causal, en una sociedad moderna
como la de Estados Unidos. En efecto, se considera el artículo The right of privacy, de
los juristas Warren y Brandeis, publicado en 1890, como la primera formulación del este
derecho, que se configura como un "derecho a estar solo" y "a vivir en paz".
La intimidad y los diversos aspectos de la vida privada como bienes jurídicos a
proteger son de difícil definición. Desde múltiples posiciones doctrinales se ha intentado
una enumeración de los posibles ámbitos de la intimidad y todas han resultado
insatisfactorias, ya que nunca se ha podido elaborar una lista completa de hechos, actos
o aspectos múltiples que reflejen todas las situaciones a proteger de esta intimidad
o vida privada. En todos los casos, estas enumeraciones - que, aun incompletas,
son globalmente orientadoras - nos llevan a concluir que la concretización del bien
jurídico "intimidad" ha de hacerse casuísticamente por la doctrina y, sobre todo, por la
jurisprudencia, en aplicación de las normas legales existentes.
Desde este punto de vista, el concepto de intimidad o de vida privada o personal, nos
los suministran tanto los diversos pactos y convenios internacionales de defensa de los
derechos humanos como las diversas normas internas que los garantizan.
El art. 12 de la DUDH (París, 1948) dispone:

"Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su


domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda
persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques".

El CEDH (Roma, 1950), establece en su artículo 8:

"1. Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su


domicilio y de su correspondencia.
2. No podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho
sino en tanto en cuanto esta injerencia esté prevista por la ley y constituya
una medida que, en una sociedad democrática, sea necesaria para la seguridad
nacional, la seguridad pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden
y la prevención de las infracciones penales, la protección de la salud o de la moral,
o la protección de los derechos y las libertades de los demás".

Por otra parte, el artículo 17 del PIDCP (Nueva York, 1966) se expresa en términos
similares a la DUDH:

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1. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su


familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra
y reputación.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias
o esos ataques.

Como es sabido estas declaraciones y convenios ratificados por España son, por una
parte, normas con validez interna una vez publicadas, según establece el art. 96.1 CE,
y, de otra, han de servir como criterio de interpretación de los derechos reconocidos en
la CE (art. 10.2 CE).
Teniendo en cuenta la importancia normativa -tanto directa como interpretativa- de
estas normas internacionales, debemos destacar en la legislación internacional una
clara separación entre los derechos inherentes a la vida privada de las personas, y, en
concreto, entre el derecho a la intimidad propiamente dicho y el derecho al honor, siendo
ambos derechos fundamentales propios de la esfera privada.
En efecto, la DUDH y el PDCP diferencian claramente entre un derecho y otro. El derecho
a la intimidad, desde la perspectiva de estas normas internacionales, engloba diversos
bienes jurídicos: vida privada, familiar, domicilio y correspondencia. Según estos textos,
el bien jurídico "intimidad" -"conjunto de estos bienes jurídicos"- ha de protegerse ante
las injerencias arbitrarias o ilegales. Y esto queda perfectamente diferenciado, en las
mismas normas, del honor y la reputación, bienes jurídicos de naturaleza diferente y que
no han de ser protegidos de las injerencias sino de los ataques.
Aún se advierten más diferencias entre el derecho a la intimidad y el derecho al honor
en el CEDH de 1950 ya que, como se ha visto, el art. 8 sólo regula los derechos de
la esfera de la intimidad: vida privada, familiar, domicilio y correspondencia. Y la forma
de violar estos derechos también se denomina injerencia. El mismo texto sitúa el honor
("protección de la reputación") como uno de los límites a la libertad de expresión.
Esta normativa internacional, con valor en el derecho interno, pone de manifiesto los
aspectos más significativos de la diferencia entre intimidad y honor que, en la legislación
española, descansan también en diferentes valores y principios constitucionales.
En efecto, la intimidad constituye aquella esfera - física o inmaterial - que cada persona
o familia determina libremente para sí misma y en la cual, sin su consentimiento, nadie
puede entrar. La garantía jurídica y constitucional de esta esfera o ámbito se basa en
el valor libertad (art. 1.1 CE) y en la libertad de desarrollo de la personalidad, uno de
los fundamentos del orden político y de la paz social (art. 10.1 CE). Por su parte, el
honor -o la fama, en lenguaje más popular- es la opinión que los otros tienen de una
persona y jurídicamente está conectada a otros valores, como la dignidad de la persona

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y, con relación al derecho a comunicar y recibir libremente informaciones, con el valor


"veracidad" (art. 20.1.d) CE).
Intimidad y honor son, por lo tanto, dos bienes jurídicos diferentes. La intimidad es un
muro que un individuo o una familia interpone para proteger determinados aspectos de
la vida privada que carecen de interés legítimo para aquellos que están situados en el
exterior de este muro. Es decir, la intimidad es lo que individuo o familia no quiere mostrar
al exterior o, dicho de otro modo, lo que los titulares del derecho no quieren mostrar al
resto de los ciudadanos o poderes públicos. El derecho a la intimidad se viola cuando
uno de estos ciudadanos externos, sin permiso, traspasa el muro de protección y se
introduce en el recinto cerrado que constituye este bien jurídico. Por lo tanto, infringir
este derecho, es como dicen los textos internacionales, efectuar una injerencia indebida
-en tanto que ilegal i arbitraria- en este ámbito cerrado.
Por el contrario, el honor es lo externo, lo aparente, lo que se muestra, de aquello de lo
que, en su caso, uno se enorgullece. Así como la intimidad es lo que no se conoce de un
individuo y de su entorno familiar -porque no se ha querido mostrar- el honor es todo lo
contrario; es aquello que se sabe de una persona determinada y de su vida familiar pero
con un límite: el honor ha de coincidir con la verdad, ya que el honor no es la reputación,
que puede ser verdadera o falsa. La ley no ampara, como ha dicho el TC, cualquier tipo
de reputación, sino sólo la reputación verdadera, o sea, el honor. Es decir, lo que se
aparenta no es siempre el honor sino que este sólo es aquella parte de la apariencia
que responde a la verdad. Por eso no hay injerencia o intromisión en el honor sino a
la intimidad. Y tampoco hay ataques a la intimidad sino al honor. Con palabras muy
precisas, como hemos visto, esto se pone de manifiesto en los textos internacionales
examinados.
Esta distinción conceptual está muy confusamente recogida en la LO 1/1982, de 5 de
mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la
propia imagen, ya que esta norma establece una misma regulación para tres derechos
fundamentales. Así, interesa destacar el art. 2:

"1. La protección civil del honor, de la intimidad y de la propia imagen quedará


delimitada por las leyes y por los usos sociales atendiendo al ámbito que, por sus
propios actos, mantenga cada persona reservado para sí misma o su familia.
2. No se apreciará la existencia de intromisión ilegítima en el ámbito protegido
cuando estuviere expresamente autorizada por ley o cuando el titular del derecho
hubiese otorgado al efecto su consentimiento expreso.
3. El consentimiento a que se refiere el párrafo anterior será revocable en cualquier
momento, pero habrán de indemnizarse en su caso, los daños y perjuicios causados,
incluyendo en ellos las expectativas justificadas".

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II. EL DERECHO AL HONOR: CONCEPTO

Nuestro Código Civil no contempló expresamente el derecho al honor. Pero este vacío
legal no impidió que la jurisprudencia fuese elaborando un concepto del derecho al honor
al tiempo que condenaba al resarcimiento del daño moral que la violación del honor
suponía, en base al art. 1902 CC. En este sentido es importante destacar la STS de 7
de febrero de 1962, que perfila un concepto general del derecho al honor al señalar que

"La tutela del honor en la vía civil es amplia, debiendo abrazar todas las
manifestaciones del sentimiento de estimación de la persona y otorgar al ofendido
no sólo el poder de accionar contra el ofensor para el resarcimiento de los daños,
sino también la facultad de hacer cesar, si es posible, el acto injurioso y de hacer
suprimir el medio con el que el mismo haya sido realizado y pueda ser divulgado, y
precisamente se trata de la tutela de la integridad moral, que es un derecho de la
personalidad, la acción civil encuentra buen fundamento, aunque se dirija tanto sólo
a obtener el reconocimiento de la ilicitud del comportamiento del ofensor (...)".

Por tanto, ya antes de la promulgación de la CE, el TS identificó el honor con la


fama, consideración, dignidad, reputación, crédito, sentimiento de estimación y prestigio,
aunque no llegó a formular un concepto preciso del mismo (2).
En la actualidad no existe en nuestro ordenamiento jurídico una definición del honor,
pues se trata de un concepto variable, dependiente de las normas, valores e ideas
sociales vigentes en cada momento en una sociedad, grupo social o profesional. Es un
concepto jurídico indeterminado (STC 223/1992). Así lo ha establecido el TC entre otras
en su STC 180/1999, FJ 4:

"El "honor", como objeto del derecho consagrado en el art. 18.1 C.E., es un concepto
jurídico normativo cuya precisión depende de las normas, valores e ideas sociales
vigentes en cada momento, de ahí que los órganos judiciales dispongan de un cierto
margen de apreciación a la hora de concretar en cada caso qué deba tenerse por
lesivo del derecho fundamental que lo protege".

Ello no obstante el TC no ha renunciado a definir su contenido constitucional abstracto


afirmando que:

"Ese derecho ampara la buena reputación de una persona (...) "la cual -como la
fama y aun la honra - consisten en la opinión que las gentes tienen de una persona,
buena o positiva si no van acompañadas de adjetivo alguno. Así como este anverso
de la noción se da por sabido en las normas, éstas, en cambio, intentan aprehender
el reverso, el deshonor, la deshonra o difamación, lo difamante. El denominador
común de todos los ataques e intromisiones ilegítimas en el ámbito de protección de
este derecho es el desmerecimiento en la consideración ajena (art. 7.7 L.O. 1/1982)
como consecuencia de expresiones proferidas en descrédito o menosprecio de
alguien o que fueren tenidas en el concepto público por afrentosas" (STC 223/1992
y, recientemente, STC 76/1995).

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El TC alude al derecho al honor en dos aspectos distintos aunque íntimamente


relacionados: por un lado, la estimación que cada persona hace de sí misma, de otro, la
trascendencia o exteriorización que los demás hacen de nuestra dignidad:

"El derecho al respeto y reconocimiento de la dignidad personal que se requiere


para el libre desarrollo de la personalidad en la convivencia social, sin que pueda
ser escarnecido o humillado ante uno mismo o los demás" (STC 219/1992, de 3 de
diciembre, FJ 2).

III. EL DERECHO AL HONOR: TITULARES

El derecho al honor tiene un significado personalista, siendo indudable que el ciudadano


en tanto que persona física es titular del mismo. Los personajes públicos o dedicados
a actividades que persiguen notoriedad pública aceptan voluntariamente el riesgo de
que sus derechos subjetivos de personalidad resulten afectados por críticas, opiniones
o revelaciones adversas" (STC 173/1995, de 21 de noviembre, FJ 3) aunque no por ello
quedan privadas del derecho al honor garantizado en el art. 18.1 CE. Así lo ha dicho el
TC en relación con los políticos: "por el simple hecho de ser político no se deja de ser
titular del derecho al honor" (la STC 190/1992, de 16 de noviembre).
Para el TC el significado personalista que "el derecho al honor tiene en la Constitución
no impone que los ataques o lesiones al citado derecho fundamental, para que tengan
protección constitucional, hayan de estar necesariamente perfecta y debidamente
individualizados ad personam, pues, de ser así, ello supondría tanto como excluir
radicalmente la protección del honor de la totalidad de las personas jurídicas,
incluidas las de substrato personalista, y admitir, en todos los supuestos, la legitimidad
constitucional de los ataques o intromisiones en el honor de personas, individualmente
consideradas, por el mero hecho de que los mismos se realicen de forma innominada,
genérica o imprecisa".
El TC realizó esta afirmación en su STC 214/1991, de 11 de noviembre, FJ 6, con motivo
del recurso de amparo interpuesto por Violeta Friedman a raíz de la publicación en
la revista Tiempo de un reportaje en el que se recogían ciertas afirmaciones de León
Degrelle, ex Jefe de las Waffen S.S., en relación con la actuación nazi con los judíos y
con los campos de concentración, y que la demandante de amparo que había estado
internada en el campo de exterminio de Auschwitz, consideró que lesionaban su derecho
al honor. En el FJ 8 de esta Sentencia, el TC afirmó el posible honor de los grupos étnicos
como colectivos, siempre y cuando los miembros o componentes de este colectivo fueran
identificables como individuos dentro de la colectividad.

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"La dignidad como rango o categoría de la persona como tal, del que deriva y en
el que se proyecta el derecho al honor (art. 18.1 C.E.), no admite discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza o sexo, opiniones o creencias. El odio y el
desprecio a todo un pueblo o a una etnia (a cualquier pueblo o a cualquier etnia)
son incompatibles con el respeto a la dignidad humana, que sólo se cumple si se
atribuye por igual a todo hombre, a toda etnia, a todos los pueblos. Por lo mismo, el
derecho al honor de los miembros de un pueblo o etnia, en cuanto protege y expresa
el sentimiento de la propia dignidad, resulta, sin duda, lesionado cuando se ofende
y desprecia genéricamente a todo un pueblo o raza, cualesquiera que sean".

Desde 1995, el TC ha afirmado que el reconocimiento del derecho al honor a las


personas jurídicas es "una interpretación constitucionalmente adecuada del alcance
subjetivo del derecho al honor que reconoce el art. 18.1 de la Constitución" (STC
183/1995, de 11 de diciembre, FJ 2). El TC realizó esta interpretación en una Sentencia
del mismo año 1995, la STC 139/1995, de 26 de septiembre. En el FJ 5 de esta Sentencia
razonó que:

"Resulta evidente, pues, que, a través de los fines para los que cada persona
jurídica privada ha sido creada, puede establecerse un ámbito de protección de su
propia identidad y en dos sentidos distintos: tanto para proteger su identidad cuando
desarrolla sus fines, como para proteger las condiciones de ejercicio de su identidad,
bajo las que recaería el derecho al honor. En tanto que ello es así, la persona jurídica
también puede ver lesionado su derecho al honor a través de la divulgación de
hechos concernientes a su entidad, cuando la difame o la haga desmerecer en la
consideración ajena (art. 7.7 L.O. 1/1982)" (3).

Por último, el TC ha reconocido también que aunque resulte "inadecuado hablar del
honor de las instituciones públicas o de clases determinadas del Estado", no puede
negarse que en algunos casos éstas puedan ser titulares del derecho al honor. Así lo
ha reconocido, con cita de la STEDH Barfod, de 22 de febrero de 1989, respecto del
Poder Judicial.

IV. EL DERECHO AL HONOR: OBJETO

Dado que el derecho al honor posee un objeto determinado (el honor, que ampara la
buena reputación de una persona, protegiéndola frente a expresiones o mensajes que lo
hagan desmerecer en la consideración ajena al ir en su descrédito o menosprecio o que
sean tenidas en el concepto público por afrentosas), no se lesiona por el simple hecho
de que un tercero (sea un particular o el Estado) realice determinadas conductas como
divulgar información u opinar sobre esa persona.

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Esa conducta puede ser ilícita (caso de consistir en una publicidad comercial prohibida o
una forma de competencia desleal) o no estar protegida por el art. 20.1 C.E. (por ejemplo,
la divulgación de meros rumores o invenciones), y, sin embargo, no lesionar el derecho
al honor ajeno porque simplemente no han mancillado su "honor" en los términos en
los que éste viene definido constitucionalmente. (SSTC 185/1989, 171/1990, 172/1990,
223/1992, 170/1994, 139/1995, 3/1997, entre otras).
Las conductas que dañan el derecho al honor son los "calificativos formalmente
injuriosos o innecesarios para el mensaje que se desea transmitir, la crítica vejatoria,
descalificadora y afrentosa de una persona" (STC 180/1999, de 11 de octubre, FJ 5)
porque estas conductas tienen como objetivo la descalificación de la persona. También
ocurre así cuando tales calificativos se dirigen contra el comportamiento profesional de
un individuo, esto es, contra su comportamiento en "el ámbito en el que desempeña
su labor u ocupación, pudiendo hacerle desmerecer ante la opinión ajena con igual
intensidad y daño que si la descalificación fuese directamente de su persona (SSTC
40/1992, 223/1992, 139/1995, 183/1995, 46/1998 y ATC 208/1993). Esto es así porque
la actividad profesional suele ser una de las formas más destacadas de manifestación
externa de la personalidad y de la relación del individuo con el resto de la colectividad,
de forma que la descalificación injuriosa o innecesaria de ese comportamiento tiene un
especial e intenso efecto sobre dicha relación y sobre lo que los demás puedan pensar de
una persona, repercutiendo tanto en los resultados patrimoniales de su actividad como
en la imagen personal que de ella se tenga" (4).
El derecho al honor personal prohíbe que nadie se refiera a una persona de forma
insultante o injuriosa, o atentando injustificadamente contra su reputación haciéndola
desmerecer ante la opinión ajena. Así, pues, lo perseguido por el art. 18.1 CE es la
indemnidad de la imagen que de una persona puedan tener los demás, y quizá no tanto
la que aquélla desearía tener.
En otro orden de cosas, el TC ha incluido el denominado prestigio profesional en el
art. 18.1 CE, en tanto una posible manifestación del honor personal, integrando el más
genérico concepto de la "reputación ajena", empleado por el art. 10.2 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos (desde STEDH Lingens, de 8 de julio de 1986).

V. EL DERECHO AL HONOR COMO LÍMITE A LA LIBERTAD DE


EXPRESIÓN

Desde esta perspectiva resulta que el derecho al honor no es sólo un derecho


fundamental derivado de la dignidad de la persona, sino también un límite expreso a los

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derechos reconocidos en el art. 20 CE. Recuérdese que la CEDH sólo contempla este
derecho desde esta última perspectiva.
La colisión de los derechos al honor y las libertades del art. 20.1 CE han dado lugar a una
abundante jurisprudencia del TC, que ha ido evolucionando. F. HERRERO TEJEDOR
ha distinguido 3 fases en esta evolución:

a. En una primera fase, si es estimaba vulnerado el honor, éste prevalecía en


todo caso sobre la libertad de expresión e información.
b. En una segunda fase, desde la STC 104/1986, de 17 de julio, el TC estima
que en caso de conflicto entre el derecho al honor y las libertades del art.
20.1.a) y d) CE, no ha de prevalecer necesariamente el primero sobre los
segundos, ni a la inversa, sino que se impone una necesaria y casuística
ponderación entre ellos.
c. En una tercera fase, se afirma la posición preferencial o prevalente de
las libertades del art. 20.1 CE. Ello es así para evitar que el núcleo de
las libertades de expresión e información, pilares de una sociedad libre y
democrática, queden desnaturalizados (5).

En cualquier caso, para que prevalezca el derecho a la libertad de información sobre


el derecho al honor (a la intimidad) deben cumplirse las tres circunstancias siguientes
(entre otras muchas, STC 173/1995, de 21 de noviembre):

• veracidad de la información difundida,


• relevancia pública de la información difundida,
• exclusión de expresiones injuriosas.

La STC 1/2005, de 17 de enero, FJ 2, expresa con claridad los dos elementos que se
han indicado: por una parte, la posición preferencial o prevalente de las libertades del
art. 20.1 CE, y, por otra, la indicación de las circunstancias que deben cumplirse para
que prevalezca el derecho a la libertad de expresión:

"2. Ante este tipo de conflictos, siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, este Tribunal ha elaborado una doctrina que "parte de la
posición especial que en nuestro ordenamiento ocupa la libertad de información,
puesto que a través de este derecho no sólo se protege un interés individual
sino que entraña el reconocimiento y garantía de la posibilidad de existencia de
una opinión pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político propio del
Estado democrático (STC 21/2000, de 31 de enero, FJ 4 y las allí citadas). El
valor preferente o prevalente de este derecho ha sido, sin embargo, modulado en
nuestra jurisprudencia, negando su jerarquía sobre otros derechos fundamentales
(SSTC 42/1995, de 13 de febrero, FJ 2; 11/2000, de 17 de enero, FJ 7). De ahí que
hayamos condicionado la protección constitucional de la libertad de información, y
su prevalencia sobre el derecho al honor garantizado en el art. 18.1 CE, a que la

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información se refiera a hechos con relevancia pública, en el sentido de noticiables,


y a que dicha información sea veraz" (STC 159/2003, de 15 de septiembre, FJ 3).

En fin, al margen de lo anterior, lo importante es señalar la importancia que el TC otorga


a que los tribunales que conozcan del asunto realicen un correcto juicio de ponderación.
Corresponde al TC constatar, en su caso, el que la ponderación se haya hecho
adecuadamente, es decir, que sea constitucionalmente correcta. Y esta función de
constatar que la ponderación hecha por los tribunales ordinarios es correcta implica que
el propio TC ha de realizar tal ponderación, de modo que en estos casos su actuación
no se limita a una acción revisora; antes al contrario, el TC ha considerado que debe
valorar por sí mismo las circunstancias concurrentes en el asunto:

"Debemos de recordar que en estos casos, tal como hemos declarado en numerosas
ocasiones, "la competencia de este Tribunal no se circunscribe a examinar la
suficiencia y consistencia de la motivación de las resoluciones judiciales bajo el
prisma del art. 24 CE. Por el contrario, en supuestos como el presente, el Tribunal
Constitucional, en su condición de garante máximo de los derechos fundamentales,
debe resolver el eventual conflicto entre el derecho a comunicar información veraz
y el derecho al honor, determinando si efectivamente se han vulnerado aquellos
derechos atendiendo al contenido que constitucionalmente corresponda a cada uno
de ellos, aunque para este fin sea preciso utilizar criterios distintos de los aplicados
por los órganos jurisdiccionales, ya que sus razones no vinculan a este Tribunal
ni reducen su jurisdicción a la simple revisión de la motivación de las resoluciones
judiciales" (STC 136/2004, de 13 de julio, FJ 1, entre otras muchas). Por lo demás,
nuestro examen debe respetar, eso sí, los hechos considerados probados en la
instancia [art. 44.1 b) LOTC]" (STC 1/2005, de 17 de enero, FJ 1).

En el caso de la adopción de medidas judiciales para la protección especialmente


restrictivas del derecho a la libertad de expresión -como el supuesto de secuestro
judicial (art. 20.5 CE)- el TC ha de realizar un examen aún más riguroso de la
observancia "tanto de las garantías formales como de las pautas propias del principio
de proporcionalidad exigibles en toda aplicación de medidas restrictivas de los derechos
fundamentales" (STC 187/1999, de 25 de octubre, FJ 7).

Notas
(1) Seguimos en este punto el Dictamen del Consell Consultiu sobre la Llei Orgànica 5/1992
del 29 d'octubre, de regulación del tractament automitzat de les dades de carácter personal.
BOPC, núm. 69, 13 de gener de 1993, p. 4383 i ss.
(2) Sobre este particular, ver, M. J. BLANCO QUINTANA, "El derecho al honor y las libertades
de expresión e información en la jurisprudencia del tribunal Constitucional", Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, núm. 93, 2000, 49-71.

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(3) Abandonando así su doctrina anterior, de cuyas vacilaciones da cuenta la STC 139/1995:
"En la STC 107/1988 se afirmó que "el honor es un valor referible a personas individualmente
consideradas, lo cual hace inadecuado hablar del honor de las instituciones públicas o
de clases determinadas del Estado, respecto de las cuales es más correcto, desde el
punto de vista constitucional, emplear los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral,
que son valores que merecen la protección penal que les dispense el legislador, pero
que no son exactamente identificables con el honor, consagrado en la Constitución como
derecho fundamental, y, por ello, en su ponderación frente a la libertad de expresión debe
asignárseles un nivel más débil de protección del que corresponde atribuir al derecho al
honor de las personas públicas o de relevancia pública" (fundamento jurídico 2.º). Con
posterioridad a esta STC 107/1988, en la que se considera el honor de una persona jurídico-
pública, la STC 51/1989 trata del honor de una institución y la STC 121/1989 de una clase
determinada del Estado, manteniendo unas tesis interpretativas que luego fueron matizadas
por la STC 214/1991, en una orientación jurisprudencial que con la presente Sentencia
queremos reforzar y ampliar".
(4) En M. J. BLANCO QUINTANA, "El derecho..." Op.cit. 49-71.
(5) F. HERRERO TEJEDOR, Honor, intimidad y propia imagen, Madrid: Colex, 2.ª ed. 1994.
Ver, también, P. CILLERO DE CABO, "La protección jurisdiccional del derecho al honor,
a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen: desencuentros entre el Tribunal
Constitucional y el Tribunal Supremo", Aranzadi Civil, núm. 15/20002, pp. 2535-2554.

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Información sobre el artículo

Título del artículo: "El derecho fundamental al honor: su contenido. Regulación


normativa y doctrina jurisprudencial"

Autor: Eugeni Gay Montalvo

Incluido en el número monográfico sobre El derecho al honor, a la intimidad y a


la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles de Cuadernos Digitales de Formación
16 - 2008 (Directores: María del Pilar Palá Castán y Pablo Manuel Cachón
Villar)

DOI:

Editor: Consejo General del Poder Judicial (Madrid)

Fecha de publicación: 2009

Copyright 2008, Consejo General del Poder Judicial

License:
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

El derecho fundamental a la
intimidad: su contenido. Regulación
normativa y doctrina jurisprudencial

Pablo Manuel Cachón Villar


Magistrado emérito del Tribunal Constitucional. Magistrado jubilado del Tribunal Supremo

Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho a la intimidad, Libertad de expresión, Derecho a la
información, Jurisprudencia

ÍNDICE:

I. Concepto y naturaleza del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar


1. Autonomía y naturaleza del derecho a la intimidad
2. Doctrina científica
3. Legislación internacional
4. Intimidad personal (art. 18.1 CE) y vida privada (art. 8 CEDH)
A) Derecho al respeto de la vida privada en la jurisprudencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (art. 8 CEDH)
B) Derecho a la intimidad personal en la jurisprudencia constitucional (art.
18.1 CE)
5. Intimidad familiar (art. 18.1 CE) y vida familiar (art. 8 CEDH)
A) Derecho al respeto de la vida familiar en el TEDH (art.8 CEDH)
B) Derecho a la intimidad familiar en la jurisprudencia constitucional (art. 18.1
CE)
6. Derecho a la intimidad como derecho frente al Estado y frente a los particulares
7. Límites del derecho a la intimidad
8. Derechos vinculados a la intimidad
II. Normativa vigente sobre el derecho a la intimidad personal y familiar

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1. Indicaciones previas
2. Supuestos particulares de la titularidad del derecho a la intimidad
A) Menores
B) Extranjeros
C) Personas jurídicas
3. Indisponibilidad del derecho a la intimidad
4. Consentimiento a la intromisión en la intimidad
5. Referencia a los supuestos de intromisión ilegítima
6. Ejercicio de la acción de protección del derecho a la intimidad
7. Regulación post mortem de la protección del derecho a la intimidad
8. Responsabilidad civil derivada de la intromisión ilegítima
III. Manifestaciones concretas del derecho a la intimidad: jurisprudencia constitucional
1. Requisitos de la intromisión legítima
2. Derecho a la intimidad y ejercicio de las libertades de expresión e información
A) Ponderación de los derechos en juego
B) Libertad de expresión y libertad de información. Veracidad de la
información
C) Personas públicas
D) Personas de notoriedad pública por su presencia en la prensa
E) Supuestos varios de confrontación de estos derechos
a) Divulgación de datos de la vida privada de persona con notoriedad
pública por su frecuente presencia en medios de comunicación
b) Reportaje sobre enjuiciamiento por delito contra la libertad sexual de la
hija del agresor, con datos que permiten la identificación de la víctima
c) Identificación periodística de afectados por el SIDA
d) Intimidad familiar: producción y difusión de una cinta de vídeo con
escenas en la enfermería de la plaza en la que ingresó mortalmente
herido un torero; demanda ejercitada por su viuda
3. Derecho a la intimidad y ruido o contaminación acústica
4. Derecho a la intimidad en el ámbito de la economía personal
5. Intimidad corporal

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6. Intimidad genética
A) Concepto
B) El consentimiento del titular. El derecho a no saber
C) Límites de la intimidad genética
D) Intervenciones corporales
E) Las pruebas biológicas de paternidad
F) Las técnicas de reproducción asistida
7. La intimidad y la autodeterminación de la persona
Bibliografía

I. CONCEPTO Y NATURALEZA DEL DERECHO FUNDAMENTAL A LA


INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR

1. Autonomía y naturaleza del derecho a la intimidad

El derecho a la intimidad está reconocido como derecho fundamental en el art. 18.1 de la


Constitución Española (CE). Según dicho precepto, "se garantiza el derecho al honor, a
la intimidad personal y familiar y a la propia imagen". En la perspectiva constitucional se
completa este reconocimiento con lo dispuesto en el apartado cuarto del mismo art. 18:
"La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal
y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos". Vuelve a hacerse
una referencia a estos derechos en el art. 20.4 CE, al establecer que las libertades
reconocidas en este precepto -interesan especialmente las libertades de expresión y de
información- "tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en
los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor,
a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia".
La consideración conjunta de tales derechos en los preceptos citados, al igual que en
la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo (LO) que regula su protección civil, no impide
que hayan de considerarse como autónomos y recíprocamente independientes, por más
que en algunos casos puedan resultar vulnerados al mismo tiempo más de uno de ellos.
Sobre su carácter autónomo se ha pronunciado el Tribunal Constitucional en varias
sentencias. Así, la Sentencia (STC) 127/2003, de 30 de junio, FJ 6, dice que "conforme

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a la doctrina elaborada por este Tribunal, los derechos al honor, a la intimidad personal
y a la propia imagen, reconocidos en el art. 18.1 CE, a pesar de su estrecha relación en
tanto que derechos de la personalidad, derivados de la dignidad humana y dirigidos a la
protección del patrimonio moral de las personas, son, no obstante, derechos autónomos,
que tienen un contenido propio y específico (SSTC 81/2001, de 26 de marzo, FJ 2;
156/2001, de 2 de julio FJ 3; 46/2002, de 25 de febrero, FJ4; y 14/2003,de 30 de enero,
FJ 4)".
En este texto se señala su naturaleza: son derechos de la personalidad, su fundamento
es la dignidad humana y su objeto es la protección del patrimonio moral de las personas.
La Sentencia del Tribunal Supremo (STS) de 17 de noviembre de 1997 marca claramente
su carácter autónomo y su naturaleza: "Los derechos de la personalidad son derechos
subjetivos que recaen sobre aspectos o manifestaciones inherentes a la persona, como
ser humano, y no constituyen un solo derecho con varios aspectos (ius in se ipsum)
sino un conjunto de derechos; entre ellos se hallan los del honor, intimidad e imagen,
reconocidos en el artículo 18.1 de la Constitución y desarrollados en la Ley citada de 5
de mayo de 1982; no se trata de un derecho tricéfalo, sino de tres derechos".

2. Doctrina científica

El concepto jurídico de la intimidad surge a partir de un conocido artículo publicado en


la prensa norteamericana en 1890 por los abogados Warren y Brandeis, titulado "the
right to privacy", en el que -con motivo de la publicación en la prensa de una información
sobre una celebración familiar en la casa de los Warren, entonces senador- exponían
la necesidad de que hubiera una efectiva defensa contra las intromisiones en la vida
privada de las personas. Aludían, a tal efecto, a las conclusiones a las que en su día, en
1873, había llegado el Juez americano Cooley, quien en su obra "The elements of torts"
había definido la privacy como "the right to be let alone", es decir, "el derecho a ser dejado
solo" o, como algunos autores han dicho, "el derecho a ser dejado en paz", concepto
que incide fundamentalmente en dos notas propias de la vida privada, y también de la
intimidad: la soledad y la tranquilidad.
En el campo doctrinal ha destacado la concepción alemana de las esferas, que establece
una triple graduación en el ámbito de lo privado y lo íntimo. En primer lugar, la esfera
de lo secreto (Geheimsphäre), que es el ámbito más reservado, lo que el individuo no
quiere que sea conocido por los demás; en segundo lugar, la esfera que comprende lo
confidencial, lo que se transmite a personas de confianza (Vertrauensphäre); y, en tercer
lugar, una esfera más amplia que la anterior, que abarca los hechos y noticias que no se
quiere sean conocidas por el público (Privatsphäre). Esta doctrina adolece en la práctica

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de una cierta relatividad, dado que estas esferas necesariamente se intercomunican,


ante la dificultad de que haya unas claras líneas de delimitación entre ellas. Por otra
parte, no son uniformes entre sí, puesto que cada persona las configura a su propia
voluntad.
El concepto de autodeterminación informativa, que adopta el Tribunal Federal alemán a
partir de su Sentencia de 15 de diciembre de 1983, sustituye y supera a la expresada
doctrina de las esferas o círculos concéntricos. Así el derecho a la intimidad pasa a tener
no sólo un sentido negativo, de exclusión de los demás en el ámbito de la vida privada,
sino un sentido positivo, de control respecto de la información que puede haber sobre
uno mismo, con facultad de decidir quién y de qué modo puede llegar a tener acceso
a ésta.
La doctrina italiana establece la existencia de dos derechos relativos a la vida privada:
el derecho a la reserva (riservatezza), dirigido a impedir la información sobre hechos o
datos de la vida cuyo conocimiento ha sido legítimamente adquirido por el tercero, y el
derecho al respeto de la vida privada, que defiende al titular de la efectiva intromisión
de terceros en la esfera de lo privado.

3. Legislación internacional

Por lo que se refiere a los textos internacionales, éstos hablan de vida privada, que en
principio es un concepto más amplio que el de intimidad. La Declaración Universal de
Derechos Humanos (DUDH), de 10 de diciembre de 1948, establece en su art. 12 lo
siguiente: "Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona
tiene derecho a la protección de la Ley contra tales injerencias o ataques". Incluye la
protección de la familia con una referencia más amplia que la que corresponde a la
expresión "intimidad familiar", según se verá después. El mismo texto se refiere también
a los derechos a la inviolabilidad del domicilio y al secreto de las comunicaciones, que
sin duda tienen su fundamento en el derecho a la intimidad, y a los que el art. 18 CE
contempla separadamente en sus apartados segundo y tercero. Y a continuación se
refiere a la protección del honor. Termina proclamando expresamente la protección legal
contra las agresiones a tales derechos.
El Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), de 4 de noviembre de 1950,
prescribe en su art. 8 lo siguiente: "1. Toda persona tiene derecho al respeto de su
vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia.- 2. No puede haber
injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho sino en tanto en cuanto
esta interferencia esté prevista por la Ley y constituya una medida que, en una sociedad

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democrática, sea necesaria para la seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar


económico del país, la defensa del orden y la prevención de las infracciones penales, la
protección de la salud o de la moral o la protección de los derechos y las libertades de los
demás". El Convenio utiliza también el concepto de "vida privada", en lugar del concepto
de intimidad, extendiendo asimismo la protección a la familia. Es de notar también la
explícita inclusión de los derechos a la inviolabilidad domiciliaria y de la correspondencia.
El apartado segundo exige la cobertura legal, como garantía del respeto de la autoridad
pública al derecho proclamado en el apartado primero. La enumeración que se hace en
dicho apartado segundo in fine es expresión de las condiciones para que la cobertura
legal sea válida.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), de 16 de diciembre de
1966, regula esta materia en el art. 17, sustancialmente igual al ya transcrito de la DUDH.
La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (CDFUE), aprobada en
Estrasburgo el 12 de diciembre de 2007 (1), proclama el respeto a la vida privada y
familiar en el art. 7: "Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar,
de su domicilio y de sus comunicaciones". En el Diario Oficial de la Unión Europea de
14 de diciembre de 2007 se publicaron las Explicaciones sobre la Carta de los Derechos
Fundamentales, elaboradas inicialmente bajo la responsabilidad del Praesidium de la
Convención que redactó la Carta, y que han sido actualizadas bajo la responsabilidad
del Praesidium de la Convención Europea. Tales Explicaciones, como se dice en su
propio texto, carecen, de suyo, de valor jurídico pero pueden servir como instrumento de
interpretación. Dicen así, refiriéndose al mencionado art. 7 de la Carta: "Respeto de la
vida privada y familiar.- Los derechos garantizados en el artículo 7 corresponden a los
que garantiza el artículo 8 del CEDH. A fin de tener en cuenta la evolución técnica, se
ha sustituido la palabra "correspondencia" por "comunicaciones". De conformidad con
lo dispuesto en el apartado 3 del artículo 52, este derecho tiene el mismo sentido y
alcance que en el artículo correspondiente del CEDH. Como consecuencia de ello, las
limitaciones de que puede ser objeto legítimamente son las mismas que las toleradas
en el marco del referido artículo 8 [...]". El texto del art. 52.3 de la Carta es del tenor
siguiente: "En la medida en que la presente Carta contenga derechos que correspondan
a derechos garantizados por el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales, su sentido y alcance serán iguales a los
que les confiere dicho Convenio. Esta disposición no obstará a que el Derecho de la
Unión conceda una protección más extensa". Asimismo la CDFUE prevé en su art. 8 la
protección de datos de carácter personal. No me detengo en su exposición por ser tema
objeto de otras ponencias.

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4. Intimidad personal (art. 18.1 CE) y vida privada (art. 8 CEDH)

A) Derecho al respeto de la vida privada en la jurisprudencia del Tribunal


Europeo de Derechos Humanos (art. 8 CEDH)

El CEDH y la CDFUE, como se ha visto, hablan de vida privada y no de intimidad. El


Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) no define el concepto de vida privada,
a los efectos del art. 8 del Convenio: "la noción de "vida privada" es una noción amplia,
sin una definición exhaustiva", dice la STEDH de 29 de abril de 2002, Caso Pretty contra
Reino Unido, ap. 6. En el mismo sentido ya había dicho la STEDH de 16 de diciembre
de 1992, Caso Niemitz contra Alemania, ap. 29, que "el Tribunal no considera posible
ni necesario tratar de definir de manera exhaustiva la noción de "vida privada"", lo que
reiteró posteriormente la Sentencia del mismo Tribunal de 25 de marzo de 1993, Caso
Costello-Roberts contra Reino Unido, ap. 36.
Al no dar una definición genérica de "vida privada", se cuida el TEDH de señalar
rasgos y aspectos que vienen a delimitar su propio contenido. Así la Sentencia ya
citada de 16 de diciembre de 1992, referida a un registro efectuado por las autoridades
en el despacho profesional del demandante (abogado), afirma que "el respeto de la
vida privada debe también englobar, en cierta medida, el derecho del individuo a
entablar y desarrollar relaciones con sus semejantes", de modo que "la interpretación
de las palabras "vida privada" y "domicilio" que incluya algunos locales o actividades
profesionales o comerciales respondería al objeto y fin esenciales del artículo 8: prevenir
al individuo contra las injerencias arbitrarias de los poderes públicos [...]" (aps. 29 y 31).
La mencionada Sentencia de 29 de abril de 2002, acerca del derecho de decisión
sobre la propia vida con base en una grave enfermedad -sentencia que declaró que la
denegación de tal derecho no vulneraba el artículo 8 del Convenio-, afirma que "aunque
en ningún asunto anterior haya sido establecido que el artículo 8 comportara el derecho
a la autodeterminación como tal, el Tribunal considera que la noción de autonomía
personal refleja un principio importante que subtiende la interpretación de las garantías
del artículo 8" (ap. 61).
La Sentencia de 11 de julio de 2002, Caso I. contra Reino Unido, relativa a un problema
de cambio de sexo, dice -tras señalar que la dignidad y la libertad del hombre son
la esencia del Convenio- que "concretamente, en el terreno del artículo 8, en el que
la noción de autonomía personal refleja un principio importante que subyace en la
interpretación de las garantías de dicha disposición, la esfera personal de cada individuo
está protegida, incluido el derecho de cada uno a establecer los detalles de su identidad
de ser humano" (ap. 72).

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Y la STEDH de 11 de julio de 2002, Caso Von Hannover contra Alemania, sobre


publicación de unas fotografías de la Princesa Carolina de Mónaco, dice, con cita de
otras sentencias, lo siguiente: "El Tribunal recuerda que la noción de vida privada
comprende elementos que hacen referencia a la identidad de una persona tales como
el nombre [...] o su derecho a la imagen [...].- Además, la esfera de la vida privada,
tal como la concibe el Tribunal, cubre la integridad física y moral de una persona; la
garantía que ofrece el artículo 8 del Convenio está destinada principalmente a asegurar
el desarrollo, sin injerencias externas, de la personalidad de cada individuo en la relación
con sus semejantes [...] Existe por tanto una zona de interacción entre el individuo y los
demás que, incluso en un contexto público, puede concernir a la "vida privada" [...]" (ap.
50). Concluye la Sentencia que en el caso hubo violación del art. 8 del Convenio (ap.
80), señalando previamente, entre otros extremos, que "la demandante no desempeña
funciones oficiales y las fotos y artículos en litigio hacían referencia exclusivamente a
detalles de su vida privada" (ap. 76).
Es de interés señalar principalmente tres extremos, partiendo de la interpretación
expuesta. El primero es que el concepto de "vida privada" se extiende a ámbitos a los
que nuestra legislación da un carácter autónomo, como es el caso de los derechos
a la imagen (art. 18.1 CE) y a la integridad física y moral (art. 15 CE), por lo que no
son susceptibles de inclusión en el concepto de "intimidad", objeto de nuestro estudio.
El segundo extremo a considerar es la amplitud de contenido del derecho a la vida
privada, que justifica el que no se dé una definición exhaustiva del mismo. Y por último
debe resaltarse la importancia que el TEDH da, en este ámbito jurídico, a la capacidad
de autodeterminación o de autonomía personal, que está en la base del precepto
comentado.

B) Derecho a la intimidad personal en la jurisprudencia constitucional (art.


18.1 CE)

Es claro que hay una evidente conexión entre los términos intimidad y vida privada o,
si se quiere, privacidad, término actualmente usado por influencia anglosajona. En todo
caso la intimidad representa, dentro del ámbito de la vida privada, un reducto más propio
o personal, en cuanto identifica la singularidad de cada persona, y que lo diferencia
de los demás. La jurisprudencia del Tribunal Constitucional señala reiteradamente que
la intimidad constituye un ámbito reservado de la propia vida personal. Así, la STC
233/2005, de 26 de septiembre, FJ 4, nos dice que el derecho a la intimidad implica
"la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de
los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad
mínima de la vida humana". En igual sentido las SSTC, entre otras, 231/1988, de 2 de

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diciembre; 170/1997, de 14 de octubre; 186/2000, de 10 de julio; y 127/2003, de 30 de


junio.
De un modo más radical dice la STC 134/1999, de 15 de julio, FJ 5: "Lo que el art.
18.1 garantiza es un derecho al secreto, a ser desconocido, a que los demás no sepan
qué somos o lo que hacemos, vedando que terceros, sean particulares o poderes
públicos, decidan cuáles sean los lindes de nuestra vida privada, pudiendo cada persona
reservarse un espacio resguardado de la curiosidad ajena, sea cual sea lo contenido
en ese espacio". Reitera este criterio la STC 83/2002, de 22 de abril, FJ 5, al decir que
el precepto constitucional "no garantiza una intimidad determinada sino el derecho a
poseerla, disponiendo a este fin de un poder jurídico sobre la publicidad de la información
relativa al círculo reservado de su persona y su familia, con independencia del contenido
de aquello que se desea mantener al abrigo del conocimiento público".
Entiendo que lo verdaderamente relevante y decisivo en esta materia es que sea
uno mismo quien tenga el poder de decidir cuáles son los contornos de su vida
privada, el contenido de su ámbito reservado de vida. Es el poder hacer efectivas la
autodeterminación y la autonomía personal de que habla el TEDH. Así, el minimum de
calidad de la propia vida se sustenta, precisamente, en la efectiva posesión de este poder
decisorio. Este poder decisorio, esta autonomía, es, en definitiva, lo verdaderamente
relevante.
Coherente con esta concepción es el art. 2.1 LO, al establecer que la protección
del derecho a la intimidad quedará delimitado "por las leyes y por los usos sociales,
atendiendo al ámbito que, por sus propios actos, mantenga cada persona reservado
para sí misma o su familia". Y acorde con esta concepción es la definición que Rebollo
Delgado da del derecho de intimidad al decir que "es el derecho que toda persona tiene a
que permanezcan desconocidos determinados ámbitos de su vida, así como a controlar
el conocimiento que terceros tienen de él", lo cual comporta, como dice dicho autor, "la
protección de la autorrealización del [propio] individuo" (2).

5. Intimidad familiar (art. 18.1 CE) y vida familiar (art. 8 CEDH)

A) Derecho al respeto de la vida familiar en el TEDH (art.8 CEDH)

El TEDH ha venido utilizando siempre, como dice Pablo SANTOLAYA (3), un concepto
material y no formal de familia. Por ello el concepto de familia rebasa el ámbito de la
unión conyugal. Así, dice la STEDH de 13 de julio de 2000, Caso Esholz c. Alemania,
ap. 43, que "el concepto de familia, con arreglo a este artículo, no se limita únicamente a

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las relaciones basadas en el matrimonio y puede englobar otras relaciones "familiares"


factibles cuando las partes cohabitan fuera del matrimonio".
Son diversos los ámbitos a los que abarca la posible aplicación del art. 8 CEDH. Se
extiende al vínculo paterno-filial extramatrimonial, aun no habiendo convivencia (STEDH
de 26 de mayo de 1994, Caso Keegan c. Irlanda), incluida la consideración del derecho
de visita respecto del hijo nacido fuera de matrimonio (Caso Esholz, antes citado); y se
extiende también a la relación entre otros parientes, como abuelos y nietos (STEDH de
9 de junio de 1998, Caso Bronda c. Italia). Al amparo de este precepto se reconoce al
Tribunal la facultad de ejercer cierto control, en relación con los derechos de los padres,
cuando la Administración adopta medidas de acogimiento y tutela (así la STEDH de
24 de marzo de 1988, Caso Olsson c. Suecia, en que el Tribunal declaró vulnerado el
art. 8, no en la resolución o decisión de tutela, sino en "las medidas que se tomaron
en ejecución de la resolución de tutela"). En Sentencia de 27 de marzo de 1998 (Caso
Petrovic c. Austria) se admite, con fundamento en este precepto, un cierto control
respecto de las subvenciones familiares, sin perjuicio del amplio margen de apreciación
que ha de reconocerse a los Estados en esta materia.
Asimismo se estima que el respeto a la vida familiar puede comportar ciertas exigencias
a los Estados en relación con medidas a adoptar respecto de extranjeros inmigrantes.
Así, la STEDH de 13 de febrero de 2001, Caso Ezzouhdi contra Francia, entendió que
la medida de prohibición definitiva de residencia, adoptada previa comisión de delito,
violaba el art. 8 CEDH por no ser proporcional a los fines legítimos perseguidos, teniendo
en cuenta las circunstancias concurrentes (entre otros, pena impuesta, arraigo en el país
y carencia de arraigo en el país de origen). En relación con el derecho a la reagrupación
familiar el TEDH adopta criterios muy restrictivos, de modo que hace valer tal derecho
sólo en aquellos casos en que la vida familiar no fuera prácticamente posible en ningún
otro lugar por razones de carácter legal o de carácter fáctico (Sentencias de 2 de agosto
de 2001, Caso Boultif contra Suiza, y de 21 de diciembre de 2001, Caso Sen contra
Países Bajos).

B) Derecho a la intimidad familiar en la jurisprudencia constitucional (art.


