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Sinopsis

En el mundo de Allison Sekemoto solo existe una regla: La sangre llama a


la sangre.
Sacada de Edén y alejada del único chico que se atrevió a amar a Allie se
ha comprometido a rescatar a su creador, Kanin, que está como rehén y siendo
torturado por el psicótico vampiro Sarren. El llamado de la sangre la lleva de
nuevo al principio, Nueva Covington y al Fringe, y a un príncipe vampiro que
la quiere muerta, pero que puede convertirse en su aliado.
A pesar de que Allie se enfrenta a sorprendentes revelaciones y angustia
como nunca jamás conoció, una nueva cepa del virus de Red Lung que diezmó
a la humanidad ha surgido para amenazar humanos y vampiros por igual.

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PARTE 1
3

CAZADOR
Capítulo 1

Olí la sangre tan pronto como entré en el cuarto.


Una ráfaga de nieve me acompañó, girando alrededor de mi abrigo negro,
aferrándose a mi cabello y ropas mientras abro la puerta. El espacio más allá es
pequeño y sucio con mesas podridas esparcidas por el suelo y barriles
llameantes en cada esquina, humo espeso brotando desde las bocas hasta flotar
cerca del techo. Un antiguo ventilador, con la mitad de sus aspas rotas o
perdidas, gira limpiamente, haciendo muy poco por dispersar el aire asfixiante.
Cada ojo en la habitación se volteó cuando atravesé el marco y, una vez
puestos en mí, no miraron en otra dirección. Rostros duros, peligrosos, rotos,
me observaron atentamente mientras atravesaba sus mesas, como perros
salvajes olfateando la sangre. Los ignoré, moviéndome firmemente sobre las
crujientes tablas del piso, sintiendo clavos y astillas de vidrio bajo mis botas. No
necesitaba respirar para saber que el aire apestaba a sudor y alcohol e
inmundicia humana. 4
Y sangre. Su aroma se aferraba a las paredes y al techo, impregnándose en
las mesas podridas, en oscuras manchas en la madera. Fluía a través de las
venas de cada humano aquí, caliente y pesada. Escuché algunos latidos de
corazón acelerándose mientras caminaba hacia el mostrador, sentí los ansiosos
indicios de lujuria y hambre, pero también la huella del miedo, irritante.
Algunos de ellos, al menos, estaban lo suficientemente sobrios para adivinar la
verdad.
El hombre detrás del mostrador era un gigante canoso con una maraña de
cicatrices en la garganta. Éstas se arrastraban por su cuello y se torcían la
izquierda de su labio en una mueca permanente. Me miró sin expresión cuando
tomé asiento en uno de los mohosos taburetes de la barra, descansando mis
brazos sobre el mostrador mal pulido. Su mirada se desvió hacia la
empuñadura atada a mi espalda, y una de sus cejas se crispó.
―Me temo que no tengo el tipo de bebida que estás buscando ―dijo en
voz baja, mientras sus manos se deslizaban bajo la barra. Cuando salieron otra
vez, sabía que no estarían vacías. Pistola, probablemente, adiviné. O tal vez un bate
de béisbol―. No en una botella, de cualquier manera.
Sonreí sin mirarlo.
―Sabes qué soy.
―No fue difícil. Una linda chica entrando a un lugar como este tiene un
deseo de morir o ya está muerta.
Él bufó, enviándoles una oscura mirada a los clientes detrás de nosotros.
Podía sentir sus miradas encubiertas incluso ahora.
―Sé lo que quieres, y no voy a detenerte. Nadie de por aquí extrañará a
estos idiotas. Toma lo que tengas qué, pero no arruines mi bar, ¿entendido?
―En realidad, solo estoy buscando a alguien ―dije, sabiendo que no tenía
mucho tiempo. Los perros en mi espalda ya se estaban removiendo―. Alguien
como yo. Calvo. Alto. Cara marcada como el infierno. ―Finalmente lo miré,
encontrando su mirada―. ¿Nadie así ha venido por aquí?
Un músculo se movió en su mandíbula. Debajo de su mugrienta camisa,
su latido de corazón se aceleró, y un brillo de sudor apareció en su ceja. Por un
momento, se vio desgarrado entre sacar la pistola o lo que sea que tenía bajo el
mostrador. Mantuve mi expresión neutral, sin amenaza, mis manos sobre la
barra entre nosotros.
―Lo has visto ―lo empujé cuidadosamente. Él negó con la cabeza,
después me dirigió una mirada en blanco.
―No. ―La réplica parecía sacada de un lugar muy profundo―. No lo he
visto. Pero… ―Dirigió una mirada al hombre detrás de mí, como juzgando 5
cuánto tiempo tenía, antes de sacudir su cabeza―. Hace como un mes, un
extraño llegó. Nadie lo vio entrar, y nadie lo vio partir. Pero encontramos lo que
dejó atrás.
―¿Lo que dejó?
―Rickson y sus chicos. En su casa. De uno de ellos al otro. Dijeron que los
cuerpos estaban tan destruidos que nunca encontraron todas las partes.
Mordí la parte interna de mi labio.
―¿Nadie vio quién lo hizo?
―La mujer de Rickson. Ella vivió. Al menos, hasta que se voló los sesos
tres días después. Pero dijo que el asesino era un hombre alto, pálido, con una
cara llena de cicatrices como el diablo mismo.
―¿No había nadie con él?
El cantinero frunció el ceño y después negó con la cabeza.
―No, ella dijo que estaba solo. Pero que cargaba con una larga bolsa
negra, como una bolsa para cadáveres. Eso fue todo lo que le pudimos sacar, de
cualquier manera. No estaba muy coherente, si sabes a lo que me refiero.
Asentí, retrocediendo, pues las palabras bolsa para cadáveres enviaron un
escalofrío por mi estómago. Me estoy acercando, entonces.
―Gracias ―murmuré, deslizándome fuera del taburete―. Me iré ahora.
Ahí fue cuando sentí el brazo sobre mi hombro.
―Oh, tú no te vas ahora, pequeña ―murmuró una voz en mi oído,
caliente y rancia. Una larga mano bajó y asió mi muñeca, lo suficientemente
duro para dejar un moretón, eso si aún pudiera tener moretones―. Está
demasiado frío afuera. Ven aquí y mantennos calientes.
Una sonrisa tiró de la esquina de mi boca. Finalmente. Te tomaste el tiempo
suficiente.
Miré al cantinero. Él encontró mi mirada, después muy deliberadamente
se volteó y caminó hacia la habitación trasera. El hombre junto a mí no pareció
notarlo; su brazo se deslizó bajo mi espalda y se enroscó en mi cintura, tratando
de arrastrarme lejos. No me moví un centímetro, y él frunció el ceño, demasiado
borracho para darse cuenta de lo que estaba pasando.
Esperé hasta que el cantinero se desvaneció por la puerta, dejándola
oscilar hasta cerrarse tras él, antes de volverme hacia mi agresor.
Me miró lascivamente, el hedor del alcohol viniendo de él en oleadas.
―Eso es correcto, pequeña. Quieres un poco de esto, ¿no es así? ―Detrás
de nosotros, unos pocos clientes más empezaban a levantarse; ya sea que
quisieran unirse a la diversión, o pensaran que podrían sacarme entre todos.
El resto observó detrás de sus jarras, tensos y cautelosos, oliendo a miedo. 6

―Vamos zorra ―dijo el hombre junto a mí, y tomó mi otro brazo, su cara
mezquina y ansiosa―. Vamos a hacer esto. Puedo hacerlo toda la noche.
Sonreí.
―¿Puedes hacerlo ahora? ―dije en voz baja.
Y me abalancé sobre él con un rugido, hundiendo mis colmillos en su
garganta.
Cuando el cantinero regresó, ya me había ido. Él encontraría los cuerpos
―los que fueron lo suficientemente estúpidos para quedarse y pelear―
yaciendo donde habían caído, un par en pedazos, pero la mayoría de ellos aún
vivos. Yo tenía lo que había venido a buscar. El Hambre había aparecido, y
mejor aquí, en este lugar de paso lleno de bandidos y asesinos, que en cualquier
otra parte. Mejor este tipo de hombres que una inocente familia o una vieja
pareja acurrucada junta en las ruinas de una aislada cabaña, tratando de
conservar el calor. Yo era un monstruo que asesinaba y se provechaba de la
vida humana; nunca podría huir de eso, pero al menos podría escoger qué tipo
de vidas tomaba.
En el exterior, la nieve estaba cayendo otra vez. Gruesos copos se
aferraban a mis pestañas y mejillas y se adherían a mi liso cabello negro, pero
no los sentí. El amargo frío no puede tocar a alguien que ya estaba muerto.
Le di un golpecito a mi katana, causando que una línea carmesí salpicara
en la tierra. Deslizándola en la funda en mi espalda, empecé a caminar, mis
botas crujiendo sobre el lodo congelado. A mi alrededor, las chozas de madera
y estaño estaban silenciosas, humo oscuro filtrándose desde las ventanas y
chimeneas. Nadie estaba fuera esta noche; todos los humanos estaban dentro,
acurrucados alrededor de barriles llameantes y botes, manteniendo el fuego y el
alcohol entre ellos y la helada. Nadie vería la solitaria adolescente en el largo
abrigo negro, caminando por el camino entre las chozas. Justo como el otro
forastero, he venido, tomado lo que necesité y desvaneciéndome de regreso a la
noche.
Dejando una carnicería detrás de mí.
Cerca de noventa metros después, un muro de metal arrugado y alambres
se alzaba en el aire, oscuro y erizado. Era desigual en algunas partes, con hoyos
y vacíos que habían sido parcheados y re-parcheados y finalmente olvidados.
Una débil barrera contra las criaturas que asechaban fuera del muro. Si las cosas
continuaban sin cambios en este lugar, este pequeño pueblo eventualmente se
desvanecería de la faz de la tierra.
No es mi problema.
Salté al techo de una choza apoyándome contra el muro, después sobre el
propio muro, cayendo ligeramente en el otro lado. Enderezándome, miré por la 7
ladera rocosa de la carretera que me había conducido hacia este lugar, ahora
invisible detrás de la nieve. Incluso mis pisadas, viniendo del este, se habían
desvanecido bajo la capa blanca.
Él estuvo aquí, pensé mientras el viento azotaba mi rostro, tirando de mi
cabello y abrigo. Solamente hace un mes. Me estoy acercando. Me estoy acercando al
final.
Descendiendo desde el acantilado, caí los seis metros, mi abrigo aleteando
detrás de mí, y aterrizando en la orilla de la carretera, gruñendo mientras mi
cuerpo absorbía el golpe. Caminando dentro del áspero e irregular pavimento,
sintiéndolo desmoronarse bajo mis botas, caminé hacia donde la carretera se
dividía, abriéndose en dos direcciones. Un camino se curvaba lejos, dándole la
vuelta a este minúsculo lugar de paso antes de ir hacia la izquierda; el otro
continuaba hacia el este, hacia el próximo a salir sol.
Contemplé una dirección, después la otra, esperando. Y justo como en la
última encrucijada a la que me había enfrentado, aquí estaba. Ese leve tirón,
diciéndome que continuara hacia el noreste. Era más que una corazonada, más
que un instinto. Aunque no podría explicarlo completamente, sabía cuál
dirección me llevaría a mi sire. La sangre llama a la sangre. Los asesinatos que
había encontrado en mis viajes, como la desafortunada familia en el poblado
detrás de mí, sólo lo confirmaban. Él estaba viajando rápidamente, pero lo
estaba alcanzando, lenta pero seguramente. No se podía esconder de mí por
siempre.
Sigo viniendo, Kanin.
El amanecer estaba a sólo un par de horas. Podía cubrir un montón de
camino antes de eso, así que empecé una vez más, encaminándome en la
carretera hacia un destino desconocido. Cazando una sombra.
Sabiendo que estábamos corriendo fuera de tiempo.
Caminé a través de la noche, el viento helado en mi rostro, incapaz de
adormecer mi ya fría piel. La carretera se extendía, silenciosa y vacía. Nada se
movía en la oscuridad. Pasé los enmarañados restos de un viejo vecindario,
calles vacías y descuidadas, edificios cayéndose bajo el peso de la nieve y el
tiempo.
Desde la plaga que aniquiló a la mayoría de la humanidad y el brote de
rabia que vino poco después, la mayoría de las ciudades habían quedado
reducidas a cáscaras vacías. Había encontrado unos pocos poblados
dispersados aquí y allá, humanos viviendo libres a pesar de las constantes
amenazas de Rabiosos o la invasión de su propia clase. Pero la mayoría de la
población existía en las ciudades vampiro, los grandes, amurallados territorios
donde el coven proveía de comida y “seguridad” a cambio de sangre y libertad. 8
Los humanos en las ciudades vampiro no eran nada más que ganado, en
realidad, pero ese era el precio de la protección por parte de los vampiros. O,
eso era lo que querían que creyeras. Los monstruos existían a ambos lados del
muro, pero al menos los Rabiosos eran honestos sobre querer comerte. En una
ciudad vampiro, en realidad solo estabas viviendo en un tiempo prestado, antes
de que los asesinos quienes te sonreían y daban palmaditas en la cabeza
finalmente mostraran sus verdaderos colores.
Debería saberlo. Nací allí.
La carretera se extendía, y yo la seguía mientras ésta serpenteaba a través
de los blancos bosques que crecían alrededor de extensas ciudades y suburbios,
hasta que el cielo se tornó de un gris carbón y la lentitud empezó a asentarse en
mí. Saliéndome de la carretera, encontré una abandonada casa de rancho
cubierta de hierbas y zarzas. Crecían por el porche y se enroscaban alrededor
del techo, llenando las paredes, pero la casa en sí parecía lo bastante intacta.
Despejé mi camino por los escalones y pateé la puerta para abrirla, hasta entrar
a la casa.
Pequeñas y peludas criaturas huyeron hacia las sombras, y una nube de
nieve se elevó desde mi entrada, arremolinándose a través del piso. Eché una
mirada a los sencillos muebles, cubiertos en polvo y telarañas, extrañamente sin
perturbar.
En la pared más cercana a mí había un viejo sofá amarillo, un lado
masticado por roedores, derramando sucia pelusa sobre el suelo. Una memoria
se removió, una escena de otro momento, otra casa como esta, vacía y
abandonada.
Solo por un momento, lo vi ahí, hundido contra los cojines con sus codos y
rodillas, pálido cabello brillando en la oscuridad. Recordé la calidez de sus
manos en mi piel, esos penetrantes ojos azules que me observaban, tratando de
entenderme, la tirantez de mi pecho cuando tuve que irme, que dejarlo atrás.
Frunciendo el ceño, colapsé en el sofá y corrí mis manos sobre mis ojos,
disolviendo la memoria y lo último del hielo apegado a mis pestañas. No podía
pensar en él ahora. Él estaba en Edén con los otros. Estaba a salvo. Kanin no lo
estaba.
Me recosté, descansando mi cabeza en la parte trasera del sofá. Kanin. Mi
sire, el vampiro que me había Convertido, quien había salvado mi vida y me
enseñó todo lo que sabía, él era el único en el que me debería de enfocar ahora.
Solo pensar en mi creador causó que un ceño arrugara mi frente. Le debía
al vampiro mi vida, y era una deuda que estaba determinada a pagar, aunque
podría nunca entenderlo. Kanin había sido un misterio desde el principio,
desde esa fatídica noche en la lluvia cuando había sido atacada por Rabiosos
fuera de los muros de mi ciudad. Estaba muriendo, y un extraño apareció de 9
ninguna parte, ofreciéndose a salvarme, presentándome la oportunidad.
Morir… o convertirse en un monstruo.
Obviamente, elegí vivir. Pero incluso cuando tomé mi decisión, Kanin no
se había marchado. Se quedó, enseñándome el significado de ser un vampiro,
asegurándose de que sabía exactamente lo que había elegido. Probablemente no
habría sobrevivido esas primeras semanas sin él.
Pero Kanin tenía sus propios secretos, y una noche el más oscuro de ellos
nos alcanzó en la forma de Sarren, un retorcido vampiro en busca de venganza.
Peligroso, astuto y completamente fuera de juicio, Sarren nos había seguido
hasta el laboratorio escondido, el cual estábamos usando como escondite, y
fuimos forzados a huir. En el caos que había seguido, Kanin y yo fuimos
separados, y mi mentor se había desvanecido de regreso a lo desconocido de
donde había venido. No lo había vuelto a ver.
Pero entonces los sueños comenzaron.
Me levanté, los cojines crujieron debajo de mí, y vagué por un húmedo
pasillo hasta el cuarto al final. Había sido un dormitorio en algún momento, y la
cama doble en la esquina estaba los suficientemente lejos de la ventana para
estar fuera de la luz solar si ésta entraba en el cuarto.
Solo para estar segura, colgué una raída manta sobre el alféizar, cubriendo
el vidrio y sumiendo la habitación en sombras. Afuera, seguía nevando,
diminutos copos a la deriva desde un oscuro y nublado cielo, pero no iba a
tomar ningún riesgo por si se despejaba. Acostada de espaldas en la cama,
manteniendo mi espada cerca, miré el techo y esperé porque el sueño me
reclamara.
Los vampiros no sueñan. Técnicamente, estamos muertos, tenemos el
sueño de un cadáver, negro y profundo. Mis “sueños” eran de Kanin, en
problemas. Viendo a través de sus ojos y sintiendo lo que sentía. Porque a veces
en extrema presión, dolor o emoción, la sangre llama a la sangre, y podía sentir
lo que mi sire estaba sintiendo. Agonía. Sarren lo había encontrado. Y estaba
tomando su revancha.
Mis ojos se entrecierran mientras recuerdo el último.
Mi garganta está en carne viva por mis gritos.
Él no se contuvo anoche. Estaba jugando conmigo antes, solo mostrándome la
primera parte de su demente crueldad. Pero anoche, salió el verdadero demonio. Él
quería hablar, intentó hacerme hablar, pero no me iba a postrar ante él. En lugar de eso
me hizo gritar. En algún momento, miré abajo hacia mi cuerpo, colgado como una pieza
de carne despellejada en el techo, y me pregunté cómo es que seguía vivo. Nunca había
querido tanto morir como lo hice entonces. Seguramente el infierno no sería tan malo
como esto. Era un testimonio de la habilidad de Sarren, o tal vez su locura, que me
mantuvo vivo cuando hacía todo lo posible por morir. 10

