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REFORMA CONSECUENCIAS

Benjamín García García - IBERIAN. REVISTA DIGITAL DE HISTORIA.


Nº 6 ENERO/ABRIL 2013

• Debemos subrayar la carencia de investigaciones monográficas que


aborden dicha temática, pues la mayoría de las publicaciones sobre su
figura se han centrado en cuestiones de índole puramente religiosa,
dejando la política a un segundo plano.
• Sin embargo, el agustino es ante todo un teólogo cristiano y no un
pensador político moderno, ya que las coordenadas de su reflexión sobre
la autoridad son exclusivamente bíblicas y teológicas.
• El fraile agustino no tiene una reflexión sistemática sobre el Estado ni
sobre el poder político, sino que a él le preocupa fundamentalmente la
autoridad que ejerce el gobernante. Teniendo lo anterior presente,
Lutero afirma que está fundada e instituida por Dios; formando parte,
por tanto, del orden divino como decía S. Pablo2 en la Carta a los
Romanos.

Prof. Dra. Carmen Márquez Beunza. LUTERO Y EL INICIO DE LA


REFORMA PROTESTANTE (Conferencia)

• Por tanto, la existencia de Lutero transcurre en el contexto de un cambio


total, de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, nosotros hoy
diríamos en un cambio de paradigma, en esa época bisagra donde todavía
existe la sociedad medieval y donde ya se empieza a vislumbrar algo nuevo,
una realidad europea nueva. Lutero va a ser, en parte, fruto de ese cambio
que ya se ha iniciado. Y solo desde esa tensión entre la Edad Media y la
Edad Moderna es posible entender a Lutero.
• Sin embargo es verdad que, ya en el nacimiento de Lutero comienza una
forma nueva de concebir la humanidad -con el humanismo renacentista,
con ese antropocentrismo, que coloca en el centro al ser humano y su
dignidad- donde se están poniendo los cimientos de la modernidad. El
humanismo es, además, un movimiento de vuelta a las fuentes
propicias; que las Escrituras dejen de abordarse a través de las lentes de
la escolástica y comiencen a ser leídas en las lenguas en que fueron
escritas, con un acercamiento nuevo. Todo ello ejercerá también un gran
influjo en el pensamiento de Lutero.
• De esos tiempos nuevos, que ya comienzan a despuntar, forman parte
también los nuevos inventos y descubrimientos, un comercio que
adquiere una dimensión universal, el desarrollo del arte, de la literatura,
del pensamiento… la cultura del libro impreso, con la creación de la
imprenta, que tanto influjo va a tener en el triunfo de la nueva Reforma,
o el advenimiento en Europa de ese sistema de estados que rivalizan
entre sí, junto a un Imperio que pretende mantener la actividad política y
espiritual del mismo. Lutero vive en este mundo de cambios, a caballo

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entre lo que ha sido Europa y la Europa que se inicia; entre el
movimiento de la unidad de la cristiandad y el surgimiento de otra forma
de vivir que ya despunta, aunque no claramente todavía y que no solo se
debe a Lutero, cuya figura solamente se puede entender desde esta
tensión en el periodo de la modernidad.
• En aquellos momentos de principios del siglo XVI, un gran número de
cristianos en ese contexto, deseaba un mayor conocimiento de la Biblia y
ver aligerado el peso del poder espiritual y material de la Iglesia de Roma;
lo que hará Lutero es catalizar todos esos sentimientos y darles cauce.
Muchos cristianos se interrogaban también sobre su salvación y van a
encontrar una respuesta en los escritos de Lutero.
• Frente a una salvación interpretada como fruto de las buenas obras, Lutero
alza ese principio paulino de la justificación por la sola fe; nos justifica la fe
en Cristo Jesús. Con ello está rechazando toda la pretensión mediadora de
la Iglesia en la salvación de los creyentes. De ese nuevo modo de entender
el proceso de justificación se deriva una nueva manera de entender la
Iglesia. A partir de la doctrina de la justificación, Lutero va a reconfigurar,
de algún modo, todo el edificio doctrinal y teológico porque de ahí se va a
derivar una nueva manera de concebir la Iglesia, a la que va a anular el
carácter de mediación, también sacramental, y de ahí se va a derivar
también la revisión de toda la teología y de otros ámbitos. Esa convicción de
que solo la gracia de Dios, recibida a través de la fe, es lo que justifica al
pecador, le lleva a excluir toda otra mediación. Dicho de una manera más
sencilla, entre el creyente y Dios no tiene que mediar nada más que la
Escritura; por tanto toda otra mediación eclesial tiene que quedar, por
decirlo de algún modo, arrinconada o postergada. No tiene que haber nada
que impida esa relación directa del creyente con Dios, salvo la lectura de la
Palabra de Dios. Se trata de una gracia que recibimos, al margen de toda
cooperación humana y con independencia de las obras humanas.

