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Sinopsis
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PARTE 1
3
CAZADOR
Capítulo 1
―Vamos zorra ―dijo el hombre junto a mí, y tomó mi otro brazo, su cara
mezquina y ansiosa―. Vamos a hacer esto. Puedo hacerlo toda la noche.
Sonreí.
―¿Puedes hacerlo ahora? ―dije en voz baja.
Y me abalancé sobre él con un rugido, hundiendo mis colmillos en su
garganta.
Cuando el cantinero regresó, ya me había ido. Él encontraría los cuerpos
―los que fueron lo suficientemente estúpidos para quedarse y pelear―
yaciendo donde habían caído, un par en pedazos, pero la mayoría de ellos aún
vivos. Yo tenía lo que había venido a buscar. El Hambre había aparecido, y
mejor aquí, en este lugar de paso lleno de bandidos y asesinos, que en cualquier
otra parte. Mejor este tipo de hombres que una inocente familia o una vieja
pareja acurrucada junta en las ruinas de una aislada cabaña, tratando de
conservar el calor. Yo era un monstruo que asesinaba y se provechaba de la
vida humana; nunca podría huir de eso, pero al menos podría escoger qué tipo
de vidas tomaba.
En el exterior, la nieve estaba cayendo otra vez. Gruesos copos se
aferraban a mis pestañas y mejillas y se adherían a mi liso cabello negro, pero
no los sentí. El amargo frío no puede tocar a alguien que ya estaba muerto.
Le di un golpecito a mi katana, causando que una línea carmesí salpicara
en la tierra. Deslizándola en la funda en mi espalda, empecé a caminar, mis
botas crujiendo sobre el lodo congelado. A mi alrededor, las chozas de madera
y estaño estaban silenciosas, humo oscuro filtrándose desde las ventanas y
chimeneas. Nadie estaba fuera esta noche; todos los humanos estaban dentro,
acurrucados alrededor de barriles llameantes y botes, manteniendo el fuego y el
alcohol entre ellos y la helada. Nadie vería la solitaria adolescente en el largo
abrigo negro, caminando por el camino entre las chozas. Justo como el otro
forastero, he venido, tomado lo que necesité y desvaneciéndome de regreso a la
noche.
Dejando una carnicería detrás de mí.
Cerca de noventa metros después, un muro de metal arrugado y alambres
se alzaba en el aire, oscuro y erizado. Era desigual en algunas partes, con hoyos
y vacíos que habían sido parcheados y re-parcheados y finalmente olvidados.
Una débil barrera contra las criaturas que asechaban fuera del muro. Si las cosas
continuaban sin cambios en este lugar, este pequeño pueblo eventualmente se
desvanecería de la faz de la tierra.
No es mi problema.
Salté al techo de una choza apoyándome contra el muro, después sobre el
propio muro, cayendo ligeramente en el otro lado. Enderezándome, miré por la 7
ladera rocosa de la carretera que me había conducido hacia este lugar, ahora
invisible detrás de la nieve. Incluso mis pisadas, viniendo del este, se habían
desvanecido bajo la capa blanca.
Él estuvo aquí, pensé mientras el viento azotaba mi rostro, tirando de mi
cabello y abrigo. Solamente hace un mes. Me estoy acercando. Me estoy acercando al
final.
Descendiendo desde el acantilado, caí los seis metros, mi abrigo aleteando
detrás de mí, y aterrizando en la orilla de la carretera, gruñendo mientras mi
cuerpo absorbía el golpe. Caminando dentro del áspero e irregular pavimento,
sintiéndolo desmoronarse bajo mis botas, caminé hacia donde la carretera se
dividía, abriéndose en dos direcciones. Un camino se curvaba lejos, dándole la
vuelta a este minúsculo lugar de paso antes de ir hacia la izquierda; el otro
continuaba hacia el este, hacia el próximo a salir sol.
Contemplé una dirección, después la otra, esperando. Y justo como en la
última encrucijada a la que me había enfrentado, aquí estaba. Ese leve tirón,
diciéndome que continuara hacia el noreste. Era más que una corazonada, más
que un instinto. Aunque no podría explicarlo completamente, sabía cuál
dirección me llevaría a mi sire. La sangre llama a la sangre. Los asesinatos que
había encontrado en mis viajes, como la desafortunada familia en el poblado
detrás de mí, sólo lo confirmaban. Él estaba viajando rápidamente, pero lo
estaba alcanzando, lenta pero seguramente. No se podía esconder de mí por
siempre.
Sigo viniendo, Kanin.
El amanecer estaba a sólo un par de horas. Podía cubrir un montón de
camino antes de eso, así que empecé una vez más, encaminándome en la
carretera hacia un destino desconocido. Cazando una sombra.
Sabiendo que estábamos corriendo fuera de tiempo.
Caminé a través de la noche, el viento helado en mi rostro, incapaz de
adormecer mi ya fría piel. La carretera se extendía, silenciosa y vacía. Nada se
movía en la oscuridad. Pasé los enmarañados restos de un viejo vecindario,
calles vacías y descuidadas, edificios cayéndose bajo el peso de la nieve y el
tiempo.
Desde la plaga que aniquiló a la mayoría de la humanidad y el brote de
rabia que vino poco después, la mayoría de las ciudades habían quedado
reducidas a cáscaras vacías. Había encontrado unos pocos poblados
dispersados aquí y allá, humanos viviendo libres a pesar de las constantes
amenazas de Rabiosos o la invasión de su propia clase. Pero la mayoría de la
población existía en las ciudades vampiro, los grandes, amurallados territorios
donde el coven proveía de comida y “seguridad” a cambio de sangre y libertad. 8
Los humanos en las ciudades vampiro no eran nada más que ganado, en
realidad, pero ese era el precio de la protección por parte de los vampiros. O,
eso era lo que querían que creyeras. Los monstruos existían a ambos lados del
muro, pero al menos los Rabiosos eran honestos sobre querer comerte. En una
ciudad vampiro, en realidad solo estabas viviendo en un tiempo prestado, antes
de que los asesinos quienes te sonreían y daban palmaditas en la cabeza
finalmente mostraran sus verdaderos colores.
Debería saberlo. Nací allí.
La carretera se extendía, y yo la seguía mientras ésta serpenteaba a través
de los blancos bosques que crecían alrededor de extensas ciudades y suburbios,
hasta que el cielo se tornó de un gris carbón y la lentitud empezó a asentarse en
mí. Saliéndome de la carretera, encontré una abandonada casa de rancho
cubierta de hierbas y zarzas. Crecían por el porche y se enroscaban alrededor
del techo, llenando las paredes, pero la casa en sí parecía lo bastante intacta.
Despejé mi camino por los escalones y pateé la puerta para abrirla, hasta entrar
a la casa.
Pequeñas y peludas criaturas huyeron hacia las sombras, y una nube de
nieve se elevó desde mi entrada, arremolinándose a través del piso. Eché una
mirada a los sencillos muebles, cubiertos en polvo y telarañas, extrañamente sin
perturbar.
En la pared más cercana a mí había un viejo sofá amarillo, un lado
masticado por roedores, derramando sucia pelusa sobre el suelo. Una memoria
se removió, una escena de otro momento, otra casa como esta, vacía y
abandonada.
Solo por un momento, lo vi ahí, hundido contra los cojines con sus codos y
rodillas, pálido cabello brillando en la oscuridad. Recordé la calidez de sus
manos en mi piel, esos penetrantes ojos azules que me observaban, tratando de
entenderme, la tirantez de mi pecho cuando tuve que irme, que dejarlo atrás.
Frunciendo el ceño, colapsé en el sofá y corrí mis manos sobre mis ojos,
disolviendo la memoria y lo último del hielo apegado a mis pestañas. No podía
pensar en él ahora. Él estaba en Edén con los otros. Estaba a salvo. Kanin no lo
estaba.
Me recosté, descansando mi cabeza en la parte trasera del sofá. Kanin. Mi
sire, el vampiro que me había Convertido, quien había salvado mi vida y me
enseñó todo lo que sabía, él era el único en el que me debería de enfocar ahora.
Solo pensar en mi creador causó que un ceño arrugara mi frente. Le debía
al vampiro mi vida, y era una deuda que estaba determinada a pagar, aunque
podría nunca entenderlo. Kanin había sido un misterio desde el principio,
desde esa fatídica noche en la lluvia cuando había sido atacada por Rabiosos
fuera de los muros de mi ciudad. Estaba muriendo, y un extraño apareció de 9
ninguna parte, ofreciéndose a salvarme, presentándome la oportunidad.
Morir… o convertirse en un monstruo.
Obviamente, elegí vivir. Pero incluso cuando tomé mi decisión, Kanin no
se había marchado. Se quedó, enseñándome el significado de ser un vampiro,
asegurándose de que sabía exactamente lo que había elegido. Probablemente no
habría sobrevivido esas primeras semanas sin él.
Pero Kanin tenía sus propios secretos, y una noche el más oscuro de ellos
nos alcanzó en la forma de Sarren, un retorcido vampiro en busca de venganza.
Peligroso, astuto y completamente fuera de juicio, Sarren nos había seguido
hasta el laboratorio escondido, el cual estábamos usando como escondite, y
fuimos forzados a huir. En el caos que había seguido, Kanin y yo fuimos
separados, y mi mentor se había desvanecido de regreso a lo desconocido de
donde había venido. No lo había vuelto a ver.
Pero entonces los sueños comenzaron.
Me levanté, los cojines crujieron debajo de mí, y vagué por un húmedo
pasillo hasta el cuarto al final. Había sido un dormitorio en algún momento, y la
cama doble en la esquina estaba los suficientemente lejos de la ventana para
estar fuera de la luz solar si ésta entraba en el cuarto.
Solo para estar segura, colgué una raída manta sobre el alféizar, cubriendo
el vidrio y sumiendo la habitación en sombras. Afuera, seguía nevando,
diminutos copos a la deriva desde un oscuro y nublado cielo, pero no iba a
tomar ningún riesgo por si se despejaba. Acostada de espaldas en la cama,
manteniendo mi espada cerca, miré el techo y esperé porque el sueño me
reclamara.
Los vampiros no sueñan. Técnicamente, estamos muertos, tenemos el
sueño de un cadáver, negro y profundo. Mis “sueños” eran de Kanin, en
problemas. Viendo a través de sus ojos y sintiendo lo que sentía. Porque a veces
en extrema presión, dolor o emoción, la sangre llama a la sangre, y podía sentir
lo que mi sire estaba sintiendo. Agonía. Sarren lo había encontrado. Y estaba
tomando su revancha.
Mis ojos se entrecierran mientras recuerdo el último.
Mi garganta está en carne viva por mis gritos.
Él no se contuvo anoche. Estaba jugando conmigo antes, solo mostrándome la
primera parte de su demente crueldad. Pero anoche, salió el verdadero demonio. Él
quería hablar, intentó hacerme hablar, pero no me iba a postrar ante él. En lugar de eso
me hizo gritar. En algún momento, miré abajo hacia mi cuerpo, colgado como una pieza
de carne despellejada en el techo, y me pregunté cómo es que seguía vivo. Nunca había
querido tanto morir como lo hice entonces. Seguramente el infierno no sería tan malo
como esto. Era un testimonio de la habilidad de Sarren, o tal vez su locura, que me
mantuvo vivo cuando hacía todo lo posible por morir. 10
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Capítulo 4
―No dice.
―Así que estamos yendo a ciegas. Buscando un laboratorio que podría o
no estar allí. En el medio de un nido de Rabiosos quienes nos atraparán bajo
tierra si no encontramos una manera de salir.
―Excitante, ¿no es así? ―Jackal sonrió y guardó el mapa otra vez―. Son
momentos como este los que te hacen apreciar la vida eterna. ¿No los amas,
hermana? ¿No te hacen sentir viva?
―Yo paso, gracias. ―Envainando mi espada, empecé a bajar las
escaleras―. Justo ahora, me conformo con encontrar el laboratorio y salir de
aquí de una pieza.
Las escaleras descendían más profundamente bajo tierra, abriéndose en un
enorme túnel. Los familiares rieles alineados a ambos lados de la plataforma,
habiendo una vez transportado autos de metal de ida y vuelta entre estaciones,
ahora bastante vacíos. El techo del gigante techo abovedado era extraño, un
motivo de cuadrados de concreto, algunos caídos en grandes pedazos de la
plataforma, estrechándose todo el camino por el corredor.
Jackal caminó hasta el borde de la plataforma y bajó hasta las vías,
mirando hacia el túnel.
―No hay signos de Rabiosos ―murmuró―. Al menos no aún. ―Me miró
sobre su hombro―. ¿Vienes o no?
Salté sobre las vías detrás de él.
―¿Qué pasa, Jackal? ―me burlé, queriendo hacerle pagar por su última
broma―. ¿Necesitas que sostenga tu mano cada vez que bajemos a un oscuro
hoyo?
Él rió, el sonido rebotando en el techo abovedado, sorprendiéndome.
―Ves, esto es por lo que me gustas, hermana. Tú y yo, somos exactamente
lo mismo.
No soy para nada como tú, pensé, pero sus palabras continuaron
persiguiéndome mucho después de que entramos en el túnel.
Tragué fuerte, después salté hasta la última entrada. Esta estaba manchada 51
y desordenada, como si el autor la hubiera escrito en un gran apuro.
Y lo supe.
El diario cayó de mis manos, golpeando el suelo con un ruido sordo. Sentí
los ojos de Jackal sobre mí, pero lo ignoré, aturdida por la comprensión. Si
Sarren quería usar ese virus, había solo otro único lugar al que podría ir. El
lugar al que juré nunca regresar.
―Nueva Covington ―susurré, mientras el camino surgía ante mí
infaliblemente, apuntando de regreso a donde todo comenzó―. Tengo que ir a
casa.
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PARTE 11
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Cautiva
Capítulo 5
Hambre.
Nada existe excepto el hambre.
No hay comida aquí. Sin alimento, sólo piedra, acero y oscuridad. Barrotes
rodeándome, cadenas en mis muñecas, presionándome contra la pared. No me puedo
mover, no me puedo quedar aquí. Necesito cazar, necesito comida, presa, ¡sangre!
No.
No, cálmate, Kanin. Piensa. Los has sentido, cuando te despertaste. Ya están aquí.
Ambos. La chica y el perdido. ¿Cuáles son sus nombres? No puedo recordar.
Tan hambriento.
―Bienvenido de nuevo, viejo amigo.
Movimiento más allá de los barrotes. Él está aquí, puedo sentir sus fríos ojos
negros sobre mí, sentir su sonrisa. Gruño, el vibrante ruido a nuestro alrededor, bajo y
amenazador. Oigo su risa silbante. 75
―¿Puedes escucharlo? ―Su rostro flota entre las barras, ojos cerrados, como si
estuviera escuchando música en algún lugar por encima de nosotros―. ¿Puedes oír los
gritos? ¿Hueles el miedo, la mancha de la desesperación? Esto es sólo el comienzo, ya
sabes. Sólo la primera prueba. Y estamos en el lugar perfecto para ver desentrañar todo.
―Abre sus ojos, sonriéndome―. Oh, pero puedo sentir el hambre en ti, viejo amigo. Se
está comiendo tu vida, ¿no es así? Lamentablemente, tu destino ya no está en mis
manos.
Me inclino hacia delante, tratando de llegar a él, para tirarlo a través de los
barrotes y rasgarlo por la mitad. Los grilletes muerden en mis muñecas, sujetándome de
regreso. Él se ríe de nuevo, luego se aleja, su pálido rostro fusionándose en las sombras
más allá de la celda.
―Adiós, Kanin. He disfrutado de los momentos que tuvimos, pero ahora, tengo
un propósito mayor. Sé que no vas a pensar en mí mucho más allá de esto, pero me
acordaré de ti. Te recordaré más afectuosamente. Ve con Dios, viejo amigo.
Abrí los ojos, y luego me eché hacia atrás, golpeando mi cabeza contra el
concreto. Jackal estaba en cuclillas delante de mí, con una leve sonrisa en su
rostro, sus ojos se estrecharon y me contemplaron. Blandí mi espada en un
destello de acero y colmillos, pero él saltó hacia atrás, la hoja fallándolo por
centímetros.
―Maldita sea, Jackal. ―Me levanté súbitamente derecha, manteniendo mi
arma entre yo y el sádico rey Raider―. ¿Qué est{s tratando de hacer? ¡Hazlo
otra vez y voy a cortar esa estúpida sonrisa tuya a la mitad!
―Demasiado f{cil, hermana. ―La sonrisa de Jackal se ensanchó,
mostrando los colmillos―. Eres demasiado confiada. Podría haber torcido tu
cabecita justo fuera de tu cuello, y tú no habrías sentido nada. ―Demostró con
sus manos, y luego sacudió la cabeza con fingida decepción―. Tienes mucho
que aprender, me temo.
―Bueno, tú no ser{s el que me enseñe. ―Envainé mi espada y me volví
lejos, todavía enojada de tenerlo tan cerca. Sádico, vampiro repugnante. Se
metía bajo mi piel, a veces, pero eso era probablemente lo que quería, para que
yo me mantuviera fuera de balance, en el borde. Un juego enfermizo que le
gustaba jugar.
―O tal vez ―añadió Jackal―, sólo te est{s sintiendo aturdida porque no
dormiste bien. ¿Malos sueños?
Cuando lo miré fijamente, él asintió con la cabeza, por una vez serio.
―Tú lo viste, también, ¿no? El viejo bastardo sigue colgado.
―Sí. ―Me deje sentir a mí misma ese pequeño trozo de esperanza, de
alivio―. Todavía est{ vivo. 76
―Síp. Parece que Sarren lo sacó de la hibernación después de todo. Viejo
resistente, algunos de nosotros nunca saldríamos de ella.
―¿Alguna idea de dónde podría estar? Parecía que estaba bajo tierra en
algún lugar, tal vez una prisión o en un…
Me interrumpí, frunciendo el ceño. Jackal empezó a responder, pero yo
levanté mi mano, deteniéndolo. Suaves ruidos de pies arrastrándose vinieron a
mí a través de la habitación, llegando desde afuera de la puerta enrejada. Moví
mi cabeza hacia la entrada justo cuando la manilla giró y la puerta se
estremeció, como si algo estuviera tratando de entrar.
Silenciosamente, preparé mi espada, y Jackal agarro un tubo de plomo
oxidado del suelo, sin molestarse en volver a donde quiera que hubiera
dormido por su hacha. A mi asentimiento, él se deslizó por las escaleras y puso
su mano debajo de la barra, mirando atrás hacia mí. Me acerqué arriba,
levantando mi espada, y asentí a él para abrirla.
Jackal arrancó la barra y abrió la puerta. Me lancé hacia adelante,
barriendo mi hoja hacia abajo, esperando ver a un demente con la cara
sangrante en el otro lado.
Algo gritó y se lanzó hacia atrás, y tiré mi golpe en seco, casi
deteniéndome en el tiempo.
El cuerpo cayó en una postura desgarbada extendido en el suelo, un
hombre andrajoso con el cabello marrón enmarañado y grandes ojos oscuros.
Sentí una breve y leve punzada de reconocimiento, como si le conociera de
algún lado, pero no podía ubicarlo. Él miró boquiabierto hacia nosotros, miedo
y terror extendiéndose por su cara, antes de que se alejara como una delgada
araña desigual, con los brazos y piernas empujando frenéticamente.
Jackal se lanzó pasando junto a mí, agarró al chico por su camiseta
andrajosa y lo elevó sobre sus pies.
―¿A dónde crees que vas, pequeña rata? ―Él lo tiró de vuelta a la
habitación. El chico aulló, agitándose salvajemente, y Jackal lo sacudió una vez,
con tanta fuerza que la cabeza se echó hacia atr{s en su cuello―. Oye, vamos,
nada de esos espantosos chillidos. Atraerás a los locos que estén por los
alrededores. No me gustaría tener que arrancarte la lengua a través de tus
dientes, ¿verdad?
―Jackal ―le espeté, cerrando la puerta y siguiéndolo sigilosamente de
nuevo en la habitación―. Déjalo que se vaya.
Él me dio una mirada aburrida, luego dejó caer al humano jadeando sin
contemplación en el suelo. El chico ―probablemente de no más de trece años, si
tuviera que adivinar― se escabulló hacia atrás hasta que chocó contra una
pared, y luego continuó mirando hacia nosotros con enormes ojos 77
aterrorizados.
―Tómalo con calma ―le dije, dando un paso hacia él lentamente,
ignorando el repentino destello de hambre. El demonio dentro gruñó
impaciente, incitándome a saltar sobre este chico y alimentarme, pero lo
contuve. Reconocí la delgada figura, los trapos, la forma en que sus ojos se
movían por todas partes, en busca de una salida. Era un No Registrado. Al
igual que yo lo había sido―. Rel{jate ―le dije otra vez, tratando de sonar
tranquila y razonable―. No vamos a hacerte daño, o… comerte. Sólo cálmate.
―¡Oh, mierda! ―Jadeó, presion{ndose a sí mismo a la esquina, su mirada
fija en mí―. ¡Es cierto, entonces! Ese chico no estaba mintiendo. ¡Eres ella!
¡Realmente te convertiste en un vampiro!
Me quedé mirándolo.
―¿Cómo lo hiciste…?
Me di cuenta entonces, de dónde conocía a este chico. Él no era más que
una rata callejera, era parte de la pandilla de Kyle, un grupo de No Registrados
rivales que habían vivido dentro de nuestro sector y rebuscado en los mismos
territorios.
Lo había visto de pasada un par de veces cuando había sido humana; las
pandillas de No Registrados del Fringe no se mezclan y por lo general se dejan
en paz unas a otras. No éramos enemigos, exactamente. Nosotros advertíamos a
otros No Registrados de redadas y patrullas, y si otro grupo estaba rebuscando
en un territorio determinado, evitábamos esa sección por un día o dos. Pero en
nuestra sección del Fringe, la pandilla de Kyle había sido nuestra mayor
competencia por alimento y recursos, y la tregua entre nosotros había sido tensa
en los últimos días.
