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C olección

L it ter a mer ic a na

D ir ec tor es
Mig uel Valderrama
Cristóbal Thayer

C omité editor ia l
Alejandra Castillo
Oscar Ariel Cabezas
Luis García
Ana Asprea
Claudio Martyniuk
raúl rodríguez freire

Sin retorno
Variaciones sobre archivo y
narrativa latinoamericana
ÍNDICE
rodríguez freire, raúl.
Sin retorno. Variaciones sobre archivo y narrativa latinoamericana.
- 1a ed. - Adrogué : Ediciones La Cebra, 2015.
328 p. ; 21,5x14 cm.

ISBN 978-987-3621-15-4

1. Filosofía. I. Título
CDD 190 Introducción13

Primera parte: Posicionamientos


capítulo i: DEL ARCHIVO A LA
CARTOGRAFÍA IMPOSIBLE: SOBRE LA LITERATURA
LATINOAMERICANA DEL SIGLO XXI37
1. El agotamiento del mito 37
2. Auge, caída y renacimiento de la “literatura latinoamericana”  52
3. La emergencia de la narrativa latinoamericana  75

capítulo ii: la literatura (im)posible:


BOLAÑO Y LOS FINES DE LA LITERATURA97
1. Los fines del arte 102
© raúl rodríguez freire 2. Mercado, literatura y política 121
© de esta edición: Ediciones La Cebra 3. Bolaño, la literatura espectral 140
Imagen tapa:
Frederick De Wit, Nova orbis tabula in lucem edita, 1689
Segunda parte: Lecturas

Diseño de colección: Cristóbal Thayer capítulo iii: MAGIA E IMPERIO. SOBRE EL NOMOS
Corrección: Ana Asprea y Cristóbal Thayer DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA155
1. Hacia la deconstrucción del archivo 158
edicioneslacebra@gmail.com 2. La emergencia del nomos 160
www.edicioneslacebra.com.ar
3. La violencia oculta o la retórica de la inocencia 167
Esta primera edición de 700 ejemplares de Sin retorno se terminó de 4. El retorno a la maravilla 174
imprimir en el mes de marzo de 2015 en Encuadernación Latinoamérica, 5. Del asombro al nomos develado 181
Zeballos 885, Avellaneda 6. Corolario  190
Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723
capítulo iv: voltaire en los trópicos o
los trópicos sobre voltaire: costaguana
entre la civilización y la naturaleza193
1. El surgimiento de Costaguana 195
2. La distorsión de la historia 203
3. Silencio contra ruido  210 El viaje de la literatura, como el de Ulises, no
tiene retorno.
4. Cultura v/s naturaleza en el trópico 215
5. Corolario: la historia natural de Costaguana 224 Roberto Bolaño

capítulo v: el viaje del último ulises. Las artes tienen un desarrollo que no viene
bolaño y la figuración alegórica del infierno229 de un solo individuo, sino de toda una fuerza
1. La inmortalidad de Ulises 234 adquirida: la civilización que nos precede. No se
2. El retorno de la Odisea y el círculo homérico  242 puede hacer cualquier cosa. Un artista dotado no
3. Bolaño y la odisea sin retorno 252 puede hacer lo que fuere. Si no empleara más que
4. “En línea recta hacia lo desconocido”  260 sus dones, no existiría. No somos dueños de nuestra
5. El retorno de la alegoría 268 producción; la producción nos es impuesta.
6. El encuentro de Bolaño con la figura 276
Henri Matisse
7. El ascenso del infierno 283
8. Adenda 287
Flaubert es a la biblioteca lo que Manet es
Agradecimientos299 al museo. Escriben, pintan según una relación
fundamental con lo que ha sido pintado, con lo que
ibliografía303 ha sido escrito –o mejor, con lo que de la pintura y
de la escritura permanece infinitamente abierto. Su
arte se edifica donde se forma el archivo.
Michel Foucault

No hay democracia sin litertura, no hay


literatura sin democracia.
Jacques Derrida
a Mary Luz
INTRODUCCIÓN

Hoy he leído una entrevista con un prestigioso y


resabiado escritor latinoamericano. Le dicen que
cite a tres personajes que admire. Responde: Nelson
Mandela, Gabriel García Márquez y Mario Vargas
Llosa. Se podría escribir una tesis sobre el estado de
la literatura latinoamericana sólo basándose en esa
respuesta.
Roberto Bolaño

Imitatio Homeri, así fue como se denominó la primera gran


reescritura de las obras homéricas, y así también es como se
condenó durante siglos el virtuosismo de Virgilio, quien su-
puestamente no había hecho más que “plagiar” al “autor”
de la Odisea y la Ilíada. Siglos serían, en consecuencia, los que
considerarían a la Eneida tan solo el remedo de un célebre
viaje y de una famosa batalla… ambos trasplantados a tierras
latinas. Hubo que esperar a la Divina Comedia y a posteriores
estudiosos de la obra virgiliana, para que este injusto dictamen
haya sido reconsiderado, mas no olvidado. Y tal vez debamos
agradecer que esta relectura haya comenzado a desarrollarse
antes de la época dominada por Descartes y sus secuaces, antes
de que se impusiera el moderno orden de las cosas, y de que
la cuestión de la identidad amenazara toda heterogeneidad.
Afortunadamente, ya se había comenzado a leer la diferencia
y particularmente la diferencia que Virgilio, de manera estra-
tégica, le otorgó a la Eneida con respecto al texto homérico; no
pretendía una copia, pues hasta la lectura más distraída logra
captar la presencia griega, y no solo porque Eneas provenga
de Troya. “Cuanto más fiel se mostraba [Virgilio] a motivos,
episodios y escenas típicas homéricas tanto más pretendía que

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Sin retorno Introducción

se captaran las profundas diferencias” (50), recalca Aurelio que guía nuestra reflexión, dado que logró deconstruir aquella
Espinoza (1994), tal vez el más autorizado de sus traductores literatura que hacía suya una determinada política de filiación,
al castellano. Hay, por supuesto, cierta repetición, y de esta y aquella que, insistiendo en la búsqueda de la identidad, tornó
de otras repeticiones, se dirá bastante a lo largo de este ensa- la fijeza de la experiencia en máximo recurso narrativo; no se
yo, pero, para comenzar, baste señalar que fue el acento en la trata, por supuesto, de una problemática exclusiva de América
imitatio lo que perjudicó la comprensión de esta primera gran Latina, ya que surge, como veremos, con el mismísimo Homero
reescritura homérica. y se extiende hasta el siglo XX, cuando vuelve a cobrar fuerza
Alrededor de veinte siglos más tarde, terminada la época sobre todo en las manos de Alejo Carpentier y Gabriel García
de Augusto, habrá sido, paradójicamente, la apuesta por la Márquez.
radical diferencia de una constante repetición, la que, creo, ha Inicialmente no pretendíamos dedicarle tanto espacio a un
imposibilitado comprender que Los detectives salvajes es la últi- solo autor, como hacemos con la obra de Bolaño, ni siquiera a
ma reescritura homérica con la que contamos, por lo menos en un par de obras. Nuestro objetivo inicial tampoco era decons-
lengua española, pues, aunque algunos –y no pocos– lo hayan tructor, sino uno más sencillo e ilusorio: cartografiar las condi-
olvidado, todavía seguimos siendo hijos de la Odisea, incluso ciones de posibilidad bajo las cuales “surgió” durante los años
habitando este lado del globo, todavía seguimos contanto las noventa un “nuevo” conjunto de escritores “latinoamericanos”
desgracias, como diría Blanchot, para retardar la muerte. Tal para los que la cuestión de la identidad representaba más una
descuido posiblemente se deba a una dificultad para reconocer traba que un compromiso. No obstante, muy pronto nos dimos
–o negar, o simplemente no querer aceptar– que la efectiva re- cuenta que la idea misma de una cartografía era (es) imposible,
petición se da a partir de una gran diferencia. Quizá entonces por lo que debimos replantear nuestra indagación: el mercado,
debamos agradecer que la Divina comedia fuera escrita apro- el cambio de siglo, la hegemonía del espacio (como categoría
ximadamente entre estas dos obras, de lo contrario, es dable central para articular la experiencia literaria, en desmedro del
pensar en un Dante condenado por falsario, aunque recono- tiempo) y la balcanización continental son algunos de los pro-
cido, o, más cerca de nosotros, en un Dante que pasara des- blemas que dificultaron nuestra primaria pretensión, y nos hi-
apercibido incluso a las miradas más asertivas de su tiempo. cieron detenernos, pues antes de dar un paso, antes de hacerse
La relevancia del poeta florentino estriba en que suplementó cargo de una o más obras, era necesario tomar posición frente
al Ulises homérico y desde entonces es difícil pensar al hijo de al escenario en el que comenzábamos a movernos. Si Borges
Laertes distante del viaje sin retorno, del desplazamiento que está en lo cierto, al componer un plazo infinito con infinitas
decide suspender el amor a Ítaca y vivir, como escribió Mario circunstancias, Homero retorna gracias a que hizo de aquello
Santiago, sin timón y en el delirio. que todavía llamamos literatura su heredera, otorgándole el
Será entonces el arco que hay entre Homero y Bolaño el que carácter casi religioso que la determina; si religión viene de
dará inteligibilidad a la interrogante que guía este libro: ¿cómo religare, como recordó Benjamin, de unir aquello que se ex-
comprender en el siglo XXI aquella literatura que, a pesar de tiende por los siglos, la literatura entonces contiene una cierta
ser escrita desde o sobre América Latina, no quiere estar su- experiencia milenaria, sobre la que se desdobla infinitamente.
jeta a ningún territorio y si lo hace, es únicamente de manera En La ciudad ausente Ricardo Piglia (2003) dice que Macedonio
estratégica y política, ya no escencialista? Esa inteligibilidad, Fernández dijo que “La primera obra anticipa todas las que
sin embargo, se alcanzará solo en el último capítulo, pues es siguen” (42). Esta perogrullada es la forma que encontramos
allí donde advertiremos la relevancia para la literatura sin re- para llamar a ese impulso escritural que, habitando y circu-
sidencia de una obra como Los detectives salvajes, pilar central lando por el mercado, se le resiste, y no siempre consciente de

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Sin retorno Introducción

su potencia, dado que la política que porta no tiene que ver y este acontecimiento, sea del orden que sea, no debe pasarse
con un discurso, ni siquiera con un mensaje sobre la política por alto; ahondar en él es una responsabilidad no solo respecto
(o lo político); lo hace porque mientras el capitalismo reifica de la literatura, sino, y de manera todavía más urgente, respec-
el pasado, al hacerlo disponible para el consumo, la literatura to de una política igualitaria radical. “No hay democracia sin
podría, eventualmente, incluso virtualmente, darle vida, vivi- literatura, y no hay literatura sin democracia”, señaló una vez
ficarlo. En su libro, Piglia recuerda que la Gesta Romanorum, el Jacques Derrida.
libro de exempla medievales más popular de su época, tenía a Hace poco más de diez años, y en virtud no solo de su víncu-
Virgilio por mago, puesto que esculpía estatuas que retenían el lo contemporáneo con el neoliberalismo, sino también de aquel
alma de sus amigos muertos: “la capacidad de animar lo inani- que la ató fuertemente a instancias soberanas y disciplinado-
mado es una facultad asociada a la idea del taumaturgo y a los ras, Brett Levinson (2001) reparó en la necesidad de insistir en
poderes del mago”. Una nota a una edición inglesa de la Gesta, su defunción; “es demasiado tarde para su restitución” señaló
recuerda que Virgilio era llamado Magistrum Virgilium, con lo el crítico estadounidense, pero también “demasiado temprano
que se quería significar “hábil en las ciencias ocultas”, preci- para su eliminación” (The Ends of Literature 29-30), ya que el
samente aquellas que mediante los libros, esas mágicas esta- mercado todavía la necesita. John Beverley (1993) había hecho
tuas esculpidas con letras, permitían que la vida continuara.1 una crítica similar a inicios de los noventa, llegando incluso a
En este mismo sentido es que Piglia recuerda que, en egipcio, titular un libro Against Literature,2 una fuerte embestida a la
escultor significa “el que mantiene la vida” (59). No es extraño ciudad letrada descrita por Ángel Rama unos años antes. Sin
ni casual, entonces, que Dante tuviera como guía en el infierno embargo, nuestro aciago tiempo reconoce que no hay afuera
a este necromancer. del mercado, y que cualquier lucha, por tanto, se debe dar
Si insistimos en la necesidad de reconocer la literatura, y inexorablemente a través de él. Por otra parte, ya es hora de
de no darla por sentada, se debe a que hoy el mercado la hace reconocer que si la ciudad letrada aún habita nuestro presente,
indiferenciable, le resta su historicidad, su saber y su reflexión, lo hace como mero fantasma, ya que dejó de existir junto con el
volviéndola pura entretención, un producto de consumo des- fordismo, cuando el capitalismo se reestructuró dando lugar a
echable. Por supuesto que no vemos en este vínculo un inextri- un mundo donde lo social ya no es la instancia rectora y confi-
cable y consecuente fin, dado que, por lo menos desde hace dos guradora de experiencias. Este evento, la desinscripción de la
siglos, la literatura nunca ha existido por fuera del mercado, es literatura de su función dominante en América Latina, estatal,
más, ya Aristóteles en su Poética y con mayor fuerza los roma- si se quiere, quizá entrañe una condición favorable, ya que si
nos posteriores a Virgilio se quejaban de la “mala” literatura, se llegó a un cierto fin, no fue solo gracias al mercado, sino
y a pesar de que desde los años sesenta se viene decrentan- también a la experimentación de la literatura con sus propios
do su (nueva) muerte, junto a la de su autor, en las últimas límites, permitiendo niveles mayores de reflexión y operativi-
décadas hemos visto aparecer obras que sin duda pervivirán dad. Y si es que todavía es dable pensar sus diferencias, esto es
en la memoria de futuros lectores. No obstante, también se ha válido para todos los géneros.
hecho manifiesto que una forma de deceso sí ha tenido lugar,
quizá el de cierta crítica, quizá también el de cierta escritura,

2.  Allí señala que “el ánimo contra la literatura […] se debe a sus conexiones
1.  Cfr. Thomas Wright, ed., Gesta Romanorum, 363-364. A lo largo de este con la formación del estado moderno y a las condiciones de mantenimiento
libro, la bibliografía citada en un idioma distinto al castellano es traducción y redefinición de la hegemonía capitalista, particularmente en situaciones
propia, salvo indicación contraria. de dominación colonial y necolonial” (xiii).

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Sin retorno Introducción

Citando por última La ciudad ausente, Piglia refiere que el excepciones por supuesto, como la de Josefina Ludmer (2010),
desplazamiento del tradicional lugar de los escritores, su reem- que intentó un análisis de aquello que llamó “literaturas po-
plazo por la televisión –una cuestión que marcaría de alguna sautónomas”, pero partía de la base de considerar irrelevante
manera una cierta muerte de la literatura o de su lugar letra- saber a priori si lo que toma a su cargo es o no literatura, cues-
do–, permitiría “por fin, escribir” (173). De estas mutaciones, tión que para nosotros no consiste en una estrategia posible,
crusificciones y asesinatos, por tanto, hablaremos en el segun- partiendo porque el mismo Bolaño, “firma” central en Sin re-
do capítulo, dado que nuestro interés también debió pasar por torno, ejerció una especie de militancia a favor de la reconstruc-
encontrar la forma de reconocer la política de la literatura en ción de lo que llamó un “paisaje literario”. En la propuesta de
medio del actual descampado, ese espacio sin centro ni límites Ludmer, el autor de 2666 apenas merece una que otra mención,
que rige el “presente”, escenario que dificulta pensar la pro- pues según su parecer, las referencias literarias que emplea
ducción narrativa bajo alguna regla o campo, como creía el “saturan”, lo cual, por lo demás, no es errado, aunque hay que
Pierre Bourdieu que escribió sobre Flaubert. reconocer, como haremos en este libro, que en ello se jugaba
Nuestro libro, decíamos, no pudo asumir entonces su pri- una política de la literatura que tenía por cometido revisar el
mer interés, y debió volcarse hacia la formulación de proble- heterogéneo paisaje que se pretendía recomponer. Por otra
mas, buscando formas alternativas de lectura, y al hacerlo, nos parte, la propuesta de la crítica argentina se plantea como una
percatamos que no hacíamos nada distinto a lo que ya habían especulación (¿cartográfica?) continental, no obstante, no hace
hecho anteriores generaciones de críticos y ensayistas. De ahí más que responder a lo que el mercado balcanizado puede
que Sin retorno no sea más que una simple y sencilla varia- proveerle. Su libro fue titulado Aquí América Latina. Una especu-
ción de unos temas y unas preguntas que, cada cierto tiempo, lación, razón por la cual el escritor Leonardo Valencia (2010) lo
rondan a la literatura y más específicamente a la narrativa. reescribió irónicamente, dejándolo como Aquí Argentina. Una
Empero, como en la música, una variación puede acercarse o especulación parcial sobre América Latina. No puedo estar más
alejarse del tono o del origen que se toma como referencia; en de acuerdo con Valencia, de cuya ironía me aprovecho para
otras palabras, nos regocijamos en la libertad que se juega en y señalar que las variaciones que aquí propondremos, también
con las variaciones, pues la crítica, como el tema del Ulises, no deben ser comprendidas como parciales, redactadas por un
tiene más límites que los que se imponga a sí misma. joven que comenzó a escribir este libro a partir del tiempo que
el trabajo universitario flexibilizado le permitía, un trabajo que
E ahí la decisión de no desatender las dificultades, que marca indeleblemente la crítica que realizan las nuevas genera-
habría sido lo más conveniente, como lo hace, por cierto –no ciones, desalojadas del ámbito académico y condenadas a errar
está demás recarlacarlo– gran parte de la crítica latinoameri- por universidades que priorizan la gestión del capital humano
canista, al ignorar los cambios radicales que, desde hace más antes que la literatura y el saber. Esto implica, por tanto, partir
de tres décadas, vienen afectando tanto a la literatura, como al de un radical desencanto, un desencanto que también arrastra
discurso que la convierte en su objeto, dejándoles al borde de el lugar que me ha tocado: el de un “intelectual” sin lugar, a
un precipicio. Pero nuestro compromiso con el pensamiento no la deriva de toda posición, no por deseo, claro está, y habitan-
nos permitió ninguna evasión, y nos vimos compelidos, grata- do la precarización como norma. Nuestra crítica habita, como
mente por cierto, a transitar por un pedregoso camino, a veces condición existencial, la intemperie… pero tampoco sentimos
a tientas –aunque de vez en cuando encontrándonos con algún nostalgia por la universidad y la crítica modernas, más bien
compañero de ruta–, puesto que los desafíos que enfrentamos enfrentamos nuestro escenario con una sustancial convicción:
parecen no asumirse en la crítica literaria, acostumbrada a la no tenemos padres a quienes rendiles cuenta, no tenemos
cómoda distancia que le permitía su imagen moderna. Hay

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Sin retorno Introducción

maestros y, la verdad sea dicha, prácticamente no tuvimos pro- ron y realizaron heterogéneamente la fuga del pesado modelo
fesores, aunque algunos aparentaban serlo. Tampoco teníamos macondiano, que luego de una suerte de apocamiento, retornó
lecturas obligatorias, cánones irrestrictos, leíamos por placer, con inusitada fuerza en la década del noventa, siempre de la
no, ahora que lo recuerdo, no leíamos por placer o no solo por mano del mercado editorial español. De ahí que Mito y archivo,
placer, sino también por saber, para aprender y aprehender de Roberto González Echevarría (2000), se nos haya presentado
este desquiciado mundo que nos tocó en suerte. como un propicio punto de partida, porque, a su pesar, reúne
todo lo que aquí se pretende dejar de lado: su archivo es un
No fue fácil, por tanto, asumir el desafío. Cuando comenzamos, canon reducido y fijo, que ordena un conjunto de escrituras al-
sabíamos que las limitaciones eran grandes, pero que podían rededor de la pregunta por el ser latinoamericano, y a partir de
sobrepasarse. Por ejemplo, teníamos una no menor dificultad una crítica literaria evolutiva que parecía concluir con García
bibliográfica. En la biblioteca de la universidad donde realicé Márquez, lo que denota el escaso interés del crítico por los
el doctorado, aquello que se llama “literatura latinoamericana autores posteriores, precisamente aquellos que no encajan en
contemporánea” vivía un destiempo de dos o tres décadas. su modelo. Pero no es solo González Echevarría, sino un gran
Algo de César Aira, un poco más de Piglia, un solo libro de conjunto de críticos el que no asume el desafío de la actual na-
Fogwill, nada, sin embargo, de Juan Villoro, Rodrigo Rey Rosa, rrativa, y que prefiere vivir de la nostalgia del boom. Aquí nos
Horacio Castellanos Moya, Daniel Sada, Carmen Bullosa, encontramos, por ejemplo, con Julio Ortega, cuya Imaginación
Carlos Cortés, Cristina Rivera Garza, Juan Gabriel Vásquez, crítica. Prácticas de innovación en la narrativa contemporánea de-
José Manuel Prieto, y un largo etcétera que deseábamos leer. nota una importante falta de preocupación, pues nos entrega
Bolaño, cuyo fallecimiento lo lanzó a los estantes y escapara- escuetas notas sobre lo que llama “Rutas de lo nuevo” (2010).3
tes de “literatura chilena”, estaba. No era mucho más lo que El interés por lo marginal de Jean Franco (2009) también le im-
encontramos al visitar bibliotecas de otras universidades. pide reconocer la potencia de estéticas heterogéneas a sus gus-
Hugo Achugar habló acertadamente de la biblioteca en ruinas, tos o a su política. Podríamos continuar repasando la crítica y
y desde allí tuvimos que comenzar a trabajar. Otra dificultad su trabajo con lo que llaman “lo contemporáneo”, sin embargo,
tuvo que ver con el acercamiento a las obras que pretendíamos basta señalar que los “grandes” críticos del continente apenas
leer, ya que si nos interesaba abordar a escritores cuyas novelas han trabajado la obra de Bolaño, el escritor más relevante de
marcaban una distancia estética y política, a veces explícita, con los últimos veinte años. Este escenario, sumado a las condicio-
los autores asociados al boom, la historia literaria y su influjo en nes de posibilidad del siglo XXI, es lo que nos llevó a pensar
la crítica presentaba un obstáculo a considerar. que con Mito y archivo lograríamos el contrapunto necesario
para develar en toda su amplitud la potencia de una literatura
No obstante, pudimos mantenernos más o menos fiel al
heterogénea al archivo mítico, al que no solo han contribuido
título que nos dimos para comenzar Variaciones sobre archivo
Carpentier y García Márquez, sino –desde la primera mitad del
y narrativa latinoamericana, un libro que intenta interrogar, de
siglo XIX en adelante– toda la intelectualidad preocupada por
manera parcial y acotada, un momento de la literatura, aquel
los problemas de esencia.
donde los traumas identitarios dejaron de caracterizar su im-
pronta y de determinar una forma de entender la narrativa en
América Latina, una forma asociada al realismo mágico y par-
ticularmente a García Márquez. Como veremos en el primer 3.  A pesar de que Ortega se ha encargado críticamente muy poco de las
nuevas generaciones, ha asumido, sin embargo, un importante trabajo
capítulo, el interés lo encontramos en las mismas novelas que antologador de la literatura del siglo XXI, trabajo que discutiremos en el
leímos y trabajamos, particularmente en aquellas que asumie- primer capítulo.

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Sin retorno Introducción

El libro ha sido dividido en dos partes. La primera consta de como experiencia cotidiana, una nueva escena internacional
dos capítulos; en el primero se describen los límites de la obra (la “internacionalidad”) en la que circulan obras y escritores,
de González Echevarría, y luego la emergencia de una literatu- se insiste en la globalización, la postmodernidad y la hibridez,
ra que ya no responde a un modelo identitario, ni a ningún otro como también en algunos cambios, el reemplazo de Europa
modelo en verdad, y apuesta, entre otras líneas, por el viaje y la por Estados Unidos como lugar de peregrinaje latinoamerica-
reescritura de la selva (que son las que aquí nos interesan, dado no o el del fin de Macondo y su reemplazo por la nueva virtua-
que constituyen la huida del establishment local y su difumina- lidad de McOndo. En el primer capítulo veremos que incluso se
ción), por historias menores y heterogéneas, cuestión que hace reclama el fin de la literatura latinoamericana misma, sin em-
imposible la cartografía o el intento de reunirlas bajo etiquetas, bargo, la palabra literatura permanece intacta; cuesta creer que
incluyendo la etiqueta misma de “Literatura latinoamericana”, luego del fin de siglo, para no hablar de cambio de milenio, la
que también discutiremos. El segundo capítulo trata del víncu- literatura continúe completamente reconocible, cuando todos
lo entre literatura y mercado, y afirma la necesidad política de los cambios y deslizamientos arriba señalados están, directa
seguir hablando de literatura, dado que si en algún momento o indirectamente, vinculados con la idea que modernamente
fue necesario oponérsele, hoy deberíamos estar con ella. Se se tiene de ella. Solo un ejemplo: la literatura fue fundamen-
trata de una problemática que abordamos someramente en tal para la formación de la nación, y ello no solo en América
el capítulo previo, dado su influjo en la definición de aquello Latina, como ha mostrado Benedict Anderson. Podemos dis-
que se llama “Literatura latinoamericana”, sin embargo, su cutir sus tesis, incluso cuestionar sus puntos gruesos desde el
dimensión exige un mayor detenimiento: por un lado, nos margen del sistema mundo moderno, pero la letra organizada
encontramos con que su presencia es abrumadora y, por lo como literatura fue fundamental para el advenimiento de la
general, bastante perjudicial para el desarrollo de la literatura modernidad o de las modernidades, dado que también aquí
misma, pero, por otro, ésta no se reduce al mercado, y cuando hablamos de un acontecimiento heterogéneo. Para no hablar
lo hace, deja de existir, por lo menos en la forma en que aquí la de la imprenta…
comprenderemos. De manera que nuestro fin es preguntarnos Si la literatura entonces tuvo un lugar no menor en la emer-
por el lugar de la política literaria, sin desconsiderar las muta- gencia de los estados-nacionales latinoamericanos, qué ocurre
ciones que han afectado su tener lugar. con ella una vez que la nación, y parece que de buena gana
Cuando comenzamos la redacción de este libro, inmediata- –como se desprende de los prólogos de gran parte de las an-
mente surgió la pregunta por sus particulares condiciones de tologías dedicadas a la narrativa del siglo XXI– ha comenzado
posibilidad. Esta interrogante apareció precisamente debido a diluirse dentro de ese concepto paraguas llamado globaliza-
a que nos encontramos con pocos trabajos que se hayan pre- ción, qué sucede con las fronteras de la literatura cuando las
guntado por lo que permite su propia emergencia. Al revisar fronteras de la nación se rompen. Lo primero que podemos
algunas investigaciones y libros sobre literatura latinoamerica- referir es la separación de la histórica relación entre literatura y
na contemporánea, los términos literatura, latinoamerica(na) dispositivos estatales. De manera que el contexto de desnacio-
y contemporánea se presentan como transparentes, sin dis- nalización, producto de una globalización neoliberal que pone
cusión, incluso cuando se insiste en una “nueva” literatura y en juego de una manera ya no necesariamente esencialista
se habla de la literatura latinoamericana del siglo XXI, tomando las estrategias locales de identificación, también nos arrojó a
como punto de referencia el año 1989. Se refiere, no obstante, un escenario en el que la crítica literaria se vuelve inoperante
el fin de la representación nacional (ahora tendríamos una su- cuando trabaja con criterios que hoy vemos como tradicio-
pranacionalidad), el cruce de fronteras (reales e imaginarias) nales, como por ejemplo, cuando apela al historicismo como

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Sin retorno Introducción

modo de indagación o a la identidad como criterio de distin- es cierto, implicaba ya el inicio del camino hacia su irrelevancia
ción. Sumemos el fin del boom literario y las contemporáneas cultural o social (no política), pero la posibilidad o la creencia
experimentaciones de la literatura y el arte sobre sus propios en una cierta autonomía como posibilidad de sobrevivencia,
límites. ¿Podemos continuar hablando de “literatura”, y de cómoda en algunos casos, fue posible gracias a los restos de lo
“literatura latinoamericana” con tanta comodidad? La primera sacro que, como en el caso del boom, acompañó a los escritores
parte de este libro insistirá que no, pero lo hará con tal de re- hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando la in-
clamar luego por la interrogación del lugar de la literatura mis- distinción de la literatura en el mundo de las cosas tuvo lugar,
ma y por la posibilidad de la “literatura latinoamericana” en cuando el límite de su diferenciación aconteció, y quedó libra-
particular. Ello porque gran parte de los escritores posteriores da a sí misma, a la potencia que su sola persistencia le podía
al boom, y con mayor fuerza en aquellos que comienzan a pu- entregar cuando reparaba en que todavía seguía existiendo, a
blicar en los noventa, abandonan completamente la estética y pesar de los fines a los que una y otra vez se sobreponía. Sin
la política que terminó asociada a la figura de García Márquez: embargo, esa libertad se consiguió cuando el mercado, silen-
revolución cubana y realismo mágico, los pilares sobre los que ciosa y profusamente, avanzaba sobre toda la tierra cosificando
emergió en los años sesenta la idea de una “literatura latinoa- hasta el cerebro y las habilidades humanas, en un proceso que
mericana” (así, tachada) y cuya resaca logró incluso cruzar de hacía irrelevante cualquier diferencia que no fuera la del valor
siglo, de tal suerte que se transformó en un punto de ataque de cambio de los objetos, pero, como es obvio, esta diferencia
para las nuevas generaciones, por haber establecido un deber es finalmente una no-diferencia.
ser de la literatura escrita desde América Latina, a la que los Estas mutaciones nos resultan relevantes porque la instala-
escritores debían responder para poder moverse en un circuito ción de la diferencia como lógica del mercado mundial integra-
internacional producido principalmente por casas editoriales do tuvo como consecuencia el arruinamiento de las modernas
españolas. categorías del juicio, no porque estas ya no pudieran realizarse,
El segundo capítulo examina las transformaciones cultura- si no porque las hizo irrelevantes frente a su poder “democra-
les que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX y sus consecuen- tizador” del todo vale. Es en este punto donde tenemos que
cias para la literatura y en particular para la narrativa. Esas insistir en que, si bien la deconstrucción del arte y la literatura
transformaciones serán consideradas en su especificidad, con tiene un punto de encuentro con el mercado, pues es en la abo-
el fin, insistimos, de no recargar la cómoda tesis que culpabili- lición de los límites y en la abolición de las jerarquías donde
za al mercado como el origen de todos los males que afectan al podrían reunirse, bajo ninguna forma han buscado lo mismo,
arte y la literatura en la estela de Duchamp. Artistas y escritores ni es posible reducir la deconstrucción al neoliberalismo, como
como Andy Warhol, John Cage y Nicanor Parra cristalizaron la se ha insistido torpemente en algunos momentos. El nihilis-
suspensión de los límites que permitían la diferenciación de mo mercantil tiene como objetivo el consenso democrático,
la obra respecto de su entorno objetual, provocando ese acon- ese que se da mediante el consumo crediticio, a diferencia de
tecimiento que ha sido llamado “fin del arte”, que no es otro la deconstrucción, que insiste en el disenso, en la develación
fin que el de las condiciones modernas que sostenían y deter- de esa simulada democracia. El consenso es la acomodación
minaban una obra. No fueron ni los primeros ni los únicos, a aquello que se nos presenta (que se nos impone) como reali-
pero sus respectivos y heterogéneos trabajos alcanzaron una dad, el ajuste no problemático a las coordenadas del todo vale
potencia que les permitió al arte, a la música y a la literatura (con sus problemas y todo), la aceptación de la diferencia sin
lograr una libertad operativa que la modernidad, a pesar de su diferencia, es, en síntesis, la aceptación del mercado y de sus
secularización de lo sagrado, les impedía. Esa secularización, reglas. Insitito una vez más: la política de la literatura por la

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Sin retorno Introducción

que aquí nos interesaremos se encuentra en esa obra o en ese instala (o colabora en ello) las posibilidades de un espacio he-
tipo de obras que logran introducir una diferencia, no porque terogéneo al igualitarismo del mercado, incluso cuando ella
ella porte un discurso político o apele a la diferencia misma, misma habita el mercado.
sino porque su escritura, su estructura misma, encarna la dife-
rencia efectiva que interrumpe el todo vale, y lo hace trabajan-
do con el pasado, con su historia, pero no para reificarla, como Los siguientes tres capítulos que dan continuidad y cierre
en la moda, sino, muy por el contrario, para revivir o reanimar, a nuestro ensayo surgen, a su vez, de la primera parte, dado
como Virgilio, la tradición, ese archivo en el que se encuentra que es a partir de lo escrito previamente que se establecen las
un mundo vivo y no museificado, un mundo similar al castillo condiciones que permiten comprender la emergencia de una
que Homero rige en el infierno de Dante, un castillo que cada literatura sin casa, esa literatura que viaja sin pensar en el
escritor y cada obra puebla a su antojo. retorno. Dentro del espectro de la ficción contemporánea, es
dable percibir una marcada evasión de la “literatura latinoa-
Nuestra preocupación se instala, entonces, fuertemente en mericana” que, encarnada polémicamente en el llamado boom,
la literatura y la posibilidad de diferenciarla del mundo de los y en la figura de García Márquez en particular, produjo algo
objetos sin diferencia, pero ya sin nada a lo que apelar que no así como dos salidas, que, simplificando, podemos reconocer
sea ella misma, sin aura y sin otra autonomía que la que ella como una crítica a la identidad y una crítica a los límites de la
y su crítica puedan inventarse. Esto es lo que nos llevará a se- política revolucionaria, puntos de encuentro que permitirían
ñalar que una escritura desarrollada por fuera de los muros arbitrariamente reunir cierta producción narrativa del siglo
del castillo terminará diluyéndose en ese consenso del que ya XXI, pues su heterogeneidad inmanente hace imposible cual-
hablamos, pues es el castillo el que la cobija de la puerilidad, quier intento cartográfico. Líneas exploratorias es, por tanto, a
entregándole unos muros que, si bien de ficción, instauran la lo que podemos llegar y dos de ellas pasan por una particular
fuerza performativa de donde toma su aliento para marcar deconstrucción estética y política, sin ninguna fórmula opera-
esa diferencia. Su fuerza es la de una proposición, la ficción tiva realizándose. Una trataría del desencanto revolucionario,
performativa de un como si que bautizaremos con el nombre aunque su consideración es tan amplia como la anterior; pasa
de “autonomía estratégica”, siguiendo las propuestas que el por la revolución cubana, la derrota sandinista, el levantamien-
crítico de arte Hal Foster propusiera en Diseño y delito (2004), to de Chiapas o el de Sendero Luminoso.
pues tal estrategia es la que nos permitiría continuar recono-
ciendo la literatura como tal luego de su deceso moderno, e La otra línea asumirá la estética, y es la que, para responder
insistir en la emergencia de su disenso como si lo hiciera desde a nuestro problema, aceptamos encarar. Se comprenderá que
ese lugar amurallado que fundara hace más de dos milenios un intentar hacerse cargo de las dos es imposible, solo concentrar-
viejo aedo, que ya ciego, cantaba las alegrías y penurias de su nos en una nos resulta factible, pero dejando en claro que lo
pueblo, un canto cuyo eco resonará en las alegrías y penurias nuestro son líneas de trabajo, el riesgo de una lectura que per-
que un bardo llamado Roberto Bolaño escribió recientemente manecerá abierta, a la espera de conectarse con otras miradas.
sobre su generación y cuya obra nos permitirá reconocer la li- La fuga de la estética macondiana no solo posibilitó una
teratura como si fuera un museo, pero, insisto, no un museo escritura que hace del viaje su objeto, sino también la libertad
inanimado, sino uno constituido por los más variada y viva necesaria para volver a escribir sobre selvas y montes de una
materialidad espectral, esa que habita el pueblo que llamamos forma que ya no responda al paradigma mágico-realista. Aquí,
literatura. Es este arco, esta religión milenaria la que da lugar por tanto, no resulta extraño que se vincule estrechamente la
a una literatura política, una literatura que incluso a su pesar, naturaleza con cierta violencia, de manera similar al horror que

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Sin retorno Introducción

el Kurtz de El corazón de las tinieblas, encuentra en el Congo. A (El nomos de la tierra 36). Como veremos en el tercer capítulo, se
pesar de la heterogeneidad de estas dos posibilidades que se trata de un acontecimiento completamente violento, pero que
desprenden de lo que hemos llamado crítica estética, el viaje en Los pasos perdidos y en Cien años de soledad se nos presenta
y la rescritura de la naturaleza, aquí sí hemos decidido asumir desprovisto de cualquier manifestación que empañe la tran-
ambas, pues, como veremos en el tercer capítulo, tienen de al- quilidad con la que los padres fundadores deciden asentarse y
guna manera un mismo punto de arranque, ya que responden mitificar un origen. Una retórica de la inocencia les permite en-
deconstructivamente a una estética que, sin habérselo recono- cubrir una violencia primigenia bajo la cáscara maravillosa de
cido previamente, reúne magia y tierra para obliterar el vín- un mito, donde incluso la fuerza de la naturaleza, esa vorágine
culo que las ata a una lengua imperial. Nuestra estrategia fue narrada por José Eustasio Rivera, también resulta sublimada,
leer o intentar leer de una manera distinta la obras del archivo lo que hace difícil comprender hoy una estética que supues-
moderno que establece González Echevarría, e insistir allí don- tamente encarnó lo propio de América Latina. Raúl Dorra ya
de pocos han fijado la mirada; la sublimación de la violencia in- había realizado una crítica pertinente a las novelas del archivo,
herente a todo acto inaugural, puesto que tanto en la fundación aseverando:
de Macondo como de Santa Mónica de los Venados, se descon-
sidera el poder que conlleva este tipo de acontecimientos, aún Nos hemos acostumbrado a repudiar un viejo tópico
más cuando sus personajes se hacen eco explícitamente de una que los europeos solían utilizar para describir nuestra
política imperial que operó en América Latina desde Colón en América. Cuando algún europeo insiste hoy con esa
imagen nos alzamos ante él para reputarlo de ignoran-
adelante. Nos hacemos cargo entonces del vínculo entre magia
te o de perverso. Y sin embargo ¿no es la imagen que
e imperio, que acontece a partir de una particular “retórica de
promueve entre nosotros y fuera de nosotros una de
la inocencia” que García Márquez y Carpentier usan para ocul- las corrientes literarias reputada a su vez como más
tar la violencia que se emplea al momento de fundar ciudades, representativa de nuestra identidad? ¿No podría decir
pero que ellos han sublimado ya sea en lo maravilloso o en lo este europeo que aprendió dicha imagen no en los vie-
mágico. Las tesis sobre el nomos de la tierra esgrimidas por el jos libros de su continente sino en la literatura del rea-
jurista Carl Schmitt (2002) son fundamentales en este capítulo, lismo mágico cuyos relatos le aseguran que América
como también para el resto del libro, pues nos permiten llevar es así como él creía? Entiéndase bien: no discuto la
hacia el centro una problemática que ante una lectura todavía calidad estética de las obras, tampoco la legitimidad
dominante, ha pasado por completo desapercibida. Bajo esta con que han sido escritas: sólo me refiero al hecho de
óptica, el realismo mágico cobra una desemejanza impresio- que, tomado el realismo mágico como representativo
nante, dado que recupera incluso un poder ya ni siquiera mo- de nuestra identidad revela de inmediato que es una
dirección programada desde la perspectiva de la razón
derno, sino medieval, ese mundo que formó al último de los
occidental, un programa logocéntrico” (51).
Buendía y al que se retorna en pleno siglo XX con la figura del
Adelantado. El nomos es el acto primitivo original de cualquier Juan Gabriel Vásquez es uno de los escritores que ha decidi-
política que decida enseñorearse con un determinado espacio. do retomar la escritura de la selva, pero será para mostrar la
Schmitt lo señala de la siguiente manera: “En la toma de la tie- venganza con que ella responde a la misión civilizadora que
rra, en la fundación de una ciudad o de una colonia se revela la intenta domesticar, mientras, y aquí adelantamos nuestra
el nomos con el que una estirpe o un grupo o un pueblo se hace tesis final, Bolaño hará del viaje el antídoto contra la fuerza
sedentario, es decir se establece históricamente y convierte a de ese nomos obliterado por las novelas del archivo mitológi-
un trozo de tierra en el campo de fuerzas de una ordenación” co; lo suyo es, por tanto, una literatura a-nómica. En cuanto a

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Sin retorno Introducción

la tarea de Vásquez, no es simple, pues además debe sortear Tomás González, quien ha escrito sobre la violencia que ejerce
la narrativa de la violencia urbana tan dominante hoy en día, la naturaleza misma sobre cuerpos (Primero estaba el mar) y psi-
particularmente en Colombia, dado que una vez que hemos quis (Los caballitos del diablo). Juan Gabriel Vásquez es una ter-
pasado, al parecer sin vuelta atrás, del “realismo mágico” al cera veta y nos la figura en Historia secreta de Costaguana, novela
“realismo visceral” o “sucio”, la violencia (política y social, y a que si bien explota en varias direcciones, es posible leer en ella
veces ambas indisolublemente unidas, como muestran El arma la desmitificación de la naturaleza, pero también de la cultura
en el hombre, de Horacio Castellanos Moya o Managua Salsa City, que simboliza la idea de progreso. De ahí que esta novela de
de Franz Galich, entre otras) se ha transformado en la escritura Vásquez represente una inversión radical del paradigma garcía-
maestra casi por antonomasia de la “literatura latinoamerica- marquiano, pues aquí la fundación de ciudades y sobre todo la
na” del siglo XXI. Incluso algunos escritores afirman tajante- presencia de la tecnología (el tren, el canal interoceánico, etc.)
mente que la nueva narrativa ha abandonado completamente que se introduce en la selva, no hacen sino encarnar la máxima
la selva, el monte y los volcanes, y quienes aún les narran no benjaminiana: “no existe un documento de la cultura que no
son sino unos desajustados herederos de una narrativa añeja sea a la vez de barbarie”.
que se resiste a desaparecer. Es más, el mismo García Márquez
ha señalado que le gustaría pasarle la antorcha a Jorge Franco, Es posible que hayan otras escrituras de la naturaleza, aparte
el autor de Rosario Tijeras, la novela de aquella bella, sensual de las ya señaladas; empero, aquí nos concentraremos en la
y violenta sicaria que azotaba al Medellín de inicios de los tercera referida, porque se trata de una novela que explícita-
noventa. Carlos Fuentes, por su parte, apadrinó con el mote mente “asalta” al terreno mágico por excelencia, con el fin de
de boomerang a Cristina Rivera Garza, Ignacio Padilla, Xavier develar parte de su retórica inherente. Además, Historia secreta
Velasco, Pedro Ángel Palou y Jorge Volpi, una generación de Costaguana, dice el autor, toma su estrategia narrativa de la
exclusivamente mexicana (y no solo crackera), cuya narrativa mismísima Cien años de soledad, ya no para reescribir una rea-
está centrada netamente en lo urbano y, en el caso de Velasco y lidad reputada de mágica, sino para mostrar cómo esa natu-
Rivera, atravesada por el narcotráfico y la violencia fronteriza. raleza otrora maravillosa va asesinando a miles de personas
que intentan inscribirle en su cuerpo el aplaudido progreso
Sin embargo, hay escritores que se han atrevido a desafiar tal en el camino hacia el sistema-mundo (el capitalismo). Aquí, la
dictamen y se han volcado a reescribir ese escenario casi ve- peste no es del tipo que impide dormir, sino, lisa y llanamente,
dado, quizá no sin justa razón. El cuarto capítulo tiene por co- vivir. La historia no ocurre como comedia, sino, aunque no lo
metido mostrar uno de los lugares que adquiere hoy la otrora parezca, como tragedia. Aquí, por tanto, solo tiene asidero la
naturaleza mágicamente narrada,4 considerando que sus posi- mirada de aquel ángel llamado de la historia, quien, de rostro
bilidades de reescritura son múltiples. Una manera de volver a vuelto hacia el pasado, sólo ve una catástrofe, porque Historia
trabajar la selva es la de Rodrigo Rey Rosa, quien devela tanto secreta de Costaguana “no es uno de esos libros donde los muer-
la violencia ecológica (Lo que soñó Sebastián) como, en clave de tos hablan, ni las mujeres hermosas suben al cielo, ni los curas
ciencia ficción, la violencia política que transforma la selva en se levantan del suelo a tomar un brebaje caliente”. Antes bien,
campo de concentración (Cárcel de árboles). Otro modo es la de éste es uno de esos libros, como los de Conrad, Philip Roth o
W. G. Sebald, así como también algunos de García Márquez,
donde la Historia, con mayúscula, y los “grandes relatos”
4.  Adelantamos que para la lectura que realizaremos, la diferencia entre
realismo mágico y maravilloso no nos es pertinente, dado que nuestro
(Grands Récits), son distorsionados a través de la ficción de
interés se centra en una retórica de la inocencia que comparten Carpentier y aquellos petits récits.
García Márquez, y que Vásquez desactivará.

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Sin retorno Introducción

El último capítulo está dedicado a Bolaño, dado que encontra- omisión. Concordamos con casi todas las tesis esgrimidas por
mos en su escritura una potencia que difícilmente tiene com- Guillermo Blanck (2009), quien, por ejemplo, refiere detallada
paración en América Latina. No nos interesa concentrarnos en y espléndidamente cierta presencia de la Odisea en 2666 o del
novelas como Nocturno de Chile o Estrella distante, pequeñas Agamenón de Esquilo en Amuleto, pero no comprendemos su
obras maestras, sino en la claridad con que entrevió el lugar desconsideración de Ulises, cuya presencia atraviesa la arqui-
que hoy ocupa la literatura; nos incumbe, por tanto, su interés tectura de Los detectives salvajes y además permite figurar 2666.
por inventar una autonomía estratégica en el inmenso bosque
del mercado literario; en síntesis, estamos hablando de su es- Otra parte de estas reflexiones y en particular las de este último
tética, que encontramos conectada a todo lo que escribió. En capítulo, estuvo dada por una reciente relectura de los libros
concreto, propondremos que los viajes de Ulises Lima y Arturo homéricos, motivada a su vez por el interés en la Ciencia nueva
Belano, pueden ser leídos como la más radical deconstrucción de Giambattista Vico. Su detenimiento en los detalles nimios
(y no simple inversión) del amor a Ítaca, como la narración es una práctica de lectura que, nos atrevemos a señalar, sedu-
del agotamiento de aquella política de filiación que vinculaba jo a alguien como Erich Auerbach, fundamental para nuestro
hasta la muerte (y, en algunos (con)textos, incluso más allá de ensayo; ello más la particular forma que el napolitano tenía
ella) tierra y destino, patria y vida. Se trata de una ruptura con de tratar la historia y aquello que hoy denominamos, plural-
el nomos fundacional, con la economía del retorno, con la ley mente, “culturas”. De manera que imitando la búsqueda del
de la casa tan cara a la literatura escrita en América Latina a lo detalle –en tanto método de lectura– que Vico, y antes de él
largo de su historia. Esta ruptura, lo sabemos porque lo hemos Montaigne, llevan a cabo, reparamos en cosas como “Ulises”,
leído, permanece como un acontecimiento soterrado, silencio- “viaje”, la temporalidad del viaje (veinte años), así como en
so, pues su autor no la declaró, y tal vez no lo hizo porque otros pequeños fragmentos de literatura centrados en palabras
si “toda ruptura declarada es una repetición no declarada”, como “infierno”, “decadencia”, “ríos”… cuestiones cuya po-
como señala Gayatri Spivak (Crítica de la razón 35), bien podría- sibilidad de (re)reunión, a la luz del siglo XXI, una noche de
mos pensar que la inversión de tal sentencia nos da la clave insomnio nos hizo primero imaginar y luego ordenar, y lo que
de esta imposibilidad: toda repetición declarada, que es como surgió fue la estrecha –aunque radicalmente heterogénea– re-
aquí leeremos Los detectives salvajes, es entonces una ruptura lación entre Los detectives salvajes y la Odisea.
no declarada, pero que está ahí, aguardando su tener lugar. Para comprender esta relación, tenemos que volver, como
Pero la obra de Bolaño no trata únicamente de rupturas, antes Belano/Bolaño, a los griegos, que desarrollaron la tragedia e in-
bien, trata de la horrible intemperie que habitamos, el mundo ventaron el mal, “pero los testimonios o las pruebas de ese mal
fuera de quicio en el que vivimos, pues si el agotamiento de la ya no nos conmueven, nos parecen fútiles”, como se dice en
política de filiación es ya un acontecimiento, también lo es el 2666 (338), fútiles como los mismos griegos, a quienes ya muy
hecho de que el horror se ha apoderado de todo un mundo y pocos leen y entienden. E. R. Curtius señaló, no a propósito de
no solo del aburrimiento. un griego sino del latino Virgilio, que para estimar debidamen-
Bolaño leyó y releyó a los autores griegos, cuyas escrituras en- te su grandeza “hay que romper con los cánones modernos y
grosaban la biblioteca que anidaba en su memoria, y toda su ejercitarse a pensar en grandes lapsos de tiempo”. Pero el pre-
escritura así permite percibirlo. De manera que, en parte, fue sente, que se desvanece en el mismo momento de su acontecer,
precisamente un ensayo titulado “Roberto Bolaño y el mundo nos lo impide o por lo menos nos lo dificulta. Proyectarnos en
griego”, el que provocó algunas de las reflexiones aquí reali- la historia “es un camino en el que nos sentimos extraños”,
zadas, pero lo hizo precisa o paradójicamente por una gran continúa Curtius, y tal vez, por eso mismo, pregunta, acaso no

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Sin retorno Introducción

será “necesario y aún saludable” encarar tal desafío. Si Bolaño bre que encuentra dulce su tierra natal es todavía un tierno
retornó a la Odisea (y a los antiguos) y queremos comprender principiante; aquel que hace de toda tierra su tierra natal es
el porqué, no hay otra manera de hacerlo, tenemos que volver ya fuerte; pero la persona perfecta es aquella para quien el
al tiempo de Homero, y de ahí continuar hasta 1998, e incluso mundo entero es como una tierra extranjera” (101). San Víctor,
hasta la aparición de la póstuma 2666, pero arribando siempre, tan reivindicado por Auerbach y Edward Said, habría escrito
aunque temporalmente, en el “Inferno” dantesco. Ello porque el primer libro sobre la lectura, y apuntaba, ya en el siglo XII,
Bolaño organizó su obra a través de una particular “estructura uno de los requerimientos más importantes para aprender
de la memoria”, un vivísimo archivo literario con el que hizo a leer. Esta cita la tomamos del tercer libro del Didascalicon,
frente a la sociedad del espectáculo que ha dominado la pro- correspondiente a la reflexión del capítulo “Sobre una tierra
ducción literaria de las últimas décadas. Tenemos consciencia extranjera”, tierra a la que pertenece, según San Víctor, todo
de que nos perjudica, en palabras de Borges, “nuestra costum- aquel dedicado al pensar, pero que él llamaba, en su siglo, fi-
bre de leer los libros en función de la historia, no de la estética”, lósofo. Esta frase, señaló más tarde el autor de Mimesis, estaba
pero intentaremos apartarnos de las negativas afectaciones dirigida a quienes deseaban abandonar su amor por el mundo,
de tal costumbre, pues si aquí nos remitiremos a Homero, a pues la cita continúa así: “El alma tierna ha depositado su amor
Dante, a Vico y a Joyce, entre otros, será para leer la estética sobre un lugar en el mundo, el hombre fuerte ha extendido
de un bardo que buscaba insertarse, a su manera, en el mis- su amor a todos los lugares; el hombre perfecto ha eliminado
mísimo archivo literario occidental. De manera que las obras esto”. Auerbach pensaba que estas palabras también pueden
que iremos leyendo serán “sacrificadas” lo más delicadamente representar lo contrario, el amor por el mundo. Así por lo me-
posible en pos del acercamiento a la grandeza de un detective nos la interpretó en “Filología de la literatura universal” (2005),
salvaje que se atrevió a desafiar la tradición más dominante de y el eco de ambos es el que resuena en estas páginas, dado
la literatura, y que a esta altura de seguro debe estar junto a que llegamos a la determinación de que el abstraernos de las
Borges, preguntándole a Dante porqué quiso que en la Divina filiaciones, sean estéticas, disciplinarias o experienciales, era
Comedia Ulises soltara una vez más sus amarras, encontrando la única manera de abordar la literatura del siglo XXI, único
así la muerte, y condenándolo además al octavo círculo del in- barco en el que decidimos permanecer.
fierno, en vez de estar disfrutando con ellos en el castillo que
Homero rige en el limbo. Solo nos queda señalar porqué para este libro optamos por una
forma de escritura distanciada de las investigaciones forma-
Estos cinco capítulos estructuran Sin retorno; hemos enfrentado les o académicas. No contamos con argumentos “científicos”,
cada uno de manera diferente, pues asumimos que, dada su simplemente respondemos al deseo de plasmar aquello que
diversidad, no hay una forma que nos permitiera asumirlos de se quiere compartir. El ensayo es la escritura que nos permite
manera transversal. Cada uno tiene su propia especificidad, transmitir la pasión que sentimos por lo que hacemos, por lo
pero responden o esperamos que respondan a lo que nos he- que leemos y escribimos, y este libro no fue la excepción. No
mos propuesto al inicio de estas líneas, comprender el impulso pudo serlo porque las páginas que siguen me transportaron a la
de una cierta narrativa sin residencia en América Latina. Si no infancia, al tiempo donde la literatura y el placer por la lectura
hay una fórmula transversal para trabajar cada capítulo, sí hay eran mi pequeña vida. Como Dante, erramos durante un buen
en cambio una actitud reconocible, dado que una literatura sin tiempo por otros lares, la sociología y la historia, sin ir más
casa también necesita de una crítica que habite, como ella, la lejos, fueron los purgatorios y los infiernos que atravesamos,
intemperie. En el Didascalicon, de Hugo de San Víctor (2010), aunque sin la compañía que logró el poeta florentino, hasta
encontramos una sentencia que guía nuestro trabajo: “El hom- reencontrar, gracias a Bolaño, la literatura. Este acontecimiento

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Sin retorno

individual terminó afectando cada palabra, aquí inscrita con CAPÍTULO I


el ánimo de sumar amigos al viaje que continúa. Montaigne
señalaba que “nunca estamos en nuestro propio terreno, que DEL ARCHIVO A LA CARTOGRAFÍA IMPOSIBLE:
nos encontramos siempre más allá”, en ese espacio que imagi-
namos gracias a lo que hemos leído y conversado, ese espacio
SOBRE LA LITERATURA LATINOAMERICANA
que intentamos inscribirle a nuestro desosegado mundo. Esta DEL SIGLO XXI
es nuestra pequeña contribución.

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En su paso por la isla de Glubbdubdrib, Gulliver recuerda haber


compartido con Homero y Aristóteles; quería verlos junto a sus El panorama, sobre todo si uno lo ve desde un
críticos, pero muy pronto se dio cuenta que habitaban mundos puente, es prometedor. El río es ancho y caudaloso
separados, y que los críticos jóvenes ni siquiera sabían de su y por sus aguas asoman las cabezas de por lo
existencia. Los comentaristas mayores, sin embargo, vivían menos veinticinco escritores menores de cincuenta,
“con la vergüenza y la culpabilidad que nace de haber inter- menores de cuarenta, menores de treinta. ¿Cuántos
pretado tan falsamente para la posteridad el significado de se ahogarán? Yo creo que todos.
estos autores” (Viajes de Gulliver 243). Cierro esta introducción Roberto Bolaño, “Sevilla me mata”.
con la sensación de conocer a los viejos aedos, y sin mucha
vergüenza y culpabilidad por atreverme con los más jóvenes. Muchos años después, frente a una taza de café en
un hotel de Segovia, el fotógrafo Daniel Mordzinski
había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el circo.

Juan Gabriel Vásquez, “El que escribe con la luz”.

1. El agotamiento del mito

Hacia el final de Mito y archivo (2000), en el último párrafo para


ser más precisos, Roberto González Echevarría (se) pregunta
si “hay narrativa más allá del archivo” (252). Si se considera a
Eva luna, claramente no, como tampoco si se piensa en auto-
res como Fernando Vallejo, dado que en la última edición en
español de su libro (2011), el crítico de Yale reclama que La vir-
gen de los sicarios es una obra que confirma su teoría. Estas dos
novelas, de muy diferentes maneras, responderían, por tanto,
directamente a las ficciones del archivo, esa ficción que parece
engullirlo todo. Es más, en el “Prólogo a la edición mexicana”,

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

redactado en 1998, señala que, a ocho años de publicada la bien construido. No obstante, no es difícil percibir que sus in-
primera versión de su libro, no ve novedad en las letras del consistencias no son ni pocas ni someras, por lo que nos llama
subcontinente: “no ha surgido todavía”, arguye, “una obra que profundamente la atención que las críticas que se le han reali-
cautive la atención como lo hicieron las ficciones del archivo” zado sean insuficientes y a veces incluso mal formuladas, como
(14). Dados su dictamen y prefacio, fechados hacia fines de una por ejemplo aquella que lo acusa de deconstructivista –crítica
década y un año que, para este libro, serán fundamentales, se de Gerald Martin (1992) y más tarde de Román de la Campa
hace necesario citarlo extensamente: (1999) y recientemente de John Beverley (2011)–, cuando la
verdad es que no deconstruyó sino que, muy por el contrario,
Percibo en la llamada era postmoderna actual un tipo radicalizó la fuerza identitaria en la literatura latinoamericana,
de texto que no está animado por ansiedades sobre el mientras que cualquier lector de Jacques Derrida sabe que una
origen, exento de añoranzas de identidad y aparen- narrativa maestra, canonizadora, no va en la misma dirección
temente desligado de la historia, que algunos procla-
que la deconstrucción.
man como la nueva escritura latinoamericana. Lisos,
sin costuras, textos indiferenciados que combinan Pero ha habido salvedades, como por ejemplo The ends of
elementos de la crítica y de la ficción, estas narrativas literature: the Latin American “boom” in the neoliberal marketplace
se ofrecen como la nueva norma híbrida de algo que (2001), de Brett Levinson, donde se señala que Mito y archivo
ya no sería literatura. No veo la novedad (14. Énfasis deja prácticamente intacta “la más poderosa elaboración de la
agregado). fuerza cultural de la literatura latinoamericana”. Siguiendo a
Octavio Paz, González Echevarría insistiría que el pensamiento
“No ser literatura, ser otra cosa”. Esa sería, según el autor de
en América Latina no pasa por la filosofía o la teoría política,
Mito y archivo, una de las características, la principal, de la
sino por la literatura, cuestión que redunda en un prejuicio
narrativa latinoamericana; y su verdad, porque aquí la ficción
eurocéntrico donde la otredad es negada cada vez que se la
tiene una verdad o un sentido profundo que realizar: revelar
piensa tan solo como dueña de instinto pero no de razón (5-
la ficción que la cultura latinoamericana ha propuesto para
6). La crítica de Levinson concuerda plenamente con la de de
entenderse a sí misma. Por lo tanto, el discurso literario no
Gareth Williams (2008), quien no hace mucho señaló aserti-
operaría, ni nunca lo habría hecho, como un campo o discur-
vamente que “la noción de González Echevarría del archivo
so en sí (llámesele, si se quiere, autónomo), sino que más bien
como repositorio para –y punto de mediación infinita entre– la
habría dependido de una serie de discursos maestros (legal en
heterogeneidad de culturas, lenguajes, fuentes e inicios […]
el siglo XVII; científico en el XIX; y antropológico en el XX) a
coloca su trabajo considerablemente más cerca de la metafísica
los que intenta o debe develar. Para González Echevarría, ello
del humanismo filológico en Alfonso Reyes, por ejemplo, que
no significa que la ficción refleje alguna condición política del
de la crítica (o la desconstrucción) de la metafísica y su impe-
momento de su emergencia, su punto más bien es el siguiente:
rium conceptual en Jacques Derrida, Jean-Luc Nancy u otros”
“En mi opinión, las relaciones que la narrativa establece con
(233). Williams da aquí en el punto central de Mito y archivo,
formas de discurso no literarias son mucho más productivas
al develar su continuidad con la metafísica latinoamericanista,
y determinantes que las que tiene con su propia tradición, con
metafísica que en nada se distancia de la eurocéntrica, pues
otras formas de literatura o con la realidad” (17).
es su proyección, y a ella es que un proyecto deconstructor
No se puede negar que frente a la dominante y tradicional debería oponerse si se precia de tal. En este sentido, conclu-
historia literaria, González Echevarría propuso un modelo de ye Williams, “las nociones de González Echevarría de mito y
lectura (que parece) alternativo y atractivo, y, supuestamente, archivo modernizan la ideología estética latinoamericana pero

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

hacen poco por cambiar las premisas básicas de la mediación Y sin embargo, Mito y archivo es estimulante porque, pri-
filológica entre tradiciones culturales, literaturas y lenguajes a mero, abrió la crítica de la novela hacia otras disciplinas, como
lo largo de la historia humana. Su trabajo más bien preserva el había hecho antes Ángel Rama, posibilitando salir de marcos
humanismo literario en su esencia (con un nuevo vocabulario, de lectura cuya estrechez y reduccionismo estaban acabando
sin duda) y mantiene a la literatura latinoamericana firmemen- incluso con las obras mismas. Su comprensión de los textos
te dentro del imperium hispánico” (233).1 resulta así atractiva y necesaria. En segundo lugar permitió afi-
De manera que ninguna deconstrucción opera en Mito y nar mis propias ideas respecto a la narrativa producida desde
archivo, sino, muy por el contrario, su interés por cimentar la y sobre América Latina, en particular aquella que, en términos
cuestión de la identidad latinoamericana en el momento en del mismo crítico, se encuentra más allá del archivo, es decir,
que su real deconstrucción está porvenir. Y si bien su proyec- más allá del mito y la cuestión del origen, y cuando pensamos
to por heteronomizar la narrativa pareciera contrario al de su en el más allá, pensamos, fundamental aunque no exclusiva-
colega Bloom, que no hace más que luchar a favor de una im- mente, en Bolaño, autor del que más hablaremos en este libro.
posible y radical autonomía literaria, ambos están atravesados Los detectives salvajes, junto a la obra de escritores tales como
por un mismo interés, el de producir un canon fijo… nada más Ricardo Piglia, César Aira, Rodrigo Fresán, como la de Diamela
alejado, por cierto, de una política de la literatura, aún más si Eltit, Alejandro Zambra, Juan Gabriel Vásquez, Héctor Abad
vemos que tal intento por parte de González Echevarría está Faciolince y Santiago Gamboa, o la de Juan Villoro, Daniel
atravezado por una paradoja, que también es, como veremos Sada y Cristina Rivera Garza, también la de Iván Thays y
en el capítulo cuarto, la paradoja de Los pasos perdidos y Cien Fernando Iwasaki, Rodrigo Rey Rosa, Eduardo Halfon, o la de
años de soledad: la promoción de una identidad a partir de la José Manuel Prieto y Pedro Juan Gutiérrez, entre muchas otras,
política del imperium hispánico. tienen poco o nada que ver con las ficciones identitarias. Es
más, si algo puede reunir la heterogeneidad de sus libros es
precisamente la imposibilidad de reunirlos bajo una idea de ar-
chivo como la propuesta por González Echevarría, puesto que
algunos autores incluso responden directamente a ella, decon-
1.  En esta estela es que encontramos otra crítica relevante para comprender truyéndola sin dejarse atrapar en la osadía. Por ello es que Sin
lo profundamente tradicional del trabajo que estamos comentando, pues retorno refiere una escritura sin territorio, incluso aquella que
cuando Wilfrido H. Corral (2010) insiste que González Echevarría no
insiste en dejar de ser latinoamericana para ser simplemente
diferencia canon de “archivo”, está señalando que aquí lo único que tenemos
es un proyecto profundamente conservador, si es que no reaccionario, pues escritura. Por supuesto que las intenciones que impulsan en
se levanta percisamente cuando la crítica canónica está siendo desarmada tal dirección son variadas, y no siempre concordantes entre
por aquella escuela que su colega Harold Bloom llama del “resentimiento”. sí, dado que mientras unos quieren dejar de lado el exotismo
En este sentido, no hace falta agregar que el archivo de González Echevarría como marca, buscando formas no reduccionistas para escribir
es profundamente masculino y cerrado para mostrar su connivencia con sobre América Latina (sin ir más lejos, casi todos los nombra-
el humanismo más recalcitrante. Quizá por ello es que Corral agregue que
“si un estudio como Myth and Archive: A Theory of Latin American Narrative
dos arriba), otros desean insertarse en la lengua franca de la
de Roberto González Echevarría ha sido percibido como un intento de literatura internacional, aceptando no siempre de manera
producir una teoría de la narrativa del continente, también es cierto que la explícita un requisito globalizado: borrar completamente las
selección de textos escogidos por el crítico cubano como prefiguradores es huellas de pertenencia, sin perder en el intento su diferencia
insuficiente. No siempre convence la idea de González Echevarría de que (Fuguet, Volpi, Padilla, entre otros).
el deseo que define a nuestra prosa narrativa es negar que sea literatura, o
definirse contra una totalidad poderosa” (32-33).

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Retomando entonces, Mito y archivo presenta serios proble- • “El archivo no solo indica que algo se guarda, sino algo
mas, partiendo por la cuestión del archivo como concepto, pues que es secreto” (61).
su autor no comprendió las reflexiones de Michel Foucault al
respecto, a pesar de que indique explícitamente su deuda para • “Como el archivo, la novela atesora saber” (62).
con él. Por supuesto que no se trata de un misreading que le • “Mi archivo se aloja en ese espacio ambiguo y movedizo
permitiera una particular reelaboración, cuestión que señala- llamado literatura” (63).
mos sin el ánimo de requerir alguna “fidelidad” al autor de Las
palabras y las cosas. Pero veremos que el crítico de Yale entendió • “Depósito de relatos y mitos” (199).
de forma bastante particular la noción de archivo, llevando a
sus lectores por senderos que se bifurcan cuando en realidad • “El archivo pone en tela de juicio la autoridad” (212).
debieran reunirse. No está mal, se podría señalar, que haya uti- • “El archivo como mito es moderno porque es múltiple” (240).
lizado un concepto X y lo haya reelaborado en función de los
requerimientos de su proyecto. De hecho, eso es lo que él cree
haber hecho, pero si fuera el caso, no estaríamos escribiendo
estas líneas. Tan solo revisemos el índice analítico y veamos No es muy difícil percibir que las citas no revelan una idea
algunas de las formas en que González Echevarría refiere o en- coherente de archivo sino varias, y que ninguna de ellas tie-
tiende el archivo: como arqueología de las formas narrativas; ne, por cierto, algo que ver con Foucault y su arqueología. El
como arch-textura [sic]; como depósito legal de conocimiento; archivo aparece, primero y de manera muy fuerte, como metá-
como cesto para papeles en la audiencia de Bogotá; como el fora; segundo, como lugar de depósito (Simancas le permite a
estudio de Borges; como la habitación de Melquiades; como González Echevarría estructurar gran parte de sus ideas). No
método; como mito; como negatividad; como vejez; como obstante, nada de lo anterior se acerca a la noción foucaultiana
Archivo de Indias; como Archivo de Simancas; como secreto de archivo, pues este “no es lo que salvaguarda, a pesar de su
de secretos. A estas formas, agreguemos un par de citas del huida inmediata, el acontecimiento del enunciado y conserva,
cuerpo textual: para las memorias futuras, su estado civil de evadido” (La ar-
queología 170). Foucault se aleja radicalmente de las definicio-
nes tradicionales de archivo, que son las que utiliza el crítico
• “Antes que nada, el archivo es un depósito de documen- cubano:
tos jurídicos que contiene los orígenes de la historia la-
tinoamericana, así como una institución específicamente Por este término, no entiendo la suma de todos los
hispánica, creada al mismo tiempo que se conquistaba el textos que una cultura ha guardado en su poder como
Nuevo Mundo” (58). documentos de su propio pasado, o como testimonio
de su identidad mantenida; no entiendo tampoco por
• “El archivo y la novela aparecen al mismo tiempo y for- él las instituciones que, en una sociedad determina-
man parte del mismo discurso del Estado moderno” (59). da, permiten registrar y conservar los discursos cuya
memoria se quiere guardar y cuya libre disposición se
• “El poder, el secreto y la ley están en el origen del quiere mantener (169).
archivo” (61).
De manera más clara, imposible, pero el crítico de marras hizo
caso omiso a esta sentencia. Incluso se atrevió a citar un par de

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veces a Foucault, y precisamente aquellos fragmentos que aten- logía está afectada por el giro lingüístico de los años 60 y 70,
tan contra su propio modelo, como por ejemplo: “El archivo es principalmente por los textos de Foucault, Derrida y Barthes, y
en primer lugar la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que surge como una respuesta a la mirada tradicional de la et-
que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos nografía, aquella que precisamente sirve de base, por ejemplo,
singulares” (Mito y archivo, 63). (Creo que este problema radi- a Rómulo Gallegos. Olvida también que la disciplina antropo-
ca en que González Echevarría parece no haber comprendido lógica “moderna” surge recién con Bronisław Malinowski en
lo que Foucault entendió por enunciado). Ahora bien, si un 1922, cuando este publica Argonauts of the Western Pacific (libro
archivo no es un lugar (Archivo de Indias o de Simancas), ni que, de paso, su autor nunca consideró literario… eso lo ha-
un conjunto de textos (documentos jurídicos), menos aún es ría más tarde James Clifford, gracias al giro ya mencionado).
la metáfora de un lugar (cesto para papeles, la habitación de Señalo esto porque González Echevarría acostumbra a citar la
Melquiades, el estudio de Borges), como tampoco un mito, ¡y influencia de los relatos de viajes en la ficción literaria, como
menos aún el mito de un origen!2 Cuando Foucault señala que si éstos fueran parte del discurso maestro antropológico, pero,
“no nos es posible describir nuestro propio archivo, ya que es muy por el contrario, esta disciplina adquirió su estatus negan-
en el interior de sus reglas donde hablamos” (algo que también do tales relatos, como mostró muy bien James Clifford (1983),
se cita en Mito y archivo), está señalando que solo cuando “la para quien la antropología comenzó a ser antropología cuando
ley de lo que puede ser dicho” haya sido modificada, es decir, dejó de ser relato de viaje.
desplazada, podremos comprender aquel tiempo que ya no es El método científico del que carecían, hacía desconfiar de
el nuestro. sus descripciones. El problema, por tanto, es creer que cual-
Además, González Echevarría señala que él mismo y su quier apelación al folclore y la autoctonía, como en las nove-
libro son, también, parte del supuesto archivo que dice descri- las de la tierra, publicadas poco después del famoso libro de
bir, cuestión que si puede llevarse a cabo es, precisamente, por- Malinowski, o las narraciones preocupadas de la identidad
que ya habitamos un archivo distinto. En segundo lugar, como latinoamericana, como Cien años de soledad o Terra nostra, son
todo crítico, también tergiversó, y demasiado, los llamados antropológicas; desde hace décadas sabemos que no toda re-
discursos maestros con el fin de hacerlos encajar en su modelo. ferencia a lo cultural es antropológica, puesto que ninguna
Por ejemplo, toda apelación a la cultura es antropologizada, disciplina tiene el monopolio de su objeto, ni siquiera cuando,
como si la disciplina encargada históricamente de la otredad siguiendo a Foucault, pensamos que no lo encuentra sino que
fuera la única que tiene propiedad para hablar de lo cultural, lo produce. González Echevarría llega incluso a afirmar que
por lo menos en América Latina. La llamada antropología post- “la antropología surgió como una disciplina capaz de integrar
moderna, que hace hincapié en las propiedades literarias de la a los estados y a la conciencia latinoamericanos las culturas
etnografía y sus informes, le cae como anillo al dedo a su visión de pueblos no europeos que aún estaban muy presentes en el
antropológica de Doña Bárbara y Don Segundo Sombra y al resto nuevo mundo” (208). En este sentido, también olvida que la
de las novelas del mito. Pero olvida señalar que esta antropo- “transculturación”, uno de los grandes conceptos antropológi-
cos “latinoamericanos”, sirvió no para tomar conciencia, sino
2.  Recodemos que en “Nietzsche, la genealogía, la historia” Foucault deja para disciplinar a tales pueblos o, como señaló Alberto Moreiras
muy en claro cuál es su estrategia, la misma que ha guiado todos sus trabajos: (1997), para someterlos a la hegemonía del sistema-mundo oc-
oponerse “a la búsqueda del ‘origen’”, pues tal búsqueda contribuye al vano cidental. Considerado así, Mito y archivo es la radicalización de
esfuerzo de una –siempre innecesaria por ficticia– identidad, mientras que lo la voluntad modernizadora que caracterizó al boom, en su afán
que en verdad le preocupa, en tanto heredero de Nietzsche es “el disparate”,
es decir, la heterogeneidad, el develar que la esencia carece de esencia.
por auto-presentarse como el discurso que logró aquello que

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la política no pudo: integrar a América Latina a Occidente y su Para nosotros, si los discursos maestros de la ley, la ciencia
modernidad. y la antropología han permeado la literatura, o ella más bien
Algo similar ocurre con la ley, en tanto discurso maestro. se les ha acercado, se debe a que forman parte, al igual que la
Sus interpretaciones de El carnero, y los Comentarios reales, economía, la filosofía o la política, de una especie de sistema
como también de la picaresca, le otorgan demasiado poder que Foucault llamó “formación discursiva”, donde sus compo-
a la retórica notarial y al discurso legal en general, pero si se nentes se encuentra en constante y desigual relación, y cuyos
prestara más atención a la escritura que, por ejemplo, antece- posicionamientos jerárquicos son los que González Echevarría
dió a la picaresca, se comprendería con mayor profundidad su ha identificado como discursos maestros. La existencia de tales
relevancia y, por tanto, su relación mediante una des-relación discursos no tiene porqué implicar determinación alguna. El
con el discurso “ficcional” que le antecede. Pero González mismo Foucault analizó en Las palabras y las cosas la Gramática
Echevarría no está dispuesto a sacrificar su lectura, más bien se general, la Historia natural y el Análisis de las riquezas, no
concentra en mostrar el rol de la retórica notarial, que permite para señalar cuál de estos elementos discursivos se impuso (o
que una voz desconocida en la tradición literaria, el pícaro, influyó) sobre los otros dos (o sobre cualquier otro que circule)
emerja en un ambiente dominado por el idealismo (la época –además es contra tal proceder que se levantó la arqueología–,
de los héroes, según Vico). No dudamos de la omnipresencia sino para comprender “el campo de vectores y de receptividad
de la ley, como tampoco de sus múltiples manifestaciones (y diferencial (de permeabilidad y de impermeabilidad) que, res-
mediaciones), pero ella no determina la narración; al contra- pecto al juego de los intercambios ha constituido una condición
rio, se la emplea, se la convierte en la estrategia que permitirá, de posibilidad histórica” (La arqueología del saber 211).
siguiendo aquí a Thomas Pavel (2005), que “la imperfección Por supuesto que González Echevarría es cuidadoso y no
humana” le haga frente a la norma ideal que aún dominaba afirma que toda narrativa dependa de algún discurso maestro;
el escenario narrativo del siglo XVI y XVII: “confortablemente el problema se presenta cuando, según él, las narrativas más
situado en el seno de la contingencia y la felonía, el pícaro, en importantes sí lo hacen. Aquí la discusión puede ser infinita,
su encarnación amoral, se dispensa de los principios que se dado que ¿por qué Machado de Assis sería menos importan-
oponen y engrandecen a las novelas idealistas” (96).3 te que Euclides da Cunha? ¿Porque sus novelas no trabajan,
como deberían hacerlo, el discurso científico, en tanto discur-
3.  El que el Lazarillo de Tormes sea un texto anónimo no tiene nada que so maestro? ¿Es la opción por la civilización (del lado de la
ver con el hecho de que para su tejido no se haya considerado la escritura
ciencia, claro) y el desprecio por la barbarie lo que le otorga
que le antecedía. Si hemos de darle nuestra confianza a Vico (y después de
él, a Joyce y, ya cerca nuestro, a Bloom), y creer con él que la producción a Sarmiento su lugar en la tradición argentina y latinoameri-
cultural puede ser entendida a partir de las edades de los dioses, de los cana? ¿El empleo del discurso científico permite equiparar las
héroes y de los hombres (queda por ver cuál es la nuestra…), la picaresca narrativas de Sarmiento y Euclides da Cunha, racista la del
y las novelas que en paralelo surgen –de las cuales, por supuesto, la más argentino, crítica la del brasileño? ¿Son los Comentarios Reales
grande es el Quijote– se baten no solo contra un tipo particular de escritura, la obra más importante de la colonia? De ser así, ¿qué lugar le
sino contra toda una forma de entender la experiencia humana, y que, como
tal, afecta la escritura misma, y en verdad a cualquier tipo de escritura.
corresponde a la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, que para
Pensarlo así implica reconocer una idea de tradición (de la que hablaremos poder escribir debió apoderarse no del discurso legal, sino del
en otros capítulos), a la cual se pertenece por medio de la negación y no teológico, que era, según Octavio Paz, el que ordenaba el saber
–necesariamente– de la influencia, pero frente a una mirada como esta, de la época? Y en cuanto al siglo XX, ¿es Cien años de soledad,
González Echevarría no transará, dado que para él la literatura no quiere ser cuya arquitectura –en la lectura de González Echevarría– se
literatura sino otra cosa, quiere imitar los discursos hegemónicos que se han
ido sucediendo paulatinamente; la literatura es, así, heterónoma.
apoderó de Borges metamorfoseándolo en Melquiades, la obra

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más importante del siglo XX latinoamericano? ¿Por qué no rior “la voz de los maestros”. Recordemos sus preocupaciones
Pedro Páramo o Ficciones? El que Borges haya sido introducido de Mito y archivo:
en Macondo no quiere decir que su obra haya padecido el mis-
mo destino. [N]o simplemente la novela latinoamericana, sino más
ampliamente la narrativa latinoamericana, y dentro
De una manera diferente, lo que este crítico muestra esplén- de esa tradición un núcleo evolucionante cuyo tema
didamente es cómo el discurso identitario latinoamericanista, central, particularmente desde el siglo XVI, es la pe-
es decir, el archivo que podemos llamar terrícola, es capaz de culiaridad diferenciadora de América Latina como
engullir a uno de los escritores que más se ha distanciado de ente cultural, social y político desde el cual narrar. La
las fijezas identitarias. En ningún caso queremos restarle méri- búsqueda de esa peculiaridad, de esa identidad, es la forma
tos a Cien años de soledad, ni a ninguna de las otras obras, sino en que se articula, desde el periodo colonial, la cues-
señalar que el autor de Mito y archivo ha creado un modelo tión de la legitimidad [de la narrativa latinoamericana]
que solo se puede describir a sí mismo y determinar que las (Mito y archivo, 34. Énfasis agregado).
obras más importantes son las que él puede explicar. Inserta
Por lo menos en lo que respecta a Cien años de soledad, el mismo
disimuladamente un criterio de valor, que quiere hacer pasar
García Márquez ha señalado en innúmeras oportunidades su
por juicio estético. “Todo esquema, por muy errado que sea,
apego terrícola a la literatura, dado que esta obra efectivamen-
siempre permite atraer y ordenar un material histórico”, señaló
te juega con la cuestión del origen y de manera espléndida. Lo
Bajtin/Medvedev, y agrega: “Pero en un esquema equivocado
que González Echevarría (también) olvida es que si ese núcleo
la ordenación no corresponde a la realidad y puede dar una
evolucionante, legitimante (de y legitimado por la narrativa),
idea falsa de esta” (130). Un modelo o esquema puede perfecta-
ha sido posible de describir, es porque se encuentra clausura-
mente (re)ordenar un (su) material, puede explicarlo e incluso
do, ya no pertenece a “nuestro tiempo”, a nuestro archivo, “ya
contrastarlo con otros materiales, pero eso no quiere decir que
que es en el interior de sus reglas donde hablamos”.4
tal orden o explicación se corresponda con el lugar efectivo de
dicho material. La dificultad y resolución de estas cuestiones De manera que aquí tampoco se ha descrito un archivo, sino
depende de un posicionamiento frente a la literatura y a sus un elemento discursivo que lo habita, y que Foucault llamó en
obras, pero también ante su devenir. Además, como recordó un bello ensayo “La bibliothèque fantastique”,5 término que
recientemente Corral (2010), “la autoridad del mundo literario emplea para referirse, como Borges, a la literatura, pues lo que
no depende de discursos maestros como la ley (siglo diecinue- hizo Cien años de soledad de manera magistral, también lo ha-
ve) o la antropología (siglo veinte), según algunas nociones bían hecho Flaubert y Cervantes, pero cada uno según su tiem-
de González Echevarría, sino de la percepción que tengan la po. La literatura ha sido presentada por el autor de Las palabras
crítica y el público de esas relaciones, porque los novelistas y las cosas ni más ni menos que como una biblioteca. Foucault
siempre han sido forajidos de varios discursos y siempre se llega a esta idea luego de leer a quien escribiera Ficciones y
definen como novelistas, aunque indaguen en los discursos
sociales” (130).
4. Foucault es incluso más categórico: “Es evidente que no puede describirse
Esto es lo que nos lleva a pensar que, si bien con bastante exhaustivamente el archivo de una sociedad, de una cultura o de una
desmaña, el crítico de marras no ha fallado del todo en su in- civilización; ni aun sin duda el archivo de toda una época” (Ibid.).
tento de armar (no una teoría sino) una canónica historia de la 5. Este ensayo fue publicado en inglés como “Fantasia of the Library”, en
narrativa latinoamericana, pues es obvio que su interés no es Foucault, Language, Counter-Memory, Practice, 87-109. Este libro se encuentra
cuestionar el lugar de lo que él llamó en una oportunidad ante- en la bibliografía de González Echevarría, de ahí quizá su “confusión”.

