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BRAIDOTTI Y EL POSTHUMANO

Soy un cyborg, lo parezco o puedo llegar a parecerlo, no se lo que es eso o me


resisto a usar tal aparato o a que enseguida me quieran vender el otro, el siguiente
modelo, son palabras bastante oídas en nuestros días. Me quede en la escritura a
mano o hay que estar al día Renovarse o morir Yo ya miro internet solo en el IPhone.
Necesito un cargador. La comunicación/incomunicación puede tener mucho que ver
con objetos que casi están incorporados a nuestros cuerpos o forman parte de
nuestras vidas, bien diversas a pesar de la uniformidad de ciertos dispositivos.
Agujeros de entrada y salida de información, la información nunca más cerca del
deseo. Braidotti, una de las mujeres académicas a la par que activistas más en
contacto con la sociedad de nuestro tiempo y cercana al mundo crispado en que
vivimos, se sitúa en un campo inseguro pero altamente preciado y en boga como es el
del cuerpo-órganos-mentes-máquinas-plataformas-discursos-fronteras-chismes y las
formas de entender o no el fin del humanismo y el antropocentrismo, el capitalismo
deshumanizado y el tercer mundo como basurero planetario. Yo tuve ocasión de verla
hace bastantes años en una breve intervención en la escalera Karakola de Madrid,
donde hablaba de la diáspora y el género. Se que algunos militantes muy activos de la
Radical Gay o LSD fueron alumnos o amigas suyos y la conocieron mucho más de
cerca. Braidotti, de otra forma que Butler o Sedwigk, ella se ha situado en una línea
de fuego algo más europea pero igualmente preocupada por conjugar las brillantes
teorías sobre el género y la performatividad sexo/género(herederas de Foucault, el
post-feminismo y la teoría pos-colonialista) con la realidad social cambiante,
quebrada, geográficamente dispersa y humanamente en crisis del nuevo milenio.
Resistiendo a la obsolescencia programada y el consumo fetichista pero sin una
mirada pesimista a los avances positivos de la ciencia en el campo de la cultura y las
subculturas de resistencia a la desinformación generalizada También, en esta ocasión,
de los matices con los que se puede abordar el post-humanismo e incluso el anti-
humanismo, por la voluntad reguladora del humanismo clásico y sus pretensiones
hegemónicas y como forma, más o menos solapada, de organización social y
centralidad del sujeto hombre blanco que engloba y excluye muchos matices y sujetos,
dispositivos de comunicación. El humanismo clásico igual que el comunismo de los
pioneros no tiene nada de malo ni está obsoleto solo que no es una herramienta
suficiente para entender los desplazamientos del saber/poder de esas formas de
producir la vida, dar sentido al sexo, regular la muerte y el encierro, de las que
hablaban, en un principio, Foucault o Deleuze, de los que la autora se confiesa
discípula algo desconfiada. El feminismo, la sociopolítica, la filosofía postcolonial, la
descolonización, los estudios LGTB, la militancia antisida, el antirracismo, las nuevas
tecnologías al servicio de las personas con diversidad funcional o alguna dificultad, las
nuevas corrientes de reivindicación de subjetividades negadas o despojadas que
nacen de los cuerpos y sus suplementos maquínicos, las prótesis, los dispositivos de
interconexión así como los grandes nombres del pensamiento de varias épocas o la
más reciente “teoría queer” se dan cita en este análisis lúcido de nuestra condición
humana y post-humana de la mano de la autora del ya imprescindible “Sujetos
nómadas” ( Argentina, Paidos). El libro es menos literario y ameno que “Ceros y unos”,
la joya de Sadie Plant sobre el nacimiento de la informática de la mano de Ada
Lovelace y Alan Turing (una mujer y un hombre gay represaliado por la Inglaterra del
momento) hasta nuestros días de jóvenes y pedantes emprendedores con acné y
cara de empollones y se aparta del tono de socialismo utópico del zoo particular o el
laboratorio bienintencionado de Donna Haraway (“Ciencia, cyborgs mujeres”) o
Sandra Harding, toda una pionera, centrándose más en la forma de vernos,
repensarnos y ser vistos como seres cuya vida personal y social e incluso sus
subjetividades se ven mediatizadas por las nuevas tecnologías, las comunicaciones
renovadas, las nuevas formas de entender las relaciones humanas y laborales, sus