18.1 CE)

El concepto de "intimidad familiar", empleado por la Constitución, no es equiparable


al de "vida familiar", expresión propia del Convenio europeo. Hay un primer punto de
coincidencia, pero una posible equiparación de ambos conceptos va muy poco más allá;
tal coincidencia es el hecho de que tampoco en nuestra Constitución el concepto de
familia se reduce al de familia matrimonial. Así lo ponen de manifiesto, entre otras, las
SSTC 222/1992, de 11 de diciembre; 47/1993, de 8 de febrero, y 116/1999, de 17 de

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junio, esta última resolviendo recurso de inconstitucionalidad contra la Ley 35/1988, de


22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asistida.
El concepto de intimidad familiar recae propiamente sobre determinados aspectos de la
vida de personas con las que nos une un vínculo familiar. A esta esfera de la intimidad
se refieren fundamentalmente las SSTC 231/1988, de 2 de diciembre; 197/1991, de 17
de octubre, y 134/1999, de 15 de julio. Dice al efecto esta última Sentencia (FJ 5): "[...] el
derecho a la intimidad se extiende también a determinados aspectos de otras personas
con las que se guarde una personal y estrecha vinculación familiar, aspectos que, por esa
relación o vínculo familiar, inciden en la propia esfera de la personalidad del individuo que
los derechos del art. 18 CE protegen. No cabe duda de que ciertos sucesos que pueden
afectar a padres, cónyuges o hijos, tienen, normalmente y dentro de las pautas culturales
de nuestra sociedad, tal trascendencia para el individuo que su indebida publicidad o
difusión incide directamente en la propia esfera de su personalidad. Por lo que existe, al
respecto, un derecho -propio y no ajeno- a la intimidad, constitucionalmente protegido
[...]".
Es el caso de la divulgación en prensa de datos relativos a unos menores -en cuyo
nombre se había ejercitado la demanda ante la Jurisdicción ordinaria por sus padres
adoptivos-, en los que se mencionaba, además del hecho de la adopción y de la
identificación de su madre natural, las características personales y profesionales de
ésta; el medio de prensa formuló demanda de amparo, que fue desestimada, contra la
sentencia condenatoria dictada por el Tribunal Supremo (STC 134/1999). Y es el caso
también de la producción y difusión de una cinta de vídeo con escenas en la enfermería
de la plaza en la que ingresó mortalmente herido un torero; la demanda de amparo
fue ejercitada por su viuda, habiendo sido estimada por vulneración del derecho a la
intimidad familiar de ésta (STC 231/1988).
El concepto expuesto de la intimidad familiar no se ve ampliado ni es contradicho por la
regulación relativa a los extranjeros. Es cierto que el art. 16 de la Ley Orgánica 4/2000,
de 11 de enero, tiene por epígrafe "Derecho a la intimidad familiar", y establece en su
apartado primero que "los extranjeros residentes tienen derecho a la vida en familia y
a la intimidad familiar en la forma prevista en esta Ley Orgánica y de acuerdo con lo
dispuesto en los Tratados internacionales suscritos por España". Y es cierto asimismo
que a continuación (apartados segundo y tercero) el mismo precepto contiene normas
atinentes a la reagrupación familiar, y que los arts. 17 y 18 tratan respectivamente de
"Familiares reagrupables" y "Procedimiento para la reagrupación familiar". Pues bien,
la STC 236/2007, de 7 de noviembre, que conoció de recurso de inconstitucionalidad
formulado contra diversos preceptos de dicha Ley Orgánica, entre ellos los arts. 16.2
y 3, 17.1 y 18, por ser contrarios a la reserva de Ley Orgánica (art. 81.1 CE) o,
alternativamente, a la reserva de Ley (art. 53.1 CE), al afectar al contenido y límites del

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derecho a la intimidad (art. 18.1 CE), se pronunció sobre el particular que ahora interesa.
En lo que se refiere a los preceptos mencionados el recurso fue desestimado, ya que,
según afirma (FJ 11), aparte de que el art. 16.2 "no regula ni desarrolla aspecto alguno
de la intimidad familiar", es lo cierto que el derecho a la reagrupación familiar "no forma
parte del contenido del derecho consagrado en el art. 18 CE, que regula la intimidad
familiar como una dimensión adicional de la intimidad personal". En el mismo sentido se
pronuncia la STC 260/2007, de 20 de diciembre.
Cuestiones relativas a relaciones paterno-filiales no se canalizan en nuestro Derecho a
través de la invocación de la intimidad familiar. Así, en el caso conocido y resuelto por
la STC 298/1993, de 18 de octubre, la demanda de amparo se formuló por la madre
de un menor, oponiéndose a la declaración de desamparo de éste y a la asunción de
su tutela administrativa y decisión de promover su acogimiento; la demanda, que fue
desestimada, invocó la aplicación del derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE) y el derecho a la utilización de los medios de prueba pertinentes (art. 24.2
CE). El derecho de visita de un padre divorciado respecto del hijo menor habido en el
matrimonio se hizo valer, en recurso resuelto en sentido estimatorio por la STC 8/2005,
de 17 de enero, mediante la invocación del derecho a la tutela judicial efectiva, en su
vertiente de falta de motivación de la resolución judicial.
Lo expuesto pone de manifiesto el sentido más restrictivo del concepto de "intimidad
familiar" (art. 18.1 CE) que el de "vida familiar" (art. 8 CEDH). Ello abre la posibilidad de
que supuestos que podrían contravenir el art. 8 del Convenio no puedan acceder al TC
bajo igual consideración (protección de la familia o vida familiar), por la vía del recurso
de amparo (4). En este sentido la precitada STC 236/2007 dice lo siguiente (FJ 11): "[...]
nuestra Constitución no reconoce un "derecho a la vida familiar" en los mismos términos
en que la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha interpretado el
art. 8.1 CEDH, y menos aún un derecho fundamental a la reagrupación familiar, pues
ninguno de dichos derechos forma parte del contenido del derecho a la intimidad familiar
garantizado por el art. 18.1 CE".
En nuestro Derecho la Constitución concede protección a la familia en el art. 39, se
refiere al matrimonio en el art. 32, como derecho a contraerlo que tienen todo hombre y
toda mujer, con plena igualdad jurídica, y el art. 35 establece el derecho del trabajador
a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia. En
ninguno de estos preceptos se contemplan o declaran derechos fundamentales. El art.
39 se contiene en el capítulo III del Título I, capítulo relativo a los principios rectores de
la política social y económica, que "informarán la legislación positiva, la práctica judicial
y la actuación de los poderes públicos" (art. 54 CE). Los arts. 32 y 35 se contienen en la
Sección segunda del Capítulo II, siéndoles de aplicación, por tanto, las previsiones del
art. 53.2 CE, en cuanto derechos que vinculan a todos los poderes públicos, y que habrán

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de regularse por ley que, en todo caso, habrá de respetar su contenido esencial. La
Sección que define los derechos fundamentales sólo contiene, con referencia directa al
que puede llamarse ámbito de familia, el derecho a la intimidad familiar -objeto de nuestro
estudio-, la garantía que asiste a los padres "para que sus hijos reciban la formación
religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones" (art. 27.3), y
el derecho de intervención de los padres, juntamente con profesores y, en su caso,
alumnos, "en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración
con fondos públicos en los términos que la ley establezca" (art. 27.7).

6. Derecho a la intimidad como derecho frente al Estado y frente a los


particulares

Normalmente los derechos fundamentales se contemplan en el ámbito de la relación


entre los particulares y el Estado, al que se dirige la norma constitucional para
la protección y desarrollo de aquéllos. Ahora bien, estos derechos tienen también
una orientación referida a todos los ciudadanos, para su respeto y eficacia. Esta
consideración (denominada Drittwirkung) que atiende a la eficacia de los derechos
fundamentales desde la perspectiva de la relación inter privatos, está presente en
nuestra Constitución. Así resulta con claridad de su art. 9.1, que establece una obligación
de sujeción a la Constitución por parte de los ciudadanos y los poderes públicos.
En nuestro Ordenamiento jurídico la eficacia de estos derechos en la relación inter
privatos no es inmediata. Ello se debe a que su supuesta vulneración exige el que se
acuda previamente a los órganos jurisdiccionales para, en su caso, poder ejercitar luego
la vía de amparo, cuyo recurso se formula precisamente no contra la actuación del
particular, sino contra la decisión judicial que no ha reparado el mal causado.
En relación con este particular, la STC 231/1988, FJ 1, al referirse al acto supuestamente
vulnerador del derecho fundamental, dice lo siguiente: "Por lo que se refiere al primer
punto resulta, en una primera aproximación, que el atentado a los derechos a la imagen
y a la intimidad que se dicen vulnerados procedería, de manera inmediata y directa,
de la producción y difusión de una cinta de vídeo por parte de una empresa privada
[...]. Si así fuera, efectivamente, no cabría la utilización de la vía del amparo [...] ya
que esta vía procede únicamente frente a actuaciones de los poderes públicos, de
acuerdo con lo dispuesto en el art. 41.2 LOTC. Ahora bien, ha de tenerse en cuenta
que, aun cuando la alegada lesión de derechos se originó por la actuación de terceros
particulares, se pretendió por la parte actora afectada la corrección de los efectos de
esa lesión acudiendo a los órganos jurisdiccionales [...]". Concluye la Sentencia su
razonamiento diciendo que, habiendo sido rechazadas las pretensiones formuladas en la

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demanda por la Sentencia dictada en el último grado jurisdiccional, recurrida en amparo,


es claro que "procede considerar que la Sentencia atacada en amparo ha dado lugar,
en forma "inmediata y directa", como exige el art. 44.1 LOTC, a la situación que, según
la recurrente, vulnera sus derechos fundamentales".

7. Límites del derecho a la intimidad

El ejercicio del derecho a la intimidad, al igual que el de cualquier otro derecho


fundamental, tiene sus propios límites. Al efecto dice la STC 154/2002, de 18 de julio, que
""los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución sólo pueden ceder ante
los límites que la propia Constitución expresamente imponga, o ante los que de manera
mediata o indirecta se infieran de la misma al resultar justificados por la necesidad de
preservar otros derechos o bienes jurídicamente protegidos (SSTC 11/1981, FJ 7, y
1/1982, FJ 5, entre otras)", y que, "en todo caso, las limitaciones que se establezcan
no pueden obstruir el derecho fundamental más allá de lo razonable (STC 53/1986, FJ
3)"" (FJ 8).
Por lo que se refiere al derecho a la intimidad, es claro que su aplicación comporta (art.
10.2 CE) la consideración de los límites expresados en el art. 8.2 CEDH, para determinar
cuándo no hay injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de tal derecho. Asimismo
el derecho a la intimidad puede entrar fácilmente en colisión con los derechos a la libertad
de expresión y de información, como prevé el ya citado art. 20.4 CE. A todo ello se hará
referencia al tratar de diversos casos de supuesta colisión entre el derecho de intimidad
y otros derechos.

8. Derechos vinculados a la intimidad

El derecho a la intimidad cobra especial relieve en nuestros días a través del uso de la
informática, según prevé el art. 18.4 CE antes transcrito; ya queda indicado que se trata
de un tema objeto de otras ponencias. Algunos derechos fundamentales reconocidos en
la Constitución se basan principalmente en el derecho primario que toda persona tiene
a la intimidad: es el caso de los derechos a la inviolabilidad del domicilio (STC 189/2004,
de 2 de noviembre) y al secreto de las comunicaciones, reconocidos en el art. 18. 2 y 3
CE. Otros derechos fundamentales tienen clara relación con el derecho a la intimidad,
en cuanto se basan en principios ínsitos en éste: es el caso, entre otros, de la libertad
ideológica y de la educación. El carácter autónomo e independiente que tienen estos

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derechos, así como los antes mencionados, justifica el que no sean objeto de la presente
exposición.

II. NORMATIVA VIGENTE SOBRE EL DERECHO A LA INTIMIDAD


PERSONAL Y FAMILIAR

1. Indicaciones previas

Tratamos de conocer la normativa aplicable al derecho a la intimidad. Por ello es obligada


la referencia a los arts. 53, 55 y 81 de la Constitución. Conforme al art. 53.1, el derecho
a la intimidad -como todos los derechos reconocidos en el Capítulo segundo del Título
I CE- vincula a todos los poderes públicos, y sólo por ley, que en todo caso habrá de
respetar su contenido esencial, podrá regularse su ejercicio, que se tutelará de acuerdo
con lo previsto en el artículo 161.1.a), relativo al recurso de inconstitucionalidad. De
acuerdo con lo que dispone el apartado segundo del art. 53 CE, su titular podrá recabar
la tutela "ante los Tribunales ordinarios por un procedimiento basado en los principios de
preferencia y sumariedad y, en su caso, a través del recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional". Y, por último, el derecho a la intimidad es de los derechos fundamentales
que "podrán ser suspendidos cuando se acuerde la declaración del estado de excepción
o de sitio en los términos previstos en la Constitución" (art. 55.1). Por su parte, el art.
81 CE prescribe que el desarrollo de los derechos fundamentales se regulará por ley
orgánica. Tal es el caso de la Ley de Protección Civil de los derechos al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen, que es la Ley Orgánica 1/1982, de
5 de mayo (LO).
Atendiendo a la protección civil del derecho a la intimidad personal y familiar, en el
régimen jurídico actual, vigente la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC) 1/2000, de 7
de enero, tal tutela judicial se obtiene por la vía del juicio civil ordinario -que tendrá
carácter preferente, con intervención del Ministerio Fiscal-, con aplicación asimismo de
las normas de dicha Ley Orgánica 1/1982 (arts. 1 y 9 LO y art. 249.1.2.º y Disposición
derogatoria única, apartados 1 y 2.3.º LEC).
Goza además este derecho de la protección penal que dimana de las previsiones del
Título X del Libro II del Código Penal (arts. 197 a 204):
"Delitos contra la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio".

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2. Supuestos particulares de la titularidad del derecho a la intimidad

A) Menores

La Constitución contiene disposiciones expresas de protección de los menores, como


son las contenidas en los arts. 20.4 y 39.4. El primero de estos preceptos, antes
transcrito, se refiere a la protección de la juventud y de la infancia como límites al
ejercicio de las libertades de expresión e información. El art. 39.4 prescribe que "los
niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por
sus derechos". Entre tales acuerdos cabe mencionar en especial la Convención de las
Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, de 20 de noviembre de 1989, ratificada
por España mediante Instrumento de 30 de noviembre de 1990, y el Convenio relativo a
la Protección del Niño y a la Cooperación en Materia de Adopción Internacional, hecho
en La Haya el 29 de mayo de 1993, ratificado por España mediante Instrumento de 20
de junio de 1995. El primero de dichos Convenios establece en su art. 16 lo siguiente: "1.
Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia,
su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación.-
2. El niño tiene derecho a la protección de la Ley contra esas injerencias o ataques".
Hay una previsión específica de la LO 1/1982 respecto de los menores. Se contiene en
el art. 3, y trata del consentimiento a la intromisión en su esfera reservada de protección.
Dispone el precepto que, tratándose de menores o incapaces, el consentimiento habrá
de prestarse por ellos mismos "si sus condiciones de madurez lo permiten, de acuerdo
con la legislación civil". En otro caso se otorgará el consentimiento "mediante escrito
por su representante legal, quien estará obligado a poner en conocimiento previo del
Ministerio Fiscal el consentimiento proyectado", y "si en el plazo de ocho días el Ministerio
Fiscal se opusiese, resolverá el Juez".
Normas relativas al ejercicio de la acción de protección de la intimidad del menor se
contienen en la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor,
en especial su art. 4. El apartado cuarto de este precepto establece, para el caso de
intromisión ilegítima en la esfera reservada del menor, que, "sin perjuicio de las acciones
de las que sean titulares los representantes legales del menor, corresponde en todo caso
al Ministerio Fiscal su ejercicio, que podrá actuar de oficio o a instancia del propio menor
o de cualquier persona interesada, física, jurídica o entidad pública". La intervención del
Ministerio Fiscal es preceptiva, según el apartado segundo del mismo art. 4, cuando la
intromisión se efectúe mediante un medio de comunicación: el Ministerio Fiscal en este
caso "instará de inmediato las medidas cautelares y de protección previstas en la Ley y
solicitará las indemnizaciones que correspondan por los perjuicios causados".

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B) Extranjeros

El art. 13.1 CE establece que "los extranjeros gozarán en España de las libertades
públicas que garantiza el presente Título [esto es, el Título I, que trata de los derechos
y deberes fundamentales] en los términos que establezcan los tratados y la ley". Dice
al respecto la STC 107/1984, de 23 de noviembre, FJ 3, que se da una completa
igualdad entre españoles y extranjeros "respecto de aquellos derechos que pertenecen
a la persona en cuanto tal y no como ciudadano, o, si se rehúye esta terminología,
ciertamente equívoca, de aquellos que son imprescindibles para la garantía de la
dignidad humana, que, conforme al art. 10.1 de nuestra Constitución, constituye
fundamento del orden político español". Y añade que "derechos tales como el derecho
a la vida, a la integridad física y moral, a la intimidad, la libertad ideológica, etc.,
corresponden a los extranjeros por propio mandato constitucional, y no resulta posible
un tratamiento desigual respecto a ellos en relación a los españoles". Esta doctrina se
reitera, entre otras, en las SSTC 99/1985, de 30 de septiembre; 130/1995, de 11 de
septiembre, y 95/2000, de 10 de abril. Así pues, el contenido del derecho a la intimidad
personal y familiar, expuesto anteriormente, es aplicable al extranjero, al igual que al
español. Ya queda indicado que el art. 16 de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero,
contempla expresamente el "derecho a la intimidad familiar" del extranjero; mas no
comporta novedad en el tratamiento de este derecho, según los términos expresados
con anterioridad.

C) Personas jurídicas

El ATC 257/1985 afirma que "el derecho a la intimidad que reconoce el art. 18.1 de la
CE por su propio contenido y naturaleza, se refiere a la vida privada de las personas
individuales, en la que nadie puede inmiscuirse sin estar debidamente autorizado, y sin
que en principio las personas jurídicas, como las Sociedades mercantiles, puedan ser
titulares del mismo, ya que la reserva acerca de las actividades de estas Entidades
quedará, en su caso, protegida por la correspondiente regulación legal, al margen de
la intimidad personal y subjetiva constitucionalmente decretada". Pero debe matizarse
este criterio.
No es ocioso señalar, al respecto, que determinados derechos esencialmente vinculados
al derecho a la intimidad -incluso fundamentados en él- están reconocidos respecto de
las personas jurídicas: es el caso de los derechos a la inviolabilidad del domicilio y al
secreto de las comunicaciones. Por otra parte, en dicho texto del ATC 257/1985 no se
niega de modo tajante y definitivo la posibilidad de que llegue a reconocerse este derecho
fundamental a las personas jurídicas; así cabe entenderlo por el uso de la expresión
cautelar "en principio".

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Asimismo es de advertir que las personas jurídicas ostentan derechos y ejercitan actos
en la vida económico-social equiparables a los de los particulares y con su mismo
contenido jurídico (titularidad de cuentas, tributación al Estado, etc.), cuyos efectos
inciden no sólo en la sociedad o persona jurídica sino también -al menos indirectamente,
pero de modo inequívoco- en las personas que integran la sociedad. No parece que en
estos casos pueda negarse a la sociedad en cuanto tal, en cuanto persona jurídica titular
de derechos y deberes, el derecho de reserva en que viene a plasmarse el derecho
fundamental a la intimidad.
En definitiva, hay ámbitos que exigen un examen caso por caso para establecer la
existencia del derecho fundamental a la intimidad, de modo que su posible titularidad
por las personas jurídicas no puede ser negada en términos absolutos. Es indudable, de
todos modos, que hay también espacios de actuación y de vida en los que el expresado
derecho sólo puede tener como referencia a la persona individual.

3. Indisponibilidad del derecho a la intimidad

La naturaleza de derecho de la personalidad justifica la indisponibilidad del derecho a


la intimidad y, con ello, el que sea irrenunciable, inalienable e imprescriptible (art. 1.3
LO), A tal consideración no obstan ni la posibilidad del consentimiento al que alude el
art. 2.2 (consentimiento a la "intromisión"), ni la caducidad prevista en el art. 9.5. Cabe
el consentimiento porque, como señala correctamente la Exposición de Motivos, no se
trata de abdicación del derecho sino de un temporal y ocasional desprendimiento de
alguna de las facultades que lo integran. Cabe la caducidad porque ésta no afecta al
derecho en sí, sino al ejercicio de la acción de protección -que se deriva de tal derecho-
contra una concreta intromisión que se entiende ilegítima.

4. Consentimiento a la intromisión en la intimidad

El artículo 2 de la Ley Orgánica trata de la dimensión objetiva del derecho. Ya se


ha aludido al apartado primero. Los dos siguientes apartados disponen: "2. No se
apreciará la existencia de intromisión ilegítima en el ámbito protegido cuando estuviere
expresamente autorizada por ley o cuando el titular del derecho hubiese otorgado al
efecto su consentimiento expreso.- 3. El consentimiento a que se refiere el párrafo
anterior será revocable en cualquier momento, pero habrán de indemnizarse, en su caso,
los daños y perjuicios causados, incluyendo en ellos las expectativas justificadas".

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El carácter expreso del consentimiento incluye la efectividad de los hechos concluyentes,


es decir "actos o conductas de inequívoca significación" (SSTS de 25 de enero y 25 de
noviembre de 2002). El consentimiento ha de prestarse no con carácter general, sino
para cada caso concreto (STS 22 de febrero de 2006). La posibilidad de libre revocación
del consentimiento dado se fundamenta precisamente en que recae sobre un bien de la
personalidad. Como razona la STC 196/2006, de 3 de julio, FJ 6, pertenece al ámbito
de libertad del interesado el revocar en cualquier momento el consentimiento prestado.
Los daños y perjuicios habrán de probarse por quien en su día hubiera recibido tal
consentimiento. En cuanto al consentimiento de menores e incapaces, ya se ha tratado
de las previsiones del art. 3 LO.

5. Referencia a los supuestos de intromisión ilegítima

El art. 7 LO enumera diversos supuestos de intromisión ilegítima en los derechos cuya


protección ampara esta ley. Es suficiente, a los efectos de la presente exposición,
indicar que se trata de una enumeración a título enunciativo y no numerus clausus (STC
223/1992, de 14 de diciembre, FJ 2). Entenderlo así es obligado, dada la naturaleza -
sujeta a cambio y evolución- del contexto social y cultural que sirve de referencia (art.
2.1 LO).

6. Ejercicio de la acción de protección del derecho a la intimidad

Prescribe el art. 9.5 LO que "las acciones de protección frente a las intromisiones
ilegítimas caducarán transcurridos cuatro años desde que el legitimado pudo
ejercitarlas". Según la jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sentencias de 28 de
septiembre de 1998, 31 de julio de 2000 y 22 de noviembre de 2002), se trata de plazo
de caducidad, y no de prescripción, como expresa el propio texto, por lo que el previo
ejercicio de la acción penal no supone interrupción ni suspensión del curso de tal plazo.
La primera de dichas Sentencias fue recurrida en amparo, el cual fue denegado por STC
77/2002, de 8 de abril.
Entiendo que es aceptable la afirmación de que se está ante un plazo de caducidad,
pero que no lo es, en cambio, la tesis de que el ejercicio de la acción penal lleva consigo
el efecto de la extinción de la acción civil (al modo de una renuncia implícita de ésta),
lo que se mantiene expresamente en la Sentencia de 28 de septiembre de 1998. La
mencionada STC 77/2002 dice que esta tesis en principio podría ser lesiva del derecho
a la tutela judicial efectiva por contradecir lo dispuesto en el art. 116 LECrim; pero no

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entra en su examen por ser innecesario, ya que la primera argumentación de la STS


recurrida superaba el canon de constitucionalidad para justificar en derecho la decisión
entonces adoptada. Ya se ha hecho referencia a las previsiones de la Ley Orgánica
1/1996 respecto del ejercicio de la acción de protección de la intimidad del menor.

7. Regulación post mortem de la protección del derecho a la intimidad

Los artículos 4 a 6 LO regulan el régimen jurídico post mortem de la protección del


derecho a la intimidad personal y familiar, juntamente con la de los derechos al honor y a
la propia imagen. La posibilidad del ejercicio de estas acciones de protección se confiere
a quienes el fallecido hubiera designado en testamento, a su cónyuge y familiares más
próximos y, en su defecto, al Ministerio Fiscal (arts. 4 y 5). Si la ofensa o lesión se hubiera
producido antes del fallecimiento, sólo podrá ejercitarse la acción reparadora por éstos
en el caso de que el fallecido o su representante legal no hubieran podido ejercitarla;
habiéndola ejercitado, la acción es transmisible a dichas personas (art. 6).
No se plantean problemas específicos de legitimación si se trata del ejercicio de acciones
procedentes en la vía ordinaria; así, por ejemplo, las de carácter indemnizatorio: son de
aplicación los preceptos mencionados. Pero cabe cuestionarse la aplicación de dichos
preceptos en la vía de amparo para la protección del derecho fundamental a la intimidad,
bien directamente bien mediante la sustitución procesal.
En principio ha de afirmarse que la extinción del derecho fundamental a la intimidad,
como derecho personalísimo que es, se produce por el fallecimiento de su titular
(cfr. art. 32 del Código Civil). En relación con esta cuestión dice la STC 231/1988
lo siguiente (FJ 3): "[...] una vez fallecido el titular de esos derechos [se refiere al
honor, intimidad e imagen], y extinguida su personalidad -según determina el art.
32 del Código Civil: "la personalidad se extingue por la muerte de las personas"-
lógicamente desaparece también el mismo objeto de la protección constitucional, que
está encaminada a garantizar, como dijimos, un ámbito vital reservado, que con la
muerte deviene inexistente". Añade que "por ello, y en esta vía, este Tribunal no puede
pronunciarse sobre aquellas cuestiones que, por el fallecimiento del afectado, carecen
ya de dimensión constitucional" (5). Y que "si se mantienen acciones de protección
civil (encaminadas, como en el presente caso, a la obtención de una indemnización) a
favor de terceros, distintos del titular de esos derechos de carácter personalísimo, ello
ocurre fuera del área de protección de los derechos fundamentales que se encomienda
al Tribunal Constitucional mediante el recurso de amparo".
Ahora bien, sin perjuicio del hecho de que en el caso conocido por esta Sentencia se
produjese el efecto que se indica, entiendo, como criterio general, que del fallecimiento

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del titular del derecho fundamental no se sigue necesariamente la imposibilidad del


proceso de amparo para lograr la efectividad constitucional de éste. Se funda esta
conclusión en el hecho de que la legitimación para formular el recurso de amparo (y, en
su caso, para que pueda operar la sustitución procesal en el mismo) viene dada no por
la titularidad del derecho sino por ostentar un interés legítimo a tal fin [art. 162.1 b) CE].
A ello me refiero en la exposición que sigue.
En primer lugar, y con carácter general, afirma la STC 174/2002, de 9 de octubre, FJ
4, con cita de otras Sentencias del mismo Tribunal (SSTC 141/1985 y 11/1992), que
en principio está legitimado para interponer el recurso de amparo el titular del derecho
fundamental presuntamente vulnerado que en tal condición haya sido parte en el proceso
judicial antecedente [art. 46.1.b) LOTC]. Pero añade a continuación que el art. 162.1.b)
CE confiere tal legitimación a quien invoque un interés legítimo. Tal interés legítimo
lo tiene quien haya sufrido un perjuicio como consecuencia de la lesión del derecho
fundamental (SSTC 214/1991, 12/1994, 84/2000), o, como precisa la STC 221/2002, de
25 de noviembre, "toda aquella persona cuyo círculo jurídico pueda resultar perjudicado
por la violación, por obra del poder, de un derecho fundamental, aunque la violación
no se produjese en su contra". Conforme expresa el mencionado precepto de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC), el interesado debe haber sido parte en
el proceso judicial previo, si bien, como señala la precitada STC 174/2002, no cabe
descartar la situación de quien, "aun no siendo parte necesaria en un proceso judicial,
debió recibir la oportunidad de intervenir en él, por ostentar un derecho o interés legítimo
que podría resultar afectado por la resolución que se dictase (SSTC 123/1989, de 6 de
julio; 235/1997, de 19 de diciembre)".
En segundo lugar, y ya en concreta relación con los derechos de la personalidad, el
ATC 242/1998, de 11 de noviembre, FJ 4, afirma que "nuestro ordenamiento jurídico, en
presencia de acciones procesales encaminadas al reconocimiento y defensa de ciertos
derechos de la personalidad, permite la continuidad en su ejercicio por los herederos y
otras personas, una vez fallecido el demandante", mencionando entre tales acciones las
referidas a la protección de los derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a
la propia imagen, con cita del art. 6.2 LO, en cuanto se trata de derechos cuyos efectos
pueden trascender del sujeto titular y extenderse "de manera refleja al círculo familiar o
de sus más próximos allegados". En el mismo sentido se pronuncia el ATC 176/2001, de
29 de junio, el cual, refiriéndose también a tales derechos, manifiesta que "la denominada
"sucesión procesal", por cambio de la parte actora, es plenamente aplicable en el recurso
de amparo constitucional", en virtud de lo dispuesto en el art. 9, apartados 4.º y 7.º, LEC,
en relación con el art. 80 LOTC.
En definitiva, la cuestión se concreta en el examen de si concurre el interés legítimo
que puede justificar, en quien no es titular del derecho, la formulación de la demanda

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de amparo o, en su caso, la sustitución procesal del titular fallecido. Entiendo que tal
interés legítimo pueden tenerlo el cónyuge o los familiares más próximos, siendo preciso
el examen caso por caso. De quienes menciona el art. 4 LO considero muy cuestionable
que puedan ostentar tal interés los herederos, si invocan única y exclusivamente tal
condición de herederos.

8. Responsabilidad civil derivada de la intromisión ilegítima

El art. 9 regula determinados aspectos de la tutela judicial. Interesa ahora la previsión


contenida en el apartado tercero acerca de la responsabilidad civil: "La existencia de
perjuicio se presumirá siempre que se acredite la intromisión ilegítima. La indemnización
se extenderá al daño moral, que se valorará atendiendo a las circunstancias del caso y
a la gravedad de la lesión efectivamente producida, para lo que se tendrá en cuenta, en
su caso, la difusión o audiencia del medio a través del que se haya producido. También
se valorará el beneficio que haya obtenido el causante de la lesión como consecuencia
de la misma".
Respecto de la presunción se ha de establecer si es iuris tantum o iuris et de iure, y, en su
caso, si ha de distinguirse a tales efectos entre el daño moral y el daño material. Entiendo
que, en puridad, se trata de una presunción iuris tantum, visto lo dispuesto en el art. 385.3
LEC: "Las presunciones establecidas por la ley admitirán la prueba en contrario, salvo en
los casos en que aquélla expresamente lo prohíba". Ahora bien, con independencia de
ello, entiendo que el perjuicio moral es ínsito a toda intromisión ilegítima en la intimidad de
una persona. La norma se justifica porque da un tratamiento unitario a los tres derechos
que contempla y a todo tipo de perjuicio, material y moral.
El punto en donde se plantea la cuestión, atendiendo al daño moral, es si éste ha de
indemnizarse siempre. Creo que hay casos en los que la satisfacción económica no es
procedente. Como dice el voto particular de la STC 300/2006, de 23 de octubre, "resulta
posible que, concurriendo la lesión de un derecho fundamental, el eventual perjuicio
moral irrogado quede reparado con el propio reconocimiento de su vulneración"; añade
que "este Tribunal ha sostenido que la lesión de un derecho fundamental puede resultar
reparada con el mero hecho de su declaración, sin necesidad de una indemnización
(por todas, STC 189/2004, de 2 de noviembre, FJ 5)". En este sentido se pronuncia
también la STC 202/1999, de 8 de noviembre (FJ 6). Asimismo, como se indica en
dicho voto particular, es esta la conclusión del TEDH en relación con el artículo 8 del
Convenio Europeo, al reconocer que la reparación moral de las vulneraciones a tal
derecho puede consistir en algunos casos en la simple constatación de la lesión padecida
[así, la Sentencia de 20 de diciembre de 2005, Caso Wiese contra Francia].

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III. MANIFESTACIONES CONCRETAS DEL DERECHO A LA INTIMIDAD:


JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL

1. Requisitos de la intromisión legítima

Antes de examinar el derecho a la intimidad en el marco de algunas de sus


manifestaciones concretas en la vida social es oportuno referirse a cuáles son los
requisitos cuya concurrencia, según la doctrina jurisprudencial, es necesaria para que la
intromisión en la intimidad ajena sea legítima. Ya queda indicado que todos los derechos
fundamentales tienen sus propios límites, entre ellos los derivados de la necesidad
de preservar otros derechos o bienes jurídicamente protegidos. Por tal razón, una vez
establecido que ha habido una afectación del derecho fundamental -concretamente, en
lo que ahora interesa, del derecho a la intimidad- debe examinarse si la injerencia habida
en la esfera de reserva fue o no legítima.
Pues bien, tiene establecido la jurisprudencia constitucional cuáles son los requisitos
cuya concurrencia es necesaria para que la afectación de los derechos fundamentales
resulte constitucionalmente protegida. Tales requisitos son, en los términos de la STC
233/2005, de 26 de septiembre, FJ 4, que cita asimismo las SSTC 207/1996, de 16 de
diciembre, y 70/2002, de 3 de abril, los siguientes: "[...] en primer lugar, que exista un
fin constitucionalmente legítimo; en segundo lugar, que la intromisión en el derecho esté
prevista en la ley; en tercer lugar (sólo como regla general), que la injerencia en la esfera
de privacidad constitucionalmente protegida se acuerde mediante una resolución judicial
motivada; y, finalmente, que se observe el principio de proporcionalidad [...]".
El fin constitucionalmente legítimo puede hallarse en el interés público propio de la
investigación de un delito, el ius puniendi (caso de las SSTC 37/1989 y 207/1996), o en la
garantía del cumplimiento de la obligación tributaria de contribuir (STC 233/2005), entre
otros supuestos. En todo caso son fines constitucionalmente legítimos los que precisa el
art. 8.2 CEDH, al establecer que la medida adoptada por la autoridad ha de ser necesaria
"para la seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar económico del país, la
defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, o la
protección de los derechos y las libertades de los demás".
La necesidad de cobertura legal está prevista también por el expresado art. 8.2 CEDH.
Entiendo que en nuestro Ordenamiento ha de ser una Ley Orgánica, dados los términos
del art. 81.1, inciso inicial, de la Constitución.
La exigencia de previa resolución judicial se expresa "como regla general", ya que
"respecto de las restricciones al derecho a la intimidad (art. 18.1 CE) no existe en
la Constitución reserva absoluta de previa resolución judicial", dice la mencionada

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Sentencia 233/2005. De ello infiere que "no es constitucionalmente exigible que sea el
Juez quien tenga que autorizar esta medida limitativa, pudiéndola adoptar, siempre que
una ley expresamente la habilite, la autoridad que, por razón de la materia de que se
trate, sea la competente".
Por último, la observancia del principio de proporcionalidad comporta la concurrencia
de los requisitos de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Así,
exige la precitada Sentencia "que la medida adoptada sea idónea para alcanzar el fin
constitucionalmente legítimo perseguido con ella, que sea necesaria o imprescindible
al efecto (que no existan otras medidas más moderadas o menos agresivas para la
consecución de tal propósito con igual eficacia) y, finalmente, que sea proporcionada en
sentido estricto (ponderada o equilibrada por derivarse de ella más beneficios o ventajas
para el interés general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto)".
Conviene señalar, por último, que esta jurisprudencia constitucional (acorde, como se ha
visto, con las previsiones del art. 8.2 CEDH) es la que prevalece en la materia que nos
ocupa (límites del derecho a la intimidad), incluso sobre la letra del art. 8.1 LO, a cuyo
tenor "no se reputarán, con carácter general, intromisiones ilegítimas las actuaciones
autorizadas o acordadas por la Autoridad competente de acuerdo con la ley, ni cuando
predomine un interés histórico, científico o cultural relevante". La excesiva generalidad
o inconcreción de este precepto comporta la exigencia de que haya de interpretarse
conforme a la jurisprudencia constitucional expuesta.

2. Derecho a la intimidad y ejercicio de las libertades de expresión e


información

La Constitución prevé explícitamente (apartado cuarto del art. 20) que el derecho a la
intimidad, juntamente con el derecho al honor, a la propia imagen y a la protección de la
juventud y de la infancia, establece límites para el ejercicio de las libertades que proclama
el art. 20. Me refiero a continuación a la posible colisión entre el ejercicio de las libertades
de expresión y de información y el derecho a la intimidad.

A) Ponderación de los derechos en juego

Se ha de examinar la corrección habida en la ponderación de los derechos


fundamentales que se confrontan. La competencia del Tribunal Constitucional no se
concreta en examinar la suficiencia o consistencia de la motivación de las resoluciones
judiciales habidas, pues no se trata de comprobar si éstas han infringido o no el
art. 24.1 CE (si han sido o no arbitrarias, irrazonables o patentemente erróneas).

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Como afirma la ya mencionada STC 134/1999 (FJ), expresando reiterada jurisprudencia


constitucional que se ha mantenido con posterioridad (SSTC 282/2000, 49/2001,
121/2002, 127/2003), al TC le corresponde, en su condición de garante máximo de los
derechos fundamentales, "examinar si la ponderación hecha por los órganos judiciales
ha sido realizada de acuerdo con el contenido que constitucionalmente corresponde a
cada uno de ellos y, en caso afirmativo, confirmar la resolución judicial, aunque, para
ello, sea preciso utilizar criterios distintos de los aplicados por aquéllos, en cuanto sus
razones no vinculan a este Tribunal ni reducen su jurisdicción a la simple revisión de la
motivación de las resoluciones judiciales (STC 200/1998)".
Por otra parte, la jurisprudencia constitucional ha señalado la posición prevalente de
los derechos del art. 20. Dice la STC 336/1993, de 15 de noviembre (FJ 4): "[...] no
cabe olvidar que la ponderación entre los derechos constitucionales en conflicto requiere
que se tenga en cuenta la posición prevalente -aunque no jerárquica- que respecto
al consagrado en el art. 18.1 CE ocupan los derechos a la libre comunicación de
información y a la libertad de expresión del art. 20.1 CE cuando su ejercicio tiene lugar
dentro del ámbito constitucionalmente protegido, dado que éstos constituyen no sólo
libertades individuales de cada ciudadano, sino también la "garantía institucional de
una opinión pública indisolublemente unida al pluralismo democrático" (STC 240/1992,
FJ 3, con cita de las SSTC 104/1986, 171/1990, 172/1990, 40/1992 y 85/1992). Pues,
como se ha dicho por este Tribunal en anteriores resoluciones, "para que el ciudadano
pueda formar libremente sus opiniones y participar de modo responsable en los asuntos
públicos, ha de ser también informado ampliamente de modo que pueda ponderar
opiniones diversas e incluso contrapuestas" (SSTC 159/1986, FJ 6, y 20/1990, FJ 4)".

B) Libertad de expresión y libertad de información. Veracidad de la


información

En primer lugar, es preciso establecer si se trata del ejercicio de la libertad de expresión


o de la libertad de información. Dice la STC 76/2002, de 8 de abril, FJ 2, con cita de
otras varias, que el objeto de la libertad de expresión "son los pensamientos, ideas y
opiniones (concepto amplio que incluye las apreciaciones y los juicios de valor)", en tanto
que el derecho a comunicar información "se refiere a la difusión de aquellos hechos que
merecen ser considerados noticiables". Se trata de una distinción importante a la hora
de determinar la legitimidad del ejercicio de estas libertades, añade dicha Sentencia,
"pues mientras los hechos son susceptibles de prueba, las opiniones o juicios de valor,
por su naturaleza abstracta, no se prestan a una demostración de exactitud, y ello hace
que al que ejercita la libertad de expresión no le sea exigible la prueba de la verdad o

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diligencia en su averiguación, que condiciona, en cambio, la legitimidad del derecho de


información", del que el art. 20.1 d) CE dice que ha de ser veraz.
Se acaba de hacer referencia a la exigencia de veracidad de la información. La
veracidad, dice la expresada STC 76/2002 (FJ 3), "no debe confundirse con una
exigencia de concordancia con la realidad incontrovertible de los hechos, sino que en
rigor únicamente hace referencia a una diligente búsqueda de la verdad que asegure la
seriedad del esfuerzo informativo (SSTC 219/1992, de 3 de diciembre, y 41/1994, de 15
de febrero)". El canon de la veracidad tiene una dimensión distinta en el caso del llamado
"reportaje neutral", es decir, aquel en el que el medio de comunicación social "no hace
sino reproducir lo que un tercero ha dicho o escrito": en el reportaje neutral "la veracidad
exigida no lo es de lo transcrito, sino de la transcripción misma" (STC 134/1999, FJ 4).
Ahora bien, este requisito de la veracidad es irrelevante cuando el derecho
supuestamente vulnerado es el de la intimidad personal o familiar. Como dice la STC
115/2000, FJ 7, "la intimidad que la Constitución protege no es menos digna de respeto
por el hecho de que resulten veraces las informaciones relativas a la vida privada, "ya
que, tratándose de la intimidad, la veracidad no es paliativo, sino presupuesto, en todo
caso, de la lesión" del derecho fundamental (STC 20/1992, FJ 3)". Cuando la libertad de
información se ejerce sobre ámbitos que pueden afectar a la intimidad lo que se exige
para que su proyección sea legítima es "que lo informado resulte de interés público" (STC
127/2003, FJ 8). Añade esta misma Sentencia que sólo entonces cabe exigir del afectado
que soporte tal información en aras, precisamente, del conocimiento general y difusión
de hechos y situaciones que interesan a la comunidad: es esta relevancia comunitaria,
y no la simple satisfacción de la curiosidad ajena, el criterio de valoración "para dirimir,
en estos supuestos, el eventual conflicto entre las pretensiones de información y de
reserva".

C) Personas públicas

Es obligada la referencia a las personas públicas, o personas con notoriedad pública


por su actividad profesional en el ámbito económico, político, etc. Dice la STC 83/2002
(y en similar sentido la STC 300/2006) que "la notoriedad pública del recurrente en el
ámbito de su actividad profesional, y en concreto su proyección pública en el campo de
las finanzas, no le priva de mantener, más allá de esta esfera abierta al conocimiento
de los demás, un ámbito reservado de su vida como es el que atañe a sus relaciones
afectivas, sin que su conducta en aquellas actividades profesionales elimine el derecho
a la intimidad de su vida amorosa, si por propia voluntad decide, como en este caso,
mantenerla alejada del público conocimiento ya que corresponde a cada persona acotar
el ámbito de intimidad personal y familiar que reserva al conocimiento ajeno".

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D) Personas de notoriedad pública por su presencia en la prensa

También es obligada la referencia a aquellas personas con notoriedad pública, cuando


tal notoriedad es debida (como indica la STC 115/2000 respecto de la recurrente en el
caso que resuelve) a "su frecuente presencia en los medios de comunicación exponiendo
al conocimiento de terceros su actividad profesional o determinados aspectos de su
vida privada". Dice dicha Sentencia (FJ 9) que si bien estas personas "inevitablemente
ven reducida su esfera de intimidad, no es menos cierto que, más allá de esa esfera
abierta al conocimiento de los demás, su intimidad permanece y, por tanto, el derecho
constitucional que la protege no se ve minorado en el ámbito que el sujeto se ha
reservado y su eficacia como límite al derecho de información es igual a la de quien
carece de toda notoriedad (STC 134/1999, FJ 7, por todas)".

E) Supuestos varios de confrontación de estos derechos

Sobre la base de la doctrina jurisprudencial que acaba de exponerse, la resolución


del conflicto entre las pretensiones de información y de reserva exige, como es obvio,
la ponderación de las peculiares particularidades de cada caso. A ello me refiero
seguidamente.

a) Divulgación de datos de la vida privada de persona con notoriedad pública por su


frecuente presencia en medios de comunicación

La STC 115/2000 conoció del caso de un reportaje publicado en una Revista semanal
en el que la entrevistada, que había trabajado durante cierto tiempo en el domicilio de
la persona a la que se refería dicho reportaje (demandante de amparo) cuidando a
una de sus hijas, exponía múltiples hechos relacionados con aquélla y sus familiares
y amigos, divulgaba ciertos defectos, reales o supuestos, en el cuerpo o determinados
padecimientos en la piel, daba a conocer las características de prendas que usaba en la
intimidad, exponía cuáles eran sus relaciones con los anteriores maridos y con el actual,
y se refería también a los hábitos de la familia en el hogar.
La STC declaró lesionado el derecho a la intimidad personal y familiar de la recurrente,
afirmando que la simple lectura del reportaje pone de manifiesto que en él se aluden a
distintos aspectos de la intimidad personal y familiar de ésta y que los datos divulgados
carecen de relevancia pública; por ello es irrelevante que la afectada sea persona con
notoriedad pública por su frecuente presencia en los medios de comunicación.

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Se dice en la Sentencia que ciertamente "el derecho a la libertad de información ha


de prevalecer sobre el de la intimidad en relación con los hechos divulgados por los
propios afectados por la información", y que consta que la recurrente había divulgado
anteriormente datos de su vida privada en otras publicaciones; mas ello es irrelevante en
el caso ya que "es evidente, como ha alegado el Ministerio Fiscal, que la gran mayoría
de los datos íntimos desvelados [...] en aquel reportaje no habían sido publicados con
anterioridad". Por ello concluye la Sentencia que en este caso el derecho a la intimidad
debe prevalecer sobre el derecho a la libre comunicación.

b) Reportaje sobre enjuiciamiento por delito contra la libertad sexual de la hija del
agresor, con datos que permiten la identificación de la víctima

La STC 127/2003, de 30 de junio, declaró que se había vulnerado el derecho a la


intimidad de la demandante de amparo en dos artículos periodísticos, en los que se daba
cuenta del enjuiciamiento del padre de ésta por la supuesta comisión de diversos delitos
contra la libertad sexual de su propia hija. En las sucesivas sentencias de instancia,
apelación y casación se había desestimado la pretensión deducida sobre protección de
la intimidad.
Se reconoce en la Sentencia el interés público de la noticia: "Ninguna duda existe sobre
la consideración de los sucesos de relevancia penal como acontecimientos noticiables",
dice en su FJ 4. Pero añade a continuación que "dicha consideración no puede incluir
la individualización, directa o indirecta, de quienes son víctimas de los mismos, salvo
que hayan permitido o facilitado tal conocimiento general", pues "tal información no es
ya de interés público, por innecesaria para transmitir la información que se pretende".
Previamente se había indicado que los artículos periodísticos habían desvelado de forma
indirecta, pero inequívoca, la identidad de la afectada, mediante la aportación de datos
tales como su edad en la fecha de celebración del juicio, las iniciales de los nombres
y apellidos de ella y de su padre y presunto agresor, pequeña localidad en la que se
habrían producido las agresiones, y foto de perfil, pero claramente identificable, del
padre de la víctima. Lo decisivo, como fundamento de la resolución adoptada, es que
la identificación de la víctima de la agresión era irrelevante para la información que se
quería transmitir.

c) Identificación periodística de afectados por el SIDA

La STC 20/1992, de 14 de febrero desestimó la demanda de amparo de la empresa y


periodistas que habían publicado una noticia en la que se hacía constar que un arquitecto
palmesano, que convivía desde hacía algún tiempo con otro compañero de profesión
catalán, padecía el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Se indicaba asimismo

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que "al parecer, el enfermo es L. V., de treinta y nueve años de edad", y que los
facultativos estaban efectuando distintas pruebas al compañero de vivienda del enfermo
para comprobar si también padecía el síndrome.
Se recuerda en la Sentencia que la veracidad de la información no impide la afectación
del derecho a la intimidad, y que tal afectación sólo es legítima si lo informado es de
interés público, diferente de la simple satisfacción de la curiosidad ajena. Afirma la
Sentencia que se lesionó la intimidad de los interesados, cuya identificación fue indirecta
pero inequívoca, pues "en modo alguno puede exigirse a nadie que soporte pasivamente
la difusión periodística de datos, reales o supuestos, de su vida privada que afecten
a su reputación, según el sentir común, y que sean triviales o indiferentes para el
interés público". Y añade que la identificación de aquéllos fue irrelevante a efectos de
la información que se quiso transmitir.

d) Intimidad familiar: producción y difusión de una cinta de vídeo con escenas en


la enfermería de la plaza en la que ingresó mortalmente herido un torero; demanda
ejercitada por su viuda

La STC 231/1988, ya citada, que tuvo un voto particular discrepante, reconoce que se
vulneró el derecho de la demandante de amparo a su intimidad personal y familiar. Son
dos los puntos que interesa atender.
El primero se refiere a si la toma de imágenes (que derivadamente puede afectar a la
intimidad familiar de la viuda) encaja en las previsiones del art. 8. 2 a) LO, que dice lo
siguiente: "En particular, el derecho a la propia imagen no impedirá: a) Su captación,
reproducción o publicación por cualquier medio, cuando se trate de personas que ejerzan
un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte
durante un acto público o en lugares abiertos al público". Si se entendiese aplicable este
precepto quedaría excluido que la toma de imágenes fuese una "intromisión ilegítima".
La Sentencia entiende que no es aplicable este precepto: "ha de rechazarse que las
escenas vividas dentro de la enfermería formasen parte del espectáculo taurino, y, por
ende, del ejercicio de la profesión del señor Rivera, que por su naturaleza supone su
exposición al público" (FJ 8).
La segunda cuestión parte del hecho de que las imágenes habían sido ya emitidas
anteriormente por la televisión en programas informativos, y se pregunta si ello "viene a
eliminar su carácter íntimo". La respuesta que da la Sentencia es que tal emisión previa
"no puede representar (independientemente del enjuiciamiento que ello merezca) que
se conviertan en públicas y que quede legitimada (con continua incidencia en el ámbito
de intimidad de la recurrente) la permanente puesta a disposición del público de esas
imágenes mediante su grabación en una cinta de vídeo que hace posible la reproducción

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en cualquier momento, y ante cualquier audiencia, de las escenas de la enfermería y de


la mortal herida del señor Rivera" (FJ 9).