Por supuesto, ellos debieron haber estado encantados al enterarse que
fuimos asesinados por Rabiosos. Incluida yo misma. Aun si yo realmente no
estuviera muerta, ya no podría ser parte de ese mundo. Su competencia se
había ido. Ninguno de nosotros había regresado a la ciudad con vida.
Excepto uno.
―Stick ―dije en voz baja, y di un paso adelante, avanzando hacia el
humano. Él se encogió, luciendo aterrorizado, pero no me importaba m{s―.
Ese chico del que estás hablando ―le pregunté―, ¿su nombre era Stick? ¿Qué
pasó con él? ¿Todavía está por ahí?
¿Aún está vivo?
―¿Ese pequeño pedazo de mierda? ―El muchacho frunció los labios,
rabia pura filtr{ndose a través del terror por un momento―. No, él no est{ m{s
por aquí. Se ha ido. Nadie lo ha visto desde la noche en que tú atacaste nuestra
guarida. 78
Yo no estaba atacando su guarida, quería decir. Solo estaba buscando a Stick.
Pero sabía que el humano no me creería. Y, además, ya no importa ahora. Stick
se había ido. El chico que había cuidado por casi la mitad de mi vida, la persona
que yo pensaba que era mi amigo cuando era humana, me había vendido al
príncipe cuando había descubierto lo que era. Kanin me había advertido que no
fuera por él, no volver a verlo, pero ignoré sus advertencias y traté de contactar
una última vez con el único miembro restante de mi equipo.
Realmente debería haberlo sabido mejor. Stick había echado un vistazo a
lo que era, gritó de terror y salió corriendo. Directo al príncipe y a sus
seguidores, aparentemente. Como si todos nuestros años de amistad, todas esas
veces que había arriesgado mi cuello por él, manteniéndolo a salvo, alimentado
y vivo a mi propia expensa, no significaban nada.
Pensé que había enterrado ese dolor cuando huí de la ciudad, pero dolía,
un sordo latido persistente en algún lugar profundo en el interior. Aun así, no
podía concentrarme en el pasado. Si este chico no estaba infectado y sano, tal
vez había otros humanos que escaparon del caos, también.
―¿Hay m{s de ustedes? ―interrumpió Jackal, al parecer pensando en lo
mismo. El chico dudó, y él añadió en un tono perfectamente sensato―. Te das
cuenta de que tu posibilidad de ser útil es lo único que te mantiene con vida en
este momento, ¿no?
―Sí. ―El humano escupió la palabra, mirando hacia nosotros con una
mezcla de miedo y odio―. Sí, hay m{s de nosotros. Abajo, en los túneles debajo
de la ciudad. Nos mudamos allí cuando comenzó toda la locura. Los
Sangradores permanecen en la parte superior, en su mayor parte.
―Así que eso era de lo que estaba hablando el hombre topo
―reflexioné―. Personas de la Superficie bajando a su territorio. ―Miré al chico
otra vez―. ¿No tienes problemas con ellos? No están felices contigo metiéndote
en su territorio.
Él se encogió de hombros.
―Podemos correr nuestros riesgos con los locos o los caníbales. Los clanes
de hombres topo nos dejen en paz si estamos en un grupo. Y el jefe conoce los
túneles bastante bien, por lo menos, los que son territorio del clan.
Los túneles. De repente recordé que, cuando yo había estado aquí con
Kanin, algunos de los pasajes subterráneos conducían al interior del centro
urbano. Nunca los había visto, por supuesto, nunca fui en busca de ellos,
cuando era humana. Pero existían rumores de lugares donde podrías deslizarte
dentro del territorio de vampiros, tan peligroso y suicida, como era eso. Antes,
cuando me convertí en un vampiro, Kanin me había mostrado un camino
debajo de la pared interior, a través de una red de viejas alcantarillas y túneles
de metro, justo en el corazón del centro urbano. 79
1
Roach: Cucaracha.
Una rejilla oxidada cubría el otro extremo del túnel, y el parpadeo de luz
amarilla se filtró a través de las tablillas. Podía ver una forma recortada contra
la reja, andrajosa y delgada, probablemente de guardia. Él giró cuando nuestros
pasos resonaron en el túnel, la luz de una linterna brillo a través de la rejilla.
Roach se estremeció, levantando un brazo cuando el rayo lo golpeó en la cara.
―¡Soy yo, estúpido! Abre la puerta.
La luz parpadeó hacia mí y Jackal. Miré a través de la bruma y vi a un
chico mayor, delgado y negro, sus ojos oscuros se estrecharon
sospechosamente.
―¿Quiénes son ellos?
―¿Qué demonios es lo que parecen? ―continuó Roach sin perder el
ritmo―. Fringers que conocí arriba. Personas que no se desgarran sus rostros.
Pensé que el jefe quería que los trajera aquí abajo.
―Él est{ enojado contigo, Roach. ―El rayo se deslizó hacia atr{s, y el
guardia levantó una pesada barra de hierro que había sido colocada a través de
la rejilla para asegurarla―. Sabes que no debemos ir allí solos, sobre todo ahora.
―Sí, sí. Dime algo que no sepa.
Con un chillido ensordecedor, la reja se abrió. Roach pasó el guardia,
quien miró hacia mí y Jackal con recelo, pero no dijo nada, y nos condujo a una 84
escalera oxidada más allá del túnel. La escalera de aspecto tambaleante se
levantaba en espiral desde el piso de concreto, hasta un hueco estrecho,
continuando en la oscuridad.
―Um, son bastante débiles ―dijo Roach, mirando esperanzado hacia
nosotros―. Probablemente es mejor que vayamos uno a la vez, no las quieren
derrumbándose debajo de nosotros, ¿verdad?
Jackal se rió entre dientes.
―Eres una pequeña bolsa de sangre tortuosa, ¿cierto? No sé si sentirme
divertido o insultado.
―Buen intento ―le dije, y le hice un gesto hacia el frente―. Sigue
adelante. Vamos a estar justo detrás de ti.
Roach se encogió de hombros y siguió por las escaleras.
Los escalones eran bastante inestables, crujiendo y gimiendo bajo nuestro
peso, pero aguantaron. Salimos del agujero a una larga sala con pisos de
cemento y paredes. Postes desmoronándose sostenían un techo bajo, y grandes
máquinas cilíndricas, revestidas completamente en óxido, creaban un estrecho
pasillo hasta una pared.
―¿Qué es este lugar? ―murmuré.
―Sub-sótano. ―Jackal hizo eco detr{s de mí―. O una vieja sala de
calderas. Estamos probablemente por debajo de una fábrica o algo así. ―Tomó
un largo y profundo respiro y sonrió, mostrando sus colmillos―. Ah, el olor de
la miseria humana. ¿Puedes olerlo, hermana?
Yo no sabía lo que era una sala de calderas, y no iba a preguntar, tenía
mayores preocupaciones ahora mismo.
Jackal tenía razón; el olor de la sangre caliente de los humanos estaba por
todas partes, incluso sobreponiéndose a los olores de moho, oxido y humo
grasiento. El cálido olor de la sangre, envuelto alrededor del aroma del miedo,
la desesperanza y la desesperación, despertaron el hambre de su hibernación
agitada. Me hizo querer fundirme en la oscuridad, para deslizarme entre los
pasillos y esperar a que un humano inocente caminara, entonces tirarlo atrás en
las sombras, para nunca ser visto otra vez.
―Manteng{monos unidos ―gruñí, tanto para mí como para el vampiro
junto a mí. Sus ojos brillaban con un amarillo luminoso de una manera que no
me gustó en absoluto, y lo miré―. Estamos aquí por su ayuda, no por un
bocado.
―Dios nos libre. ―Jackal agito una mano en un gesto vago―.
Simplemente estaba haciendo una observación. ¿En qué estabas pensando?
85
Ignorándolo, arrastré a Roach por un pasillo, las bajas, máquinas oxidadas
bordeaban ambos lados como guardianes rotundos. Parpadeante luz naranja
bailó sobre el suelo entre ellos, el bajo crepitar de un fuego haciendo eco fuera
de los barriles. Saliendo del laberinto de maquinaria, entramos en un gran
espacio abierto, donde un puñado de mantas, cajas y montones de trapos
rodeaban un fuego moribundo.
Humanos medio muertos de hambre se arremolinaban a través de las
sombras proyectadas por el fuego, o acurrucados junto al fuego, temblando. El
frío había dejado de afectarme hace mucho tiempo, y no pensé más en ello, pero
me di cuenta que debía estar helado para ellos aquí. El Fringer que yo había
sido, sin embargo, lo aprobó. Bien oculto, subterráneo, un montón de lugares
para esconderse. Sí, a Allie la rata callejera le habría gustado este lugar.
Quienquiera que había elegido este pequeño refugio seguro sabía lo que estaba
haciendo.
Por supuesto, eso no cuenta para los vampiros permitidos pasar más allá
de las puertas.
―De acuerdo ―susurró Roach, mir{ndome por encima del hombro―. Te
traje aquí. Vas a dejarme ir ahora, ¿verdad?
Eché un vistazo a la multitud de humanos temblando y fruncí el ceño.
―¿Quién est{ a cargo?
―Um… ―Roach miró alrededor del campamento, también―. Ahí ―dijo,
señalando a un lado―. Nuestro intrépido líder.
Seguí su mano a donde un par de personas se situaban en el borde de la
luz, hablando en voz baja con sus espaldas hacia nosotros. Uno de ellos era
corriente, delgado, harapiento y sucio, como todos los demás. El segundo
humano, sin embargo, llevaba ropas más resistentes, botas y un chaleco de
combate negro como el que había visto en algunos de los guardias del príncipe.
Una pesada pistola estaba enfundada en su cinturón, y a través de su espalda
estaba una extraña arma que nunca antes había visto. Lucía como si alguien
hubiera tomado un arco y una flecha ―algo que sólo había leído antes― y lo
hubiera unido al extremo de un arma de fuego. Un pico largo de madera yacía
agazapado en el arma extraña, y envió un escalofrío por mi estómago.
―Hijo de puta ―murmuró Jackal detr{s de mí―. El bastardo tiene una
ballesta. Bueno, alguien está preparado para encontrarse con vampiros, ¿no es
así?
Algo hizo clic en mi cabeza, y el mundo pareció detenerse. No, pensé
aturdida. No puede ser. No puede estar aquí ahora. No es posible.
Pero lo era, y yo sabía quién era, incluso antes de que él se diera la vuelta.
Rubio, ojos azules, delgado y alto, como si hubiera caminado directo de mi
memoria, de mis sueños, y a la existencia. 86
102
Capítulo 9
114
Capítulo 10
Él había cambiado
El Stick que recordaba había sido alto y delgado, un espantapájaros
harapiento con el cabello color pajizo y asustadizos ojos llorosos. La persona en
la puerta, rodeado por cuatro vampiros armados y dos humanos, era todavía
alto y delgado, pero vestía un traje de negocios y llevaba una maleta en una
mano delgada. No era tan delgado ahora, y su cabello había sido cortado y
peinado hacia atrás, reemplazando el nido enmarañado que recordaba.
Pero el mayor cambio fueron sus ojos y la forma en que se movía. De
vuelta en Fringe, Stick había estado encogido y escondido toda su vida,
confiando en mí para sobrevivir. Él tenía miedo de todos y de todo y a menudo
era atrapado porque esperaba que yo lo salvara en vez de defenderse por su
cuenta.
Ahora, él se movía alto, su voz y expresión limpia, casi arrogante. Pero
quizás eso se debía a su séquito, los dos humanos y cuatro vampiros 132
rodeándolo con pistolas y ballestas, versiones más pequeñas de las que Zeke
había regalado. Al verlo, sentí el último pedazo de algo dentro de mí -
―esperanza, terquedad, incredulidad― hacerse añicos y morir. Siempre me
había preguntado qué había pasado con Stick, si en verdad me había vendido al
príncipe una vez que supo qué era. Había estado esperando, en lo profundo,
que no fuera verdad.
Pero aquí estaba. Asistente personal de Salazar, mirándome como si
hubiera visto un fantasma.
―¿A-Allie? ―Su voz era un ahogado susurro horrorizado y los guardias
lo miraron, y a nosotros, alarma aumentando―. No. No, no puedes ser tú. ¡Se
supone que deberías estas muerta!
―Stick ―dije, dando un paso hacia adelante.
Pero Stick se lanzó hacia atrás, hacia el vestíbulo, señalando salvajemente.
―¡Deténganla! ―le gritó a sus guardias, quienes inmediatamente sacaron
sus ballestas y las dirigieron hacia nuestros corazones. Jackal maldijo y se lanzó
fuera de la silla, y Zeke se tensó, yendo por su pistola―. ¡Deténganlos a todos!
¡Ella está aquí para matarme!
―¡No estoy aquí para matarte! ―grité, levantando las manos. Varias
flechas de madera se dirigieron hacia mi pecho, haciéndome encoger por
dentro. Demonios, si no manejaba esto, todos seríamos ensartados como
ratas―. ¡Stick, espera! ―dije desesperadamente―. No vine por ti. ¡Queremos
ver al príncipe, eso es todo! Ni siquiera sabía que estabas aquí.
Se asomó en la habitación de nuevo, con los ojos fríos y suspicaces.
―No te creo.
―Cree lo que quieras. Te estoy diciendo la verdad. ―Mantuve mis manos
levantadas mientras él entraba de nuevo en la habitación―. No estamos aquí
por ti, o por cualquiera. Solo queremos ver al príncipe.
Él miró a Zeke y Jackal, luego miró de regreso hacia mí.
―Se supone que no deberías estar aquí, Allie ―acusó, sonando como su
viejo yo taciturno―. El Maestro Salazar dijo que habías muerto, prometió que
habías sido asesinada. Se supone que no deberías estar aquí.
Irritación, y algo más oscuro, se encendió.
―Lamento desilusionarte. Pero todavía estoy viva.
La mirada de Stick se estrechó y una mirada fea cruzó su rostro cuando se
giró hacia los guardias.
―Arréstenlos ―gruñó, y los guardias se enderezaron―. ¿Quieren ver al
príncipe? Los llevaremos a ver al príncipe. Estoy seguro que el Maestro estará
muy interesado de verlos. 133
Me tragué un gruñido cuando dos vampiros se acercaron, alcanzándome
mientras los otros mantenían sus armas preparadas hacia nosotros. Demonios.
¿Ahora qué? No podíamos abrirnos paso entre la Elite del príncipe, no con toda
una torre de vampiros entre nosotros y la salida. Incluso si Jackal y yo
lográbamos salir, Zeke sería destrozado antes de que alcanzáramos el
mostrador. Y si lográbamos escapar, nunca seríamos capaces de volver a entrar.
Stick sabía que estaba aquí, y pronto lo sabría el príncipe, también. Miré a Zeke
y Jackal, preguntándome si tenían alguna idea brillante para sacarnos de esta,
pero lucían tan sombríos como me sentía. Sin salida. Estábamos atrapados.
Apreté mis puños cuando un guardia agarró mi katana y sacó la funda por
mi cabeza, conteniéndome a duras pena de romper su nariz cuando tomó la
espada alejándose. Me sentía desnuda sin ella. El otro guardia sacó un par de
esposas de metal negro de su cinturón y agarró mis brazos.
―Esto no es necesario, Stick ―dije mientras el vampiro tiraba mis brazos
detrás de mi espalda y colocaba las bandas alrededor de mis muñecas. El peso
de las cadenas me arrastró, gruesas y pesadas, obviamente diseñadas para
vampiros.
―Es Stephen ahora ―corrigió él, con voz presumida―. Señor Stephen. Y
yo decido qué es necesario por aquí, Allie. ―Una sonrisa débil torció sus labios
mientras levantaba la barbilla―. Nadie me dice qué hacer, ya no más.
Solo podía observar mientras Zeke y Jackal estaban siendo despojados de
sus armas y siendo esposados, también. Jackal rodó sus ojos y parecía molesto
con todo el evento, pero Zeke lucía pálido cuando su pistola y machete le
fueron quitados y las esposas fueron cerradas en su lugar. Se encontró con mi
mirada, y podía ver la resignación en su rostro, y la esperanza de que no iba a
salir con vida.
Lo siento, Zeke. No pretendía arrastrarte a esto. Nos sacaré de aquí de algún
modo, lo prometo.
Cuando estuvimos contenidos, Stick asintió satisfecho de sí mismo, sus
pálidos ojos persistiendo en mí.
―Por aquí ―dijo pomposamente, como si estuviera anunciando un
tour―. El príncipe Salazar los espera.
Un guardia me dio un empujón en el hombro con la ballesta, y caminé,
siguiendo a mi antiguo amigo por los pasillos de la torre de vampiros.
Demonios, esta no era la forma en que quería conocer a Salazar: arrestada
y esposada, incapaz de defenderme y a los que me rodean. Las cosas habían ido
muy mal, pero no había nada que pudiera hacer sino tratar de huir cuando nos
reuniéramos con el príncipe. Me preguntaba si Jackal ya estaba trabajando en
un plan, alguna clase de discurso o estafa para sacarnos de aquí con vida. Él era 134
el único que se sabía la política de los vampiros, no yo. Por supuesto, él era
parte del motivo por el cual estábamos metidos en este lío en primer lugar.
Quería hablar con él, y con Zeke, también, pero los guardias a nuestros
lados lo hicieron imposible.
Llegamos a un par de ascensores, los que funcionaban, al final del pasillo,
Stick nos miró con cautela cuando las puertas se abrieron.
―Llévenlos a la planta superior ―le dijo a los cuatro guardias vampiros, y
dio un paso hacia el otro ascensor cruzando el pasillo―. Los veré allí.
Cobarde, pensé, cuando Stick se metió en un ascensor con sus dos
guardaespaldas humanos, sonriendo y cruzando sus manos detrás de él
mientras las puertas se cerraban. No quiere estar en un espacio reducido con el
vampiro al que apuñalo por la espalda, creo.
Los guardias nos condujeron con sus armas dentro del ascensor,
parándose en las esquinas mientras nosotros nos amontonábamos en el centro.
Las puertas se cerraron, sumiendo el ascensor en oscuridad, y comenzó a
moverse.
Me tensé, apretando mis dientes. Había estado en un ascensor antes, en
uno desvencijado mal construido y que crujía y lanzaba chispas, haciéndome
temer que podría caerse en cualquier momento. No me gustaban los espacios
pequeños, estrechos y sin salida, me ponían muy nerviosa. Los guardias
miraban hacia adelante, con las armas desenfundadas pero no apuntaban hacia
nosotros, sin prestar atención. Tratando tiré de las cadenas alrededor de mis
muñecas. Si solo pudiera liberar mis manos, estaría preparada en caso de una
oportunidad para escapar. Por desgracia, las esposas se mantuvieron. No iría a
ninguna parte.
Jackal se inclinó, su boca cerca de mi oreja.
―No me dijiste de tu pequeño amigo ―murmuró él, y si los guardias lo
escucharon, no les importo―. Habría sido una linda golosina para compartir,
yendo hacia la torre del príncipe.
―No creí que lo vería aquí ―murmuré de regreso―. Y no importa ahora.
Espero que tengas algo en esa cabeza retorcida para evitar que el príncipe nos
desgarre.
―Estoy trabajando en ello.
―Más rápido estaría bien.
El guardia más cerca de mí, dio una mirada tenebrosa y curvó su labio en
señal de advertencia, revelando los colmillos. Desnudé los míos a cambio y miré
hacia adelante, observando los números de la luz sobre la puerta, 10… 12…
14… 16… ¿Qué tan alto subía esto? Con cada planta, nos est{bamos alejando de
la salida y acercándonos hacia la madriguera de un Maestro vampiro. 135
―Allie ―murmuró Zeke, apenas audible a pesar de lo cerca que
estábamos. A pesar de nuestra situación, y los vampiros rodeándonos en cada
lado, su voz y expresión estaban calmadas. Demasiado calmado―. Si no lo
logramos… Estoy contento de haberte encontrado. Fue bueno verte de nuevo.
Gruñí y me incliné hacia él, bajando mi voz.
―Ni siquiera comiences con eso, Zeke ―sisee, sin saber si estaba enojada
o aterrorizada por sus palabras―. Tienes gente esperando por ti en Edén. No
vas a morir aquí.
―Est{ bien. ―Zeke logró la más pequeña de las sonrisas―. No tengo
miedo de morir. Solo desearía… ―Se calló, un destello de dolor cruzó su rostro,
antes de que lo alejara, también―. No importa. No es importante ahora. Yo
solo… quiero que me prometas algo.
No sabía qué tan buena sería en mantener una promesa ahora. En realidad
esperaba que no me pidiera ir al Edén e informar a su familia que había sido
asesinado. No estaba segura de que pudiera hacerlo, incluso si lográbamos salir
de aquí. Pero este era Zeke; era difícil decirle que no.
―¿Qué quieres que haga? ―susurré.
Sostuvo mi mirada, con solemnes e intensos ojos azules.
―No me conviertas ―susurró, enviando una lanza de hielo a través de mi
estómago―. Incluso si estoy muriendo, no me conviertas en uno de ellos. Solo
déjame partir.
―Zeke. ―De repente mi garganta se cerró. Zeke se inclinó hacia adelante,
descansando su frente en la mía, cerrando sus ojos.
―Por favor ―susurró él, su respiración calentando mi piel fría―. Yo no…
No puedo pasar la eternidad como un vampiro. No puedo. Prométemelo, si
llegamos a eso, me dejaras partir.