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a Flaubert; el primero le entregó un modelo,6 el segundo un Pero González Echevarría no puede reconocer esta visión de
ejemplo. La tentación de San Antonio fue escrita gracias a una la literatura, pues hacerlo implicaría negar su propia mirada
importante cantidad de libros sobre religión y sobre oriente, lo heterónoma, que insiste en que la literatura desea ser otra cosa,
que conjuga un saber acumulado en bibliotecas que su autor por ello no busca en la tradición o en las bibliotecas, sino en
gustosamente recorrió y leyó; “La tentación es un monumento las narrativas maestras su material (ley, ciencia, antropología).
de saber exhaustivo” y su relevancia radica, según Foucault, en Al revisar el corpus foucaultiano, prácticamente el mismo
haber sido “la primera obra literaria que tiene en cuenta aque- que trabaja nuestro crítico, no deja de llamarnos la atención el
llas instituciones grises donde los libros se acumulan y donde hecho de que haya cruzado el archivo con la biblioteca, y pro-
crece dulcemente la lenta, la inequívoca vegetación del saber”.7 vocado así la emergencia de un archivo que no es archivo sino
biblioteca, pero que llama archivo para no llamarle biblioteca,
6.  Borges es quien le permite a Foucault pensar la literatura como archivo, para no llamarle literatura sino narrativa, y ello, como dice el
así lo señala en un ensayo publicado inicialmente en 1963, “El lenguaje al autor, “apoyándome en buena medida en las teorías de Michel
infinito”, donde leemos: “En La Biblioteca de Babel, todo lo que puede ser Foucault” (Mito y archivo 16). Es relevante su propósito de “ver
dicho ya ha sido dicho: en ella pueden encontrarse todos los lenguajes la novela como parte de toda la economía textual de una épo-
creados, imaginados, e incluso los lenguajes concebibles, imaginables; todo
ha sido pronunciado [Por ello es que] la literatura comienza […] cuando el
ca dada, no de aquella preferentemente literaria” (33), cues-
libro ya no es el espacio en el que la palabra cobra figura (figuras de estilo, tión por cierto totalmente contraria a la mirada de su colega
figuras de retórica, figuras de lenguaje), sino el lugar en que los libros son Harold Bloom, que no ve sino pura literatura; sin embargo, el
retomados todos y consumidos: lugar sin lugar puesto que aloja a todos los heteronomizar la narrativa corre el riesgo de diluirla comple-
libros pasados en ese imposible ‘volumen’ que viene a colocar su murmullo tamente, sobre todo hoy cuando el mercado tampoco quiere
entre tantos otros –tras todos los otros, antes de todos los otros”, 180-192.
Este ensayo también se encuentra traducido en Foucault, Language, Counter-
que sea literatura, sino tan solo un producto de consumo o en-
Memory, Practice, 29-52, de manera que González Echevarría también lo tiene tretención. Bajo su línea argumentativa, podríamos fácilmente
entre su bibliografía. pensar que Alberto Fuguet es el nuevo gran maestro del siglo
7.  La tentación, por tanto, se construye a partir de una relación con cierta XXI, pues si es cierto que el discurso comunicacional podría
tradición erudita, y ello la emparenta con Le Déjeuner sur l’Herbe (Desayuno ser el relevo del discurso antropológico (Mito y archivo 253),
sobre la hierba) de Manet. Quien recuerde la obra del pintor, recordará a su prólogo a Cuentos con walkman, libro que reúne cuentos de
su vez haber percibido en ella el eco de algunas obras que le precedieron: una veintena de jóvenes mayoritariamente periodistas, como el
el Concierto campestre (1508-1509) de Tiziano, La tempestad (hacia 1508) de
mismo Fuguet, nos habla de una literatura que no quiere ser li-
Giorgione y La Partie carrée (1713) de Antoine Watteau. En ella se reúnen las
pinturas renacentista (veneciana), flamenca y rococó. En cuanto a Flaubert, teratura, sino productos que, “en el mejor sentido del término,
nos encontramos en La tentación, por nombrar solo algunas obras, con la [son] desechables. Utilitarios e industriales […] Son cuentos de
Historia Eclesiástica (1693-1712) de Tillemont, la Historia del gnosticismo (1828) consumo” (13).
de Matter, la Historia de la Teología Cristiana (1852) de Reuss, las Religiones de la
antigüedad (1825-1851) de Creuzer, la Biblioteca oriental (1697) de Barthélemy Este prólogo, titulado acertadamente “Urgentes, desecha-
d’Herbelot de Molainville, la Historia Prodigiosa (1560) de Boaistuau, entre bles y ambulantes”, sería reescrito más tarde para la mítica
otras, muchas otras. Y a pesar de este gran corpus del saber que Flaubert antología de McOndo, pero lo desechable sería remplazado
utilizó para su libro, Foucault, por lo menos hasta donde lo hemos leído, por una narrativa exportable que circula fluidamente por una
jamás ha dicho que el autor de Madame Bovary se resistiera a hacer literatura,
en favor de develar la verdad (la ficción) acerca del saber que se había
producido durante la época clásica. Ni siquiera lo dijo de Bouvard y Pécuchet, el vínculo con la tradición que les precede, y si bien en el escritor es menos
donde la biblioteca ocupa un lugar central. De ahí que Foucault señalara que explícito, ello se debe a que utiliza el saber para ponerlo al servicio de su
“Flaubert es a la biblioteca lo que Manet al museo”. En ambos es reconocible estrategia narrativa.

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aldea global, esa que compartimos gracias al uso del Windows, menos) desean usurpar el también espectral lugar que otrora
la recepción de MTV latina y Televisa, el Mercosur, etc., etc. alcanzaron García Márquez o Vargas Llosa: “un éxito, para
En fin… así las cosas, no resulta sorpresivo que el hastío con cualquier escritor latinoamericano, sólo puede medirse con el
la narrativa macondiana y su crítica engendren “salidas” como Boom,” señaló Jorge Volpi en El insomnio de Bolívar (153). Otros
esta (mcondiana), la que además desprecia la política de izquier- (los más) para destituir el exotismo que una vez más volvió
da profesada (y ex-profesada) por algunos de los autores del a cubrir aquello que algunos todavía llaman “literatura lati-
Boom. De ahí que sea relevante recordar una interrogante, plan- noamericana”, porque si el boom retorna, lo hace a partir de su
teada no hace mucho, por Guillermo Mariaca (1993): “¿Por qué fantasma mágico-realista.
se hace de la crítica una institución que funda cánones y no una A riesgo de simplificar, aunque solo para esquematizar
comunidad que formula preguntas?” (El poder de la palabra 13). nuestro problema, se podría señalar que la etiqueta “literatura
latinoamericana” estuvo desahuciada por más de dos décadas
De manera que la intención de nuestro ensayo es, sin ningún –el espacio que va entre la muerte del boom declarada para
ánimo de originalidad, preguntarse lo mismo que González 1972-1973, y su regreso hacia fines de los noventa–, puesto
Echevarría, preguntarse si “hay narrativa más allá del archi- que, de la mano del mercado, se recurrirá a ella para posicio-
vo”. Todo, absolutamente todo lo que hemos revisado y que nar nuevas camadas de escritores, insistiéndose, así, en un ya
nos ha permitido atrevernos a escribir estas líneas, nos lleva exiguo deber ser de la literatura escrita desde América Latina.
hacia una respuesta que repite aquella sílaba con la que Joyce El objetivo de su retorno no era (no es) otro que el de agilizar y
cerrara su Ulises: Sí. Es más, no solo hemos encontrado vida rentabilizar el nuevo escenario de las letras, ahora tipo United
literaria después del archivo, sino también una vida que no Colors of Benetton. De ahí la enorme queja de escritores cuyos
quiere ser otra cosa que literatura, no para fundirse con ella, nacimientos podrían aglutinarse más o menos entre mediados
sino para buscar una promesa. De ahí que Mito y archivo esté de los cincuenta y 1968, es decir, aquellos que no vivieron la
siendo leído a contrapelo, para que la distancia respecto de sus revolución, sino su ruina; que crecieron alejados del monte y
posiciones nos permita, poco a poco, con mayor propiedad y la selva, y más cerca del cine y la televisión, y que comienzan a
con algo de osadía un modo de lectura diferente. escribir o publicar durante la década de los ochenta y/o de los
noventa, una vez que las dictaduras latinoamericanas habían
terminado, una vez también que los sandinistas habían sido
2. Auge, caída y renacimiento de la “literatura
derrocados y el neoliberalismo comenzaba a insertar, con velo-
latinoamericana”
cidad creciente, a los empresarios latinoamericanos en el ran-
Si nos hemos detenido en el trabajo de González Echevarría, es king Forbes. Es esta cercanía la que permite que sus narrativas
porque concentra todo aquello que se quiere dejar de lado, no se aproximen o emerjan dentro de un contexto histórico más o
por simple capricho, sino por consideración a las condiciones menos similar, donde algunos de los acontecimientos que se
de posibilidad de la narrativa que hoy se escribe, incluso por vislumbran en sus obras son la Revolución Cubana (1959) el
consideración a la literatura misma, puesto que gran parte de sesenta y ocho mexicano, los golpes de Estados, el advenimien-
los autores que heterogéneamente la nutren, han decidido res- to de un capitalismo de corte neoliberal, los tratados de libre
ponder a la espectralidad del boom, tal como se lo ha entendido comercio con Estados Unidos, la emergencia del narcotráfico, o
desde sus fundadores hasta su cuestionamiento por Rama, la caída de los socialismos reales (1989); pero estas grandes te-
espectralidad, por cierto, que retorna de la mano de las nuevas máticas no corren solas, dado que paralelamente se desarrollan
condiciones editoriales, ahora globalizadas. Unos (quizá los narrativas que cubren líneas que podríamos denominar, de

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manera tentativa, “minimalistas”, puesto que se escribe no solo soledad, La ciudad y los perros y Los pasos perdidos (habría que
sobre cuestiones históricas o “trascendentales”, sino también agregar Cambio de Piel, ganadora del Biblioteca breve de 1967)
personales como el SIDA, el ocio, la contaminación, la lectura, lograban, contra Joseph-Francois Lafitau, reducir una distancia
el consumo, los barrios, los afectos, la introspección y un largo espacial que era significada como distancia temporal. De ahí
etcétera. ¿Cómo insertar entonces una pluralidad de escrituras que su afán de modernidad allí donde esta no habitaba, por
bajo una etiqueta de “literatura latinoamericana”, que todavía lo menos no del todo, llevara al boom a realizar esta particular
responde a una idea provinciana y restrictiva que ha sido no prótesis. La tesis es conocida, aunque su mayor sofisticación
creada sino restituida fundamentalmente a partir de la estética la encontramos en Idelber Avelar: “El boom encontraría en
garciamarqueana, y que, como tal, continúa haciendo de marco esta política de la sustitución –lo literario como resolución
regulador de lo que se entiende por literatura latinoamericana? imaginaria del retraso de otras esferas– su vocación histórica”
De esta pregunta, se desprende otra: ¿Puede ayudarnos toda- (Alegorías de la derrota 23). Sin embargo, el boom quiso insertar
vía una etiqueta como esta a comprender la narrativa que se su modernidad literaria en un presente que no se lo permitiría,
escribe desde o sobre América Latina en el siglo XXI? Antes de porque lo que también quería restituir era el carácter aurático,
responder, se hace necesario señalar de qué manera creemos el valor de culto que otrora caracterizó a la literatura, pero eso,
que aconteció el tan mentado retorno, que poco o nada tiene a mitad del siglo XX, ya no era posible, es más, ni siquiera lo
que ver con la narrativa contemporánea, realizada además por había sido un siglo antes en Europa.
fuera de la legitimación moderna, por fuera del archivo. A pesar de la incipiente y débil “autonomización” literaria
El boom operó un proyecto de redención (literario) a nivel comenzada en los tiempos de Martí y Darío, sabemos que esa
continental, erigiéndose como el lugar compensatorio para la emergente profesionalización trazada por Ángel Rama (1985)
trunca modernidad latinoamericana: si no lo podía la política, o Julio Ramos (1989) no alcanzará su robustez sino hasta la
lo hacían las letras. Asistida por la antropología y la lingüís- generación misma del boom, cuyos “miembros” llegarían a ser
tica francesas de moda por aquel entonces, La nueva novela considerados los primeros escritores Latinoamericanos, así,
hispanoamericana, de Carlos Fuentes, es enfática al respecto, al con mayúscula y todo. Pero desde ese entonces, desde que el
insistir en que “todos somos contemporáneos” (84). Su argu- escritor vive de lo que escribe, sabe que lo suyo es un trabajo
mento estribaba en la ruina de toda cultura, evento que a su que no guarda privilegios y que el valor agregado o cúltico de
juicio volvía excéntrica a todas las culturas, dado que el fin del sus obras acaba allí donde surge el mercado, que hace de lo que
hombre era también el fin del buen salvaje: “He insistido, en escribe un mero producto, forma coloquial para referir mer-
estas páginas, sobre la ruptura de la insularidad tradicional de cancía. Fuentes, que por esos años vivía o vivió en París, leyó a
nuestra novela. ¿Se conlleva esta con lo que acabo de apuntar? Levi-Strauss, Ricœur, Foucault y otros, pero no a Benjamin. El
Creo que sí. El fin del regionalismo latinoamericano coincide boom quería, como señala Avelar, insertar lo aurático en lo pos-
con el fin del universalismo europeo: todos somos centrales en taurático, responder a la decadencia del aura con una estetiza-
la medida en que todos somos excéntricos” (97). Amparado ción de la política, y si el éxito cegaba ante tal imposibilidad,
en la universalidad del lenguaje propuesta por Paul Ricœur, las dictaduras abrirían los ojos, pues ellas efectuarían de mane-
Fuentes puede insistir en la contemporaneidad alcanzada por ra radical el rápido tránsito hacia el mercado, de manera que
el escritor latinoamericano, pero ello siempre a costa de la ne- si la literatura logró vivir con cierto halo aurático, el suficiente
gación o desconsideración de un pasado pre-moderno que le para creer en su restitución, allí el juego acabó: “sigo a John
es contemporáneo, única fórmula para fortalecer ese presente Beverley”, indica Avelar, “al proponer el 11 de septiembre de
que alcanzaba la anhelada modernidad: Rayuela, Cien años de 1973 como la fecha alegórica para el ocaso del boom. Después

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del 11 de septiembre ya no nos estaría dada la posibilidad, para Antonio Skármeta, por ejemplo, insistirá a fines de los se-
ponerlo lapidariamente, de creer en el proyecto de redención tenta en la heterogeneidad estética y política de su generación
por las letras” (Alegorías de la derrota 25). respecto a los autores del boom, a los que, según él, ni leían en
Lo que sigue después del boom es más bien conocido, aun- los sesenta, aunque Isabel Allende y otras novelistas mexica-
que no consensuado, una larga resaca que, todavía mediante nas y colombianas seguirán, hasta el día de hoy, anclados en
etiquetas iterativas, se extiende hasta nuestros días: del boom, el “paradigma” garcíamarquiano, pues de todo hay en la viña
en tanto pater familias, se pasa al post-boom (y el post-mo- del señor. Más relevante, sin embargo, debieran ser esas narra-
dernismo), luego a McOndo, para terminar en la generación tivas que comenzaban a levantarse y multiplicarse durante los
boomerang, dado que así fue como Fuentes bautizó a Jorge largos años setenta y ochenta, si bien con menos fuerza, pues-
Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Ángel Palou, trío perteneciente to que se trataba de narrativas no epigonales y distintas a las
al rimbombante crack, y al que sumó los nombres de Cristina amarradas en el post-boom, narrativas experimentales y arries-
Rivera-Garza y Xavier Velasco, conjunto que el pater siguió gadas como las de Marco Antonio Flores, Diamela Eltit, Piglia,
incrementando arbitrariamente hasta su fallecimiento. En la Juan José Saer, César Aira, Mario Levrero, Silviano Santiago
feria de Guadalajara del año 2004, el autor de La región más o Sergio Pitol (que si bien venía publicando desde hacía un
transparente sentó al trío a su derecha y al par a su izquierda, a buen tiempo, su diferencia radical con el boom y sus seguidores
unos los llamó archipiélagos y a los otros islas, mintras él hacía prácticamente lo había invisibilizado), narrativas que tampoco
de obelisco. No está demás señalar que la etiqueta de “boo- entroncaban con el postmodernismo cuando, a partir de él, se
merang” es aquella que las ciencias sociales acuñó en los años las intentaba identificar como carentes de ambición lingüística,
ochenta para denominar a los hijos que, luego de una inestable irreflexivas y sin secretos para el lector, es decir, completamen-
independencia, regresaban dóciles a casa de sus padres. te planas.9

Como vemos, se trata de rótulos, desde el boom en adelante, Aquí es cuando debemos considerar el problema del mer-
que no logran precisar sin recortar en extremo, y además no cado, ese gran mercado nacional (“latinoamericano”) que
siempre con delicadeza. Pero más relevante que la inclusión o también desapareció gracias a las dictaduras y las crisis econó-
la exclusión en alguno de ellos, lo que nos importa es que con micas, o ese otro mercado, el español, que luego de recuperada
el declarado fin del boom, también parece acontecer otro fin, el la democracia, amainó por un buen tiempo, para reaparecer
fin de la literatura latinoamericana misma, pues ni antes, como
demuestra impecablemente Donoso en su Historia personal del Jean Franco, Spanish American literature since Independence (1973); Roberto
Fernández Retamar, Para una teoría de la literatura hispanoamericana (1975);
boom, ni después –por lo menos hasta los años noventa, pero
Roberto Fernández Retamar, Algunos problemas teóricos de la literatura
de esto hablaremos luego– la literatura vuelve a ser continen- hispanoamericana (1981); Ángel Rama, La novela latinoamericana. Panoramas
tal; las dictaduras, primero, y las crisis económicas después, (1982); Antonio Cornejo Polar, Sobre literatura y crítica latinoamericanas (1982);
parecen haberla sumergido, no hecho desaparecer, por unos Ana Pizarro, coord. La literatura latinoamericana como proceso (1985); Grínor
largos años; los proyectos que siguieron no tenían la fuerza Rojo, Crítica del exilio, ensayos sobre literatura latinoamericana actual (1988).
para elevarla a la altura de los años sesenta, y quizá algunos Recordemos también que la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana fue
fundada por Antonio Cornejo Polar en Lima en 1973. Posteriormente, la
tampoco tenían el deseo de presentarse como tal, pero quedó revista se trasladará a la Universidad de Pittsburgh, iniciando su periplo
ahí, deambulando entre lectores y académicos.8 estadounidense (University of California, Dartmouth College y Tufts
University, su actual residencia).
8.  Para nombrar solo unos nombres y unos títulos más o menos conocidos, 9.  Ver Roberto González Echevarría, “Prólogo a la edición española de la
ver Ángel Rama, Diez problemas para el narrador latinoamericano (1972); Cambridge History of Latin American Literature”, 182-183.

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transformado gracias a las virtudes que le ofrecía el modus ope- Echevarría, aunque quizá más por chovinismo que por convic-
randi de la pujante economía global, que poco o nada quería ción. Donoso lo señala de la siguiente manera: “Creo que si en
saber de narrativas experimentales o críticas de las dictaduras algo tuvo unidad casi completa el boom –aceptando la variedad
latinoamericanas; solo le interesaban los nombre reconocidos, de matices–, fue en la fe primera en la causa de la revolución
los del boom y uno que otro más.10 Donoso recuerda que antes cubana; creo que la desilusión producida por el caso Padilla
de los sesenta, “novela hispanoamericana contemporánea” no la desbarató, y desbarató la unidad del boom” (47). Durante
era un término corriente, pues prácticamente no existía por la década siguiente, con obras hoy emblemáticas, la empresa
fuera del mundo académico o antológico, los escritores eran editorial, por lo general de carácter local, comenzaría a circular
nacionales o locales, y escribían “para su parroquia, sobre los por todo el continente, y lo haría de la mano de esa cada vez
problemas de su parroquia y con el idioma de su parroquia, más potente fuerza llamada publicidad, pero con niveles y es-
dirigiéndose al número y a la calidad de lectores […] que su trategias diferentes a las actuales. A la creciente circulación, se
parroquia podía procurarle, sin mucha esperanza de más” sumaría muy luego o se daría de manera paralela, aquello que se
(Historia personal 16). Por supuesto que cada parroquia era dis- ha dado en llamar “la llegada de los bárbaros”,11 el desembarco
tinta, pero no había forma de reconocerse en esa diferencia, de los escritores latinoamericanos del (futuro) boom en España,
dado que los libros tampoco circulaban, y los que circulaban conquistando unos lectores, pero sobre todo unos premios que
eran los de un regionalismo provinciano que reforzaba sus permitirían el éxito no solo de los escritores sino también de
fronteras. Si consideramos que las editoriales de la primera los editores, de ahí la importancia que Seix Barral le concede
mitad del siglo XX no eran arriesgadas ni siquiera con Virginia hoy a su historia: Vargas Llosa también lanzó a esta editorial,
Woolf o Thomas Mann (autores para especializados, señalaban señaló Donoso, de manera que “el éxito de la novela hispano-
en Zig-Zag), no era para menos que Donoso caracterizara la americana de la década del sesenta está”, a su juicio, “ligada
situación como “decimonónica”. El cambio se dio cuando, pa- a esa casa editora y al nombre de Carlos Barral” (63). Todo
sado el medio siglo, una inmensa masa humana comenzó a ser ello contribuyó a que fuera en España donde los escritores del
considerada editorialmente como posible compradora de li- boom lograrían reconocer un espacio común que sobrepasaba
bros, pero también cuando los escritores comenzaron a pensar con creces la literatura parroquial en la que habían nacido o
en los miles de lectores que poblaban las innúmeras parroquias crecido (quizá con la salvedad de Fuentes, que era hijo de di-
que se repartían por el subcontinente, esos lectores que deja- plomáticos), y ese espacio fue llamado por vez primera, o por
ban de pensar en la letra como pedagogía. Y aquí es cuando primera vez sobrepasando los círculos especialistas, “literatura
aparece la importancia de la Revolución cubana y, muy pronto, latinoamericana”.
su órgano cultural de alcance continental llamado Casa de las Este recorrido somero, aunque ya bastante conocido, pero
Américas, que lograron que el mundo mirara ese pequeño país que aún así revela cuestiones nodales, reconfirma que Cuba y
caribeño, y extendiera esas miradas por el resto de América. España aparecen como referentes y promotores de una política
Hasta un crítico como Emir Rodríguez Monegal reco- y de una estética características de la corta vida del boom, y
noce la importancia de esta revolución para la Literatura
Latinoamericana, como también lo hace su discípulo González 11.  Así ha sido llamada la más completa antología de la recepción del boom
en España, Joaquín Marco y Jordi Gracia, eds., La llegada de los bárbaros: la
recepción de la narrativa hispanoamericana en España, 1960-1981 (2004). Se trata
10.  Sigo aquí el lúcido comentario de Ignacio Echevarría sobre la relación de una crónica necesaria para completar la cartografía de esta recepción, que
entre narrativa latinoamericana y mercado español durante las décadas contiene textos y entrevistas de la época, pero que sobre todo enriquecen el
ochenta y noventa, “Una narrativa sin territorio” (Desvíos 19-27). relato de Donoso.

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su posterior resaca. En este punto resulta necesario hacer un Es más, parte de la literatura de postdictadura terminó
paréntesis para señalar que la constelación del boom se da, en siendo leída en espacios académicos, aunque no de manera ex-
parte, gracias al lugar que ocupan en unos países políticamente clusiva, pero parece haber sido allí donde inicialmente encon-
antagónicos, la Cuba castrista y la España franquista, y además tró lectores seguros. De ahí el destiempo con que comienzan
a partir de unas obras cuyas estéticas y políticas no coinciden a circular masivamente y de manera internacional, ya sea en
conjuntamente con ninguno: vemos que mientras el vínculo España u otros países latinoamericanos, como también el inicio
con La Habana es discursivo y no estético, con España es estéti- de sus traducciones o la republicación de todas o casi todas su
co y no político, y tal parece que fue en su cruce donde el boom obras anteriores. Sin embargo, en tanto narrativas del duelo
logró su reconocida existencia internacional. Lo relevante para (alegóricas) o postdictariales, que es como se ha leído parte de
nosotros es que tanto su política como su estética se verán más la narrativa de los ochenta e inicios de los noventa, parecen no
tarde extrañamente opacadas, dado que la potencia que logra- buscar o no aspirar a una literatura latinoamericana o por lo
ron se extenderá hasta extenuarse (como una goma de mascar) menos así lo parecía hace veinte o más años, puesto que ahora
a lo largo de las décadas siguientes, pero, por lo mismo, con nombres como los de Flores, Eltit, Piglia, Saer, Aira, Santiago o
otra fuerza y con pesar para los escritores más jóvenes, puesto Pitol son parte importante de la narrativa contemporánea y su
que la idea de una literatura latinoamericana, lograda e insta- influencia se puede reconocer también en escritores provenien-
lada por el boom, se diseminó como un virus gracias a los miles tes de países distintos a los de ellos. Esta es solo una conjetura,
de lectores que, en España y América, comenzaron a preguntar y si nos atrevemos a señalarla, es porque en la década de los
por los libros de un peruano, de un mexicano, de un argentino noventa la situación será completamente distinta, con nuevas
y de un colombiano, y lo seguirían haciendo independiente- condiciones editoriales y nuevas propuestas continentales,
mente de las trifulcas internas del afamado cuarteto. De mane- propuestas que tendrán como referente no a los escritores arri-
ra que cuando advienen las dictaduras y las crisis (económicas, ba mencionados, y menos aún a los asociados con el post-boom
políticas, culturales), no había alcanzado a formarse un nuevo sino al mismísimo boom, no porque vean en los nombres a él
referente literario latinoamericano que les desplazara, pues a asociados, por lo menos no necesariamente, un modelo estético
pesar de que el fin del boom acontece a inicios de los setenta, el o político del que deben o pueden beber, sino porque, como
éxito internacional, no solo latinoamericano, había levantado ya hemos indicado, si se aspira a una circulación por fuera del
tal polvareda que era difícil reconocer lo que se producía en sus continente, el boom, siendo una trasnochada camisa de fuerza,
márgenes. Además, escrituras como las de Eltit (El padre mío, continúa operando como marco regulador al que deben ajus-
por poner un ejemplo), Piglia (Respiración artificial, por poner tarse (o distanciarse) las nuevas narrativas.
otro) o Fogwil (Los pichiciegos, el último ejemplo) responden
a cuestiones que, independientemente de su trascendencia, Donoso se preguntaba allá por el año 1972, y lo hacía entre
se deben a la elaboración crítica de instancias “locales” como guiones, que es como decir que lo hacía entre paréntesis, “si
la dictadura, y que además circulan, debido a las condiciones dentro de un tiempo el boom, que hoy parece tan fresco y au-
materiales de las editoras (todavía resentidas), en espacios res- daz, será equiparado por los jóvenes venideros como un esta-
tringidos, y por lo general de carácter nacional. Ello no quiere blishment” (24). Sin saberlo, Donoso daba en el clavo, dado que
decir que sus escrituras sean exotistas, nada más alejado, sino ese establishment también sería la medida para cualquiera que
que su preocupación es, como diría Avelar, la topología de una aspira al reconocimiento internacional, puesto que luego del
derrota histórica doble, estética y política (28-29). boom no había “aparecido”, según una nostálgica crítica, una
obra que cautivara a cientos de miles de lectores. Ello no quiere

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decir, por supuesto, que tal obra o tal autor no existieran, sin aunque la diferencia es clara, puesto que el tono desechable de
embargo, lo que no lograba emerger era una atención conti- las escrituras ha sido reemplazado por el tono del hijo irreve-
nental e internacional a una dicha obra o a un dicho autor, y rente, sin embargo, permanece el consenso, la aceptación del
no la hubo o no comenzó a emerger hasta que apareció Bolaño orden neoliberal imperante con el que claramente se sienten
y Los detectives salvajes (pero de este autor y de esta obra habla- más comprometidos. Se trata de un orden que ha desechado la
remos con detención en otros capítulos). Por el contrario, lo identidad a favor de la diferencia sin diferencia efectiva, donde
que sí tenía posibilidad era el lanzamiento de una generación la identidad, en tanto nodo que logró reunir a escritor y lector
literaria “local”, aunque a manos de una editorial transnacio- en la época del boom, ya no significa nada, menos aún si res-
nal, como por ejemplo ocurrió con la idea de “Nueva literatura ponde a los criterios míticos que le había impreso la obra de
chilena”, que comenzó a existir (ahora sí completamente) de García Márquez:
la mano de la editorial Planeta, que desde 1987 había decidido
“posicionarla”, como si se tratara de un producto de mercado. El gran tema de la identidad latinoamericana (¿quié-
nes somos?) pareció dejar paso al tema de la identi-
En 1996 apareció una antología que hasta el día de hoy es dad personal (¿quién soy?). Los cuentos de McOndo
citada, y se lo hace casi como si se tratara de una referencia se centran en realidades individuales y privadas.
ineludible, no por haber logrado inscribir una nueva genera- Suponemos que ésta es una de las herencias de la
ción latinoamericana de escritores, sino por haber instalado el fiebre privatizadora mundial. Nos arriesgamos a se-
gesto contestatario de mayor resonancia contra el establishment ñalar esto último como un signo de la literatura joven
del boom (no el primero, por supuesto, pues Skármeta también hispanoamericana, y una entrada para la lectura de
lo había hecho hacia fines de los ochenta, pero pocos lo recor- este libro. Pareciera, al releer estos cuentos, que estos
daban). Quizá debamos ser más precisos y señalar aquí que escritores se preocuparan menos de su contingencia
la fijación de un deber ser para la literatura escrita en América pública y estuvieran retirados desde hace tiempo a sus
cuarteles personales. No son frescos sociales ni sagas
Latina no vino de todos los nombres emblemáticos del boom,
colectivas. Si hace unos años la disyuntiva del escritor
sino de uno solo: García Márquez, cuya novela Cien años de so-
joven estaba entre tomar el lápiz o la carabina, ahora
ledad implicó la dictadura del realismo mágico e hizo del autor parece que lo más angustiante para escribir es elegir
un general de las letras. Cuestión por cierto que no tiene que entre Windows 95 o Macintosh (McOndo 15).
ver con la obra en sí, ni tampoco con el autor, por lo menos no
de manera directa, dado que en ello sí contribuyó el desarrollo Es claro, por lo menos para los editores, que América Latina
del mercado, sobre todo del mercado en su versión neoliberal. está cómodamente situada en el siglo XXI, y muy cerca de
La antología es la ya mencionada McOndo, editada por los Estados Unidos, cuestión que no les complica en absoluto,
chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez. Han pasado más salvo cuando desde allá (supuestamente) se dicta lo que es o
de quince años desde su aparición, pero aún es necesario debe ser la literatura latinoamericana, aquella que debe tener
insistir en ella, pues juega cínicamente con la mítica ciudad sabor a magia. De ahí que planteen el libro como una especie
garcíamarquiana, ahora devenida realidadvirtual, aunque ya de manifiesto, aunque sin muchas pretensiones. No obstante
no determinada por o desde el mercado español, sino, según esta complacencia, McOndo resulta relevante porque deja cons-
Fuguet y Gómez, por o desde los departamentos de literatura tancia de un fenómeno que todavía aqueja a la joven narrativa
latinoamericana estadounidenses. La antología, señalan sus “latinoamericana”, dado que su preocupación pasaba no solo
editores, opera como secuela de Cuentos con walkman (1993), por la reducción de lo latinoamericano, ya sea a lo folklórico o
la antología comunicacional y de consumo ya mencionada, a lo izquierdista, sino, tanto o más relevante, por el desconoci-

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miento del trabajo escritural realizado en otros países, cuestión pero cuyas obras marcaron un cierto devenir de la narrativa
que dificultaba en demasía el saber si se estaba “en presencia del subcontinente, aunque una literatura minoritaria o subte-
de algo nuevo, de una nueva literatura o de una nueva pers- rránea que escribía de espaldas tanto a la resaca del boom (in-
pectiva para ver la literatura”, una que no fuera la del realismo cluyendo a Cortázar), como a las modas literarias mercantiles.
mágico (19). De ahí la insistencia posterior en señalar que el Probablemente fueron considerados representantes de alguna
principal objetivo de la antología, era armar una red que per- ideología, cuestión que los alejaría de McOndo, el “supuesto”
mitiera “comprobar que no estábamos tan solos en esto” (20), mundo apolítico por excelencia. El segundo problema es que
puesto que no deben ser pocos los “nuevos escritores hispa- terminan reduciendo lo latinoamericano a la construcción
noamericanos que escriben en español, pero que no se sienten mediática estadounidense, cuyas academias, por cierto, su-
representantes de alguna ideología y ni siquiera de sus propios puestamente nos regresarían lo latinoamericano procesado o
países” (18-19). ficcionalizado como macondismo, lo que indica a las claras
De esta propuesta, varios son los puntos que llaman la que lo que ellos ven como literatura latinoamericana estaría
atención. En primer lugar, el deseo de pensar la literatura en determinado discursivamente por condiciones extraliterarias
términos continentales, e incluso supracontinentales, puesto neoimperiales, y si no ven en los argentinos una posibilidad, es
que, así como Fuentes comprendió en sus reflexiones a Juan porque no desean otro lugar que el del padre de los Buendía,
Goytisolo, Fuguet y Gómez también incluyeron españoles el lugar ocupado no por su obra, sino por su éxito. Es cierto,
(Martín Casariego, Ray Loriega y José Ángel Mañas, que es- como aquí mismo hemos indicado, que críticos como González
cribió junto a Antonio Domínguez).12 Empero, realizan este de- Echevarría reducen la literatura escrita en América a unas
seo a partir de una estética y una política heterogénea a la del cuantas figuras, de las cuales García Márquez resulta un au-
boom, un deseo que busca encontrar puntos de encuentro entre tor canónico, pero reducir la crítica realizada desde Estados
diversos lugares del continente, para luego ponerlos en circu- Unidos al departamento de Yale también implica desconocer el
lación. Sin embargo, es también pensando en una “literatura trabajo de críticos que no optan con un regionalismo esencia-
latinoamericana” que cobra un extraño sentido el manifiesto lista, sino crítico, como el de Alberto Morerias (El tercer espacio)
de Fuguet y Gómez, pues si creen que lo más relevante y ori- o Gareth Williams (The Other Side of the Popular), por ejemplo.
ginal de la literatura “no está en la primera línea del mercado” Por otra parte, a pesar de tratarse de una propuesta desigual,
(20), línea a la que ellos, en tanto “relevantes y originales”, no caricaturesca y reduccionista, McOndo iluminará la senda que
pueden acceder por su propia heterogeneidad y marginalidad, otros habrán de seguir, y con ello no nos referimos a que su
es porque creen que la “nueva” literatura latinoamericana exis- objetivo haya sido alcanzado, dado que ninguno de los autores
tente acaba allí donde comienza la escritura de Isabel Allende, antologados logró derrocar al padre, aunque algunos de ellos
Marcela Serrano o Ángeles Mastretta. sí lograron alguna resonancia internacional.13 Con el iluminar
El envés de esta lectura indica, por tanto, que desconocen nos referimos más bien a que lograron develar y criticar la
o ignoran a propósito y completamente autores tan distintos fuerza espectral de un establishment que no solo ellos, sino tam-
como Aira, Fogwil o Lamborghini, solo para nombrar a tres bién otros deseaban impugnar, puesto que el mismo objetivo,
argentinos que no eran ni macondianos ni éxitos de ventas,
13.  Los autores incluidos son Juan Forn, Rodrigo Fresán y Martin Rejtman
(Argentina), Edmundo Paz Soldán (Bolivia), Santiago Gamboa (Colombia),
12.  Los editores señalan que España “está presente porque nos sentimos Rodrigo Soto (Costa Rica), Leonardo Valencia (Ecuador), Jaime Soler, David
muy cerca de ciertos escritores, películas y a una estética que sale de la Toscana y Naief Yehya (México), Jaime Baily (Perú) y Gustavo Escanlar
península que ahora es europea, pero que ya no es la patria” (19). (Uruguay).

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aunque de forma más velada, se planteó el autodenominado toria. De ahí su interés por situar sus novelas fuera de América
Crack mexicano,14 liderado por Jorge Volpi, quien en compañía Latina. Por otra parte, también realizan una crítica al mercado
de Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz, Ignacio Padilla y Ricardo y los medios de comunicación, en quienes no veían un aliado
Chávez Castañeda lanzaron su propio manifiesto en julio de sino un peligroso competidor (“Las novelas del Crack no están
1996, aunque sin la resonancia lograda por sus colegas chile- escritas en ese nuevo esperanto que es el idioma estandarizado
nos. El reconocmiento sería retroactivo, pues se dio cuando por la televisión”). Y si su manifiesto presenta claras señales
Volpi y Padilla ganaron unos premios españoles que les permi- de ruptura en su afán por renovar la novela, su vínculo con la
tiron poner la mirada publicitaria también en sus compañeros tradición es directo, sobre todo en una escena considerada ca-
de ruta. Cuando la editorial Seix Barral decidió relanzar el rente de renovación: “Amarás a Proust sobre todos los otros”,
Biblioteca Breve, el premio fue para En busca de Klingsor (1999), aunque también se declaran herederos de Cervantes y Sterne,
de Volpi, y lo mismo pasó con un nuevo Primavera de Novela, “de padres y abuelos campeones”, como Rulfo, Cortázar y
de la editorial Espasa Calpe, que se llevó Ignacio Padilla con Carlos Fuentes, de ahí que no se sientan tanto rupturistas como
Amphitryon (2000), dos novelas escenificadas en la Europa nazi, continuistas de aquellos escritores, aunque no por los temas de
sin México, ni mexicanos de por medio, cuestión que, como sus obras, sino más bien por su modernismo, por su afán tota-
señalara de manera lúcida Christopher Domínguez Michael, lizador y el riesgo con que asumieron la literatura. Lo suyo es
paradójicamente terminó inviertiendo el exotismo del cual de- también una “reacción contra el agotamiento” que el mercado
seaban desprenderse, pues se trata de dos novelas europeas literario propicia, falto de novedad y apuesta. La verdad es que
escritas por dos mexicanos: pudieron dejar de lado al país, a el Crack no entra en conflicto directo contra sus padres y abue-
sus habitantes, pero no esa ficción legal que es la nacionalidad. los, sino que traslada el pleito hacia el consenso mercantil, su
Sin embargo, el Crack tiene (o tuvo) diferencias significati- principal enemigo, pues es este el que reproduce una estética
vas respecto a McOndo, partiendo porque su crítica al exotismo o el remedo de una estética que debe ser renovada, y renovada
no fue directa ni controversial, sino apostando por una fórmula por ellos. El Crack se presenta entonces como antídoto, y en di-
cosmopolita, donde lo local no tenía lugar más que como his- cho gesto vemos una vez más la ignorancia o la desconsidera-
ción de autores que sí estaban trabajando en una estética y una
14.  Para una crítica del crack, ver la certera mirada de Christopher Domínguez política distinta, sin ir más lejos, el mismo Sergio Pitol, también
Michael, “La patología de la recepción”. Su ensayo comienza señalando Alejandro Rossi y Juan García Ponce, escritores posteriores al
el rol de Volpi como jefe de bancada, de quien señala: “Pocos escritores boom, y con una diferencia muy marcada, o Carmen Bullosa y
mexicanos han sido ensalzados de manera tan desmesurada como Jorge Juan Villoro, que un poco mayores que los miembros del Crack,
Volpi, y también son pocos los que han sufrido ataques tan persistentes,
ya venían desarrollando una escritura donde se reían de los
venenosos y equívocos”. Sobre el grupo en general: “El crack —como antes
el McOndo, del chileno Alberto Fuguet— despertó el interés de esa sociedad estereotipos mexicanos. Aunque, claro, ninguno de ellos tenía
mundana, compuesta por editores, agentes y lectores complacientes, que o gozaba, por lo menos hacia mitad de los noventa, de una cir-
en Madrid y en las recolonizadas ciudades latinoamericanas suele creer culación continental, dado que, como en McOndo, la apuesta
que las novelerías de actualidad (fiction en la mayoría de los casos) son la aquí también pasaba por el deseo de una internacionalización,
literatura. Obedientes en variada medida a ese contexto, las novelas del por una escritura que tenga las condiciones de sobrepasar el
crack son un conjunto heteróclito de narraciones desiguales (y algunas
pésimas) cuya bandera de salida es un falso cosmopolitismo, una literatura
límite de los lectores “locales”. Y lo lograron.
escrita por latinoamericanos que han decidido abandonar, como si esto Luego de estos grandilocuentes gestos, cuyo impacto fue
fuese una novedad radical, los viejos temas nacionales y presentarse como menor del posiblemente esperado, ocurre sin embargo lo que
contemporáneos, ya no de todos los hombres, sino de las grandes estrellas
de la narrativa mundial”.
podríamos llamar una reemergencia de la literatura latinoame-

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ricana, pero no sustentada en la academia estadounidense (la historia, pues fue una de las principales plataformas para su
que, recalco, dista bastante de una consideración homogénea internacionalización: la publicidad que se fraguó a su alrede-
hacia América Latina), sino fundamentalmente en el mercado dor así lo indica. Sin embargo, la situación es aún más preocu-
español, que comenzó a interesarse nuevamente por autores pante, dado que la industria española busca(ba) libros que pu-
que escribían desde América Latina, cuestión que hacían no dieran entrar fácilmente a su mercado, que su reconocimiento
por el afán de permitir que una literatura con fuerza fuese y apreciación no entrañara mayores dificultades, puesto que se
proyectada sobre la otra orilla, como ocurrió treinta años an- trataba de un “mercado ya previamente conformado por unos
tes, sino porque necesitaban inventar tal literatura. Ignacio intereses y unos gustos” que hacía difícil la heterogeneidad
Echevarría, uno de los mejores críticos dedicados a la narrativa real, cuestión a la que habría que sumar el fuerte imaginario al
hispanoamericana, señaló no hace mucho que el libre mercado que, todavía, responde América Latina en su conjunto.15 De ahí
transformó las estructuras comerciales del mundo editorial, las que no sean pocos los que, escribiendo desde “acá”, han debi-
que ahora debían ajustarse no a sus lectores sino a un particu- do alisar sus textos y quitar sus localismos, en función de su
lar modus operandi, que hace de la producción incesante de lo aceptabilidad y comprensión en España. Es más, en entrevistas
nuevo la regla que determina qué ha de publicarse, una regla conmigo, tanto Horacio Castellanos Moya como Rodrigo Rey
que disfraza lo mismo con distintos ropajes, pues se trata de un Rosa señalaron que se les había pedido corregir su escritura en
mercado volcado a la diferencia sin diferencia efectiva. Y frente función de su entendibilidad internacional, cuestión que a las
a una escena literaria española poco auspiciosa, el crecimiento claras afecta radicalmente la riqueza del lenguaje tan presente
económico latinoamericano (su propia inserción en el neolibe- en varias de sus novelas.
ralismo) transformó a los “nuevos” escritores, aquellos aleja- Como señala Echevarría, el problema entonces no es solo
dos del experimentalismo y la memoria, en un reservorio “de editorial, pues también se debe considerar la predisposición de
autores menos costosos, [y] no maleados aún por las exigencias los escritores para prestarse a tal juego, algunos de los cuales
interferenciales de agentes literarios” (Echevarría, Desvíos 20). incluso se esfuerzan por escribir bajo las líneas requeridas por
En esta oportunidad, el desembarco ocurrió a la inversa y de la industria española, dando lugar a una especie de estilo in-
manera diferencial: no fueron los escritores, sino las editoriales ternacional, similar al que se dio en la arquitectura desde poco
las que cruzaron el atlántico para buscar y posicionar nuevos antes de la segunda gran guerra. Pero este juego es todavía más
nombres, nombres cuyas obras estaban lejos de las que otrora
lanzaron al éxito a García Márquez o Vargas Llosa. Echevarría
señala que para comprobar este dictamen basta mirar algunos 15.  Antonio Ungar (2011), el ganador del Premio Herralde 2010, considera
que su novela Tres ataúdes blancos ganó porque respondía a una expectativa
de los nombres que han ganados los premios españoles recu-
catalana y, por extensión, europea. En una entrevista realizada en Bogotá,
perados o inventados, nombres como los de Mario Mendoza, entrega su percepción: “por ser latinoamericano, tienes que hablar de la
Xavier Velasco, Laura Restrepo, Gonzalo Garcés, Zoé Valdés, miseria y la guerra. Mis primeros cuentos nunca recibieron mayor atención,
Jorge Volpi, Ignacio Padilla, y otros. por eso no me creo el premio en ese sentido. Es un reconocimiento, pero
también es un producto que a los catalanes les gusta exhibir: el lado exótico,
Comenzó Planeta, a fines de los ochenta; las otras editoria- carnavalesco, de nosotros. Gané porque a los europeos les conviene mi libro.
les se sumarían hacia la segunda mitad de los noventa, a la vez Ahora, lo que sí disfruto es aprovechar ese cliché para mostrar este continente
que exportarían obras para sus catálogos y sus premios. Ello raro y denunciar las falsas democracias que nos han acompañado” (54-55).
ocurrió, sin embargo, bajo una recepción todavía marcada por En Tres ataúdes blancos se dan lugar un dictador, una república imaginaria
el fantasma del boom, solo pensemos en el relanzamiento del llamada Miranda y un derrocador. Una novela que, como La maravillosa vida
breve de Óscar Wao, de Junot Díaz, no se puede reducir a las novelas del
premio de Seix Barral, que no tiene lugar al margen de la (su) dictador, aunque frente a ojos predeterminados, tal reducción es posible.

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complejo, debido a que el desembarco editorial transnacional etiqueta que tiene mucho de añejo y poco de contemporáneo.
se dio únicamente bajo el arribo español a países particulares, Ello, no obstante, no quiere decir de ninguna manera que en
pero sus catálogos no circulan por América latina, ni siquiera las últimas dos décadas solo se hayan publicado autores que
entre países limítrofes, a menos claro que hayan logrado no estrictamente entroncaban con los criterios que las editoriales
cierto, sino un gran éxito comercial, cuestión que repiten tam- imponían; el punto más bien es que volvió a emerger la tan
bién editoriales como Norma, cuyos autores costarricenses, anhelada circulación extra-local, pero con innúmeras restric-
por ejemplo, no circulan en Nicaragua, ni los colombianos en ciones, restricciones que terminan anulando la gran hetero-
México, lo que dificulta enormemente el intercambio y conoci- geneidad que acontece actualmente, tanta que pone en duda
miento tan anhelado por McOndo. El escenario, entonces, es, en la posibilidad misma de una narrativa continental, no solo
palabras de Echevarría, el siguiente: porque sobrepasa los criterios editoriales, sino porque es im-
posible abarcarla en cuanto tal, aunque se lo haya intentando.
[E]l hecho de estar aquí hablando con tanta insisten-
cia de la industria editorial española en relación a la
Paralelamente al retorno editorial, surgió el afán cartográ-
nueva narrativa hispanoamericana tiene que ver con fico, tanto “allá” como “acá”, cuestión que tampoco se corres-
la insoslayable circunstancia de que ésta se articula pondía con el lugar tradicional de las antologías, cuyo fin era
en función de la plataforma que le brinda aquella. En el de reunir un conjunto de escritores más o menos conocidos,
este sentido cabe hablar, por lo que al conjunto de la pero ahora las antologías más bien parecen verse en la necesi-
narrativa latinoamericana se refiere, de un circuito de dad de crear ese corpus imaginario, como acertadamente indi-
difusión radial, en el que España cumple un evidente có Jorge Fornet (2007) en su libro sobre los nuevos paradigmas,
papel de metrópoli, razón por la cual resulta tan de- puesto que, como señalaron Fuguet y Gómez, este no existía
terminante la recepción que en este país alcanzan las (ni existirá). En vista de que un conjunto de textos que pueda
novedades llegadas del otro lado del Atlántico. Ahora corresponderse con una “nueva narrativa latinoamericana”
bien, la perspectiva de la metrópoli tiende natural-
es prácticamente una quimera, se debe recurrir a solicitudes
mente a desentenderse de aquellos libros y autores
y recomendaciones –agradecidas en los respectos prólogos,
que trabajan en direcciones que a ella le son totalmente
extrañas (Desvíos 20). por supuesto– que ponen inmediatamente en duda cualquier
selección, no tanto por los autores incluidos, sino por las pre-
En 1927, La Gaceta literaria señalaba que el meridiano intelectual tensiones mismas de la antología: entregar una imagen.
de la cultura hispanohablante pasaba por Madrid. Se trata este Después de McOndo, aparecieron en Latinoamérica dos an-
de un conocido debate al que respondieron algunas revistas tologías importantes, ambas realizadas por Julio Ortega, crítico
bonaerenses y montevideanas, entre ellas Martín Fierro, con un peruano que trabaja en Estados Unidos que editó Las horas y las
claro tinte nacionalista. Unamuno, que sobre este mismo punto hordas. Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI (1997), y
también hablaba de criterios metropolitanos y no coloniales, Guía del nuevo siglo (1998); con 63 y 80 nombres respectivamen-
señaló acertadamente que el problema no residía en las capaci- te, Ortega busca la antología futura, construir el porvenir de la
dades intelectuales, sino editoriales. Por dónde pasa entonces literatura latinoamericana, aquella que le es heterogénea a la
el meridiano editorial era, y hoy parece seguirlo siendo, la cuestión de los orígenes y busca, por el contrario, el cruce de
pregunta fundamental, pues vemos al deseo continental de la fronteras. De ahí que, una vez más, se nos presente el trabajo
“nueva” narrativa “latinoamericana” ser rápidamente abraza- de Guillermo Gómez-Peña (como si fuera el único artista que
do por editoriales madrileñas y barcelonesas, que desde hace trabaja la hibridez) como modelo, aunque indudablemente tie-
poco menos de veinte años vienen poniendo en circulación una ne razón cuando señala que la escritura antologada proviene

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de la crisis de los sistemas de representación nacional, crisis, fácilmente al visitar cualquier librería de viejo. Con Norma,
por cierto, más severa de lo que se piensa, pues lo que está en una de las pocas editoriales latinoamericanas con presencia
aprietos es sobre todo la idea de representación misma, y es “Latinoamericana” ocurre lo mismo en Colombia y en Costa
este evento el que niega la posibilidad de generar una imagen, Rica y con Planeta en Argentina. Las obras escasamente circu-
sea esta pasada, presente o futura. En cuanto a Guía del nuevo lan en América Latina, salvo las que logran éxito en España;
siglo, es quizá el libro más atractivo, pues aquí no hay marco literatura escrita en Centroamérica es imposible de conseguir
que determine las escrituras sin género que, en español, inglés en el Cono Sur, a pesar de que “allá” estén Norma y Alfaguara.
y portugués, ofrecen “la literatura del siglo XXI”. Mientras tan- Al respecto, el costarricense Carlos Cortés (2003) ha señalado
to, en España se publicaron otras dos antologías, una es Líneas categórcamente que “Un gran grupo editorial –las editoriales
aéreas (1999), la más ambiciosa ya que contó con 70 nombres, independientes solo subsisten en ámbitos pequeños– distribui-
que estuvo a cargo de Eduardo Becerra, y fue publicada por rá masivamente en todo el continente nada más que a un par
Lengua de trapo, que dos años antes había publicado Líneas de autores de venta segura, sin correr riesgos, y el resto de su
amarillas, una antología de “la posible” generación española catálogo será segmentado. En este sentido, la industria cultural
del 2000. La otra reúne a solo cinco autores, que no intentan transcontinental, en este caso editorial, es el resultado de un
representar un continente sin fronteras, ni una lengua común, proceso de concentración y ya no puede ser latinoamericana,
sino más bien una experiencia, de ahí el título de Cuentos apá- ni siquiera hispanoamericana, sino pura y simplemente mun-
tridas (1999), a cargo de Enrique de Hériz. Salvo esta última, dializada” (La invención de Costa Rica 87).
que en verdad no aporta mucho al debate, las otras anhelan
encontrar una imagen, cuando en verdad desean construirla, De ahí que, no obstante las limitaciones de estas colecciones, que
marcar el camino a seguir o el camino seguido, de ahí la idea se hacen notar inmediatamente, el afán antologador no acabó, y
de guía, como si los antólogos fueran una especie de Virgilio no lo hizo posiblemente porque el objetivo se escapa de las manos
que el lector necesita para orientarse en el infierno mercantil. con cada nueva propuesta. Las habrá pequeñas, como El futuro
Pero la cartografía, salvo la fantástica, es imposible,16 no hay es- no es nuestro. Nueva narrativa latinoamericana (2007), donde veinte
critor que no lo reconozca y, a pesar de ello, publicar en las an- escritores asumen el desafío de la escritura en sí, o como El arca.
tologías permite circulación, citas, comentarios, dado que ante Bestiario y ficciones de treintaiún narradores hispanoamericanos (2007)
las editoriales transnacionales locales, poco se puede hacer, ya que que narran un animal, real o imaginario. Hay transnacionales,
además monopolizan y saturan el mercado, incluso el de libros como Se habla español. Voces latinas en USA (2000), editada por
usados, que colman con saldos; en Chile los ejemplos de libros Fuguet y Paz Soldán.17 Más tarde vendrá 39. Antología del cuento
apilados de Alfaguara son miles, como se puede comprobar
17.  Esta es una de las antologías más inconsistentes, puesto que intenta
16.  Un par de ejemplos: en Líneas aéreas, que se restringe a los nacidos desde cartografíar erradamente la escritura “latina” en Estados Unidos,
1960, no está José Manuel Prieto ni Martin Solares ni Junot Díaz. En cuanto considerando incluso escritores que han estado de paso. Para una crítica,
a Las horas y las hordas, “una antología insólita” porque reconoce apartarse ver Wilfrido H. Corral, “El vagabundeo comercial del narrador latino
de lo ya conocido, pero no están ni Bolaño, más o menos desconocido para ‘traducido’”, 51-62. Corral señala que, “a pesar del meritorio esfuerzo
cuando Ortega publicó esta antología, ni Rey Rosa. Guía del nuevo siglo, de Alfaguara [editorial que publicó la antología] por recoger la mejor
que no se restringe a géneros, ni nacionalidades, y señala como objetivo la producción nacional en sus sucursales americanas, esta publicación,
búsqueda del gesto en que “lo nuevo se configura,” incluye a Guy Davenport publicada en Miami, tiene como meta transparente no tanto vender a sus
(¿?), José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes. Serían demasiados los nombres autores, sino una idea fija que los antólogos evidentemente desconocen: la
del siglo XXI que hacen falta, y baste indicar que no están Bolaño o Silviano complejidad latina en USA. Con su introducción llena de clichés, axiomas
Santiago, Carver, Piglia o Philip Roth. ilógicos, errores de hecho, y generalizaciones populistas de falsa conciencia,

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latinoamericano (2007), resultado de Bogotá 39 organizado por otro necesidad señalada por algunos escritores de dejar de lado las
evento, el Hay Festival de Cartagena (que se pronuncia en inglés), etiquetas, e intentaremos, gruesamente y sin ánimo de fijar, in-
que reunió 39 escritores, y todos menores de 39 años. La última es dicar líneas generales en las que uno puede concentrarse para
la de Granta, esta sí con un no escondido afán comercial, puesto el estudio de la narrativa, pues a lo que más podríamos aspirar
que quiere “presentar” una nueva narrativa española [sic] a sus es a encuentros, ya sea estilísticos y/o temáticos, que deberían
potenciales lectores ingleses, pero entre esos escritores españoles moldear nuestra investigación y nuestras preguntas, en vez de
se encuentran los latinoamericanos Andrés Neuman, Patricio enmarcar a priori los caminos que sigue libremente la escritura
Pron, Lucía Puenzo, Santiago Rocangliolo y Alejandro Zambra). en el siglo XXI.
Granta tenía fama de buscar y presentar “talentos” más o menos
inéditos, pero con su antología en español ocurre lo contrario, 3. La emergencia de la narrativa latinoamericana
puesto que, siguiendo a Ignacio Echevarría nuevamente, se trata
de autores “conocidos, algunos de ellos acaparadores de varios Ambos nos habíamos puesto en marcha más o menos
premios, la mayor parte de ellos con agentes literarios interesa- por la misma fecha. Galácticamente hablando, ella
dos en promoverlos en el ámbito anglosajón, practicantes de una dos años después que yo. Habíamos sido expulsados
literatura poco politizada y regida conforme los códigos interna- al espacio exterior por la explosión de 1989, durante
cionales de circulación literaria” (“La lista”, 04.10.10). la gran colisión del este con el oeste que hizo surgir
novas, planetas, asteroides. Y no éramos tan siquiera
Ante la idea de mapear o guiar la “nueva literatura lati- asteroides. Éramos dos partículas de polvo cósmico…
noamericana” o incluso simplemente el deseo de señalar la
literatura (a secas) del futuro, no hay criterio que satisfaga, Este fragmento ha sido tomado de Livadia (1999), la desconoci-
un año determinado, un país, un tema, una lengua o ninguna da gran novela de José Manuel Prieto; su escritura nos entrega
lengua, un género o ningún género, simplemente es imposible. el tono de lo que podríamos llamar una literatura anarchivís-
Sin embargo, poco o nada de lo que hemos venido revisando tica o archivolítica, una escritura que opera por fuera de las
tiene que ver, por lo menos directamente, con los escritores, narrativas del llamado “archivo latinoamericano” discutido
muchos de los cuales continúan insistiendo en lo errado de anteriormente. Si este se funda en la búsqueda de una iden-
una etiqueta que aún perdura sin muchas modificaciones y tidad fundacional, aquella dejará suspendido tal derrotero,
tratando de habitar de la mejor manera el aciago mundo que es más, dejará de lado cualquier búsqueda de orígenes, para
les tocó para escribir.18 En lo que sigue, nos haremos eco de la insertarse en un territorio donde las fronteras de lo nacional
o continental comienzan a diluirse ante el cruce incesante del
que se tornan objeto. Se trata de una literatura que “trabaja para
lo único que pueden o quieren comprobar los compiladores es que en USA
destruir el archivo: con la condición de borrar, mas también con
algunos autores ‘latinos’ creen obligatorio escribir en spanglish” (54).
el fin de borrar sus ‘propias’ huellas –que, por tanto, no pueden
18.  Este escenario ha catalizado un conjunto de editoriales alternativas,
ser propiamente llamadas ‘propias’” (Mal de archivo 18). A tra-
que si bien operan localmente, la articulación en red permite una mayor
circulación de autores y títulos. Unas de las más atractivas son las editoriales vés del viaje incesante, de la errancia infinita, estas escrituras
Cartoneras, que operan de manera artesanal y a lo largo de toda América no se dejan fijar ni apropiar por el discurso archivístico-iden-
Latina. Otras editoriales alternativas son La Cuneta (Chile), de alguna titario, que hacía del nomos (Schmitt) la práctica productora
manera también Periférica (España), Sangría (Chile), La calabaza del del sedentarismo necesario para disciplinar la subjetividad
diablo (Chile), entre otras. Ver también Víctor Barrera Enderle, “Entradas
latinoamericana, y lo hacía además mediante una retórica tem-
y salidas del fenómeno literario actual o la ‘alfaguarización’ de la literatura
hispanoamericana”, 91-111. poral que nos condenó por cien años a vivir atados a Macondo.

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Esto para señalar que ahora el espacio y su recorrido cobran una tenecía a ningún lugar más que a otro, se encontraba “flotando
relevancia inusitada, puesto que cierta literatura, aquella que por todas aquellas ciudades en tránsitos fugaces, vendiendo
aquí nos interesa, ha decidido dejar de lado la temporalidad y comprando” mercancía; en resumen, J, como las divinida-
tan características de la novela archivística, como también de la des, “está en todas partes”, de ahí que su vida no ocurre en un
novela moderna en general, para apropiarse del movimiento. lugar, sino en el “entre” que acontece cuando se transporta,
Siguiendo a Fredric Jameson, podríamos señalar que mientras cuando flota “por sobre aquellas ciudades en tránsitos fuga-
las narrativas modernistas se representan en movimiento, la ces” (116), puesto que su movimiento infinito es una especie
actual literatura representa el movimiento y ese movimiento de estasis que le permite ver el cambio de los otros. “J” se nos
no es temporal sino fundamentalmente espacial (El postmoder- dice en un momento, había nacido en Cuba (posiblemente en
nismo 100). No se trata de que el tiempo haya sido abolido, sino La Habana, aunque podría haber nacido en Viña del Mar o en
que ha sido relegado a un segundo plano, cuestión inversa por cualquier otra ciudad), uno de los pocos datos personales que
ejemplo en novelas como Los pasos perdidos, Pedro Páramo o Cien se nos entrega, irrelevante si no fuera porque el narrador indi-
años de soledad, donde lugares como Santa Mónica, Comala o ca que la palabra que lo podría definir, exiliado, no le gusta,
Macondo fijan la narrativa, le entregan un domicilio desde el que prefiere “una anterior a 1917 e incluso a 1789. Era tan solo
cual el relato tiene lugar en el tiempo.19 un viajero” (117).
Livadia, como La orilla africana de Rey Rosa, es una nove- Su apuesta más relevante ocurre cuando le encargan un ya-
la repleta de fronteras, pero mientras una opera mediante la zikus, una rara mariposa que aparece entre mayo y septiembre
insistencia en el cruce, la otra lo hace en el límite. Livadia es en las costas de Crimea y que ahora deberá prepararse para
una novela que explota en múltiples direcciones, o que permite cazar. Con un claro eco de Proust (que tendrá un lugar impor-
múltiples lecturas; es, también, y a pesar de su título, una no- tante en su novela Rex), y una directa evocación a Nabokov,
vela sobre la desterritorialización. Es el relato epistolar de un como pocos escritores Prieto logra dar cuenta de manera ma-
traficante nómada, J. (“bella letra esta”), que luego de la explo- gistral del desalojo del tiempo, completamente secundario
sión de 1989, ese descongelamiento que volvió transparentes ante la omnipresencia del desplazamiento espacial. Pero tam-
las demarcaciones nacionales, comienza a moverse constante- bién sabe marcar ese quiebre, y lo hace apuntando a 1989, no
mente por toda Europa, llevando hacia occidente aquellos ele- para sentenciar la entrada triunfal al orden neoliberal,20 como
mentos y materiales que el Este ha comenzado a desechar, pero hicieran Fuguet et. al, sino para encarar tal acontecimiento. Que
también aquellos que resultan apetecibles: desde las armas de lo haga un escritor nacido en Cuba cobra relevancia, pues es
fuego y el caviar, J. se acerca como una partícula allí donde ve notorio que la mayoría de sus “compatriotas” de afuera, sean
la oportunidad de rendimientos: “No se trataba de no traficar del exilio o de la diáspora, imaginan –por lo general nostálgica-
(el respeto a las leyes), sino con qué traficar (máxima ganancia mente– Cuba desde sus distintas localidades (Miami, México,
sobre un mínimo de riesgo)” (53). En tanto traficante, J. no per- Barcelona, Berlín, San José, New York, etc.), pero en las nove-
las de Prieto, por lo general se inscribe a los personajes, que
19.  A pesar de sus diferencias, lo mismo podemos decir de Muerte en
pueden o no pueden ser cubanos, en la Rusia poscomunista,
Venecia, Nostromo, Ulises o, sin lugar a dudas, de En busca del tiempo perdido; lo que devela una radical desconsideración por el imaginario
se podría reprochar, sin embargo, que Stephen Dedalus y Leopold Bloom nacional tan dominante en otros escritores cubanos. De ahí que
recorren Dublín de un lugar a otro, pero la cronología con que se miden sus
encuentros, está tan calculada como la de los desencuentros; aquí el tiempo
ha sido mecánicamente utilizado por Joyce, y es parte central de lo que ha 20.  Su libro Treinta días en Moscú (Barcelona: Mondadori, 2001), es la crónica
sido llamado “el ritmo de Ulises”. del arribo neoliberal a Rusia.

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en Livadia el mundo posnacional no se muestre como un topos, un presente que para enfrentar su inevitable quiebre parece
sino como una condición que determina al texto mismo, cues- volverse relato histórico, último respiro del tiempo antes de su
tión quizá solo comparable con Los detectives salvajes, de la que cese. Ello estriba en que hemos sido entrenados para pensar li-
hablaremos en el último capítulo. nealmente, no de manera espacial, de ahí la primera dificultad
El juego espacial de J., su desinscripción de cualquier lu- y la consecuente torpeza con que encaramos hoy la literatura.
gar, su no-lugar, nos permite pensar una vez más en la imposi- Imaginémonos que todas las etiquetas referidas por Menton se
bilidad de la cartografía, pero también comprender su impulso emanciparan de su tiempo y se incrustaran en “nuestra” actua-
o la ruina de su impulso más bien. Las ya clásicas “panorámi- lidad, y lo hicieran además ubicándose donde les dé la gana, el
cas”, como Las corrientes literarias en la América Hispánica (1945), realismo junto al cosmopolitismo, por ejemplo.
de Pedro Henríquez Ureña o los dos tomos de la Historia de la Bueno, más o menos así debe ser el panorama imposible
literatura hispanoamericana (1954) de Enrique Anderson Imbert, y riquísimo de hoy, una literatura formada por anacronismos
pudieron tener lugar porque operaron bajo la sombra del do- que se actualizan a medida que se los cita o traduce. A ello ade-
minio temporal; es más, fueron importantes contribuciones, más deberíamos de sumar, por un lado, los potenciales cruces
cada una en su registro, que propusieron un orden literario, entre dos o más etiquetas, y, por otro, los aditivos propios del
iluminando la diacronía allí donde, a su juicio, era necesario presente, llámeselos postmodernos si se quiere (desde lo crítico
aclararla, y haciendo de su devenir un orden más o menos lógi- a lo consensual). Sería ocioso citar escritores que trabajen con
co. Ahora, en lo que aquí insistiremos es que cuando el tiempo tales formas, ya sea para deshacerlas o reescribirlas, pero los
ha sido subsumido por el espacio, tal operación se torna im- hay y no pocos, pues la predominancia del espacio estriba en
posible, cuando no un desvarío. Es decir, se puede, es más, se la actualización de todos los tiempos, situación que el mercado
continúan realizando este tipo de trabajos, pero su valor se ve aprovecha a su favor, desactivándolos con el fin de crear un
reducido inmediatamente, dado que no hay criterio que logre pasado vacío y homogéneo del que echar mano para existir.
ser justificado, ni siquiera culpando a la preocupación por el Veremos con cierto detalle este acontecimiento en el próximo
futuro de nuestras actuales decisiones, porque eso es ya una capítulo, por ahora, sin embargo, queremos insistir en la con-
utopía. temporánea cohabitabilidad de todos los estilos que se han
Veamos, considerando la afamada y actualizada antología dado en la historia literaria, pues es posible que las “genera-
de Menton, porqué. Su libro comienza con el cuento “El matade- ciones” de los cincuenta y sesenta hayan sido las últimas que
ro”, de Esteban Echeverría y concluye con “Muñequita linda”, disputaron con la literatura que les antecedía –o, como hemos
de Jorge Ninapayta de la Rosa, por lo que atraviesa un tiempo visto, con la que decidieron que les antecedía, la del boom–, por
lineal más o menos transparente y definido: romanticismo, lo menos de manera abierta, de ahí, por ejemplo, el gran interés
realismo, naturalismo, modernismo, criollismo, cosmopolitis- por el viaje, antídoto contra las formas sedentarias de la lite-
mo (surrealismo, cubismo, realismo mágico, existencialismo) y ratura archivística. Ello implica que las nuevas generaciones
boomismo, al que le siguen unas etiquetas bastante indiferen- operan con mayor libertad, puesto que ya no están obligadas a
ciadas, feminismo y violencismo, para finalmente concluir con liberarse del pasado, sino a utilizarlo como gusten.
“El cuento histórico y otras novedades” (1986-2002, según la Hoy las reescrituras históricas resaltan excesivamente, pero
octava y última edición). Aquí cada etiqueta puede ser releída, no a la manera decimonónica, que mantenía una fe irrestricta a
y es necesario que se haga, pero ese no es nuestro asunto, inte- la linealidad, sino distorcionando la historia, como por ejemplo
resa más bien percibir que los puntos de desencuentro podrían en Neguijón de Fernando Iwasaki (2005), o el de Juan Gabriel
ser mayores cuando nos vamos acercando hacia el “presente”, Vásquez, que dedicó una novela a la separación de Panamá,

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con el Conrad de Nostromo de por medio. Pero no solo la his- cursos legales, científicos y antropológicos, sin preguntarse
toria, basta pensar el lugar de las vanguardias en la obra de cuánto de legal tiene lo científico o de antropológico lo legal
Bolaño, o el lugar que ocupan la selva y el monte en escritores o, de otra manera, interrogando no la impronta antropológi-
como Rodrigo Rey Rosa y Tomás González. De lo que se trata ca de la literatura, sino la literatura antropológica. “Nuestro
es que la actual narrativa tiene toda la biblioteca universal a tiempo”, creemos, no está para tales pretensiones. Las lecturas
su disposición, y no solo los anaqueles identitarios latinoa- deberían ser menores, buscar humildemente en las obras esas
mericanos. Borges, como nunca antes, vive una “actualidad” imágenes supervivientes que los escritores han decidido con-
sorprendente, precisamente porque percibió el advenimiento fiscar para hacerle mella a la homogeneidad en la que el merca-
del espacio, como también la imposibilidad de cartografiarlo. do nos sumerge, dado que si el espacio hoy es el eje principal,
Entrevió el tiempo heterogéneo que habitamos, junto a la radi- ello debería, a su vez, permitirnos leer de manera más cómoda
cal multiplicidad del pasado, de ahí la silenciosa fuerza de una y libre las narrativas que tuvieron al tiempo como centro, como
literatura que puede enfrentarse a un capitalismo de mercado hiciera en su momento Joyce con Dublin, puesto que hoy debe-
que intenta alisar el pasado como si fuera una aplanadora. Esto ríamos estar sujetos a menos amarras; el hecho de poder hablar
es lo que dificulta el impulso antológico, puesto que abarcar con cierta comodidad de su heterogeneidad así nos lo indica.
la literatura hoy existente es como construir castillos de arena. Este es el ejercicio que aquí realizaremos, ver cómo atravesó
No se trata, como veremos también en el próximo capítulo, del por distintas épocas el tema del viaje uliseico, hasta instalarse
todo vale, dado que nos sustraemos a ese ideológico juego, que en una obra como Los detectives salvajes. Lo hemos hecho, cla-
no hace sino consentir con lo esperado y requerido por las edi- ro, porque además vimos en él una estrategia que el autor usó
toriales globales que dominan la escena literaria. para quebrar el identitarismo sedentario del realismo mágico,
No es que ahora veamos por primera vez el tiempo de esta lo que hace de este libro un intento de analizar tal política de
manera, pues Aby Warbug ya había insistido en la heteroge- filiación y describir su cese. No hay, por tanto, teorías ni expli-
neidad que lo constituye, al indicar la relevancia de supervi- caciones generales que sirvan más allá de estas páginas, salvo,
vencias (el tema del Ulises por ejemplo) que atraviesan dis- quizá, las escritas para dar cuenta de la imposibilidad de la
tintos tiempos para ser reutilizadas o actualizadas en épocas narrativa latinoamericana, pues en ello no son pocos los que
completamente distintas y con propósitos también distintos, y insisten en otras obras, incluyendo al mismo Bolaño.
cuyo reconocimiento no se da en la búsqueda de su supuesto Voces como las de Octavio Paz (1961, 1967) ya habían re-
origen, sino en su misma perseverancia, en su variabilidad, clamado con fuerza sobre la inutilidad de una etiqueta como
en su traducción de una época a otra, entrando así a convivir la de “literatura latinoamericana”, ironizando de paso con que
con rescates de otras épocas, y dislocando de paso todos los “los primeros escritores hispanoamericanos que tuvieron con-
tiempos. Pero su dominancia moderna desactivó esa porfiada ciencia de sí mismos y de su singularidad histórica fueron una
y heterogénea presencia, para enfocarse en una cercenada lí- generación de desterrados” (“Literatura de fundación” 45),
nea, como Anderson Imbert, que debe rechazar, por ejemplo, y claro, el modernismo fue eso, una generación de ex-patria-
todo lo que acontece alrededor del modernismo o del macon- dos llenos de nostalgia, pero no solo de la tierra paterna, sino
dismo, haciéndolo además coincidir, así sea por negación, con también de la foránea, esa que todavía responde al nombre de
lo que les precede o antecede. Lo mismo ocurre con González Europa. Pero esta inconformidad fue aislada si la comparamos
Echevarría, que no ve nada más que las ficciones que permiten con la que se dio en los noventa y que transcendió el cambio
su archivo, presentando además tal lectura como “una teoría de siglo. Luego de la recuperación mercantil de la “literatura
de la narrativa latinoamericana”, que ordena linealmente dis- latinoamericana”, surgieron escritores disidentes que deve-

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laban su imposibilidad, no solo porque era construida desde guientes […], sino que de hecho provocó la muerte de la noción
España y de manera extraliteraria, sino además porque la his- misma de narrativa hispánica”. Mientras el académico ve este
tórica balcanización del continente así lo demostraba. Al pa- acontecimiento como una catástrofe, el autor lo ve como una
recer, el primero en señalarlo de manera directa y exhaustiva salida a las anquilosadas imágenes primermundistas, dado que
fue Carlos Cortés (1999), en un artículo publicado inicialmente el académico es extranjero (¿estadounidense?). Es más, la gene-
en Cuadernos Hispanoamericanos, y cuyo provocativo título, “La ración de Volpi es la que ha tenido que luchar con ella, ya que
literatura latinoamericana (ya) no existe”, no ha dejado de te- paralizada es como, a su juicio, reside “en los museos y criade-
ner eco en otros escritores y críticos.21 Para el autor de Cruz ros de especies en extinción” (221). Poco después, el autor de
de olvido (1999), luego de la revolución cubana, Latinoamérica El fin de la locura insistirá en reiteradas ocasiones en este fin, lo
devino un “efecto de lectura”, nombre para indicar un proce- hará en la Revista de la Universidad de México en 2006, y luego en
so, el de devenir imagen, aunque en realidad, señala Cortés, su libro El insomnio de Bolívar en 2009, siempre reclamando que
Latinoamérica siempre habría sido una imagen (Paz también la etiqueta “Literatura latinoamericana” (o “hispanoamerica-
señaló lo mismo en 1961), puesto que desde su “descubrimien- na”) es una imposición académica gringa, cuestión que lo vin-
to” no ha cesado de emerger a partir de una mirada externa; cula directamente con el Fuguet de los noventa (dejando, por
con la revolución cubana, y el boom, ello solo se habría radicali- tanto, intacto el lugar del mercado, al cual ambos, por cierto,
zado: “Latinoamérica no existe nominalmente”, y su literatura han respondido ejemplarmente), para terminar señalando que
en el mundo la crearon García Márquez et al., al concentrar las tanto el Crack como McOndo han realizado una “obra de demo-
miradas, y sobreponer lo general a lo particular, “una jerarqui- lición”23 beneficiosa para el mundo de las letras. Sin embargo,
zación universalizante y canónica” que el fin de siglo comenzó lo relevante de esta apuesta es, una vez más, la insistencia en el
afortunadamente a deshacer (84-85). desconocimiento entre quienes escriben desde América Latina,
Seguirá esta senda Jorge Volpi. En 2003 Seix Barral organi- lo que, llevado a sus obras, implica la nula existencia de lazos o
zó el “Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos”, con el compartimiento de alguna estética.
Bolaño presidiendo la reunión poco antes de su muerte, puesto En el mismo “Primer Encuentro de Escritores
que fue el último evento al que pudo asistir. La ponencia de Latinoamericanos”, también otros apuntaron a los mismos
Volpi se tituló, de manera más radical que el texto de Cortés, problemas señalados por Volpi, el estereotipo y la desarticu-
que dejó cierta duda en su título, “La literatura latinoamerica- lación, como Rodrigo Fresán, a quien no solo lo incomodaba
na ya no existe”.22 Por boca de un ficticio académico que evalúa la etiqueta “literatura latinoamericana”, sino también la de
en 2055 la narrativa latinoamericana de los últimos cincuenta “joven escritor latinoamericano”, un evidente estigma al que, a
años, Volpi señala que “el peso de los autores del boom resultó su juicio, no ayudan ni el mcondismo ni el crackismo (vale la pena
tan grande que no solo acabó con la generación de escritores si- recordar que esos autores son ahora cuarentones o cincuento-
nes). Aquellas negaciones serán posteriormente revisadas por
21.  Carlos Cortés, “La literatura latinoamericana (ya) no existe”, 59-67. el crítico Jorge Fornet, quien en 2007 publicó un texto donde
Reproducido en Carlos Cortés, La invención de Costa Rica y otras invenciones, pretendía zanjar la discusión: “Y finalmente, ¿existe una lite-
83-92. Citaremos por esta publicación. Véase también Gustavo Guerrero,
“Nueva narrativa del extremo Occidente: La encrucijada de la recepción
23.  En El insomnio de Bolívar, Volpi realiza un acercamiento contundente
internacional”, que no parece conocer el texto de Cortés, aunque en el 2009
a los postulados mcondianos, aboliendo las diferencias que los distinguían
Guerrero asume posturas similares.
hacia 1996. De paso, señala que la libertad democrática contemporánea es
22.  Este ensayo también fue publicado en Revista de Crítica Literaria paralela a la multiplicidad poética posterior al boom, dos campos que el
Latinoamericana 59 (2004): 33-42. neoliberalismo hace suyos.