3. Derecho a la intimidad y ruido o contaminación acústica

Los problemas del ruido en relación con el derecho a la intimidad personal y familiar
fueron examinados por la STC 119/2001, de 24 de mayo. La demandante de amparo
fundamentaba su pretensión en la contaminación acústica sufrida en su vivienda
como consecuencia del ruido y vibraciones producidos tanto por la multitud de
establecimientos molestos situados en la zona como por las actividades desarrolladas
en una discoteca sita en los bajos de la finca en que residía. La demanda de amparo
fue desestimada por falta de prueba acerca de la intensidad y carácter prolongado de
los ruidos denunciados. Pero lo que interesa es la doctrina desarrollada al efecto.
Se remite esta Sentencia a la doctrina expresada en las SSTEDH de 9 de diciembre de
1994, caso López Ostra c. Reino de España, y de 19 de febrero de 1998, caso Guerra
y otros c. Italia, conforme a las cuales, en determinados casos de especial gravedad los
daños ambientales, aun sin poner en peligro la salud de las personas, pueden atentar
contra el derecho al respeto de su vida privada y familiar en los términos del art. 8.1 del
Convenio de Roma.
Dice la STC 119/2001 que esta doctrina, de la que ya en su día se hizo eco la STC
199/1996, de 3 de diciembre, debe servir, de acuerdo con el art. 10.2 CE, como
criterio interpretativo de los preceptos constitucionales tuteladores de los derechos
fundamentales. Y tras señalar que uno de los ámbitos del invocado derecho a la intimidad
es el domiciliario "por ser aquel en el que los individuos, libres de toda sujeción a los
usos y convenciones sociales, ejercen su libertad más íntima", establece lo siguiente
respecto del tema que nos ocupa: "Teniendo esto presente, podemos concluir que una
exposición prolongada a unos determinados niveles de ruido, que puedan objetivamente
calificarse como evitables e insoportables, ha de merecer la protección dispensada al
derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, en el ámbito domiciliario, en la
medida en que impidan o dificulten gravemente el libre desarrollo de la personalidad,
siempre y cuando la lesión o menoscabo provenga de actos u omisiones de entes
públicos a los que sea imputable la lesión producida". Más recientemente ha mantenido
la expresada doctrina jurisprudencial la STC 16/2004, de 23 de febrero, que denegó
el amparo postulado por quien había sido sancionado por resolución administrativa, al
haber sobrepasado los niveles sonoros permitidos por una Ordenanza municipal sobre
protección contra la contaminación acústica.

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4. Derecho a la intimidad en el ámbito de la economía personal

La cuestión que se plantea es, según los términos de la STC 110/1984, de 26


de noviembre, FJ 3, "determinar en qué medida entran dentro de la intimidad
constitucionalmente protegida los datos relativos a la situación económica de una
persona y a sus vicisitudes". La STC 233/2005, FJ 4, afirma ser doctrina jurisprudencial
reiterada que "los datos económicos, en principio, se incluyen en el ámbito de la
intimidad". Así, según la STC 233/1999 -que resolvió varios recursos y cuestiones de
inconstitucionalidad- la información con trascendencia tributaria "puede incidir en la
intimidad de los ciudadanos" (FJ 7). Y la STC 47/2001, FJ 8, a su vez señaló que la
resolución de la cuestión enjuiciada debía partir "necesariamente del reconocimiento de
que en las declaraciones del IRPF se ponen de manifiesto datos que pertenecen a la
intimidad constitucionalmente tutelada de los sujetos pasivos".
La mencionada STC 233/2005 resolvía un caso en el que la Administración tributaria
había reclamado de una entidad de crédito las fotocopias de los cheques emitidos por
el recurrente en amparo con cargo a una cuenta corriente, en la que aparecía como
autorizado, y había investigado asimismo el destino de dichos cheques. El amparo
solicitado fue denegado ya que se entendió que se cumplían los requisitos exigidos
para estimar constitucionalmente legítima la injerencia habida. Concretamente dice la
Sentencia que "la investigación por la Inspección de los tributos de los datos con
trascendencia tributaria de los obligados tributarios que obran en poder de las entidades
crediticias tiene su justificación en la protección del citado deber de contribuir", y que las
actuaciones cuestionadas de la Inspección de los tributos se habían realizado al amparo
del art. 111, apartados 1 y 3, de la Ley General Tributaria.
La denegación del amparo se extendía también a la pretensión de que se declarase
vulnerado el derecho a la intimidad de los terceros perceptores de los importes de
los cheques. Respecto de esta pretensión se entiende que hay una clara falta de
legitimación, pues la parte actora ni es la titular subjetiva del derecho fundamental
invocado, ni se le aprecia un interés específico que la legitime para impetrar el amparo
constitucional en defensa de los derechos de terceros.
Las SSTC 110/1984 y 47/2001 denegaron también el amparo respectivamente
solicitado. En el caso de la STC 110/1984 se trataba de una resolución que autorizaba
la investigación de las operaciones activas y pasivas en que figuraba el recurrente como
titular en determinadas entidades bancarias y de crédito. Se dice en la Sentencia que
el conocimiento de las cuentas corrientes puede garantizar el bien constitucionalmente
protegido, que es "la distribución equitativa del sostenimiento de los gastos públicos" (art.
31.1 CE), y que las certificaciones interesadas por la Inspección fiscal "son los extractos
de las cuentas, en que figuran, como es notorio, sólo la causa genérica de cada partida
(talón bancario, transferencia, efectos domiciliados, entrega en efectivo, etc.) pero no su

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causa concreta". E indica asimismo que la normativa legal no otorga facultades ilimitadas
a la Inspección, la cual había cumplido los requisitos que aquella exige.
La STC 47/2001 conoció de un supuesto de tributación conjunta del IRPF de unos
cónyuges (en el sentido de que cada cónyuge la había hecho con un hijo), habiendo
procedido la Delegación de Hacienda a practicar sendas liquidaciones provisionales en
las que, integrando a los esposos y sus dos hijos en una sola unidad familiar, acumuló las
rentas de todos ellos. Contra estas liquidaciones provisionales actuaron en vía judicial
los cónyuges, que acudieron después a la vía del amparo constitucional. Se señala
en la precitada Sentencia, respecto de la invocación del derecho a la intimidad, que
los demandantes de amparo se habían limitado a hacer una alegación abstracta de
la incidencia que las citadas liquidaciones provisionales podrían haber tenido en su
intimidad personal, lo que no es eficaz respecto del recurso de amparo, cuya finalidad es
"reparar las lesiones reales, efectivas e individualizadas de los derechos fundamentales,
no prevenir las futuras, eventuales e hipotéticas". Y añade que no es irrazonable o
arbitraria, a la luz de la legalidad vigente y circunstancias concurrentes, la actuación
realizada por la Delegación de Hacienda.

5. Intimidad corporal

La intimidad personal, protegida por la Constitución, comprende, como una de sus


manifestaciones, la intimidad corporal. De ésta, vistos los términos con que la describe
la STC 37/1989, de 15 de febrero, cabe decir que el bien jurídico protegido es el pudor
-propiamente, sentimiento del pudor-, el cual viene a definirse por criterios propiamente
sociológicos (6). En efecto, dice a este respecto la mencionada Sentencia, FJ 7, que
la intimidad corporal es "de principio, inmune, en las relaciones jurídico-públicas que
ahora importan, frente a toda indagación o pesquisa que sobre el cuerpo quisiera
imponerse contra la voluntad de la persona, cuyo sentimiento de pudor queda así
protegido por el ordenamiento, en tanto responda a estimaciones y criterios arraigados
en la cultura de la comunidad". Y señala a continuación que "el ámbito de intimidad
corporal constitucionalmente protegido no es coextenso con el de la realidad física
del cuerpo humano, porque no es una entidad física, sino cultural y determinada, en
consecuencia, por el criterio dominante en nuestra cultura sobre el recato corporal".
En el recurso de amparo resuelto por la mencionada STC 37/1989 se alegó la
vulneración del derecho a la intimidad por una resolución del Juez de Instrucción que
ordenaba el reconocimiento de la ahora demandante de amparo por el Médico-Forense,
a fin de establecer si se había sometido o no a una interrupción voluntaria de embarazo.
Tal resolución había recaído en sumario abierto dirigido a la investigación de la posible

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comisión de delitos de aborto en determinada clínica. La interesada se negó a dicho


reconocimiento médico, que no llegó a practicarse.
Parte la Sentencia de que el derecho a la intimidad no es absoluto e incondicionado,
e indica, atendiendo al principio de la proporcionalidad, que "lo que la protección
de la intimidad reclama no es sólo la regularidad formal de la decisión judicial que
motivadamente y con fundamento en una inexcusable previsión legislativa la delimite,
sino también, ya en el orden sustantivo, la razonable apreciación por la autoridad
actuante de la situación en que se halle el sujeto que pueda resultar afectado,
apreciación que se ha de hacer en relación con las exigencias de la actuación judicial en
curso" (FJ 7). En relación con ello indica que no es suficiente que la decisión enjuiciada
afecte a persona ya imputada, sino que es preciso que la resolución judicial se adopte
tras "ponderar razonadamente, de una parte, la gravedad de la intromisión que la
actuación prevista comporta y, de la otra, la imprescindibilidad de tal intromisión para
asegurar la defensa del interés público que se pretende defender mediante el ejercicio
del ius puniendi" (FJ 8).
Afirma la Sentencia que el mandato para el referido examen médico forense carece de
fundamentación, naciendo por tanto de una decisión judicial ajena a toda ponderación
de la necesidad y de la proporcionalidad de la medida, y de su proporcionalidad. Por ello
declara la vulneración del invocado derecho a la intimidad personal de la demandante
de amparo.

6. Intimidad genética

A) Concepto

El derecho a la intimidad genética puede definirse, con carácter general, como el derecho
por el que una persona puede determinar las condiciones de acceso a la información
contenida en sus genes (7). Se trata de un derecho implícito en el derecho fundamental
a la intimidad, que adquiere especial importancia a raíz de los descubrimientos en la
ciencia genética, en especial desde que se anunciara hace unos años la descodificación
del genoma humano, con la posibilidad consecuente de la obtención de gran cantidad
de datos sobre las personas sometidas a los correspondientes análisis. A ello se une, en
orden al acceso a esta información, el desarrollo habido en el ámbito de la informática y
las consiguientes normas sobre protección de las personas en relación con el tratamiento
automatizado de datos personales.

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Partiendo de estas consideraciones cabe señalar cuáles son los elementos objetivo
y subjetivo de este derecho. Afirma RUIZ MIGUEL (8) que el elemento objetivo es
el genoma humano en última instancia, y, por derivación, cualquier tejido o parte del
cuerpo humano en el que se encuentre la información genética; y elemento subjetivo
es la voluntad del sujeto de determinar quién puede acceder a tal información y en qué
condiciones puede hacerlo.
Se recoge este derecho en el art. 10.2 del Convenio de Oviedo, de 4 de abril de
1997 (9): Dice así el mencionado artículo: "Vida privada y derecho a la información.
1. Toda persona tendrá derecho a que se respete su vida privada cuando se trate
de informaciones relativas a su salud.- 2. Toda persona tendrá derecho a conocer
toda la información obtenida respecto a su salud. No obstante, deberá respetarse la
voluntad de una persona de no ser informada.- 3. De modo excepcional, la ley podrá
establecer restricciones, en interés del paciente, con respecto al ejercicio de los derechos
mencionados en el apartado 2". También se refiere a este derecho la Declaración
Universal de la UNESCO sobre el Genoma humano y los Derechos humanos, de 11 de
noviembre de 1997, en su art. 7: "Se deberá proteger en las condiciones estipuladas por
la ley la confidencialidad de los datos genéticos asociados con una persona identificable,
conservados o tratados con fines de investigación o cualquier otra finalidad".

B) El consentimiento del titular. El derecho a no saber

La licitud del acceso a esta información viene dada, ante todo, por el consentimiento del
titular. A tal efecto habrán de tenerse en cuenta las normas que sobre el consentimiento
se contienen en la Ley 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos Personales.
Al hablar del consentimiento del afectado se parte del hecho de que éste ha recibido
la correspondiente información. Existe, de todos modos, el derecho a no recibir
información, el derecho a no saber, como explícitamente se reconoce en el art. 10.2
del mencionado Convenio de Oviedo. También aparece proclamado este derecho con
carácter general en la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de la autonomía del paciente,
cuyo art. 4, relativo al "derecho a la información asistencial", dispone que "toda persona
tiene derecho a que se respete su voluntad de no ser informada".

C) Límites de la intimidad genética

Las limitaciones de la intimidad genética pueden provenir -aparte del consentimiento del
titular, al que se acaba de aludir- de intereses relevantes que, en todo caso, han de
tener cobertura legal. En este sentido pueden generarse problemas en algunos casos,
en relación bien con la procedencia bien con el ámbito de tales límites. Así, cuando se

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trata del interés de los parientes carnales, que invocan su derecho a la salud (art. 41 CE)
o su derecho fundamental a la integridad física (art. 15 CE). También cuando se trata de
la investigación de los delitos (art. 25.1 CE). Además, la información genética tiene una
clara incidencia en el ámbito laboral, sea en beneficio del trabajador, sea en beneficio de
terceros o del empresario; en este ámbito es de especial mención la Ley 31/1995, de 8
de noviembre, de Prevención de Riesgos Laborales. Por último, no es dudosa tampoco
la repercusión que la identidad genética puede tener en el ámbito de la contratación
de seguros de personas. Dice al efecto SUÁREZ ESPINO (10) lo siguiente: "A este
respecto, la legislación española de seguros presenta algunas lagunas, ya que nada
dentro de su articulado nos lleva a concluir que existe una prohibición para las compañías
aseguradoras de establecer el sometimiento a análisis genéticos como condición previa
a la formalización del contrato. Esta falta de regulación se ha visto en buena medida
paliada por la entrada en vigor para nuestro país del Convenio de Oviedo, en cuyos arts.
11 y 12 se prohíbe expresamente tanto la discriminación por razones genéticas (art.
11) como la realización de análisis predictivos de enfermedades genéticas para fines
distintos a los médicos o científicos. No obstante, se hace necesaria una modificación de
nuestra legislación encaminada a evitar que las compañías aseguradoras puedan llevar
a cabo una utilización abusiva de la información genética de sus clientes".
En todo caso, entiendo que las limitaciones respecto del derecho a la intimidad genética
han de contemplarse en nuestro Ordenamiento conforme a las previsiones comentadas
anteriormente, respecto del derecho a la intimidad en general (ap. III/1). Por su parte,
el art. 26 del Convenio de Oviedo admite aquellas restricciones que, "previstas por la
ley, constituyan medidas necesarias en una sociedad democrática para la seguridad
pública, la prevención de las infracciones penales, la protección de la salud pública o la
protección de los derechos y libertades de las demás personas". Este último precepto,
en su apartado segundo, excluye la aplicación de tales restricciones en determinados
supuestos: se trata de los preceptos relativos a la no-discriminación por el patrimonio
genético, intervenciones sobre el genoma humano, no selección de sexo, protección de
las personas que se presten a un experimento y de las que no tienen capacidad para
expresar su consentimiento a tal fin, extracción de órganos y tejidos de donantes vivos
para trasplantes, y prohibición de lucro.
Expongo a continuación algunos casos susceptibles de inclusión en el presente
apartado, y que han sido conocidos por el Tribunal Constitucional.

D) Intervenciones corporales

Como indica la STC 207/1996, de 16 de diciembre, no son equivalentes los registros


corporales y las intervenciones corporales. Los primeros consisten en cualquier

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género de reconocimiento del cuerpo humano (así, exámenes dactiloscópicos, para la


determinación del imputado; inspecciones vaginales, para el descubrimiento del objeto
del delito). La afectación de la intimidad se produce si el registro recae respecto de partes
íntimas del cuerpo; tal fue el caso conocido en la STC 37/1989, ya citada, en el que la
medida acordada había sido un examen ginecológico. Se está, como se ha visto, ante
la intimidad corporal, no ante la intimidad genética.
Las intervenciones consisten, según la STC 207/1996 [FJ 2 b)], en "la extracción del
cuerpo de determinados elementos externos o internos para ser sometidos a informe
pericial (análisis de sangre, de orina, pelos, uñas, biopsias, etc.) o en su exposición a
radiaciones [...]". En estos casos resulta afectada la integridad física. El derecho a la
intimidad puede también resultar afectado, como se verá a continuación, precisamente
en el marco que ahora se examina, de la intimidad genética.
En el caso conocido por la STC 207/1996 se había acordado por la autoridad judicial,
en sumario por supuesto delito contra la salud pública, el análisis del pelo de quien
luego formuló la demanda de amparo, con el fin de determinar -mediante laboratorio
especializado- si era consumidor de drogas y, en su caso, el tiempo desde el que lo
pudiera ser, a cuyo fin había de serle extraído pelo de diversas partes del cuerpo por el
médico-forense. Se trata, pues, de un supuesto de intervención corporal. Estima la STC
207/1996 (FJ 3) que hay afectación de la intimidad personal ya que la medida acordada
"supone una intromisión en la esfera de la vida privada de la persona, a la que pertenece,
sin duda, el hecho de haber consumido en algún momento algún género de drogas [...]".
Más concretamente, entiendo que afecta a la intimidad en cuanto se dirige directamente
a la obtención de células del organismo humano, es decir, de la persona sometida a la
diligencia acordada.
Reconocida la afectación de la intimidad ha de establecerse si existe una justificación
constitucional de la medida., de acuerdo con los requisitos ya vistos anteriormente (fin
constitucionalmente legítimo, cobertura legal, jurisdiccionalidad en su caso, y principio
de proporcionalidad). Entiende la STC (FJ 6) que la medida carece de cobertura
legal: "[...] los preceptos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en que se fundamentan
las resoluciones impugnadas para ordenar la intervención corporal del recurrente (en
concreto, el art. 339 en relación con el art. 311) no prestan a esta concreta medida
restrictiva de los derechos a la intimidad y a la integridad física la cobertura legal
requerida por nuestra doctrina para todo acto limitativo de los derechos fundamentales
(SSTC 37/1989, FJ 7,; 7/1994, FJ 3, 35/1996, FJ 2)".

E) Las pruebas biológicas de paternidad

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A. En procesos de filiación se alega a veces el derecho a la intimidad para impedir


la práctica de pruebas hematológicas o biológicas, acordadas a fin de determinar la
paternidad o maternidad. Las SSTC 7/1994, de 17 de enero, y 95/1999, de 31 de mayo,
entre otras, afirman la concurrencia de los requisitos necesarios para la justificación
constitucional de la medida.
Dice la primera de dichas sentencias que "no hay duda de que en los supuestos de
filiación prevalece el interés social y de orden público, que subyace en las declaraciones
de paternidad, en las que están en juego los derechos de alimentos y sucesorios de los
hijos, objeto de especial protección por el art. 39.2 CE, lo que trasciende a los derechos
alegados por el individuo afectado [...]".
Por su parte señala la STC 95/1999 (FJ 2) que -aparte de no ser tales pruebas ni
degradantes, ni contrarias a la dignidad humana- "encuentran su cobertura legal en el
art. 127 del Código Civil, que, desarrollando el mandato contenido en el inciso final del
art. 39.2 CE, según el cual "La ley posibilitará la investigación de la paternidad", autoriza
la investigación de la relación de paternidad o de maternidad en los juicios de filiación,
mediante el empleo de toda clase de pruebas, incluidas las biológicas [...]". De ello
concluye que cuando estas pruebas biológicas "sean consideradas indispensables por la
autoridad judicial, no entrañen un grave riesgo o quebranto para la salud de quien deba
soportarlas, y su práctica resulte proporcionada, atendida la finalidad perseguida con su
realización, no pueden considerarse contrarias a los derechos a la integridad física (art.
15 CE) y a la intimidad (art. 18.1 CE) del afectado (STC 7/1994, FJ 3)".
La mencionada STC 95/1999 se basa en el hecho de "hallarse la fuente de prueba
en poder de una de las partes en litigio" para mantener la obligación constitucional de
colaboración de la parte con el órgano jurisdiccional. Y afirma a continuación (FJ 2) que,
si el órgano judicial, ante la negativa del interesado a someterse a dicha prueba, valora
tal negativa en conjunción con el resto de los elementos fácticos probados y llega a la
conclusión de la existencia de la relación de paternidad cuestionada, "nos hallamos ante
un supuesto de determinación de la filiación, permitido por el art. 135 in fine, del Código
Civil, que no resulta contrario al derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE [...]".
Es decir, la negativa del interesado a someterse a la prueba ni puede considerarse como
una ficta confessio (STC 29/1995, de 14 de febrero), ni por sí sola puede fundamentar
una declaración de paternidad, sino que constituye un indicio más para su valoración
conjunta con el resto del material probatorio.
Esta doctrina es la que se ha recogido en el vigente art. 767.4 LEC. Es oportuno señalar
que la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, derogó, entre otros preceptos,
los arts. 127 a 130, 134 en su párrafo segundo, y 135 del Código Civil. El precitado art.
767, en sus tres primeros apartados, recoge sustancialmente el texto de los derogados
arts. 127 y 135.

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B. El Auto del Tribunal Constitucional (ATC) 149/1999, de 14 de junio inadmitió una


demanda de amparo formulada contra una resolución judicial dictada en juicio de menor
cuantía, por la que se acordaba admitir una prueba pericial médica consistente en
la exhumación del cadáver del tío de los demandantes de amparo a los efectos de
determinar la filiación paterna del demandante en el citado pleito civil.
Invocada la vulneración de varios derechos fundamentales, el ATC entendió que
solamente el derecho a la intimidad familiar podría, en su caso, haber sido vulnerado,
"en cuanto que garantiza la posibilidad de contar con un ámbito de conocimiento
exclusivamente reservado a los integrantes de la familia y, por tanto, jurídicamente
protegido frente a la injerencia ajena, que no se identifica necesariamente con el que
individualmente corresponde a cada uno de sus miembros". Concluye inadmitiendo
la demanda de amparo ya que la prueba cuestionada "fue acordada por el Juzgado
como remedio último dirigido al esclarecimiento de los hechos y, por tanto, de modo
proporcionado y adecuado a los fines perseguidos".

F) Las técnicas de reproducción asistida

Las técnicas de reproducción asistida plantean una problemática especial, en el caso de


que una persona nacida mediante dichas técnicas quiera conocer su origen genético.
Es claro, en principio, que debe preservarse el anonimato del donante de gametos, en
cuanto es tema que afecta a su intimidad. Pero es claro también que el nacido en dichas
circunstancias tiene un interés legítimo en tener tal conocimiento, tanto por razones del
libre desarrollo de su personalidad, vinculado a la dignidad humana, como por razones
de la efectividad de su derecho a la salud.
El art. 5.5 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Asistida,
protege el anonimato del donante, si bien prevé asimismo una excepción a tal regla.
Prescribe en su apartado primero que "la donación de gametos y preembriones para
las finalidades autorizadas por esta Ley es un contrato gratuito, formal y confidencial
concertado entre el donante y el centro autorizado". Y a continuación establece lo
siguiente en su apartado quinto: "La donación será anónima y deberá garantizarse la
confidencialidad de los datos de identidad de los donantes por los bancos de gametos,
así como, en su caso, por los registros de donantes y de actividad de los centros
que se constituyan.- Los hijos nacidos tienen derecho por sí o por sus representantes
legales a obtener información general de los donantes que no incluya su identidad. Igual
derecho corresponde a las receptoras de los gametos y de los preembriones.- Sólo
excepcionalmente, en circunstancias extraordinarias que comporten un peligro cierto
para la vida o la salud del hijo o cuando proceda con arreglo a las Leyes procesales
penales, podrá revelarse la identidad de los donantes, siempre que dicha revelación

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sea indispensable para evitar el peligro o para conseguir el fin legal propuesto. Dicha
revelación tendrá carácter restringido y no implicará en ningún caso publicidad de la
identidad de los donantes".
Se planteó en su día, vigente la anterior Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre
Técnicas de Reproducción Asistida, la posible inconstitucionalidad del anonimato del
donante, visto lo dispuesto en el art. 39.2 CE, conforme al cual "la ley posibilitará la
investigación de la paternidad". El art. 5.5 de dicha Ley se pronunciaba en términos
muy parecidos a los del transcrito art. 5.5 de la vigente Ley 14/2006. Dio respuesta
a dicho planteamiento la STC 116/1999, negando tal inconstitucionalidad. Señala al
respecto (FJ 15) que la acción de reclamación o investigación de la paternidad se orienta
a constituir entre las personas afectadas la relación paterno-filial, lo que es diferente a lo
pretendido en el caso de técnicas de reproducción asistida: "la revelación de la identidad
de quien es progenitor a través de las técnicas de procreación artificial no se ordena
en modo alguno a la constitución de tal vínculo jurídico, sino a una mera determinación
identificativa del sujeto donante de los gametos origen de la generación, lo que sitúa la
eventual reclamación, con este concreto y limitado alcance, en un ámbito distinto al de la
acción investigadora que trae causa de lo dispuesto en el último inciso del art. 39.2 de la
Constitución". Ello, con independencia de la previsión -ya referida- de que circunstancias
excepcionales permitan la revelación de la identidad del donante.

7. La intimidad y la autodeterminación de la persona

Cuestiones atinentes a lo que se denomina el aspecto positivo del derecho a la intimidad,


la capacidad de autodeterminación personal, ponen de manifiesto en el caso de ámbito
penitenciario conocido y resuelto por la STC 201/1997, de 25 de noviembre. Esta
Sentencia conoce de la demanda de amparo formulado por un recluso contra resolución
del Director del correspondiente establecimiento penitenciario que impidió que aquél se
comunicase telefónicamente con su familia en euskera, y contra los Autos del Juez de
Vigilancia Penitenciaria que la confirmaron. A tal efecto se invoca en la demanda de
amparo la vulneración del derecho a la intimidad familiar, ya que las comunicaciones
prohibidas habían de producirse en el seno de la familia.
Recoge la STC el texto del art. 51.1 de la Ley Orgánica General Penitenciaria:
"Los internos estarán autorizados para comunicarse periódicamente, de forma oral y
escrita, en su propia lengua, con sus familiares, amigos y representantes acreditados
de organismos e instituciones de cooperación penitenciaria, salvo en los casos de
incomunicación judicial.- Estas comunicaciones se celebrarán de manera que se respete
al máximo la intimidad y no tendrán más restricciones en cuanto a las personas y al

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modo que las impuestas por razones de seguridad, de interés de tratamiento y del
buen orden del establecimiento". Indica la Sentencia que las limitaciones expresadas en
este precepto "no son aplicables a las comunicaciones telefónicas de un interno con su
familia, en la lengua propia, nacional o extranjera, salvo que se razone, al conceder la
autorización condicionada, que el uso de una lengua desconocida por los funcionarios
del establecimiento puede atentar a algún interés constitucionalmente protegido". Y
recuerda que en todo caso la resolución administrativa había de cumplir los requisitos
exigidos para todo sacrificio de un derecho fundamental (requisitos ya relacionados en
el anterior apartado III / 1).
Sentado lo anterior, la Sentencia concluye lo siguiente: "El razonamiento del Director
del establecimiento penitenciario, aunque apoyado en los arts. 51 LOGP y 100 del
Reglamento Penitenciario, llega a una conclusión que resulta desproporcionada. El
encontrarse el recluso clasificado en primer grado de tratamiento no comporta, per
se, una peligrosidad indiscutible para los principios de seguridad y buen orden.
Y la reglamentaria presencia de un funcionario no puede convertirse (con las
pertinentes excepciones que han de quedar razonablemente plasmadas en el acto de
autorización condicionada o de denegación) en un fundamento jurídico para prohibir las
comunicaciones familiares en la lengua propia de cada uno, cuya celebración es tutelada
con el máximo respeto a la intimidad de los reclusos por la LOGP (art. 51.1, párrafo
segundo)". Por lo expuesto la Sentencia concede el amparo solicitado por vulneración
del derecho a la intimidad familiar.

Bibliografía
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José Ramón De (coord.). 1.ª edición. Thomson-Aranzadi, 2007.
17. VICENTE PACHÉS, Fernando de. El derecho del trabajador al respeto de su
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18. VVAA. Perfiles del Derecho Constitucional a la vida privada y familiar. Consejo
General del Poder Judicial, 1996. N.º 22.

Notas
(1) Según su propio texto, "recoge, adaptándola, la Carta proclamada el 7 de diciembre de 2000,
a la que sustituirá a partir del día de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa".
(2) Lucrecio REBOLLO DELGADO, El derecho fundamental a la intimidad, Dykinson S.L. 2.ª
edición actualizada, Madrid, 2005, pág. 145.

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Cachón Villar, Pablo Manuel El derecho fundamental a la intimidad: su ...

(3) Pablo SANTOLAYA MACHETTI, "Derecho a la vida privada y familiar: un contenido


notablemente ampliado del derecho a la intimidad (art. 8 CEDH)", en La Europa de
los Derechos: el Convenio Europeo de Derechos Humanos, VVAA, coordinada por
Javier GARCÍA ROCA y Pablo SANTOLAYA MACHETTI, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2005, pág. 494.
(4) Es lo que pone de relieve Amparo GUILLÓ SÁNCHEZ-GALIANO, "Intimidad y Familia", pág.
13, en Perfiles de Derecho Constitucional a la vida privada y familiar, Consejo General del
Poder Judicial, Madrid, 1996.
(5) Alude la Sentencia a "la explotación comercial de la imagen de don Francisco Rivera, en
su actividad profesional".
(6) Fernando HERRERO-TEJEDOR, La intimidad como derecho fundamental, Editorial Colex-
Diputación Provincial de Castellón, Madrid, 1998, pág. 114.
(7) Carlos RUIZ MIGUEL, "Los datos sobre características genéticas: libertad, intimidad y
no discriminación", en Genética y Derecho, VV.AA., Consejo General del Poder Judicial,
Madrid, 2001, pág. 31.
(8) Op. cit., págs. 32 y 33.
(9) Es el Convenio para la protección de los Derechos Humanos y la dignidad del ser humano
con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina: Convenio sobre los Derechos
Humanos y la Biomedicina, aprobado en Oviedo el día 4 de abril del año 1997, y ratificado
por España el 23 de julio de 1999.
(10) María Lidia SUÁREZ ESPINO, El derecho a la intimidad genética, Marcial Pons, Madrid,
2008, pág. 214.

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Información sobre el artículo

Título del artículo: "El derecho fundamental a la intimidad: su contenido.


Regulación normativa y doctrina jurisprudencial"

Autor: Pablo Manuel Cachón Villar

Incluido en el número monográfico sobre El derecho al honor, a la intimidad y a


la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles de Cuadernos Digitales de Formación
16 - 2008 (Directores: María del Pilar Palá Castán y Pablo Manuel Cachón
Villar)

DOI:

Editor: Consejo General del Poder Judicial (Madrid)

Fecha de publicación: 2009

Copyright 2008, Consejo General del Poder Judicial

License:

Notas
18 referencias bibliográficas
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

El derecho fundamental a la propia


imagen: su contenido. Regulación
normativa y doctrina jurisprudencial

Francisco Marín Castán


Magistrado del Tribunal Supremo

Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho a la propia imagen, Jurisprudencia

ÍNDICE:

I. Introducción
II. Regulación legal
III. Carácter autónomo del derecho a la propia imagen
IV. Contenido del derecho a la propia imagen
V. Dimensión constitucional y aspecto exclusivamente patrimonial del derecho a la
propia imagen
VI. Disponibilidad del derecho: el consentimiento y su revocación
1. Irrenunciabilidad frente a disponibilidad
2. Disponibilidad por menores e incapaces
3. Forma y prueba del consentimiento
4. Alcance y extensión del consentimiento
5. La revocación del consentimiento
6. Los vicios del consentimiento
VII. Modalidades de intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen
1. Dificultades de una exacta tipificación
2. Presupuesto necesario: la identificabilidad de la persona afectada
VIII. Las causas de justificación o exoneración

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Marín Castán, Francisco El derecho fundamental a la propia imagen: ...

1. Carácter no exhaustivo del art. 8 de la LO 1/82


2. Actuaciones autorizadas o acordadas por la Autoridad competente de acuerdo
con la ley (art. 8.1 inciso primero)
3. Predominio de un interés histórico, científico o cultural relevante (art. 8.1 inciso
segundo)
4. Imágenes de personas ejercientes de un cargo público o una profesión de
notoriedad o proyección pública, captadas durante un acto público o en lugares
abiertos al público (art. 8.2.a)
A) Ejercicio de un cargo público no necesitado de anonimato
B) Personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o
proyección pública
C) Imagen captada durante un acto público o en lugares abiertos al público
5. Utilización de la caricatura de personas que ejerzan cargo público o una
profesión de notoriedad o proyección pública, de acuerdo con el uso social (art.
8.2.b)
6. Información gráfica sobre un suceso o acaecimiento público cuando la imagen
de una persona determinada aparezca como meramente accesoria (art. 8.2.c.)
7. El anonimato como excepción a las causas de justificación de las letras a) y b)
del apdo. 2 del art. 8 (párrafo último del art. 8)
IX. Algunas consideraciones sobre el acoso mediático
X. Conclusión

I. INTRODUCCIÓN
Si hay un derecho fundamental cuya vulnerabilidad se ha multiplicado en los últimos
tiempos prácticamente hasta el infinito, éste es el derecho a la propia imagen, con
el problema añadido de su incidencia en otros dos derechos fundamentales tan
estrechamente relacionados con el mismo como el derecho al honor y, sobre todo, el
derecho a la intimidad personal y familiar.
Los medios técnicos hoy existentes para la captación de imágenes, pero sobre todo
la posibilidad inmediata de difundirlas mundialmente por Internet, parecen convertir no
pocas veces en ilusorias las garantías jurídicas de protección de la imagen. Portales
como "Youtube" permiten acceder a grabaciones de espectáculos artísticos o deportivos
con actuaciones de las grandes estrellas siempre que existan imágenes de archivo.
Pero también son muchas las personas que, sin ninguna notoriedad previa, la buscan

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Marín Castán, Francisco El derecho fundamental a la propia imagen: ...

precisamente en portales de ese tipo, haciendo llegar sus imágenes para ponerlas a
disposición de todo aquel que no ya se interese por ellas sino que simplemente se las
encuentre navegando por la red.
El problema se agrava considerablemente cuando no es la propia persona grabada
quien pone su imagen al alcance de todos los que manejen un ordenador sino que es
otra persona, normalmente el autor de la toma o grabación, quien le da una difusión
general. En pocas palabras, la combinación de Internet con el invento de la cámara digital
incorporada a un teléfono móvil parece exigir medidas legales de ámbito internacional
que, aun a remolque de los avances técnicos y probablemente sin llegar nunca del todo
a una total correspondencia entre medios técnicos y normativa para su control, atenúe
en la medida de lo posible el riesgo de agresión a nuestra imagen y a nuestra intimidad
que a todos nos acecha.
Tal vez el ejemplo más crudo sea el de las grabaciones, mediante videocámaras
incorporadas a teléfonos móviles, de agresiones y vejaciones a menores en los colegios
o sus alrededores, o a mendigos e indigentes en sus lugares de descanso. A la infracción
penal que en sí mismo supone el bárbaro acto grabado se une, en estos casos, la
ilicitud de la difusión de las imágenes, agravando el daño de la víctima hasta límites
inimaginables, destruyendo su dignidad y, como efecto quizá más pernicioso desde
el punto de vista colectivo, trivializando la violencia entre niños y jóvenes como si los
padecimientos de la víctima, una persona con los mismos derechos fundamentales que
todas las demás, no fuera más que uno de los personajes perdedores de un videojuego.
El problema no es tanto de insuficiencia normativa estatal como de dificultad para
localizar al culpable de la infracción e impedir a tiempo la difusión de las imágenes. De
ahí que tal vez sea el ámbito jurídico internacional el más apropiado para ofrecer normas
comunes que afronten estas nuevas realidades.
Sin embargo no debe perderse de vista la otra cara de la moneda. No poco
paradójicamente, la conciencia del peligro que para la imagen y la intimidad representan
los avances técnicos ha dado lugar a una legislación y una jurisprudencia tan
decididamente protectoras de tales derechos como generalmente poco atentas al valor
artístico o documental de la imagen, especialmente cuando ésta es la de personas
carentes por completo de notoriedad o proyección pública que son fotografiadas sin
tan siquiera darse cuenta de ello. Si nos atenemos sin más a lo que disponen las
normas y declara la jurisprudencia, la ilicitud de imágenes de ese tipo sería manifiesta;
pero si decidimos profundizar en la cuestión, advertiremos en seguida que muchas de
las imágenes que actualmente nutren los libros de historia de la fotografía, e incluso
bastantes de las imágenes hoy consideradas como "iconos fotográficos", tendrían que
ser eliminadas por corresponder a personas anónimas que un día cualquiera llamaron
la atención de un reportero o de un simple aficionado a la fotografía. En pocas palabras,

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nadie parece ocuparse de si imágenes tan célebres como "El beso", del fotógrafo francés
Robert Doisneau, o el niño a hombros de su padre asistiendo a una manifestación,
de nuestro César Lucas, serían o no lícitas si les aplicáramos sin matices lo que
dispone la Ley Orgánica 1/82 y lo que declaran y razonan nuestros tribunales. Es
más, cualquier lector habitual de periódicos y revistas de información general dotado
de un mínimo sentido crítico sobre lo que está viendo acabará preguntándose si la
mayoría de los habitantes del tercer mundo carecen de derecho a la imagen, porque
no es nada infrecuente que se publiquen fotografías de zonas deprimidas con personas
perfectamente identificables cuyo desconocimiento de que están siendo fotografiadas
es más que patente.
El derecho a la propia imagen es, por tanto, una materia, de máxima actualidad y plagada
aún de problemas por resolver, entre los que no es de los menos importantes el relativo
al valor patrimonial o comercial de la imagen o, si se quiere, el de la imagen como objeto
de negocios jurídicos y transacciones de la más variada índole.
No se pretende en este trabajo, lógicamente, analizar la totalidad de esos problemas, ni
menos aún proponer soluciones para cada uno, sino únicamente ofrecer un panorama
de la doctrina del Tribunal Constitucional y de la jurisprudencia civil del Tribunal Supremo
que nos sirva de base para el debate y, al mismo tiempo, nos haga reflexionar
críticamente sobre el mayor o menor grado de acierto en los pronunciamientos de ambos
tribunales.

II. REGULACIÓN LEGAL


El marco normativo del derecho a la propia imagen dependerá del aspecto que se
pretenda estudiar.
En el tema de este curso, centrado en el derecho a la propia imagen como derecho
fundamental en sus aspectos civiles, claro está que ese marco normativo aparece
integrado por el art. 18.1 de la Constitución y por la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo,
de Protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia
Imagen. A su vez, la relevancia que el artículo 10.2 de la propia Constitución asigna a la
Declaración Universal de Derechos Humanos y a los tratados y acuerdos internacionales
sobre derechos fundamentales y libertades públicas ratificados por España obliga a
considerar especialmente tanto el artículo 8 del Convenio de Roma de 4 de noviembre de
1950, para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales,
como la doctrina al respecto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y para integrar
algunas normas de la LO 1/82, como su artículo 3 sobre el consentimiento de los

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menores, habrá de acudirse a otras leyes, cual es la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de


enero, de Protección Jurídica del Menor.
Si el análisis de los aspectos civiles del derecho a la propia imagen se extiende a un
campo que también contempla la LO 1/82, como es el patrimonial o comercial (art. 7.6),
entonces el marco normativo se amplía considerablemente porque podrán entrar en
juego preceptos de muy diversa índole, ya sea de la Ley de Propiedad Intelectual, ya
de la Ley de Marcas (especialmente su art. 9.1.a.), ya de la Ley General de Publicidad
o de la Ley de Competencia Desleal. La ausencia de una ley especial del derecho a la
imagen en su aspecto comercial o patrimonial determina que en ocasiones haya que
acudir a normas marcadamente sectoriales, como el Real Decreto 1006/1985, de 26
de junio, regulador de la relación laboral especial de los deportistas profesionales, cuyo
artículo 7.3 contempla la participación en los beneficios que se deriven de la explotación
comercial de la imagen de los deportistas.
En sentido inverso, si los ilícitos civiles se estudian en su zona fronteriza con los
delitos contra la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del
domicilio tipificados en el Código Penal (arts. 197 a 201), nuestra atención se centrará
especialmente en la normativa sobre protección de datos personales. Así, la Ley
Orgánica 14/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal, y el
Real Decreto 1332/1994, de 20 de junio, por el que se desarrollan determinados aspectos
de la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de regulación del tratamiento automatizado
de los datos de carácter personal. Todo esto nos conduce a su vez a la normativa sobre
cámaras o videocámaras de vigilancia, como la Ley Orgánica 4/1997, de 4 de agosto, por
la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
en lugares públicos, la reciente Instrucción 1/2006, de 8 de noviembre, de la Agencia
Española de Protección de Datos, sobre el tratamiento de datos personales con fines de
vigilancia a través de sistemas de cámaras o videocámaras, o, en fin, las normas que
reglamenten la actividad de los detectives privados.
Aparece así un conjunto normativo más complejo de lo que podría dar a entender
la regulación aparentemente integral de la LO 1/82, con su complemento de la Ley
Orgánica 2/1984, de 26 de marzo, sobre el Derecho de Rectificación. Pero lo cierto es
que en la práctica, salvo algunas excepciones, la tutela jurisdiccional civil del derecho
fundamental a la propia imagen se mueve casi exclusivamente en el ámbito de la LO
1/82.

III. CARÁCTER AUTÓNOMO DEL DERECHO A LA PROPIA IMAGEN

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Hoy es prácticamente unánime en la doctrina del Tribunal Constitucional y en la


jurisprudencia civil del Tribunal Supremo la consideración del derecho a la propia imagen
como un derecho autónomo, es decir, distinto del derecho al honor y del derecho a la
intimidad personal y familiar.
Lo mismo sucede en la doctrina científica, aunque con algunas excepciones (1). Con
ocasión de otro curso de formación organizado por el Consejo General del Poder Judicial,
el profesor Marc CARRILLO expuso lo que puede considerarse doctrina dominante
al respecto: los tres derechos reconocidos por el art. 18.1 de la Constitución son
"tres derechos distintos; la CE no reconoce un derecho a la personalidad de factura
tridimensional. Ahora bien, la interrelación existente entre todos ellos justifica un carácter
unitario basado en el valor de la dignidad y destinado a proteger lo que globalmente
podemos definir como el patrimonio moral y la vida privada de las personas... Por tanto,
no hay dificultad en sostener que estamos ante derechos de la personalidad dotados de
contenido diferente aunque las más de las veces, vinculados por la complementariedad
de los intereses tutelados... En este sentido, la intromisión en el derecho a la propia
imagen es, en sí mismo, un hecho que justifica la protección constitucional. Sin embargo,
ello no es óbice para que en la mayoría de ocasiones la acción lesiva tenga un efecto
multiplicador que afecta al honor y/o a la intimidad de la persona" (2).
El problema se plantea ya desde un principio porque la Constitución se refiere al
"derecho", no a los "derechos", y otro tanto parece hacer el propio título o nomen de
la LO 1/82 y su art. 1. Por su parte el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se
pronuncia sobre la imagen de las personas desde la perspectiva del art. 8 del Convenio
de Roma, que protege el derecho al respeto a la vida privada y familiar, al domicilio y
a la correspondencia sin una especial mención a la captación y difusión de imágenes.
De ahí que, como señala la STS 22-2-06 (recurso n.º 2926/01), el TEDH, a diferencia
de nuestro Tribunal Constitucional, "haya considerado que el artículo 8 del Convenio no
permite construir un derecho autónomo a la imagen".
Además, el Preámbulo de la LO 1/82 en seguida desvanece esa impresión inicial porque
su párrafo primero, pese a tomar como punto de partida el art. 18.1 de la Constitución,
ya se refiere a "los derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia
imagen", su párrafo segundo asigna a la ley la finalidad de desarrollo de "tales derechos"
y su párrafo tercero, en fin, declara que en el art. 1 de la propia ley orgánica se establece
"la protección civil de los derechos fundamentales al honor, a la intimidad personal y
familiar y a la propia imagen".
Si abandonando el campo puramente semántico del singular y el plural pasamos al
más esencial del contenido del derecho o derechos, las numerosas consideraciones
doctrinales y jurisprudenciales sobre su identidad o diversidad se explican por la
frecuencia con que mediante la imagen inconsentida de una persona se vulnera su honor

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y, sobre todo, su intimidad. Esto da lugar, a su vez, a que el derecho a la propia imagen
aisladamente considerado, esto es cuando mediante la imagen no se ha vulnerado
ninguno de los otros dos derechos, tienda a minimizarse en su dimensión constitucional o
de derecho fundamental o personalísimo para, en cambio, acrecentar su importancia en
el aspecto patrimonial o comercial. Lo explica bien SEISDEDOS MUIÑO cuando señala
que con el derecho fundamental a la propia imagen, aisladamente considerado, "lo que
se trata de proteger es, simplemente, la facultad exclusiva de cada persona de difundir
su imagen física y, en consecuencia, de evitar la captación, reproducción o difusión de
la misma sin su consentimiento" (3).
Lo cierto es que si bien alguna sentencia de la Sala 1.ª del Tribunal Supremo parece
aceptar la tesis de la inserción del derecho a la propia imagen en el más amplio a la
intimidad personal (STS 17-7-93 en recurso n.º 3309/90) (4), hoy es algo pacífico en la
jurisprudencia de la propia Sala que el derecho a la propia imagen goza de autonomía.
Así, son varias las sentencias que declaran que los derechos al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen "no son intercambiables" (STS 13-11-89) o no
constituyen un solo derecho con varios aspectos ('ius in se ipsum'), derecho tricéfalo,
sino tres derechos diferenciados" (p. ej. SSTS 13-7-06 y 5-7-04 en recursos n.º 2947/00
y 742/01 respectivamente). De entre ellas, la de 5 de julio de 2004 declara incluso que
si se demanda por intromisión en el derecho al honor no cabe condenar por vulneración
de la intimidad porque en tal caso la sentencia sería incongruente, siguiendo así la
línea marcada por la STS 13-11-89 cuando señaló que "no puede tutelarse por derecho
al honor cuando se supone dañada la imagen del recurrente". Por su parte la STS
22-2-06, antes citada, sigue explícitamente la doctrina del Tribunal Constitucional sobre
el valor autónomo del derecho a la propia imagen, y la STS 19-7-04 (recurso n.º 3735/00)
declara que "se trata de derechos de la personalidad con una estrecha relación entre
sí, pero autónomos" y que "la captación y reproducción de una imagen puede lesionar
conjuntamente el derecho a la intimidad y el derecho a la propia imagen; tal sucede
en los casos en los que la imagen difundida, además de mostrar los rasgos físicos
que permiten la identificación de una persona determinada, revele aspectos de su vida
privada y familiar que se han querido reservar del público conocimiento"
En cuanto a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre este punto, merece la pena
citar en extenso su sentencia n.º 14/2003, de 30 de enero, porque explica y justifica
con mucha claridad la consideración autónoma de los tres derechos y el examen por
separado de la vulneración de cada uno por un mismo hecho:

"4. Delimitadas en los términos expuestos las posiciones de las partes, ha de traerse
a colación la doctrina de este Tribunal, según la cual los derechos al honor, a la
intimidad personal y a la propia imagen, reconocidos en el art. 18.1 CE, a pesar
de su estrecha relación en tanto que derechos de la personalidad, derivados de la
dignidad humana y dirigidos a la protección del patrimonio moral de las personas,

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tienen, no obstante, un contenido propio y específico. Se trata, dicho con otras


palabras, de derechos autónomos, de modo que, al tener cada uno de ellos su propia
sustantividad, la apreciación de la vulneración de uno no conlleva necesariamente la
vulneración de los demás (SSTC 81/2001, de 26 de marzo, FJ 2; 156/2001, de 2 de
julio, FJ 3). Como hemos declarado en la última de las Sentencias citadas, el carácter
autónomo de los derechos del art. 18.1 CE supone que ninguno de ellos tiene
respecto de los demás la consideración de derecho genérico que pueda subsumirse
en los otros dos derechos fundamentales que prevé este precepto constitucional,
pues la especificidad de cada uno de estos derechos impide considerar subsumido
en alguno de ellos las vulneraciones de los otros derechos que puedan ocasionarse
a través de una imagen que muestre, además de los rasgos físicos que permiten
la identificación de la persona, aspectos de su vida privada, partes íntimas de su
cuerpo o que se la represente en una situación que pueda hacer desmerecer su
buen nombre o su propia estima. En tales supuestos la apreciación de la vulneración
del derecho a la imagen no impedirá, en su caso, la apreciación de la vulneración
de las eventuales lesiones del derecho a la intimidad o al honor que a través de
la imagen se hayan podido causar, pues, desde la perspectiva constitucional, el
desvalor de la acción no es el mismo cuando los hechos realizados sólo pueden
considerarse lesivos del derecho a la imagen que cuando, además, a través de la
imagen puede vulnerarse también el derecho al honor o a la intimidad, o ambos
derechos conjuntamente (FJ 3; en el mismo sentido, SSTC 81/2001, de 26 de
marzo, FJ 2; 83/2002, de 22 de abril, FJ 4). Esta constatación lleva a afirmar, en
cuanto al canon de enjuiciamiento a aplicar, que, cuando se denuncia que una
determinada imagen gráfica ha vulnerado dos o más derechos del art. 18.1 CE,
deberán enjuiciarse por separado esas pretensiones, examinando respecto de cada
derecho si ha existido una intromisión en su contenido, y posteriormente si, a pesar
de ello, esa intromisión resulta o no justificada por la existencia de otros derechos o
bienes constitucionales más dignos de protección dadas las circunstancias del caso
(STC 156/2001, de 2 de julio, FJ 3)".