―¿Dejarte morir? ―Me ahogué. Mi primer instinto fue negarme. Luego el
pensamiento repentino de perderlo rasgó en carne viva, una herida abierta por
dentro, lo cual ambas me impactaron y asustaron. Me había distanciado de
todos para evitar este tipo de lazos. En mi mundo, las personas morían. La
única manera de sobrevivir era entumecerte de las pérdidas y seguir adelante.
Pero Zeke… No podía perderlo. Si él estuviera muriéndose, lo mantendría aquí,
si hubiera la más remota oportunidad, la tomaría. Aunque ni siquiera fuera un
Maestro vampiro, y mi intento de Convertir a Zeke en un vampiro generaría un
Rabioso, todavía había una oportunidad. O conseguiría a otro, un vampiro
fuerte para hacerlo. Kanin, quizás. Kanin era un Maestro, aunque consideraba
su inmortalidad una maldición y probablemente sería reacio a Convertir a un
completo extraño. No me importaba. Lo convencería, de algún modo. No podía 136
dejar a Zeke morir sin tratar de salvarlo.
Luego me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo.
¿Realmente intentarías transformar a Zeke, aunque él odiara y temiera ser
vampiro más que nada? Kanin te dio una opción. Te respetaba lo suficiente para
permitirte tomar esa decisión.
―Maldito seas, Zeke ―gruñí―. ¿De verdad me vas a pedir que me quede
allí y te observe morir?
Zeke abrió sus ojos, su rostro a un suspiro de distancia. En mi mente los
guardias desaparecieron. Jackal se desvaneció. Solo éramos Zeke y yo ahora,
cara a cara en la oscuridad.
―Lo siento ―susurró él―. Sé que es egoísta, pero no soy como tú, Allie.
Dolió, retrocedí y eche atrás mi labio, enseñando mis colmillos.
―¿Te refieres a mala y sin alma?
―Me refiero, no soy tan fuerte como lo eres tú ―continúo Zeke con
seriedad―. No puedo hacer lo que tú haces, lo que es necesario para ser
vampiro. Por favor. ―Su mirada se volvió suplicante―. Si llegamos a eso,
déjame morir como humano. Promete que me dejarás partir.
―No puedes negarle esa opción ―murmuró Jackal detrás de mi hombro,
sorprendiéndome de nuevo―. Requiere cierta mentalidad ser uno de nosotros.
Si Conviertes a alguien que no puede manejarlo, terminan destruyéndose,
saliendo para reunirse con el sol. Lo he visto antes. Mejor dejar que el pequeño
saco de sangre muera, si eso es lo que quiere él.
―Maldita sea con ambos ―murmuré, alejando mi rostro. La mirada de
Zeke aún no me había dejado, y apreté mis ojos cerrándolos―. Está bien
―susurré―. Si eso es lo que quieres, Zeke. Te prometo que no te Convertiré.
Pero eso quiere decir que no puedes rendirte. ―Abriendo mis ojos, lo miré―.
No puedes ir y morir. Prométeme que seguirás luchando, por el tiempo que sea
necesario. Aún no estamos muertos.
Zeke dio la más pequeña de las sonrisas.
―Técnicamente, tú lo estás ―susurró él, y si mis manos estuvieran libres,
lo habría golpeado―. Pero tienes mi promesa, chica vampiro. No pretendo
rendirme. Lucharé a tu lado durante el tiempo que pueda.
El ascensor se detuvo con un ding, y las puertas se abrieron. Stick nos
saludó desde el otro lado, sonriendo como un gato con un pájaro. Sus
guardaespaldas humanos esperaban impasibles detrás de él.
―Por aquí ―dijo mientras los vampiros de la Elite nos empujaban hacia
afuera. Zeke se tambaleó, apenas sosteniéndose, y le enseñé los colmillos al que
lo había empujado, mi mirada parpadeando en la katana todavía asegurado 137
alrededor de su hombro. Su rostro permaneció impasible mientras sacudía su
ballesta por el pasillo, señalándonos que avanzáramos.
Este pasillo era más florido que los otros en los pisos de abajo. Una gruesa
alfombra roja ocupaba el oscuro corredor, con luces eléctricas en los nichos en
ambos lados. Grandes pinturas colgaban desde las paredes: un paisaje
tranquilo, las calles de la ciudad llenas con luces y personas, caballos pastando
en una valla. Escenas de un mundo que nunca había conocido. La pintura de
una cordillera me llamo la atención, con las puntas nevadas y de color rojo y
rosa, un amanecer que nunca vería de nuevo.
Al final del pasillo había una puerta doble, un guardia vampiro a cada
lado. Cuando nos acercamos, Stick levanto una mano y se giró hacia nosotros
con una sonrisa.
―Esperen aquí un momento ―dijo él―. Le informaré al príncipe de su
llegada. ―Su mirada acuosa se movió hacia los guardias a nuestras espaldas―.
Asegúrense de que nuestros invitados no se muevan de este lugar. Si intentan
cualquier cosa, dispárenles si tienen que hacerlo, pero no los maten. ―Él me
sonrió entonces, seguro de su autoridad―. No queremos negarle al príncipe su
diversión.
En el pasado, habría estado enojada, pero justo ahora solo me sentía
entumecida. ¿Qué te sucedió Stick? ¿Me odias tanto por irme? ¿O siempre me
despreciaste, incluso cuando estábamos juntos en Fringe?
―Bueno, es un verdadero encanto ―murmuró Jackal mientras la puerta
se cerraba―. Ustedes dos debieron de ser grandes amigos. Espero que no te
importe cuando digo que voy a arrancar su lengua por su nariz y haré que se la
coma.
Zeke se acercó, rozando mi hombro con el suyo.
―¿Est{s bien? ―preguntó con suavidad, observando mi rostro. Asentí.
No podía pensar en Stick. Tenía que enfocarme en Salazar, en lo que le diría
una vez que atravesáramos aquellas puertas. ¿Qué iba a querer él? ¿Qué podía
decir que atrajera la atención del príncipe? Su ciudad estaba cayéndose a
pedazos a su alrededor, así que quizás estaría interesado en lo que sabíamos
sobre Sarren y el otro laboratorio. ¿Sabía que Kanin estaba tan cerca, justo
debajo de su torre? Y si Kanin estaba en alguna parte debajo de nosotros, Sarren
estaba probablemente aquí, también.
Mi piel se arrastró ante la idea de Sarren estando tan cerca. Si nos
encontraba ahora…
Demonios, no iba a morir aquí. Habíamos llegado demasiado lejos. Salazar
era un Maestro y nos tenía por completo a su merced, pero no estaba lista para
dejar de vivir. No iba a dejar que Kanin o Zeke cayeran, tampoco. Tomará lo
que sea, todos íbamos a salir de esto.
138
La puerta crujió abriéndose, y Stick surgió, usando su sonrisa siempre
presente.
―Traigan a los prisioneros ―dijo él, y apreté mis puños detrás de mi
espalda―. El príncipe Salazar los verá ahora.
Bueno, esto es todo.
Mientras los guardias nos empujaban a través de la puerta, la mirada de
Zeke se encontró con la mía, solemne y sombría. Recuerda tu promesa, parecía
decir, y tragué el bulto en mi garganta. No llegaría a eso. No lo permitiré.
Las puertas se cerraron detrás de nosotros.
No tuve un buen sentimiento de la habitación al principio, solo que era
muy grande y tenue. Casi la totalidad de la pared opuesta era de vidrio,
mostrando el cielo de la noche y la silueta de otras dos torres de vampiros
contra el negro. Un gran escritorio estaba enfrente de esa pared, oscuro y
brillante, pero el hombre parado delante del escritorio, apoyado contra la
madera, reclamo toda nuestra atención.
El príncipe Salazar nos miró con curiosidad mientras entrabamos, como si
fuéramos algún tipo de extraño insecto nuevo que él había encontrado en su
piso. Incluso apoyado contra el escritorio, él medía más de un metro ochenta en
un traje negro perfectamente a la medida, su cabello como la tinta cayendo
sobre sus hombros en ondas, sin una hebra fuera de lugar.
―Así que ―dijo el príncipe Salazar, mirando directamente hacia mí―,
eres la hija de Kanin.
Él sabía quién era yo.
El príncipe Salazar, el Maestro vampiro de Nueva Covington, quien
odiaba a Kanin lo suficiente que había mantenido una persecución en toda la
ciudad durante semanas cuando el vampiro estaba en la ciudad, sabía quién era
yo.
Las cosas no lucían bien para mí.
―No te molestes en negarlo ―dijo Salazar, su voz rica y profunda, con un
acento débil que no podía localizar―. Tu amigo Stephen ya me ha dicho todo
sobre ti. Dónde vives, dónde duermes, los otros miembros de tu pequeña
banda. Rat y Lucas, ¿creo que eran sus nombres? Todos sin Registros. No en mi
sistema.
Lancé una mirada rápida hacia Stick, de pie a un lado, su mirada
únicamente en el Maestro. Su rostro estaba flojo, con adoración. Mi estómago se
revolvió, y me obligué a enfrentar a Salazar de nuevo, quien todavía me
observaba sin dar ninguna pista sobre lo que estaba pensando.
―¿Nada que decir? ―preguntó él, levantando una elegante ceja delgada.
―¿Qué quieres que diga? ―desafié―. Pareces saber todo sobre mí. 139
Salazar sonrió. Girándose, levantó una mano e hizo un gesto a uno de los
guardias de pie rígido junto a nosotros.
―Libérenlos.
El guardia reaccionó a la orden, y Stick se sacudió, mirándome y luego a
Salazar, quien observó a todos con calma.
―Maestro, ¿está seguro de que es una buena idea?
Me quedé de piedra, también, y miré al príncipe cuando un guardia se
movió detrás de mí, metiendo una llave en mis esposas. Salazar cogió una copa
con sangre desde donde estaba sentado en la esquina de su escritorio y la hizo
girar pensativo.
―Ellos son recién llegados en mi ciudad ―declaró mientras mis esposas
eran alejadas y mis manos eran liberadas―. No quiero parecer grosero. La ley
establece que me reúna con visitas de parientes como invitados a menos que los
considere una amenaza obvia. Y no son una amenaza para mí. No los necesito
encadenados si deseo destruirlos.
Aún sorprendida, observé como Jackal y Zeke también eran liberados,
Zeke frotando sus brazos cuando las esposas fueron quitadas. Mi mirada se
desvió hacia mi katana, todavía asegurada en la espalda de un guardia,
tentándome a lanzarme hacia adelante y arrebatársela. Quería
desesperadamente mi espada, pero tenerla sería difícil. Allí estaban los cuatro
guardias vampiros armados para luchar y, peor, allí estaba el mismo Salazar.
No quería pelear con el príncipe vampiro de la ciudad, ya que Kanin me había
enseñado qué tan poderoso podía ser un Maestro.
―Señor Stephen ―dijo el príncipe mientras Stick seguía luciendo
resentido―. Por favor informe a los guardias que están fuera de la habitación
que esperen en el pasillo del ascensor. Infórmeles eso, a menos que haya una
situación de vida o muerte, no quiero ser interrumpido por nadie. ¿Está claro?
―Por supuesto, Maestro.
Stick hizo una reverencia y dejo la habitación, lanzándome una mirada
ilegible cuando salía. Sus dos guardaespaldas humanos lo siguieron. Lo escuché
hablar con los centinelas afuera antes de que la puerta se cerrara y se fueran. Sin
embargo, los cuatro vampiros armados en la habitación, se quedaron.
Salazar se irguió y caminó alrededor de su escritorio, dejándose caer en la
silla detrás.
―Tomen asiento, por favor ―dijo cortésmente, asintiendo con la cabeza a
un trío de sillas. Sin nada más que hacer, nos sentamos, y el príncipe vampiro
sonrió―. Les ofrecería refrescos, pero me temo que tengo una pequeña
situación aquí, y nuestro suplemento de sangre ha sido… comprometida. Pido 140
disculpas por el estado de mi ciudad. Tengan la seguridad que estamos
haciendo todo lo posible para ponerla bajo control. ―Su mirada fue hacia
Jackal, y luego hacia Zeke, sentados a cada lado de mí―. Me temo que me
tienes en desventaja ―dijo, girándose hacia Jackal―. Conozco a la chica, pero
aún no tengo el placer de tu nombre.
―Jackal. ―Jackal cruzó sus piernas y se recostó en la silla, viéndose
perfectamente a gusto―. Antiguo rey de Chicago Viejo.
―Ah. ―Salazar asintió, dándole una mirada apreciativa―. Sí, he oído los
rumores de un vampiro quien gobernaba una ciudad completamente de
humanos. Dicen que él estaba levantando un ejército para eliminar a los otros
señores vampiros, solo que no funcionó de la manera en que él esperaba.
―Jackal levantó sus cejas, y el príncipe sonrió―. Me gusta mantener un ojo en
mi competencia ―explicó, y su sonrisa se volvió peligrosa de nuevo―. Evaluar
las posibles amenazas antes de que se vuelvan demasiado grandes para
ignorarlas. Eres bienvenido aquí, rey Raider, siempre y cuando recuerdes quién
es el príncipe aquí. ―Su mirada se desvió hacia Zeke en el lado opuesto,
volviéndose ligeramente depredadora―. ¿Y quién es este… humano?
Me puse rígida, pero Jackal interrumpió antes de que pudiera hablar.
―No es nadie ―dijo el antiguo rey Raider con desdén―. Uno de los míos.
En caso de que me dé hambre, y porque en realidad es una muy buena
oportunidad. No es la táctica más fuerte en el pelotón, pero es entretenido. Así
que dejo que me siga.
Vi a Zeke apretar brevemente su mandíbula, como si luchara por no decir
nada. Jackal atrapo mi atención, una esquina de su boca temblando, y mordí mi
lengua. Eres un bastardo, pensé, aunque entendía lo que estaba haciendo Jackal.
Ignora al humano, le estaba diciendo al príncipe. El humano no es importante. Si
Salazar sabía quién era en realidad Zeke, de dónde venía… No, era mejor que el
príncipe pensara en Zeke como un don nadie, sin importancia. Jackal tenía
razón en desviar lejos la atención del príncipe. Aunque no tenía que lucir tan
engreído por ello.
―Hmm. ―El príncipe asintió y, para mi gran alivio, pareció perder
interés en Zeke―. Bueno, basta de bromas ―continuó, y su mirada penetrante
se centró en mí una vez más―. Has venido por Kanin.
Agarré los bordes de mi silla, sintiendo a Zeke y Jackal tensarse.
―¿Qué sabes sobre eso? ―pregunté. La sonrisa del príncipe creció,
enseñando sus colmillos.
―Porque él está siendo torturado en lo más bajo de mi torre ―continúo,
entrando en materia, de hecho―, y su dolor te llama, a su descendencia. Porque
sueñas con él, muerto de Hambre, volviendo loco de Hambre, arañando las 141
cadenas a su alrededor como una bestia. Porque está gritando por salvación, y
tú no puedes resistirte al llamado de tu sire. Te trajo hasta aquí, a mi ciudad, y
te obliga a encontrarlo. Pero no puedes salvarlo ahora.
Tragué duro. Salazar tenía a Kanin. ¿Pero cómo? ¿Cómo lo había alejado
de Sarren? ¿Había matado al vampiro psicótico, o Sarren había perdido interés
y dejo a Kanin para que el príncipe lo encontrara?
Me sacudí. Nada de eso importaba. Sarren se había ido, y el príncipe era
con el que teníamos que lidiar ahora.
―¿Por qué le estás haciendo esto? ―susurré―. Él estaba tratando de
encontrar la cura para el Red Lung y el Rabidismo. Estaba tratando de salvar
todo.
―Él traiciono a toda nuestra especie cuando fue con los científicos. ―La
voz de Salazar era de repente dura y espantosa, sus ojos brillando con odio―.
Le dio la espalda a su propia especie, permitiendo que los humanos
experimentaran con aquellos que serían sus Maestros, y es responsable por las
abominaciones fuera de la ciudad. ―Salazar se sentó, componiéndose, aunque
su voz no era menos aterradora―. Lo que les permitió a esos humanos hacerles
a nuestros antiguos hermanos es imperdonable. Lo que él ayudó a crear nos ha
condenado a todos a los calabozos más oscuros del infierno. Kanin sufrirá por
sus crímenes. Tengo toda la eternidad para verlo retorcerse y gritar y
convertirse en lo que él creo. Un final digno, creo. ―La mirada severa de
Salazar, me cortaba―. Quizás no te importe unirte a él.
Debía tener cuidado. Una palabra o acción equivocada, y estaríamos todos
allá abajo con Kanin, encadenados a la pared y esperando que el Hambre nos
volviera locos.
―Tiene que haber algo en lo que podamos estar de acuerdo ―dije con
cautela―. Algo que podamos ofrecer por la vida de Kanin.
―¿Oh? ―El Maestro vampiro alzo una ceja, divertido―. Dime, entonces,
hija de Kanin. ¿Qué piensas que su vida, y los miles de millones de humanos y
vampiros que ayudó a destruir, valen la pena?
―¿Qué tal tu ciudad? ―interrumpió Jackal, y Salazar se giró hacia él con
sorpresa―. ¿Qué tal el conocimiento de saber lo que en realidad está pasando
aquí, y el nombre de alguien que puede detenerlo?
Muy lentamente, el príncipe se echó hacia atrás, dándole a Jackal una
mirada intensa de ojos negros.
―Estoy escuchando ―dijo él con una controlada, voz baja.
―No es una plaga cualquiera ―continuó Jackal―. Alguien creó el virus
dentro de tu ciudad y la liberó en la población. Es demasiado similar a Red
Lung para ser una coincidencia. Sabemos quién lo hizo. Es a él a quien 142
realmente quieres, porque él es el único que tiene la cura.
¿Cura? Me preguntaba cuánto de eso era cierto y cuánto era lo que Jackal
estaba inventando. En realidad no sabíamos si Sarren tenía una cura o si podía
crear una. Ni siquiera sabíamos si seguía en la ciudad. Pero Salazar se puso de
pie, cerniéndose sobre nosotros, su expresión fría y terrible.
―Digamos que te creo ―dijo él―. ¿Cuál es el nombre de la persona que
liberó el infierno sobre mi ciudad? ¿Quién es esta criatura quien pronto se
arrepentirá incluso de haber nacido?
―Si te decimos su nombre ―dije―, ¿liberaras a Kanin?
Salazar me observó con blancos ojos que asustan.
―No estás en posición de negociar conmigo, hija de Kanin ―advirtió con
una voz tranquila―. Es solo mi voluntad y mis propias leyes que te han
mantenido viva todo este tiempo. Una palabra mía, y compartirás el destino de
tu padre. Así que quizás es tu propia vida la que deberías estar negociando, no
la suya. Sin embargo ―continuó―, el destino de mi ciudad es más importante
que la existencia de un vampiro. Incluso de uno maldito como él. Dame al
responsable de este caos, y yo… consideraré… liberar a Kanin para ti.
Miré a Jackal. Él asintió.
―Sarren ―le dije al príncipe―. Su nombre es Sarren. Puede que lo
recuerdes, vino a tu ciudad hace unos meses atrás, buscando a Kanin. ¿Alto,
calvo, la cara con cicatrices, un poco en el lado loco?
―Sarren. ―La voz del príncipe era plana. Volviéndose, caminó hacia la
ventana, mirando hacia fuera a la ciudad. Observé su reflejo en el cristal, serio,
y reflexionando y esperé impaciente su respuesta.
―Graves acusaciones ―dijo el príncipe, girándose. Su voz era sombría
mientras giraba su cabeza, enfrentando la esquina―. ¿Qué tienes que decir de
esto, Sarren?
―Yo diría ―una voz fría, espantosamente familiar siseó desde la
oscuridad―, que un pajarito está mintiéndote.
143
CAPÍTULO 12
Él estaba aquí.
Mi sangre se heló. Salté poniéndome de pie, haciendo que Zeke y Jackal
hicieran lo mismo, mientras una pálida, delgada forma se deslizó de las
sombras, sonriendo con su horrible sonrisa. Los guardias, que habíamos
olvidado a nuestro alrededor, se acercaron, con las manos en sus armas. Por el
rabillo del ojo vi al príncipe observando atentamente, esperando para ver qué
iba a suceder. Pero yo no podía apartar los ojos de Sarren.
―No es prudente engañar al príncipe, pajarito ―canturreó Sarren cuando
a su sonriente rostro con horribles cicatrices le dio la luz. Un vacío ojo negro fijo
en mí, el otro, cubierto de una película azul, miraba sin ver―. Qué venenosas
mentiras has estado difundiendo, solo para salvar a tu padre.
―No son mentiras ―respondí de vuelta, realmente, realmente deseando
tener mi espada. Algo, cualquier cosa entre él y yo. Retorcer al príncipe y a los
vampiros Élite. Sarren era el más peligroso en la habitación ahora, y no confiaba 144
incluso en los guardias y sus ballestas para mantenernos seguros―. Sabemos
que fuiste a Viejo D.C., al otro laboratorio. Encontramos la habitación con las
muestras de virus vivos y sabemos que las tomaste antes de venir aquí.
―¿Lo saben ahora? ―Sarren se acercó más y me tensé. A cada lado de mí,
Zeke y Jackal estaban muy alerta. Sólo el príncipe nos miraba con calma, no
hubo cambio en su comportamiento. Me pregunté si estaría tan tranquilo si
supiera el auténtico monstruo que había invitado a su torre―. Creo que se están
agarrando a un clavo ardiendo, pajarito ―continuó Sarren―. Para tejer un nido
de engaño. Oh, que enmarañada red tejemos.
―Te llevaste algo del laboratorio ―insistí, negándome a dejar que su
locura me atrajera―. Lo trajiste aquí. Y lo soltaste activo en el Fringe. Es por eso
que cada Fringe está arrancándose el rostro y vomitando sangre por las calles.
