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Análisis terminable e interminable.

La terapia psicoanalítica es un largo trabajo, por eso desde el comienzo se hicieron intentos de
abreviar la duración del análisis:
Otto Rank suponía que el acto de nacimiento era la genuina fuente de la neurosis y que
mediante el tratamiento analítico de ese trauma primordial eliminaría las neurosis integralmente
en pocos meses.
Freud, inició el tratamiento de un joven ruso que alcanzó en el análisis ciertos logros, pero en
un momento dado se atascó el progreso. No avanzaba en el esclarecimiento de la neurosis
infantil, se sentía cómodo en el estado en el que se encontraba y no quería acercarse a la
terminación del tratamiento (auto inhibición de la cura).
Ante esto, Freud recurrió a la fijación de un plazo y comunicó al paciente que sería el último
año de tratamiento. Esto tuvo los resultados esperados por Freud, pero sin embargo hace
algunas advertencias con respecto a la fijación de un plazo:
- Es eficaz sólo bajo la premisa de que se adopte en el momento justo
- No puede dar garantía de una tramitación completa de la tarea
- No se puede extender el plazo una vez que se lo fijó, de lo contrario el paciente no daría
crédito a la continuación

Si existe un término natural para cada análisis? es posible llevar un análisis a un término?
El análisis se da por terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de
trabajo analítico. Y esto ocurrirá cuando estén aproximadamente cumplidas dos condiciones:
1. que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus
angustias así como sus inhibiciones.
2. que el analista juzgue haber hecho CC en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido
tanto de lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior que ya no quepa
temer que se repitan los procesos patológicos.
El otro significado que se le puede dar al “término” del análisis supone que la influencia sobre el
paciente haya sido tal que no sea esperable ninguna alteración ulterior, alcanzándose un nivel
de normalidad psíquica absoluta y contar con la capacidad de mantenerse estable.
Para entender los alcances de este segundo significado, es necesario tener en cuenta que la
etiología de todas las perturbaciones es mixta: o se trata de mociones pulsionales hiperintensas
que el Yo no puede dominar, o del efecto de unos traumas tempranos. Solo en el caso con
predominio traumático se puede hablar de un análisis terminado definitivamente (se sustituye la
decisión deficiente que viene de la edad temprana por una tramitación correcta).
Existen 3 factores decisivos para las posibilidades de la terapia analítica:
1. Influjo de traumas
2. intensidad constitucional de las pulsiones
3. alteración del yo.
¿Cuáles son los factores desfavorables para el efecto del análisis?
La prolongación de la duración del análisis hasta lo inconcluible se debe a:
1) Intensidad constitucional de las pulsiones.
2) Alteración del Yo.

1) Intensidad constitucional de las pulsiones. La primer cuestión que plantea Freud es si es


posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia analítica, un conflicto de

