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NÚM.

10 BARCELONA, 11 DE JUNIO DE 1913 10 CÉNTS^

—¿Qaé haces aqni?


—Hago girar la veleta. |Como siempre te qaejas de qae sopla el
viento del Nortel \
PALIQUE
De pie en el dintel
de la puerta de mi cuar-
to, con el brazo derecho
enarbolado yjuguetean-
do con una peseta entre
sus dedos, me dijo ale-
gre y sonriente:
—Te convido.
—Ven acá,—le con-
t e s t é . — ¿ C ó m o tantos
días sin verme?
—Convido,—repitió
guardando la moneda y
abrazándome, ailadien-
do;—Ya sabes que hoy
comes con n o s o t r o s ,
pero antes quiero con-
vidarte yo. ¡Verás que
cosa tan hermosa! Conque ponte el sombrero y en marcha.
—¿Tanta prisa corre la cosa? ¿Dónde quieres llevarme?—le pre-
gunté.
—Es una sorpresa; verás como te gusta,—dicho lo cual de
nuevo volvió á mostrarme la moneda diciéndome.—Me la ha dado
papá por las notas que le traje ayer.
—Tti siempre tan aplicado y buen muchacho. Asi debes de ser
siempre Luisito.
Al poco rato estábamos los dos en la calle; charlaba el chico
animadamente y atendíale yo con agradable atención, íbamos á
dejar el Parque cuando se detuvo, llevó la mano al bolsillo y mi-
rándome luego con angustiosa expresión.
—Pacliin,—me dijo,—no puedo convidarte, sabe?... he perdido
la peseta.
—Me echó á reir, pues con tanto meter y sacar había previsto
lo que le habia ocurrido. Hice para tranquilizarle preguntándole
donde quería que fuésemos.
—A ver la ballena y unos peces. ¿Te gustaría verlos Pachín?
—Muchísimo y mira, poco tenemos que andar, estamos ya en
la Exposición.
Ya en el interior del recinto comprendí que su entusiasmo había
sufrido un gran descenso, pues al pararnos ante la instalación de
la ballena que tanto anhelaba ver, no pudo el niiio dominar un
gesto de viva repugnancia.
—¡Qué bocaza, que negra y grandota es! ¿Verdad que parece de
madera?—me dijo volviendo la cabeza.—Vamos á ver los peces.
En pocos minutos recorrimos el recinto de la Exposición; Luis
apenas si se fijaba en ellas, pues según su parecer sólo peces de
surtidor contenían. En la sección de aquarinnis se distrajo algo
pero la impresión no respondía á la ilusión que el chico se habia
forjado. .luzgando por la suya mi impresión, ya en la calle.
—¿Verdad,—me dijo,—que no te ha gustado lo que hemos visto?
—Yendo contigo todo m e gusta,—le contesté.
—Otro día te convidaré, tú elegirás donde debemos ir, ¿querrás
Pachin?
—Déjate de convites; siempre que quieras salir conmigo subes,
y como los mejores compañeros saldremos los dos.

— P i r o ¿ q u é q u i e r e n e n c o n t r a r u s t e d e a i o e c n r a a , si y o 4 l a s d o c e del d i a n o encuen-
t r o ni u n c é n t i m o ?

Emprendimos la vuelta á casa. Era un día espléndido, primave-


ral, un día que brillaban el oro y el azul, se r^fspiraba ambiente de
flores, y percibía la retina, los deslumbramientos de un sol bri-
llante y templado por los brisas del mar. Pronto olvidó Luis la
pérdida de su peseta y la decepción sufrida; de vez en cuando me
soltaba la mano para ir al encuentro de alguno de sus compañeros
de colegio y mientras ellos charlaban y reían, sentía yo como mi
alma se remozaba al percibir sus vibraciones de vida, de esperanza
y de dilatado porvenir. , ^ ^-^.^^'^^

PAClllN
D U E L O A. M U E R T E Pensamie nios
(HISTORIETA MUDA)
Mirad como
un a m i g o s e ­
guro al hombre
sincero que os
ad V i e n e de
vuestras faltas;
no á aquel que
aprueba cuan­
to hacéis.

Homero fué
el padre de la
epopeya; Es­
quilo de la tra­
gedia; E s o p o ,
del epilogo;
Pindaro de la
poesía lírica, y
Teócrito de la
poesía p a s t o ­
ral.