¿Por qué? ¿Por qué correr el riesgo de otra plaga? Todavía no nos hemos
recuperado de la última.
―¿Puedes oírlos? ―susurró Sarren, o bien no escuchándome o bien
ignorando la cuestión―. ¿Puedes oír sus gritos? ¿Ellos atormentan tus sueños,
sus gritos de angustia? ¿Puedes sentir su dolor, la exquisita tortura? Oh, te
envidio.
―Azura responderá por mí ―dijo Jackal, no hablando a Sarren, pero sí
dirigiéndose al príncipe―. El príncipe de Viejo D.C. sabe que Sarren fue a su
ciudad y fue en busca del laboratorio secreto del gobierno bajo los túneles. Si le
pregunta a ella, confirmará lo que le acabo de decir.
―¿Dónde está Kanin? ―exigí, mirando al loco lleno de cicatrices delante
de mí―. ¿Qué le hiciste?
―No queda nada de él ―dijo Sarren soñadoramente, casi aturdido
ahora―. No más. Su mente se rompió, igual que la mía. ―Se rió entre dientes,
haciendo que se me pusiera la piel de gallina―. Sólo que él no va a volver. Es
una lástima. Disfruté de nuestra relación mucho. Pero ahora tengo un propósito
mayor. Sin embargo, echo de menos sus gritos. Esa canción gloriosa.
Mostré mis colmillos.
―Tu mejor esperanza es que él esté bien ―gruñí―. Lo juro, te haré
pedazos si él no lo está. ―Pero Sarren parecía estar en trance ahora. Sus ojos
estaban cerrados, se balanceaba suavemente sobre sus pies, su fina boca todavía
torcida en una sonrisa.
―No le puedes salvar, pajarito ―susurró―. No puedes salvar a nadie
ahora. El réquiem ha comenzado y, cuando la última melodía suena, el único
aplauso será el dulce, eterno silencio. ―Levantó los brazos como si pudiera oír
los aplausos, aceptándolos―. Ahora se acerca cada vez más. No puedo esperar
a oír la última nota. 145
El príncipe sacudió la cabeza.
―Todavía no estoy seguro de lo que está pasando ―admitió
lentamente―. O a quién debería creer pero, a la luz de los acontecimientos, me
temo que debo pedirles a todos que permanezcan en la torre. Serán huéspedes
aquí, pero por favor no traten de abandonar esta planta. Voy a llegar al fondo
de esto. Pronto.
Maldición. No era lo ideal, pero era mejor que ser lanzados al calabozo.
―Guardias. ―El príncipe inclinó la cabeza hacia los vampiros, que
seguían esperando con atención―. Por favor, escolten a nuestros huéspedes
hacia sus habitaciones. Asegúrense de que no tratan de salir. Si tratan de
escapar, tienen permiso para disparar sobre ellos.
―Sí, señor.
El príncipe se volvió entonces, de frente a la ventana y a su ciudad por
debajo de ella, despidiéndonos.
Dos de los guardias se adelantaron, las armas desenfundadas, para
acompañarnos a la habitación. Los demás se acercaron a Sarren, aún en trance
en el centro de la sala, moviéndose al compás de una melodía que solo él podía
oír. El vampiro loco ignoró los repetidos intentos de los guardias por llamar su
atención, aparentemente perdido en su propio mundo. Al final, el guardia dio
un suspiro de exasperación y lo tomó del brazo.
Sarren giró con velocidad cegadora, su mano libre azotando mucho más
rápido que el pensamiento, cortando a través del cuello del guardia. El vampiro
dejó escapar un murmullo de sorpresa, y entonces su cabeza cayó hacia atrás
rociando sangre, manteniéndose en su lugar tan solo por un trozo de piel. Sin
soltar su delgada, brillante daga, Sarren agarró el brazo del guardia que tenía la
ballesta y se dio la vuelta, apuntando a través del cuarto. Liberó el broche del
perno y una flecha fue a clavarse en el pecho de Salazar justo cuando el príncipe
estaba dándose la vuelta.
Todo sucedió en un parpadeo. Salazar dio un grito ahogado y se
derrumbó, agarrándose el pecho, arañando el escritorio para mantenerse
erguido. Los otros guardias rugieron con furia y se lanzaron al ataque,
blandiendo sus espadas mientras corrían hacia adelante. El guardia más
cercano a Sarren sacó su espada y le atacó en el mismo movimiento, pero Sarren
esquivó el golpe y acercándose un paso clavó su daga en el mentón del guardia,
atravesando su cerebro. Sacándola, se giró para enfrentarse a los dos guardias
restantes, con una sonrisa demente mientras ellos se acercaban.
Con un aullido, Jackal saltó a la palestra, agarrando la espada de un
guardia muerto mientras cargaba contra Sarren. Me giré hacia Zeke.
―¡Mantente abajo! ―le susurré lanzándome hacia adelante también. Pero
mi objetivo no era Sarren, no todavía. Esquivando una hoja que zumbó por 146
encima de mí, me lancé hacia el primer guardia muerto, mis dedos cerrándose
alrededor del mango de mi katana.
Un grito familiar hizo que se me helara la sangre. Me volví justo a tiempo
para ver a Jackal caer, aferrando la empuñadura del cuchillo en su pecho
mientras Sarren lo empujaba hacia atrás. Los otros dos guardias yacían cerca,
uno con una flecha de ballesta sobresaliendo de la cuenca de un ojo, al otro le
faltaba la cabeza.
Tan rápido. Todo había ocurrido tan rápidamente. Blandiendo mi espada,
me levanté para enfrentar a Sarren sola.
El vampiro me sonrió desde el centro de la masacre, la sangre pintaba su
rostro, introduciéndose en sus muchas cicatrices. Cubría sus brazos, su pecho,
corriendo por su piel blanca y goteando sobre la alfombra.
―Hola pajarito ―susurró, pasando por encima de un vampiro muerto,
haciéndome retroceder hacia la pared. Levanté mi espada y traté de calmar el
terror barriendo a través de mí―. Creo que tenemos un asunto pendiente, tú y
yo.
―Aléjate de ella.
Sarren se volvió. Zeke estaba junto a un vampiro muerto, con una ballesta
en su mano, apuntando infaliblemente al corazón de Sarren.
―¿Qué es esto? ―Sarren observó a Zeke con evidente diversión―. ¿Un
humano? ¿Listo para morir por un vampiro? Qué pequeña mascota tan leal
eres. Pero tu señor no tiene ningún control sobre ti ahora. ―Hizo un gesto hacia
la carnicería a su alrededor y sonrió―. Corre, pequeño humano ―canturreó―.
Corre. El final de la noche se acerca y pronto, el sol se habrá establecido para
todos los de tu clase. Me pregunto, ¿cuánto tiempo puedes evadir la oscuridad?
―Zeke ―susurré, manteniendo la mirada en Sarren, sabiendo lo rápido
que podía moverse, como de repente podía estar justo allí sin ningún tipo de
advertencia―. ¡Escúchale! ¡Fuera de aquí! ―¿No había visto lo que acababa de
suceder, Sarren masacrando cuatro vampiros y al príncipe en un abrir y cerrar
de ojos? No podía competir con Sarren. Infiernos, estaba bastante segura de que
yo tampoco podía competir con Sarren―. ¡Corre! ―le rogué―. Encuentra a
Stick. Cuéntale lo que ha pasado. Pídele refuerzos. ¡Ve!
―Allie ―dijo Zeke calmadamente, sin moverse un centímetro―. No voy a
abandonarte.
Sarren parpadeó, mirando del uno al otro, y de repente se echó a reír. La
voz, ronca y muerta, enviando escalofríos por mi columna vertebral mientras
Sarren negaba con la cabeza.
―Ooohhhh ―dijo, como si acabara de averiguar algo―, esto es
interesante. Un pajarito haciendo un nido con una rata. ¿Eres un príncipe 147
entonces, pequeña rata? ―preguntó a Zeke, que frunció el ceño con cautelosa
confusión. Pero Sarren lo ignoró, volviéndose hacia mí―. Bueno, este es todo el
dilema. ¿A quién debo matar primero? ¿Debo matar al pajarito del príncipe
enfrente de él? ―Su sonrisa se hizo más amplia cuando me miró, bajando su
voz a un susurro―: ¿O debería desmembrar al ser humano poco a poco?
¿Despellejarlo, romper todos sus huesos, saborear cada uno de sus gritos, antes
de arrancarle el corazón? ―Se rió y pasó su lengua a lo largo de sus pálidos
labios―. ¿Te gustaría eso, pajarito? O… tal vez… ¿te gustaría mirar?
Mi temor se desvaneció. El pensamiento de Zeke a merced de este loco,
despertó una salvaje, casi desesperada furia y actué sin pensar. Dejando al
descubierto mis colmillos, me lancé sobre Sarren rugiendo, cortando hacia su
cuello. Sarren bloqueó el golpe, alcanzando y agarrando mi garganta,
haciéndome girar. Torciéndome el brazo en el que llevaba la espada hacia mi
espalda, nos giró hacia Zeke, que había alzado la ballesta y preparado sobre
nosotros.
―Vamos, pequeño humano ―dijo Sarren sobre mi hombro. Sus colmillos
desnudos estaban a un centímetro de mi cuello, la mano en mi muñeca estaba
amenazando con romper el brazo. Luché, pero él torció mi brazo hacia arriba y
el dolor atravesó hasta mi hombro―. Probablemente puedas golpearme si
disparas a través de ambos.
―Déjala ir. ―La mano de Zeke no vaciló, aunque su voz lo hizo, solo un
poco.
Sentí algo frío y húmedo tocar mi mejilla ―la lengua de Sarren― y me
encogí con repulsión.
―¿Cómo es tu sabor? ―susurró Sarren en mi oído―. ¿Abrimos tu piel y
vemos? ¿Es tu sangre tan oscura y densa como la de Kanin, pajarito?
―¡Suéltame, maldito psicópata! ―escupí, casi histérica. Él se rió entre
dientes y sus colmillos rasparon ligeramente mi piel.
―Oye.
Una nueva voz, familiar y constreñida por el dolor hizo eco detrás de
nosotros. Sarren miró por encima del hombro para encontrar a Jackal de
rodillas, con una mano presionando sobre su pecho sangrante, la otra
apuntando una ballesta contra nosotros.
―Perdiste ―gruñó, y disparó el arma.
Sarren se echó hacia atrás, tirándome al suelo. Golpeé el suelo y rodé
mientras un chillido de dolor resonó detrás de mí. Poniéndome en pie, vi a
Sarren tambalearse hacia atrás, un dardo de madera atravesaba su hombro, sus
colmillos al descubierto en agonía.
148
Agarré mi katana, pero Sarren siseó como una serpiente furiosa, dándose
la vuelta y lanzándose hacia la pared más alejada. Hubo un choque
ensordecedor y el vidrio estalló en todas direcciones al lanzarse el vampiro a
través de la ventana y caer fuera de la vista.
Me estremecí, agarrando mi katana para que no cayera de mis débiles
dedos. Parecía imposible que hubiéramos ganado, o al menos que hubiéramos
sobrevivido. La habitación apestaba a sangre, la alfombra bajo mis botas parecía
un pantano, y la una vez prístina oficina parecía una zona de guerra.
―Allie. ―Me volví mientras Zeke dejaba caer la ballesta con un golpe
sordo, se adelantó y tiró de mí acercándome, sosteniéndome con fuerza contra
él. Estaba temblando, su corazón golpeaba contra sus costillas, fuerte y
frenético. Mis ojos se deslizaron hasta cerrarse, y mi brazo libre lo rodeó por la
cintura para abrazarle también. El Hambre se agitó, y mi lado racional
hormigueaba con la advertencia de que esto era peligroso. Yo estaba demasiado
cerca, realmente demasiado cerca. Lo ignoré. Zeke se sentía cálido y seguro, y lo
había echado de menos, más de lo que pensé que podría haber echado de
menos a nadie. Podía permitirme este momento.
―Dios mío, pensé que te perdía ―susurró con voz ronca―. Cuando
Sarren te agarró, mi corazón casi se detuvo. ―Echándose hacia atrás, pasó el
pulgar por mi mejilla, apartando el cabello de mi cara. Mis sentidos zumbaron
con su toque―. ¿Est{s bien? Lo siento… no pude conseguir que el tiro fuera lo
suficientemente rápido. ¿Te hizo daño?
―No. ―Alcé la mano y envolví los dedos alrededor de su muñeca,
sintiendo el pulso bajo mi palma asegurándonos que ambos estábamos bien.
Difícil de creer. Me había enfrentado dos veces a Sarren cuando él tenía
intenciones de matarme, y había salido con vida. Me pregunté cuánto más me
duraría la suerte. Especialmente porque el Vampiro Psicótico estaba todavía por
ahí fuera y nos odiaba aún más―. Estoy bien, Zeke―le dije apretando su
antebrazo―. Ambos estamos bien.
Él respiró lentamente.
―Allie…
―Oh, no se preocupen por mí ―llegó una voz extremadamente sarcástica
desde cerca de la pared―. Ustedes dos pueden seguir y besuquearse, yo
simplemente me quedaré aquí y sangraré en silencio.
Sintiéndonos culpables, nos separamos. Jackal estaba sentado contra una
silla volcada, rodeado de cuerpos, logrando una sonrisa incluso a través del
horror que le rodeaba.
―Está bien ―dijo, apretando los dientes―. No hay necesidad de dar las
gracias al tipo que clavó una estaca a Sarren y le hizo huir como una niña 149
pequeña. Aunque siento que me estoy perdiendo algo… ¿Qué es? Oh, sí, acabo
de salvar sus vidas, ¿no?
Zeke empezó a avanzar, pero lo agarré del brazo.
―No ―le dije con urgencia―. No te acerques a él, ha perdido demasiada
sangre. Podría no ser capaz de detenerse antes de morderte.
―Estoy atravesado, no sordo ―señaló Jackal desde el suelo.
Honestamente, era el más fuerte vampiro herido mortalmente que había oído
nunca. Me figuré que si podía hacer todo ese ruido, no estaba en peligro de
muerte―. Aunque… ―Hizo una mueca, y su voz se hizo más baja, más como
un gruñido―. Podrías querer llevar al saco de carne fuera de aquí si quieres
que su sangre permanezca en el interior. Su interior, no el mío.
―Ve a buscar a Stick ―le dije a Zeke―. Hazle saber lo que pasó. Dile que
Sarren anda suelto y que hay un vampiro herido que necesita sangre
inmediatamente. ―Miré hacia la pared donde yacía el cuerpo de Salazar,
inmóvil, detrás del escritorio―. Y que, probablemente, tendrán que encontrar
un nuevo príncipe.
Me estremecí pensando en cómo Stick podría tomar eso. Diablos, en cómo
toda la ciudad vampiro podría tomar eso.
―En realidad ―continué―, probablemente es mejor no hacer mención a
eso todavía.
Zeke asintió, aunque parecía reacio a irse.
―Volveré. ―Miró a los cadáveres desmembrados, las paredes salpicadas
de sangre, las cabezas cortadas esparcidas alrededor de la habitación, e hizo
una mueca―. ¿Estarás bien?
―Sí ―le lancé una sonrisa cansada―. Estaré bien.
Rozó sus dedos cruzando mi mejilla, dejando un rastro persistente de
calor, y se alejó. Caminando alrededor de los cuerpos se abrió paso a través de
la habitación empapada en sangre hasta que llegó a las puertas y se deslizó a
través de ellas. Se abrieron con un chirrido y gimieron al cerrarse detrás de él, y
la habitación pareció más fría después de que se fuera.
Jackal gruñó y se movió a una posición más cómoda, recostándose contra
la silla.
―Sabes que estás jugando un juego peligroso―dijo, mirándome con
brillantes ojos amarillos.
Empecé a espetarle que no era asunto suyo, entonces dejé que mis
hombros se desplomaran.
―Lo sé.
―¿Cuándo vas a decirle al chico que no tiene ninguna oportunidad? Vas a
150
tener que hacérselo saber pronto, parece que el pobre infeliz lo tiene mal.
―Jackal vio mi reacción, entonces levantó las cejas―. No le ibas a decir nada,
¿verdad? Vas a dejar que marche alegremente por ese camino hasta el día en
que el Hambre llegue a ser demasiada y entonces el pequeño saco de carne no
sabrá qué fue lo que le golpeó. ―Se rió entre dientes, haciendo una mueca,
sacudió la cabeza―. Y yo pensaba que era un bastardo sin corazón.
―No es así ―discutí. Jackal resopló.
―Entonces, ¿qué? No me digas que sientes algo por el pequeño… Oh.
―El vampiro parpadeó, entonces curvó sus labios, el asco y la lástima cruzando
sus afilados rasgos―. Oh, hermana. ¿En serio? Eso es muy triste.
―C{llate. Jackal.
Jackal se rió de nuevo, pero se quedó en silencio. Unos minutos más tarde,
las puertas se abrieron de golpe y un regimentó armado de vampiros irrumpió
en la habitación. Los más próximos nos rodearon a Jackal y a mí, sus pesadas
ballestas apuntándonos, el resto inspeccionó la habitación, empujando
vampiros muertos y mirando en los rincones oscuros.
―Un poco demasiado tarde, camaradas ―dijo Jackal desde el suelo―. Si
están buscando al psicótico vampiro asesino, hace rato que saltó por la ventana.
―¡Maestro Salazar!
Stick irrumpió por las puertas, seguido de dos guardias más, de la
variedad humana en esta ocasión. Uno de ellos llevaba un refrigerador blanco,
la tapa envuelta en escarcha; el otro puso una pistola en la espalda de un sin
resistencia Zeke. Me ericé, pero Zeke encontró mi mirada aterrorizada e hizo un
movimiento de cabeza para indicar que estaba bien.
―Oh, Dios. ―Stick miró alrededor de la habitación conmocionado, con el
color desapareciendo de su cara. Mirándome, sus ojos se ensancharon―. ¡Allie!
―gruñó, apuñalando con un delgado dedo hacia mí―. ¿Dónde está el príncipe?
¿Qué has hecho con él?
―¡No hicimos nada! ―protesté―. Sarren hizo esto. Nosotros solo
conseguimos mantenernos con vida.
―¿Sarren? ―Stick palideció aún más, llevando una mano a su boca―. No.
No, estás mintiendo. Sarren no haría esto. Es…
Se calló, su mirada cayendo sobre el escritorio y la arrugada forma detrás
de él.
―¡Maestro Salazar! ―gritó Stick, corriendo y arrodillándose junto a la
forma inmóvil. Observé, perpleja y un poco absurdamente herida. Stick nunca
me había demostrado ese tipo de preocupación―. Todavía vive ―susurró
Stick―. Maestro, ¿puede oírme? 151
Un tenso, ahogado susurro provino del cuerpo detrás de la mesa, miré
sorprendida. Salazar había recibido en la pelea una flecha de madera
directamente en el pecho. Un tiro como ese me habría puesto directamente en
hibernación. Si había tenido alguna duda antes sobre la fuerza del Maestro
vampiro, ahora había desaparecido completamente.
―Tú. ―Stick se levantó y señaló a uno de los guardias humanos que se
enderezó. Caminando alrededor de la mesa Stick señaló de nuevo el suelo―.
¡La estaca debe ser eliminada! ¡Hazlo!
―¡Señor! ―Dejando a un lado el refrigerador, el guardia se precipitó hacia
adelante. Rápidamente, corrió rodeando el escritorio y cayó de rodillas al lado
del príncipe. Inclinándose, desapareció momentáneamente y entonces se puso
de pie un momento después, el sangriento palo agarrado triunfalmente en una
mano―. Lo tengo, señor ―dijo el guardia, mirando a Stick. Pero Stick no se
movió, no dijo nada, solo le miró con ojos cubiertos de paciencia. El guardia
frunció el ceño, confuso, y abrió su boca para hablar cuando Salazar se alzó
desde atrás clavando sus colmillos en el lateral del cuello del hombre.
Salté. El guardia dejó escapar un estrangulado gemido y se puso rígido, la
estaca cayendo de sus dedos sin fuerza. Salazar desgarró su garganta,
triturando carne y músculo, ciego en su Hambre, y el guardia comenzó a tener
espasmos. Stick y los guardias vampiros miraban impasibles, sus caras en
blanco. Pero miré a Zeke, olvidado de pie detrás de Stick y el otro humano, su
expresión era sombría, sus puños apretados a los costados.
El príncipe dejó caer al guardia aún retorciéndose en el suelo con un ruido
sordo y volvió sus ardientes oscuros ojos hacia mí. La sangre manchaba sus
labios, había salpicado de manchas vividas a través de su rostro y empapaba su
una vez blanco collar. Había una mancha carmesí en la parte delantera de su
camisa donde la estaca había estado. Me tensé, agarrando el mango de mi
espada mientras el príncipe daba un paso a delante, sobre el cadáver, su furia
era una aterradora tormenta que llenó toda la habitación.
―¡Hija de Kanin!
Hice una mueca cuando su vozarrón sacudió las paredes, haciendo
temblar el aire. Incluso los guardias parecían nerviosos, y unos pocos se
alejaron de mí.
―Tú ―gruñó el príncipe, dejando al descubierto sus colmillos en mi
dirección―. ¡Una maldición sobre ti y toda tu línea! Si mi ciudad no estuviera
en una situación tan desesperada, me gustaría colgarte fuera de mi ventana
para que te encontraras con el sol. Así como estamos, hija de Kanin, encontraras
a Sarren y me lo traerás vivo. No me importa el trabajo que te cueste o hasta
dónde debas ir, si tienes que recorrer las calles del Fringe y luchar todo el
camino a través de locos infectados hasta llegar a él, eso es lo que vas a hacer. Si 152
Sarren sabe cómo detener esta plaga, me lo dirá. Si él sabe de una cura, voy a
arrancar la verdad de él, poco a poco. De una forma u otra, voy a obtener
respuestas y, si deseas salir viva de mi ciudad, me lo entregarás.