Para esta misma sentencia "lo específico del derecho a la imagen, frente al derecho a la
intimidad y el derecho al honor, es la protección frente a las reproducciones de la misma
que, afectando a la esfera personal de su titular, no lesionan su buen nombre ni dan a
conocer su vida íntima".
En definitiva, cabe que mediante la imagen de una persona o su captación se vulneren
sus derechos al honor y a la intimidad, e incluso cabe que la imagen no vulnere en
realidad tanto su derecho a la propia imagen como su derecho al honor o, cuando
menos, que la vulneración del derecho al honor o a la intimidad tenga mucha más
relevancia que la del derecho a la propia imagen. Esto no deja de plantear algunas
cuestiones interesantes en orden a la veracidad o al derecho de información en relación
con el derecho a la propia imagen. En cualquier caso basta con leer el art. 7 de la
LO 1/82, esencial por cuanto tipifica las intromisiones ilegítimas en los tres derechos,
para comprobar que, salvo en el último apartado, la imagen se contempla como posible
instrumento de vulneración no sólo del derecho a la propia imagen sino también de
los otros dos. Por su parte el Tribunal Constitucional, en sus sentencias 98 y 186/00,

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examina la posible vulneración del derecho a la intimidad en el ámbito laboral por la


instalación de cámaras que graban a los trabajadores en el centro de trabajo (5).

IV. CONTENIDO DEL DERECHO A LA PROPIA IMAGEN


Si de los autores de la doctrina científica puede compartirse la definición de Marc
CARRILLO como "potestad atribuida a una persona para decidir acerca de su imagen,
con el fin de controlar la representación, difusión, publicación o reproducción de la propia
efigie, de tal manera que la misma no pueda ser utilizada, con o sin ánimo de lucro, sin
su consentimiento" (6), también hay un alto grado de acuerdo en la doctrina del Tribunal
Constitucional y en la jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre el contenido de este
derecho.
La STC 72/2007, de 16 de abril, que reseña todas las anteriores del Tribunal
Constitucional sobre el derecho a la propia imagen, declara que según la doctrina del
Tribunal este derecho "se configura como un derecho de la personalidad, que atribuye
a su titular la facultad de disponer de la representación de su aspecto físico que permita
su identificación, lo que conlleva tanto el derecho a determinar la información gráfica
generada por los rasgos físicos que le hagan reconocible que puede ser captada o tener
difusión pública, como el derecho a impedir la obtención, reproducción o publicación
de su propia imagen por un tercero no autorizado". Sin embargo el derecho a la propia
imagen no comprende "el derecho incondicionado y sin reservas de impedir que los
rasgos físicos que identifican a la persona se capten o difundan". Como cualquier otro
derecho, "no es un derecho absoluto, y por ello su contenido se encuentra delimitado
por el de otros derechos y bienes constitucionales". Para determinar estos límites debe
tomarse en consideración su dimensión teleológica, y por ello "la captación y difusión de
la imagen del sujeto sólo será admisible cuando la propia -y previa- conducta de aquél o
las circunstancias en que se encuentre inmerso, justifiquen el descenso de las barreras
de reserva para que prevalezca el interés ajeno o el público que puedan colisionar
con aquél". Por lo tanto el derecho a la propia imagen "se encuentra delimitado por la
propia voluntad del titular del derecho que es, en principio, a quien corresponde decidir si
permite o no la captación o difusión de su imagen por un tercero". No obstante, "existen
circunstancias que pueden conllevar que la regla enunciada ceda, lo que ocurrirá en los
casos en los que exista un interés público en la captación o difusión de la imagen y este
interés público se considere constitucionalmente prevalente al interés de la persona en
evitar la captación o difusión de su imagen".

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La STC 14/2003, de 30 de enero, citada anteriormente como la que justifica con más
claridad la autonomía del derecho a la propia imagen en relación con los derechos al
honor y a la intimidad, también hace aportaciones de gran interés sobre su contenido.
Siendo coincidente en lo fundamental con la STC 72/2007, pues no en vano es una
de las varias sentencias citadas en esta última, declara además que el derecho a la
propia imagen, como derecho de la personalidad, deriva "de la dignidad humana" y está
"dirigido a proteger la dimensión moral de las personas". Como lo más específico del
mismo en relación con aquellos otros dos derechos fundamentales es la protección frente
a las reproducciones de la imagen que, afectando a la esfera personal de su titular, no
lesionen su buen nombre ni den a conocer su vida íntima, su finalidad es "salvaguardar
un ámbito propio y reservado, aunque no íntimo, frente a la acción y conocimiento de
los demás; un ámbito necesario para poder decidir libremente el desarrollo de la propia
personalidad y, en definitiva, un ámbito necesario según las pautas de nuestra cultura
para mantener una calidad mínima de vida humana. Este bien jurídico se salvaguarda
reconociendo la facultad de evitar la difusión incondicionada de su aspecto físico, ya que
constituye el primer elemento configurador de la esfera personal de todo individuo, en
cuanto instrumento básico de identificación y proyección exterior y factor imprescindible
para su propio reconocimiento como sujeto individual". En suma, para esta sentencia,
mediante la protección del derecho a la propia imagen "se preserva el valor fundamental
de la dignidad humana".
Ninguna de estas dos sentencias toma en consideración el posible valor artístico o
documental de la imagen. Es más, la segunda de ellas parece dar por sentada la facultad
del sujeto de impedir incondicionalmente la obtención o captación de su imagen aunque
la finalidad perseguida sea informativa o cultural, algo que parece un tanto discutible
si se recuerda lo que dispone el art. 8.1 de la LO 1/82 sobre el predominio del interés
histórico, científico o cultural relevante en cuanto circunstancia excluyente, en general,
de la intromisión ilegítima.
Por eso es de agradecer que la STC 139/2001, de 18 de junio, se acordara en su
momento del valor artístico y documental que puede tener la imagen, algo que parece
evidente por demás pero que tal vez por ser tan evidente se olvida con no poca
frecuencia, cuando muy atinadamente señalaba como límites del derecho a la propia
imagen "el derecho a la comunicación de información y a las libertades de expresión y
creación artística".
En cuanto a la jurisprudencia civil del Tribunal Supremo, son bastantes las sentencias
de la Sala 1.ª que se ocupan del contenido y los límites del derecho a la propia imagen.
Según la STS 13-7-06 (recurso n.º 2947/00) "la imagen es la representación gráfica
de la figura humana, visible y recognoscible y el derecho a la imagen es un derecho
de la personalidad, derivado de la dignidad humana y dirigido a proteger la dimensión

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moral de las personas, que atribuye a su titular un derecho a determinar la información


gráfica generada por sus rasgos físicos personales que puede tener difusión pública
(STC 83/02, de 22 de abril, que cita otras muchas anteriores). Cuyo derecho tiene un
aspecto negativo, como facultad de exclusión, y un aspecto positivo, como facultad de
aprovechamiento; es, por tanto, una facultad del interesado a difundir o publicar su propia
imagen y, por ende, su derecho a evitar su reproducción en tanto en cuanto se trata de
un derecho de la personalidad". Para la STS 20-2-06 (recurso n.º 2926/01) "se presenta
como un derecho inmaterial, aunque pueda también explotarse comercialmente", su
aspecto negativo es el de "prohibir a terceros obtener, reproducir o divulgar la imagen
de la persona sin su consentimiento" mientras que el positivo "permite a la persona la
facultad de reproducir su propia imagen". La STS 24-4-00 (recurso n.º 2196/95) parte
del mismo concepto de imagen que la de 13-7-06, y citando la STS 27-3-99 (recurso n.º
2716/94) declara que "de acuerdo con la doctrina jurisprudencial, el derecho a la propia
imagen es el derecho que cada individuo tiene a que los demás no reproduzcan los
caracteres esenciales de su figura sin consentimiento del sujeto, de tal manera que todo
acto de captación, reproducción o publicación por fotografía, filme u otro procedimiento
de la imagen de una persona en momentos de su vida privada o fuera de ellos supone
una vulneración o ataque al derecho fundamental a la imagen, como también lo es
la utilización para fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga. El derecho
se vulnera, también, aunque la reproducción de la imagen de una persona, sin su
consentimiento, se haga sin fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga".
En cuanto a los límites del derecho, esta misma sentencia los considera determinados
por la LO 1/82 "de una forma mucho más simple que para los derechos al honor y a
la intimidad", porque "el consentimiento no excluye el concepto de intromisión sino que
implica el ejercicio del derecho a la imagen, consustancial a algunas profesiones, como
las de modelo o actor o actriz de cine o teatro".
También sobre los límites del derecho a la propia imagen puede destacarse la STS
22-2-07 (recurso n.º 512/03), que como tales indica los derivados de los otros derechos
fundamentales -en relación con un juicio de proporcionalidad, de las leyes- arts. 2.1 y
8 (cuyos supuestos tienen carácter enumerativo) LO 1/1982-, los usos sociales -art. 2.1
LO 1/82-, o cuando concurran circunstancias, diversas y casuísticas, de variada índole
subjetiva u objetiva, que, en un juicio de ponderación y proporcionalidad, excluyen la
apreciación de la ilicitud o ilegitimidad de la intromisión".
Esto último ya nos indica claramente que por perfecta que pueda llegar a ser una
definición del derecho a la propia imagen y una delimitación de su contenido, el
juicio final sobre la existencia o inexistencia de intromisión ilegítima va a depender
de una valoración de todos los datos y circunstancias del caso concreto. De ahí
que sean frecuentes en las sentencias del Tribunal Constitucional sobre esta materia

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locuciones adverbiales encadenadas del tipo "ahora bien", "no obstante" u otras
similares, indicativas de que la regla tiene sus excepciones y en éstas, a su vez, suele
aparecer no pocas veces la "excepción a la excepción".
Por lo que se refiere a las facultades de aprovechamiento económico de la imagen,
en definitiva a su valor patrimonial, aparecen mencionadas en la jurisprudencia porque
también este valor lo contempla la LO 1/82. Sin embargo parece conveniente hacer
alguna puntualización que nos lleva al siguiente apartado de este trabajo.

V. DIMENSIÓN CONSTITUCIONAL Y ASPECTO EXCLUSIVAMENTE


PATRIMONIAL DEL DERECHO A LA PROPIA IMAGEN
La configuración del derecho a la propia imagen en nuestro ordenamiento como un
derecho fundamental autónomo, diferente del derecho al honor y, sobre todo, del
derecho a la intimidad, y la tipificación de "la utilización del nombre, de la voz o de la
imagen de una persona para fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga"
como intromisión ilegítima en el apdo. 6 del art. 7 LO 1/82, producen un cierto efecto
perturbador a la hora de enjuiciar algunos casos en los que se advierte que el verdadero
objeto del litigio no es tanto el derecho en sí mismo a la propia imagen como el interés
económico asociado a la imagen de determinadas personas.
Los norteamericanos, siempre más pragmáticos que nosotros, optan por derivar hacia
el derecho a la vida privada los problemas que como derecho fundamental presenta la
captación o reproducción inconsentida de la vida de cualquier persona. De este modo
separan sencilla y radicalmente lo personal de lo patrimonial y, al mismo tiempo, logran
una visión más completa de lo patrimonial que nosotros. Marc CARRILLO considera
preferible la consideración autónoma del derecho a la propia imagen como derecho
fundamental, sin embeberlo en el derecho a la intimidad o en el derecho al honor (7), pero
la doctrina no ha dejado de señalar los serios inconvenientes que plantea una mención
de lo patrimonial tan escueta o lacónica como la de la LO 1/82, que obliga a su integración
con otras normas dispersas en el ordenamiento.
Así CANO VILÀ, al comentar la STS 1-4-03 (recurso n.º 2563/97) sobre una colección
de cromos de futbolistas, cita los trabajos más reseñables de nuestra doctrina científica
sobre el contenido patrimonial del derecho a la propia imagen y su consideración
como objeto de negocios jurídicos, y examina el modelo del right of publicity adoptado
en varios estados de los Estados Unidos de América. Se trataría del "derecho de
cada uno a controlar y aprovecharse de los valores publicitarios o comerciales que él
mismo ha creado o adquirido", o del "derecho inherente a toda persona de controlar

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la utilización comercial de su identidad". Para esta autora la ventaja de ese método es


permitir el desarrollo de un negocio jurídico que tenga por objeto la propia imagen y
permita transmitir su titularidad. Tras citar la definición de este derecho por IGARTUA
ARREGUI como "el derecho a la explotación exclusiva de los signos característicos de
la personalidad con fines publicitarios o comerciales", CANO VILÀ opina que "mediante
la incorporación de esta figura al derecho español se solucionarían determinados
problemas derivados de la naturaleza personalísima que se atribuye al derecho a la
propia imagen. Por ejemplo, los derivados del carácter revocable del consentimiento que
contiene el art. 2.3 de la LO 1/1982, ya que en ese caso, el derecho sería transmisible
inter vivos y el cesionario sería el titular del derecho y podría defenderlo frente a terceros"
(8).
Pues bien, este problema se ha planteado tanto ante el Tribunal Constitucional como
ante el Tribunal Supremo. La STS 9-5-88 no dudó en aplicar la LO 1/82 para apreciar
intromisión ilegítima en el derecho de los futbolistas afiliados a la AFE, que habían
negociado mediante su agente exclusivo la explotación de su imagen en álbumes
de cromos para el campeonato de Liga 1981/82 y el Mundial de 1982, por haberse
continuado la distribución de los álbumes y cromos una vez acabada la temporada y
por tanto sin contrato. Señala esta sentencia que la existencia de un interés público
"se halla muy distante de subyacer en el mero interés crematístico", y que "ello cabe
sostenerlo aún con mayor fuerza cuando la persona cuya imagen se comercializa sin
su consentimiento, tiene un carácter público que acrecienta el interés económico de la
difusión, hasta tal punto que la legislación contempla expresamente su explotación",
cual hace el art. 7.3 del RD 1006/85. La STC 231/88, de 2 de diciembre, que anuló
la STS 28-10-86, sobre el vídeo con las imágenes del torero Juan en la enfermería
de la plaza de... poco antes de que muriera mientras lo trasladabana..., apuntó que la
explotación económica del derecho a la imagen era protegible en vías civiles según la
LO 1/82 pero que el contenido patrimonial del derecho a la propia imagen no podía ser
objeto de tutela en vía de amparo. Por su parte la STS 21-12-94 (recurso n.º 3651/91)
confirmó la desestimación de una demanda interpuesta contra el Ministerio de Cultura
por la heredera de una famosa cantante de zarzuela de los años 30. La demanda se
fundaba en el art. 7.6 LO 1/82 y la intromisión denunciada consistía en haberse utilizado
para la publicidad de la zarzuela La Chulapona, que se iba a representar en 1988,
una fotografía de dicha artista utilizada para anunciar el estreno de la obra en 1934. El
argumento principal de la Sala 1.ª es que el art. 7.6 sólo se aplica cuando la utilización
de la imagen tenga como fin "predominantemente casi exclusivo y absolutamente único
el crematístico, comercial, publicitario y análogos", lo que no sucedía en el caso porque
como fin más relevante debía destacarse el cultural de propiciar el resurgimiento de la
zarzuela. Y al abordar la cuestión de los ingresos obtenidos por la venta de posters
y libretos, se destacaba lo reducido de tales ingresos y el bajo precio de venta como

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prueba de que no se buscaba primordialmente el beneficio económico, considerándose


finalmente una cuestión ajena al pleito la de "los posibles derechos de participación
económica" de la demandante en las ventas.
La STS 3-10-96 (recurso n.º 4033/92) apreció intromisión ilegítima en la utilización,
para el calendario de una marca de cervezas, de una fotografía de regatistas olímpicos
tomada en plena competición, razonando que esta imagen, tomada en su día con fines
informativos, no podía utilizarse para fines publicitarios y comerciales sin consentimiento
de los fotografiados, ya que el interés público "se halla muy distante de subyacer en el
mero interés crematístico". Además, previamente se analizan las razones por las que el
tribunal de apelación había desestimado la demanda y se califican como "un relato más
propio de un litigio sobre los derechos de propiedad intelectual sobre tales fotografías
que de uno como el presente sobre intromisión ilegítima en el derecho fundamental a
la propia imagen".
Especial importancia llegó a tener la STS 30-1-98 (recurso n.º 23/94), sobre la campaña
publicitaria de un producto para los pies mediante una imagen que recordaba al cantante
y presentador Luis y un lema inspirado en el título de uno de sus discos, porque el
recurso de amparo consiguiente dio lugar a que el Tribunal Constitucional deslindara ya
rotundamente estos dos aspectos del derecho a la propia imagen. El Tribunal Supremo,
con voto particular discrepante de uno de los magistrados que formó sala, casó la
sentencia de apelación estimatoria de la demanda por no ser "recognoscible" en los
anuncios la imagen del demandante y faltar prueba de la identificación de éste por la
opinión pública. A su vez la STC 81/2001, de 26 de marzo, desestimó el recurso de
amparo subsiguiente por carecer de contenido constitucional el objeto del litigio, ya que
como se apuntaba en las SSTC 231/88 y 99/94 "el derecho constitucional a la propia
imagen no se confunde con el derecho de toda persona a la explotación económica,
comercial o publicitaria de la propia imagen, aunque obviamente la explotación comercial
inconsentida -e incluso en determinadas circunstancias la consentida- de la imagen de
una persona puede afectar a su derecho fundamental a la propia imagen". Se declara
muy rotundamente que, pese a aparecer contemplado en la LO 1/82 "un conjunto de
derechos relativos a la explotación comercial de la imagen", la "dimensión legal del
derecho no puede confundirse con la constitucional, ceñida a la protección de la esfera
moral y relacionada con la dignidad humana y con la garantía de un ámbito privado
libre de intromisiones ajenas". En suma, sin negar "la creciente patrimonialización de
la imagen", se concluye que el art. 18.1 de la Constitución no ampara el aspecto
patrimonial, por lo que esta sentencia prescinde de analizar la razón intrínseca de la
sentencia del Tribunal Supremo.
La STS 20-4-01 (recurso n.º 918/96), sobre un reportaje de desnudo en Interviú de
la cantante Felisa mediando consentimiento y precio, deslindó lo relativo al derecho

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fundamental de todo lo concerniente al incumplimiento contractual que también se


imputaba a la empresa editora de la revista, declarando que esto último tenía un cauce
procesal distinto y no acumulable al de la protección del derecho fundamental a la propia
imagen. Además señaló que el derecho a la propia imagen no se vulneraba por la
publicación de una de las fotografías del reportaje por otra revista diferente, dado que
las fotografías ya habían sido divulgadas por Interviú y su editora había procedido contra
la otra revista al amparo de la Ley de Propiedad Intelectual. Y también puntualizó que la
publicación de una de las fotografías del reportaje, en pequeño formato, en la portada de
otro número de Interviú como anuncio de un poster, no afectaba al derecho a la propia
imagen sino, en su caso, al cumplimiento o incumplimiento del contrato.
La STS 1-4-03 (recurso n.º 2563/97), ya citada por ser la que comenta CANO VILÀ,
declaró que las llamadas consecuencias patrimoniales del derecho a la imagen no
estaban excluidas de la LO 1/82, pues su art. 7 considera intromisión ilegítima el uso
de la imagen para fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga y su art. 2
reconoce la posibilidad de disposición parcial del derecho a la imagen, razones que por
entonces justificaban la adecuación del procedimiento especial de la Ley 62/78 para
ventilar también las cuestiones relativas a la dimensión patrimonial del derecho a la
propia imagen.
En la STS 22-12-05 (recurso n.º 1608/99), sobre nulidad de marcas por consistir éstas
en el apellido de un famoso ciudadano francés experto en jardines (Ducasse), que se
había establecido en San Sebastián durante la segunda mitad del siglo XIX, se señala
cómo el art. 13 b) de la Ley de Marcas de 1988 prohibía registrar como marca el
nombre civil o la imagen que identificara a cualquier persona distinta del solicitante,
salvo autorización, se hace ya expresa mención de la STC 81/2001 y se reproduce lo
más esencial de su doctrina para considerar innecesaria aquella autorización por haber
fallecido el antepasado de la demandante, es decir el afamado jardinero francés, "en
una fecha tan alejada de la de los registros impugnados que coloca a la demandante
fuera de la previsión del artículo 4 de la Ley 1/1982", considerándose así atendible esta
Ley Orgánica también en materias relativas a la dimensión patrimonial del derecho al
nombre y a la propia imagen.
Finalmente, es la STS 28-11-07 (recurso n.º 4718/00) la que más extensamente se
ocupa de esta cuestión a propósito de otro litigio sobre cromos de futbolistas. La
demandante alegaba haber adquirido los derechos de imagen de todos los jugadores
que iban a participar en el Campeonato Mundial de Fútbol de 1998 (Francia), así
como que los demandados habían lanzado una colección de cromos que competía
con la de la actora, pero sin haber pagado nada por derechos de imagen, y que tal
conducta constituía competencia desleal. Como quiera que las demandadas recurrentes
en casación discutieron la legitimación de la empresa demandante para defender un

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derecho en sí mismo personalísimo, cual es el derecho a la propia imagen, el Tribunal


Supremo, con apoyo en la doctrina del Tribunal Constitucional (SSTC 81 y 156/2001),
en la propia jurisprudencia de la Sala (SSTS 21-12-94, 3-10-96 y 1-4-03) y en Real
Decreto 1006/1985, de 26 de junio, regulador de la relación laboral especial de los
deportistas profesionales, rechaza el motivo del recurso fundado en infracción del art.
7.6 de la LO 1/82 razonando que la demanda no contenía una pretensión autónoma cuya
base fuera la propia ley orgánica, sino que el art. 7.6 de la misma se había invocado
únicamente para confrontar la licitud de la conducta de la demandante con la ilicitud
de la de las demandadas. En consecuencia la demandante no se había arrogado la
defensa del derecho a la propia imagen de los jugadores en su dimensión constitucional y
personalísima, sino únicamente la del valor patrimonial de su imagen adquirido mediante
una muy laboriosa negociación. De ahí que, en realidad, fueran los propios jugadores
"quienes carecían de legitimación para proceder contra las demandadas, precisamente
por haber cedido a un tercero sus derechos"; y de ahí, también, que pese a centrarse
el litigio en lo puramente comercial, cupiera advertir la intromisión ilegítima prevista en
el art. 7.6 de la LO 1/82, aplicable incluso en la dimensión no estrictamente patrimonial
del derecho a la propia imagen, y no se apreciara ninguno de los casos del art. 8 de la
misma ley orgánica.
Parece claro, pues, que en el derecho a la propia imagen debe distinguirse lo
personalísimo o fundamental de lo comercial o patrimonial. Esta claridad teórica,
empero, no elimina las dificultades prácticas de los litigios que mezclan ambos aspectos
ni, desde luego, las dudas sobre la conveniencia de seguir manteniendo el derecho a la
propia imagen como un derecho fundamental autónomo. El estudio de la jurisprudencia
enseña que rara vez la captación, reproducción o publicación de la imagen de una
persona vulnera única y exclusivamente su derecho a la propia imagen, ya que lo más
frecuente es una intromisión ilegítima añadida en su intimidad y a veces en su honor,
dándose también casos en los que mediante la imagen se vulnera uno de estos dos
últimos pero no precisamente el derecho a la propia imagen.
Lo que sucede es que el valor comercial o patrimonial de la imagen ha llegado a ser
tan alto, incluso en personas que se hacen famosas sin ningún mérito aparente, que lo
patrimonial domina no pocas veces el litigio concreto, relegando a un segundo plano lo
personalísimo.
Un ejemplo para pensar es la STC 99/1994, de 11 de abril, sobre el derecho a la propia
imagen de un cortador de jamón ("oficial de 2.ª deshuesador de jamones") despedido
de la empresa por negarse a ser fotografiado durante un acto de promoción del jamón
extremeño que aquélla se proponía comercializar, sentencia que amparó al trabajador
porque el anonimato no es un valor absolutamente irrelevante y entre las tareas que tenía
encomendadas, o a las que venía obligado por el contrato de trabajo, no se encontraba

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la "exhibición de su habilidad en la promoción del producto". El argumento desde luego


es impecable, pero parece inevitable preguntarse si la negativa del trabajador no habría
sido fácilmente vencible mediante una adecuada compensación económica; esto es, si
lo subyacente a la negativa no era una razón puramente crematística. Por su parte la ya
citada STS 20-4-01 (recurso n.º 918/96) destaca cómo la imagen es "frecuente objeto de
tráfico en materia laboral y comercial, tráfico que está sometido para el último supuesto
a la protección procesal común".
Cabe por tanto sostener que de cara a una nueva regulación de los derechos
fundamentales hoy protegidos civilmente por la LO 1/82 podría ser conveniente
prescindir del derecho a la propia imagen como derecho fundamental autónomo, excluir
de la futura ley orgánica los aspectos comerciales y patrimoniales y, precisamente
porque el art. 18.1 de la Constitución se refiere al "derecho" y no a los "derechos", tipificar
como constitucionalmente ilegítimas las conductas relativas a la imagen de las personas
sólo cuando vulneren su intimidad o su honor.

VI. DISPONIBILIDAD DEL DERECHO: EL CONSENTIMIENTO Y SU


REVOCACIÓN

1. Irrenunciabilidad frente a disponibilidad


Según el apdo. 3 del art. 1 de la LO 1/82 "el derecho" al honor, a la intimidad personal
y familiar y a la propia imagen es irrenunciable. La renuncia a la protección prevista en
la propia ley será nula sin perjuicio de los supuestos de autorización o consentimiento
a que se refiere el art. 2.
El propio legislador, en el Preámbulo, explica que el consentimiento del interesado "no
se opone a la irrenuncibilidad abstracta de dichos derechos, pues ese consentimiento no
implica la absoluta abdicación de los mismos, sino tan sólo el parcial desprendimiento
de alguna de las facultades que los integran".
Sin embargo, antes de la referencia del art. 2 al consentimiento, contenida en su
apdo. 2, el apdo. 1 dispone que la protección civil quedará delimitada, además de
por las leyes, "por los usos sociales atendiendo al ámbito que, por sus propios actos,
mantenga cada persona reservado para sí misma o su familia". Se contempla, pues, un
elemento aparentemente distinto del consentimiento pero muy próximo a éste, porque
consiste en los actos propios de la persona de los que implícitamente, no expresamente,
se desprenda su consentimiento a la captación y difusión de su imagen. No parece

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discutible, por tanto, que la persona decidida a hacerse famosa a toda costa y que para
ello se deja ver en toda ocasión propicia para ser grabada estaría renunciando en una
altísima medida a su derecho a la propia imagen, lo mismo que sucede con los aspirantes
a famosos que venden descaradamente su intimidad en los programas de "telebasura".
Es el apdo. 2 del mismo art. 2, como se ha apuntado ya, el que directamente se ocupa
del consentimiento al excluir la intromisión ilegítima "cuando el titular del derecho hubiere
otorgado al efecto su consentimiento expreso". A la revocación del consentimiento se
dedica el apdo. 3, disponiendo que "el consentimiento a que se refiere el párrafo anterior
será revocable en cualquier momento, pero habrán de indemnizarse, en su caso, los
daños y perjuicios causados, incluyendo en ellos las expectativas justificadas".
El Preámbulo de la ley, al referirse a este artículo y precisamente por la irrenunciabilidad
abstracta de estos derechos, subraya muy especialmente la exigencia de "que el
consentimiento sea expreso" y la posibilidad de su revocación "en cualquier momento,
aunque con indemnización de los perjuicios que de la revocación se siguieran al
destinatario del mismo".

2. Disponibilidad por menores e incapaces


Aún hay otro artículo más, el 3, dedicado al consentimiento. Su apdo. 1 permite a los
menores e incapaces prestar por sí mismos el consentimiento "si sus condiciones de
madurez lo permiten" y su apdo. 2 exige, en otro caso, que se otorgue mediante escrito
por su representante legal previa comunicación al Ministerio Fiscal.
Para el consentimiento de los menores, sin embargo, habrá de estarse a lo dispuesto
en la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de
modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Su art. 4, cuya
rúbrica es precisamente "Derecho al honor, a la intimidad y la propia imagen", obliga
al Ministerio Fiscal a intervenir cuando los medios de comunicación utilicen imágenes
de menores que puedan implicar una intromisión ilegítima en su intimidad, honra o
reputación, o que sea contraria a sus intereses (apdo. 2). En consonancia con ello
se considera intromisión ilegitima cualquier utilización de ese tipo "incluso si consta el
consentimiento del menor o de sus representantes legales" (apdo. 3). Se legitima al
Ministerio Fiscal "en todo caso" para ejercitar las acciones correspondientes de oficio
o a instancia de cualquier interesado, sin perjuicio de las que puedan ejercitar los
representantes legales del menor (apdo. 4) y, en fin, se impone a padres, tutores y
poderes públicos el respeto a estos derechos y su protección frente a posibles ataques
de terceros.

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De esta innovación normativa se ocupa la STS 19-7-00 (recurso n.º 2845/95), sobre
el programa concurso ("Qué verde, qué verde") de una televisión local consistente en
que quien fallaba tuviera que quitarse una prenda de vestir hasta resultar ganador el
que no se quedase totalmente desnudo. Un joven de 16 años participó en el concurso
con su novia y posteriormente el padre de aquél interpuso la demanda civil solicitando
una indemnización de 5 millones de pesetas. La Sala 1.ª, tras identificar como "tema
central" del asunto "el de la validez y eficacia jurídica del consentimiento del menor",
confirma la desestimación de la demanda tomando como punto de partida la edad del
menor, 16 años; valorando la expresión de su consentimiento por el joven "de forma
clara e inequívoca" al participar voluntariamente en el concurso; considerando que tenía
madurez para prestarlo porque su edad "en los tiempos actuales es suficiente para
conocer lo que se pedía en el programa de televisión y su fuerte carga erótica", algo
corroborado por el hecho de tener novia; y señalando, no obstante, que la normativa
aplicada y aplicable al caso había sido modificada luego por la LO 1/96, de cuyo art. 4.3
resultaba "que la finalidad de la norma ha de cumplirse siempre, pese a que el menor
dé su consentimiento: se considera intromisión ilegítima sin distinción de casos".
El tono general de la jurisprudencia civil en materia de derecho de los menores a su
propia imagen es de un gran rigor. La STS 7-7-04 (recurso n.º 4364/99) confirmó la
condena de TVE por un reportaje del prestigioso programa "Informe Semanal" sobre
el maltrato a menores por incluir imágenes de una niña de nueve años ingresada en
un centro hospitalario por maltrato y abandono. Se recalca la falta de consentimiento
expreso, "exigido con el mayor rigor cuando la imagen ha sido captada en el ámbito de la
vida privada", y se razona que "el sujeto pasivo era una menor, cuyos derechos merecen
un especial protección, por lo que los mismos no debían ser sacrificados aunque se
tratase de comunicar una información exenta de ánimo de lucro y hasta socialmente
relevante". A todo ello se añade la existencia de procedimientos técnicos que podrían
haber evitado la identificación de la niña y que sin embargo no fueron utilizados por la
cadena de televisión. Y precisamente porque las imágenes afectaban a la vida privada
de la menor, se aprecia también una vulneración de su intimidad.
La STS 12-7-04 (recurso n.º 3156/00), acerca de una información de la revista Semana
sobre la obtención del pasaporte para la hija de la tonadillera Elena incluyendo
fotografías de la niña, destaca cómo la LO 1/96 ha reforzado la protección de los
derechos fundamentales de los menores. Se rechaza que en este caso los usos sociales
pudieran suplir la falta de consentimiento por el hecho de haber aparecido ya publicada
la fotografía de la niña en otros medios, porque el derecho cuya protección se pedía
era el de la menor a su propia imagen y no el de su madre a la intimidad, y tampoco
se acepta el argumento exculpatorio de que las fotografías procedieran de una agencia,
porque nada impedía haber requerido a ésta para que acreditara el consentimiento.

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Sin aludir a la LO 1/96, pero reconociendo la especial protección de la imagen de los


menores, la STS 18-10-04 (recurso n.º 4647/00) desestima el recurso de la revista Diez
Minutos contra su condena por haber publicado un reportaje con fotografía de famosos
visitando a niños enfermos de cáncer, al darse la circunstancia de que los padres habían
prohibido la presencia de los medios de comunicación.
La STS 13-7-06 (recurso n.º 2947/00) sí cita ya el art. 4.3 de la LO 1/96, recopila los
precedentes jurisprudenciales sobre el derecho de los menores a su propia imagen
y desestima el recurso de la empresa editorial de un periódico de Murcia que en un
artículo sobre discapacitados había publicado una fotografía que ocupaba la mitad de la
página, tomada en la sede de una asociación de padres, incluyendo la imagen de una
niña de frente con una profesora que aparecía de espaldas. La intromisión se considera
indiscutible por el Tribunal Supremo porque la finalidad e intención del reportaje "en
nada afecta a la legalidad", la imagen de la niña no merecía calificarse de accesoria y
la veracidad no afecta al derecho a la imagen salvo que se manipule la representación
gráfica.
No obstante, algún autor como MACÍAS CASTILO, a propósito de la Instrucción 2/2006
del Fiscal General de Estado sobre el fiscal y la protección del derecho al honor, intimidad
y propia imagen de los menores, opina que "la LO1/96 no aportó mucho más a la
protección de los menores en este ámbito", salvo la "super-legitimación" del Ministerio
Fiscal. En cualquier caso, como este mismo autor señala, el derecho al honor y a la
intimidad exigen una mayor protección o un doble reforzamiento frente al derecho a la
propia imagen, porque la explotación económica de ésta es socialmente más aceptable
y personalmente menor perjudicial para el desarrollo integral del menor (9).
De nuevo surgen, pues, las diferencias entre honor e intimidad, de un lado, y propia
imagen, de otro, debidas sobre todo al importante valor comercial o patrimonial de esta
última incluso tratándose de menores, cuya intervención en programas infantiles de
televisión y en concursos de aspirantes a estrellas de la canción han sido siempre una
constante. Estas diferencias llegan a reflejarse en la propia LO 1/96, ya que su ámbito
de aplicación no es realmente el del derecho de los menores a su propia imagen en
general, sino el de la utilización de sus imágenes "que puedan implicar una intromisión
ilegitima en su intimidad, honra o reputación, o que sea contraria a sus intereses".
Por tanto habrá que preguntarse otra vez si la configuración del derecho a la propia
imagen como un derecho fundamental autónomo e independiente de los derechos al
honor y a la intimidad tiene o no una verdadera utilidad práctica.

3. Forma y prueba del consentimiento

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La exigencia legal de que el consentimiento sea "expreso" ha dado lugar a algunas


consideraciones jurisprudenciales sobre la forma del consentimiento y su prueba o, más
bien, la carga de su prueba.
Se ha aclarado, en primer lugar, que "expreso" no equivale a "escrito" En este sentido
se pronuncia la STS 25-1-02 (recurso n.º 2689/96), sobre una campaña publicitaria de
productos informáticos con la imagen del presidente de la Federación Española de Vela,
al considerar que de los hechos probado se deducía "unívocamente" su consentimiento
y que éste puede deducirse "de actos o conductas de inequívoca significación, que es
lo opuesto a lo ambiguo o dudoso".
Sin embargo no siempre las cosas parecen tan claras porque, según señaló la STS
28-5-02 (recurso n.º 3761/96), hay profesiones, como las de modelo, actor o actriz, en
las que el consentimiento "no sólo excluye el concepto de intromisión, sino que implica
el ejercicio del derecho a la imagen".
En cualquier caso la regla general es el rechazo del consentimiento implícito por el solo
hecho de ser más o menos público el espacio o lugar en que se captó la imagen (STS
28-5-02 en recurso n.º 3761/96, sobre fotografías en una playa nudista).
De ahí que también sea regla general la de imponer a quien alegue el consentimiento
la carga de probarlo (STS 18-10-04, en recurso n.º 4257/00, que cita las SSTS 29-3-,
30-10 y 7-10-96), sin que la empresa editora de la revista que publica una imagen pueda
presumir que el consentimiento había sido obtenido por la agencia que le facilitó las
fotografías (STS 12-7-04 en recurso n.º 3156/00), ni tampoco a partir del consentimiento
de la afectada sólo para la captación de la imagen (STS 22-2-06 en recurso n.º 2926/01),
de suerte que se considera ilícita la publicación de una foto de bodas más de cuarenta
años después porque el permiso para la publicación no "cabe entenderlo hecho por tener
la fotografía el archivo del heredero del fotógrafo que la hizo" (STS 11-12-95 en recurso
n.º 1436/92).

4. Alcance y extensión del consentimiento


Frecuentemente se plantean ante los tribunales casos en los que la captación y
utilización de la imagen habían sido consentidas en su momento pero, años después, la
imagen vuelve a aparecer fuera ya del contexto en el que se obtuvo el consentimiento.
La respuesta que suele darse en estos casos es restrictiva. Así la STS 29-6-04 (recurso
n.º 3057/98), sobre fotografías de una enferma de SIDA ya fallecida en un reportaje
sobre el contagio profesional de la enfermedad, calificó de "restringido" el consentimiento
para publicar imágenes de una persona fallecida y rechazó que pudiera prestarse por
familiares próximos pero distintos de los herederos forzosos y los pertenecientes al

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círculo familiar más próximo. Y la STS 18-10-04 (recurso n.º 4257/00) rechaza que el
consentimiento pueda ser "indefinido".
Sin embargo una finalidad primordialmente cultural sí puede justificar la reproducción de
la imagen de una artista famosa en su tiempo más de cincuenta años después, como en
el caso de la cantante de zarzuela examinado por la STS 21-12-94 (recurso n.º 3651/91)
anteriormente citada.
En cuanto a la extensión del consentimiento las pautas fundamentales son las siguientes:
primera, que la captación consentida de la imagen no presupone consentimiento también
para su reproducción o publicación; y segunda, que si se consintió la utilización de la
imagen para un determinado fin, el consentimiento no se amplía a otros fines.
De lo primero trata la STC 139/01, de 18 de junio, sobre imágenes del financiero Juan
de safari en Kenya, considerando intromisión ilegítima la publicación de unas fotografías
cuya captación sí había sido consentida pero únicamente para que permanecieran en
el ámbito personal y familiar de los interesados, no para su entrega mediante precio
desviándolas para su publicación. Esta sentencia anula la STS 21-10-97 (recurso n.º
2827/93), que había descartado la ilicitud por la notoriedad del personaje, el carácter
público del lugar donde se habían tomado las fotografías y la falta de incidencia de
éstas en la intimidad de los interesados. La segunda sentencia de la Sala 1.ª, de
15-11-01, acataría lo resuelto por el Tribunal Constitucional, aunque considerando que
la vulneración era del derecho a la intimidad, no a la propia imagen, y añadiendo algunas
consideraciones sobre el Tribunal Constitucional que motivaron el voto particular de uno
de los magistrados de la Sala de lo Civil.
Un asunto parecido desencadenó otro conflicto entre el Tribunal Supremo y el Tribunal
Constitucional. La STS 17-12-97 (recurso n.º 30/94), sobre la publicación en la revista
Diez Minutos de unas fotografías del financiero Fernando en la playa con su novia,
excluyó la intromisión ilegítima por el carácter público del personaje, el interés general de
la información y el lugar público en que se habían tomado las fotografías por un amigo de
la pareja aunque fuera exclusivamente para su álbum personal. Recurrida esta sentencia
en amparo, la STC 83/02, de 22 de abril, la anuló por el "carácter estrictamente privado
y familiar" de las fotografías y su publicación "sin el consentimiento de los afectados,
y mediante una operación de terceros ajena a su voluntad". Se considera por demás
decisivo que, cualquiera que fuese la vía por la que las imágenes llegaron a la revista, los
responsables de ésta decidieron publicarlas "sin averiguar su procedencia ni obtener el
consentimiento del recurrente". La STS 14-11-02 (recurso n.º 30/94), segunda sentencia
de la Sala 1.ª en el mismo recurso de casación, desestima sin más consideraciones los
motivos estimados en su día por la primera sentencia, acatando por imperativo legal lo
resuelto por el Tribunal Constitucional, pero al pronunciarse sobre el motivo concerniente
a la indemnización rebaja la cifra de 20 millones de pesetas fijada en la instancia a

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200 euros. Interpuesto un nuevo recurso de amparo por el demandante, la STC 300/06,
de 23 de octubre, con voto particular discrepante de uno de los magistrados, otorgó el
amparo frente a la reducción de la indemnización por considerar que la cantidad final
era "meramente simbólica" e implicaba menoscabar la eficacia de la sentencia anterior
del propio Tribunal Constitucional.
Un asunto diferente, pero también sobre derecho a la propia imagen, había dado lugar a
discrepancias entre los dos tribunales. La STS 7-7-98 (recurso n.º 1630/94), acerca de
un reportaje de la revista Interviú sobre una secta, ilustrado con fotografías de algunos
adeptos, entre ellos la demandante desnuda, casó la sentencia de apelación para, en
su lugar, desestimar la demanda porque la demandante tenía "una cierta notoriedad en
el ámbito de la secta y las fotografías podían ser publicas sin necesidad de un "permiso
especial" de la afectada por ser accesorias del artículo periodístico. Esta sentencia sin
embargo fue anulada por la STC 156/01, de 2 de julio, que de modo un tanto confuso
aprecia intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen porque las fotografías
vulneraban la intimidad de la afectada, razonamiento que motiva el voto particular de
un magistrado para el cual sólo se había vulnerado el derecho a la propia imagen.
Sea como fuere, interesa destacar que para el Tribunal Constitucional el derecho a
la imagen "se encuentra delimitado por la propia voluntad del titular del derecho que
es, en principio, a quien corresponde decidir si permite o no la captación o difusión
de su imagen por un tercero". Por esta razón el consentimiento para la captación de
las fotografías, que efectivamente había concurrido, no se extendía sin embargo a su
publicación. La segunda sentencia de la Sala 1.ª en el mismo recurso de casación, de
26-4-02, se limitó a acatar la del Tribunal Constitucional, pero otra bastante posterior,
la STS 22-2-06 (recurso n.º 2926/01), enjuicia otro reportaje muy similar y comparte la
doctrina de la sentencia del Tribunal Constitucional para apreciar intromisión ilegítima
porque el consentimiento meramente presunto no la excluye. Se declara además que
el consentimiento "no puede ser general, sino que habrá de referirse a cada concreto
acto de intromisión".
Estos desencuentros entre los dos altos tribunales, con votos particulares incluidos, no
significan, empero, que el problema de la extensión del consentimiento presente una
especial complejidad. Si se leen todas las sentencias recaídas en esos dos asuntos se
comprobará que la clave no está tanto en el alcance y extensión del consentimiento
cuanto en la reducción de la esfera privada de las personas de notoriedad pública,
volviendo a surgir de nuevo el problema de la utilidad del derecho a la propia imagen
como derecho fundamental autónomo.
Puede afirmarse por tanto que la jurisprudencia sobre la necesidad de consentimiento
para la captación de la imagen y una determinada utilización de la misma es, en líneas
generales, pacífica. Así, la STS 3-11-88 declara que el consentimiento para la obtención

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de la imagen no se extiende a su difusión y la STS 29-3-96 (recurso n.º 289/92) considera


que las tomas de la sesión fotográfica de una modelo para su propio book o álbum
profesional no implican consentimiento para que el fotógrafo, que había cobrado por
la sesión, venda luego una de las fotos a una editorial para la portada de un libro. La
STS 3-10-96 (recurso n.º 4033/92) rechaza el uso comercial, para un calendario, de las
fotografías de unos deportistas en competición tomadas en su día con fines informativos.
La STS 24-4-00 (recurso n.º 2196/95), sobre unas fotografías en la revista Díez Minutos
de la actriz Ana y su hermana con ocasión de la boda de esta última, declara que "el
consentimiento, pues, debe versar sobre la obtención de la imagen y sobre la concreta
publicación de la misma en un determinado medio", de suerte que si bien las fotografías
fueron encargadas en este caso a un estudio fotográfico, ello no suponía consentimiento
expreso para publicarlas en ninguna revista. Se hace una distinción entre las fotografías
en el domicilio de los padres de las afectadas y las obtenidas en la iglesia como lugar
de culto abierto al público, así como entre la actriz, persona de proyección pública,
y su hermana codemandante, carente de tal proyección, pero pese a ello se aprecia
intromisión en el derecho a la propia imagen de las dos, no en su intimidad. La STS
16-5-02 (recurso n.º 3502/96) declara ilícita la publicidad de una clínica de cirugía
estética con la fotografía de una paciente que había consentido su obtención pero no
su publicación, y considera vulnerado, además, su derecho a la intimidad aunque no
al honor. La STS 24-12-03 (recurso n.º 535/98), acerca de un reportaje en El Mundo
sobre drogas, alcohol, velocidad y ruta del "bakalao", aprecia intromisión ilegítima en
la fotografía que un joven había consentido para una campaña publicitaria sobre los
locales de moda de Pozuelo de Alarcón. Se califica lo sucedido de "desviación" del
consentimiento; se aclara que el consentimiento es diferente según se refiera a la
captación, la reproducción o la publicación, "con significado y alcance autónomo y no
semejante"; para la publicación se exige una "autorización expresa con información del
medio, destino y finalidad de la misma"; y en fin, además de una intromisión en el derecho
a la propia imagen, se aprecia una vulneración del derecho al honor por el pie de la
fotografía, que atribuía al afectado una frase sobre su afición al alcohol que no constaba
hubiera pronunciado. La STS 9-7-04 (recurso n.º 651/99), acerca de un reportaje en la
revista Tribuna sobre la prostitución con la fotografía de un hombre al fondo de la barra
de un bar, declara que "puede ser ilícita por sí misma la publicación de una fotografía
aun tomada con el consentimiento del afectado". La STS 12-7-04 (recurso n.º 3156/00)
considera que la autorización para que un determinado medio publique unas fotografías
no se extiende a otros medios. La STS 18-10-04 (recurso n.º 4257/00) aprecia intromisión
ilegítima en la publicación de una fotografía para ilustrar un reportaje sobre las modelos
que se prostituyen porque la imagen correspondía a una modelo contratada para un
reportaje de tres años antes sobre las crisis de pareja, y considera vulnerado, además, el
derecho al honor de la demandante. Y la STS 25-10-04 (recurso n.º 1114/99), acerca de

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un reportaje en la revista Tiempo sobre la playa nudista de Vera (Almería), declara que
la captación de una foto en lugar público, consentida por el demandante, un ciudadano
alemán, no implicaba en absoluto que el consentimiento se extendiera a su reproducción
y publicación.
De esta línea parece separarse en cierto modo la STS 15-7-04 (recurso n.º 5426/99),
porque el consentimiento de un torero para la captación de una fotografía alrededor de
una ruleta con ocasión de una gala benéfica en el hotel "Incosol" de Marbella se publicó
en El Mundo para ilustrar una noticia sobre los veranos de dicha ciudad indicando en
el pie de foto que el local se correspondía con el casino, pese a lo cual no se aprecia
intromisión en el derecho a la imagen, porque medió consentimiento para su obtención,
ni en el derecho al honor, porque el periódico rectificó inmediatamente su error.

