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Algunas notas de la espiritualidad sacerdotal del Cura Brochero

-Profundo amor a su sacerdocio: Se sentía realmente enamorado de su sacerdocio. A los 16 años cuando
decide entrar al Seminario, su madre le bendice diciéndole: Vaya mi hijo, Dios lo necesita para construir
la patria. Desde ese momento, entiende su vocación como un servicio a la Patria que estaba naciendo y se
estaba construyendo. Celebraba religiosamente su misa diaria. Así lo contará al final de sus vidas, cuando
la celebre de memoria por su ceguera, fruto de su lepra. Algunas de sus frases fueron:
-La hostia consagrada es un milagro de amor, es un prodigio de amor, es una maravilla de amor, es un
complemento de amor, y es la prueba más acabada de su amor infinito hacia mí, hacia ustedes, hacia el
hombre.
-Yo me felicitaría si Dios me sacara de este planeta sentado, confesando y predicando el Evangelio.
-Acerca de su ordenación de sacerdote: “Sentí mucho miedo. Apenas soy un pobre pecador, tan lleno de
límites y miserias. Y me preguntaba: ‘¿Podré ser fiel a la vocación? ¿En qué enredo me metí?’ Pero en
seguida una sensación inmensa de paz invadió todo mi ser. Porque si el Señor me había llamado, Él sería
fiel y sostendría mi fidelidad; además, Jesús, el Buen Pastor, jamás niega sus dones a quienes lo siguen y
son ‘otros Jesús’ como su Hijo muy amado.”
-¿Qué es lo que me atrae más de la vida sacerdotal? Imaginarme en unos años, siendo ya sacerdote,
¿qué es lo que más desearía vivir como cura?

-Opción preferencial por los más pobres: su vida es testimonio de esta opción. Quiso profundamente a
su pueblo y al corazón de su pueblo, los más pobres. Si bien su vida estuvo muy dedicada al aspecto
social: caminos, escuelas, colegio de niñas, etc, sin embargo nunca desatendió su espiritualidad:
ejercicios, reparación de capillas y lugares de oración, etc. En una ocasión le decía a su gente: Dios está
en todas partes. Pero está más cerca de los pobres que de los ricos. En eso se parece a los piojos.
Cuando recibe la visita de gente rica, se ocupa de que sus humildes serranos reciban ayuda económica
para aliviar su pobreza: Voy a traer un hombre muy rico con la familia. Son los que se enamoran de
cualquier pilcha y la pagan como se quiere. Es preciso cobrarles muy caro por todo y sacarle toda la
plata que puedan. Ustedes son muy pobres y ellos tienen de más. No es pecado… A un hombre que
pasaba cabalgando en su burro flaco, le pregunta: -¿Di ande sos?, -De la quebrada de Pantanillo, señor. -
¿Tenís gallinas? –Sí, ha de haber algunas, señor. –Trailas a toditas. Cobrales dos pesos (cuando era que
valían treinta centavos). No te van a dejar ni una. Éstos son como zorros…
-¿Descubro en mi vida un profundo amor a los pobres similar al de Jesús? ¿Qué medios puedo poner
para crecer en este aspecto de mi formación sacerdotal?

-Detrás de las grandes obras, sin descuidar el trato personal: visitaba los ranchos para invitar a la gente
a los ejercicios espirituales. Los primeros 5 años de su ministerio los llevaba a Córdoba, luego construye
en dos años la casa de ejercicios en la misma Villa del Tránsito. Viaja en su mula malacara acompañando
las tandas de ejercicios junto a su gente. Les cuida sus animales durante los Ejercicios. Cuenta un testigo:
Al visitar los ranchos, se apeaba de su mula, dando unas palmadas, decía: Aquí vengo a darles música.
Se sentaba con calma, pedía un mate, y los reconvenía del descuido con que espiritualmente vivían, de su
alma y de lo que se debe a Dios. De lo que eran los Ejercicios y de sus bendiciones. A algún rebelde más
obstinado lo convenció mostrándole el Cristo que llevaba al pecho, bajo su poncho y diciéndole:
¡Insultalo ahora a éste! Persuadido el hombre lo acompañó a las tandas de ejercicios, aunque Brochero
contaba que para que no se volviera por el camino, debía irle dando de tiempo en tiempo un trago de
Ginebra. En una ocasión le regalan una montura militar con grandes pistoleras que aprovecha para
llenarlas de estampas y medallas. Y abriéndolas con gracia, decía: Nadie se me ande alzando que ando
armado.
-Trato de pensar por qué me siento llamado a ser sacerdote. ¿Qué es lo que me mueve a estar en el
Seminario? ¿Por qué quiero ser cura?