Nunca era buena idea discutir con un enojado Maestro vampiro, aun así
levanté mi barbilla, encontré su mirada furiosa y le dije:
―No voy a ninguna parte sin Kanin.
Su mirada se hizo aún más fría.
―No estoy de humor para jugar, hija de Kanin ―dijo Salazar en voz baja
y controlada―. En este momento estás pisando terreno peligroso por lo que
deberías pensar cuidadosamente tus demandas.
―¿Por qué nos necesitas para encontrar a Sarren? ―pregunté con voz
calmada y razonable―. Tienes una torre entera llena de esbirros…
Él me interrumpió.
―Enviar seres humanos tras Sarren es inútil. Bien podría romper sus
cabezas yo mismo. Y con el caos que hay fuera, en el Fringe, me encuentro
bastante corto de personal en este momento. ―Parecía crecer incluso más su
irritación, al admitir eso―. No tengo los recursos necesarios para una
persecución a gran escala, así que tendré que contentarme con lo que está
disponible. Afirmas que se han ocupado antes de Sarren. Tráemelo y te
permitiré vivir. Fállame y morirás, ya sea a manos de Sarren o a las mías. Toma
tu decisión.
―Bueno. Bien. ―Tragué saliva y mantuve mi voz calmada―. Quieres que
encontremos a Sarren y lo traigamos de vuelta. Es el único que puede conocer
una cura. También está completamente loco, y ya ha desmembrado a cuatro
vampiros y casi acaba con todos nosotros. Además de eso, no sabemos dónde
ha ido, ni cuánto tiempo más tardaremos en atraparlo, lo peor Nueva
Covington lo atrapará. ―Hice una pausa para evaluar la reacción de Salazar.
Su expresión era fría, poco impresionado, pero no estaba discutiendo
conmigo u ordenando a sus guardias que nos mataran. Eso era algo, al menos.
―El único que conoce a Sarren ―continué, rezando porque esto
funcionara―, el único que sería capaz de decirnos dónde puede estar, cuál será
su próximo movimiento, es Kanin. Y si nos encontramos con el Vampiro
Psicótico otra vez, Kanin sería el único capaz de detenerlo. ¿Quieres a Sarren?
―Hice mi última jugada―. Deja ir a Kanin. Es tu mejor opción para salvar esta
ciudad.
La mandíbula de Salazar se tensó. La idea le enfurecía, tener a Kanin
donde había querido tenerlo, solo para dejar que se le escapara entre los dedos.
Pero su odio hacia Sarren era más fuerte ahora.
153
―Muy bien ―dijo con gran dignidad―. Voy a liberar al condenado por ti,
con la condición de que te ayude a traerme a Sarren. Sin embargo, si trata de
escapar, o si tú intentas huir a Nueva Covington, iré a cazarlos a ambos yo
mismo. Y si eso sucede, desearás haber elegido dejar a Kanin encadenado a una
pared.
Traté de contener mi alivio. Kanin era libre. Finalmente iba a rescatar a mi
sire. Si ―y mi estómago se encogió― si todavía quedaba algo de él en esa
mente destrozada por el Hambre y la tortura.
Salazar pareció leer mi mente.
―Por supuesto ―añadió, con una mirada vagamente complacida ahora―,
esperemos que Kanin esté lo suficientemente cuerdo como para ayudarte.
Podríamos ir a su celda y encontrar que no queda nada salvo un Perdido.
Y eso solo te haría feliz, ¿no? Me tragué la rabia y me mordí la lengua,
deteniendo las palabras que solo me meterían en más problemas. Te encantaría
ver a Kanin reducido a eso. Pero eso no te ayudara al final, porque si Kanin se ha ido, no
voy a traer a Sarren de vuelta. Lo voy a matar.
―Ya era hora ―olvidado a mi lado, Jackal de repente se puso de pie,
apretando sus dientes. Sus colmillos estaban fuera, sus ojos lucían un poco
demasiado brillantes cuando se enderezó―. Que nadie se levante, no me
gustaría que mi cercana muerte les pudiera causar inconvenientes. ―Miró el
congelador, todavía en el suelo, entonces miró al guardia humano que quedaba
en pie junto a él. Sus labios se curvaron, haciéndole parecer como si apenas
pudiera sostenerse a sí mismo, y el humano tragó―. ¿Vas a comerte eso,
príncipe, o debo encontrar algún otro?
Salazar hizo un gesto desdeñoso. El guardia abrió rápidamente la nevera,
sacó una bolsa de sangre y la arrojó a Jackal, quien la atrapó y, a pesar de que se
estaba muriendo de Hambre, se tomó un momento para hacer un saludo burlón
al príncipe antes de morder a través del plástico. La sangre brotó, corrió entre
sus dedos y goteó en el suelo, entonces vi a Zeke mirar hacia otro lado.
―Tal vez deberías quedarte aquí ―le dije a Jackal, quien me ignoró en
favor de la salvadora bolsa de sangre. La inquietud parpadeó. Sabía que una
bolsa no le sanaría por completo, y no quería otro vampiro medio Hambriento a
mi espalda cuando fuera a ver a Kanin. Además, de acuerdo con Jackal, Kanin y
él no se habían separado en los mejores términos. Nuestro sire no estaba en el
momento más claro de su mente ahora; ver a Jackal podría enviarlo por encima
del borde hacia un acto violento. No podía permitir eso―. Espera aquí ―le dije
a Jackal de nuevo―. Regresaré con Kanin tan pronto como me sea posible.
Arrojó la bolsa vacía al suelo y me sonrió a través de una mancha de color
rojo.
―Hazlo ―dijo, lamiendo la sangre de su labio inferior. Volviéndose hacia
el guardia que todavía estaba al lado del refrigerador, le apuntó con el dedo y el 154
humano le lanzó otra bolsa. Jackal la cogió con una mueca―. Ve delante tú y
juega con Kanin ―me dijo―. Estaré aquí. Ah, y la pequeña bolsa de sangre
probablemente también debería quedarse esperando fuera. Si Kanin está
muerto de Hambre, un bocado de humano le volverá completamente loco.
Maldita sea, no había pensado en eso. No quería dejar a Zeke con un
grupo de Hambrientos, sádicos vampiros. Y especialmente no quería dejarlo
aquí con Jackal. Pero Jackal tenía razón. Ya era bastante difícil de resistir
morder a un humano cuando tenías un poco de Hambre. No podía ni imaginar
la profundidad del tormento que sufría Kanin, pero sabía que la simple vista o
el olor de un humano probablemente le conduciría a la locura. Zeke no podía
estar allí.
Zeke cruzó la habitación, andando hasta estar a su lado. Su voz era baja y
calmada mientras se inclinó.
―¿Qué necesitas que haga, Allie?
Tragué saliva.
―Jackal está en lo cierto. ―Miré solemnemente al fondo de sus ojos
azules, esperando que lo entendiera―. Necesito que permanezcas aquí.
Asintió con la cabeza.
―No me gusta, pero… confío en que sepas lo que estás haciendo. ―Me
apretó la mano y yo miré hacia otro lado―. Solo prométeme que tendrás
cuidado. Sé que le necesitamos, y que es importarte para ti, pero no hagas que
te maten, ¿de acuerdo? ―Se acercó más, dejando caer su voz hasta un susurro
mientras se inclinaba―. Eres importante también para mí, así que recuerda eso
cuando estés ahí abajo.
―Zeke. ―Atrapé su mirada cuando retrocedía. Su rostro era sincero, con
la guardia baja, sin sombra de desconfianza o persistente sospecha en sus ojos.
Y algo más en esa mirada abierta me hizo un nudo en el estómago. Había visto
esa mirada antes, justo antes de que me besara. Recordé sus labios sobre los
míos, la calidez de su toque, los sentimientos que él agitó. Todavía estaban allí,
alzándose desde las sombras, la parte de mí que se negaba a rendirse al
monstruo y el Hambre que rabiaban dentro. La parte que era humana.
También atrapé la mirada de Stick mirándonos desde el otro lado de la
habitación, su boca cerrándose en una línea apretada, su expresión oscura y
sombría.
―Si estás lista ―la voz de Salazar era fríamente exasperada, volvió sus
vacíos ojos negros hacia mí―, espérame en el pasillo. Tengo que cuidar de
algunas cosas aquí y después te mostraré la mazmorra.
155
Capítulo 13
Zeke me estaba esperando cuando las puertas del elevador se abrieron con
su molesto timbre. Recostado contra la pared con sus brazos cruzados, se
enderezó rápidamente cuando caminé dentro del vestíbulo con Salazar y los
guardias, aliviada como siempre de estar en tierra firme.
―Oh Dios, Allie ―dijo, sus preocupados ojos azules se centraron en mi
cuello, la sangre sobre mi piel y cuello―. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?
―Estoy bien. ―Mis dedos se fueron medio conscientemente a mi
garganta, sintiendo los leves pinchazos que Kanin había dejado atrás―. No es
nada. Ya me he alimentado, no te preocupes por eso. ―El Dr. Emerson me
había dado una bolsa de sangre cuando emergí del calabozo con Kanin y el
príncipe, y aunque estaba fría y desagradable, me la bebí. Las heridas no se
habían cerrado completamente, e incluso ahora, mi cuello seguía doliendo
donde Kanin me había mordido. El doctor insistió que era normal, que el dolor
desaparecería en un día o dos, aunque las leves y pequeñas cicatrices se 167
quedarían por siempre. Solo era la naturaleza de un vampiro al morder a uno
de ellos.
Emerson también había insistido en que Kanin se quedara bajo
supervisión por al menos una noche, clamando que, incluso con la notable
capacidad vampírica para sanar, aún pasarían unos cuantos días para que un
vampiro se recobrara completamente de haber sido obligado a casi morirse de
Hambre por tanto tiempo. Mi sire estaba ahora abajo en el ala del hospital,
siendo observado cuidadosamente por doctores vampíricos y algunos guardias,
pero ya no iba a volverse loco en un calabozo solitario. Me había sentido un
poco aprensiva sobre dejarlo, desde que había llegado tan lejos para
encontrarlo, pero Salazar me había asegurado que sería bien cuidado. Que
Kanin ahora era un huésped en su torre, y que todas sus necesidades serían
llenadas. Que no había ninguna necesidad de preocuparse por mi sire; él no
permitiría ningún daño le aconteciera, por ninguna razón.
Le creí. Después de todo, necesitaba a Kanin vivo y bien para ir detrás de
Sarren.
Salazar me consideró con ojos sin expresión.
―Tengo negocios que atender ―declaró, aburrido y fríamente educado
una vez más―. Si tienes necesidad de mí, por favor informa a una mascota o a
un guardia. Te he dicho dónde puedes encontrar tu cuarto temporal, y los
sirvientes pueden atender tus otras necesidades. Siéntete libre de vagar
alrededor, pero recuerda, que no tienes permitido abandonar la torre hasta que
estés lista para ir detrás de Sarren. Te sugiero que lo hagas pronto. Mañana, tal
vez, Tan pronto como el sol se ponga.
―Nos iremos cuando Kanin esté lo suficientemente bien ―dije
llanamente.
La boca del príncipe se crispó en una sonrisa sin humor.
―Confía en mí, chica. No tienes mucho tiempo. Ni tampoco lo tiene
Kanin.
Se alejó con sus guardias, dejándome reflexionando sobre esa siniestra
declaración y esperar que estuviera solo haciendo amenazas vacías.
Zeke caminó hasta detenerse frente a mí y vacilantemente puso sus manos
en mi cintura, observándome intensamente.
―¿Encontraste a Kanin? ―preguntó, atrayéndome hacia él―. ¿Está bien?
―Sí. ―Puse mis manos en su pecho, extendiendo mis dedos, sintiendo el
latido de su corazón bajo mi palma. Qué divertido cómo una simple cosa como
un latido podía fascinarme ahora que no tenía uno. O tal vez era solo el corazón
de Zeke con el que estaba fascinada―. Pienso que va a estar bien.
Sus manos subieron para quitar el cabello de mi hombro, sus dedos
168
gentilmente raspando la sangre seca de mi cuello. Mi estómago bailó, incluso
aunque el Hambre se revolvió con el contacto, como una bestia saciada y
dormilona.
―Estaba preocupado por ti ―susurró.
―¿Qué? ¿Por qué? ―Traté de ignorar mi interior agitándose, los dedos
trazando suaves patrones contra mi piel―. Esto no es nada, Zake. Infiernos, he
sido disparada, apuñalada, estacada, apaleada, acuchillada y lanzada por una
ventana. Súper sanación vampiro, ¿recuerdas? Un par de pequeñas marcas de
mordida no van a retrasarme.
―No son las cicatrices físicas las más dolorosas ―dijo Zeke―. Sé que
puedes cuidarte a ti misma, probablemente mejor que nadie. Ciertamente mejor
que yo. ―Sonrió un poco, record{ndome cu{n atractivo era cuando sonreía.
Cómo podía hacer que mi frío corazón tartamudeara cuando lo hacía―. Pero te
conozco, Allie. Incluso si Kanin estuviera Perdido, como dijo Salazar, no te
habrías rendido con él. Habrías seguido tratando de salvarlo, sin importar si él
pudiera ser salvado o no. Simplemente así eres tú.
¿Desde cuándo?, pensé, dándole una mirada dudosa. Él se rió entre dientes.
―Sabes que es verdad. ―Acarició mi mejilla con su pulgar, su mirada
intensa―. No vi a Jackal ahí abajo, arriesgando su vida. Solo a ti. ―Su voz se
hizo baja y suave, teñida de un poco de arrepentimiento―. Había olvidado
cuán increíble en verdad eres.
El Hambre se revolvió otra vez, y me tensé. Demasiado cerca, Allison. No
importa lo que Zeke piense de ti, sigues siendo un vampiro y él sigue siendo humano.
Esto no terminará bien, y tú no los estás ayudando a ninguno de los dos.
―Hablando de eso, ¿dónde está Jackal? ―dije, retrocediendo. Zeke me
dejó ir, mirándose decepcionado pero resignado―. Debería decirle lo que pasó,
no que a él le importe, pero debería al menos saber que Kanin está a salvo.
También quería contarles a ambos lo que había descubierto en ese frío
cuarto de hospital, la horrible verdad sobre lo que Sarren en verdad había
liberado. Recordé al vampiro moribundo, la carne lentamente
descomponiéndose mientras me miraba fijamente, suplicando y sin esperanza,
y me sentí enferma. El príncipe estaba en lo correcto. Trato o no, teníamos que
encontrar a Sarren, quitarle la cura. Antes de que este nuevo virus aniquilara a
ambas razas.
Primero lo primero, sin embargo, y eso era que Kanin se recobrara.
―La última vez que lo vi ―dijo Zeke―, subió las escaleras con otros
pocos vampiros. Creo que estaban teniendo algún tipo de reunión. No estoy en
verdad seguro, no quería pegarme alrededor. Un par habían estado empezando
a mirarme como si fuera el plato principal.
Me ericé al pensar en Zeke en un cuarto lleno de vampiros, todos viéndolo 169
Hambrientamente. No tenía ningún arma sobre él ahora y eso lo haría un
objetivo fácil. Solo otro humano para alimentarse y descartar.
―Vamos ―le dije, empezando a bajar por el pasillo―. Vamos a ver si
podemos encontrar al perezoso bastardo. Estamos aquí para hacer algo, no para
sentarnos por ahí sorbiendo sangre de copas e intimando con los vampiros de la
Corte Interior.
Vagamos por una gran cantidad de pasillos y cuartos por un rato,
buscando al rey Raider. La torre era como un laberinto de pisos estériles y
ventanas de vidrio y, después de un rato, todos los cuartos empezaron a verse
iguales. Evitamos el elevador y tomamos las escaleras entre los pisos, pasando a
humanos bien vestidos e incluso mejor vestidos vampiros en su camino a
cualquier negocio vampiro que tuviera lugar por aquí. Muchos de los vampiros,
viéndome en mi largo abrigo negro y botas desaliñadas, me miraron con
desprecio, como si fuera un perro mestizo salido de la calle. Los ignoré, hasta
que su atención cambió a Zeke. Después les daba una dura mirada y la
insinuación de un labio curvado, y ellos o sonreían o miraban fríamente de
regreso antes de continuar.
―Desearía tener mi cuchillo ―murmuró Zeke cuando subimos por otro
tramo de escaleras, continuando subiendo. Su voz resonó en el oscuro
pasadizo―. O una estaca. O algo con lo que defenderme a mí mismo. Ahora sé
cómo un conejo se siente cada vez que un lobo pasa. ―Frotó su hombro,
frunciendo el ceño―. Me pregunto cómo los humanos pueden soportarlo.
―Me aseguraré de que Salazar te regrese tus armas cuando salgamos ―le
dije, caminando dentro de otro pasillo idéntico―. Hasta entonces,
probablemente no querrás atraer un montón de atención en ti mismo.
―Sí. ―Pasó sus dedos por su cabello, mirando arriba y abajo por el
corredor vacío―. Es solo frustrante. Sé que ahora solo soy peso muerto. Si algo
pasa, no seré de mucha ayuda.
―No eres un peso muerto. ―Cualquiera que se pudiera enfrentas a Sarren
con nada excepto una ballesta y aun así saliera con vida no era nada sino útil.
Él solo sonrió sombríamente.
Estaba a punto de protestar otra vez cuando un extraño sonido se empezó
a filtrar por el corredor, haciéndome parpadear y voltear la cabeza. Era débil,
melódico y diferente a nada que hubiera escuchado nunca. No podía incluso
describirlo. La cosa más cercana que pude pensar era a alguien usando una
tubería para golpearla contra otra y crear un ritmo, pero ese era solo ruido. Este
era atrapante y misterioso y lleno de emoción y sonido, como tristeza o una voz
anhelante.
Incapaz de resistirme, seguí la extraña melodía bajo el corredor, pasando 170
por un par de puertas abiertas, y dentro de alguna clase de sala de reuniones.
Esta habitación estaba alfombrada en rojo, con negros sofás afelpados y sillas
rodeadas de bajas mesas, y un muro de cristal mostrando la vista de la ciudad
en ruinas más allá.
Vampiros holgazaneando en esquinas o sobre sofás, mirándose elegantes
y aburridos, su pálida piel en marcado contraste con el mobiliario negro y rojo.
Humanos uniformados se deslizaban entre ellos, llevando bandejas de copas de
cristal ―sangre, por supuesto― y llevándose las copas vacías. A la derecha, un
mostrador de mármol negro dominaba la pared, con un par de vampiros
sentados en la barra, un humano con rostro cansado detrás de ella. Fruncí el
ceño cuando no vi a ningún otro que a Jackal sentado en uno de los taburetes,
copa en mano, hablando con una esbelta mujer vampiro con largo cabello rubio.
Pero en este punto no estaba enfocada en él: mi atención estaba en el gran
objeto ubicado en la esquina más lejana.
El que hacía el extraño y atrapante sonido. Un humano se sentaba enfrente
de él, sus manos se movían sobre un estante blanco y negro que estaba dentro
de una oscura y pulida madera. Lo miré fijamente, en trance. El sonido que
estaba haciendo, la misteriosa cacofonía de emoción, tiraba de mi interior y
hacía que mi garganta se sintiera apretada. Cerré mis ojos, dejando que el
sonido fluyera a través de mí, olvidando todo por el momento.
Escuché los pasos de Zeke detrás de mí, sentí su mirada sobre mi hombro
hacia el objeto haciendo los extraños, terribles y hermosos sonidos.
―Un piano ―dijo, su voz llena de admiración―. No había visto uno
desde que era un niño. Recuerdo que la vieja iglesia solía tener uno, muy fuera
de tono. Por supuesto, el tenerme golpeándolo cada semana probablemente no
ayudaba.
―¿Un piano? ―Abrí mis ojos mientras indagaba en mi memoria por la
palabra, buscando las vagas y casi olvidadas historias―. ¿Esto… es música?
Zeke se volteó hacia mí, parpadeando.
―¿Nunca habías escuchado música antes? ―Sonaba aturdido.
Negué con la cabeza, incapaz de apartar mi mirada del extraño
instrumento. El Fringe estaba lleno de feos sonidos: gritos, vociferaciones,
llantos de terror y furia y dolor. Mi madre solía tararearme cuando era muy
pequeña, y solía pensar que su voz era el más hermoso sonido en el mundo.
Nunca había escuchado nada… como esto.
―Oh, Allie ―susurró Zeke, y caminó junto a mí―. Ven aquí un segundo.
Tomando mi mano, me atrajo a un lado, a la parte trasera de la habitación
donde las sombras eran más gruesas, lejos de los otros vampiros cerca de la
barra. Le di un ceño perplejo, tensándome, cuando puso sus manos en mis 171
hombros y me atrajo más cerca, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura.
―¿Qué estamos haciendo?
Él sonrió tristemente y puso una mano sobre la mía, sus ojos pidiéndome
que confiara en él.
―Solo sigue mi guía ―murmuró, y empezó a balancearse atrás y
adelante, en un lento y fácil ritmo.
Me resistí por un momento, insegura de qué hacer. Gradualmente, sin
embargo, empecé a sentir lo que estaba haciendo, moviéndose al ritmo de la…
música, y empecé a seguirlo. Era extraño, este movimiento lento y sin prisas,
nuestros cuerpos un reflejo del otro mientras nos balanceábamos y girábamos,
pero de alguna manera se sentía correcto. No nos alejamos de esa esquina,
manteniéndonos en las sombras, pero Zeke me tiró contra él y cerré mis ojos, y
solo por unos pocos latidos, con la música y la oscuridad rodeándonos,
estuvimos perdidos en nuestro propio mundo.
―Te extrañé, sabes ―murmuró Zeke, inclinando su cabeza hacia la mía.