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

ratura latinoamericana?”, un ensayo que será posteriormente No me haga reír. No existe ni siquiera una literatura
publicado sin modificaciones en su libro Los nuevos paradigmas. brasileña, con semejanzas de estructura, estilo, carac-
Prólogo narrativo al siglo XXI, aunque bajo otro título, “En las úl- terización o la que sea. Existen personas que escriben
timas décadas”, precisamente porque Fornet no logra dar con en la misma lengua, en portugués, lo que ya es mucho
una respuesta, e incluso se percibe en su escritura la necesidad decir. Yo no tengo nada que ver con Guimarães Rosa,
estoy escribiendo sobre personas amontonadas en la
de mantener viva la idea de una literatura latinoamericana,
ciudad mientras los tecnócratas les preparan la alam-
aunque abierta e inclusiva. El texto de Forner es claro y com- brada de púas (149).
prensivo, cubre gran parte de las discusiones y textos que han
circulado en las últimas dos décadas, y si bien no le concede A similar conclusión había llegado Guillermo Cabrera Infante
tanto peso al mercado (cuestión que le impide comprender (1992), que, como si de un eco se tratara, también insistía en
su fuerza configuradora de etiquetas), lo suyo no deja de ser la inexistencia de la literatura latinoamericana. “Existen, sí,
un intento más por cartografiar el siglo XXI y determinar sus algunos escritores de América que parecen escribir el mismo
“nuevos paradigmas”, cuestión que le resta fuerza a su ensayo, idioma, a veces” (“El español y la literatura” 247-248). Para
pues si aquí hemos venido insistiendo en la imposibilidad de este escritor, la coherencia de una literatura latinoamericana
mapear la narrativa del siglo XXI, es precisamente porque ya también obedece a un determinado efecto de lectura, español,
no hay paradigmas sobre los que tal empresa pueda sostener- por cierto, que insiste en leer lo regional o local por continental,
se, menos aún considerando el peso de este término, pues pa- tal como afirmará Cortés unos años más tarde.
radigma obedece a contextos dominados por grandes relatos,
Luego de este recorrido, vemos que las voces que solici-
como el del boom, por ejemplo, pero ese ya no es un escenario
taban la revisión de la idea de literatura latinoamericana han
al que apuntarse. Relevante resulta para nosotros que Fornet
ido en aumento, hasta el punto de señalar que poco o nada se
recuerde que la discusión sobre una literatura continental no
puede hacer para su recuperación, y sin embargo, todavía nos
responde a una cuestión exclusiva de la “nueva literatura”,
acompaña; pese a su crítica, permanece. Sin embargo, es nece-
dado que ya había sido formulada hacía bastante tiempo y por
sario aclarar y sintetizar lo que nos ha traído hasta aquí, con el
un escritor cuya lengua no es el español.
fin de presentar nuestra línea de trabajo, parcial, incompleta,
En el cuento “Intestino grueso”, de 1975, Rubem Fonseca no por descuido, sino por imposibilidad, pero la verdad es que
refería incluso la imposibilidad de una literatura nacional. El tampoco buscamos otra cosa.
cuento consiste en la entrevista (quizá una auto-entrevista) a
En el fragmento con que iniciamos este apartado, Prieto re-
un escritor, en la que éste da cuenta de la dificultad que tuvo
marca la explosión que creó un nuevo espacio, y parece haber
para publicar al inicio de su carrera, ya que lo que se le pedía
relativo consenso con dejar esta explosión como el inicio de
era que escribiera como Machado de Assis, “eles queriam os
una nueva escritura en América Latina, a pesar de su arbitra-
negrinhos do pastoreio, os guaranis, os sertões da vida”, pero
riedad, pues se trata de una fecha que, por ejemplo, pareciera
Fonseca, que vivía en plena ciudad y frente a unas inmensas
no haber afectado demasiado a las escrituras realizadas desde
luces de neón, escribía sobre violencia, antes de que esta se
o en Argentina, escrituras, por cierto, a las que la discusión que
pusiera de moda con Cidade de Deus de Paulo Lins o Inferno
hemos venido trazando poco o nada ha alterado, pero como
de Patricia Melo, y volvieran ahora inviables las escrituras so-
aquí hemos tratado de sustraernos a las especificidades, no por
bre los sertões. Y es hacia el final de la entrevista cuando se
innecesarias sino para responder a otros objetivos, podemos
le pregunta si existe una literatura latinoamericana. Esta es su
también concordar con 1989 como inscripción de un cambio.
respuesta:

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

La forma de asumirlo varía y no siempre de manera explícita, rías, en algún registro bibliográfico, no en la Historia
como en El fin de la locura, donde se recorre la intelectualidad Universal (83).
latinoamericana de izquierda desde el 68 en adelante. Su per-
Se podrá discrepar de su idea de Historia Universal, con ma-
sonaje central, un psicoanalista burgués devenido en el inte-
yúscula y todo, pero no de su dictamen, obvio y amenazante
lectual paradigmático de la izquierda mexicana, que entabla
para el acontecer de la literatura, dado que es difícil ver el
relaciones cercanas con los “post-estructuralistas” franceses
bosque cuando se está ante miles de árboles. Vivimos en una
(llegando a psicoanalizar a Althusser, integrando un grupo de
cultura del exceso y la sobreabundancia, donde el libro es uno
investigación de Foucault, etc.), que hace de jurado en Casa
más de los artefactos que circulan para el entretenimiento, pues
de las Américas, que viaja con Fidel al Chile de Allende, y que
todas las obras, ya sea las de Dante o Joyce, se mueven como
funda una revista intelectual (llamada Tal cual, versión lati-
mercancía, es más, no son otra cosa. Para Gustavo Guerrero
noamericana de la Tel Quel francesa) que le permite un lugar
(2009), este escenario entraña “un mercado de masas goberna-
incorruptible como francotirador, cae en desgracia coinciden-
do por el ritmo acuciante de la oferta en función de las deman-
temente junto a la caída del muro de Berlín, y fallece al día
das de un lector individualista y hedonista, a menudo incapaz
siguiente. Es muy claro: el fin de la izquierda es para Volpi
de responder a otra lógica que la del ocio y el entretenimiento
el fin de una locura, por lo que el 89 marcaría el inicio de un
[…] un mercado que, a través de los niveles de venta, engendra
mundo mejor, sin patologías. No hace falta señalar cuál es ese
formas de reconocimiento instantáneo y da pie a numerosas
mundo, nos interesa más bien indicar cómo afecta al lugar de
canonizaciones sin más fundamento que la popularidad y el
las letras, puesto que la demolición en la que ha insistido Volpi
consumo” (“La desbandada” 24). En este sentido, la saturación
va acompañada de otros elementos que la pura voluntad.
del mercado y su obligación para con la novedad, dificulta la
Con lo señalado hasta aquí, podríamos mencionar cinco dedicación y el tiempo de la escritura y la lectura. Las miles de
puntos que han contribuido al fin de la narrativa latinoame- horas que pasó Joyce componiendo el Ulises se vuelven una
ricana. En primer lugar, la mutación editorial y su (para nada irrealidad para el escritor contemporáneo, que debe ser prolijo.
novedosa) connivencia con la lógica cultural del capitalismo
Un segundo punto tiene que ver con los desiguales sistemas
contemporáneo, han generado una sobreabundancia de libros
de distribución editorial, cuestión descrita con cierto detalle
que hace imposible conocer todo lo que se publica en términos
más arriba. Lo que hoy tenemos es un mercado dominado
literarios, puesto que además la circulación continúa siendo
por editoriales transnacionales que operan localmente, salvo
restringida. Ya Gabriel Zaid alertaba en su clásico ensayo Los
cuando se logra publicar en España, de ahí el actual interés de
demasiados libros (1972), sobre el crecimiento exponencial del
saltarse el país de nacimiento y pasar directamente a la “ma-
mercado editorial, y lo hacía además señalando que el mismo
dre patria”, pues ello, si bien no asegura, permitiría una ma-
problema había sido detectado antes por Montaigne, y luego
yor distribución. Escritores como Horacio Castellanos Moya,
por el Dr. Johnson, a quien allá por 1783 le parecía extraño que
Daniel Sada, Yuri Herrera o Pedro Juan Gutiérrez, por ejemplo,
se escribiera tanto y se leyera tan poco. Zaid señala que:
no fueron conocidos hasta que se los publicó en Tusquets y/o
La mayor parte de los libros nunca se comentan, nunca en Anagrama. O Rodrigo Rey Rosa, que publicó inicialmente
se traducen, nunca se reeditan. Se venden (si se ven- por Seix Barral, pero sus obras entraban en Santiago rápida-
den) como novedad, pero después de la escasa venta mente a los saldos; ahora que se le “reconoce” como uno de
de salida no hay venta de reposición. Quedan (si que- los escritores de primera guardia y sus obras son más fáciles
dan) en las bibliotecas de los amigos, en algunas libre- de conseguir si es que no se han agotado. Para qué hablar de

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

los libros de Leonardo Valencia, Cristina Rivera Garza, José How the García girls Lost their accent (traducida como De cómo
Manuel Prieto, Mayra Santos-Febres, Dani Umpi, Fernando las muchachas García perdieron el acento), Daniel Alarcón y War
Iwasaki, Carlos Cortés, Claudia Fernández, Junot Díaz, Dante by Candlelight: Stories, traducida como Guerra en la penumbra, y
Liano y un larguísimo etcétera. Lo que tenemos entonces es también como Guerra a la luz de las velas) y Ernesto Quiñónez
una gran balcanización literaria que, ni siquiera con internet, con Bodega Dreams (traducida como El vendedor de sueños), cuyas
se ha podido remediar. obras han sido desigualmente vertidas al español, con aciertos
Un tercer punto tiene que ver son la multiplicidad de esti- y desaciertos, puesto que su inglés está enormemente afectado
los y temáticas, irreductibles en algún centro que no sea el de por la hibridez de lo latino en Estados Unidos. A ello habría
la irreductibilidad misma. Bolaño, por ejemplo, insistía en la que agregar obras en español publicadas “allá”, principalmen-
necesidad de reconfigurar un paisaje literario, y lo hacía preci- te en Miami o Nueva York, obras que, por ejemplo, dan lugar
samente a partir de una notable diversidad. Recomendaba, por a etiquetas como literatura cubano-americana, y obligan, por
nombrar solo a un par de autores, a Castellanos Moya, Fresán, tanto, a preguntarse, como también hizo (en inglés) Gustavo
Villoro, Rey Rosa, Sada y Aira, sin embargo, sus escrituras poco Pérez-Firmat (1990) hace más de dos décadas, Do the Americas
o nada tienen en común; es obvio que la insistencia en otro pai- Have a Common Literature?; lo hizo, sin embargo, limitando su
saje obedecía a la necesidad de diferenciar ciertas obras dentro discusión a la literatura hispano-americana, cuestión que nos
del mercado literario, dominado por los escribidores de siem- llevaría hacia otra discusión si deseáramos detenernos aquí,
pre como Isabel Allende, Antonio Skármeta, Hernán Rivera dado que si la segunda población más grande de habla his-
Letelier, Marcela Serrano, etc. No obstante, la actualización de pana se encuentra en Estados Unidos, la reconfiguración no
todos los estilos y corrientes que, sumados a los actuales y a solo del inglés, sino del español mismo es lo que debiéramos
los por aparecer, desarman las categorías tradicionales de la considerar.
crítica, sobre todo las historicistas. Quizá esta sea una instancia Last but not least, tenemos la hegemonía del espacio, en tanto
no del todo desfavorable, aunque aún no tengamos muy claro nuevo eje articulador de la escritura. No se trata por supuesto
cómo abordarla, y aquí sigo los últimos trabajos de Jameson de un acontecimiento reciente, pues lo podemos rastrear hace
(2009), que insiste en la necesidad de una postura no polar, que ya un par de décadas. La música habría sido una de las prime-
indague o extraiga una positividad de aquellos lugares que no ras en percibirlo, quizá porque en ella el tiempo era un dicta-
la permiten. Él mismo busca lugares que potencien una políti- dor implacable frente al que había que sublevarse. John Cage
ca crítica, allí donde se la piensa imposible, como las tiendas y Morton Feldman habrían sido los primeros en actuar, uno al
Walmart (Valences of the Dialectic 49). suspender el sonido musical en favor de los “sonidos ambien-
Como cuarto punto, tenemos la incorporación de Estados tes”, y otro al crear notaciones atemporales, distanciándose así
Unidos, no solo porque sea el país que concentra la segunda de la música serial en boga de los años cincuenta, aunque quizá
población de habla hispana más grande del mundo, sobre- el mayor reconocimiento del espacio vino de la mano de Brian
pasando a España y quedando tras México hace ya un buen Eno, quien a fines de los setenta lanzó su proyecto Ambient,
tiempo, sino también porque escritores hispanoamericanos titulando su primera obra Music for Airports, lo que permitió
o descendientes de hispanoamericanos han comenzado a es- sacar la música de espacios determinados para instalarla –to-
cribir directamente en inglés, aunque con una jerigonza mal mando un concepto que la crítica Rosalind Krauss (1979) apli-
llamada Spanglish, que hace intraducible sus obras. En esta có para la escultura postmodernista– en un campo expandido.
situación se encuentran, por ejemplo, Junot Díaz y Drown Lo relevante para nosotros de este desplazamiento está en que
(traducida, por algún español, como Los boys), Julia Álvarez y contribuye a la irrelevancia de la crítica historicista, dado que

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

la expansión y el recorrido del espacio opera de manera hori- La línea que los tacha permite, paradójicamente, que
zontal, actualizando una multiplicidad de tiempos en un solo se los siga leyendo. Derrida describió este enfoque
lugar. El viaje dejó de ser temporal, para devenir espacial, y si como pensar en el límite, pensar en el intervalo, una
este acontecimiento lo suplementamos con la apertura territo- especie de doble escritura. “Por medio de esta doble
rial en que se produce hoy la narrativa desde América Latina, escritura desalojada y desalojadora y detalladamente
estratificada, debemos señalar también el intervalo
es al geógrafo y no al historiador a quien tenemos que recurrir,
entre la inversión, que pone abajo lo que estaba arriba,
o quizá ni siquiera sea el geógrafo sino el cosmógrafo nuestro y el surgimiento invasor de un nuevo ‘concepto’, un
mejor aliado, ya que como este ante la invensión de América, concepto que ya no puede y nunca podría ser incluido
nos enfrentamos a un espacio que recién estamos comenzando en el régimen previo” (Derrida, 1981). La identidad es
a (re)conocer. un concepto de este tipo, que funciona “bajo borradu-
Sin tener que repetir una vez más la cuestión del lugar que ra” en el intervalo entre inversión y surgimiento; una
adquieren el mercado español y sus premios en la configura- idea que no puede pensarse a la vieja usanza, pero sin
la cual ciertas cuestiones clave no pueden pensarse en
ción de la literatura latinoamericana, estos puntos son suficien-
absoluto (“Introducción” 13-14).
tes para problematizarla. Alguien podría señalar que algunos
de estos puntos no son nuevos, y en ello concordamos, lo que Entonces, nuestra proposición o nuestra apuesta es por una
cambia sin embargo es la velocidad y la intensidad que han “Literatura Latinoamericana”, no solo del siglo XXI, dado que
alcanzado en las últimas décadas, cuestión que permite mu- esta idea nos puede ayudar incluso cuando se desee volver
taciones y alteraciones en el actual descampado cultural. Y a al cosmopolitismo o al realismo, puesto que sin tacha, operó
ello por supuesto que se suma el disgusto y la increpación de como un concepto que, al querer iluminar allí donde no había
un nuevo y creciente grupo de escritores y críticos que, todavía luz, alumbró demasiado y terminó cegando. En este sentido,
desde el margen, cuestionan las escrituras y lecturas dominan- Cristina de Peretti, gran traductora de Derrida, ha señalado
tes. No obstante, mientras la división internacional del trabajo que la tachadura “designa la relación de la metáfora a un ori-
no se modifique, más que para mudar constantemente los cen- gen imposible como presencia y ya, por lo tanto, metafórica…
tros y las periferias, mientras el eurocentrismo continúe como La tachadura significa, pues, la pertenencia a otra historia, a
criterio evaluativo del pensamiento y la literatura, vemos que otro juego, a un texto o escritura general (archi-escritura) que
la problemática de la etiqueta no se resuelve reemplazándola somete los conceptos clásicos a la operación de la tachadura”
por otra realmente verdadera o suprimiéndola, pues ninguna (de Peretti, Jacques Derrida 72). Con la tachadura, entonces, que-
de estas opciones le hace mella alguna al mercado y su fuerza remos alejarnos de las reducciones a las que “literatura latinoa-
homogenizadora. Nuestra opción por tanto es la de someter mericana” sometió la producción del continente, con el fin de
la etiqueta a su borradura, nuestra estrategia es la de la tacha, resaltar su radical heterogeneidad, una condición que tampoco
puesto que si bien “Literatura Latinoamericana” consiste en un es exclusiva de América Latina, sino un punto de encuentro
término que ya no nos es útil, que no aporta a la comprensión con cualquier otro lugar.
de su objeto (y quizá nunca lo haya hecho), no ha sido supe-
Esa heterogeneidad, por su parte, podría influir y afectar
rado ni deconstructiva ni dialécticamente, y no nos atrevemos
a las escrituras, particularmente aquellas que ya no estarían
tampoco a señalar una alternativa que se proponga salvar de
obligadas a representar sus contextos, pudiendo ahora incluso
una vez la situación. De ahí que sigamos la recomendación de
inventarlos. Ello nos permitirá pensar la narrativa del siglo XXI
Stuar Hall, que realiza la misma operación para la noción de
como otra respecto a la escritura sobre la que se sobrepone,
identidad:

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

aquella anclada y determinada por un eje temporal, y casi obli- exotizar. Hay aquí, por supuesto, cierto eco de la clásica que-
gada a dar cuenta de una supuesta unicidad diferenciadora de rella entre los antiguos y los modernos, pero el advenimiento
lo latinoamericano. Esta narrativa, por tanto, no estará fijada del eje espacial trastoca toda forma de comprensión amparada
ni traumatizada por cuestiones identitarias, como tampoco es- en el tiempo.
tará obligada a narrar lo local para otrizarse y entrar, así, en el De ahí que Bolaño, Villoro, Rey Rosa, Castellanos Moya y
imperante mercado de la diferencia, podrá, eso sí, insistir en lo tantos otros, puedan ser considerados como una especie de
irreductible de lo local (como Villoro en Los culpables) e incluso bisagra, no porque habiten un lugar híbrido entre tiempo y
develar la necesidad que occidente tiene todavía de la otredad espacio (sus obras están ya articuladas por el espacio) se trata
misma (Villoro, una vez más, con Materia dispuesta). más bien de encarar la herencia del boom y su pesada carga.
Dicho esto, resta una sola cosa, que tiene que ver más con Para ello, dos caminos podrían ser más o menos identifica-
las páginas que siguen que con lo presentado anteriormente. bles, no porque resulten coherentes entre sí, sino porque su
Ello porque tampoco podemos hacernos cargo de la Literatura aprehensión se da mediante el contraste, y este contraste tiene
Latinoamericana en general, dado que si hemos insistido en múltiples expresiones. Como ya hemos señalado, el boom se
la falacia de tales intentos, lo nuestro tampoco debe seguir ese caracterizó por, y fue reducido a, una estética y una política.
camino; más bien queremos interrogar alguna de sus múlti- La primera fue encarnada por García Márquez y en particular
ples y heterogéneas líneas, simplemente para mostrar su des- por una de sus obras, Cien años de soledad, lo que permite una
conexión con lo que le antecede, dejando así de jugar con las concentración crítica mayor, tanto en la persona como en la no-
cartografías, pues ni siquiera consideramos viable oponerle un vela; la segunda, por su parte, es más difícil de localizar, es más
mapa en reverso, ya que tiempo y espacio se cruzan, pero no bien etérea y responde a una época marcada por la Revolución
se solapan. Cubana, lo que implica que es la idea de revolución (a la que, en
Al iniciar este libro estábamos concentrados en los escritores su momento, las cuatro firmas del boom adhirieron) la que hace
nacidos alrededor del 59, algunos antes, otros después, porque de blanco. Digamos, a riesgo de reducir y esperando no hacerlo
en ellos vimos, como ya hemos señalado, una fuerte voluntad demasiado, que la política revolucionaria fue reemplazada por
de acabar con la cuestión identitaria, pero también con la polí- el descontento y la desilusión, y estos adquirieron distintos
tica del boom. Aquí, como indicamos en la introducción, Bolaño matices, desde aquellos que se sentaron cómodamente en el
fue el nombre más relevante, puesto que no insistió en ello solo neoliberalismo hasta los que, sin ser complacientes con el mo-
con su escritura, sino también, y de manea fuerte, en sus textos delo, realizaron una crítica a la izquierda. Aquí nos encontra-
ensayísticos. Sin embargo, en conjunto, gran parte de los escri- mos con obras que recorren casi todo el subcontienente, desde
tores del cincuenta y del sesenta, no responden a una cohorte, México hasta Chile, y pasando, sobre todo, por Centroamérica,
ni a ninguna generación, más bien cada uno a su manera, se puesto que la derrota de los sandinistas el 90 también aportó,
abocó a su propia obra, y al hacerlo, permitió a los escritores y no poco, a ello.
del porvenir, aquellos nacidos en los setenta y los ochenta, no Sin embargo, este desplazamiento no es reciente, ya que
tener que oponerse a las fuerzas políticas y estéticas a las que comenzó en los mismísimos años setenta con Los compañeros
debieron hacerle frente. Vemos en ellos no una identidad, sino (1976), novela en la que Marco Antonio Flores realiza una crí-
una afinidad, producto, y en no menor medida, del “tiempo” tica demoledora a la izquierda guerrillera centroamericana.
que compartieron; como señaló Ignacio Echevarría, su posible Dicho sea de paso, Flores también permitió renovar la litera-
vínculo pasa por la “la resistencia a asumir el exotismo como tura del istmo, centrada en torno a la herencia de Asturias y
condición”, incluso por una narrativa sin un territorio al cual su fanatismo por lo exótico. De una manera completamente

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Sin retorno Capítulo I: Del archivo a la cartografía imposible

distinta, El arma en el hombre (2001), de Castellanos Moya, nos bajo con la historia; en esta novela no hay nada de magia y sí
muestra el mundo post, donde antiguos enemigos, militares y mucho de horror, aquel que lucha contra el progreso, como
guerrilleros, deben trabajar juntos, para sobrevivir en una so- veremos en el capítulo cuatro. De todas estas posibilidades
ciedad heredera no de Marx, sino de Friedman. A diez años de hemos elegido dos, por responder precisamente a una cues-
la derrota sandinista, Cruz de Olvido (1999), de Carlos Cortés, tión no entrevista por las novelas del archivo y desconsiderada
pasa revista a una corrupta Centroamérica, y devela que dicha por su lectura, la violencia que encontramos en todo acto fun-
corrupción no es reciente ni exclusiva de la derecha, pues esta, dacional, como el de Macondo y Santa Mónica, un acto, sin
junto a la izquierda, incluida la revolucionaria, llevan años her- embargo, que fue sublimado en función de la exaltación de lo
manadas en la pudrición. También en el campo de la política mítico. Nos referimos a la particular conjunción que se da tanto
nos encontramos con El fin de la locura (2003), la novela ya citada en Los pasos perdidos, como en Cien años de soledad, entre magia
de Volpi, que se articula en torno al mítico 68, como también lo e imperio, aunque obliterando a este mediante la exaltación de
hace Bolaño en Amuleto, aunque de manera totalmente distinta, aquella. De ahí que nuestra lectura nos llevará a ver de qué
como muestro en un ensayo titulado “La traición de la izquier- manera Historia secreta de Costaguana puede des-cubrir esa vio-
da”, publicado en la revista Guaraguao. Con Sendero Luminoso lencia subsumida por la representación de lo mágico, mientras
de objeto también se han escrito varias novelas, entre las que que con Los detectives salvajes buscaremos la fuga del nomos
destacan las de Iván Thays (Oreja de perro, 2008), Alonso Cueto imperial. La segunda parte de este libro, por tanto, estará dedi-
(La hora azul, 2005), Miguel Gutiérrez (La violencia del tiempo, cada doblemente a seguir una heterogénea línea estética, con la
1991; Confesiones de Tamara Fiol, 2009), y Santiago Roncangliolo clara conciencia de que no hay estética sin política, ni política
(Abril rojo, 2006). Aquí también podríamos encontrarnos con sin estética.
Lituma en los Andes (1993), pero ello nos llevaría por otros sen-
deros, más propios de su autor. Rodrigo Fresán también tiene
un relato publicado en La historia argentina, “El lado de afuera”
(1991), donde describe la traición de un compañero monto, que
se “vende” por dinero.
En cuanto a la estética, se la enfrentó principalmente a partir
del trabajo del lugar, en tanto espacio de desplazamiento, pero
sobre todo con el tema del viaje, una especie de biela que arti-
cula varias obras, dado que esta estrategia entregó un antídoto
posible contra la sedentariedad dominante. Aquí encontramos
obras como La orilla africana (1999) y Ningún lugar sagrado
(1998), de Rey Rosa, El testigo (2004), de Villoro, la ya mencio-
nada Livadia, de Prieto, Los detectives salvajes (1998), de Bolaño.
Siguiendo esta línea, buscando una estética heterogénea, con
escritores que volvieron al monte y la selva, aunque alejados
de todo exotismo e inmersos en la violencia y sus diversas ma-
nifestaciones. Aquí quizá la forma más arriesgada ha sido la de
Juan Gabriel Vásquez, quien en Historia secreta de Costaguana
(2007), asume el desafío de retar a García Márquez en su tra-

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CAPÍTULO II
LA LITERATURA (IM)POSIBLE:
BOLAÑO Y LOS FINES DE LA LITERATURA

Componer el Quijote a principios del siglo diecisiete


era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; a
principios del veinte, es casi imposible.
J.L. Borges, “Pierre Menard”.

Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con


las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las
que abren camino en lo desconocido. Escogen los
ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo
que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros
en sesiones de esgrima, de entrenamiento, pero no
quieren saber nada de los combates de verdad, en
donde los grandes maestros luchan contra aquello,
ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello
que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas
mortales y fetidez.
Roberto Bolaño, 2666.

De “parásito” y “perezoso”. Así fue como en 1933 un tal Ramón


Doll calificó a Jorge Luis Borges, quien acababa de poner en
circulación un libro titulado Discusión, libro que vendría a su-
marse a los cuatro de ensayo y a los tres de poesía que ya había
publicado durante la última década. Borges, señaló su crítico,
repite lo que otros ya han dicho, y además lo repite mal. Borges
no crea, sino que escribe gracias a otros y a veces transcribe
lo de otros. Borges, parece decir Doll, no es un tiburón de la
escritura, sino tan solo una rémora.

97
Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

Ese mismo año, la revista Megáfono realizó una encuesta so- Borges, según Doll, abusa de las cosas ajenas: repite
bre el autor de Ficciones, entrevistando a escritores y persona- y degrada lo que repite: no solo reproduce textos de
lidades destacadas de la escena literaria local, aunque todo era otros sino que lo hace inmoderadamente, como si
más bien una excusa para acercarse a una “discusión” sobre nunca hubieran sido publicados; asume una actitud
los valores argentinos. Y elige a Borges por tres motivos: por la “tolerante” sólo a modo de pose, como un ardid para
legitimar moralmente algo que tal vez sea un vicio (la
importancia de su obra, por lo que representa para la “nueva
pereza) o un delito (el plagio). Difícil encontrar, para
generación” y por su influencia sobre los más jóvenes. La fuerte resumir esas imputaciones, una carátula más gráfica
crítica de Doll, a todo esto, un ideólogo de extrema derecha, fue que la que elige Doll: parasitismo, literatura parasitaria.
excluida por los editores, pues para Megáfono es que la había Es muy probable que Borges, contra toda expectativa
redactado, así que la terminó publicando en una revista llama- de Doll, no lo haya desaprobado. Con la astucia y el
da Letras, en su primer número, donde además de denunciar sentido de la economía de los grandes inadaptados,
la decadencia intelectual de la producción argentina del mo- que reciclan los golpes del enemigo para fortalecer los
mento, se lanza contra el antinacionalismo de Borges. No es de propios, Borges no rechaza la condena de Doll, sino
extrañar que en este punto, un joven Enrique Anderson Imbert que la convierte –la revierte– en un programa artístico
(que a la sazón contaba con veintitrés años), encargado de lite- propio (El factor Borges 104-105).
ratura en el semanario Socialista La Vanguardia, y que sí publicó
Vale la pena recordar que veinte siglos antes de Borges, Virgilio
en Megáfono, coincidiera con Doll, dado que para ambos, se
recibió la misma acusación: la Eneida no era sino una copia de
trataba de un escritor que no respetaba la cultura propia (para
la obra homérica y como tal sería juzgada por lo menos hasta
el crítico de izquierda, “Borges da la espalda a los problemas
Dante. Pero siguiendo el juicio de Doll, ¿encontramos un pará-
nacionales”, mientras que para el crítico derechista, este escri-
sito más grande que Menard en la obra de Borges? Tal vez el
tor “ha escogido una expresión, una prosa antiargentina, sin
mismo Borges, quien juega con la distinción original / copia,
matices, ni acentos nacionales” (Siskind, “El cosmopolitismo”
solo para mostrar que no hay más que traducción, una de sus
76). No sorprende entonces que Megáfono decidiera comenzar
palabras para literatura, esa “extraña pasión” que lleva a “so-
por el autor de “Pierre Menard”, pues su influencia resultaba
meterse a otro, seguir su rastro, ser nada más que su eco” (El
nefasta para la joven argentinidad, y “si Doll no coincidiera
factor Borges 105), sin pretender en ello buscar una homología o
con esa apreciación”, señaló el ensayista Edgardo Cozarinsky
la indistinción, se trata más bien del punto correcto a partir del
(1999), “no se ensañaría con él por no haber sabido reescribir el
cual, en el porvenir, acontezca una desviación, una interrup-
Martín Fierro” (6).
ción que permita un viaje distinto, aunque a veces sea el mis-
En un ensayo magistral sobre Borges, Alan Pauls señala –en mo, la repetición y la diferencia de un viaje, la literatura, cuyos
el estilo del autor que tiene por objeto (“se ha dicho”)– que temas, según Borges, no son más de cuatro o cinco, aunque
“Pierre Menard, autor del Quijote” “es la respuesta sutil, ele- quizá dos sean los más traducidos. Recordemos aquel “lector”
gante, algo diferida en el tiempo, de Borges a Ramón Doll, que de “El evangelio según Marcos”, para quien “los hombres, a lo
cinco años antes lo había acusado de ‘dar por inédito a Don largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un
Quijote de la Mancha’” (103). A su crítico le molestaba sobre- bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla
manera que Borges escribiera como si nadie hubiera leído los querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota”
clásicos, y que tal cosa fuera además celebrada: (446). El laberinto, los espejos, las iliadas y las odiseas, el sa-
crificio, he ahí el repertorio legado por Ulises y Abraham, y
continuado y diferido en cada época.

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

La literatura, o cierta forma de literatura, parecer ser en- de la historia literaria, que se resiste a dejarnos, se muestra
tonces la traducción incesante de unos temas que han logrado todavía inserta bajo el dominio de las teleologías; hoy cuando
constituir algo que hoy llamamos archivo y que otros llaman la libertad radical de la palabra y su empleo parecen abrazar
tradición, no en el sentido museológico, donde anidan pasi- la literatura (tal como la entendía Borges), hasta hacerla nau-
vamente las reliquias, sino el archivo productivo que reúne fragar en el inmenso mar del mercado editorial global; hoy,
“todas las originalidades alguna vez inventadas”, como diría cuando el postfordismo ha hecho de la “diferencia” la máxima
Pauls (114), pues Borges parece mirar el pasado como una caja democrática por antonomasia, el mecanismo privilegiado para
de la que toma elementos que le permiten desajustar el presen- su desarrollo, al que no se le escapa ni la literatura ni la moda
te, pero también al elemento mismo. Es por ello que el Quijote (fashion), baluarte de la diferenciación única; hoy cuando ya no
reescrito en el siglo XX permita que “un mero elogio retórico de podemos cómodamente hablar de la autonomía del arte, ni del
la historia” devenga una idea “asombrosa” (“Pierre Menard” campo cultural que cobijaba a un autor y su crítica.
449). Para decirlo formalmente, el contexto de recepción es fun- En lo que sigue entonces, nos encargaremos de estas cues-
damental para la comprensión de una obra, así sea una misma tiones o intentaremos hacerlo más bien, a partir de “La parte
obra la que ha atravesado a lo largo (y ancho) de los siglos dis- de los críticos”, de 2666, aunque siempre en diálogo con Los
tintos contextos de recepción, y que en cada uno de ellos haya detectives salvajes y sus ficciones poéticas, pues también en sus
sido, a la vez, la “misma” y “otra”… tan solo pensemos en la páginas encontramos la intensión de problematizar, tanto el
figura de Ulises, compuesta por un ciego hacedor hace más de lugar de la obra como el de la crítica, en el momento de sus res-
veinte siglos, y que aún hoy reconocemos su estirpe. Se llama y pectivas ruinas; y ello a contrapelo, pues a pesar de que Bolaño
seguiremos llamando a ese recorrido literatura. comprendió perfectamente los fines a los que tuvo que enfren-
Sin embargo, aquí debemos hacernos una pregunta, dado tarse el arte, tema sobre el que además escribió agudamente, su
que necesitamos determinar, de alguna manera, qué ocurre política no fue la del duelo, sino la de sobreponerse a la cesura
con “nuestro” contexto de recepción, el del siglo XXI, un es- con la literatura misma, aunque ello significara una escritura
cenario atravesado por la realidad virtual o artefactual, como espectral y poblada de fantasmas. En otras palabras, Bolaño
señalaría Derrida (1994), donde lo que vivimos, aquello que enfrentó las dificultades que asolan la literatura con la litera-
llamamos “actualidad,” está activamente producido, ya nunca tura misma, dado que en ella entrevió una promesa, empero,
más dado y, peor aún, también monopolizado, de manera que una promesa sin nombre y todavía por-venir. Juan Villoro, uno
lo “público” de hoy no es lo “público” de ayer, y el público de sus mejores lectores, señaló que “la instancia de Bolaño en
tampoco. Un escenario dominado por “una política económi- la valentía como principio ético y estético encuentra en el dis-
ca o una política de economización de la totalidad del campo curso sobre las armas y las letras su causa remota” (De eso se
social, de viraje hacia la economía de todo el campo social” (El trata 50), razón por la cual aquí nos vemos obligados a insistir
nacimiento de la biopolítica 278), que ha terminado arruinando en la política de la literatura, y en la política de la literatura de
las formas modernas de comprensión, incluyendo las formas Bolaño en particular, que a diferencia de otros no sufre de me-
de comprensión literarias, como también aquello que se enten- lancolía (en el sentido freudiano, claro), ni siquiera de duelo,
día por cultura durante el siglo XIX y gran parte del XX, pues pues lo suyo fue extraer de la pérdida la potencialidad de su
todas sus categorías y formas de comprensión operaban desde obra. Como han señalado algunos de sus críticos ingleses, po-
lo social y no desde lo económico, como hoy. En otras palabras, siblemente en este punto radica el hecho de que haya podido
cómo comprender una obra literaria cuando las categorías violar las principales reglas literarias y re-imaginar la novela
que usábamos para ello ya no nos sirven; cuando gran parte en el siglo XXI.

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

1. Los fines del arte porque le estamos dando mierda a los lectores” (Bolaño por sí
mismo 97).
Lo diré inmediatamente, Benno von Archimboldi, el escritor
que articula toda su novela póstuma, el escritor que año a año Y como si fuera poco, como si se tratara de un chiste (“clási-
aumenta sus posibilidades de ganar el premio Nobel, el escri- co”), nos encontramos además con que un francés, un italiano,
tor exitoso que ha publicado más de quince libros, el escritor un español y una inglesa, forman el círculo de académicos de
alemán que ha sido traducido a más de una docena de lenguas, hierro que defiende y promociona la obra del escritor alemán,
el escritor que durante años leyó un solo libro, Algunos animales pues como nadie es profeta en su tierra, Archimboldi recibe
y plantas del litoral europeo (que robó cuando tenía seis años), el primero el reconocimiento extranjero, antes que el de su patria.
escritor que de joven no sabía cuál era la diferencia entre un Jean Claude Pelletier, Piero Morini, Manuel Espinoza y Liz
libro divulgativo (digamos Algunos animales y plantas del lito- Norton, especie de críticos postnacionales, se encontraron por
ral europeo) y un libro literario (digamos Fausto), el escritor al primera vez en la ciudad de Bremen en 1994, ciudad donde se
que podría caracterizarlo el desinterés, es un escritor mediocre, realizaba un congreso de literatura alemana contemporánea,
dado que se trata del escritor radicalmente opuesto a la figura aunque los varones ya se conocían de anteriores eventos, de
de escritor que defiende Bolaño. Que un ser como él pueda manera que Norton fue la última en incorporarse al grupo in-
llegar a tener un nada despreciable reconocimiento es, como ternacional que disputaba la crítica de la obra archimboldiana;
lo señalara el General Entrescu en su paso por el castillo de apareció justo en el momento en que Schwarz, Borchmeyer y
Drácula, algo completamente posible, pues a su juicio, “no era Pohl (Dieter Hellfeld se sumaría más tarde), el grupo antagóni-
extraño, si uno contemplaba desapasionadamente los grandes co alemán, contraatacaba sus lecturas, pero Liz –que a pesar de
hechos de la historia […] que un villano o un ser anodino o ser inglesa, se lanzó “como un Desaix” sobre los contrincantes,
un mediocre de alma buena se convirtiera, con el paso de los que trataban a su escritor de irresponsable, inconsciente e in-
siglos, en un faro de sabiduría, un faro magnético capaz de sensible– logró desbaratar a los ahora también sus contrincan-
hechizar a millones de seres humanos, sin haber hecho nada tes, disertando a la Benjamin, hablando sobre Grimmelshausen
que justificara tal adoración, vaya, sin siquiera haberlo preten- y Gryphius, dos grandes del barroco alemán, y de paso, citando
dido o deseado” (855-856), como es el caso de nuestro laureado a “Theophrastus Bombastus von Hohenheim, a quien todo el
escritor. De manera que Benno von Archimboldi no es otra mundo conoce mejor por el nombre de Paracelso” (2666 26-27).1
cosa que un escribidor, del tipo J.R.R. Tolkien, y cuyas obras Con Archimboldi al centro, se iniciaba así una amistad “sujeta
comienzan lentamente a ser conocidas y vendidas hasta ser a un destino mayor al que los cuatro obedecían” (32), “la figura
propuesto como candidato al Premio Nobel (pero el jurado lo […] que componían los archimboldianos era impenetrable”
desestimó puesto que consideró que su prosa era “de segunda (30), impenetrable y necesaria para lograr no solo que el autor
categoría”: “de ninguna manera está al nivel de una narración de D’Arsonval, La máscara de cuero, La ciega, Bitzius, Bifurcaria
de gran calidad”, sentenció Anders Österling, miembro del bifurcata fuera reconocido, dado que cuando lo comenzaron a
tribunal. No está demás señalar que la candidatura fue levanta leer (y a traducir) la circulación de Archimboldi era casi nula,
por su amigo C.S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia). En sino también para que se les reconociera a ellos; la futura ola
este sentido fue que Bolaño señaló enfáticamente que “en el de archimboldianos (incluyendo a los archimboldianos neoes-
momento en que llegamos en la literatura al todo vale, a una
especie de democracia mediática en donde todo es bueno, en 1.  Una revista, sin embargo, les había permitido leerse mutuamente antes
donde todos podemos tener nuestros quince minutos de fama, de cerrar el grupo, pues en el número 46 de Estudios Literarios (Berlín, 1993),
pues ahí se acaba la literatura y se acaba, en gran medida, habían publicado los cuatro a la vez.

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

tructuralistas) existiría gracias a este cuarteto de críticos, pues años: Alemania, Francia, Suiza, Italia (Sicilia), Grecia, otra vez
lo que se habían propuesto, por boca de Pelletier, era iniciar Italia (Palermo), Marruecos (?)… México… ¿México? Sí, así
ni más ni menos que “una lectura diferente del [escritor] ale- que es hacia el norte de este país a donde se dirigirán tres de
mán, una lectura que iba a durar, una lectura tan ambiciosa los cuatro críticos, pues el italiano decide no acompañarles.
como la escritura de Archimboldi y que acompañaría a la obra La ironía con que Bolaño describe la escena académica y
de Archimboldi durante mucho tiempo, hasta que la lectura el trabajo de los críticos se asemeja, por momentos, a la de un
se agotara o hasta que se agotara (pero esto él no lo creía) la escritor sacado de Literatura nazi, pero donde encontramos un
escritura archimboldiana” (113). modelo más cercano es en El tercer Reich (2010), otra de sus
En otras palabras, pretendían hacer lo que Heidegger con novelas póstumas. El veinteañero Udo Berger se dedica, pro-
Hölderlin, Diderot con Chardin o, más cerca, Marchant con fesionalmente, a los WarGames, lo que le obliga a publicar en
Mistral, que la gran crítica resultase indisociable del gran revistas especializadas, a debatir en congresos y a formar un
artista, de la gran obra, o quizá, yendo un poco más lejos, grupo de juego que se disputa los campeonatos internacio-
que Archimboldi existiera gracias a ellos y ellos gracias a nales, de la misma manera que el grupo de archimboldianos
Archimboldi. Innúmeras publicaciones, congreso tras con- extranjeros se disputa los congresos de literatura con el gru-
greso, batalla tras batalla, el escritor crecía, de manera que la po alemán, pues en Bolaño el mundo de los WarGames se nos
primera vez que el objeto de sus críticas resultó candidato al muestra similar al de la crítica o el de la crítica, más bien, se nos
Nobel, “era no sólo un motivo de inmensa alegría sino tam- presenta semejante al de los juegos de guerra para aficionados
bién un triunfo y una revancha” (56) contra sus enemigos. (80). Udo quiere ser escritor especializado, y así como nuestros
“Entusiasmados como niños ante la noticia” (56), lo paradójico archimboldianos desean enseñorearse con su objeto, él no bus-
es que ellos tienen poco o nada que ver con tal candidatura, ca otra cosa que cambiar “todas las viejas maneras de jugar”
pues siempre esta noticia, que volverá a reiterarse otros años, el Tercer Reich (114). Para ello debe instruirse, leer y dedicarse
les llega, es más, parece que su apasionada lectura tiene poco a dominar el conocimiento de todas las batallas (reales) de la
o nada que ver con la circulación de la obra de Archimboldi, segunda Guerra Mundial.2
de modo que sus combates resultan poco más que ejercicios de
esgrima, pero no realizados, como diría Bolaño por los grandes 2.  Abría que agregar que en esta novela vemos a un Bolaño experto en
maestros, sino por unos principiantes. historia militar, pero como él mismo señala a través de su personaje, “esta
clase de juegos genera un impulso documental bastante curioso”, aunque
Hasta que se dieron cuenta que no conocían a Archimboldi, también un deseo por la literatura. Conrad, el mejor amigo de Udo, fue
el escritor sin rostro, el escritor que nadie ha visto; la persona quien lo motivó a compartir la lectura nocturna dedicada a los manuales,
que supuestamente mejor lo conoció, su editor, el Sr. Bubis, con las grandes obras. Conrad le recitó una noche el nombre de doscientos
escritores alemanes, y aseguró que se los había leído a todos, pero entre sus
está muerto, y su viuda dice no recordar nada más que su al-
favoritos, se encontraba Goethe (al que amaba) y, entre los modernos, a Ernst
tura: era alto, muy alto. Pronto se dieron cuenta que “podían Jünger, de quien siempre releía dos libros: Der Kampf als inneres Erlebnis (La
leerlo, podían estudiarlo, podían desmenuzarlo, pero no po- guerra como experiencia interior) Feuer und Blut (Fuego y sangre), libros
dían morirse de risa con él ni deprimirse con él” (47). Luego completamente bélicos por supuesto, pero que anunciaban al Jünger que
vendrá el juego detectivesco de los críticos archimboldianos, vendrá. De todos los escritores mencionados, los más importantes para Udo
la búsqueda de su rastro, el seguimiento de las huellas del (¡cómo no!) son los marginales del grupo literario Obreros de la Casa Nyland,
que ya muy pocos recuerdan, pues el socialismo que defendían no era del
escritor fantasma, las pistas que aumentan como aumenta su gusto de la política imperante, e incluso varios de ellos fueron a parar a los
fama (no mucha), y sus ventas (tampoco muchas), mientras el campos de concentración, mientras otros al mismísimo nacionalsocialismo.
escritor se ha movido imperceptiblemente desde hace muchos Entre sus miembros, Udo leía a Karl Bröger, Heinrich Lersch, Max Barthel y

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Aquí nos encontramos con varios de los motivos que Bolaño el tener lugar de la obra, como sí lo hace la ficción de Edwin
emplea en 2666, aunque reutilizados, pues esa novela, como Johns, más bien se centra en la imposibilidad de la crítica cer-
también Los sinsabores del verdadero policía, parece un verdadero tera, pues si la señora Bubis se preguntaba ¿hasta qué punto
borrador, un borrador que indica cuáles fueron las decisiones podemos conocer la obra de un artista?, lo hacía para señalar la
que Bolaño no siguió, los caminos que abrió y prefirió no conti- imposibilidad de la crítica total.
nuar, para inventar otros. De ahí la resonancia que encontramos En 1960, el francés Yves Klein saltó al vacío (aunque lo es-
entre los WarGames y el mundo de la crítica, cuyo modus operan- peraba una lona) y se hizo fotografiar, con tal de mostrar a un
di parece no guardar diferencias, no obstante, lo relevante acá, hombre levitando. Oscar Bony expone “La familia obrera” en
gracias a El tercer Reich, es que podemos comprender mejor 1968, en el Instituto Di Tella, de Buenos Aires, cuyo “material”
“La parte de los críticos”, el agon que lo sostiene y le otorga era un obrero contratado para que permaneciera (junto a su
fuerza, independientemente de que Bolaño se esté riendo de familia obrera) sobre una tarima el tiempo de la exposición. En
los críticos, pues no se ríe de ellos porque sean críticos, sino 1970, Chris Burden presentó su obra Shoot en el F Space (Santa
por la forma de la crítica que realizan, por reducir la crítica a la Ana, California), performance donde una ayudante le dispara-
experticia y la banalidad, pero sobretodo por no comprender ba a una distancia de cinco metros, con el fin de extender los lí-
el arte ni la literatura. Dos ejemplos pueden ilustrar este punto, mites del arte. Saltándonos unas décadas, el brasileño Eduardo
aunque nos concentraremos en el primero, que entronca con lo Kac decidía hacia fines de los años noventa preocuparse por la
señalado al inicio de este capítulo. manipulación genética, y crea un conejo albino. Por la misma
Por un lado, tenemos al pintor neodecadentista (o ani- época, Gunther von Hagens trabajaba con cuerpos difuntos
malista inglés) Edwin Johns, el pintor “que había pintado el que llama plastinados, cuerpos (humanos y animales) diseca-
autorretrato más radical de los últimos años”, y cuya obra des- dos que muestran el esqueleto, los músculos, vísceras, todo.
concertaría a Norton y Morini, aunque aún más lo haría la vida Su exposición “Los mundos del cuerpo” ha sido vista por
de Johns, esa vida que lograrían conocer como no conocerían millones de personas. Podría seguir con una lista infinita de
la vida de Archimboldi. Por otra parte, nos encontramos con el obras que buscan impugnar los cada vez más flexibles lími-
pintor expresionista George Grosz, el pintor que la Sra. Bubis tes del arte, pero creo que ninguna obra, por lo menos de las
le mencionó a Pelletier y a Espinoza cuando éstos fueron a pre- que tenemos noticia, se compara con el autorretrato de Edwin
guntarle por el escritor fantasma y ella, a su vez, se preguntaba Johns, el “artista” que sedujera a dos de los críticos archimbol-
–y les preguntaba– “hasta qué punto alguien puede conocer la dianos, Norton y Morini. Luego de su controversial obra, Johns
obra de otro”.3 La pintura expresionista de Grosz no interroga saltó a la fama, él y el barrio donde trabajaba. Su historia es la
siguiente:
Gerrit Engelke, todos trabajadores dedicados a la poesía (arbeiterdichtung) y
esta necesaria pluralidad –que, por cierto, no se reduce al todo vale, sino a
uno que otro con vínculos en el expresionismo.
la necesaria confrontación no autoritaria–, puesto que están empeñados en
3.  La Señora Bubis se ríe con Groz, mientras un crítico experto se deprime encontrar e instalar la verdad acerca de la obra de ese misterioso escritor
y, por tanto, señala que la viuda tiene el gusto de una vaca. Crítica adulta llamado Archimboldi, una verdad que se les escapa de las manos, pues como
versus crítica infantil, lagrimas frente a carcajadas, pero “¿Quién de los dos nos enteraremos en la última parte de 2666, si hay alguien que “conoce” al
tiene razón?”. La señora Bubis deja la pregunta sin respuesta, virtualmente escritor, incluso antes de ser escritor, es precisamente ella, la señora Bubis,
porque las dos posibles, que solo uno de ellos o que ambos están en lo que les alecciona sobre la imposibilidad de conocer la obra de “otra persona”,
correcto, no parecen excluirse sino que permiten, a su vez, otras lectura, palabras que radicalizan su afirmación, pues no está solo refiriéndose a la
dado que si la señora Bubis está “entrenada” para reírse, su amigo lo está obra de un artista, de manera más simple, está señalando la imposibilidad
para llorar, pero los críticos (Pelletier y Espinoza) parecen no percatarse de de conocer a cualquier otra persona, sea escritor (o pintor) o no.

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Era un tipo joven, de unos treintaitrés años, conocido descubierto, un barrio cercano al río, en donde antes hubo un
en el ambiente pero no lo que se suele llamar famo- par de fábricas y talleres de reparación de barcos y en donde
so. En realidad se vino a vivir aquí porque el alquiler ahora se levantaban, en las reformadas viviendas, tiendas de
del estudio le salía más barato que en otras partes. En ropa y de alimentación y restaurantes de moda” (2666 76). Fue
aquella época el barrio no era tan alegre como ahora en esta cena donde le contó a Morini la historia del pintor aquel
[…] se trataba de un lugar solitario y decadente. Pero
que se había amputado una mano para luego pegarla en un
esto parece ser que aguijoneó la imaginación y las ga-
nas de trabajar del pintor […].
autorretrato.
Así que el barrio no lo asustó, al contrario, se enamoró El gesto de Johns por supuesto estaba lejísimos del romanti-
de él […] El caso es que se puso a trabajar con más cismo de Van Gogh, que si bien se mutiló el lóbulo de la oreja
ganas que nunca. izquierda (producto de la cólera contra Paul Gauguin, pero
Un año después realizó una exposición en la galería quizá también contra su hermano Theo… aún no hay certeza),
Emma Waterson, una galería alternativa de Wapping, no terminó pegándolo en un cuadro, sino entregándoselo a una
y su éxito fue tremendo. prostituta llamada Rachel, que pasaría a la historia por haber
Inauguró algo que luego se conocería como nuevo de- sido la escogida para tal regalo. Sin embargo, unas semanas
cadentismo o animalismo inglés. Los cuadros de la expo- más tarde, a poco de haber salido del hospital donde se lo in-
sición inaugural de esta escuela eran grandes, de tres ternó por dos semanas –a pesar de insistir que se había tratado
metros por dos, y mostraban, entre una amalgama de de un accidente–, pintó sus famosos Autorretratos. En ambos,
grises, los restos del naufragio de su barrio. Como si vemos a un Van Gogh completamente tranquilo, sereno, fu-
entre el pintor y el barrio se hubiera producido una mando pipa en uno, contemplativo en otro, y ¡cómo no! si tenía
simbiosis total […] Pese a todo, la exposición no hu- que demostrarle al mecenas de su hermano que su supuesta
biera tenido ni el éxito ni la repercusión que tuvo de
insanidad mental ya no lo atormentaba. El 7 de enero de 1889,
no ser por el cuadro estrella, mucho más pequeño que
tras enviarle una carta por la mañana a Theo, decide volver a
los otros, la obra maestra que empujó a tantos artis-
tas británicos, años después, por la senda del nuevo escribirle, insistiendo que se encuentra muy bien: “Espero no
decadentismo. Éste, de dos metros por uno, era, bien haber tenido más que una simple chifladura de artista […] Te
mirado (aunque nadie podía estar seguro de mirarlo bien), ruego, pues, que olvides deliberadamente tu viaje y mi triste
una elipsis de autorretratos, en ocasiones una espiral enfermedad”. Entre estas cartas, escribió otra, dirigida a su
de autorretratos (depende del lugar desde donde madre y su hermana, insistiendo que está “totalmente resta-
fuera contemplado), en cuyo centro, momificada, blecido” (Las cartas 1313). Pero su crisis retornará, y serán sus
pendía la mano derecha del pintor (2666 75-76. Énfasis vecinos los que terminarán solicitando su internamiento.
agregado).
Completamente distinta es la situación de Johns, que había
En un viaje que lo sacaba por completo de su costumbre, la planeado fríamente su automutilación: cortaría su mano, luego
de asistir exclusivamente a encuentros y congresos académicos la llevaría a un taxidermista que esperaba por ella, de ahí al
donde la organización se hacía cargo del tiquete y el hospedaje, hospital, donde diría que tuvo un accidente con un machete.
Piero Morini se dejó caer unos días en Londres con el fin de en- “Los médicos le preguntaron dónde estaba la mano cortada,
contrarse con Liz Norton. La primera noche, ella lo invitó a ce- pues siempre cabía la posibilidad de reimplantársela. Él dijo
nar a su casa, pero el italiano rechazó su hospitalidad, mientras que de pura rabia y dolor, mientras se dirigía al hospital, la ha-
la segunda, “comieron juntos en un barrio que Norton había bía arrojado al río” (2666 77). Luego, el éxito de su exposición,
más tarde el confinamiento en un psiquiátrico:

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Aunque los precios eran desorbitadamente altos, ven- Universidad de Turín”, que es como se presentó, no lograba
dió toda la exposición. La obra maestra, se decía, se responder adecuadamente al diálogo, quizá porque lo único
la quedó un árabe que trabajaba en la Bolsa, así como que atravesaba por su mente era una pregunta, la misma que
también cuatro de los cuadros grandes. Poco después habían pensado antes que él cientos de espectadores: “¿Por
el pintor enloqueció y su mujer, pues entonces ya se qué se mutiló?”
había casado, no tuvo más remedio que internarlo en
una casa de reposo en los alrededores de Lausana o Pero Morini aguardaba el momento oportuno para realizar-
Montreaux (2666 77). la, mientras Johns hablaba de la casualidad, a la que asimilaba
a un Dios incomprensible, hasta que repentinamente su pensa-
Con su autorretrato, el “más radical de los últimos años”, Johns miento logró animarse al diálogo:
abrió la senda por la cual se internarían los jóvenes artistas de
Inglaterra, pero también permitiría que el ruinoso barrio en el –¿Va usted a publicar esta entrevista?
que había producido su obra se convirtiera en una especie de –De ningún modo –dijo Morini.
Soho londinense, pues atraídos por su leyenda, comenzaron –¿Entonces qué sentido tiene preguntarme una cosa
a instalarse en él los pintores, seguidos de “los arquitectos y así?
después algunas familias que compraron casas remodeladas y
–Deseo escuchárselo decir a usted –susurró Morini.
reconvertidas. Después aparecieron las tiendas de ropa, los ta-
Con un gesto que a Pelletier le pareció lento y ensa-
lleres teatrales, los restaurantes alternativos, hasta convertirse
yado, Johns levantó la mano derecha [donde llevaba
en uno de los barrios más engañosamente baratos y a la moda
una prótesis casi irreconocible como tal] y la sostuvo
de Londres” (2666 77). a pocos centímetros de la cara expectante de Morini.
Sin decirle nada a Norton, un tiempo después Morini con- –¿Usted cree parecerse a mí? –dijo Johns.
vencería a sus colegas Pelletier y Espinoza de visitar, al térmi-
–No, yo no soy un artista –respondió Morini.
no de un congreso o de algún encuentro académico en Suiza,
“uno de los pueblos a medio camino entre Montreaux y las –Yo tampoco soy un artista –dijo Johns– (2666 214.
Énfasis agregado).
estribaciones de los Alpes berneses”, ya que muy cerca de él se
encontraba la Clínica Auguste Demarre, lugar donde vivía “un Luego Johns le pregunta si tiene alguna hipótesis al respecto,
pintor al que el italiano reputaba como uno de los más inquie- cuestión a la que el filólogo responde negativamente, “no lo
tantes de finales del siglo XX”, le señalaba Espinoza a Norton, sé, sinceramente no lo sé”, lo que parece ser cierto, y es quizá
puesto que le estaba contando sobre aquel viaje del que ella no ahí donde radique la angustia que lo agobia y constriñe, el no
tenía noticias (2666 119). La historia la continuó Pelletier, que tener siquiera un pensamiento, una palabra, para esa respuesta
se encontraba con ellos: después de firmar papeles y recorrer que tanto desea… entonces el pintor se acerca a su oído y le
el manicomio, los críticos pasaron a una sala acogedora donde susurra lo que tanto anhela, para, acto seguido, despedirse de
los recibiría Johns, quien al entrar, “en lo primero que se fijó fue Espinoza y de Pelletier, pero no de Morini, a quien tampoco
en la silla de ruedas de Morini”, ya que el italiano era inválido. había saludado.
Luego de las presentaciones, y mientras el francés y el español
La respuesta, sin embargo, no fue para nada un consuelo,
se distraían con la enfermera que acompañaba al pintor, este
lo inquietó aun más, hasta el punto de quitarle el habla, quedó
“se sentó en una silla, junto a la mesa, y se dedicó a observar
tan ensimismado que ni siquiera fue capaz de señalarle a sus
a Morini, como si en aquel pabellón sólo existieran ellos dos”
compañeros de viaje que dejaba Suiza para partir a Londres, a
(2666 122). Johns inició la conversación, pero el “filólogo de la

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Londres donde podría comunicarle a su entrañable Liz Norton gos solían cortarle las manos a los suicidas, para recordarles lo
la razón por la cual el artista del autorretrato más radical del inolvidable de este mundo, mientras los conquistadores espa-
mundo, el mismo que ahora ya no se consideraba un artista, se ñoles lo hacían por lo contrario. Las manos históricamente han
había automutilado la mano derecha. Pero “los dos primeros tenido un lugar relevante en la simbología del cuerpo, incluso
días los pasó solo, sin telefonearme ni una sola vez”, les señala las encontramos en el folklore provista de poderes, de ahí que
la crítica inglesa a Pelletier y Espinoza, que habían dado por alguna vez se haya hablado de la “gloria de las manos” (135).
desaparecido al italiano durante esos días. “Después la llamó Sin embargo, la única gloria que buscaba Johns era la del
por teléfono y la invitó a comer” (129-130). No le dijo nada de dinero, pero como en Bolaño todos los locos son dueños de una
su encuentro con Johns, y al cuarto día de su enigmático viaje extraña lucidez, posiblemente también lo hizo por develar las
a Londres, Morini le indicó que debía regresar a Italia, así que nuevas y globales reglas del arte, donde el artista es secundario
Norton gentilmente lo acompañó al aeropuerto; antes de subir frente al carácter netamente mercantil de la obra, cuyo valor ar-
al avión, el crítico le comentó “que creía saber por qué Johns tístico ha sido reemplazado por el lugar que adquiere en el re-
se había cercenado la mano derecha” (131). Una sola palabra novado mercado de espectáculos, más afín a capitalistas finan-
es la que gatilló la obra más radical de los últimos tiempos, cieros y especuladores que a capitalistas culturales (Bourdieu
una palabra que los críticos, tendemos a pensar, no habían dixit) o críticos (como muy bien muestra, por cierto, El mapa y
siquiera entrevisto como posibilidad, puesto que el arte se pro- el territorio, de Michel Houellebecq, un libro cercano a Bolaño).
duce gracias a ideas tales como belleza, sublimidad, genio e Por eso se ríe de todos y de sí mismo, de sí por haber pensado
incluso sentimientos, como los que la obra de Johns despertaba que producía arte, de los demás por creer que lo contempla-
en ellos (no así la de Archimdoldi, sin embargo). “Puede ser”, ban, pero resulta que finalmente no hay más que simulacros,
señaló Norton, pero ahora Morini pasa de la credulidad a la donde unos hacen como si crearan y otros como si apreciaran,
seguridad, y repite: “Lo hizo por dinero”, “porque creía en las pero nadie crea y nadie aprecia, a pesar de la seguridad con
inversiones, en el flujo de capital”, pues como reza una de las que creen hacer lo contrario. Esto lo comprendió Johns estando
tesis del capital humano, “quien no invierte no gana” (132). internado. La futilidad… la muerte que lo alcanzó posiblemen-
Johns fallecería poco tiempo más tarde. Morini se enteraría te gracias a esa mano que le faltaba, esa mano que el guardia
muy pronto, Norton no. Recién lo haría al regreso de su viaje del sanatorio que lo acompañaba no alcanzó a tomar cuando
a México, una mañana en que caminaba como una vagabun- caía de unas rocas desde las que pintaba una pequeña cascada.
da por Londres, una mañana en que no tenía deseos de nada, En todo caso, si no fue la mano ausente, fue el paisaje, del que
hasta que de pronto vio el nombre de Edwins Johns, al que se también se debe estar riendo.
sintió atraída como si de un imán se tratara. Era una retrospec- En “La parte de los críticos”, Bolaño está encarando el lugar
tiva, cuyo afiche, con su obra maestra al centro, “señalaba su de la crítica, pero también el de la obra de arte, puesto que no
fecha de nacimiento y su fecha de muerte” (195). “Yo no sabía solo Archimboldi, sino también Johns desconsidera su historia,
que había muerto, decía Norton […] yo creía que aún vivía en mientras que para el autor de 2666 no hay arte sin rescritura
Suiza, en un confortable manicomio, en donde se reía de sí mis- de su archivo. De ahí que sus obras puedan resultar espectacu-
mo y sobre todo se reía de nosotros” (195. Énfasis agregado). Es lares y premiables, pueden incluso tener seguidores y formar
como si la muerte le hubiera aclarado el autorretrato de Johns escuelas, pero, en el fondo, se están riendo de nosotros. Lo mis-
y su futilidad, pues a diferencia del ritual del que la automuti- mo ocurre con los poemas de Cesárea Tinajero, que Amadeo
lación formó parte alguna vez, hoy no tiene ningún lugar que Salvatierra considera un misterio, pero Ulises Lima y Arturo
no sea el del espectáculo desprendido de lo sagrado. Los grie-

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

Belano le aclaran que se trata de una broma. Es más, recorde- siempre poeta, señaló en un pequeño ensayo titulado “A la
mos el cierre de Los detectives: “¿Qué hay detrás de la ventana?” intemperie”, que esta condición puede, quizá, ser relevante, tal
vez la única necesaria para el arte:

Ahora los poetas viven una vez más en la intemperie.


Y pueden volver a leer poesía. E incluso pueden leer o
releer a algunos poetas chilenos. Y pueden darse cuen-
ta de que lo que escribían no era malo. Y en algunos
no sólo no era malo, sino que incluso resulta bueno. Y
pueden volver a escribir poesía” (87).

Es sabido que el lugar del arte (y de manera más general, el


¿Qué broma es esta? Carlos Labbé (2003) ha señalado que se
de la cultura), comenzó su deriva radical, su muerte, hace ya
trata de “aquello que dispersa y hace desaparecer progresiva-
bastante tiempo, hacia la segunda mitad del siglo XX, más o
mente el objeto y luego el sujeto literario” (93). No es difícil
menos coincidiendo con el momento de la neovanguardia,
concordar con esta afirmación, sobre todo si vemos aquella
pero también con el advenimiento de la muerte del sujeto,
fragmentaria ventana como la disolución del marco que deli-
del autor y de la modernidad, todo lo cual nos dirigía hacia la
mita una obra, el camino hacia su indiferencia. Problemático
imposibilidad de determinar internamente, a partir de sí mis-
en cambio resulta el que Labbé, aunque denotando el tartamu-
mo, el fenómeno literario o artístico. De manera que vivimos,
deo, insista luego que “la novela, en este caso, se ocupará de
como lúcidamente lo señaló el filósofo chileno Sergio Rojas
enunciar –más bien de balbucir– la diferencia fundamental que
(2012), con “el sentimiento de haber llegado después de todo
existe entre literatura y vida” (93), pues tal diferencia dejó de
lo que hubo y antes de todo lo que habrá” (El arte agotado 17).
ser posible, y Bolaño lo sabe; el fracaso de la vanguardia se
Habitamos entonces esta incómoda cesura o ella nos atraviesa
mide, hacia el final de Los detectives, con la muerte de Cesárea
más bien, obligándonos a un ejercicio de mayor clarificación si
Tinajero, la madre de la última vanguardia mexicana.
queremos comprender la literatura y el arte de hoy.
Este acontecimiento es uno de los que podría ser llamado
Ello implica que el arte ya no es arte en sí mismo “sino se-
“fin de la literatura” o “fin del arte”, no porque fuera la bande-
gún el contexto y la convención, es decir, desde poderes no
ra de lucha realizada de las vanguardias, sino porque su reali-
literarios” o no artísticos, como señaló Derrida en una oportu-
zación fue llevada a cabo primero por el mercado, que obliga
nidad (“La literatura segregada” 172). La comprensión de este
a buscar una forma de volver a levantar la distinción, pero ya
escenario está claramente asistida por la obra de Parra y quizá
sin los restos de la autonomía sagrada-secularizada que carac-
también por Duchamp y John Cage, pues si el mercado ha po-
terizó el arte del siglo XIX, pues ni aunque tal cosa se buscara,
sibilitado la disolución del arte para su cosificación, para su re-
las actuales condiciones de producción han mandado a la ob-
ducción a mera cosa, la neovanguardia se vio obligada a buscar
solescencia las tradicionales categorías del juicio. Esa, creemos,
sus propios espacios de intervención, así como nuevas formas
es la tarea emprendida de 2666, que vuelve a levantar el marco,
de análisis institucional, retomando el juego con los límites que
insistiendo, ella misma, en la posibilidad de reinscribir el arte
artistas y escritores han llevado a cabo, esos mismos sobre los
en el descampado del cual ha brotado, pero lo hace sabiendo
que Bolaño escribe, esos con los que puebla sus obras. Con los
de antemano que el arte está completamente desinvestido de
poemas de Cesárea Tinajero o la ventana fragmentada, retorna
las fuerzas de las que otrora gozó. Bolaño, que se consideró
un gesto neovanguardista similar o heredero de los artefactos

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

de Parra. Lo relevante es que para Bolaño, tal práctica no apa- hace con la conciencia de lo que implica hacer arte después
rece como acontecer, sino como memoria, como herencia ante de Duchamp (uno de cuyos ready-mades re-aparece en pleno
la que no hay que claudicar, sino de la que se debe aprender. desierto de Sorona, en manos de Amalfitano, el crítico chile-
Grínor Rojo (2003) lo señaló hace tiempo y de manera ejemplar: no exiliado), cuyo gesto permitió la más radical crítica de la
institución arte, aunque su impacto aún no ha sido medido en
La muerte de Cesárea Tinajero, primera vanguardista la literatura, pero lo tuvo, cuestión entre otras que le permite
de México, es, especialmente […] la muerte de una a Bolaño escribir sin determinación alguna, pues sabe que la
cierta manera de concebirse el escritor a sí mismo y de regla existe para ser transgredida, ya se hable del cuento o de la
concebir su creación. Es, en buenas cuentas, la muer-
novela, pero también de la poesía. Bolaño escribe conociendo
te de un arte y de una literatura de los que Octavio
las dificultades que presentan el demarcar de una vez lo que
Paz, personaje de la novela […] es el más celebrado
de sus representantes […] después de la muerte de las pertenece al mundo del arte y de la literatura, como también
vanguardias y de la estética que ellas mismas o sus la imposibilidad de cartografiar la proliferación de obras que
varias reediciones (postvanguardias, neovanguardias, en el nombre de ambos se realizan; se trata de los problemas
transvanguardias, etc.) defendieron, se alza o quiere que dan lugar a un momento heterogéneo en la historia del
alzarse la obra entera de Roberto Bolaño (“Sobre Los arte y de la literatura, un momento distinto al histórico que
detectives salvajes” 73). le precedió, cuyas operaciones estaban enmarcadas por una
linealidad serializada y una extensión limitada que le permitía
En la página siguiente, Rojo señala que Tinajero representó sin mayores dificultades su mapeamiento, incluso en el tiempo
“una cierta experiencia de la modernidad”, pero nos atreve- de la efervescencia vanguardista y sus trifulcas. Aunque este
mos a ir más allá, y señalar que no es solo una cierta expe- momento no ocurre gracias a un dictado adorniano malenten-
riencia, sino la modernidad misma la que aquí encuentra su dido, que tendría su correlato más allá del mundo de las letras
agotamiento, no de una vez, sino de manera paulatina, y posi- post holocausto, ni al desinterés de los integrantes del mundo
blemente mediante la radicalización de sus mismos elementos, del arte, sino porque la crítica vanguardista se habría visto
pues como nos muestran las obras de Bolaño, no es la poesía la completamente realizada en la imposibilidad de fijar el arte de
única que ha naufragado en las últimas décadas, sino toda la una vez por todas, en la imposibilidad de jerarquizarlo y ya
cultura que la cobijaba; 2666 insiste en ello con cada una de sus no poder decir –desde el arte, de manera interna– esto es arte
partes. De manera que la literatura de Bolaño es aquella que y aquello no, en la imposibilidad, finalmente, de determinar
se inscribe sobre ruinas, y se edifica con sus fragmentos, y lo su verdad. De ahí el interés de Bolaño por marcar espacios y
hace recurriendo a toda la fantasmal tradición literaria, a la que modificar los cánones, por inventar un corpus, e incluso una
conjuga con un presente habitado por el porno, los wargames, generación, término que se repite un sin fin de veces en sus en-
el cine y un largo etcétera. Lo que entonces queda claro en su trevistas y ensayos. Insistía en que se lo leyera junto a Villoro,
escritura es que el lugar del intelectual y/o escritor, el lugar de Fresán, Castellanos Moya, Rey Rosa, Pauls y pocos más.
la obra, el lugar de la crítica, todo ello terminó diluyéndose
en un descampado que no otorga más crédito que el valor de Ello nos lleva a señalar que hoy la crítica bien puede ser una
cambio, donde lo que importa, como develó el autorretrato de propuesta, menor (no totalizante) y heterogénea, que entregue
Johns, es si vende o no vende. los argumentos para comprender la risa o las lágrimas, quizá
ambas, pues hoy la crítica parece no ser tanto el juicio como el
Bolaño, entonces, escribe después de un fin, particular- despliegue conceptual de la obra que se ha decidido abordar,
mente después del fin moderno del arte y de la crítica, y lo con el fin de iluminar sus condiciones de posibilidad en me-

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

dio de la niebla que la acosa. Ello porque el historicismo aún mente González Echevarría, pues es como si de sus palabras
dominante conlleva la aplicación de una crítica restrictiva que leyéramos: “Sufrimos la nostalgia de Bolaño”, como si solo hu-
termina diseccionando una obra, como si se tratara del vínculo biera formas de historias literarias lineales, a las que cada nue-
que un anatomista establece con un cuerpo (en) cuyas entrañas vo escritor de “calidad” vendría a sumarse en una especie de
debe(n) reconocerse. Veamos tan solo un indicio, veamos cómo posta. Es cierto que el devenir literario es agónico, pero el agon
comienza una más o menos reciente reseña de Nocturno de Chile, ha sido reducido a un juego de influencias y peleas locales que
realizada por González Echevarría: “Sufrimos la nostalgia del domestican la obra de un autor en función de su instituciona-
Boom. ¿Cuándo va a surgir el próximo García Márquez? ¿Por lización serial. Bolaño buscaba su lugar y sabía que para ello
qué no han aparecido ni un nuevo Borges ni otro Carpentier?” se volvía necesario destronar a García Márquez como la figura
(117). Para este crítico, el nuevo García Márquez-Borges- del escritor latinoamericano por antonomasia, pero reducirlo
Carpentier es Bolaño, al que descubrió una década después de al “nuevo” García Márquez es, se quiera o no, reducir también
señalar que, más allá del boom, no veía nada nuevo, pero el su obra, que gracias a este tipo de lecturas ha comenzado a
autor de 2666 llegó y se fue tan rápido, que le tocó repetir la ser leída como el paso del realismo mágico al realismo sucio
interrogación en su breviario Modern Latin American Literature. o visceral, cuestión que por cierto lo inserta en el gusto lite-
A Very Short Introduction, donde se pregunta si “aparecerá otro rario preocupado del exotismo latinoamericano del que tanto
Bolaño en el futuro cercano” (122). se alejó. González Echevarría, sin embargo, busca en Bolaño
Cuando nos referimos a miradas ciegas a su contexto, este es otra cosa, busca la instalación de un canon y la posibilidad de
el mejor ejemplo, puesto que continúa operando con categorías aplicar el juicio crítico kantiano a su obra, precisamente lo que
temporales que intentan reducir a un autor o a su obra a una línea hoy se nos hace imposible, por lo menos no sin antes discutir
continua, pero como veremos en nuestro último capítulo, tal reduc- las transformaciones que nos obligan a preguntarnos por su
ción resulta imposible. Los años que median entre su muerte y el pertinencia.
actual lugar de su obra en la literatura mundial, han sido testigos González Echevarría parece desconocer el fin del arte, y bus-
de interpretaciones a veces reduccionistas, que están posibilitando ca sin inmutarse “un criterio general, una especie de razón crí-
“catalogar” a Bolaño como simple –pero novedosa– continuación tica” que le permita evaluar la calidad de una obra, un criterio
del llamado boom,4 cuestión de la que aquí se encarga clara- general a la vez que personal, puesto que “mi propia persona
constituye el límite de lo que sé como suma de mis lecturas”,
presunción falsamente wittgensteiniana que le permite afirmar
4.  Ante la pregunta por la herencia del boom, Bolaño señaló tajantemente:
“No, no, no me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque que “la obra considerada valiosa se deja conocer porque exhibe
me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna calidades que se ajustan a mis criterios de evaluación” (119), a
del boom, aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como saber: elevación (en el sentido de Longino), urdimbre literaria
Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder en casi todo, (algo así como su estructura), secreto (lo indescifrable de la
fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por obra), tradición (nacional y universal) y estilo propio. Bolaño,
ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García Márquez?, pues
Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A mí García
al parecer, tuvo la “suerte” de ajustarse a estos cinco criterios,
Márquez cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor cuestión que le ha permitido entrar en este particular canon
de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes?
¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como lectores hemos de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de
llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como algunos abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre.
escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de Si no queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser
cruzar, pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera audaces, cosa que tampoco garantiza nada” (Bolaño por sí mismo 99).