-Sano humor de sí mismo. Sabía reírse de sus propios defectos, no se tomaba tan en serio a sí mismo:
cuenta que al día siguiente de nacer, cuando lo llevaban a bautizar, era un día de mucha lluvia, la
cabalgadura resbaló en el barro y con el susto contrajo de niño la cara y así le quedaron las facciones un
tanto fieras. También de niño sufrió la viruela, que marcó su rostro, y explicaba con gracia a los niños
que en el cielo íbamos a ser todos perfectos, y no como yo, que tengo la cara como lomo de sapo.
-¿Sé reírme de mis propios defectos? ¿Sé tomarme con humor las contrariedades de la vida?

-Imágenes simples y simpáticas para evangelizar: cuenta que en una de sus misiones, mientras les
hablaba a la gente del bautismo, pasaba una vaca negra, propiedad del Ingenio Trinidad. A esa vaca negra
la estaban viendo todos los oyentes. Dije que como esa vaca estaba con la señal y marca del Ingenio
Trinidad, así estábamos señalados y marcados por Dios todos los cristianos; pero Dios no marcaba en la
pierna, ni en la paleta, ni en las costillas, sino en el alma, y que Dios no señalaba en las orejas, sino en
la frente porque la señal de Dios era la Santa Cruz y que la marca de él era la fe, y que ésta la ponía en
el alma… También es conocida su imagen de la gracia de Dios que se derrama abundantemente por todo
el mundo, como cuando una cabra se trepa encima de un horno bombudo, y levantando la colita
comienza a guanear y se desgrana por todos lados…
-¿Trato de conocer más profundamente el alma del pueblo como para poder traducirle con más sencillez
la Palabra de Dios? ¿Qué medios concretos tengo para poder conocerlo mejor?

