Capítulo 6 Obesidad
Objetivos de aprendizaje
Al terminar este capítulo, el lector deberá ser capaz de:
1 Discutir la prevalencia de la obesidad.
2 Identificar y entender los determinantes de la obesidad.
3 Identificar problemas de salud relacionados con la obe-
sidad.
4 Discutir la importancia de las intervenciones con base indi-
vidual y comunitaria, así como políticas, para hacer frente
a la obesidad.
Glosario
Adiposidad: otra palabra para hacer referencia a la obesidad
Ambiente obesogénico: medio que contribuye a la ganancia
ponderal en la población; este ambiente incluye los cambios
del ambiente alimentario y el grado de actividad de las perso-
nas (Standing Senate Committee on Social Affairs, Science
and Technology, 2016)
Apnea del sueño: los defectos mecánicos del tejido adiposo
voluminoso que circunda el cuello inducen una obstrucción
para la respiración, en particular durante el sueño, lo que de-
sencadena este trastorno. Un perímetro cervical de 43 cm o
más en varones, o de 40.5 cm o más en mujeres se asocia a
episodios de respiración alterada, que reincide hasta 30 ve-
ces cada noche. Los observadores describen el ronquido in-
tenso, seguido por una pausa de 10 s o más de la respiración,
tras lo que se presenta un resoplido de gran volumen y el
restablecimiento de la respiración usual
Bariatría: «la rama de la medicina que se encarga de la pre-
vención, el control y el tratamiento de la obesidad» (Taber’s
Cyclopedic Medical Dictionary, 2009, p. 244)
Consumo en atracones: periodo de indulgencia para la ingesta
o la bebida sin control o en exceso, tras el cual en ocasiones
se recurre a la purga
Depresión: la obesidad incrementa un 37% el riesgo de recibir
el diagnóstico de depresión mayor, mientras que los varones
obesos tienen un riesgo 37% menor de depresión que aque-
llos con peso normal. Entre los varones, el peso subóptimo se
asocia a riesgos significativamente mayores de depresión y
suicidio, aunque queda claro si la relación es causal o si los va-
rones con depresión fuman con más intensidad, por ejemplo
Dislipidemia: se desarrolla de forma progresiva al tiempo que
el IMC se incrementa a partir de 21, con un aumento de las
lipoproteínas de baja densidad, pequeñas partículas densas y
G l o s a r i o (continuación)
proateromatosas. Este cambio intensifica el riesgo de car-
diopatía coronaria como consecuencia del aumento de las
concentraciones de tales partículas, así como de las concen-
traciones elevadas de triglicéridos
Hipertrofia ventricular izquierda: ocurre en el 70% de las mu-
jeres que cursan tanto con obesidad como con hipertensión,
y en alrededor del 14% de los casos de insuficiencia cardíaca
en mujeres (11% en varones) puede atribuirse a la obesidad.
El efecto de la obesidad sobre la función cardíaca quizá derive
de una combinación de factores, entre otros, hipertensión,
dislipidemia, diabetes mellitus, incremento del tejido adiposo
y de la masa del ventrículo izquierdo, disfunción endotelial y
ateroesclerosis
Índice de masa corporal (IMC): un índice simple del peso para
la talla, que de uso común para clasificar el sobrepeso y la obe-
sidad en los adultos. Se define como el peso en kilogramos
de la persona dividido por el cuadrado de su talla expresado
en metros (kg/m2). El IMC provee la medida poblacional más
útil del sobrepeso y obesidad, puesto que es idéntica para
adultos de ambos sexos y de todas las edades. Sin embargo,
debe considerarse una guía general, toda vez que pudiera
no corresponder al mismo grado de acumulación de tejido
adiposo en distintos individuos
Obesidad: «acumulación no saludable de grasa corporal»
(Taber’s Cyclopedic Medical Dictionary, 2009, p. 1614); IMC
superior o igual a 30
Picar: consumir pequeñas cantidades de alimentos de forma
continua
Síndrome de consumo nocturno: consumo de por lo menos
un 25% (y por lo general, más de un 50%) de los sustra-
tos energéticos entre la comida de la noche y la de la maña-
na siguiente; es un patrón bien conocido de alimentación
anómala en personas con obesidad
Sobrepeso: IMC superior o igual a 25
Tratamiento farmacológico: puede ser un componente útil
del régimen terapéutico para sujetos con obesidad con un
IMC superior a 30, o bien de 27 a 29.9 si padecen afecciones
comórbidas (Padwal, Li & Lau, 2004). El papel del tratamiento
farmacológico se ha cuestionado ante las inquietudes en torno
a su eficacia, el potencial de abuso y sus efectos colaterales
Tratamiento quirúrgico: se utiliza cada vez más, en particular
en Estados Unidos, en pacientes con un IMC superior a 40 y
aquellos con comorbilidad grave con un IMC superior a 35.
En la actualidad se prefiere la colocación laparoscópica de
bandas ajustables en el estómago aunada a una derivación en
Y de Roux, al igual que otras variedades de puenteo gástrico.
1
2 
En este capítulo se presenta una perspectiva general sobre la preva-
lencia y los determinantes de la obesidad. Se presenta una revisión
breve de la problemática de salud vinculada con la obesidad, así
como consideraciones específicas relativas a la prevención y el
manejo de la obesidad. Es importante comenzar este capítulo
haciendo énfasis en la necesidad de un «lenguaje con énfasis en la
persona» (Wittert, Huang & Heilbronn, 2015, p. 309). Si bien se
han logrado avances en otras afecciones médicas (p. ej., la persona
con una discapacidad), incluso las revistas que se dedican a la
obesidad siguen poniendo en primer lugar a la enfermedad. «Es
más que tiempo de poner a la gente antes que a su diagnóstico
médico de obesidad, y hacer un esfuerzo concertado para reducir el
estigma vinculado con la obesidad» (Wittert et al., 2015). Utilizar
un «lenguaje con énfasis en la persona» es «más respetuoso y menos
estigmatizante que etiquetar a los individuos por su enfermedad»
(Wittert et al., 2015, p. 309).
Definición
El sobrepeso y la obesidad se definen, según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), como «la acumulación anómala
o excesiva de tejido adiposo, que puede comprometer la salud»
(WHO, 2015, p. 1). El índice de masa corporal (IMC) se utiliza
a menudo para clasificar a las personas ya sea con sobrepeso (IMC
mayor o igual que 25) o con obesidad (IMC mayor o igual que
30). El IMC se define como «el peso de la persona expresado en
kilogramos, dividido por el cuadrado de su talla en metros (kg/
m2)» (WHO, 2015, p. 1).
La obesidad se ha convertido en un problema de salud mun-
dial relevante. En 2008, casi 1.5 miles de millones de personas
fueron etiquetadas con sobrepeso, 500 millones de las cuales eran
obesas (WHO, 2014). Véase en el cuadro 6-1 datos de la OMS
sobre obesidad.
Desde una perspectiva clínica, la obesidad y el sobrepeso se
definen en función del IMC (fig. 6-1). Desde la perspectiva históri-
ca, distintos organismos mundiales han utilizado diferentes valo-
res del IMC como referencia para definir a la obesidad.
En 1997, la OMS definió las distintas clasificaciones de sobre-
peso (IMC ≥ 25) y obesidad (IMC ≥ 30).
Tipos de obesidad
Se han descrito dos tipos de obesidad con base en la distribución
del tejido adiposo: obesidad de la parte superior del cuerpo y
obesidad de la parte inferior del cuerpo. La obesidad de la parte
superior del cuerpo también se denomina central, abdominal,
visceral o de distribución masculina («androide»). La obesidad de
la parte inferior del cuerpo también se conoce como periférica,
glúteo-femoral o femenina («ginecoide»). A menudo se dice que
los sujetos con obesidad central tienen una silueta similar a la de
una «manzana», en comparación con los que presentan obesidad
periférica, cuyo aspecto se asemeja más a una «pera» (fig. 6-2). En
general, los varones cuentan con más grasa intraabdominal, y las
mujeres con más grasa subcutánea. Al tiempo que los varones
envejecen, la proporción de la grasa intraabdominal respecto de la
subcutánea se incrementa. Tras la menopausia, las mujeres tienden
a adquirir una distribución más central del tejido adiposo. El tipo
de obesidad se determina al dividir el perímetro abdominal (cintu-
ra) por el perímetro de la cadera. Una proporción abdomen-cadera
superior a 1.0 en varones y 0.8 en mujeres revela la presencia de
Cuadro 6‑1 • 10 hechos sobre la obesidad
(OMS, 2014)
  1. El sobrepeso y la obesidad se definen como «la acumu-
lación anómala o excesiva de tejido adiposo, que puede
comprometer la salud»
  2. Más de 1.4 miles de millones de adultos padecían sobre-
peso en 2008, y más de 500 millones eran obesos
  3. En todo el mundo, 42 millones de niños preescolares
presentaban sobrepeso en 2013
  4. El sobrepeso y la obesidad se vinculan con más muertes
en todo el mundo que el peso subóptimo
  5. Para un individuo, la obesidad suele derivar de un desequi-
librio entre las calorías ingeridas y las utilizadas
  6. Son fundamentales ambientes y comunidades que den
respaldo para configurar las opciones de las personas y
prevenir la obesidad
  7. L as selecciones que hacen los niños, su dieta y hábitos de
actividad física reciben influencia del ambiente circundante
  8. El consumo de una dieta saludable puede ayudar a pre-
venir la obesidad
  9. L a práctica de actividad física con regularidad ayuda a
mantener un cuerpo saludable
10. L a modificación de la epidemia mundial de obesidad hace
necesaria una estrategia con poblacional multisectorial,
multidisciplinaria y relevante para la cultura
obesidad de la porción superior del cuerpo, o central. El tejido
adiposo central puede identificarse como intraabdominal (grasa
visceral) y abdominal subcutáneo, mediante el uso de tomogra-
fía computarizada o resonancia magnética nuclear. El perímetro
abdominal, que es una medida del tejido adiposo de distribución
central, abarca tanto al tejido adiposo abdominal subcutáneo como
al intraabdominal. Una de las cualidades de la grasa visceral es
que libera adipocinas (como el TNF-α y la adiponectina) y ácidos
grasos que pasan por el hígado antes de ingresar a la circulación
sistémica, lo que pudiera tener mayor impacto sobre la función he-
pática (es decir, los ácidos grasos abundantes se depositan en el
hígado, lo que induce hígado graso, y da origen a la resistencia
hepática a la insulina). Se piensa que las concentraciones más altas
de estas adipocinas y de ácidos grasos libres circulantes en perso-
nas con obesidad, en particular las que muestran obesidad central,
se vinculan con muchos de los efectos adversos de la obesidad
(Ruderman, Carling, Prentki, et al., 2013). La presencia de un
exceso de grasa en el abdomen fuera de proporción con la grasa
corporal total predice de forma independiente la presencia de
factores de riesgo y mortalidad. Tanto el IMC como el perímetro
abdominal guardan una correlación positiva con el tejido adiposo
corporal total, aunque el perímetro abdominal es un factor de
predicción más preciso del contenido de grasa abdominal o visceral
que el IMC (Heart & Stroke Foundation, 2010). Un perímetro
abdominal superior a 102 cm en varones y 88 cm en mujeres se
considera de alto riesgo para los trastornos cardiovasculares para
la mayor parte de los canadienses, no obstante para ciertos grupos
étnicos (p. ej., asiáticos y sudamericanos) los valores de referencia
corresponden a 90 cm para varones y 80 cm para mujeres (Heart
& Stroke Foundation, 2010). La reducción ponderal induce una
pérdida preferencial de grasa visceral (por un recambio más inten-
so de las células de la grasa visceral que de las subcutáneas), y puede
determinar mejorías de las anomalías metabólicas y hormonales.
Si bien la obesidad periférica se asocia a la presencia de venas vari-
 Peso apropiado Sobrepeso Obesidad