Esta noche, al menos, es extrañamente pasivo. Desperté, como lo había


hecho incontables noches antes, suspendido por mis muñecas en el techo,
mentalmente preparándome para la agonía que vendría después. El Hambre en
una cosa viva, devorándome, un tormento en sí mismo. Últimamente veo
sangre en todas partes, goteando desde el techo, manando por la puerta. La
salvación siempre más allá del alcance.
―No sirve de nada.
Su voz es un susurro, deslizándose desde la oscuridad. Sarren está a un par de
metros, observándome con la mirada vacía, su pálido rostro una red de cicatrices.
Anoche, sus ojos brillaban afiebrados mientras gritaba y arremetía contra mí,
demandándome hablar, contestar a sus preguntas. Esta noche, la muerta, vacía mirada
en su cara enfrió como nada más podría.
―No sirve de nada ―susurró otra vez, negando con la cabeza―. Estás justo aquí,
justo en la punta de mis dedos, y aún no siento nada. ―Se deslizó hacia mí, tocando mi
cuello con sus largos y huesudos dedos, su mirada buscando. No tengo la fuerza para
zafarme―. Tus gritos, que gloriosa canción. Imaginé por años cómo sonaría. Tu sangre,
tu carne, tus huesos, lo imaginé todo. Rompiéndolos. Saboreándolos. ―Recorrió mi
garganta con su dedo―. Eres mío para romper, para pelar, así podría ver el alma
podrida que miente detrás de esta cáscara de carne y sangre. Iba a ser un magnífico
réquiem. ―Dio un paso atrás, su expresión era algo cercano a la desesperación―. Pero
no veo nada. Y no siento… nada. ¿Por qué? ―Alejándose, acechó la mesa cercana,
donde docenas de afilados instrumentos destellaban en la oscuridad―. ¿Estoy haciendo
algo mal? ―murmuró, trazándolos con un dedo―. ¿No es él el que paga por lo que ha
hecho?
Cerré mis ojos. Lo que ha hecho. Sarren tiene derecho a odiarme. Lo que le hice, de
lo que era responsable, me merezco cada tormento que se acumule sobre mi cabeza. Pero
eso no arreglará las cosas. No pondrá un final a lo que causé.
Como si leyera mis pensamientos, Sarren volvió, el brillo en sus ojos había
regresado. Éste ardía con aguda intensidad, mostrando la locura y brillantez detrás de
ello, y por primera vez, sentí una corriente de miedo a través de la agonía y dolor
entumecedor.
―No ―susurró lentamente, en un aturdimiento, como si todo repentinamente se
hubiera vuelto claro―. No, lo veo ahora. Veo lo que debo hacer. Tú no eres la fuente de
la corrupción. Eres un mero precursor. Todo este mundo está pulsando con
podredumbre y decadencia e inmundicia. Pero, nosotros lo arreglaremos, viejo amigo.
Sí, lo arreglaremos. Juntos.
Su mano rozó la parte superior de la mesa hasta el final, tomando el objeto en la
esquina. No era brillante como los otros, radiante metal pulido con un borde brillante.
Era largo, de madera, y venía con un abrupto, puntiagudo punto al final.
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Temblé, cada instinto diciéndome que retrocediera, que pusiera distancia entre ese
afilado punto de madera y yo. Pero no me podía mover, y Sarren se aproximaba
lentamente, la estaca sostenida ante él como una cruz. Estaba sonriendo otra vez, una
mueca demoníaca que se extendía por todo su devastado rostro y hacía a sus colmillos
brillar.
―No puedo matarte, aún ―dijo, tocando mi pecho con la punta de la estaca, justo
sobre mi corazón―. No, aún no. Eso podría arruinar el final, y tengo una gloriosa
canción en mi mente. Oh, sí, ser{ magnífico. Y tú… tú ser{s el instrumento en el cual
compondré esta sinfonía. ―Se adelantó y presionó la punta de la estaca en mi pecho,
lentamente, retorciéndola mientras se hundía bajo mi piel. Echo atrás mi cabeza,
apretando mi mandíbula para mantener el grito contenido, mientras Sarren continúa―.
No, viejo amigo. La muerte sigue siendo demasiado buena para ti. Solo vamos a enviarte
a dormir por un rato. ―La estaca continúa deslizándose dentro de mi carne, partiendo
el músculo y raspando mi esternón, arrastrándose más cerca de mi corazón. La madera
se convierte en una brillante tira de fuego, abrasándome desde el interior. Mi cuerpo se
convulsiona y empieza a apagarse. La oscuridad revolotea al borde de mi visión, la
hibernación presionándome hacia abajo, un último esfuerzo de auto-preservación.
Sarren sonríe.
―Duerme ahora, viejo amigo ―susurra, su cara marcada desvaneciéndose
rápidamente como mi visión se va oscureciendo―. Pero no por mucho. Tengo algo
especial planeado. ―Ríe contenidamente, el vacío sonido siguiéndome en la negrura―.
No quieres perdértelo.
La visión había terminado allí. Y no había tenido más sueños desde
entonces.
Me moví en la cama, acercando la espada a mi pecho, pensando. Había
seguido a Sarren a un lugar en el que él había estado: las ruinas de una casa en
un suburbio vacío, un largo tramo de pasos dirigiéndose al sótano. La esencia
de la sangre de Kanin me había golpeado como un martillo tan pronto como
abrí la puerta. Había estado en todos lados, en las paredes, en las cadenas que
colgaban del techo, en los instrumentos esparcidos sobre la mesa. Una mancha
oscura había estropeado el suelo justo debajo de los eslabones de metal,
haciendo que mi estómago se revolviera. No se veía posible que Kanin hubiera
sobrevivido, que nada podría haber sobrevivido a ese macabro calabozo. Pero
tenía que creer que él seguía vivo, que Sarren no había terminado con él aún.
Mi corazonada había sido confirmada cuando, mientras exploraba más
lejos, descubrí los rígidos cuerpos en descomposición de varios humanos
lanzados casualmente en un armario arriba de las escaleras. Estaban drenados
de sangre, sus gargantas cortadas y abiertas en lugar de mordidas, una
manchada jarra colocada en una mesa cercana. Sarren había estado alimentando
a Kanin, dejándolo sanar entre sesiones. Cerrando la puerta sobre la pila de 12
cadáveres, sentí una profunda puñalada de simpatía y miedo por mi mentor.
Kanin había cometido un error, pero nadie se merecía eso. Tenía que rescatarlo
de la enferma locura de Sarren, antes de que condujera a mi sire completamente
sobre el borde.
Luz gris se empezaba a filtrar a través de los hoyos de la sábana sobre la
ventana, y yo me volvía cada vez más lenta en respuesta. Resiste ahí, Kanin,
pensé. Te encontraré, lo juro. Te estoy alcanzando.
Aunque, si era honesta conmigo misma, el pensamiento de enfrentarme a
Sarren otra vez, viendo esa vacía sonrisa en blanco, la afiebrada intensidad de
su mirada, me aterrorizaba más de lo que quería admitir. Recordé su rostro a
través de los ojos de Kanin, y aunque no lo había notado en el sueño, después
recordaría la película a través de su ojo izquierdo, pálido y nebuloso. Él hacía
sido cegado allí, y recientemente. Lo supe, porque la navaja que había sido
introducida en su pupila la última vez que lo vi… era mía.
Y yo sabía que él no me había olvidado a mí, tampoco.
Capítulo 2

Hace cuatro meses, me alejé de Edén.