-Profunda compasión y comprensión por los más pecadores: a los predicadores de ejercicios espirituales
les recomienda: “Cuanto sean más pecadores o más rudos o más inciviles mis feligreses, los han de
tratar con más dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aún en el trato familiar” (…) El
sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores, es medio sacerdote. Estos trapos benditos que
llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego.
En otro lugar, nos cuenta el cura gaucho: Preguntaba yo cuál era el hombre más condenau, más borracho
y ladrón de la comarca. Enseguida le escribía una cartita diciéndole que pensaba pasar dos días en su
casa, decir Misa, predicar y confesar, y que por tanto avisase a sus amigos. ¡Qué pucha!, yo sabía de esa
manera esa gente me iba a escuchar porque si iba a una casa buena, esos pícaros no se iban a acercar.
Ahí nomás les decía que me había costiau para hacerles bien, y que quería enseñarles el modo de
salvarse, y que todos estaban condenaus, y que bien podían ver ellos que yo no tenía ningún interés,
porque ¿qué podía importárseme a mí que se los llevasen todos los diablos si no fuera por Jesucristo? Y
aquí sacaba el Santo Cristo. Ahijuna, y se me echaban a llorar, que yo no sé cómo Dios me ponía esas
cosas en el pico. Yo les decía: Bueno, este semón no vale nada. Mañana va a ser lo bueno. Avisen a todas
sus relaciones. Ahí nomás empezaba a confesar. Un día que di la comunión a mucha de esa gente, se me
acerca una mujer y me dice: Padre, Fulano hace una hora que ha comulgau y ya está mamau como una
cabra. Ahijuna, dije yo, busqué al gaucho y le dije: pero hombre, ¿cómo ha sido eso? Ah, Padre, -me
contestó- hacía veinte años que no comulgaba y de puro gusto y alegría me he mamau…
Una anécdota nos ilustra muy bien lo que pasaba en la Casa de Ejercicios en vida del Cura
Brochero. "Había en las Sierras Grandes, allá por 1887, un gaucho malo, capitán de bandoleros, famoso
por sus robos y crímenes. La escasa policía de la región prefería hacer la vista gorda antes que librarle
batalla campal, de la que hubiera salido infaliblemente derrotada. El señor Brochero se empeñó en
hacer "tomar" los ejercicios al "Gaucho Seco", y fue a buscarlo a su escondrijo como quien busca un
puma en su cubil. De entrada nomás le dijo que iba a curarle la lepra de que estaba cubierta su alma. El
Gaucho Seco oyó estupefacto semejantes palabras y tuvo curiosidad de asistir a unas ceremonias tan
extrañas, de que hacía diez años se hablaba tanto en el país. Una mañana del frío mes de agosto llegó al
Tránsito, montado en una mula zaina, guiado por el cura que montaba invariable su mula Malacara, y
seguido a cierta distancia por otros jinetes que le guardaban las espaldas. Vamos a ver -dijo el gaucho
seco, apeándose a la puerta de la Casa de Ejercicios cómo se me va a curar la lepra del alma.
Desensilló, entregó la mula a su lugarteniente, y llevando en brazos el apero que sería su cama durante
ocho días, siguió a Brochero, que le hizo cruzar los dos patios, y palmeándole la espalda, le indicó una
habitación donde dormiría con una veintena de hombres de su laya. Más de setecientos paisanos habían
llegado ya para esa tanda. Todos miraban no sin recelo al Gaucho Seco que pasaba arrogante entre
ellos, haciendo sonar sus espuelas y arrastrando la cincha de su silla de montar cubierta por ricos
pellones. Sólo se oía el ruido de aquellos pasos y de aquellas espuelas. Un silencio imponente dominaba
la extrañísima reunión. ¡Vamos a ver el milagro!, dijo para sí con sorna, arrojando sobre la tierra
empedernida el copioso apero. Sonó entretanto una campanilla agitada por la mano de un viejo; y todos
silenciosamente lo siguieron sin saber a dónde, y Seco detrás de ellos. Entraron en la capilla, oscura, no
obstante ser de día alumbrada escasamente por algunas velas de sebo y la mariposilla de Sagrario. Un
sacerdote de negra sotana empezó a hablarles. Nadie más que él hablaba. El silencio era absoluto y
comprimía hasta el latido de las sienes. Del patio llegaba un olor a carne asada. El Señor Brochero les
preparaba el primer almuerzo en fogatas al aire libre. Terminó la plática y hubo rezos y cánticos:
¡Misericordia, Señor, misericordia de mí, Que a tantas misericordias tan mal te correspondí!" El Gaucho
Seco asistió sin aburrirse, pero sin comprender ni los cantos, ni los rezos, ni las pláticas. Sonó otra vez la
campana y salieron a almorzar. Siempre el mismo silencio impresionante. A 1o sumo, el ruido de un
cuchillo, uno de esos largos y filosos cuchillos de los gauchos, que cortaban un hueso. Después tomaron
mate alrededor de anafes de barro cocido, en que se iban durmiendo rojas brasas de algarrobo. El
Gaucho Seco vencido por las ganas de tomar mate, se allegó a un grupo y aceptó que lo convidaran, sin
atreverse a pronunciar una palabra, tan imperioso era el callar de la muchedumbre. De nuevo la
campana y el moverse en filas de la concurrencia, y el acudir a la capilla, y de nuevo la plática y los
rezos y los cantos. Al anochecer una fantástica procesión de Vía Crucis, y enseguida 1o inaudito, la cosa
más extraña del mundo por turno, pues no cabían todos a la vez, entraban a la capilla, cerraban las
puertas, se apagaba hasta la minúscula luz del Santísimo, y aquellos hombres recios, barbudos, se
azotaban cruelmente las espaldas desnudas con sus rebenques de cuero trenzados. Entretanto los otros
fuera de la capilla, aguantaban excitados por la granizada de azotes, cuyo ruido llenaba el patio. El
Gaucho Seco penetró con sus compañeros, pero permaneció de pie, en un rincón, torvo y enfurecido de
haberse dejado llevar hasta aquella mojiganga. Después de nuevo a las piezas, desnudas y frías, donde
calentaron los estómagos vacíos con algunos mates, y se acostaron vestidos sobre sus aperos, en la
tierra, porque no había camas, ni las necesitaban personajes como ellos. Al alba otra vez la campana y
las mismas distribuciones y el mismo silencio. Más que las pláticas de los jesuitas que sucesivamente les
hablaban, llamaban la atención del Gaucho Seco las coplas que se cantaban y cuyo sentido había
comenzado a percibir: "¡Perdón, ya mi alma sus culpas confiesa; mil veces me pesa de tanta maldad...
Perdón, oh, Dios mío, perdón y piedad...!". ¿Sería cierto, sería posible que Dios lo perdonara a él?
¿Sería verdad que otros muchos, tan cargados como él de crímenes, habían encontrado misericordia al
pie del Crucifijo? Al tercer día el Gaucho Seco azotó con furia los recios lomos y al sexto día se arrodilló
sollozando a los pies de un misionero, que lo envolvió en el poncho de lana para que no lo vieran llorar.
¡Cayeron mi curita las escamas de la lepra! Hoy es el día de mi nacimiento. Al otro año el Gaucho Seco
volvió a los ejercicios trayendo a catorce paisanos más, que querían también hacer el maravilloso
experimento de nacer de nuevo.
-En mi propia vida, ¿descubro sentimientos profundos de amor a los pecadores? ¿Cómo puedo ir
creciendo en esta compasión de Jesús Buen Pastor hacia los más alejados?