IMC, kg/m2 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 35 40
Talla,
Peso, kg*
cm*

147.3 41.4 43.6 45.5 47.7 50.0 52.3 54.1 56.4 58.6 60.9 62.7 65.0 75.9 86.8
149.9 42.7 45.0 47.3 49.5 51.8 54.1 56.4 58.2 60.5 62.7 65.0 67.3 78.6 90.0
152.4 44.1 46.4 48.6 50.9 53.6 55.9 58.2 60.5 62.7 65.0 67.3 69.5 81.4 92.7
154.9 45.5 48.2 50.5 52.7 55.5 57.7 60.0 62.3 65.0 67.3 69.5 71.8 84.1 95.9
157.5 47.3 49.5 52.3 54.5 57.3 59.5 61.8 64.5 66.8 69.5 71.8 74.5 86.8 99.1
160.0 48.6 51.4 53.6 56.4 59.1 61.4 64.1 66.4 69.1 71.8 74.1 76.8 89.5 102.3
162.6 50.0 52.7 55.5 58.2 60.9 63.6 65.9 68.6 71.4 74.1 80.9 79.1 92.7 105.0
165.1 51.8 54.5 57.3 60.0 62.7 65.5 68.2 70.9 73.6 76.4 79.1 81.8 95.5 109.1
167.6 53.6 56.4 59.1 61.8 64.5 67.3 70.5 73.2 75.9 78.6 81.4 84.5 98.2 112.3
170.2 55.0 57.7 60.9 63.6 66.4 69.5 72.3 75.5 78.2 80.9 84.1 86.8 101.4 115.9
172.7 56.8 59.5 62.7 65.5 68.6 71.8 74.5 77.7 80.5 83.6 86.4 89.5 104.5 119.1
175.3 58.2 61.4 64.5 67.7 70.5 73.6 76.8 80.0 82.7 85.9 89.1 92.3 107.3 122.7
177.8 60.0 63.2 66.4 69.5 72.7 75.9 79.1 82.3 85.5 88.6 91.8 95.0 110.5 126.4
180.3 61.8 65.0 68.2 71.4 75.0 78.2 81.4 84.5 87.7 90.9 94.5 97.7 113.6 130.0
182.9 63.6 66.8 70.0 73.6 76.8 80.5 83.6 86.8 90.5 93.6 96.8 100.5 117.3 133.6
185.4 65.5 68.6 72.3 75.5 79.1 82.7 85.9 89.5 92.7 96.4 99.5 120.3 120.5 137.3
188.0 67.3 70.5 74.1 77.7 81.4 84.5 88.2 91.8 95.5 99.1 102.3 105.9 123.6 141.4
190.5 69.1 72.7 76.4 80.0 83.6 87.3 90.9 94.5 98.2 101.8 105.5 109.1 126.8 145.0
193.0 70.9 74.5 78.2 81.8 85.9 89.5 93.2 96.8 100.5 104.5 108.2 111.8 130.5 149.1