Entre los
h o m b r e i co­
m u n e s se au­
m e n t a el nú-
merodeamigos
con la fortuna;
entre los lite­
ratos no se co­
n o c e el grado
de estimación
de que uno es
digno si no por
el n ú m e r o de
enemieos.

Los que go­


biernan s o n
como los cuer­
pos c e l e s t e s ,
brillan mucho,
pero no tienen
ningún d e s ­
canso.
SIN RENCOR
D a b a g a s t o el ver á aquellos dos niños tan hermosos j u g u e t e a r en
la playa á la caída de la tarde cuando el globo incandescente del sol s e
hundía tras la l í n e a i m a g i n a r i a que el a g u a y el cielo trazaban allá en
lo infinito.
Jorge, ano de los dos niños era m á s alto, más robusto que s u com-
pañero Pedro; éste tímido, aquél más resuelto. Ambos vestían a n o s
trajecitos de marinero, pero el de J o r g e era de dril, y á trechos la tela
se hallaba sucerpuesta; en cambio el de sn amiguito era de finísimo
paño azul y los botones se semejaban al oro por lo dorados y relu-
cientes.
Ambos niños se querían como i hermanos, bien es verdad que siem-
pre se hallaban j u n t o s y que unos eran s u s j u e g o s y aspiraciones; y
aun cuando la diferencia social era notable en J o r g e hijo de un humil-
de pescador comparada con la de Pedro cuyo padre era capitán de
navio, no por eso era m e n o s el cariño que se profesaban, al que coad-
yuvaban los progenitores de Perico porque la familia de J o r g e era
honradísima y de u n o s a n t e c e d e n t e s inmejorables,

II
•—¿A dónde vas Perico?
—A buscar á J o r g e que me estará esperando en el muelle.
—No sé como no te dá v e r g ü e n z a andar siempre con ese pobrete.
—Es m u y bueno; el qne
sea pobre, no importa.
—Vente conmigo y déja-
t e de m e n d i g o s que fingen
querer solo para que hagas
con ellos el primo.
El que así decia era un
chicuelo de unos diez años
vestido con pretenciosa ele-
g a t c i a ; asió del brazo á Pe-
rico qne no opuso la menor
resistencia y a m b o s a m i -
guitos se pusieron á pasear
tranquilamente por la Ala
meda.
Aquella noche Pedro á
solas en sn lecho dio en re-
flexionar en l a s p a l a b r a s
dichas p o r su pretencioso
ami^o. Tenía razón; Jorge
era m u y bueno pero m u y
pobre, ningún n i ñ o de su
edad ni de su clase j u g a b a —MI m a d r e y y o h e m o s c o m i d o o s t r a » y a h o r a
. _ 1 J„i j t e n e m o s nn m a l e s t a r q u e n o s é q n e s e r á .
con el h i j o del pescador - s e n c i l l a m e n t e : í e s q u e a l g u n a de e l l a s oe
¿por o a é había de^jugar ól^ habrá reconocldol
n o le despreciaría; eso no, pero
poco & poco iría separándose de
él, basta acabar con sn amistad,