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

latinoamericano, y acompañar no solo a los escritores del boom, en La vida privida de los árboles (2007). Con un argumento muy
sino, por ejemplo, también a Jorge Volpi, uno de los pocos es- sencillo, aquí se dirige una mirada crítica a las condiciones de
critores “nuevos” que también tuvo la fortuna de formar parte posibilidad de la enseñanza de la literatura; Julián, el personaje,
del tropical libro Oye mi son, también del crítico cubano, cuya “es profesor de literatura en cuatro universidades de Santiago.
reseña de Bolaño, a todo esto, termina así: “Me declaro admi- Hubiera querido ceñirse a una especialidad, pero la ley de la
rador de Bolaño y me apresto gozoso a estudiar su obra grue- oferta y la demanda lo ha obligado a ser versátil: hace clases
sa” (128). Al crear su propio canon implícitamente se declara de literatura norteamericana y de literatura hispanoamericana
desconocedor de la crítica que acepta otros cánones y, peor, y hasta de poesía italiana, a pesar de que no habla italiano”
de la obra ampliamente reconocida por otros. Estos son fallos (26), así que cuando está en apuros económicos o simplemente
fundacionales archivados en la institución de Bloom, a quien necesita más dinero para pagar el arriendo de su casa, se verá
el cubano menciona como amigo, por si necesitara autorizarse. obligado “a pedir más clases” (35), es decir, necesitará hacer
En fin… ni la crítica dogmática, ni la crítica ultrapermisiva todavía más cursos. De manera que Julián (como Zambra en
del “todo vale” nos entregan las herramientas necesarias para algún momento) “es profesor, y escritor de domingo” (27), es-
comprender una obra literaria o artística después del fin del cribe o solo tiene tiempo para escribir aquel día, y lo hace de
arte. Por un lado, porque la primera actúa como si nada hubiera la misma manera que otros dedican su descanso para beber o
cambiado en el mundo de las letras, nada más allá de sumar maestrear.
un nuevo nombre a su historia. Esta actitud, que muchas veces Los muros de la universidad moderna, esa que fundara
cree hacerle frente a la indiferenciación totalizante del mercado Andrés Bello, se han venido abajo, y sus escombros han caído
reinante, no hace sino servir a la lógica del capital, que ha alte- sobre nuestros pies, una ruina que no pocos críticos ven única-
rado radicalmente todo ámbito de experiencia, pero nos ofrece mente de lejos, de manera que los despojos no les estorban, por
sus productos como si nada hubiera cambiado, salvo nuestra lo menos no demasiado. Pero el “todo vale” tampoco es nues-
capacidad adquisitiva. Jameson ha trabajado en varios textos tra opción, pues es seguir de lleno el juego mercantil, nadar
esta necesidad que el capitalismo tardío tiene de presentarse en su océano, aceptar la libertad restrictiva que permite elegir
como lo mismo, de manera que solo increpar la libertad que pero no crear. Estamos, por tanto, obligados a buscar una al-
ofrece y que permite el todo vale, sin reparar en las mutacio- ternativa distinta, heterogénea tanto al dogmatismo como a la
nes, es, también, seguir su juego y acomodarse en los limitados permisividad complaciente y eso es lo que intentaremos en los
resquicios que van quedando. Quizá los más jóvenes, aquellos puntos que siguen.
que, por lo menos en Chile, crecimos durante los años de la
dictadura, no tengamos otra opción que sentirnos obligados 2. Mercado, literatura y política
a reconocer que todo cambió, fundamentalmente el lugar de la
cultura y el del arte en particular, pues crecimos en un mun- A pesar de que hemos invertido trabajo en el escenario con-
do que no solo considera mercancía todo producto, incluso temporáneo, donde el mercado ocupa un lugar prominente,
el producido por la reflexión y el saber, sino que también nos comenzaremos por señalar que este no es, a priori, un aspecto
considera a nosotros mismos como capital, un capital llamado limitante del arte, pues, por lo menos en lo que atañe a la lite-
humano. No verlo así es contemplarlo como quiere el mercado. ratura moderna, surgió con él. Recordemos que mucho antes
Nuestro escenario es la flexibilización, la precarización como de que la discusión sobre el mercado (y sus alternativas) se
norma, pues no conocemos ni la cultura ni el trabajo estables. volviera un lugar común, asumido como la terrible maligni-
Alejandro Zambra ha ficcionalizado muy bien este escenario dad de “nuestra” época, Baudelaire comprendió lúcidamente

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que la subsistencia del artista no dependía de otra cosa que cuando Rama habla de robusto, piensa también en el mercado
no fuera la venta de sus poemas, vislumbrando en ello no el editorial, pues el autor de La ciudad letrada tiende, por ejemplo,
infierno que se avecinaba, sino el infierno en el que se vivía.5 a fechar la emergencia del boom a partir de “la evolución de las
De modo que cuando la literatura ha perdido su privilegiado ventas de libros” y pone como ejemplo la circulación, es decir,
lugar de antaño, aquel cercano a la soberanía, no debiéramos las ventas de las obras de Cortázar y de García Márquez.6
llorar, ni inventarnos problemas como el referido al “actual”
acoso del mercado. Es más, desde la conversación entre el cura
y el canónigo que leemos en el Quijote, sabemos que “las co-
Afirmar entonces que la literatura moderna no emergió de
medias se han hecho mercadería vendible”. “El poeta”, señala
manera independiente o por fuera del mercado, sino que tuvo
el canónigo, “procura acomodarse con lo que el representante
lugar gracias a él, no conlleva claudicar ni reconocer una de-
que le ha de pagar su obra le pide” (497), frase esgrimida con
rrota, la de ella y la de su crítica. Muy por el contrario, nuestro
un claro eco a una sentencia similar referida por Aristóteles
objetivo es ponderar sus actuales y efectivas posibilidades, a
en su Poética. De manera que la literatura “moderna” nunca
la luz de las transformaciones que ha sufrido (en) el mercado,
ha existido por fuera del mercado, independientemente de las
pues si este favoreció en algún momento la circulación y el ro-
formas que éste, cual Proteo, asuma.
bustecimiento de la escena literaria, donde el lector en tanto
Recordemos sino la tesis de la autonomización literaria la- público tenía un lugar importante, lo más lógico es pensar que
tinoamericana, la que se habría alcanzado en el momento de la la emergencia de una publicidad telemediática, centrada aho-
llamada modernización (1870-1910), es decir, en el momento ra en la figura del consumidor, ha trastocado radicalmente la
de una mayor y sostenida integración de América Latina a la escena que tuvo lugar, digamos entre Rubén Darío y el boom,
economía mundo. La profesionalización de los escritores, mos- y ha trastocado, por cierto, el modo de relacionamiento que se
tró crudamente Rubén Darío, ocurría gracias a que se daba un tenía con ese objeto llamado libro, cuyo culto tan bien describió
escenario más adecuado para poner en circulación sus obras, Borges en unas páginas memorables, donde leemos: “Un libro,
y ya no esperar de mecenas estatales para ello. De ahí que el cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado” (“Del culto
periodismo y su vínculo con lo que vendría en llamarse “pú- a los libros” 91). Referida en 1951, la sentencia parece acertada,
blico” fueran el lugar de su aprendizaje: “la intercomunicación precisa; en la era del world wide web, esta sacralidad dice muy
y la integración en el marco literario occidental”, señaló Rama, poco, casi resulta ingenua, pues hoy los libros se multiplican
“instauran la novedad de un sistema literario latinoamericano como los panes, aunque de forma inmaterial, pues un libro
que, aunque débilmente trazado en la época, dependiendo cada vez más se compra menos y se descarga más, y se hace
todavía de las pulsiones externas, no haría sino desarrollarse principalmente desde esos nuevos supermercados virtuales
en las décadas posteriores y concluir en el robusto sistema indiferenciados tipo Amazon.
contemporáneo” (“La modernización” 87). La paradoja aquí es
que la autonomía literaria se alcanza mediante el sometimiento
económico, no voluntario por supuesto, sino debido a la ten- 6.  Ver Ángel Rama, “El boom en perspectiva”, 290-291. Luego de Rayuela,
dencia universal del capital, como creía Marx. Por otra parte, las obras de Cortázar se disparan, posibilitando incluso la reedición de obras
anteriores que, como Bestiario o Las armas secretas, pasaron de vender 2.500
y 3.000 ejemplares respectivamente, a vender diez años más tarde 23.000
5.  Dice de él Benjamin: “Desempeñaba el papel de poeta (…) ante una (en dos tiradas) y 10.000. Cien años de soledad, por su parte, se publica en
sociedad que ya no necesitaba poetas verdaderos” (citado en Dialéctica de la 1967 con una tirada de 25.000 ejemplares y desde el año siguiente saldrán en
mirada 210), y por ello se reveló contra todo. ediciones de 100.000 ejemplares.

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

El mercado entonces no es, a priori, nuestro problema. Es sino que ha sido recuperada de Karl Kraus y de Adolf Loos,
más bien cómo logramos encontrar un lugar que nos permita cuyas preocupaciones podríamos decir que anticiparon las
visualizar la literatura, de lo contrario terminará desaparecien- nuestras. Foster cita el controversial texto del arquitecto y crí-
do entre los miles de objetos que se ofrecen para la entretención, tico vienés, “Ornamento y delito” (1908), donde se presenta un
será indisociable de una cultura sin perfil (Foster), aún más ataque frontal al afán decorativo publicitado sobre todo por el
cuando la academia misma está permeada por la entretención art nouveau del novecientos, pues Loos, a quien le interesa úni-
(el mercado) y se nos va haciendo frecuente ver en los congre- camente la practicidad del diseño, ve en ello, en la recupera-
sos y revistas, incluso en congresos y revistas que se auto repu- ción del ornamento, una actitud anticultural, incluso bárbara,
tan de “serios”, ponencias y ensayos dedicados precisamente pues, a su juicio, “la evolución cultural equivale a eliminar el
a los escritores cuya calidad viene del número de ejemplares ornamento del objeto de uso cotidiano”, como también por la
vendidos, pues, tal como lo estamos planteando, el mercado distancia del arte respecto del diseño, al que ha reemplazado
no es un problema hasta que se convierte en la única variable (85). A Foster por supuesto no le interesa reivindicar los ele-
para pensar o crear arte o literatura, pues ahí es cuando la lite- mentos eurocéntricos y elitistas de esta crítica, sino más bien su
ratura desaparece en la indiferenciación absoluta; desaparece insistencia en develar el subjetivismo inherente a la cultura de
no porque leer O Alquimista o Harry Potter esté de moda, sino la moda y el diseño, pues ese subjetivismo, esa individualidad,
porque fueron escritos nada más que para vender, y aquí sigo es gratuita, de manera que ante su afán totalizante, es necesa-
las palabras de sus autores, cuyo interés es la entretención y no rio, señala Karl Kraus, establecer un margen de maniobra:
la reflexividad que ha caracterizado a la literatura. Desaparece
también cuando se le entrega el Premio Nacional de Literatura a Adolf Loos y yo, él literalmente [es decir, artísticamen-
Isabel Allende no por su obra, sino por poner en circulación te], yo lingüísticamente [es decir, periodísticamente],
mundial el nombre de Chile, como si fuera una marca, aunque no hemos hecho otra cosa que demostrar que entre una
urna y un urinario existe una diferencia, y es a partir
solo lo haga a través de las solapas de los millones de ejemplares
de esta diferencia que la cultura logra un margen de
que ha vendido en decenas de idiomas. Lo mismo ocurre con
maniobra [Kultur Spielraum hat]. Los otros, sin embar-
Paulo Coelho, miembro de la Academia Brasileña de las Letras go, los hombres positivos, aquellos que no hacen esta
desde 2002 y uno de los mayores “difusores” del portugués, al distinción, se dividen entre los que utilizan la urna
entrar al libro de Guinness (2003), por haber logrado la mayor como urinario, y los que usan el urinario como urna.7
cantidad de contratos de traducción para un solo libro, 53 para
O Alquimista, legitimando, según el crítico Silviano Santiago, la Por lo visto, Kraus y Loos apostaban por una política que man-
calidad por la cantidad: “El babélico recordista sustituye en los tuviera separados lo profano de lo artístico, que la urna no se
titulares a los disciplinados artesanos de las letras, obsoletos transformara en un urinario, pues al hacerlo, los hacía indis-
en los balcones de las librerías” (“Outubro Retalhado” 75). En tinguibles y los arruinaba. A través de Die Fackel (la antorcha),
ambos escritores, tanto el español como el portugués, se escri- Kraus también criticó al periodismo de su época, el que había
ben de lleno en “la lengua franca de la globalización”, añade deformado el lenguaje en función de la facticidad de la noticia,
Santiago (77).
Aquí volvemos al trabajo de Hal Foster, quien ya ha pro- 7.  La cita de Kraus proviene de un texto publicado en su famoso diario Die
puesto una estrategia para enfrentar la cultura sin perfil de la fackel [La antorcha], diciembre de 1912, núm. 37, reproducida en Werke, vol. 3,
que hemos venido hablado, esa cultura que deja poco margen 341. Nosotros la encontramos en Nachts [Por la noche], su tercera colección de
aforismos. Foster encontró la cita en Carl E. Schorske, Thinking with History.
de maniobra para el arte y su crítica. La estrategia no es nueva, Explorations in the Passage to Modernism 163.

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sirviendo así a las elites manipuladoras (denuncia con la cual (67), de manera que si para los modernos la tradición resultó
se anticipaba a Orwell). De manera que ambos buscaban la in- opresiva, es muy posible que en nuestro tiempo podamos in-
vención de un espacio de contestación, un espacio cuya política vocarla para buscar en ella la posibilidad de la literatura del
fuera establecer diferencias, pues el orden policial las borraba a siglo XXI, pues la tradición hoy no tiene ni el lugar ni la carga
su favor. Esta es también la política que intenta Foster: de hace cien años, hoy está disponible para ser usurpada por
cualquier artista o escritor y hacer con ella lo que le dé la gana
La autonomía, incluso la semiautonomía, puede ser (aunque esto los escritores siempre lo han sabido), pues hoy
una ilusión o, mejor, una ficción; pero periódicamente pocos se atreverían a usar las etiquetas de parásito y perezoso
es útil, incluso necesaria, como lo fue para Loos, Kraus para describir el trabajo de un escritor o un artista que apele
y compañía hace cien años. Periódicamente también,
a una diferencia efectiva. T.S. Eliot solía señalar que la mejor
esta ficción puede hacerse represiva, incluso mortal,
obra es aquella donde los poetas muertos “manifiestan su in-
como lo fue hace treinta años [Foster escribe en 2002],
cuando la postmodernidad comenzó a desarrollarse mortalidad”, con lo que nos quiere decir que la tradición no
como una salida a la modernidad petrificada. Pero es pasado, sino un presente desde el cual un artista intenta
nuestra situación no es ésa. Quizá es hora de recuperar insertarse en ella.
un sentido de la ubicación política de la autonomía y Tenemos muy en claro que esta estrategia puede no resul-
de su transgresión, un sentido de la dialéctica histórica tar atractiva para críticos antimodernos. Así que vale recordar
de la disciplina y de su contestación, intentar de nuevo
que las categorías no son esencias, ni sus contenidos inaltera-
“proveer cultura con un margen de maniobra” (25).
bles, de lo contrario, aquello que desde hace solo dos siglos
La política de Foster es atractiva y tiene la potencia de anun- llamamos literatura nunca se habría movido desde Homero en
ciarse cuando el arte ha perdido los residuos de sacralidad adelante, pero Vico, como veremos en la segunda parte de este
que lo acompañaron a lo largo del siglo XIX y parte del XX, de libro, nos ha enseñado que sí, que de un periodo a otro, los con-
manera que invocar la autonomía hoy no es una idea descabe- tenidos de las categorías se modifican, que algunas categorías
llada, ni elitista, como podría esgrimir algún populista, sino desaparecen y otras se inventan o las reemplazan. Stuart Hall
una posibilidad en la que debemos profundizar, pues en vista (1984) insistía en la importancia de reconocer “las fuerzas y las
de lo que hasta aquí hemos referido, la urgencia por un margen relaciones que sostienen la distinción, la diferencia […] entre
de maniobra que nos permita establecer una diferencia efectiva lo que, en un momento dado, cuenta como actividad cultural
se transforma también en nuestra política. Lejos estamos de las o forma de élite y lo que no cuenta como tal”, pues en ellas
esencias, lo cual nos permite levantar esta autonomía con una radica su “principio estructurador” (105). Ya hemos visto cómo
fuerza de la que no gozaron anteriores críticos, que operaron ha cambiado ese principio estructurador, junto a las fuerzas y
durante mucho tiempo con criterios demasiado normativos, relaciones que sostienen hoy la indistinción totalizante, pues
fundacionales y canónicos conservadores. Es posible que en consideramos una tarea política el haber insistido en estos
el devenir de esta autonomía también resulte restrictiva, pero cambios, para luego buscar la estrategia que nos permita ya no
como no podemos leer el archivo que nos soporta (Foucault), dividir sino reunir los fragmentos de una cultura política. Si en
por ahora creemos que resulta una estrategia pertienente, pues el momento fordista la cultura llegó a ser considerada “una es-
sabemos que ella es una ficción y no una herencia, menos una pecie de campo de batalla constante” (Hall), entonces lo sigue
imposición. Tal proceder implica reconocer profundamen- siendo, aunque bajo unas condiciones de lucha radicalmente
te que “la tradición no está nunca dada, sino que es siempre distintas. Ello porque aún es posible encontrar “elementos de
construida, y siempre más provisionalmente de lo que parece” reconocimiento e identificación, algo que se aproxima a la re-

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

creación de experiencias y actitudes reconocibles, a las cuales En este sentido, luego del fin del arte, la noción de tradición
responden las personas” (108). aparece más como un desafío aceptado que como una camisa
Uno de esos elementos es la literatura, pero para reconocer de fuerza, dado que son los mismos escritores y no la crítica o
su política, creemos necesario no tanto definirla, como señalar lo que queda de ella quienes se han impuesto tal desafío, pues
más bien qué conjunto de textos es el que aquí hemos venido las ideas de tradición no son nociones fijas, ya que la historia
tratando como literatura, cuestión que hemos previamente es- también tiene algo que ver en ellas. Explicaremos este punto, si-
quivado no por dejación, sino porque, para convencer al lector, guiendo el trabajo que Rancière viene realizando sobre estética
se hace necesario marcar antes el recorrido que nos ha traído a partir de su vínculo con la política, entendiendo por política
hasta el punto en el cual nos vemos obligados a reconocer que no el poder ni su organización, como tampoco la organización
es imposible definir literatura, y optar por la instauración de por él establecida, sino su trastocación, la subversión del orden
una mirada que la identifique, que la reconozca dentro del in- que ha fijado un lugar determinado para cada cuerpo o para
menso bazar en el cual hoy habita junto a un sin fin de otros cada conjunto de cuerpos:
objetos, pues, como ha señalado Jacques Rancière, “para que
Generalmente se denomina política al conjunto de los
haya arte se precisa una mirada y un pensamiento que lo iden- procesos mediante los cuales se efectúan la agregación
tifiquen. Y dicha identificación supone un proceso complejo de y el consentimiento de las colectividades, la organiza-
diferenciación” (El malestar en la estética 15). Debemos, en otras ción de los poderes, la distribución de los lugares y
palabras, abrirnos un camino, quizá un sendero, que permita funciones y los sistemas de legitimación de esa distri-
plantear la necesidad que nos lleva a tratar algo como literario. bución. Propongo dar otro nombre a esta distribución
En puntos anteriores, hemos visto cómo ni la literaturidad o y al sistema de estas legitimaciones. Propongo llamar-
especificidad discursiva (o material, para el caso del arte), ni lo policía… Propongo ahora reservar el nombre de po-
el lugar desde el cual alguien inscribía algo como obra, resul- lítica a una actividad bien determinada y antagónica a
tan suficientes para considerar hoy un artefacto como arte o la primera… La actividad política es la que desplaza a
como obra. Lo que nos queda entonces, es pensar la literatu- un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia
el destino de un lugar, hace ver lo que no tenía razón
ra como el concepto que vuelve visible la literatura, es decir,
para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde
como la palabra que cuando tiene lugar invoca, cargando sobre
solo el ruido tenía lugar, hacer escuchar como discur-
sí misma, el testimonio de su historia. Aquí parafraseamos a so lo que no era escuchado más que como ruido (El
Rancière, aunque de una manera bastante libre, porque lo que desacuerdo 44-45).
estoy refiriendo con ello, de manera nada original y sí iterati-
va, es que la literatura, por lo menos en lo que respecta a las Lo que hace Rancière es llevar esta distinción, clara y potente,
obras en este libro consideradas, corresponde a la traducción hacia el arte y la literatura, pues si la política desplaza los cuer-
de obras precedentes, corresponde al trabajo sin restricción y pos de los lugares previamente asignados, es decir, interrum-
subversivo de una tradición o de la tradición a la que han deci- pe el orden de las dominaciones, lo hace con el fin de instituir
dido incorporarse, pues los escritores de los que más adelante una comunidad, un espacio común que reintroduzca aquellos
hablaremos, Vásquez y Bolaño, consideran la figura del canon sujetos y objetos cuyos cuerpos habían sido excluidos de la
en los términos planteados por Foster, “menos como una ba- política, volviéndolos visibles, oyéndolos y dotándolos (o do-
rricada que derribar que como una ruina que conservar”, no tándonos) de la palabra negada. Para Rancière, el arte y la lite-
sin antes alterarla lo más posible, reacomodándola mientras se ratura no hacen sino lo mismo, configurar una comunidad que
busca el propio lugar. incorpore lo excluido, aquello que, por ejemplo, Platón y luego

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

Aristóteles expulsaron “a la noche del silencio o el ruido ani- y, seguido, el de objetos, cuyas apariencias imitará, indepen-
mal” (El desacuerdo 36). Lo suyo es preguntarse por la escritura diente de si se trata de algo bueno o de algo malo; esta distin-
que tiene la fuerza de interrumpir o anular aquellos discursos ción le resulta irrelevante a la hora de producir y engañar a la
que, como la policía, han fijado las normas de ordenamiento y multitud ignorante. Él “es ‘imitador’ de lo cual los otros son
ubicación inamovible de los cuerpos, con efectos en el orden artesanos” y eso le resulta suficiente. Este régimen luego dará
de lo social y lo literario, o quizá respetando y comunicándose lugar al régimen poético o figurativo, que tiene en su centro la
paralelamente con lo social, en una especie de homología. Ello idea de representación, es el régimen de las artes establecido
porque el problema de la literatura es también el problema de por Aristóteles, que deja de lado tanto las leyes de la verdad,
la distribución de los lugares. La Poética de Aristóteles aparece como las normas de utilidad de las obras, para comenzar a
aquí como el discurso policíaco más estable y duradero que centrarse en el control del material que el arte (en tanto forma)
haya existido, pues su fuerza en tanto régimen de visibilidad toma a su cargo, bajo una estricta normativa que se correspon-
del arte, recién logró ser combatida por completo durante derá con las jerarquías de los sujetos representados, pues aquí
el siglo XIX. Vemos que solo este escueto comentario ya nos la acción tendrá su correlato en la palabra, que imita a la gente
permite reconocer un eco del filólogo Erich Auerbach, pues que actúa, siguiendo la “virtud” o el “vicio”.
Mimesis resuena fuertemente en la estética de Rancière, a pesar Ahora bien, esa fuerza tendrá que enfrentarse muy pronto
de que el filósofo no acostumbre citarlo, por lo menos no lo con otra tan o más impulsiva, una fuerza que viene precisa-
debido. Pero antes de referir este régimen de visibilidad, es ne- mente a deshacer todo el dispositivo reglamentario que se le
cesario señalar a qué régimen desplazó, para, posteriormente, ha impuesto a la mimesis, una fuerza que nosotros conocemos
preocuparnos del régimen que, a su vez, destronó a la poética con el nombre de literatura, y cuya emergencia para Rancière
aristotélica. puede situarse en los inicios del siglo XIX, y lo hace con sus
Rancière identifica tres grandes regímenes de identificación propias maneras sensibles de hacer (escribir), ver (leer) y juz-
del arte, cada uno con sus particulares formas de visibilidad, gar (criticar), unas maneras cuya reunión permitirá otra forma
con sus propias comprensiones de lo artístico: ético, poético y de entender el arte y lo que le pertenece, una forma que entra
estético. El primero debe su existencia a Platón, que expulsa de en abierta confrontación con ese régimen mimético, ya que le
la polis a los poetas, por falsarios de la realidad y corrompe- es completamente heterogéneo. Rancière lo llama estético:
dores de los ciudadanos, pues a diferencia de un artesano, que
produce objetos concretos, aquellos producen solo apariencias, El régimen estético de las artes es, en primer lugar,
imágenes a partir de una verdad de la que solo “conocen” una la ruina del sistema donde la dignidad de los temas
parte. Para el autor de la República, una cosa solo puede ser dirigía aquella de los géneros de representación (tra-
gedia para los nobles, comedia para el pueblo; pintura
considerada, en orden decreciente, bajo tres formas (artes): “el
de historia contra pintura de género). El sistema de la
del que la usa, el del que la hace y el del que la imita”. Quien
representación definía, con los géneros, las situaciones
conoce mejor lo suyo es aquel que lo usa cotidianamente y y las formas de expresión que convenía a la bajeza o a
puede, así, indicarle al hacedor aquello que, en virtud de algu- la elevación del tema (El reparto de lo sensible 39).
na particular necesidad, resulta preciso modificar; el artesano
confía en esta palabra recomendadora, que, gracias al empleo Se trata del “triunfo de la página novelesca sobre la escena tea-
de los objetos, reconoce lo que es bueno y lo que no. En cuanto tral” que portaba férreamente el régimen de representación, ese
al pintor o al tragedista, resulta que es el tercero a partir de la régimen animado por la representación de la acción, animado
verdad, puesto que le anteceden el constructor de la naturaleza por la estricta diferenciación genérica, animado por un deco-

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ro apropiado a la naturaleza de las acciones invocadas (que ver visible aquello que no lo era y hacer que sean entendidos
le entregaba su verosimilitud, esa que Shakespeare no logró a como hablantes aquellos que no eran percibidos más que como
juicio de la corte) y, por último, animado también por la equi- animales ruidosos” (El malestar 35). En síntesis, el arte y la lite-
valencia entre la acción y la palabra: un rey debe hablar como ratura son políticos porque se plantean de manera heterogénea
un rey, comportarse como un rey y ser representado como un al sensorium de la dominación, y ello a pesar de que la domina-
rey. Ahora bien, la literatura aparece para romper punto por ción quiera apropiárselos para su propio beneficio integrándo-
punto esas animaciones, es más, constituye la inversión radi- los, porque ni siquiera cuando el arte vive dentro del mercado,
cal de cada una de ellas: “Al primado de la ficción se opone el deja de luchar por instituir un espacio o un sensorium diferente.
primado del lenguaje. A su distribución en géneros se opone el Bajo esta línea, Rancière se referirá a la democracia de la
principio antigenérico de la igualdad de todos los temas repre- escritura, pues de ahora en adelante, no habrá ninguna regla
sentados. Al principio del decoro se opone la indiferencia del de adecuación que limite los temas ni los personajes, tampoco
estilo con respecto al tema representado. Al ideal de la palabra habrá adecuaciones entre palabra y acción, ni menos genérica.
en acto se opone el modelo de la escritura” (La palabra muda 39). Sin embargo, posiblemente aquí radique la dificultad de com-
Si la política es la injerencia en el reparto de lo sensible, la prender o desear fijar la novela, para la cual no hay organiza-
literatura es política porque no hace más que permitir otra for- ción ni límites, lo suyo es la forma libre, no determinada, pues
ma del reparto, porque lo que la literatura ha permitido con ni siquiera la supuesta distancia entre lo prosaico y lo poético o
su aparición estética es, como en Balzac, como en Zolá (como literario le es restrictivo a su existir, pues, a pesar de que costó
en Dickens, a quien Rancière no nombra), la aparición, como mucho en percibirse, lo suyo no es un modo de trabajar con el
afirmó Auerbach, “de cualquier tema, incluso el más bajo, a ser lenguaje, sino unas formas en que da a ver y escuchar aquello
tratado seriamente y, por tanto, la mezcla de estilo” (Mimesis que se nos ciega o silencia. De ahí que se la haya concebido
466). alguna vez como una nueva forma de escribir, pues comparada
Lo que hace interesante la tesis de Rancière es que el rea- con las bellas letras, en verdad lo era, pero lo era no por el uso
lismo descrito por Auerbach lo lee en clave política, pero no que le daba al lenguaje, sino por crear esa textura que se llama
en términos policíacos, sino en términos interruptivos como estilo: “la condición absoluta del estilo era en principio la ruina
señalamos más arriba, y es ello lo que le permite acentuar la de todas las jerarquías que habían gobernado la invención de
radicalidad que acompaña la emergencia de un nuevo régimen los temas, la composición de las acciones y la conveniencia de
de visibilidad, un régimen para el cual el arte no es político las expresiones en las declaraciones mismas del art pour l’art, era
por los mensajes que porta, ni por la representación de los preciso leer la fórmula de un igualitarismo radical” (“Política
conflictos sociales que pueda realizar o vehiculizar; el arte o la de la literatura” 25-26), pero también era la inversión de todas
literatura son políticos en tanto arte o literatura, porque para las jerarquías del mundo al cual el régimen mimético pertene-
este régimen lo político reside en “la distancia que toman con cía y, por lo mismo, contribuyó a la disolución de ese mundo
respecto a sus funciones, por la clase de tiempos y de espacio en sí. Desde ahora, señala Rancière, ya no importa quién es el
que instituye, por la manera en que recorta este tiempo y pue- escritor ni el lector, pues quien lo desee podrá tomar a su cargo
bla este espacio” (El malestar 33). En otras palabas, es político la escritura, dado que la escritura es la impropiedad misma,
porque logra instituir un espacio común diferente y específico sin residencia ni amo, y a esa impropiedad, en la que Rancière
al recortar una esfera particular de la experiencia, porque logra ve la especificidad de la literatura, se la llama literariedad, la
“reconfigurar el reparto de lo sensible que define lo común de democracia radical de la letra.
la comunidad, en introducir sujetos y objetos nuevos, en vol-

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Aquí llegamos al punto que nos permitirá retomar nuestra taro […] El desconocido [Rafael] comparó a primera
discusión, la propia de y para estas páginas, pues si esa litera- vista aquellas tres salas abarrotadas de civilización, de
riedad es la condición de la literatura, su ser democrático es cultos, de divinidades, de obras maestras, de realezas,
también la posibilidad de su ruina, ya que la imposibilidad de ruinas, de sensatez y de locura, a un espejo lleno de
de un lenguaje propio la introduce en la indistinción con lo facetas, de las que cada cual representara un mundo
(La piel de zapa 20-22).
que le circunda, que es por lo demás de donde abreva para sí
indiscriminadamente. No marcar la diferencia, no insistir en La piel de zapa abre de manera radical el camino que conduci-
ella conduce, como nos han mostrado las vidas de Don Quijote rá a la autonomización de las cosas, hasta conseguir su total
y luego la de Emma Bovary, a la locura, a la desesperación, equiparación o su igualación con las personas. Como recordó
al desvanecimiento. Para no desaparecer en la indiferencia, la Julian Barnes, Flaubert acostumbraba señalar que lo “devoran
literatura deberá desdoblarse con tal de romper, así sea artifi- las comparaciones como a otros los piojos” (22), pero también
cialmente, ficcionalmente, con el lugar de donde proviene y a es cierto que le interesaban más los piojos que sus víctimas.
donde se dirige, deberá oponer “otra relación de las palabras Para Rancière en el almacén que recorre Rafael de Valentin, “si-
con las cosas que designan y con los temas que transportan” multáneamente toda una sociedad puede leerse en su verdad
(“Política de la literatura” 30-31), crear otra comunidad, otro gracias a los fósiles que descarta sin cesar en los bajos fondos…
pueblo. La literatura debe transformarse en arqueología, tam- La verdad de la literatura se inscribe en la vía abierta por esas
bién en filología, pues ahora deberá, para existir, buscar una ciencias que hacen hablar a los vestigios sin vida: fósiles de
nueva relación entre la visibilidad de las palabras y las de las paleontólogo, piedras o pliegues tectónicos del geólogo, ruinas
cosas presentes, pero sobre todo pasadas. del arqueólogo, medallas e inscripciones del ‘anticuario’, frag-
Rancière cita La piel de zapa, en cuyo inicio el nomadismo mentos del filólogo” (“Política de la literatura” 33). Sin embar-
presuicidio de Rafael de Valentín lo lleva hasta un almacén de go, esa autonomización no implica únicamente su ingreso al
antigüedades (The Old Curiosity Shop, como escribía poco des- mundo de la literatura, es también su ingreso pleno al mundo
pués Dickens), en cuyos depósitos se encuentra con “los restos de la mercancía, en cuyos subterráneos el literato arqueólogo
de veinte mundos”: buscará revivir el pasado que la fantasmagoría intenta reificar.
No sería difícil, por tanto, señalar que entre el almacén de
A primera vista, los almacenes le ofrecieron un cuadro
Balzac y el actual gabinete de curiosidades posmoderno no
confuso, en el que se amontonaba lo divino y lo huma-
parece haber una diferencia significativa, pues ambos existen
no. Cocodrilos, boas, monos disecados, sonreían a los
ventanales de iglesia, parecían querer morder los bus- gracias a la disolución de los criterios que dan visibilidad a sus
tos, correr tras las lacas, trepar a las pendientes arañas. propias diferencias, las que prácticamente han sido borradas
Un jarrón de Sévres, en el que madame Jacotot pintó gracias a la retórica del igualitarismo de la democracia neoli-
a Napoleón, se hallaba junto a una esfinge dedicada a beral, donde todo está a disposición de todos, donde no hay
Sesostris. El comienzo del mundo y los acontecimien- reglas para escoger más allá del deseo domesticado, y donde
tos de la víspera se asociaban en grotesco maridaje […] ni la necesidad resulta, finalmente, un criterio válido. Rafael
Todos los ámbitos de la tierra parecían haber aportado entró para matar el tiempo antes de matarse a sí mismo, y sa-
allí algún resto de su ciencia, alguna muestra de su lió con un talismán (la piel) que le prometía cumplir todos sus
arte. Era una especie de vertedero filosófico, en el que deseos, a costa de restarle tiempo a esa vida que ahora deseaba
nada faltaba; ni la pipa del salvaje, ni la pantufla verde continuar. Esto es lo que permite a Rancière señalar que el des-
y oro del serrallo, ni el yatagán morisco, ni el ídolo tár-
dibujamiento posmoderno de las fronteras tiene por lo menos

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dos siglos. Pero lo cierto es que aquí sí hay una heterogeneidad, escribe y viceversa. No es que Rancière crea que todavía vivi-
pues mientras aquel almacén lograba reunir al interior de sus mos en el siglo de Flaubert, sino que no reconoce la mutación
paredes “los restos de veinte mundos”, el mundo entero, y no literaria que acá hemos venido trabajando o no la reconoce con
solo sus bajos fondos, está compuesto por los restos de veinte la profundidad que le hemos dado, puesto que, a su juicio, la
y más mundos, pues parece ser que cuando Raphaël dejó el política literaria no tiene lugar dentro de la oposición moderno/
cuarto de las antigüedades, la puerta quedó abierta y se llevó posmoderno, y si no la tiene, entonces hay que relativizar las
sus llaves sin que ni el dueño ni Rancière lo vieran. supuestas mutaciones. Nuestra propuesta de lectura tampoco
La modernidad intentó controlar su pasado, encerrándolo, pasa por una oposición, sino por una inversión de los lugares
domesticándolo o negándolo, para mostrar un imposible punto asignados a determinados objetos dentro de la modernidad,
cero de inicio. Una total falacia que hoy nos tiene viviendo en considerando ese juego entre lo dominante y lo residual que ya
un almacén sin muros, donde ni la literatura sirve de conjuro, hemos visto. Lo que sí ha cambiado para Ranciére es la forma
pues es una de las tantas reliquias que pueblan nuestro radi- “polémica” de la política, pues si durante el siglo XIX y parte
calmente heterogéneo presente indiferenciado. De ahí la lúcida del veinte la literatura, es decir, la política, se daba a partir de
sentencia de André Malraux en El museo imaginario: “Un cruci- un enfrentamiento directo con aquello que quería impugnar o
fijo romano no era, al comienzo, una escultura; la Madonna de interrumpir, hoy sus formas son las humoradas que sustituyen
Cimabue no era, al comienzo, un cuadro; ni siquiera la Atenea el choque provocador, humoradas que encontramos bajo las
de Fidias era, al comienzo, una estatua”. Hoy todo esto es arte formas del juego, el inventario, el encuentro y el misterio, for-
que puebla un mismo mundo, un arte que se suma indiferente mas de acción micropolíticas actuando incluso a nivel imper-
a los objetos que entregan rendimientos económicos. Por eso ceptivo, pero siempre con el mismo fin: la instauración de un
hoy el Museo de Bellas Artes (de Chile) tiene, por tanto y como espacio común, un reparto de lo sensible que visibilice la parte
corresponde, su sala o sucursal en el Mall Plaza Vespucio. de los que no tienen parte.
Ejemplos como este hay cientos. El juego vuelve indecidible la polémica y hace de la indeci-
Creo que este tránsito Rancière no lo ha reconocido, pues bilidad su potencia, mientras el inventario posibilita un archi-
su comprensión de la literatura obedece demasiado al modelo vo que reúne las huellas de la historia común(itaria) de objetos
industrial, por llamarlo de alguna manera. Rancière se concen- e imágenes. El encuentro instaura nuevas formas de relaciona-
tra en el siglo XIX francés, cuestión que, paradójicamente, le miento ante el predominio de la individualidad (al estilo del
impide pensar que si la literatura inventó un régimen de visibi- arte relacional de Nicolas Bourriaud), creando nuevas formas de
lización heterogéneo y tuvo éxito, fue porque la literatura o eso situaciones y encuentros que se hagan cargo de la pérdida del
que vendría a llamarse literatura vivió de su pasado, percibió lazo social. En cuanto al misterio, lo suyo es poner “el énfasis
que –como la obra de arte–, a pesar de estar siempre abierta a la sobre las afinidades” de los elementos que el choque mostraba
pérdida de su aura, aún no estaba completamente desconecta- como heterogéneos e irreconciliables. No es de extrañar que los
da de su histórica función ritual. No será sino hasta unas déca- ejemplos a los que Rancière recurre para ilustrar cada una de
das más tarde que perderá completamente su función aurática, estas formas no provengan de la literatura sino del arte, donde
pues a inicios del siglo XIX todavía vive gracias ella. Es innece- la fotografía, el video y las instalaciones resultan más ejem-
sario recurrir a Walter Benjamin para saber que hoy no, puesto plares que la escritura para emancipar al espectador. Que el
que lo ritual desapareció en la mercancía. Literatura viene de lector/escritor no aparezca aquí como una posibilidad es, creo,
litteratus, o sea de letrado, instruido y docto, viene, por tanto, un indicio de la mutación no entrevista por Rancière, pues esta
del que sabe y no del que escribe, a pesar de que el que sabe también conlleva el predominio de la imagen por sobre la letra,

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así como la influencia misma de la imagen sobre la literatura. los traductores no son confiables: traduttore traditore, afirman
Sin embargo, el punto que sigue, el último, pretende no solo los italianos; porque actúan en patota y siempre queriendo
aunar los puntos anteriores, sino también mostrar la potencia salvar a uno que otro fantasma que ya no sirve al mercado
de la literatura, bajo la firma de Bolaño, cuya obra muestra un (sin ir muy lejos, los poetas obreros). De manera esquemática,
trabajo de reanimación del pasado, en particular del pasado de nuestra hipótesis al respecto señala que la literatura de Bolaño
la literatura y sus circunstancias (lugares, nombres, etc.). es diacrónica, mientras la dominante o mercantil es sincrónica.
Esto, el trabajo con los fantasmas y las ruinas, su reanima- Con diacrónica me refiero a que trabaja con la tradición, tradu-
ción frente a la reificación de la comedia humana, es su políti- ciéndola y traicionándola, como Borges antes de él, pues com-
ca: insertarse en el reparto de lo sensible, y desde la escritura parten la visibilización de lo literario. La literatura sincrónica,
visibilizar la escritura, inventar un pueblo, una comunidad. por su parte, es inmediata, no necesita de la tradición, ya que lo
Bolaño no es el único que hace esto, por supuesto, también lo suyo no es la comprensión del presente, sino la intensa búsque-
hace Vásquez, como veremos más adelante, Piglia, Pitol, a su da de 15 minutos de fama. Los libros de J. R. R. Tolkien o Paulo
manera también Vila-Matas, Villoro, Eltit, Vallejo, Santiago, Coelho son sincrónicos, por ejemplo, de la misma manera que
entre otros/as (no muchos más). Me concentro en Bolaño por lo fueron los libros de caballería para el Quijote o los de Walter
las razones esgrimidas en la introducción, que más adelante Scott para Emma; los libros sincrónicos contribuyen a la locura
se volverán a clarificar. Por ahora, resta señalar de qué manera en la que caen los personajes de la escritura diacrónica. Son, en
la literatura de Bolaño se la juega por un pueblo. Lo prime- otras palabras, los libros que Auerbach llamaba de evasión de
ro, decir que escribe o se dedicó a la escritura de una manera la realidad, de la historia.
muy similar a como lo hicieran antes Schwob, Reyes o Borges, Ahora bien, hoy los libros en la estela de la sincronía no
como un escritor del siglo XIX, aunque con los materiales de crean un pueblo, sino, a lo más, un nicho de mercado. Los dia-
su propio tiempo. Como muchos otros, todos ellos tomaron la crónicos también pueden crear un nicho, pero no por gusto o
escritura como un oficio, como un trabajo no de entretención propia decisión, aunque esto no es lo relevante; lo relevante
sino de comprensión del mundo, la literatura como una forma es el hecho de poder inventar un pueblo estando en el mer-
de conocimiento. Al hacerlo, se sumaban a quienes ya habían cado, pues fueron escritos para eso, para crear un pueblo allí
hecho lo mismo, si bien a veces con otro nombre. En conjunto, donde solo se necesitan consumidores individuales. En este
mirados a través del tiempo, forman un pueblo que reinscrito sentido, pueden resultar contradictorios, pero esa es su política
en el presente, inventa un pueblo ahí mismo donde el pueblo sin garantías, pues así como pueden contribuir a un pueblo,
está proscrito, en el mercado, porque el pueblo es la instaura- también pueden disolverlo; ello implica que no puede asegu-
ción de una diferencia efectiva, la diferencia de aquellos que no rar sus resultados, y no tendría por qué. En cuanto a los libros
deben tener parte en el reparto del mercado, incluso cuando lo que no son sincrónicos ni diacrónicos, tendrán que optar entre
habitan. contribuir a la formación de un pueblo, un pueblo de fantas-
La literatura de Bolaño, por ejemplo, recoge una tradición, mas por cierto (pero que no pierde sin embargo su política),
la del viaje de Ulises, y logra actualizar a todos los que antes o crear un nicho, pero esta tarea, como nos lo indica la misma
de él, y cada uno a su manera, trabajaron el mismo viaje, y los palabra, los vuelve tarde o temprano cadáveres, huesos sin es-
sienta en la misma y anacrónica mesa, para invitarles a consti- pectros. Veamos el ejemplo de un fantasma y el de un cadáver:
tuir un pueblo allí donde el pueblo está prohibido, porque solo Shakespeare (Hamlet), por un lado, y Agatha Christie (Poirot),
se aceptan actores individuales e indiferenciados, solo se acep- por otro. Ambos son autores de obra que, tomadas en conjunto,
tan copistas (Isabel Allende) y no traductores (Bolaño), porque más han vendido en el mundo: entre dos y cuatro billones de

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ejemplares, aunque claro, Shakespeare en cuatro siglos y con a formarse poco antes de su muerte y se acentuaría unos tres o
bastantes menos obras. La obra de Bolaño, como veremos en lo cuatros años más tarde, cuando de él tan solo quedaran su obra
que sigue, está poblada de fantasmas, y es ese pueblo espectral y su espectro, pero también las rentabilidades de su nombre y
el que la politiza. su biografía, real o imaginaria.9 Un libro reciente nos muestra
fotografías de los lugares fantasmales por los que pudo haber
3. Bolaño, la literatura espectral caminado, o que imaginó en su ficción, lugares como aquel de-
sierto hacia el que se dirigen las figuras espectrales que habitan
Algo incomoda, todavía, de Bolaño… quizá aún es demasiado 2666; otro libro, también reciente, contiene una carta sin fecha
pronto para leer su obra, señalan algunos; esperaremos a que que Bolaño le envió a Mario Santiago (el Ulises Lima de Los de-
su moda pase, indican otros, pero aquí hemos decidido arries- tectives), carta donde le pregunta por México, pero también por
garnos en medio de este inasible y desorientador presente. su “fantasma” y “los amigos invisibles”. Hoy, todo lo que sus
Como un espectro atravesó el descampado literario del siglo pasos recorrieron o pudieron haber recorrido, cobra relevancia
XXI y como un espectro nos visita cada cierto tiempo. Su nom- y de esta relevancia su literatura no siempre se beneficia.
bre no aparece en ningún texto dedicado a “presentar” aquello A propósito de otro fantasma, Hannah Arendt se pregun-
que él mismo llamó “esa entelequia que por comodidad llama- taba, con Cicerón, “qué distinto habría sido todo ‘si aquellos
mos nueva literatura latinoamericana” contemporánea, ni en que ganaron la victoria en la muerte la hubiesen ganado en la
América ni en España, por lo menos no en aquellos que han vida’” (“Walter Benjamin” 182). De ahí que los libros editados
logrado mayor circulación; tampoco aparece en esas antologías por Celina Manzoni y Patricia Espinoza constituyan los pri-
que se preparan, con el mismo fin, en alemán o francés (u otra meros fragmentos de un escudo en formación, que se alistaba
lengua).8 En inglés, lengua donde recientemente ha cobrado para acompañar a Bolaño en su viaje hacia el olvido, que es,
inusitada atención, ocurre algo similar; su nombre no es men- según él, hacia donde todo se dirige y hacia donde todos nos
cionado en los handbooks dedicados a la “Contemporary Latin dirigimos, pues La escritura como tauromaquia (2002) y Territorios
American Literature”, por lo menos no en aquellos que fueron en fuga (2002) se anticiparon a la fama póstuma, y ya forman
publicados antes de la traducción de Los detectives salvajes (2007) parte de la armadura que recubren los libros de un escritor que
y de 2666 (2008). Una vez más la palabra “contemporánea” re- salió a pelear al ruinoso coliseo de las letras, y en él encontró la
sulta vacía, pues abarca a un difunto presente que responde al muerte. Póstumo, señaló (en vida), le sonaba a nombre de gla-
boom y sus vástagos. Aunque en uno que otro libro dedicado a diador romano, “un gladiador invicto, o al menos eso quiere
“dar cuenta” de lo que viene ocurriendo con la literatura lati-
noamericana, a veces se lo nombra.
9.  Cfr. Wilfrido H. Corral, Bolaño traducido: nueva literatura mundial (2011),
Los premios Herralde y Rómulo Gallegos permitieron necesaria crónica de la obra de un autor que en menos de una década
que cobrara una cierta notoriedad, la suficiente para que su transformó radicalmente la escena literaria latinoamericana y, como si
fuera poco, nos dejó una obra póstuma de título cifrado, que, lenta pero
literatura comenzara a ser traducida y adquiriera mayor cir-
decididamente, está redefiniendo los términos de la nueva literatura
culación. Sin embargo, restaba tiempo para que comenzara a mundial: 2666 parece ser la primera obra maestra del siglo XXI y su lectura
tener un lugar en la literatura mundial. Ese lugar comenzaría obliga a la lectura de toda la obra de su autor. Es en esta línea que el libro
de Corral deba ser celebrado entusiastamente, sobre todo por la crítica que
despliega para determinar el lugar que ha adquirido la obra de Bolaño, tanto
8.  Una reciente excepción es The Contemporary Spanish American Novel en inglés como en español; su libro nos permite señalar, en español y sin
(2013), editado por Will H. Corral, Juan DeCastro y Nicholas Birns, y que titubeos, que cuando leemos a Bolaño leemos a un autor tan importante para
lleva el sugerente subtítulo Bolaño and After. la literatura como otrora lo fueron Joyce o Nabokov.

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

creer el pobre Póstumo para darse valor” (Bolaño por sí mismo marcas literarias, que para nosotros instalan un pueblo, satu-
71). ran a Josefina Ludmer, que prefiere la indiferenciación postau-
Hoy, su espectro ha cobrado una impresionante notoriedad, tónoma, donde es la especulación la que inventa un mundo en
tanta que todavía desconcierta, sobre todo en un escritor a un futuro utópico, como si se tratara de un posible nicho en el
quien la gloria le resultaba, con Borges, “una incomprensión, mercado. Aquí optamos por la heterotopía, esa literatura otra
quizá la peor”. Como hemos visto a lo largo de estas páginas, (aunque sea la misma) que remeció el descampado literario
Bolaño (re)apareció en un tiempo donde el manoseado concep- chileno, latinoamericano, español, alemán, francés, así como al
to de “campo literario” (o cultural) se encontraba, y encuentra, fantasioso estadounidense. ¿Qué tienen sus obras? Inquietan,
completamente agotado. “La parte de los críticos” y “Sensini” incomodan, pero algunos “despistados” prefieren hablarnos
son una gran ironía al respecto, y Nocturno de Chile el reverso del mercado (dicen que es un boom que reemplazó al boom);
espeluznante; de paso, muestran, como hemos insistido más del gusto literario gringo por el exotismo latinoamericano,
arriba, que sus constantes referencias literarias no son resulta- de adicciones y encarcelamientos que inventan una biografía
do de una mirada ingenua, sino de una apuesta intempestiva, “vendible”; pero olvidan que “el que más pudo ganar está
de una ética del trabajo literario en el momento de su desapa- muerto y, por tanto, no a la venta” (Arendt). Lo demás es lite-
rición, un momento que podríamos llamar “el tiempo de los ratura… que se entiende.
críticos perdidos en el desierto de la indiferencia”. Sí, Bolaño fue un escritor fuera de tiempo. De él se puede
(Re)apareció entonces sin pedirle permiso a nadie, pues no decir lo mismo que Kafka dijo de sí mismo hace casi un siglo:
quería ni necesitaba invitación; aún así, algunos lo vieron ve- “no soy otra cosa que literatura”; Bolaño no fue ni es otra cosa
nir. Recorrió, con inusitada fuerza, lo que quedaba del mundo que literatura. Pero serlo bajo el escenario descrito anterior-
de las letras y trató de hacer lo único que sabía, aquello que mente, “cuando escribir no tiene la más mínima importancia”,
identificaba con su destino: literatura. Pero a Bolaño y su obra cuando se hace literatura “entre los inmensos desiertos de abu-
no se les esperaba, tal vez porque, como ha señalado Cristina rrimiento y los no tan escasos oasis de horror” que se inventan
de Peretti, “la frecuentación de los espectros no pertenece al para escapar de la heterogeneidad indiferenciada, la escritura
ámbito de la invitación […] cuanto al de la visitación” (“El es- entonces adquiere una extraña fuerza, “que abre camino en lo
pectro” 32). De manera que, simplemente, irrumpió para mos- desconocido” (2666 289).
trarnos algo de lo que podía escribir, y que hoy podemos iden- Sin embargo, como hemos venido señalando, la “caída” de
tificar como el trazo de una visión, de una espeluznante visión, la literatura no debiera ser llorada, pues hasta esas posibles lá-
aunque salpicada por la ironía. Luego de su muerte (2003), y grimas pueden ser vendidas. Recordemos una vez más que la
cada cierto tiempo, vemos su nombre en un nuevo libro, y todo mayoría de la literatura “moderna” nunca ha existido fuera del
indica que seguirá (re)apareciendo; sus cartas, sus diarios, sus mercado. Es verdad que Bolaño fue sarcástico con la escritura
otros escritos, todo lo que lo ha acompañado desde que descu- amena, aquella que se comprende rápido y gana, por ello, mi-
brió lo que llamó su destino, espera el momento de su propia llones; pero su militante crítica no se reduce a esa denostación,
visita, la repetición de una turbación que retorna en cada uno hay algo más, pues ironizar el estado de la literatura es tan
de sus escritos, incluso en aquellos llamados inconclusos. solo una parte de lo que podríamos llamar su intensión, el resto
Desde hacía bastantes años, él observaba su tiempo, desde de una política cuya forma es el choque; Bolaño en ese senti-
antes de que cumpliera veinte años, desde que decidió conver- do continúa la política del siglo XIX; su crítica se suplementa
tirse en escritor y se pusiera a leer, no a escribir sino a leer. Sus con el reordenamiento de la tradición, con su trabajo sobre el
tiempo y la historia de la literatura, con la desconsideración

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

de sus límites. De ahí su radical comprensión del presente y Borges, que a su vez es eco de Alfonso Reyes, que a su vez es
el trabajo interruptivo sobre éste, como muestran espléndi- eco de Marcel Schwob, que a su vez es eco de John Aubrey...
damente Nocturno de Chile o Amuleto, pero sobre todo 2666, “Creo que ésos son los tíos, padres y padrinos de mi libro, que
acaso su obra más perturbadora, y que hoy se lee junto a las sin duda es el peor de todos, pero que ahí está” (Bolaño por sí
de Thomas Pynchon, W.G. Sebald y Alexander Kluge, Michel mismo 42). Para Bolaño la literatura es la biblioteca, igual que
Houellebecq, Cormac McCarthy, entre otros. para Borges. Es más, incluso el final de Literatura Nazi es bor-
Por eso en Bolaño reconocemos una fidelidad a lo que resta geano. Recordemos el cierre de Historia universal de la infamia,
de la potencia literaria, a esa potencia que logra estremecer, en compañía de “El hombre de la esquina rosada”:
así sea a unos pocos, aquí el número no importa; una fidelidad
Yo me fui tranquilo a mi rancho, que estaba a unas
que se atreve, para decirlo con palabras de Miguel Valderrama
tres cuadras. Ardía en la ventana una lucecita, que
(2010), a las formas de representación de la muerte en plena se apagó en seguida. De juro que me apuré a llegar,
muerte de la representación, una fidelidad, insistismos, a la cuando me di cuenta. Entonces, Borges, volví a sacar el
literatura puesta en marcha en –y en busca de– otras formas cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el
de literatura, de otros pueblos, tal vez perdidos, pero siempre chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra re-
apuntando no a un ser sino, con Spinoza, a un poder. Es la irre- visada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no
levancia de la literatura adjetivada: chilena o latinoamericana, quedaba ni un rastrito de sangre (“Historia universal
francesa o europea. Bolaño leyó y escribió postnaciolamente de la infamia” 336. Énfasis agregado).
y si sus obras recurren a materiales “latinoamericanos”, no es
Veamos ahora cómo termina Literatura nazi, que cierra con
para contar una historia chilena o mexicana, sino para insis-
“Carlos Ramírez Hoffman”:
tir en que la violencia es consustancial a la historia presente:
Europa, África, América atravesadas por guerras y asesinatos. ¿Qué va a hacer usted? Me vuelvo esta misma noche
La obra de Bolaño considera los contextos solo para rehacernos, a París, tengo vuelo a las 12, dijo. Suspiré o bufé, qué
no para presentarlos o exportarlos. “Acepta las condiciones de asunto más feo, dije por decir algo. Claro, dijo Romero,
lo real solo en la medida en que puede reinventarlas”, señaló ha sido un asunto de chilenos. Lo miré, allí, de pie en
Villoro en su bello texto “La batalla futura”. medio del portal, Romero sonreía. Debía andar por
los sesenta años. Cuídate, Bolaño, dijo finalmente y se
marchó (Estrella distante 219. Énfasis agregado).

Un escritor en medio de escribidores, pero también en compa- El “Entonces, Borges, volví…” y el “Cuídate, Bolaño, dijo fi-
ñía de otros escritores, muertos, vivos o imaginados. La técnica nalmente y se marchó” tienen la misma función, y casi en el
de Bolaño, como buen parásito, es la de Borges, que es, como mismo lugar: señalar que el autor es uno de los personajes, am-
vimos al inicio, la de Pierre Menard: el “anacronismo delibera- bos vinculados, si bien de manera diferente, con una muerte,
do”. No hay otra manera de comprender la decisión de optar como testigos de una muerte. Ramírez Hoffman reaparecerá en
por la literatura cuando ya no se hace literatura, cuando su la primera gran rescritura de Bolaño, Estrella distante, en cuya
fuerza es débil y “de antemano fútil” (Borges, “Pierre Menard” nota inicial, el autor señala lo siguiente:
450). Recordemos que su primer libro reconocido, Literatura
Nazi en América es, así lo señaló en varias oportunidades el El último capítulo de La literatura nazi servía como
mismo Bolaño, eco de Rodolfo Wilcock, que a su vez es eco de contrapunto, acaso como anticlímax del grotesco lite-
rario que lo precedía, y Arturo [el alterego de Bolaño]

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

deseaba una historia más larga, no espejo ni explosión El poeta siempre quebrantará los deseos de los inquilinos, sean
de otras historias sino espejo y explosión en sí misma. éstos del orden que sean: “os acercaréis a él, atraídos por sus
Así pues, nos encerramos durante un mes y medio en rosas, y no es difícil que deis en sus espinas”, señala Marechal;
mi casa de Blanes y con el último capítulo en mano y “trataréis de retenerlo en la tierra, y seguramente se os esca-
al dictado de sus sueños y pesadillas compusimos la pará de las manos” (120). La evocación de los espectros que
novela que el lector tiene ahora ante sí. Mi función se
recorren su literatura no tiene otro fin. Bolaño quiso interrum-
redujo a preparar bebidas, consultar algunos libros, y
discutir, con él y con el fantasma cada día más vivo de
pir la continuidad de lo legible, de lo entendible, del miedo a la
Pierre Menard, la validez de muchos párrafos repeti- crítica, de la opción por la pasividad y contribuir a la invención
dos (Estrella distante 11). de una comunidad. Como Benjamin, su intento fue el de “ga-
narle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto
¿Qué implica este anacronismo, tiene alguna potencia? Me de avasallarla” (Benjamin, La dialéctica en suspenso 51). No está
atrevería a decir que sí, que toda literatura con potencia es ana- demás señalar que no se ve este tipo de proyecto en muchos es-
crónica, y que es en su síntoma donde podemos leer la cifra de critores, ni entonces, ni ahora, quizá de ahí su incomprensión.
cierta esperanza y de cierta promesa, no solo para la literatura, Solo así cobra fuerza su mirada de la literatura, aquella que se
sino también para la política en general; a su manera, Bolaño asemeja a “la pelea de los samuráis, pero un samurai no pelea
insiste en la porfiada voz del poeta que trastoca el orden re- contra otro samurai: pelea contra un monstruo. Generalmente
publicano, devela su administración de lugares y reinventa sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo
otros, como parece ser el consenso entre algunos de sus críticos previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear, eso es
(Manzoni, Zambra, Corral). Nada más político que desplazar la literatura” (Bolaño por sí mismo 90). Hemos visto citado este
nombres y títulos de sus lugares asignados y fijados. En su párrafo en múltiples oportunidades, pero rara vez comentado.
presentación a Bolaño por sí mismo, Villoro también lo entre- En “Literatura + enfermedad = enfermedad” es donde tal vez
vió, al señalar que “el platonismo rechaza la horda poética no encontremos la más clara política de su trabajo.
porque descrea de sus efectos, sino porque cree demasiado en
Bolaño sabe, como Eliot, que la literatura no progresa,
ellos y por lo tanto les teme. Bolaño comparte esta convicción,
que solo cambia su materia, así como las formas con que se
pero otorga carta de naturalidad al poeta, lo cual equivale a
la trabaja. Sabe también que la tradición no es algo que se
decir que lo manda de viaje: solo en tránsito puede sobrevivir”
santifica o fija, sino que se traiciona cuando se la traduce, y
(“La batalla futura” 17). En un pequeño ensayo, titulado “El
que su conservación solo se logra dejando de ser un conserva-
poeta y la República de Platón” (1938), Leopoldo Marechal se-
dor. Sabe que mientras los espectros no dejen de reconocerse
ñaló la que entonces podría ser la ética de Bolaño (leído desde
en cada presente, hay esperanza y hay promesa, hay política.
Rancière):
Por eso su literatura es tan rica en fantasmas, pues cuando el
[…] esa es, justamente, la misión del poeta entre voso-
olvido parece inminente, sus libros han actuado actualizando
tros [turbar vuestra quietud]. Si os creéis afirmados en el anacronismo: baste recordar a los estridentistas, a Wilcock,
la tierra, él os llamará de pronto a vuestro destino de a Sophie Podolski, a Gary Snyder, entre tantos otros. Cada
viajeros; si descansáis en el gusto efímero de cada día, uno de ellos se reinventa en sus libros; son, como la literatura,
él os recordará el “sabor eterno” a que estáis prometi- también otros. Pensemos en el Testamento geométrico, aquel li-
dos; si permanecéis inmóviles, él os dará sus alas; si no bro que Óscar Amalfitano, el chileno exiliado de 2666, cuelga
tenéis el don del canto, él os hará partícipes del suyo en un cordel y sujeta con unos “perritos”, ese espectral libro
(“El poeta y ‘La república’ de Platón” 121). que “se movía imperceptiblemente” ante “los embates de esta

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

naturaleza desértica” (2666 246). (Resultado: ilegibilidad. La por lo demás parece floreciente y múltiple, adopta la terrible
hija espera que el padre no esté enloqueciendo). Sin duda un apariencia de un desierto” (Benjamin, Libro de los pasajes 298).
experimento a medio camino entre el op art y el arte cinético, A ratos, Bolaño es más optimista que Baudelaire, pero siempre
aunque en realidad es la traducción chileno-mexicana de un hay algo que lo devuelve a Sonora:
ready made duchampiano argentino. Amalfitano cuelga y suje-
ta un libro que tiene por objetivo nada menos que develar “la Para salir del aburrimiento, para escapar del pun-
realidad objetiva del movimiento”, y que pretendió realizar la to muerto, lo único que tenemos a mano, y no tan a
tarea pendiente de Heidegger, pues si éste se encargó de ha- mano, también en esto hay que esforzarse, es el ho-
rror, es decir, el mal. O vivimos como zombis, como
cer patente la existencia del tiempo, Dieste hará lo suyo con el
esclavos alimentados con soma, o nos convertimos en
movimiento. Mientras el filósofo alemán dice “hay tiempo”, el
esclavizadores, en seres malignos (“Literatura + enfer-
poeta indica: también “movimiento” (Testamento geométrico 9). medad” 151).
Entretanto, el chileno exiliado y perdido en el desierto mexi-
cano, reunirá tiempo y movimiento, y esperará a ver cómo la Al parecer no hay salida. Aunque esto lo sabemos desde el
naturaleza le enseña a un libro “cuatro cosas de la vida real” título, pues ya hemos visto que el resultado de literatura + en-
(2666 251). Algo similar ocurre con los Escritores Bárbaros, fermedad es siempre enfermedad. Bolaño insiste además en que
cuya literatura tenía por estrategia someter “los libros a un el horror no deja de multiplicarse. Vislumbramos aquí no un
proceso de degradación que Delorme llamaba humanización” pesimismo moral provocado por un tiempo “fuera de quicio”,
(Estrella distante 65). No se los exponía a la naturaleza desértica, que ha llevado a los críticos conservadores a lamentarse por
sino a los humores de la naturaleza humana. Stendhal, Hugo la caída (en el mercado, en la basura, en Googlebooks, etc.) de
y Balzac retornan no solo para ser leídos, sino también defeca- la literatura, sino la insistencia, a contrapelo, de una promesa
dos, orinados, ensangrentados, semenizados. Bolaño cree en la que no espera nada del futuro. Bolaño, como antes Mallarmé,
tradición, pero no la santifica. quiere “volver a empezar”, “tirar los dados cada día” (158).
Su reflexión central de “Literatura + enfermedad = enferme- Reconocemos esa insistencia en toda su obra. “¿Quedarse
dad” surge a partir de un verso de Baudelaire, el mismo que, no o irse?”, pregunta Baudelaire, para luego responder algo am-
por casualidad, hace de epígrafe en 2666, y que ha sido tomado bivalente, pero con una chispa de esperanza: “Si puedes irte,
de un poema titulado “El viaje”. Poco a poco nos sentimos con- vete; / quédate, si es preciso”, y unos versos más adelante, el
ducidos, como si en el bajel de la literatura nos encontráramos, poeta se detiene y grita “Adelante… iremos a embarcarnos
hacia ese poema, y cuando arribamos al apartado “Enfermedad sobre el mar de tinieblas”. Definitivamente no hay otro lugar
y callejón sin salida” nos damos cuenta de que efectivamente para quienes ven en la literatura una política, no hay alterna-
estamos en un callejón sin salida, no sabemos dónde ni cómo, tiva para quienes se arriesgan “en el fondo de lo ignoto”. Y
pero algo nos está impidiendo el paso, hasta que de repente todo cuando “escribir no tiene la más mínima importancia”,
leemos: “¡en desiertos de tedio, un oasis de horror!”. Para cuando se sabe de antemano que se trata de “una batalla per-
Bolaño, como antes para Baudelaire, “no hay diagnóstico más dida” (155). Quizá, por lo mismo, nada tienen que perder, por
lúcido para expresar la enfermedad del hombre moderno” lo menos no cuando se descree de la respetabilidad y lo que se
(“Literatura + enfermedad” 151). No es para nada casual que, juega es menos de lo que se puede perder. Cuando la literatura
como en Benjamin, la reflexión sobre la condición de un tiempo ya no tiene ningún lugar dentro del orden social o, más bien,
“fuera de quicio” parta aquí, también, con el autor de Las flores ahora que ha perdido los lugares que antaño se le asignaron
del mal: “En torno a él”, señaló Edmond Jaloux, “este siglo, que

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

dentro de la ciudad letrada, tal vez valga la pena insistir en/ inmóvil”, la crítica tiene la tarea de tomar parte por los que
con ella. ya no tienen parte, y crear con ellos un pueblo. Echevarría/
Bolaño sale entonces a buscar un remedio sin dejar de tran- Echavarne remata de la siguiente manera:
sitar por todo lo que le dirige hacia la muerte, pues es “el único
[…] a cada vida, dijo Belano, van ligadas multitudes
sitio donde uno puede encontrar el antídoto” para esta enfer- de cosas que no tenemos la capacidad de recordar,
medad que parece incurable. Bolaño termina este ensayo con que no encuentran la manera de ser oídas, descritas
la clara conciencia de que su elección no le llevará a ninguna ni transmitidas por nadie, y en eso consiste el insen-
parte. En otra entrevista incluso señaló que “los escritores no sato heroísmo del escritor, en oponerse a esa corriente
sirven para nada. La literatura no sirve para nada. La literatu- monstruosa que lo arrastra todo consigo hacia esa
ra solo sirve para la literatura” (Bolaño por sí mismo 92), y que gran fosa, ese abismo, ese agujero negro por el que sin
haber optado por ella no conduce sino al abismo. Sin embargo, cesar el mundo va vaciándose de sí mismo.
insiste que se trata de un camino que no puede abandonar,
un camino en el que, como Ulises entre Escila y Caribdis, no El eco de Borges no deja de reconocerse en esta mirada de la
puede detenerse, sino únicamente atravesar, pues guarda la es- literatura y/o de la crítica, pues el autor de “Pierre Menard”
peranza de encontrar “un libro, un gesto, un objeto perdido… ya nos había hablado de la caducidad con que se precipita la
cualquier cosa, tal vez un método, con suerte: lo nuevo, lo que literatura y todo lo que le rodea,10 ya nos había hablado, como
siempre ha estado allí”, “la pobre bandera del arte que se opo- escribe Abad Faciolince, del olvido que seremos. Tal vez la dife-
ne al horror que se suma al horror” (“Literatura + enfermedad” rencia o el suplemento de Bolaño provenga de la promesa que
158). Tarea menor que la de Hamlet, dirán algunos, imposible entraña la literatura, en su disputa con el tiempo que tarda el
otros, pero que sin duda nos habla de un kamikaze que veía en viaje hacia el olvido, como nos recuerda Echevarría/Echavarne:
la literatura no solo un destino sino también una política.
[…] la crítica literaria era el único campo donde la re-
Ignacio Echevarría recordó recientemente, a modo de fic- volución todavía era posible o al menos ese simulacro
ción –pues en la Semana de Autor que Casa de América le de- de poder que entraña el poder de resucitar las obras
dicara a Bolaño en noviembre de 2010, se presentó como Iñaki perdidas, a autores perdidos, de volverlos a la vida.
Echavarne (personaje de Los detectives), performance, por cierto, Belano me habló de los críticos…. de los críticos como
que pude conocer gracias a la grabación colgada en la web–, su artificieros dedicados a hacer explosionar la bomba de
tiempo que las obras de arte llevan dentro.
primer encuentro con Arturo Belano. El crítico, asombrado por
la permanencia en la memoria del escritor de un número im- A pesar de ser las palabras de la remembranza de un primer
presionante de nombres olvidados y anacrónicos, le pregunta, encuentro, el espectro de Bolaño parece estar, como Ulises
algo inseguro, por qué los retiene: “Belano me respondió que frente a las sirenas, atado a cada una de ellas como si fueran
eso no era nada comparado al número infinito de cosas que un mástil, pues vemos aquí una literatura que trabaja por una
a cada momento se precipitan en el olvido”. Luego, Belano, radical promesa, la de un pueblo de las obras perdidas y de
siempre en boca del crítico que alguna vez le envió medicinas
para su propia enfermedad (esto, claro, en Los detectives), habla
de la crítica, es decir, de la literatura: “además de condenar al 10.  Escribe Borges: “No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente
inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del
infierno a los malos escritores, la crítica tiene también el come- universo; giran los años y es un mero capítulo –cuando no un párrafo o un
tido de rescatar del limbo a los escritores perdidos, de buscar nombre– de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad final es
las pisadas extraviadas de los poetas perdidos desde el fango aún más notoria” (“Pierre Menard, autor del Quijote” 449-450).

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Sin retorno Capítulo II: La literatura (im)posible

los autores perdidos, la de un acontecimiento; y éste, como tal, disolución del arte Bolaño produce una escritura que porta una
no está asegurado ni fechado, solo sabemos que está (en el) promesa. Ello sin duda entraña una batalla futura, pero irre-
por-venir. Esta actitud ya la hemos visto, la hemos leído, es la mediablemente perdida si nos olvidamos de la memoria. Casi
actitud de Baudelaire ante su propio tiempo, así nos lo recordó toda la obra de Bolaño es una literatura de la memoria (no trau-
hace casi tres décadas Foucault, cuando señala que la crítica mática), y de la herencia, como Amuleto, pero una “herencia no
consiste en “la actitud que permite captar lo que hay de ‘he- es nunca algo dado, es siempre una tarea” (Derrida, Espectros de
roico’ en el momento presente” (“¿Qué es la ilustración?” 342), Marx 67) que debe precipitarse contra un tiempo que tarde o
aunque se trata de una heroización irónica, pues ella no con- temprano, todo lo devorará. Mientras, Bolaño parece estar in-
siste en sacralizar momento alguno, sino en captar muy bien dicando que aún tenemos tiempo, y vuelve al pasado en busca
el momento de interés, de insertarle lo poético, y en imaginar de esos “encuentros que nunca sucedieron”, con tal de hacer
el presente “de otra manera de la que es y en transformarlo explotar las posibilidades futuras que le restan a lo no sido,
no destruyéndolo, sino captándolo en lo que es” (344). Ello pues algún día, quién sabe, quizás lo trunco pueda también
requiere de un trabajo ético consigo mismo, una especie de (re)aparecer.
ascetismo o un cuidado de sí, como le llamó Foucault, de ahí
la actitud casi militante (y anómala, a destiempo y anacrónica)
que descubrimos en Bolaño por sí mismo, puesto que se trata de
un escritor que no está dispuesto a tranzar con su hacer, ya que
aprendió de Baudelaire que es desde el arte que se puede crear
un lugar diferente (345).11

La única experiencia necesaria para escribir es la ex-


periencia del fenómeno estético. Pero no me refiero a
una cierta educación más o menos correcta, sino a un
compromiso o, mejor dicho, a una apuesta, en donde
el artista pone sobre la mesa su vida, sabiendo de an-
temano, además, que va a salir derrotado (Bolaño por
sí mismo 25.).

Para Bolaño entonces, la literatura es el lugar de la crítica, casi


en el mismo sentido señalado por Baudelaire y por Foucault,
es el lugar de una actitud que explora los límites de lo posible,
y lo imposible, es la lúcida mirada del presente que se desea
trastocar, es el fin que se opone a los fines, puesto que de la

11.  Foucault señala al respecto: “Finalmente añadiré sólo una palabra.


Baudelaire no concibe que esta heroización irónica del presente, este juego
de la libertad con lo real para su transfiguración, esta elaboración ascética de
sí, puedan tener lugar en la sociedad misma o en el cuerpo político. No se
pueden producir más que en un lugar diferente al que Baudelaire denomina
el arte” (344-345).

152 153
CAPITULO III
MAGIA E IMPERIO. SOBRE EL NOMOS DE LA
LITERATURA LATINOAMERICANA

En el lenguaje mítico, la tierra es denominada


madre del derecho
Carl Schmitt, El nomos de la tierra.

Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque


ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba
despierto, que el sueño maravilloso había sido el
otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en
el que había andado por extrañas avenidas de una
ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que
ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto
de metal que zumbaba bajo sus piernas.
Julio Cortázar, “La noche boca arriba”.

