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— ' O o n q a e u s t e d m e t r a t a do m i c r o b i o I n o f e o s i r o l ¡
—T yo A usted de 4tomo Insulso.
— P u e s amtjfo, s e g a n a u s t e d un d e s a f i o .
— í C o n e f u s i ó n do s a n g r e ? i
— l í o seBor, con efusión de v i n o . i
CRÓNICA
P e r d a r a todavía, cálida y vibrante
en el ánimo, la v i s i ó n deslumbrante y
confortadora á un tiempo de la jura de la bandera
celebrada y a en la mayor parte de provincias, con l a
s e v e r a solemnidad que acto tan patriótico requiere. N o
es la fiesta de una oíase, de una región, de nn hecho
accidentado ó de fortuito éxito, es la fiesta de todos,
porque á todos interesa por igual; por eso lo mismo en
la capital de la monarquía que en la más modesta
placa, el día señalado para la jura c o n s t i t u y e nn acontecimiento que
todas l a s clases sociales celebran por igual, y es singular que después
de dias lluviosos y desapacibles amanesca casi siempre el señalado
para tan hermoso acto, con esplendores primaverales, sin que la más
l i g e r a n u b é c u l a empañe la purísima tersura de un cielo completá-
mence azul.
Si siempre se ha presenciado con simpatía el acto d é l a Jura por los
reolntas, este año ha revestido importancia excepcional: se ha uuido
i lo a t r a c t i v o de la fiesta, el interés de la novedad.
¿Por qué ese anhelo para asistir á la misa de campaña y presenciar
l u e g o el desfile? ¿Por lo brillante del conjunto? ¿Por lo vistoso de la
perspectiva? N o , algo más hondo, ha sido el móvil; algo más digno de
conmover al unisono el espíritu de l a l c o l e c t i v i d a d e s , es lo qne
impnlsa el palpitante interés. Es el primer año del servicio militar
obligatorio, el primero qne desaparecida u n a odiosa excepción l o s
hijos de los grandes y los hijos de los menesterosos, los qne al nacer
han recibido el beso de la suerte ó el zarpazo de las desdichas, v i s t e n
el honroso .uniforme de soldados de la P a t r i a y juntos, al besar la
sacrosanta enseña j a r a n & Dios y prometen al Rey defenderla hasta
perder la vida, si es preciso.
No importa señalar regiones; donde qaiera qne hayan jurado los
nuevos reclutas, se ha visto luego en el desfile j a u t o al mozo de tez
cartida por el aire del campo, al estudiante qae ha dejado las aulas; al
lado del obrero qae ha dejado el taller ó la f&brica, al joven salido de
comercios, bancos ó casas de
crédito, los ha juntado el cum-
plimiento del más sagrado de
los deberes, cuando mañana se
separen, en vez de recelos y
desconfianzas de c l a s e s , les
unirá á todos cordial y verda-
dera fraternidad, porque jamás
darán al olvido los dias pasa-
dos entie los qae fueron s a s
compañeros de armas.
P a r a los niños ha-
brá sido también, la
j a r a del presente año,
más g r a t a q n e en
«ños a n t e r i o r e s ; la
visión de que sólo los
pobres iban, al servi-
cio se ha borrado de
sn p a r a imaginación
con todas sas negra-
ras y dejos de injas-
ticia, ya no serán sólo
los desheredados los
que tengan que ir al
s e r v i c i o , i r á n con
ellos l o s privilegia-
dos de la suerte, y cumpli-
rán ona misma ordenanza,
vestirán idéntico uniforme,
y la sombra sagrada de a n a
misma bandera. Juntos mar-
charán por la senda del deber
y del honor.
PACHIN
Q u e d e l i c i a e s el r e g a r
c o n m i c u b o t a n t a s flores,
para recibir en cambio
tantas fragantes olores.
P a t i n a b a n sobre el hielo de los chicos el m á s l i s t o ,
cnando de pronto n n h o y u e l o , h a c e caer i m p r e v i s t o .