El riesgo de salud vinculado con cualquier IMC se incrementa si el paciente aumentó más de 5 kg (11 libras) a partir de los 25 años,
o si el perímetro abdominal es superior a 100 cm (40 pulgadas) por adiposidad central.
Capítulo 6  Obesidad

IMC: índice de masa corporal

* Multiplicar el peso por 2.2 para convertir los kilogramos en libras; dividir la talla por 2.54 para convertir los centímetros en pulgadas.
3

Figura 6-1.  Cálculo del índice de masa corporal a partir del peso y la talla.
4 

A B
Figura 6-2 .  Distribución del tejido adiposo en (A) la obesidad de la región superior del cuerpo o central (visceral) y (B) la obesidad de la
región inferior del cuerpo o periférica (subcutánea). Con frecuencia, a las personas con obesidad central se les describe con cuerpo «en
forma de manzana», mientras que aquellas con obesidad periférica se les describe con cuerpo «en forma de pera».

cosas en las piernas y problemas mecánicos, carece de un vínculo
estrecho con el riesgo cardiometabólico. Desde la perspectiva de
la reducción del peso, algunos estudios demostraron que los indi-
viduos con obesidad central son más fáciles de tratar que aquellos
con obesidad periférica. Otros estudios han demostrado que no
existe diferencia entre los dos tipos de obesidad en cuanto al éxito
de los programas para reducción ponderal. Se ha identificado que la
modificación cíclica del peso (la pérdida de peso y su recuperación)
tiene un efecto escaso o nulo sobre las variables metabólicas, la
obesidad central o los factores de riesgo cardiovascular, o bien el
grado de pérdida ponderal posterior. Se requiere más investiga-
ción para determinar su efecto sobre la preferencia dietética por
la grasa, el ajuste psicológico, las alteraciones de la alimentación
y la mortalidad. Se postula que es la obesidad subyacente, y no la
fluctuación del peso, la que afecta la esperanza de vida (Montani,
Viecelli, Prevot, et al., 2006).
Prevalencia de la obesidad
De acuerdo con la OMS, la prevalencia de la obesidad se ha in-
crementado a más del doble a partir de 1980, y «la mayor parte
de la población mundial habita en países en los que el sobrepeso
y obesidad matan a más personas que el peso subóptimo» (OMS,
2015, p. 1). La OMS (2015) estimaba que en 2014 más de 1.9
miles de millones de adultos cursaban con sobrepeso, y en estas
cifras se incluía a más de 600 millones de personas con obesidad.
Obesidad durante la niñez
La prevalencia mundial de obesidad en la niñez se está incremen-
tando de forma dramática desde hace tres décadas, con incremen-
tos sustancialmente mayores en las regiones con economías desa-
rrolladas (Han, Lawlor & Kimm, 2010; Ng, Fleming, Robinson,
et al., 2014). En Norteamérica, la obesidad infantil se ha vuelto
rampante. Los hallazgos del CHMS revelan que la obesidad se ha
incrementado 2.5 veces en las últimas décadas (fig. 6-3; PHAC/
CIHI, 2011).
Los censos que incluyen datos sobre la prevalencia de la obesi-
dad infantil se estratificaron en mayor medida a partir del grupo
étnico de origen y, en Canadá, la prevalencia de obesidad entre
individuos jóvenes aborígenes supera por mucho el promedio na-
cional. En Estados Unidos la prevalencia de obesidad entre jóvenes
de raza negra, hispanos y mexicoamericanos fue significativamente
mayor que entre sus contrapartes caucásicos. La inquietud mayor
en cuanto a la obesidad infantil es que los niños obesos crecerán
para convertirse en adultos obesos. Los pediatras están ahora co-
menzando a detectar hipertensión, dislipidemia, diabetes tipo 2,
complicaciones ortopédicas y estigmas psicosociales en niños y
adolescentes obesos (Han, Lawlor & Kimm, 2010). En Canadá,
un estudio encontró que 95% de los niños con diagnóstico nuevo
de diabetes tipo 2 es obeso (Amed, Dean, Panagiotopoulos, et
al., 2010). Además, existe una preocupación creciente respecto de
que la obesidad infantil y del adolescente pudiera vincularse con
consecuencias psicosociales negativas, como una autoestima baja y
 Capítulo 6  Obesidad 5

Porcentaje de sobrepeso u obesidad, por grupo de sexo y edad, población por vivienda de 2 a 17 años,
Canadá (2004) y Estados Unidos (1992–2002)

Sobrepeso

Obesidad

32 33
31*
30
29

26 26
25
24
19
21
18
19 19
20
17*
17 19 18
17
14

13 11*

E
10

14 13*
10 11 10
8
E E E 7
6 6 7 7
E
4
C

Es

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s

s
2-5 6-11 12-17 2-5 6-11 12-17

Grupo de edad para niños Grupo de edad para niñas

Fuentes de datos: 2004 Canada Community Health Survey: Nutrition; 1992-2002.

National Health and Nutrition Examination Survey
Nota: por efecto del redondeo, las cifras mostradas pudieran no corresponder con precisión a los totales.
E coeficiente de variación de 16.6 a 33.3% (interpretar con cautela)
*Diferencia significativa respecto del cálculo para Canadá (p < 0.05)