Apreté mis dedos en su camisa y escuché su corazón golpeando―. Todo el
tiempo que estuve en Edén, no pude dejar de pensar en ti. Cuando me desperté
y me dijeron que te habías ido… ―Sacudió su cabeza, y su latido se aceleró―.
Quise venir detrás de ti en ese momento, pero sabía que debía cuidar de los
otros, que ellos eran mi primera, mi más importante responsabilidad. Y lo hice.
Ellos están a salvo, cada uno de ellos, incluso aunque tuve que dejarlos ir.
―¿Dejarlos ir?
Él tragó fuerte, y su agarre en mí se apretó.
―Caleb, Matthew y Bethany fueron adoptados por una genial pareja que
siempre quisieron hijos. Tienen pollos y gatos y cabras, y todo lo que siempre
pudieron desear. Jake se acaba de casar con una de las enfermeras de la clínica
del puesto de control, y Silas y Teresa se mudaron a una pequeña cabaña a la
orilla del lago. Son felices. Finalmente están en casa. ―Sus ojos brillaros, incluso
mientras me daba una débil sonrisa―. No me necesitan más.
―Zeke…
Él me miró, su expresión tan tierna que sentí que mi corazón se constreñía.
―Solo había una persona que faltaba ―susurró Zeke, sus manos
enmarcando mi rostro―. Una persona que no pude llevar a casa.
Le di una triste sonrisa.
―Edén no es mi hogar.
―Podría serlo.
Negué con la cabeza. 172
Ardiente
Capítulo 16
No usamos las puertas del Sector Dos. Se suponía que los guardias que
nos escoltaban las abrirían para que pudiéramos pasar a través de ellas, pero no
íbamos a quedarnos ahí parados esperando a que regresaran. No cuando
podrían volver junto con un príncipe furioso y un escuadrón de vampiros de
Élite a quienes Stick les contara una loca historia sobre cómo intentamos
matarlo.
En lugar de eso, Kanin nos llevó por los túneles, encontrando de alguna
manera una entrada en las alcantarillas bajo un edificio abandonado y en
ruinas, y bajamos a la Ciudad Subterránea una vez más.
―Bueno, es oficial ―dijo Jackal, con una voz que resonaba a lo largo del
corredor―. Este es el tiempo más largo que he pasado en las alcantarillas de un
solo lugar. Si alguien me hubiera dicho hace un mes: Oye, Jackal, ¿adivina dónde
pasarás la mayor parte de tu tiempo en Nueva Covington? ¡Hasta los tobillos en
mierda!, le habría arrancado los labios. 208
―Por aquí ―dijo Kanin, ignorándolo―. Es un largo camino hasta el viejo
hospital, y probablemente tendremos que usar las calles una o dos veces. No
desperdiciemos el tiempo.
Empezó a bajar por el túnel, y lo seguimos, dirigiéndonos más
profundamente en las alcantarillas. Nadie hablaba, lo cual me dio mucho
tiempo para recordar lo que casi acababa de pasar. Lo que casi había hecho.
Casi maté a Stick esta noche. El comprender eso envió un escalofrío a través
de mí, así como una amarga corriente de ira y arrepentimiento. En verdad había
estado a punto de matarlo. Stick, el chico que había cuidado por casi la mitad de
mi vida humana, quien había dependido de mí para todo. Quien era débil,
asustadizo, incapaz de defenderse por sí mismo. Casi había matado al chico que
una vez había considerado mi único amigo. Si Zeke no me hubiera detenido…
Adivina qué es lo que piensa de ti ahora.
Zeke caminaba detrás de mí, casi sin hacer ruido incluso a través de los
charcos y escombros dispersos, pues el conducto era estrecho y nos forzaba a ir
en una sola fila. No dijo nada sobre el incidente con Stick, y me preguntaba
sobre lo que estaría pensando. ¿Ahora se arrepentía de estar conmigo, de
besarme, de poner una fe tan ciega en una vampiro? ¿Se daba cuenta de las
implicaciones de esta noche, que si yo podía matar a Stick, alguien a quien
había conocido por mucho tiempo más, qué era lo que me detenía de volverme
también contra él?
Te advertí que siempre sería un demonio, pensé, rodeando un hilillo de agua
que se filtraba desde arriba. Zeke me seguía, su presencia cercana a mi espalda,
y cerré los ojos. Debería haber escuchado mi propio consejo. ¿A quién estoy
tratando de engañar?
Frente a nosotros, Kanin se detuvo frente a una escalera oxidada que se
dirigía arriba hacia un agujero sellado.
―El túnel enfrente está colapsado ―declaró, girándose para
enfrentarnos―. Este nos lleva dentro del Fringe, muy cerca del Muro Interior.
Podemos llegar al hospital yendo a través de la Ciudad Subterránea por la
mayor parte del camino, pero tendremos que viajar por la superficie unas
cuantas cuadras, así que prepárense.
―¿Qué pasa si nos topamos con Sangradores? ―preguntó Zeke―. Están
locos y enfermos, pero siguen vivos. Siguen siendo humanos…
―Tratar de evitarlos si es posible ―respondió Kanin―. Si la situación es
tan terrible como dice el príncipe, no queremos atraer a una multitud. Pero si
deben, no duden en cortarlos, lisiarlos, lo que sea que deban hacer para seguir
con vida. Esa es la máxima prioridad. No ayudaremos a nadie si morimos, ¿está
claro?
Zeke asintió, pero era renuente. Kanin subió por la escalera, empujó hacia 209
afuera lo que tapaba la entrada y salió por el agujero. Jackal lo siguió, después
Zeke, y al final yo, emergiendo en las calles desiertas del Fringe.
Aunque no era mi antiguo sector, el Fringe todavía lucía familiar, con sus
calles agrietadas, edificios en ruinas y yerbas cubiertas de escarcha saliendo a
través de todo. Una capa de nieve cubría los esqueletos de autos oxidados
dispersos alrededor, y los charcos en la calle se habían vuelto hielo, haciendo
que el piso fuera resbaladizo y traicionero. Antes, cuando era humana, esta era
la época más peligrosa del año, cuando todo estaba duro y congelado, y la
comida era virtualmente inexistente. Cada invierno, alguien en el Fringe
moriría, congelado en algún callejón solitario, o muerto de hambre en su cama.
Recordaba muchas mañanas que había despertado temblando bajo mi edredón,
temiendo la tarea de aventurarme fuera en el frío congelante para buscar entre
la basura por comida. Pero si no lo hacía, moriría de hambre, así como también
Stick, acurrucado contra mí por el calor corporal, rehusándose a dejar la
habitación.
Ya no tenía que preocuparme por eso. Ni tampoco Stick.
Un movimiento en la esquina de la calle captó mi atención. Un cuerpo
salió dando tumbos de una casa lejana, arrastrando los pies y torpe, caminando
descalzo a través del piso helado. Capté un brillo rojo que cubría su rostro, las
líneas húmedas dejaban rastros que bajaban por sus brazos, mientras
murmuraba y se reía para sí misma, sin ver hacia dónde iba.
―Guarden silencio ―nos dijo Kanin, y se deslizó entre las sombras,
volviéndose parte de la noche. Nos apresuramos detrás de él tan
silenciosamente como pudimos.
Mientras nos movíamos rápidos a través del Fringe, vimos varios
Sangradores más, riendo o hablando consigo mismos, algunas veces gritándole
a la nada, arañando sus propias caras. Cuando nos aventuramos más lejos del
Muro Interior, empezamos a tropezar con cuerpos que yacían en posturas
desgarbadas en las calles, con manchas de sangre alrededor de sus labios o que
salpicaban el suelo bajo ellos. Algunos habían yacido ahí por días; estaban
congelados, cubiertos de nieve. Otros eran más recientes; habían muerto esa
misma noche o el día anterior, sus heridas auto-infringidas seguían frescas y
rezumando sangre. Esta vez había más cuerpos, muchos más que cuando
habíamos pasado Jackal y yo la primera vez. La última etapa del virus estaba
apareciendo con toda potencia.
―Esta ciudad está jodida ―comentó Jackal mientras nos escabullíamos a
través de una vieja tienda de abarrotes cuyo techo había sido volado y las
ventanas destrozadas. Los estrechos pasillos estaban surcados con vidrio,
escombros y cadáveres pálidos y sangrientos en la enfermiza luz que venía a
través del techo. Caminamos sobre extremidades despatarradas y rostros que
miraban sin ver, cautelosos en caso de que uno de ellos saltara y viniera con un 210
chillido hacia nosotros―. Si yo fuera Salazar, dejaría que el virus tomara su
rumbo, liquidara a todos, y empezaría de nuevo con los humanos que
quedaran. Tiene suficientes bolsas de sangre en Ciudad Central para
alimentarse a sí mismo y al resto de ellos. Pero noooooo, tiene que enviarnos a
nosotros en una búsqueda inútil para encontrar a un loco y a una cura
inexistente.
―No lo hace ―dijo en voz baja Kanin desde adelante―. No si quiere
mantener a la ciudad con vida. No hay suficientes humanos para alimentar a
todos los vampiros en Nueva Covington, no sin limitar severamente el
suministro de sangre. Algunos de ellos se volverían locos y tendrían que ser
destruidos. Los humanos en el Fringe son su más grande fuente de alimento. Si
todos ellos mueren, Nueva Covington se verá en peligro de extinción.
―Oh, bueno, yo me equivoqué ―dijo Jackal, caminando sobre un cuerpo
que yacía boca abajo en el pasillo―. Gracias por aclarar eso, viejo. Sólo tengo
una última pregunta para ti. ¿Por qué infiernos nos importa?
―Porque aún hay personas que pueden ser salvadas ―contestó Zeke con
una voz llena de frío desprecio, siendo deliberado en no mirar a Jackal―.
Porque sigue habiendo personas en el Fringe que no han sido infectadas, que
están atrapados fuera de Ciudad Central y no tienen ningún medio para
protegerse a sí mismos.
―Claro, muy bien, déjame reformular la pregunta ―dijo Jackal, dándole
una mirada de repugnancia al humano―. ¿Por qué infiernos debería importarle
a los vampiros de este grupo si la ciudad del príncipe es consumida en llamas?
La plaga no va a ir a ninguna parte. Nueva Covington está tan aislada como
podría estarlo una ciudad. Mira, podemos darnos la vuelta, regresar por las
alcantarillas, deslizarnos bajo el Muro y estar fuera de la ciudad antes de la
medianoche.
Por un segundo, sentí una llamarada de ira ante la insensibilidad de
Jackal. No solo por su completa indiferencia hacia los humanos en la ciudad, o
incluso por sus prójimos vampiros, eso era de esperar. Pero él estaba dispuesto
a dejar que Kanin muriera, sabiendo que no tenía mucho tiempo, sabiendo que
apenas teníamos unos cuantos días antes de que nuestro sire hubiera llegado
tan lejos para que nada pudiera salvarlo.
Pero entonces recordé que Jackal no sabía nada sobre la enfermedad de
Kanin. Porque Kanin no le había dicho. Ni tampoco a Zeke. Yo era la única que
sabía sobre la traición de Salazar, y sobre la sangre infectada que lo estaba
matando desde el interior. No sabía por qué Kanin lo estaba manteniendo como
un secreto, pero me imaginaba que él tendría sus razones. Y conociendo a
Kanin, era algo que revelaría él mismo, si llegaba el momento. No me gustaba,
pero si no quería que los demás supieran, yo no iba a contarles. 211
―Vamos, viejo ―instó Jackal cuando el otro vampiro continuó a través de
los pasillos, ignorándonos a todos―. Salgamos de aquí, ¿qué dices? ¿No fuiste
tú el que me enseñó a no pelear batallas que no podemos ganar? Olvidemos a
Salazar. Olvidemos este hoyo infernal. Dejemos que Sarren sea el que venga a
nosotros.
Resoplé.
―Tu compasión continúa asombrándome. James.
Me miró feo.
―Oh, perdona, debería haber sido más claro. Solo estoy interesado en la
opinión de vampiros de verdad.
―Bueno, si ese es el caso, ¿por qué no vas a buscar a Sarren sin nosotros?
Estoy segura que ustedes dos tienen mucho de qué hablar.
Fue entonces cuando Kanin por fin volteó y nos dio a ambos una mirada
cansada que decía, ¿ya terminaron?
―No podemos detenernos ―dijo con calma―. Seguiremos. Esperemos
que Sarren haya dejado algo en el laboratorio que podamos usar.
―¿Y si no lo hizo? ―preguntó Jackal.
Entonces Kanin está muerto, pensé aturdida. Porque no habrá suficiente tiempo
para desarrollar una cura, no para él. Se descompondrá hasta que luzca como ese
vampiro en la habitación de hospital. Enferma, hice puños mis manos, sin saber
cómo Kanin podía actuar tan calmado sobre ello.
―Entonces encontraremos otro modo ―contestó Kanin, aún dirigiéndose
a Jackal―. Cazaremos a Sarren, si debemos. Pero no voy a abandonar la ciudad
hasta que esto haya terminado. Tú, sin embargo, eres libre de irte. ―Asintió
hacia atrás al camino por el que habíamos venido―. No te estoy reteniendo
aquí, nunca lo he hecho. Si deseas irte, no voy a detenerte.
―Te encantaría eso, ¿no es así? ―La sonrisa de Jackal se tornó cruel―.
¿Qué sucede, Kanin? ¿No quieres que tu nuevo engendro escuche sobre tu más
grande decepción? ¿Lo que creaste y después trataste de matar?
Kanin no contestó, aunque vi un destello de arrepentimiento pasar por sus
ojos. ¿Arrepentimiento de que tratara de destruir a Jackal, o de que no hubiera
sido capaz de hacerlo?
―¿Hay alguien a quien no hayas enojado tanto que tratara de matarte?
―le pregunté a Jackal, quien me miró con desprecio.
―Mmm, déjame pensar. Bueno, estaba esa chica que… no, espera,
olvídalo. Eso tampoco terminó bien.
Un disparo sonó detrás de nosotros.
Me giré lista para sacar mi espada o atacar. Zeke estaba parado con su 212
pistola fuera, apuntando hacia el pasillo detrás de nosotros. A unos cuantos
metros, un humano gritó y colapsó, cayendo hacia adelante mientras venía
hacia nosotros a toda marcha, estrellándose contra el suelo. Otro humano saltó
sobre el cuerpo y vino apresurándose por el camino, gritando y ondeando un
martillo, y la pistola de Zeke resonó una vez más. El cuerpo chocó contra los
estantes, riéndose, contrayéndose, arañando se cara, antes de que cayera y por
fin dejara de moverse.
Zeke enfundó su arma con expresión grave, y forcé a mis nervios a que se
calmaran.
―Sé que soy el único humano aquí ―dijo ecuánime en voz baja, mirando
hacia nosotros―, pero ¿tal vez podamos posponer la discusión familiar
vampírica hasta otro momento? ¿Tal vez cuando hayamos salido de las calles y
de la intemperie?
Lo miré sorprendida, e incluso Kanin levantó una ceja, un destello de
diversión cruzando su cara. Pero solo asintió y giró.
―Vamos, entonces. No estamos lejos del siguiente tramo de túneles.
Dejamos la tienda y caminamos rápidamente a través de las ruinas del
Fringe, esta vez con cautela pues los Sangradores pudieron haber sido atraídos
por el sonido. Kanin lideraba el camino, con Jackal cerca detrás de él. Zeke y yo
cerrábamos la marcha, quedándonos atrás unos cuantos pasos.
―¿Cuál es la historia entre Jackal y Kanin? ―preguntó Zeke después de
unos minutos con voz suave―. Kanin lo Convirtió, ¿correcto? ¿Qué pasó entre
ellos que lo hizo cambiar de opinión?
―No tengo idea ―respondí―. De hecho, eso mismo me preguntaba yo,
pero buena suerte en conseguir una respuesta directa de cualquiera de ellos.
Kanin nunca me ha hablado sobre su pasado, y Jackal será un bastardo sólo por
principios. ¿Por qué? ―Miré a Zeke olvidando por un momento que estaba
tratando de mantener las distancias―. Nunca antes habías tenido curiosidad
sobre ellos. ¿Qué la causó?
―Nada. ―Apartó la mirada, sonando evasivo―. Solo me preguntaba.
Entonces entendí y mis ojos se agrandaron.
―Porque quieres saber si Kanin planea matar a Jackal antes de que tú
tengas la oportunidad ―adiviné y Zeke hizo una mueca de dolor―. Sigues
planeando pelear con él cuando esto termine.
―Mató a mi padre, Allison. ―Los ojos de Zeke, duros y enojados, se
encontraron con los míos―. Jebbadiah, Darren y Dorothy, incluso Ruth,
murieron por su culpa. Y lo siento, pero no puedo superarlo. Sí, ahora nos
ayuda, ¿pero qué pasará después? No cambia el pasado. Mi familia sigue
muerta. 213
―Matarlo no los traerá de regreso ―dije suavemente.
―Lo sé. ―Otra vez Zeke apartó la mirada, su rostro tirante―. Yo solo…
necesito encontrar alguna clase de paz. Si puedo enviarlo al infierno a donde
pertenece…
Mi estómago se apretó.
―Jeb pensó que se llevaría un vampiro al infierno con él ―dije, sin saber
por qué le estaba diciendo esto―. Ese era yo.
Miró atrás bruscamente, pero en ese momento, un repentino crepitar sonó
en el silencio, haciéndonos saltar.
―¿Zeke? ―Vino una débil voz, y la mano de Zeke fue hacia su cinturón,
sacando esa extraña caja rectangular. La voz venía del aparato, rota y silbando
con estática―. ¿… ahí? Hombres topo… viniendo… tienes que…
―¡Roach! ―Zeke puso el aparato en su boca con expresión intensa―.
¿Puedes oírme? ¿Qué está pasando? ¿En dónde estás?
―¡… ayúdanos! ―escupió la caja―. Todos est{n… cerraron la entrada…
hombres topo… ¡nos matar{n!
El aparato zumbó, después se escuchó solo una corriente interminable de
estática a pesar de los intentos de Zeke de contactar la voz al otro lado.
―Maldición ―murmuró Zeke y yo sólo me le quedé viendo. No podía
recordar alguna vez haberlo escuchado maldecir. Me miró, culpable pero
determinado―. Tengo que ir.
―¿Ir? ―repitió Jackal, que había regresado junto con Kanin. Sus ojos
amarillos inspeccionaron a Zeke con curiosidad―. ¿Exactamente a dónde vas,
bolsa de sangre?
―Los refugiados están en problemas ―continuó Zeke cuando Kanin se
adelantó con su oscura mirada inquisidora―. Los hombres topo han rodeado la
base y los matarán si llegan a entrar. Tengo que ayudarlos.
Kanin frunció el ceño.
―¿Refugiados?
―Un grupo de humanos no infectados que viven en los túneles
―respondí, observando a Zeke mirar fijamente el camino detrás de nosotros,
como si apenas pudiera detenerse a sí mismo para no salir corriendo―. Están al
borde del territorio de los hombres topo, sin embargo, y ellos no los quieren
más por ahí. Estaban amenazando con expulsarlos cuando vinimos a buscarte.
―¿Cuántos? ―le preguntó Kanin a Zeke.
―Cerca de dos docenas o, al menos, lo eran cuando me fui. ―Zeke se
pasó una mano por el cabello luciendo angustiado―. No puedo abandonarlos. 214
Han cerrado las puertas y se encerraron dentro, pero los hombres topo los están
esperando afuera y no tienen comida. Les prometí que regresaría si había algún
problema, en especial ahora que Salazar no va a enviar ninguna ayuda.
―Que te diviertas ―dijo Jackal cruzando los brazos―. Es probable que
estén muertos para cuando llegues ahí. Pero no te detengas por nosotros. No
tenemos tiempo para jugar con caníbales sedientos de sangre.
Tenía más razón de lo que sabía. Ahora más que nunca, el tiempo era
nuestro enemigo. Los segundos de Kanin estaban terminando, incluso mientras
estábamos ahí discutiendo. Pero también sabía que Zeke nunca abandonaría a
aquellos a quienes había jurado proteger.
―Ustedes continúen ―nos dijo, retrocediendo―. Sigan buscando el
laboratorio. Los alcanzaré cuando pueda.
―Zeke, no. ―Di un paso adelante, evitando que saliera a la carrera―. Son
demasiados. Sólo vas a hacer que te maten. ―Y, sabiendo que él no le temía a la
muerte como debería, como cualquier persona cuerda lo hacía, añadí―: Si
mueres, no serás capaz de ayudar a nadie.
Zeke dudó. Me miró fijamente, como si estuviera a punto de decir algo
pero se lo pensó mejor. Después murmuró con una voz muy baja y suave:
―¿Vienes conmigo, Allie?
Era una pregunta, no una demanda, ni siquiera una petición. Me estaba
dando a elegir: humano o vampiro. Ayuda a los refugiados, o continúa con
Jackal y Kanin. No sabía qué hacer. Quería, con una desesperación
impresionante, ir con Zeke. No podía dejarlo correr a enfrentarse con un ejército
de hombres topo por sí solo. Sería asesinado, y nunca me perdonaría a mí
misma.
Pero… Kanin estaba muriendo. Literalmente sólo le quedaban unas
cuantas horas. Si fallábamos en encontrar a Sarren y una cura, Kanin estaba
condenado. Tampoco podía dejarlo a él. Si volvía para encontrar a mi sire
muerto, asesinado por Sarren o por el insidioso virus que lo corroía desde el
interior…
Maldición. ¿Cómo podía elegir entre ellos? Era imposible.
Podía sentir todas sus miradas sobre mí, esperando a que me decidiera.
Me llené de frustración y desesperación, y me aguanté las ganas de gruñir y
hacer un agujero en la pared con mi puño.