III
H a n transcurrido t f e s me-
ses, y encontramos á J o r g e tris
te y pensativo sentado en n n
taburete de madera en la coci-
n a (1(4 su casa mirando como »n
medre prepara en una canasta
los rodaballos pescados por su
padre la mañana precedente.
—¿Qué haces Jorge? ¿Por
qué DO sales? Di. ¿Has reñido
con Pndro? — E s t e p e q u e ñ o t i e n e nn d e f e c t o q u e s e r i »
—No, madre, Pedro no m e n n » Kran c u a l i d a d si f u e r a p e n o d e c a z a .
qui' r B ya. Ayer le vi en la pla- —Que es m u y chato.
y a del brazo con el hijo del
mai>t.trante. Les s a l u d é y se
hicieron los distraídos. —Y al decir esto los ojos de J o r g e se nublaron
de lágrimr». —jMe desprecia porque soy pobrel...—levantóse de su
asiento y ofiadió: —Madre, me voy á la plava á esperar á padre,
El oía estaba apacible, y el mnelle se veía lleno de cnriosos qne
iban á ver el arribo de uno de los vapores correos que hacen la t r a v e -
sía de la P e n í n s u l a á B n e n o s Aires y viceversa.
Al llegar al embarcadero el n i ñ o se detuvo sorprendido.
En la combro de la peña dos jovencitos discutían acaloradamente.
En ellos reconoció J o r g e á su
ingrato amigo y á Antonio.
—¡Ah que no te atreves,—de-
cía el tiltimo á Pedro —á dar on
salto desde aquí á la orilla sin
caer en el mari
—¿Qne no me atrevo? E s p e r a
n n momento,—replicó Pedro y po
niéndose de pie arqueó l o s brazos
y se dispuso á saltar,
J o r g e vio lo qne ocurría y es-
cuchó dos g r i t o s de espanto.
Pedro habia calculado mal l a
distancia, y en vez de caer á la ori-
lla traspuso ésta y fué á parar
como unas t r e s varas mar aden-
tro. El peligro en que se e n c o n -
traba era inminente pues el des-
graciado no sabía nadar, y la ma-
rea crecía por momentos.
Antonio desde lo a l t o de l a
—¿A d ó n d e v a s á COI ar? peña permanecía mudo de asom-
~ f v HA^H " í * , bro. en tanto que J o r g e con extra-
—¿Y d ó n d e h a s c o m i d o ? j,. • i- • L ,
- E n niiiRuna parte. ordinaria ligereza se quitaba l a s
— P u e s te a c o m p a ñ o . botas y el trajecito y se echaba al
mar 4 libertar aquella inocente presa qne se debatía desesperada-
mente con el liquido elemento; al fin asió & Pedro por la chaquetilla y
a remolque lo trajo á la playa. Alli sobre la fina arena depositó al
pobre niño y notando qne se había desmayado cogió con ambas m a n o s
un poco de a g u a rociando el rostro de s u amigo.
A los pocos i n s t a n t e s volvió en si y al ver i. su libertador laneó un
grito de alegría.
Después levantándose echó los bracos al cuello de Jorge y besán-
dole murmuró:
—jJorge, hermano mío! ¡Perdóname si por un momento m e o l v i d é
de til Ahora te quiero m á s que nunca y comprendo qne la pobreaa no
es ningún delito, no priva de poseer rl más hermoso corazón. T a
acción t a n noble me obliga á amarte como al mejor de los hermanos.
Dame otro abrazo... ¡Verdad qne no me guardas rencorl
— No, Pedro; tristeza me cansaba tu desvío, pero no rencor, pues
mis padres me han dicho siempre que es la peor semilla que podemos
abrigar en nuestro pecho.
Tan embebecidos s e encontraban los dos amiguitos que no repara-
ron qne desde el principio de aquella contnovedora esceaa, el cobardón
de Antonio avergonzado de su anterior conducta huía sigilosamente d e
la playa.
ALBJANDRO T ARKUBIBRA

E L J U E Z Y L A S MOSCAS
Un labrador de la Alcarria, ha-
bfa dado á guardar n n a jarra de
leche á un vecino suyo. Cuando
fué á reclamarla la jarra no con-
t e n í a ni U n a g o t a de leche, asegu-
rando el vecino que las m o s c a s l a
habían apurado,
Como el labrador n o quedó con-
vencido, entabló un proceso; con-
denando el juez de paz al g u a r d a -
dor á pagar l a jarra de leche,
cuya custodia le habían encomen-
dado.
—No tenía nsted más qne matar
l a s moscas,—decía el digno fun-
cionario.—y no dar lugar á que
apnraran nna jarra de leche.
—¿De s u e r t e , —dijo con gran
sencillez el acusado, qne no está
prohibido matar l a s moscas?
—¡Que h a de estar!—re^ilicó el
juez.—Al contrario: donde s e v e
a n a mosca, allí se acaba con ella.
En aquel momento n n a mosca
s e posó en la mejilla del juez,
apresurándose el hombre á ma-
t a r l a al punto, soltando al efecto —Venga es» m a n o , ¿no es usted dipu-
tado por Villaeebolla?
l a más solemne bofetada al repre- —No, s e ñ o r , e s a q n i e n f r e n t e .
sentante de la l e y . —Kntoneea r e t i r o l a m a n o y d i s p e n s e .
EI^ TEIVDEDERO F'AI>3TASTICO

Doña Serapia qae tenfa Jasta fama de per- Caando ano de sas tijos llamado Bartolo se Y á sn otro hijo Serafín la cara de D. Teófilo
fecta lavandera, tendía cierta mañana la blan- le ocarrió pintar el rostro de D. Nicomedes después de tomar la ducha.
qaisima ropa en la orilla del rio. tomando el chocolate.