Del primer capítulo podemos recordar que la búsqueda de


la autonomía literaria latinoamericana, en un comienzo, y la
emergencia de su crítica después, llegaron a conformar algo
así como lo que González Echevarría (2000) denominó el mito
y el archivo, repertorio que se basaba, y continúa basándose,
en las “narrativas que siguen buscando la clave de la cultura
y la identidad latinoamericana” (Mito y archivo 238), es decir,
las que se preocupan por ideas o nociones tales como “iden-
tidad”, “origen” y “autoctonía”. Se trata además de una bús-
queda que para el siglo pasado estuvo mediada por el discurso
antropológico y humanista: “el archivo es un mito de mitos”
(239), señaló González Echevarría, con lo cual se nos quiere
hacer notar que las referencias a este archivo se enfrentan a

155
Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

un problema enorme: su crítica forma parte de él, dado que [La literatura Latinoamericana] sigue teniendo un
el archivo nos envuelve, nos atrapa, y lo hace principalmente sello único, indeleble e intransferible que le permite
mediante su aparato conceptual, pues para develarlo estaría- su reconocimiento con leer unas cuantas frases; pocas
mos obligados a usar sus categorías. Por tanto, la tarea a la literaturas en el mundo conservan la fuerza y la vita-
que tenemos que abocarnos es a la de su deconstrucción, leerlo lidad de la literatura latinoamericana, y esta virtud se
da simplemente porque seguimos contando nuestro
contra sí mismo, a contrapelo, mostrar sus puntos ciegos, sus
continente (“Herencia, ruptura y desencanto” 46).
incoherencias, cuestión realizada en el capítulo anterior. Resta
entonces mostrar su ceguera respecto a una ley heterogénea a Esta cita es de Jorge Franco, escritor nacido en Medellín, para
la que describe, puesto que el archivo en cuestión está vincula- quien la temática rural (y vinculada a la naturaleza) es, a dife-
do con una determinada fuerza, no la ley que le entrega su ope- rencia de las “generaciones anteriores”, un territorio vedado y
ratividad, la que determina qué pertenece o no a él, “la ley de sin embargo, insiste que “nuestra realidad sigue siendo mági-
lo que puede ser dicho” (Foucault, La arqueología del saber 170) ca”, ello porque a su juicio “la realidad latinoamericana es en sí
como vimos previamente, sino aquella otra fundada en lo que misma una realidad trastornada” (42-43).
Schmitt llamó el nomos de la tierra, aquel que surge con la toma
Esta sentencia quizá esté gatillada por la violencia transfor-
de este continente que vendrá a llamarse América, y cuyo eco,
madora de mundos cotidianos, aquella violencia que hoy tiene
indicaremos aquí, resuena fuertemente en las novelas centrales
sumida en el miedo y la muerte a la población mexicana, como
(para el cubano) del archivo del siglo XX, Los pasos perdidos y
antes sumió a Colombia, y a Medellín (donde vive Franco) en
Cien años de soledad. De esta ley nada se nos dice, posiblemente
particular, la misma violencia que se cruzó con –pues hoy yace
porque la insistencia crítica en el mito entra en connivencia con
rendida ante– la naturaleza que rodeaba la mítica Hacienda
los restos de un lenguaje imperial que las ficciones modernas
Nápoles de Pablo Escobar, esa que guardaba en su interior un
del archivo retoman sublimándolas.
zoológico de lo más exótico, y cuyos animales (elefantes de la
Este archivo ha operado mediante apelaciones a la identi- India, camellos del Sahara, etc.) comenzaron a recorrer el país
dad y a la nación, a la literatura nacional y latinoamericana, cuando su dueño falleció. Entre esos animales se cuenta esa
al latinoamericanismo (escrito fundamentalmente desde, pero treintena de hipopótamos que comenzó a recorrer Colombia
también sobre, América Latina), esencializando una locali- y a violentar a los parroquianos que encontraba en su camino.
zación, en términos de una frontera trazada imperialmente e Esta mítica hacienda también guardaba un auto disque perte-
inscrita en un espacio, en una territorialidad, y provocando neciente a los mismísimos Bonnie & Clyde, traído directamen-
así que una relación geohistórica haya sido transformada en te de Hollywood. Según cuenta la leyenda, Escobar le propuso
una relación esencialista con la tierra, con esto que llamamos un día a Belisario Betancur, el presidente de turno, pagar la
“Latinoamérica”. Quizá a ello se deba el hecho de que la emer- deuda externa de su país, a cambio de que diera marcha atrás
gencia del archivo necesite de una ley que lo nombre y de un a la extradición que lo solicitaba desde EEUU, el mismo país al
domicilio que lo sostenga. Se trata, usando la terminología de que llegó por primera vez a nado, vía el peligroso mar Caribe,
Derrida (1997) de una topo-nomología (lugar y nombre unidos) y sin ningún peso en los bolillos, aunque con unos paquetitos
que consigna un corpus determinado, dando origen a un dis- en el cinturón, que cambió por cuarenta mil dólares, los mis-
curso tan potente que incluso escritores que dicen romper con mos que le permitirían iniciar su carrera al top ten de los millo-
el llamado boom por su marcado exotismo, no se inhiben a la narios Forbes y al top ten de la CIA. Pero los pablos escobares
hora de señalar que “nuestra” literatura es diferente a otras, no son una marca registrada de América Latina, como tampo-
inigualables. Veamos tan solo un ejemplo: co somos los únicos en el mundo que contamos “lo nuestro”.

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

Salman Rushdie hace lo suyo con la India, Cormac McCarthy se transforme en la culminación del manual prototípico de la
con EEUU, José Manuel Prieto con “Europa del Este”… pero domesticación de la juventud Latinoamérica, manual (y este-
hacer una lista no tiene sentido. Insistir en ello es continuar la) que el neoarielismo no hará sino reproducir hasta nuestros
ocultando aquella ley que violentó sigilosamente el continente días (y quién sabe si también más allá de nuestro “presente”).
americano. El humanismo, visto así, también es reproducido mediante la
obligatoriedad de determinadas lecturas, y de la consecuente
1. Hacia la deconstrucción del archivo emergencia de un canon archivístico, lo que vale tanto para la
literatura como para su crítica. Lo paradójico de todo esto es
Lo anterior nos lleva a señalar más explícitamente cómo lee- que los humanistas latinoamericanos, defensores de la moder-
mos este “archivo” mitológico que ha sido presentado como nidad europea, no tienen un ápice de vergüenza cuando dicen
una teoría de la narrativa latinoamericana. Señalamos, en defender al subcontinente apelando a la metafísica occidental.
primer lugar, que trata del espacio depositario de la memoria Si la barbarie es nuestro problema, la humanidad de Sarmiento
y/o historia “oficial”, espacio al que se intenta fortalecer pre- decide ponerle coto desalvajizando las tierras indómitas, para
cisamente en el momento de su mayor decaimiento, la déca- que luego sus seguidores decidan que Facundo es uno de los
da del ochenta, puesto que en ella se reforzó la transición del cánones de “lo nuestro”, pasando a ser este libro una de esas
estado al mercado iniciada la década anterior, arruinándose lecturas correctas que domestican a la juventud, incluso hoy en
así cualquier apelación aurática por parte de la literatura, y día, pues su fuerza radica en la pertenencia al canon amigable
en particular la pretensión de encarnar lo latinoamericano en que une a toda la tradición crítica latinoamericana dominante.
su expresión universal. Esa oficialidad refiere la búsqueda de De manera que no leerlo, entonces, sería lo bárbaro, digno de
un origen cultural (léase identidad), por más que este origen un salvaje post.
sea a veces solo vestigio, como muestra Carpentier en Los pa- Derrida recordó de manera oportuna que el archivo corres-
sos perdidos. Se trata, además, de una memoria y una historia ponde al lugar en el que los arcontes guardan, pero también
construidas por muy pocas personas. Recordemos a Pedro interpretan, los documentos oficiales, “en virtud de una topolo-
Henríquez Ureña: “La historia literaria de la América española gía privilegiada” (Mal de archivo 11). Topología de documentos,
debe escribirse alrededor de unos cuantos nombres centrales: que los arcontes-críticos tendrán la labor de unificar, identifi-
Bello, Sarmiento, Montalvo, Martí, Darío, Rodó” (“Caminos de car, clasificar y, por último, interpretar. Se trata de una labor
nuestra literatura” 248. Énfasis agregado). Le seguirán Reyes, que Derrida llamó “poder de consignación”, un poder que
Cándido, Fernández Retamar, Schwarz, y algunos más. Una finalmente articulará todos los elementos en una perfecta “uni-
historia, como se ve, muy restringida y dominantemente mas- dad” que, en nuestro caso, da origen a una especie de archivo
culina. Por ello se hace aquí imperioso señalar que el mayor que podemos referir como terrícola. Pero esta articulación se
humanismo posible, la mayor carga de metafísica occidental, constituye a partir de una violencia, archivadora que designa,
se encuentra en esta estela, pues si “el Humanismo… [es] una mediante definiciones, qué incluir y qué excluir. Por ello vale la
telecomunicación creadora de amistad en el medio de la escri- pena volver a Javoleno, y hacernos eco de su desconfianza. El
tura”, como señaló Peter Sloterdijk, “el Humanismo burgués jurista romano señaló en su Epistolarum que “toda definición (o
no fue otra cosa que la procuración de imponer los clásicos a la regla) en la ley civil es peligrosa”. Y agrega: “porque no es raro
juventud y de afirmar la validez universal de las lecturas nacio- que pueda ser subvertida”. Es esta alternación la que debemos
nales” (“Reglas” 10), y continentales, podría agregarse aquí. De realizar, pues el archivo debe ser deconstruido, no con tal de
ahí que el Ariel de Rodó, dedicado a la juventud de América, negar a quienes han formado parte de él (valoramos enorme-

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

mente a la crítica latinoamericana, aunque sea de terrícolas or- der el sentido de la ley,2 a la que el nomos no se reduce, pero
todoxos), sino para leerlo de otra manera, dejando la diacronía cuyo encuentro tiene lugar para la operatividad de la toma,
suspendida, y posibilitando miradas que vayan más allá de la partición y producción de una tierra, que es, como veremos,
ley oficial, pues las definiciones que regulan qué forma parte lo que caracteriza al nomos. Claudio Magris (2008) ha recorda-
o no de él pueden ser perturbadas, modificadas… y además, do hace poco, precisamente comentando la famosa sentencia
para citar a Derrida una vez más, “la democratización efectiva Nomos basileus, esgrimida por Píndaro, que la “gran literatura
se mide siempre por este criterio esencial: la participación y el muchas veces ha representado, analizado, celebrado o denun-
acceso al archivo, a su constitución y a su interpretación” (Mal ciado” (Literatura y derecho 38) la relación entre fuerza y poder
de archivo 12). No es otra la pretensión que nos guía en este que reside en la moderna ciencia política, de manera que resul-
trabajo. ta bastante extraño el que se realice algo totalmente distinto:
que se la oculte o desconsidere, pues lejos de representarla, ya
2. La emergencia del nomos sea para congratularse con ella o increparla, lo que vemos en
las novelas modernas del archivo es su completa obliteración,
Hay algo que no ha sido tematizado cuando se habla del ar- por lo menos en lo relativo al nomos, el acto primitivo por anto-
chivo terrícola, aunque reconocemos un atisbo en González nomasia a la hora de fundar ciudades.
Echevarría al momento de mencionar, si bien de paso, que Eso que se oculta entonces, a veces de manera preocupante,
“la escritura está vinculada con la fundación de ciudades y el mediante su desconsideración es justamente lo que pretende-
castigo” (Mito y archivo 25), pues ello nos indica que la literatu- mos develar aquí, pues si la lengua y el imperio son clásicos
ra está bastante más cerca del nomos, de lo que estamos acos- compañeros, como señaló Lorenzo Valla para los romanos, y
tumbramos a pensar.1 Es más, como indicó hace treinta años repitió Nebrija para los españoles (en el nombre de la reina
Robert Cover en su influente ensayo “Nomos and Narrative”, Isabel), la fundación de ciudades y la escritura van tranquila-
“ningún conjunto de instituciones legales existe por fuera de mente de la mano en América Latina, ello, claro, en virtud de
las narrativas que lo localizan y le entregan su significado” (8). un determinado lazo que las une, un lazo inscrito en la violencia
Sería iluso pensar que la literatura se resta a tal poder, puesto fundacional que, dictado desde la letra, se ejecuta y luego se narra
que también ha sido por medio de ella que logramos aprehen- para fortalecerse, como ocurre sin ir más lejos con los cronistas
de indias. No obstante, y a pesar de su vínculo manifiesto, tal
1.  Al respecto, ver Robert M. Cover, “Nomos and Narrative”, Harvard Law
violencia ha sido obliterada en las novelas maestras del archivo
Review 97.1 (1983): 4-68. Cover realiza un recorrido histórico del nomos,
considerando obras literarias, textos o discursos que invocan la ley, aunque moderno, gracias al acento puesto sobre una especie de “retó-
no deja de poner atención a la literatura contemporánea. Para una crítica rica de la inocencia”, que apunta refractariamente su mirada
a su trabajo, ver Marie Ashe, “Beyond Nomos and Narrative: Unconverted
Antinomianism in the Work of Susan Howe”, Yale Journal of Law &
Feminism 18.1 (2006): 2-59. Ashe realiza una fuerte crítica a Cover por haber 2.  Al respecto, Cover señala lo siguiente: “Varios géneros de narrativa –
desconsiderado en su análisis obras escritas por mujeres, como por ejemplo historia, ficción, tragedia, comedia– son similares en su composición a las
la de la poeta y crítica literaria Susan Howe, no solo contemporánea de afirmaciones estatales afectadas por un campo de fuerza normativo. Vivir
Cover, sino además hija del que es considerado su “padre intelectual”. A en un mundo legal requiere que uno conozca no sólo los preceptos, sino
Ashe le preocupa este tema, puesto que se repite en quienes han continuado también sus conexiones con otros posibles y plausibles asuntos” (10). Si la
su senda. Por otra parte, también Schmitt realizó una lectura política de la narrativa puede hacer eso, es porque aprehende un discurso heterogéneo
literatura, como se muestra en Mar y tierra, con Moby Dick, aunque su lectura y lo hace suyo. Si lo desconsidera, a pesar de su necesaria co-pertenencia,
más relevante en este sentido, sigue siendo su Hamlet o Hécuba. La irrupción como en el caso del nomos, su interrogación se transforma en un requisito
del tiempo en el drama (1993 [1985]). político.

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hacia lo mágico y lo maravilloso, en desmedro del nomos. Para momento de pisar, como Colón, una nueva tierra, a saber: to-
realizar este develamiento o des-encubrimiento, necesitamos, mar, dividir y explotar, términos que, en esta misma secuencia,
primero, revisar el trabajo de Carl Schmitt sobre el nomos de la representan “los tres conceptos fundamentales de todo orde-
tierra, pues ello es lo que nos permitirá aprehender la violencia namiento concreto” (Mar y tierra 58). Nomos refiere así la toma
que oculta el archivo; luego realizaremos una especie de lectu- concreta de una tierra (Nehmen), su conquista, pero también
ra contrapuntística de Cien años de soledad y Los pasos perdidos, su división (teilen) o distribución y, finalmente, su producción,
con tal de determinar, como segundo paso, el vínculo entre ya que nomos también significa pastar (weiden). Estamos, por
magia e imperio que se da en estas novelas, y su pertenencia a tanto, en el centro del que será su posterior libro, El nomos de la
una mirada que habita completamente el imaginario medieval tierra, donde Schmitt describe las sucesivas transformaciones
del mundo, de aquel mundo que se encontraba más allá de las del derecho, sobre todo del internacional, en su vinculación
fronteras que primero cruzó Marco Polo y después uno de sus con la tierra, ya que los actos primitivos del derecho están di-
principales admiradores, el almirante Cristóbal Colón. rectamente vinculados con los asentamientos, a la vez que con
En el “acontecimiento América”, Schmitt ve una revolución la “fundación de ciudades y establecimientos de colonias” (El
espacial que permitirá dejar atrás toda una era, y que a la vez nomos de la tierra 6). Así lo indica en este libro:
posibilitará la apertura de una nueva, radicalmente distinta.
La historia de todo pueblo que se ha hecho sedenta-
El mundo será, por primera vez, palpable en su redondez, y rio, de toda comunidad y de todo imperio se inicia,
participará de un espacio infinito y vacío que dejará de ser ima- pues, en cualquier forma en el acto constitutivo de una
ginado con temor. De ahí que para Schmitt el arribo de Colón toma de la tierra. Ello también es válido en cuanto al
no es tan solo un desembarco más en tierras ignotas, sino el comienzo de cualquier época histórica. La ocupación
desembarco “de una prodigiosa transformación”, la de una de la tierra precede no solo lógicamente, sino también
gran “revolución espacial” que trastocó todo, absolutamente históricamente a la ordenación concreta posterior y de
todo, dando así lugar a un nuevo ordenamiento espacial, del todo derecho ulterior. La toma de la tierra es el arrai-
que la palabra nomos logra dar cuenta de manera cabal: gar en el mundo material de la historia (El nomos de la
tierra 11).
Todo ordenamiento fundamental es un ordenamiento
espacial. Se habla de la constitución de un país o de El nomos es, entonces, el primer acto que se realiza cuando se
un continente como de su ordenamiento fundamental, toma un espacio, su ordenamiento, su división: se trata, en
de su nomos. Ahora bien, el propio y verdadero orde- suma, no de un acto del pensamiento o la imaginación, sino
namiento fundamental en su esencia está basado en “de la coincidencia, estructuralmente determinante, de la or-
unas determinadas fronteras y divisiones espaciales. denación y asentamiento en la convivencia de los pueblos”
En dimensiones determinadas y en una determinada (Schmitt, Escritos 37-38), y cualquier modificación posterior,
distribución de la tierra. Por eso el comienzo de los dependerá directamente de este concreto acto primitivo. En
grandes períodos históricos va precedido de grandes otras palabras, lo que Schmitt nos está señalando aquí es que
conquistas territoriales (Mar y tierra 58). lejos de cualquier sublimación por el origen, cuando nos pre-
Esta es la primera vez que aparece la palabra nomos en el relato, guntamos por él o por su cercanía, lo que encontramos no es
y por ello es que Schmitt inserta una nota explicativa, donde un misterio (como cree el Heidegger que se preocupó por el
señala que nomos “deriva del verbo griego nemein”, el cual construir, el habitar y el pensar), menos todavía eventos que
posee tres significados, todos directamente involucrados al podamos catalogar de mágicos, sino el poder; primero el poder

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

de conquista, que toma un espacio, y luego el que rige sobre él: da con oikos, término que refiere la casa, el hogar, de manera que
“Sencillamente, en el origen está la toma de tierra, la ocupación, oikonomia trata sencillamente de la ley de la casa, y como tal “re-
el Nehmen, y ese es el título originario” (Villacañas, “Nomos presenta una sinopsis de conceptos como organización, orden y
de la Tierra” 266), señaló un lector de Schmitt, el mismo que economía, que son importantes para toda la semántica de la raíz
entrevió una suerte de “coincidencia” entre la cadencia de las nem”, pues, cuando apareció inicialmente este término, “el verbo
palabras “Nehmen, Teilen, Weiden”3 y el texto heideggeriano de nomos era nemein, que habitualmente aludía a administrar o
“Bauen, Wohnen, Denken”,4 al que Schmitt parece estar res- significar” (Schmitt, “Nomos-Nahme-Name” 339).
pondiendo, pues en él Heidegger retoma su lectura localista de Por ello, señala Schmitt, es que encontramos esta palabra, ya
Hölderlin: “a pesar de sus ligeras correcciones y de su lenguaje sea en Platón o en Aristóteles, refiriendo el orden de la casa, a
ecologista”, señala José Luis Villacañas, “su pensamiento [de la economía doméstica, nociones que además no operaban con
Heidegger] no deseaba superar la estructura del mito local” independencia de cuestiones morales como prudencia, ahorro,
(“Nomos de la Tierra” 262), algo que de seguro debe haber fas- planificación cuidadosa e incluso con honestidad. Esto indica
tidiado a Schmitt, cuyo libro El nomos de la tierra se nos presenta entonces que nomos estuvo más cerca de la casa que de la po-
precisamente como una máquina desmitificadora. lis, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, donde el mercado
hace imposible la reconciliación de nomos y oikos, por lo menos
Porque aquí nos interesa insistir en el término nomos debemos tal como fueron empleadas por aquellos filósofos, pero también
recurrir a unos pequeños ensayos que Schmitt escribió poco como la usó el mismo Homero, quien ya recurre a este término en
después, textos donde desarrolla una historia conceptual que no la Odisea, cuestión relevante para nuestro último capítulo. En un
deja dudas sobre su recorrido. Ya hemos señalado que nomos está pequeño apartado, titulado “El nomos en Homero”, Schmitt se-
directamente vinculado con la tierra, pues es ella la madre del ñala que una determinada versión ha dificultado la comprensión
derecho, no obstante, en su camino, nomos también se ha vincu- del término nomos en el texto homérico, que lo ha reemplazado
lado, si bien de manera combinatoria, con algunas palabras que por el de noos (o también nous) (aunque hay algunos que han
resultan fundamentales para la realización de su potencia. Entre llegado más lejos, al señalar que Homero ni siquiera conoció la
ellas, cabe encontrar patrimonio, monarquía, astronomía, isono- palabra).5 Aquí no interesa, señala el jurista, determinar su posi-
mía, eunomía, y otras más, pero hay una en particular que destaca ble relación o diferencia etimológica, pues hace mucho que deja-
hasta nuestros días, pues es quizá la más frecuente y familiar, si ron de referir lo mismo, interesa saber que una se vincula con la
bien es evidente que desde su concepción no ha dejado de sufrir toma de una tierra y la otra con la mentalidad o el carácter de las
mutaciones; se trata de la economía, por lo que la combinación se personas que la habitan. Schmitt está centrado en el inicio de la
obra homérica, aunque señala de paso que son varios los lugares
en que habría que revisar si noos está o no reemplazando a nomos.
3. Schmitt escribió un texto bajo este título, publicado en 1953: “Nehmen/
Teilen/Weiden. Ein Versuch, die Grundfragen jeder Sozial- und Recordemos las palabras de Atenea con que abre la Odisea:
Wirtschaftordnung von ‘Nomos’ her richtig zu stellen”, 18-27. Traducción
al español: “Apropiación, partición, apacentamiento. Un ensayo para fijar Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío
las cuestiones fundamentales de todo orden social y económico a partir del tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya,
nomos”, 3-14.
4.  Se trata de la famosa conferencia que Heidegger pronunciara ante los
arquitectos que debían reconstruir Alemania, en el Coloquio de Darmastadt, 5.  Schmitt agrega que “el contenido y el curso que insiste en que Homero
1951. Esos arquitectos tenían además el desafío de construir las casas de nunca usó la palabra nomos, es uno de los fenómenos más extraordinarios de
aquellos cientos de miles que habían perdido sus hogares. la historia intelectual de la humanidad” (El nomos de la tierra 343).

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conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes entre casa y nomos” (“Nomos-Nahme-Name” 340), aunque
(énfasis agregado). también podemos decirlo de otra manera, podemos decir que
el nomadismo es anómico, al resistir su inscripción de la ope-
El supuesto interés de Ulises por el genio o la mentalidad,
ración que lo intenta fijar en algún domicilio. De ahí la impor-
hace del héroe un precursor de Montesquieu y Herder, señala
tancia para el nomos, y para la economía casera en particular,
irónicamente Schmitt, algo bastante extraño si consideramos
de la figura del patriarca, de su dominio sobre la casa y sobre
más bien su vinculación con ciudades y alcázares, que como
su familia desmovilizada.
tales no tienen un noos general, sino un nomos específico. Si
recordamos el texto que abre Mimesis, de Auerbach, veremos
Nomos y anomia, entonces, es el par conceptual que nos per-
además que el Ulises homérico se caracteriza precisamente
mitiría leer cierta literatura, pues si, como señaló González
por descripciones carentes de mentalidad. En en la Odisea, no
Echevarría, literatura y ley están estrechamente vinculadas,
hay cambios ni profundidad, puesto que se nos presenta “una
resulta que el archivo que él definió es un archivo nómico, no
imagen muy simple del hombre” (Mimesis 19), siempre estan-
solo porque su tematización de lo latinoamericano le entregue
cados, siempre los mismos. Por otra parte, Schmitt recuerda
su domicilio, su casa, sino también debido a su problematiza-
que Heródoto también empleó el término nomos, precisamente
ción del origen, el que ha sido sublimado en función de una
para diferenciar los usos y costumbres de distintos pueblos.
romantización del mito local, como hiciera Heidegger después
En otro pequeño texto, donde Schmitt sí entra en cuestiones
de Carpentier y antes de García Márquez. La verdad es que no
etimológicas, “Nomos-Nahme-Name”, menciona que nomos
hay mucha diferencia, en lo que atañe a esta cuestión, claro.
aparece a menudo en Homero, pero que cuestiones de tilde
Nuestro interés, por tanto, radica en develar este hecho, en
han provocado una discusión estéril que nos alejarían de lo
mostrar, por un lado, el vínculo entre las novelas fundadoras
principal. De esta discusión, lo relevante para nosotros es que
del archivo y la noción de nomos, y, por otro, en buscar una
el texto homérico refiere la idea de nomos, vinculándolo direc-
alternativa a tal vínculo, es decir, preguntarnos por la posibili-
tamente con ciudades, es decir, en su acepción principal, aque-
dad de una literatura a-nómica.
lla que fija a los hombres a una determinada tierra. Que Ulises
quisiera siempre retornar a su Ítaca nos indica que no otra era
su política. Ello nos permitirá, más adelante, pero también con 3. La violencia oculta o la retórica de la inocencia
mayor insistencia en el último capítulo, hablar de una litera-
tura a-nómica, es decir, de una literatura que se construye en Es considerando entonces la idea de nomos lo que nos lleva a
la fuga del nomos en tanto política de filiación y ordenamiento señalar que la fundación de ciudades por parte de los maestros
territorial, y lo hace además con un personajes también llama- del archivo es una violencia que ha sido sublimada o, como
do Ulises. veremos luego, encubierta gracias a una determinada retórica,
una violencia que la crítica, y en particular la obra de González
Dicho esto, resta un último punto para comprender la idea Echevarría, ha pasado por alto, haciéndose así parte de su en-
de nomos en toda su extensión, pues si ésta se vincula a la tierra cubrimiento. Para Schmitt “el espacio es la imagen de nuestro
a través de su toma, partición y producción, y si se hace más poder” (Glossarium 167), pero en el archivo en cuestión, el es-
frecuente en su vínculo con la casa, entonces el nomos opera pacio ha sido reinscrito como naturaleza maravillosa, mágica,
como una especie de antítesis del nomadismo, es más, opera un actuar posibilitado gracias a la exaltación de una retórica de
contra el nomadismo. Schmitt lo explicita de la siguiente ma- la inocencia, que oculta el poder en pos de la búsqueda de un
nera: “La vida nomádica fue sobrepasada gracias a la relación origen telúrico, incluso cuando lo telúrico adquiere múltiples

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posibilidades (de Bello a García Márquez, pasando por Rodó y “la presión del sistema mundo, que fuerza a su país [el país de
Vasconcelos); detrás de todas ellas, siempre estará la metafísica Macondo] a una mayor integración –y, por tanto, más rígida”.
de la identidad. Sin embargo, lo interesante de todo esto, como Moreiras se está haciendo eco de una tesis central de Franco
veremos luego, es que es en las mismas novelas maestras don- Moretti, aquella con la que cierra su epílogo a Opere mondo,
de podemos encontrar explícitamente su vínculo con la idea dedicado a Cien años de soledad:
de nomos, a pesar de que no lo nombren, y encontrar, por otra
parte, también en textos de García Márquez o Carpentier, un [L]a novela surge de una complicidad entre “magia
vínculo entre escritura y representación eurocéntrica, pues lo e Imperio”, donde la “retórica de la inocencia” de la
maravilloso –dentro de lo cual, sensu stricto, cabe lo mágico– ha literatura moderna realiza su estrategia de negación
y desaprobación un paso más allá, hasta el corazón
sido la forma particular a través de la cual se ha capturado y
mismo de la víctima. Si la “retórica de la inocencia”,
disciplinado al espacio “americano”, ha sido la forma en que se descubierta por Goethe en Fausto, es el medio por el
lo ha dominado y poseído. De manera que si el archivo maes- que Occidente, “reconoce lúcidamente la necesidad de
tro ha narrado lo “nuestro”, ha sido siempre bajo una mirada la violencia para la [su propia] vida civilizada”, a la
imperial, lo cual es una manera de decir que no ha narrado vez que establece “la necesidad de su desaprobación
lo nuestro, sino que lo ha inventado, operación por lo demás para la conciencia civilizada de occidente”, entonces
que no ha cesado desde que Colón colocara por primera vez el realismo mágico de García Márquez incorpora ser-
sus pies en este lado del mundo. No somos, por supuesto, los vilmente tal retórica a los mecanismos literarios de la
primeros en plantear estas cuestiones, aunque lo hacemos, o semiperiferia del sistema-mundo (The Exhaustion of
lo intentamos, a partir de una lectura schmittiana, porque es Difference 192).6
posible emplear la producción del jurista alemán a contrapelo, Lo que está señalando Moreiras, y Moretti también, aunque de
pues como quedará claro en los dos capítulos que siguen, el una manera algo distinta, es que en Cien años de soledad tiene lu-
interés no pasa por el nomos, ni por la magia ni la naturaleza, gar una especie de transculturación, pero no en el sentido que
sino por las posibilidades de su deconstrucción, es decir, por le otorgara Fernando Ortiz, sino en la versión de Ángel Rama,
una literatura anómica. pues en Transculturación narrativa podemos ver una especie
de historia hegeliana operando sobre la heterogeneidad, pues
En The Exhaustion of Difference, Alberto Moreiras señala que en hay una modernización que borra la diferencia al permitir el
Cien años de soledad se dan cita dos modos de producción, uno “triunfo real de monologismo” (Modern Epic 246). Por un lado,
precapitalista (quizá éste con mayor fuerza) y otro capitalista, Cien años de soledad ha realizado un tachado de las diferencias
que se hace presente a través de las bananeras, el ferrocarril, lingüísticas a través del narrador (“el lenguaje es el mismo para
o la misma pianola (192-194.). Su diferencia es clara, modos todos”, señala Moretti); por otro, en tanto especie de reserva
presentados de manera radicalmente opuestos y, aun así, ha- periférica, la novela es un reencantamiento del mundo, aunque
bitando un mismo espacio, pero muy luego vemos cómo uno en términos modernizantes, ya que recurre a la retórica de la
se va diluyendo en el otro, pues si la modernidad fue descrita inocencia y a la ideología del progreso al mismo tiempo. En
por Max Weber como el desencantamiento del mundo, ese des-
encantamiento operaría aquí mediante la emancipación de la 6.  De Franco Moretti, consideraremos su traducción inglesa, que es la que
magia, de lo precapitalista. Se trata, claro está, de una novela cita Moreiras, Modern Epic. The Worlds System from Goethe to Garcia Márquez:
que opera dentro de lo que se tendió a llamar “desarrollo des- “Novel arises in a complicity between ‘magic and empire’, whereby modern
igual y combinado”, una novela que surge como respuesta a literature’s rhetoric of innocence takes its strategy of denial and disavowal
on step further, into the heart of the victim” (245).

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

síntesis, Cien años de soledad opera como máquina de captura, La idea de esta retórica surge cuando Moretti revisa la re-
pues donde Rama ve una modernidad irrealizada, Moretti ve escritura de la tragedia de Gretchen (Margaret) en Fausto,
la legitimación de la dominación occidental sobre la periferia construida con el fin de exculpar a su héroe de los pecados
atrasada. pasados. Goethe habría intentando realizar una “des-tragedi-
De este planteamiento, que podría dar lugar a diversos y zación de la tragedia de Fausto” (en el original, leemos: “de-
enconados debates, quisiéramos detenernos en la cuestión de tragicizzazione della tragedia di Faust”), y lo logra, señala el
la “retórica de la inocencia”, pues veremos que ella represen- crítico italiano, gracias a Mefistófeles, que lo protege
ta la estrategia que ha permitido invisibilizar el nomos que se
de la violencia de la seducción y, en efecto, de toda
encuentra obliterado en las novelas maestras del archivo. El
violencia. Gracias a él, nace una estrategia que será
vínculo entre literatura medieval, conquista y escritura es algo fundamental para todo el epos moderno, en realidad,
que siempre ha fascinado a Fuentes y a García Márquez, como para toda la cultura occidental: una estrategia de ne-
también al Vargas Llosa ensayista (recordemos Carta de batalla gación y desaprobación: la retórica de la inocencia
por Tirant lo Blanc). Se trata de una relación señalada temprana- (Modern Epic 25).
mente por el autor de Terra nostra, quien en su ensayo La nueva
novela hispanoamericana (1969), indicó que esta “se ofrece como Si bien la retórica de la inocencia emerge o toma forma sin nin-
un nuevo impulso de fundación, como un regreso al génesis gún proyecto consciente, es claro, indica Moretti, que pronto
para redimir las culpas de la violación original, de la bastardía asumirá la forma de una ideología, aquella que, en nombre
fundadora: la conquista de la América española fue un gigan- de la civilización, reconoce la necesidad de una violencia que
tesco atropello” (45. Énfasis agregado).7 La pregunta que sur- debe inscribirse sobre aquellos que indefectiblemente han de
ge de estas líneas es porqué estos escritores latinoamericanos someterse al poder global de occidente, al avance del siste-
debieran redimir las culpas de otros, porqué desean hacerse ma-mundo, si desean alcanzar el progreso. Se trata obviamente
cargo, y de manera gratuita, de una violencia que finalmente de la ideología que reescribe la “geografía como historia” al
no analizarán ni denunciarán, como ha indicado Magris para transformar el “Before-and-After” en un “Alongside”. Es cierto
otras escrituras. Sin embargo, aquí tampoco ha tenido lugar que el sistema-mundo permite la heterogeneidad, pues, como
exención alguna, más bien, lo que las novelas del archivo han sugiere Ernst Bloch, la asincronía se conecta con posiciones es-
realizado ha sido una sublimación de esa violencia originaria, pecíficas del sistema, pero cada vez más va haciendo presión
encubriéndola o disfrazándola con un mito –que le inscribe un sobre ella hasta homogeneizarla. Así, el dominio de occidente
carácter mágico– que terminará ocultando su atropello, gracias avanza sobre la periferia, y su recurso predilecto es, cómo no,
a la romantización del viaje conquistador. la violencia, pero se la encubre en nombre de un fin que la jus-
tifica: la civilización.

Para la línea de lectura que aquí estamos desarrollando, el


7.  En la primera página de su ensayo, Fuentes señala: “Más cercana a la
geografía que a la literatura, la novela de Hispanoamérica había sido descrita
análisis de Moretti nos resulta muy relevante, y si bien ve-
por hombres que parecían asumir la tradición de los grandes exploradores mos que lo realiza de manera un tanto presurosa y con pocos
del siglo XVI. Los Solis, Grijalva y Cabral literarios continuaban, hasta hace matices, nuestra dificultad surge al reparar que su excesiva
pocos años, descubriendo con asombro y terror que el mundo latinoamericano concentración en la inscripción del realismo mágico en el
era ante todo una presencia implacable de selvas y montañas a una escala sistema-mundo, le impide fijar la mirada precisamente en el
inhumana” (9). Más que ser descrita, podríamos señalar más bien que ha
lugar donde nosotros vemos la retórica de la inocencia ope-
sido inventada.

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

rando con maestría, por lo menos para quienes vean en ella nosotros estriba en que esas imágenes también han destilado
una formidable estrategia expiadora, como diría Fuentes. Ello la violencia conquistadora, dándose cierta correspondencia
porque esta retórica permitirá insistir en otro punto del archi- entre dos tipos de representación, el pictórico y el gráfico. Para
vo, insistir en el vínculo entre magia e imperio que se da en ejemplificarlo, Ginzburg cita un fragmento de la tercera carta
el realismo mágico, pues esta relación no tiene lugar solo a de Cortés, que aquí reproducimos:
través de la incorporación literaria de América Latina al siste-
ma-mundo, sino también en la propia retórica de la inocencia [Entramos en la ciudad de Iztapalapa]. E como estaban
asumida como estrategia narrativa tanto en Los pasos perdidos ya sobre el aviso, todas las casas de tierra firme estaban
como en Cien años de soledad. Moretti lo señala, si bien tangen- despobladas, y toda la gente y despojo de ella metidas
en las casas de la laguna, y allí se recogieron los que
cialmente, cuando afirma en un libro posterior que el hecho
iban huyendo, y pelearon con nosotros muy reciamen-
de que “la conquista colonial adopte la forma de una fábula
te; pero quiso Nuestro señor dar tanto esfuerzo a los
de magia, naturalmente, es otro gran ejemplo de retórica de la suyos, que les entramos hasta meterlos por el agua, a
inocencia” (Atlas de la novela 77). García Márquez y Carpentier las veces a los pechos, y otras nadando, y les tomamos
emplean como modelo literario la conquista española, sus cró- muchas casas de las que estaban en al agua, y murie-
nicas e historias, como también la historia colonial. A través de ron en ellos más de seis mil ánimas, entre hombres,
estos recursos pretenden reinscribir un mito de origen, aunque mujeres y niños, porque los indios, nuestros amigos,
ahora en manos criollas y sin violencia, o con una especie de vista la victoria que Dios nos daba, no entendían en
nomos atenuado. Ello implica que el asombro ante la maravilla otra cosa, sino en matar a diestro y siniestro (Cortés,
del nuevo mundo también es reinscrito sobre Macondo o Santa Cartas y Relaciones 174).
Mónica de los Venados, aunque de una manera diferente a la
Vemos que aquí se inscribe un discurso que intenta aminorar
maravilla medieval, pues mientras esta habría un mundo, la
las consecuencias de su accionar en tierras americanas, no por-
maravilla latinoamericana opera más bien como una categoría
que la violencia sea inexistente, sino porque es justa en contra
o como una estrategia de lectura.
de aquellos que no están del lado de Dios y la humanidad. Para
Quien sí ha vinculado directamente la retórica de la inocen- Ginzburg, en “la estrategia narrativa de la carta redactada por
cia con la conquista misma ha sido Carlo Ginzburg (2001) en Cortés […] no hay españoles, su presencia ha sido omitida: las
un pequeño ensayo, titulado acertadamente “Memoria y dis- masacres son perpetradas por ‘nuestros amigos indios’. El ene-
tancia”, que trata de la relación entre presente y pasado que se migo herido de muerte es un enemigo a medias humano, un
da, a su vez, entre Europa y América, cuestión que le permite subhumano, que no presenta problema” (“Mémoire et distan-
vislumbrar la retórica de la inocencia operando desde el arribo ce” 125).8 Cortés aparece entonces libre de pecado, luchando
español en adelante; los cuerpos desnudos que refiere Américo no solo contra unos salvajes, sino también contra el tiempo
Vespucio a Lorenzo di Pierfrancesco de Medici en 1500 son mítico que aquellos habitan, pues es a partir de imágenes de la
la prueba irrefutable de la necesaria misión civilizadora en el antigüedad clásica que se los suele representar.
mundo descubierto. Ginzburg revisa el posible influjo de las
Como veremos luego, es esta misma estrategia retórica la
cartas de Cortés en una copa de plata que se encuentra en la
que, a su modo, encontramos en las novelas del archivo terríco-
Schatzkammer de la Residenz en Munich (la Cámara del Tesoro
la, aunque en ellas la violencia ha desaparecido completamen-
de Residencia de Múnich), dado que tiene inscrita imágenes
que podrían representar a indígenas americanos, vistos, eso
8.  Cita levemente modificada. Ginzburg cita esta tercera carta del inglés, en
sí, a través del tamiz de la mitología griega. Lo relevante para traducción de Anthony Pagden. Cfr. Letters from Mexico, 174-175.

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te, de la misma manera que han desaparecido los indios que menos el testimonio más asombroso de nuestra reali-
hacían la guerra reciamente, ya que al parecer en el siglo XIX e dad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos
inicios del XX solo hay “indios amigos” o indios decorativos, legaron otros incontables (“La soledad de América
que es como se los representa, tanto en Los pasos perdidos, como Latina” 21-22. Énfasis agregado).9
en Cien años de soledad. Los adelantos del “progreso” simple- En Estocolmo, poco antes de entrar al siglo XXI, García Márquez
mente llegan a Macondo, de la misma manera que los Buendía todavía insiste en un extraño fetichismo de la realidad, pues
lo hicieron alguna vez, para “redimir las culpas de una viola- es en ella donde residiría lo asombroso, no en la mirada que
ción original”. Si “la retórica de la inocencia es precisamente la la contempla; los cronistas, parece decirnos el autor, refieren
auto-absolución individual y colectiva” (Rapporti di forza 48), un paisaje desconocido con total inocencia, y describen, como
como señaló Ginzburg en otro lugar, resulta bastante paradó- todo el mundo medieval, la maravilla que “aparece” ante ellos.
jico que sea desde la tierra conquistada que se apele a ella. No Es claro que García Márquez tiene una fe inmensa en la reali-
lo es, sin embargo, cuando vemos el afán de una escritura que dad, incluso cuando señala que la “real” Remedios la bella no
busca insertarse precisamente allí donde la violentaron. Su se fue al cielo, como se cuenta en la novela, sino que se fugó con
vocación sustitutiva, que comentamos anteriormente, nos da un hombre que la cortejaba; la vergüenza familiar lo reemplazó
la razón. ni más ni menos que por el mismísimo Dios. Parece que el pa-
dre de Macondo vive en una época donde el mundo aún no es
4. El retorno a la maravilla imagen, un mundo que si se desea conocer, basta con tener los
ojos bien abiertos para que su verdad nos sea dada. Y cuando
“La soledad de América Latina”, el discurso con que García en ese nuevo mundo “aparecen” seres u objetos des-conocidos,
Márquez recibió el Premio Nobel un ocho de diciembre 1982, echarán mano del propio, de las prácticas representacionales
inicia de la siguiente manera: manejadas, para dar cuenta de esa otredad; no otra cosa hace
Pigafetta, el acompañante de Magallanes, cuando describe
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acom-
pañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del
aquel animal cuyo cuero era usado como vestido por unos gi-
mundo, escribió a su paso por nuestra América me- gantes a los que él y sus acompañantes les llegaban apenas a
ridional una crónica rigurosa que sin embargo parece la cintura; de manera que un guanaco estaría formado por –o
una aventura de la imaginación. Contó que había visto mejor dicho sería la suma de– una “cabeza y orejas de mula, el
cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin cuerpo de camello, las patas de ciervo y la cola de caballo, cuyo
patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del relincho imita” (Primer viaje 22).
macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos
García Márquez deja en claro aquí el arco que hay entre
parecían una cuchara. Contó que había visto un en-
Colón, Pigafetta, et al. y “nuestras novelas de hoy”, pues él
gendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de
camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó parece repetir cándidamente la misma estrategia narrativa de
que al primer nativo que encontraron en la Patagonia los cronistas del siglo XVI, “contar” la realidad, como si esta
le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante no estuviera afectada por la representación, como si la mirada
enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de no afectara su objeto, como si no existiera ideología. Pero no,
su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran 9.  Énfasis agregado. Para la influencia de Pigafetta en García Márquez, nos
los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho ha sido de mucha utilidad el ensayo de Humberto E. Robles, “El primer viaje
alrededor del mundo: de Pigafetta a García Márquez”, 5-26.

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García Márquez lo sabe imposible: a diferencia de Bernal Días sus señores” (Colón, Los cuatro viajes 59). Estas retóricas nos
del Castillo o Francisco López de Gómara, no usa la escritura permiten ver claramente que en Colón, y quienes le siguieron,
para describir o incluso inventar una realidad que dice estar hay todo un ritual de posesión, toda una oratoria que Patricia
contando tal cual se la “encuentra”, sino para distorsionarla. Seed ha trabajado de manera espléndida en su Ceremonies of
Eso se elucida cuando consideramos una práctica que los es- Possession (1995), una retórica que por lo demás se hace acom-
pañoles hicieron ejemplarmente en América y que Carpentier pañar de lo real maravilloso.11 Pero vamos por parte, pues en
y García Márquez replicarán con su ficción siglos más tarde: su famosísima carta hay algo que queda dando vueltas… si
tomar una tierra y fundar en ella ciudades. No hay nada mejor el encuentro con el Caribe es el encuentro más radical con la
entonces que leer al mismísimo Colón en su famosa carta a Luis diferencia que ha tenido europeo alguno, cómo es que Colón
Santángel, pues ella refiere y marca la primera toma concreta se atreve, ante semejante ritual de posesión, a señalar: “non me
de la tierra (nomos) realizada por los europeos, y el ánimo de fue contradicho”. Imaginemos por un momento la escena, la
poseerla, pero también nos habla del asombro ante las maravi- performance de Colón y unos cuantos más, un grupo descen-
llas que se “encuentran” en este desconocido lado del mundo: diendo de una carabela hacia un batel, luego pisando tierra con
banderas reales y escudos reales, acompañados de un sujeto
Señor, Porque sé que avréis plazer de la grand vitoria completamente tapado que sostiene o levanta dos palos cruza-
que nuestro Señor me ha dado en mi viaje vos escrivo dos, mientras otros van vestidos y armados con ropas y armas
ésta, por la qual sabreys cómo en veinte dias pasé a nunca vistas por los indígenas de Guanahani, y en verdad por
las Indias con la armada que los illustrísimos Rey e ningún otro, hablando una lengua incomprensible, realizando
Reyna, nuestros señores, me dieron, donde yo fallé actos tan extraños como besar la tierra o llorar por ello… pero
muy muchas islas pobladas con gente sin número, qué digo, “carabela”, “ropa”, “bandera”, “armas”, “batel”, si
y d’ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas nada de esto debe haber tenido “sentido” para aquellos indí-
con pregón y uandera rreal estendida, y non me fue
genas, esos que según el hijo del Almirante “asistieron a esta
contradicho.
fiesta” con “alegría”, pero que de seguro miraban anonadados
A la primera que yo fallé puse nonbre San Salvador, a los arrivantes. Y luego, después del ritual o fiesta, “con la
a comemoración de su Alta Magestat, el qual mara-
solemnidad y palabras que se requerían” (Historia del almirante
villosamente todo esto an dado; los indios la llaman
110), Colón dice “non me fue contradicho”.12 ¿Qué le debían
Guanahani. A la segunda puse nonbre la isla de Santa
María de Concepción, a la tercera, Ferrandina; a la
quarta, la Islabella, a la quinta, la isla Juana, e así a 11.  Sobre las diferencias y similitudes entre lo real maravilloso y el realismo
cada una nonbre nuevo.10 mágico se ha escrito bastante. Sin embargo, aquí no entraremos en esas
controversias puesto que nos interesa más acentuar una retórica compartida
Como para que no hubiese duda alguna del accionar del por Carpentier y García Márquez.
Almirante, ese mismo 12 de octubre llamó a sus capitales y a 12.  Recordemos el desembarco, según el hijo de Colón: “Llegado el día,
Rodrigo D’Escobedo, el “escrivano toda la armada”, para que vieron que era una isla de quince leguas de larga, llana, sin montes, llena
“diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomava, y de de árboles muy verdes, y de buenísimas aguas, con una gran laguna en
medio, poblada de muchos indios, que con mucho afán acudían a la playa,
hecho tomó, possesión de dicha isla por el Rey e por la Reyna
atónitos y maravillados con la vista de los navíos, creyendo que éstos eran
algunos animales, y no veían el momento de saber con certeza lo que sería
10.  Colón, “Carta a Luis Santángel (15 de febrero de 1493)”, Cristóbal Colón. aquello. No menos prisa tenían los cristianos de saber quiénes eran ellos;
Textos y documentos completos, Consuelo Varela, ed. (Madrid: Alianza, 2003), pero, muy luego, fue satisfecho su deseo, porque tan pronto como echaron
10. las áncoras en el agua, el Almirante bajó a tierra con el batel armado y la

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contradecir? De seguro este debe ser uno de los “encuentros” equivale a despoblarlas, requisito fundamental, recordemos,
más absurdos que se ha dado en la historia de la humanidad, para la instalación del nomos; pero su retórica viene a la vez a
y, a la vez, el más trascendental de los últimos cinco siglos, y nombrar legalmente las tierras encontradas (en nombre de los
Colón lo supo, por supuesto que lo supo, de lo contrario, no Reyes, bautiza San Salvador, Santa María, Ferrandina, “e así
habría insistido, hasta la saciedad, en la maravilla. El lunes 31 a cada una nonbre nuevo”), lo que equivale a poseerlas antes
de diciembre de 1492, ya preparando el viaje de regreso, Colón que otros, pues Colón en realidad no le habla a los indígenas,
mandó “tomar agua y leña para la partida a España, para dar no mandó llamar a Rodrigo D’Escobedo para entregarles a es-
noticia presto a los Reyes, para que enviase navíos que descu- tos un documento donde los desposee, no, Colón no se dirige
briesen lo que quedaba por descubrir, porque ya ‘el negocio a ellos, sino a Europa, donde se encuentran sus rivales, pues,
parecía tan grande y de tanto tomo que es maravilla’” (Los cua- como señaló Schmitt, era necesario reconocer inmediatamente
tro viajes 154). Esta es la tesis de Stephen Greenblatt (criticada la nueva tierra como espacio libre, libre para la ocupación y
en su momento, por cierto, por González Echevarría), para expansión europea, independientemente de las disputas cris-
quien “El término ‘maravilloso’ que ya hemos visto utilizar tianas que seguirían. Y sin embargo, nada de ello impide que
a Colón en la primera frase de su primera carta, apela obvia- la performance desplegada ante los indígenas que no podían
mente a las expectativas de lecturas basadas en el género de la contradecir nada porque no entendían nada, sigue estando ahí,
literatura de viajes” (Maravillosas posesiones 156) medieval, pero como un nudo, como una falla.
a diferencia de Marco Polo o de Mandeville, que “viajan” en Colón conoce la imposibilidad que atraviesa su discurso,
busca de la otredad y que rehúsan el oro o la tierra, Colón viaja pero también conoce su fuerza, pues si todo lo que se nombra
respaldado por los intereses económicos de un imperio, y tam- lleva inscrito una voluntad de poder, anclada en este caso en
bién por los intereses propios, claro, pues las capitulaciones de el derecho romano que se comparte con los demás pueblos
Santa Fe (17 de abril de 1492) lo hacían Virrey y Gobernador europeos, San Salvador (o cualquier otro nombre) es también
General de “todas aquellas islas y tierras firmes que por su el nombre de un acto de apropiación; se trata de una toma con-
mano o industria se descubrieren o ganaren” (119). De ahí que creta de la tierra, de la inscripción del futuro Ius publicum eu-
el formalismo de sus palabras tenga por cometido no la genera- ropaeum, donde el nombrar tiene por cometido impedir a otros
ción de un vínculo, sino la desconsideración de esa “gente sin el reclamo de posesión y ordenamiento del espacio tomado,
número”, pues negarla equivale a vaciar islas y tierras firmes, ya que lo que está fuera de Europa puede ser libremente ocu-
pado, si bien para ello era necesario considerar, por lo menos
bandera real desplegada. Lo mismo hicieron los capitanes de los otros inicialmente, que la hazaña de Colón no era un descubrimiento
navíos, entrando en sus bateles con la bandera de la empresa, que tenía –lo cual es cierto, ya que Colón no operaba con la idea de que
pintada una cruz, verde con una F de un lado, y en el otro unas coronas, en había encontrado un espacio desconocido para la soberanía
memoria de Fernando y de Isabel. Habiendo todos dado gracias a Nuestro cristiana–, sino una conquista. Por otra parte, el nombrar es
Señor, arrodillados en tierra, y besándola con lágrimas de alegría por la también “bautizar” cristianamente unas tierras que a todas
inmensa gracia que les había hecho, el Almirante se levantó y puso a la isla
el nombre de San Salvador. Después, con la solemnidad y palabras que se
luces se perciben como no católicas, de manera que, al mismo
requerían, tomó posesión en nombre de los Reyes Católicos… Asistieron a tiempo, el bautizo “implica la cancelación del nombre nativo”
esta fiesta y alegría muchos indios, y viendo el Almirante que eran gente (El nomos de la tierra 176); Colón, como muy luego habrá de en-
mansa, tranquila y de gran sencillez, les dio algunos bonetes rojos y cuentas terarse, no se encuentra con un mundo innombrado, sino con
de vidrio, las que se ponían al cuello, y otras cosas de poco valor, que fueron uno que responde al nombre de Guahanani, un nombre que su
más estimadas por ellos que si fueran piedras de mucho precio”, Hernando
de Colón, Historia del almirante, 110-111.
formalismo también deberá borrar para poder tomar aquella

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tierra con todas las armas de la ley que lo respaldan. Sí, Colón nes más firmes de América, aquella que no deja de preguntarse
viene mandatado para inscribir un nomos, pues su viaje es un o de buscar lo maravilloso; incluso cuando el sentido de lo ma-
viaje que pretende además dividir y producir las tierras que ravilloso mismo ha sido modificado con el tiempo, pues la idea
hallare y lo que hallare en ellas. de que América Latina posee una realidad trastornada, cubista,
Sin embargo, aquí hay que notar que para el Almirante, el alcanzó el siglo XXI.
nombrar es una práctica que se encuentra atravesada por las
No lograr manifestar ni provocar maravilla equival-
Escrituras, no por nada se ve tentado de comparar las tierras dría a sucumbir a sus ataques [los ataques de aque-
“encontradas” con el mismísimo paraíso terrenal; su gesto, llos “que le critican y quieren indicios más tangibles
entonces, es a la vez un gesto creador, pues si “el acto de dar de la ganancia”]. Lo maravillo ocupa el lugar de las
nombre crea el mundo conforme a la palabra”, Colón y quienes ausentes carabelas cargadas de oro; es –como el ri-
le siguen no dejan de inventar este mundo, pero lo hacen, como tual de posesión mismo– una palabra que carga con
Carpentier y García Márquez en el siglo pasado, creyendo o todo lo que se ha imaginado, deseado, prometido…
haciéndonos creer que es la palabra la que se ajusta al mundo, La producción de maravilla, por tanto, no es solo una
cuando la verdad es que ocurre todo lo contrario, es la palabra expresión de efecto que el viaje tuvo sobre Colón, sino
medieval, acostumbrada a lo maravilloso, la que será emplea- también una estrategia retórica calculada, la inducción
da para dar cuenta de una realidad aún más heterogénea que de una respuesta estética en beneficio de un proceso
de legitimación (Maravillosas posesiones 158-159).
la conocida, intentarán ajustar las imágenes encontradas a par-
tir de sus imágenes más cercanas, y el resultado, por cierto, En otras palabras, Colón produce y vende la maravilla, pues
llevará al riesgo de una historia fantástica del Nuevo Mundo, ella “ocupa el lugar de las ausentes carabelas cargadas de oro”
escrita de retazos ajenos y semejante a un cuadro de Picasso (158). Tal infortunio lo lleva a cometer cierto exceso, llegando
en su etapa protocubista. Tan solo recuérdese Las señoritas de incluso a increíbles hipérboles, estrategia narrativa por cier-
Avignon, pintadas en el “periodo africano” del autor, a partir to a la que sus herederos no dejarán de recurrir; pero no son
de recursos grecos, frescos medievales, pinturas egipcias, es- pocos, ni entonces ni ahora, los que dejan el silencio de lado
culturas “primitivas”, etc. Pero aquí surge una pregunta, que para comenzarla a contradecir. Ello nos permitirá señalar que
vale también para la literatura latinoamericana, una pregunta el discurso acerca del nuevo mundo no fue, entre otras cosas,
que no responderemos ahora, sino un poco más adelante: ¿Se “un registro de la colonización de lo maravilloso” (62. Énfasis
reconocerían aquí los Bañistas de Cézanne, cuadro que Picasso agregado), sino un modo de colonización en sí.
también ha considerado para el suyo? La pregunta, claro, es
completamente irrelevante para la pintura, pero no para la lite-
ratura ni para la historia. 5. Del asombro al nomos develado

Una realidad creada como si lo fuera por la palabra de Dios, Ya hemos señalado, y no poco, sobre el asombro que produje-
o por la brocha de Picasso, si fuera el caso; pero no, fue creada, ron las tierras americanas en los europeos, pero la verdad es
como gustaba decir a Vico, por hombres que viven de acuerdo que, si bien contamos con pocos testimonios al respecto, no hay
a su época, en este caso aquella donde el mundo es mundo y duda de que el asombro fue mutuo. Recordemos, verbigracia,
–aun– no imagen, pero sí maravilla, pues Colón, como después el Códice Florentino de Bernardino de Sahagún, donde leemos
Carpentier, torna extraordinario lo “común-y-corriente-ameri- sobre la percepción de los mensajeros que Motecuhzoma envió
cano”, como forma de suplir los tesoros que aún no encuentra, ante los españoles, creyendo, claro, que Cortés era su Príncipe
y lo hace sin saber que con ello inauguraba una de las tradicio- Quetzalcóatl. Los mensajeros regresaban afanados, no solo por

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el impacto producido por aquel encuentro, sino también por- habría permitido considerar a una forma de asombro (la de los
que Cortés quería someterlos a una lucha, pues quería “experi- europeos) como maravilla en sí, mientras que la otra, aquella
mentar qué tan fuertes” eran los mexicanos, dado que ese era el que se alborozaba, por ejemplo, con espejos, no sería más que
rumor que él conocía, cuestión a la que por supuesto los indí- un signo de barbarie. Me refiero al manejo de la escritura,
genas se negaron, a pelear no los habían mandado. Regresaron tecnología que le permitiría la historia a unos, y la intempora-
con diligencia, así por lo menos se lo expresaron a quien en el lidad a otros, y si referimos este asunto, es porque permite re-
camino les pidió que descansaran: “¡Pues no! Estamos de prisa: afirmar nuestra hipótesis: la mirada de las novelas fundadoras
vamos a darle cuenta al señor rey Motecuhzoma. Le diremos del archivo terrícola, lejos de narrar “nuestro continente” y lo
qué hemos visto. Cosa muy digna de asombro. ¡Nunca cosa así supuestamente maravilloso americano, lo han re-inventado a
se vio! O, ¿acaso tú antes lo oíste?” (Visión de los vencidos 35-36). partir de una mirada que no se distancia demasiado de Colón,
Lo relevante de este encuentro es que así como Colón se ma- Pigafetta, et al. Reitero la hispótesis que he estado desarrollan-
ravilló con cuestiones que para los indígenas eran de una coti- do. Los pasos perdidos o El reino de este mundo, al igual que Cien
dianeidad irrisible, así también se maravillaron Motecuhzoma años de soledad, han recolonizado América Latina a partir de
y los suyos. una retórica imperial, aunque, paradójicamente, suspendiendo
su violencia, pues en esta oportunidad la lengua será presenta-
Le dijeron [los mensajeros] en qué forma se habían da sin su acompañante. Se trata de una estrategia narrativa que
ido a admirar y lo que estuvieron viendo, y cómo es la les habría permitido invertir la famosa sentencia de Nebrija,
comida de aquéllos. “la lengua, compañera del imperio”, pues de sus libros pare-
Y cuando él hubo oído lo que le comunicaron los en- ce desprenderse esta otra: “la lengua, compañera de la tierra
viados, mucho se espantó, mucho se admiró. Y le lla- [léase, ‘América entera’]”, ya que, como tanto se ha insistido y
mó a su asombroso en gran manera su alimento (Visión reitera García Márquez:
de los vencidos 39).
Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y
Veamos otro ejemplo, tomado este del mismísimo relato de
malandrines, todas las criaturas de aquella realidad
Pigafetta:
desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la
imaginación, porque el desafío mayor para nosotros
Cuando desembarcamos para decir misa en tierra,
ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales
asistieron a ella en silencio y con aire de recogimiento,
para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo
y viendo que botábamos al mar nuestras chalupas [bo-
de nuestra soledad (“La soledad de América Latina”
tes], que dejábamos amarradas al costado de la nave
25. Énfasis agregado).
o que la seguían, se imaginaron que eran los hijos del
buque y que éste les alimentaba (Primer viaje en torno Esta “realidad desaforada” entonces es la que vendría a narrar
del globo 17-18). el revival maravilloso del siglo XX, una realidad que continuaba
De manera que si los conquistadores se asombraban con una dejando impotentes a los europeos que se atrevían con ella, ya
piña o un guanaco, los indígenas lo hacían con su comida o sus se trate de pintores o escritores, como reza la carta fundacional
barcos; sí, “los españoles también son una maravilla”. Quizá de Carpentier. Tal impotencia vendría del acostumbramiento
la diferencia de los respectivos asombros o más bien nuestro al desencanto o, lo que es igual, al desacostumbramiento de la
conocimiento de ellos, se deba a que los españoles manejaban maravilla, pues su citación europea es siempre un producto,
una tecnología fundamental que los indígenas no, cuestión que un artefacto, como se señala en El reino de este mundo, mientras

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en América es lo cotidiano, de manera que no hay necesidad de Colón,13 aunque reniegue de la retórica imperial. Recordemos
crearla, está, supuestamente ahí, no producida sino ella produ- su fundación:
ciendo un “estado límite” (Carpentier, “Prólogo” 12). Sin em-
bargo, recordemos que para el escritor cubano “la sensación de José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel
lo maravilloso presupone una fe”, cuestión que hace imposible lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de
lograr un estado tal, si se es un agnóstico o un ateo de la magia. paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella,
y le contestaron con un nombre que nunca había oído,
García Márquez lo dice de otra manera, pero al fin y al que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el
cabo dice lo mismo, pues para él es el éxtasis logrado por “la sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día
contemplación de su propia cultura” lo que permite que los siguiente convenció a sus hombres de que nunca en-
europeos “se hayan quedado sin un método válido para inter- contrarían el mar. Les ordenó derribar los árboles para
pretarnos” (“La soledad de América Latina” 25-26). El éxtasis hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la
y el pensamiento racional, insiste por su parte Carpentier, ha- orilla, y allí fundaron la aldea (Cien años de soledad 34-
rían imposible la comprensión de América Latina, incluso para 35. Énfasis agregado).
nosotros mismos, con lo cual parece estarse señalando que no Ninguno de los que contribuyó a la fundación de Macondo
hay que pensar sino “sentir” esta “realidad descomunal” “que era mayor de treinta años, pero José Arcadio Buendía tenía el
sustenta un manantial de creación insaciable” (“Prólogo” 25). “mérito” suficiente para tomar decisiones, él era “quien ponía
De lo contrario, podríamos estar condenados a cien años de orden en el pueblo”. Con el tiempo, nos dice el narrador de
autoincomprensión; necesitamos sentir y pensar a partir de Cien años de soledad, el fundador “adquirió tanta autoridad en-
“lo nuestro”, ya que “la interpretación de nuestra realidad con tre los recién llegados que no se echaron cimientos ni se para-
esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más des- ron cercas sin consultárselo, y se determinó que fuera él quien
conocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios” (25). dirigiera la repartición de la tierra” (50). Arcadio Buendía nom-
Paradójicamente, hoy es esta interpretación la que nos hace bra, toma, divide y señala la forma de apacentar, él es quien
menos libres y más desconocidos, pero no solitarios, pues no inscribe el nomos, tal como lo describiera Schmitt, sin ninguna
somos pocos quienes la impugnamos, quienes vemos en ella
una mirada bastante cercana a aquella con que occidente con-
templó antes el mundo que le circundaba. En su lectura de Cien 13.  En la ya clásica Colección de los viages y descubrimientos que hicieron por mar
los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes
años de soledad, Vargas Llosa llama indígenas a los Buendía, y lo
á la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles en Indias,
hace cuando compara esta novela con la obra que Conrad dedi- editada por Martín Fernández Navarrete allá por 1829, nos encontramos con
cara a Sudamérica; en Nostromo, sostiene, “es desde la atalaya la “Instrucción que dio el Rey d Juan Diaz de Solís para el viage expresado”
social de los ‘forasteros’ que este mundo es visto y explicado” (del 24 de noviembre de 1524), donde leemos: “La manera que habéis de
(García Márquez 202). Pero está muy equivocado, los Buendía tener en el tomar de la posesión de las tierras é partes que descubriéredes, ha
son unos criollos que actúan como conquistadores (internos, de ser que estando vos en la tierra, ó parte que descubriéredes, hagáis ante
escríbano público y el mas número de testigos que pudiéredes, é los mas
si se quiere), lo que se ve a las claras cuando consideramos la conoscidos que hobiere, un abto de posesión en nuestro nombre, cortando
fundación de Macondo, pues José Arcadio, unos cuatros siglos árboles é ramas, é cabando ó haciendo, si hobiere disposición, algún pequeño
más tarde, actuó de la misma manera que lo hiciera un Juan edificio, é que sea en parte donde haya algún cerro señalado ó árbol grande,
Díaz de Solís (y tantos otros) dos décadas después del arribo de é decir cuántas leguas está de la mar, poco mas ó menos, é i qué parte, é qué
señas tiene, é hacer allí una horca, é que algunos pongan demanda ante vos,
é como nuestro capitán é juez lo sentenciéis y determinéis, de manera que en
todo toméis la dicha posesión” (137).

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

diferencia, y con total semejanza al proceder conquistador. Es perdidos, es el fundador de ciudades por excelencia y, por tanto,
así porque García Márquez está narrando “la historia del pue- quien inscribe el poder convocante del nomos. A ello habría que
blo que se ha hecho sedentario”, y la historia de “toda comuni- agregar que Carpentier también juega con el mito del Dorado
dad”, recordó Schmitt, “se inicia, pues, en cualquier forma en y que su Adelantado, si bien termina por desinteresarse por el
el acto constitutivo de una toma de la tierra”. Macondo es, por enriquecimiento, se une a la tradición que vio en América esa
tanto, el límite del nomadismo, el lugar de su debilitamiento. especie de edén incontaminado, de mundo perdido habitado
Y lo mismo sucede con Santa Mónica de los Venados, donde el por el noble salvaje, es decir, otra mirada occidental, y bastante
Adelantado es quien (y acá prefiero citar), emparentada con la de Colón mismo.
En este punto vale la pena recordar un fragmento de la no-
traza el contorno de la Plaza Mayor. Levanta la Casa
de Gobierno. Firma un acta, y la entierra bajo una lápi-
vela, aquel inscrito el 18 de junio:
da en lugar visible. Señala el lugar del cementerio para
Me divierto con un juego pueril sacado de las ma-
que la misma muerte se haga cosa de orden. Ahora
ravillosas historias narradas, junto al fuego, por
sabe dónde hay oro. Pero ya no le afana el oro. Ha
Montsalvatje: somos Conquistadores que vamos en
abandonado la búsqueda de Manoa, porque mucho
busca del Reino de Manoa.
más le interesa ya la tierra, y, sobre ella, el poder de
legislar por cuenta propia” (Los pasos perdidos 176). Fray Pedro es nuestro capellán, al que pediremos
confesión si quedamos malheridos en la entrada. El
Palabras precisas… al Adelantado solo le interesa regir, y es Adelantado bien puede ser Felipe de Utre. El grie-
difícil que le interese otra cosa, ya que su nombre recuerda go es Micer Codro, el astrólogo. Gavilán pasa a ser
indefectiblemente al poder imperial. Recordemos que se tra- Leoncico, el perro de Balboa. Y yo me otorgo, en la
ta de un cargo inaugurado por Alfonso X el Sabio, y que se empresa, los cargos del trompeta Juan de San Pedro,
extenderá en el tiempo y en el espacio, pues también tendrá con mujer tomada a bragas en el saqueo de un pueblo.
Los indios son indios, y aunque parezca extraño, me
lugar en América, al ser “trasplantado” al llamado “proceso”
he habituado a la rara distinción de condiciones hecha
de Conquista. El adelantamiento es una institución medieval – por el Adelantado, sin poner en ello, por cierto, la me-
como también lo son las capitulaciones y los asientos y, en otro nor malicia, cuando, al narrar alguna de sus andanzas,
registro, las carabelas– que se empleó con frecuencia durante dice muy naturalmente: “Éramos tres hombres y doce
el enfrentamiento con los moros, ya que con él se premiaba a indios” (Los pasos perdidos 146).
aquellos que colocaban sus vidas y sus fortunas al servicio de la
guerra contra los infieles. Recordemos también que en la toma Luego de leer esta fragmento, nos volvemos a preguntar cómo
de América este cargo se entregará hasta bien entrada la con- es que pertenece a un libro que inaugura el archivo de lo lati-
quista, y lo recibió por primera vez en estas tierras nada menos noamericano en su etapa antropológica (González Echevarría).
que Bartolomé Colón (1494), el hermano del Almirante, a quien El lugar otorgado a los indios no dista mucho de su representa-
se le encargó “descubrir y poblar”, actividad (o título) que a su ción colonial, no solo completamente indiferenciados y homo-
muerte heredaría su sobrino (es decir, el hijo del Almirante) géneos, sino desconsiderados en su humanidad. De ahí que no
Diego, en 1515. De manera que el Adelantado de Carpentier extrañe que se vincule directamente el presente del narrador
tiene una historia bien larga, lleva sobre sus hombros el peso con el tiempo de los conquistadores, a propósito de la misa que
de toda la tradición imperial española y su vocación de con- Fray Pedro estaba a punto de realizar en plena selva:
quista. Este personaje, entonces como ahora, como en Los pasos

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

Yo me había divertido, ayer, en figurarme que éramos viene a González Echevarría, pues esta interroga de manera
Conquistadores en busca de Manoa. Pero de súbito radical las formas de representación eurocéntricas, interroga,
me deslumbra la revelación de que ninguna diferen- para decirlo con la metáfora conradiana, la mirada occidental,
cia hay entre esta misa y las misas que escucharon los sin embargo, como hemos tratado de mostrar aquí, no es otra
Conquistadores del Dorado en semejantes lejanías. El la que emplean Carpentier y García Márquez.
tiempo ha retrocedido cuatro siglos. Esta es misa de
Descubridores, recién arribados a orillas sin nombre Es más, el autor de El reino de este mundo inicia su famoso
[...] Acaso transcurre el año 1540. Pero no es cierto. Los ensayo “De lo real maravilloso americano” con un verso de
años se restan, se diluyen, se esfuman, en vertigino- Baudelaire, Là-bas tout n’est que luxe, calme et volupté. La pala-
so retroceso del tiempo. No hemos entrado aún en el bra clave aquí es Là-bas. Recordemos que el primer capítulo de
siglo XVI. Vivimos mucho antes. Estamos en la Edad El imperio de los signos, aquel libro de Roland Barthes que nos
Media. Porque no es el hombre renacentista quien rea- habla de un viaje a Japón, se titula “Là-bas”, o “allá”. Barthes,
liza el Descubrimiento y la Conquista, sino el hombre a diferencia de Carpentier, no lo señala, pero es obvio que ha
medieval (Los pasos perdidos 161).
tomado el verso de un famoso poema de Baudelaire, aquel titu-
“In nomine Patris, et Filie et Spiritus Sancti. Amén”, así termina lado “Invitación al viaje”, y donde se nos habla del “esplendor
la misa de Fray Pedro: Exactamente, es el hombre católico me- oriental”. Claro, Carpentier viene llegando de la República
dieval el que llega a este mundo y lo interpreta de acuerdo a las Popular China, viene de lejos (otra traducción para Là-bas)
leyes cristianoimperiales de su época. Es cierto que González a darnos cuenta de “la nada ficticia belleza de Pekín”, pero
Echevarría ve en la mediación antropológica que caracteriza a también viene del Islam y de la Unión Soviética y de Praga,
Los pasos perdidos el retorno del discurso legal fundacional, pero y cuando “regresa” de su viaje, puede decir “Vuelve el lati-
nos parece que hay momentos, que no son pocos ni menores, en noamericano a lo suyo y empieza a entender muchas cosas”.
que es la ley la que parece estar invocando el recurso antropo- En realidad creemos que entiende muy poco, pues la mirada
lógico, pues es esta invocación la que le permite invisibilizar la con que contempla América Latina es la misma con la que
violencia que arrastra a cuestas. Tanto en la fundación de Santa contempla el “esplendor oriental” o cualquier otro esplendor,
Mónica como de Macondo, comprendemos cabalmente este pues Carpentier tiene la mirada exotista del orientalista. De ahí
acontecimiento, donde el mito de origen desplaza el poder que que su reconocimiento a Bernal Díaz del Castillo, cuya cróni-
conlleva cualquier fundación; sí, la escritura está vinculada a la ca, a su juicio, es “el único libro de caballería real y fidedigno
fundación de ciudades, pero no de una manera mágica u oní- que se haya escrito”, no haga sino vincularlo directamente a
rica, como parecen mostrarnos García Márquez y Carpentier, una mirada occidental colonialista. De manera que “el primer
sino violenta; ambos asumen plena y explícitamente la mirada discurso acerca del Nuevo Mundo” no es el único “registro de
del conquistador, lo que vale tanto sobre la naturaleza como la colonización de lo maravilloso” (Maravillosas posesiones 62),
sobre el hacer, pero la encubren a partir ya no una de retórica también lo es el encarnado en los libros de Carpentier y García
de posesión sino de la inocencia, una retórica que permite des- Márquez, que guardan la pretensión de hablar por todo un
considerar los rituales de conquista, mostrándonos personajes continente, sin percibir que con ello lo subalternizan una y otra
desinvestidos del poder que ejercían los conquistadores, estos vez, lo exotizan a él y sus pueblos.
son más bien “criollos”, pero no indígenas, como hemos insis-
tido, y esta posición de dominancia en la cartografía decimonó-
nica ubica a los Buendía en un lugar que difícilmente se puede
comparar con la antropología postmoderna, que tan bien le

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Sin retorno Capítulo III: Magia e imperio

6. Corolario esta es la que se presenta con mayor radicalidad, al deconstruir


el mito del hogar que inicia con el mismísimo Homero y su
Es todo lo anterior lo que nos lleva a señalar que no solo el Ulises, y al hacerlo, también se desarrolla una política de la
Facundo lleva la violencia fundadora a cuestas, sino todo el ar- literatura que inscribe un pueblo en pleno siglo XXI. En con-
chivo terrícola, pues es en él que se relaciona de una manera in- junto, estos dos capítulos permitirán mostrar que la literatura
disoluble espacio y violencia, espacio y escritura. No obstante, no es una cuestión de suma y resta, sino de corte y apropiación,
Sarmiento no ocultó ni se avergonzó de insistir en la necesidad permitirán también percibir que la literatura latinoamericana
de la violencia que conllevaba la conquista de la barbarie. Por de nuestro siglo, o por lo menos una parte de ella, vive a la
ello el archivo, principalmente expresado en García Márquez, intemperie, sin domicilio y sin traumas de origen, pues ella es
resulta aún más peligroso, al ocultarla. Esto significa además pura vitalidad y permite que la literatura continúe viviendo y
la continuación del humanismo mediante la sustitución de ese viajando como si lo hiciera sobre “un enorme insecto de me-
origen por la presencia del hombre patriarcal, llámese a éste tal”, subvirtiendo la apabullante magia del imperio humanista.
José Arcadio Buendía o Adelantado. El misterio, por tanto, ha
sido resuelto: en el origen no hay más que poder.
Si bien dudamos que García Márquez haya leído Carta sobre
el humanismo, es interesante resaltar la figura del claro en la
fundación de Macondo, pues “del claro se elevan… las casas de
los hombres” (“Reglas” 16), señaló Sloterdijk. Y eso mimo hizo
José Arcadio Buendía cuando les ordenó a sus acompañantes
echar abajo los árboles “para hacer un claro junto al río” y ahí
fundar Macondo (32). Sloterdijk recuerda que la historia del
claro no solo se puede relacionar con la casa del habla, como
pensaba Heidegger, sino también con las casas construidas, es
decir, con aquellas casas-habitación-del-hombre, pero restrin-
gir la vida, la historia a la economía de la casa (oikonomia), im-
plica caer “en el campo de fuerza de las maneras sedentarias del
ser” (“Reglas” 16), es decir, implica caer en la domesticación,
en el confinamiento de la potencia humana. De ahí que hoy en
día la literatura más atractiva y democrática sea aquella que se
plantea tanto contra la retórica de la inocencia, como contra el
nomos de la literatura, y a ellas queremos dedicar las páginas
que siguen. De estas literaturas, entonces, nos encargaremos
en los dos capítulos que siguen, el primero dedicado a develar
el horror que habita la retórica de la inocencia encarnada en
la exaltación maravillosa de la selva; el segundo se hará cargo
de buscar una salida al nomos propiamente tal, es decir, inda-
gará en una literatura a-nómica, sin casa. Esa literatura es la
de Bolaño, hay otras, como señalamos en la introducción, pero

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CAPÍTULO IV
VOLTAIRE EN LOS TRÓPICOS O LOS TRÓPICOS
SOBRE VOLTAIRE:
COSTAGUANA ENTRE LA CIVILIZACIÓN Y LA
NATURALEZA

Vine a Colón porque me dijeron que aquí


encontraría a mi padre, el conocido Miguel
Altamirano; pero al poner mis pies olorosos,
mis botas húmedas y tiesas, en la Ciudad
Esquizofrénica, toda la nobleza del tema clásico
–todos los Edipos y los Layos, los Telémacos y
Odiseos– se fue muy pronto a la mierda.
Juan Gabriel Vásquez, Historia secreta de Costaguana.