-Hombre corajudo en la lucha contra el mal, los vicios y el pecado: al volver de las tandas de Ejercicios,
se los recibía en los pueblos con una gran fiesta, asado, arcos de triunfo de bienvenida. Allí, Brochero los
aleccionaba de esta manera: Bueno, vayan nomás y guárdense bien de ofender a Dios volviendo a las
andadas. Ya el cura ha hecho todo lo que estaba de su parte para que se salven si quieren. Si alguno se
empeña y quiere condenarse, que se lo lleven los mil diablos. Sus primeras palabras al poner la piedra
fundamental de la casa de Ejercicios, que levantó con su gente con sus propias manos, fueron: ¡Te jodiste,
Diablo! A la muerte de Brochero habían pasado por la Casa 70.000 personas.
-En mi vida cotidiana, ¿lucho diariamente con la fuerza de la gracia de Dios, para convertirme más
diariamente al Señor? ¿Qué armas uso en este combate espiritual?

-Gran celo por las almas: Una vez lo llamaron para visitar un enfermo. Para llegar a ese rancho se
encuentra con el río crecido. Cualquiera se hubiera echado atrás, pero el Cura Brochero manda la mula
adelante y prendido de la cola de su mula cruza el río diciendo: ¡Guay de que el diablo me lleve un alma!
Cuentan también que contrae la lepra por su celo apostólico de ir a ver a un enfermo duro y difícil,
renegado de la vida y de Dios, solo por su enfermedad, a quien pudo darle los sacramentos antes de morir.
En uno de esos encuentros, al tomar mate con el enfermo, contrae la lepra. También cuentan que al llegar
a su curato de San Alberto, donde desarrollará su ministerio pastoral por más de 40 años, al mirar la
extensión de su parroquia, dice: Está todo por hacer. Esto no lo vence, sino que lo entusiasma para poner
su vida al servicio de sus hermanos serranos. También es bien conocido su esfuerzo por llevar a Santos
Guayama, un caudillo buscado por la justicia, a que participe con su gente de los Ejercicios Espirituales.
Son varias las cartas que se escribe con él y los mensajes que le manda. Este matrero estaba dispuesto a ir,
si le garantizaban las condiciones de seguridad para que no lo tomen preso. Brochero acude a todos sus
contactos para concretar el viaje de Guayama. Al final no se pudo realizar y lo terminan matando en el
camino. El Cura sufrió mucho esta pérdida.
-¿Me siento entusiasmado y con deseos profundos de llevar la Palabra de Dios a mis hermanos? ¿Cómo
alimento mi celo apostólico?