Riéndose de la sorpresa qne le va á, cansar á, Alejándose la moj** complacida del resul- Cual no sería su sorpresa al ver el retrato
su madre ver la ropa convertida[en exposición tado de su lavado. de sus parroquianos que le miraban con ojos
de caricaturas. burlones é interrogativos.
m
El i n a é s í r o — V a m o s A v e r , B e n i t e z , ¿ q n é e s c i r c u l o ?
El chico. - C i r c u l o e s d o n d e p a p i p i e r d e e l d i n e r o d e m a m á .

VENGANZA DE MAGDALENA
Porque h a b i a h e c h o mal la m a y o n e s a , t o s t a d o el e m b u t i d o , derra-
mado la salsa sobre el v e s t i d o de u n i n v i t a d o y v e r t i d o el salero, Mag-
dalena fué despedida por la señora de A l t a r r o c a .
I n d i g n a d a por verse despedida, Magdalena t u v o la idea de v e n -
g a r s e , pero ¿cómo? La s o l u c i ó n no s e h i z o esperar.
L a m a ñ a n a s i g u i e n t e f u e s e & la tocinería comprando u n a v e j i g a
de cerdo. T a de v u e l t a & su casa, regocijábase a n t e la m a l a p a s a d a
que iba á jugar á su d e s c o n t e n t a d i z a señora.
L a cosa no podía resultar m&s s e n c i l l a : llenó la vejiga de t i n t a y
la colocó c u i d a d o s a m e n t e al fondo del sombrero de sn s e ñ o r a , h e c h o
lo cual lo d^jó donde lo h a b i a e n c o n t r a d o retir&ndose de p u n t i l l a s .
E l otro dia la s e ñ o r a de A l t a r r o c a debía a s i s t i r & un g r a n ban-
quete. A la hora de v e s t i r s e llamó & Magdalena, ayud&ndola ésta con
la m a y o r a t e n c i ó n y s o l i c i t u d .
—Despacha, Magdalena,—dijo la señora, al acabar el tocado;—dame
el sombrero, que es y a m u y tarde.
Con gran delicadeza p r e s e n t ó l e la d o n c e l l a el lujoso sombrero,
ornado con magníficas p l u m a s .
—Est& m n y bien, M a g d a l e n a , puedes r e t i r a r t e , pues no preciso y a
de t u s buenos servicios.
Colocóse delante del espejo, c l a v ó u n o de los l a r g o s pasadores y
bum... l a v e j i g a de cerdo cuidadosamente o c u l t a r e v e n t ó dejando esca-
par por el rostro de la s e ñ o r a de Altarroca sn n e g r o contenido.
—¡Socorro! ¡Socorrol—gritaba la aterrada señora, al verse c o n v e r -
t i d a en una n e g r a .
E n t r e t a n t o , Magdalena, con sn m a l e t a habia abandonado l a casa
refngi&ndose en l a de s u tia y escapando del furor de la señora qne,
s e g ú n ella, tan i n j u s t a m e n t e la h a b i a despedido.