Ignacio arlos Maestro Cano. PROTESTANTISMO Y PENSAMIENTO


POLÍTICO. UNA REVISIÓN HISTÓRICA. evista Internacional de
Pensamiento Político – I Época - Vol. 11 - 2016 - [265-284] - ISSN1885-
589X

• Se ha visto cómo la influencia de la doctrina protestante sobre los


planteamientos políticos ha sido interpretada según criterios tan variados
como para llegar a vincular al protestantismo tanto con la implantación de
regímenes democráticos como totalitarios o absolutistas. Una primera
circunstancia a tener presente a este respecto es el hecho de que el pro-
testantismo supuso una reformulación de las relaciones entre Iglesia y
Estado, cuyas consecuencias se admite que no han podido quedar
restringidas exclusivamente al ámbito religioso, sino que supusieron un
cambio radical en lo relativo al alcance de la propia autoridad terrenal
• Se comprende así que diversos autores hayan propuesto que, dado que
para el mejor funcionamiento de una democracia resulta imprescindible
garantizar el derecho a discrepar y la libertad de expresión, resultaría
admisible afirmar que el protestantismo supuso un paso, y no pequeño, en
la instauración de las democracias occidentales. Se han apreciado en
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definitiva distintos aspectos de la doctrina protestante que marcarían un
acercamiento hacia una determinada forma de entender la política, hacia
cuestiones relacionadas con cómo haya de ser la participación del individuo
en la toma de decisiones. Por poner un ejemplo en este sentido, el
protestantismo se ha inclinado desde sus orígenes por que fueran las
propias comunidades locales las que escogieran a sus ministros (“ya que
todos nosotros somos igualmente sacerdotes, nadie debe darse importancia
y atreverse a desempeñar ese cargo sin nuestro consentimiento y nuestra
elección” (Luther, 1986a: 10). Parece innegable el alcance de este tipo de
planteamientos a la hora de analizar la relación entre protestantismo y
régimen político.
• Parece innegable el alcance de este tipo de planteamientos a la hora de
analizar la relación entre protestantismo y régimen político. En esta línea,
Bruce sostiene que “las naciones protestantes estaban por lo general en la
vanguardia del ascenso de la democracia parlamentaria. Y hay mucho en la
historia del siglo XX en Europa que sugiere algún vínculo no fortuito entre
religión y democracia” (Bruce, 2004: 5)11. No ha de olvidarse que “la
Reforma surge de la crítica de las instituciones” (Tanner, 1991:87),
apreciándose “las consecuencias políticas de la Reforma como vasto
movimiento de rebelión dirigido contra un orden establecido; una rebelión
cuyo éxito dependía de radicalizar a las masas que estaban descontentas
con las autoridades e instituciones vigentes” (Wolin, 2004: 173).
• En definitiva, quizás resulte excesivo alegar que el protestantismo lleve en
su seno la semilla de una revolución, pero no lo es tanto afirmar que lo que
sí lleva es la semilla del cambio (también político) y, con ello, de la
modernidad como cate-goría política tradicionalmente vinculada con la
democracia: “el filósofo y el sabio moderno es inevitablemente un protes-
tante” (Fichte, 1971: 609). La reforma de Lutero se basó, tal y como Hegel
sintetizó, precisamente en el hecho –extrarreligioso– de la libertad (libre
examen, sacerdocio universal, etc.), así como, tampoco se olvide, el de la
responsabilidad y el compromiso que ésta implica.
• De hecho, este carácter “dialéctico” protestante ha sido criticado (y por
tanto reconocido) por algunos autores, como Droz, quien hace responsable
del peligro percibido por Comte en los ideales revolucionarios de los siglos
XVIII y XIX “en primer lugar al protestantismo” (Droz, 1967: 59); “una
sobreexcitación continua del orgullo y de la vanidad (...) una tendencia
eminentemente contagiosa hacia la infalibilidad personal” (Comte, 1886: 56)
que desencadenaría “la insurrección mental del individuo contra la especie”
como “enfermedad occidental (...) consistente en no reconocer más
autoridad espiritual que la razón individual” (Comte, 1854: 368). Una
relación entre actitud religiosa y política que quedaría explicada por “el
persistente intento [protestante] de simplificar las ideas religiosas hasta sus
elementos básicos; el énfasis en la fe o la creencia, más que en el
conocimiento racional; la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas,
todo esto tiene las características de haber sido ideado para la acción de
masas” (Wolin, 2004: 173
• Tampoco debiera subestimarse la relativa naturalidad con la que se pasó de
las exigencias reformistas dirigidas contra la Iglesia de Roma a las
aspiraciones de carácter revolucionario dirigidas contra la desigualdad social