5. La revocación del consentimiento


Ya se ha señalado anteriormente cómo el apdo. 3 del art. 2 de la LO 1/82 considera
revocable el consentimiento "en cualquier momento", aunque habrán de indemnizarse,
en su caso, los daños y perjuicios que se causen, incluyendo en ellos las expectativas
justificadas.
No son muchas las sentencias que tratan de la revocación del consentimiento, tal vez
porque afecta más a la esfera puramente patrimonial del derecho a la imagen que a su
dimensión constitucional.
Una de ellas es la STS 27-6-96 (recurso n.º 2840/92), acerca de la publicación en la
revista Pronto de la fotografía cuya obtención había sido consentida cinco años antes
por una de las muchas víctimas del aceite de colza. En este caso la demanda se
interpuso por los hermanos de la persona fotografiada, ya fallecida, y pese al rigor de
la jurisprudencia para con la publicación de imágenes de personas anónimas después
de su muerte, el Tribunal Supremo considera que no hubo intromisión ilegítima por una
serie de razones consistentes en la falta de prueba de la revocación del consentimiento
por la afectada antes de fallecer; la publicación de la misma fotografía cinco años antes,
en plena actualidad del asunto del aceite de colza, beneficiando en ese momento al
colectivo de afectados porque permitía comprobar las consecuencias de la ingestión del
aceite; el beneficio que también procuró esa publicación anterior a la propia afectada,
pues la fotografía fue portada del ejemplar en que narraba su historia; y el carácter
noticiable del hecho, pasando luego la foto al archivo de la revista, por más que hubiera
sido recomendable referirse al hecho en pasado cuando aquélla volvió a publicarse al
cabo de tantos años.

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Cierta relación con el consentimiento y su extensión y revocación guarda la STC 231/88,


de 2 de diciembre, sobre las imágenes del torero Juan en la enfermería de la plaza de
toros de..., porque distingue la emisión de unas imágenes como noticiables de su puesta
a disposición del público en general mediante la comercialización de un vídeo que las
incorpore.
Sin embargo tal vez sea la STC 117/94, de 25 de abril, la resolución más interesante
al respecto, porque trata de unas fotografías de la por entonces actriz novel Luisa que
se publicaron en la revista Playboy presuntamente contra la voluntad de la interesada.
Como hecho probado se parte de que la interesada había consentido en su momento
no sólo la obtención de sus imágenes semidesnuda por un fotógrafo profesional sino
también su difusión con fines periodísticos o de promoción profesional. Se da también
por sentado que medió una contraprestación a favor de la actriz, porque si bien no
recibió dinero en metálico "sí pretendía un beneficio material propio, como era el de su
promoción profesional mediante la difusión" de las fotografías. Pues bien, en punto a la
revocación del consentimiento se declara que no puede "proyectarse hacia el pasado",
y si bien no se acepta el argumento del Ministerio Fiscal de que la revocación del
consentimiento sólo podía dirigirse al fotógrafo, considerando por el contrario el Tribunal
que tal revocación impedía también a la revista publicar las fotografías en el futuro,
sí se delimitan en el tiempo los efectos de la revocación, que no pueden aplicarse
"a situaciones pretéritas, trocando retroactivamente en ilegítimas intromisiones antes
consentidas". Se razona que "cuando existe una autorización contractual que atribuyó a
la imagen un valor patrimonial poniéndola en el comercio, los efectos de la revocación,
ya se dirija a la persona primitivamente autorizada ya a terceros que de ella traen
causa, habrá de tener en cuenta los condicionamientos o requisitos que resulten de
las relaciones contractuales existentes". De ahí que, como la editora sólo había tenido
conocimiento de la revocación cuando ya resultaba materialmente imposible detener la
publicación de la revista, no se aprecie intromisión ilegítima en el derecho a la imagen,
pues el derecho de la demandante a recuperar su exclusivo derecho sobre las fotografías
tenía que conciliarse con "el del editor a no sufrir un perjuicio patrimonial derivado de la
suspensión de la publicación sin la correlativa obligación de ofrecer garantía suficiente
de resarcimiento de dichos prejuicios", ni tampoco en su derecho al honor, porque los
textos que acompañaban a las fotografías se correspondían con los que cabía esperar
de las revistas del género.

6. Los vicios del consentimiento


La STS 20-4-01 (recurso n.º 918/96), citada a propósito del ámbito del derecho
fundamental a la propia imagen en relación con el ámbito puramente patrimonial o

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comercial de la imagen, se ocupa especialmente del vicio del consentimiento alegado


por la demandante y consistente en la coacción que sobre ella se habría ejercido al
amenazarla con publicar, si no aceptaba posar desnuda para la revista, unas fotografías
no consentidas y tomadas en una playa y en la que la demandante no aparecía
favorecida. El motivo correspondiente del recurso se rechaza por el Tribunal Supremo
razonando que el consentimiento se había prestado libremente porque, a modo de
transacción extrajudicial, la editora de la revista no sólo había pagado una importante
cantidad por el reportaje para el que la cantante aceptó posar desnuda sino que, además,
le había entregado aquellas otras fotografías no consentidas.

VII. MODALIDADES DE INTROMISIÓN ILEGÍTIMA EN EL DERECHO A LA


PROPIA IMAGEN

1. Dificultades de una exacta tipificación


A lo largo de este trabajo se viene insistiendo, y aún se insistirá algo más, en
las dificultades que entraña la configuración del derecho a la propia imagen como
un derecho fundamental autónomo. Tales dificultades se advierten no sólo por las
muchas sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo que aprecian
vulneraciones añadidas de la intimidad, del honor o de ambos derechos, e incluso de
alguno de estos dos pero sin vulneración del derecho a la imagen, sino también por los
votos particulares incorporados a varias de las sentencias del Tribunal Constitucional y
a alguna del Tribunal Supremo.
Como ya se apuntó al final del apartado III, relativo al carácter autónomo del derecho a la
propia imagen, en el propio art. 7 de la LO 1/82, tipificador de las intromisiones ilegítimas
en los tres derechos, se reflejan igualmente esas mismas dificultades. En principio podría
parecer que las intromisiones específicas en el derecho a la propia imagen son las
previstas en los apdos. 5 y 6 de dicho artículo, es decir "la captación, reproducción o
publicación por fotografía, filme o cualquier otro procedimiento, de la imagen de una
persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera de ellos, salvo en los casos
previstos en el artículo 3.2" (apdo. 5) y "la utilización del nombre, de la voz o de la
imagen de una persona para fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga".
Sin embargo la lectura de los demás apartados nos revela que la imagen también puede
ser por sí misma instrumento de intromisión en los otros dos derechos, sobre todo en
la intimidad. Así, el emplazamiento de aparatos aptos "para grabar o reproducir la vida

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íntima de las personas" (apdo. 1); la utilización de aparatos ópticos u otros medios
para el conocimiento de la vida íntima de las personas" (apdo. 2); la divulgación de
hechos relativos a la vida privada de una persona o familia que afecten a su reputación y
buen nombre (apdo. 3), ya que tal divulgación puede perfectamente producirse mediante
la difusión de fotografías o vídeos; lo mismo que sucede con "la revelación de datos
privados de una persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial
de quien los revela" (apdo. 4). Tan es así, que ni siquiera cabe descartar la relación
de la imagen con la intromisión prevista en el apdo. 7, pues la imputación de hechos
o la manifestación de juicios de valor lesivos para la dignidad puede provenir de una
combinación de imagen y texto o de una manipulación de la imagen original.
Cierto es que en la mayoría de los casos no encuadrables en los apdos. 5 o 6 el derecho
vulnerado no habrá sido el derecho a la propia imagen, sino a la intimidad o al honor.
Pero no es menos cierto que en la práctica los casos de la vida real no se presentan
con la nitidez que desearían los teóricos. Valga como ejemplo la STS 2-7-04 (recurso
n.º 2600/98), sobre vigilancia de la puerta de una vivienda por un detective privado que
había instalado su cámara en una ventana de la casa de su cliente para grabar a todo
aquel que entrara o saliera. La casa vigilada era la de la esposa separada del cliente, y la
finalidad de la vigilancia consistía en comprobar si se ocupaba debidamente de los hijos
comunes. El caso es que el asunto se examinó principalmente desde la perspectiva del
art. 7.5 de la LO 1/82, se rechazó la existencia de intromisión ilegítima por considerar esa
finalidad lícita y encuadrable en el art. 8.2 de la propia ley y, en fin, se descartó también
una vulneración de la intimidad porque el art. 102 del Reglamento de Seguridad Privada
de 1994 ofrecía suficientes garantías frente a la utilización indebida de las imágenes por
el detective.
Muy ilustrativo es también el caso examinado por la STS 30-3-01 (recurso n.º 898/96),
consistente en una información de todos los telediarios estatales de la primera cadena de
TVE sobre una operación antidroga con imágenes del interior de una Jefatura de Policía,
tomadas desde el exterior, en las que aparecía una persona que simplemente había
ido allí por una cuestión burocrática y que nada tenía que ver con los detenidos en la
operación policial. El Tribunal Supremo aprecia intromisión ilegítima pero se hace cargo
de las dificultades de tipificación porque, al examinar un motivo fundado precisamente
en la indebida confusión de la imagen con el honor por el tribunal de apelación, lo
desestima, tras exponer la doctrina del Tribunal Constitucional y la jurisprudencia del
Tribunal Supremo sobre casos similares, razonando que la información enjuiciada era
encuadrable en el art. 7 de la LO 1/82, bien en su apdo. 6, bien en su apdo. 5, bien en
su apdo. 7 "como parece más correcto".
Por citar sólo algunos ejemplos más, la STS 11-12-03 (recurso n.º 451/98), acerca de
una noticia de El País sobre la detención de unos policías sospechosos de asesinato,

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consideró que su ilustración con una fotografía que identificaba con uno de los detenidos
a un policía que nada tenía que ver en el asunto vulneraba el derecho de este último
a su propia imagen pero, sobre todo, al honor. Y la STS 14-7-05 (recurso n.º 2758/01),
sobre la aparición de una mujer maltratada en un programa de televisión, confirma la
apreciación de una vulneración de su derecho a la propia imagen, por ser un hecho
probado que la afectada no había prestado su consentimiento, pero sobre toda revoca la
sentencia recurrida para declarar cometida también una intromisión ilegítima en el honor,
por el "evidente eco e impacto social, que somete a la persona afectada a los rumores
y comentarios públicos, y especialmente de sus círculos de amistades y vecinos, con
el consiguiente agobio y disminución de la autoestima por la situación personal y de
relación matrimonial o de pareja que se difunda, todo lo que implica un menoscabo de
la propia y ajena consideración".

2. Presupuesto necesario: la identificabilidad de la persona afectada


En cualquier caso es indispensable, para que haya intromisión, que la persona puede ser
identificada, requisito que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo denominan
"recognoscibilidad" o "reconocibilidad".
La STS 18-5-07 (recurso n.º 292/03) se refiere a "la imagen que contenga los rasgos
físicos que permitan reconocer su identidad" [la de la persona afectada], y la STS 7-3-06
(recurso n.º 2213/00), sobre un fotomontaje de la cara de la hija del cantante Julio Iglesias
en el cuerpo semidesnudo de otra mujer declara que el rostro es "el elemento por el que
más identificable es una persona".
Sin embargo puede concurrir la identificabilidad aunque se oculte el rostro de los
afectados, ya que basta con que puedan ser reconocidos en un círculo más o
menos amplio. Así, las SSTS 17-6-04 y 19-7-04 (recursos n.º 1754/00 y 3735/00
respectivamente), acerca de un reportaje de la revista Interviú sobre el médico de
un pueblo que fotografiaba a sus pacientes desnudas o semidesnudas en la consulta
so pretexto de necesitar las imágenes para un uso estrictamente profesional, apreció
intromisión ilegítima, aunque en la revista se hubiera ocultado el rostro de las mujeres,
porque la identificación, sobre todo en el pueblo donde residían, podía darse mediante
los rasgos físicos "junto con otros datos complementarios y circunstanciales", como por
ejemplo un anillo o un reloj. Parecidas razones justifican la ilicitud apreciada por la STS
9-5-03 (recurso n.º 2882/97) en un reportaje sobre las crisis de pareja publicado en
la revista Woman con la fotografía de unos cónyuges que no habían consentido su
captación ni su publicación. Al argumento del anonimato de éstos se responde por el
Tribunal Supremo que resultaron ser suficientemente identificados por las personas de

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su círculo de conocimiento, "con independencia de que éste sea más o menos amplio";
argumento este último también presente en el STS 12-7-04 (recurso n.º 1702/00), sobre
la fotografía de una persona paseando a su perro por la playa nudista de Vera (Almería),
publicada en la portada del ejemplar de La Voz de Almería correspondiente al 28 de
junio de 1998.
De ahí que la STS 2-7-04 (recurso n.º 1293/00) considere irrelevante que la fotografía
de un matrimonio con sus dos hijos en el publirreportaje de una cadena de centros
comerciales no los identificara con su nombre y apellidos, pues en cualquier caso eran
perfectamente reconocibles. Y de ahí, por el contrario, que no se aprecie intromisión
ilegítima por la STS 28-5-04 (recurso n.º 2138/98), sobre la noticia de un ahogamiento
en la playa con fotografía tomada mientras se intentaba reanimar al bañista, al no ser
la persona "tan identificable"; ni tampoco por la STS 9-7-04 (recurso n.º 2210/99), sobre
una viñeta de Mingote en el diario ABC criticando una campaña turística institucional del
País Vasco mediante la inserción en la viñeta de una foto de la víctima de un atentado
terrorista, ya que como hecho probado se aceptaba que "en la publicación no podía
reconocerse la imagen de la actora".

VIII. LAS CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN O EXONERACIÓN

1. Carácter no exhaustivo del art. 8 de la LO 1/82


El apdo. 1 del art. 8 contiene las causas de justificación para los tres derechos, en tanto
el apdo. 2 se refiere en particular al derecho a la propia imagen.
Ahora bien, la jurisprudencia ha declarado que las excepciones contenidas en el apdo. 2
no son exhaustivas sino que tienen un carácter meramente enunciativo (SSTS 28-12-96
en recurso n.º 564/93, 1-7-04, en recurso n.º 2457/98 con cita de las SSTS 28-10-86 y
25-9-98, STS 2-7-04 en recurso n.º 2600/98 y STS 22-2-07 en recurso n.º 512/03), lo que
permite apreciar otras que guarden relación con las enumeradas. Y con base en esta
jurisprudencia la STS 2-7-04, varias veces mencionada en este trabajo, consideró lícita
la vigilancia del exterior de una casa por un detective privado, grabaciones incluidas, ya
que el interés del progenitor y de los hijos justificaría su licitud.

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2. Actuaciones autorizadas o acordadas por la Autoridad competente de


acuerdo con la ley (art. 8.1 inciso primero)
Esta hipótesis parece ser la menos problemática, ya que normalmente la captación de la
imagen obedecerá a un mandamiento judicial o estará amparada por la normativa sobre
videocámaras de vigilancia citada en el segundo apartado de este trabajo.
A su vez el destino de las imágenes grabadas queda sujeto a la normativa sobre
protección de datos personales, asimismo citada en el mismo apartado.
En este sentido parece apuntar la STS 22-2-07 (recurso n.º 512/03), sobre el seguimiento
de una persona por una agencia de detectives que grababa sus imágenes en la vía
pública para ser presentadas como prueba en un proceso laboral por una mutua de
seguros. Lo que ocurre es que en una de las grabaciones aparecía otra persona y ésta
demandó tanto a la mutua como a la agencia de detectives por vulneración de su derecho
la imagen. El Tribunal Supremo rechaza la alegada vulneración con el argumento
principal de la accesoriedad de la imagen de esta otra persona, pero los razonamientos
añadidos sobre la exclusiva finalidad procesal de la grabación y las garantías suficientes
contra su utilización para un fin distinto, unidos a la expresa consideración de los
supuestos del art. 8 de la LO 1/82 como de "carácter enumerativo", hacen pensar más
bien en una aplicación analógica de esta causa de justificación.

3. Predominio de un interés histórico, científico o cultural relevante (art.


8.1 inciso segundo)
Se ha citado ya más de una vez la STS 21-12-94 (recurso n.º 3651/91) sobre la
reproducción de los carteles publicitarios con la imagen de una famosa cantante de
zarzuela de los años 30, y hay que volver a citarla como ejemplo de apreciación de un
interés cultural predominante que excluye la ilicitud.
Sobre esta misma causa de justificación versan también en alguna medida, o deberían
versar, algunas otras sentencias. La STS 11-12-95 (recurso n.º 1436/92) apreció
intromisión ilegítima en la publicación por Diario 16 de Burgos de una fotografía de los
años 50, extraída de los archivos del heredero del fotógrafo, para ilustrar un artículo
sobre viejas y nuevas costumbres de las parejas. Descartado el consentimiento de
la persona fotografiada para la publicación de la foto, dado el tiempo transcurrido, se
razona que "cualquiera que sea el valor literario que subjetivamente le atribuya su
autor, es evidente que las ideas expresadas no necesitaban el adorno de la fotografía,
absolutamente innecesaria".
Sí se refiere explícitamente al interés cultural la STS 7-10-96 (recurso n.º 2232/93),
sobre una fotografía de dos adultos y un niño, tomada en la vía pública por un fotógrafo

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profesional, que se utilizó para la campaña de un Ayuntamiento fomentando el "respeto


a los mayores". Pues bien, pese a esta finalidad encomiable, se confirma la condena
del fotógrafo y del Ayuntamiento encuadrando los hechos en el apdo. 6 del art. 7 de
la LO 1/82, porque puede haber fines publicitarios que no sean comerciales y porque,
aun admitiendo el interés cultural de la campaña municipal, "ese interés no tiene un
carácter relevante que le haga prevalecer sobre el derecho de los ciudadanos a su propia
imagen". Se añade que el interés cultural no puede ser una "patente de corso" de los
organismos oficiales sino que ha de satisfacerse respetando este derecho, por lo que
se debió solicitar el consentimiento de los afectados o utilizar actores profesionales para
la campaña.
El último argumento es ciertamente discutible, porque el apdo. 1 del art. 8 considera
el interés cultural relevante como excluyente de la intromisión ilegítima "en general".
Cabe sostener, además, que la imagen puede tener un valor artístico o documental
asimilable al histórico o cultural, como con toda razón consideró la ya citada STC 139/01.
No parece por ello que los fotógrafos profesionales y aficionados se vean favorecidos por
la jurisprudencia actual, que también suele acudir al argumento de los procedimientos
técnicos hoy existentes para ocultar en una fotografía el rostro de las personas o,
más en general, para evitar su identificación (p. ej. SSTS 9-7-04 en recurso n.º 651/99
y 7-7-04 en recurso n.º 4364/99). A poco que se reflexione críticamente, habrá que
preguntarse si una combinación de ambos criterios, aplicados sin matices, no quitaría
de la circulación un buen número de las mejores fotografías de la historia o de las
galardonadas anualmente con el premio World Press Photo, muchas de ellas de una
gran crudeza, tomadas sin consentimiento de los fotografiados, algunos de ellos niños,
y en las que tapar los rostros con franjas negras o "pixelándolos" acabaría con su valor
artístico o documental quitándoles toda su fuerza. Y también convendrá plantearse, no
menos críticamente, si la permisividad occidental para con esas fotografías no se debe a
que los personajes son pobres de zonas en guerra o deprimidas que nunca van a poder
demandar al fotógrafo, a su agencia ni al medio ante los tribunales de un país de nuestro
"primer mundo".

4. Imágenes de personas ejercientes de un cargo público o una profesión


de notoriedad o proyección pública, captadas durante un acto público o
en lugares abiertos al público (art. 8.2.a)
Esta causa de justificación debe ponerse en relación, sobre todo, con el apdo. 5 del art. 7,
que considera intromisión ilegítima la imagen inconsentida de una persona fuera de los
lugares o momentos de su vida privada. Configurada como una excepción, significa que
mientras la vida privada se protege incondicionalmente, la vida no estrictamente privada,

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en cambio, puede quedar expuesta a la captación de la imagen y su difusión. Por otra


parte guarda también una innegable relación con el apdo. 1 del art. 2 de la propia ley,
dada su referencia a "los usos sociales atendiendo al ámbito que, por sus propios actos,
mantenga cada persona reservado para sí mismas o su familia".
Se trata de la causa de justificación que más pronunciamientos jurisprudenciales ha
motivado, por lo que no es fácil sistematizarlos. En líneas generales la notoriedad del
personaje, el lugar público donde se obtiene la imagen o ambas circunstancias a la
vez se alegan constantemente para justificar la captación y publicación inconsentida
de imágenes de personas "famosas". Intentando seguir el orden del propio texto legal,
los postulados jurisprudenciales al respecto podrían clasificarse como se propone a
continuación.

A) Ejercicio de un cargo público no necesitado de anonimato


Por esta razón, frecuentemente combinada con las de la finalidad informativa y la
accesoriedad (letra c de este mismo apdo. 2), no se aprecia intromisión ilegítima en
la noticia de un juicio contra un policía incluyendo su foto (STS 24-10-96 en recurso
n.º 3914/92); en la publicación de una fotografía de D. Alfonso Guerra con su hermano
Juan en la que aparecía un escolta que fue quien interpuso la demanda (STS 27-3-99
en recurso n.º 2716/94); en los reportajes de varias revistas sobre los disparos de un
policía del Cuerpo Nacional contra un policía municipal por celos causados a su vez
por una policía municipal, ilustrados con fotografías de ésta tanto de uniforme como
correspondientes a la época en que se presentaba a concursos de belleza (STS 14-3-03
en recurso n.º 2313/97), habiéndose desestimado el recurso de amparo contra la misma
por la STC 72/07); o en la noticia sobre la aprehensión de un alijo de hachís gracias a
un perro especialmente adiestrado, en la que se incluía la fotografía de un guardia civil
que interpuso la demanda (STS 1-7-04 en recurso n.º 2457/98).
La STC 72/2007, de 16 de abril, que desestimó el recurso de amparo contra la STS
14-3-03, sobre la noticia del desalojo forzoso de unas viviendas ilustrada con fotografía
en la que podía reconocerse a una policía municipal integrante de la fuerza pública que
ejecutó la orden de desalojo, expone la doctrina sobre el derecho a la propia imagen
y, tras señalar el carácter accesorio de la fotografía de la policía municipal, razona que
"aunque es cierto que la utilización de cualquier técnica de distorsión u ocultamiento del
rostro de la demandante habría posibilitado que la noticia del desalojo violento hubiera
llegado a los lectores de igual manera y sin merma alguna, como se sostiene en la
demanda de amparo, no lo es menos que, tal como se afirma en la Sentencia recurrida
en amparo, no estamos ante un caso concreto que exija el anonimato, sin perjuicio de

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que en otros pudiera exigirlo". Y la propia STS 14-3-03 contiene una muy útil reseña de
la jurisprudencia aplicable a casos similares.

B) Personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad


o proyección pública
Las imágenes de "famosos" y "famosas", sobre todo si se trata de fotos "robadas", es
decir captadas sin su consentimiento, son sin duda las que generan un mayor número
de procesos sobre derecho a la propia imagen.
La incidencia que en este tipo de conflictos tan habituales tiene el art. 2.1 de la LO 1/82,
con su referencia al ámbito reservado de la persona con arreglo sus propios actos, es
innegable, porque no es nada infrecuente que la fase en que se busca la fama a toda
costa, durante la cual lo que conviene es aparecer en los medios cuanto más mejor
y en cualesquiera lugares o situaciones, se vea seguida de otra en la que, habiendo
alcanzado ya la imagen del "personaje" en cuestión una cierta cotización, éste considera
que pierde dinero con la publicación de cualquier fotografía suya no consentida.
El juez habrá de buscar, pues, el equilibrio en su juicio de ponderación: de un lado,
valorando hasta dónde se entregó al público la persona mientras buscaba la fama; y de
otro, recordando que toda persona, por importante o manifiesta que sean su proyección
pública o su notoriedad, conserva siempre un mínimo reducto de privacidad.
Las declaraciones jurisprudenciales sobre la notoriedad pública de los personajes de la
llamada "prensa del corazón" o "prensa rosa" suelen combinarse con consideraciones
sobre la finalidad informativa de lo publicado y el lugar en donde, o desde donde, se
obtuvieron la imágenes.
El razonamiento que más se reitera en este tipo de asuntos es que los intereses
crematísticos de las empresas mediáticas y la simple curiosidad más o menos malsana
del público no pueden confundirse con el interés social o general ni con la finalidad
informática legítima. Así, la STS 17-7-93 (recurso n.º 3309/90) sobre fotografías en
Interviú de una señora en una fiesta permitiendo ver "la zona del pubis y genital externa";
la STS 22-3-01 (recurso n.º 716/96) sobre fotografías en Diez Minutos de una señora
embarazada probándose un bikini en el probador de una tienda, tomadas desde el
exterior; la STS 1-7-04 (recurso n.º 3912/98) sobre fotografías en Diez Minutos de una
presentadora de televisión tomando el sol en top less en una zona apartada del pantano
de San Juan; la STS 15-7-04 (recurso n.º 4716/00) sobre fotografías en Interviú de otra
presentadora con una joven en la playa, dando a entender el reportaje que mantenían
una relación amorosa; la STS 7-7-04 (recurso n.º 2903/00) sobre fotografías de la top
model Terry tomando el sol denuda en la cubierta de un yate; o la STS 7-3-06 (recurso

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n.º 2213/00) sobre el fotomontaje de la cara de la hija del cantante Carlos sobre el cuerpo
semidesnudo de otra mujer.
Especial interés tiene, en punto a la notoriedad pública y su compatibilidad con el derecho
a la imagen, el contraste entre algunas sentencias, pues la de 24-4-00 (recurso n.º
2196/95) declara muy categóricamente que en la persona de proyección pública "su
derecho al honor disminuye, su derecho a la intimidad se diluye y su derecho a la imagen
se excluye, y este último se excluye en aplicación de lo dispuesto en el artículo 8.2.a)
de la Ley de 5 de mayo de 1982". Sin embargo tal declaración no se ha impuesto
como axioma, porque la posterior STS 22-3-01 (recurso n.º 716/96) ya señaló que
los personajes de notoriedad social también "tienen derecho a preservar su intimidad
e imagen" y la STS 7-7-04 (recurso n.º 2903/00), aplicando la doctrina del Tribunal
Constitucional, recalcó que la notoriedad pública no priva a la persona de un ámbito
reservado de su vida, argumentos que, no obstante, parecen ciertamente más ligados
al derecho a la intimidad que al derecho a la imagen.
En cualquier caso conviene recordar de nuevo la STC 139/01, de 18 de junio, sobre
las fotografías de un conocido financiero de safari en África, en el sentido de que las
personas de notoriedad pública tienen derecho a que no se publiquen imágenes suyas
pertenecientes al ámbito propio y reservado de su vida personal, derecho que sería a
la propia imagen y no necesariamente también a la intimidad. Aplicando explícitamente
la doctrina de esta sentencia, la STS 12-7-02 (recurso n.º 260/97) aprecia intromisión
ilegítima en la publicación de unas fotografías del financiero Luis jugando con el hijo de
su pareja en una finca privada.
Finalmente, en este apartado también merecen alguna consideración los casos de error
del medio de comunicación que publica imágenes de una persona sin proyección pública
atribuyéndole la identidad de un personaje público. Se trata de un error diferente del
informativo en relación con el deber de veracidad, al que luego se aludirá, y su ejemplo
más claro es el de la STS 25-11-02 (recurso n.º 1253/97), que calificó de "falacia
indudable, inequívoca e inexcusable" la publicación en Interviú de unas fotografías
diciendo corresponder a una modelo española de fama internacional cuando en realidad
la joven fotografiada nada tenía que ver con ella, proceder mediante el cual "se suplanta
así la imagen de la primera, y se introduce una segura confusión en el lector, pues
la portada -que reproduce la fotografía de la actora- lleva un titular que da a entender
claramente que en el interior aparecen más fotografías de ella".

C) Imagen captada durante un acto público o en lugares abiertos al


público

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También esta circunstancia, que no debe aislarse de la condición del personaje porque
aparece enlazada con ésta mediante la conjunción copulativa "y" en la letra a) del art. 8.1,
ha motivado interesantes consideraciones jurisprudenciales, algunas de las cuales se
contienen en sentencias que tratan también del requisito de la notoriedad o proyección
pública.
Así la STS 29-3-88, sobre las fotografías de una actriz en top less en una playa de
Menorca, apreció intromisión ilegítima porque la afectada había buscado a propósito
un lugar poco concurrido para salvaguardar su intimidad y su propia imagen, "sin que
sea lícito vulnerar este derecho subrepticiamente bajo los dictados de una corriente
permisiva a la que la actora se mostró reacia rehuyendo la publicidad y sin que el hecho
reconocido de presentarse en top-less autorice la rotura de los moldes en los que se
desenvolvía la fotografía". La STS 7-7-04 (recurso n.º 2903/00), sobre las fotografías de
la top model tomando desnuda el sol en la cubierta de un yate, rechazó el argumento
defensivo de que tanto el yate como el fotógrafo se encontraban en lugar público,
tachándolo de "argumentación fílistea", porque si para captar la imagen de una persona
en lugar privado se cometen otras infracciones, éstas se sumarán a la vulneración del
derecho a la imagen. La también citada STS 1-7-04 (recurso n.º 3912/98), sobre la
presentadora de televisión en el pantano de San Juan, considera que su proyección
pública o notoriedad no justificaba la captación de las imágenes, porque aquélla había
buscado un lugar de difícil acceso para preservar su intimidad.
Ahora bien, puede suceder, y de hecho sucede, que el lugar público o de acceso libre
se invoque al margen de la notoriedad del personaje, combinándolo con una finalidad
informativa o publicitaria. Es el caso de las imágenes de playas nudistas en las que es
posible reconocer a alguna de las personas que en ese momento pasean o toman el sol.
La STS 28-5-02 (recurso n.º 3761/96) contiene unas muy interesantes consideraciones
al respecto sobre los diferentes ámbitos o espacios físicos que todo ciudadano puede
establecer para desenvolver su vida íntima. Como ejemplo más restringido pone "la
llamada intimidad en soledad", pero declara que "también es protegible una intimidad sin
aislamiento cuando la misma se circunscribe a un ámbito familiar o a otro círculo personal
restringido", descartándose en cambio la intimidad en los espacios públicos. Entre los
espacios intermedios se encuentran los nudistas o naturistas, porque las playas, aun
siendo bienes de dominio público, pueden tener zonas restringidas a su uso como
playas nudistas, hoy comúnmente aceptadas, en las que determinados grupos humanos
proceden al ejercicio de una libertad constitucionalmente respetable sin molestar a los
demás ni ser inquietados por ellos. Pues bien, a partir de todas estas consideraciones
se aprecia intromisión ilegítima: primero, porque la confianza en el respeto a la libertad
de practicar el nudismo en una de esas zonas "permite a los seguidores del movimiento
nudista desarrollar las actividades que consideran oportunas en la forma que creen más

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adecuada, configurando así un ámbito de privacidad absolutamente legítimo, dentro del


cual pueden, perfectamente, decidir si autorizan o no la obtención o la reproducción
de su imagen"; y segundo, porque ha de rechazarse la tesis del interés general de un
reportaje sobre el nudismo, pues éste "no puede exigir el sacrificio de quien disfrutando
de la actividad a que la información se refiere ve su imagen utilizada sin su permiso, con
notable deterioro de su intimidad, máxime si su identidad podría haber sido fácilmente
velada". Dos años después, la STS 12-7-04 (recurso n.º 1702/00) se remitiría a aquélla
para apreciar también intromisión legítima en una portada de periódico con la fotografía
de una playa nudista en la que aparecía una persona identificable paseando a su perro.
Ni que decir tiene que, como tantas veces, el derecho a la propia imagen vuelve a
desdibujarse en beneficio del derecho a la intimidad, pues la imagen acaba enjuiciándose
no tanto por sí misma cuanto como medio o instrumento para vulnerar la intimidad.
Caso distinto es el de todo un clásico ya de los informativos de televisión y los periódicos
y revistas en verano. Se trata de las noticias sobre la afluencia a las playas en
periodos vacacionales, apareciendo en general alguna mujer en top lees perfectamente
reconocible y que normalmente no ha advertido que estaba siendo grabada. En estos
casos el espacio es totalmente público y el ámbito de la actividad también, hasta el punto
de que a alguna de las afectadas puede no importarle en absoluto que acaben viéndola
miles de personas. Sin embargo también puede suceder lo contrario, es decir que la
afectada no practique el top less en la playa donde coincida con su familia, amigos,
compañeros de trabajo o conocidos y sin embargo sí lo haga en otras playas o allí donde
haya decidido disfrutar de un periodo vacacional en un entorno diferente del habitual. Se
plantea entonces un difícil conflicto de intereses que la Sala 1.ª ha resuelto en las SSTS
6-5-02 (recurso n.º 3340/96) y 18-5-07 (recurso n.º 292/03) decantándose por proteger a
la persona que aparece en la imagen, con el argumento de que su captación en la playa
no legitima la posterior publicación.
Realmente, tal vez la solución más equilibrada para evitar cualquier tipo de perjuicio
consista en seleccionar las imágenes y emitir o publicar únicamente aquéllas en que la
practicante de top less no sea reconocible.

5. Utilización de la caricatura de personas que ejerzan cargo público o


una profesión de notoriedad o proyección pública, de acuerdo con el uso
social (art. 8.2.b)
Esta causa de justificación ha generado poca jurisprudencia, probablemente por la gran
tolerancia social para con la caricatura.

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Sin embargo sí se ha declarado que lo jocoso, humorístico e incluso sarcástico no


lo justifica todo, y por eso la STS 14-4-00 (recurso n.º 2039/95) apreció intromisión
ilegítima en el honor de un político, no en su imagen, por un chiste en el que se le
tachaba de "ladrón" y la STS 7-3-06 (recurso n.º 2213/00) rechazó aplicar esta causa de
justificación al fotomontaje ya mencionado de la hija de Carlos. Como consideraciones
de interés contenidas en esta última sentencia cabe señalar, de un lado, la posibilidad
de que el fotomontaje pueda ser calificado de caricatura, ampliándose así la definición
del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia como "dibujo" satírico por
atender el Tribunal Supremo a la acelerada expansión actual de la fotografía digital y el
tratamiento de la imagen; y de otro, la improcedencia de identificar el uso social con la
reiteración de una práctica objetivamente ilícita, porque la adecuación al uso social "es
lo opuesto a un uso socialmente inadecuado por repetido que sea".

6. Información gráfica sobre un suceso o acaecimiento público cuando la


imagen de una persona determinada aparezca como meramente accesoria
(art. 8.2.c.)
Esta causa de justificación, legalmente prevista sólo para amparar intromisiones en el
derecho a la propia imagen, vuelve a poner en duda la utilidad práctica de configurar
tal derecho con autonomía respecto de los derechos al honor y la intimidad, porque
lo cierto es que los casos examinados por la jurisprudencia parecen centrarse más en
el honor o la intimidad de los afectados y en la veracidad de la información que en
su imagen, concepto este último que sólo suele abordarse autónomamente al tratar
de la accesoriedad. En otras palabras, una causa de justificación específica para las
intromisiones en el derecho a la propia imagen acaba perdiendo su sentido propio
precisamente por la inevitable relación de tal derecho con los otros dos.
Esto se demuestra por la reiteración de casos ante los tribunales acerca de informativos
de televisión y noticias o reportajes ilustrados, a veces con fotos facilitadas por la Policía,
sobre detenciones, juicios penales o sucesos, cuyo interés jurídico reside sobre todo
en el derecho a informar y la veracidad de la información. Si no hay veracidad porque
el medio no fue debidamente diligente, se aprecia intromisión ilegítima (SSTS 28-3-89,
25-1-99 en recurso n.º 2683/94, 30-3-01 en recurso n.º 898/96, 4-11-03 en recurso n.º
4350/97 y 11-12-03 en recurso n.º 451/98), desmintiéndose así la consideración de la
STS 13-7-06 (recurso n.º 2947/00) sobre la irrelevancia de la veracidad en los juicios
sobre el derecho a la propia imagen. Otras veces se aprecia intromisión, aunque la
información sea veraz, por la falta de relevancia pública del afectado (SSTS 28-6-04
en recurso n.º 3208/98 y 29-6-04 en recurso n.º 3057/98). En ocasiones se rechaza la
ilegitimidad por ser veraz la información (STS 24-10-96 en recurso n.º 3914/92). Y no

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son pocas aquellas en que la licitud se justifica por el interés general de la información
(SSTS 28-12-96 en recurso n.º 564/93, 25-9-98 en recurso n.º 1563/94, 25-10-00 en
recurso n.º 3370/95, 28-5-04 en recurso n.º 2138/98 y 9-7-04 en recurso n.º 146/99).
Sobre el requisito de la accesoriedad, más propio de esta causa de justificación en
cuanto específicamente relativa al derecho a la propia imagen, se pronuncian también
varias sentencias, aunque combinándolo con otros factores como el interés de la
información o la relevancia pública de la persona afectada. La imagen se considera
meramente accesoria en las SSTS 27-3-99 (recurso n.º 2716/94) sobre el escolta de
Alfonso Guerra, 17-3-04 (recurso n.º 1359/98) sobre el fotograma de un precedente
programa de televisión, publicado en una revista de información televisiva, en el
que aparecía un bombero que había intervenido en relación con un conflicto con el
Ayuntamiento (10), 1-7-04 (recurso n.º 2457/98) sobre el alijo de hachís intervenido
gracias a un perro especialmente adiestrado, 15-7-05 (recurso n.º 3118/01) sobre un
accidente de camión mostrando la extracción del cadáver del conductor y 22-2-07
(recurso n.º 512/03) sobre la investigación de una agencia de detectives para aportar
pruebas a un proceso laboral. En cambio no se considera accesoria en las SSTS 9-5-03
(recurso n.º 2882/97) sobre la foto de una pareja anónima en la revista Woman para
ilustrar un reportaje sobre las crisis de pareja, 23-5-03 (recurso n.º 1540/00) sobre
la información de un accidente de tráfico con imágenes de una persona agonizante
mientras era extraída de uno de los vehículos implicados, 17-6 y 19-7-04 (recurso n.º
1754/00 y 3735/00) sobre el médico que fotografiaba desnudas a sus pacientes, 2-7-04
(recurso n.º 1293/00) sobre el publirreportaje de una cadena de centros comerciales y
18-5-07 (recurso n.º 292/03) sobre fotografías de un famoso tenista con su novia en la
playa.
Incluso llega a tratarse en materia de imagen del "reportaje neutral", como hace esta
última sentencia razonando que "resultaría absurdo que, con el pretexto de tratarse de
un 'reportaje neutral', se pudiera difundir -reproduciéndola- una información sobre la que
existe constancia de que supone una intromisión ilegítima". Y el estudio del derecho a la
propia imagen desde perspectivas más propias del derecho al honor aparece también
en la STS 16-9-96 (recurso n.º 3823/92), sobre la fotografía de unos alborotadores en
una manifestación de tiempo atrás, porque en este caso la ilegitimidad se excluye por
la procedencia de las fotos (archivos de partidos políticos y centrales sindicales) y la
veracidad e interés general de la información.
Sobre el derecho a informar versa también la STC 14/03, de 30 de enero, citada en
su momento como la que mejor explica la autonomía del derecho a la propia imagen.
El hecho enjuiciado es la difusión de la reseña fotográfica policial de un detenido que
resultó finalmente absuelto, y el Tribunal Constitucional aprecia una doble vulneración,
del derecho a la propia imagen y del derecho al honor, porque tal difusión no venía

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justificada por la investigación del delito. Esta razón causal del fallo hace inevitable
preguntarse por el tratamiento que corresponde a los carteles fijados en aeropuertos y
estaciones con las fotografías de los terroristas más buscados, problema no abordado
por la sentencia pero que podría resolverse mediante el juicio de proporcionalidad que
la misma considera imprescindible en cada caso.

7. El anonimato como excepción a las causas de justificación de las letras


a) y b) del apdo. 2 del art. 8 (párrafo último del art. 8)
De esta cuestión trata la STC 72/07, de 16 de abril, en la que se refleja de nuevo
lo opinable de todo cuanto concierne a imagen, honor e intimidad porque frente a la
decisión de la mayoría de los magistrados, que consideraron que las circunstancias
concurrentes (desalojo forzoso de varias viviendas por la Policía Municipal) no imponían
el anonimato, se formula el voto particular discrepante de otro para el cual había recursos
tecnológicos suficientes para impedir la identificación de la demandante, sargento de la
Policía Municipal, y la publicación de su imagen no era idónea ni proporcionada a un fin
constitucional legítimo.

IX. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ACOSO MEDIÁTICO


El revuelo informativo de estos últimos días sobre la petición de una hermana de
la princesa doña Letizia para que se adopten medidas cautelares contra los medios
que considera invasivos de su privacidad parece hacer inevitable una referencia a la
sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Sección 3.ª) de 24-6-04, dictada
en asunto de la princesa Carolina de Mónaco y su marido contra Alemania.
El Tribunal Constitucional alemán, en sentencia de 15 de diciembre de 1999, se había
mostrado claramente permisivo para con los medios de comunicación al calificar de
personalidad "absoluta" a la princesa y, con ello, limitar al máximo su privacidad,
reduciéndola prácticamente a ámbitos cerrados.
El Tribunal de Estrasburgo, en cambio, considera que el elemento determinante no es
tanto la notoriedad de la princesa Carolina como la contribución de sus imágenes al
debate de interés general. Y al no apreciarse tal contribución, porque la princesa no
desempeña funciones oficiales y las imágenes eran sobre todo de su vida privada,
reconoce el derecho de aquella a la protección efectiva de su vida privada y a una
"esperanza legítima" de tal protección (11).

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X. CONCLUSIÓN
De las sentencias del Tribunal Constitucional y de la Sala 1.ª del Tribunal Supremo
analizadas se desprende las muchas dificultades que ofrece la configuración autónoma
del derecho a la propia imagen como distinto y separable de los derechos al honor y a
la intimidad personal y familiar. Por más que se insista en su autonomía, nunca deja de
recalcarse su estrecha relación con los otros dos derechos fundamentales.
Es más, la utilidad práctica de dicha autonomía es más que dudosa cuando se
comprueba el gran número de sentencias que fundan su decisión en consideraciones
más propias del derecho al honor, y sobre todo del derecho a la intimidad, que
específicas del derecho a la propia imagen.
Ejemplo bien demostrativo de todos estos inconvenientes es la STC 156/01, de 2 de julio,
acerca de los reportajes de Interviú sobre una secta con fotografías de algunos de sus
adeptos desnudos, pues para justificar la apreciación de una vulneración del derecho
a la propia imagen se llega a argumentar, incluso, que las imágenes han vulnerado el
derecho a la intimidad y por tanto la intromisión en el derecho a la propia imagen es
también constitucionalmente ilegítima.
Si a este problema de delimitación añadimos el del creciente valor comercial o
patrimonial de la imagen, las dificultades no vienen sino a multiplicarse, hasta el punto
de poder llegar a impedir la debida identificación del objeto principal de los litigios sobre
todas estas materias entrecruzadas.
De ahí que resulte necesaria, cumplido ya más de un cuarto de siglo de vigencia de
la LO 1/82, una nueva regulación que tenga en cuenta la realidad de los muchos
litigios planteados durante estos años ante los tribunales. Habrá que decidir entonces si
conviene seguir manteniendo el derecho a la propia imagen como derecho fundamental
autónomo o no será mejor embeberlo en los derechos a la intimidad y al honor.
Esto podrá traer consigo una más atenta consideración normativa del valor artístico y
documental de la imagen, hoy un tanto olvidado. Y al mismo tiempo, en fin, deberá
procurarse una regulación más sistemática y unitaria de los derechos de imagen como
valor comercial o patrimonial de las personas no sólo naturales sino también jurídicas.

Notas
(1) Una buena síntesis del estado doctrinal de la cuestión se encuentra en SEISDEDOS MUIÑO
Ana: "Comentario a la STS 2-7-2004", en Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil, n.º 67,
enero/abril 2005, págs. 423 a 432, en especial p. 426.

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(2) CARRILLO Marc: "El derecho a la propia imagen del art. 18.1 de la CE", Cuadernos de
Derecho Judicial, Honor, intimidad y propia imagen, n.º XXXV de 1993, págs. 65 a 90, loc.
cit. págs. 70 y 71.
(3) Loc. cit. p. 426.
(4) Marc CARRILLO critica esta perspectiva en ob. cit. p. 76.
(5) Sobre esta cuestión, DESDENTADO BONETE Aurelio: "Las pruebas de reproducción de la
imagen y el sonido en el proceso laboral: poderes empresariales e intimidad del trabajador",
La Ley, n.º 6946, 15 de mayo de 2008.
(6) Ob. cit. p. 73.
(7) Ob. cit. p. 72.
(8) CANO VILÀ Eva: "Comentario a la STS 1-4-2003", en Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia
Civil, n.º 64, enero/abril 2004, págs. 99 a 116, loc. cit. p. 109.
(9) MACÍAS CASTILLO Agustín: "El consentimiento del menor y los actos de disposición sobre
su derecho a la propia imagen", La Ley, n.º 6913, 28 de marzo de 2008.
(10) Rafael SÁNCHEZ ARISTI comenta críticamente esta apreciación de accesoriedad en
Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil n.º 66, octubre/diciembre 2004, págs. 1295 a
1308.
(11) Comentan esta sentencia, entre otros, MORENO MOLINA José Antonio, "Prensa del
corazón, 'paparazzi' y derecho a la vida privada. La STEDH en el asunto Carolina de Mónaco
contra Alemania", Actualidad Administrativa, n.º 22, 2.ª quincena de 2004, y SANTOS
VIJANDE Jesús, "La captación y difusión no consentida de la imagen de personas públicas
en momentos de su vida privada", Aranzadi Tribunal Constitucional, 2004, págs. 11 a 27,
este último especialmente crítico para con el Tribunal Constitucional alemán.

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Información sobre el artículo

Título del artículo: "El derecho fundamental a la propia imagen: su contenido.