―Zeke ―empecé, sin saber en verdad lo que diría a continuación―. Yo…
―¿En dónde están? ―preguntó Kanin de repente.
Todos miramos al Maestro vampiro sorprendidos, quien esperaba con
calma por la respuesta de Zeke sin que ninguna emoción cruzara por su rostro. 215
―En el Sector Cuatro ―respondió Zeke, y después me dirigió la
mirada―. En el antiguo distrito de Allison.
―No está tan lejos ―murmuró Kanin, sonando cansado y resignado.
Cerró los ojos, como si se preparara a sí mismo, o estuviera tomando una
decisión, después suspiró―. Muy bien. Vayamos.
―¿Qué? ―Lo miré boquiabierta cuando se adelantó, rozándonos mientras
pasaba―. Kanin… ¿est{s seguro? ¿Qué hay de…? ―Mi voz se fue apagando,
segura de que él sabía a qué me refería.
Mi sire me miró y asintió hacia mí con cautela.
―No te preocupes por eso, Allison. Esto es importante, una deuda que
debo pagar. Yo… ―Dudó, cerrando sus ojos por un momento―. Tengo una
obligación que cumplir ―casi susurró―. Tanto hacia ti como hacia él. Vinieron
a Nueva Covington por mí, y por eso les debo varias vidas. Dejen que esto sea
el principio de mi compensación. ―Entonces se sacudió a sí mismo y le hizo un
gesto a Zeke, indicándole que fuera adelante―. Vamos. Si nos apresuramos
podemos llegar en un par de horas. Esperemos que tu gente pueda resistir ese
tiempo.
―Espera, estoy confundido ―dijo Jackal cuando empezamos a caminar de
regreso por el camino por el que veníamos―. ¿El mundo entero se volteó de
cabeza? ¿Ahora vamos a salvar a un puñado de sucias bolsas de sangre de un
puñado de caníbales? ¿Por qué no rescatamos algunos gatitos huérfanos y
ponemos comida en la calle para los cachorros callejeros mientras estamos en
eso?
Nos tomó más de lo que esperábamos llegar al túnel que nos llevaría al
Sector Cuatro. Los Sangradores vagaban por las calles entre los edificios,
obligándonos a escondernos, escabullirnos alrededor o esperar a que pasaran.
Esto casi saca a Jackal de sus casillas. Eran solo humanos, deberíamos sólo
caminar fuera justo por en medio y dejar que Dios los clasificara. Pero el resto
de nuestro grupo, en especial Zeke, nos oponíamos a matar sin necesidad,
además del hecho de que no sabíamos cuántos de ellos había ahí afuera. Lo
último que necesitábamos era una turba gigante que viniera sobre nosotros.
La última parte del túnel estaba llena de un silencio inquietante. Kanin nos
llevó a través de un estacionamiento abandonado lleno de maleza y hierba
cubierta de escarcha, con edificios en ruinas alineados a cada lado. No me
gustaba cuán expuestos estábamos, y todavía menos cuando tropecé sobre algo
grande en la maleza y descubrí que era un cadáver, con el rostro ciego viendo
hacia el cielo.
Arrugando la nariz, me apresuré. Había demasiado silencio. Las casas al
borde del estacionamiento parecían observarnos con una silenciosa intensidad.
Podía sentir ojos sobre mí, y aunque todo estaba quieto como la muerte, el aire 216
era espeso con el olor a sangre y heridas abiertas.
―Kanin ―susurré, alcanzándolo―. No me gusta esto. ¿Ya casi llegamos?
Asintió, y pude ver que él también estaba tenso.
―Muy cerca. La entrada a las alcantarillas está a unos cien metros de…
Y los gritos comenzaron.
Figuras aparecieron en las puertas de los edificios, docenas de ellos, una
enorme muchedumbre harapienta. Sangrando, gimiendo, apestando a sangre y
dolor, irrumpieron a través de los marcos y las ventanas y vinieron gritando
hacia nosotros, atrapándonos en el centro del terreno.
Gruñí y desenfundé mi espada mientras el rugido de la pistola de Zeke se
unía al chillante caos que se acorralaba por todos lados. Girándome hacia él, lo
vi dispararle a dos Sangrientos más, extraer su machete mientras uno venía
abalanzándose hacia él y cortarlo a través de su garganta humana. El hombre
gorgoteó una risa salvaje y se lanzó hacia la maleza, todavía intentando
arañarlo. Zeke dio un paso alejándose, casi chocando conmigo mientras me
acercaba a ayudar, y me di la vuelta para cuidar su espalda.
Una mujer saltó hacia mí, gritando algo sobre haber quemado su ropa,
balanceando la pata de una silla hacia mi cara. Corté el arma en dos y hundí mi
espada entre sus pechos, sacándola de un tirón mientras ella se reía de mí y
caía. Un hombre con un agujero sangriento donde su nariz había estado me
tomó del brazo, insistiendo en que le diera un beso mientras levantaba un
cuchillo con la otra mano. Un destello de mi katana y su cabeza cayó sobre la
maleza.
―¡Sigan avanzando! ―El rugido de Kanin se alzó sobre los gritos y
carcajadas de la muchedumbre. En un milisegundo de calma entre la turba, los
vi a él y a Jackal, luchando lado a lado. Kanin tenía su espada delgada y corta
en mano, y se movía tan rápido que era una mancha: golpes rápidos y letales
sin desperdiciar un solo movimiento o esfuerzo. Cada uno de los cortes o
puñaladas era un golpe fatal, y se movía hacia el siguiente atacante antes de que
el anterior siquiera supiera que estaba muerto.
A su lado, Jackal descubrió los colmillos en una sonrisa malvada mientras
sus atacantes se abalanzaban hacia él, balanceando su hacha de metal con
fuerza letal. Sus golpes hacían que los humanos se derrumbaran, y no se
levantaban otra vez. Una vez, un humano se abalanzó, aferrándose al arma, y
Jackal simplemente dio un puñetazo en el pecho del hombre con la otra mano,
rompiendo huesos mientras su mano se desvanecía dentro del cuerpo y
emergía húmeda hasta el antebrazo.
―Allison―me gritó Kanin―. ¡Por aquí! ¡La entrada a las alcantarillas está
enfrente a unos cien metros en línea recta!
Corté a un Sangrador entre las costillas, me agaché para evitar un martillo 217
dirigido hacia mi cráneo y le jalé los pies bajo él.
―¡Lo tengo! ¡Zeke! ―Miré hacia él y mi sangre se enfrió cuando un
Sangrador se apresuró hacia él desde un costado, impactándolo.
Aferrándose al brazo de Zeke, aulló en su oreja y hundió sus dientes en su
hombro, gruñendo como un perro rabioso. Empecé a ir hacia ellos, pero Zeke
plantó los pies, arrojó al hombre lejos y levantó su pistola cuando el humano se
abalanzó hacia él otra vez. Su pistola resonó, atrapando al Sangrador justo entre
los ojos, y colapsó sin hacer ruido.
―¡Zeke! ―Caminé a través de dos humanos más para llegar a él,
tomándolo del brazo cuando se retiró, con la pistola aún levantada y
disparándole a la muchedumbre―. ¿Estás bien?
―Sí, lo estoy. ―Salía sangre del cuello de su camisa donde el humano lo
había mordido, eran dos manchas justo bajo su cuello. Su mandíbula estaba
apretada y su mirada grave cuando disparó dos veces más, vaciando el
cartucho, y osciló su machete frente a él―. Adelántate, voy justo detrás de ti.
Los Sangradores nos gritaron, locos y sin sentido. Luchamos despacio
nuestro camino a través de la multitud hasta donde Jackal y Kanin estaban
parados en el centro del estacionamiento. Un tubo cuadrado de cemento estaba
abierto a los pies de Kanin, con las puertas de metal plegadas y una escalera
oxidada que conducía hacia la oscuridad, pero los Sangradores, que empujaban
desde todos lados, nos impedían bajar.
Jackal gruñó, asestándole un golpe con el hacha a una mujer en la cara,
enviándola tambaleándose hacia atrás con un gimoteo.
―Malditos bastardos persistentes ―gruñó, golpeando con fuerza a otro al
que la multitud empujó a un lado al instante―. Si nos vamos ahora, van a
seguirnos ahí abajo.
―No, no lo harán ―murmuró Zeke, y sacó algo de su chaleco. Era un
objeto verde de forma cilíndrica con una manija y un anillo de metal unido en la
cima. No tenía idea de lo que era, pero Jackal miró hacia atrás a ello y maldijo.
―¿Has estado llevando granadas contigo todo este tiempo? ―Bloqueó la
estocada a la cabeza de un Sangrador y le dio en la cara con la parte trasera del
hacha―. Habría sido lindo saberlo.
―Es la última. ―Zeke miró a Kanin, parado al borde de la entrada de la
alcantarilla―. Es una aturdidora. Tendremos una sola oportunidad. ―El
vampiro dio una breve inclinación de cabeza.
―Todos, bajen ahora ―ordenó, apuntando hacia mí―. ¡Jackal, Allison,
muévanse!
Jackal respondió al instante. Tomando a un humano, lo lanzó de regreso a 218
la multitud, giró y cayó a través del hoyo, desvaneciéndose en la oscuridad.
Maldiciendo, corté a un Sangrador más y lo seguí, aterrizando sobre el duro
cemento y mirando de regreso al instante en busca de Kanin y Zeke.
A través del hoyo, vi a Zeke deshacerse de un humano, pateándolo,
después hacer su brazo hacia atrás y lanzar algo hacia la turba. Kanin le espetó
que se fuera, y Zeke se hundió en la entrada, bajando con dificultado por la
escalera y uniéndose a nosotros al fondo.
―¿Qué hay de Kanin? ―pregunté tan pronto como Zeke tocó el suelo y se
alejó de la escalera de inmediato―. ¿Cómo…?
Un destello cegador de luz, y una monstruosa explosión sacudieron el
suelo hasta la cima. La explosión hizo eco por el túnel y causó que lloviera
polvo del techo, bañándonos en suciedad y trozos de hielo. Maldije y miré
desesperada por Kanin, pero el Maestro vampiro ya estaba descendiendo por la
escalera, cerrando las puertas metálicas detrás de él.
―Eso debería mantenerlos distraídos por un buen rato ―murmuró,
subiendo la mirada arriba de la escalera. Miró hacia Zeke y un destello de
aprobación cruzó su rostro impasible―. Puedes conservar la cabeza en una
pelea ―dijo―. Bien hecho. ¿Alguien está herido?
La mano de Zeke fue a su cuello y su rostro se contrajo.
―No es nada ―dijo, bajando su brazo―. Estoy bien. Deberíamos irnos.
Kanin asintió y se dio la vuelta sin decir una palabra, y nos deslizamos en
la oscuridad de los túneles.
219
Capítulo 17
250
Capítulo 19
262
Capítulo 20
Me puse rígida. Mientras la luz se apagaba fui consciente de todo lo que
me rodeaba. Mi atacante estaba detrás de mí, agarrándome fuertemente del
brazo y clavándome una punta de madera en el pecho. Se hundía de forma
dolorosa en la piel, haciendo que me tensara y arqueara para poder apartarme
de ello, pero no podía escapar.
―Si fuera tú, soltaría esa espada ―dijo una voz fría y engreída en mi
oreja, enfatizándolo al clavarme repentinamente más la estaca, lo cual me hizo
doblarme del dolor―. No me hagas usar esto, hermana. Suéltala. Ahora.
Maldije, y mi katana cayó al suelo haciendo ruido.
―Maldita sea, Jackal ―dije entre dientes, estirando hacia atrás la cabeza
para poder mirarle, mientras me sonreía con suficiencia―. ¡Tú, bastardo
desleal!
―Oh, vamos ―dijo Jackal ligeramente, alejándome un poco de Kanin,
quien le miraba fijamente con ojos fríos y aterrorizados―. Actúas como si esto 263
fuera una especie de condena. No te muevas, viejo ―advirtió a Kanin a la vez
que me movía hacia una esquina―. Un pequeño desliz y puede que acabe
empalando a tu pequeño engendro favorito aquí mismo. No querrías eso.
De pronto Sarren pasó por delante de mis ojos como un borrón y fue a
atacar a Kanin con un rugido feroz, haciendo que se tambaleara y cayera hacia
atrás. Kanin se recuperó y le golpeó con una patada cuando Sarren fue de
nuevo por él, lanzándole hacia atrás hasta estrellarse contra uno de los catres.
Me tensé, pero Jackal gruñó y retorció la estaca en mi carne, haciendo que
jadeara. Kanin se congeló en el sitio.
Una risa escalofriante hizo que se me revolviera el estómago, y Sarren se
tambaleó cayendo sobre sus pies con ojos llameantes. Sacó la lengua para
lamerse una esquina de su labio cortado, y sonrió.
―Por cada gota de sangre que pierda ―prometió mientras volvía a la
carga―, haré que tu pajarito grite por una hora. Su canción se filtrará por las
mismísimas paredes y permanecerá aquí para siempre, y todo aquel que la
escuche sabrá lo mucho que desea morir. Cuanto más lo alargues, más durará
su canción, hasta que acabe suplicando para que termine. Pero no pararé, no
mientras tú sigas con vida.
―Pues deja que tome su lugar. ―Kanin bajó su hoja y miró fijamente a
Sarren, con voz resignada―. Soy quien te hizo esto. Soy quien quiso hacerte
daño. Pasaste los días en este agujero del demonio por mi culpa. Te engañé, te
prometí una vida mejor. Te traicioné, Sarren, y aún estoy aquí. El dolor que
quieres infligir me pertenece solo a mí.
―Kanin, no ―susurré, pero ya era demasiado tarde.
Sarren volvió a acercarse a Kanin y le golpeó salvajemente con una pipa
de metal que había recogido del suelo, pero esta vez Kanin no se movió. El
arma le golpeó la clavícula con un chasquido brutal, haciendo que se cayera de
rodillas, y Sarren aprovechó para golpearle a un lado de la cabeza. Grité
mientras Kanin caía al suelo tumbado, solo para ver como el enemigo le daba
patadas cruelmente en las costillas y le estrellaba contra una pared.
―Ay. ―Sentí como Jackal hacia una mueca de dolor tras de mí, aunque
sin aflojar su agarre―. Sabes, ahora es cuando desearía tener una cámara que
funcionara, solo para recordar por siempre estos momentos. ―Me tensé e
inmediatamente agarró con más fuerza mi brazo, clavando la estaca hasta que
pude sentir brotar la sangre―. Ni se te ocurra, hermana. No me importaría
hundirte esta cosa en el corazón si te alborotas mucho, y no será agradable,
créeme.
―¿Cómo puedes hacerle esto? ―susurré apretando los dientes. La estaca
en mi carne palpitaba dolorosamente, haciendo que me desesperara por
alejarme. Intenté arquearme hacia atrás, pero lo único que conseguía era
apretarme más contra Jackal, quien a su vez no aflojaba su agarre―. Te salvó. 264
Habrías muerto si no fuese por él.
Jackal se rió entre dientes.
―Mírate, intentando jugar con mi conciencia. No es eso lindo.
Aflojó solo un poco, aunque no lo suficiente para que me relajara.
Asqueada, miré como Sarren se dirigía a Kanin, tirando de él hasta ponerlo
derecho y golpeándole con la pipa. Y aun así, Kanin apenas se defendió,
simplemente alzó un brazo para protegerse la cabeza, pero el golpe le hizo caer
a sus pies.
―Lo pusiste bastante fácil, ¿lo sabías, hermanita? ―remarcó Jackal,
observando la pelea unilateral con desinterés―. Ni siquiera pensaste en usar
nuestro lazo de sangre para controlarme. Pero sabía exactamente dónde te
encontrabas, y Kanin estaba bastante herido como para hacer nada. Me
decepcionaste, hermana. Ya te lo he dicho, confías demasiado en la gente.
―Jackal ―supliqué―, no lo hagas. Kanin es…
―¿Qué? ¿Familia? ―soltó Jackal―. Todos somos demonios, querida
hermana. Y en nuestro mundo, solo los más listos y fuertes sobreviven. Tú y
Kanin pertenecían al equipo perdedor, y odio perder. No te lo tomes de forma
personal, es lo que cualquier vampiro de verdad hubiera hecho.
Sarren tiró de Kanin nuevamente y lo estampó contra la pared,
presionando su cuello con el antebrazo. Su rostro era maliciosamente
inhumano. Kanin le miró, inquebrantable, con las heridas abiertas de su rostro
destellando en negro sobre su piel pálida. Grité, preparándome mentalmente,
pues estaba segura de que iba a presenciar la muerte de mi Maestro.
Pero entonces, Sarren esbozó una sonrisa vacía y espantosa, arrastrando a
Kanin hasta una de las celdas abiertas. Kanin cayó al suelo rodando hasta la
pared, y Sarren cerró la puerta de metal con un sonoro portazo que hizo eco por
toda la sala.
―No, viejo amigo ―caviló, tirando la pesada barra al suelo mientras
Kanin se tambaleaba―. Tu dolor está por venir. Quiero que lo veas. Quiero que
veas lo que nos hicieron, cada noche, en esas habitaciones. Y tu pajarito será la
demostración perfecta.
―No ―rechinó la voz de Kanin. Caminó con dificultad hasta las barras y
las agarró fuertemente mientras me tensaba contra Jackal―. Esta es nuestra
guerra. Tienes la oportunidad de acabarla, ahora mismo. Ella no tiene nada que
ver con esto. ¡Sarren!
Sarren se giró y caminó hasta el centro de la habitación, recogiendo el
catre que había volcado. Con el rostro calmado mientras hablaba, sin mirar
atrás. 265
―No te diré nada ―me atraganté―. Así que por mí ya puedes matarme.
―Todo el mundo tiene un límite, pajarito. ―Colocó la hoja del cuchillo
sobre mi mejilla, hincando los lados contra mi piel. Quería cerrar los ojos, pero
los mantuve abiertos mirando desafiante a Sarren, aunque con la mandíbula
dolorida de apretarla tan fuerte―. Vamos a ver si podemos encontrar el tuyo.
Respiré hondo, tratando de desconectar mi mente del dolor que sabía
estaba por venir. Y por un segundo todo se congeló y fue como si pudiera ver
toda la sala y todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Kanin apartándose
de los barrotes, encorvando los hombros como si también se estuviera
preparando para lo peor. Los músculos de Sarren, tesándose mientras se
preparaba para cortarme con su cuchillo. Y Jackal, quien se encontraba
amenazante tras Sarren, con ojos fríos y firmes. Una estaca apareció en su
mano, alzándola por encima de su cabeza.
Un dolor punzante atravesó mi mejilla, haciendo que jadeara mientras el
tiempo volvía a correr con normalidad. Cuando Sarren sacó el cuchillo de mi
cara, lo hizo girar y se lo clavó en el estómago a Jackal.
Jackal jadeó, asomando sus colmillos con un gruñido, aunque solo
consiguió emitir un sonido ahogado. El brazo que sostenía la estaca estaba
ahora atrapado por la otra mano de Sarren, los dedos huesudos cerniéndose
sobre la muñeca de Jackal.
―Casi me engañas ―dijo Sarren, sonriendo por la expresión de asombro
de Jackal―. Sabía que traicionarías a tus compañeros sin pensártelo dos veces,
cosa que es verdad. Pero no querías la redención, ¿verdad? No, estás demasiado
apegado a la vida.
Le sacó el cuchillo, haciéndole a su vez un gran corte que hizo que Jackal
aullara. Sarren le embistió, mandándole a estrellarse contra la encimera. Un
sonido atronador de cristales rotos y metales retumbando estalló.
Sorprendentemente, Jackal se puso en pie apretándose el estómago con
una mano mientras la otra aún sostenía con firmeza la estaca.
―Eres un jodido idiota loco de remate, ¿sabes? ―le espetó a Sarren, quien
de forma calmada cogió la pipa y avanzó hacia él―. Así que todo el tiempo que
te pasaste con esa investigación, decidiste, Oye, ¡y por qué no en vez de curar el
Rabidismo, creo una superplaga y me cargo a todo el mundo! ¡Eso les callará! ―Se
burló de él, curvando los labios en una dolorosa sonrisa―. Pues me tendrás que
perdonar por no embarcarme en tu trenecito de Destrucción del Mundo. La
cosa es que me gusta este mundo, gracias.
Sarren arremetió. Jackal esquivó el primer enviste e intentó agredirle con
la estaca, pero Sarren bloqueó su brazo mientras avanzaba y le golpeó con la
pipa en la mandíbula. Tambaleándose, Jackal gruñó desafiante y avanzó hasta
darle un puñetazo en la cara a Sarren, haciendo que se balanceara hacia atrás. 270
280
Capítulo 21
―¡Funcionó! ―susurré.
Kanin me dio una pequeña sonrisa.
―Parece que voy a vivir por un poco más
―Allie. ―Zeke apareció en la puerta, mirando hacia Kanin, luego de
regreso a mí, y sonrió―. Oye, chica vampiro ―dijo, caminando hacia mí, y
colapsé contra él con alivio―. Lo hiciste
Kanin nos observó, sus oscuros ojos persistiendo en Zeke, evaluando.
―Creo ―murmuró, sonando esperanzado y asombrado―, ―que hemos
encontrado nuestra cura
Extrajimos dos viales más de sangre de Zeke, inyectándome con uno y
dándole el otro a Kanin, solo en caso de que algo nos sucediera en el camino de
regreso. Zeke ofreció más, pero no quería tomar demasiada y debilitarlo para el
viaje de vuelta, especialmente después de que apenas se había recuperado del
virus de Sarren. Jackal se quejó cuando no consiguió uno, y le dije que la única
manera en que el conseguiría algo de la sangre de Zeke sería sobre mi cadáver.
Sorprendentemente, él no saltó ante la obvia amenaza, y caminamos de regreso
al vestíbulo y al hueco del ascensor. De regreso a la superficie y al Fringe. De
regreso al príncipe.