VARIEDAD

NuBvo invento de Edison


A c a b a de ser
dada & conocer por
el famoso i n v e n t o r
n n a nueva inven-
ción s u y a , c o n s i s -
t e n t e en u n a p a -
r a t o denominado
Cinetdlogo, qne
reuniendo el cine-
m a t ó g r a f o y el
fonógrafo proyec
t a i m á g e n e s ani-
madas y parlantes.
Cnantos e n s a y o s
s e h a b í a n practi-
cado para acoplar
e s t o s dos i n v e n t o s
habían fracasado,
L a diñcnltad esta-
ba en obtener nn
s i c r o n i s m o perfec-
t o e n t r e l o s dos
aparatos, T e s t a
d i f l c n l t a d la h a
Toto a c a b a d e d e c i r n n a I n c o t i g m e n c l a y d e c l a r a h a b e r l a
resuelto E d i s o n en aprendido en el d i c c i o n a r i o
sn último invento. La m a d r e . — ¿ H a s v i s t o t a m b i é n e n e l d i c c i o n a r i o ;lo q u e
dice de los zorros?
Toto.—Q,ae s o n u n o s a n i m a l e s m u y m a l o s q u e ocasíionan
U n repórter ha grandes perjuicios.
p r e s e n c i a d o las
pruebas en L l e w e l l y n , cerca de Orange, donde E d i s o n tiene u n labora-
torio y afirma que sn é x i t o es admirable y sorprendente. J
E d i s o n ha prometido dar m u y pronto con sn n u e v o aparato una^
representación c o m p l e t a de nna ópera de W a g n e r . ^ _ J
No liav PLA2O (¡ue no se^cumpla...
Era el terror de los i n t e r -
nos y de l o s e x t e r n o s mn
chicarrón de catorce afios
qne por sn estatura hubiera
podido fígurai en nna escua-
dra de gastadores, y por s n s
fnerzas medirse con los mo-
citos q u e 'principiaban á
gallear; p e r o t o d a v í a s n
atrevimiento era m á s d e s -
medido.
ED paz y en guerra, á l a s
horas de estudio como á l a s
del j u e g o con un pretexto ó
con otro, apenas pasaba d í a
sin hacer de las suyas; o r a
bascando camorra á l o s no-
v a t o s , ora burlándose de
sus antiguos compañeros.
Habíanle puesto por m o t e
—Kstaa p e r a s n o o s f í n .«nzonadas. Sansón y era el baratero del
—No 80 p r e o c u p e si ñ o r a , q u e d e m á s v e r d e s colegio; un tiranuelo que se
madaran.
mofaba de l o s profesores y
de Ion a v o s y á quien todos
sus condiscípulos tenían que pagar diversos tributos en a c a t a m i e n t o á
su física superioridad.
Ya se le antojaba e s t e j u g u e t e , y a aquella golosina; y a se empeñaba
en que uno le limpiase las botas, y a que el otro le resolviese l o s probje-
inas que le tocaban. H a s t a solía conseguir que le s u s t i t u y e s e n l o s
libros que rompía, y no faltaba a l g ú n infeliz qne por temor de s u s
puños, se atribuyera sus faltas y sufriese resignado el castigo.
J u g a n d o un día á la pelota, como se le cayera en o n a alcantarilla
quiso obligar á su contrincante á buscarla á fuerza de g o l g e s .
El otro era un puro nervio y m u y inferior en fnerzas, pero n o
cobarde. r j .
Cruzóse de brazos y mirándole fijamente le dijo:
—Sigue pegándome s i qnieres, que no me m o v e r é de aquí; pero t e n
de que a l g ú n día te devolveré la pelota.
Marcó estas últimas palabras intencionadamente, y Sansón se alejó
s o l U n d o una carcajada y mirándole con piedad desdeñosa.
E n cnanto á los compañeros, la m a y o r í a aplaudió al m á s fuerte y
los menos compadecían de veras á G ü i t o como llamaban al otro, n o cre-
yéndole capaz de poder vengarse, ó lo que e s lo mismo de devolverle
d Sansón la pelota.

Nadie volvió á acordarse de aquello por la frecuencia conque ocu-


rrían reyertas y lances por el estilo.
A l g u n o s ouservaban que Gilito se aplicaba m u c h o á l a g i m n a s i a ,
c o a s t i t a y é a d o s a en a y a d a n t e del profesor, que le e n s e ñ a b a toda clase
de ejercicios; alcanzando en poco tiempo el número n n o en agilidad y
destreza.
Como e r a d e carácter pacífico y g e n e r a l m e n t e no t e n i a qne reñir
con '"ingnno, á esas ventajas no le dieron otra importancia qne l a s qne
adquiría con ellas en ciertos j u e g o s como el salto.
Respecto ¿ Sansón confiado en s u s fuerzas natnrales, ni cuidaba de
aumentarlas en la g i m n a s i a , ni creía que la destreza y la agilidad llega-
sen nunca ¿ ponerle en aprieto.
U n a tarde estaba todo el colegio merendando en n n campo; cada
alumno despachaba s n s provisiones con el apetito que á e s a edad se
tiene después de haber correteado un par de horas al aire libre, fuera
de la vigilancia de s u s profesores.
Gilito, de propósito había llevado dnlce de pina, por ser l a golosina
qne m á s l e g u s t a b a á Sansón.
Cnando al baratero se le antojaba n n a cosa j a m á s se creía obligado
á pedirla por favor. á.sí pues alargó sn manaza al plato de la pifia s i n
pronnnoiar n n a sola palabra. Pero Gilito le atajó la acción retirán-
dolo oon t o d a calma.
—¡Te digo qne l o quiero!—dijo el otro amenazador.
—Y y o t e contesto que no m e da l a g a n a de darte ni n n bocado sino
o pides con bnenos modos.
—Yo t e daré á ti lo qne te conviene,—replicó Sansón acometiéndole.
Pero y a estaba en guardia Güito blandiendo un junoo.
Era el bastón del baratero mucho m á s grueso y en s u s m a n o s resul-
taba un arma terrible; pero con gran sorpresa de todos no le sirvió de
nada,