Figura 6-3.  Porcentajes de niños y jóvenes con sobrepeso u obesidad por grupo de sexo y edad, en que se compara a Canadá (2004) y
Estados Unidos [1999-2002; de Minister of Industry. (2012). Health fact sheet: Body mass index of Canadian children and youth, 2009 to
2011. Statistics Canada, Catalogue No. 82-625-X].
6 
la discriminación por adultos y compañeros (PHAC/CIHI, 2011).
La obesidad infantil está determinada por una combinación de
factores hereditarios y ambientales. Se relaciona con progenitores
obesos, diabetes gestacional y ganancia excesiva durante el emba-
razo, alimentación con fórmula, estilo de crianza y consumo de
alimentos en los progenitores, selección de alimentos con gran den-
sidad energética, patrones de alimentación erráticos, origen étnico
y estilo de vida sedentario (Han et al., 2010; PHAC/CIHI, 2011).
Los niños con progenitores con sobrepeso tienen el riesgo más
intenso. Uno de los factores que conducen a la obesidad durante
la niñez es el incremento de la inactividad, lo que incluye la inver-
sión de más tiempo en interiores para la realización de actividades
sedentarias, como ver la televisión y usar la computadora. Mirar
la televisión se vincula con la ingesta de bocadillos con gran den-
sidad calórica y la disminución de la actividad en exteriores. Los
estudios han demostrado que los niños preescolares que miran
pantallas más de 2 h por día (TV o videojuegos) tienen 34% más
probabilidad de presentar sobrepeso o se encuentran con mayor
riesgo de desarrollarlo en comparación con los niños que las usan
menos de 2 h por día (Steffen, Sinaiko, Zhou, et al., 2013). Los
niños obesos también pueden tener dificultad para reconocer las
sensaciones de hambre, que quizá derive de que sus progenito-
res recurran a alimentos a modo de gratificación. La percepción
creciente de que las calles son inseguras ha determinado que se
pase menos tiempo jugando y caminando en exteriores. Alimentos
rápidos, tamaños de ración mayores, incremento de la densidad
energética, refrescos endulzados con azúcar y alimentos con un
índice glucémico alto tienen probabilidad de contribuir al mayor
peso de los niños y los adolescentes.
Por efecto de la enormidad del problema del sobrepeso y la
obesidad en los niños, Obesity Canada (una organización sin fines
de lucro) invitó a un panel de expertos a integrar recomendacio-
nes canadienses para el manejo tanto de la obesidad en el adulto
como en pediatría (Lau, Douketis, Morrison, et al., 2007). Los
lineamientos canadienses recomiendan cuantificar el IMC en to-
dos los niños y adolescentes de 2 años o más (Lau et al., 2007).
La evaluación de los hábitos dietéticos del niño con sobrepeso u
obesidad es un componente importante de la valoración general
de salud. Ésta debe incluir la capacidad personal y la disposición
al cambio; la frecuencia de consumo en restaurantes o centros de
comida rápida; la frecuencia de ingesta de bebidas endulzadas, jugo
de fruta sin diluir y alimentos con gran densidad energética; la
revisión del tamaño de las raciones en relación con su conveniencia
para la edad; la frecuencia y la calidad del desayuno y las colaciones;
y la frecuencia de consumo de vegetales y frutas. El tiempo que
se invierte en la actividad física y actividades sedentarias también
debe analizarse. Puesto que la obesidad en el adolescente predice
la obesidad en el adulto, resulta deseable tratar la obesidad infantil
(Amed et al., 2010; Dieticians of Canada, 2014; Han et al., 2010;
Steffen et al., 2013). Las metas del tratamiento de la obesidad no
complicada se orientan en torno al consumo y las conductas de
actividad saludables, concentrándose en cambios sostenibles del
estilo de vida de preferencia a las restricciones del peso o los ali-
mentos. Las familias deben ser instruidas en cuanto a la conciencia
sobre los hábitos de consumo vigentes, la actividad y la conducta de
crianza, y sobre cómo modificarlos. Para los niños con complica-
ciones secundarias a la obesidad, la meta debe ser la normalización
del peso y el tratamiento de las complicaciones. Las intervenciones
para pérdida ponderal deben incluir a todos los miembros de la
familia y los cuidadores; iniciar en un momento temprano en que
la familia esté lista para el cambio; apoyar a la familia a aprender
a vigilar los patrones de consumo y actividad, y hacer cambios
discretos y aceptables de los mismos; y estar diseñadas para im-
pulsar y enfatizar, no criticar. Deben incluir información sobre
las complicaciones médicas de la obesidad y concentrarse en los
cambios permanentes, no en dietas o programas de ejercicio a corto
plazo que busquen la pérdida ponderal rápida. Se recomienda que
los proveedores de servicios de salud asesoren a los progenitores y
cuidadores de los niños cuyo IMC se ubique entre las porcentiles
5 y 84 para limitar las bebidas endulzadas con azúcar e impulsar
al consumo recomendado de vegetales y frutas, limitar el tiempo
frente a pantalla a no más de 2 h por día, retirar las pantallas de
televisión y computadora del área de descanso del niño, hacer que
éste desayune todos los días, limitar el tamaño de las raciones y los
consumos fuera de casa en particular en restaurantes de comida
rápida, y fomentar las comidas familiares en que progenitores e
hijos se alimenten juntos (Lau et al., 2007; PHAC/CIHI, 2011).
Las escuelas de nivel primaria y secundaria (grados 1 a 12) son un
pivote para la promoción de la vida activa, y se les ha impulsado
para incrementar la actividad física diaria y las oportunidades para
recreación (Lau et al., 2007). La educación relativa a la prevención
de la obesidad durante la niñez puede comenzar en la fase prenatal.
Los lineamientos canadienses para la obesidad recomiendan las
pláticas relativas a la prevención de la obesidad infantil con las mu-
jeres embarazadas. Además, se recomienda que los lactantes sean
alimentados con seno materno exclusivo hasta los 6 meses de edad y
que debe sostenerse una discusión con la familia en que se impulse
al consumo limitado de bocadillos de gran densidad energética y ali-
mentos ricos en grasas y azúcares (Lau et al., 2007).
Las primeras alternativas terapéuticas para niños con sobrepeso
u obesidad incluyen la asesoría dietética (con el objetivo de reducir
el consumo energético) y la promoción de la actividad física a inter-
valos regulares. Un especialista en salud calificado debe desarrollar
un plan dietético óptimo para alcanzar un peso corporal saludable
(de preferencia, un dietista profesional; Lau et al., 2007). Las metas
dietéticas deben concentrarse en alimentos bien equilibrados y
saludables, con una estrategia saludable para la alimentación. Las
estrategias específicas pueden incluir la reducción del consumo de
alimentos ricos en calorías específicos o un equilibrio apropiado
de productos con un contenido calórico bajo, intermedio y alto.
Las dietas comerciales deben usarse con cautela. Puede evaluarse
el tratamiento farmacológico (esto es, orlistat) en adolescentes,
para facilitar la reducción ponderal, su mantenimiento o ambos,
aunado a un régimen de intervención de estilo de vida (Han et al.,
2010). Ante la falta de evidencia, el tratamiento farmacológico no
se recomienda en niños prepúberes. La cirugía bariátrica en ado-
lescentes debe limitarse a casos excepcionales y sólo ser realizada
por equipos de salud experimentados (Lau et al., 2007).
Impacto de la obesidad sobre la salud
La obesidad es un trastorno que afecta la salud en general. El ex-
ceso de grasa corporal asociado a la obesidad a menudo deteriora
la salud. Se ha predicho que los efectos de la obesidad sobre la
salud determinan una menor esperanza de vida para la juventud
actual. Las personas obesas tienen un incremento del riesgo de 50
a 100% de muerte prematura por todas las causas, en comparación
con las personas con un peso saludable. La obesidad afecta a casi
todos los sistemas corporales. Se relaciona con un incremento del
riesgo de enfermedad cardíaca, hipertensión, hipertrigliceridemia
y disminución del colesterol en lipoproteínas de alta densidad
(HDL). Una ganancia ponderal significativa incrementa el riesgo
de desarrollar diabetes tipo 2, apnea obstructiva del sueño, reflujo

