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Apuntes Evangelio san Marcos cap 12

Parábola de los viñadores homicidas.

1 Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la


rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a
unos labradores, y se ausentó.
2 Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de
ellos una parte de los frutos de la viña.
3 Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos
vacías.
4 De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y
le insultaron.
5 Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos,
hiriendo a unos, matando a otros.
6 Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último,
diciendo: “A mi hijo le respetarán”.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero.
Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.”
8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los
labradores y entregará la viña a otros.
10 ¿No habéis leído esta Escritura: «La piedra que los constructores
desecharon, en piedra angular se ha convertido;
11 fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»
12 Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque
habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y
dejándole, se fueron.
Con frecuencia hemos escuchado decir que este texto, es una clara y decidida
advertencia para los que oficiaban de guías espirituales del pueblo de Israel. Jesús
les acusa de grandes pecados y les indica lo que les espera por su comportamiento,
tan alejado de la ley, la enseñanza y la voluntad de Dios. –Su doblez habrá
engañado a los hombres, pero no a Dios.
La secuencia tiene tintes inequívocos para el que preste atención. Así lo entienden
los afectados por esta denuncia de flagrante apropiación de la viña pueblo de
Israel. Se desesperan porque se sienten puestos en evidencia y aunque quisieran
detenerle, no se atreven por temor a la gente que en cantidades apreciables sigue a
Jesús y lo considera “venido de Dios”, algo que es una aproximación vaga a Su
condición, como podían tenerla los seguidores que no acudían regularmente a Sus
enseñanzas.
Los maestros de la ley, los sumos sacerdotes y los fariseos, se han hecho fuertes en
la dirección del pueblo, llevándolo a sabiendas en dirección equivocada, diríamos
incluso opuesta a la indicada por Dios. En los líderes es a sabiendas, en los otros, es
mero desconocimiento.

1
Hablan de Moisés y los profetas, pero no siguen en absoluto sus enseñanzas. Cada
día más, aparecen como aprovechadores que mal usando el poder de que
disponen, se han tomado lo que no les pertenece ni les corresponde. Eso es lo que
constantemente Jesús está poniendo en evidencia ante el pueblo, que lo escucha
con respeto y que lo sigue en número que no deja de crecer.

El impuesto del emperador romano.

13 Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en


alguna palabra.
14 Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te
importa por nadie, porque no miras la condición de las personas,
sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar
tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?»
15 Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me
tentáis? Traedme un denario, que lo vea.»
16 Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la
inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.»
17 Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios,
a Dios.» Y se maravillaban de él.
Persistentes, pese a sus continuos y evidentes fracasos, siguen los enemigos más
declarados de Jesús buscando pretextos para tenderle trampas. No cejarán en estos
intentos hasta que haya muerto. Esta vez, una pregunta capciosa y difícil de
responder sin arriesgarse a que lo tilden, ora de incumplidor de los deberes
religiosos, ora de partidario de los odiosos y odiados ocupadores romanos:
¿debemos pagar el tributo al César?, o ¿debemos dejar de pagarlo? Cualquier
respuesta en positivo, sería seguida de una acusación. Ellos lo pretenden y Jesús,
una vez más y como siempre, mostrando que está más de un paso delante de ellos
y sus trampas, Les contesta con una pregunta y luego con una frase que ha
quedado en el patrimonio de las frases célebres de la humanidad. Cuando le han
respondido a su pregunta, que la imagen es la del César, la sentencia, que los deja
perplejos y fracasados es: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”. Queda sin respuesta el fondo de lo suscitado en la pregunta, que podría ser,
si la primacía debe ser la fidelidad y obediencia a Dios antes que al César. Con
todo, la pregunta no es más que un pretexto, a ver si pueden desacreditarle, para
preparar el ambiente que están buscando crear en torno suyo, para justificar su
muerte, cuando llegue el momento.

La resurrección de los muertos.


18 Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya
resurrección, y le preguntaban:
19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de
alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la
mujer para dar descendencia a su hermano.
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20 Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar
descendencia;
21 también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el
tercero lo mismo.
22 Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió
también la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?
Porque los siete la tuvieron por mujer.»
24 Jesús les contestó: ¿No estáis en un error precisamente por esto,
por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán
mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos.
26 Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro
de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: “Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?”
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»

Enemigos de Jesús, aunque en medida más moderada, el otro bando influyente en


la sociedad israelita, como lo son los saduceos, pretenden ponerlo en apuros para
intentar demostrar por qué no creen en la resurrección de los muertos (tampoco la
entienden, como quedará en evidencia). Con un elaborado relato, de siete
hermanos que, sucesivamente se casan con una misma mujer y van muriendo,
proponen la pregunta que creen imposible de contestar: ¿Mujer de cuál de los siete
va a ser a la resurrección? Les responde que la vida después de la resurrección no
será conforme lo es la vida en el tiempo previo a la muerte. No conociendo el cielo
ni las cosas propias de la vida eterna, es imposible construirse una respuesta. La
idea propuesta adolece de lo que la filosofía llama error del elenco: intentar
mezclar planos que no se pueden mezclar. Las relaciones entre las personas como
éstas mismas, serán del todo diferentes. No se traslada este mundo tal cual al otro.