“Digámoslo de una vez: el hombre ha muerto. No es suficiente.


Seré más preciso: ha muerto el Novelista (así, con mayúscula)”
(13). Con estas palabras inicia Historia secreta de Costaguana
(2008), la segunda novela de Vásquez, ironizando con la muer-
te del hombre y con la muerte del autor, aunque en este caso
corresponde hablar de la muerte de un hombre nacido polaco
y la de un autor fallecido inglés, es decir, nacido en Polonia el
año 1857 (en una ciudad que hoy pertenece a Ucrania) como
Józef Teodor Konrad Korzeniowski y muerto en Inglaterra el
año 1924 como Joseph Conrad, de manera que será este no-
velista, junto a la historia colombiana finisecualar, en su paso
hacia el siglo XX, quien constituya los pilares de esta novela.
Sí, Vásquez ha decido jugar con Cien años de soledad, y también
con la novela que, por excelencia, se la compara, Nostromo, y
lo hace siempre de forma provocativa. No porque inicie con
devaneos teóricos, sino porque públicamente ha señalado que

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

está malinterpretando a García Márquez o, para decirlo con particular por Vásquez, a quien, sin embargo, más que lo psico-
Harold Bloom, está operando un “misreadings of their pre- lógico le interesa la destrucción material de los productos cul-
cursor”; y no solo esto, también ha insistido en que tal lectura turales, de modo que su principal personaje también buscará,
ha sido, en parte, provocada por un libro “que permanece in- como Conrad en su infancia, aquellos espacios que en los mapas
superable como interpretación” (“El arte de la distorsión” 35) aparecían en blanco, libres de la mano civilizatoria.
del texto macondiano, a saber, Historia de un deicidio, de Vargas El paso siguiente será retomar Historia secreta de Costaguana
Llosa (1971), aunque de esto hablaremos luego. Interesa, por para ver la forma en que Vásquez logra desmitificar aque-
ahora, acercarnos a la novela, y a Costaguana, aquella ciudad lla naturaleza exaltada hace tan solo unas décadas. Aquí es
que devino, cual Panamá, República “independiente” gracias cuando aparece Voltaire en los trópicos o, como reza nuestro
al “apoyo” estadounidense y, por su puesto, señalar qué tiene título, los trópicos sobre Voltaire, la venganza de la naturale-
que ver el novelista Conrad en todo esto, que es lo mismo, o za sobre la cultura. El presente capítulo, por tanto, atravesará
casi, que preguntarse por Korzeniowski, aquel “jovencito qui- estos ejes, con el fin de mostrar el agotamiento de una narrati-
jotesco”, como lo llamaba su tío Tadeuz, que por desear ser va maestra que no hizo otra cosa que disfrazar de maravillosa
marino, anduvo navegando frente a las costas de Cartagena a una violencia fundacional, pues como vimos anteriormente,
bordo de un barco francés, traficando armas para unos conser- el libro que se dice logró representar a todo un continente,
vadores colombianos un siglo antes de que el multiculturalis- habla la lengua del imperio, ya que “las ansias de conocer
mo se pusiera de moda. las maravillas del mundo” no tienen su vocación en tierras
De manera que Vásquez está pisando un tejado de vidrio; americanas, sino en las medievales recorridas por Sir John
ha decido matar al padre y para hacerlo recurre nada menos Mandeville y Marco Polo, y el asombro de esas maravillas
que a la que llama “la mejor novela sobre Latinoamérica jamás es el mismo asombro de Colón y los conquistadores que le
escrita fuera de la lengua española” (“Prólogo” 9). En este duelo sucedieron... hasta el siglo XX.
a muerte vamos a figurar como padrino del retador. Vásquez
v/s García Márquez, en plena selva. Para ello, comenzaremos 1. El surgimiento de Costaguana
rastreando las “fuentes” que permitieron la arquitectura de
Nostromo, las personas involucradas, los libros leídos, pues todo Fue de sus viajes de juventud, y de su memoria, de donde
ello resulta fundamental en la novela de Vásquez, que distorsio- Conrad bebería (quizá sin saberlo, pues su escritura comenzaría
na la biografía de Conrad. También veremos cuál es su vínculo muchos años después) para darle forma a Nostromo, así lo había
con García Márquez y la distancia que le permite ese mismo hecho con casi todas sus obras, gracias a que su procedimiento
vínculo. Luego trabajaremos el lugar de la cultura en Conrad, o estrategia de escritura consistía en partir de una experiencia
quien, como Freud, no la diferencia de la noción de civilización. personal, por pequeña que fuese. Sin embargo, todo indica que
Y si referimos a Freud no es por casualidad, pues también será aquí se fue al extremo, pues su paso por América Latina no con-
una figura a la que le dedicaremos cierto espacio en estas pági- sistió en una estadía muy prolongada, si lo comparamos con la
nas, ya que la visión del vínculo naturaleza / cultura que tiene realizada en el Congo. De esta manera estaría obligado a recurrir
el autor de El corazón de las tinieblas es bastante similar, por no a los libros, a los libros escritos por otros, claro.
decir idéntica, a la idea de “lo siniestro” que Freud trabajaría Al parecer, comenzó a trabajar en esta novela en 1902, por
más tarde. Todo esto porque se hará central para nuestro obje- lo menos hay algunas noticias epistolares al respecto. Ya el 9 de
tivo mostrar cómo la fuerza destructiva de la naturaleza sobre mayo de 1903, con algo de trabajo adelantado, Conrad le envia-
la civilización que retrata Conrad, es asumida de una manera ba una carta a su amigo Robert Cunninghame Graham, donde

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

daba luces sobre Nostromo: “Quiero hablarte de la obra que me Por cuestiones en las que Pérez Triana no debía inmiscuir-
ocupa en estos momentos. Apenas me atrevo a confesar mi au- se (los arreglos para el ferrocarril que conectaría Puerto Berrío
dacia –pues la he ubicado en América del Sur, en una República con Medellín), tuvo que dejar clandestinamente su país, y su
que llamo Costaguana. Sin embargo, el libro trata sobre todo de travesía la dejó plasmada en De Bogotá al Atlántico por la vía de
italianos” (Letters 143). Esta fue su novela más difícil, “la más los ríos Meta, Vichada y Orinoco, libro publicado inicialmente
angustiosamente meditada”, como nos dice el mismo Conrad en París en 1897, y en inglés cinco años más tarde,1 bajo el tí-
en una nota que hace de prólogo, agregada a la edición de 1917. tulo Down the Orinoco in a Canoe. Esta edición fue introducida,
Ello porque después de Tifón, le pareció que “en el mundo no para sorpresa de los lectores, por Cunninghame Graham, el
quedaba ya nada sobre lo que escribir” (Conrad, “Nota del au- gran amigo de Conrad, viajero como él, y disque “experto” en
tor” 21). Hasta que un día, en un mugriento libro, “elegido al asuntos americanos. Ha querido el prologuista de esta obra
azar a la entrada de una librería de viejo”, leyó una anécdota de Pérez Triana, iniciar su comentario con un verso tomado
que ya había escuchado, por boca del mismísimo autor, allá directamente del español de Ercilla, pues de La araucana lo
por 1875 o 1876, cuando Conrad todavía no era Conrad, sino ha entresacado: “Climas pasé, mudé constelaciones/Golfos
Korzeniowski, y traficaba armas frente a las costas colombianas. innavegables navegando”.
Fue en un desembarco a tierra cuando escuchó la historia de un Ya en la segunda página, Cunninghame Graham confiesa
sujeto que se había quedado con un gran cargamento de Plata, que ha leído el libro en su original español, “que es como apa-
aprovechando los disturbios y el desconcierto producidos por reció primero”, y luego en “su vestido inglés”; tal arrojamien-
una de las tantas revoluciones latinoamericanas. to, señala, podría llevar a que, posiblemente, se lo condene de
Alrededor de 25 años más tarde, Conrad recobró de su pedante, y quizá también “de hombre enamoradizo de las cos-
memoria esta historia, y decidió colocarla por escrito, pues tumbres antiguas”, un proceder por el que bien podría llamár-
ella le permitiría averiguar si aún “quedase en el mundo algo sele, no sabemos el porqué ni él lo aclara, socialista (“Preface”
sobre lo que escribir”. Pero nos “engaña”, pues así como no vi). Si ser un viajero y leer en varios idiomas se corresponde
nombra el libro que catalizó su memoria, nos inventa uno al con una vida anacrónica y socialista, bienvenido sea el ana-
que dice haber acudido para reconstruir la verdadera historia cronismo socialista; distinto es el parecer sobre América que
de Costaguana, según él “la principal autoridad” al respecto, posee nuestro prologuista, pues este debe permanecer en su
cuyo título es History of Fifty Years of Misrule, y su autor es un justo lugar, guardado. De todas maneras, vale la pena citarlo:
tal “José Avellanos, representante acreditado de dicha repúbli-
ca ante los gobiernos de Inglaterra y España” (24). Conrad está Sin duda que Bogotá queda lejísimo. Personalmente,
borrando sus huellas, señala Vásquez, y nosotros trataremos más bien por suerte que por esfuerzo propio, sé con
de rastrearlas, pues hoy sabemos que aquel libro de la memo- algún grado de certeza donde queda dicho lugar,
el que no está construido sobre el mar. Mi abuelo
ria corresponde a On Many Seas: The Life and Exploits of a Yankee
fue llamado para mediar entre Bolívar y el General
Sailor (1897), de Frederick Benton Williams. Y también sabe-
mos que el Sr. Avellanos no fue su “principal autoridad”, sino 1.  Baldomero Sanín Cano, que lo conoció cercanamente, señala en su texto
Santiago Pérez Triana, nacido en Bogotá el año de 1858, y falle- “Hombres que he conocido. Santiago Pérez Triana”, que el libro fue escrito
cido en Londres en 1916, hijo de Santiago Pérez Manosalva, in- primeramente en inglés, “para admiración de los autorizados conocedores
telectual y político colombiano que ocupó la presidencia entre de esa lengua”. Una posterior edición “castellana”, publicada en Madrid en
1874 y 1876, ambos exiliados de su amada República. 1906, lleva un prólogo de Rubén Darío, quien dice tener “estimación mental”
por Pérez Triana, y también señala que el libro fue escrito primeramente en
inglés. Al respecto, ver Rubén Darío, “Prólogo”, vii-xiv.

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

Páez, y creo que desempeñó su cometido con el más Cunninghame Graham, entonces, aventurero escocés, ami-
completo descontento de ambos. Tal es la suerte del go de Conrad, amigo de Pérez Triana (a los tres los publicó la
mediador […] Todavía Bogotá es, sin ninguna duda, misma editorial) y conocedor de tierras lejanas sudamericanas,
el centro literario más importante que hay al sur de arregló un encuentro con el exiliado colombiano, pues cuando
Panamá. Colocando a un lado la inundación de ver- este partió clandestino de Colombia en 1893, precisamente “a
sos titubeantes que, como una especie de disentería
las diez de la noche del día veintiuno de diciembre”, como in-
mental, afligen a todos los miembros de la raza hispa-
no-hablante, en Bogotá se hace mayor trabajo literario
dica su libro, se instaló posteriormente en España, no sin antes
serio durante un mes, que durante un año en todo el haberse casado con Gertrud O’Day, una chica francesa, cuyo
resto de las Repúblicas. El Presidente mismo, D. José padre, al fallecer, dejó una herencia cuantiosa para su nieto,
Manuel Marroquín, durante los intervalos de paz –que lo que le permitiría a la familia Triana O’Day trasladarse a
en el pasado, de vez en cuando, han sobrevenido en Inglaterra, y vivir cómodamente en la ciudad del Támesis. Fue
la República que gobierna– ha hallado tiempo para entonces cuando lo nombraron ministro plenipotenciario de
escribir un libro, El Moro, en que narra las aventuras Colombia en Madrid y Londres, y fue también en esa época
de un caballo. La obra no carece de habilidad literaria cuando se reunió con Conrad y le compartió sus saberes la-
(“Preface” vi-vii). tinoamericanos, aunque especialmente los colombianos, pero
por sobre todo le dio a conocer sus preocupaciones colombianas,
Será porque, como recuerda Borges en su Introducción a la lite-
alimentadas por aquella angustia que provocaba los intereses
ratura inglesa, Cunninghame Graham también escribió un libro
del país del norte. Incluso le escribió un par de cartas con al-
sobre los equinos (Los caballos de la conquista) que exalta el valor
gunos detalles, por lo menos eso es lo que el mismo Conrad le
literario de aquel que se jactaba por haber entregado dos repú-
refiere a Cunninghame Graham el 26 de octubre de 1903: “S.
blicas en vez de una, ya que fue en el gobierno de Marroquín
Pérez Triana tuvo noticias… de mis deseos por escaparme al
que se produjo la separación de Panamá. Sin embargo, las cer-
sur (cuando sea posible) y me ha escrito una carta muy amable,
tezas sobre “América” de este incipiente “latinoamericanista”,
ofreciéndome información, e incluso una introducción. Estoy
estaban sin duda más afectadas por la amistad de Pérez Triana,
bastante emocionado”. Unas líneas más adelante, leemos un
que por su conocimiento concreto de este lado del globo, pues
dato interesante: “Y à propos, qué piensa de los conquistadores
sin duda que su prólogo también está redactado bajo una mira-
yanquis en Panamá? ¿Bonito, no?” (Letters 149).
da imperial. Sí, Bogotá queda muy lejos de Londres, y como la
gran mayoría de las ciudades americanas, no está edificada so- Qué duda cabe... el tal José Avellanos, el supuesto autor de
bre el nivel del mar, pero esto es obvio salvo para los ingleses.2 History of Fifty Years of Misrule, no es otro que Pérez Triana,
aunque en figura, claro, de manera que aquel país que en
Nostromo recibe el nombre de Costaguana, está figurado a par-
2.  Algo de europeo debe tener Bogotá, a la que poco más adelante tir de los conflictos colombianos de fines de siglo, conflictos
Cunninghame Graham llamará la “Atenas chibcha”, puesto que hasta el que si en la novela tienen su centro en la explotación de una
mismísimo Rubén Darío habla, en un prólogo a este mismo latinoamericano,
habla de “la Atenas de la América española. Ciudad desde antaño famosa
mina de plata, en la “historia verdadera” tienen lugar gracias a
por el cultivo de intelectuales disciplinas, ciudad de griego y de latín” las beligerancias y ambiciones provocadas por el dominio del
(“Prólogo” viii); aunque Juan Gabriel Vásquez ironiza espléndidamente canal de Panamá, cuya independencia también modeló la de
con esta ilustre ciudad ateniense-sudamericana, donde encontramos a esa próspera ciudad que Conrad llamó Sulaco, ciudad en la
“personajes” como Miguel Antonio Caro, el “que con una mano hacía que, gracias al “apoyo” de la marina estadounidense, sus ha-
traducciones homéricas, y con la otra leyes draconianas” (197). Después de
todo, se trataba de personajes con rostro de jano: “dictadores civilizados”.
bitantes también terminaron fundando “una nueva república

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

sudamericana”, después de todo, como se señala en Nostromo, nada la plata es, para su autor, el centro de toda la novela, y no
“una más o una menos, ¿qué importa?” (231). la vida de algún héroe en particular.
Conrad además estaba al tanto de la política antiimpe- Pero la verdad es que Nostromo es mucho más que Panamá,
rialista de Pérez Triana, quien en ese entonces también era el Colombia y la plata, de ahí la riqueza y complejidad de la no-
represente de Colombia ante La Haya. Tal “aprovechamiento”, vela, pues Conrad se interesó no por un país en particular, sino
sin embargo, llevó a que Conrad se sintiera algo culpable, dado por lo que llamó, en boca del “materialista imaginativo” Martín
que nada sabía su interlocutor exiliado de su real interés por Decoud, un “continente de revoluciones” (310). En una carta
Sudamérica: su escape no era literal sino ficcional. En octubre que le dirige (en 1913) a un tal Michael Holland, vecino suyo de
de 1904, escribe nuevamente a su amigo: “Estoy avergonzado Kent, al parecer en respuesta a una misiva que éste le había en-
del uso que le he dado a la impresiones que me produjo la per- viado, Conrad señala lo siguiente: “Te contaré que Costaguana
sonalidad del excelentísimo Sr. Pérez Triana. ¿Crees que haya no es un Estado en particular de Sudamérica, sino uno com-
cometido alguna falta imperdonable? Aunque probablemente puesto de muchos, principalmente de México, Argentina y
él nunca vea o escuche sobre el libro” (Letters 158). Vaya con- Paraguay, con un toque de la Banda Oriental [un viejo nom-
suelo de Conrad. En cuanto a Cunninghame Graham, otra es bre del Uruguay] y trazos de Venezuela” (The Collected Letters,
la “deuda” con Pérez Triana, dado que su relación siempre fue vol. 5, 325). Cinco años más tarde, le escribe al crítico Edmund
más transparente y con mayor generosidad. En 1912, por ejem- Gosse, entregándole algunos detalles de esta novela, entre los
plo, el aventurero escocés publicó un relato titulado “A belly que se encontraban cuestiones de geografía; Conrad indicaba,
god” (Un glotón), que comienza de la siguiente manera: “El por ejemplo, que Sulaco era un producto sintético, aunque la
Ministro de Costalarga vivió en la esquina de una delgada y base estaba tomada principalmente de Venezuela, con algo de
nueva plaza descarnada, justo detrás del viejo convento de Las México, aunque “el aspecto presentado por las montañas tiene
Salesas, en Madrid” (197). que ver, en carácter, más al litoral chileno que a cualquier otro”
Distinta es, a su vez, la deuda de Conrad con Cunninghame (The Collected Letters, vol. 6, 321).
Graham, quien no solo le entregó la bibliografía “impres- Y si Chile y su geografía tienen un lugar en Nostromo,
cindible” sobre América Latina, sino también una crítica de ¿qué ocurre con el resto del continente? Ya lo señalaba Max
Occidente, considerando que este escocés antiimperialista, Henríquez Ureña hace unos setenta años: “Con datos de toda
que vivió y murió en la Argentina, venía escribiendo contra América [Conrad] construyó un país nuevo… Dijérase una na-
el dominio occidental desde fines de los noventa, quizá antes, ción bolivariana que se fugó de la historia. Este país imaginario
y el autor de Nostromo lo leía de manera asidua en el Saturday tiene puntos de contacto evidentes, ya con Venezuela, ya con
Review, donde nuestro aventurero escribía sobre “el peligro y Panamá, pero concurren a formarlo elementos diversos toma-
las complejidades de la intervenciones europeas y norteame- dos de toda la América española” (“La América de Conrad”
ricanas en los asuntos de América del Sur, como también sus 117). Para ver cuáles son algunos de esos elementos, vale la
comentarios editoriales escépticos sobre las ambiciones expan- pena citar en extenso a Henríquez Ureña:
sionistas de los Estados Unidos” (Letters 39). En la introducción
a las cartas de Conrad a Cunninghame Graham, C.T. Watts se- [D]e Colombia tomó el nombre de Santa Marta; de
ñala que gran parte de la antipatía que Conrad mantuvo contra Costa Rica, el de Nicoya; de Argentina, los de río Seco
la política estadounidense proviene del mismo Cunninghame y Córdoba […]; pero las más de las veces alteró un
nombre real para formar otro convencional: de Costa
Graham, y que tal antipatía fue llevada a Nostromo. No por
Rica proviene Costaguana; del Golfo Dulce costarri-

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

cense, el Golfo Plácido; de la ciudad hondureña de Historia secreta de Costaguana pretende emparentarse a través
San Pedro Sula, Sulaco; de la península panameña de de una espléndida intertextualidad con esta novela de Conrad,
Azuero, Azuera, que también es en la novela una pe- tampoco lo está menos con Cien años de soledad, novela cuyos
nínsula; de la provincia argentina de Entre Ríos, Entre ecos resuenan fuertemente en el libro de Vásquez, pero –como
Montes; de la provincia peruana de Payta, Cayta; de la veremos– únicamente para ser deconstruidos. En otras pala-
provincia ecuatoriana de Esmeraldas, Esmeralda; de la
bras, podríamos decir que se usa a Nostromo (y, por extensión,
isla, entonces danesa, de Saint Thomas que visitó, San
Tomé, a menos que hubiera tenido presente el depar-
a Conrad mismo y al resto de su obra) para malinterpretar a
tamento de Santo Tomé, de la Provincia de Corrientes, García Márquez, un recurso que Vásquez ha llamado “el arte
en la República Argentina; de la ciudad colombiana de la distorsión”, estrategia que habría asustado al mismísi-
de Miraflores, Mirliflores; y en la antigua Isabela de la mo Aristóteles, pues aquí el escritor no ha hecho otra cosa que
Isla Española, primera ciudad edificada en América, “mostrar” aquellas historias que no tuvieron lugar, pero que
se inspira el nombre de dos islas: la Gran Isabel y la podrían haberlo tenido. Vásquez ha construido, en palabras de
Pequeña Isabel (118-119). su personaje, un “relato caníbal”, que “habrá de incluirlo todo”
(Historia secreta 87). Vásquez ha distorsionado la historia (y la
Tal parece que Costaguana, o Sulaco más bien, se anticipan a ficción), pues ha hecho que su Pérez Triana, figurado como
esas ciudades que hemos conocido con el nombre de Comala José Altamirano, haya escuchado y leído aquella novela que
o Macondo, aunque nada hay de mágico ni de fantástico en Conrad pensaba que su Pérez Triana (José Avellanos) no leería.
Conrad, como tampoco nadie que ande buscando un padre. Y nos ha dado la respuesta de aquel improbable lector: “Usted
La verdad es que el conocimiento que de América Latina tiene me ha eliminado de mi propia vida. Usted, Joseph Conrad, me
Conrad resulta impresionante, verdaderamente impresionante ha robado” (286). Efectivamente le ha robado su vida, porque
para alguien que al momento de escribir Nostromo solo tenía a en el Weekly, la revista donde se comenzó a publicar Nostromo,
su favor “una visión” adquirida hacía veinticinco años, y esa José Altamirano –que la leyó gracias a que Pérez Triana (el de
visión, sin embargo, le hizo repetir, una vez más en boca del Vásquez) le insistió que la comprara– no existe, ni existirá des-
joven Decoud, la amargura del mismísimo Bolívar: “América pués, cuando el libro se haya publicado en un solo tomo. ¿Pero
es ingobernable… los que han luchado por su independencia, cómo, se preguntarán ustedes? Porque según José Altamirano,
han perdido el tiempo lastimosamente” (199). Como señaló quien a todo esto es el narrador de Historia secreta de Costaguana,
Vázquez en el prólogo a una nueva edición de Nostromo, citan- fue él y no Pérez Triana, y cuando decimos Pérez Triana nos
do al mismo autor, la intensión de Conrad no era otra que la de referimos (supuestamente) al “real” Pérez Triana, quien se en-
“reflejar el espíritu de toda una época en la historia de América trevistó con Conrad, y le relató, con lujo de detalles, su vida,
Latina” (9), y vaya que lo logró. que es como decir la vida de la Colombia de la segunda mitad
del siglo XIX y un poco más allá, pasando por la guerra de
2. La distorsión de la historia los mil días, y la independencia de Panamá/Sulaco… por poco
llega hasta la masacre de las Bananeras, pero esta fue en 1928,
En el ya citado prólogo de Nostromo, Vásquez señaló que la y Conrad murió cuatro años antes, en 1924, el año en que José
novela de Conrad “está mucho más emparentada… con ciertos Altamirano comienza a escribir Historia secreta de Costaguana,
episodios de Cien años de Soledad que toda la ficción latinoame- con el fin de recuperar esa vida y esa tierra que un estafador
ricana de la primera mitad del siglo XX, incluidos los intermi- de la escritura –aquel que ha “hecho del mentir una profesión
nables bodrios comprometidos y telúricos de Mariano Azuela,
José María Arguedas o aun Miguel Ángel Asturias” (9). Y si

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

más o menos rentable” (117)– le robó una noche de noviembre de Costaguana. Por prudencia, quizá, esperó pacientemente la
de 1903. muerte de Conrad para dar inicio a su proyecto, que es tam-
Para José Altamirano, el narrador de Historia secreta de bién su propio enfrentamiento con la Historia, a pesar de que
Costaguana “la historia se distingue por no tener nunca la sabe, de antemano, que será derrotado.
cargante obligación de ser verosímil” (71). Para el autor de Por el contrario, el autor Vásquez habita un mundo radi-
Historia secreta de Costaguana, Juan Gabriel Vásquez, “la ma- calmente distinto, un mundo donde prima la historia con mi-
nipulación de la verdad histórica por parte del novelista con- núscula y en plural, de manera que la Historia, tal como ha
duce a la revelación de verdades más densas o más ricas que sido tradicionalmente narrada es imposible; hoy sabemos que,
las unívocas y monolíticas verdades de la historia” (“El arte al sernos “contada, es apenas una versión. La historia como
de la distorsión” 41). Para Altamirano, sin embargo, la histo- ficción” (“El arte de la distorsión” 41). Vásquez sigue aquí los
ria es aquella que se escribe con H mayúscula, pues habita un planteamientos de la escritora A. S. Byatt (2000), para quien “la
mundo donde los grandes acontecimientos (independencia, idea de que ‘toda historia es ficción’ ha permitido un nuevo
guerra, progreso, etc.) han afectado su pequeña vida, y esto, a interés en la historia como ficción” (On Histories 38). En tal mo-
su juicio, no tiene mayor interpretación. La Historia, por tanto, vimiento, Byatt ve una “nueva energía estética que debe ser ga-
es una sola, y como tal no está obligada a nada, ni siquiera a nada a las fronteras de los hechos y lo desconocido” (55). Pero
mostrarse como verosímil, pues nadie se atrevería a indicar lo el autor de Historia secreta de Costaguana pretende ir “incluso
contrario, nadie osaría cuestionarla… salvo quizá un novelista, más allá”, pues para él “la idea de que toda historia es ficción
salvo un tipo que una noche de 1903 interrogó a un melancó- [le] ha permitido a la ficción ganar una libertad inédita: la li-
lico expatriado, y cuyas respuestas terminó distorsionando en bertad de distorsionar la historia” (“El arte de la distorsión”
un libro que no habla de Colombia, sino de una patria inventa- 41). Vásquez está interesado en las posibilidades de rescribir
da llamada Costaguana (la costa del guano, según el genitivo el pasado mismo, no solo para dar cuenta de versiones que
polaco, como indicó Henríquez Ureña), y lo que en ese libro se fueron negadas o simplemente desconsideradas, sino para in-
escribió, señaló rabiosamente José Altamirano “no es la histo- tentar contar de otra manera aquellos momentos sobre los que
ria de mi país” (285); luego, al ver el último capítulo redactado poco o nada conocemos; al hacerlo, insiste que este ejercicio no
sobre una mesa, en la casa de Conrad, por supuesto, a donde le pertenece, que lo ha tomado de otro: “¿No es el mismo pro-
llegó para pedir explicaciones, pensó para sí: ahí “está mi vida cedimiento de Cien años de soledad?”, se pregunta finalmente.
corregida”, “mi vida malversada” (287). Así que Historia secreta “El arte de la distorsión” es una estrategia narrativa que
de Costaguana es su venganza, el restablecimiento de la verdad, el novelista encuentra en el mismísimo García Márquez, cuya
el testimonio de una mentira, la restitución de los hechos, es, potencia, indica, ha sido lamentablemente desconsiderada a
en síntesis, la biografía de José Altamirano, que esperó pacien- favor de otra estrategia, aquella que naturaliza lo extraordina-
temente la muerte de aquel ladrón que se hacía llamar Joseph rio, cosa bastante extraña, pues de acuerdo a su lectura, en Cien
Conrad, para iniciar su escritura, su revancha… “comienzo a años de soledad, “lo maravilloso, lejos de llevar a nadie a ningún
escribir con todos los diarios londinenses… desplegados so- estado límite, lejos de exaltar de ninguna manera ningún espí-
bre mi escritorio […] Hoy, 7 de agosto de 1924”, leemos en la ritu”, como sugiere la fórmula de Carpentier, “no sorprende
primera página. Para Altamirano, Conrad ha escrito un texto a nadie… lo maravilloso no tiene nada de maravilloso” (35).
falso, por lo que se vio en la obligación de reescribirlo, a partir Como ejemplo, señala la desconsideración de José Arcadio
de su propia experiencia, y tal reescritura, que viene a contar Buendía frente a aquel gitano que, para hacerse invisible, se
o a dar testimonio de la Verdadera Historia, es Historia secreta convirtió en un charco de alquitrán, mutación que tuvo lugar

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luego de que le notificaran la muerte de Melquiades. Por el con- o, más bien, la idea de que toda historia, puesto que
trario, no fue lo mágico ni lo maravilloso, sino lo más cotidiano nos es contada, es apenas una versión” (41).
o por lo menos aquello que con los años se haría cotidiano (tan
La versión de esta tragedia que entrega el narrador de Cien años
cotidiano que se llegaría a producir en cada hogar que tuviera
de soledad, puesta en boca de José Arcadio Segundo, único so-
las condiciones para hacerlo), lo que le hinchó el corazón de
breviviente de la Masacre, señalaba que los muertos debían de
puro “temor y júbilo”, pues en ello el patriarca de Macondo
ser como tres mil (y cuyos cuerpos necesitaron de doscientos
veía “el gran invento de nuestro tiempo”: el hielo. Es más, con
vagones para ser transportados y arrojados al mar), a pesar
el recuerdo de aquel invento es que inicia la novela de García
de que toda personas con la que se encontrara, le respondía:
Márquez, pues es este micro acontecimiento el que atraviesa
“Aquí no ha habido muertos”, y no ha habido muertos porque
la mente del Coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de
“en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará
fusilamiento.
nunca. Este es un pueblo feliz” (352). Por el contrario, el autor
Antes bien, a Vásquez le interesa leer a su compatriota en García Márquez señaló hace poco más de quince años, y frente
clave histórica, le interesa leer Cien años de soledad como novela a una audiencia ni más ni menos que militar, que nunca encon-
histórica, “un capricho un poco vergonzante”, señala, pero que tró testimonio alguno que le indicara que las víctimas habían
se justifica simplemente porque los escritores leen capricho- sido más de siete. La razón de tal magnificación es esta: “yo
samente, “de modo arbitrario”; lo que nos lleva a pensar que estaba trabajando en una dimensión en la cual el episodio de
no solo leen caprichosamente, sino que también escriben de las bananeras no era ya un horror histórico de ninguna parte
la misma manera, pues la distorsión que hacen de la historia sino un suceso de proporciones míticas, donde las víctimas no
–que agradecen los lectores (o algunos), y que condenan los eran iguales y los verdugos no tenían ya ni cara ni nombre, y
historiadores (o algunos)–, goza de esa libertad que permite tal vez nadie era inocente” (Márquez, “Una naturaleza” 103).
narrar otras historias o la Historia de otras maneras. Tal sería la En realidad, y considerando la novela en general, la distorsión
estrategia garciamarquiana empleada, por ejemplo, en el relato de García Márquez no podía estar anclada en otra cosa que el
de la Masacre de las Bananeras, “uno de los mejores capítu- mito.
los de Cien años de soledad”, según Vásquez, donde la “verdad
Pero a Vásquez la historia devenida mito no le interesa, sino
histórica” es modificada explícitamente por la novela, aunque
la distorsión de la Historia a partir de la historia, y ello, por lo
“lo más interesante” acontece cuando “no lo hace, las líneas
menos en la novela que aquí estamos trabajando, precisamente
en que los datos históricos son reproducidos con fidelidad de
con el fin de develar la inoperancia del mito. Y a pesar de es-
documentalista” (“El arte de la distorsión” 41). Y luego, señala
tas diferencias, en ambos es dable percibir un resultado más o
la importancia mayor de esta novela:
menos similar. García Márquez señaló que su interés en la “de-
[L]a manipulación de la verdad histórica por parte formación” de la tragedia “real” pasaba por la “reivindicación
del novelista conduce a la revelación de verdades más histórica de las víctimas de la tragedia, contra la Historia ofi-
densas o más ricas que las unívocas y monolíticas ver- cial que la proclamaba como una victoria de la ley y el orden”
dades de la historia. En el episodio de la Masacre de (“Una naturaleza” 102). Una lectura benjaminiana de la novela
las Bananeras, Cien años de soledad da cuerpo, tal vez de Vásquez, a partir de las llamadas “Tesis de la historia”, tam-
involuntariamente, a uno de los debates más recurren- bién puede realizar dicha reivindicación –y es lo que haremos
tes de las últimas décadas [algo que habíamos señala- hacia el final de este capítulo– y, de hecho, la realiza. Pero tal
do más arriba]: la imposibilidad de conocer la historia, realización implica la supresión del mito, o es, más bien, un

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antídoto contra el mito, una especie de fármaco que permite terpretación”, siguiendo aquí la lectura freudiana de Bloom,
inmunizarse contra el archivo que domina Cien años de soledad, lectura o acto crítico más bien que se concentra no tanto en los
que permite, en suma, distanciarse de la literatura nómica, tal textos en sí, como en sus relaciones, principalmente en aquellas
como la describimos anteriormente. De dónde viene entonces que permiten una suerte de revisionismo del texto precedente.
el interés de Vásquez por el padre de Macondo. Viene del pa- Esto es, que buscan reescribirlos, corregirlos, a partir de una
rricidio, pues Vásquez o es un buen lector de Bloom o más bien propia y original lectura, ya que el texto del padre presenta
un escritor que mantiene su fe en la literatura, y por tanto sabe limitaciones, en el sentido de que coarta y no potencia sus
que la única forma de mantenerla viva es traicionando la tradi- significados o, como señala Vásquez, simplemente se llega a
ción, en este caso la macondiana y para ello hay que comenzar un punto donde se hace necesario corregirla “porque se quedó
con el asesinato del padre. corta” (“Malentendidos” 69). Lo indica de la siguiente manera:
En otro de sus ensayos, Vásquez intenta trasparentar sus
[C]ada nuevo libro de un novelista genuino es un inten-
estrategias e intereses narrativos, y uno de los esclarecimientos to por arrebatarle a otro libro su posición privilegiada.
que realiza tiene que ver con su forma de comprender la cues- La literatura es un deporte de contacto… El novelista
tión de las influencias, que considera a la manera de Borges, está consciente de que debe pasar por un proceso de
es decir, no territorial (puesto que tenemos derecho a todas las formación, un proceso iniciático o de aprendizaje, que
tradiciones), lo que le permite tomar distancia de las formas puede tardar dos o diez libros; pasado ese proceso, el
en que ilusamente se las ha tratado, cuando no impuesto. En novelista decide que es tiempo de disputarle a otro
otras palabras, para Vásquez los predecesores se eligen con libro [Cien años de soledad] su posición, ya sea desban-
independencia de los países, y en verdad con independencia cándolo (matando al padre [García Márquez]), ya sea
de todo, pues aquí no hay política de filiación obligatoria, de compitiendo con él (transformándose uno mismo en
manera que sus predecesores, como también los del mismo padre), lo cual es, como lo sabe cualquier Freud, otra
forma de corrección. Para aquéllos cuya experiencia en
García Márquez (Faulkner, Camus, Hemingway, etc.), no son
el mundo es inexplicable mediante el método macon-
precisamente colombianos, y a veces ni siquiera latinoamerica-
diano, la única opción es la segunda (“Malentendidos”
nos, y de serlo es porque éste también eligió cuidadosamente 71-72).
sus influencias, cuando no las ha inventado. Conrad, Naipul,
Sebald son algunas de las firmas que Vásquez lee cuidadosa- Vásquez por supuesto no es acólito de Bloom ni de su lectu-
mente, y con quienes además comparte la distancia del país ra conversadora del archivo, sino que pone a jugar el archivo
natal. Este colombiano partió hacia el “viejo” mundo hace con lo político, insertando la escritura en cuestiones espinosas
más de diez años, y tan viejo parece estar ese mundo, que aún como la guerra de los cien días, la reclusión colombiana de
vive pensando, o solicitando más bien, escrituras a lo García ciudadanos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, o
Márquez, es decir, narrativas identitarias. Y lo mismo ocurre el surgimiento del narcotráfico; y también, como vemos aquí,
con Estados Unidos. Esta generalización sirve para insistir que insertando la propia realidad en el archivo, puesto que devela
parte de la crítica y (todavía más) el mercado que se encargan el lugar de Panamá en la obra de Conrad. Vásquez entonces
de escritores nacidos en América Latina, continúan anclados ve la tradición como archivo intertextual, relación arbitraria de
al fenómeno del boom y el imaginario que le rodea, cuestión ya cada autor con lo que le precede, y eso es, por lo menos para
revisada al inicio de nuestro libro. este libro, la literatura. Y ello porque es posible que el autor
Ahora se hace más claro entonces el interés de Vásquez por que se pretende destronar tenga una literatura poco atractiva
deconstruir el mito, y lo mítico, y llama a su estrategia “malin- para el lector que desea su lugar, aunque su sola posición ya

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es suficiente para decidirse a entrar en combate. En este caso el pañoles, como también al hecho de que estas costas eran lla-
realismo mágico, cualquiera que sea su continuo significado, madas por sus habitantes Guanahani; ello sumado a que “la
no es un santo de devoción de los escritores de generaciones palabra guana se refiere a un árbol amarillo que florece en la
posteriores, y el deseo de acabar con él puede generar algunas costa, lo que parece muy apropiado al fragante litoral descrito
de las más sobresalientes novelas del siglo XXI. Historia secreta en Nostromo. También parece aceptable para los habitantes del
de Costguana es un ejemplo preclaro, pues con Conrad como país, ya que Conrad quiso que el nombre tuviera una asocia-
coadyuvante Vázquez ha iniciado su batalla contra García ción aborigen” (86). Lamentablemente, Knapp no señala qué
Márquez, instalando la posibilidad de arrebatarle algún día le permite realizar estas afirmaciones, pues basta ver que la
su posición privilegiada, y sobre todo de destronar su estética palabra guana no aparece en toda la novela; tampoco señala
macondiana. dónde es que Conrad tuvo tal deseo, si es que en verdad lo
tuvo. Sin embargo, su propuesta es relevante por permitir re-
3. Silencio contra ruido velar de manera todavía más directa la retórica de Colón al
momento de tomar posesión de “muy muchas islas pobladas
Señalado el vínculo que Historia secreta de Costaguana presenta con gente sin número”, y renombrarlas con independencia de
con Conrad y García Márquez, vínculos heterogéneos por su- sus habitantes, lo que reinstala la lengua imperial que llegará
puesto, podemos retomar otra agonía que se da entre cultura hasta el boom y su particular nomos literario. En la novela de
y naturaleza, y avanzar hacia lo que hemos anunciando como Vásquez, vía Conrad por supuesto, Costaguana llevaría inscri-
nuestro fármaco. Nostromo comienza con la descripción de las to Guanahani ya no para reproducir y solidificar este vínculo
costas de Sulaco, miradas de frente, como si se las estuviera entre literatura y ley, sino, muy por el contrario, para desins-
contemplando desde el mar, como si el Capitán Conrad estu- cribir la literatura de la ley (nomos). Tal desinscripción operaría
viese mirando desde la proa la “exuberante [luxuriant escribió desobrando y arruinando tal vínculo, al posibilitarnos insistir
el autor] belleza de sus huertos de naranjos”, quieto, sin bajar en que su estrategia es la deconstrucción del texto maestro que
la vista, conmoviéndose con “el augusto silencio del profundo representa Cien años de soledad.
Golfo Plácido”, aquel lugar donde “cielo, tierra y mar desapa-
recen juntos” cuando llega la noche, y le da cobijo a esa ciudad Ahora retomemos Nostromo… Dejando de lado la costa del
que “yace entre las montañas y la llanura, a cierta distancia, guano y las descripciones de la “silenciosa” naturaleza del
no grande, de su puerto y fuera de la línea directa de la vista primer capítulo, acto seguido Conrad nos introduce en la acti-
desde el mar” (31, 34 y 36). Imaginar así a Conrad nos recuer- vidad humana de Sulaco; casas comerciales navieras, cambios
da a Rodrigo de Triana, el marinero que cuatro siglos antes de gobierno y empresas del progreso se dan lugar en un par
viera por primera vez una costa que “se llamava en lengua de de líneas, como si quisieran alborotar las páginas precedentes.
los indios Guanahaní”, según leemos en el diario de su almi- Aparece la Compañía Oceánica de Navegación a Vapor, y sus
rante (Los cuatro viajes 59). En este sentido, quizá no sea tan barcos, cuyos nombres son lo único mitológico de la novela:
antojadiza una propuesta de lectura de Nostromo, que vincula Juno, Saturno, Minerva, Ganímedez y Cerbero, éste conoci-
Costaguana con Guanahani, después de todo, como Triana si- do hasta por “el indio más pobre de la aldea más recóndita”
glos antes, Conrad también fue el primero en avistar (inventar) (38). La compañía O.S.N., por sus siglas en inglés, ocupa un
una imaginaria República llamada Costaguana. Eloise Knapp lugar relevante en la historia moderna de Sulaco, y es en ella
Hay (1996) ha señalado no hace mucho, que Costaguana debe donde se desempeña Giovanni Battista Fidanza, conocido
su nombre a las costas que avistaron por primera vez los es- como Nostromo (nostro uomo), el capataz de cargadores, así, en

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español, que es como Conrad lo escribe. Poco más adelante de Nostromo) celebra la sociedad acabada de la nue-
leemos sobre la “fuga de gobiernos y partidos derribados”, va república (Documentos de cultura 219; The Political
(39) principalmente el del Dictador (liberal) Ribera (Ribiera, en Unconscious 267).
el original Conrad), aquel gobernante que, cual José Manuel
Concordamos plenamente con que la independencia de Sulaco
Marroquín, logró atraer a los europeos, y con ellos al “progre-
no corresponde al eje central de Nostrosmo, ya que este se en-
so” (el Ferrocarril Central Nacional) hacia la lejanísima repú-
cuentra más bien en torno a la dicotomía Naturaleza/Cultura;
blica sudamericana, pues en parte es gracias a él que Charles
pero, me atrevo a señalar, tampoco se trata de un pasaje, como
Gould pudo desarrollar en paz la explotación de la mina de
señala Jameson, pues de ser así, podríamos caer en una lectu-
Sulaco, y será su derrocamiento lo que la expondrá al peligro.
ra lévi-straussiana que nos impediría comprender la potencia
Por otra parte, el encargado de la O.S.N., el Capitán Mitchell,
del pensamiento conradiano que aquí está en juego. Además,
que “se jactaba de conocer a fondo a los hombres y las cosas
desde Las estructuras elementales del parentesco sabemos que ese
del país: cosas de Costaguana” (39), es quien comienza a relatar
pasaje, ese espacio que emerge del encuentro entre cultura y
los acontecimientos que llevarán a una guerra que tendrá como
naturaleza tiene un nombre determinado, incesto, y Conrad
resultado la independencia de Sulaco.
está lejos de pensar el problema que suscita la relación en esos
Como vemos en este sucinto recuento, la pintura paisajísti- términos, sobre todo porque la prohibición del incesto corres-
ca con que inicia Nostromo, lisa, homogénea, parece ser abrup- ponde a un proceso mediante el cual “la naturaleza se supera
tamente intervenida por una especie de dripping conradiano, a sí misma” (Las estrcuturas 59), mientras que lo que acá en-
técnica que deja caer sobre ella los colores y la heterogeneidad frentamos es, por el contrario, el retorno de la naturaleza, su
de unas líneas que terminarán alterándola radicalmente, pues venganza ante la intervención civilizatoria/cultural.
no es otra casa que la civilización aquello que viene a interrum-
pir “el augusto silencio del profundo Golfo Plácido”. Jameson En un ya algo antiguo pero aún relevante ensayo, titulado
lo señala de una forma muy clara en The political unconscious, “Las políticas contradictorias de Conrad: la ontología de la
traducido al español bajo un título cuyo eco resuena en estas sociedad en Nostromo”, Paul B. Armstrong (1985) señalaba
páginas, Documentos de cultura, documentos de barbarie: que el “primer paso en el establecimiento de una sociedad –y
en la creación del modelo de Conrad– es separar la cultura
Nostromo, en otras palabras, no es de veras una novela
de la naturaleza” (6). Como ya vimos, la novela abre con la
sobre la insurrección política; ésta es a su vez única-
mente el pretexto para el acontecimiento más funda-
descripción de una naturaleza exuberantemente bella, luju-
mental de todos: la expedición de Decoud [el ideólogo riosa… nos habla del cielo, el mar y la tierra, y de las monta-
de la independencia] y Nostromo a la Gran Isabel y ñas que cobijan la mina de plata de los Gould, y luego, en un
el salvamento del tesoro, que corre parejas con la fun- capítulo distinto, nos presenta aquello que podríamos llamar
dación de la República Occidental de Sulaco. En este las prácticas civilizatorias de Sulaco, esas que vendrían a in-
nivel, no hay ningún misterio particular en cuanto a tervenir la naturaleza sencilla y tácita. Es en este sentido que
las coordenadas de conjunto de la trama […]: la nove- para Armstrong, “el estado primordial de la naturaleza” –y
la es un virtual ejercicio de libro de texto del dictum esta es una problemática que no se restringe a Nostromo, sino
estructuralista de que todo relato pone en juego un prácticamente a casi toda la obra de Conrad– es “una cuestión
paso de la Naturaleza a la Cultura. En efecto, las pá- de absoluta indiferenciación”, de ahí su énfasis en el silencio
ginas iniciales evocan el paisaje del golfo, un paisaje
y la calma del paisaje, pues todo indica que para él “las dife-
sin gente; mientras que el final (excluyendo la muerte

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

rencias no existen en la naturaleza”, sino en la cultura, y es mente desde que el hombre decidió domesticarse a sí mismo
ésta la que le impone sus significados a aquella: distanciándose de la naturaleza (aquí estamos parafraseando
a Levi-Strauss), pero ésta, de vez en cuando, nos recuerda que
Así como la extensión de la mina transforma la socie- la distancia completa es imposible, que hay momentos en los
dad de plantación y trae el ferrocarril y el telégrafo, cuales el viaje se estrecha, de tal manera que su retorno produ-
la historia del desarrollo de Costaguana es el estable- ce una angustia capaz únicamente de un único e iterado grito:
cimiento creciente de diferencias que permiten medir
“¡Ah, el horror! ¡El horror!”, las últimas palabras de Kurtz. A
el tiempo y el espacio, gobernar e inventariar los re-
este retorno Freud le llamó lo ominoso (Das Umheimlich), algo
cursos, y distribuir rasgos culturales sobre el paisaje
natural (6). que Conrad entrevió quizá como ningún otro escritor, antici-
pando incluso al autor de El malestar en la cultura. “Lo omi-
A una total paradoja. Tal es hacia donde nos lleva Conrad noso es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo
cuando presenta una naturaleza silenciosa que adquiere su consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo”
valor (y su función) únicamente desde la cultura, y debemos (220), señaló Freud en un ensayo de 1919, porque en su base
señalar que concordamos con él, aunque ello represente, en se encuentra algo inquietante, angustioso y ello solo puede ser
palabras de Armostrong, “una de las primeras contradicciones debido a una sola cosa: la represión de aquello que siéndonos
ontológicas de la novela”: “La novela de Conrad retrata el va- conocido, cercano, es mejor tener oculto: nuestros deseos y
lor de la plata de manera paradójica, pues al interrumpir el si- pulsiones, nuestra naturaleza, aquello que pensábamos que
lencio permanente de la naturaleza, la diferenciación también gracias a la cultura habíamos dominado, dejándolo atrás, en
introduce el cambio, la multiplicidad y la arbitrariedad de las secreto. Lo ominoso es así el vehículo de una transgresión, el
convenciones culturales” (6-7). retorno de lo familiar reprimido.
Para Armstrong, la mina de plata se encuentra en un cru-
ce que atraviesa tanto a la cultura como a la naturaleza, y 4. Cultura v/s naturaleza en el trópico
ello, a nuestro juicio, le otorga un carácter ambivalente que
permite implicancias que van más allá de las entrevistas por El recorrido anterior permite adentrarnos en el trópico y la lec-
Armostrong; es cierto que la mina consiste en una fuente “na- tura/escritura que de él realiza Vásquez. Así que retomemos su
tural” de riquezas (y, por extensión, de poder), a la vez que novela donde la dejamos: aquella noche de noviembre de 1903,
su explotación obedece a una particular práctica cultural, pero cuando Altamirano se entrevistó con Conrad, sin saber quién
lo que no se señala aquí es qué ocurre con la naturaleza cuan- era éste ni lo que pretendía. Veamos qué nos dice esta biografía
do su silencio (silencio, claro está, otorgado culturalmente) reveladora y apócrifa titulada Historia secreta de Costaguana.
es interrumpido... ¿responde, ataca o permanece indiferente? “Hablé. Ya lo creo que hablé. Hablé sin parar, desesperada-
Armstrong no olvida, sin embargo, que el valor de los meta- mente: lo conté todo, toda la historia de mi país”, escribió la
les obedece en última instancia a una convención, pero para víctima colombiana, y de esa historia hablada, luego distor-
Conrad la plata parece guardar un valor inherente, inalienable sionada por Conrad, y, por último, rectificada por el mismo
e incluso “incorruptible” y, como tal, es fuente de disputas (es Altamirano, nos interesa particularmente la vida de su padre,
“naturalmente inmanente y culturalmente contingente”, indi- Miguel Altamirano, al que conoció primero imaginariamente,
ca Armostrong). Pero no solo de disputas, pues también es lo pues supo de él a través de las noticias que le transmitía su
que despierta aquello primitivo que hay en cada ser humano, madre, Antonia de Narváez, noticias a las que ella accedió gra-
y que ha permanecido reprimido por mucho tiempo, práctica- cias a las cartas que aquel le enviaba periódicamente. Una vez

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

leídos esos papeles serían desechados, mas nunca olvidados… El pequeño dedo de Józef se posó sobre el Congo (hoy República
permanecerían en su memoria hasta que el joven José recla- Democrática del Congo), pues le fascinaba la forma en que un
mara saber el nombre del padre, y Antonia, a regañadientes enorme río bordeaba y atravesaba ese otrora espacio blanque-
y con uno que otro detalle modificado, alterado por el paso cino, un río que en el mapa se asemejaba a una serpiente cuya
del tiempo, le relataría esas noticias, le contaría las historias cabeza se guardaba en el mar, mientras su cuerpo reposaba en
de un padre (que aún no sabe que es padre) fervientemente tierra hasta perderse en “las profundidades del territorio” (15).
religioso del progreso, cronista y expedicionario de la selva, Cierto, dice Conrad/Marlow, el Congo ya no era un espa-
a donde ha ido acompañando a marines gringos y macheteros cio en blanco, había dejado de serlo hacía bastante tiempo,
panameños que a cargo de Blas Arocemena, tenían por misión pues a la vez que se había llenado de “ríos, lagos y nombres“,
determinar la factibilidad de construir un canal interoceánico. también “se había convertido en un lugar tenebroso”, pero la
De esta travesía conocemos su impresión gracias, una vez más, serpiente lo había encantado de tal manera que muchos años
al recuerdo de Antonia, a quien le escribió: más tarde aquella blanca imagen aun permanecía en su mente,
y lo seguiría seduciendo (16). A los veintiún años, el joven José
Quieren abrir la tierra como Moisés abrió el mar.
Quieren separar el continente en dos y realizar el viejo
Altamirano colocó su propio dedo en su “propio espacio en
sueño de Balboa y de Humboldt. El sentido común y blanco, y pronuncié, emocionado y tembloroso, mi propio iré
todas las exploraciones realizadas dicen que la idea de allí” (Historia secreta de Costaguana 68). Ese espacio en blanco
un canal entre los dos océanos es imposible. Querida y ese allí no eran el Congo, sino una ciudad construida sobre
señora, le hago a usted esta promesa con toda la so- una porción de tierra arrebatada a la selva; era Colón, también
lemnidad de que soy capaz: “no moriré sin haber visto llamado Aspinwall por los gringos, y hacia esta ciudad enca-
ese canal” (Historia secreta de Costaguana 67). minó su vida, dado que era en esta ciudad donde vivía su pa-
dre, al que por fin conocería... pero no se imaginaba que Colón
Por supuesto que murió sin haberlo visto, pero este y otros re- también sería el lugar donde encontraría –así nos lo indica– su
latos maternos se transformaron para el joven preguntón “en “propio corazón de las tinieblas” (67). El relato de su madre
un espacio comparable al África de mi amigo Korzeniowski: había dibujado una frontera que circunscribía la vida de su
un continente sin contenido” (67). ¿Por qué esta comparación? padre, de manera que era el territorio que éste habitaba el que
Unas líneas antes, Altamirano hijo recuerda la famosa anécdo- se le presentaba tenebroso. Sin embargo, veremos luego que
ta que Conrad, en boca de Marlow, contó sobre su fascinación lo ominoso aquí dará paso a la ruina, pues si bien en ambos
por el Congo: términos la naturaleza es aquella que se enseñorea con lo que
el hombre (le) ha hecho, ya sea consigo mismo (cultura) o con
Bien, el caso es que de pequeño fui un apasionado
de los mapas. Me pasaba horas mirando Suramérica, lo que le rodea (civilización), su venganza tendrá lugar sobre
o África, o Australia, y me perdía en las glorias de la esta última, dado que es el mito del progreso, simbolizado en
exploración. En aquella época había muchos espacios el tren y el canal interoceánico, el que se verá afectado por sus
en blanco en el globo terráqueo, y cuando veía uno que fuerzas.
resultaba especialmente atractivo en un mapa (aunque Pero detengámonos un momento... la idea de “un conti-
todos lo son), ponía el dedo encima y decía: cuando
nente sin contenido” quedó en el aire: ¿Qué es “un continente
crezca iré allí (El corazón de las tinieblas 15).
sin contenido”? La sentencia enunciada por el narrador de
Vásquez contiene la comprensión precisa de la mirada de
Conrad, aunque, como ya hemos señalado, otra será la ven-

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

ganza de la naturaleza en Historia secreta de Costaguana, menos El chino muerto no es simplemente un emisario del
psíquica y más material, pues ésta se ocupará de aquello que futuro: es un ángel de la anunciación, piensa mi padre,
el padre del joven Altamirano más apreciaba: el progreso, y y ha venido para hacerle ver, entre la hojarasca de su
particularmente de la construcción del canal, derrotada por la triste vida en Bogotá, la vaga pero luminosa promesa
potencia destructora de la selva y la corrupción a la que éste de una vida mejor (26-27).
llevó a algunos de sus financistas. Y esa vida mejor estaría en Colón, por supuesto, a donde se
Ahora retrocedemos una vez más en el tiempo, no de és- dirigió luego de una de las tantas guerras que asolaron la vida
tas sino de las páginas de Historia secreta de Costaguana, hasta cívica colombiana, luego también de haber asesinado, pues su
la época en que Miguel Altamirano, el Byron criollo, también vida, como la del patriarca Buendía, también lleva una muerte
llamado el último renacentista, dividía su vida universitaria a cuestas; entonces se dirigió a donde el tren anunciaba el es-
entre el derecho y la medicina, la misma época en que los cu- trechamiento del mundo, y acercaba hacia costas suramerica-
ras bogotanos habían decidido que ningún cuerpo más sería nas la verdadera civilización, prometiendo borrar los espacios
entregado a la ciencia, sino al cementerio: “Los aprendices de en blanco que invadían el mapa de este lado del mundo.
cirujanos practicarían con ranas, o ratas o conejos […], pero el El tren sería su pan de cada día, la expedición a la selva su
cuerpo humano, creación de la mano y voluntad divinas, sagra- bautizo, en tanto que su fanatismo se corresponde completa-
do receptáculo del alma, era inviolable y debía ser respetado” mente con la palabra religión, la que, como el tren, liga, une.
(21). La solución... importar cadáveres: “Si están prohibidos A Miguel Altamirano lo contrataron muy pronto en el Panamá
los muertos de aquí, habrá que usar muertos foráneos” (23), Star y allí debería “escribir sobre la gran maravilla que era el
sentenció Miguel Altamirano. Así fue que un día apareció por ferrocarril y los beneficios inconmensurables que había traído
Bogotá un extranjero que estaba dispuesto a vender los cuerpos y seguiría trayendo tanto a los inversores extranjeros como a
de migrantes chinos que habían atravesado el océano para en- los habitantes del lugar” (64). Y fue ahí, en ese periódico, don-
rolarse en los trabajos del ferrocarril que atravesaría Panamá, de se transformaría en el Voltaire de los trópicos, en el propa-
asesinados por la selva infernal, por la peste, por la malaria, gandista por excelencia del venerado progreso. También fue
por la disentería. Uno de estos cuerpos, le cuenta su historia al en esa ciudad, “a la hora de más calor”, donde José Altamirano
entonces joven Altamirano, para quien un cuerpo muerto no es avistó a Miguel Altamirano, a quien reconoció inmediatamen-
un cuerpo muerto, sino el portador de un mensaje: te, pues este “era el relato de mi madre”: “Así que tengo un
hijo” (103), fue su respuesta ante la aparición de un joven de
Mi padre [señala José Altamirano] no escucha una his-
21 años… “Nada mal, a mi edad. Nada mal”, agregó. El joven,
toria de tragedias personales, no ve al chino muerto
como el obrero sin nombre y sin residencia conocida por su parte, preguntó “¿Quién eres?” (104), a lo que el padre
al cual es imposible dar una tumba. Lo ve como un respondió entregándole sus artículos periodísticos; si el tiempo
mártir, y ve la historia del ferrocarril como una verda- perdido era imposible de recuperar, tal vez la escritura fuera
dera epopeya. El tren contra la selva, el hombre contra un buen remedio para ello. Pero no, la escritura no ayudó, por
la naturaleza… El chino muerto es un emisario del lo menos no como se supone que debía hacerlo, dado que José
futuro, una avanzada del Progreso […] para mi padre, Altamirano leyó no una vida o la biografía de un padre, en este
cada obrero borracho es un caballero artúrico, cada caso el suyo, en su lugar más bien develó una enfermedad o
puta es una amazona. Las setenta mil traviesas del fe- un síntoma, pues prontamente se halló frente a una muy parti-
rrocarril son setenta mil profecías de vanguardia. La lí- cular manera de narrar los acontecimientos del progreso, una
nea férrea que cruza el Istmo es el ombligo del mundo. mirada que en algunos casos tergiversaba la realidad misma,

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

una mirada que Altamirano hijo comenzó a leer y a vivir ¿Cuál es necesaria la presencia de tiempos agitados, de lo contrario
era entonces ese mal de ojos? La refracción, aquella capacidad –señala Auerbach– la trampa es fácil de colegir. Y qué más
para concentrarse en el pequeño lugar de un acontecimiento agitados que los tiempos que vivió Voltaire o los que le tocó
mayor, dejando al resto en la oscuridad o simplemente igno- enfrentar a una pequeña provincia llamada Panamá (también
rándolo. “La realidad panameña”, señala José, “entraba por llamada por otro tergiversador “Sulaco”), que terminaría inde-
sus ojos como una vara de medir en las aguas de la orilla: se pendizándose luego de verse afectada por un par de guerras, y
doblaba, se quebraba, se doblaba al principio y se quebraba por un par de empresarios, primero europeos y luego estadou-
después, o viceversa” (106). nidenses. Todo por la construcción de un canal (“el sueño de
No es extraño encontrar este mal en otros creyentes del Balboa y de Humboldt”) que permitiría demostrar la victoria
progreso, incluso podríamos decir que es consustancial a su de la civilización sobre la naturaleza, y ello, claro está, con la
determinada razón, ya que también se lo descubre en el mismí- esperanza de la obtención de unos fabulosos dividendos.
simo autor de Cándido; a juicio de Erich Auerbach, no hay nadie De manera que fue en esa ciudad, en Colón, donde la fe de
que supere a Voltaire como propagandista de la Ilustración, Miguel Altamirano se acrecentaría con al advenimiento del fu-
a cuya exaltación utiliza una retórica que el filólogo también turo Canal, como también lo harían sus dotes de refractor con
denominó refracción (Mimesis 378). Recordemos aquella “carta la primera expedición de la selva, a la cual por supuesto que se
inglesa”, la sexta, donde Voltaire refiere la reunión interreligio- le invitó, ya que su fama de cronista del Istmo y, al que gracias
sa que tiene lugar en la bolsa de Londres, donde judíos, maho- a los no pocos conflictos bélicos, también se le conocería como
metanos y cristianos de diferentes tendencias se “tratan el uno el Tucídides de Centroamérica, hacía resonar su nombre, así
con el otro como si fuesen de la misma religión, y no dan el que de tan magna empresa no podía quedar ausente. Pero la
nombre de infieles más que a los que hacen bancarrota” (Cartas primera expedición fue un rotundo fracaso, como otra que le
filosóficas 37). Para Auerbach, Voltaire distorsiona lo que ocurre seguiría, quizá más importante, aquella realizada en 1878 y di-
en la bolsa, y ello, claro, para develar o rechazar la estupidez rigida por el teniente Lucien Napoleón Bonaparte Wyse (cuya
de las luchas religiosas que tienen lugar en Francia, a donde madre, como se puede apreciar, era sobrina de Napoleón), el
se dirigen sus cartas. De la bolsa en sí prácticamente nada nos encargado de la Compagnie universelle du canal interocéani-
dice, excepto que siendo ella un lugar de enconadas competen- que de Panama, sociedad fundada por Ferdinand de Lesseps,
cias y donde prima el supremo egoísmo de cada quien, aún así el mismo que permitió el Canal de Suez, pero, a pesar del fra-
posibilita la tolerancia entre los distintos credos que la visitan. caso, el Voltaire de los Trópicos escribió:
Cosa contraria ocurre en su país, donde una religión se intenta
imponer como verdadera sobre las otras, a cualquier precio. ÉXITO ROTUNDO DE LA EXPEDICIÓN WYSE
Auerbach define la técnica de Voltaire del siguiente modo: Comienza el largo camino hacia el Canal (107).
“Consiste en iluminar potencialmente una pequeña parte de
un conjunto muy amplio, dejando empero en la oscuridad El teniente francés no logró dar con ninguna ruta apropiada
todo lo restante, que podría ordenar y explicar aquella parte, y para la construcción del canal, no obstante, Altamirano padre
acaso serviría también de contrapeso a lo que se hace resaltar” escribió: “Todas las dudas se han disipado… Para la ciencia de
(Mimesis 380). La verdad es que la refracción tiene su gracia, en la ingeniería, la selva del Darien ha dejado de tener secretos”
tanto que con ella no se miente, como dice el Joven Altamirano, (107). Podríamos decir que la selva es como la bolsa de Londres
pero tampoco se refiere la verdad, por lo menos no comple- de la que habla Voltaire, pues a pesar de la visita de algún re-
tamente. Además, para que la técnica refractaria tenga lugar, fractor encantado, sabemos que ni en una ni en otra los secretos

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

se disipan fácilmente, ni siquiera ante el imperio de la razón alcanzar: el viejo elefante estaba enfermo, y mi padre
moderna. La selva en verdad tenía más de un secreto guarda- lo recorría en busca de síntomas. Enseguida encontró
do, y Altamirano no contaba con ello ni con la venganza por el vientre del elefante, la especie de pequeño cobertizo
tal intromisión, pues la peste muy pronto azotó radicalmente que en el monstruoso vagón de la excavadora hacía las
a los migrantes franceses que atravesaron con sus familias el veces de sala de máquina, y allí se guareció. No volvió
a salir (Historia secreta de Costaguana 192).
Atlántico, soñando con hacerse la América, creyendo ilusamen-
te, como los ratones, que en esta tierra no habían gatos y que las Miguel Altamirano murió prácticamente devorado por la sel-
calles eran todas de queso, pero no, estaba llena de mosquitos y va, a la Kurtz, como gran parte de los europeos que buscaban
pantanos, y entre ambos acabaron con los trabajadores, con las fortuna en la empresa interoceánica. Estuvo presente en la in-
empresas y con sus maquinarias. Y eso no es todo… a la par, auguración del ferrocarril, pero murió antes de ver el canal.
se descubre, como en Nostromo y en El corazón de las tinieblas, la Su vida, y su muerte, tal como están aquí narradas, recuerdan
corrupción, pues a la plata y el marfil, acá sumamos el canal. la lúcida frase de otro escritor que comprendió la fuerza de la
De manera que la quiebra de la Compañía develó las triqui- historia natural. En Los anillos de Saturno, W. G. Sebald escribió:
ñuelas en las que estaban involucrados decenas de franceses y
colombianos, provocando la crisis financiera más grande de la Sobre cada forma nueva ya se cierne la sombra de la
Tercera República. Sí, estamos en el comienzo de un proceso de destrucción. Esto es, la historia de cada uno, la de to-
enseñoramiento de la naturaleza, la respuesta del trópico sobre dos los estados y la del mundo entero, no transcurre
el Voltaire centroamericano y los suyos. sobre un arco que se alza cada vez más lejos y de forma
más bella, sino sobre una trayectoria que, una vez que
se ha alcanzado el meridiano, desciende a la oscuridad
Y se habló mucho, incluso de las enormes sumas de dinero in-
(38).
vertidas en publicidad y en comprar periódicos y periodistas…
era el advenimiento de la ruina sobre la voluntad humana, de Aquí Sebald está apuntando a la base de toda historia tejida por
la ruina, en tanto “la secreta justicia de la destrucción” (“La la voluntad humana, que cree y mitifica la idea de progreso, sin
ruina” 188), como señaló Georg Simmel, que avanzaba como percibir que sus productos, una vez “terminados”, comenza-
una rápida sombra sobre la ciudad y sobre todo lo que se posa- rán a ser tejidos por otra voluntad, aquella que modeló ríos y
ba sobre ella, incluido Miguel Altamirano, quien en un último montañas, al decir de Simmel. Al entrar en la sala de máquinas,
afán decide adentrarse, ¡cómo no!, en la selva, hasta alcanzar Altamirano padre entró en la oscuridad, descendió a su mane-
aquel puesto de avanzada (Conrad dixit) que concentró los ra. “Si es posible leer en Madame Bovary que quienes triunfan
mayores problemas ingenieriles y que, por lo mismo, cobijó las –Homais y Lhereux– son los actores del comercio y la ciencia”,
más grandes dragas y las más poderosas excavadoras: como señaló Pablo Montoya (2009), “estos mismos actores en
Historia secreta de Costaguana son aplastados por un inexorable
[C]omenzó a caminar bajo la lluvia… hasta llegar desamparo” (Novela histórica 91). Ese desamparo es la vengan-
junto a una criatura descomunal y cubierta de enreda- za de la naturaleza sobre todos aquellos que quisieron escribir
deras que se levantaba diez metros del suelo. Era una
sobre ella, como antes Voltaire, la palabra progreso.
excavadora de vapor… se acercó a la garlancha y la
acarició como si fuera la trompa de un elefante viejo.
Rodeó la máquina caminando despacio, deteniéndose
junto a cada pata, apartando las hojas con las manos y
tocando cada uno de los baldes que su brazo pudiera

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

5. Corolario: la historia natural de Costaguana cuerdo de algunos amigos, y comienza con el de Irma, aquella
compañera de lecturas con la que había abandonado “las na-
En la segunda edición en español del libro de viaje de Pérez tivas playas en busca de nuestros ideales, que creíamos hallar
Triana, De Bogotá al Atlántico por la vía de los ríos Meta, Vichada en el suelo que vio nacer a Goethe y a Schiller, a Humboldt y
y Orinoco, Rubén Darío, que hace de prologuista, señala que el a Lessing” (13). Todo esto y más debe haber recordado Pérez
libro en cuestión le “da ocasión de hablar de dos conceptos para Triana en medio de la selva primitiva, luego de haber visto cara
mí atrayentes y gratos, cuales son la Universidad y el bosque, a cara algunos de los feroces animales que la habitan. Aquí
Alma Mater y Mater Natura” (“Prólogo” vii). Ello porque hacia el contrapunto con El corazón de las tinieblas es completo... es
la mitad del relato, el autor de marras relata una particular como si quisiera evitar (reprimir) la omnipresencia primitiva
anécdota, sin antes dejar de señalar que a pesar del poco tiempo con los ideales civilizatorios que lo formaron, como a Kurtz, en
de haber iniciado su viaje, le parecía, cual Ulises, “que habían Europa; Pérez Triana no hace otra cosa que evitar el retorno de
transcurrido muchos años desde que así vagábamos peregrinos aquello familiar-entrañable, de lo ominoso y al hacerlo, contri-
en las orillas de los ríos, al amparo de los bosques, en comunión buye al triunfo del ideal civilizatorio, el mismo que en África
íntima con la naturaleza” (De Bogotá al Atlántico 181). Fue en uno terminó cediendo.
de esos momentos de grata intimidad, encontrándose además
libre de aquellos artefactos civilizatorios como lo son el correo, Conrad comenzó a escribir El corazón de las tinieblas hacia
el telégrafo y los periódicos, cuando, junto a sus acompañantes, mitad de diciembre de 1898, aunque uno de sus principales
se decidió a contar historias para acortar el tiempo. antecedentes, el relato “Una avanzada del progreso” (“An
Outpost of Progress”), fue redactado dos años y medio antes,
Su turno coincidió “la noche de aquél mismo día en que con por tanto no es imposible pensar que la configuración de su
la presencia del tigre, enfrente de los raudales, tan de mani- pensamiento para ese libro se haya dado de manera paralela
fiesto se nos puso el hecho de hallarnos en un centro absoluta- a la de Pérez Triana para el suyo, pero mientras el primero ve
mente primitivo y salvaje, por decirlo así” (181). Y como para lúcidamente cómo la selva despierta aquello que la cultura ha
palear aquel anacrónico tiempo que, como a Marlow por el Río reprimido (en Kurtz y, si bien de una forma heterogénea, tam-
Congo, se hacía contemporáneo y más amenazante que nunca, bién en Nostromo), el otro puede invocar esa misma cultura
Pérez Triana recuerda su paso por la Universidad de Leipsique para emplearla como el antídoto frente a los peligros con que
(Leipzig), “tan renombrada en todo el hemisferio occidental”, asecha esa misma naturaleza, pues aquí África y Suramérica
y llamó a este relato ni más ni menos que “Reminiscencias son indistinguibles ante el lugar de Europa, el único espacio
tudescas”, texto que pronto daría origen a un libro del mis- que parece haber estado siempre pintado en los mapas, nunca
mo nombre, donde leemos: “¡Oh Leipzig, y tú, alma mater mía en blanco.
leipziense, desde que os dejé, cuánto os he echado de menos!
¡Cuánta falta me habéis hecho!” (11).3 El libro recoge el re- En el prólogo ya mencionado, Darío señalaba que la natu-
raleza del continente americano, se presta muy bien a quien
3.  Pérez Triana publicó el libro bajo ese título, Reminiscencias tudescas “sepa percibir con ojos mágicos el corazón de nuestros montes,
(Ricardo Fé, 1902), donde enfatiza la importancia de Alemania como modelo lo inmemorial de las razas autóctonas preñado de legendarios
para las repúblicas suramericanas, aún no del todo civilizadas. Juan Valera, milagros” (“Prólogo” ix). Imagino que los ojos de Pérez Triana
el prologuista, señala que le hubiera gustado comentar el libro de un ex son de aquellos que permiten esa mirada de la que habla el
estudiante de la Universidad de Salamanca en vez de uno de Leipzig y
Heidelberg, pero lo tiempos son otros, y la Salamanca de ahora no ya no
autor de Azul, una mirada radicalmente opuesta a lo omino-
es digna de imitar. Aquí cito de la segunda edición (Bogotá: Ministerio de so que develó Conrad, tanto para el África central como para
Educación Nacional, 1946). Suramérica. Y es esta diferencia la que nos permite compren-

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Sin retorno Capítulo IV: Voltaire en los trópicos o los trópicos sobre Voltaire

der la potencia deconstructiva de Historia secreta de Costaguana, Al contrario, la novela de Vásquez, como las de Conrad,
que se distancia tanto de la historia del progreso (también un entrega una versión irónica y gris de la historia y de la natu-
mito), como de la mirada mágica de la naturaleza, la cual no raleza; no hay heroísmo ni triunfalismo alguno, lo que hay es
se comporta aquí míticamente, tal como lo hace en Cien años una catástrofe que arrastra hacia un abismo a quienes se ven,
de soledad con el nacimiento del engendro con el que se da fin así sea indirectamente, relacionados con ella. Ello porque si el
a la novela y a la estirpe de los Buendía. Por el contrario, aquí mito es la forma que tienen los humanos para darle sentido
la naturaleza se asume como parte constitutiva de la historia a sus vidas, el precio es la predeterminación de las mismas:
natural descrita por Theodor Adorno, para quien dialéctica- la estirpe que desciende de José Arcadio Buendía nada podía
mente lo histórico remite a lo natural y lo natural a lo histórico, contra el destino que en sánscrito les dejó escrito Melquiades.
dado que “todo ente se transforma en escombro y fragmento, Por su parte, la vida de este otro José, de apellido Altamirano,
en un calvario en el que hay que encontrar la significación, en está afectada por los grandes acontecimientos, aunque tam-
el que se ensambla naturaleza e historia” (“La idea de historia bién podemos ver cómo él puede vengarse de ellos, intentan-
natural” 126-127). do incluso escapárseles, fugándose a Londres. El costo, claro,
Tal historia, tal ensamble es prácticamente un fármaco es alto, pero tiene la libertad para decidir, a diferencia de su
contra la historia mítica en todas sus formas, cuyo idealismo padre, que, cegado por la religión del progreso, se deja morir
devela Vásquez, tal vez sin querer, al des-cubrir que la mirada en el interior de un fósil maquínico. En su lápida, inscribieron
mágica oblitera la violencia que, por ejemplo, adviene con la “Muerte natural”, pero su hijo señala que fue por desencanto,
fundación de ciudades, tal como lo mostró Schmitt en diferen- y está dispuesto a aceptar melancolía, y quizá este sea el térmi-
tes oportunidades y como vimos en el capítulo anterior, pero la no preciso, porque la melancolía es el pasaje al acto suicida por
fundación de Macondo nos es presentada como un hecho na- antonomasia, aquí gatillado por una potencia que se resistió a
tural, profundizando de esta manera su vocación de fabulista. doblegarse ante los artefactos de la llamada civilización. Que
De igual forma aparece el tren en Macondo, ese “inocente tren años después el canal haya sido construido no le da la razón a
amarillo” en el que un día llegó Aureliano Triste. Sin embargo, ésta última, tan solo nos habla de una batalla sin fin, nos habla
compárese esas “cuadrillas que tendieron durmientes y rieles” de la historia natural.
no ya con los chinos muertos que terminaron en el laboratorio
de disección bogotano que se menciona en Historia secreta de
Costaguana, sino con aquellos seis negros con los que se en-
cuentra Marlow a su llegada al Congo, aquellos que también
estaban construyendo el ferrocarril, con un collar de hierro al
cuello. Aunque la verdad es que ya no colaboraban, más bien
se retiraban para dejarse morir, luego de haber entregado to-
das sus fuerzas a durmientes y rieles. Podríamos continuar con
ejemplos de este tipo, pero es innecesario, dado que los que
podríamos indicar (la luz, el cine, los autos, los aviones, etc.)
no hacen sino corroborar esta mirada anti-mítica de Vásquez.
Además, la única violencia que aparece fuerte y clara en Cien
años de soledad es la de la guerra y aún a esta se la disfraza.

226 227
CAPÍTULO V
EL VIAJE DEL ÚLTIMO ULISES.
BOLAÑO Y LA FIGURACIÓN ALEGÓRICA DEL
INFIERNO

a Vicente, dulce Telemoco

Tu destino: tu viaje
¿A dónde?
No hay donde.

Mario Santiago, “Rhythm Beau”

Caminar es carecer de lugar.


Michel de Certeau

“¿No estás contento?”. “No lo sé Eurílaco. Hay dos na-


turalezas en mí. Una que ama el mar, la familia, la cal-
ma del hogar… todo eso. Pero la otra parte… esa parte
adora los viajes, el mar abierto, las extrañas formas de
las islas desconocidas, los dragones, las tempestades,
los demonios, los gigantes. Sí Eurílaco, una parte de
mí ama lo desconocido” (Ulises, de Mario Camerini,
1954).