LAMENTACIONES D E UN COCHERO

- i P o b r e c a b a l l o , h o y q u e a o l o l e h e d a d o l a m i t a d d e l p l e n « o . . . l iMe p a r e c e « u e á
e s t e p a s o n o l l e « a r e m o 8 nuBCal ^ i i w
El débil janoo manejado con rapidee vertiginosa y con singular
maestría, n o t a n solamente paró caantos g o l p e s trataba de asestarle,
sino qne repetidas veces hirió á Sansón en la frente, en l a s mejillas y
en distintas partes del cuerpo.
Bufaba rabiosamente, redoblaba s u s acometidas entre la hilaridad
general, y al ver la inutilida'l de s u s fuerzas contra aquella destreza
tiró sn bastón Cun despecho. El vencedor imitóle tirando el Junco.
El otro entonces volvió á acometerle ¿ puño cerrado clamando:
—|A ver ahora si t e sirve ser diestro en la esgrima!
Pero no logró pegarle ni un solo puñetazo; Qilito no le entregó s u
cuerpo; salt&ndose y agachándose con agilidad de g a t o montes l e
mareó i, bofetadas poniéudole la cara como un tomate.
Todos aplaudían celebrando la derrota y humillación del baratero.
Al cabo el cansancio puso término á aquel combate tan desigual y
entonces Gilito le dijo tranquilamente:
—No hay plazo qne no se cumpla; delante de todod prometí devol-
verte la pelota, y delante de todos te la he devuelto, cnidado no se te
v u e l v a á perder. L . G. E

LOS DOS V I A J E R O S
D o s hombres Pablo y
Tomás, caminaban hacia
la. ciudad próxima. D e
repente T o m á s ve en
medio una bolea que pare-
ce m n y llena. Acercán-
d o s e apresuradamente,
nuestro hombre la recoge
y se la m e t e en el bolsi-
llo. Su compañero m u y
contento dice:
— ¡Que suerte para nos-
otros!
— No, — contesta T o -
más,—la suerte es para
mi.
Pablo no habla más y
los dos continúan s u c a -
mino. Pronto llegan á uu
bosque, y al atravesarlo,
tres ladrones se acercan.
—E tamos perdidos,—
exclama Tomás pidiendo
socorro.
—TA sóio estás perdi-
ólo, — contesta PaDlo, —
iKifls y o no tengo nada
que defender.
- i S i , c a b a l l e r o , eate c h i c o e» un B r a n u J . ! , S e ha
Tomás tm?o que entre
t r a g a d o u n a p i e z a de c i u c u o o r a c é u t l m o s l
gar la bolsa y compréñ-
- B í t o « o ee n a d a s e ñ o r a , c o n o z c o a l g u n a s p e r s o - alo que para tener a m i -
7 Z Z : : r " ' ' ' ' » " . o n e . ^ ios han digerido gos en la desgracia e s
preciso no ser egoísta.
^ PASATIEMPOS ^
REGALOS ADIVINANZA

OEL "CORREO DE LOS NIÑOS" Dicen qne s o y r e y


y no t e n g o reino,
dicen qne s o y rubio
7. f'' Un precioso reloj de oro. y pelo no llevo,
2. f Un retrato con marco do- afirman que ando
y piernas no tengo,
rado. y arreglo relojes
3.° Un magnifico Juguete, á sin ser relojero,
eligir.
ANTONIO PBÑALVBR
Más de 500 premios en
cuentos y nouelitas infantiles. CHARADA ILUSTRADA