Ateroesclerosis cerebral,
evento cerebrovascular
Hipoventilación (síndrome
de Pickwick)
Colelitiasis
Osteoartritis
Figura 6-4.  Complicaciones de la obesidad (De Rubin, R., Strayer, D. (Eds). (2012). Rubin’s pathology: Clinicopathologic foundations of
medicine (p. 1085). Philadelphia, PA : Lippincott Williams & Wilkins.)
gástrico, incontinencia urinaria de esfuerzo y enfermedad vesicular
(fig. 6-4). La movilidad limitada y el incremento de los padeci-
mientos articulares son resultados funcionales del mayor peso sobre
el sistema esquelético del organismo. En las mujeres la obesidad
puede contribuir a la infertilidad, a un embarazo de mayor riesgo,
diabetes gestacional, hipertensión materna, y dificultades durante
el trabajo de parto y el parto. Los neonatos de mujeres obesas
tienen más probabilidad de presentar peso elevado al nacer, lo que
contribuye una tasa de nacimiento por cesárea más alta. Se observa
una mayor frecuencia de varios tipos de cáncer en personas con
obesidad, entre otros de endometrio, colon, vesícula biliar, próstata,
riñón y cáncer mamario posmenopáusico. La obesidad también
induce esteatohepatitis no alcohólica y enfermedad por hígado
graso. Debido a que algunos medicamentos, entre otros ciertos
agentes anestésicos, son lipofílicos y tienen una mayor distribución
Capítulo 6  Obesidad 7
Hipertensión, hipertrofia
del ventrículo izquierdo
Ateroesclerosis
coronaria, infarto
del miocardio
Diabetes
Hiperlipoproteinemia
en el tejido graso, su administración puede ser más peligrosa en
individuos con obesidad. Si se requiere cirugía la persona obesa
a menudo cicatriza con más lentitud que la persona no obesa de
la misma edad. La obesidad mórbida, por efecto de su asociación
estrecha con muchos problemas de salud, puede considerarse una
enfermedad por propio derecho.
Estigma
Los individuos que sufren obesidad a menudo son estigmatizados,
y esto tiene un impacto importante sobre su salud psicológica,
que a su vez puede dificultarles tener un comportamiento de ali-
mentación saludable (Puhl & Heuer, 2010; Schmaltz & Colistra,
2016). Resulta crítico que los profesionales de la salud reflexionen
sobre sus propias percepciones en torno a la obesidad con el objetivo
de poder proveer una buena atención. «No obstante enfermeras,
8 
médicos y otros profesionales de la salud están conscientes de la tasa
baja de éxito y la dificultad para el tratamiento de los problemas
del peso, aún pudieran culpar al paciente obeso» (Pleuss, Matfin &
Moisey, 2010, p. 956). En el desarrollo de la obesidad entran en
juego factores numerosos, y debe comprenderse que se trata de una
condición compleja que tiene determinantes múltiples capaces de
interactuar entre sí en un individuo específico.
En muchos países existen muchos estereotipos negativos vincula-
dos con la obesidad (Puhl & Heuer, 2009; 2010). Se espera que las
personas, en particular las mujeres, sean delgadas, y la obesidad
puede contemplarse como un signo de falta de autocontrol. La
obesidad puede tener un efecto negativo sobre las oportunidades
de empleo y educativas, así como sobre la condición marital. La
obesidad también puede tener un papel en el trato que la persona
recibe de parte de los profesionales de la salud. No obstante enfer-
meras, médicos y otros profesionales de la salud están conscientes
de la tasa baja de éxito y la dificultad para el tratamiento de los
problemas del peso, aún pudieran culpar al paciente obeso (Puhl &
Heuer, 2009; Teixeira & Budd, 2010).
Determinantes de la obesidad
Entre los determinantes de la obesidad que se citan con frecuencia
se cuentan la actividad física, la dieta, el estado socioeconómico, el
origen étnico y la inmigración, y los factores ambientales (PHAC/
CIHI, 2011). Si bien a continuación se presenta de manera sucesiva
información sobre cada determinante, resulta crítico entender que
la obesidad a menudo es el resultado de la combinación de los
determinantes. La carencia de sueño se está considerando cada
vez más un determinante de la obesidad, por lo que se incluye
información sobre el papel que juega el sueño en el mantenimiento
del peso saludable. También se agrega información sobre factores
psicológicos, médicos y genéticos.
Actividad física
La falta de actividad física combinada con el consumo excesivo se
ha vinculado por mucho tiempo con la obesidad. Dicho de forma
simple, comer sin quemar calorías da origen a una ganancia pon-
deral. También es del conocimiento general que un estilo de vida
sedentario conduce a una mala salud. En muchas ocupaciones la
persona se mantiene sentada demasiado tiempo. Sin embargo, inter-
venciones discretas pueden tener gran impacto para reducir este tipo
de inmovilidad. Las intervenciones no necesitan ser sofisticadas;
por ejemplo, un estudio australiano recurrió a una intervención de
salud electrónica (e-salud) que impulsaba a los empleados a salir
de su estación de trabajo, con lo que se observó un incremento de
la actividad (Pedersen, Cooley & Mainsbridge, 2014).
Dieta
Contar con patrones de consumo saludable y acceso a comida sa-
ludable se correlaciona con el mantenimiento de un peso saludable
(PHAC/CIHI, 2011). En el capítulo 5 se presentan detalles sobre la
valoración nutricional. La epidemia de obesidad ha traído al frente
cuestiones relacionadas con los tamaños siempre crecientes de las
raciones, y las cantidades no saludables de azúcar, grasa y sal que
contiene el alimento procesado. La Internet está repleta de páginas
electrónicas que proponen «dietas milagrosas». Debe entenderse que
el cambio de hábitos no saludables para la alimentación requiere
tiempo y es difícil, y que mantener hábitos saludables resulta crítico
para el control del peso.
Algunos individuos con problemas de peso pueden sufrir por
afecciones adicionales, como el trastorno de consumo en atracones
y el síndrome de consumo nocturno. El consumo en atracones se
caracteriza por varios episodios o días de ingesta excesiva (Goracci,
Casamassima, Iovieno, et al., 2015; Grilo, 2002), mientras que
el síndrome de consumo nocturno se manifiesta por insomnio y
consumo excesivo durante la noche (Stunkard, 2002). En ambas
situaciones intervienen trastornos del estado de ánimo.
Condición socioeconómica
Se ha descubierto que el ingreso bajo es un factor que contribuye
a la obesidad en mujeres (Hajizadeh, Campbell & Sarma, 2014;
PHAC/CIHI, 2011). La obesidad es menos frecuente en aquellas
con un ingreso más alto. Esta relación no se ha comprobado en la
población masculina. Sin embargo, tanto en varones como en mu-
jeres existe una asociación entre las tasas mayores de obesidad y
un nivel educativo más bajo (PHAC/CIHI, 2011). En un estudio
reciente conducido en una muestra de 5 391 adultos que vivían en
la zona rural de Saskatchewan, los investigadores detectaron que
quienes no habitaban en una granja tenían más probabilidad de
ser obesos que aquellos que sí lo hacían. A pesar de esto, vivir en
una granja y tener un ingreso bajo incrementaba el riesgo de obe-
sidad. En el mismo estudio los investigadores encontraron que los
individuos que habían terminado la educación preparatoria tenían
menos probabilidad de ser obesos (Chen, Rennie, Karunanayake,
et al., 2015).
Origen étnico y migración
Mediante el uso del Canadian Community Health Survey de
2000/2001 de Statistics Canada, Tremblay, Pérez, Ardem, et al.
(2005) detectaron que la obesidad tenía mayor prevalencia en cier-
tos grupos étnicos. Las personas indígenas tenían más probabilidad
de cursar con sobrepeso y obesidad, mientras que las provenien-
tes del Este y el Sur de Asia eran las que tenían el riesgo más bajo.
En otro estudio, McDonald & Kennedy (2005) encontraron que
los inmigrantes tenían menos probabilidad de sufrir sobrepeso, pero
que su peso se incrementaba a la par del número de años que pasa-
ban en Canadá. Sin embargo, en inmigrantes chinos no se observó
la misma correlación entre el incremento del peso y el número de
años en Canadá. Resulta interesante que McDonald & Kennedy
también hallaron que si un inmigrante pertenecía a un grupo étnico
con menos probabilidad de ser obeso y vivía en una colonia en la
que existían más miembros del mismo grupo, era menos proba-
ble que desarrollara sobrepeso. Esto puede explicar en parte la razón
por la que los inmigrantes chinos tienen menos probabilidad de
ganar peso, puesto que tienden a constituir comunidades estables
y sufren una aculturación menor (McDonald & Kennedy, 2005).
Factores ambientales
Los factores ambientales también pueden participar en el desarrollo
del sobrepeso o la obesidad. En Canadá, investigación reciente
analizó la distribución de los supermercados y los centros de co-
midas rápidas en los barrios de Edmonton. Smoyer-Tomic, Spence,
Raine, et al. (2007) encontraron que los centros de comidas rápidas
estaban con más frecuencia a una distancia susceptible de recorrerse
a pie en los barrios más pobres. Incluso si no es posible confirmar
una relación causal entre la presencia de centros de comida rápida
y la obesidad, es importante reflexionar sobre el impacto que estos
comercios pueden tener en la ganancia ponderal (Hemphill, Raine,
Spence, et al., 2008). De manera similar, Prince, Kristjansson,