Regulación normativa y doctrina jurisprudencial"

Autor: Francisco Marín Castán

Incluido en el número monográfico sobre El derecho al honor, a la intimidad y a


la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles de Cuadernos Digitales de Formación
16 - 2008 (Directores: María del Pilar Palá Castán y Pablo Manuel Cachón
Villar)

DOI:

Editor: Consejo General del Poder Judicial (Madrid)

Fecha de publicación: 2009

Copyright 2008, Consejo General del Poder Judicial

License:
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

La protección de datos personales como


derecho fundamental en España y en
la Unión Europea: su contenido y los
derechos que derivan para los ciudadanos

Juan Manuel Fernández López


Abogado. Magistrado excedente. Ex director de la AEPD

Palabras clave
Derechos fundamentales, Protección de datos, Datos personales, Unión Europea

ÍNDICE:

I. El derecho a la protección de los datos personales como derecho fundamental


autónomo
1. Ámbito internacional
2. Ámbito Interno
3. El Nuevo Derecho Fundamental a la Protección de Datos diseñado en la STC
292/2000 y en el Art. 8 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE
A) STC 292/2000
B) Artículo 8 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea
II. Contenido del derecho a la protección de datos
1. Principios relativos a la calidad de datos
2. Principio de Información
3. Principio de consentimiento
4. Principio de seguridad de los datos
5. Deber de secreto
6. Derechos de los afectados
7. Especiales exigencias respecto a los denominados datos especialmente
protegidos

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 99


Fernández López, Juan Manuel La protección de datos personales como ...

III. Desarrollo reglamentario de alguno de los principios de protección de datos


1. Principios relativos a la calidad de datos
A) Principio de lealtad
B) Principio de finalidad
C) Principio de exactitud
2. Regulaciones especificas del consentimiento
A) Consentimiento para el tratamiento de datos de menores
B) Regulación del consentimiento tácito
C) El deber de información y su acreditación
IV. Desarrollo reglamentario de los derechos de los ciudadanos y su ejercicio
1. Disposiciones generales sobre el ejercicio de los derechos de acceso,
rectificación, cancelación y oposición
A) Carácter personalísimo de estos derechos y su ejercicio
B) Condiciones para el ejercicio de estos derechos
C) Procedimiento
2. Derecho de acceso
A) Definición
B) Sistemas de consultas
C) Otorgamiento del acceso
D) Denegación del acceso
3. Derechos de rectificación y cancelación
4. Derecho de oposición
A) Definición del derecho y su delimitación
B) Ejercicio del derecho

La protección de los datos personales tradicionalmente ha venido siendo vinculada al


derecho fundamental a la intimidad personal y familiar tanto por diversas normas de
ámbito supranacional como por nuestro derecho interno.

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 100


Fernández López, Juan Manuel La protección de datos personales como ...

Dentro de dicha configuración se vino a encontrar su habilitación en nuestro país en el


mandato contenido en el artículo 18.4 CE relativo a la limitación de la informática para
impedir que el empleo de esta tecnología pudiese afectar al honor e intimidad personal
y familiar de los ciudadanos.
El Tribunal Constitucional en su sentencia 292/2000, de 30 de noviembre de 2000
(BOE de 4 de enero de 2001) ha venido a definir el derecho a la protección de
datos como aquél que tiene todo ciudadano de disponer libremente de sus datos
personales, desvinculándolo del derecho a la intimidad y configurándolo como un
derecho fundamental independiente (FJ 6 y 7). Viene así a concluir el Tribunal
Constitucional su propia doctrina iniciada con la STC 254/1993, FJ 6, después de superar
pronunciamientos que lo hacían aparecer con carácter instrumental, como garantía-
presupuesto, para la protección de otros derechos (STC 11/1998).
La STC 292/2000 coincide casi en el tiempo con la Proclamación de la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea, hecha en la cumbre de Niza el 7 de diciembre
del 2000, cuyo artículo 8 establece el derecho a la protección de datos también como
derecho independiente, al que describe con gran precisión y nitidez, y define como el
derecho de todo ciudadano a la protección de los datos de carácter personal que le
conciernen.
Pero hasta la formulación del derecho a la protección de datos como derecho
independiente ha debido recorrerse un largo camino tanto en el ámbito nacional como
supranacional.

I. EL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LOS DATOS PERSONALES COMO


DERECHO FUNDAMENTAL AUTÓNOMO

1. Ámbito internacional

Tanto el artículo 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones


Unidas como el art. 8 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y Libertades Fundamentales, vienen a establecer el respeto por la vida
privada y familiar de toda persona sin que se contenga en los citados preceptos,
ni en ninguno otro de dichos textos, referencia expresa alguna a la protección de
los datos personales. Ello no ha sido obstáculo para que el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos declarase contrario al art. 8 y por tanto vinculado a la intimidad, el

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 101


Fernández López, Juan Manuel La protección de datos personales como ...

almacenamiento y la comunicación de datos relativos a la vida privada del demandante y


la negativa a permitirle refutar tales datos (Sentencia de 26 de marzo de 1987 "Laender").
La realidad nos demuestra que, el derecho a la protección de los datos personales,
emerge como derecho individualizado, como facultad de autodeterminación de la
persona frente al desarrollo de la informática y la telemática, que van a permitir la
recogida masiva de datos de los individuos y su tratamiento, para cuya protección va
a surgir el Convenio 108 del Consejo de Europa para la Protección de las Personas
con respecto al Tratamiento Automatizado de Datos de Carácter Personal (firmado por
España el 28 de enero de 1982 y ratificado el 27 de enero de 1984). Este Convenio
tiene por objeto y fin, según señala su art. 1, el garantizar en el territorio de cada
Parte, a cualquier persona física respeto a sus derechos y libertades fundamentales y
concretamente su derecho a la vida privada, en relación al tratamiento automatizado
de sus datos de carácter personal. Como puede observarse, la protección alcanza al
tratamiento automatizado de datos personales, en relación con la garantía de la vida
privada, principalmente.
En el ámbito de la Comunidad Europea se va a producir la Directiva 95/46/CE de 24 de
octubre de 1995 relativa a la protección de las personas físicas y en lo que respecta al
tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos. Obsérvese que
aquí ya alcanza la protección a cualquier tratamiento de datos personales, informatizado
o no, siendo el objeto de la Directiva la protección de los derechos fundamentales y
libertades de las personas físicas, en particular, el derecho a la intimidad, en lo que
respecta al tratamiento de datos personales. Así, también se constata en el texto de la
Directiva, que si bien existe cierta vinculación con el derecho a la intimidad, la protección
de datos adquiere singularidad propia.
La posterior Directiva 97/66 de fecha 15 de diciembre, va a ampliar la protección en el
ámbito concreto de las telecomunicaciones.
Finalmente, como se adelanta más arriba, la Carta Europea de Derechos
Fundamentales, proclamada el 7 de diciembre de 2000, viene a individualizar y
considerar como derecho fundamental de los ciudadanos europeos el derecho a la
protección datos personales.

2. Ámbito Interno

Nuestra Constitución, que junto con la portuguesa es uno de los últimos textos
constitucionales en el ámbito de la UE cuando se circunscribía a quince Estados
miembros, son las únicas que se refieren a lo que va a configurarse después como
derecho a la protección de datos, aunque de forma deficiente en el texto español. Así,

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el art. 18.4 CE señala que la Ley limitará el uso de la informática para garantizar la
intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.
La ambigüedad que evidencia el precepto entraña dificultad para la identificación de la
naturaleza y contenido del bien que se trata de proteger. Pero además, la referencia a
la informática como único elemento capaz de incidir en los derechos de las personas
no resulta apropiado, si bien hay que tener en consideración que, en la época en
que se redacta el texto constitucional, este medio tecnológico irrumpía con fuerza
suficiente como para predecir que, si no se controlaba rigurosamente, sus posibilidades
de incidir sobre aquellos derechos pudieran alcanzar límites de suma gravedad. Me
refiero principalmente, a las posibilidades que ofrece la informática para acumular gran
volumen de datos, cruzarlos y tratarlos de forma que se posibilite la obtención de perfiles
del individuo e incluso con ello el predecir sus pautas de comportamiento.
En desarrollo del citado precepto constitucional se va a publicar la Ley Orgánica 5/1992,
de 29 de octubre, de regulación de tratamiento automatizado de datos de carácter
personal (Lortad), cuyo objeto, según señala el art. 1 de la misma, es limitar el uso
de la informática y otras técnicas para garantizar el honor, la intimidad personal y
familiar de las personas físicas y el pleno ejercicio de sus derechos. Esta Ley viene a
coincidir fundamentalmente con el contexto del Convenio 108 del Consejo de Europa,
si bien el legislador español tiene en cuenta el avance de los trabajos llevados a cabo
para redactar la que sería Directiva 95/46/CE por lo que esta viene en gran parte
anticipada por la Ley española, aunque circunscrita sólo a disciplinar los tratamientos
automatizados de datos personales.
En este contexto legislativo resulta lógico que se fuera abriendo paso con dificultad y
cierta vacilación la doctrina del Tribunal Constitucional que arranca con la ya citada STC
254/1993, de 20 de julio, a la que va a seguir la STC 143/1994, de 9 de mayo, y que
van a ser la única referencia hasta la STC 11/1998, a la que seguirán otras dieciocho
basadas en supuestos similares de hechos y con idénticos fallos. La jurisprudencia
del TC sobre esta materia la completaran hasta la fecha tres Sentencias más, la STC
202/1999 de 8 de noviembre y las más recientes, 290/2000 de 30 de noviembre de 2000
por la que se rechazan los recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra diversos
preceptos de la Lortad y la 292/2000, de la misma fecha, que viene a configurar el
derecho a la protección de datos como derecho fundamental autónomo, como se indica
anteriormente, y a declarar contrarios a la Constitución, y consiguientemente nulos,
determinados incisos de los arts. 21 y 24 de la vigente Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal (LPD) que sustituyó a la Lortad.
Pero antes de comentar esta trascendental STC 292/2000 es preciso en cualquier
caso señalar la innovación que va a suponer la Ley Orgánica 15/1999 en la protección
de datos. En efecto esta Ley, que vino a sustituir a la Lortad, como queda dicho, a

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la que deroga, tiene por finalidad principal el incorporar a nuestro derecho interno la
Directiva 95/46/CE, aunque no se diga expresamente en la Ley española por carecer
ésta de Exposición de Motivos. La nueva LOPD señala como su objeto el garantizar y
proteger, en lo que concierne al tratamiento de datos personales, las libertades públicas
y los derechos fundamentales de las personas físicas y especialmente de su honor
e intimidad personal y familiar, según explicita su art. 1. Obsérvese que ya no se
habla de tratamiento automatizado, sino que van a estar reglados por la Ley cualquier
tratamiento de datos, acorde con la Directiva, cuyo art. 1 transcribe casi literalmente el
correlativo de la Ley española. Coinciden también ambas normas en ampliar su objeto
más allá de la protección del honor y la intimidad, en lo que respecta al tratamiento
de datos, para extenderlo a todas las libertades públicas y derechos fundamentales.
Ambos legisladores, comunitario y español, vienen en definitiva a singularizar la garantía
y protección de todos los derechos fundamentales y libertades públicas en los supuestos
de tratamiento de datos personales.

3. El Nuevo Derecho Fundamental a la Protección de Datos diseñado en la


STC 292/2000 y en el Art. 8 de la Carta de Derechos Fundamentales de la
UE

Como apuntaba antes van a coincidir casi en el tiempo la configuración del derecho a la
protección de datos, que el Tribunal Constitucional singulariza en su Sentencia, y la que
establece la Carta Europea de Derechos Fundamentales en su artículo 8. Brevemente
analizaré a continuación la formulación que hace el TC y el contenido dado al derecho
a la protección de datos por la Carta Europea.

A) STC 292/2000

Los fundamentos jurídicos 6 y 7 de la STC vienen íntegramente dedicados a la definición


y configuración del derecho a la protección de datos personales. Se señala al respecto
por el TC que "... el derecho fundamental a la protección de datos persigue garantizar
a esa persona el poder de control sobre sus datos personales, sobre su uso y destino,
con el propósito de impedir su tráfico ilícito y lesivo para la dignidad y derecho del
afectado" (FJ 6, primer párrafo). Más adelante y en el mismo Fundamento Jurídico se
establece "... el objeto de protección del derecho fundamental a la protección de datos no
se reduce sólo a los datos íntimos de la persona, sino a cualquier tipo de dato personal,
sea o no íntimo, cuyo conocimiento o empleo por tercero pueda afectar a sus derechos
sean o no fundamentales, porque su objeto no es sólo la intimidad individual, que para

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ello está la protección que el art. 18.1 CE otorga, sino los datos de carácter personal" (FJ
6, párrafo 3º).
La propia STC dice asimismo: "Pero también el derecho fundamental a la protección
de datos posee una segunda peculiaridad que lo distingue de otros. Dicha peculiaridad
radica en su contenido, ya que -el derecho a la protección de datos atribuye a su titular
un haz de facultades consistentes en diversos poderes jurídicos cuyo ejercicio impone a
terceros deberes jurídicos- y que sirven a la capital función que desempeña este derecho
fundamental: garantizar a la persona un poder de control sobre sus datos personales, lo
que sólo es posible y efectivo imponiendo a terceros los mencionados deberes de hacer.
A saber: el derecho a que se requiera el previo consentimiento para la recogida y uso de
los datos personales, el derecho a saber y ser informado sobre el destino y uso de esos
datos y el derecho a acceder, rectificar y cancelar dichos datos. En definitiva el poder
de disposición sobre los datos personales" (FJ 6, párrafo 4º). El FJ 7 de la referida STC
viene a remarcar el contenido del derecho fundamental a la protección de datos y las
facultades que proporciona al individuo tanto frente al Estado como ante un particular.
Así, cabe destacar del FJ 7 el siguiente pronunciamiento: "De todo lo dicho resulta que
el contenido del derecho fundamental a la protección de datos consiste en un poder
de disposición y de control sobre los datos personales que faculta a la persona para
decidir cuáles de esos datos proporciona a un tercero, sea el Estado o un particular, o
cuáles puede este tercero recabar, y que también permite al individuo saber quién posee
esos datos personales y para qué, pudiendo oponerse a esa posesión o uso. Estos
poderes de disposición y control sobre los datos personales, que constituyen parte del
contenido del derecho fundamental a la protección de datos, se concretan jurídicamente
en la facultad de consentir la recogida, la obtención y el acceso a los datos personales,
su posterior almacenamiento y tratamiento, así como su uso o usos posibles, por un
tercero, sea el Estado o un particular, y ese derecho a consentir el conocimiento y el
tratamiento, informático o no, de los datos personales, requiere como complementos
indispensables, por un lado, la facultad de saber en todo momento quién dispone de esos
datos personales ya qué uso los está sometiendo, y, por otro lado, el poder oponerse
a esa posesión y usos".
He preferido transcribir algunos de los párrafos de los citados fundamentos jurídicos en
lugar de resumirlos ya que, las propias palabras del TC han de resultar sin duda más
elocuentes, siendo las anteriores transcripciones solo un breve exponente de lo que con
claridad, contundencia e incluso si se quiere con reiteración se establece en los citados
fundamentos jurídicos 6 y 7.
De la anterior doctrina viene pues a deducirse que el TC ha venido a configurar, sin
ningún tipo de ambigüedad, el derecho a la protección de datos personales como
un derecho fundamental autónomo, desarrollando hasta sus últimas consecuencias la

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doctrina iniciada por el propio TC en su STC 254/1993. Este derecho fundamental no


reduce su protección a los datos íntimos, sino que su objeto de protección es cualquier
tipo de dato personal, traspasando su objeto la intimidad personal y viniendo constituido
su contenido por un haz de facultades consistentes en diversos poderes que imponen
a terceros deberes tales como requerir el consentimiento para la recogida y uso de los
datos personales, ser informado sobre el destino y poder acceder, rectificar y cancelar los
propios datos. En definitiva el contenido del derecho a la protección de datos personales
que señala el TC viene a coincidir con los principios y derechos que establece la Ley
Orgánica 15/1999.
El contenido del derecho fundamental a la protección de datos consiste en resumen,
en un poder de disposición y control sobre los datos personales, tanto frente al Estado
como ante cualquier particular.

B) Artículo 8 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea

En la Cumbre de Niza, el 7 de diciembre de 2000, se proclamó la Carta, dado que el


sistema constitucional de algunos Países miembros, sobre todo los de Constitución no
escrita, impedía al parecer, optar por la fórmula más contundente de Aprobación. No
obstante la fórmula empleada, es evidente que la Carta supone un paso muy importante
en la construcción de la Europa de los ciudadanos.
En el último párrafo de su Preámbulo se señala, "en consecuencia la Unión reconoce los
derechos, libertades y principios enunciados a continuación". El artículo 8 bajo el título
"Protección de datos de carácter personal" establece:

"1. Toda persona tiene derecho a la protección de los datos de carácter personal
que la conciernan.
2. Estos datos se tratarán de modo leal, para fines concretos y sobre la base del
consentimiento de la persona afectada o en virtud de otro fundamento legítimo
previsto por la ley. Toda persona tiene derecho a acceder a los datos recogidos que
la conciernan y a su rectificación.
3. El respeto de estas normas quedará sujeto al control de una autoridad
independiente".

Si se examina toda la Carta, puede fácilmente comprobarse que, este derecho a la


protección de datos de carácter personal, es uno de los más ampliamente explicitados
en dicho texto y cómo viene desligado del derecho al respeto a la vida privada y familiar,
el domicilio y las comunicaciones, que se reconoce en el art. 7. También se comprueba
cómo el contenido del derecho a la protección de datos se configura en el apartado
2 del art. 8 en similares términos al establecido por nuestro TC en la Sentencia antes
comentada. Otro hecho que es preciso poner de relieve es la preocupación por la

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defensa de este derecho, como lo demuestra el encomendar expresamente su tutela a


una autoridad independiente.
Cuando el Proyecto de la Carta Europea se pasó para su Dictamen a las Autoridades
de Control de los Países miembros de la Unión Europea, que conforme al art. 29 de la
Directiva 95/46/CE forman el denominado Grupo del art. 29, que tiene carácter consultivo
e independiente, nos encontramos gratamente sorprendidos por la nitidez en la definición
y concreción independiente del derecho a la protección de datos de carácter personal,
por lo que evidentemente el dictamen fue totalmente favorable, sin objeción o sugerencia
alguna.
La Agencia Española de Protección de Datos, como autoridad independiente encargada
de velar por el derecho a la protección de datos personales en nuestro país, habrá
de interpretar sin duda la vigente Ley Orgánica 15/1999, de protección de datos de
carácter personal, a la luz que le proporciona la STC 292/2000 y la propia Carta Europea,
sirviendo ambos textos para una mejor tutela del derecho a la protección de datos de los
ciudadanos europeos y más en concreto de los ciudadanos españoles.

II. CONTENIDO DEL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE DATOS

El contenido del derecho según se apunta antes, viene configurado ya desde los
primeros textos normativos de la protección de datos (Convenio 108 del Consejo de
Europa y Lortad) por una serie de principios que establecen aquellas normas, y que hay
que respetar en todo tratamiento de datos y por un haz de derechos que derivan para
los ciudadanos y que hay que atender. Todos ellos vienen completados y reforzados en
la vigente LOPD.

1. Principios relativos a la calidad de datos

Estos principios los concreta la LOPD en los siguientes:

A. Principio de exactitud de datos: los datos de carácter personal solo se podrán


tratar cuando sean adecuados, pertinentes y no excesivos. Se mantendrán
exactos y puestos al día, o en su caso cancelados (art. 4 LOPD).
B. Principio de finalidad: No podrán usarse los datos para finalidades
incompatibles con aquellas para las que hubieran sido recogidas (art. 4.2.

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LOPD) debiendo haberse recogido para finalidades determinadas, explícitas


y legítimas (art. 4.1. LOPD).
C. Principio de lealtad y legalidad: Señala el art. 4.7 de la LOPD que los datos
de carácter personal deberán ser tratados de forma leal y lícita estableciendo
que queda prohibida la recogida de datos por medios fraudulentos, desleales
o ilícitos.

2. Principio de Información

En la recogida de datos hay que informar al ciudadano de la existencia del fichero


o tratamiento, de la finalidad de la recogida de los datos y los destinatarios de la
información, del carácter obligatorio o facultativo de la respuesta, de la identidad
y domicilio del responsable del tratamiento, así como de los derechos de acceso,
rectificación, cancelación y oposición (art. 5 LOPD).

3. Principio de consentimiento

Salvo situaciones excepcionales (cuando lo disponga una Ley, se derive de una relación
contractual o proceda de fuentes accesibles al público) el tratamiento de los datos
personales requerirá el consentimiento del afectado, al que la LOPD define como
manifestación de voluntad, libre, inequívoca, específica e informada (art. 3.h). Ello no
obstante no determina el que el consentimiento tenga que ser siempre escrito, pues
este solo se exige para una especie de datos especialmente protegidos (los que revelan
ideología, religión y creencias), ni siquiera expreso, que en cambio si se exige en el
supuesto de datos que revelen origen racial, salud y vida sexual. Bastará con carácter
general el consentimiento tácito. El problema, en todo caso, se suscitará a la hora de
probar que se obtuvo el consentimiento de esta forma.

4. Principio de seguridad de los datos

Obliga a la adopción de medidas de índole técnica y organizativa que garanticen


la seguridad e integridad de los datos y eviten su alteración, pérdida o acceso no
autorizado. El nivel de las medidas que será necesario adoptar dependerá de la categoría
de los datos tratados, en los términos que establecía el Reglamento de Medidas
de Seguridad, aprobado por Real Decreto 994/1999 de 11 de junio, que la LOPD

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expresamente deja en vigor y que ha sido recientemente derogado por el Real Decreto
1720/2007, por el que se aprueba el Reglamento a la LOPD, cuyos artículos 79 a 114
se ocupan de las medidas de seguridad, tanto de los ficheros informatizados como de
los no automatizados.

5. Deber de secreto

Se establece que tanto el responsable del fichero como quienes intervengan en cualquier
fase del tratamiento están obligados al secreto profesional, obligación que subsistirá
incluso después de haber concluido su relación con dichos tratamientos (art. 10 de la
LOPD)
Todos los principios antes enunciados y especialmente los de información, finalidad y
consentimiento han sido expresamente reforzados por la LOPD, en relación al nivel de
exigencia que establecía la derogada LORTAD.

6. Derechos de los afectados

Por lo que se refiere a los derechos de los afectados, han venido concretándose en los
de acceso, rectificación y cancelación, posibilitando éstos el que el ciudadano pueda
conocer que datos suyos se almacenan en un fichero o se someten a tratamiento, y
poder así, en su caso, exigir su rectificación o cancelación. A los anteriores derechos ha
venido a incorporar la LOPD el derecho de oposición, al transponer la Directiva 95/46/
CE, mediante cuyo ejercicio podrá impedirse incluso que los datos lleguen a ser tratados
en determinados supuestos.

7. Especiales exigencias respecto a los denominados datos


especialmente protegidos

Finalmente es preciso destacar que el legislador español establece especiales


exigencias respecto de los denominados datos especialmente protegidos (art. 7 LOPD)
y que el legislador comunitario distingue como datos sensibles. Así pueden c1asificarse
en tres grupos atendiendo a las protecciones especiales que el legislador español les
dispensa:

• Datos relativos a ideología, afiliación sindical, religión y creencias. Antes de


recabarse éstos deberá advertirse al ciudadano de que no tiene obligación de

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facilitarlos, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 16 CE. Si una vez advertido


accede a facilitar algún dato de este tipo deberá consentir en ello de forma
expresa y por escrito.
• Datos relativos al origen racial, salud y vida sexual. Para su recogida o
tratamiento se requerirá consentimiento expreso del afectado o, en otro caso
que una norma con rango de Ley así lo disponga por razones de interés
general.

Finalmente, los datos relativos a la comisión de infracciones penales o administrativas,


sólo podrán incluirse en ficheros de las Administraciones Públicas competentes en
los supuestos previstos y de acuerdo con sus respectivas normas reguladoras. En
consecuencia, en ningún supuesto podrán establecerse ficheros con estos datos por
particulares, sean estas personas físicas o jurídicas.

III. DESARROLLO REGLAMENTARIO DE ALGUNO DE LOS PRINCIPIOS


DE PROTECCIÓN DE DATOS

El Real Decreto 1720/2007, de 21 de diciembre, aprueba el Reglamento de desarrollo


de la LOPD, ocupándose entre otras cosas, de desarrollar reglamentariamente algunos,
no todos, los principios exigidos por la LOPD para el tratamiento de datos personales.

1. Principios relativos a la calidad de datos

La columna vertebral de la legislación sobre la protección de los datos personales es


sin duda la que se integra en los "principios de protección de datos", principios que
siempre habrá que respetar en la recogida, tratamiento y comunicación de datos y
que constituyen el contenido del derecho fundamental a la protección de los datos
personales.
El Reglamento trata de aclarar algunos de estos principios que establece la LOPD
aunque no parece que en todos los supuestos lo consiga, olvidando de hacer una
referencia aunque solo fuera general a la vigencia del resto de principios de la LOPD que
el Reglamento no trata y a pesar de que algunos al menos precisarían de concreción
reglamentaria.
El art. 8 del Reglamento se ocupa de estos principios relativos a la calidad de los datos
ordenándolos más adecuadamente a como lo hace la LOPD.

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A) Principio de lealtad

Comienza así por decir que los datos de carácter personal deberán ser tratados de forma
leal y lícita, para a continuación señalar que se prohíbe la recogida de datos por medios
fraudulentos, desleales o ilícitos (art. 8.1 del Reglamento), a diferencia de la LOPD que
contiene la misma prohibición al final del precepto que se ocupa de la calidad de datos
(art. 4.7 de la LOPD).

B) Principio de finalidad

Siguiendo con la acertada labor en la ordenación de los principios relativos a la calidad


de los datos, el apartado 2 determina que los datos solo podrán ser recogidos para
el cumplimiento de finalidades determinadas, explícitas y legítimas del responsable
del tratamiento, fijando el apartado 4 que solo podrán ser objeto de tratamiento los
datos que sean adecuados, pertinentes y no excesivos en relación con las finalidades,
determinadas, explícitas y legítimas para las que se hayan obtenido. Estos preceptos
reglamentarios de una forma más clara y sistemática vienen a contemplar los principios
que de forma más confusa señala conjuntamente el art. 4.1 de la LOPD.
Por su parte el apartado 4 del mismo artículo 8 del Reglamento que comentamos,
siguiendo al art. 4.2 de la LOPD, determina que los datos de carácter personal objeto de
tratamiento no podrán usarse para finalidades incompatibles con aquellas para las que
los datos hubiesen sido recogidos. Persiste la utilización de la palabra "incompatibles"
empleada por la Ley, de alta indefinición, cuando a nuestro entender pudiera haber sido
sustituida por la más precisa de "distintas". Si los datos solo pueden ser recogidos para
"finalidades determinadas, explícitas y legítimas" parece que no podrán usarse para
finalidades distintas de aquellas quedando así la palabra incompatible sustituida por otra
más precisa y adecuada además a lo que estableció el TC en su STC 292/2000.
Se excepciona de la consideración de incompatible el tratamiento de datos de carácter
personal con fines históricos, estadísticos o científicos por el art. 9 del Reglamento que
para la determinación de tales fines remite a las respectivas leyes reguladoras.
Se desarrolla la previsión del art. 4.5, párrafo tercero de la LOPD que determina el
que reglamentariamente se establecerá el procedimiento por el que por excepción,
atendiendo los valores, históricos, estadísticos o científicos, de acuerdo con la legislación
específica se decida el mantenimiento íntegro de determinados datos. Así el art. 9.2 del
Reglamento fija el que por vía de excepción a la obligación de cancelación, la AEPD o
en su caso las autoridades de control de las Comunidades Autónomas podrán a solicitud
del responsable del tratamiento acordar el mantenimiento íntegro de determinados datos
atendiendo a sus valores históricos, estadísticos o científicos de acuerdo con sus normas

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reguladoras. Para ello remita a un procedimiento administrativo específicamente reglado


al efecto en la Sección Segundo del Capítulo VII del Título IX del propio Reglamento.
Parece que el legitimado para tal petición debería ser el responsable del fichero y no
el del tratamiento, pues a aquel correspondió la facultad de creación del fichero que se
desea conservar, al menos en parte. En el supuesto de ficheros de titularidad pública en
los que constarán la mayoría de las veces los datos que se quieran conservar por su valor
histórico, su creación, modificación y supresión debe hacerse por disposición general
publicada en el BOE o diario oficial correspondiente (art. 20 de la LOPD y art. 52 del
Reglamento) no correspondiendo estas funciones a los distintos órganos administrativos
que, creado el fichero, actuarán como responsables del tratamiento.
Por otro lado, llama la atención el que se habilite un procedimiento especial para un
trámite administrativo tan sencillo, cuando la Ley 30/1992 del Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común nació con la vocación
de establecer un procedimiento administrativo único y común para acabar con los
diversos, dispares y en muchos casos caprichosos que cada órgano administrativo
había venido creando.. El Reglamento de desarrollo de la LOPD viene ahora a lo largo
de 43 artículos a diseñar procedimientos diversos y específicos que en la mayoría de
los supuestos parecen innecesarios y que bien podían tramitarse por el procedimiento
común de la Ley 30/1992.

C) Principio de exactitud

Los apartados 5, 6 y 7 del art. 8 del Reglamento explicitan este principio de exactitud,
aclarando y concretando las delegaciones que comporta y los plazos en que deberán
ejecutarse.
Así el apartado 5 en los propios términos del art. 4.3 de la LOPD especifica que los
datos de carácter personal serán exacto y puestos al día de forma que respondan con
veracidad a la situación actual del afectado, concretando el precepto reglamentario que,
"si los datos fueran recogidos directamente del afectado, se considerarán exactos los
facilitados por éste".
A continuación el mismo apartado del precepto reglamentario, siguiendo al art. 4.4
de la LOPD, precisa que si los datos de carácter personal resultasen ser inexactos
o incompletos serán cancelados o sustituidos de oficio, estableciendo al efecto el
mismo precepto reglamentario el plazo convencional de diez días desde que se tuviese
conocimiento de la inexactitud, para llevarlo a efecto, salvo que la legislación aplicable
al fichero establezca un procedimiento o plazo específicos.

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El Reglamento en el mismo artículo y apartado establece la obligación, para el


responsable del fichero o tratamiento que hubiese comunicado a otro los datos antes
de ser rectificados, de notificar en el plazo de diez días la rectificación o cancelación
efectuada siempre que el cesionario fuera conocido. Este segundo plazo se contará
siguiendo la propia dicción de la norma en los diez días siguientes a la rectificación
o cancelación efectuadas, disponiendo de igual plazo para llevarla a cabo desde que
conoció la inexactitud, según veíamos antes.
El cesionario gozará a su vez del plazo de diez días para la rectificación o cancelación
notificada.
Finalmente se especifica que la actualización no requerirá comunicación alguna al
interesado, quedando a salvo de la actualización de oficio que se regla las facultades de
los afectados de ejercer sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición
que regula el Título III del Reglamento.
Expresión también del principio de exactitud en el tratamiento de los datos personales
es su cancelación cuando hayan dejado de ser necesarios o pertinentes para la finalidad
para la que hubiesen sido recabados, obligación que establece el art. 8.6 del Reglamento
en concordancia con lo señalado por el art. 4.5 de la LOPD.
A continuación en un siguiente párrafo del mismo apartado 6 se excepciona la
posibilidad de conservarlos durante el tiempo en que pueda exigirse algún tipo de
responsabilidad derivada de una obligación jurídica o de la ejecución de un contrato o
de medidas precontractuales solicitadas por el interesado, todo ello lógico y acorde con
el cumplimiento jurídico de obligación es atención de responsabilidades.
El último párrafo lleva en cambio a confusión. Establece que cumplido el período a
que se refieren los párrafos anteriores, los datos podrán ser conservados disociados, lo
que evidentemente no contraviene ningún principio pues perderán con ello la identidad
personal. Pero se añade a continuación "...sin perjuicio de la obligación de bloqueo
puesta en la Ley Orgánica 15/1999 del 13 de diciembre, y el presente Reglamento". A
nuestro entender el bloqueo procede en la fase anterior, durante el tiempo de atender
posibles obligaciones y responsabilidades, debiendo finalmente suprimirse los datos
pasados aquellos períodos, tal y como se deriva de la definición que de cancelación
señala el art. 4.1.b. del propio Reglamento, o solo conservarse disociados.

2. Regulaciones especificas del consentimiento

Aunque útil, solo se establecen normas en el Reglamento para dos supuestos. Uno
por razón del sujeto, otro por razón de la forma en que se presta, quedando con ello

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una regulación solo parcial del principio del consentimiento, siendo éste principal en el
derecho a la protección de los datos personales

A) Consentimiento para el tratamiento de datos de menores

Una novedad del Reglamento es la regulación del consentimiento para el tratamiento de


los datos de menores de edad.
Inspirándose tal vez en la Ley Orgánica 1/1996, de Protección Jurídica del Menor, en
donde expresamente se establece que los menores gozarán de los derechos que les
reconocen la Constitución y los Tratados Internacionales, especialmente la Convención
de Derechos del Niño de las Naciones Unidas y se les reconoce el derecho a ser oídos,
cuando tengan suficiente juicio. El Reglamento establece la edad de catorce años para
poder consentir en el tratamiento de sus datos, salvo para aquellos casos en que la Ley
exija para su prestación la asistencia de los titulares de la patria potestad o tutela. En
consecuencia, se señala a continuación que los menores de dicha edad requerirán el
consentimiento de sus padres o tutores (art. 13.2 del Reglamento).
Para facilitar el consentimiento de menores expresamente se exige que la información
a aquellos sea en lenguaje adecuado y comprensible a los mismos (art. 13.3 del
Reglamento) quedando vetado el que puedan recabarse del menor datos que permitan
información sobre los miembros del grupo familiar, sus características sociológicas o
económicas, salvo el nombre y dirección del padre, madre o tutor con el solo fin de poder
recabar su consentimiento (art. 13.2 del Reglamento).
Finalmente el art. 13.4 del Reglamento contiene una norma de cierre de suma
importancia, al establecer que corresponde al responsable del fichero o tratamiento el
articular los procedimientos que garanticen la comprobación de la edad del menor y la
autenticidad del consentimiento prestado en su caso por los titulares de la patria potestad
o la tutela.
Esta última norma en realidad dificulta en gran medida el que los menores puedan prestar
su consentimiento aunque limitado a tratamiento de datos. Toda vez que hoy en día estos
datos se recaban por lo general a través de Internet la prueba se hace prácticamente
imposible, pero servirá de llamada de atención de los desaprensivos que obtienen datos
en circunstancias dudosas de menores por este medio y de los padres para que no
hagan dejación de sus obligaciones a la hora de permitir navegar por Internet a sus hijos
de forma descontrolada.

B) Regulación del consentimiento tácito

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Admitido el consentimiento tácito por la LOPD como forma general de prestar el


consentimiento para el tratamiento de los datos personales, toda vez que solo se exige
consentimiento expreso para aquellos datos que hagan referencia al origen racial, a
la salud y a la vida sexual y el expreso y por escrito para aquellos datos que revelen
ideología, afiliación sindical, religión y creencias, no se explicita aquél en la LOPD, laguna
que viene a llenar el Reglamento en su art. 14. Al efecto se establece un procedimiento
para ello, al indicar que el responsable podrá dirigirse al afectado informándole en los
términos previstos en los arts. 5 de la LOPD y 12.2 del Reglamento, concediéndole un
plazo de 30 días para manifestar su negativa y advirtiéndole de que pasado el mismo
sin contestar se entenderá que consiente.
En casos de servicios que generen información o facturación periódicas la información
podrá realizarse conjuntamente con éstas. Deberá facilitarse al interesado un medio
sencillo y gratuito para manifestar su negativa (envío prefranqueado, llamada a teléfono
gratuito o a los servicios de atención al público). Será necesario que el responsable del
tratamiento pueda conocer si la comunicación ha sido objeto de devolución "por cualquier
causa" en cuyo caso no podrá proceder al tratamiento. Utilizado este procedimiento no
será posible repetirlo para lo mismo hasta pasado un año.
El precepto aunque útil por explicitar una forma adecuada de obtener el consentimiento
tácito, resulta incompleto por cuanto que debió de precisar que a través del mismo
se habilita para la obtención del consentimiento tanto para un tratamiento como para
una cesión de datos, aunque debe entenderse que podrá utilizarse también en caso
de cesión, toda vez que para la solicitud del consentimiento establece el precepto que
comentamos que tendrá el responsable que dirigirse al afectado informándole en los
términos previstos en los arts. 5 de la LOPD y 12.2 del Reglamento y este último precepto
se refiere al supuesto de consentimiento para la cesión, precisando los términos de la
información a tal efecto.
Para el supuesto de solicitud de consentimiento durante el proceso de formalización
de un contrato para fines no relacionados directamente con su mantenimiento, deberá
permitirse al afectado que expresamente manifieste su negativa, considerándose idóneo
el que se permita la marcación de una casilla visible y que no se encuentre previamente
marcada en el documento contractual o un método equivalente.

C) El deber de información y su acreditación

Ubicado de forma impropia en el Reglamento el principio de información a que se refiere


el art. 5 de la LOPD toda vez que la información debe preceder al consentimiento para
que éste pueda producirse en los términos que exige la Ley y ratifica el Reglamento y

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por tanto tratarse aquél antes que éste tal y como además hace la LOPD, su regulación
en el Reglamento no solo puede decirse que es parcial sino simplemente anecdótica.
Tras la afirmación de que el deber de información se llevará a cabo a través de un
medio que permita acreditar su cumplimiento y que habrá que conservar mientras
persista el tratamiento, pudiendo utilizarse para el almacenamiento de los soportes
medios informáticos o telemáticos, se señala que en particular podrá escanearse la
documentación en soporte papel siempre que se garantice que en dicha automatización
no ha mediado alteración alguna de los originales (art. 18 del Reglamento). Nada se
dice en cambio de la información producida por otros medios, además de parecer que
los documentos que permite escanear el precepto serán más bien aquellos en que se
contenga la información seguida, lo que es más importante, del consentimiento escrito.
Por otro lado, se echa de menos que la norma reglamentaria no se ocupe de precisar
todos y cada uno de los parámetros a que ha de alcanzar la información (art. 5.1
de la LOPD). También se obvia toda precisión, entendamos que sino necesaria si
conveniente, de lo establecido en los apartados 4 y 5 del mismo precepto de la Ley.
La norma que contiene el art. 19 del Reglamento bajo la titulación de "supuestos
especiales" merecería una atención más completa por la autoridad reglamentaria.
Este precepto se limita a señalar que las operaciones de fusión o escisión sociatorias,
así como otras similares, que produzcan modificación en el responsable del fichero no
producen cesión de datos sin perjuicio del cumplimiento de lo dispuesto en el art. 5 de
la LOPD.
No se dice nada en cambio de si, se pudiera ver ampliada la finalidad del fichero o
tratamiento como consecuencia de una fusión por absorción respecto de los ficheros de
una sociedad absorbida, que deberá quedar limitada a aquella para la que en su día se
obtuvo el consentimiento y solo tras la información facilitar, si consiente el afectado, el
tratamiento de sus datos con otras finalidades.

IV. DESARROLLO REGLAMENTARIO DE LOS DERECHOS DE LOS


CIUDADANOS Y SU EJERCICIO

De forma muy prolija y demasiado compleja, sobre todo si se tiene en cuenta que se
trata del ejercicio de los derechos que corresponden a los ciudadanos, el Reglamento
se ocupa de precisarlos, lo que en algunos supuestos pudiera exceder de la capacidad
reglamentaria, así como de señalar el cauce para el ejercicio de cada uno de los
derechos. Especial interés tiene la regulación que se hace del derecho de oposición,

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toda vez que la LOPD solo lo establece sin precisión alguna ni decir en qué supuesto
y por qué cauce se pudiera ejercitar.

1. Disposiciones generales sobre el ejercicio de los derechos de acceso,


rectificación, cancelación y oposición

Se contienen en los arts. 23, 24, 25 y 26 del Reglamento referidas al carácter


personalísimo de estos derechos, las condiciones generales para su ejercicio,
procedimiento y ejercicio de los derechos ante el encargado del tratamiento,
respectivamente, correspondiéndose sustancialmente con lo dispuesto en el art. 11 del
Real Decreto 1332/94 que desarrollaba algunos preceptos de la Ley Orgánica, ahora
derogado y a la regulación de los procedimientos que el art. 17 de la LOPD remite a su
establecimiento reglamentario.

A) Carácter personalísimo de estos derechos y su ejercicio

Tras señalarse que todos estos derechos son personalísimos y serán ejercidos por
el afectado (art. 23.1 del Reglamento) especifica el apartado 2 siguiente que "tales
derechos se ejercitarán" de tres formas que se señalan:

- Por el afectado acreditando su identidad del modo previsto en el artículo siguiente.


- También a través de representante voluntario expresamente designado para ello,
exigiendo en tal caso que quede acreditada la identidad del representado mediante
aportación de copia de su DNI o documento equivalente y la representación conferida
por aquél. Pese a los términos solemnes que emplea el precepto, parece que el
Reglamento viene a admitir la representación conferida en una simple carta o documento
privado acompañado de la copia del DNI del representado, todo lo cual, pocas
garantías proporcionan de la representación conferida para el ejercicio de un derecho
personalísimo que permitirá conocer los datos de un tercero incluidos en un fichero.
Aunque no lo diga expresamente el artículo, deberá admitirse la representación por
poder especial para el acto, otorgado ante Notario público no precisando en tal caso
de la copia del DNI del representado que vendrá identificado en el poder y acreditada
además su capacidad por el fedatario público en los términos exigidos por el Reglamento
Notarial. Por todo ello la redacción de este apartado del art. 23 no parece la adecuada.

En párrafo aparte, también de forma poco clara, se establece que cuando el responsable
del fichero sea un órgano de las Administraciones públicas o de la Administración de
Justicia, podrá acreditarse la representación por cualquier medio válido en derecho que

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deje constancia fidedigna, o mediante declaración en comparecencia del interesado.


Esta última es fácilmente identificable pero no se entiende a que quiso referirse la
autoridad reglamentaria en el otro supuesto de cualquier medio válido en derecho, toda
vez que no parece que referirse a otro distinto del poder especial ante Notario, no siendo
suficiente siquiera el poder general para pleitos de no contener una cláusula concreta al
respecto que lo convertiría en especial.
Pero como decíamos antes, el ejercicio de estos derechos por medio de apoderado con
poder especial deberá ser admitido en todo caso de no constar su revocación.

- También se prevé que cuando el representado se encuentre en situación de


incapacidad (debió decirse incapacitado judicialmente y privado por la sentencia de
incapacitación del ejercicio de sus derechos personalísimos) o en minoría de edad que le
imposibilite el ejercicio de estos derechos, podrán ejercitarse por su representante legal.

Nos cuestionamos el que el tutor, a quien el Código Civil confiere simples facultades de
guarda de su pupilo y administración de sus bienes (arts. 269 y 270 C.C.) pueda ejercitar
estos derechos personalísimos del incapacitado, debiendo en todo caso estarse a lo que
disponga la sentencia de incapacitación en cuanto a la privación, en muchos casos solo
parcial, del ejercicio de sus derechos por el incapacitado parcialmente (art. 760 de la
LEC).

- Finalmente creemos que deberá entenderse que en aquellos supuestos en que fue
suficiente el consentimiento de mayores de catorce años conforme habilítale art. 13.1
del Reglamento podrán estos menores, sin asistencia de sus padres o tutores, ejercer
igualmente sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición.

B) Condiciones para el ejercicio de estos derechos

Las establece el art. 24 del Reglamento pudiendo concretarse en las siguientes:

• Todos estos derechos son independientes y por tanto el ejercicio de ninguno


de ellos es requisito previo para el ejercicio de otro.
• Deberá concederse al interesado un medio sencillo y gratuito para su ejercicio
y que, en ningún caso, podrá suponer un ingreso adicional para el responsable
del tratamiento, concretándose que no se considerará conforme a la LOPD
y al Reglamento el que se establezca como medio para el ejercicio de estos
derechos el envío de cartas certificadas, servicios de telecomunicaciones que
impliquen tarifación adicional o cualquier otro medio que suponga un coste
excesivo para el interesado.

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En los términos del precepto, en teoría muy protector de la economía del afectado, los
únicos medios gratuitos y con los que puede al propio tiempo acreditarse el ejercicio del
derecho quedan reducidos a la llamada a un número gratuito gestionado por un tercero
o con grabación de la conversación o al envío de carta por correo ordinario a dirección
también gestionada por tercero. La comparecencia del interesado en el lugar señalado
por el responsable del tratamiento para ejercer estos derechos también será posible
siempre y cuando el lugar de residencia del afectado coincida con aquél. En el resto de
supuestos o el medio no es gratuito o no permite la acreditación del ejercicio del derecho
Finalmente se establece, conforme venía siendo exigido ya por la AEPD que el
responsable del fichero o tratamiento deberá atender la solicitud cuando el afectado no
hubiera utilizado el procedimiento específicamente establecido al efecto, siempre que el
medio empleado permita acreditar el envío y la recepción de la solicitud.

C) Procedimiento

El artículo 25 del Reglamento señala el procedimiento para el ejercicio de cualquiera


de estos derechos, comenzando por establecer que deberá llevarse a cabo mediante
comunicación dirigida al responsable del fichero y en cuanto al contenido de la misma, la
identificación del interesado y fotocopia de su DNI o documento equivalente, así como de
la persona que en su caso le representa y documento acreditativo de tal representación.
La utilización de firma electrónica identificativa del afectado eximirá de la presentación
de la fotocopia del DNI, según se dice después, resultando curioso que se esté así
equiparando en valor legal a una simple fotocopia sin autenticar con la firma electrónica.
El resto de precisiones se encaminan a la concreción de la solicitud y dirección a efectos
de notificación, señalándose la obligación del responsable del tratamiento de contestar
aún en el supuesto de que no figuren datos del afectado, debiendo de pedir subsanación
en el caso de que no reúna la petición todos los requisitos reglamentarios. También se
concreta que corresponde al responsable del tratamiento la prueba del cumplimiento
de su deber de respuesta, debiendo conservar la acreditación de tal cumplimiento,
sin concretarse por cuánto tiempo. Aunque no se diga, al afectado corresponderá la
acreditación del ejercicio de su derecho de acceso, rectificación, cancelación u oposición
por aplicación del principio general en derecho de que el que afirma debe de probar.
Finalmente se señala que el ejercicio de los repetidos derechos podrá modularse
cuando, por razón de seguridad pública esté así previsto en las Leyes, como el tener
que acudir a un procedimiento especial para la rectificación o cancelación en supuesto
de ficheros concretos de acuerdo con las leyes que les resultan aplicables.
El art. 26 del Reglamento se ocupa del supuesto en que los derecho se ejerciten ante
un encargado del tratamiento, especificando que éste deberá trasladar la petición al

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responsable, a no ser que en su relación con aquél esté previsto que el encargado
atienda dichas peticiones por cuenta del responsable.

2. Derecho de acceso

Los arts. 27, 28, 29 y 30 los dedica el Reglamento a definir este derecho, sistemas de
consulta, otorgamiento del acceso y denegación del mismo, respectivamente.

A) Definición
Se comienza por definir el derecho de acceso, como derecho del afectado a obtener
información sobre si sus datos personales están siendo objeto de tratamiento, la finalidad
del tratamiento que se realice en su caso así como la información disponible sobre el
origen de dichos datos y las comunicaciones realizadas o previstas. Si bien creemos
que al principio de la definición debió incluirse como derecho del afectado el obtener
información simplemente sobre si sus datos se encuentran almacenados en un fichero
(por ejemplo bloqueados) deberá entenderse que ello será también posible de acuerdo
con la definición que de tratamiento de datos da el art. 5.1.t del propio Reglamento y
también por cuanto que el art. 27.2 del Reglamento expresamente contempla el que en
virtud del derecho de acceso el afectado podrá obtener respuesta a los datos contenidos
en un determinado fichero.