―No le digan a Salazar cómo conseguimos la cura ―nos advirtió Kanin
mientras convergíamos sobre el suelo otra vez. La nieve se había detenido, y
encima de nosotros la luna era un enorme disco plateado en el cielo―. Si
pregunta, encontramos la sangre en el laboratorio. Si descubre la fuente de la
cura, Ezekiel nunca tendrá permitido dejar la ciudad. ¿Está claro?
Miró a Jackal mientras dijo esto, pero me sentí helada ante el pensamiento
de Zeke siendo llevado lejos, abajo al hospital vampiro, donde probablemente
drenarían cada gota de sangre de sus venas. O lo mantendrían prisionero por
siempre, en caso de que hubiera otro brote.
―No tienes que mirarme, viejo ―dijo Jackal―. No permitiría que nada le
pasara a nuestro querido Ezekiel ahora.
Él sonaba serio, lo cual a su vez me ponía muy nerviosa. Podía decir que
tampoco le gustaba a Zeke, pero no dijo nada mientras seguíamos a Kanin a
través del campo pisoteado, siendo cuidadosos de caminar únicamente en
dónde él había pisado. ¿Era porque Jackal había empezado a respetar a Zeke
como un humano y un individuo? Casi bufé en voz alta ante el pensamiento. O,
como había supuesto, ¿era porque la sangre de Zeke era un paso más cerca de la
cura más grande que todos buscábamos? ¿El final del Rabidismo?
Tuvimos otro encuentro con infectados, un pequeño grupo en los
alrededores entre sectores, antes de que pudiéramos bajar a la Ciudad 282
Subterránea. Traté de no matarlos, sabiendo que, si podíamos llegar a Salazar a
tiempo, podrían ser salvados. Pero era difícil, desde que ignoraban el dolor y se
rehusaban a quedarse tirados, y terminé abriéndome paso a través de varios en
defensa propia. Quería ayudar, pero no iba a morir por ellos.
Finalmente, horas después, Kanin nos llevó subiendo por una escalera,
jaló la tapa de la alcantarilla, y el brillante trío de las torres vampiro se alzó
frente a nosotros en el cielo. Bajamos por el centro de la calle hasta que nos
encontramos con un patrullero, quien inmediatamente nos llevó dentro de la
torre, subiendo por el elevador, aún lo odiaba, y hacia el príncipe.
Salazar se encontró con nosotros en una oficina diferente esta vez,
probablemente porque la antigua seguía destruida. Mientras caminábamos
hacia las puertas, éstas se abrieron, y Stick emergió con sus siempre presentes
guardaespaldas. Sus ojos se agrandaron cuando nos vio, su boca cayó abierta,
antes de que su rostro se oscureciera y me diera una mirada de pura aversión.
Mantuve su mirada mientras pasábamos, preguntándome si trataría de
detenernos, de darme una excusa para conducir un puño en su hosca boca de
una vez por todas. Pero él se hizo a un lado, aunque sentí su mirada sobre mi
espalda incluso después de que la puerta se hubiera cerrado.
Kanin se precipitó en la oficina sin preámbulo o explicación, el resto de
nosotros a su estela. El príncipe de Nueva Covington se quedó en la ventana al
fondo, mirando hacia afuera de la ciudad cuando entramos, y se giró cuando
Kanin se aproximó, alzando una ceja. Kanin se detuvo, y algo destelló en la
tenue luz mientras hacía un arco hacia el príncipe, quien lo atrapó fácilmente.
―Ahí está tu cura ―dijo Kanin mientras Salazar miraba hacia la jeringa en
su mano, sus cejas uniéndose en un ceño―. Confío en que tengas formas de
sintetizarla para el resto de la población.
El príncipe levantó la mirada hacia Kanin, buscando. Lo vi poner las
piezas juntas. Kanin, terminalmente enfermo cuando dejó Ciudad Central.
Quien debería estar muerto en este momento, o al menos, ser un cadáver
podrido.
―¿Y estás seguro de que esto funcionará tanto en humanos como
vampiros? ―preguntó.
―Sí ―dijo Kanin sin vacilación.
―¿Y Sarren huyó?
―Se fue. ―Kanin no dio ninguna explicación―. El viejo hospital en el
Sector Dos es donde hizo su guarida, y el virus. Si te importa buscarla, esa es.
Ahora… ―Estrechó su mirada, fijándola hacia abajo en el príncipe―. Hicimos
lo que nos solicitaste, y encontramos la cura para tu ciudad. ¿Honrarás tu parte
del trato y nos dejarás ir?
Salazar no contestó inmediatamente. Caminando hacia su escritorio, 283
escribió una nota rápida en un pedazo de papel, después presionó un timbre
sobre la superficie de la madera. Pocos momentos después entró un guardia a la
habitación y se apresuró a su lado.
―Lleva esto al Dr. Emerson en el subhospital ―dijo Salazar, dándole la
nota y la jeringa llena de sangre al guardia―. Dile que es de vital importancia
que empiece a trabajar con esto justo ahora. Esto toma precedente sobre
cualquier otro de sus proyectos. Y si de alguna manera se pierde entre esta
oficina y el sótano, pasarás el resto de tu corta vida deseando nunca haber
nacido.
El guardia palideció. Sosteniendo la jeringa y la nota en un agarre mortal,
saltó en una apresurada reverencia y dejó inmediatamente el cuarto. Salazar
observó a la puerta hacer clic detrás de él, y se volteó de regreso a nosotros.
―Kanin. ―La mirada que el príncipe le dio al otro Maestro no era
amistosa―. Esto no te expiará de tus crímenes. Nada de lo que hagas borrará
nunca lo que has causado. Debería matarte en donde estás, y hacer a tu
descendiente observar, así ella apreciará totalmente la profundidad de tu
traición.
Me tensé, mi mano picando por extraer mi arma. Kanin no se movió, así
que me forcé a relajarme. Pero si Salazar decidía engañarnos otra vez, esperaba
que estuviera preparado para una pelea. Ciertamente no iba a quedarme parada
y observar a Kanin ser asesinado en frente de mí. Lo que Sarren le hizo a la
última oficina de Salazar no sería nada comparado con lo que le haría yo a esta.
El príncipe y Kanin se miraron fijamente el uno al otro por otro largo y
amargo momento, antes de que Salazar se girara lejos con un suspiro.
―Sin embargo ―dijo, aunque era como si las palabras fueran venenosas
para él―, soy un hombre de palabra, y ustedes han hecho lo que he requerido.
Por lo tanto, honraré mi acuerdo. Son libres de irse… tan pronto como esté
seguro de que la cura funcionará.
―¿Y cuándo será eso? ―preguntó Kanin suavemente.
―Pronto. ―El príncipe hizo un gesto vago―. Mañana en la noche, si
somos afortunados. Hasta entonces, se quedarán aquí como mis huéspedes. Si
necesitan algo, mis mascotas los atenderás. Ahora, si me disculpan. ―El
príncipe nos dio la espalda en un flagrante despido, otra vez caminando hacia
la ventana―. Tengo una ciudad que unificar nuevamente.
―Bueno ―aventuré cuando dejamos la oficina de Salazar, caminando de
regreso por el largo corredor. Miré por encima hacia Kanin, Zeke y Jackal, y me
encogí de hombros―. ¿Ahora qué?
Jackal rodó sus ojos y caminó lejos de nosotros.
―Ahora voy a relajarme por unas pocas horas sin escuchar a todos 284
ustedes quejarse de mí. “Ohhh, no lastimes a los humanos, ohhh, tenemos que
salvar a los refugiados de los hombres topo, ohhh, Kanin está muriendo”. Ugh.
―Hizo un gesto de aversión con ambas manos―. Es suficiente para hacerme
vomitar. Voy al bar a sacar este sabor de mi boca. Todos ustedes pueden hacer
lo que sea que quieran.
Y con eso, el exrey Raider se dio la vuelta sobre sus talones y se marchó
por el pasillo. Kanin lo observó partir y negó con la cabeza.
―¿Kanin? ¿Qué hay sobre ti?
Mi señor me dio una sonrisa cansada.
―Estaré en mi habitación, tomando ventaja de la hospitalidad del
príncipe, detrás de una puerta cerrada con llave.
―Evitando a los otros vampiros, quieres decir.
―Precisamente. Y los animaría a ambos a hacer lo mismo. El príncipe
pudo habernos garantizado la amnistía, pero los otros vampiros no verán con
buenos ojos su asociación conmigo. Lo mejor será que permanezcamos con un
perfil bajo hasta que por fin dejemos Nueva Covington.
Dejar Nueva Covington. ¿A dónde iríamos ahora?, me pregunté mientras
nosotros tres vagábamos de regreso al piso de invitados. En realidad no había
pensado sobre ello hasta ahora. Antes, toda mi atención había estado en
encontrar a Kanin, y después en todo el desastre con Sarren. Ahora que lo había
encontrado, ¿a dónde íbamos desde aquí?
―Ezekiel ―dijo Kanin, sorprendiéndome. Nos detuvimos enfrente de una
puerta que se parecía mucho a la que estaba en mi propia suite; este cuarto era
de Kanin o Zeke, adivinaba. Zeke miró de regreso al vampiro, preguntando, y
Kanin bajó la voz―. ¿Podría hablar contigo un momento? ¿A solas?
Zeke parpadeó, frunciendo un poco el ceño.
―Uh, claro. ¿Allie? ―Me miró―. ¿No te molesta?
Picada, miré hacia Kanin. ¿Por qué querría él hablar con Zeke y no
conmigo? ¿No era yo su “descendiente”? ¿No fui yo quien vino todo este
camino a encontrarlo?
―¿Por qué? ―desafié―. ¿Van a hablar de mí, no es así?
―Allison. ―Kanin había cambiado a su voz de mentor-molesto, la cual
solo me hacía enfadar.
―Bien. ―Retrocedí, mirándolos a ambos. El dolor y la irritación me
hacían querer quedarme tercamente, pero sabía que eso era inútil con Kanin―.
Ustedes dos tengan su charla de chicos. Estaré en mi habitación.
―Allie ―dijo Zeke, pero me volteé y bajé por el pasillo, y no me detuve
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hasta que llegué a mi puerta.
Dentro de la suite, una mujer de mediana edad estaba suministrando el
refrigerador con bolsas de sangre fresca desde una nevera. Se enderezó cuando
entré.
―¡Oh, perdóneme, madame! ―exclamó, sujetando la nevera y
apurándose a salir de la cocina―. He reaprovisionado su refrigerador, según las
órdenes del príncipe, y si usted deja cualquier ropa sucia en el piso, me
aseguraré de lavarlas y regresarlas antes de mañana en la tarde. Hay trajes extra
en el armario y en el vestidor junto a la cama.
―Um… gracias ―repliqué cuidadosamente, y ella me hizo una reverencia
mientras retrocedía hacia la salida, manteniendo su mirada en el suelo. Más
beneficios de vivir en una torre vampiro, supuse. Aposté que era muy fácil
acostumbrarse a esto, si no te importaba mantener esclavos y mandar a través
del miedo. Y que tu personal contratado sea devorado una vez cada cierto
tiempo.
―Oh, y el Sr. Stephen dijo que me asegurara de que conseguía su libro
―dijo la humana en el marco de la puerta, haciéndome voltear de un salto,
estrechando mis ojos. Ella apunto hacia la mesa de noche junto a la cama―. Dijo
que le dijera que no lo olvidara.
Me dirigí a la mesa de noche, ignorando a la humana mientras ella
rápidamente cerraba la puerta. El libro de mi madre estaba debajo de la
lámpara, la sencilla historia para niños que me había leído incontables veces.
¿Por qué habría Stick de dejarlo aquí? Él me odiaba. Vi una hoja de papel
sobresaliendo de la parte superior y la jalé, reconociendo inmediatamente la
delgada y confusa letra de Stick.
Allie,
Esto es tuyo. Iba a quemarlo, pero quiero que en lugar de eso tú lo
tengas, porque si no fuera por ti, yo no estaría ahora aquí.
―Stephen
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Capítulo 22
―¡Allison!
La explosiva voz de Kanin me hizo detenerme de un salto justo antes de
que pasara por las puertas del elevador. Mi sire casi nunca alzaba su voz, pero
cuando lo hacía, podía derrumbarte o congelarte en el lugar. Me giré,
observándolo aproximarse a zancadas, su rostro imperturbable.
―No puedes salir corriendo a confrontarte con él sola ―me dijo con una
voz baja, uniéndose a mí en los elevadores―. Si esperas, Jackal y yo iremos
contigo.
―¿Esperar? ―gruñí, mirando hacia las luces enumeradas sobre las
puertas de metal, maldiciéndolas a que se movieran más rápido―. ¡No hay
tiempo para esperar! ¡Tenemos que encontrarlos, ahora!
Sonó la campana del elevador, y empecé a adelantarme, pero Kanin me
sujetó por ambos hombros, tirándome de regreso.
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―Escúchame ―dijo, dándome una pequeña sacudida―. Necesitas
escuchar esto. Ezekiel ha estado con Sarren por horas. Solo. Él sabe dónde está
Edén. Sabe que los científicos están trabajando en una cura, y Sarren querrá
toda esa información. Allison… ―Kanin oprimió mis hombros―. Tienes que
prepararte a ti misma para lo que podamos encontrar. No puedes dejarlo
destruirte.
Sacudí mi cabeza frenéticamente.
―No. No, Zeke estará ahí. Él estará bien.
―Este es Sarren ―me recordó Kanin, su voz atípicamente gentil―. Viste
lo que me hizo. Sabes de lo que es capaz. Tu humano es fuerte. Pero… es sólo
un humano. Y Sarren es el mejor en lo que hace. ―Su voz se suavizó incluso
más―. Este es nuestro mundo, Allison. Es de dolor y sangre y muerte, y esta es
la razón por la que quería que mantuvieras tu distancia. Que no te apegaras.
―Me dejó ir y se enderezó, aunque sus oscuros ojos seguían penetrando en los
míos―. Lo que sea que encontremos ―me dijo suavemente―. Lo que sea que
veas o escuches, debes estar preparada, porque será peor de lo que pudiste
alguna vez imaginado. ¿Entiendes?
―Sí ―siseé, calientes lágrimas picando mis ojos. Porque él estaba, como
siempre, en lo correcto. Estaba en lo correcto sobre Sarren, y estaba en lo
correcto sobre la primera regla del vampirismo. Pero era de lejos demasiado
tarde ahora. Estaba apegada. Y si Zeke se había ido, no sabía lo que haría.
―Bien ―murmuró Jackal, finalmente uniéndosenos en las puertas―.
Adivino que decir “te lo dije” es algo así como inútil ahora. Sabía que debí
haber arrancado esa flaca cabeza del bastardo cuando tuve la oportunidad. De
regreso al Fringe otra vez, ¿eh? ―gimió y me dio una mirada casi de lástima―.
Bien. Vamos a ver si allí queda algo por rescatar.
Zeke respiró difícilmente, y no hizo ningún otro sonido. Sarren esperó por
varios latidos de corazón, después se rió entre dientes.
―Oh, Ezekiel. Lo estabas habiendo tan bien. No te detengas ahora. ―Zeke
no dijo nada, y la voz de Sarren se volvió fea y terrorífica―. Tres segundos,
pequeño humano. Antes de que te haga desear nunca haber nacido. Antes de
que el dolor que has experimentado hasta este momento parezca un placentero
sueño medio recordado comparado con lo que estoy a punto de hacer. Debes
estar muy seguro de que esto es lo que quieres. Uno.
―Allison. ―La voz de Kanin era baja, apretada―. Cierra la computadora.
No tienes que escuchar esto.
―Dos.
Empecé a estirarme para hacerlo, después me detuve, negando con la
cabeza.
―No ―susurré, retrocediendo, aferrándome a la cruz de Zeke
apretadamente―. Se lo debo a él, el recordar.
―Tres.
Me abracé a mí misma para lo peor.
Fue peor. Mucho, mucho peor.
Este parecía durar por siempre, y los gritos de Zeke empezaron a
desfallecer simplemente porque su garganta estaba en demasiada carne viva
para continuar. Quería cerrar mis ojos y cubrir mis oídos. Estaba tentada a
cerrar de golpe la tapa y detener los gritos y sollozos y llantos que desgarraban
mi mente, imprimiéndose ellos mismos en mi conciencia. No lo hice. Estuve ahí,
calientes lágrimas sangrantes fluyendo por mi rostro mientras la tormenta de
angustia azotaba a mi alrededor como un huracán, implacable e interminable.
Mi garganta empezó a doler, y no pude dejar de temblar mientras el chico que
me importaba más que nada gritaba y sangraba e imploraba por la muerte,
mucho más allá de mi alcance.
Cuando terminó, estaba exhausta, aturdida. No estaba consiente de nada
excepto de las palabras que venían de la computadora, la voz de Sarren, llana y
despiadada. Y Zeke, jadeando para respirar, ahogándose en sangre. ―Este no
es el fin, pequeño humano. Oh, no. Este es solo el recordatorio de que puedes
parar esto en cualquier momento. Pero no hace ninguna diferencia para mí.
Tenemos muchas horas por pasar, y apenas estoy empezando.
―¡Detente! ―jadeó Zeke―. Por el amor de Dios, ¡es suficiente! ―Sollozó,
jadeando, su voz rota y vacía―. Te lo diré. Que Dios me perdone… te lo diré.
Solo… no m{s.
Casi colapsé, tan agradecida de que hubiera terminado. La voz de Sarren 300
vino otra vez, llena de silencioso triunfo.
―¿Dónde?
―Una isla ―susurró Zeke―. Edén… est{ en una isla, en el centro del
Lago Eerie.
―Estás mintiendo, pequeño humano. ―La voz de Sarren siseó desde la
computadora, y Zeke hizo un sonido ahogado de miedo y derrota―. Dime
dónde está realmente, o iremos a través de toda esta cosa otra vez desde el
principio.
―¡No! ―Se rompió la voz de Zeke―. Por favor. No puedo darte otra
respuesta, ahí es donde est{ en verdad. Oh Dios… ―Escuché el auto-desprecio
en su voz, la absoluta desesperación―. He traicionado a todos. Solo mátame ya.
Déjame morir.
Escuché la sonrisa de Sarren.
―Sí, pequeño humano. Pronto, no sentirás nada. Dulce olvido. Pero, antes
de que te mande a la noche eterna, ¿te gustaría decir adiós? Tus amigos llegarán
pronto, me imagino. Esa pajarita, especialmente, podría querer escuchar tu voz,
una última vez. ¿No hay nada que te gustaría decirle, antes de que digamos
buenas noches?
―Allie ―respiró Zeke, sonando horrorizado. Quería alcanzarlo, sujetar
sus manos y nunca dejarlo ir, pero por supuesto, él no estaba aquí. Esto era solo
un eco, sus palabras finales―. Lo siento ―susurró, y escuché las lágrimas en su
voz―. Lo siento tanto. No fui lo suficientemente fuerte. No pude… ―Tomó
una respiración rota, y habló con sombría desesperación―. Tienes que
detenerlo. Impedir que llegue a Edén. Él planea… ¡Aaaagh! ―Su voz se
disolvió en otro grito, como si Sarren lo hubiera interrumpido clavándole algo
afilado en su carne. No lo esperaba, y me encogí, estrujando su cruz en un
agarre mortal.
―Vamos, vamos ―dijo Sarren levemente mientras el grito moría―. No
vayas a arruinar la sorpresa. ¿Hay algo más que quisieras agregar antes de que
te mate, pequeño príncipe?
―Allison ―jadeó Zeke, su voz haciéndose más débil―. No me
arrepiento… de nada… entre nosotros. Solo desearía… haber tenido m{s
tiempo… que hubieras visto Edén conmigo. Debería haberte dicho antes… ―Se
detuvo, jadeando por aliento, pero continuó en una suave y estable voz―. Allie,
te… te amo.
No, Zeke. Dejé caer mi cabeza en mis manos, sintiendo la cruz de Zeke
presionándose contra mi piel, y me aclaré. Por mí misma, por Zeke, por este
estúpido jodido mundo en el que habíamos nacido. Por las oportunidades
perdidas y las palabras no dichas, y por la esperanza que parecía tan brillante y
segura un momento, pero que fácilmente se extinguía al siguiente. 301
―Cuida de todos en Edén ―susurró Zeke y yo estuve allí temblando,
tratando de detener el flujo de lágrimas―. Diles… que lamento no haber
podido regresar. Pero que… que estaré con mi padre pronto. Dile a Caleb y a
Bethany que no lloren. Que nos… veremos unos a otros otra vez algún día. Y
después… ser{ por siempre.
―Magnífico ―dijo Sarren―. En verdad conmovedor. Un buen réquiem.
Pero es momento de decir adiós, pequeño príncipe. ¿Estás listo?
Ahora la voz de Zeke estaba en calma. Sin miedo.
―Estoy listo.
―Entonces, déjame liberarte de esta mortal envoltura, y enviarte
gentilmente a la noche eterna.
No escuché el momento exacto cuando Sarren terminó con la vida de
Zeke. Solo estaba consciente de su respiración, primero entrecortada, después
ahogada, como si ya no pudiera jadear por aire. Y después, una larga,
agonizante exhalación, el último aliento saliendo de sus pulmones, mientras las
torturadas respiraciones de Ezekiel, finalmente, irreversiblemente, se
detuvieron.
―Buenas noches, dulce príncipe ―canturreó Sarren, un susurro
aterciopelado.
La grabación se apagó con un clic.
302
Epílogo
Fin
Próximamente:
306
307
Créditos
Traductoras Correctoras
Yessenia* Connie
sisabel1320 Plluberes
Kiiariitha Garfield
308
monica
kirtassh
AdyRod
Diseño: Cecilia