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y los privilegios de los nobles y que dieron origen a la Guerra de los
Campesinos.
• Junto con el ascetismo secular, otro rasgo que se ha entendido como
auspiciador del talante democrático es un sacerdocio universal fuertemente
enfatizado, frente a la doctrina católica de “el sacerdocio común de los fieles
y el sacerdocio ministerial o jerárquico (...) diferentes esencialmente y no
sólo en grado” (Concilio Vaticano II, 1968: 56-57). Lo cierto es que este
sacerdocio universal protestante, pleno y efectivo, supone un cambio de
mentalidad de tal magnitud que no sorprende que tradicionalmente se haya
entendido que sus consecuencias rebasan el ámbito de lo religioso. Para
empezar, introdujo unas mayores cuotas de responsabilidad a ser asumidas
por parte del individuo en el ámbito religioso, algo que pudo traducirse en
un mayor compromiso también en lo secular. Así, con un sacerdocio uni-
versal estimulado, quedaría reforzada la importancia del individuo frente al
poder (religioso y secular). Los derechos que el pueblo reclamó primero en
el ámbito religioso, serían exigidos dos siglos más tarde en el ámbito
político.

Waldo Luis Villalpando. Consecuencias político-sociales de la reforma


protestante. Lecciones y Ensayos. Revista de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires - Numero 34 año 1967

• Sabido es asimismo que durante la Edad Media el poder político se halla


descentralizado. Los Señores feudales ejercen la función bélica, la
administración de justicia y recaudan impuestos y en consecuencia el Rey
carece de las principales bases de coacción, es meramente un “primo inter
pares". Pero ya desde .el siglo xm este sistema entra en decadencia y se
fortalecen progresivamente las monarquías antecediendo a los Estados
Modernos.
• El mismo siglo de la Reforma marca el- linde de los nuevos Estados. El
Monarca adquiere fuerza política y económica y a la anterior dispersión del
poder sucede una concentración absolutista.
• Se aúna el concepto de soberanía que sintetiza las bases en Bodín, del
régimen monocrático. Dentro de la doctrina católica del poder se delinean
dos posiciones que colorean con matices ideológicos la primera tesis del
origen divino del poder. Por un lado, la afirmación de que este poder ha
sido dado por Dios directamente al monarca, por otro lado, en especial
dentro del jesuitismo español, se sostiene que el poder ha sido otorgado
primeramente al pueblo quien lo deiega en el monarca. Son obvias las
consecuencias de una u otra doctrina: por aquélla se consolida el poder
absoluto del Rey, por la otra queda abierta la puerta para la resistencia al
tirano. 'Esta contradicción se da también en el protestantismo aunque más
veladamente. Los textos ya citados de los primeros reformadoresy la
concreta actitud de Lutero ante la revolución de los campesinos respaldan
un Estado absolutista, característico de los siglos inmediatos. Ambos
reformadores afirman decididamente el poder monárquico hasta sus últimas
consecuencias. Curiosamente, sin embargo, la doctrina de la libertad
cristiana provocará la repercusión contraria. Siendo como es, el hombre
libre de todo poder terreno le es menester obedecer a Dios antes que a los