B) Sistemas de consultas

Por lo que respecta al ejercicio del derecho de acceso, en el art. 28 del Reglamento se
establece que el afectado podrá optar por recibir la información a través de uno o varios
de los sistemas de consulta del fichero que especifica a continuación: visualización en
pantalla; escrito copia o fotocopia remitida por corro certificado o no; telecopia; correo
electrónico u otros sistemas de comunicaciones electrónicas y cualquier otro sistema
que sea adecuado a la configuración del fichero y a la naturaleza del tratamiento. Sigue
aquí el precepto reglamentario el art. 12 del Real Decreto 1332/94, de 20 de Junio, que
desarrollaba algunos preceptos de la Ley Orgánica con la sola diferencia de que en
cuanto a la segunda se introducen la precisión, innecesaria, de recibir la comunicación
por correo certificado o no ya que el carácter optativo del precepto para el afectado
hará que prefiera el certificado por la seguridad de su recepción respecto el del correo
ordinario. También a diferencia del derogado R.D. se incluye ahora acertadamente el
correo electrónico u otros sistemas similares. No exigiendo la LOPD que el afectado

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obtenga la información por varios sistemas (art. 15 de la LOPD) y siendo el precepto legal
suficientemente claro y tutor del derecho de acceso no se entiende como se mantiene,
como en la anterior norma de desarrollo, el que se pueda optar por varios medios,
que tampoco se limitan, haciendo con ello demasiado gravoso para el responsable del
tratamiento el cumplimiento de su obligación de satisfacer aquel derecho, sin aportarse
con ello garantía adicional alguna, cuando en definitiva lo que hay que posibilitar es el
que se responda de forma clara y precisa, lo que ya facilita la Ley.
También parecen innecesarios las prolijas normas contenidas en los apartados 2 y
3 del comentado art. 28 del Reglamento que como en algunos otros supuesto que
hemos señalado, convierten innecesariamente el texto reglamentario en una normativa
demasiado prolija, confusa e incluso tediosa y que resulta de difícil comprensión para
el no especialista. La legislación en todo caso y sea del nivel que sea debe resultar
asequible para aquellos a los que se dirige y no legislar nunca como si solo se tuviera
en cuenta a los iniciados.

C) Otorgamiento del acceso

Se señala el plazo máximo de un mes para que el responsable del fichero resuelva sobre
la solicitud de acceso debiendo responder aún en el supuesto de que no disponga de
datos del afectado (art. 29.1 del Reglamento).
No se comprende el alcance de los dispuesto en el siguiente apartado 2 del art. 29 del
Reglamento en donde se señala que si la solicitud fuese estimada y el responsable no
acompaña la información a que se refiere el art. 27.1 el acceso se hará efectivo durante
los diez días siguientes a la comunicación. Parece que con ello pudiera estar refiriéndose
al acceso mediante visualización en pantalla pero en todo caso no lo aclara, pudiendo por
otro lado interpretarse como una habilitación nueva de plazo para remitir los documentos.
El apartado siguiente del mismo artículo se ocupa de precisar que la información que se
proporcionará en cualquier caso será legible e inteligible y comprenderá todos los datos
del afectado, los resultantes de cualquier elaboración, origen de los datos, cesiones y
conciertos, usos y finalidades para los que fueron almacenados. Definido el derecho de
acceso en el art. 27.1 parecen innecesarias las últimas concreciones bastando con que
se dijera que deberá responderse a la concreta petición de acceso del afectado dentro
de los términos del art. 27.

D) Denegación del acceso

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Finalmente, el art. 30 del Reglamento se ocupa de los supuestos en que puede


denegarse el acceso a los datos personales, concretándose en:

• Cuando el derecho ya haya sido ejercitado en los doce meses anteriores, salvo
que se acredite un interés legítimo al efecto, debe entenderse que justifique
un nuevo acceso.
• Cuando así lo prevea o lo impida una Ley o una norma de derecho comunitario
de aplicación directa. Obsérvese que la referencia a normas comunitarias,
se hace aquí correctamente al concretarse que sea de aplicación directa, a
diferencia del art. 10.2 del Reglamento en donde no se contiene esta precisión
que habilita a la norma comunitaria a su aplicación sin previa transposición a
nuestro derecho interno.

Como norma de cierre se dice que en todo caso el responsable del fichero informará al
afectado de su derecho a recabar la tutela de la AEPD, o en su caso, de las autoridades
de control de las comunidades autónomas, conforme al art. 18 de la LOPD.
Hemos de terminar este comentario del art. 30 señalando la impropia utilización de
los términos responsable del fichero o tratamiento contenida en el art. 30.1 y la de
responsable de fichero solo del art. 31.3 que evidentemente solo pueden desconcertar
al no especializado en la materia e incluso a éste le produce asombro tan caprichosas
referencia distintas en dos apartados de un mismo artículo.

3. Derechos de rectificación y cancelación

De forma conjunta y confusa se tratan estos dos derechos en los arts. 31, 32 y 33 del
Reglamento.
Se comienza por definir el derecho de rectificación de forma concisa y clara: el derecho
del afectado a que se modifiquen los datos que resultan ser incorrectos o incompletos
(art. 31.1 del Reglamento) para en el apartado siguiente señalar que "el ejercicio
del derecho de cancelación dará lugar a que se supriman los datos que resultan
ser inadecuados o excesivos, sin perjuicio del deber de bloqueo conforme a este
reglamento". No se entiende estas confusas referencias.
Tampoco llega a comprenderse el alcance del párrafo siguiente en el que se dice que
en los supuestos en que el interesado invoque el ejercicio del derecho de cancelación
para revocar el consentimiento prestado, se estará a lo dispuesto en la LOPD y en el
propio Reglamento.
Mucho más claro es el art. 16 de la LOPD, que trata de estos derechos, sin que se
encuentre la necesidad ni la utilidad de este apartado 2 del art. 31 del Reglamento.

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El art. 32 del Reglamento desarrolla la previsión del art. 17.1 de la LOPD


de establecimiento del procedimiento para la rectificación y cancelación por vía
reglamentaria. Así se dice que la petición de rectificación deberá indicar a que datos
se refiere y la corrección que haya de realizarse acompañando la documentación
justificativa. Igual precisión contiene el párrafo siguiente respecto de la cancelación.
El art. 32.2 del Reglamento obliga a resolver y responder al interesado en el plazo de
diez días, transcurridos los cuales sin respuesta se podrá pedir la tutela de la APD en
los términos del art. 18 de la LOPD.
Para el supuesto de que los datos rectificados o cancelados hubiesen sido cedidos
previamente, el responsable lo deberá comunicar al cesionario, también en plazo de diez
días quien en igual plazo llevará a efecto la rectificación o cancelación, sin que venga
obligado a comunicárselo al interesado.
Finalmente el art. 33 del Reglamento señala los supuestos en que no procederá
la cancelación o rectificación, fundamentalmente porque se precise conservar los
datos durante los plazos previstos en las disposiciones aplicables o en las relaciones
contractuales del responsable con el interesado. También podrá denegarse la
cancelación o la rectificación cuando lo prevea una Ley o una norma comunitaria de
aplicación directa.
En todo caso el responsable del fichero informará al afectado de su derecho a recabar
la tutela de la AEPD o del órgano similar de las Comunidades Autónomas.
En definitiva un procedimiento sencillo que además se expone de forma fácilmente
comprensible, lo que contrasta con el resto de la regulación demasiado farragosa y no
tan clara, según hemos tenido ocasión de examinar.

4. Derecho de oposición

Introducido por primera vez por la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de
Carácter Personal, carecía de la más mínima regulación por lo que resulta de especial
relevancia la que ahora le da el Reglamento.

A) Definición del derecho y su delimitación

Comienza el art. 34 del Reglamento por definir el derecho de oposición como aquel que
asiste al afectado para que no se lleve a cabo el tratamiento de sus datos personales
o se cese en el mismo. Al propio tiempo el mismo precepto tasa los supuestos, que
concreta en tres.

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• El primero de los supuestos presenta una redacción deficiente que producirá


sin duda confusión, lo que no debiera acontecer. La corrección de errores, que
por el momento no se ha publicado, podría dejar el caso suficientemente claro
aunque no sabemos si la deficiencia es producto de simple error de trascripción
o de redacción equivocada.
• El segundo de los supuestos no produce problema especial alguno al remitirse
al art. 51 del propio Reglamento, para el supuesto de fichero con finalidad
de publicidad y prospección comercial, aunque no se comprende como en
aquel precepto se considera, en su apartado 2, como medio sencillo y gratuito
para oponerse, en particular, el que se permita ejercitar el derecho mediante
llamada a un número de teléfono gratuito o la remisión de correo electrónico
cuando, las disposiciones generales para el ejercicio de los derechos de
acceso, rectificación, cancelación y oposición, se habla en general de "medio
sencillo y gratuito" (art. 24.2), "... que en ningún caso podrá suponer un ingreso
adicional para el responsable del tratamiento...", no considerándose acorde
con ello, el envío de cartas certificadas o semejante, de donde se deduce
la posibilidad del ejercicio por carta por correo ordinario (art. 24.3 párrafo
segundo).
• Especial interés y singular acierto del legislador reglamentario lo constituye el
tercer supuesto en que podrá ejercerse el derecho de oposición, por cuanto
se aprovecha la ocasión para delimitarse el alcance del mismo: "Cuando el
tratamiento tenga por finalidad la adopción de una decisión referida al afectado
y basada únicamente en un tratamiento automatizado de sus datos...".
Reconocido el derecho de las personas a la impugnación de valoraciones por
el art. 13 de la LOPD, su redacción sin desarrollo, podía inducir a error y en
todo caso dificultaba su interpretación.

Al hilo de la delimitación de supuestos en que procede el derecho de oposición, el


art. 36 del Reglamento lo concreta si bien a título ejemplificativo, al precisar aquellas
decisiones "... como su rendimiento laboral, crédito, fiabilidad y conducta". Y lo que es
más importante se pone límite a la impugnación de valoraciones al señalar como lícitas
las decididas en el marco de un contrato a petición del interesado, si se le otorga la
posibilidad de alegar lo que estime pertinente y el responsable del fichero le informó de
forma clara y precisa de que se adoptarán todas la decisiones con las características
señaladas y cancelará sus datos en el supuesto de que no llegue a celebrarse el
contrato (art. 36.2.a), a lo que debiera añadirse o cuando no resultan necesarios para
su ejecución.
También se excepciona de oposición este tipo de tratamientos cuando una Ley
establezca medidas que garanticen el interés legitimo del afectado.

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 124


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B) Ejercicio del derecho

Se señala al respecto que la oposición se ejercitará mediante solicitud dirigida al


responsable del tratamiento, y que de basarse en el art. 34.a) del propio Reglamento,
deberán constar los motivos fundados y legítimos de la concreta situación que justifique
la oposición al tratamiento. También se establece que, el responsable deberá excluir los
datos de quien ejercite la oposición o denegarlo motivadamente, para lo que dispondrá
de un plazo de diez días desde la recepción de la solicitud. Transcurrido el indicado
plazo sin respuesta expresa, también se señala que el interesado podrá interponer la
reclamación prevista en el art. 18 de la LOPD. Debió a nuestro juicio también decirse
que igualmente podrá proceder en el supuesto de que se le deniegue, pues aunque tal
previsión viene contenida en el art. 18.1 de la LOPD, es buena práctica de toda norma
reglamentaria el agrupar todos los supuestos y no contribuir a la dispersión que produce
confusión.

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 125


Información sobre el artículo

Título del artículo: "La protección de datos personales como derecho


fundamental en España y en la Unión Europea: su contenido y los derechos que
derivan para los ciudadanos"

Autor: Juan Manuel Fernández López

Incluido en el número monográfico sobre El derecho al honor, a la intimidad y a


la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles de Cuadernos Digitales de Formación
16 - 2008 (Directores: María del Pilar Palá Castán y Pablo Manuel Cachón
Villar)

DOI:

Editor: Consejo General del Poder Judicial (Madrid)

Fecha de publicación: 2009

Copyright 2008, Consejo General del Poder Judicial

License:
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...

La protección de datos en la jurisdicción


civil: situación actual e incidencia de los
proyectos legislativos de la Unión Europea

Joaquín Bayo Delgado


Magistrado. Supervisor Europeo Adjunto de Protección de Datos

Palabras clave
Derechos fundamentales, Protección de datos, Datos personales, Jurisdicción civil,
Unión Europea

ÍNDICE:

I. Situación actual: introducción


1. Sistema de fuentes
A) Consejo de Europa
B) Comunidad Europea y Unión Europea
C) España
2. Aplicación a la jurisdicción civil
A) Base legal para el tratamiento de datos personales por parte de los
órganos judiciales
a) En fase probatoria
b) Averiguación del domicilio del demandado
c) Diligencias preliminares
d) Aseguramiento de la prueba
e) Investigación patrimonial del ejecutado
B) Principio de proporcionalidad
C) Principio de finalidad
D) Tratamiento de datos por las partes
E) Nulidad de la prueba

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 127


Bayo Delgado, Joaquín La protección de datos en la jurisdicción ...

F) Cesión de datos por los órganos judiciales


a) A la Hacienda Pública y otras administraciones
b) Cooperación judicial
G) Ejercicio de los derechos del interesado y cumplimiento de los deberes de
información
H) Reclamación de indemnizaciones
3. Registro Civil
4. Ámbito gubernativo
A) Creación de ficheros e inscripción
B) Derechos de los titulares de los datos
C) Publicidad de las actuaciones y acceso de terceros
II. Proyectos legislativos europeos y su posible incidencia
1. Tratado de Lisboa
2. Transposición de la Decisión Marco penal
3. Ratificación del Protocolo al Convenio 108
4. Modificación de la Directiva 2002/58/EC
5. Obligaciones alimenticias
6. Transparencia patrimonial del deudor
III. Conclusiones

I. SITUACIÓN ACTUAL: INTRODUCCIÓN


Esta primera parte se centra en la legalidad europea tal como está configurada antes
de la entrada en vigor del Tratado de Reforma o Tratado de Lisboa y su la transposición
al derecho español. Las consecuencias del nuevo tratado y la entrada en vigor de otros
instrumentos quedan para la segunda parte.
Pese al título del curso de formación, donde se recoge una referencia expresa a la
informática, tal como hace el artículo 18.4 de la Constitución Española, la protección de
datos debe ser entendida a la luz de la jurisprudencia constitucional, que ha deducido
del citado precepto el llamado derecho a la auto-determinación informativa, también
llamado habeas data (focalizándolo en los derechos de acceso y rectificación de los
propios datos), o derecho a la protección de datos. De hecho, esa expresión debería

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 128


Bayo Delgado, Joaquín La protección de datos en la jurisdicción ...

ser "derecho a la protección de las personas en relación al tratamiento de sus datos",


pero por obvias razones de brevedad se ha consolidado la expresión más sucinta. Esta
precisión es relevante para destacar que la protección de las personas se refiere no
solo a su intimidad, que también, sino a todos los demás derechos fundamentales que
pueden verse afectados negativamente por el tratamiento de los datos personales de
una persona. También, por tanto, se trata de proteger la no discriminación, el derecho
de defensa, etc. Por ello, el término "privacidad" que se identifica con la protección de
datos es no solo un neologismo de dudosa necesidad sino que, calco del término inglés
"privacy", apunta sólo a la intimidad.
Una segunda precisión se hace precisa. El concepto de dato personal no coincide, por
tanto, con el de dato privado. Por contra, incluye cualquier información relativa a una
persona física determinada o determinable (1).

1. Sistema de fuentes
Aunque existen documentos a nivel supra-europeo que se refieren a la protección de
datos, su carácter de soft law y por tanto no vinculante jurídicamente aconseja centrase
en los instrumentos jurídicos europeos, tanto del Consejo de Europa como de la Unión
Europea, y su reflejo en la ley española.

A) Consejo de Europa
El artículo 8 del Convenio Europeo de Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales (CEDH) es la consagración inicial y angular del derecho a la vida privada
y familiar:

1. Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio


y de su correspondencia.
2. No podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho,
sino en tanto esta injerencia esté prevista por la Ley y constituya una medida que, en
una sociedad democrática, sea necesaria para la seguridad nacional, la seguridad
pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención del
delito, la protección de la salud o de la moral, o la protección de los derechos y las
libertades de los demás.

Pero no es hasta 1981 cuando el derecho específico a la protección de los datos


personales ve la luz en el marco europeo, con la adopción del Convenio 108, cuyo objeto
viene definido en su artículo 1 en los siguientes términos:

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Bayo Delgado, Joaquín La protección de datos en la jurisdicción ...

El fin del presente Convenio es garantizar, en el territorio de cada Parte, a cualquier


persona física sean cuales fueren su nacionalidad o su residencia, el respeto de
sus derechos y libertades fundamentales, concretamente su derecho a la vida
privada, con respecto al tratamiento automatizado de los datos de carácter personal
correspondientes a dicha persona ("protección de datos").

Como puede verse, estamos en la fase primera de aplicación únicamente al tratamiento


automatizados de los datos, aunque su artículo 3.2.c) ya prevé que cualquier estado
parte podrá hacer declaración según la cual "aplicará el presente Convenio, asimismo,
a los ficheros de datos de carácter personal que no sean objeto de tratamientos
automatizados".
Su Protocolo Adicional de 2001, que el compromiso de creación de autoridades de
control y aborda los flujos transfronterizos a terceros países ni ha sido firmado ni
ratificado por España, que tampoco ha aceptado todavía la Modificación de 15 de junio
de 1999, que permitirá la adhesión al Convenio de las Comunidades Europeas como
tales.
Sobre el flujo transfronterizo de datos, el artículo 12 del Convenio regula el flujo de datos
entre las Partes del Convenio, condición que tienen todos los Estados Miembros de la
Unión Europea, bajo la idea de que la transmisión entre Estados Parte del convenio no
debe encontrar cortapisas, salvo en casos de categorías especiales (no solo las definidas
en su artículo 6), para las que puede exigir en el Estado Parte receptor una "protección
equivalente". El Protocolo Adicional introduce la normativa para los flujos a otros países
que no sean Parte del Convenio (2) con base a la idea de "protección adecuada", pero
ya hemos dicho que España no ha aceptado ese protocolo adicional todavía.
Por tanto, desde la perspectiva del Convenio 108, los intercambios con países que no
son parte en el Convenio no están cubiertos y entre los países Parte del Convenio no
debe haber problemas de intercambio salvo que estén sujetos a protección equivalente.

B) Comunidad Europea y Unión Europea


El Tratado de la Unión Europea, basado en la idea de pilares (el primero incluye la
cooperación judicial en materia civil -i.e. no criminal- y el tercero la cooperación policial
y judicial en materia criminal) (3), incluye el artículo 6, aplicable en todas las áreas, que
remite a los derechos fundamentales según el CEDH y la común tradición constitucional
de los Estados Miembros.
Además, aunque sin valor jurídico pleno, pero sí fuente de inspiración jurisprudencial
constante, la Carta Europea de Derechos Fundamentales (adoptada en Niza en 2000)
(DOCE 18.12.00) incluye los artículos 7, intimidad, y 8, protección de datos, aplicables
a todos los ámbitos. El texto del segundo dice:

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 130


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1. Toda persona tiene derecho a la protección de los datos de carácter personal que
la conciernan.
2. Estos datos se tratarán de modo leal, para fines concretos y sobre la base del
consentimiento de la persona afectada o en virtud de otro fundamento legítimo
previsto por la ley. Toda persona tiene derecho a acceder a los datos recogidos que
la conciernan y a su rectificación.
3. El respeto de estas normas quedará sujeto al control de una autoridad
independiente.

A su vez, el Tratado de la Comunidad Europea. Incluye el artículo 286 que aplica, a


partir de 1 de enero de 1999, a la propia Comunidad los instrumentos legales sobre
protección de datos que había sido adoptados, esencialmente la Directiva 95/46/EC, de
24 de octubre (DOCE L 23.10.95), significativamente titulada "relativa a la protección
de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a
la libre circulación de estos datos". Decimos significativamente porque la base legal
comunitaria es el artículo 95 del Tratado C.E. sobre establecimiento y funcionamiento del
mercado interior, es decir, sobre la libre circulación de datos en el espacio comunitario.
La incardinación con el derecho fundamental está todavía por llegar. Véase punto II de
esta ponencia.
El artículo 3.1 ya establece que
Las disposiciones de la presente Directiva se aplicarán al tratamiento total o parcialmente
automatizado de datos personales, así como al tratamiento no automatizado de datos
personales contenidos o destinados a ser incluidos en un fichero.
Y sus artículos 25 y 26 regulan el flujo internacional (fuera de la Comunidad) en base a
la protección adecuada del país tercero receptor, con notables excepciones.
La Comunidad Europea adoptó la Directiva 2002/58/EC, de 12 de julio, relativa al
tratamiento de los datos personales y a la protección de la intimidad en el sector
de las comunicaciones electrónicas (DOCE L 31.7.02) derogatoria de la anterior de
1997, que aquí interesa en cuanto su artículo 15 prevé la posibilidad de retención de
datos de tráfico de las comunicaciones electrónicas por motivos compatibles con una
sociedad democrática, es decir de acuerdo con el artículo 8 CEDH, modificado después
por la Directiva 2006/24/EC (DOCE 13.4.06), que obliga (ya no es una posibilidad) a
la retención para la investigación y enjuiciamiento de delitos graves. Citamos estas
directivas por cuanto se dirá en el punto I.2.A.d.sobre disponibilidad para su aportación
a procesos civiles.

C) España
El ya citado artículo 18.4 de la Constitución Española establece que:

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 131


Bayo Delgado, Joaquín La protección de datos en la jurisdicción ...

La Ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal


y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.

El Tribunal Constitucional ha deducido de él la existencia del derecho a la protección


de datos en términos que son plenamente compatibles con la normativa supranacional
expuesta (4).
España ratificó el Convenio 108 por Instrumento de Ratificación de 27 de enero de 1984
(BOE 15.11.85)
En 1992 fue aprobada la Ley orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de regulación del
tratamiento automatizado de los datos de carácter personal (LORTAD). En 1999 España
transpuso la Directiva 95/46/EC mediante la Ley orgánica 15/1999, de 13 de diciembre,
de protección de datos de carácter personal (LOPD) (BOE 14.12.99), que derogó la
anterior y es la actualmente vigente.
La Directiva 2002/58/EC ha sido traspuesta en España por la Ley 32/2003, de 3 de
noviembre (BOE 4.11.03) y la Directiva 2006/24/EC por la Ley 25/2007, de 18 de octubre
(BOE 19.10.07).
Por último hemos de mencionar el Reglamento de desarrollo de la Ley orgánica 15/1999,
aprobado por Real Decreto 1720/2007, de 21 de diciembre (BOE 19.1.08) que entró en
vigor el pasado 19 de abril de 2008.

2. Aplicación a la jurisdicción civil


Partiendo del sistema de fuentes descrito, limitado a las normas que abordan la
protección de datos como su objeto de regulación, procede ahora analizar las
implicaciones que se derivan para los órganos judiciales en general y la jurisdicción civil
en particular.
La LOPD excluye de su ámbito de aplicación, según su artículo 2.2, solo un campo a su
vez limitado de la jurisdicción penal, a saber, la lucha antiterrorista y las formas graves
de delincuencia organizada. Ninguna otra exclusión afecta a los órganos judiciales. A
sensu contrario, por tanto, todos los demás ámbitos judiciales quedan dentro del ámbito
de aplicación de la LOPD, su normativa de desarrollo y la jurisprudencia que la interpreta.
En ese sentido, el corpus más importante está constituido por la jurisprudencia de las
salas de lo contencioso del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional (concretamente
de su sección especializada), cuyas resoluciones, si bien contencioso-administrativas,
tienen mucho que aportar al tema que analizamos.
Así, en primer lugar, la aplicabilidad del derecho incardinado en el artículo 18.4 de la
Constitución y la Ley orgánica que lo desarrolla, la LOPD, no ofrece la menor duda al
Tribunal Supremo. Efectivamente, ha dicho:

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Así, pues, lo primero que debe señalarse es que en tanto está en juego un
derecho fundamental, vincula a todos los poderes públicos, incluidos los Juzgados
y Tribunales. Precisamente, por eso, el artículo 230.5 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial recuerda que las garantías y derechos que protegen los datos de carácter
personal han de ser observados también ante los ficheros automatizados de los
órganos jurisdiccionales. (fd 4, STS -3.ª- 8722/2006, de 18 de septiembre).

...Se desprende la aplicabilidad de la Ley Orgánica 15/1999 a los ficheros de datos


de carácter personal de los órganos jurisdiccionales y a los tratamientos que de los
mismos lleven a cabo. La falta de inscripción de aquellos en la Agencia Española de
Protección de Datos no excluye que los derechos y garantías que recoge también
rijan en ellos con independencia de que hayan sido o no inscritos en el Registro
General de Protección de Datos. Y es así no sólo porque el artículo 230 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial lo dispone expresamente, sino, sobre todo, porque el
derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal vincula también
a todos los poderes públicos y, por tanto, a los órganos judiciales, sea en el ejercicio
de la potestad jurisdiccional, sea en sus aspectos gubernativos al margen de la forma
en que se cumplan las normas que la hacen efectiva.
Lo mismo hay que decir sobre cuanto manifiesta la demanda a propósito de la
información en la recogida de datos contemplada en el artículo 5.4 de la Ley
Orgánica 15/1999 [obligaciones de información sobre derechos]. (ibidem, fd 7).
[L]as exigencias que impone el derecho fundamental a la protección de datos de
carácter personal [...] han de presidir la interpretación de las normas de la Ley
Orgánica del Poder Judicial aplicables al caso (ibidem, fd 8).

Algunos matices, sin embargo, deben precisarse.


En primer lugar la referencia más directa y explicita que la LPOJ hace a la protección de
datos, el artículo 230.5 LOPJ, dice textualmente:

Reglamentariamente se determinarán por el Consejo General del Poder Judicial


los requisitos y demás condiciones que afecten al establecimiento y gestión de los
ficheros automatizados que se encuentren bajo la responsabilidad de los órganos
judiciales de forma que se asegure el cumplimiento de las garantías y derechos
establecidos en la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de Regulación del
tratamiento automatizado de los Datos de Carácter Personal.

Su redacción es la dada por la Ley Orgánica 16/1994, de 8 de noviembre, es decir


anterior tanto a la actual Ley Orgánica de Protección de Datos (1999) como a la
propia directiva europea (1995) que motivó la reforma de la antigua LORTAD, a la
que explícitamente cita. Pero esa citación temprana, hoy todavía no modificada, refleja
también las circunstancias de su propio tiempo, es decir, la aplicación exclusiva de la
protección de datos personales en el ámbito "automatizado" (como el Convenio 108, de
1981). La directiva y luego su transposición por la LOPD incluyó también el tratamiento
no automatizado o manual, siempre que los datos consten en una conjunto organizado

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 133


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de datos o documentos que los contienen ("ficheros") que hace irrelevante en principio
todo distingo entre uno y otro tratamiento (5).
El segundo matiz es la necesidad de cumplimiento de los requisitos formales de los
ficheros judiciales. Será abordado bajo los aspectos gubernativos, no jurisdiccionales,
infra, punto 1.5. Baste aquí destacar que, tratándose de un derecho fundamental, la falta
de cumplimiento de aspectos formales por parte de la administración judicial no puede
perjudicar en modo alguno al justiciable en su derecho a ver reconocida la protección
que merecen sus derechos sustantivos cuando sus datos personales son tratados por
los juzgados y tribunales.
El tercer matiz es una concreción del anterior. La LOPD obliga al responsable del
tratamiento a dar una serie de informaciones al interesado sobre el tratamiento de sus
datos y sobre los derechos que le asisten y la forma de ejercitarlos. De nuevo, la falta
de información en la práctica nada tiene que ver que la existencia del derecho sobre el
que no ha habido información. Dicho de otro modo, no podemos inferir, de la ausencia
en la práctica de esa información, que los derechos no existen.
La última matización, y sin duda la más importante, es la doctrina jurisprudencial de que
los preceptos de la LOPJ, y debe añadirse toda la legislación procesal y gubernativa,
debe interpretarse a la luz de la LOPD y demás disposiciones en materia de protección de
datos. Aquí es importante introducir la idea de que la superposición de ambas normativas
tiene, a nuestro entender, dos consecuencias interpretativas destacables. La primera
es que las disposiciones procesales y procedimentales deben respetar el derecho
fundamental a la protección de datos, so pena de vulnerar un derecho fundamental.
La segunda es que, respetando ese núcleo esencial, la ley procesal y procedimental
específica puede regular razonablemente y de modo adecuado a la situación concreta la
manera de ejercicio de un determinado aspecto o facultad previstos de forma genérica
en la normativa de protección de datos. Un ejemplo puede ser el derecho de acceso a los
propios datos: la particular forma de su ejercicio puede ser modulada por la ley procesal
o procedimental, pues la LOPD, siendo general, no puede descender a los detalles de
todas sus posibles aplicaciones.
El hecho de que la LOPD sea aplicable a los tribunales no implica, de modo automático,
que la supervisión a cargo de la Agencia Española de Protección de Datos alcance a
los órganos judiciales en tanto en cuanto actúan como tales, es decir, cuando actúan
ejerciendo jurisdicción. El principio de separación de poderes e independencia del Poder
Judicial debe llevar a la conclusión de que el respeto del derecho fundamental a la
protección de datos en el ámbito jurisdiccional es competencia de los propios órganos
jurisdiccionales y sus superiores en cuanto conozcan de los pertinentes recursos. La
existencia de una instancia especializada, con independencia propia, cual es la Agencia,
no justifica un poder de supervisión que interferiría en la jurisdicción. Dónde acaba ésta,

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es otra cuestión, pues la garantía de independencia del Poder Judicial debe predicarse
del núcleo propio de la jurisdicción, y no de aspectos marginales, que, aunque procesales
y no técnicamente gubernativos, deben quedar fuera. Véase el punto I. 4.

A) Base legal para el tratamiento de datos personales por parte de los


órganos judiciales
El artículo 6 de la LOPD dispone que

1. El tratamiento de los datos de carácter personal requerirá el consentimiento


inequívoco del afectado, salvo que la ley disponga otra cosa.
2. No será preciso el consentimiento cuando los datos de carácter personal se
recojan para el ejercicio de las funciones propias de las Administraciones públicas
en el ámbito de sus competencias [...]

En el ámbito judicial, el tratamiento de los datos personales por parte de los órganos
judiciales estará basado en el consentimiento de los interesados, cuando los datos hayan
sido aportados por ellos mismos, o en la propia potestad jurisdiccional, en caso contrario.
La LOPJ y las leyes procesales, esencialmente la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC),
serán suficientes para legitimar el tratamiento de los datos personales de quienes no son
parte en el proceso o de quienes, siéndolo, no los han aportado. Es decir, una vez en el
proceso, esta base procesal legitima su tratamiento. Sin embargo, como la recogida de
datos también es un tratamiento que necesita base legal, el momento más significativo
en el tratamiento de datos personales por los órganos judicial es sin duda la obtención de
los datos en la fase de prueba, ya sea a instancia de una parte o, cuando los principios
procesales lo permitente, por iniciativa del propio órgano. En otros puntos del proceso
también se produce recogida de datos por el órgano judicial, que ha de contar que la
necesaria base legal.

a) En fase probatoria

El artículo 11 de la LOPD establece que

1. Los datos de carácter personal objeto del tratamiento sólo podrán ser
comunicados a un tercero para el cumplimiento de fines directamente relacionados
con las funciones legítimas del cedente y del cesionario con el previo consentimiento
del interesado.
2. El consentimiento exigido en el apartado anterior no será preciso:

a) Cuando la cesión está autorizada en una ley.


[...]

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d) Cuando la comunicación que deba efectuarse tenga por destinatario al Defensor


del Pueblo, el Ministerio Fiscal o los Jueces o Tribunales [...]

El primer supuesto contemplado en este artículo se da cuando el órgano judicial recaba


datos en posesión de un tercero, público o privado, que se refieren a la parte a cuya
instancia se acuerda la prueba consistente en reclamar esos datos. También puede
entenderse que se da el consentimiento del interesado cuando los datos son reclamados
a instancia de la otra parte, pero la parte cuyos datos se reclaman no recurre la admisión
de prueba según el artículo 285.2 LEC. Por lo demás, es obvio que el órgano judicial
ejerce sus funciones y debe comprobarse que el cedente de los datos los tiene en base
a sus funciones legítimas.
Cuando la reclamación judicial de datos se refiera a los de la parte que no interesa esa
prueba, o de un tercero, siempre que la prueba sea pertinente (véase más adelante
"proporcionalidad") las excepciones a) y d) del artículo 11 LOPD serán de aplicación,
siendo la ley habilitante la propio LEC y al ser el destinatario el órgano judicial.
Sin embargo, la legalidad puede limitar esa posibilidad judicial de recabar datos
para el proceso. Un caso muy significativo viene constituido por los datos fiscales.
Efectivamente, la Ley General Tributaria, en su artículo 95 establece:

1. Los datos, informes o antecedentes obtenidos por la Administración tributaria


en el desempeño de sus funciones tienen carácter reservado y sólo podrán ser
utilizados para la efectiva aplicación de los tributos o recursos cuya gestión tenga
encomendada y para la imposición de las sanciones que procedan, sin que puedan
ser cedidos o comunicados a terceros, salvo que la cesión tenga por objeto:
[...] (6)
f) -La protección de los derechos e intereses de los menores e incapacitados por los
órganos jurisdiccionales o el Ministerio Fiscal.
[...]
h) La colaboración con los jueces y tribunales para la ejecución de resoluciones
judiciales firmes. La solicitud judicial de información exigirá resolución expresa en la
que, previa ponderación de los intereses públicos y privados afectados en el asunto
de que se trate y por haberse agotado los demás medios o fuentes de conocimiento
sobre la existencia de bienes y derechos del deudor, se motive la necesidad de
recabar datos de la Administración tributaria.
[...]
k) La colaboración con las Administraciones públicas para el desarrollo de sus
funciones, previa autorización de los obligados tributarios a que se refieran los datos
suministrados.

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Es decir, solo cabe la aportación de datos fiscales en el ámbito civil a instancia de parte
o iniciativa judicial cuando están en juego los intereses de los menores o incapacitados,
o cuando los datos se refieren a quien solicita la prueba, que da así su consentimiento.
De lo anterior se desprende la necesidad de especificar en esos supuestos los elementos
que deben permitir a la Hacienda Pública constatar que se dar las condiciones legales
de cesión de los datos.
El caso de la ejecución de resoluciones judiciales será objeto de un punto posterior.

b) Averiguación del domicilio del demandado

El artículo 156.1 LEC dispone que:

En los casos en que el demandante manifestare que le es imposible designar un


domicilio o residencia del demandado, a efectos de su personación, se utilizarán
los medios oportunos para averiguar esas circunstancias, pudiendo dirigirse, en su
caso, a los Registros, organismos, Colegios profesionales, entidades y empresas
a que se refiere el apartado 3 del artículo 155. Al recibir estas comunicaciones,
los Registros y organismos públicos procederán conforme a las disposiciones que
regulen su actividad.

Aquí también estamos ante una base legal específica que legitima la recogida de datos
por parte del órgano judicial. Obsérvese, no obstante, que el inciso final del precepto
condiciona la cesión a la normativa que regula la actividad del organismo público
requerido. A ello debe añadirse la posibilidad que tal sea el caso también del requerido
cuando éste sea un tercero privado. Sus obligaciones profesionales, por ejemplo el
secreto profesional, pueden limitar su posibilidad de ceder esos datos. Estaríamos ante
un supuesto de aplicación de la ley procesal interpretada de acuerdo con el derecho
fundamental de la protección de los datos personales de la persona a la que se refieren
los datos, según la jurisprudencia antes citada (STS -3.ª- 8722/2006 de 18.9), donde
precisamente se trata también de los datos del domicilio (entre otros) de un tercero para
ser citado en un asunto. En tal caso es un juez decano quien deniega la información
obrante en el registro de asuntos del decanato para su reparto, denegación confirmada
por el CGPJ y el TS. Con todo en ese caso (véase punto 1.5.4.) la petición no es de
un órgano judicial sino de un letrado y los términos de la denegación son otros, aunque
siempre basados en la protección de datos.

c) Diligencias preliminares

El supuesto de mayor interés a los presentes efectos es el de las diligencias preliminares


en el contexto de la propiedad intelectual o industrial. El artículo 256.1.8 LEC (7),
establece que:

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Por petición de quien pretenda ejercitar una acción por infracción de un derecho de
propiedad industrial o de un derecho de propiedad intelectual cometida mediante
actos desarrollados a escala comercial, de la exhibición de los documentos
bancarios, financieros, comerciales o aduaneros, producidos en un determinado
tiempo y que se presuman en poder de quien sería demandado como responsable.
La solicitud deberá acompañarse de un principio de prueba de la realidad de la
infracción que podrá consistir en la presentación de una muestra de los ejemplares,
mercancías o productos en los que materialice aquella infracción. El solicitante
podrá pedir que el Secretario extienda testimonio de los documentos exhibidos
si el requerido no estuviera dispuesto a desprenderse del documento para su
incorporación a la diligencia practicada. Igual solicitud podrá formular en relación
con lo establecido en el último párrafo del número anterior.
A los efectos de los números 7 y 8 de este apartado, se entiende por actos
desarrollados a escala comercial aquellos que son realizados para obtener
beneficios económicos o comerciales directos o indirectos.

Con tal ocasión, se planteó la cuestión preliminar al Tribunal de Luxemburgo que ha dado
lugar a la sentencia del caso "Promusicae" (8). Debe recordarse que el tribunal, pese a
que el planteamiento no mencionaba la protección de los datos personales, llegó a la
conclusión de que, por estar en juego esa protección, los estados miembros de la Unión
Europeo pueden no prever que los datos de tráfico de las comunicaciones electrónicas
retenidos a efectos penales según la Directiva 2006/24/EC queden a disposición también
de los jueces civiles, pues la proporcionalidad justifica que solo puedan ser utilizados
en un contexto penal.
También merece mención el apartado 5 bis del mismo artículo 265.1 (9), que dispone
que:

Por la petición de la historia clínica al centro sanitario o profesional que la custodie,


en las condiciones y con el contenido que establece la Ley.

De acuerdo con el artículo 7.3 LOPD:

Los datos de carácter personal que hagan referencia al origen racial, a la salud y a
la vida sexual sólo podrán ser recabados, tratados y cedidos cuando, por razones
de interés general, así lo disponga una ley o el afectado consienta expresamente.

El artículo 8 remite al ya citado artículo 11 para la cesión de esos datos especialmente


protegidos. Pues bien, la norma introducida en la LEC constituye la ley habilitadora para
que esos datos puedan ser solicitados en diligencias preliminares. Debe entenderse,
también, que habilita en fase de prueba implícitamente, aun a falta del consentimiento
del interesado, puesto que el artículo 11.1.d) LOPD es más genérico y no hace referencia
a los datos relativos a la salud.

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d) Aseguramiento de la prueba

El artículo 297.2 LEC (10) también prevé como medida el llamado bloqueo de datos, de
acuerdo con el artículo 16.3 LOPD, que dispone:

3. La cancelación dará lugar al bloqueo de los datos, conservándose únicamente a


disposición de las Administraciones públicas, Jueces y Tribunales, para la atención
de las posibles responsabilidades nacidas del tratamiento, durante el plazo de
prescripción de éstas.
Cumplido el citado plazo deberá procederse a la supresión.

Ese precepto está redactado desde la perspectiva del ejercicio del derecho de
cancelación, a disposición del titular de los datos, pero responde al mismo principio,
bloqueo de datos mientras dura la disputa sobre ellos. La intervención judicial prevista
en el artículo 297.2 LEC supone, como siempre, la posibilidad de prescindir del
consentimiento que titular de los datos.

e) Investigación patrimonial del ejecutado

Dispone el artículo 590 LEC:

A instancias del ejecutante que no pudiere designar bienes del ejecutado suficientes
para el fin de la ejecución, el tribunal acordará, por providencia, dirigirse a las
entidades financieras, organismos y registros públicos y personas físicas y jurídicas
que el ejecutante indique, para que faciliten la relación de bienes o derechos del
ejecutado de los que tengan constancia. Al formular estas indicaciones, el ejecutante
deberá expresar sucintamente las razones por las que estime que la entidad,
organismo, registro o persona de que se trate dispone de información sobre el
patrimonio del ejecutado.

Es obvio que en este contexto el órgano judicial recabará todo tipo de datos personales
relativos al ejecutado. Una de las fuentes de información privilegiada es sin duda
la Hacienda Pública. Recordemos que el artículo 95.h) de la Ley General Tributaria
contempla ese supuesto (11).
En primer lugar debe destacarse que tanto ese precepto como el párrafo segundo del
citado artículo 590 establecen como pre-requisito el haber agotado otras fuentes de
información accesibles al ejecutante. Pero hay más prevenciones. El artículo 591 LEC
dispone:

1. Todas las personas y entidades públicas y privadas están obligadas a prestar


su colaboración en las actuaciones de ejecución y a entregar al tribunal cuantos
documentos y datos tengan en su poder, sin más limitaciones que los que imponen el
respeto a los derechos fundamentales o a los límites que, para casos determinados,
expresamente impongan las leyes.

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2. El tribunal, previa audiencia de los interesados, podrá, mediante providencia,


imponer multas coercitivas periódicas a las personas y entidades que no presten la
colaboración que el tribunal les haya requerido con arreglo al apartado anterior. En
la aplicación de estos apremios, el tribunal tendrá en cuenta los criterios previstos
en el apartado 3 del artículo 589.
3. Cuando, en aplicación de lo dispuesto en el apartado primero de este artículo,
el tribunal recibiese datos ajenos a los fines de la ejecución, adoptará las medidas
necesarias para garantizar la confidencialidad de aquéllos.

Varios aspectos debe destacarse. En primer lugar, la expresa salvaguarda de los


derechos fundamentales y especiales previsiones de la ley, como por ejemplo el deber
de confidencialidad. En ese sentido también la LGT habla de "ponderación de los
intereses públicos y privados afectados en el asunto de que se trate", es decir, que el
juez debe analizar si la medida y los datos recabados son razonables en vista de la
situación e información de que dispone. En segundo lugar, tal análisis es fundamental
no solo para tomar la decisión sino también para calibrar la potestad sancionadora
ante la negativa a colaborar por parte de la entidad requerida. Ésta puede poner de
manifiesto circunstancias no conocidas por el órgano judicial que hagan necesaria una
reconsideración de la ponderación inicial, incluso con la conclusión de que la medida
de recogida de datos no es procedente. En tercer lugar, la entidad requerida, ante
el requerimiento judicial, puede optar por librar datos más allá de los necesarios. Tal
puede ser el caso también en trámite de prueba. A tal efecto el artículo 591.3 LEC
habla de "medidas necesarias para garantizar la confidencialidad de aquéllos". El uso
del término confidencialidad no es especialmente acertado, porque no se sabe bien a
qué se refiere. Parece que pretende que el juez haga que esos datos no lleguen a
conocimiento del ejecutante, pero cómo deba hacerse plantea problemas procesales
prácticos. Todavía más su ese exceso de datos se produce no el trámite de ejecución
sino en fase probatoria, donde el principio de defensa de la otra parte limita la posibilidad
de "confidencial" de los datos. Todo ello nos lleva al principio de proporcionalidad.

B) Principio de proporcionalidad

El artículo 4.1 LOPD dice:

Los datos de carácter personal sólo se podrán recoger para su tratamiento, así como
someterlos a dicho tratamiento, cuando sean adecuados, pertinentes y no excesivos
(12) en relación con el ámbito y las finalidades determinadas, explícitas y legítimas
para las que se hayan obtenido.

Por su parte, el artículo 283.1 & 2 LEC:

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1. No deberá admitirse ninguna prueba que, por no guardar relación con lo que sea
objeto del proceso, haya de considerarse impertinente.
2. Tampoco deben admitirse, por inútiles, aquellas pruebas que, según reglas y
criterios razonables y seguros, en ningún caso puedan contribuir a esclarecer los
hechos controvertidos.

Es decir, que no basta lo dicho hasta aquí sobre la necesidad de base legal para la
recogida y tratamiento de datos personales, normalmente existente cuando actúan los
órganos judiciales, sino que además los datos han de ser adecuados, pertinentes y no
excesivos en relación a los fines perseguidos, en este caso fines probatorios. Existe,
como se ve, una perfecta coincidencia entre las exigencias de la LOPD y la LEC, que
exige del juez un análisis ponderado y específico.
Un ejemplo sacado de la realidad puede ilustrar un supuesto típico. En trámite de prueba
de un asunto de divorcio contencioso, el juzgado de primera instancia remite al servicio
médico de un organismo de la Unión Europea situado en España el siguiente oficio:

"En virtud de lo acordado por resolución de esta fecha dictada en el procedimiento de


referencia, dirijo a Ud. El presente a fin de que remita a este juzgado a la mayor brevedad,
a la vista de sus antecedentes, libros y archivo, el historial médico por copia de doña X,
así como la medicación que ha prescrito a la citada durante todos los años en que ha
sido tratada por dicho doctor". Tal es el texto, sin más datos salvo los nombres de las
partes sus procuradores y la referencia de divorcio contencioso. Se infiere que el "dicho
doctor" es el propio destinatario del oficio.
Aunque se trata aquí de un caso en que el organismo receptor está sujeto no a la
ley española sino al Reglamento comunitario 45/2001, tanto éste como la LOPD son
transposiciones de la Directiva 95/46/EC, de manera que las conclusiones deben ser las
mismas. Concretamente el consejo dado por el Supervisor Europeo de Protección de
Datos (13) concluye que, en principio, existe base legal para la cesión a un órgano judicial
pero debe tenerse en cuenta la regulación del secreto médico al que el requerido está
sujeto; en ausencia de consentimiento de la funcionaria titular de los datos médicos (que
sería el caso si la prueba ha sido pedido de contrario) la proporcionalidad y calidad de
los datos cobra especial énfasis. En ausencia de más explicaciones y vistos los términos
vagos y universales de la petición, el juicio de qué datos son los relevantes para la
petición judicial es casi imposible, por lo que se impone una consulta al juzgado antes de
librar los datos. La necesidad de informar a la titular de los datos de tal cesión también
se impone.
Desde la perspectiva del Derecho español las conclusiones serían substancialmente
las mismas. El juzgado debía haber sido mucho más explícito, menos general y vago,
en su requerimiento, y debía haber expresado si la prueba era pedida por la propia
interesada o por la otra parte, si es relevante para los intereses de posibles menores o

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incapaces y cuál es su finalidad según el peticionario, para calibrar la proporcionalidad


y alcance de la obligación de ceder esos datos a la autoridad judicial. Ello no implica
que la decisión final no sea del juzgado, pero el receptor del requerimiento debe contar
con los elementos de juicio mínimos para cumplir con sus propias obligaciones como
responsable del tratamiento de los datos, en este caso especialmente protegidos, a la
luz de la normativa de protección de datos, que no queda anulada por la orden judicial.

C) Principio de finalidad
El artículo 4.2 LOPD establece el llamado principio de finalidad en los siguientes
términos.

Los datos de carácter personal objeto de tratamiento no podrán usarse para


finalidades incompatibles con aquellas para las que los datos hubieran sido
recogidos.

En el caso de recogida de datos por los órganos judiciales de otras autoridades o


de particulares, la finalidad con la que fueron recogidos no será obviamente judicial,
y sin embargo son recabados por los tribunales para esa finalidad. El artículo 11.2.d
LOPD habla de consentimiento del interesado y no de cambio de finalidad al exonerar
del requisito cuando los datos sean cedidos a las autoridades judiciales. Sin embargo,
debe entenderse implícita tal exoneración, explícitamente fijada para la cesión entre
administraciones públicas en el artículo 21.1 LOPD. Efectivamente, la LOPD no ha
transpuesto de manera cumplida el artículo 13.1.g de la Directiva 95/46/EC, que exime
del principio de finalidad, consagrado en su artículo 6.1, cuando sea necesario para la
protección de los derechos y libertades de terceros, que es el caso de las actuaciones
judiciales. La LOPD debe interpretarse a la luz de la Directiva y no procede, por tanto,
aplicar el artículo 21.1 porque la ley procesal cumple el requisito de reserva de ley (véase
infra punto I.2.F.a. y nota al pie).