Russell, et al. (2012) condujeron un estudio en Ottawa, donde se
analizaron 86 colonias para verificar si existían vínculos entre la
obesidad y variables diversas, entre otras la densidad de centros de
comidas rápidas y tiendas de conveniencia, así como la disponibi-
lidad de áreas de parques. Los resultados de este estudio revelaron
que cuando existían parques las mujeres tenían más probabilidad
de ser activas, y que una mayor densidad de centros de comida
rápida y tiendas de conveniencia se vinculaba con el incremento de
la obesidad. Este tipo de situación corresponde bien a un ambien-
te obesogénico, según lo que define el Standing Senate Committee
on Social Affairs, Science and Technology (2016).
Factores psicológicos
Los factores psicológicos son otra área de influencia sobre la con-
ducta relacionada con la ganancia ponderal. Comer puede ser una
vía para adaptarse al estrés, el tedio o la ansiedad. Sin embargo,
las relaciones entre estas conductas con la salud mental y la obesi-
dad son complejas y se conocen poco (Koch, Sepa & Ludvigsson,
2008; Talen & Mann, 2009). No se han identificado rasgos de
personalidad característicos en las personas obesas (Talen & Mann,
2009). Mientras que la relación causal de las conductas psicoló-
gicas no queda clara, las conductas del trastorno de consumo en
atracones, que se describe como el consumo de grandes cantidades
de alimentos sin control, se han identificado en 20 a 30% de las
personas obesas que solicitan tratamiento para reducción ponderal
(Talen & Mann, 2009). Se piensa que la cultura y la condición
socioeconómica también son factores que contribuyen a las tasas
mayores de sobrepeso y obesidad. Se identifican tasas más altas de
obesidad en poblaciones canadienses originarias, afroamericanos y
grupos hispanos, en particular en mujeres. Si bien se han propuesto
muchas teorías, no queda claro el impacto que tienen la selección
de alimentos y los comportamientos culturales aceptados sobre
estas tasas. Está claro que será necesario desarrollar intervenciones
para atender las necesidades de las distintas culturas, al tiempo
que se hace frente a las barreras socioeconómicas para mejorar la
selección de la dieta (Calzada & Anderson-Worts, 2009). Seguirá
existiendo gran discusión y debate en torno a los factores causales
de la obesidad, en especial al tiempo que se buscan medios efectivos
para tratarla y prevenirla.
Factores médicos y genéticos
Afecciones médicas, como la tiroidopatía, el síndrome de Cushing
y el síndrome de ovario poliquístico, también pueden contribuir a
la ganancia ponderal y la obesidad, al igual que muchos fármacos.
La relación entre la genética y la ganancia ponderal es compleja, y
hasta el momento no se entiende del todo. La última y más reciente
actualización en cuanto al mapa genético de la obesidad humana,
concluida en 2005, reportó la identificación de 135 genes candi-
datos, asociados a fenotipos vinculados con la obesidad (Choquet
& Meyre, 2011; Rankinen, Zuberi, Chagnon, et al., 2006). Mu-
chos de ellos se vinculan con los controles cerebrales-intestinales
del hambre y la saciedad, el metabolismo y los mecanismos para
almacenamiento corporal. Los investigadores postulan que esto
pudieran ayudar a explicar las diferencias en cuanto a los grados
de obesidad que se observan en distintas poblaciones. La identifica-
ción de estas influencias genéticas pudiera permitir intervenciones
terapéuticas mejor orientadas en el futuro. Todavía se desconoce el
modo en que los genes y las mutaciones son capaces de interactuar
por medios directos o indirectos con los agentes ambientales cau-
santes de la obesidad. Una descripción de la interacción compleja
entre el ambiente y la genética se atribuye a George Bray, un experto
destacado en obesidad, que afirmó que «el antecedente genéti-
Capítulo 6  Obesidad 9
co carga el arma, pero el ambiente jala el gatillo» (Bray, 2004).
Existe evidencia nueva de que las intervenciones que se basan en
la conducta pueden atenuar la influencia de la genética sobre la
obesidad (Temelkova-Kurktschiev & Stefanov, 2012). Si bien la in-
vestigación genética provee una nueva perspectiva en cuanto a
la génesis de la obesidad, la influencia ambiental sigue siendo el
principal contribuyente a este problema mundial (Swinburn, Sacks,
Hall, et al., 2011).
Sueño
La falta de sueño se ha asociado con una mayor obesidad tanto
en niños como en adultos. Por ejemplo, Chaput, Lambert, Gray-
Donald, et al. (2015) estudiaron a 550 niños quebequenses y en-
contraron que «... la duración breve del sueño es un factor de riesgo
para el sobrepeso y la obesidad, de manera independiente a las
covariables potenciales» (2015, p. 369). También se ha establecido
una asociación entre la falta de sueño y la ganancia ponderal en
adultos (Patel, Malhotra, White, et al., 2006). Existe evidencia
creciente de que la falta de sueño tiene un efecto negativo sobre
los sistemas metabólico y endocrino, lo que da origen a un mayor
apetito y fatiga, que a su vez actuarían sobre los niveles de energía
y reducirían así el grado al cual tiene actividad física la persona
(Zimberg, Dâmaso, Del Re, et al., 2012).
Prevención de la obesidad
La obesidad en proporciones epidémicas ha conducido a una dis-
cusión amplia sobre las estrategias para su prevención, pero se
han generado pocas alternativas efectivas. En la actualidad una
mayor cantidad de investigación se concentra en los esfuerzos para
prevención dirigidos a los niños y los adolescentes. Casi todas las
intervenciones implican la modificación de las conductas del estilo
de vida para favorecer la selección de alimentos saludables y una
mayor actividad física. El debate público también se concentra
en las estrategias políticas para regular la disponibilidad de op-
ciones alimentarias menos deseables, como los bocadillos ricos
en calorías y las bebidas endulzadas. En la actualidad las agencias
federales están realizando esfuerzos mayores con fines de educación
y política pública.
Tratamiento de la obesidad
Considerando la complejidad del problema de la obesidad, el
manejo de esta condición requiere intervenciones de tres niveles:
intervenciones con base individual, intervenciones con base comu-
nitaria y políticas públicas (PHAC/CIHI, 2011). Antes de iniciar
el tratamiento, debe llevarse a cabo una valoración del grado de
sobrepeso y de la situación de riesgo en general. Esto debe incluir
la identificación de los factores de riesgo siguientes o sus complica-
ciones (así como muchas otras cuestiones importantes): cardiopatía
coronaria y otras enfermedades ateroescleróticas, apnea del sueño,
trastornos ginecológicos, osteoartritis, colelitiasis, incontinencia
de esfuerzo, tabaquismo, depresión, trastornos de la alimentación
y/o del estado de ánimo, hipertensión, concentraciones elevadas
de colesterol en LDL, concentraciones bajas de colesterol en HDL,
hipertrigliceridemia, prediabetes o diabetes mellitus tipo 2, ante-
cedente familiar de cardiopatía coronaria prematura, e inactividad