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pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo. “Tramitación duradera de
una exigencia pulsional” refiere al “domeñamiento” de la pulsión: esto quiere decir que:
 la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo
 es asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones
 que hay en el interior del yo y ya no sigue más su camino propio hacia la satisfacción.
La posibilidad de tramitar de manera duradera y definitiva un conflicto de la Pulsión con el Yo, o
sea “domeñar” dependerá de la intensidad pulsional. En el sano toda decisión de un conflicto
pulsional vale solo para una determinada intensidad de la pulsión, o sea, solo es valida dentro
de una determinada relación entre robustez de la pulsión y la robustez del yo.
Si la robustez del yo se relaja, por enfermedad, agotamiento, etc., todas las pulsiones
domeñadas con éxito hasta entonces volverán a presentar de nuevo sus títulos y pueden
aspirar a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales.
Dos veces en el curso de la vida emergen esfuerzos considerables de ciertas pulsiones:
durante la pubertad y en la mujer en la menopausia. Por eso no sorprende que las personas
que antes no eran neuróticas devengan tales hacia esas épocas.
El domeñamiento de las pulsiones, que habían logrado cuando estas eran de menor intensidad,
fracasa ahora con su refuerzo. Esto confirma el poder del factor cuantitativo en la etiología de
la enfermedad.
Todas las represiones acontecen en la primera infancia, son unas medidas de defensa
primitivas del yo inmaduro. En años posteriores no se consumas represiones nuevas, pero son
conservadas las antiguas y el yo recurre a sus servicios para gobernar las pulsiones. Los
conflictos nuevos son tramitados por una pos represión. Las represiones infantiles dependen
de la proporción relativa entre las fuerzas y no son capaces de sostenerse frente a un
acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones.
El análisis hace que el yo madurado y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas
represiones, algunas serán canceladas y otras reconocidas, pero a estas se las edificará de
nuevo sobre un material mas sólido. Estos nuevos diques tienen una consistencia diversa que
los anteriores, no cederán tan fácilmente.
La respuesta a la pregunta sobre como se explica la inconstancia de nuestra terapia analítica
podría ser que no se ha alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante a fondo,
el propósito de la terapia es sustituir las represiones permeables por unos dominios confiables
y acordes al yo. La transmudación se consigue parcialmente, sectores del mecanismo antiguo
permanecen intocados por el trabajo analítico.
El hecho de que el análisis asegure el gobierno sobre lo pulsional es posible solo en teoría. En
la práctica, el factor cuantitativo de la intensidad pulsional pone un límite a la tarea analítica.
Las cuestiones sobre si durante el tratamiento de un conflicto pulsional uno puede proteger al
paciente de conflictos futuros y si es realizable y acorde al fin despertar con fines profilácticos
un conflicto pulsional no manifiesto en el momento, deben tratarse juntas, pues es evidente que
la primera tarea solo se puede solucionar si se resuelve la segunda
Si un conflicto pulsional no es actual, si no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante
el análisis.
Los medios que poseemos para volver actual un conflicto pulsional latente son dos:
1 producir situaciones donde devenga actual, esto puede alcanzarse por dos caminos, a)
dentro de la realidad objetiva y b) dentro de la TRF, exponiendo al paciente en ambos casos a
cierta medida de padecer objetivo mediante frustración.
2 conformarse con hablar de él en el análisis, esto hace que aumente el saber del paciente sin
alterar nada en él.
El trabajo analítico se cumple de manera óptima cuando las vivencias patógenas pertenecen al
pasado, de suerte que el yo pudo ganar distancia de ellas. En estados de crisis aguda, el
análisis es poco menos inutilizable. En tal caso, todo interés del yo será reclamado por la
dolorosa realidad objetiva y se rehusara al análisis, que pretende penetrar tras esa superficie y

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poner en descubierto los influjos del pasado. Así, crear un conflicto fresco no haría más que
prolongar y dificultar el trabajo analítico.
En una profilaxis de los conflictos pulsionales solo entrarían en cuenta los otros dos métodos: la
producción artificial de conflictos nuevos dentro de la TRF a los que les faltara el carácter de la
realidad objetiva y el despertar tales conflictos en la representación del analizado hablando de
ellos y familiarizándolo con su posibilidad.
Llegamos a discernir como decisivos para el éxito de nuestro tratamiento los influjos de la
etiología traumática, la intensidad relativa de las pulsiones que es preciso gobernar y la
alteración del yo.
Solo consideramos en detalle al segundo de esos factores, y al hacerlo vimos la importancia
del factor cuantitativo.
2) Con respecto a la alteración del yo, la situación analítica consiste en aliarnos con el yo de
la persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su ello, o sea de integrarlos en a
síntesis del yo. El hecho de que una cooperación así fracase con el psicótico ofrece un punto
firme para nuestro juicio, el yo, para que podamos concertar con é un pacto así, tiene que ser
un yo normal. Pero ese yo normal, como la normalidad en general, es una ficción ideal. El yo
anormal, no es una ficción. Cada persona normal lo es solo en promedio, su yo se aproxima al
del psicótico en alguna pieza, en distintos grados y el monto del distanciamiento respecto de un
extremo de la serie y de al aproximación al otro nos servirá como una medida de aquello que
se ha designado: “alteración del yo”.
¿de donde provienen las modalidades y los grados de la alteración del yo? Son originarios o
adquiridos?
Si se los ha adquirido fue en el curso de las primeras etapas de la vida: Desde el comienzo el
Yo debe cumplir con su tarea de mediar entre su Ello y el mundo exterior al servicio del
Principio de Placer. Durante esta lucha, , el Yo se vale de distintos procedimientos, que
consisten en evitar el peligro, la angustia, el displacer a éstos se los llama “Mecanismos de
Defensa”.
El aparato psíquico no tolera el displacer, tiene que defenderse de el y si la percepción de la
realidad trae displacer, ella o la percepción tiene que ser sacrificada.
Contra el peligro exterior uno puede encontrar socorro en la huida y la evitación de la situación,
hasta adquirir fortaleza para cancelar la amenaza mediante una alteración activa de la realidad
objetivo. Pero de si mismo uno no puede huir, contra el peligro interior no hay huida por eso los
mecanismos de defensa del yo están condenados a falsificar la percepción interna y a
posibilitarnos solo una noticia deficiente y desfigurada de nuestro ello. El yo queda en sus
relaciones con el ello, paralizado por sus limitaciones.
Los Mecanismos de Defensa sirven al propósito de apartar peligros. Durante el desarrollo, el
Yo no puede renunciar completamente a ellos, además ellos mismos pueden convertirse en
peligros. Cada persona emplea cierta selección de ellos, pero estos se fijan en el interior del
Yo, devienen unos modos regulares de reacción de carácter, que durante toda la vida se
repiten tan pronto como retorna una situación parecida a la originaria.
Estos mecanismos de defensa retornan en la cura como resistencias, y la curación misma es
tratada por el yo como un peligro nuevo.
Al efecto que en el interior del Yo tiene el defender se lo llama Alteración del Yo.
Sin embargo, no se puede rechazar la existencia de diversidades originarias, congénitas del Yo.
Se han hallado Resistencias que parecen depender de zonas fundamentales dentro del aparato
psíquico.
- Personas que tienen una particular viscosidad de la libido, es decir, no pueden desasirse de
investiduras libidinales de un objeto y desplazarla a otro objeto nuevo
- Uno puede toparse también con el caso contrario. La libido aparece dotada de una especial
movilidad. Entra con rapidez en las investiduras nuevas, propuestas por el análisis, y resigna a
cambio las anteriores. Los resultados en este grupo son muy lábiles.
- Agotamiento de la plasticidad, de la capacidad para variar y para seguir desarrollándose.