O, más precisamente, fui forzada a salir. Muy parecido a Adán y Eva
siendo echados de su infame jardín, había buscado el Edén con un pequeño
grupo de peregrinos únicamente para ser despedida en las puertas. Edén era
una ciudad bajo las reglas humanas, la única de su clase, un paraíso amurallado
sin monstruos o demonios para cazar en sus desprevenidos ciudadanos. Y yo
era el monstruo al que temían más. No tenía ningún lugar allí.
No que hubiera podido quedarme, a pesar de todo. Tenía una promesa
que mantener. Tenía que encontrar a alguien. Ayudarlo, antes de que su tiempo
se acabara.
Así que, abandoné Edén y la compañía de los humanos que había
protegido todo el viaje hasta allí. El grupo que dejé era más pequeño que al que
me uní la primera vez; la jornada había sido dura y peligrosa, y habíamos
perdido a varios a lo largo del camino. Pero estaba complacida por los que lo 13
hicieron. Ellos estaban a salvo, ahora. Ya no tienen que preocuparse sobre la
hambruna o el frío, siendo cazados por Raiders o acechados por vampiros. Ya
no tenían que temer a los Rabiosos, las viciosas y dementes criaturas que
vagaban en la tierra después de la oscuridad, matando lo que sea que se les
atravesara. No, los humanos que lograron llegar al Edén habían encontrado su
santuario. Estaba feliz por ellos.
Aunque, había… uno… del que me arrepentía haber dejado atr{s. El cielo
estaba claro la siguiente noche, llena de estrellas, una congelada media luna
iluminando el camino. El viento y el crujir de mis botas en la nieve eran los
únicos sonidos que me hacían compañía. Como siempre, mientras caminaba
sola a través de esta silenciosa, vacía vista, mi mente se desvió a lugares a los
cuales deseaba no haberlo hecho.
Pensé sobre mi vieja vida, la humana, cuando era simplemente Allie la
rata de la calle, Allie el Fringe, malviviendo una precaria existencia con mi vieja
pandilla, enfrentándome a casi morir de hambre y exponerme a un millón de
otras muertes, solo para declarar que éramos “libres”. Hasta la noche en que
tenté al destino un poco más que de costumbre y pagué por ello con nuestras
vidas.
Nueva Covington. Ese era el nombre de la ciudad vampiro donde nací,
crecí y al final morí. En mis diecisiete años, no había conocido nada más. No
conocía nada del mundo más allá del Muro Exterior que mantenía fuera a los
Rabiosos, o la Ciudad Central, donde los vampiros vivían en sus oscuras,
glamurosas torres, mirándonos a todos desde arriba. Toda mi existencia
consistía en el Fringe, el anillo externo de Nueva Covington donde el ganado
humano era mantenido, arreados por cercas y marcados por tatuajes. Las reglas
eran simples: si eras marcado ―Registrado a los Maestros― eras alimentado y
cuidado de alguna manera, pero la trampa era, que eras poseído. Propiedad. Y
eso significaba que tenías que donar sangre en una base regular. Si eras un No
Registrado, eras dejado para defenderte en una ciudad sin comida ni
suministros excepto por los que los Maestros te asignaran; pero al menos los
vampiros no podrían tomar tu sangre a menos que te capturaran ellos mismos.
Por supuesto, aún te tenías que preocupar por morir de hambre.
De regreso a cuando era humana, luchaba contra el hambre todos los días.
Mi vida había estado enfocada en encontrar comida y poco más. Había habido
cuatro de nosotros en un pequeño grupo, yo, Lucas, Rat y Stick. Todos éramos
No Registrados; ratas de la calle, mendigos y ladrones, viviendo juntos en una
escuela abandonada y vagamente malviviendo. Hasta una tormentosa noche
cuando nos aventuramos más allá del Muro Exterior para encontrar comida… y
nos convertimos en las presas. Había sido estúpido caminar fuera de la
protección de Nueva Covington, pero había insistido, y mi terquedad nos había
costado todo. Lucas y Rat habían sido asesinados, y yo había sido empujada 14
lejos por un grupo de Rabiosos. Mi vida debería haber terminado esa noche en
la lluvia.
De alguna manera, adivino, lo hizo. Morí esa noche en los brazos de
Kanin. Y ahora era un monstruo, no podría nunca regresar a la vida que había
conocido. Lo había intentado, una vez al contactar a un amigo de mi antigua
vida, al chico llamado Stick a quien había buscado después por años. Pero Stick,
viendo en lo que me había convertido, había gritado y huido de mí en terror,
confirmando lo que Kanin siempre me había dicho. No hay vuelta atrás. No a
Nueva Covington, no a mi antigua vida, no a nada que fuera humano. Kanin
había estado en lo correcto en todo. Siempre estaba en lo correcto.
Pienso sobre él algunas veces, en las noches que habíamos pasado en el
laboratorio secreto bajo la ciudad vampiro donde había nacido. Sus lecciones,
enseñándome lo que significaba ser un vampiro, cómo cazar y pelear y matar.
Los humanos que fueron mis presas, sus gritos, la cálida sangre en mi boca,
intoxicante y terrible. Y el propio Kanin, quien me enseñó, no en dudosos
términos, lo que era ―un vampiro y un demonio― sino también que mi
camino era mío; que no tenía una opción.
Eres un monstruo. Su voz era siempre tan clara en mi mente, como si
estuviera justo a mi lado, sus oscuros ojos perforando en mi cráneo. Siempre
serás un monstruo, no hay vuelta atrás de eso. Pero la clase de monstruo en la que te
conviertas depende enteramente de ti. Esa era la lección a la cual más me había
aferrado, la única que juré que nunca olvidaría.
Pero Kanin tenía otra regla, una que no había recordado tan claramente
como al principio. La que era sobre humanos, y siendo atacados…
Y solo así, mi mente traidora cambió hacia una figura apoyada con rubio
cabello irregular y solemnes ojos azules. Recordé su sonrisa, esa sonrisa torcida
que era sólo para mí. Recordé su toque, el calor que irradiaba de él cuando
estábamos cerca. Sus dedos deslizándose sobre mi piel, el calor de sus labios en
los míos…
Sacudí mi cabeza. Ezekiel Crosse era humano. Yo era un vampiro. Sin
importar lo que sintiera, sin importar la fuerza de mis sentimientos, nunca
podría separar el ansia de besar a Zeke del deseo de hundir mis colmillos en su
garganta. Esa era otra razón por la que dejé Edén sin decir adiós, sin dejar a
nadie saber a dónde iba. No podía estar cerca de Zeke sin poner su vida en
peligro. Eventualmente, lo mataría.
Era mejor estar sola. Los vampiros eran predadores; el Hambre estaba
siempre con nosotros, el apetito por la sangre humana que podría tomar el
control en cualquier momento. Piérdete a ti mismo en el Hambre, y las personas
alrededor de ti morirán. Para mí esa había sido una dura lección que aprender,
y una que no quería nunca volver a repetir. Estaba siempre allí, ese miedo de 15
que tropezaría, de que el Hambre me tomaría otra vez y cuando volviera a ser
yo misma habría matado a alguien a quien conocía. Incluso los hombres a los
que había cazado ―bandidos, Raiders, intrusos, asesinos― todos ellos seguían
siendo humanos. Eran seres vivientes, y los maté para alimentarme. Para evitar
que atacara a otros. Podía elegir el tipo de persona que cazaba, pero al final,
tenía que cazar a alguien. El menor de dos males sigue siendo malo.
Zeke era demasiado bueno para ser arrastrado por esa oscuridad.
Deliberadamente, forcé a mis pensamientos a alejarse de Zeke antes de
que fueran demasiado dolorosos. Para mantenerme distraída, me concentré en
el empuje, el extraño tirón que no entendía, incluso ahora. Despierta, apenas lo
sentía; únicamente dormida podía sentir los pensamientos de Kanin, ver a
través de sus ojos. O, al menos, podía antes de la última visión, cuando Sarren
había llevado una estaca al pecho de Kanin, enviándolo a la hibernación.
Ya no podía sentir las experiencias de Kanin. Pero cuando me
concentraba, sabía cuál dirección me llevaría a mi sire. Lo hice ahora, vaciando
mi mente de todos los otros pensamientos, y buscando a Kanin.
El tirón seguía allí, un débil pulso hacia el este, pero… algo estaba mal. No
peligroso o amenazante, pero había una extraña sensación en mi estómago, ese
persistente sentimiento que tienes cuando sabes que has olvidado algo y no
puedes recordar qué. El amanecer seguía lejos por unas horas; no estaba en
peligro de quedar atrapada fuera en la luz. No había nada que pude haber
dejado excepto mi espada, y ella estaba atada a mi espalda. ¿Por qué, entonces,
me sentía tan inquieta?
Unos pocos minutos después, me golpeó.
El empuje que estaba siguiendo, esa extraña pero infalible sensación de
saber, estaba lentamente dividiéndose, moviéndose en diferentes direcciones.
Me detuve en el medio de la carretera, preguntándome si estaba en un error. No
lo estaba. Ahí seguía un extraño tirón hacia el este, pero también uno más débil,
hacia el norte.
Fruncí el ceño. Dos direcciones. ¿Qué podría significar? ¿Y a dónde se
suponía que debía de ir, ahora? El sentimiento hacia el este era más fuerte; solo
sentía vagamente la compulsión hacia el norte, pero estaba definitivamente allí.
Imposible como se veía, había llegado a una encrucijada. Y no tenía idea de a
dónde ir.
¿Kanin se había liberado de alguna manera? ¿Está huyendo hacia el norte, y estoy
siguiendo a Sarren? No parece como si Sarren fuera el que corriera. Después de
reflexionar, mi ceño se profundizó, la sensación de preocupación e inquietud
creció más fuerte. ¿Es ese Sarren? ¿Incluso sentiría algo de él? No somos parientes de
sangre, no estamos emparentados de ninguna manera que sepa. ¿Qué está pasando
aquí? 16