física (Lau et al., 2007). También es recomendable definir las ba-
rreras y la disposición de la persona para la pérdida del peso (Lau
et al., 2007). Es posible evaluar varios factores para determinarlo.
Son, entre otros, las razones y las motivaciones para la pérdida
10 
Cuadro 6‑2 • Distorsión de las raciones (National Heart, Lung, and Blood Institute, 2015)
Alimento Tamaño de la ración hace 20 años
Refresco de soda 200 mL (85 calorías)
Hamburguesa con queso (333 calorías)
Papas a la francesa 68 g (210 calorías)
Rosquilla de trigo 7.5 cm de diámetro (140 calorías)
Emparedado de pavo 320 calorías
ponderal, el antecedente de intentos de pérdida ponderal, el apoyo
social, la actitud en torno a la actividad física, la habilidad para
participar en la actividad física, el tiempo disponible para intentar
una intervención, la comprensión de las causas de la obesidad y
su contribución a la enfermedad. Estos ayudan a identificar las
barreras emocionales, psicológicas, físicas y sociales que enfrenta
la persona para hacer cambios.
Intervenciones individuales
Las intervenciones individuales se dirigen a lo que puede hacerse
para controlar la obesidad de forma personal. La modificación del
estilo de vida es un factor esencial para el tratamiento de la pérdida
ponderal. Las intervenciones del estilo de vida están diseñadas
para ayudar a los individuos a modificar sus hábitos. Las estrate-
gias incluyen el respaldo a los participantes para que aprendan a
vigilar por sí mismos sus hábitos de consumo, entre otros dónde
y cuándo comer, y a identificar las situaciones que desencadenan
la conducta de alimentación. Las técnicas para la modificación
conductual incluyen el manejo del estrés, el control de estímulos,
la resolución de problemas, el manejo de contingencias, la rees-
tructuración cognitiva, el apoyo social y la prevención de recaídas
(Jacob & Isaac, 2012). Otro aspecto importante de la modificación
conductual es ayudar a la persona a establecer metas de pérdida
ponderal realistas (Jacob & Isaac, 2012). La pérdida de peso que
se logra con la terapia dietética, el ejercicio y la terapia conductual
de manera característica corresponde a un valor 10% por debajo del
peso inicial (Wadden, Butryn, Wilson, et al., 2007). En muchos
casos, este nivel puede reducir los riesgos de salud, pero a menudo
no responde a las expectativas individuales.
Las intervenciones dietéticas incluyen la reducción del consumo
calórico, la modificación de los hábitos de alimentación y el apoyo
a la persona para que aprenda a consumir una dieta balanceada
(Lau et al., 2007). Los dos componentes principales de toda terapia
dietética son la restricción calórica y la composición de la dieta.
Mientras que la modificación de la dieta y la restricción calórica
son componentes importantes de la terapia para reducción pon-
deral, no se ha demostrado que alguna estrategia sea más efectiva.
Así, la terapia dietética debe prescribirse de manera individual,
con base en la condición de sobrepeso y el perfil de riesgo de la
persona. La dieta debe corresponder a un plan personalizado con
metas realistas. La restricción calórica puede variar, desde las dietas
bajas en calorías hasta las muy bajas en calorías. Las dietas bajas en
calorías suelen caracterizarse por restringir el consumo calórico
a 1 200 kcal/día. Esto trae consigo una reducción variable, que
depende del consumo dietético inicial del individuo. Las dietas
muy bajas en calorías restringen el consumo hasta alrededor de
450 kcal/día, de manera primordial a partir de proteínas. Esta dieta
implica más riesgos, entre otros las anomalías del ritmo cardíaco y
la colelitiasis, y quienquiera que la siga debe mantenerse bajo la su-
Tamaño de la ración en la actualidad
600 mL (250 calorías)
(590 calorías)
196 g (610 calorías)
15 cm de diámetro (350 calorías)
820 calorías
pervisión directa de un profesional médico. Una estrategia dietética
más conservadora consiste en reducir el consumo diario existente
entre 500 y 1 000 kcal/día. El consumo calórico total debe distri-
buirse en cuatro o cinco comidas o colaciones a lo largo del día.
El control de las raciones es una técnica efectiva para ayudar a lograr
la reducción calórica. Muchas personas con sobrepeso pudieran no
haber practicado el cálculo del tamaño de la ración, ni lo han vi-
gilado. El cuadro 6-2 muestra la modificación de los tamaños de
las raciones a lo largo de los años.
Una estrategia para el control de la porción individual es la
integración de registros dietéticos diarios, que incluyan todos los
alimentos ingeridos, para promover la conciencia tanto del conte-
nido como de la frecuencia de consumo. También puede recurrir-
se a la sustitución de comidas, mediante el consumo de licuados
con proteínas, vitaminas y minerales, en vez de alimentos sólidos.
Una vez que se define la restricción calórica, debe resolverse la
composición de la dieta. Existen muchos métodos para modificar
el contenido dietético, entre ellos las dietas bajas en grasas, y las
dietas bajas en carbohidratos y ricas en proteínas. Las dietas bajas en
grasas buscan limitar las calorías diarias que se obtienen a partir
de grasas a entre 10 y 15% del consumo calórico total. Este nivel
puede ser difícil alcanzar y a menudo va en detrimento del sabor.
Las dietas bajas en carbohidratos y ricas en proteínas se volvieron
populares en las décadas de 1960 y 1970. Si bien son efectivas
para la pérdida ponderal, en especial en las fases iniciales, pueden
contribuir a los riesgos de salud. Las dietas más ricas en proteínas
pueden incrementar el riesgo de litiasis renal, y la disminución de
la fibra también puede aumentar el riesgo de cáncer y elevar las
concentraciones de colesterol. También se recomienda a menudo
la intensificación de la actividad física. Existe evidencia convin-
cente de que el aumento de la actividad física reduce el riesgo
de sobrepeso y obesidad. «La actividad física y el ejercicio deben
poder mantenerse y diseñarse para el individuo» (Lau et al., 2007,
p. 54). Además, reduce el riesgo cardiovascular y de diabetes en
mayor grado que el que se logra con la pérdida ponderal aislada.
La actividad física es un componente importante de la terapia para
la pérdida de peso y ayuda a mantener la reducción alcanzada. Por
otro lado, pudiera ayudar a reducir la grasa abdominal, mejorar el
acondicionamiento cardiorrespiratorio, y prevenir la disminución
de la masa muscular que muchas veces se observa con la pérdida
ponderal. El ejercicio debe iniciarse con lentitud, y su duración e
intensidad incrementarse de manera independiente entre sí. La
meta debe ser de 60 min o más de actividad moderada a vigorosa
la mayor parte de la semana para mantener el peso, y de 60 a 90
min al tratar de mantener la pérdida ponderal (ACPHHS, 2005;
Health Canada, 2011; ParticipACTION, 2013). La actividad puede
realizarse en una sesión o de manera intermitente a lo largo del día.
El tratamiento farmacológico puede usarse como adyuvante
para el régimen antes mencionado en algunos individuos con IMC