Cuán distinto es el Ulises homérico del interpretado por Kirk


Douglas en 1954. Y aunque este Ulises también regresó a su
Ítaca, donde lo esperaban la paciente Penélope y el tierno
Telémaco, el afán con el que lucha y mata a Antinoo y al res-
to de los pretendientes, así como el orgullo con que desafía a
Polifemo o rechaza a sus amigos para seguir acostándose con
Circe, lo convierten en un extraño para quien recuerde los llan-

229
Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

tos de ese otro Ulises, aquel que lamentaba las dificultades del que tuve yo de conocer el mundo,
regreso a su patria y su familia, ese a quien ya en tierras fea- y el vicio y la virtud de los humanos (La divina comedia
cias el solo recuerdo de su tierra inundaba de lamentos, como 96-99).
si en el mismo punto una vez más extraviado se encontrara.
Homero no narró el retorno de un fanático aventurero, sino el “Negaros no queráis a la experiencia”, arengó este Ulises a sus
de un humilde hombre, el único aqueo que no deseaba la gue- cansados y viejos amigos, y les instigó a sobrepasar las colum-
rra pues ella lo alejaba de su Ítaca amada. Hizo todo lo posible nas de Hércules; hechos no estaban para morir como brutos
para no partir, incluso fingir locura; y tanto como un mes tardó labrando Ítaca, y sí para buscar “virtud y ciencia”, así que se
Agamenón en lograr el favor de su compañía, según afirmó echaron a la mar, y comenzaron a batir como alas los remos,
Cicerón. Pues el Ulises homérico no es un viajero aventurero hasta dar con una gran montaña:
sino uno de los más calmos y terrenales griegos, no es del mar,
Nos alegramos, mas se volvió llanto:
sino de la tierra, y es en ella, como anuncia el espectral Tiresias,
donde morirá. Es tan apegada al terruño la vida del rico en pues de la nueva tierra un torbellino
astucias, que el viejo y ciego adivino le anuncia en el Hades nació, y le golpeó la proa al leño.
que encontrará la muerte tras su último viaje, un viaje libre del Le hizo girar tres veces en las aguas;
océano y de sus trabajos, pues una vez desecho el problema de a la cuarta la popa alzó a lo alto,
los pretendientes, deberá tomar un remo y caminar hasta en- bajó la proa –como aquél lo quiso–
contrarse con “unos hombres que ignoren el mar” y le pregun- hasta que el mar cerró sobre nosotros (La divina come-
ten para qué lleva una pala al hombro. Allí ofrecerá sacrificios, dia 138-141).
luego de los cuales regresará a su casa, donde permanecerá
hasta morir “en la calma de lozana vejez” (Odisea 172). Luego de esta muerte, el Ulises dantesco será juzgado por
Ulises solo viaja entonces por motivos ajenos a sus preocu- sus “pecados” y enviado al infierno;1 allí, en fuego junto a
paciones. Los trabajos de Troya diez años le tomaron, y diez Diómedes, paga, según Virgilio, por sus astucias y ardides, que
más lo hicieron su regreso, lo que configura un círculo que a la severa mirada de Dante no son sino traiciones y engaños;
podemos llamar odiseico, un círculo que volverá a repetirse con la idea del caballo, el robo del Paladión, y haber provocado la
Jasón e incluso con Eneas, pues de la tierra de Hesperia prove- muerte de Daidamia… todo aquello que permitió la caída de
nían sus ancestros; sí, su periplo es, también, un retorno, como Troya y la gloria de los aqueos lo condena, como falsario, a
indica Virgilio (Eneida VII. 280-302). De manera que el viaje de vivir al lado de los traidores a la patria y de Lucifer, pues Ulises
Ulises en busca de lo desconocido está más cerca de nosotros en llamas habita lastimosamente nada menos que el octavo
que de Homero, y se lo debemos a la maravillosa figuración de círculo. Cuando releemos la Odisea y luego la Comedia, inme-
Dante, quien en el canto XXVI del “Infierno” se encuentra con diatamente nos preguntamos ¿era para tanto? Tal como suenan
el hijo de Laertes, cuyo fatal destino de su propia voz escucha: las palabras que al peregrino le dirige su guía –quien ya había

ni la filial dulzura, ni el cariño 1.  A propósito del destino de Ulises, no tanto en el infierno como en la
del viejo padre, ni el amor debido, Comedia, Hugo Friedrich ha señalado en “Dante y la antigüedad” lo siguiente:
que debiera alegrar a Penélope, “Cuando los lectores modernos de los mundanos epos de Homero pasan a
la Divina Comedia y tropiezan aquí de nuevo con Odiseo, debe parecerles
vencer pudieron el ardor interno primeramente como si el brillo homérico se borrara en la tenebrosidad del
infierno de Dante” (79).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

degradado a Ulises en la Eneida, (llamándolo “inspirador de terrenal no permite el conocimiento del amor de Dios, sino la
crímenes”, “pérfido” e “instigador de maldades”), uno de los terrenal y “viril voluntad de acción y conocimiento” mundano,
modelos de la Comedia–, pareciera simple chovinismo, y claro cuestiones que nada tienen que ver con la persecución de una
que algo de esto podemos encontrar en otros como Ovidio, elevación hacia el Paraíso, como anheló y logró Dante.3 Esa
pues efectivamente los romanos no tenían mucha estima por elevación comienza, como recuerda Borges, en la misma playa
el que llegó a ser llamado “el destructor de ciudades”, aquel a que entrevió Ulises antes de que el mar acabara con su vida.
quien se le debe la caída de Troya.2 Pero Dante no es Virgilio, Recordemos a Dante: “Llegamos luego a la desierta playa, /
ni escribe en los años de Augusto, sino que es un creyente que nadie ha visto navegar sus aguas, / que conserve experien-
medieval que busca, como su mismísimo Ulises, el saber de lo cias del regreso” (“Purgatorio” I. 132). Sin soberbia sino con
desconocido, solo que el florentino, obediente y manso, llegó a humildad, el peregrino comienza el ascenso hacia el paraíso en
buen puerto para reunirse con su amada Beatriz, mientras que el mismo lugar donde Ulises comenzó su descenso al infierno.
el “rico en ingenios” yace en una hoguera infinita. Borges ha señalado que sería un error resaltar únicamente que
Para nada erramos aquí al señalar que una tradición se man- Dante recorre el camino inverso de Ulises, pues hacerlo con-
tiene gracias a su traición. Con tan solo unos pocos versos (52), lleva un olvido: que el viaje del florentino no es solo el viaje
Dante cambió el rumbo del viajero más famoso de la historia que lo llevará hacia su Penélope, sino a la escritura misma de
literaria, suplementándole al amor por el terruño la pasión por la Comedia, pues en aquel tiempo su trabajo implicaba conde-
lo inexplorado, tal como nos lo recuerda la representación de nas similares a las que él dio a Ulises. “Dante”, señala Borges,
Kirk Douglas o, un poco antes, los dos más grandes Ulises del fue Ulises y de algún modo pudo temer el castigo de Ulises”
siglo veinte, el de Nikos Kazantzakis y el de James Joyce, aun- (“Nueve ensayos dantescos” 356). Pero me es difícil dejar
que de manera antagónica. Dante nos regaló un Ulises similar de lado que mientras uno triunfa, el otro arde en el infierno,
a Jano, y desde entonces es difícil –si no imposible– volver a pues la Comedia no tiene de fondo la tragedia, sino el pecado,
creer en un hombre que para vivir solo le bastaban su patria y y Dante, cual Ulises cristiano, que “a mitad del camino de la
su familia. vida” extraviado se encontraba en una “selva oscura”, encon-
trará un guía que lo salvará y lo llevará ante “el Emperador
que arriba reina”. Allí, señala el guía Virgilio, “más digna que
Desear atravesar las columnas de Hércules, era ni más ni me-
la mía... hay un alma”, un alma que responde al nombre de
nos que desear traspasar el límite impuesto “como aquel lo
Beatrice Portinari y en cuya compañía Dante vivirá eternamen-
quiso”; y buscar “virtud y ciencia” conducente a una gloria
te la felicidad que al laertitas le fue trocada en lamentos.
2.  Cito una vez más a Friedrich: “Odiseo fue sacrificado a una perversión Es así que los 52 versos que relatan su último viaje, hicieron
nacional-política, se convirtió en un peligroso intrigante, en el padre de la que Ulises sedujera a muchos de los peregrinos que vendrían,
desgracia que tuvieron que soportar los ascendientes de Roma” (87). A ello
habría que agregar, señala Friedrich, un cambio en el sistema de valores
aceptados entre la época de Homero y la de Virgilio: “Si el griego de Homero 3.  Alan Deyermond (2002) ha señalado que Ulises es culpable de una
había visto en la audacia y en la osadía algo digno de elogio y gloria, porque falta más: haber engañado a sus compañeros de viaje, llevándolos no hacia
forman parte del valor que distingue al hombre que domina la tierra, la el extremo oeste, sino, como Alejandro Magno, a las Antípodas, “zona
ética romana ya no conoce cosa semejante. Pues astucia, eso era para los desconocida y –según la doctrina cristiana mayoritaria de la edad media–
romanos inconciliable con la fides, la confianza”, uno de los pilares de su imposible de conocer, zona que representaba los conocimientos prohibidos”
ética encarnada en la virtus (87), virtud que luego Santo Tomás también (23), y que se localizaba presumiblemente en el África meridional, de la cual
cuestionará, por alejarte del camino de Dios. Finalmente, la única virtud hoy forma parte Angola, precisamente el país al cual, según Jacobo Urenda,
posible será aquella que permita la elevación al Paraíso. Arturo Belano fue para morir, y después ya no.

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

redoblando la inmortalidad de un bardo milenario que aún lla- Muchas de estas repeticiones, continúa Stanford, fueron (o se-
mamos Homero. Uno de esos peregrinos será Bolaño, especie rán) olvidadas, así como otras contribuyeron enormemente a
de rapsoda contemporáneo que decidió cantar la historia de la tradición, incluso (si es que no principalmente) mediante la
una generación condenada, en la errancia infinita, a vivir en traición, pues solo una “d” separa ambos vocablos, pero tam-
una “salvaje selva”, haciendo que el Ulises dantesco retornara bién los une. Se trata de iteraciones que, a su vez, volverán a
una vez más, pero bajo una arquitectura que recuerda la del ser repetidas infinitamente, por lo menos hasta que aparezca
viejo aedo. la muerte, aquella que, como escribió Tennyson, todo lo aca-
ba. Pero es seguro que nunca acabarán las odiseas, así que por
1. La inmortalidad de Ulises ahora podemos seguir comentando la historia de los muchos
bajeles con los que nos hemos encontrado, pues como señaló el
De manera que es gracias a los pecados del Ulises dantesco que bibliotecario valiente, “Homero compuso la Odisea; postulado
disfrutamos de otros Ulises; abundarán aquellos que ansíen las un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios”. Y
aventuras y el peligro (en Coleridge, Kazantzakis, Kavafis), o continúa: “lo imposible es no componer, siquiera una vez, la
que el regreso a casa les incomode (Tennyson, Kukulas, Borges Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los
en un poema y de alguna manera también Brodsky); otros, los hombres” (“El inmortal” 351).
menos, desean el tranquilo retorno a casa (Du Bellay mucho Siguiendo a Borges nos enteramos de que “La historia de un
antes, Joyce en el siglo pasado, Seferis posiblemente). Pero el bajel perdido que busca una isla querida” habría sido urdida
Ulises homérico también tendrá otros nombres y otros desti- por un hombre inmortal, así nos lo contó otro inmortal, uno
nos (como Simbad, el capitán Ahab, Fausto o el narrador de Los que se hizo llamar Joseph Cartaphilus, “hombre consumido y
pasos perdidos). La historia retorna, una y otra vez, pues como terroso, de ojos grises y barba gris, de rasgos singularmente
nos contó Borges, a un tal Baltasar Espinosa “se le ocurrió vagos” (“El inmortal” 353), por lo menos eso es lo que hemos
que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre leído no hace mucho en un manuscrito que se encontró en el
dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares interior de una vieja Ilíada, traducida por Pope. También he-
mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace mos leído que ese mismo inmortal, que recordó el nombre de
crucificar en el Gólgota” (“El evangelio según Marcos” 446). Argos, buscó por siglos, incesantemente, un perdido río cuyas
Nos interesa principalmente la primera, la que mejor entronca aguas le devolvieran su humanidad. Lo encontró, de agua cla-
con nuestros objetivos. W. B. Stanford, quien ha escrito el que ra, y se afanó en su cometido, el que cumplió un par de meses
hasta ahora sigue siendo el mejor libro sobre las repeticiones después, paradójicamente, con la muerte.
del tema del Ulises, señaló sintéticamente que:
El manuscrito dejado por Cartaphilus nos entrega noticias
[…] aparecerá como un oportunista en siglo XVI, o sobre el urdidor de la Odisea... y a pesar de que no se trata de
como un sofista o demagogo en el XV y un estoico en un extenso texto, es, para nuestros fines, muy relevante, porque
el XIV: en el Medioevo llegará a ser un audaz barón, sus “rasgos singularmente vagos” no son solo rasgos, sino un
un distinguido funcionario, o un explorador preco- devenir que nos permitirá leer el viaje del último Ulises, un de-
lombino; en el siglo XVII un príncipe o un político y en venir afirmado, si bien de manera algo críptica, en la siguiente
el XVIII un hombre primitivo [Primal man]: en el XIX sentencia: “como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy
un aventurero byroniano o un esteta desilusionado, y filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa ma-
en el siglo XX un protofascista o un humilde ciudada- nera de decir que no soy”. En el texto encontrado luego de su
no de una moderna megalópolis (Ulysses Theme 4).
muerte, Cartaphilus señala que en 1729 discutió el origen de la

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Ilíada, en traducción de Pope, con un tal Giambattista: “sus ra- fueron también para Joyce y Auerbach, viquianos a lo largo de
zones”, escribe, “me parecieron irrefutables”. “Todo el mundo sus respectivos trayectos, y sobre quienes luego volveremos.
ha oído hablar de Cornelius Agrippa”, indicó alguna vez Mary Homero, una idea que ha perdurado casi treinta siglos y que
Shelley, así que de él no nos preocuparemos… por ahora. Pero, de seguro perdurará otros tantos más.
¿quién era este Giambattista? ¿Cuáles eran sus argumentos? Sabido es que Vico fue el primero en señalar que el viaje al
Una nota al pie nos señala que Ernesto Sábato cree que se tra- que esta idea dio vida eterna nunca ha sido el mismo, pues su
ta del autor de la Scienza nuova, y nosotros, entusiastamente, repetición varía de época en época o de ciclo en ciclo, que es
concordamos. como el napolitano ve la historia (los famosos corso e ricorso),
Cartaphilus y Borges nos entregan las mejores herramien- compuesta por las edades de los dioses, de los héroes y de los
tas para leer a Bolaño (algo en lo que el mismo Bolaño insistió hombres, en ese orden, y cuya sucesión, que ha de cursar toda
en múltiples oportunidades, pues señalaba que Borges daba “nación” (hoy diríamos, toda cultura), se renueva cíclicamente
clases que nadie oía), de manera que vale la pena detenerse luego del advenimiento de un caos. Se trata de una radical afir-
aquí un momento. Hacia 1729 Vico ya había reescrito casi mación de la historicidad, que apela a una historia a-teleológi-
completamente su Ciencia nueva, publicada inicialmente en ca, ya que no contiene síntesis ni su devenir implica progresos.
1725, y estaba a punto de publicar su segunda edición; en ella De manera que lo que hoy llamaríamos cultura, tiene en cada
hay un capítulo titulado “Del descubrimiento del verdadero época sus propios modos de autocomprensión, los cuales po-
Homero”.4 Debido a tantas incertezas sobre su origen, Vico demos observar horizontal y no verticalmente. En Vico no hay
señala en el parágrafo 875 “que por eso los pueblos griegos ni buenos salvajes ni civilizaciones ideales (es más, afirma que
discutieron tanto sobre su patria y casi todos le pretendieron los primeros pueblos fueron poetas, de manera que la poesía
ciudadano, porque todos esos pueblos griegos fueron este habría fundado la humanidad), pues su historia consiste en
Homero”. Y en el parágrafo siguiente, concluye: un proceso que se renueva luego de que la barbarie retorne y
acabe con todo, para luego volver a empezar un nuevo ciclo.
[…] que por eso varían tanto las opiniones en torno a Por eso es que Ulises puede ser todos los Ulises, pues si, como
su época, porque verdaderamente tal Homero vivió en señaló Cartaphilus, “en un plazo infinito, le ocurren a todo
la boca y en la memoria de aquellos pueblos griegos hombre todas las cosas”, podemos encontrarnos con un joven
desde la guerra troyana hasta los tiempos de Numa,
mexicano que durante veinte años recorre el mundo en busca
lo cual constituye un periodo de cuatrocientos sesenta
de… nada o con un judío irlandés que camina por las calles de
años (par. 428).
Dublin un 16 de junio de 1904.
De manera que para Vico, Homero bien podría no haber sido
un mortal, sino (y esta fue una de sus tesis más radicales) “una Joyce compuso su Ulises con esta misma idea de fondo, pues du-
idea o un carácter heroico de los hombres griegos, en cuanto rante sus años en Trieste leyó a Vico y también el capítulo que
que estos narraban, cantando, sus historias” (par. 427-428). A Benedetto Croce le dedicara al pensador italiano en su Estética,
pesar de que el origen de Homero aún no ha sido determinado, y a quienes se interesaban por su obra les recomendaba leer la
no sabemos si las afirmaciones de Vico son “irrefutables”, pero Ciencia Nueva. No obstante, Richard Ellmann (1974), el princi-
podemos afirmar que son altamente provocativas, como lo pal biógrafo del bardo irlandés, señala en su análisis de Ulises
que Joyce leyó a Vico “at his own pace”, y por supuesto que no
4.  Empleo la traducción española de la tercera edición (1744), Giambattista
Vico, Ciencia Nueva, trad. Rocío de la Villa (Madrid: Tecnos, 1996).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

podía ser de otra manera.5 Si bien Ellmann no fue el primero cia. Néstor puede aparecer como un anciano pedago-
en señalar la importancia de Vico en el Ulises, sí fue quien nos go y Circe como la Madam de un burdel insignificante
entregó una mejor comprensión de ella, al revisar críticamente (El “Ulises” de James Joyce 70).
a los famosos esquemas de Linati y Gilbert, y agregando una
Esta referencia está tomada de El ‘Ulises’ de James Joyce, libro
nueva columna: la representación de las edades viquianas en
revisado (e intervenido) por el mismo Joyce; Aquí se refuerza
el Ulises.6 De manera que si Leopold Bloom es un nuevo hijo
la presencia no solo de Vico, sino también y más fundamen-
de Laertes, y Dublín un nuevo escenario de aventuras, ello es
talmente la de Homero, una presencia que algunos lectores
porque Joyce se imaginó al Ulises de su época y no al de otra,
no han encontrado, y cuando lo han hecho ha sido solo para
y lo colocó en medio de sus propias y contemporáneas circuns-
considerarla un ejercicio de esnobismo por parte del autor y no
tancias. Stuart Gilbert, uno de los primeros comentadores de
como un recurso efectivo y necesario para la comprensión de la
su obra, lo ve, viquianamente, de la siguiente manera:
novela; y como tal lo han desechado. Entre estos se encontraba,
Así como el pasado se renueva y las civilizaciones sur- extrañamente, uno de los escritores que más apoyo dio a Joyce
gen y se desvanecen, los personajes de la antigüedad, casi a lo largo de toda su carrera: Ezra Pound, quien siendo
mutatis mutandis, se reproducirán. Por supuesto, de también uno de los escritores y críticos que más escribiera
esto no se sigue que cada avatar de un héroe de los sobre Ulises, siempre consideró irrelevante el paralelo con la
tiempos legendarios ha de alcanzar la misma eminen- Odisea. Por el contrario, Valery Larbaud (1922), quien realizara
el primer comentario crítico del Ulises en la mítica Shakespeare
and Company, luego de intentar una respuesta a Qui est James
5.  En su libro, leemos: “[Joyce] abrazó entusiastamente el ciclo viquiano
Joyce?, para no tener que decir que, a la fecha, era más famoso
de las tres edades, teocrática, aristocrática y democrática, concluyendo
en un ricorso y [el inicio de] otro ciclo. El ricorso no era tanto un regreso por sus excentricidades que por su obra, señaló que “el lector
[tunrbout] como la repercusión [promotion] de una experiencia comprendida que aborde este libro, sin tener la Odisea muy presente en el
y conocida. Joyce señaló en una carta que esta teoría había sido ampliamente espíritu, se encontrará bastante desorientado” (“James Joyce”
demostrada en su propia vida y es muy posible que él se haya visto al 162). T.S. Eliot se encuentra del mismo lado que Larbaud, y
comienzo de [su vida como un hombre] temeroso de Dios, que luego pasó
ambos están un tanto solitarios cuando insisten en la impor-
a deleitarse en la familia y el orgullo personal, para finalmente, desposeído,
descubrir un vasto valor en lo corriente [ordinary] y sencillo. Esta es, en todo tancia de Homero. Casi dos años después de la presentación de
caso, la gracia sombreada en el Ulises” (Ulysses on the Liffey 52). Larbaud, el autor de Tierra baldía señalaba lo siguiente:
6.  Hace un par de años, el filósofo italiano Ernesto Grassi (1999) señaló
en un ensayo dedicado a la relación de Joyce con Vico lo siguiente: “Para
Entre todas las críticas al libro que conozco no he visto
comprender el interés de Joyce por Vico hay que tener presente la inversión nada –salvo un valioso trabajo de Valery Larbaud que
de la metafísica y de la filosofía tradicional que Vico lleva a cabo. Vico no constituye más una introducción que una crítica– que
parte de la ontología (es decir, de la clarificación racional de los entes como en mi opinión muestre la importancia del método
problema originario de la filosofía), sino de la filología, de la ciencia de la que usó, el paralelismo con la Odisea y el manejo de
palabra, mejor: de la palabra fantástica entendida como forma originaria símbolos y estilos apropiados a cada parte del libro.
de la satisfacción de las ‘necesidades’ (según la fórmula de Vico) que el Podríamos pensar que esta sería la primera circuns-
hombre vive en sus situaciones siempre diferentes… La Ciencia nueva es tancia que nos llamara la atención, pero en realidad
nueva porque no estudia la naturaleza, de tal modo que es una metafísica se ha tratado como una amena evasión o como un
no de los entes, sino del devenir humano”, es decir, de la historicidad
andamio que erigió el autor con el fin de manejar una
humana (214). Al respecto, ver Grassi, “La función desmitificadora de la
historia realista, y no se ha considerado de interés para
palabra metafórica: Joyce y Vico”, 207-221. Sobre el quiebre de la metafísica
tradicional, ontoteológica, en Joyce, nos referiremos más adelante. la estructura global (“Ulises, orden y mito” 58).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

A través de este pequeño ensayo, Eliot acertó en las intenciones joven Dedalus no aceptará. Pero Bloom continuará con su vida
de Joyce, quien al trabajar “lo antiguo” a partir de “lo contem- cotidiana, e incluso no es difícil que llegue a reconciliarse con
poráneo”, “adoptó un método que otros deberán asumir” (58). Molly, pues su relación no pasa por un buen momento; el libro
Y cómo no, si las intensiones de Joyce no eran repetir la Odisea cierra con una Penélope llena de pensamientos agradables, a
con vistas a reescribir una tragedia, sino una comedia, que a su mente vuelven imágenes sensuales que la llevan a recordar
sus ojos tenía, como él mismo, mayor vitalidad. Lejos entonces el Sí que una tarde frente al mar le dirigió a su Ulises luego de
de la heroicidad, Bloom es un ciudadano medio –aunque pecu- apretarlo contra sus senos, de modo que es factible que pronto
liar– que guarda o repite ciertos rasgos odiseicos, de la misma vuelvan a dormir con los pies en la misma dirección, y conti-
manera que su deambular (su particular círculo, recorrido en núen juntos, tranquilamente, el curso de sus vidas.
poco menos de veinte horas) lo hará salir de casa para verse El Telémaco del siglo XX, por su parte, rechazará la hospita-
envuelto, antes de regresar, en una serie de episodios que se lidad de Bloom, alterando así el lugar del padre, volviendo ex-
desarrollarán como si fueran los de la Odisea, pero en la más tranjera su figura. Luego de unas horas de parranda, el Ulises
pacifista de las versiones homéricas, pues Joyce se ríe de toda dublinés se dirigirá con su “hijo” a su Ítaca, pero Dedalus,
épica. Tal vez el ejemplo más notorio de su mirada lo encon- luego de un té y de una grata conversación, decide continuar
tremos en la lanza que Ulises clavó en el ojo del cíclope, con- su camino, pues preferirá partir, tal como indica su conocido
vertida ahora en… un cigarro. Bloom sale de casa para realizar lema: “Silencio, exilio, astucia”. Recordemos el diario con el
sus actividades como si se tratara de un día cualquiera, aunque que cierra su Retrato, donde el 26 de abril leemos: “Bien llega-
tal vez la excepción sea la asistencia a un funeral, cuyo capítu- da, ¡oh, vida! Salgo a buscar por millonésima vez la realidad
lo Joyce titulará “Hades”; ello porque no se asiste a este tipo de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la con-
de actividades diariamente, pero es parte de un devenir que ciencia increada de mi raza” (238). No es difícil percibir el eco
podríamos llamar, a falta de un término justo, “normal”, pues del autor de la Comedia en esta frase... La nota del 15 de abril
es imposible que no fallezcan amigos o familiares. Joyce, por ya nos mencionaba a Dante, de quien recordamos que puso en
tanto, insiste en la secularidad de su “personaje”, de manera boca de Ulises el “Negaros no queráis a la experiencia”. Este
que si en la época de los héroes los trabajos se desarrollaban Telémaco debe ser uno de los personajes que mayor diferencia
al frente de una batalla o en viajes hacia lo desconocido, en la marca con el texto homérico y ello debe ser porque la presen-
época de Joyce lo harán tras una carnicería o en una agencia cia del Ulises dantesco en él es demasiado fuerte. Stephan está
de publicidad, mientras que en “nuestra” época, un mexicano siempre separándose de todo y de todos, pero en primer lugar
veinteañero podrá asumir la tarea de ser un Ulises “huérfano” y en especial, de aquel que vendría a ser su padre, con quien se
y, diferencia importante, sin amor por la tierra natal, o por su encuentra solo para apartarse. No en vano señaló que la pater-
casa. nidad podría ser perfectamente una “ficción legal”, afirmación,
Así que en poco más de dieciocho horas, nuestro antihéroe por cierto, que Joyce ya le había indicado previamente a su her-
recorrerá Dublín para encontrarse con Eolo por la mañana y con mano Stanislaus cuando nació Giorgio (1905), su primer hijo.
Circe por la noche, con los lotófagos antes de visitar el Hades, Con esta tosca síntesis de la obra de Joyce, solo hemos que-
y con las sirenas y los cíclopes durante la tarde, hasta que de rido resaltar que, luego de haber coqueteado con la figura dan-
camino a su Ítaca, donde le espera una infiel Penélope, ya muy tesca, el autor de Ulises retorna a Homero, y es siempre a partir
entrada la noche y en compañía de un esquivo Telémaco, se de él que configura a Bloom y sus circunstancias, pues ambos
encuentra con el porquerizo Eumeo. Bloom, como un buen mantienen un gran motivo en común: el amor a la casa. Por eso
padre, invitará a Stephan a pasar la noche, invitación que el en 1904 nos encontramos con un Ulises casero y pacifista, una

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

persona comprensiva y afable que repite al generoso y fraterno Giambattista Vico para señalar que el filólogo alemán ve la rea-
Ulises griego. lidad como la naturaleza humana modulada históricamente
Sabemos que Joyce conoció la figura de Ulises siendo niño, (cíclicamente diría el napolitano), realidad que ha sido y segui-
pues en el colegio debió leer Las aventuras de Ulises, la versión rá siendo producida por la acción de los humanos a lo largo de
de Charles Lamb, un libro que nunca olvidaría. Ya adulto, se- su porfiado devenir.
ñaló en una carta que “el tema de Ulises es el más humano Mimesis entones no es tanto un libro sobre las representacio-
de la literatura mundial”, el más bello, el más grande, tanto nes como tales, es decir, de las “imitaciones” de una realidad
que llegó a temer la empresa de hacer que Ulises retornara en extra-verbal; es, en cambio, un libro acerca de las formas en
Bloom; reescribir una humanidad como la de aquel no era una que la experiencia humana ha sido re-presentada en diversos
tarea fácil, pero lo logró, y con creces. textos a lo largo de la historia humana; y como esta cambia
con cada época, cada época tendrá su propia figuración de
2. El retorno de la Odisea y el círculo homérico la experiencia, e incluso más de una, como lo indica de una
manera magistral “La cicatriz de Ulises”, el ensayo con el cual
Cuando Erich Auerbach escribió Mimesis (1942), el hilo conduc- Auerbach inicia Mimesis, al comparar el texto homérico con el
tor con el que analizó los distintos textos que se encargaban de Antiguo testamento (concretamente, con el sacrificio de Isaac),
la representación de la realidad, tenía un nombre: interpretación mostrándonos dos formas o estilos de representación que a lo
figural, una forma de leer que le permitió, como indica el sub- largo de la historia tendrán encuentros y desencuentros, aun-
título, ocuparse de “la representación de la realidad en la lite- que siempre habrá alguno que domine o –como en el caso del
ratura occidental”. Cuatro años antes de publicar su libro más mismo Auerbach– que se privilegie. Por último, para Vico, y
conocido, Auerbach había publicado en una revista de filología también para Auerbach, el devenir humano no tiene un punto
un ensayo titulado “Figura” (1938), donde ya hacía gala de su de cierre, sino que se encuentra abierto a la transformación, lo
productiva mezcla de historia y crítica literaria que caracteri- que le permite a la literatura permanecer siempre dispuesta a
zará a Mimesis. Recientemente, Hayden White ha señalado de la renovación de sus formas de tratar la experiencia, así como
manera acertada que el subtítulo de este libro desvía la aten- al impacto de esta en el escritor mismo. Aquí es importante
ción del objetivo de Auerbach, pues su acento no estaba puesto resaltar que esta renovación, como vimos en el segundo capí-
tanto sobre la “realidad” como sobre la “re-presentación”.7 tulo, no obedece a ninguna relación temporal de causalidad,
Tal traducción impide comprender entonces que en Mimesis ya que el devenir de la literatura no es lineal sino horizontal
representación (Vorstellung) no se corresponde con un objeto y anacrónico, como lo puede demostrar de manera muy clara
–como se desprende del subtítulo–, sino con una actividad, la el restablecimiento de la separación de estilos realizada por el
actividad misma de presentar una realidad (Wirklichkeit). Para clasicismo francés, separación que llegó a ser incluso más radi-
White, por tanto, la mejor forma de comprender el subtítulo cal que la que le dio vida.
sería “la realidad presentada en la literatura occidental”. Si bien
Auerbach rechaza dar una definición de realidad, no es difícil No sabemos si Bolaño leyó la Ciencia Nueva, de Vico, ni Mimesis,
indagar en lo que por ella entiende, pues debemos recurrir a de Auerbach, y la verdad es que no importa mucho; sabemos,
en cambio, que leyó debidamente a algunos de sus mejores lec-
7.  El título en alemán es el siguiente Mimesis. Dargestellte Wirklichkeit in der tores, concretamente a Borges, en el caso del primero, y a Joyce
abendländischen Literaturk (1942). Para este apartado, me he servido de la
lectura realizada por White (1996) sobre la obra de Auerbach; cfr. “Auerbach’s
en el segundo. Esta segunda lectura no es tan conocida, pues
Literary History: Figural Causation and Modernist Historicism” 123-143. se encuentra en una de sus obras menos trabajadas, Consejos de

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Luego veremos la Si la Odisea retorna en la obra de Bolaño, lo hará para inser-
debida importancia que tiene para este, nuestro último capítu- tarse en una época distinta a la de Vico, y, de alguna manera,
lo, mientras, nos atrevemos a señalar que así como el libro de también a la del mismo Auerbach, pues se trata de una repe-
Lamb marcó a Joyce, el libro de Joyce marcó a Bolaño, tal vez tición marcada por las condiciones de su propio cronotopo,
no directamente, pues tenía muy claro el lugar que el autor y es por esta diferencia epocal que dicha repetición adviene
de Ulises ocupa en el archivo de la literatura de occidente, y la únicamente para ser deconstruida, cuando no destruida total-
claridad con que veía este archivo le impedía repetir (de ahí su mente. Bolaño ha escrito el viaje sin destino, lo que produce
feroz crítica a Isabel Allende por ejemplo) una estrategia escri- una escisión o impide más bien inscribir su obra dentro de una
tural que lo delataría como un infantil epígono, y le obligaba “historia literaria latinoamericana”, ya que, como vimos pre-
más bien a apostar por la producción de un lugar “propio”. viamente, si Cien años de soledad y Los pasos perdidos responden
De aquí en adelante mostraremos que lo logró, y también con o pertenecen a una “literatura nómica” o a un “archivo terríco-
creces. la”, Los detectives salvajes representa su ruina, pues a partir de
Si hemos resumido el viaje de las ideas de Vico (y de esta novela, explícitamente además, Bolaño re-presentó la mu-
Auerbach), y su relación con las obras de Homero, Dante tación de la experiencia de la pertenencia que ha caracterizado
y Joyce, es porque a partir de la reunión de ellas es que nos al mundo occidental, una mutación quizá ni siquiera entrevista
adentraremos en la de Bolaño, quien desarrolló una nueva por Vico. Esta es la tesis más relevante de Sin retorno, y para
repetición del tema que hemos llamado “círculo odiseico”, desarrollarla es que nos estamos valiendo del napolitano y su
pero que también se puede denominar el retorno a casa (y su heredero alemán, aunque leyéndolos a partir de una in-tensión
ley). Sin embargo, esta repetición tiene lugar como la impo- deconstructiva. En Políticas de la amistad, Derrida refiere con
sibilidad misma de tal acontecer, porque la imposibilidad del una claridad excepcional la mutación de lo político y de lo co-
retorno es lo que hoy marca la relación entre retorno y casa munal que Nietzsche, en pleno siglo XIX, habría sido no el pri-
(nomos). Las implicaciones de este acontecimiento explotan en mero en vislumbrar sino el primero en mostrar su radicalidad.
múltiples direcciones, pero aquí privilegiaremos aquella que Esta mutación estaría afectando las maneras tradicionales de
permite una política de la escritura a-nómica, sin casa, a la in- entender la literatura y la política, un acontecimiento del que
temperie, sin restricciones identitarias o localistas. Advertimos América Latina, en tanto que “parte” de Occidente, no puede
inmediatamente que tal literatura vive en un espacio “liminal”, sustraerse:
ambivalentemente habita un borde o, hablando de manera más
Aunque esta afirmación no confíe en ninguna con-
precisa, habita el borde, aquel que linda con su potencia, por temporaneidad segura… nosotros pertenecemos al
un lado, y con su neutralización, por otro. Como vimos en el tiempo de esta mutación, que es justamente una terri-
primer capítulo, la literatura latinoamericana es hoy bastante ble sacudida en la estructura o en la experiencia de la
libre. Con todo, no le toca enfrentarse solo a un monstruo, pertenencia. Y en consecuencia de la propiedad. De la
como señaló Bolaño, sino a varios, lo que dificulta todavía pertenencia y de la partición comunitaria: la religión,
más su tarea, pues le toca hacerse cargo también de un mundo la familia, la etnia, la patria, el país, el Estado, la hu-
invadido por un mal cuyas pruebas y testimonios “ya no nos manidad misma, el amor y la amistad, la ‘querencia’,
conmueven”. Con su obra encaró ambos desafíos, y en ello se pública o privada. Pertenecemos a esa sacudida, si eso
le fue la vida, de manera que las páginas que siguen son un es posible, temblamos en ella”. Nos atraviesa, nos es-
intento de hacer inteligible su eco. tremece. Le pertenecemos sin pertenecerle (Políticas de
la amistad 98-99).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Es, entonces, toda experiencia de la pertenencia y su relación Articular, en un título, el tiempo y el don puede pa-
con la paternidad o simplemente con la figura del padre, la recer un trabajoso artificio como si, por economía, se
que estaría desapareciendo y, de paso, barriendo con lo políti- intentase tratar dos temas a la vez. Y, en efecto, éste es
co tal cual lo hemos entendido, desde Homero en adelante. En el caso, por razones de economía. Pero la economía es,
este libro, Derrida llamó “esquemática de la filiación” (ya sea de aquí, el tema ¿Qué es la economía? Entre sus predica-
dos o sus valores semánticos irreductibles, sin duda,
sangre, de género, de patria, de especie, etc.) a aquella política
la economía comporta los valores de ley (nomos) y de
que podemos simplemente llamar de autoctonía o pertenencia. casa (oikos es la casa, la propiedad, la familia, el hogar,
Esta política habría comenzado a ser re-presentada en la mis- el fuego de dentro). Nomos no significa sólo la ley en
ma Odisea, y desde entonces, como ya hemos indicado, no ha general sino también la ley de distribución (nemein),
dejado de repetirse y de diferenciarse infinidad de veces, pero la ley de la partición, la ley como partición (moira),
manteniendo su “indentidad”, su retorno a casa. Sin embargo, la parte dada o asignada, la participación. Otro tipo
aquí nos concentramos en tres nombres, en Homero, Joyce y de tautología implica ya a lo económico en lo nómico
Bolaño; en Homero porque, discursivamente, él la inauguró y como tal. En cuanto hay ley, hay partición: en cuanto
la potenció, en Joyce porque él la habría comenzado a decons- hay nomia, hay economía. Además de los valores de
truir, y en Bolaño porque él relató magistralmente su radical ley y de casa, de distribución y de partición, la eco-
agotamiento o, para decirlo con Derrida, porque él narró esa nomía implica la idea de intercambio, de circulación,
de retorno. La figura del círculo está evidentemente en
gran sacudida y lo hizo a partir del mismísimo Ulises.
el centro, si es que todavía se puede decir eso de un
No está demás señalar que cada uno de estos nombres círculo. Se encuentra en el centro de toda la problemá-
responde a su tiempo, y lo que hacen no es otra cosa que re- tica de la oikonomia, así como en el de todo el campo
flexionar al respecto, guardando o manteniendo, para ello, económico: intercambio circular, circulación de los
una línea en común, la línea del viaje y su particular econo- bienes, de los productos, de los signos monetarios o de
mía. Comencemos con ver cómo opera ésta en la Odisea. Ya las mercancías, amortización de los gastos, ganancias,
hemos señalado que Ulises parte de Ítaca contra sus deseos, sustitución de los valores de uso y de los valores de
cambio. Este motivo de la circulación puede dar a pen-
únicamente el retorno, por tanto, es lo que le preocupa luego
sar que la ley de la economía es el retorno –circular– al
de la destrucción de Troya, esto incluso si desconsideramos o
punto de partida, al origen, también a la casa. Habría
dejamos de lado la Iliada, pues el libro que le da continuación que seguir, por consiguiente, la estructura odiseica del
a las historias allí narradas, nos habla solo del retorno a la tie- relato económico. La oikonomia tomaría siempre el
rra paterna. Lo demás gira a su alrededor, y dentro de lo que camino de Ulises. Este retorna ante sí mismo o ante
gira o adorna la historia del regreso, la cuestión de la economía los suyos, no se aleja más que con vistas a repatriarse,
también cobra relevancia, pues los dones o regalos que recibe para volver al hogar a partir del cual se da la salida y
Ulises en cada una de sus paradas, así nos lo indican. La hos- se asigna la parte, y se toma partido, cae en suerte un
pitalidad aquea, extrañamente olvidada por Marcel Mauss en lote, se rige el destino (moira) (16-17).
su Ensayo sobre el don, nos recuerda, una y otra vez, que el viaje
El viaje de Ulises, entonces, tiene como correlato un origen y
odiseico es el viaje de la economía por excelencia. Así lo señala
un destino, y ambos constituyen un determinado círculo eco-
Derrida en otro libro importante, Dar (el) tiempo. 1. La moneda
nómico-metafísico. De ahí que resulte pertinente recordar el
falsa (1995). En el primer capítulo, titulado “El tiempo del rey”,
término de la Odisea, de ir un poco más allá del reconocimiento
y en vista de nuestro argumento señalado, leemos:
de la nodriza Euriclea. Recordemos entonces que Ulises ya ha

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

arribado, el rico en astucias se ha convertido en mendigo y, nuestra, y el segundo por tratarse, tal vez, de la primera gran
como Penélope, ha tejido un ardid con el que volverá a poner primera reescritura “moderna” del mito del retorno odiseico;
orden (nomos) en su casa (oikos), de manera que su retorno es pero también porque Novalis reescribe al Ulises homérico, y
también el de la ley, pues el joven Telémaco (que realiza su pro- Tennysson al dantesco, repitiendo ambos, pero cada uno a su
pio viaje para regresar, también, rico en dones) no pudo contra manera, un mismo viaje.
el desarreglo impuesto por Antínoo y los otros pretendientes. Pero volvamos a la obra magna de Joyce, que es la que nos
De manera que lo que aquí tenemos es la inauguración de interesa dado que en ella también encontramos operando una
una determinada economía del viaje, un viaje que opera, en particular economía circular… recordemos que inicia con Buck
primer lugar, de manera circular, pues no es tal si no hay un Mulligan afeitándose antes del desayuno que compartirá con
retorno al lugar del padre, sea este la casa o la patria, y tampo- Stephan y Haines, sus compañeros de la Torre Martello, y
co es tal si no retorna también la ley o por lo menos si no se la muy pronto también nos encontraremos con Leopold Bloom
invoca; ello porque este viaje inaugura la tradición del origen pensando que para su desayuno podría comer “riñones de
y el destino, de la partida y el arribo, de modo que podría no cordero a la plancha que le proporcionaban al paladar un de-
volverse al origen (como ocurre con la fundación de Macondo), licioso gustillo a orina tenuemente aromatizada” (Ulises 61),
pero es imposible que no se llegue a algún lado... la u-topía, y mientras el orondo Mulligan compara la fuente que emplea
como no lugar y cercana a la errancia sin fin, está lejos de para su afeitado “con la verdadera cristina: cuerpo y alma de
Homero, y más cerca de “nosotros”. Es así que nos encontra- Cristo”, a la misma hora Bloom pensaba en la transubstancia-
mos con Dante, el gran artífice, el posibilitador del fin del viaje ción de la comida en heces. Es decir, mientras uno ironizaba
odiseico, pues su Ulises configuró los que le siguieron, tanto con la inmortalidad el otro lo hacía son su mutabilidad. En un
aquellos que deseaban volver a casa como aquellos que se has- pequeño libro titulado Cuatro dublineses (Wilde, Yeats, Joyce y
tiaron de la inmovilidad casera, aunque a cambio de perder la Becket), el biógrafo Richard Ellmann señala que lo que en el
vida. Sin embargo, el mismo florentino no escapó a él; su exilio Ulises parecen ser líneas paralelas, en verdad son un claro con-
real obedeció al amor por su tierra paterna (como también el trapunto que da lugar a un determinado círculo, un círculo ya
de Joyce), y si al inicio de la Comedia lo encontramos “perdido”, no homérico, sino joyceano. Recordemos que los tres primeros
en realidad está buscando la senda del camino que lo llevará capítulos han sido llamados la “telemaquia” del Ulises, pues, al
a su destino, pues éste también es de los que siempre parten igual que en la Odisea, tratan de Telémaco/Dedalus, mientras
para arribar a algún lugar seguro, y si su patria se encuentra que los tres que siguen tratan de Ulises/Bloom, y todo lo que
junto a Beatriz y al lado del altísimo, es solo porque –como hacen por separado (no se ven hasta llegada la noche), está ínti-
mostró espléndidamente Auerbach en “Figura”, al que luego mamente conectado. Ellmann lo señala de la siguiente manera:
volveremos– en el paraíso se cumple lo figurado en la tierra.
Por ello es que Joyce se nos presenta como un escritor funda- Hay un contrapunto extraordinario entre los tres pri-
mental dentro de la repetición del círculo odiseico, pues su meros capítulos… y los tres siguientes… No solo hay
obra también retorna en Los detectives salvajes, aunque antes del una simetría tácita entre sus reacciones a las mismas
horas, sino también entre la naturaleza interna de los
Ulises, por supuesto que hubo otros viajeros importantes, como
episodios que se describen… [Por ejemplo], mien-
el de Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg, más
tras Stephan se pasea por la playa y ve los desechos
conocido como Novalis, y Alfred Tennysson, Primer Barón de amontonados por las olas, piensa sobriamente en el
Tennysson. El primero lo citamos porque alguien ya ha leído proceso vital desde que se nace hasta que se envejece
su póstuma novela Enrique de Ofterdingen en clave similar a la y se muere. En el episodio paralelo de la mañana de

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Bloom, éste asiste a un entierro y se pone a pensar en da a su Rudy, pero el diálogo que entablan mostrará un puro
el proceso que discurre desde la muerte hasta el nuevo desencuentro.
nacimiento, pasado por la vejez. Lo que se nos antoja
una serie de líneas paralelas resulta que es un círculo. Luego de leer el Ulises (o Al faro, o Por el camino de Swann),
aún es dable preguntarse, incluso hoy en día, qué hay tras esta
A medida que el libro avanza, el círculo se pone en
obra, qué llevó a Joyce a reírse de toda la tradición que le ante-
entredicho y a veces en solfa. Y el reino del orden sede
el paso al orden del caos. El universo material, cons- cede, más allá del deseo de insertarse en ella o de dejar “enig-
truido alusivamente en toda su multiplicidad en los mas” para que sus críticos se entretuvieran durante trescientos
capítulos introductorios, comienza a perder su verosi- años. Aparte de revisar la re-presentación de la realidad en esta
militud (124-125). novela y en la de Woolf, Auerbach ha señalado que las novelas
que caen dentro de la llamada corriente de la conciencia,
Al revisar buena parte de la crítica del Ulises, por lo menos
la más citada, no he encontrado la referencia del círculo, o de producen en el lector un sentimiento de irresolubili-
los círculos mejor dicho, descritos por Ellmann en su biogra- dad, mostrando frecuentemente algo de confuso o
fía del irlandés, pues se acostumbraba, como Stuart Gilbert, velado, algo hostil a la realidad que representan, y no
a comentar capítulo a capítulo, quizá movido tal hacer por la es raro hallar en dichas obras un abandono de la vo-
diversidad de estilos que Joyce creo y aplicó a sus cuadros y luntad vital práctica, o una propensión a representar
personajes. Pero los círculos están ahí, y nos dan una mues- sus formas más burdas; fobia a la cultura, expresada
con los medios estilísticos más sutiles que la cultura
tra de su genio, controlando hasta las “insignificancias” del
misma ha creado, a veces un afán destructivo encarni-
enorme libro. Y así como la pérdida de verosimilitud, que, zado y radical (Mimesis, 519-520).
progresivamente, va siendo suspendida, así también se va
construyendo el círculo de este nuevo Ulises, que a su manera, Ese sentimiento proviene del mismo Joyce, claro está, y el por-
va poniendo en suspenso el círculo homérico. Aunque algo qué de su acaecer se encontraría en la época a la cual pertene-
ya hemos señalado más arriba, vale la pena recordar algunos cen su obra (y las de Woolf y Proust), una época marcada por la
puntos claves de la inversión joyceana. Este es un Ulises sin hijo disgregación, los peligros y las catástrofes, sobre todo bélicas,
(el que tuvo falleció tempranamente), pero que encuentra a un pero cuya mayor pulsión sería, para Auerbach, la decadencia
Telémaco (que no busca un padre) en su camino; no posee un universal. Este último punto en particular, el de la decadencia,
fiel Argos, sino una rumiante gata; y, radical también entre las no estoy seguro de que Joyce lo compartiera, por lo menos no
inversiones, vive con una Penélope más cercana a Clitemnestra en uno de los términos en que lo plantea Auerbach, que lo re-
que a la fiel tejedora homérica. Por otra parte, fácilmente po- laciona con un “abandono de la voluntad vital práctica” (520):
demos darnos cuenta de que ninguno de los héroes y heroínas Joyce era un vitalista, aunque un vitalista “disparatadamente
que reconocemos posee gloria alguna, sino que configuran una inteligente” (Ellmann, James Joyce 120). En fin... la de Joyce,
burla de toda acción homérica. Pero para los efectos de este Woolf y Proust, entre otras, son obras que fueron creadas al
trabajo, no hay ninguna inversión mayor que la del círculo que calor de las bombas o de ciudades destruidas, pues las encon-
no cierra, con Bloom por un lado, y Dedalus por otro, y cuyo tramos escritas en plena Primera Guerra o entre guerras, al
encuentro solo tiene lugar para mostrar la imposibilidad de su igual que Mimesis, el gran libro que reflexiona sobre ellas, es-
clausura. Bloom retorna a su casa (oikos), sin nostalgia alguna, crito durante la Segunda Guerra Mundial, y por un autor que
y en compañía de un chico que, de alguna manera, le recuer- debió exiliarse en Estambul para no terminar en un campo de
concentración, como ocurrió con varios de sus cercanos; de ahí

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

tal vez el tomo pesimista de Auerbach, que cierra su libro con la que su mundo era ya otro, abierto al infinito. No remitiéndose
esperanza de que este llegue a los amigos que han sobrevivido, explícitamente a Joyce, en un bello ensayo de Claudio Magris
pero también a los lectores en los que ha “el amor hacia nuestra encontramos una reflexión que entronca perfectamente con lo
historia occidental” aun se mantiene.8 que aquí estamos tratando de vislumbrar, pues el escritor ita-
Imposible entonces que este Ulises que nos presentó Joyce liano se refiere a la subjetividad que habría de venir cuando la
fuera de otra manera, que tuviera ideales o esperanza, pues relación entre oikos y nomos comenzara a resquebrajarse:
está edificado sobre un malestar tan grande como el genio de
La odisea de este hombre nuevo, aún por venir y ya
su autor, siempre incómodo con sus circunstancias (incomodi- no comprensible según las medidas humanísticas, fue
dad a la que de seguro contribuyó la dificultad con que publicó relatada por un poeta que se remitió explícitamente a
sus obras). Lo mismo puede decirse de Stephan Dedalus, que Novalis: Musil, cuyos héroes proceden en una odisea
decide cortar todo vínculo con aquello en lo que no cree, ya lineal sin fin y sin regreso, en una continúa interroga-
sea el hogar, la patria o la religión. Surge entonces la pregunta ción y experimentación que los convierte contante-
por las formas de representación que vendrán luego de las dos mente en otros, en seres distintos a ellos mismos (50).
guerras mundiales, y luego también de que hemos perdido la
ingenuidad y sabemos perfectamente que, a diferencia de lo Y remata:
que creían Mattew Arnold y sus seguidores, la cultura puede
Tal vez hoy nuestra odisea sea otra, quizá el eterno no-
también ser parte de la barbarie e incluso puede coincidir con
madismo del personaje musiliano que se mueve siem-
ella punto por punto. Como señaló Walter Benjamin en una pre hacia nuevas constelaciones e interpretaciones del
de su tan citadas “tesis” (VII), “no existe un documento de ser, se lanza y se proyecta hacia delante mudando su
la cultura que no lo sea a la vez de la barbarie”. Tenemos la fisonomía y su naturaleza, sin dejar hijos ni herederos
impresión de que en esta inextricable relación se habrían con- detrás de sí […] prolifera hoy una multiplicidad verda-
centrado algunas de las mejores obras que produjo la segunda deramente centrífuga de sujetos libres y desligados,
mitad del siglo XX, y dentro de las cuales se encuentra des- salvajemente autónomos de cualquier jerarquía […] libres
puntando nuestro siglo 2666, obra que retorna al horror de la de represión, pero también de cualquier significado
Segunda Guerra Mundial, quizá con el fin de encontrar allí al- (50. Énfasis agregado).
guna respuesta, o por lo menos el atisbo de una respuesta que
Musil, claro, pero, como lo señalará dos años después de
logre darnos alguna idea sobre el despliegue de los horrores
Magris, Juan García Ponce (1981), también Klossowski y
contemporáneos.
Borges también se encuentran en la misma constelación an-
ti-identitaria, contra la casa y la figura paterna, pues en ellos
solo hay devenir. Y si aquello que aún seguimos llamando “li-
3. Bolaño y la odisea sin retorno teratura” tiene la potencia de mostrarnos este acontecimiento
vale la pena que sigamos insistiendo en ella, y defendiéndola
Benno von Archimboldi, el personaje central de 2666, comparte sin condición.
con Arturo Belano y Ulises Lima la imposibilidad del retorno.
Ya se ha señalado que Bolaño reescribió la Odisea. En el
Joyce y Musil lo anunciaron, Borges los leyó, atento, y supo
artículo ya mencionado de Grínor Rojo (2003), se resaltó la re-
levancia para esta novela del nombre de “Ulises”, aunque sin
8.  Al respecto, ver Erich Auerbach & Walter Benjamin, Correspondencia desarrollar en toda su potencialidad esta repetición. Hace poco
(2014).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Christopher Domínguez Michael volvió a indicar el vínculo de sabemos con certeza el motivo de la modificación de los años
Bolaño con Homero, pero también sin ningún desarrollo: (posiblemente no haber obtenido los fondos –la beca– que le
permitieran trabajar en la novela), no sobreinterpretamos de-
Amalfitano, en una de las numerosas imágenes memo- masiado al señalar que las dos décadas no pretenden otra cosa
rables que pueblan 2666, cuelga al viento, en el tende- que establecer una clara relación con el tiempo esgrimido para
dero de la ropa mojada, un ejemplar de El testamento la odisea homérica, pero sin retorno. Los personajes de Bolaño
geométrico de Rafael Dieste.… El culto a la velocidad ci-
son, en este sentido, más escitas que griegos, nómades antes
nemática y al cine negro en Huidobro, los antipoemas
que sedentarios. (Y hablando de personajes, se hace necesario
de Nicanor Parra, las fábulas pánicas de Alejandro
Jodorowski, el poema instantáneo en Enrique Lihn, recordar que, según vimos en el archivo de Bolaño expuesto en
y otros precedentes menos prestigiosos, permitieron el MACBA de Barcelona, Ulises Lima también pudo haberse
que Bolaño proyectase, como ningún otro escritor llamado Odiseo Quito).
latinoamericano contemporáneo, a la vanguardia Se trata de una parte central en la arquitectura de Los detec-
como clasicismo y a los vanguardistas como relevos tives salvajes, denominada por Bolaño en el documento men-
de Ulises, de Jasón y de los argonautas, de Eneas” (La
cionado “Esquema de Polifemo”; recordaremos que Polifemo
literatura y el mal” 67).
(el cíclope al que el hijo de Laertes engañó haciéndose llamar
Domínguez Michael acierta en la lista de continuidad que si- Nadie) quiere decir del que mucho se habla. El juego de voces
gue al Ulises homérico, pero no logra percibir, o por lo menos que va de 1976 a 1996 nos impulsa a creer que Bolaño pensaba
no lo señala, que no se trata solo de un relevo, sino de una en un esquema referido a “de los que mucho se habla”, ya que
reescritura que se inscribe en una sacudida. “Lo nuevo no está este Ulises se hace acompañar de un tal Arturo, y de ambos se
en lo que se dice sino en el acontecimiento de su retorno”, se- hablará a lo largo de esas dos décadas. Sin embargo, la diferen-
ñaló alguna vez Michel Foucault, y por ello no guardo ninguna cia con el texto de Homero se hace palpable inmediatamente,
duda de que Bolaño reescribió, a su manera, la Odisea, pero con pues así como no tenemos noticias de Ítaca salidas de la boca
unos personajes sacados del infierno dantesco; volvió al tema de Ulises sino hasta el sexto canto, en Los detectives salvajes sim-
del bajel y su viaje circular, para dejarlo de lado, ahora sí, para plemente jamás escucharemos el habla de sus personajes, a no
siempre, pues el suyo es un viaje sin retorno y sin destino. No ser por la cantidad de voces que se entrecruzan y contradicen
por nada Ulises Lima fue “bautizado” con ese nombre, como hablándonos de ellos. Lo “extraño” es que ese tal Belano no
tampoco es casualidad que Los detectives salvajes haya sido es- profiere palabra, pero escucha, pues es uno de los entrevista-
crito bajo la misma temporalidad que la obra de Homero.9 dores (¿cuántos son?) a quienes se dirige la multiplicidad de
voces que nos narran, cual aedos, sus historias; es a él a quien
Que los veinte años de obra de Bolaño tengan su origen en
le habla Andrés Ramírez en el bar El cuerno de oro, en 1988:
los veinte años del viaje odiseico lo corrobora la estructura ini-
“Mi vida estaba destinada al fracaso, Belano, así como lo oye”
cial de Los detectives, que iba de 1975 a 1995, tal como lo señaló
(Los detectives 383).
Bolaño en un pequeño documento publicado como anexo por
Jorge Herralde: “Petición de una beca Guggenheim”. Si bien no
Que Bolaño siempre consideró el retorno de una obra, es decir,
que tuvo en mente la obra de Homero ya lo encontramos en la
9.  Ver Bolaño, “Petición de una beca Guggenheim”, 77-84. Tampoco es que hasta ahora ha sido considerada como su primera novela,
casual que este esquema tenga un preludio que inicia el 2 de noviembre, día
de los muertos. Sí es casual, creo, que esta obra de Bolaño haya ganado el
aunque escrita a cuatro manos, pues su autor es también A.G.
Premio Herralde también un 2 de noviembre, pero de 1998. Porta: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

(1984). El título de por sí es provocativo y llamativo. Ángel Ros a) fijarlos más en cierto prototipo que nos permita jue-
es el protagonista apasionado por los Doors, que junto a Ana gos, guiños al lector; b) aclarar –volver más comple-
Ríos proclama en “los momentos cumbres de la vida cotidia- ja– la escenografía por la que se mueven; por ejemplo,
na” Introibo ad altare Dei, un más que claro guiño al comienzo hacerla definitivamente de serie negra; c) trabajar el
del Ulises de Joyce. Ángel está dedicado (con Ana) a los atracos personaje femenino y añadir tal vez uno o dos prota-
gonistas más; d) enfocar la novela, tú y yo, como si
y a la escritura de una novela que tiene por personaje a un tal
rodáramos una película de aventuras, permitiéndonos
Dedalus, también atracador. Se trata de un ser “decadente y sin todos los cortes, todos los montajes, etc.; e) profundizar
salida”, que ya mayor decide abandonar por completo la lite- la veta joyceana del personaje central; de hecho, hacer
ratura, salvo la de un autor llamado James Joyce. El Dedalus de esto uno de los leitmotivs de la obra; de una mane-
ficcional muere, como también muere Ana en un atraco fallido ra modesta y en policíaco, hacer con Joyce –o con el
(así como mueren muchos personajes en todas las novelas de Ulises de J.J. – lo que éste hizo con Homero y la Odisea.
Bolaño). Pero Ángel logró salir de la emboscada de la cual ha- ¡Claro! ¡La diferencia es grande! Pero puede resultar
bían sido objeto él y su pandilla, y luego de haber tomado un muy interesante, una especie de dripping polloqueano,
auto para huir del maldito lugar, enciende un cigarro y dice: la traslación de símbolos y obsesiones joyceanas a una
“apenas se oían las sirenas, Ulises se ha vuelto a escapar” (46). novela rápida, violenta, breve (10).
Qué reveladora es la palabra sirena en esta frase… no la “ninfa
Claro que “la diferencia es grande”, y claro que también
marina con busto de mujer y cuerpo de ave, que extraviaba [de
“puede resultar muy interesante” para algunos lectores, pues
la tierra paterna] a los navegantes atrayéndolos con la dulzura
Bolaño no se olvidó de esta veta joyceana, únicamente que la
de su canto” (RAE), sino aquella que, sobre un bajel acorde
transformó o la redobló en otra, en una veta doble: homérica y
al tiempo de Bolaño, produce un ruido infernal que también
dantesca. Como Joyce y Bloom, Ulises Lima también responde
te puede apartar de tu camino, o por lo menos lo pueden ha-
a su tiempo y a su edad. No podemos esperar que se encuentre
cer los mirmidones de verde que van en el interior del bajel
con cíclopes o lotófagos, ni con Escila y Caribdis, por lo menos
policial. Como el Retrato de un artista adolescente, el libro de
no de la forma en que estos fueron configurados por Homero.
Bolaño y Porta también finaliza con un diario, donde leemos
Cual Virgilio y cual Dante, recorriendo el infierno, a este Ulises,
que un poeta mexicano llamado Mario Santiago recitó un poe-
junto a su compañero Belano, ambos siempre desapareciendo,
ma titulado “Consejos de un discípulo de Marx a un fanático
se le seguirá la pista por dos décadas, y nos iremos enterando
de Heidegger”, cuyo eco resuena claramente en el Dedadus
de que han escapado de la muerte un sin fin de veces: guerras y
bolañano.
dictaduras, amores y cuevas infernales, así como extrañas islas
Reeditada en 2005, esta novela viene acompañada de un re- son los trabajos que debieron enfrentar. Un ejemplo: el Ulises
lato (“Diario de bar”), también escrito a “cuatro manos”, más homérico llegó moribundo a la isla de los feacios; desnudo a
un pequeño texto que hace de prólogo, donde Porta intenta los pies de un río lo encontró Nausícaa, y desde ahí en adelante
recordar el proceso de escritura. Su memoria, dice, no es tan su destino resplandece, vuelve a la vida, vuelve a Ítaca.
buena como quisiera, por lo que se vio obligado a recurrir a
Otra es la suerte que Ulises Lima narró sobre su paso por
unas viejas cartas que intercambió con Bolaño durante el pro-
islas escondidas, pues en ellas solo una catástrofe vislumbraba.
ceso escritural. Porta reproduce en su prólogo un párrafo de
Jacinto Requena, a quien Lima le contó sobre este viaje, señala:
lo que sería la primera carta al respecto, escrita en diciembre
de 1981, donde el autor de Los detectives salvajes “proponía una Me dijo que recorrió un río que une a México con
serie de cambios a los protagonistas” de la incipiente novela: Centroamérica. Que yo sepa, ese río no existe. Me dijo,

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

sin embargo, que había recorrido ese río y que ahora nicas sobre el África postcolonial. Nos enteramos que Libera
podía decir que conocía todos sus meandros y afluen- no solo es un país que no ha cesado de vivir entre guerras in-
tes. Un río de árboles o un río de arena o un río de testinas, sino que también es “el país del oro, los diamantes
árboles que a trechos se convertía en un río de arena. y la droga”, y diversos grupos tribales pretenden hacerse con
Un flujo constante de gente sin trabajo, de pobres y cada uno de esos botines o, de ser posible, con más de uno.
muertos de hambre, de droga y de dolor. Un río de nu-
Monrovia es la ciudad que “forjaron” los ex esclavos “recon-
bes en el que había navegado durante doce meses y en
cuyo curso encontró innumerables islas y poblaciones,
tinentalizados”, por decirlo de alguna manera, por los EEUU
aunque no todas las islas estaban pobladas, y en donde “abolicionistas”, que luego de la liberación de los negros, qui-
a veces creyó que se quedaría a vivir para siempre o se sieron también liberarse de los negros, pero no a la manera
moriría. De todas las islas visitadas, dos eran porten- de Marcus Garvey, claro está, por lo que durante varios años
tosas. La isla del pasado, dijo, en donde sólo existía el barcos cargados con los negros liberados eran depositados en
tiempo pasado y en la cual sus moradores se aburrían la que sería la capital de Libera. Pero estos ex esclavos, ahora
y eran razonablemente felices, pero en donde el peso autollamados Americo-Liberians, señala Kapuściński, no co-
de lo ilusorio era tal que la isla se iba hundiendo cada nocían otro modo de vida que el servil, y comenzar a esclavizar
día un poco más en el río. Y la isla del futuro, en donde a las “incivilizadas” tribus que les rodeaban: los esclavos de
el único tiempo que existía era el futuro, y cuyos habi- ayer, se transformaron en los amos de Liberia, pero solo has-
tantes eran soñadores y agresivos, tan agresivos, dijo
ta 1980, año en que una tribu mató a uno de sus herederos, y
Ulises, que probablemente acabarían comiéndose los
desde entonces las matanzas no han cesado, tanto entre tribus,
unos a los otros (Los detectives 366-367).
como al interior de ellas. La crónica sobre Liberia escritura por
Sin comprometer del todo el argumento que, a propósito de la Kapuściński se titula “El infierno se enfría”, título irónico, pues
alegoría en Bolaño, veremos luego, de las palabras que Ulises todo indica que el fuego infernal no ha desaparecido, sino au-
Lima puso en boca de Requena podemos ver que una de las mentado de manera espeluznante).
islas es la que terminó imponiéndose, no la que conlleva una Aunque este Ulises tiene diferencias importantes (como
ilusoria felicidad, sino aquella del futuro (¿2666?), aquella don- también el de Joyce), y una de ellas es que no era un navegante,
de la muerte cotidiana, no ya una guerra o ya no únicamente la o lo más un “pescador de almas de la Casa del Lago” (266);
guerra, acabaría con todos, aquella que se asemeja a un desier- otra es que no tenía un Laertes, o por lo menos nada se nos
to de aburrimiento al que se escapa por medio de la violencia dice de él, y menos aún lloraba por alguna Ítaca. El testimonio
y el horror. De la misma manera, así como el hades del Ulises de Manuel Maples Arce, a quien Lima y Belano alguna vez en-
corresponde a un funeral, bien podría el hades de Los detectives trevistaron, señaló de ellos: “Todos los poetas, incluso los más
ser el África meridional al cual viaja Belano para hacerse matar, vanguardistas, necesitan un padre. Pero éstos eran huérfanos
un continente donde domina el caos y todo está al borde del de vocación” (177). Ulises y Arturo se van de México, que es
abismo, un continente donde sin competencia reina la muerte. como decir que se van de América Latina, y nunca más se sabrá
(Paréntesis: recordemos que Belano pasa a Liberia, luego de ellos. Lo último que se dice de Ulises es que posiblemente
de haber estado previamente en Angola y Ruanda, y se instala esté muerto (aunque un académico que estudia a los real vis-
en Monrovia, una ciudad cuyo calor y horror hacen pensar en ceralistas nos lo desmiente un par de años después. De todas
el mismísimo noveno círculo del infierno dantesco, o por lo maneras, este Ulises es el “vagabundo absoluto”, el que, como
menos eso es lo que pensé cuando leí las páginas que Ryszard Baudelaire, parte por partir, aunque no se viaje, pues lo que
Kapuściński le dedicara en Ébano (2010), su recopilación de cró- importa es el moverse, de ahí que lo encontremos perdido y sin

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

deseos de retornar en el mero DF. Y como dijo Bolaño, “desde dripping para insertarnos en un mundo bizarro tipo pulp fiction,
Heráclito ya sabemos que ningún viaje, sea éste del orden que un mundo rápido y violento, como todas sus novelas, aunque
sea, incluso los viajes inmóviles, no tienen retorno: cuando uno no lo parezcan, como señala Auxilio Lacouture; y es tal vez la
abre los ojos toda ha cambiado, todo sigue desplazándose” velocidad de una “ficción barata”, de una literatura basura,
(Bolaño por sí mismo 93). De Belano no sabremos qué pasa, pues como le llaman en inglés, la forma de representar la realidad
la última vez que se lo menciona está en Liberia; el periodista contemporánea, con lo que nos distanciamos de la característi-
Urenda, con quien tuvo varios encuentros, nos cuenta que en ca lentitud del Ulises de Joyce. Incluso 2666 es una novela pulp,
uno de los peores escenarios en que ha estado, lo vio irse con con sus espacios bizarros y su propia velocidad, aunque tal vez
el fotógrafo López Lobo, “como si partieran de excursión, y ésta estética no se aprecie completamente al estar constituida
así atravesaron el claro y luego se perdieron en la espesura” por varias novelas rápidas y violentas, cuyas historias además
(Los detectives 548). Sin embargo, sabemos que Belano está se cruzan o entresacan, y requiere de una gran concentración.
vivo, pues conocemos un relato, titulado “Fotos” y publicado La maestría de Bolaño entonces es similar a la de poeta uru-
en Putas asesinas, que escribió algún tiempo después de su “ex- guaya exiliada en México: sus novelas no parecen ser del tipo
cursión” con López Lobo, y años más tarde aparecería como el pulp fiction, pero lo son, y por eso las comparamos con la obra
firmante de un libro titulado 2666. de Joyce o Nabokov, o con la de Sebald o Kluge. Su maestría
radica en su goteo, que arroja con su brocha a la hoja en blanco
4. “En línea recta hacia lo desconocido” aquello que Arnold perseguía, “lo mejor que se ha pensado y
dicho en el mundo”, pero lo arroja de la misma manera con
Decíamos que Bolaño reescribió o tradujo la Odisea, y lo hizo que también arroja lo peor que se ha hecho en el mundo: en
de forma tan o más libre que Joyce, pero, como se desprende Nocturno de Chile, Urrutia Lacroix lee las tragedias griegas
de la lectura de Los detectives salvajes, lo hizo de tal manera que mientras se levanta la primera marcha de cacerolas contra
no encontramos el retorno ni el cierre de ningún tipo de círcu- Allende; en 2666, un oficial de la SS señala que la cultura es la
lo, de ninguna economía del viaje, pues aquí no hay nomos ni llamada de la sangre; en Estrella distante, los Escritores Bárbaros
oikos, convirtiéndose así, gracias a Homero, también en poeta. se cagan, literalmente, en Stendhal, Hugo y Balzac, y el agen-
Vico recuerda en la Ciencia nueva que Horacio dedica tres ad- te Carlos Wieder escribe poemas surrealistas en el cielo; en El
vertencias a quienes toman las fábulas homéricas por modelo: tercer Reich, un fanático de wargames es, también, un fanático
“la primera es que no hagan paráfrasis ociosas [...]; la segunda, de Goethe y Ernst Jünger; y en La literatura Nazi en América es
que no sean simples traductores; la tercera y última, que no imposible dejar de reír frente a tanto disparate literario y se nos
sean, en fin, imitadores serviles, sino que, siguiendo las cos- muestra, de paso, que Borges es, en esto, uno de sus grandes
tumbres que Homero atribuye a sus héroes, extraigan de ellas maestros.
otros sentimientos, otros modos de decir, otras acciones conve-
nientes a aquellas, y así, con los mismos temas serán también En este punto, arriesgamos otra hipótesis: una de las posi-
poetas gracias a Homero” (par. 422-423). Creo que no otra cosa bles respuestas al porqué sus novelas no parecen ser del tipo
es la que percibimos apenas iniciada la lectura de Los detectives pulp fiction estriba en el hecho de que colocan en su centro la
salvajes, Bolaño no fue un imitador servil, y ello gracias a su figura del escritor, y tal centro tiende a que el lector (que no
técnica, una técnica que mantuvo a lo largo de toda su carre- el autor), o por lo menos a que la mayoría de los lectores, lea
ra de narrador: el dripping polloqueano, pero a diferencia de sus obras y sobre todo a sus personajes como si éstos todavía
Pollock y su expresionismo abstracto a-político, Bolaño usa el cargaran el “aura” que otrora otorgaba un lugar “especial”
dentro de la sociedad y, por tanto, una función, en otras pala-

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

bras, como si la idea de campo intelectual o cultural aún fuera mos tomar juntos un pesero hasta Reforma y de allí
operante. Pero todas las novelas de Bolaño muestran la ruina nos fuimos caminando hasta un bar de la calle Bucareli
de las figuras del intelectual y del escritor, como también la en donde estuvimos hasta muy tarde hablando de
ruina de los lugares que sancionan sus discursos. Y como no se poesía. En claro no saqué muchas cosas. El nombre del
percibe debidamente esta radical crítica en su obra, tampoco se grupo de alguna manera es una broma y de alguna manera
es algo completamente en serio. Creo que hace muchos
comprende el lugar de Bolaño dentro de la literatura contem-
años hubo un grupo vanguardista mexicano llamado
poránea, tal como lo señalamos al inicio del libro. “La parte los real visceralistas, pero no sé si fueron escritores o
de los críticos”, la parte con que inicia 2666, es quizá la mejor pintores o periodistas o revolucionarios. Estuvieron
ilustración de esta ruina, pues ella es una gran tomadura de activos, tampoco lo tengo muy claro, en la década de
pelo, una gran ironía del llamado “campo intelectual” y sus los veinte o de los treinta. Por descontado, nunca había
reglas, de aquel campo que tanto entusiasmara la producción oído hablar de ese grupo, pero esto es achacable a mi
socio-literaria-cultural de Pierre Bourdieu y de sus seguidores ignorancia en asuntos literarios (todos los libros del
en todo el mundo. mundo están esperando a que los lea). Según Arturo
Belano, los real visceralistas se perdieron en el desier-
Veamos en extenso el estilo de Bolaño, y hagámoslo desde
to de Sonora. Después mencionaron a una tal Cesárea
el inicio, leyendo el diario de García Madero, fechado el 03 de Tinajero o Tinaja, no lo recuerdo, creo que por enton-
noviembre de 1975, tan solo unos días después de comenzado ces yo discutía a gritos con un mesero por unas bote-
el joven poeta a escribir su aventura real visceralista: llas de cerveza, y hablaron de las Poesías del Conde
de Lautréamont, algo en las Poesías relacionado con
la tal Tinajero, y después Lima hizo una aseveración
El cierre de la velada fue sorprendente. Álamo desafió misteriosa. Según él, los actuales real visceralistas
a Ulises Lima a que leyera uno de sus poemas. Éste no caminaban hacia atrás. ¿Cómo hacia atrás?, pregunté.
se hizo de rogar y sacó de un bolsillo de la chamarra –De espaldas, mirando un punto pero alejándonos de
unos papeles sucios y arrugados. Qué horror, pensé, él, en línea recta hacia lo desconocido (16-17. Énfasis
este pendejo se ha metido él solo en la boca del lobo. agregado).
Creo que cerré los ojos de pura vergüenza ajena. Hay
momentos para recitar poesías y hay momentos para
El taller termina y de inmediato comienza el nomadismo citadi-
boxear. Para mí aquél era uno de estos últimos. Cerré no, como otrora lo hiciera Stephan Dedalus, recorriendo calles
los ojos, como ya dije, y oí carraspear a Lima. Oí el si- y lugares cuyos nombres propios se volverán “míticos”, pues
lencio (si eso es posible, aunque lo dudo) algo incómo- ahí tenemos la avenida Reforma, el Café Bucareli/Habana, la
do que se fue haciendo a su alrededor. Y finalmente oí UNAM, entre tantos otros que vendrán a ser caminados y hoy
su voz que leía el mejor poema que yo jamás había es- en día incluso fotografiados. Luego vemos venir una frase cuyo
cuchado. Después Arturo Belano se levantó y dijo que estilo o forma atraviesa toda la novela, y me atrevería a decir
andaban buscando poetas que quisieran participar en que también toda la obra de Bolaño: “El nombre del grupo de
la revista que los real visceralistas pensaban sacar. A alguna manera es una broma y de alguna manera es algo com-
todos les hubiera gustado apuntarse, pero después de pletamente en serio”.
la discusión se sentían algo corridos y nadie abrió la
boca. Cuando el taller terminó (más tarde de lo usual) Lo que aquí tenemos es la apuesta radical por la ambivalen-
me fui con ellos hasta la parada de camiones. Era de- cia como condición de un “presente evanescente”, que vuelve
masiado tarde. Ya no pasaba ninguno, así que decidi- irrealizable la posibilidad de fijarse en algún lugar sin tener la

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

oportunidad de moverse, de viajar libremente, pues en Bolaño Podríamos decir que esa tempestad es la que ha sido narra-
no encontramos ningún tipo de cierre o clausura. Sin embargo, da en 2666, un futuro-presente hacia el que se dirigen los real
descubrimos “algo” que se puede afirmar sin esa característica visceralistas, y avanzan de la misma manera que el ángel de
ambivalencia, es más, se trata de una de las pocas sentencias la historia, de espalda, pues también llevan “el rostro vuelto
que, para tener lugar, ya no depende de esa ambivalencia, hacia el pasado”, al que miran como si este fuera el punto fijo
dado que la reconocemos en cuanto ésta es, de alguna manera, que les permitiera comprender el ominoso presente, pues no
suspendida: el alejamiento del origen, al que se mira fijamente, es algo completamente desconocido el horror que terminamos
de frente, mientras se avanza “en línea recta hacia lo desco- presenciando o leyendo en las novelas de Bolaño, sino algo
nocido”; esta mirada, por cierto, no se corresponde con la de bastante familiar, un cúmulo de ruinas alguna vez frecuenta-
la nostalgia, tan característica de la literatura de exilio y de la das, un cúmulo que no deja de crecer hasta el punto de impedir
literatura nómica en general, sino con el aseguramiento de no ver que ya únicamente se vive entre ruinas, para terminar acos-
encontrar, siquiera casualmente, retorno alguno. Se correspon- tumbrándonos a su permanencia. Pareciera ser que la famosa
de, también, con otra aseveración misteriosa, si bien la historia pregunta que se hacía Goethe sobre la violencia –“¿Por qué
y 2666 nos muestran que lo es cada vez menos, lo que hace que aquello que nos repugna en la vida nos fascina en la literatu-
esta aseveración deje de emparentarse con lo misterioso, y co- ra?”– ya no tiene mucho asidero. La de Bolaño es una literatura
mience a hacerlo con lo siniestro u ominoso (Das Unhemliche), intempestiva y radicalmente abierta al porvenir, eso sí, como
pues aquello que se presentaba como “desconocido” se nos muestra 2666, un porvenir sin mesías, ya que “esta tempestad
vuelve cada vez más familiar. Se corresponde, en fin, con una que llamamos progreso”, el infierno, se habrá apoderado del
imagen benjaminiana, aquella del ángel de la historia: mundo, y anulado posiblemente toda esperanza.
Por otra parte, en este fragmento también nos encontramos
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En
él está representado un ángel que parece como si estu-
con la cuestión de la creación artística, temática que, como ya
viese a punto de alejarse de algo que mira atónitamen- hemos visto, el escritor colocó al centro de su escritura, pero
te. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, abierta solo para hacerla explotar en un descampado intelectual que
su boca, las alas tendidas. El ángel de la historia ha opera en la intemperie, sin reglas ni espacios simbólicos, pues
de tener ese aspecto. Tiene el rostro vuelto hacia el una vez que cultura y barbarie logran coincidir, el aparato
pasado. En lo que a nosotros nos aparece como una ca- conceptual de Pierre Bourdie no sirve para nada, es una de
dena de acontecimientos, él ve una sola catástrofe, que las tantas ruinas de nuestro futuro-presente. Y tenemos tam-
incesantemente apila ruina sobre ruina y se las arro- bién a Cesárea Tinajero (que comparte espacio con el Conde
ja a sus pies. Bien, quisiera demorarse, despertar de de Lautréamont) y su desaparición en el desierto de Sonora,
los muertos y volver a juntar lo destrozado. Pero una dos nombres, Cesárea y Sonora, sobre los cuales un poco más
tempestad sopla desde el Paraíso, que se ha enredado
adelante hablaremos en detalle, pues es a partir de ellos que
en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no puede
leeremos 2666.
plegarlas. Esta tempestad lo arrastra, irresistiblemente
hacia el futuro, al que vuelve las espaldas, mientras Por último, este fragmento es, también, un indicio del ago-
el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Esta tamiento del círculo odiseico, un círculo que ha atravesado la
tempestad es lo que llamamos progreso (La dialéctica representación de la realidad occidental desde Homero en ade-
en suspenso, 53-54). lante, que ha pasado por Apolonio de Rodas y Virgilio y más
tarde por Dante, Shakespeare y Milton, hasta llegar a Faulkner
y al realismo maravilloso, donde vuelve a recuperarse de una

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

manera increíble, y cuando no se recupera, como en Los pasos nostalgia tiene que ver con una debilidad y un miedo radical
perdidos, la nostalgia, que es otro de los nombres del padre, lo a la intemperie, con ese sentimiento de desvalimiento frente a
inunda todo, como el río que impidió al narrador regresar a su la naturaleza y también frente a la cultura. En este contexto,
Ítaca, pues, al igual que el de Eneas, recordemos que el suyo el círculo odiseico opera como un tesoro que se debe guardar
también es un viaje de retorno a la tierra paterna. celosamente si no se quiere sentir que la casa de papá es una
quimera, o que hemos perdido “los tiernos cuidados de una
Con Kazantzakis y Joyce recién comienza a resquebrajarse el providencia bondadosa”. De manera que si “el hombre sigue
círculo, lo que hace de ellos una bisagra que nos conecta a una siendo presa de la nostalgia paterna [es] porque nunca deja
época tal vez no entrevista por Vico (cuyo modelo histórico nos de ser débil como un niño” (Ricoeur, Freud 216), lo que hace
ha servido aquí como guía de lectura), pero de la cual aún no de este círculo un antídoto contra “la nimiedad dentro de la
hemos hablado, pues recién estamos entreviendo la importan- fábrica del universo”, como dijo alguna vez Freud, que insistía
cia de Los detectives para una cuestión política fundamental de en que no podemos sentirnos como niños a lo largo de toda
nuestro tiempo. Por supuesto que Bolaño no es el primero en la vida, en algún momento tenemos que atrevernos a salir de
hablar de este corte, Tennyson lo entrevió bastante bien y su casa, como Arturo y Lima, y no solo hay que salir sino también
eco resonará alrededor de un siglo más tarde en Kazantakis y, encarar el mundo de la manera recomendada por Hugo de San
un poco antes, en Yorgos Sarandis, que lo había insinuado be- Víctor, como una completa tierra extranjera.
llamente en un poema titulado “Odiseo”, donde escribió: “La Tal manera de afrontar el mundo permite “tomar a la Odisea
primera emboscada de los dioses es la nostalgia / es el juego por sorpresa” (Malabou/Derrida), y sortear el cumplimiento
insensato con tu alma / la malhadada quimera del regreso / ¿Para de la metafísica del viaje que retorna al oikos y su nomos, que
qué, para qué nostalgia tanta?” (en Castillo Didier, La odisea 22). retorna a la ley, a partir de su propia economía o, literalmen-
Sarandis se pregunta cómo es que “el más ingenioso de los te, a la ley de la (su) casa. Más arriba citamos un fragmento
hombres” fue capaz de caer en tal emboscada. Para salvar a de Dar (el) tiempo, donde leímos sobre la particular economía
Ulises de esta crítica solo podemos decir, con Nicole Laroux del viaje odiseico. Lo volvimos a ver reproducido, tal vez con
(2007), que ha “nacido de la tierra” y como todo griego por mayor justeza, en un maravilloso libro de viajes, un libro con-
ella debía vivir: “al celebrar la autoctonía, se anula el tiempo feccionado por Catherine Malabou y por el mismo Derrida, un
en una recreación constante del origen” (31). Ulises no podía libro también escrito “a cuatro manos” y que lleva por título La
otra cosa, como tampoco quienes le siguieron, Lima y Belano Contre-allée (1999). La edición que aquí usaremos es la traduc-
sí, radicalizando la sentencia joyceana al mostrarnos que no ción inglesa, cuyo título es Counterpath. Traveling with Jacques
solo la paternidad, sino toda forma de filiación es una ficción Derrida (2004).
que puede y debe ser deshecha. Su viaje también corresponde
Como hemos visto, Bolaño percibió este tipo de viajes
a una errancia sin fin, sin retorno, como la anticipada por Musil,
perfectamente, aunque muy pronto también comprendió que
Klossowski y Borges. Por ello podemos señalar que en Los de-
cuando se sale de casa uno puede verse envuelto con tipos
tectives se insistió hasta la desaparición que “nuestra identidad
como Ayala o Wieder, o como el general Lebon, el general de
es mera cortesía gramatical” (García Ponce, La errancia 32).
diecinueve años, y una vez que eso ocurre ya no hay posibilidad
Es, entonces, la nostalgia del padre (llámesele patria, tierra, de regreso. Pero esto no es lo único que comprendió Bolaño,
nación, Dios) la que intenta dar cumplimiento al círculo odisei- también nos está señalando algo más, pues de los peligros que
co, independientemente de la forma en que este se manifieste, acechan a lo largo de un viaje ya nos advierte la cicatriz de
pues siempre va acompañada de un origen y un destino. La Ulises e incluso anteriores viajeros. Bolaño nos está señalando

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

que hoy nadie vive seguro ni siquiera en su casa, lo que hace tales para “La parte de los crímenes”, y a Sergio González
de la fantasía del círculo odiseico un tesoro de barro que no Rodríguez, el autor, uno de sus personajes.10 Es en este sentido
nos sirve de nada en la época de los demonios o del infierno, que huesos, fragmentos y ruinas, muerte e infierno articulan la
lo mismo da, pues lo que comprendió perfectamente Bolaño parte central de 2666, y ello permite a su vez distanciarse del
es que ya no se baja al Hades, como hicieron, a su manera, el cuestionado modelo alegórico que Jameson planteó para la na-
Ulises homérico y el mismo Dante, y ya no se baja al hades rrativa hispanoamericana (”tercermundista”), pues la obra de
porque es el mismo hades el que ascendió para apoderarse del Bolaño se comprende no exclusiva, pero sí mayormente bajo
siglo XX y del siglo XXI, tal como lo pintara Remedios Varo y lo este concepto, algo olvidado en toda su complejidad, dado que
profetizaran Auxilio Lacouture y Cesárea Tinajero. va más allá de las cuestiones del duelo, o la reescritura como
calco, lecturas, sin embargo, que resultaron fundamentales
5. El retorno de la alegoría para nuestro propio trabajo, al obligarnos a pensar más allá
de ellas.
Casi toda la obra de Bolaño es un tipo de reescritura –de libros Como afirmó hace ya bastantes años el crítico de arte Craig
propios y ajenos–atravesada por la muerte y el mal. Lo que acá Owens (2001 [1984]), “un inconfundible impulso alegórico ha
buscamos, como hemos venido insistiendo, es un modo de lec- comenzado a imponerse de nuevo en diversos aspectos de la
tura que nos permita aprehender la radicalidad de su obra, pues cultura contemporánea” (“El impulso alegórico” 204), un im-
mucho se ha dicho ya sobre el mal en Bolaño, pero mostrando pulso que con el tiempo no ha perdido sino ganado fuerza. La
por lo general lugares comunes. Y si recordamos que la rela- apropiación intencionada o selectiva de imágenes pasadas, a
ción entre reescritura y muerte, como apuntó Walter Benjamin veces “fragmentarias, imperfectas o incompletas”, y su suple-
a propósito del drama barroco alemán, puede corresponder a mentación permiten la posibilidad de nuevas imágenes para
una alegoría, vemos en ella aquel modo de lectura que para leer las cuales la fragmentación también es su mejor presentación.
a Bolaño necesitamos. Si para Benjamin, “todo lo que en cuan- Se trata de una lectura que repite y a la vez traiciona o pervierte
to a conexiones de largo alcance ha podido rendir un método su misma filiación, posibilitando que con su potencia las nue-
aquí y allá, quizá siendo aún vago, aún reminiscente respecto vas imágenes propuestas adquieran una claridad visionaria.
de la historia cultural, converge bajo el aspecto de lo alegórico” Pero este énfasis en la alegoría estaría incompleto si no recor-
(“El origen del ‘Trauerspiel’” 437), creemos entonces no estar damos que la alegoría “encuentra su más cumplida expresión
errados al apostar por la alegoría, pues así también podemos en la ruina” (205).
encarar el desafío de E.R. Curtius, que propone “romper con
los cánones modernos y ejercitarse a pensar en grandes lapsos Cuando leímos a Owens no pudimos dejar de pensar que la
de tiempo”, pues creemos que solo así podremos comprender obra de Bolaño no hacía otra cosa que incorporarse a este im-
lo que está en juego en esta escritura, aquello que nos arrojó a pulso alegórico, pues si Los detectives salvajes permitía conocer
nosotros, sus lectores, para mantenernos ocupados por mucho la potencia de la reescritura de su autor, 2666 hacía lo mismo
tiempo, como Joyce en su momento, momento que, claro, no ha con la idea de ruina. Pero había algo más entre estas dos nove-
terminado y que no terminará mientras sigamos leyéndolo, o las, un pasaje entre una y otra, que la alegoría no puede del todo
quizá tan solo mientras sigamos leyendo. dar cuenta. Con ella como modo de lectura comprendemos

La historia se plasma en una calavera, y esta, recordó


Benjamin, es el emblema de la alegoría; no otra cosa es lo 10.  La crítica argentina María Stegmayer ya adelantó la lectura alegórica de
“La parte de los crímenes”, de manera que este capítulo está en deuda con
que hizo de Huesos en el desierto uno de los libros fundamen- su trabajo y, sobre todo, con su amistad. Cfr. Stegmayer 2009 y 2012.