Completamente desconcertada, estuve en el centro de la carretera tratando


de decidir qué hacer, cuál dirección seguir. Aún me sentía nueva en esta cosa de
lazo de sangre vampiro y no tenía idea de porqué habría dos tirones en lugar de
uno. ¿Tal vez Sarren había alimentado a Kanin? ¿Era posible que Sarren
estuviera emparentado conmigo y mi sire en algún pasado distante, hace cientos
de años?
Era un misterio, y uno que no tenía manera de resolver. Al final, continué
al este. Duda e indecisión seguían fastidiándome mientras al otro sentido de
saber continuaba empujándome lejos, pero no podía estar en dos lugares al
mismo tiempo; tenía que elegir una dirección y seguir moviéndome. Así que
elegí el más fuerte de los dos instintos, y si me conducía directamente a un
enojado, psicótico vampiro ansioso de pelar la piel de mis huesos, entonces solo
tendría que lidiar con ese bache cuando llegara allí.
Cuando desperté la tarde siguiente, el segundo empuje se había movido
completamente hacia el oeste. Lo ignoré junto a mis dudas y continué hacia el
este. Por otras dos noches, caminé por bosques interminables y ciudades
deshabitadas, mi única compañía era el camino y el ocasional vistazo de vida
salvaje en la oscuridad. Aquí eran abundantes los ciervos así como los
mapaches, zarigüeyas y el extraño león de montaña persiguiendo a su presa a
través de árboles y casar arruinadas. Ellos no me molestaron, excepto para
darme una mirada malvada, y yo los dejé solos, también. No estaba
Hambrienta, y la sangre animal, como había aprendido por el lado difícil, no
hacía nada para satisfacer al monstruo dentro.
La nieve y caminos por el bosque continuaron, la carretera por la que
viajaba se estrechaba en ambos lados con vegetación que partía el pavimento y
pasaba a través de las grietas. Eventualmente, al menos, el camino se amplió, y
los autos abandonados empezaron a aparecer, oxidados esqueletos bajo la
nieve, haciéndose más numerosos mientras continuaba. Me estaba
aproximando a una ciudad, y mis instintos hormiguearon en advertencia. La
mayoría de los pueblos y suburbios vacíos eran solo eso, en ruinas y desérticos,
con casas desmoronándose alineadas silenciosamente, calles descuidadas. Pero
las ciudades, una vez el hogar de miles de humanos viviendo lado a lado,
estaban invadidos con diferentes especies ahora.
La carretera se amplió incluso más, se convirtió en una autopista,
tercamente alejando el bosque sofocante. Aparecieron más vehículos,
convirtiendo la calle en un laberinto de metal oxidado y vidrio, aunque
únicamente en el lado de la autopista que se dirigía fuera de la ciudad. Me
mantuve en la otra, la calle vacía, pasando la corriente sin fin de coches muertos
y destrozados, intentando no mirar dentro, aunque algunas veces era imposible
el no ver. Un esqueleto quedó recostado contra el volante de un auto abollado,
medio enterrado en la nieve que se acumulaba a través del parabrisas roto. Otro 17
colgaba bajo un camión volteado y carbonizado. Miles de personas, tratando de
dejar la ciudad al mismo tiempo. ¿Habían estado tratando de huir de la plaga, o
de la locura que vino después?
La autopista serpenteaba por las extensas calles de la ciudad, atiborradas
de nieve y cubiertas por una gruesa capa de hielo. Dejé la autopista ahogada en
autos y me interné en las calles vacías, encontrando más fácil el ir por los
caminos más pequeños.
Después de cruzar un ventoso puente sobre un sombrío y gris río, me
encontré con un enorme edificio de mármol, relativamente libre de vegetación y
extrañamente tranquilo. Curiosa, y porque estaba en la misma dirección del
tirón que estaba siguiendo, fui hacia él caminé a lo largo de la pared exterior. La
mitad del techo se había derrumbado en el interior, y un par de los enormes
pilares que lo rodeaban estaban caídos y partidos. Una esquina completa se
había derrumbado, y los escombros quedaron esparcidos por el suelo. Me metí,
mirando alrededor cautelosamente.
El cuarto, por su enorme tamaño, estaba silenciosamente vacío. Al parecer
nada vivía aquí, excepto el búho solitario que se precipitó desde lo alto del
techo abovedado en cuanto entré. Pilares de mármol delineaban la habitación, y
pude distinguir las palabras talladas en las paredes a ambos lados, a pesar de
que estaban muy agrietadas y erosionadas para leer.
Contra la pared de atrás, alzándose a una altura imposible, estaba una
estatua. Una enorme estatua de un hombre sentándose en una silla de mármol,
sus muñecas descansando contra los brazos. Una de sus manos estaba perdida,
y había muchas pequeñas grietas en sus rasgos de piedra, pero él estaba
sorprendentemente sin daños. La silla de mármol había sido rayada con
pintura, garabateada con feas palabras que continuaban por la pared, y una
esquina de la estatua estaba ennegrecida, como si hubiera sido quemada. Pero
el hombre en el asiento seguía viéndose noble aun con el daño. Su grande y
curtido rostro seguía mirando hacia abajo, justo hacia mí, y era extraño, estando
allí bajo la mirada de piedra de un gigante. Mientras retrocedía hacia la salida,
los vacíos ojos parecían seguirme. Aunque, pensé que era un lindo rostro, uno
que no pertenecía a este tiempo. Me pregunté quién había sido, para ser
inmortalizado de esa forma. Había tantas cosas del tiempo Anterior que no
sabía; estatuas gigantes y edificios de mármol que parecían no servir a ningún
propósito. Todo era muy extraño.
Afuera, me detuve para orientarme. Justo adelante, un rectángulo de
cemento agrietado se extendía desde la parte inferior de los escalones. Hojas y
ramas estaban congeladas bajo una capa de hielo que cubría la superficie de una
piscina, y el esqueleto oxidado de un auto permanecía a su lado en el borde.
Y después, tuve la todavía más extraña vista. Más allá de los escalones, 18
directamente frente a mí, una blanca torre gigante se alzaba en la noche. Era
ridículamente delgada y puntiaguda, una pálida aguja arañando las nubes,
viéndose como si un viento fuerte fuera a llevársela.
Y ese débil tirón me estaba llevando hacia ella. Me apresuré a bajar los
escalones y esquivé los bordes de la piscina, mis botas chapoteando en el lodo,
maleza y granizo. Pasando el cemento, la vista se disolvió en un pantano
fangoso lleno de arbustos, cañas y charcos de agua helada. Mientras me
acercaba a la torre que se alzaba por encima de mí, me di cuenta que el tirón, el
empuje que había estado siguiendo por meses, era más fuerte de lo que había
sido. Aunque no estaba viniendo de la torre misma; sino, de otro edificio,
vagamente visible sobre un dosel de árboles más allá.
Infiriendo que mi presa estaba muy cerca, la seguí, empujándome a través
de arbustos y ramas.
Y me detuve.
Unos pocos cientos de kilómetros desde la torre, pasando las calles
desmoronadas alineadas con autos oxidados y a través de otro pantano, una
cerca erizada se alzaba del suelo para recortarse contra el horizonte. Cerca de
cuatro metros de alto, hecho de negras barras de hierro cubiertas de rollos de
alambre de púas, estaba una vista familiar. Había visto muchos muros en mis
viajes a través del país, madera y concreto, metal y piedra. Estaban en todos
lados, rodeando cada asentamiento, desde pequeñas granjas hasta ciudades
enteras. Todas ellas tenían un propósito, y ese propósito estaba justo frente a
mí, previniendo cualquier avance esta noche.
Una enorme muchedumbre de delgadas, escuálidas creaturas se
congregaban en la línea de la cerca, siseando y gruñendo, mostrando sus
afilados colmillos. Se movían con una marcha desigual y espástica, a veces a
cuatro patas, encorvados y antinaturales. Sus ropas ―los pocos que tenían, de
cualquier manera― estaban andrajosas, sus cabelleras enredadas y sin brillo.
Sucia piel se adhería estrechamente a sus huesos, y sus ojos en caras flacas y
huesudas reflejaban la falta de un alma detrás de ellos. Una vacía y muerta
pared blanca.
Rabiosos. Gruñí suavemente y me escondí en la sombra de un árbol. No
me habían visto aún. Mientras me acurrucaba detrás de un tronco, observando
la horda que se arrastraba, me di cuenta de una cosa extraña. Los Rabiosos no
embestían la cerca o trataban de treparla, aunque podrían haber clavado
fácilmente sus garras y subir por ella si lo intentaban. En lugar de ello,
merodeaban alrededor de los límites, siempre uno o dos metros lejos, nunca
tocando las barras de hierro.
Incluso más curiosa ahora, miré con atención más allá de la horda de
Rabiosos a través de la cerca y apreté mis puños tan fuerte que mis uñas se
hundieron en mis palmas. Surgiendo de las puertas, más allá de la barrera de 19
hierro, un edificio cuadrado y blando se agazapaba en las malezas. La entrada
al lugar era circular, delineada con columnas, y podía distinguir vacilantes luces
a través de las ventanas.
Y lo supe.
Él no está aquí. Si tuviera latido de corazón, estaría golpeando
ruidosamente ahora. Estaba tan cerca. ¿Pero quién sería? ¿Hacia quién correría,
una vez que lo alcanzara? ¿Me encontraría con mi sire, y estaría él sorprendido
de verme? ¿Estaría enojado porque lo perseguí? ¿O correría hacia un peligroso,
terrorífico y loco vampiro sumamente dispuesto a torturarme hasta la muerte?
Adivino que lo descubriré muy pronto.
La brisa cambió, y el horrible y muerto hedor de los Rabiosos me golpeó
con toda su fuerza, haciendo a mi nariz arrugarse. Ellos no iban a dejarme pasar
y tocar a la puerta de lo que probablemente era la puerta del príncipe vampiro
local. Y yo no podía pelear contra toda la gigante muchedumbre. Podía lidiar
con unas pocas de las salvajes criaturas, pero intentarlo con todos estos sería
aventurarse muy cerca del suicidio. Una vez era suficiente, gracias. Había
tratado con una gran horda como ésta fuera de las puertas del Edén, y
sobrevivido solo porque había habido un gran lago cerca, y los Rabiosos le tiene
miedo al agua profunda. Vampiro o no, incluso yo podía ser arrasada y
desgarrada por las cifras.
Frunciendo el ceño, consideré mi plan de ataque. Necesitaba pasar a los
Rabiosos sin ser vista. La cerca era solamente de cuatro metros de alto; ¿tal vez
podría saltar sobre ella?
Uno de los Rabiosos gruñó y empujó a otro que a su vez lo había
empujado, enviándolo tambaleándose hacia la cerca. Siseando, el otro Rabioso
extendió una mano para sostenerse, agarrándose de las barras de hierro.
Hubo un destello cegador y una explosión de chispas, y el Rabioso chilló,
convulsionándose sobre el metal. Su cuerpo se sacudió y tuvo espasmos,
enviando a los otros Rabiosos a retroceder cubriéndose. Finalmente, el humo
que salía de su piel ennegrecida estalló en llamas y consumió al monstruo
desde el interior.
Muy bien, definitivamente no tocar la cerca.
Gruñí. El amanecer no estaba lejos, y pronto tendría que regresar para
busca un refugio del sol. Lo cual significaba abandonar cualquier plan de pasar
por las puertas hasta mañana por la noche. ¡Estaba tan cerca! Me fastidiaba que
estuviera a unos meros kilómetros de mi objetivo y la única cosa que me
mantenía lejos de mi meta era una horda de Rabiosos y un tramo de metal
electrificado.
Espera. El amanecer se estaba acercando. Lo que significaba que los 20
Rabiosos tendrían que dormir pronto. Ellos no podían enfrentar la luz mucho
mejor que un vampiro; tendrían que escabullirse en la tierra para escapar de los
ardientes rayos del sol.
Bajo circunstancias normales, yo lo haría, también.
Pero estas no eran circunstancias normales. Y yo no era un vampiro
promedio. Kanin me había enseñado mejor que eso.
Para mantener la apariencia de ser humano, me había entrenado para
mantenerme despierta cuando el sol se alzaba. Incluso aunque era muy, muy
difícil y algo que iba en contra de todos mis instintos vampiro, podría
mantenerme despierta y activa si tenía qué. Sólo por un rato, al menos. Pero los
Rabiosos eran esclavos de sus instintos y no podrían incluso resistirse. Se
desvanecerían en la tierra, y con la amenaza de Rabiosos fuera, el poder que
corría a través de la cerca probablemente se apagaría. No habría necesidad de
mantener la corriente en el día, especialmente si el combustible o lo que sea que
le diera poder a la cerca escaseaba. Si podía mantenerme despierta el tiempo
suficiente, los Rabiosos desaparecerían y la cerca sería apagada. Y tendría el
camino despejado hacia la casa y lo que sea que estuviera dentro de ella. Solo
tendría que vérmelas con el sol.
Podría no ser sabio, el continuar con mi búsqueda en la luz del día. Sería
lenta, mis reacciones amortiguadas. Pero si Sarren estaba en esa casa, él también
sería lento. Hasta podría estar dormido, sin esperar que la vengativa hija de
Kanin viniera a buscarlo. Podría tener la ventaja sobre él… si podía
mantenerme despierta.
Revisé los alrededores, tomando nota de donde las sombras eran más
gruesas, los árboles crecían juntos. Inteligentemente, el área a los alrededores de
la cerca estaba limpia de árboles y arbustos. La luz del sol indirecta no podía
hacernos daño, pero seguía siendo desagradable, incluso en las sombras,
sabiendo que si la luz cambiaba o una ráfaga de viento sacudía las ramas,
estarías en un gran dilema con el dolor.
Mientras el cielo se aclaraba y el sol se acercaba a alzarse sobre el
horizonte, la horda empezó a desaparecer. Alejándose de la cerca, se escondían
para enterrarse a sí mismos en el suave barro, sus pálidos cuerpos
desvaneciéndose bajo agua y tierra. La tierra que rodeaba la cerca se vació
rápidamente, hasta que no había un solo Rabioso a la vista.
Me apoyé contra el tronco de un roble grueso, peleando con la urgencia de
seguir a las viciosas criaturas bajo la tierra. Seguía siendo furiosamente difícil el
mantenerme consciente mientras el sol se elevaba en el cielo. Mis pensamientos
se sentían lentos, mi cuerpo pesado y cansado. Pero mi entrenamiento para
mantenerme sobre la tierra, incluso cuando nuestro más grande enemigo
asomaba su cabeza sobre las ramas, me recompensaba, y seguía en pie cuando
el más terco Rabioso desapareció bajo tierra. Aun así esperé hasta que el sol 21
estaba cerca de elevarse sobre los árboles, para darle tiempo a la cerca de ser
apagada. Sería hilarantemente trágico si esquivaba a los Rabiosos, al sol,
únicamente para ser freída hasta ser una fritura en una maldita cerca eléctrica
porque era demasiado impaciente. Cerca de veinte minutos o así de que la
horda había desaparecido, el débil zumbido que provenía de la barrera de
metal finalmente fue apagado. La cerca estaba abajo.
Ahora venía la parte más peligrosa.
Tiré mi abrigo sobre mi cabeza y bajé las mangas para que cubrieran mis
manos. La luz del sol directa en mi piel causaría que se ennegreciera, se
rompiera y eventualmente prendiera en llamas, pero podría comprarme tiempo
si estaba cubierta.
Aun así, no estaba deseosa de hacer esto.
Todos mis instintos vampiros me estaban gritando que me detuviera
cuando caminé fuera de las ramas, sintiendo los débiles rayos del amanecer
cayendo a plomo sobre mí. Sin atreverme a ver hacia arriba, me di prisa en
atravesar la distancia, moviéndome de árbol en árbol e internándome en las
sombras cuando pudiera. El trecho más cercano a la cerca era el más peligroso,
sin árboles, sin cobertura, nada sino corto pasto y el sol calentando la espalda
de mi abrigo. Apreté mis dientes, encorvé mis hombros y me seguí moviendo.
Mientras me aproximaba a la barrera de metal, tomé un trozo de metal y
lo arrojé frente a mí. Hizo un arco en el aire y golpeó las barras con un chirrido
metálico y fue lanzado hacia mí. Sin chispas, sin un destello de luz, sin humo.
No sabía mucho acerca de cercas eléctricas, pero lo tomé como un buen signo.
Vamos a esperar que esa cerca esté realmente apagada.
Salté hacia la cima, sintiendo una breve puñalada de miedo cuando mis
dedos se curvaron alrededor de las barras. Agradecidamente, seguían frías y
muertas bajo mis manos, y trepé sobre la cerca en medio segundo y aterricé en
el otro lado en cuclillas. En el breve momento que me tomó saltar por encima de
la barrera de metal, mi abrigo se había deslizado de mi cabeza. Mi alivio de
estar dentro de la cerca sin cocinarme a mí misma fue corto mientras un dolor
cegador abrasaba mi rostro y manos.
Jadeé, frenéticamente tirando de mi abrigo de regreso mientras me
arrastraba bajo el árbol más cercano. Acuclillándome, examiné mis manos e hice
una mueca. Estaban rojas y doliendo solo por unos pocos segundos a la luz del
sol.
Tengo que entrar.
Manteniéndome cerca de la tierra, me apresuré a través del enredado
césped cubierto de nieve, sintiéndome horriblemente expuesta mientras me 22
acercaba al edificio. Si alguien hacía a un lado esas pesadas cortinas frente a las
gigantes ventanas, definitivamente me detectarían. Pero las ventanas y
alrededores siguieron oscuros y vacíos mientras llegaba a la pared curveada y
me lanzaba bajo un arco, aliviada de estar fuera de la luz.
Muy bien. ¿Y ahora qué?
El débil tirón, la sutil insinuación de saber, era más fuerte que nunca
mientras subía por las escaleras y me asomaba por la ventana con cortinas. El
extraño, circular cuarto más allá estaba sorprendentemente intacto. Una mesa
estaba en el centro con algunas sillas alrededor de ella, todo agradecidamente
desértico. Más allá del cuarto había un pasillo vacío, e incluso más cuartos más
allá de él.
Ahogué un gruñido. Buscar a un vampiro comatoso en un lugar tan
enorme como este iba a ser un desafío. Pero no podía rendirme.
El vidrio en las ventanas era sorprendentemente irrompible, y la propia
ventana estaba sin cerrar. Me deslicé a través de los marcos y caí
silenciosamente en el suelo de madera, mirando recelosamente alrededor.
Humanos vivían aquí, me di cuenta, un montón de ellos. Podía olerlos en el
aire, el persistente aroma de cuerpos calientes y sangre. Me pregunté por qué el
aroma no me golpeó en el minuto en el que entré en la habitación. Si Sarren
estaba aquí, él probablemente pintaría las paredes con su sangre.
Pero no me encontré con ningún humano, vivo o muerto, mientras
caminaba a través de la gigantesca casa, y eso me preocupó. Especialmente
desde que era obvio que este lugar estaba bien salvaguardado. Nada se veía
roto. Las paredes y el techo estaban limpias y despejadas, el mobiliario, aunque
viejo, era robusto y cuidadosamente dispuesto. El príncipe que vivió aquí tenía
un montón de sirvientes para mantener este lugar en condiciones y
funcionando, o estaba increíblemente dedicado a la limpieza.
Continué revisando las sombras y la docena de cuartos vacíos, cautelosa y
en alerta, buscando movimientos. Pero la casa seguía oscura y sin vida mientras
me deslizaba por un largo tramo de escaleras, bajo un igualmente largo
corredor, y me detuve fuera de una gruesa puerta de madera al final.
Esta es.
Cuidadosamente, tomé mi espada y la saqué, asegurándome de que el
metal no raspara contra la funda. Llegar hasta aquí había sido demasiado fácil.
Quienquiera que estuviera al otro lado de la puerta sabía que estaba viniendo.
Si Sarren me estaba esperando, estaría lista, también. Si Kanin estaba aquí, no
me iba a ir hasta que lo pusiera a salvo.
Tomando firmemente el pomo de la puerta, lo giré y abrí la puerta.
Una figura estaba en la pared trasera, esperando, como me temía. Llevaba 23
un negro trapo de cuero, y sus manos, cruzadas flojamente sobre su pecho,
estaban vacías de armas. Cabello grueso y oscuro hasta los hombros, y una
pálida y apuesta cara se encontró con la mía a través del cuarto, los labios
curvados en una sonrisa malvada.
―Hola, hermana ―me saludó Jackal, sus ojos dorados brillando en la
sombría luz―. Ya era tiempo de que aparecieras.
Capítulo 3