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- la conducta de las dos pulsiones primordiales, su distribución, mezcla y desmezcla, no se
deben representar limitadas a una sola provincia del aparato anímico (yo, ello, superyo).
Durante el trabajo analítico, las resistencias que la de una fuerza que se defiende por todos los
medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento. A
una parte de esa fuerza se la individualizo como CC de culpa y necesidad de castigo, y se ha
localizado en la relación del yo con el superyo. Pero se trata solo de aquella parte que ha sido
ligada por el superyo, de esa misma fuerza pueden estar operando otros montos, no se sabe
donde, en forma ligada o libre.
La Reacción Terapéutica Negativa (RTN) y la Conciencia de Culpa en los neuróticos ponen en
evidencia la presencia, que la vida anímica no esta gobernada exclusivamente por el ppio de
placer, sino que hay pulsión de agresión, de destrucción, de muerte, que es una parte
constitucional del aparato anímico.
Ferenzi consideraba que el análisis no es un proceso sin término, sino que puede ser llevado a
un cierre natural, si el analista tiene la paciencia y pericia debida. Sostenía que era decisivo
para el éxito, que el analista haya aprendido bastante de sus propios errores y cobrado imperio
sobre los puntos débiles de su personalidad.
Para Freud, no sólo la complejidad yoica, sino también las peculiaridades del analista influyen
sobre la cura analítica y la dificultan tal como lo hacen las Resistencias.
Para Freud, la terminación de un análisis es un asunto práctico: el análisis debe crear las
condiciones psíquicas más favorables para las funciones del Yo. Con ello quedaría tramitada la
tarea.
En todo análisis hay dos temas que se destacan y dan guerra al analista. Los dos temas están
ligados a la diferencia entre los sexos:
- La envidia del pene en la mujer
- La revuelta contra la actitud pasiva o femenina en el hombre.
En el varón, la masculinidad aparece desde el comienzo mismo y es acorde con el Yo; la
actitud pasiva, puesto que presupone la castración, es enérgicamente reprimida.
También en la mujer el querer alcanzar la masculinidad es acorde con el Yo en cierta época, a
saber, en la fase fálica (antes del desarrollo hacia la feminidad). Luego del insaciable deseo del
pene, devendrán el deseo del hijo varón, portador del pene. Hallaremos que el deseo de
masculinidad se ha conservado en lo Inconsciente y despliega desde la represión sus efectos
perturbadores.
Ferenzi planteaba que sólo un análisis era exitoso si se lograba dominar esos dos complejos.
Freud, en cambio, sostenía que es difícil decir si se ha logrado dominar estos factores y
cuando se lo ha logrado. El analista debe consolarse con la seguridad de haber ofrecido al
analizado toda la incitación posible para reexaminar y rever su actitud frente al complejo.
Deseo del pene y protesta masculina, llegada a la roca de base y término de la actividad
analítica.

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