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hombres, luego,. el Poder Politico será absoluto en tanto no contraríe los
preceptos divinos. La alianza de la Iglesia Católica con alguno de los
Estados Modernos y su aprovechamiento para eliminar al protestantismo
fortalecieron esta actitud de los reformadores en Europa Continental. ..
• Volvemos pues a nuestra tesis inicial. No debemos buscar Siempre en los
escritos especificos de los reformadores las consecuenc1as reales de su
movimiento. En tanto, que en un prlnCI-pio la Reforma respaldará a los
Estados absolutos posrenacentistas, dentro de su pensamiento se genera
una actitud contraria que semillará el liberalismo posterior- y que concluirá
derribando los estamentos reales. Del mismo modo este liberalismo sufrirá a
su vez las críticas del análisis religioso a la luzde la justicia.
• Las doctrinas de la justificación por la fe y la libertad cristiana tienden a
separar al hombre de toda sujeción humana en aras de una dependencia
exclusivamente debida a Dios. El postulado del sacerdocio universal rompe
definitivamente con toda afirmación institucionalizada de Dios en la tierra. A
la Reforma ha tocado socavar las bases teológicas de la Iglesia Católica
Romana. El poder temporal de ésta, que en último caso estaba justificado
en aquellas bases, se agrieta, mostrando la fisura de su escisión interna. _
Disuelto el sistema jerárquico-autoritario rechazados los sacramentos y
criticado de fondo el derecho natural que da razón (le ser a todas las cosas,
la Iglesia Católica-romana pierde la fuerza santificadora de su presencia en
la temporalidad.

Javier Simiele. Lutero y la política. Enfoques XXII, 1 (Otoño 2010) - Chile

• Aquí también aparece una cuestión doctrinaria distintiva de la teología lute-


rana y que aún sigue presente en las teologías protestantes: las obras
conside-radas como la consecuencia de la fe. Pero dejemos este aspecto de
la teología luterana que ya fue tratado más arriba.
• Ahora bien, ¿en que consiste la idea luterana de iglesia? Lutero va a afirmar
que “la verdadera Iglesia no tiene existencia real, salvo en los corazones de
sus fieles seguidores”. 33 En otras palabras, Lutero va a subestimar el papel
de la iglesia como insti-tución mediadora indispensable para la salvación de
los creyentes. Teniendo siempre presente la doctrina de la justificación por
la fe, desestima el papel tanto de los sacerdotes como de la iglesia en esa
justificación. Y esto, traduci-do en términos políticos no es más que un
cuestionamiento del poder omni-presente, al menos hasta ese momento, de
la iglesia de Roma. En definitiva, entre Dios y el hombre no hay
intermediarios necesarios.
• Si bien en un inicio parece que Lutero va a dar poca importancia a la iglesia
como institución visible, con el correr del tiempo y los cambios en la
situación política va a notar la necesidad de organizar a los fieles y
finalmente no sólo va a ser “organizador” de la misma, sino que va a
impulsar lo que con el tiempo se va a transformar en una especie de iglesia
estatal alemana, como veremos más adelante. Como nos dice Sabine, más
categóricamente, “Lutero contri-buyó en realidad a crear una iglesia
nacional” 34 o “iglesia territorial” como expresa Wolin.35

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