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perfectamente lo que hace Bolaño con la Odisea y la tradición Pasajes, pues la alegoría se opone al mito precisamente porque
que sigue a Homero, pues “por fragmentaria, intermitente o este asume la predeterminación característica del destino y se
caótica que sea su relación”, insistimos que no se podría com- vuelve, así, ahistórica. La alegoría, de hecho, es así un antídoto:
prender con amplitud la radicalidad de Bolaño si no se lee esta “Desarrollar con claridad la antítesis entre el mito y la alegoría.
novela como reescritura alegórica de la segunda obra homérica Gracias al genio de la alegoría no cayó Baudelaire en el abismo
y del canto XXVI de Dante, a las que confisca y suplementa del mito, que iba siempre con él en su camino” (Los pasajes 281).
de manera determinante y clave para comprender la experien- Esta distinción es fundamental para Sin retorno, y volveremos a
cia de la “realidad” contemporánea. Ello porque el Ulises de ella cuando revisemos lo que separa a Bolaño (alegórico y anó-
Bolaño es dantesco, pero viaja para deconstruir al homérico. mico) de autores como García Márquez y Carpentier (míticos
Obra fragmentaria e incompleta, llena de voces que coinciden y nómicos).
y que se contradicen, Los detectives salvajes también anuncia el
desastroso futuro que se cumple en 2666. Ese anuncio, a pesar Como sabemos, Benjamin inicia su trabajo sobre la alegoría
de llevar inscrita la alegoría en toda su extensión, es figural, lo recuperándola del desprestigio en el que la habían sumido
que me lleva a reunir a Benjamin con Auerbach, y recordar que los románticos alemanes –quienes habían favorecido la tras-
su amistad, iniciada a fines de los años veinte del siglo pasado cendencia del símbolo y la crítica de la forma completa–, y al
en la Biblioteca de Berlín, de no haber estado la guerra de por hacerlo, realizó una fuerte crítica al idealismo que todavía le
medio, tal vez les habría permitido coincidir en más de algún circundaba. Para ello, siguió el trabajo de Karl Gielow, gracias
punto. Mi lectura pretende también que aquel trunco encuen- a quien fue posible determinar la diferencia de la alegoría
tro o trunco coincidir, pueda tener lugar en estas páginas. moderna respecto de la medieval, pues mientras esta última
Este pasaje que referimos entonces se comprende perfec- operaba dentro de un registro didáctico-medieval, mitificando
tamente si la alegoría se hace acompañar de la figura, ambas la naturaleza, la alegoría barroca retorna a las ruinas de la anti-
incluso intercambiables en más de un época. Es cierto que güedades egipcia y griega, para separarse “de lo simplemente
Auerbach se opuso a las lecturas alegóricas, pero nunca dijo edificante” (El Origen del “trauerspiel”, 390) y “recuperar” así la
que no pudieran reunirse. Es más, se encontró con la alegoría a imagen fragmentada y ruinosa del “presente”. De otra manera
lo largo de todo su camino, incluso en Dante, su perfecto poe- que Auerbach, Benjamin se propone recuperar la “historicidad
ta figural, pero decidió dejarla de lado.11 Auerbach sabía que biográfica propia de un individuo”, historicidad que se en-
Benjamin se dedicaba a ella, y tal vez prefirió que así siguiera cuentra en el centro de la alegoría, pero no como esplendor
siendo. Lo extraño es que Auerbach insista en que la alegoría de la agencia humana, sino como un proceso irreversible de
carece de “la plena historicidad de un evento determinado” decadencia y muerte. En El Origen del ‘trauerspiel’, leemos
(Figura 100), algo que Benjamin contradijo en su Libro de los aquel párrafo que ha devenido el centro de la comprensión de
la alegoría benjaminiana:

11.  Al respecto, Jesse Gellrich señala lo siguiente: “Es posible, pienso, ver Mientras en que el símbolo, con la transformación de
la distinción de Auerbach entre figura y alegoría como un indicador de la caducidad, el rostro transfigurado de la naturaleza
la propia separación de Benjamin del problema de la incertidumbre y la se revela fugazmente a la luz de la redención, en la
extrañeza. Creo que Auerbach no habría abrazado la visión de desesperación,
alegoría la facies hippocratica de la historia se ofrece a
ruina y abatimiento que Benjamin vio en la imaginería alegórica del drama
los ojos del espectador como paisaje primordial pe-
trágico alemán, y que la figura es su alternativa al agotamiento de la
alegoría”, “Figura, allegory and the question of history”, 120-121. Luego nos trificado. En todo lo que desde el principio tiene de
detendremos en esta distancia de Auerbach. intempestivo, doloroso y fallido, la historia se plasma

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

sobre un rostro; o mejor, en una calavera. Y, si es cierto historia se encuentran entrecruzadas (“La naturaleza”, señaló
[como se ha dicho] que ésta carece de toda libertad Benjamin, “lleva ‘historia’ escrita en el rostro con los caracteres
‘simbólica’ de expresión, de toda armonía clásica de la de la caducidad”), y tengamos, cada cierto tiempo, que volver
forma, de todo lo humano, en esta figura suya, la más a rescatar la alegoría, como lo hizo Baudelaire en el siglo XIX,
sujeta a la naturaleza, se expresa significativamente Benjamin mismo a inicios del XX y –si bien no de manera di-
como enigma no solo la naturaleza de la existencia hu-
recta ni teórica– Bolaño a inicios del XXI, pues “lo alegórico
mana como tal, sino la historicidad biográfica propia
de un individuo. Este es sin duda el núcleo de la visión
ha de despegarse siempre de modo nuevo y también de modo
alegórica, de la exposición barroca y mundana de la sorprendente”.
historia en cuanto que es historia del sufrimiento del Benjamin ve en el drama barroco una traición del modo de
mundo; y esta tiene solo significado en las estaciones expresión alegórico, pues su potencia crítica ha sido reducida a
de su decaer (383). una técnica de lectura que no tiene otro fin más que acercarse a
Dios mediante la representación del mal en la tierra y la mitifi-
El rostro agonizante de la historia, la muerte, que todo lo aca-
cación del tiempo eterno que ofrece el dios cristiano. Benjamin
ba, rondando sin tregua, la historia misma desencajada y fuera
encuentra, por tanto, una triple afinidad entre la cristiandad
del progreso, si es que tal cosa existe, he ahí la alegoría barroca
medieval y la barroca (“la lucha contra los dioses paganos, el
que deseaba rescatar Benjamin, y que rescató incluso del mis-
triunfo de la alegoría y el martirio de la carnalidad”), cuestio-
mo barroco (que la empleó solo para elevarse a Cristo, dejando
nes que son una y la misma desde la mirada de la religión, de
“abajo” el “sufrimiento del mundo”); se trata de una forma de
manera que “solo desde esta cabe al fin explicar el origen de
expresión alejada de la totalidad formal que privilegiaba el ro-
la alegoría” barroca (442). De ahí que la alegoría sirviera como
manticismo, distancia que se asumía en la discontinuidad y la
antídoto a los restos de un paganismo que se resistía a morir;
fragmentación, como también en la naturaleza decadente a la
no obstante, su “naturaleza demoniaca” logró finalmente ser
que solo la noción de ruina hace justicia; su decadencia devela,
“develada”, a la vez que, en su afán con el cuerpo decrépito,
por tanto, a la naturaleza misma como alegórica, pues es ella la
permitió una mortificación piadosa, correspondiente a los de-
que “siempre ha estado sujeta a la muerte”, como se vislumbra
seos de salvación y vida eterna. Paradójicamente, es este mis-
cuando consideramos la vida desde su extinción. Tal evento
mo “uso” de la alegoría la que terminó salvando lo antiguo en
nos arroja directamente a un mundo que solo fabrica cadáve-
sus manifestaciones paganas, más que trabajando a favor de su
res, o, parafraseando a von Lohenstein, no arroja a un mundo
desaparición, pues “la alegoría se asienta con mayor perma-
donde la cosecha de tumbas no es una excepción. Contemplada
nencia allí donde la caducidad y la eternidad chocan más fron-
retrospectivamente, la historia es, para Benjamin, la innegable
talmente” (446). ¿Pero, dónde se encuentra el quid que permite
acumulación de fósiles y escombros, y así como para el barroco
tal tergiversación de la alegoría? Benjamin señala al respecto:
alemán éstos eran producidos por el tirano (“es cosa del tirano
abastecer de ellos al Trauerspiel”), cabe preguntarse quién los
[P]ara la conformación de este nuevo modo de pensar
abastece hoy, precisamente cuando los tiranos han mutado de fue decisivo el hecho de que en el círculo de los ídolos,
la misma manera que la summa de fósiles y ruinas aumenta sin tanto como de los cuerpos, debía aparecer palmaria-
parar, hoy cuando la alegoría bien puede ser no solo una for- mente asentada no solo la caducidad, sino la culpa.
ma de expresión –y menos aún una técnica–, sino la época que Pues es la culpa la que impide a lo alegóricamente
nos ha tocado vivir, “una estación del decaer”. Tal vez es esa significante encontrar en sí mismo lo que es el cumpli-
sujeción a la muerte la que nos hace olvidar que naturaleza e miento de su sentido. La culpa es inherente no sólo al
que considera de modo alegórico, el cual traiciona al

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

mundo por mor del saber, sino también al objeto de su Así las cosas, la alegoría es el “arma” de Baudelaire contra
contemplación (446). lo “nuevo”, y es por ello que “lleva la huella de la violenta ac-
tividad que fue precisa para derribar la armónica fachada del
Es imposible no recordar al Ulises que arengó así a sus compa-
mundo que le rodeaba” (Obra de los pasajes 236). Sin embargo,
ñeros: “Considerar cuál es vuestra progenie: / hechos no estáis
a pesar de la gran potencialidad que Benjamin encuentra en
a vivir como brutos, /mas para conseguir virtud y ciencia”.
Baudelaire, la obra del poeta estaba afectada por una importan-
La búsqueda del saber, más allá de lo permitido, en Dante y
te carencia, la que “se evidencia al recordar la soberbia alegoría
en el Trauerspiel no es otra cosa que el mal en sí, y como tal
de Shelley” sobre la capital de Inglaterra: “El infierno es una
Ulises será castigado por Aquél; tanto la antigüedad como la
ciudad muy similar a Londres” (Hell is a city much like London).
naturaleza son cargadas, inciertamente (unsicher), de culpa y
Este verso, que inicia Peter Bell the Third, le permite al autor
degradadas conscientemente.
de la Obra de los pasajes señalar que Baudelaire no recurre a la
De manera que hubo que esperar a Baudelaire para que la alegoría como lo hace Shelley, pues éste “la domina”, mientras
alegoría recuperara la potencia que cristianamente le había aquel “es dominado por ella” (376).
sido arrebatada, pues este poète maudit entrevió como nadie que
Pero si Benjamin retornó a la alegoría, lo hizo también por-
su tiempo, el de la modernidad, no era otro que el tiempo del
que encontró en ella la forma para expresar los problemas de
infierno y que la alegoría, esa forma “de expresar el universal
su propio tiempo. La alegoría, indicó, se vincula no solo con
problema humano del mal dentro del transformado contexto
determinadas experiencias, sino también con determinadas
de la vida moderna” (Buck-Morss, Dialéctica de la mirada 196),
épocas, y lo hace siempre a partir de los momentos en que “las
era lo mejor que disponía para ello. Benjamin lo señala de la
estaciones de su decaer” se muestran en toda su amplitud. Por
siguiente manera: La “Modernidad” es la época del infierno
ello es que Susan Back-Morss ha señalado que Benjamin es-
(Obra de los pasajes 558).
cribió su estudio sobre el Trauerspiel en una época en que “la
Baudelaire quiere, a gritos, develar aquello que “jamás se humanidad de Europa otra vez se enfrentaba a las ruinas de
altera”, así es como nos lo hace saber al final del poema “El la guerra, y el conocimiento de la historia como un desolado
viaje”, donde leemos: “Queremos… [ir] al fondo de lo ignoto ‘lugar de cadáveres’ (Shädelstätte) una vez más resultaba inevi-
para encontrar lo nuevo” (495), pero aquí lo nuevo, resaltado, table” (Dialéctica de la mirada 196).
no es otra cosa que “siempre lo mismo”, por eso es que al poeta
el cielo o el infierno lo mismo le da. De manera que la muerte,
en mercancía… el agotamiento deliberado y sistemático de lo humano”,
“que hace cenizas de todo cuanto ardió en nosotros” (Las flores es, en síntesis, el tiempo de la cosificación; y para su comprensión es que
del mal 496), es la única novedad, “siempre la misma”.12 Baudelaire obra como alegórico, pues su fuerza proviene de su decisión de
encarar el siglo XIX y su modernidad parisina como si fueran una ruina. Esto
12.  Abría que agregar que esta mutación de lo alegórico implica que el implica que lo que retorna con la alegoría es la degradación de la naturaleza,
voluntario obrar de Baudelaire se plantea radicalmente distinto al del pues si el Trauerspiel se opuso a los restos de un paganismo que se resistía
Trauerspiel. El retorno de la alegoría viene en una clave heterogénea, pues a morir, la alegoría del siglo XIX develará la devaluación del mundo de los
su cifra es otra, el tiempo de Baudelaire no es el de los alegoristas barrocos, objetos, ya que aquí “los emblemas retornan como mercancías” (Benjamin,
no es una época de ruptura donde la decadencia y la ruina informan el “Parque central” 290), y adquieren una apariencia que Benjamin llamará
siglo XIX, y menos aún es una época donde el estilo alegórico domine la (o fantasmagoría, por su capacidad de “producir una ilusión de materialidad
por lo menos alguna) escena de la escritura; es, si nos tapamos los ojos, la y de vida en lugares no materiales y no vivos (Tackels, Pequeña introducción
época del progreso, pero los oídos permanecerán abiertos, de manera que 131); con ello se actualiza la arbitrariedad de la significación alegórica (fijada
aún así nos será posible percibir los gritos de una mutación radical, pues la ahora en la moda), como también su valor efímero (encarnado ahora en la
de Baudelaire es sobre todo la época de la “la transformación del hombre mercancía).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Al inicio de El origen del Trauerspiel leemos: “Proyectado en Cristo. Para los cristianos, entonces, el primero configuraba y
1916”, “Redactado en 1925”; el libro surgió como idea en ple- cumplía al segundo. Auerbach la define de la siguiente mane-
na primera guerra mundial, la llamada guerra (de la) técnica, ra: “La figura es ese algo verdadero e histórico que representa
puesto que su relación con la industria sorprendió a quienes y anuncia [y cumple] otro algo igualmente verdadero e históri-
veían el combate todavía con los ojos del siglo XIX, una re- co” (Figura 69). Más claramente,
lación que gatilló una creciente tecnificación del campo de
lucha, y un consecuente, exponencial e inimaginable aumento La interpretación figural establece entre dos hechos o
de muertos. Esta es la guerra moderna que Ernest Jünger de- dos personas [o dos textos] una conexión en que uno
nominó Total, la que introdujo la revolución industrial en la de ellos no se reduce a ser él mismo, sino que además
equivale al otro, mientras que el otro incluye al uno y
producción de armas, dando como resultado unos niveles de
lo consuma. Los dos polos de la figura están separa-
crueldad y muertes jamas imaginados. Bolaño, veremos luego,
dos, pero ambos se sitúan en el tiempo, en calidad de
encuentra en la segunda guerra moderna, el “enigma” del mal acontecimientos o figuras reales (99).
que asechó su propio tiempo, el de inicios del siglo XXI. Como
antes Benjamin, Bolaño también retorna al pasado para buscar Por supuesto que todo Los detectives salvajes podría también
las claves de su horrible presente. Los detectives salvajes así lo leerse mediante esta clave de lectura, pero más nos interesa
anuncian, pues si “la modernidad se muestra… de modo más cómo dicha novela configura 2666 (y en particular “La parte de
íntimo, afín a la antigüedad… en su fugacidad” (Obra de los pa- los crímenes”) y de qué manera ésta lee alegóricamente nuestro
sajes 340), haciendo de común la alegoría en la ruina, Bolaño re- tiempo. Ello porque en la lectura que propongo, la figura anun-
gresa al tiempo de los griegos en su fugacidad contemporánea, cia un acontecimiento alegórico, un acontecimiento marcado
para decirnos que los descendientes de Homero inventaron el por la presencia del la ruina y la catástrofe como experiencia
mal, “pero los testimonios o las pruebas de ese mal ya no nos histórica que tiene en su centro la muerte, lo que hace que la
conmueven, nos parecen fútiles, ininteligibles” (2666 338). calavera y los huesos vuelvan a cobrar la potencia emblemática
que tenían en el Trauerspiel.
6. El encuentro de Bolaño con la figura Cesárea Tinajero no es una madre, como se ha señalado,
sino más acertadamente una pitonisa, y en ello concordamos
Auerbach no lo dice explícitamente, pero la figura comparte con Guillermo Blanck (2009), pues Bolaño se ha deshecho de
con la alegoría la repetición (o reescritura o confiscación de todas las figuras paternas, al hacer de las mujeres las heroínas
imágenes pasadas) –que el filólogo denomina como “aquello de sus “tragedias”; Bolaño devela el agotamiento de –y rompe
que se manifiesta de nuevo”– y la suplementación –a la que lla- explícitamente con– los modos dominantes de filiación que
ma “lo que se transforma” –. Se trata de las dos características han caracterizado gran parte de las prácticas escriturales en
más persistentes de la figura (Figura 44). En sentido estricto, la occidente, pero sobre todo de las nómicas. Una mujer, Laura
interpretación figural se vale de dos términos, la figura como Damián, es la que poco antes de fallecer bautizará a Alfredo
tal y la consumación o cumplimiento,13 y tiene su origen en el Martínez (“o algo así”) con el nombre de Ulises Lima, un gesto
momento en que los cristianos necesitaban conciliar el Antiguo mediante el cual se agrega a una figura latinoamericana el más
Testamento con el nuevo, cuando necesitaban explicarse a famoso nombre griego (latinizado), lo que hace de este Ulises
un suplemento periférico que abiertamente descentra el mito
13.  Sigo a Hayden White cuando señala que “el cumplimiento debe ser del retorno. Una mujer es también la que le salva la vida, pues
entendido en la analogía de un modelo específicamente estético, más que
teleológico, de figuralismo” (“La historia literaria de Erich Auerbach”, 37).
Cesárea, cual Aldonza Lorenzo, se arrojó sobre quien al joven

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

poeta la muerte le traía, encontrando, ella, la suya. La muerte ramos de que los detectives perseguidos se encuentran con una
de Cesárea es el rizoma espectral sobre el que carga toda la maestra que dice haberla conocido hace cuarenta años, pues
novela, una figura similar a la Dulcinea del Quijote, que imagi- sus recuerdos la trasladan hasta 1936. Se conocieron en una
nada princesa, apareció “como un buque de guerra fantasma” escuela donde ambas trabajaban, aunque como la poeta tenía
(Los detectives salvajes 603). por costumbre desaparecer de vez en cuando, así también lo
Del mismo modo, también es una mujer la madre de los jó- hizo poco después de iniciada su amistad. Regresó un tiempo
venes poetas mexicanos, otra errante pitonisa llamada Auxilio más tarde a la puerta del mismo colegio donde se habían cono-
Lacouture, que muy bien podría habernos anunciado quiénes cido, y retomaron como si nada el diálogo truncado. Cesárea
leerán a Bolaño en el 2666. Pero “poseer la verdad”, esa verdad había encontrado “trabajo en la primera fábrica de conservas
que guardan las pitonisas, recuerda Blanck, “no es sinónimo que hubo en Santa Teresa”, y una noche, tal vez de 1945, luego
de poder transmitirla” (32), y pareciera ser que una vez que de asistir juntas al cine, la maestra acompañó a Cesárea a su
Cesárea vislumbró el mal que se avecinaba, un mal horrible casa, la que quedaba, irónicamente, en la calle Rubén Darío, ni
e imposible de transmitir, lo mejor o lo único que al respecto más ni menos que el nombre de la calle “a donde iban a dar to-
restaba era desaparecer... el mundo se veía imposible de habi- dos los desechos de Santa Teresa” (595); la maestra señalaba o
tar, pues ya ni siquiera quedaban tesoros que disminuyeran su recordaba que la ex vanguardista había dibujado en su casa un
peso; aparecer para no retornar jamás, esa fue su estrategia y su plano de la fábrica de conservas donde se encontraba trabajan-
enseñanza, y el oráculo que anunció su muerte.14 En este mismo do. Y ella “tuvo la entereza de preguntarle por qué razón había
sentido, en una relevante presentación Horst Nitschack (2011) dibujado el plano… Y Cesárea dijo algo sobre los tiempos que
recordó no hace mucho, que el mítico Benno von Archimboldi se avecinaban… Cesárea habló de los tiempos que iban a venir
le arrendó una máquina de escribir, aquella con que escribiría y la maestra, por cambiar de tema, le preguntó qué tiempos
sus primeros libros, a un escritor o ex escritor al que la guerra eran aquéllos y cuándo. Y Cesárea apuntó una fecha: allá por
le abrió los ojos, y le hizo comprender que “escribir era inútil” el año 2.600. Dos mil seiscientos y pico” (596).
(2666 984). De manera que en 1945, el año en que terminó la segun-
La búsqueda de Cesárea Tinajero emprendida por Ulises da guerra moderna, Cesárea dibujó un plano de la primera
Lima y Arturo Belano, en compañía de Lupe y García Madero, fábrica de conservas de Santa Teresa, y habló de los tiempos
una búsqueda que a la vez era también una huida (“Hemos por venir, de los horribles tiempos por venir, pues lo que se
encontrado a Cesárea Tinajero. Alberto y el policía, a su vez, anuncia para el “dos mil seiscientos y pico” no es otra cosa que
nos han encontrado a nosotros”), les llevó a deambular por el la misma novedad entrevista alegóricamente por Baudelaire:
desierto del norte de México, pues hacia allá les enviaban los la muerte. La fábrica que Cesárea lleva a un plano es la fábrica
ecos de la fantasmal presencia de la Tinajero, así por lo menos que prefiguró las maquilas alrededor de las cuales cientos de
nos lo señala el diario de García Madero, y es también leyendo mujeres morirían asesinadas brutalmente decenios más tar-
su diario (en la entrada del 29 de enero de 1976) que nos ente- de, mujeres que deben haber sido madres o hijas o nietas de
aquellas que Ulises Lima, perdido entre la isla del futuro y la
14.  Amadeo Salvatierra recuerda lo siguiente: “… caía la noche sobre el isla del pasado, encontró en aquel río “de gente sin trabajo, de
DF y Cesárea se reía como un fantasma, como la mujer invisible en que pobres y muertos de hambre”, un río “que une a México con
estaba a punto de convertirse, una risa que me achicó el alma, una risa Centroamérica” (367), y que hoy llamamos migración, un río
que me empujaba a salir huyendo de su lado y que al mismo tiempo me por el que subieron algunas, tal vez la gran mayoría, de aque-
proporcionaba la certeza de que no existía ningún lugar adonde pudiera
huir” (Los detectives salvajes 460).
llas mujeres que aparecieron asesinadas en basureros como

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

El Chile. Sí, Cesárea, tal vez “reconociendo facetas que hasta Como ella [Hipatía] solía hablar a menudo con
entonces ignoraba” (596), estaba figurando alegóricamente las Orestes [el representante del emperador de Roma en
cientos de muertes sobre las que leeremos en “La parte de los Alejandría], se le acusó de forma calumniosa entre
crímenes”… pero nos estamos adelantando. los cristianos de que ella era el obstáculo que impedía
que Orestes se reconciliase con el obispo. Algunos de
La maestra entrevistada por los detectives también recordó ellos, encabezados por un maestro llamado Pedro, co-
que “[e]n la época en que Cesárea trabajó en la fábrica de con- rrieron con prisa empujados por un fanatismo salvaje,
servas, cuando se citaban en el centro de Santa Teresa para ir al la asaltaron cuando volvía a su casa, la arrancaron de
cine o para que la acompañara de compras, cuando acudía tar- su carro y la llevaron al templo de Cesáreo, donde la
de a las citas solía encontrarla escribiendo en un cuaderno de desnudaron por completo y la mataron con trozos
tapas negras... un cuaderno que parecía un misal y en donde la de cerámica de los escombros [cortando su piel y su
letra de su amiga, de caracteres diminutos, se deslizaba como cuerpo con caracolas afiladas]. Después de descuarti-
una estampida de insectos” (595), hasta que un día le preguntó zar su cuerpo, se llevaron los pedazos al Cinaron y los
quemaron (Casado Ruiz, Las damas del laboratorio 50).
acerca de qué escribía, y Cesárea le respondió que sobre una
griega llamada Hipatía. Más tarde, la maestra se enteraría, por De manera que la poeta mexicana escribía sobre una filósofa
su cuenta, que Hipatía fue una filósofa de Alejandría que mu- asesinada brutalmente en un templo que lleva su mismo nom-
rió a manos de los cristianos allá por el año 415, y pensó que, bre, Cesáreo, un templo y una muerte que parecen anunciar los
tal vez, Cesárea se identificaba con ella. Y así era, aunque la crímenes con los que nos encontraremos en 2666, crímenes de
fundadora del real-visceralismo se proyectaba hacia el futuro, los cuales Bolaño ya comenzaba a escribir un par de años antes
pues sus semejanzas no se daban en vida. Fallecidas e investi- de su obra póstuma. La muerte de Cesárea, como la de cientos
gadas en el tiempo, sabemos, en primer lugar, que de ambas de mujeres después, ocurrió en Sonora, y derramó su sangre
es muy poco lo que se sabe, excepto que compartían la prác- para darle vida a Ulises Lima, pues a este es a quien salvó, y
tica de la enseñanza. También sabemos que es escasa la obra lo hizo quizá para que Ulises pudiera de alguna manera testi-
que dejaron: un poema inacabado en el caso de la poeta y solo ficar lo que ella anunciaba y que lastimosamente se cumpliría.
unos títulos sin obras en el caso de la filósofa. Una comandó Recordemos los últimos “minutos de vida” de la poetisa re-
una escuela y la otra encarnó un movimiento, el helenismo y gistrados en el diario de García Madero, en la entrada del 1 de
la vanguardia, respectivamente, y ambos acabaron, de manera febrero, luego de que Alberto y el policía que le acompañaba
correspondiente, con sus muertes. encontraran a los pasajeros del Impala:
Pero hay algo más que no pasa por el orden de las semejan-
zas, sino por la lectura de la muerte de Hipatía. En Decadencia y Esto es lo que pasó. Belano abrió la puerta de su lado
caída del imperio romano, Edward Gibbon mantuvo firmemente y se bajó. Lima abrió la puerta de su lado y se bajó.
Cesárea Tinajero nos miró a Lupe y a mí y nos dijo
que la muerte de la filósofa a manos de fanáticos cristianos
que no nos moviéramos. Que pasara lo que pasara no
encarnaba la muerte de toda la civilización clásica y el adve-
nos bajáramos. No empleó esas palabras, pero eso fue
nimiento de una nueva época, como si la muerte de Cesárea lo que quiso decir. Lo sé porque fue la primera y la
también dibujara lo mismo, una nueva época, no cristiana, sino última vez que me habló. No te muevas, dijo, y luego
infernal. A ello tendríamos que agregar que la muerte misma abrió la puerta de su lado y se bajó (595).
de Hipatía, descrita por Sócrates Escolástico en su Historia ecle-
siástica, guarda un atroz parecido con las muertes de Sonora:

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Cesárea, “balanceándose como un buque de guerra fantasma”, manera similar a una de las formas en que morían las mujeres
decidió unirse a Arturo y Ulises, que se encontraban a punto en la antigüedad, y digo a una de las formas, pues son varias
de enfrentarse con Alberto. las formas de morir que hemos leído en la tragedia, aunque
una sola es la forma en que la mujer puede ser dueña de su
Al pasar junto a Belano éste se le arrojó encima… muerte y no simplemente llevarla a cabo como consecuencia de
Antes de que ambos rodaran por el suelo, Belano ya la pérdida del esposo o como objeto sacrificial. En Maneras trá-
había conseguido enterrarle el cuchillo en el pecho. gicas de matar a una mujer, Nicole Laroux (1989) señala que en la
Recuerdo que el policía abrió la boca, muy grande,
tragedia, pero también en Heródoto “ninguna mujer posee su
como si de pronto todo el oxígeno hubiera desapare-
muerte”, salvo en la violencia, de lo contrario, su gloria consis-
cido del desierto, como si no creyera que unos estu-
diantes se les estuvieran resistiendo. Luego vi a Ulises tirá en el carecer de gloria. En su libro, leemos: “Violentamente,
Lima abalanzarse sobre él. Sentí un disparo y me pues, mueren las mujeres trágicas. Más exactamente, es en la
agaché. Cuando volví a asomar la cabeza del asiento violencia donde la mujer conquista su muerte” (26-27), pero
trasero vi al policía y a Lima que daban vueltas por el siempre y cuando la muerte haya sido infligida por sí misma.
suelo hasta quedar detenidos en el borde del camino, Vemos que no otra es la muerte de Cesárea, acontecida en
el policía encima de Ulises, la pistola en la mano del
medio de una patética violencia, una violencia a la que se lazó
policía apuntando a la cabeza de Ulises, y vi a Cesárea,
“por sí misma”, conociendo además el riesgo de tal osadía,
vi la mole de Cesárea Tinajero que apenas podía co-
rrer pero que corría, derrumbándose sobre ellos, y oí previendo que salida no había si no era a través del deceso; de
dos balazos más y bajé del coche. Me costó apartar el manera que si la muerte tomó por sorpresa a Hipatía varios
cuerpo de Cesárea de los cuerpos del policía y de mi siglos atrás, Cesárea decidió no esperar y sorprender a ella mis-
amigo. Los tres estaban manchados de sangre, pero ma; y lo hizo tal vez porque ya era tiempo de morir, porque “no
sólo Cesárea estaba muerta. Tenía un agujero de bala existía ningún lugar adonde pudiera huir” (460) sin que el peso
en el pecho. El policía sangraba de una herida en el del mal no se ciñera sobre su moribundo tiempo. Su muerte, por
abdomen y Lima tenía un rasguño en el brazo derecho tanto, no es solo una muerte, sino varias, comenzando con la de
(603-604). ella misma, claro; también está la muerte de la vanguardia en
tanto modo literario remitido a la modernidad y sus particulares
Luego del violento encuentro, en el cual finalmente murieron
posiciones de sujeto; y está la muerte de la modernidad misma
Alberto y su acompañante, “Belano decía que la habíamos ca-
y sus promesas de progreso que se desahucian ante el horror
gado, que habíamos encontrado a Cesárea sólo para traerle la
que se avecina. La muerte de Hipatía, no por nada llamada
muerte” (604). ¿Cómo leer este fragmento, cómo leer este fatal
“la última filósofa griega”, marcó el fin de una época, la de la
(des)encuentro, en el que Cesárea entrega su vida para salvar
antigüedad grecorromana. Así también la muerte de Cesárea
nada menos que la vida de Ulises (y la de Belano)? Parte de
marca el fin de una época, de su época, y configura las muertes
una respuesta la podemos encontrar en los griegos, a quienes,
que vendrán.
como ya hemos visto, Bolaño retorna constantemente, si bien
de manera diferente, en casi todas sus novelas. Ello porque en
nuestra lectura, Cesárea alegoriza no solo la muerte humana, 7. El ascenso del infierno
sino también la de una época, como en su tiempo lo hiciera
Cómo leer entonces la obra de Bolaño si no es bajo las formas
también Hipatía. Por ello nos atrevemos a señalar que la muer-
de la figura y la alegoría. Hemos visto que Cesárea Tinajero
te de la madre del real visceralismo ha sido configurada de una
representó un oasis de horror en medio de un desierto gober-

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

nado por el tedio, por aquello que Baudelaire llamó Spleen... La creencia en el más allá, que era otra de sus marcas, precisamen-
pregunta que surge luego de haber establecido estas formas te la que aquí estamos refiriendo.15
como las acertadas para leer a Bolaño, es de dónde recuperó la A diferencia de Dante, que también recurrió a los poetas de
alegoría y de dónde la figura. Para el primer caso, creemos no la antigüedad para construir su obra, haciendo suya “la his-
estar errados si mencionamos un nombre: Charles Baudelaire, toria de la transformación y salvación de un hombre, Dante,
nombre que en parte nos ayuda a dar una respuesta. Para el se- y como tal, una figuración de la historia de la salvación de la
gundo, nos atrevemos a señalar que Bolaño obró figuralmente humanidad en general” (Mimesis 180), en la obra de Bolaño la
gracias a su capacidad de comprensión lectora, pues cada vez figuración es radicalmente criatural y terrena, sin ningún más
nos vamos enterando un poco más de los grandes dotes que allá, sin vida eterna y, como veremos en el próximo y último
tenía para leer y recordar lo que leía. Auerbach ha mostrado apartado, sin salvación, lo que implica que también se distan-
la presencia del realismo figural en la literatura occidental, y cia de la resurrección por la que apostó el Trauerspiel, pues si
hoy no hay duda de que Bolaño conocía, a veces de manera en este es el cielo el que desciende a la tierra, en 2666 es el
muy detallada, gran parte de esa literatura, sino toda. El eco de infierno el que se eleva a la tierra y se apodera de ella. En la
Dante, sin ir más lejos, resuena fuertemente en Las flores del mal Divina Comedia vemos retornar el imperio romano universal
y Dante es para Auerbach el realista figural por antonomasia, “como figura terrena de la consumación celeste en el reino de
y creo que Bolaño, al buscar la forma de darle expresión a su Dios” (Mimesis 186), mientras en 2666 la figuración se cumple
particular manera de aprehender el mundo, conectó o puso sin promesa alguna y lo hace en la muerte y la descomposición
en relación su obra (la unidad del conjunto de la que habla de miles de cuerpos, pero también en la descomposición de la
Auerbach) y lo hizo, tal vez sin percatarse de ello, figuralmen- humanidad toda.
te, pues pensaba que una obra menor era configurada por una
obra maestra, a la que luego camufla (2666 983-984). Cuando el realismo figural comenzaba a perder su fuerza,
aquella que radicada en el cumplimiento o consumación del
Sin embargo, el realismo figural que gobierna la relación algún porvenir otrora anunciado, una profunda mezcla de esti-
entre las obras de Bolaño es radicalmente distinto al del floren- los le permitiría reponerse, cuestión que implica o conlleva que
tino, quien, como ya hemos visto, desarrolla el cumplimiento su acento baje del cielo a la tierra, un descenso, por cierto, que
de la figura en un más allá (el paraíso), el mismo más allá que lo acerca a la alegoría benjaminiana:
se buscaba alegóricamente en el Trauerspiel; se trata de una
coincidencia nada sorprendente si pensamos que ambos esta- Trátese todavía... de la consecuencia de la mezcla
ban, de alguna manera, afectados por los modos de representa- cristiana de estilos, sin la cual el género de realismo
ción heredados de la Biblia que fueron estudiados en Mimesis. que hemos definido como “criatural” no hubiera sido
Auerbach no lo señala, ya que no se encargó del Trauerspiel, concebible. Pero éste se ha liberado ya de su servidum-
pero no nos alejamos demasiado al afirmar que el drama barro- bre hacia los pensamientos cristiano-universales del
co también sufrió el influjo de la concepción figural cristiana, orden, y ya no sirve a ninguna clase de idea ordena-
a pesar de que esta se opusiera a la tragedia; dicha oposición dora... el acento se ha desplazado, y recae con mucha
provenía del impuso que no le permitía operar con estilos es-
criturales separados (sino que más bien su fuerza provenía de 15.  En Mimesis, leemos: “El más allá es, como dijimos, el acto consumado
que nunca obró diferenciando lo sublime y lo bajo) y no de la del plan divino; en relación con él, todo lo que acontece en la tierra es figural,
potencial y ha menester de consumación, lo cual es válido también para las
diversas almas de los muertos, pues solo ahí, en el más allá, alcanzan la
consumación y acabado, la verdadera realidad de su forma” (187).

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

más fuerza sobre la vida terrenal, y ésta es rebajada en por tanto, deseado, sino, por el contrario, para mostrar, como
forma mucho más abierta y efectista por referencia a la dice Benjamin, “que esta lejanía se postra a los pies de lo que
decadencia y la muerte terrenales que a la salud eterna estaba cerca de Baudelaire: el Paris del segundo imperio”, esto
(Mimesis 342). es, el del advenimiento de la fantasmagoría. Lo incógnito se
A lo que está apuntando aquí Auerbach es al retorno de la ex- presenta o se vuelve, a los ojos de este viajero, muy pronto
periencia de la caducidad, y lo hace de una manera no muy conocido y monótono y todo indicaría que tal hastío o aburri-
distinta a la de Benjamin. Ello ha sido posible porque el orden miento se mantendrá por siempre, por eso es que es amargo el
medieval ha ido perdiendo paulatinamente su fuerza, y, con él, saber que el viaje puede brindar, y si se ha de buscar una al-
también el realismo figural, y si bien la mezcla de estilos conti- ternativa, será lamentablemente entreteniéndose con el horror.
nuará, lo hará solo hasta perder completamente su referencia a Recordemos que iniciamos nuestra lectura de la obra de
la concepción figural cristiana. Es más, en el siglo XIX apenas Bolaño considerando su ensayo “Literatura + enfermedad
quedan rastros de ella. = enfermedad”, cuya reflexión central surge a partir de este
Distinto es el caso de la alegoría, que retornará con fuer- mismo verso de Baudelaire: “¡En desiertos de tedio, un oasis
za, aunque bastante solitaria, en este mismo siglo, gracias a de horror!”. También señalamos que para Bolaño, como antes
Baudelaire, y volverá a retornar por obra de Benjamin. Bolaño, para Baudelaire, “no hay diagnóstico más lúcido para expresar
que sin emplear el término, se ha convertido para nosotros la enfermedad del hombre moderno”.
en un escritor alegórico, y ello porque su época es alegóri-
ca; y si más arriba mencionamos a Baudelaire, se debe a que 8. Adenda
muchos son sus ecos en toda su obra, y en particular en 2666.
Comencemos por el epígrafe que abre el libro: “Un oasis de ho- Estimadas y estimados lectores… queda tan solo un último
rror en medio de un desierto de aburrimiento”. Este verso está punto de este largo capítulo, de este tentativo libro, con el que
tomado de “El viaje”, poema publicado en Las flores del mal, y se cierra nuestra lectura de la narrativa latinoamericana del si-
precisamente en la sección titulada “La muerte”.16 Allí leemos: glo XXI, unas páginas que nos permitirán ensayar una lectura
de nuestro mundo.
¡Amarga ciencia esta que el viaje nos brinda! Vico señalaba que la historia humana desembocaba en un
El mundo tan pequeño, tan monótono, hoy, caos y en una absoluta degeneración antes de volver a comen-
ayer, mañana, siempre, nuestra imagen nos muestra: zar un nuevo ciclo. Él vivió en la época de los hombres, donde
¡un oasis de horror en desiertos de hastío! (Las flores
supuestamente la racionalidad potenciaba las alegrías del vi-
del mal 493).
vir. Lejos de eso, y anticipándose a la Dialéctica de la ilustración,
El poema inicia con la mirada de un niño (enfant), para quien Vico había comprendido perfectamente “la barbarie de la re-
“iguales son el mundo y su vasto apetito”; pero ese mundo flexión”. Lo que posiblemente no comprendió, como hombre
puede ser ensanchado bajo la luz de una lámpara o reducido a de su tiempo, fue la radicalización de tal barbarie y tal caos,
la luz del recuerdo. Es la distancia, entonces, la lejanía, aquello una radicalización que bien podría haber dado paso a una
que Baudelaire nos está indicando, y lo hace no para mostrar cuarta época, no entrevista por él. El crítico neoconservador
esperanza en ella, que podría coincidir con lo no conocido y, Harold Bloom señaló en El canon occidental (1994) (un libro que
Bolaño conocía muy bien) que a “nuestro siglo, mientras finge
16.  Seguimos aquí la edición de Cátedra, 1995, en traducción de Luis proseguir la edad democrática [la de los hombres], nada puede
Martínez de Merlo. caracterizarlo mejor que el adjetivo de caótico” (12), lo que lo

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

lleva obviamente a hablar de la “edad caótica”. Pero “caóti- logró, pero su ayudante se lo bebió antes que él. Borges ya había
ca” no tiene la continuidad que Vico vislumbró entre dioses, cantado la inmortalidad de Agrippa, pues la refraseada sentencia
héroes y hombres, por lo que a las edades divina, heroica y la encontramos en uno de sus tempranísimos ensayos, titulado
humana les debe seguir una que les corresponda, que otorgue “La nadería de la personalidad”, publicado luego en Inquisiciones
coherencia a las edades viquianas y su devenir. Ello porque (1925), uno de los tres libros que excluyó de sus obras completas,
nombrar a “nuestra” época como caótica tiene más relación aunque lo central de su reflexión se mantendrá a lo largo de toda
con los prejuicios de Bloom, a quien el acoso del multicultu- su obra. Este texto fue el primer ensayo de Borges en la revista
ralismo, los estudios postcoloniales y el nuevo historicismo lo Proa, la revista que fundara en 1922 en compañía de Macedonio
tienen con los nervios de punta, y no logra ver sino un inmenso Fernández y Ricardo Güiraldes. Revisado y modificado para el
caos al que su impulso canónico pretende hacer de antídoto. libro, tenía por objetivo recordar, como Montaigne mucho an-
Más bien buscando por otros rumbos, tal vez buscando en tes, la imposibilidad del yo (“no hay tal yo de conjunto”, apunta
la literatura misma, para no alejarnos demasiado, podamos Borges), dado que está constantemente asediado por otros yoes,
encontrar el nombre justo para la edad malamente definida otros textos, y otras memorias que hacen insostenible su coheren-
como “caótica”; quizá con Cartaphilus –a quien ya nos hemos cia; quien afirme lo contrario, “abusa del símbolo que plasma la
referido– podamos arribar a ese nombre que se nos escapa, memoria en figura de duradera y palpable troj o almacén” (94).
pues este inmortal afirmó ser, como el alquimista y cabalista Frente a esta incapacidad de clausura, Borges señala que se han
Cornelio Agrippa, “dios, héroe, filósofo [es decir, hombre] y presentado dos opciones, ya que por un lado se encuentran aque-
demonio… lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy” llos que la vanaglorian y, por otro, quienes la deploran. Agrippa
(“El inmortal” 541).17 está con los primeros, claro está, y es en el epígrafe a su De incer-
titudine et vanitate de scientiarum et Artium (De la incertidumbre y
“El inmortal” fue publicado inicialmente en Los anales de vanidad de las ciencias y las artes) donde encontramos su senten-
Buenos Aires dos años antes de su publicación definitiva en El cia. Borges la traduce así:
aleph (1949), y con un título algo diferente: “Los inmortales”, pues
es evidente que Borges no solo está hablando de Homero, sino Entre los dioses, sacuden a todos las befas de Momo.
también de sí mismo, pero no con el fin de saberse o desearse Entre los héroes, Hércules da caza a todos los monstruos.
inmortal, sino de recordar que no hay inmortalidad posible: “Yo
Entre los demonios, el Rey del Infierno, Plutón, oprime
he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, todas las sombras.
seré todos: estaré muerto” (543). Agrippa, lo sabemos porque lo
Mientras Heráclito ante todo llora.
recuerda su mito, buscó la vida eterna, pero no en el más allá sino
en la tierra, y para ello debió acercarse a la alquimia, la cábala y Nada sabe de nada Pirrón.
el ocultismo; obviamente fue acusado de hechicería y encarce- Y de saberlo todo se glorifica Aristóteles.
lado, pero los eruditos y nobles de su época lo protegieron. Su Despreciador de lo mundanal es Diógenes.
mito también lo recuerda acompañado de un perro negro, que no A nada de esto, yo Agrippa, soy ajeno.
habría sido otro que el mismo diablo. Parte de su mito fue ficcio- Desprecio, sé, no sé, persigo, río, tiranizo, me quejo.
nalizado por la autora de Frankenstein, en un relato que lleva un Soy filósofo, dios, héroe, demonio y el universo entero.
más o menos conocido título: “El mortal inmortal”, donde se nos
cuenta que Agrippa buscó dar con el elixir de la inmortalidad, y lo Incertitudine et vanitate fue impreso en Colonia en 1527; se trata
de una sátira del paupérrimo estado de la ciencia en su tiempo,
17.  Cita levemente modificada.

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

pero también de una crítica del cerrado y ortodoxo círculo de los ciudad, y luego empezamos a caminar por la avenida
teósofos dominantes. En varias de sus posteriores ediciones, este Guerrero, ellos un poco más despacio que antes, yo un
epígrafe ha sido mal traducido y mal comprendido (aunque no poco más deprimida que antes, la Guerrero, a esa hora,
en el sentido del misreading bloomiano), pues al llevar inscrito su se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no
nombre, se piensa, a partir de citas fuera de su libro, que tales a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni
a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año
palabras han sido sobre él pronunciadas. El soy ha sido cambiado
2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muer-
por al, error en el que incluso cayó Carl Jung, en su Paracélsica. to o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo
Otros, como el lexicógrafo francés Jean-Pierre Nicéron (1685- que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo
1738), creyeron que se trata de una calumnia. La cita está ínte- todo (Los detectives salvajes 76-77. Énfasis agregado).
gramente repetida en Dignorum laude virorum quos Musa vetat
mori immortalistas, escrito por el historiador de literatura alemana 2666 se nos presenta primero como un cementerio, y no cualquier
Melchior Adam (1705), libro que reúne en cinco tomos la vida cementerio sino uno olvidado. De manera figural y no literal, ya
de los más famosos teólogos, jurisconsultos, políticos, médicos hemos visto que aparece una cifra cercana a esta hacia el término
y filósofos alemanes, entre los que por supuesto está Agrippa. de Los detectives salvajes:
De manera que nos es imposible saber de dónde la tomó Borges,
dado que nosotros hemos accedido a estos libros gracias a goo- Cesárea dijo algo sobre los tiempos que se avecinaban...
gle.books, algo que Borges bien puedo haber imaginado, pero Cesárea habló de los tiempos que iban a venir y la maes-
tra, por cambiar de tema, le preguntó qué tiempos eran
no conocido. De todos modos, lo importante aquí es que, como
aquéllos y cuándo. Y Cesárea apuntó una fecha: allá por
ya hemos señalado, ella nos permitirá entregar el nombre justo
el año 2.600. Dos mil seiscientos y pico. Y luego, ante la
a “nuestra” época, dado que es esta sentencia la que nos lleva a risa que provocó en la maestra una fecha tan peregrina,
pensar que la edad demoniaca es la que mejor nombra el presen- risita sofocada que apenas se escuchaba, Cesárea volvió
te que nos envuelve. a reírse, aunque esta vez el estruendo de su risa se man-
Sabemos que en Bolaño nada es casual, y menos aún lo debe tuvo en los límites de su propia habitación (596-597).
ser esa enigmática cifra que dio por título a la obra en la cual
En Los detectives, tímidamente Bolaño se va acercando a esta cifra
trabajaba cuando aconteció su muerte: 2666. Una primera noticia
casi cabalística que empleará para su novela póstuma, pues si
de esta cifra ya la habíamos visto en Amuleto (1999), poco des-
2666 es primero un cementerio, no otra cosa que la muerte es lo
pués de que Auxilio comenzara a seguir a Belano y a Ernesto San
que está anunciado Cesárea allá por 1945, pues “los tiempos que
Epifanio, quienes se dirigían de madrugada hacia los terrenos
se avecinaban” así lo develarían. Pero, ¿de dónde sacó Bolaño
del Rey de los putos, pues éste se había adueñado del cuerpo de
esta cifra que hace de título? Baudelaire, una vez más, se nos
Ernesto, y Arturo estaba dispuesto a obrar para que tal dominio
aparece con una posible respuesta, pues fue él quien alguna vez
cesara:
pensó un título similar para esos poemas en prosa titulados El
Y los seguí: los vi caminar a paso ligero por Bucareli has-
spleen de París (publicado póstumamente en 1869).
ta Reforma y luego los vi cruzar Reforma sin esperar la Recordemos que este libro tiene un donatario, está dedicado a
luz verde, ambos con el pelo largo y arremolinado por- Arsène Houssaye, el director literario de La presse, el diario don-
que a esa hora por Reforma corre el viento nocturno que de Baudelaire publicó gran parte de sus pequeños poemas. Sin
le sobra a la noche, la avenida Reforma se transforma en embargo, la carta que hace de nota editorial y que abre el poema-
un tubo transparente, en un pulmón de forma cuneifor- rio se trataría, al parecer, de un segundo texto o de un texto en
me por donde pasan las exhalaciones imaginarias de la

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

“limpio”, como señala Derrida en Dar (el) tiempo, puesto que relación numérica, pero los pequeños poemas suman cincuen-
existe un “borrador”, un ensayo de la dedicatoria final; entre ta, de manea que Baudelaire está aquí (también) jugando con
las diferencias que guardan, aquí interesa una, aquella que el título, que terminará siendo El spleen de Paris. Otros títulos
plantea precisamente la cuestión del título. La carta publicada, pensados antes de la publicación definitiva fueron Poemas noc-
la presentación de donde tomaremos unos fragmentos, es esta: turnos, El fulgor y el humo, El paseante solitario y El vagabundo pa-
risino. En memoria de Baudelaire, podemos agradecer entonces
A Arsène Houssaye “el grado de su moderación”, puesto que la mayor dificultad
Mi querido amigo, le envío una obrita, de la cual no que dejó, por lo menos a sus lectores no franceses, fue la pa-
podría decir, sin injusticia, que no tiene ni pies ni ca- labra spleen. Por el contrario, no se restó Bolaño a moderación
beza, ya que todo, al contrario, es allí a la vez cabeza y alguna, dejándonos, él sí, una intriga de más de mil páginas.
cola alternativa y recíprocamente. Conocía muy bien la obra de Baudelaire y dudamos que este
[…] amago de título no haya sido de su conocimiento, eso sí, se
Tan pronto como he comenzado el trabajo, percibí cuidó muy bien de dejar testimonios sobre sus intensiones.
que no sólo me encontraba muy lejos de mi misterio-
Esta es, entonces, nuestra lectura de dicha intriga: el número
so y brillante modelo [Gaspar de la noche, de Aloysius
central del título es 666 y el 2 que inicia no haría sino inscribir
Bertrand], sino que también hacía algo (si es que esto
puede llamarse algo) singularmente diferente, acciden- una repetición. 666 no es (sólo) el día de la bestia ni la alegoría
te del que otro que no sea yo sin duda se enorgullece- del advenimiento de un individuo llamado Anticristo. Bolaño,
ría, pero que no puede más que humillar profunda- como Borges, juega con los números, pero nunca tanto. 666 es
mente a un espíritu que ve el honor más grande del el advenimiento y la instauración del mal absoluto, un mal que
poeta el cumplir justo lo que proyectó hacer (“Petits el número 2 no haría sino repetir… en Europa y en México, que
poèmes en prose” 9-10). es como decir en ambos lados del globo. Parafraseando a Rolf
Tiedemann, podríamos señalar que Bolaño nos está indicando
Veamos ahora parte de su variante, no publicada: que en las ruinas de ayer se comprenden los enigmas de hoy. La
opción de 2666 como título para su último libro debe de haber
a Houssaye
sido tomada del autor de Las flores del mal, quien también radi-
El título calizó su obra hacia el final de su vida. Baudelaire, que también
La dedicatoria padecía de una enfermedad crónica, llegó a una comprensión
[…] de mal que percibimos en los poemas que agregó a su mayor
He buscado títulos. Los 66. Aunque, sin embargo, esta libro, en su edición de 1861. Ya hemos señalado que “El viaje”
obra, que tiene algo de tornillo y de caleidoscopio, cierra Las flores del mal, poema que junto a otros dos, “El fin de
puede muy bien ser empujada hasta el cabalístico 666 la jornada” y “El sueño de un curioso”, permiten que el cierre
e incluso al 6666… inicial sea trastocado, como señala Enrique López Castellón en
Eso vale más que una intriga de 6000 páginas. Que su edición de Akal, de manera problemática e inquietante.
se agradezca, entonces, el grado de mi moderación
Ahora el poeta apostaba a una “forma de ultratumba que
(“Petits poèmes en prose” 181-182).
se parece a la nada... el autor prefirió saltar hacia el abismo”
En la presentación a su traducción de Petits poèmes en prose, (Baudelaire, Obra poética completa 623). Bolaño, escritor alegó-
Pablo Oyarzún menciona estas cifras, aunque siempre en una rico gracias a Baudelaire, también, y lo que nos arrojó como su
última obra es la noticia de que ya no estamos seguros ni en

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

nuestra propia casa, pues por mucho que nos escondamos, el su mala conciencia por causa de su culpa de sangre; tras esta
mal lo invade todo y frente a él no hay tesoros que nos ayuden; superstición se oculta un filón de fina sensibilidad ética que
vivimos en la época del infierno y los demonios, y frente a ello nosotros, los hombres civilizados, hemos perdido” (“Nuestra
no hay mucho que hacer. Y aquí precisamente radica la diferen- actitud hacia la muerte” 297). Freud escribió estas líneas a me-
cia con Baudelaire, pues si éste señalaba en el poema que abre ses de iniciada la Primera Guerra Mundial, y nada indica que
Las flores del mal, que “hacia el infierno damos un paso cada a casi un siglo de su publicación hayamos recuperado algo de
día”, Bolaño dirá que tanto caminar en esa dirección terminó aquella sensibilidad ética, por el contrario, lo poco que de ella
por hacer de nuestro mundo el infierno mismo. Sabiéndolo o permanecía se ha ido agotando paulatinamente, guerra tras
no, Bolaño se hace eco de unas palabas de Albert Camus (1959), guerra, pero también tras cada espectáculo de horror que se
aquellas inscritas en un pequeño texto titulado “Prometeo en levanta para matar el aburrimiento.
los infiernos”, y publicado en El verano. Sin embargo, tal vez no todo esté perdido, quizá una chispa
de esperanza, espectral, algo pueda hacer, incluso una chispa
El año en que estalló la guerra yo me proponía embar-
carme para volver a realizar la navegación que había
como la locura. En 2666 leemos que una tal María Expósito se
hecho Ulises. En aquella época, hasta un joven pobre encontró en 1976 con dos jóvenes que se movían en un auto, y
podía forjar el suntuoso proyecto de atravesar el mar que “parecían estar huyendo de algo y a los que tras una sema-
en busca de la luz. Pero en aquel momento hice lo que na vertiginosa nunca más volvió a ver”. La señorita María sería
hicieron todos. No me embarqué. Ocupé mi lugar en la primera mujer, de la larga genealogía Expósito, que tendría
las filas que pataleaban delante de la puerta abierta del un hijo sin ser violada. Durante los días de aquella semana ali-
infierno. Poco a poco fuimos entrando en él, y al pri- mentó a los jóvenes y durante las noches “hicieron el amor con
mer grito de la inocencia asesinada la puerta se cerró ella, dentro del coche o sobre la tierra tibia del desierto, hasta
rechinante a nuestras espaldas (107). que una mañana ella llegó al lugar y no los encontró” (2666
697).
Este texto está firmado en 1946. Si hemos de concordar con
Borges, para quien un hombre es todos los hombres, podría- Tres meses después, cuando su tatarabuela le preguntó
mos señalar entonces que un Ulises es todos los Ulises, se ape- quién era el padre de la criatura que esperaba, la joven
lliden Lima o Camus, y aquella puerta que se cerró rechinante, María Expósito tuvo una extraña visión de sí misma:
aquella puerta que nada más traspasar daba de frente con el se vio pequeña y fuerte, se vio cogiendo con dos hom-
infierno, parece en verdad haberse cerrado, pero parece que bres en medio de un lago de sal, vio un túnel lleno de
al cerrarse lo hizo con todo el mundo en su interior... hoy los macetas con plantas y flores. En contra de los deseos de
gritos son tantos que ya es imposible identificarlos, o bien nos su familia, que pretendió bautizar al niño con el nom-
hemos acostumbrado a vivir con ellos. bre de Rafael, María Expósito le puso Olegario, que es
Frente a los alaridos, los biempensantes acostumbran a el santo al que se encomiendan los cazadores y que fue
un monje catalán del siglo XII, obispo de Barcelona y
recordar el salvajismo de nuestro mundo, con lo cual quieren
arzobispo de Tarragona, y también decidió que el pri-
comparar a los actuales habitantes del infierno con el hombre mer apellido de su hijo no sería Expósito, que es nom-
primitivo, pero olvidan que este no es un asesino sin remordi- bre de huérfano, tal como le habían explicado los estu-
mientos, dado que, como recordó Freud, sus matanzas deben diantes del DF una de las noches que pasó con ellos,
ser limpiadas antes de que el espíritu del enemigo retorne en dijo la voz, sino Cura, y así lo inscribió en la parroquia
busca de venganza. Ese espíritu “no es sino la expresión de de San Cipriano, a treinta kilómetros de Villaviciosa,

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Sin retorno Capítulo V: El viaje del último Ulises

Olegario Cura Expósito, pese al interrogatorio al que Cura posiblemente nos entregue las pistas que debemos se-
la sometió el sacerdote y a su incredulidad acerca de la guir para recuperar la fuerza de la literatura, la misma que
identidad del supuesto padre (698). el Quijote alzara contra gigantes y tempestades y que aquí se
enfrenta al horror. Corolario: es en la literatura entonces donde
En este punto se hace pertinente recordar que después de la
se juega la promesa de un otro por-venir.
muerte de Cesárea Tinajero, Ulises Lima y Arturo Belano se se-
paran de Lupe y García Madero, y parecen ser ellos, quién más
si no, los que mediante un ménage à trois engendraron al hijo
de María Expósito. De aquel encuentro nació Olegario Cura
Expósito, a quien sus amigos llaman Lalo, Lalo Cura (Lalo
Cura = La loCura). Ya crecido, Lalo será reclutado para formar
parte de la policía de Sonora, donde aprenderá (y será el único
en emplearlas) las técnicas asertivas de la investigación crimi-
nalística, y las estudiará como si lo hiciera en la Universidad
desconocida. En 2666, leemos:

Por aquellos días Lalo Cura encontró unos libros en


la comisaría, que nadie leía y que parecían destinados
a ser alimento de las ratas en lo alto de las estanterías
llenas a rebosar de informes y archivos que todo el
mundo había olvidado. Se los llevó a su casa. Eran
ocho libros y al principio, para no abusar, se llevó tres:
Técnicas para el instructor policíaco, de John C. Klotter,
El informador en la investigación policíaca, de Malachi
L. Harney y John C. Cross, y Métodos modernos de
investigación policíaca, de Harry Söderman y John J.
O’Connell. Una tarde le comentó a Epifanio lo que
había hecho y éste le dijo que eran libros que enviaban
desde el DF o desde Hermosillo y que nadie leía. Así
que terminó llevándose a su casa los cinco que había
dejado. El que más le gustaba (y el primero que leyó)
fue Métodos modernos de investigación policíaca (548).

De su lectura criminalística, Lalo Cura aprenderá a manejarse


mejor ante los crímenes, mientras sus colegas “lo miran como
si se estuviera haciendo el pendejo”. Tal reacción se debe, qui-
zá, a que los griegos no solo inventaron el mal, sino también la
locura, legándonos así un gran abanico, “y sin embargo ahora
ese abanico no nos dice nada” (338). Como el amuleto del que
nos hablara Auxilio Lacouture, otra supuesta loca, Olegario

296 297
AGRADECIMIENTOS

Sergio Pitol señala en El arte de la fuga que uno “es los libros
que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y
olvidada, las calles recorridas”… a mi me gustaría agregar que
uno es, también, los amigos que tiene. El trabajo intelectual,
sea del tipo que sea, tiene lugar gracias a las incesantes y he-
terogéneas relaciones que quien escribe, pinta o toca establece
con el mundo que le rodea, y Sin retorno no habría sido po-
sible sin ese mundo. Comienzo con Mary Luz Estupiñán, la
persona más importante para este libro, que no solo ha tenido
que soportarlo a él sino también a su escritor, de manera que
además del diálogo intelectual, agradezco el afecto entregado a
lo largo de estos años; si algo de lo aquí escrito tiene relevancia,
también está en deuda con ella. Horst Nitschack es uno de los
culpables de que haya terminado dedicándome a la literatu-
ra y como tal debió asumir dudas e inquietudes que junto a
una botella de vino siempre fueron bien conversadas. Gloria
Freire, mi madre, es otra culpable de mi pulsión literaria, pues
mientras estudiaba a Max Weber o a Emile Durkheim duran-
te los años de sociología, me daba a leer a Borges como una
especie de antídoto contra la normalización profesionalizante.
El diálogo con amigos cuyas lecturas y escrituras son cerca-
nas o afines a los temas aquí tratados resultó fundamental; la
discusión sobre Carl Schmitt con Sergio Villalobos Ruminott y
Óscar Cabezas, como también sobre literatura a-nómica ha sido
importante para mi lectura de Los pasos perdidos y Cien años de

299
Agradecimientos Agradecimientos

soledad. La hospitalidad de Miguel Valderrama, su preocupa- años gracias a él, fueron fundamentales. Anacristina Rossi me
ción constante por mi trabajo, su completo desinterés, me per- ayudó a comprender el mundo de las editoriales y quizá para
miten pensar en una democracia literaria por-venir. Lo mismo que no me desilusionara tanto, me insistió en que recorriera
sucede con Gastón Molina, con quien se puede disfrutar Stener la costa atlántico, pero Limón ya no era aquella que otrora
y Flaubert… y Dino Buzzati. La lúcida lectura sobre ensayística recorrió Marcus Garvey. La conversación con Rodolfo Arias
y narrativa contemporánea con Leonel Delgado también resul- me permitió entender al Emperador Tertuliano y la legión de los
taron imprescindibles; la distancia se suple con tecnología, así superlimpios, una novela comiquísima como pocas, publicada
que la teoría discutida en su momento por skype con Max Tello por la extinta EDUCA y lastimosamente desconocida fuera de
me ayudó bastante. Will Corral leyó versiones de lo escrito y Costa Rica. La biblioteca de George Yúdice me ayudó incluso
permitieron sin duda a mejorarlo. La gratitud con Claudio con libros que no esperaba encontrar en San José ni en ningu-
Barrientos merecería más espacio, pues el diálogo académico na otra parte; también le agradezco el haberme incentivado a
fue además complementado con su apoyo y confianza laboral. conocer a Jazmín Ross y su Flota negra, otra gran novela sobre
La amistad de Julio Ramos no ha hecho sino catalizar mi traba- Garvey. A Marvin del Cid, periodista arriesgado como pocos,
jo, y en múltiples direcciones: le debo lecturas y viajes. de esos con los que Bolaño iría a la guerra, le debo el haber dis-
Entre los amigos, Alejandra Castillo, Miguel Urrutia, Marian frutado no solo de literatura, sino también de Guatemala, de
Schlotterbeck, Ely Prudant, Valentina Letelier, Alejandra costa a costa; cómo olvidar que en Puerto Barrios nos alojamos
Bottinelli, Rebeca Errázuriz, Pablo Concha, Katia Valenzuela, en un hotel que hace unas pocas décadas no alojaba turistas,
Hugo Herrera, Iván Pincheira, Ignacio Bajter, Johan Gotera, sino las oficinas de la mismísima United Fruit Campany. Ofelia
Renata Pontes y Florencia Henríquez me han apoyado de dis- Chirix me mostró una Guatemala insurrecta y golpeada, esa
tintas maneras. que reconocemos en Indolencia, de Castellanos Moya, escritor
a quien también debo agradecer por la disposición a conversar
El año 2013 comencé a trabajar en el Departamento de sobre su obra. Lo mismo con Rodrigo Rey Rosa y nuestra grata
Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. entrevista. A Rodrigo lo conocí a través de Beatriz Cortés, a
En este lugar, un posible oasis en medio del desierto acadé- quien también agradezco su ayuda para aprehender con ma-
mico, alumnos y colegas han resultado esenciales para seguir yor detalle la literatura del istmo. En Río de Janeiro, el recibi-
pensando el lugar de la literatura en el siglo XXI. Nombrarlos miento neoconcreto de João Papadopoulos y Luciana Quillet
a todos sería abusar de vuestra confianza, pero no puedo dejar Heymann, y las últimas conversaciones sobre Parra y Bolaño
de referir a Clara Parra, Claudio Guerrero, Catalina Forttes y son un estimulo para regresar cada año; como también lo es la
Byran Green. generosidad de Silviano Santiago, de quien aprendo con cada
conversación y con cada texto suyo. De Colombia, agradezco
Esta investigación me llevó a distintos lugares. Buenos Aires el la disponibilidad de Jorge Franco y su ayuda para contactar a
primero, así que agradezco la hospitalidad de Maria Stegmayer, Tomás González.
gesto al que sumamos la plática sobre literatura argentina,
pero también sobre Juan Villoro, lectura compartida. También Last but not least, agradezco a mi familia, en especial a mi abue-
debo agradecer a Celina Manzoni, con quien inicié el diálogo la, cuyo esfuerzo logró sacar adelante a hijos, nietos y hoy a
sobre Bolaño en Santiago y lo continué en Argentina. En Costa bisnietos, de manera que estas páginas también están en deuda
Rica, la amistad de Albino Chacón, así como el recorrido por con ella; a mi hermano Fabián y su hijo Vicente, el pequeño
la literatura centroamericana que comencé hace ya un par de Telémaco de la casa, y a quien va dedicado el último capítu-

300 301
Agradecimientos

lo del libro, a la espera de que pronto pueda leer el Ulises de BIBLIOGRAFÍA


Charles Lamb.

Sé que más de un nombre debe quedarse en el teclado, y de


verdad lo siento, pues esta tesis es el cruce de una infinidad de
relaciones de las que siempre me estoy aprovechando. Antes
de cerrar, debo reconocer el apoyo de Conicyt, que me becó por
cuatro años y medio, a cambio de potenciarme como capital
humano avanzado, cuestión que agradezco, pues me permitió
pensar el proyecto que sigue. Su deconstrucción.

Santiago, marzo de 2012-Viña del Mar, agosto de 2014


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