A N É C D O T A S
ü n rico ooleccionista e x t r a n j e - —Mi hija t i e n e la m a l a c o s t u m -
ro e n c a r g ó & nn a t a m a d o pintor bre de contestarme c u a n t a s v e e e s
a n a colección de cnadros represen- l a reprendo; no sé como quitarle
tando costumbres de diversos paí- t a n feo vicio,—decía la madre de
ses. D e s p a é s de h a b e r r e c i b i d o Amelia,
varios cuadros de los que quedó - M n y fácilmente,—contestó sa
m u y s a t i s t e c h o el artista, le p r e - t í o , — n o t i e n e s m á s qae mandarla
s e n t ó uno q u e representaba nn á a n a oficina de teléfonos para q a e
hombre en c a m i s a con una pieza deje de contestar con oportunidad.
de g é n e r o debajo de ambos brazos
y a n a s tijeras en la m a n o .
—¿Qué significa e s t e a s u n t o ? —
p r e g u n t o con d e s a g r a d o el c o l e c -
cionista. —Si comes buenos platos de s o p a
— E s u n a s u n t o francés;—con- y t o m a s el r e c o n s t i t u y e n t e s e r á s
t e s t ó el pintor,—como los france- fuerte y robusto como y o , — d e e í a
s e s cambian de moda t a n fácil- una v i e j a s i r v i e n t a 4 P e d r i t o .
m e n t e , le he p i n t a d o n n hombre E l chico echó á correr n e g á n d o -
p r o v i s t o de l a snficiente t e l a y ti- se á t o m a r ambas c o s a s .
j e r a s , para qne se corte los trajes —¿Por qué h u y e s cariño?—gri-
á su gusto. tó la pobre mujer.
El aficionado celebró la o c n - —Por n o v o l v e r m e oomo t ú , —
rrencia y se quedó con el cuadro. c o n t e s t ó lloriqueando el n i ñ o .
ESMERALDA
(MONÓLOGO D E UN "BEBÉ")
— P n e s e s chico el agnjero qne le eslA a r t e l —¡Hola, don B o q a e l —La cosa tenia la mar de gracia, porque.
haciendo á l a jarra. — ¡Caramba, tio Francisco! L l é n e m e u s t e d la jarra, D . R o q u e . .,
—Calla, m u c h a c h o , t ú qae sabes.
— Y e n t o n c e s la madre, que era u n a mujer —¡Calle usted por todos l o s santos, tío Fran- —No v u e l v a s la cabeza pa tras, que l e he
de primera, le c o n t e s t ó : cisco! dao l a perra gorda falsa.
— Y a falta poco don R o q u e . — Y a falta poco, don B o q a e .
L o a p r i m e r o s p a s o s s o n l o s diflcaitoBOS.
En Hildesheim
(Hanover) existe
a n f a m o s o rosal
q a e c u e n t a m&s de
m i l a ñ o s de e x i s
tencia, paes según
l a t r a d i c i ó n Saé
p l a n t a d o por el
mismo Carlomag-
no. T o d o s los afios
se t e m e q u e se
m a e r a , pero lejos
de ser así cada ve-
rano a u m e n t a el
n ú m e r o de s u s ro-
s a s , c u y o color y
c a l i d a d son in-
mejorables. E s t á
p l a n t a d o en la pa-
red e x t e r i o r de l a
c r i p t a de l a c a t e -
dral de H i l d e s -
heim, teniendo
diez m e t r o s de cir-
cunferencia, y e x -
t e n d i é n d o s e sus
r a m a s á o n c e de
altara.
l i a pesca de l a s
perlas n e g r a s (in
finitamente supe-
riores á l a s b l a n -
cas) o c u p a gran
n ú m e r o de brazos
y de barcos e n l a s
c o s t a s de la Baja
C a l i f o r n i a . Los
comerciantes pro-
p o r c i o n a n á los
p e s c a d o r e s l o s bar
e o s y los a p a r a t o s
de buzo con l a con
diclón de q u e l e s
v e n d a n el producto
de la pesca á pre-
cios c o n v e n i d o s de
a n t e m a n o . El valor
de las que anual
m e n t e se p e s c a n
asciende ¿ quinien-
t o s mil pflsos.