―Jackal ―susurré, mientras el alto y delgado vampiro se paseó hacia mí.


Me acordé de cuando lo había visto por última vez, el auto declarado príncipe
de una inundada ciudad de Raiders, sus residentes tan peligrosos y
despiadados como él mismo.
Él había pasado por un montón de problemas para capturar a los
humanos con los que yo había viajado; tres años de escudriñar los caminos, de
tener a sus hombres peinando el campo. Y una vez que Jackal los había
encontrado, no había estado por encima de sacrificarlos, uno por uno, para
conseguir lo que quería. Zeke y yo habíamos logrado rescatar a nuestro grupo
de las dementes garras de Jackal, pero varios habían muerto en el proceso, y el
dolor de ese fracaso para salvarlos todavía me perseguía.
¿Por qué estaba Jackal aquí ahora? La última vez que le había visto, él
había sido empujado por una ventana a treinta pisos de altura, después, recordé
con toda claridad, que él había enterrado una estaca de madera en mi estómago. 24
No tengo buenos recuerdos del rey Raider, y sabía que Jackal no estaba muy
feliz conmigo, tampoco.
Entonces la implicación me golpeó como un ladrillo en el pecho, y miré
hacia él con horror. Kanin fue nuestro padre, habiéndonos convertido a ambos.
El rey Raider era mi “hermano de sangre”, y la sangre llama a la sangre. No es
de extrañar que hubieran sido dos intentos. Si Jackal estaba aquí, entonces él era
la presencia que había estado siguiendo. No Kanin. No Sarren. Había elegido la
pista equivocada para seguir.
Agarré mi espada muy fuerte por la empuñadura en mi palma, y gruñí
con frustración a Jackal que estaba no más de veinte metros de distancia.
¿Quién sabe hasta qué punto Sarren había ampliado su ventaja ahora? Meses de
búsqueda, de tratar de cerrar la brecha y encontrar a mi padre, ¡todo para nada!
El vampiro psicópata todavía lo tenía y podría estar al otro lado del mundo por
todo lo que sabía.
Y ahí estaba yo, atrapada en esta casa con mi hermano, que probablemente
quería matarme.
―He estado esperando por ti, hermana. ―Jackal sonrió mientras se
acercaba, colmillos reluciendo. Su abrigo ondeando detrás de él, y atrapé un
destello de metal debajo―. Te has tomado tu dulce tiempo, ¿no es así? Y
después de que el príncipe del Viejo D.C. le dijo a todos los guardias y al
personal de la casa que se escondieran en el sótano para dejarte pasar, en caso
de que tuvieras hambre, todavía tenías que merodear por la casa como un
ladrón común. ¿No te parece un poco extraño, no toparte con nadie?
Ahora le di un gruñido, dejando al descubierto mis colmillos.
―¿Qué est{s haciendo aquí, Jackal?
―Visitando al príncipe ―dijo Jackal suavemente, y se encogió de
hombros―. Esperando por ti ―continuó sonriéndome, petulante y peligroso―.
Oh, ¿qué te pasa, hermana? ¿No me esperabas? ¿Esperabas encontrarte con
alguien más?
―Lo estaba, en realidad ―le respondí, y di un paso hacia adelante,
levantando mi espada―. Pero me ocuparé de ti antes de volver a ir en busca de
él. Sigamos adelante con esto.
―No lo har{n ―dijo una voz baja, y una nueva presencia entró en la
habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Una alta, mujer escultural miró
hacia mí con grandes ojos negros. Unos rojos labios llenos destacaban
fuertemente contra su piel oscura, y su cabello flotando alrededor de su cara
como una nube oscura―. Si tú y Jackal van a pelear ―dijo con voz ronca―,
entonces esperen hasta esta noche y háganlo afuera. Preferiría no tenerlos
lanzándose entre sí y rompiendo los muebles.
―Azura. ―Jackal sonrió, agitando una mano hacia mí―. Esta es mi 25
encantadora hermanita.
―Pude deducir eso ―dijo la vampiro, sin devolver la sonrisa.
Dirigiéndose a mí, dijo―: Por favor, guarda el arma. Si vas a permanecer en mi
casa, lo harás en los términos correctos. No me gustaría tener que echarte al sol.
Me sentía atrapada, mirándolos fijamente. Dos vampiros, uno de los
cuales era todavía un príncipe y, probablemente, un Maestro. Estaba muy feliz
de pelear contra Jackal de nuevo, pero dudaba que pudiera tomarlos a los dos.
La mujer tenía ese mismo aire fresco de calma de otro vampiro que conocía,
otro Maestro, y podía sentir el poder en esa forma engañosamente delgada.
Envainé mi espada con cautela, manteniendo un ojo cuidadoso sobre
Jackal, quien parecía demasiado complacido con toda esta situación.
―¿Qué est{ pasando?
―Azura es una vieja… conocida mía ―dijo Jackal, disparando a la mujer
vampiro una mirada sensual. Aparte de una ceja levantada, ella no
respondió―. Pensé que, ya que estaba pasando, podría hacerle una visita. Por
supuesto, una vez que me di cuenta que venías, pensé en quedarme a esperar
por ti.
―Si estás buscando una pelea, voy a estar encantada de darte una.
―Confía en mí, hermana. Nada me haría m{s feliz. ―Jackal enseñó los
colmillos en una sonrisa maligna, y yo me tensé, dispuesta a sacar mi espada de
nuevo―. Me encantaría cortar la cabeza de tu cuello y pegarla en la pared
exterior, pero le prometí a Azura que me comportaría. ―Hizo un gesto con la
cabeza a la mujer vampiro, quien continuó observándonos a ambos con
diversión oculta―. Adem{s ―continuó Jackal―, pensé que podrías estar
interesada en saber lo que he descubierto sobre Kanin y Sarren.
Eso me confundió. Entrecerré los ojos, mirándolo hacia abajo.
―¿Cómo sabes sobre eso?
―Oh, vamos. ―Jackal se cruzó de brazos―. Tú no eres la única en busca
de nuestro querido padre. Kanin y yo necesitamos tener una pequeña charla,
pero ese monstruo de Sarren está haciéndolo difícil. ¿Realmente vienes aquí en
busca de ellos? ―Sacudió la cabeza, ya sea con admiración o disgusto―. ¿Qué
habrías hecho si hubiera sido Sarren con quien tropezaras, y no yo? ¿Crees que
eres competencia para él, hermanita? Él te habría vuelto del revés.
―Entonces, ¿qué estás haciendo? ―desafié―. Ocult{ndote aquí,
¿esperando que Sarren consiga aburrirse o cansarse de atormentar a Kanin?
¿No quieres tomar a Sarren tú mismo?
―Has dado en el punto. ―Jackal volvió con un destello de colmillos―.
No voy a ir tras ese psicópata a menos que tenga que hacerlo. ¿Crees que soy
malo? ―Resopló y sacudió la cabeza―. No has visto nada hasta que hayas 26
conocido al loco de Sarren. Y seguro que no serás capaz de tomarlo sola. Ni
siquiera Kanin quería cruzarse con él. Él te destruiría por completo.
Parpadeé, sorprendida por el temor subyacente en la voz de Jackal.
Sonaba como si se hubiese topado con Sarren antes, también, o tal vez Kanin
simplemente le había advertido sobre el vampiro psicótico y su venganza
eterna. Cualquiera sea la razón, el oír la advertencia de Jackal me hizo aún más
reacia a enfrentar a Sarren y más desesperada por conseguir alejar a Kanin de
él.
―Escucha a tu hermano ―interrumpió Azura, sorprendiéndome―. Tiene
razón. Todos hemos oído hablar de Sarren y su brutalidad, su crueldad, su
brillantez, incluso a través de su locura. Cuando me enteré de que estaba en la
ciudad, les ordené a mis humanos no salir de la casa, incluso durante el día, y
recorrí continuamente la valla hasta que estuve segura de que él se había ido.
Maldición. Incluso el Maestro vampiro, el príncipe de la ciudad, tenía
miedo de Sarren. ¿Qué tan fuerte era él en realidad? ¿O era sólo un chiflado
impredecible que nadie quería alrededor, escupiendo poesía espeluznante y
poniendo a todos nerviosos?
De alguna manera, lo dudaba. Sarren era astuto y bastante peligroso para
capturar a Kanin, el vampiro más fuerte que yo conocía. Es cierto, el vampiro
psicótico había estado tras él durante mucho, mucho tiempo, y fue parcialmente
mi culpa que nos hubiera encontrado, pero aun así. Si Kanin había sucumbido a
la locura cruel de Sarren, ¿qué iba a hacer conmigo?
―Así que, ¿por qué sigues aquí? ―pregunté, mirando a Jackal―. Dijiste
que estabas esperando por mí, aquí estoy. ¿Qué quieres?
―Tengo una propuesta para ti.
Instantáneamente recelosa, me puse rígida, y Jackal suspiró.
―Oh, no me mires así, hermana. Soy un tipo razonable. ―Me sonrió
peligrosamente―. Tú invadiste mi ciudad, le prendiste fuego, mataste a mis
hombres, y destruiste más de diez años de cuidadosa planificación, pero eso no
significa que no podamos llegar a un acuerdo.
―No tengo nada que decirte ―gruñí―. No hay nada que puedas
ofrecerme que haga que me quede aquí. Estoy yéndome. Si quieres una pelea,
vuelve a intentarlo cuando el sol se ponga.
―Bueno, es una l{stima ―respondió Jackal, aparentemente
despreocupado cuando me di la vuelta―. Porque sé lo que Sarren estaba
buscando.
Me detuve a pocos metros de la sala. Podía sentir la presumida, sonrisa
conocida de Jackal en mi espalda y, odiándome a mí misma, me di la vuelta
lentamente. 27

―¿De qué estás hablando?


