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La conversión puede ser definida como volverse del pecado hacia Dios. Tal vez el versículo
clásico que tiene su definición es 1 Tesalonicenses 1:9: «porque ellos mismos cuentan de
nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para
servir al Dios vivo y verdadero». Aquí vemos claramente los dos elementos de la conversión,
volverse a Dios y apartarse de los ídolos.
La Conversión en Juan
La centralidad de la conversión es también aparente en el evangelio de Juan. En realidad, Juan
escribió su evangelio para que las personas «creyeran que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que a través de creer puedas tener vida en su nombre» (Juan 20:31). Juan utiliza el verbo
«creer» 98 veces en el evangelio, destacando la importancia de este tema en su evangelio.
Tampoco es creer en Juan algo pasivo. Juan utiliza una serie de términos para transmitir la
profundidad y actividad de la fe: creer es como comer, beber, ver, escuchar, habitar, venir, entrar,
recibir y obedecer. La naturaleza radical de la conversión es expresada a través de diferentes
verbos utilizados para describir lo que significa creer que Jesús es el Cristo. La conversión está
en el centro del mensaje del evangelio de Juan. La vida eterna (vida en la era venidera) le
pertenece sólo a aquellos que creen en Jesús como «el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo» (Juan 1:29). En otras palabras, sólo aquellos que se convierten disfrutan la vida eterna.
No es extraño que la conversión juegue un papel importante en los Hechos ya que registra la
expansión del evangelio desde Jerusalén hasta Roma (Hechos 1:8; 1:6; 14:22). Pero debe
también ser observado que el reino de Dios es un tema importante en los Hechos. Enmarca el
libro en el principio (Hechos 1:3) y el final (Hechos 28:31). Pablo predicó el reino en Roma
(Hechos 20:35; 28:23; 31) y Felipe «predicó las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de
Jesucristo» (Hechos 8:12), demostrando que el reino se enfoca en el evangelio. El evangelio que
fue proclamado llamaba a los oidores, como vimos anteriormente, a arrepentirse y creer. Por
tanto, tenemos otra parte de la evidencia de que la conversión es fundamental en cualquier
proclamación del reino. La restauración del mundo al gobierno de Dios es la esperanza gloriosa
de los creyentes, pero sólo aquellos que se han arrepentido y creen disfrutarán del nuevo mundo
venidero. Aquellos que rehúsan creer, como el libro de los Hechos enfatiza en ocasiones, serán
juzgados.
La Conversión en Pablo
Pablo no utiliza el término reino de Dios muy frecuentemente, pero su visión escatológica es
muy conocida y está acorde con el carácter escatológico del reino. Al igual que los evangelios, él
proclama algo que no es aún escatología. La mayoría de los eruditos estarían de acuerdo en que
la fe y el arrepentimiento son temas cruciales en las epístolas paulinas. Pablo a veces enseña que
la justificación y la salvación son obtenidas sólo a través de la fe (Romanos 3:21-4:25; 9:30-
10:17; 1 Corintios 15:1-4; Gálatas 2:16-4:7; Efesios 28-9; Filipenses 3:2-11). Él no usa la
palabra arrepentimiento muy frecuentemente, pero no está totalmente ausente (por ejemplo,
Romanos 2:4; 2 Corintios 3:16; 1 Tesalonicenses 1:9; 2 Timoteo 2:25). Pablo utiliza muchos
términos para la obra salvadora de Dios en Cristo, incluyendo la salvación, la justificación, la
redención, la reconciliación, la adopción, la propiciación, y así sucesivamente. No es disputable
el hecho de que la obra salvadora de Dios en Cristo juega un papel importante en la teología
paulina, pero dicha salvación sólo es garantizada a aquellos que creen y que son convertidos.
La Conversión en Apocalipsis
El libro de Apocalipsis concluye la historia asegurando a los creyentes que el reino de Dios, que
vino a través de Jesucristo, será consumado. Aquellos que practican la maldad y se comprometen
con la bestia serán juzgados para siempre, pero aquellos que perseveran hasta el final entrarán en
la ciudad celestial, la cual es la nueva Jerusalén. Apocalipsis destaca que sólo aquellos que se
arrepienten (Apocalipsis 2:5, 16, 21; 3:3, 19; 9:20, 21; 16:9, 11) encontrarán la vida.