Que b o n i t o es un v u e l o de golondrinas en p l e n o campoJ
• EL ESTABLO VACIO
Cuando Juanito abrió los ojos, despertado por el alegre rayo de
sol que se colaba ventana adentro en la alcoba, se acordó de lo que
había oído al pastor por la noche, y entrándole una gran angustia
se tiró de la cama gruñendo contra la soñera... El, que s e había
propuesto madrugar mucho y levantarse con el alba para impedir
que el capataz se saliera con la suya. ¡Ya no llegaba á tiempo!
Pensaban llevarse las vacas al amanecer. Era una cosa cruelísima
sacrificar así á los pobres animales, después de haber vivido tan-
tos meses en la granja, y se necesitaba tener un corazón de bronce
para mandarlas al matadero. Lo que no comprendía el niño, era
como sus padres consentían semejante atrocidad siendo los aw.os.
El niño concluyó de vestirse, salió del dormitorio, dio á su
madre él beso de los buenos dias, preguntó por su padre que se
había marchado con las reses, y en seguida se escapó al corral y
se metió en el establo queriendo convencerse por sí propio de la
desgracia.
¡Dios mío! ¡Ya no cabía ni la más leve esperanza! ¡El establo
estaba vacío! Aun conservaba el ambiente, el olor sano y picante
del ganado vacuno, y todavía alfombraban el empedrado de la c*ja-
dra calientes montones de estiércol; pero en la caballeriza no se
oía como otras veces, sordas patadas ni estruendosos mugidos, ni
entre las tablas de los pesebres se distinguían aquellas noblotas
cabezas coronadas de cuernos de otros días felices. Todo se hallaba
solitario y sombrío. Aquí en un rincón, permanecía el caldero de
ordeñar; alli sobre el marco de la ventana descansaba, mudó, un
cencerro; allá colgado de un clavo en la pared pendía un rollo de
recias sogas. ¡Que desolación de morada! En el acto le asaltó al
muchachito un tropel de remembranzas: se acordó de la Roja, de
la Pintada, de la Jabonera, á la que regalaba pan de su merienda;
de la Negra, que tuvo dos chotos tan lindos; de la Nevada, tan
mansa que siempre se dejaba ordeñar por él; ¡de todas!... Avínole
P e r o m u c h o m á s el v u e l o d e s u s s o m b r e r o s e n l p l e n o v i e n t o .
á la memoria que en aquel mismo momento iban camino de la
carretera en derechura al matadero de la ciudad, y quizá hubiese
obtenido de su padre el indulto de las reses. ¡Hubiera llorado! ¡Se
lo hubiese pedido de rodillas! Y hundiéndose poco á poco en sus
amargos pensamientos se le escaparon las lágrimas, se sentó en
un poyo del establo y allí estuvo argo rato llorando en silencio.
Pasado un rato s e levantó más sereno, enjugóse los enrojecidos
)árpados, se marchó á la fuente, lavóse en el pilón para borrar las
luellas de su pena y tornó á subir á las habitaciones de arriba de
la granja donde esperaba hallar á su madre como la halló cosiendo.
Cuando su madre salió de la habitación, le hurtó una tira de
paño negro, una larguísima hebra de hilo y una aguja, corriendo
después á encerrarse en su alcoba con semejantes enseres.
Aquella tarde la madre de Juanito mandó enganchar la jardi-
nera y se dispuso á trasladarse con él á la ciudad para reunirse
allí con su marido.
Juanito que se vestía solo como un hombrecito, se acomodó por
sí propio su ropa de fiesta, y cuando estuvo arreglado y con el
sombrero puesto, buscó á su madre y le dijo sencillamente:
—¿Nos vamos, mamá?...
La madre no contestó y se quedó muda, absorta, llena de
asombro mirando el sombrero hongo de fieltro blanco de su hijo,
cuya copa hallábase rodeada por ancha tira de paño negro tosca-
mente puesta. Al cabo de un rato pasada su sorpresa, sin dar c r é -
dito á lo que veía, preguntó la pobre señora con acento algo bur-
lón y chancero:
—¿Por quién vas de luto, Juan?
Y el niño poniéndose muy grave, contestó lentamente y con
triste entonación:
—¡Por las vacas!... ALFONSO PÉREZ NIEVA
CHARADA
Puesta la prima y segunda
se 7a ¿ segunda y tercera,
y es fácil adivinar
que el todo lo dá una piedra.
La» »olucion$s < n el próximo número.