―Como he dicho, Sarren llegó al Viejo D.C. en busca de algo. Apareció un
par de días antes de que yo lo hiciera, luego se marchó de nuevo con Kanin. No
lo seguí, porque no soy tan estúpido como para llevarlo hacia mí, y porque
podía sentirte viniendo. Así que pensé que podría esperar por ti.
―Todavía no has respondido a mi pregunta. O me has dado alguna razón
para quedarme. ―Entrecerré los ojos―. De hecho, tienes cerca de cinco
segundos para formar tu caso antes de que salga por esa puerta.
―Oh, confía en mí. Querr{s escuchar esto. ―El antiguo rey Raider se
cruzó de brazos, despreocupado―. Sabes cómo se crearon los Rabiosos, ¿no?
―preguntó―. ¿Que fue nuestro querido padre, el noble Kanin mismo, quién
sacrificó a nuestra propia clase para buscar una cura para la plaga, sólo para
que los humanos lo arruinaran todo cuando ellos cambiaron aquellos vampiros
en Rabiosos?
―Él me lo dijo.
―Bueno. Me ahorra el tiempo de explicarlo todo. ―Jackal se apoyó contra
una estantería―. Bien, ellos no tenían sólo un laboratorio. El gobierno tenía
unos pocos de ellos, esparcidos por el país, todos trabajando frenéticamente
para poner fin a la plaga. Y uno de ellos está en algún lugar de esta ciudad.
―Sonrió al ver mi expresión de sorpresa―. Sí, Kanin menciono una vez que
había un laboratorio escondido en la antigua capital, y cuando Sarren vino a
husmear, supuse que era eso lo que estaba buscando.
―¿Dónde est{ el laboratorio?
―No tengo idea. ―Jackal se encogió de hombros―. Pensé en hablar con
Azura, a ver si sabía algo al respecto. Ella piensa que está debajo de la ciudad
en algún lugar, en los viejos sistemas de túneles que corren bajo tierra. El
problema es que, esos túneles están infestados con Rabiosos, lo que dificulta la
búsqueda. Fue entonces cuando tuve la brillante idea de esperar hasta que
aparecieras. Pensé que nosotros podríamos cubrir más terreno si lo buscamos
juntos.
Era mi turno para resoplar.
―Y voy a estar de acuerdo en ayudarte… ¿por qué?
―Porque si me ayudas a encontrar el laboratorio ―devolvió Jackal―, te
ayudaré a rescatar a Kanin.
―No necesito tu ayuda…
―Sí, lo haces. ―Él se apartó de la estantería, y me dio una mirada
intensa―. Tú no conoces a Sarren. No sabes lo que es capaz de hacer. Crees que
vas a irrumpir en su guarida, tomarlo fuera y rescatar a Kanin, pero te
equivocas. Sarren es un bastardo loco, y es mayor y más inteligente que 28
cualquiera de nosotros. Si quieres detenerlo, vas a necesitar mi ayuda. Siempre
podemos matarnos uno al otro más tarde, cuando recuperemos a nuestro padre.
Pero si quieres ver a Kanin de nuevo, vas a tener que confiar en mí.
―¿Porque tienes un gran récord en ese departamento?
―Oh, vamos ―dijo Jackal, sonriendo alentadoramente―. ¿Simplemente
porque te estaqué y te lancé por la ventana? Sin duda, podemos superar ese
pequeño malentendido.
―No ―le gruñí, sintiendo mis colmillos deslizarse a través de mis
encías―. No es lo que me hiciste. Tú secuestraste y asesinaste a mis amigos.
Alimentaste con uno de ellos a un Rabioso. Torturaste a un hombre para
conseguir lo que querías, y eres responsable de su muerte. ―Me acordé de la
arena manchada de sangre, de la jaula en el centro y el Rabioso tirando su
víctima hacia abajo con gritos escalofriantes. Mi labio se curvó detrás de mis
colmillos―. Debería matarte ahora mismo por lo que les hiciste.
―¿Es así? ―Jackal me miró fijamente―. Entonces dime, mi querida
hermana, ¿cuántos has matado? ¿Cuántos de mis hombres murieron cuando
huiste de la ciudad con tus pequeños “amigos”, hmm? ¿Cu{ntas gargantas has
arrancado, a cuántos humanos has destrozado, porque no podías controlar el
Hambre? O tal vez estoy equivocado. ―Inclinó la cabeza con una falsa
expresión burlona―. Tal vez eres la primera de nuestra clase que no necesita
sangre humana para sobrevivir. Si ese es el caso, por favor, dímelo ahora, así
puedo pedir disculpas y seguir mi camino. ―Me miró expectante con las cejas
levantadas. Apreté mis puños y le miré fijamente, él asintió―. ¿A quién tratas
de engañar? Las personas son la comida. Lo sabes tan bien como yo. Así que no
esperes que me sienta terriblemente culpable por matar a tus humanos, no
cuando apestas a sangre y a muerte. Tú no eres menos un monstruo, como yo lo
soy.
Gruñí, medio tentada a lanzarme y cortar esa cabeza sonriente de su
cuerpo. El padre de Zeke, Jebbadiah Crosse, merecía esa justicia. También lo
hacía Darren y Ruth y todos los otros que habíamos perdido por causa del rey
Raider. Pero Azura dio un paso hacia adelante, colocándose más cerca de mí y
Jackal, y pude sentir que estaba dispuesta a saltar en caso de que fuera
necesario.
―Trabaja conmigo aquí, hermana ―continuó Jackal, su voz baja e
hipnotizadora―. No estoy pidiendo mucho. Sólo quiero que me ayudes a
encontrar el laboratorio. Luego podemos ir a rescatar al anciano, pero tengo que
encontrar el laboratorio primero.
―Eso podría tomar tiempo ―argumenté―. Tiempo que no tengo. Tiempo
que Kanin no tiene. Tenemos que llegar a él antes de…
―Kanin ya está muerto ―espetó Jackal―. O tan cerca de ello como puede 29
estar. Sarren lo forzó a hibernar, y es poco común para nosotros salir de eso. Él
no va a despertar en cualquier momento pronto. Y si Sarren quisiera destruirlo
realmente, lo habría hecho ya.
―¿Por qué estás tan ansioso de encontrar este lugar?
Jackal me dirigió una mirada de desprecio incrédulo.
―¿Realmente tienes que preguntarme eso? ―Suspiró y sacudió la
cabeza―. ¿De qué he estado detr{s todo este tiempo? ¿Qué era tan importante
que busqué en el país durante tres años para encontrar a ese viejo predicador y
su pequeña congregación? ¿Lo que me traería aquí, para pedir tu ayuda,
cuando tenía a todo un ejército de Raiders y lacayos dispuestos a hacer mi
voluntad? Piensa bien, hermana. No es tan difícil.
No tengo que pensar en ello.
―La cura ―susurré. Jackal sonrió y asintió con la cabeza.
―Sí. La cura. El fin del Rabidismo. Eso es un poco m{s importante que
encontrar a Kanin en estos momentos. ―Levantó una mano cuando lo miré―.
Todavía quiero encontrar al anciano ―me dijo―. Como he dicho, tenemos que
tener una charla. Y voy a necesitar tu ayuda para alejarlo de Sarren. Así que…
tú me ayudas, y yo haré lo mismo. ―Mostró los colmillos en una mueca
salvaje―. Y luego, después que todo eso esté fuera del camino, puedes tratar de
matarme, y yo puedo clavar otra estaca en tu intestino y dejarte para los
Rabiosos, ¿que dices?
―Jackal ―dijo Azura, sonando ligeramente exasperada―, si quieres la
cooperación de esta chica, te sugiero que dejes de burlarte. Ella no es uno de tus
simples matones humanos a los que puedes encoger de miedo con una
amenaza. Si me veo obligada a matarla por su actitud poco caritativa, voy a
estar muy molesta contigo. Ahora… ―Ella volvió esa oscura e intensa mirada
hacia mí―. El sol est{ arriba, y estoy muy cansada. Si ustedes dos desean
continuar con su lucha verbal, les pido que esperen hasta la noche. Por ahora,
ofrezco mi casa durante el tiempo que la necesites.
―Um… ―Dudé, sin estar segura de qué hacer con esta generosidad, si
debo confiar en él. O ella. Pero ella tenía razón. El sol estaba alto, y si no quería
aventurarme fuera, tendría que correr el riesgo―. Gracias.
Azura parpadeó lentamente.
―Te iba a ofrecer la suite de invitados frente a la de Jackal, pero temo que
podría regresar a una zona de guerra. Así que, tendré que hacer que William te
muestre una de las suites más abajo. Vamos a continuar con esta conversación
esta noche. Y, chica… ―Su oscura mirada se estrechó, torn{ndose siniestra y
amenazante―. Puedo oler la sangre en ti. No te comas mi personal, o voy a
olvidar mi hospitalidad lo suficiente para quitar la cabeza de tu cuello, ¿se 30
entiende eso?
Mordí una sonrisa. La diplomacia era necesaria cuando se trata de
vampiros Maestros y, especialmente príncipes; ellos no trataban bien con el
sarcasmo, había descubierto.
―Sí ―le contesté simplemente―. Entiendo.
Aparentemente satisfecha, Azura se volvió hacia la puerta y levantó una
mano. Un segundo más tarde, un humano en un uniforme blanco y negro cruzó
el marco y se inclinó hacia mí.
―Te mostraré tu habitación ―dijo con una voz formal―. Por favor,
sígueme.
Lancé a Jackal una última mirada y seguí al hombre, que se arrastraba bajo
varios pasillos largos y tramos de escaleras, mi mente confundiéndose. Yo había
esperado encontrar a Sarren o a mi padre esta noche, a lo que Jackal arrojó una
llave en mis planes. No estaba segura de qué hacer a continuación.
El humano se dirigió confiadamente a través de la enorme casa, hasta que
llegamos a un largo pasillo de puertas. Después de señalar la de mi habitación,
el hombre se inclinó rápidamente y se fue, dejándome sola en el corredor. No
obstante, con cuidado, abrí la puerta, revelando una pequeña pero lujosamente
amueblada habitación. La cama, el armario, la mesita de noche y la mesa eran
antiguos, pero meticulosamente cuidados, pulidos a un brillo oscuro y con un
ligero olor a productos químicos. Una jarra de vidrio estaba colocada en la
mesita de noche junto a la cama, y el olor de la sangre caliente despertó mi
hambre con creces. No confiaba en Jackal en absoluto, pero no estaría de más
aprovechar la hospitalidad del príncipe, sobre todo desde que vino en una taza
y no en las venas de un humano.
Vacié la jarra, sintiendo la sangre asentarse en mi estómago vacío y el
fuerte dolor desaparecer por ahora.
Cuando mi Hambre desapareció, el sueño tomó su lugar, arrastrándose en
mi mente, abrumándome. Después de bloquear mi puerta, moví el voluminoso
armario de su lugar contra la pared y lo empujé hacia arriba contra el marco.
Tal vez estaba siendo paranoica, pero no iba a dormir en una casa extraña con
dos vampiros, uno de los cuales era Jackal, sin algún tipo de precaución.
Convencida de que por lo menos podría tener un aviso si alguien irrumpía
a través de mi puerta, me arrastré encima de las frescas sábanas rojas, sin