-Su actitud ante la Cruz y su Pascua: En su última voluntad dejó dicho: Que me hagan un cajón con
madera de pino, como para que el carpintero se gane unos panes (...) que vendan el cáliz, el copón… y
una vez reducidos a plata se lo den a los pobres para que un día siquiera puedan gastar a su albedrío, y
ojalá les tocase de a cien pesos. Lo mismo hagan con los libros: El valor de algunos que vendan lo den a
los pobres, en mi nombre, o sea por mi alma. También decía frente a su enfermedad: El Señor me dio la
salud, él me la quita; bendita sea su santa voluntad. Debemos estar siempre conformes con los designios
de Dios. Y en otra ocasión escribía: En fin, mi amigo, yo, usted y todos los hombres somos de Dios en el
cuerpo y en el alma. Él es el que nos conserva los 5 sentidos del cuerpo y las 3 potencias del alma, y el
mismo Dios es quien inutiliza algunos o todos los sentidos del cuerpo y lo mismo hace con las potencias
del alma. Yo estoy muy conforme con lo que ha hecho conmigo relativamente a la vista y le doy muchas
gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad, me conservó íntegros y robustos mis sentidos.
Hoy, que ya no puedo, me ha inutilizado uno de los sentidos del cuerpo. En este mundo, no hay gloria
cumplida, y estamos llenos de miserias.
Por último, queremos terminar con una hermosa carta donde refleja su alma, su corazón sacerdotal
y su pascua:
..." Tránsito, 28 de octubre de 1913(3 meses antes de su muerte).
Al Sr, Obispo de Santiago del Estero Dr. Yañiz Martin.
... Mi querido: ... "Recordarás que yo sabía decir de mí mismo, que iba a ser tan enérgico siempre, como
el caballo chesche que se murió galopando; pero jamás tuve presente que Dios Nuestro Señor es y era
quien vivifica y mortifica, y quien las quita: pues bien, yo estoy ciego casi al remate, apenas distingo la
luz del día y no puedo verme ni mis manos. Además estoy sin tacto desde los codos hasta la punta de los
dedos y de las rodillas hasta los pies y así otra persona me tiene que vestir o prenderme la ropa; la misa
la digo de memoria y es aquella de la virgen cuyo evangelio es "extollens quaedam mulier de turba...";
para partir la hostia consagrada y para poner en medio del corporal la hijuela cuadrada, llamo al
ayudante para que me indique que la forma la he tomado bien, para que se parta por donde la he
señalado y que la hijuela cuadrada está en el centro del corporal para poderlo doblar; me cuesta mucho
hincarme y muchísimo más levantarme, a pesar de tomarme de la mesa del altar. Ya ves el estado a que
ha quedado reducido el chesche, el enérgico, el brioso.
..."Pero es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios Nuestro Señor en desocuparme por completo de
la vida activa y dejarme con la vida pasiva; quiero decir que Dios me da la ocupación de buscar mi
último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del
mundo".
... No ha hecho así contigo Dios Nuestro Señor, que te ha cargado con el enorme peso de la Mitra hasta
que te saque de este mundo, porque te ha considerado más hombre que yo, por no decirte en tu cara que
has sido y sos más virtuoso que yo.
... Me ha movido a escribirte tal cual ésta porque tres veces he soñado que he estado en funciones
religiosas junto contigo y también porque el 4 del entrante enteramos 47 años a quienes eligió Dios para
príncipes de su corte, de lo cual le doy siempre gracias a Dios y no dejo ni dejaré aquellas cortitas
oraciones que he hecho a Dios, a fin de que nos veamos juntos en el grupo de apóstoles en la metrópoli
celestial.
J. Gabriel Brochero"
-¿Qué notas de la profunda espiritualidad del Cura Brochero puedes extraer de esta carta y aplicarlas
para tu vida personal y tu formación sacerdotal?
-De todo lo leído anteriormente, ¿a qué te invita este modelo de vida y cómo puedes aplicar
concretamente esto a tu preparación al sacerdocio?

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