D) Tratamiento de datos por las partes


Hasta aquí hemos analizado la aplicación de los principios de protección de datos al
órgano judicial cuando los trata, sobre todo cuando los recaba. Pero no solo el órgano
judicial trata los datos. Las partes también, y los aportan a juicio.
La Audiencia Nacional ha tenido ocasión de pronunciarse en un supuesto
particularmente interesante de tratamiento de datos médicos y aportación a los autos
por la aseguradora contraria en un caso de accidente automovilístico. La AN resuelve un

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recurso contra la decisión de la Agencia Española de Protección de Datos que rechaza


la pretensión de sanción a tal aseguradora a instancias de la persona cuyos datos han
sido aportados al pleito civil y obtenido de él (previa cesión a un servicio médico y
la intervención de éste) por tratamiento ilegal. La AN fundamenta su ratificación de la
improcedencia de sanción en los siguientes términos:

Ahora bien, junto a esa dispensa del consentimiento prevista para cuando existe
una relación contractual o negocial -que, según acabamos de ver, no se da en
el caso que nos ocupa- la normativa sobre protección de datos determina que
el consentimiento del afectado no será exigible para el tratamiento de los datos
personales, y tampoco para su cesión o comunicación a un tercero, cuando así lo
establezca una Ley (artículos 6.1 in fine y 11.2.b/ de la LOPD). Es cierto que los
preceptos antes citados de la Ley 50/1980, de 8 de octubre, de Contrato de Seguro,
y de la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de seguros
privados, no establecen expresamente una dispensa o exoneración de la exigencia
del consentimiento prevista en la normativa sobre protección de datos pero también
lo es que en dichos preceptos se imponen a las compañías aseguradoras unas
obligaciones sustantivas y formales que presuponen o requieren el tratamiento de
datos personales de los perjudicados. (fd 8, SAN 4493/2005 de 21.9).

En definitiva, no cabe apreciar infracción alguna en el tratamiento que hizo la


aseguradora LIBERTY de los datos de la Sra. Cristina obtenidos del procedimiento
judicial, y tampoco existe infracción por el hecho de que la mencionada aseguradora
transfiriese esa información al centro de diagnóstico CDT, S.L. con el que tenía
entablada una relación contractual de prestación de servicios. (fd 7, SAN 4493/2005
de 21.9)

E) Nulidad de la prueba
La piedra de toque de cualquier consideración sobre la aplicación de la protección de
datos personales en el ámbito judicial es sin duda la posibilidad de declarar la nulidad
de una prueba por motivo de vulneración del derecho a la protección de datos del sujeto
titular de esos datos.
Las tres leyes que hemos venido considerando deben aplicarse simultáneamente.
En primer lugar, el artículo 11.1 LOPJ establece que "No surtirán efecto las
pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos o libertades
fundamentales". Entre esos derechos fundamentales hay que incluir el derecho a la
protección de datos. En segundo lugar, la LOPD, en su artículo 4.7 dispone que "Se
prohíbe la recogida de datos por medios fraudulentos, desleales o ilícitos", de suerte
que si en la recogida de datos se comete una ilicitud, esos datos atentan contra esa
prohibición, lo cual debe tener consecuencias. En tercer lugar, el artículo 283.3 LEC
recoge esa misma idea al decir que "Nunca se admitirá como prueba cualquier actividad

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prohibida por la ley", mientras el artículo 287 del mismo texto legal prevé el cauce
procesal para hacer valer esa alegación de ilicitud, ya sea a instancia de parte ya sea
de oficio por el órgano judicial.
La cuestión es, por supuesto, determinar en qué medida una vulneración del derecho
a la protección de datos debe considerarse determinante de la ilicitud que comporta la
invalidez de la prueba. Pueden apuntarse algunas ideas, que la concienciación de los
tribunales en esta materia, debería desarrollar jurisprudencialmente.
Una vulneración meramente formal, como por ejemplo la falta de inscripción del fichero
donde constan los datos parece insuficiente para acarrear consecuencia tan drástica en
el proceso, con el que nada tiene que ver. Por ello, cabe exigir que la vulneración sea
substantiva y no formal. Además, la vulneración substancial debe tener conexión con el
proceso; dicho de otro modo, la vulneración debe haberse cometido para aportar esos
datos al proceso o con ocasión del proceso judicial. En tercer lugar, debe comportar una
lesión efectiva al sujeto del derecho, porque su intimidad, defensa, etc., se han visto
vulneradas o una incidencia en el valor de los datos así obtenidos, como falta de garantía
de la calidad de los datos, etc. (14).
Podemos considerar algunos de los supuestos que la jurisprudencia, no civil, nos brinda
para analizar si esas pruebas deberían haberse declarado nulas en el proceso civil.
La SAN -1.ª- 14.9.2001 (rec. 196/2000) ratificó una importante sanción a una entidad
bancaria que, con vulneración de la protección de los datos, libró información de cuentas
bancarias a un ex-cónyuge, que luego la aporta a un pleito matrimonial. Igual hace la SAN
-1.ª- 19.1.2005 (rec. 1224/2002) ¿Cabe imaginar que esos datos obtenidos ilegalmente
puedan ser tenidos por válidos en el proceso civil? La respuesta parece negativa. Se
ha cometido una vulneración substantiva del derecho del ex-esposo y los datos pueden
ser aportados de forma incompleta o manipulada al pleito, en beneficio de quien los
ha obtenido ilegalmente. Por contra, su esos mismos datos hubieran sido obtenido por
orden judicial, con ponderación de los intereses en juego y las garantías de cauce directo
al juzgado, ni la ilegalidad ni la duda sobre la calidad de la información se hubieran
producido.
En el caso contrario está el supuesto visto a propósito del tratamiento de datos por las
partes (punto anterior I.2.C.), donde la parte demandada como responsable civil directo
estaba legitimada a transferir datos, recabar otros y aportarlos al proceso en su propia
defensa.

F) Cesión de datos por los órganos judiciales

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El órgano judicial no solo trata los datos personales en el proceso sino que puede verse
obligado a tratarlos mediante cesión a terceros. Dos supuestos claros son la cesión a la
Hacienda Pública y otras administraciones públicas y la cooperación judicial.

a) A la Hacienda Pública y otras administraciones

El artículo 94.3 LGT regula el supuesto de cesión de datos obrantes en autos a la


Hacienda Pública en los siguientes términos imperativos:

Los juzgados y tribunales deberán facilitar a la Administración tributaria, de oficio


o a requerimiento de la misma, cuantos datos con trascendencia tributaria se
desprendan de las actuaciones judiciales de las que conozcan, respetando, en su
caso, el secreto de las diligencias sumariales.

El apartado 5 del mismo artículo 94 añade que:

La cesión de datos de carácter personal que se deba efectuar a la Administración


tributaria conforme a lo dispuesto en el artículo anterior, en los apartados anteriores
de este artículo o en otra norma de rango legal, no requerirá el consentimiento del
afectado. En este ámbito no será de aplicación lo dispuesto en el apartado 1 del
artículo 21 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos
de Carácter Personal.

Este artículo a su vez dice:

Los datos de carácter personal recogidos o elaborados por las Administraciones


públicas para el desempeño de sus atribuciones no serán comunicados a otras
Administraciones públicas para el ejercicio de competencias diferentes o de
competencias que versen sobre materias distintas, salvo [cuando la comunicación
hubiere sido prevista por las disposiciones de creación del fichero o por disposición
de superior rango que regule su uso, o] (15) cuando la comunicación tenga por objeto
el tratamiento posterior de los datos con fines históricos, estadísticos o científicos.

Se trata de la plasmación en el ámbito de la cesión de datos entre órganos públicos del


principio de finalidad y rechazo de ulterior utilización de los datos con fines incompatibles
establecido en el artículo 4.2 LOPD. La LGT exime de ese principio cuando es la
Hacienda Pública la receptora de los datos. Véase supra principio de finalidad (punto
I.2.C.).
A falta de tal norma especial para otras administraciones, la cesión de datos personales
recabados para la actividad jurisdiccional supondría una cesión de datos para finalidad
incompatible y por tanto en contra del artículo 21.1 LOPD.

b) Cooperación judicial

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Los juzgados, en la cumplimentación de exhortos y comisiones rogatorias


internacionales, ceden datos de carácter personal. Tal cesión debe considerarse
compatible con el fin para el que fueron recogidos, ya sea porque lo son ad hoc para
cumplimentar el instrumento de cooperación, ya sea porque la finalidad judicial con la que
fueron incluidos en unos autos judiciales es compatible con la finalidad judicial que motiva
la petición de cooperación judicial. También deberán tenerse en cuenta los principios de
calidad y de proporcionalidad de los datos a librar.
Pero es en el ámbito internacional donde un nuevo requisito debe ser tenido en
cuenta. Las transferencias internacionales vienen reguladas en el artículo 33 LOPD,
que básicamente requiere que el país receptor tenga una protección equivalente a la
española. Ese es el caso de los demás estados miembros de la Unión Europea y del
Espacio Económico Europeo; de hecho la Directiva 95/46/EC tiene como finalidad y
base legal europea el artículo 95 del Tratado de la CE, el mercado interior, lo cual
implica la libre circulación intra-europea de los datos. De ahí que el nuevo Reglamento
de Protección de Datos (RD 1720/2007) en su artículo 5.1.s no considere transferencia
internacional la transferencia a un país del EEE. La propia LOPD en su artículo 34.k
también reconoce esa libre circulación en el seno de la Unión Europea.
También el Convenio 108 del Consejo de Europa establece la libre circulación de datos
entre sus estados parte (todos los del EEE más otros). Siendo parte España tampoco
habrá problema de transferencia a esos países, por el principio de protección equivalente
y por la referencia a los tratados que hace el artículo 34.a LOPD para no exigir una
declaración expresa de protección adecuada, por autorización del Director de la Ciencia
Española o por declaración de la Comisión Europea (según el artículo 25 de la Directiva
95/46/EC).
Para el resto de países funcionan la excepción ya citada, y otras dos excepciones a la
protección adecuada establecidas por el artículo 34 LOPD a saber:

a) Cuando la transferencia internacional de datos de carácter personal resulte de la


aplicación de tratados o convenios en los que sea parte España.
b) Cuando la transferencia se haga a efectos de prestar o solicitar auxilio judicial
internacional.
[...]
i) Cuando la transferencia sea precisa para el reconocimiento, ejercicio o defensa
de un derecho en un proceso judicial.

La excepción al tratamiento adecuado en el país receptor basada en los tratados y


convenios de que España forme parte significa que, en la práctica, cualquier tratado
o convenio que obligue a la cooperación judicial es una carta en blanco para ignorar

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 146


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la adecuación del país receptor. Si ello fuera poco las excepciones b) e i) cubren ese
supuesto e incluso la cooperación basada en la reciprocidad.
No hay, por tanto necesidad judicial de constatar el nivel adecuado de protección de
los datos personales en el país receptor, pero ello no significa que otros principios
como la proporcionalidad, la limitación de finalidad, etc. no deban ser tenidos en cuenta.
Recuérdese que estamos ante un derecho fundamental, que el juez debe defender en
todo caso y situación. Piénsese, por ejemplo, en la transmisión de datos especialmente
protegidos, como la vida sexual, las opiniones políticas, etc., que impliquen en el país
de destino y riesgo grave para la vida o integridad del interesado. Conviene recordar
en este punto que el Reglamento comunitario 1393/2007, de 13 de noviembre, relativo
a la notificación y al traslado en los Estados miembros de documentos judiciales y
extrajudiciales en materia civil o mercantil (que entrará en vigor el próximo 13.11.2008,
art. 26) contiene el artículo 22 del siguiente tenor:

1. La información, y en particular los datos de carácter personal, transmitida en el


marco del presente Reglamento será utilizada por el organismo receptor solo para
los fines para los que se transmitió.
2. Los organismos receptores, de acuerdo con su legislación nacional, garantizarán
la confidencialidad de la mencionada información.
3. Lo dispuesto en los apartados 1 y 2 no afectará a los derechos que las personas
afectadas puedan tener, de acuerdo con la legislación nacional pertinente, a ser
informados sobre el uso de la información transmitida en el marco del presente
Reglamento.
4. El presente Reglamento no prejuzga la aplicación de las Directivas 95/46/CE y
2002/58/CE.

Por último debe señalarse un aspecto preocupante del nuevo Reglamento de Protección
de Datos (RD 1720/2007). Se trata de su artículo 66, que regula la trasferencia
internacional de datos según los términos de la LOPD, como no puede ser de otra
manera. Tras mencionar las excepciones a la protección adecuada y autorización de la
Agencia, entre ellas la de cooperación judicial, añade en el apartado 3:

En todo caso (16), la transferencia internacional de datos deberá ser notificada a


fin de proceder a su inscripción en el Registro General de Protección de Datos,
conforme al procedimiento establecido en la sección primera del capítulo IV del título
IX del presente reglamento.

Sin duda se trata de un lapsus legislativo, pues cuesta creer que la intención es que todas
las trasferencias que los juzgados realizan en la cooperación internacional a países sin
protección adecuada deban ser inscritas en la Agencia.

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G) Ejercicio de los derechos del interesado y cumplimiento de los deberes


de información
Como hemos dicho anteriormente, la LOPD es una ley general aplicable a todo
tratamiento de datos personales por cualesquiera autoridades o personas privadas.
Por ello establece una serie de derechos generales como los de acceso, rectificación,
bloqueo, objeción y cancelación que el nuevo Reglamento de Protección de Datos
(RD 1720/2007) ha venido a especificar y pormenorizar en muchos casos. Cuando
esa legalidad se aplica a los tribunales, especialmente en su actividad jurisdiccional,
esa normativa constituye una lex generalis que ha de guiar la interpretación de la lex
specialis, esto es la ley procesal. Siempre que ésta module y concrete en el ámbito
procesal aquellos derechos, es ésta y no aquella ley la que debe guiar la actuación del
órgano judicial. Esa doble aplicación legal viene destacada en la exposición de motivos
(sub II) del Acuerdo del CGPJ de 20 de septiembre de 2006, al decir:

El ejercicio de estos derechos dada la naturaleza de la actividad jurisdiccional, está


sujeto al doble límite del régimen procesal aplicable en cada caso y de las revisiones
del artículo 93 del Reglamento núm. 1/2005, de 15 de septiembre, de los Aspectos
Accesorios de las Actuaciones Judiciales.

Así, por ejemplo, el acceso de las partes a los datos del proceso está garantizado por
la ley procesal, la rectificación adopta la variante de la contra-alegación sobre los datos
alegados de contrario, la objeción y cancelación podrá canalizarse a través de la nulidad,
etc. Cuando los afectados son terceros, singularmente testigos, peritos, etc., además de
las personas cuyos datos aparecen en autos y no son partes, esos derechos no están
normalmente contemplados en el derecho procesal. Caso destacado es el derecho de
acceso a los propios datos; véase infra punto I.4.B.

H) Reclamación de indemnizaciones
Hemos visto hasta ahora la protección de datos como norma aplicable a la actividad
procesal. Conviene recordar que el artículo 19 atribuye a la jurisdicción civil la materia de
indemnización por vulneración del derecho a la protección de datos en el ámbito privado.
Así pues, la protección de datos también tiene una vertiente de derecho substantivo a
ser aplicado por los órganos civiles.
En ese sentido conviene recordar que la acción indemnizatoria es ajena a la posible
actuación de la Agencia Española de Protección de Datos, aunque sea a instancia del
perjudicado. Así se lo recoge la STS -1.ª- de 28 de diciembre de 2004 (rec. 3020/2001)
(17), reproduciendo la sentencia de la AN recurrida:

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... la situación jurídica de los denunciantes-recurrentes no experimenta ventaja


alguna por el hecho de que se sancione a la Entidad Bancaria denunciada, único
pronunciamiento que cabría pretender de la Agencia de Protección de Datos, ya
que la pretensión indemnizatoria articulada por los actores no puede ser atendida
por la Agencia de Protección de Datos, sino que deberá, en su caso, ser instada
ante los órganos del orden jurisdicción civil a través del cauce procesal pertinente-,
ni la prosperabilidad de dicha pretensión queda supeditada o condicionada a la
imposición de una previa sanción a la denunciada.

Esa desvinculación de ambos cauces, el administrativo y el civil, queda también clara


en cuanto la acción civil no está supeditada a una previa reclamación ante la Agencia y
declaración de ésta de la ilegalidad del tratamiento de datos que ha causado la lesión
(18).
La jurisprudencia existente (19) versa básicamente sobre supuestos de ficheros de
morosos y otros en los que estaba en juego el honor. No obstante, debe recordarse
que la protección de datos es un derecho fundamental por sí mismo, distinto aunque en
parte coincidente con la intimidad, de suerte que cabe imaginar casos en que la lesión
merecedora de una indemnización va referida exclusivamente el ilegal tratamiento de
datos en sí. Pensemos, por ejemplo, en el fenómeno del spam de correo electrónico.

3. Registro Civil
El artículo 2.3 LOPD se refiere al Registro Civil en los siguientes términos:

Se regirán por sus disposiciones específicas, y por lo especialmente previsto, en su


caso, por esta Ley Orgánica los siguientes tratamientos de datos personales:
[...]
d) Los derivados del Registro Civil [...]

En ninguna otra ocasión vuelve a referirse al registro, de manera que la expresión "por
lo especialmente previsto, en su caso, por esta Ley" está hura de contenido por lo que
respecta al registro. Podría concluirse que solo se rige, por tanto, por la legislación
específica. Tal conclusión creemos que es errónea, puesto que en cualquier caso le es
aplicable el artículo 18.4 de la Constitución, la Directiva 95/46/EC y el Convenio 108 del
Consejo de Europa. Es decir, aquí de nuevo el núcleo duro del derecho fundamental
debe ser respetado por la ley y ésta debe interpretarse a la luz del derecho fundamental.
En una futura y deseable regulación actualizadora de esta materia es de esperar que tal
jerarquía normativa sea tenida muy en cuenta.

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La Agencia Española de Protección de Datos ha tenido ocasión de pronunciarse a favor


de la aplicación de la LOPD al registro Civil y a su propia competencia de inspección
en el informe IN-2/2004 (20).

4. Ámbito gubernativo
Mientras en el ámbito jurisdiccional el tratamiento de datos que realizan los juzgados y
tribunales ofrece características especiales basadas en la propia actividad jurisdiccional,
en el ámbito gubernativo o de la administración judicial esas características son mucho
menos acentuadas o incluso inexistentes, de suerte que los principios y normas de
protección de datos deberían ser aplicados plenamente. No siempre es así, aunque se
han dado pasos significativos en esa dirección.
Abordamos estos aspectos bajo la rúbrica gubernativa precisamente porque, aunque
hay una zona gris entre lo jurisdiccional y lo gubernativos, los aspectos que vamos a
examinar son aquellos en los que la justicia, como administración pública, en proceso
de modernización creciente y deseable, no se aleja esencialmente de los métodos
informáticos y ofimáticos de cualquier otra administración. Se trata, por tanto, de
aspectos puramente gubernativos o de aspectos procesales que quedan fuera del núcleo
jurisdiccional del órgano judicial. En ese sentido, como se ha dicho supra, hay actos
procesales tales como los de comunicación donde no se ve inconveniente en que la
administración de justicia actúe como cualesquiera otras, incluida la supervisión de la
Agencia Española de Protección de Datos (21).

A) Creación de ficheros e inscripción


El primer rasgo de "normalidad" que estaba pendiente en la administración de justicia
era el cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 20 LOPD que exige que la creación,
modificación o supresión de los ficheros de las administraciones públicas se haga
por disposición general publicada en el boletín oficial correspondiente. A su vez el
artículo 39.2.a) exige que esos ficheros sean inscritos en el Registro General de
Protección de Datos de la Agencia Española. El nuevo Reglamento ha pormenorizados
esas exigencias. El artículo 95 del Reglamento 1/2005 del CGPJ, sobre aspectos
accesorios de las actuaciones judiciales (BOE 27.09.05) establece el procedimiento para
la administración de justicia. Ambos aspectos formales han sido, finalmente, cumplidos
por el Consejo General del Poder Judicial mediante Acuerdo de 20 de septiembre
de 2006 (BOE 12.10.06), cuyo anexo I describe los "ficheros jurisdiccionales", que

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 150


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incluyen los ficheros de "asuntos jurisdiccionales" y los de "registro de asuntos", en


tanto que su anexo II detalla los "ficheros gubernativos", que comprenden los "ficheros
gubernativos" stricto sensu (plantillas de jueces, secretarios y demás personal) y
"ficheros de usuarios" (cuentas de usuarios habilitadas en los sistemas de gestión
procesal).
Un aspecto esencial en la definición de esos ficheros es la distinción entre responsable
del tratamiento o fichero, esto es "la persona física o jurídica, de naturaleza pública
o privada, u órgano administrativo, que decida sobre la finalidad, contenido y uso del
tratamiento" (artículo 3.d) LOPD), y encargado del tratamiento, es decir "la persona
física o jurídica, autoridad pública, servicio o cualquier otro organismo que, solo
o conjuntamente con otros, trate datos personales por cuenta del responsable del
tratamiento" (artículo 3.g) LOPD). Pues bien, en el ámbito que nos ocupa, el Acuerdo
del CGPJ define como responsable de los ficheros de asuntos jurisdiccionales al propio
órgano jurisdiccional "quedando el funcionamiento bajo la dependencia directa del
Secretario Judicial" y como encargado la administración pública competente para los
medios materiales (Ministerio de Justicia o administración autonómica). En el caso de
los registros de asuntos, el responsable es el secretario judicial y los encargados los
mismos anteriores. Esto contrasta con el artículo 91 del Reglamento 1/2005, que dice:

De los ficheros automatizados de los órganos judiciales unipersonales será


responsable el Secretario del Juzgado.
De los ficheros dependientes de Tribunales será responsable el Secretario judicial
que se indique en el acuerdo de creación o modificación.

Debe entenderse que el Acuerdo de 2006 deroga en lo no coincidente esta disposición


de 2005. A propósito de la condición de responsable del fichero, se ha pronunciado la
jurisprudencia, de forma poco convincente a mi modesto entender, sobre hechos regidos
por el anterior Reglamento 5/1995, que contenía igual definición de responsable:

El Magistrado-Juez Decano no es incompetente para resolver sobre la solicitud


del Sr. Armando. Según se ha visto, su satisfacción exigiría facilitarle datos
comprendidos en el registro sobre el reparto de asuntos que se lleva en el
Juzgado Decano. Ciertamente las normas sobre el estatuto de los Secretarios
Judiciales les encomiendan la custodia de los archivos judiciales y, también,
procurar a los interesados el acceso a los libros, registros y archivos que no
tengan carácter reservado. Incluso, el artículo 82 del Reglamento del Consejo
General del Poder Judicial 5/1995, de 7 de junio, sobre Aspectos Accesorios a
las Actuaciones Judiciales, asigna al Secretario la condición de responsable de los
ficheros automatizados de datos de los órganos jurisdiccionales.
Eso, sin embargo, no comporta la incompetencia del Juez para adoptar una
resolución como la que ha dado lugar a este proceso porque a él corresponde decidir
en qué casos procede limitar la publicidad de las actuaciones judiciales (artículo
232.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), entre las que se incluye su plasmación

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documental (artículo 234), revisar las decisiones que los secretarios adopten
respecto de los ficheros automatizados de datos de los órganos jurisdiccionales
(artículos 85 y 4.3 del Reglamento 5/1995), además de resolver con carácter
gubernativo interno las cuestiones que se susciten con motivo del reparto (artículo
167.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial). Este conjunto de previsiones
normativas es suficiente para descartar la tacha de incompetencia, especialmente
si se tiene presente que, en este caso, el Magistrado-Juez Decano estaba haciendo
efectiva la protección de los datos de carácter personal conforme a la Ley Orgánica
15/1999 (fd 5, STS -3.ª- 8722/2006, de 18 de septiembre).

B) Derechos de los titulares de los datos


El citado Reglamento 1/2005 en su capítulo V, artículos 86 a 97, regula aspectos propios
de la protección de datos. Pese a su fecha y a que cita en su exposición de motivos la
LOPD, 15/1999, en su articulado continúa refiriéndose a la antigua y derogada LORTAD,
5/1992, y al tratamiento automatizado, cuando la LOPD, siguiendo a la Directiva 95/46/
EC, no se limita a ese tratamiento sino que incluye el manual destinado a incorporar los
datos a un fichero organizado.
El artículo 93 del Reglamento 1/2005 se refiere al ejercicio de los derechos de acceso,
rectificación y cancelación, remitiéndose al ahora derogado Reglamento 1332/1994,
de 20 de junio, de desarrollo de la LORTAD. Ambas referencias deben entenderse
sustituidas respectivamente por el Reglamento 1720/2007 y la LOPD.
El derecho de acceso a los propios datos se describe como limitado al secreto sumarial,
en su caso, o a la intimidad de otros, lo cual es un ejemplo de doble aplicación de la
normativa procesal y de protección de datos, pues efectivamente el artículo 23.1.LOPD
establece como límite "la protección de los derechos y libertades de terceros o las
necesidades de las investigaciones que se estén realizando".
Debe destacarse el punto 5 del citado artículo 93 del Reglamento 1/2005, a nuestro
modesto entender contrario a la legalidad en su literalidad. Efectivamente dice:

Los datos que reflejen hechos constatados en un procedimiento jurisdiccional o en


un expediente gubernativo no podrán ser modificados o cancelados mediante el
ejercicio de los derechos a los que se refiere este artículo.

No sólo es contrario al primer punto del mismo artículo que reconoce esos derechos de
rectificación o cancelación, sino que, especialmente en el ámbito gubernativo, no se ve la
razón para esa exclusión categórica. Debe reconducirse a la legalidad entendiendo que
pretende remitir al ejercicio de esos derechos por los cauces procesales o gubernativos
provistos en cada tipo de procedimiento y con los efectos propios de ese procedimiento.
Véase anterior punto I.2.G.

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Además, el Reglamento 1/2005 ignora clamorosamente el derecho a la información


previsto en el artículo 5 LOPD, que los tribunales no satisfacen, básicamente porque
en la mayoría de procesos las partes cuentan con un letrado que cumple esa función
como parte de la defensa de su patrocinado. Los terceros, sin embargo, carecen de esa
defensa que les pueda informar. Es cierto que los tribunales estarán normalmente en
el supuesto de exención por desproporción en el esfuerzo para dar esa información,
pero tal conclusión debería analizarse detalladamente y poner remedio en la medida
de lo posible. En los expedientes gubernativos no aparece ningún impedimento para
que la administración de justicia cumpla con las mismas obligaciones que el resto de
administraciones.

C) Publicidad de las actuaciones y acceso de terceros


El derecho a la protección de los datos personales y el derecho al acceso a la información
en poder de las administraciones se encuentran en tensión recíproca, no solo en la
administración de justicia sino en todo ámbito administrativo. Por lo que atañe a la
primera, la jurisprudencia ha tenido ocasión de analizar esa tensión cuando personas
ajenas al proceso pretenden acceder a sus datos y a la publicidad de las actuaciones en
general. La SAN 1660/2006, de 6 de abril, en su fundamento de derecho 3 la resume así:

La STS de 3 de marzo de 1995, recurso 1218/1991, señala en relación con la


publicidad de las actuaciones judiciales "...que el derecho y correlativo deber de
conocimiento y acceso al texto de las resoluciones judiciales se gradúa en función de
tres diversos ámbitos o esferas de afectación, regida cada una por diversos criterios,
a saber:
a) Una de máxima amplitud o de afectación generalizada, que comprende al público
o los ciudadanos en general, sin cualificación específica y que corresponde a la
publicidad de las actuaciones judiciales desarrolladas en todo clase de procesos,
que permite a aquéllos acudir a la práctica de diligencias que han de tener lugar 'en
audiencia pública', salvo la declaración de reserva que motivadamente acuerde el
órgano jurisdiccional, principio de publicidad constitucionalizado en el artículo 120.1
de la Norma Fundamental y que recoge el artículo 232.1 de la Ley Orgánica.
b) En el extremo opuesto, de máxima restricción del ámbito de conocimiento de las
decisiones judiciales, se hallan los actos de notificación y comunicación de éstas,
dirigidos sólo a quienes revisten la condición de parte procesal en virtud de las
leyes de procedimiento, y que en cuanto a las sentencias determinan el derecho
y correlativo deber de los Jueces y Tribunales a su conocimiento mediante el acto
instrumental de notificación, según prescribe el artículo 270 LOPJ.
c) Ocupando una posición intermedia que sitúa la cuestión en ámbito más impreciso,
se hallan las actuaciones procesales ya finalizadas, incluidas las sentencias,
integradas en libros, archivos o registros judiciales, y respecto a las cuales, de una
parte, el artículo 235 LOPJ determina que: 'los interesados tendrán acceso a los

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libros, archivos y registros judiciales que no tengan carácter reservado, mediante las
formas de exhibición, testimonio o certificación que establezca la Ley'.
Sobre la cualidad de interesado a los a los efectos reseñados, se puntualiza en
la citada sentencia que 'el interés legítimo que es exigible en el caso, sólo puede
reconocerse en quien, persona física o jurídica, manifiesta y acredita, al menos prima
facie, ante el órgano judicial, una conexión de carácter concreto y singular bien
con el objeto mismo del proceso y, por ende, de la sentencia que lo finalizó en la
instancia, bien con alguno de los actos procesales a través de los que aquél se ha
desarrollado y que están documentados en autos, conexión que, por otra parte, se
halla sujeta a dos condicionamientos: a) que no afecte a derechos fundamentales
de las partes procesales o de quienes de algún modo hayan intervenido en el
proceso, para salvaguardar esencialmente el derecho a la privacidad e intimidad
personal y familiar, el honor y el derecho a la propia imagen que eventualmente
pudiera afectar a aquellas personas; y b) que si la información es utilizada, como
actividad mediadora, para satisfacer derechos o intereses de terceras personas, y
en consecuencia adquiere, como es el caso, un aspecto de globalidad o generalidad
por relación no a un concreto proceso, tal interés se mantenga en el propio ámbito
del ordenamiento jurídico y de sus aplicadores, con carácter generalizado, pues otra
cosa sería tanto como hacer partícipe o colaborador al órgano judicial en tareas o
actividades que, por muy lícitas que sean, extravasan su función jurisdiccional'".
Partiendo de dichas consideraciones la citada STS considera que no cabe reconocer
la condición de interesado, a los citados efectos, a una empresa cuya actividad
mercantil se centra en la confección de una base de datos informatizada que
pone a disposición de terceros datos de carácter económico afectantes a partes
intervinientes en procesos civiles, para que los destinatarios de la información
conozcan las circunstancias de solvencia patrimonial de las personas físicas o
jurídicas a las que se refieren tales datos.
La doctrina establecida en dicha sentencia ha sido reiterada en las SSTS de 22
de mayo 1996 y 6 de abril de 2001, recurso 9448/1996, citadas por la resolución
recurrida.
También la SAN (1.ª) de 29 de noviembre 2001, recurso 531/2000 se hace eco de
la doctrina fijada por la citada STS de 3 de marzo de 1995, y señala que "los datos
contenidos en los libros y registros judiciales no se encuentran a disposición del
público de forma enteramente libre e indiscriminada ya que el acceso a los mismos
está regulado y en cierta medida restringido. De un lado, por la apelación que hacen
los citados artículos 235 y 266.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial a la condición
de 'interesado', de cuya significación y alcance ya conocemos la interpretación
jurisprudencial. De otra parte, porque el acceso a tales libros y archivos está
mediatizado por la necesaria intervención del Secretario Judicial y la preceptiva
sujeción al trámite de solicitud y autorización regulado en los artículos 1 a 5 del
Reglamento 5/1995, de 7 de junio, del Consejo General del Poder Judicial, sobre
aspectos accesorios de las actuaciones judiciales".
Es decir, y por lo que aquí nos interesa, la publicidad de las actuaciones judiciales
no significa que los datos contenidos en un procedimiento judicial que se halla en
fase de ejecución, puedan ser examinados y se encuentren a disposición del público
en general de forma totalmente libre e indiscriminada, sino que dicha publicidad

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está restringida salvo aquellas actuaciones que se celebren en audiencia pública


a los que ostenten la condición de "interesados", a la que apela el artículo 234
LOPJ. Concepto éste de interesado, que no coincide necesariamente con el de
parte procesal y que ha sido perfilado por la jurisprudencia en el sentido más arriba
expuesto.

Añadamos que los artículos 140 y 141 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regula ese
acceso por parte de terceros. Merece ser destacado que la Ley 54/2007, de 28 de
diciembre, de adopción internacional, ha añadido como plasmación de específica de la
protección de los datos de los menores el Artículo 141 bis, del siguiente tenor:

En los casos previstos en los dos artículos anteriores, en las copias simples,
testimonios y certificaciones que expidan los Secretarios Judiciales, cualquiera que
sea el soporte que se utilice para ello, cuando sea necesario para proteger el
superior interés de los menores y para preservar su intimidad, deberán omitirse los
datos personales, imágenes, nombres y apellidos, domicilio, o cualquier otro dato o
circunstancia que directa o indirectamente pudiera permitir su identificación.

Un caso especial también contemplado por la jurisprudencia es el del acceso al


expediente en caso de subastas. La misma SAN 1660/2006, de 6 de abril (22) concluye
que:

En el supuesto de subastas judiciales, que es al que se circunscribe la resolución


recurrida, se alega en la demanda que cualquier potencial postor tiene un interés
legítimo en acceder a unas concretas actuaciones judiciales en trámite a fin de
decidir si participa o no en la subasta.
En la regulación que la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, efectúa
del procedimiento de apremio, el artículo 645 se refiere a la publicidad de la subasta
de bienes muebles por medio de edictos, en los que se incluirá, según el artículo
646 pliego con todas las condiciones de la subasta y cuantos datos y circunstancias
sean relevantes para el éxito de las mismas.
Respecto de las subastas de bienes inmuebles, el artículo 668 LEC dispone que
en los edictos que se publiquen para el anuncio de la subasta se expresaran "la
identificación de la finca, que se efectuará en forma concisa, la valoración inicial para
la subasta, determinada con arreglo a lo dispuesto en el artículo 666 y los extremos
siguientes los extremos siguientes:
1.º Que la certificación registral y, en su caso, la titulación sobre el inmueble o
inmuebles que se subastan está de manifiesto en la Secretaría".
La propia LEC establece así la posibilidad de que quienes tengan interés en
poder participar en las subastas -los potenciales postores puedan examinar esa
certificación registral y en su caso, la titulación sobre el inmueble objeto de subasta
en Secretaría.
El citado precepto no se refiere al examen de otro tipo de datos o actuaciones,
por no considerarse necesarias para poder participar en la subasta a la vista de la
información que deben contener los edictos. (fd 3).

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La publicidad de las actuaciones judiciales no significa, como ya hemos dicho, que


los datos contenidos en un procedimiento judicial que se halla en fase de ejecución,
puedan ser examinados y se encuentren a disposición del público en general de
forma totalmente libre e indiscriminada, por lo que los procedimientos judiciales en
cuestión no pueden ser considerados como fuentes accesibles al público (ibidem,
fd 5).

Añadamos, por último, que la publicación de la jurisprudencia, hoy accesible por internet,
ha planteado y plantea también la referida tensión con la protección de datos, pero dado
que el tratamiento de datos que implican tales publicaciones no es realizado por los
órganos judiciales, queda fuera de esta ponencia. Digamos, no obstante, que la práctica
de suprimir los nombres de los implicados pretende precisamente equilibrar los dos
intereses en juego, a saber la publicidad general y la intimidad de las personas físicas.

II. PROYECTOS LEGISLATIVOS EUROPEOS Y SU POSIBLE INCIDENCIA

1. Tratado de Lisboa
El Tratado de Lisboa (23), que se espera entre en vigor en enero de 2009 si es ratificado
por todos los estados miembros de la Unión, no tendrá efectos prácticos inmediatos
sobre la materia que tratamos, pero sí efectos en la configuración global de las fuentes
de derecho, los poderes de las distintas instituciones de la UE y, en materia de protección
de datos, de su incardinación en los Tratados como derecho fundamental que genera
obligaciones vinculantes.
Efectivamente, el nuevo artículo 6.2 del Tratado de la UE hace posible que la Unión como
tal sea parte del CEDH, y por tanto deba aplicar a toda su legislación el artículo 8 CEDH.
En segundo lugar, confiere carácter vinculante a la Carta Europea de Derechos
Fundamentales (24), y con ella a su artículo 8 sobre protección de datos.
En tercer lugar, el nuevo artículo 16 del Tratado sobre el Funcionamiento de la UE,
antes 286 TCE, hace obligatoria la protección de datos no solo para la Unión sino para
"los Estados miembros en el ejercicio de las actividades comprendidas en el ámbito de
aplicación del Derecho de la Unión".

2. Transposición de la Decisión Marco penal

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Posiblemente antes de que entre en vigor el Tratado de Lisboa, el Consejo de la Unión


adoptará la llamada Decisión Marco relativa a la protección de datos personales tratados
en el marco de la cooperación policial y judicial en materia penal. Obviamente, esta
disposición legislativa comunitaria no tendrá impacto en la jurisdicción civil, pero está
por ver cómo se transpone al derecho español. El legislador español puede optar por
dos formas de transponerla: una consistiría en modificar la LOPD para incorporar las
disposiciones de la Decisión Marco; la otra, en modificar sólo la LOPD para sacar de
su ámbito la jurisdicción penal y regular la protección de datos en el ámbito policial y
judicial penal en una ley especial. La primera solución no es nada fácil teniendo en
cuenta que prácticamente se debería duplicar cada artículo de la LOPD para regular
específicamente el tratamiento policial y judicial penal. La segunda opción es la más
recomendable técnicamente. En cualquier caso, en el contexto de una u otra, es
fuertemente recomendable introducir disposiciones adecuadas para la protección de
datos en el ámbito judicial en general. Hemos visto algunos ejemplos de necesidad,
como la matización del principio de finalidad en la recogida de datos en el proceso civil
o la problemática de las transferencias de datos a terceros países sin nivel adecuado
de protección. La transposición de la Decisión Marco sería una excelente ocasión para
abordar esos problemas, entre otros.

3. Ratificación del Protocolo al Convenio 108


En el contexto de la modificación de la LOPD antes aludido cabe imaginar que España
ratifique el Protocolo Adicional al Convenio 108 del Consejo de Europa. La introducción
de una autoridad de supervisión independiente en materia de protección de datos no es
problema alguno, puesto que ya existe con amplias facultades y áreas de competencia,
incluyendo la administración de justicia. Tampoco la necesidad de nivel adecuado de
protección en el país receptor de datos, que ya está incorporado al derecho española en
la LOPD por mor de la Directiva 95/46/EC, pero sería la ocasión también para matizar
en la LOPD las excepciones judiciales de cooperación internacional.

4. Modificación de la Directiva 2002/58/EC

Está en trámite actualmente una modificación de la Directiva 2002/58/EC en varios


aspectos. El que aquí interesa se refiere a la previsión de que los estados miembros
adopten legislación para hacer posible que, además de los cauces administrativos, las
personas físicas o jurídicas puedan disponer de acciones dirigidas a la cesación de

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vulneraciones de las disposiciones de protección de datos contra entidades públicas o


privadas. En este último caso, la jurisdicción civil puede verse implicada.

5. Obligaciones alimenticias
Existe un proyecto de Reglamento "relativo a la competencia, la ley aplicable, el
reconocimiento y la ejecución de las resoluciones y la cooperación en materia de
obligaciones de alimentos" (COM(2005) 649 final) que, en materia de alimentos, tendrá
efecto directo en la jurisdicción civil. En lo que atañe a protección de datos, son
relevantes sus disposiciones sobre ejecución. Se crea una autoridad central para el
intercambio de información sobre el deudor, y limitadamente el acreedor. El reglamento
no pretende unificar las competencias y procedimiento de la ejecución pero confiere
una serie de facultades y obligaciones en materia de ejecución que pueden entrar en
conflicto o, por lo menos, deben ser matizadas a la vista de lo que hemos dicho sobre
la protección de datos en ejecución (25).

6. Transparencia patrimonial del deudor


Precisamente en materia de ejecución de resoluciones judiciales, la Comisión Europea
ha lanzado un proyecto de estudio y audiencia pública sobre las formas de mejorar
la ejecución de las resoluciones dinerarias con elementos transfronterizos. Es pronto
todavía para decir qué impacto pueden tener las conclusiones y menos todavía la
propuesta legislativa que se derive. Pero es sin duda un tema que afectará a los órganos
judiciales civiles en su potestad de hacer ejecutar lo juzgado. La temprana aportación
desde España es muy deseable (26).

III. CONCLUSIONES
El derecho fundamental a la protección de los datos personales, reconocido en nuestra
Constitución y su interpretación por el Tribunal Constitucional, de acuerdo con las
normas supranacionales que vinculan a España, se aplica a tanto a la jurisdicción
civil como a los aspectos no jurisdiccionales de la actividad de los órganos judiciales.
Esa aplicación requiere, no obstante, una combinación lógica y razonable de las
disposiciones procesales y gubernativas y de la normativa de protección de datos. En la
mayoría de los casos los principios subyacentes son coincidentes aunque se manifiesten

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diversamente. En algunas fases procesales, notablemente en la de prueba, la protección


de datos cobra importancia en tanto puede afectar a la base misma de la decisión
judicial. El principio de proporcionalidad es crucial en ese contexto. En aspectos como
la publicidad de las actuaciones judiciales también la protección de datos viene a incidir
significativamente.
Todavía son necesarios esfuerzos prácticos y reglamentarios para que los derechos de
los individuos que se derivan de su derecho fundamental a la protección de datos tenga
plena efectividad en la administración de justicia, especialmente el de información.
La legislación europea, presente y futura, tiene importante incidencia en este terreno y
el legislador español debe considerar la mejor manera aprovechar la transposición de
las normas comunitarias para mejorar el marco legal de la protección de datos en tanto
afecta a la jurisdicción.

Notas
(1) Véase el documento aprobado por el llamado Grupo de Trabajo del Artículo 29 [de la
Directiva 95/46/EC] -de las Autoridades de Supervisión de la EU- sobre el concepto de dato
personal en:
http://ec.europa.eu/justice_home/fsj/privacy/docs/wpdocs/2007/wp136_es.pdf
(2) Debería mencionar también las organizaciones internacionales.
(3) Tras la comunitarización o pase al primer pilar (Comunidad Europea) de otras materias como
la cooperación judicial civil.
(4) Véase esa jurisprudencia en LESMES SERRANO, Carlos [Coordinador], Buisán,
Fernández, Gurrero y Sanz, La Ley de Protección de Datos, Análisis y comentario de su
jurisprudencia, de. Lex Nova, Valladolid, 2008, págs. 49 ss.
(5) No obstante la disposición adicional primera de la LOPD dio de plazo hasta el 24 de octubre
de 2007 para adecuar los ficheros manuales, sin perjuicio de los derechos de acceso,
rectificación y cancelación.
(6) La excepción a) se refiere a "La colaboración con los órganos jurisdiccionales y el Ministerio
Fiscal en la investigación o persecución de delitos que no sean perseguibles únicamente a
instancia de persona agraviada".
(7) Añadido por Ley 19/2006, de 5 de junio, por la que se amplían los medios de tutela de
los derechos de propiedad intelectual e industrial y se establecen normas procesales para
facilitar la aplicación de diversos reglamentos comunitarios.
(8) Promusicae v. Telefónica de España SAU, C-275/06. Vid.
http://curia.europa.eu/jurisp/cgibin/form.pl?lang=EN&Submit=Rechercher
$docrequire=alldocs&numaff=C-275/06&datefs=&datefe=&nomusuel=&domaine=&mots=&resmax=100
(9) Idem.
(10) Idem.

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(11) La LGT habla de resoluciones judiciales firmes, pero una interpretación teleológica de la
norma parece posibilitar la inclusión de la ejecución provisional, aunque la actual LGT es
posterior a la LEC.
(12) El subrayado es mío.
(13) Puede verse en:
http://www.edps.europa.eu/EDPSWEB/webdav/site/mySite/shared/Documents/
Supervision/Adminmeasures/2008/08-03-10_medical_files_EN.pdf
(14) Se puede aplicar la jurisprudencia que exige "presencia de un resultado verdaderamente
lesivo para la plenitud de sus derechos de defensa, con auténtica limitación o menoscabo
de ellos, siendo doctrina reiterada del Tribunal Constitucional contenida en la STC 52/998,
que cita las SSTC 1/96, 167/88, 212/90, 87/92 y 94/92), que no toda irregularidad u omisión
procesal causa por sí misma la nulidad de actuaciones, ya que, como indica la STC 217/98,
el dato esencial es que tal irregularidad procesal haya supuesto una efectiva indefensión
material, y por lo tanto, trascendente de cara a la resolución del pleito (SSTC 205/91, 139/94
y 164/96, 198/97,100/98 y 218/98, entre otras)". ATS 1962/2006 de 26.2.08.
(15)
El texto entre corchetes cuadrados[] fue declarado inconstitucional por la STC 292/2000,
de 30 de noviembre. Su FJ 14 dice "El motivo de la inconstitucionalidad del art. 21.1 LOPD
resulta, pues, claro. La LOPD en este punto no ha fijado por sí misma, como le impone la
Constitución (art. 53.1 CE), los límites al derecho a consentir la cesión de datos personales
entre Administraciones Públicas para fines distintos a los que motivaron originariamente su
recogida, y a los que alcanza únicamente el consentimiento inicialmente prestado por el
afectado (art. 11 LOPD, en relación con lo dispuesto en los arts. 4, 6 y 34.e LOPD),sino que
se ha limitado a identificar la norma que puede hacerlo en su lugar. Norma que bien puede
ser reglamentaria, ya que con arreglo al precepto impugnado será una norma de superior
rango, y con mayor razón para el caso de que la modificación lo sea por una norma de
similar rango, a la que crea el fichero (y ésta basta con que sea una disposición general, que
no una Ley publicada en un Boletín o Diario oficial -art. 20.1 LOPD) la que pueda autorizar
esa cesión inconsentida de datos personales, lo que resulta ser, desde luego, contrario a
la Constitución".
(16) El subrayado es mío.
(17) Citada en LESMES et al., op. cit., p. 396.
(18) En ese mismo sentido se pronuncian Lesmes et al., op. cit. p. 397.
(19) Ibidem.
(20) https://www.agpd.es/upload/Canal_Documentacion/Informes%20Juridicos/Otras
%20cuestiones%20de%20interes/OC%20%282004-0002%29%20%28Competencias
%20de%20la%20Agencia%20en%20relaci%F3n%20con%20el%20Registro%20Civil
%29.pdf
(21) En ese sentido debe destacarse la reciente Resolución de 9 de abril de 2008 de la Agencia
Española de Protección de Datos donde se declara la infracción al artículo 10 LOPD por
parte de un juzgado por un acto de comunicación en un proceso de divorcio donde no se
adoptaron la medidas necesarias para la confidencialidad de los documentos entregamos
al portero de la finca donde reside el demandado.
(22) Véase también SAN 7155/2001, de 29 de noviembre.
(23) Véase las versiones consolidadas del Tratado de la Unión Europea y del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea, tras el Tratado de Lisboa, en http://eur-lex.europa.eu/
JOHtml.do?uri=OJ:C:2008:115:SOM:ES:HTML

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(24) Véase su texto actualizado al Tratado de Lisboa en http://eur-lex.europa.eu/JOHtml.do?


uri=OJ:C:2007:303:SOM:ES:HTML
(25) Véase el dictamen del Supervisor Europeo en http://www.edps.europa.eu/EDPSWEB/
webdav/site/mySite/shared/Documents/Consultation/
Opinions/2006/06-05-15_maintenance_obligations_ES.pdf
(26) Véase la página web de la Comisión hasta el 30 de septiembre de 2008: http://ec.europa.eu/
justice_home/news/consulting_public/news_consulting_public_en.htm#judgements.

Cuadernos Digitales de Formación 16 - 2008 161


Información sobre el artículo

Título del artículo: "La protección de datos en la jurisdicción civil: situación


actual e incidencia de los proyectos legislativos de la Unión Europea"

Autor: Joaquín Bayo Delgado

Incluido en el número monográfico sobre El derecho al honor, a la intimidad y a


la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso legítimo de la informática:
planteamiento general y problemas civiles de Cuadernos Digitales de Formación
16 - 2008 (Directores: María del Pilar Palá Castán y Pablo Manuel Cachón
Villar)

DOI:

Editor: Consejo General del Poder Judicial (Madrid)

Fecha de publicación: 2009

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