extrañas y renovadas jerarquías, el poder adquirido o perdido de quienes las aplican,
cómo y cuando las aplican, como podemos hacernos con las resistencias y las
herramientas de la más invisible de las tiranías, catódicas o no. Sin un optimismo
ciego ni una ingenuidad de ciencia-ficción pero teniendo en cuenta en las
posibilidades de resistencia, reapropiación a un futuro de control social, Braidotti pone
muchos ejemplos en los que la transformación social es una posibilidad emanada de
entender el mundo mas allá de lo humano como totalidad y también de falso
recambio, de maquillaje, ejemplos de documentada ironía y sabio escalpelo sobre
fronteras que no son repensadas mas allá de la teoría y ritos que se transforman pero
permanecen, de dualismos que se disfrazan. Una transformación en la que la autora
en su libro adopta una posición de observadora de giros importantes en uno u otro
sentido, huyendo de la distopía y el pesimismo catastrofista. Cambios que ella reclama
para la mejora social, laboral, el apoyo comunitario, los tejidos solidarios, las redes de
concurrencia, la reivindicación de nuevos sujetos y su empoderamiento, la denuncia
de malos tratos y las políticas individuales de la ubicación en espacios de trans-sición
y contestación Esto lleva implícito la puesta en cuestión definitiva de los todavía
llamados “valores universales” y lleva parejo el reconocimiento de las todavía
llamadas minorías y una visión positiva del desmantelamiento, que tenemos ante
nuestros ojos, de los postulados mas clásicos e inamovibles del humanismo tradicional
de occidente y sus pretensiones mas uniformizadoras del comunismo, a, sobre todo, el
capitalismo y la globalización pero también a las supremacías raciales y religiosas, la
heterosexualidad obligatoria o la concepción tradicionalista del trabajo productivo.
Braidotti como yo no solo desconfía de las ciudades inteligentes gobernadas por
gentes que no lo son sino del mismo concepto de Smart city con sus resabios de
control social orwelliano o panóptico foucualtiano. O ese tercer mundo que presagia el
cementerio de coches de "La jauría humana". El postuhumanismo aborda el problema
de la medicalización de los cuerpos y la regulación de la vida y la muerte pero lejos de
fantasías apocalípticas se propone abrir una multitud disapórica de sujetos disidentes
cuyas subjetividades se revitalicen y se desarrollen en un entorno donde tal vez no
exista la libertad pero si la movilidad, el espacio de resistencia, las luchas cotidianas.
El liberalismo asustado de nuestra década es el nido de muchos microfascismos
(gubernamentales, policiales, académicos, económicos, socioculturales) aunque
también de muchas formas renovadas de repensar lo social y lo político desde
posiciones no reguladas y con una alta capacidad de renovación de esquemas que
han demostrado su ineficacia así como su perpetuación a través de la violencia o la
guerra. Todo más allá de las fronteras y dualismos blanco/negro, naturaleza/cultura,
humano/maquinico, homo/hetero, funcional/disfuncional, rico/pobre, móvil/inmóvil. En
muchas ocasiones esas gentes que vienen a estas u otras costas, sorteando peligros
y mares, lo primero que buscan al llegar son esos dispositivos que les permiten estar
en contacto con la gente o gentes que dejaron en sus lugares de partida, para ellos es
fundamental el mundo de las comunicaciones a larga distancia. Braidotti se muestra
fina y documentada en sus análisis y en sus ejemplos logra todo un ensayo denso y
potente y sincero que, a pesar de su tono filosófico, no deja de tener su utilidad y
versatilidad como reflexión urgente sobre el papel que ya están tomando los
elementos considerados “no humanos” o “menos humanos” como elementos
enriquecedores, paradójicos, limitadores o regidores de nuestro acceso a la
subjetividad, a la supervivencia, al cuestionamiento del presente y la creatividad, a
repensar la forma urgente de mejora de las condiciones de vida, a la ecología como
nueva lucha y compañera de viaje a recuperar y a la diversidad social o una visión
mas inclusiva de lo humano que rompa con esa misma categoría como un universal
antropocéntrico, heterosexista, masculino, colonial y occidentalista.

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