El mandamiento principal
28 Se acercó uno de los escribas que les había oído y, viendo que les
había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de
todos los mandamientos?»
29 Jesús le contestó: «El primero es: “Escucha, Israel: El Señor,
nuestro Dios, es el único Señor,
30 y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
31 El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe
otro mandamiento mayor que éstos.»
32 Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él
es único y que no hay otro fuera de Él,

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33 y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas
las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos
los holocaustos y sacrificios.»
34 Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No
estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle
preguntas.

Insistiendo como no pueden menos que hacer, toma el relevo un escriba y también
él propone su pregunta a Jesús: ¿cuál es el más importante o el primero de los
mandamientos? La respuesta no se hace esperar y es “Escucha Israel (eran un
pueblo terco y poco amigo de poner atención) Amarás al Señor tu Dios, con toda tu
alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas y el segundo (que por éste no le
han preguntado) Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En eso se resume todo, la
fe completa del pueblo de Dios. Suavizado por la respuesta de Jesús, el escriba le
encuentra razón y que eso vale más que holocaustos y sacrificios. La respuesta
revela un corazón recto, al punto que suscita como respuesta de Jesús “No estás
lejos del Reino de Dios”. Consigna Marcos, que de ahí, nadie más se atrevió a
hacerle preguntas.

¿De quién es hijo Jesús, el Mesías?


35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo:
«¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: “Dijo el Señor a
mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies”.
37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo
suyo?» La muchedumbre le oía con agrado.
Enseñando en el templo, toca uno de los puntos de verdad más difíciles para los
que venían a escucharlo, sin todavía convertirse. Jesús refuta a los maestros de la
ley que declaran hijo de David al Mesías. Está implícito en que ser hijo de David es
forzosamente ser un hombre y Él es a la vez hombre y Dios.
Sin decirlo en forma que los ponga en apuro, refiriendo palabras de un salmo de
David (110) explicita sin lugar a dudas que David se refiere a Él como mi Señor.
¿Sería así si el Mesías fuese hijo suyo? ¿Llamaría a su hijo su Señor?
Sin ahondar más en el enigma propuesto, dice el evangelista que la gente lo
escuchaba con agrado.

Algunos defectos de los maestros de la ley: exhibicionismo e incorrección.


38 Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que
gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas,
39 ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros
puestos en los banquetes;
40 y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas
oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.
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Al enseñar, no deja de referirse y advertir de la verdadera calidad de personas que
en realidad son los maestros de la ley. Son apegados al lujo y figurones, buscan
que se les rindan honores cual si tuviesen méritos. Son asimismo aprovechadores y
abusadores y a las viudas que recurren a ellos buscando amparo, les responden
quedándose con lo que a ellas pertenece. Desde luego pretextan como causa de su
codicia, las largas oraciones que habrán de hacer por las mismas. ¡Que no se
engañen porque serán juzgados con gran rigor por todo eso!

La limosna de la viuda pobre


41 Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la
gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban
mucho.
42 Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una
cuarta parte del as.
43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad
que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el
arca del Tesoro.
44 Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio,
ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que
tenía para vivir.

En ocasión de estar sentado en el templo delante del lugar en que se depositan las
limosnas, observa que una viuda pobre echó dos moneditas de poco valor. Llamó a
sus discípulos para poner en un marco justo lo que acaba de ocurrir. Esa mujer que
tiene poco y nada, sin estridencias ni llamar la atención, puso como limosna, lo que
tenía para su propio sustento. Les dice Jesús que contrasta con la actitud de los más
ricos, que en el mismo momento echan mucho más, pero sólo de lo que les sobra.
Es un discurso claro y preciso sobre las exigencias que plantea el amor a los más
pobres, que Jesús siempre nos ha estado señalando como el prójimo que debemos
amar, no se trata de “hacer como que damos o ayudamos” sino de hacerlo con
verdad, con todo lo que tenemos, en una especie de eco de la enseñanza que sigue
al episodio del joven rico.
Somos aficionados a que los pobres se desvanezcan de nuestra vida: sencillamente
aparentamos no verlos, para no tenerlos presentes, con sus necesidades, que para
nosotros deben ser exigencias del amor.

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