molestarme en quitarme mi chaqueta o botas, y reflexioné sobre lo que Jackal
había dicho durante todo el tiempo que pude antes de sucumbir a la oscuridad.
Me desperté a la noche siguiente con mi espada en la mano, habiéndola
desenvainado y preparado cuando el sueño finalmente me arrastró debajo.
Paredes y muebles desconocidos me devolvieron la mirada mientras me
levantaba, deteniéndome un momento para recordar dónde estaba. Una mirada 31
hacia la puerta reveló que todavía estaba cerrada, y las barricadas sin tocar.
La jarra estaba vacía al final de la mesa, así que nadie me había perturbado
mientras dormía, no un sirviente, de todos modos.
Mientras envainé mi arma, la conversación de la noche anterior volvió a
mí, haciéndome fruncir el ceño. Jackal estaba aquí. Mi despiadado, hermano de
sangre asesino. Debo irme. Mejor aún, debería matarlo. Tenemos un despejado
cielo nocturno y un jardín vacío perfecto para ello. Él había pateado mi culo la
última vez que nos habíamos peleado, casi matándome, pero yo era más fuerte
ahora. Si todo se reducía a golpes, esta vez le daría un infierno de pelea.
Pero, si él estaba diciendo la verdad, si la cura para el Rabidismo yacía en
algún lugar debajo de nuestros pies, sin costo alguno sería demasiado alto para
encontrarlo. Por mucho que odiara admitirlo, Jackal tenía razón. Cargar a ciegas
tras Kanin no me ayudaría, necesitaba un plan si me iba a enfrentar a Sarren. La
ayuda de otro vampiro fuerte era una oportunidad demasiado grande para
dejar pasar.
Sin embargo, la idea de trabajar con Jackal hizo hervir mi sangre. No había
olvidado lo que le había hecho a nuestro grupo. Era cruel y vicioso, y veía a los
humanos sólo como alimentos o como medios para un fin. Él mató sin pensarlo
dos veces. Había matado a personas que conocía, gente que yo consideraba
amigos.
Zeke nunca consideraría dejarlo vivir.
Todavía estaba tratando de decidir qué hacer cuando un criado llamó
tímidamente a la puerta, informándome que los Maestros, Azura y Jackal me
estaban esperando en la sala de estar, y que por favor le siguiera. Después de
regresar el armario a su lugar, seguí al humano bien vestido por los muchos
pasillos y subiendo un tramo de escaleras antes de que se detuviera ante una
puerta y me hiciera un gesto dentro.
Azura y Jackal estaban allí, por supuesto, Azura sentada en un sofá con
sus largas piernas cruzadas, una copa de vino con sangre colgando entre sus
dedos. Jackal encorvado contra la repisa de la chimenea, a pesar de las llamas
parpadeando en el centro; la luz arrojaba a sus rasgos un brillo rojo
espeluznante. Como podía soportar estar tan cerca de las llamas era
desconcertante, yo nunca consideraría tentar a la suerte así. Pero entonces
Jackal me lanzó una sonrisa, presumida y desafiante, y me di cuenta que estaba
jugando conmigo. Él sabía el efecto que tendría en un vampiro y estaba
asegurándose de que yo supiera que no tenía miedo.
―Oh, hola, la reina finalmente hace su aparición. ―Jackal levantó su copa
en un saludo burlón antes de tomar la cosa entera de un trago. Azura le dirigió
una mirada desdeñosa y tomó un sorbo de su bebida―. Así que, hermanita,
¿estás lista para poner este proyecto en marcha? 32
―Todavía no he accedido a ayudarte ―le dije, haciendo a Jackal suspirar
con impaciencia―. ¿Por qué es eso tan sorprendente? Como si yo estaría de
acuerdo en trabajar con el tipo que mató a mis amigos, quien probablemente me
clavaría un cuchillo en la espalda tan pronto me dé la vuelta.
―No pienses en ello como ayudarme ―dijo Jackal con una voz razonable.
Él no lo hizo, me di cuenta, negar cualquier acusación―. Piensa en ello como
ayudar a Kanin. Yo, al menos, tomaré cualquier ventaja que pueda conseguir si
voy a enfrentar a Sarren.
Me volví a Azura.
―¿Qué piensas de todo esto?
―¿Yo? ―Azura levantó una delgada ceja ―. No me importa de una
manera u otra. Sólo estoy aquí para asegurarme de que ustedes dos no pongan
mi casa al revés.
―Vamos, hermana ―imploró Jackal―. No tengamos una repetición de la
noche anterior. Tú sabes que esta es la mejor manera de ayudar a Kanin. Y,
admítelo, eres tan curiosa como yo.
Miré hacia él.
―Digamos que estoy de acuerdo con esto, por ahora. ―Su sonrisa se hizo
m{s amplia, y yo la ignoré―. Dijiste que Sarren estaba buscando el laboratorio,
también. ¿Dónde crees que puede estar?
Azura descruzó sus piernas y se inclinó hacia adelante, dejando su vaso
sobre la mesita frente al sofá.
―Yo tenía a mi gente rastreando algunos mapas antiguos de la ciudad y
sus sistemas de metro ―dijo ella, alisando una gran hoja de papel sobre la
madera―. Ellos no nos dicen exactamente dónde encontrar un laboratorio
gubernamental súper secreto, pero tengo algunas buenas conjeturas.
Jackal permaneció donde estaba, pero yo crucé la habitación hasta el otro
lado de la mesa, mirando el papel sobre la superficie. Nunca había visto un
mapa antes y no tenía idea de cómo leer uno; era una maraña de líneas y
garabatos que se fusionaban para formar un desorden caótico. Pero Azura
colocó una uña de color rojo oscuro en una línea al azar, trazándola a través de
la página.
―Los Rabiosos ―comenzó con su voz ronca―, se ocultan en los túneles
del metro durante el día. Por la noche, salen a cazar y acechar a sus presas, pero
generalmente vuelven a las estaciones del metro en la madrugada. Excepto por
algunos pocos que parece que no pueden dejar mi valla, por lo menos. Nadie en
esta ciudad se aventura en los túneles, por ninguna razón, en ningún momento. 33
No se sabe exactamente cuántos Rabiosos están ahí abajo, pero hay
probablemente miles de ellos. Y esto ―añadió, rodeando en un círculo con su
dedo un lugar en el mapa―, es donde nosotros creemos que el nido principal se
encuentra. ―Retirando su mano, levantó su mirada hacia mí―. Ahí es donde
ustedes tienen que buscar el laboratorio.
―¿Por qué es ese?
―Si este laboratorio desató el virus del Rabidismo, se habría propagado
rápidamente. Cientos, tal vez miles de personas tendrían que haberse infectado
alrededor de esa zona. Allí habría una población de Rabiosos muy alta
partiendo de ese punto y propagándose hacia el exterior.
―Espera un segundo. ―Fruncí el ceño, pensando en lo que me había
dicho Kanin―. Creí que el laboratorio en Nueva Covington fue el responsable
de crear a los Rabiosos, ellos escaparon, y así fue como comenzó la plaga del
Rabidismo.
―¿Es eso lo que dijo Kanin? ―Jackal resopló―. Eso es parte de la historia,
pero no la totalidad de ella. ―Se apartó de la pared y se acercó a un extremo de
la mesa, tomando una jarra medio llena de rojo y volviendo a llenar su copa.
Sentándose cómodamente en uno de los sillones, tomó un largo trago de la
copa y me sonrió.
―Toma asiento, hermana. Déjame que te diga exactamente lo que sucedió,
para que puedas apreciar plenamente el papel que nuestro padre tuvo en toda
esta jodida situación. ―Jackal tomó otro largo y pausado sorbo, esperando a
que tomara asiento. Me senté con cautela en la silla opuesta―. Ya sabes que
Kanin capturó vampiros y se los entregó a los científicos para que
experimentaran ―empezó Jackal, complacido ahora que tenía una audiencia.
Me recordó a su intervención en la arena, de pie frente a su ejército, los
Raiders vitoreando su nombre… justo antes de que él hubiera lanzado a Darren
en la arena con un Rabioso para su entretenimiento. Todavía podía oír los gritos
de Darren cuando el Rabioso lo desgarró. Ira llameó, y me tragué el rugido
creciendo en mi garganta, tratando de concentrarme en lo que el rey Raider
estaba diciendo ahora.
―Todo fue en pro de curar el Red Lung ―continuó Jackal, ajeno a mi ira
repentina―, o eso es lo que Kanin probablemente se dijo a sí mismo mientras
estaba vendiendo a su propia especie. Él localizó un posible objetivo, lo estacó
para enviarlo a hibernar y luego lo entregó a los laboratorios, donde los
científicos podrían hacer todas las felices cosas que los científicos hacen a sus
desgraciados subyugados.
Me moví incómoda en mi asiento, molesta por pensar en Kanin de esa
manera, a pesar de que ya lo sabía. O lo había pensado, en cualquier caso. 34
―La cosa era ―continuó Jackal, poniendo sus botas sobre la baja, mesa
pulida, ignorando la mirada de Azura―, en Nueva Covington no estaba el
único laboratorio en busca de una cura. Es cierto que era el único con pacientes
vampiros, pero ellos también compartían sus investigaciones con los otros
laboratorios. Y algo pasó aquí en Viejo D.C. para causar un gran brote de
Rabiosos. Cientos de personas se transformaron en cuestión de horas. Sabemos
que el laboratorio de Nueva Covington se incendió y toda la investigación fue
tomada o destruida, cualquiera de las dos; pero nosotros no sabemos nada
acerca del laboratorio debajo de este ciudad. ¿Sigue en pie? ¿Tiene la
investigación de hace décadas? ¿Qué se ha dejado atrás, me pregunto? ¿La
cura? Espero que sí. Pero, ¿qué pasa con las otras cosas, la investigación sobre la
plaga, el virus y cómo el Rabidismo llego a existir? ―La mirada dorada de
Jackal se estrechó, y algo en esa intensa mirada me puso la piel de gallina―. Si
algo de esa investigación se quedó atrás, ¿quién es la última persona que nos
gustaría que se topara con él? Sarren es brillante y loco, y más que un poco
inestable. Piensa en todas las cosas desagradables que podría hacer si pusiera
sus manos en ese tipo de información.
Me estremecí y sentí la última de mis protestas disolverse. Si Sarren estaba
planeando algo, tenía que ser detenido. Y si ahí hubiera una cura para el
Rabidismo, nosotros teníamos que encontrarla. Para bien o para mal, parecía
que iba a trabajar con mi hermano de sangre. Por ahora, al menos. Esperaba
desesperadamente que estuviera tomando la decisión correcta y que Kanin
fuera capaz de aguantar hasta que pudiéramos llegar a él.
―Pensé que lo verías de esa manera. ―Jackal sonrió y se levantó, su
abrigo cayendo detr{s de él―. Así que, ahora que todos estamos finalmente en
la misma página, ¿les parece comenzar esta fiesta?