de 30 o más, sin factores de riesgo adicionales o patologías, así
como en personas con IMC de 27 o más con factores de riesgo o
patologías concomitantes. Los factores de riesgo y las enfermedades
que se considera justifican la tratamiento farmacológico son car-
diopatía coronaria, diabetes mellitus tipo 2, síndrome metabólico,
trastornos ginecológicos, osteoartritis, colecistopatía, incontinencia
de esfuerzo y apnea del sueño (Lau et al., 2007). En pacientes
específicos con factores de riesgo quirúrgicos aceptables, la ciru-
gía es en la actualidad el tratamiento más efectivo de la obesidad
grave en relación con la intensidad y la persistencia de la reducción
ponderal alcanzada (Dixon, Zimmet, Albertit, et al., 2011). La
cirugía bariátrica, si bien invasiva, permite una pérdida ponderal
significativa y su mantenimiento a largo plazo, un mejoramiento de
la calidad de vida, disminución de la incidencia de enfermedades
asociadas y disminución de la mortalidad por todas las causas (lo
que incluye la derivada de la enfermedad cardiovascular y el cáncer).
Esta alternativa suele reservarse para personas con IMC superior a
40; aquellas con un IMC mayor de 35 con afecciones comórbidas y
en quienes los esfuerzos médicos han fallado, y para quienes cursan
con complicaciones por obesidad extrema. El manejo farmacoló-
gico y el quirúrgico (cirugía bariátrica) de la obesidad se analizan
con más detalle en el capítulo 38.
Intervenciones con base comunitaria
Las intervenciones con base comunitaria consisten en el desarrollo y
la implementación de programas en el nivel comunitario. Por ejem-
plo, los programas de actividad física en el centro de trabajo pueden
considerarse programas con base comunitaria. Las intervencio-
nes comunitarias también pueden incluir programas integrales que
hacen frente a diversos determinantes de la obesidad. Los progra-
mas de mercadeo social también se consideran intervenciones con
base comunitaria (PHAC/CIHI, 2011).
Política pública
Desde una perspectiva de salud pública, es importante que quie-
nes integran las políticas se involucren en el manejo de la obesidad.
Por ejemplo, una de las recomendaciones de un estudio realiza-
do por Smoyer-Tomic et al. (2007) es que los centros urbanos
pudieran considerar la zonificación por medio de leyes que regu-
laran el número de tiendas de alimentos que puedan existir en una
comunidad dada. De manera similar, los consejos escolares también
pueden participar en la prevención de la obesidad en los niños al
limitar el número de máquinas expendedoras automáticas y susti-
tuirlas por alimento fresco. Los integradores de políticas de mayor
nivel, como los gobiernos provinciales y federales, pueden integrar
legislaciones que regulen la cantidad de sal y azúcar que se incluya
en los alimentos procesados. También pueden crear medidas que
faciliten el acceso a la comida saludable, o limitarlo a la que no lo es.
Es mucho lo que deben hacer los integradores de políticas para
regular mejor a la industria alimentaria. Por ejemplo, «existen 56
nombres diferentes tan sólo para el azúcar y los fabricantes no tie-
nen que agruparlos» (Standing Senate Committee on Social Affairs,
Science and Technology, 2016, p. iv). También se observó que la
carencia de reglamentos estrictos implica que los productores emi-
tan sus propias versiones de sistemas para etiquetado de alimentos,
que resultan muy confusas para los consumidores.
Resumen de puntos clave
• La obesidad se define como una acumulación excesiva de grasa
corporal con consecuencias patológicas múltiples específicas
del órgano afectado.
Capítulo 6  Obesidad 11
• Se ha implicado a elementos genéticos, socioeconómicos, cul-
turales y ambientales, a factores de influencia psicológica,
y a los niveles de actividad como factores causales en el
desarrollo de la obesidad. Los riesgos de salud que se asocian
a la obesidad afectan a casi todos los sistemas corporales.
• Existen dos tipos principales de obesidad: la central y la peri-
férica. La obesidad central se relaciona con una incidencia
más alta de complicaciones.
• La obesidad es el trastorno nutricional con mayor prevalencia
en las poblaciones pediátricas canadienses. Entre los facto-
res que predisponen a la obesidad infantil están los patro-
nes erráticos de alimentación, la selección de alimentos con
gran densidad calórica, y la falta de ejercicio y un estilo de
vida sedentario. La mayor inquietud en torno a la obesidad
infantil es que los niños obesos se convierten en adultos con
obesidad. Los pediatras están ahora comenzando a detectar
hipertensión, dislipidemia, diabetes tipo 2, complicaciones
ortopédicas y estigmas psicosociales en niños y adolescen-
tes obesos. Por efecto del alcance del problema, se recomien-
da que la condición de peso de todos los niños se evalúe
cada año, y que en el plan de atención de salud de todos los
niños se incluyan medidas para prevenir y tratar la obesidad.
• Para el manejo de la obesidad se requieren intervenciones de
tres niveles: intervenciones con base individual, intervencio-
nes con base comunitaria, y políticas públicas (PHAC/CIHI,
2011). El tratamiento de la obesidad se concentra en el uso
de dietas nutricionales adecuadas para la pérdida ponderal,
la modificación conductual, el ejercicio, el apoyo social y,
en caso de obesidad intensa, la tratamiento farmacológico
y las estrategias quirúrgicas.
Referencias y lecturas recomendadas
Libros
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