ANÉCDOTA

ü n aldeano cortaba un árbol &


orillas de a a rio, teniendo la d e s -
g r a c i a de qne sn h a c h a se le
cayera al a g u a sin poder r e c o -
gerla.
Apareciósele entonces Mercurio
y mostrándole una hacha de oro:
—Buen h o m b r e , — l e dijo,—¿Es
e s t a la hacha que acabas de perder?
—No; e s t a no e s m i a , — c o n t e s t ó
e l labriego,
—¿Es acaso esta?—le preguntó
mostrándole n n a de p l a t a .
—Tampoco es e s t a la qne busco,
— L u e g o será esta, — observó
presentándole n n a de hierro q n e
era en realidad la que habia p e r -
La» lolucionei en el próximo número.
dido.
— E í t a es,—afirmó el aldeano SOLUCIÓNá los paiatiempoi del
recobrando el perdido a c e r o , en número anUrior

tanto Mercurio le ofrecía l a s de Frase hecha. —TIMER un pie en la


0 1 0 y plata oomo premio á su pro sepultura.
Charada - S a l a m a n c a .
bidad. Jeroglífico - D o l o r e s .
La probidad es u n a de l a s más
meritorias virtudes q u e j a m á s Para la corrgtpandsncia al dirsctor de
qn^-da sin recompensar. Correo de loe Niños, tpartado, 88
R e d a c c i ó n j - A d m i n i s t r a c i ó n : Oalie d e l a s C o r t e s , BM — B a r c e l o n a .
UJV C H A U I ^ F E R I]VIF»ROVISADO

OraspiMnez llevaba una v i d a U n d i a vio u n a n t o p a - T poniendo en ejecu-


ndraada, v i v i e n d o d e rapiñas y rado en una carretera y cldn s u pensamiento, con
d n r a i l e n d o e n loa b o s q u e s , pre- Gruspitlnez se dijo: la rapidez del rayo partió
oenpándose solamente de e v l —¡Que p i s t o m e d a r l a A t o d a v e l o c i d a d . Loe tu-
tar a n encuentro con l a guardia y o con o n a m&quina se- ristas, qne estaban almor-
civil. mejante. zando tranquilamente so-

bre e l verde césped, se aperci- de a t r o p e l l o s , s i n p r e - táculos á s n paso que n o


b i e r o n del a t r e v i m i e n t o de Crus- ocuparse en lo m i s míni- venciera con asombro da
pitiaes, pero e n vano l e grita- mo de l o slamentos d e cuantos encontraba en s a .
ron e l laltol O r u s p l t i n e z s e g u í a los h e r i d o s , eztasiado camino. {
I m p e r t é r r i t o su desenfrenada con el v é r t i g o d e l a v e -
carrera, cometiendo toda clase locidad, no hallando obs-

Mas t o d o t i e n e an t é r m i n o Pero n o s e acaba- do artefacto, qne á l a v o z d e


en eate mundo, y Oruspltinez ron l o srecursos d e m a n d o del v a g a m u n d o p a r t i ó
se v i d impotente a n t e n n a sn fértil Imagina- c o n tan r á p i d o g a l o p e q n e Orus-
Inoportnna pana que l e dejó ción, y divisando u n p l t i n e z n e v o l v í a de s u a s o m b r o
el a n t o . . . c o m p l e t a m e n t e In- ligero perrillo lo ató p e n s a n d o s i seria e l m i s m o de-
móvil. sólidamente al pesa-. monio.

T a n d e s a s t r o s a c a r r e r a t u v o n n fln divisar á la g u a r d i a u n a o s c u r a cárcel, e n


no m e n o s desastroso, pues el perrillo c i v i l , q n e hacia donde tuvo mucho tiem-
lo precipitó en un estanque, haciendo rato q u e a n d a b a po p a r a reflexionar e n
caso completamente omiso de las ex- buscándole... y por loa I n c o n v e n i e n t e s q u e
c l a m a c i o n e s del v a g a m u n d o , q u e t o m ó fln d i e r o n c o n é l y t i e n e el apoderarse d lu
un bafio ruso y otro d e impresión, a l con s n cuerpo e n ageno.

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