35
Capítulo 4

Los Rabiosos estaban de regreso, pululando el perímetro pero Azura no


mostró un túnel que nos condujo desde la casa hasta un edificio vacío más allá
de la cerca. No estaba triste de vernos partir, pero nos proveyó con mapas,
termos de sangre y la renuente oferta de que podíamos regresar si
absolutamente teníamos qué hacerlo.
―El subterráneo está a algunas cuadras en esa dirección ―le dijo Azura a
Jackal, señalando hacia un punto en el mapa medio abierto―. Es la manera más
rápida de llegar al nido, pero recuerden, que una vez que el sol se levante, los
túneles estarán infestados de Rabiosos cuando regresen bajo tierra a dormir. Les
sugiero que se den prisa. Y traten de mantenerse fuera de las calles. Usen los
techos, los Rabiosos raramente piensan en aventurarse fuera del suelo.
―Gracias, querida ―dijo Jackal, dándole una sonrisa insinuante―. Tal
vez me dejaré caer otra vez algún día, y podremos “familiarizarnos” nosotros
mismos cuando tengamos un poco más de tiempo, ¿eh? 36
―Sí, solo déjame saber cuando vengas. ―Azura hizo una sonrisa
forzada―. Trataré de acordarme de apagar la cerca para ti.
―Descarada. ―Jackal sonrió, y Azura cerró la puerta, dejándonos fuera.
La ciudad que se encontraba más allá de la cerca era oscura y misteriosa,
con árboles y zarzas demasiado crecidas, como si un bosque hubiera crecido y
ahogado todo bajo él. Era lo suficientemente fácil para dos vampiros el subir a
la cima del edificio más e ir a través de tejas sueltas y enormes hoyos. Algunas
veces, donde el espacio entre dos edificios era demasiado grande para saltar,
tuvimos que bajar hasta el nivel del suelo, pero solo hasta que pudiéramos
llegar hasta el siguiente edificio y escalar las paredes. Sobre los techos, el suelo
estaba bastante despejado, la luna alumbrando nuestro camino mientras
viajábamos sobre las calles, siguiendo el mapa de Azura.
Debajo de nosotros era una historia diferente.
Los Rabiosos vagaban por las confusas calles, escondiéndose entre los
autos, saliendo de ventanas, trotando a lo largo de aceras destruidas. Se gruñían
y siseaban entre ellos, ciegos en su ira y volviéndose locos por el Hambre. No se
veía que hubiera humanos más allá de la cerca; me pregunté si los que estaban
en la casa fortificada de Azura eran los únicos humanos que quedaban. Un gato
desafortunado trató de escurrirse atravesando la calle y fue instantáneamente
atacado por un Rabioso, quien puso la cabeza felina entre sus garras y la rasgó
en dos. El olor de la sangre atrajo varios más Rabiosos en el área, y estalló una
viciosa pelea, con los Rabiosos gritando y despedazándose el uno al otro por los
restos del animal.
―No eres muy habladora.
Lo ignoré, manteniendo la mirada justo enfrente. Jackal caminó fácilmente
junto a mí, ojeando algunas veces el mapa mientras cruzábamos los techos.
―¿Nada que decir? ―Siguió Jackal―. Eso es una sorpresa. Fuiste muy
locuaz la primera vez que nos conocimos. Debo admitir que he matado algunos
de mis hermanos, pero fuiste la primera con la cual pensé que me podría llevar
bien. ―Suspiró―. Pero entonces, por supuesto, mataste a mis hombres y huiste
con esos humanos, los cuales batallé mucho en conseguir. Tú y ese chico. ―Su
voz se hizo ligeramente afilada―. Otra vez, ¿cuál era el nombre de ese niño? El
hijo del viejo predicador, ¿por el que los humanos seguían llorando, pensando
que estaba muerto? Algo bíblico, ¿no es así? ¿Jeremías? ¿Zacarías?
Ezekiel, pensé, mientras mi estómago se volvía helado. Y no hay ninguna
forma en la que alguna vez te hablaré sobre Zeke. No debería estar aquí, ayudándote.
Debería tomar mi espada y pasarla a través de tu cara burlona.
―Así que, ¿qué pasó con tus humanos? ―inquirió Jackal después de
algunos minutos de tenso silencio―. ¿Se fueron? ¿Huyeron? ¿Después de que
pasaste por muchos problemas para sacarlos de mi ciudad? ―Sonrió―. ¿O 37
terminaste comiéndotelos a todos?
―C{llate ―espeté finalmente, sin mirarlo―. Están a salvo. Eso es todo lo
que necesitas saber.
―¿Oh? ―Podía sentir su burla, sentir su regocijada presunción mientras
continuábamos sobre los techos destrozados―. ¿Entonces llegaron a Edén? Que
caritativo de tu parte. ―Sonrió ante mi intensa mirada―. ¿Qué? ¿Sorprendida
de que sepa sobre el Edén? No lo estés. Siempre supe que estaba allí, una
ciudad sin vampiros, solo un montón de pequeños y gordos humanos
escurriéndose alrededor, pretendiendo estar a cargo. Sé que ese viejo la estaba
buscando, también, y que, eventualmente, se equivocaría y aterrizaría justo
sobre mi regazo. Él y su pequeña banda no podrían huir de mí por siempre,
solo tenía que ser paciente. Y tuve mi recompensa, por fin los atrapamos. Todo
iba de acuerdo al plan. ―Sus ojos se estrecharon―. O, lo iba, hasta que
apareciste.
―Sí, lo siento por arruinar tus planes de dominar al mundo.
―Eso no es verdad ―dijo Jackal, sonando agraviado―. Estaba intentando
encontrar la cura del Rabidismo.
Bufé. Cualquier cosa viviente mordida por un Rabioso podría Convertirse
en un Rabioso, pero esa no era la única forma de crear uno. Los vampiros, que
eran el resultado del mutado virus Red Lung, eran portadores del Rabidismo,
también. Solo morder o alimentarse de un humanos no los Convertiría, pero
para la mayoría de nuestra especie, el intentar crear un nuevo vampiro por el
intercambio de sangre crearía no un vampiro, sino un Rabioso. Solo los pocos
Maestros, los príncipes de las ciudades, podrían engendrar nueva descendencia,
e incluso entonces, tendrían las mismas probabilidades de engendrar un
Rabioso. Kanin, nuestro sire, era él mismo un Maestro, pero yo seguía siendo
muy afortunada de haber hecho la transición a vampiro en lugar de alzarme
una vez más como un monstruo, un horror sin conciencia.
―El viejo humano era la llave ―siguió Jackal, ahora mirándome
penetrantemente―. Él tenía toda la información que necesitábamos. Los
resultados que los científicos tenían de la plaga, los exámenes que hicieron,
cómo los Rabiosos fueron creados, todo. Estaba tratando de salvar nuestra raza,
hermana. Llegué tan cerca, y tú lo arruinaste todo.
―Estabas tratando de curar el Rabidismo para poder convertir a tus
propias mascotas Raiders en un ejército vampiro y dominar todo ―repliqué―.
No trates incluso de hacerte el santo. No eres nada más que un manipulador
asesino sediento de sangre sin poder. Y a propósito, ¿dónde está ese ejército de
Raiders tuyo? ¿Finalmente te dieron la espalda una vez que no pudiste
prometerles más la inmortalidad?
―Oh, no te preocupes, siguen allí. ―La sonrisa de Jackal no era
amistosa―. Es bastante fácil el gobernar una ciudad que no tiene reglas, los 38
secuaces hacen lo que les place, y no los detengo. Pero, con ese viejo humano
muerto, tenía que crear un nuevo plan. Ahí fue cuando pensé que tú y yo
necesitábamos una pequeña charla, y ciertamente no podría hacerlo con un
grupo de Raiders siguiéndome por el país. ―Se encogió de hombros―. Ellos
seguirán ahí cuando regrese con la cura. No has detenido nada, hermana. Solo
has retrasado las cosas un poco.
―Si hay una cura. No sabemos si el laboratorio creó una o no, incluso una
parcial.
―La habría compartido contigo ―dijo Jackal, sonando molesto y herido al
mismo tiempo―. Tú y yo, hermana, pudimos haberlos tenido. Pudimos haberlo
tenido todo.
―No lo quería todo. ―Lo miré―. No quería tu ciudad, tus secuaces, tus
maquinaciones de poder, nada de ello. Solo quería llevar a mis amigos a la
seguridad.
―Uh-huh. ―Jackal alzó una ceja―. ¿Y cómo fue eso? No veo ninguno de
tus “amigos” aquí ahora. ¿Dónde est{n? De regreso en su Edén, ¿supongo? ¿Por
qué no estás por allí, si son tan grandes compañeros? ―Rió y siguió antes de
que pudiera contestar―. Aquí está lo que sucedió. Llevaste a las pequeñas
bolsas de sangre al Edén, como dijiste que harías, pero oh, ellos no podían
permitir a un vampiro ingresar a la ciudad, ¿podrían? Eso podría causar el
pánico, tener a un lobo caminando junto a las ovejas. Así que te dejaron o te
obligaron a irte. Y tus pequeños amigos, los humanos a los que rescataste del
gran y malvado rey Raider, la gente por la que arriesgaste tu cuello, no hicieron
nada. Porque sabían que los otros estaban en lo correcto. Porque eres un
monstruo que asesina humanos para vivir, y no importa cuánto te digas lo
contrario, eso es lo que siempre serás.
―Dime otra vez ¿por qué te estoy ayudando?
Jackal rió.
―Sabes que estoy en lo correcto hermana. Puedes negarlo hasta que el
cielo se caiga, pero solo te estás engañando a ti misma.
―No me conoces. ―Rió otra vez, y me volví hacia él―. Y otra cosa. Deja
de llamarme “hermana”. No estamos emparentados solo porque Kanin es el
sire de ambos. Tengo un nombre, Allison. Empieza a utilizarlo.
―Por supuesto, Allison. ―Jackal desnudó sus colmillos en una cara de
desprecio―. Pero ambos sabemos la verdad. La sangre vampiro es más fuerte
que los lazos humanos, nuestra sangre nos une de una forma que no pueden
incluso imaginar. ¿Por qué piensas que pudiste sentir dónde estaba, dónde está
Kanin? Porque te estás volviendo más fuerte, y mientras más fuerte el vampiro,
más fácil se vuelve el saber dónde están los miembros de tu familia en
particular en cualquier momento. Ese es el por qué en la mayoría de los coven 39
todos los miembros son parte de la familia del príncipe, de los que él fue sire. Él
puede sentir dónde están, y en algunas ocasiones incluso lo que están
pensando. Les hace difícil el traicionarlo. Pero el lazo va en ambas direcciones.
―Ese es el por qué somos capaces de sentir a Kanin.
―Síp. ―Jackal miró hacia el este cuando empezamos a caminar―. Y al
otro, en un menor grado. Pero el tirón más fuerte es hacia nuestro sire, o al
menos, lo era hasta que entró en hibernación. No funciona muy bien si el
vampiro está cerca de la muerte, pero sigue ahí.
―¿Por qué?
―Porque, de alguna pequeña y subconsciente manera, Kanin nos está
llamando.

Un par de horas después, no estábamos más cerca de encontrar la entrada


al subterráneo de lo que estábamos cuando empezamos.
―Hmm. ―Jackal se detuvo al borde del techo, el mapa abierto en ambas
manos, volteándolo a un lado y al otro―. Bien, maldición. Se supone que la
entrada al subterráneo está en alguna parte de esta calle, pero, ¿cómo infiernos
se supone que leas un mapa si no hay ningún maldito signo?
Lo dejé batallar con el mapa en silencio y observé las pálidas formas de los
Rabiosos deslizándose a través de las sombras por debajo.
―¿Por qué Sarren estaría buscando este laboratorio? ―Jackal me dio un
gruñido distraído.
―No me preguntes. No soy un psicópata maníaco. ―Se detuvo―. Bueno,
no uno tan psicópata maníaco. Muy bien, allí está la entrada del metro Foggy
Bottom… ¿Dónde infiernos est{ el túnel? ―Miró hacia la calle y suspiró―. Tal
vez está buscando la cura del Rabidismo, también ―dijo sobre su hombro―.
Oh, pero espera, no te importa eso, ¿no es así?
Un gran grupo de Rabiosos se deslizaron entre dos edificios, directamente
bajo Jackal. Él los ignoró a ambos y a mí mientras estudiaba el mapa. Por un
momento tuve el pensamiento asesino de empujarlo sobre el borde, dejándolo
caer dentro del grupo de Rabiosos, viendo si podría sobrevivir. El monstruo
interior aprobó ese plan, urgiéndome a seguir, a atacarlo cuando no estaba
mirando. Sí, susurró. Hazlo. Jackal lo haría, y lo hará algún día. Tan pronto como no
te necesite más, te golpeará por la espalda sin pensarlo dos veces.
Pero eso me haría justo como él, ¿no es así?
La oportunidad pasó antes de que tuviera la oportunidad de decidir. El
grupo de Rabiosos se alejó, y el momento se perdió. Los observé escurrirse a 40
través de la calle, siseando y gruñendo… y después desvaneciéndose bajo una
pila de escombros.
Pestañeé.
―Oye ―dije, y Jackal bajó el mapa, observando cómo caminaba hacia el
borde del techo y me agachaba―. Creo que la encontré.
Bajamos cuidadosamente a la calle, mirando alrededor por Rabiosos
acechando bajo los autos o alrededor de los edificios. Cautelosamente,
cruzamos la avenida y examinamos el punto donde el grupo había
desaparecido. El edificio de al lado estaba parcialmente caído, y el suelo
cubierto de vidrios rotos, metal y cemento. Pero bajo los escombros sobresalía
un minúsculo, casi invisible hoyo que llevaba hacia la oscuridad.
Jackal me sonrió, dura y desafiantemente.
―Las damas primero.
Me enfadé. La entrada del túnel se encontraba en silencio, como la
garganta de algo enorme y maligno, esperando a tragarme entera. Me agaché y
observé atentamente el interior. La oscuridad me saludó, gruesa y eterna, difícil
de penetrar incluso con mi visión nocturna vampírica. Frío aire seco surgía de la
abertura, oliendo a basura, putrefacción y decadencia.
―¿Cuál es el problema? ―La presumida voz de Jackal hizo eco detrás de
mí―. ¿Asustada? ¿Necesitas que tu gran hermano vampiro baje primero?
―Cállate. ―Ceñuda, busqué en mi espalda y saqué mi espada, enviando
un débil sonido metálico en la oscuridad. Si algo venía abalanzándose sobre mí
desde las sombras, quería estar preparada. Sujetando la empuñadura hacia
atrás para que la parte plana de la cuchilla se presionara contra mi brazo, me
acuclillé, al estilo Rabioso, y me deslicé dentro del agujero.
Mis dedos tocaron roca y metal y, cuando proseguí, me encontré en la
cima de un largo tramo de escaleras que llevaban a lo desconocido. Las
escaleras, parcialmente enterradas bajo tierra y piedras, eran metálicas,
desiguales, y tenían un extraño efecto ondulatorio en ellas, como si no hubieran
sido firmemente colocadas. Si las mirabas de cierta manera, incluso podrías
imaginar que se habían movido.
Jackal se deslizó detrás de mí, los pies por delante, bajando las escaleras
con un gruñido.
―Todo bien ―murmuró mientras proseguía. A diferencia de mí, se tenía
que agachar para evitar rasparse la cabeza contra el techo. Ser pequeña tenía a
veces sus ventajas. Sacando el mapa con una sacudida, la escudriñó en la
oscuridad―. Así que, de acuerdo a esto, tenemos que tomar la ruta roja norte
para llegar al nido, la cual estará en alguna parte por esta {rea… ―Registró el
papel con golpecitos de su dedo, viéndose pensativo.
―¿Dónde, exactamente? 41

―No dice.
―Así que estamos yendo a ciegas. Buscando un laboratorio que podría o
no estar allí. En el medio de un nido de Rabiosos quienes nos atraparán bajo
tierra si no encontramos una manera de salir.
―Excitante, ¿no es así? ―Jackal sonrió y guardó el mapa otra vez―. Son
momentos como este los que te hacen apreciar la vida eterna. ¿No los amas,
hermana? ¿No te hacen sentir viva?
―Yo paso, gracias. ―Envainando mi espada, empecé a bajar las
escaleras―. Justo ahora, me conformo con encontrar el laboratorio y salir de
aquí de una pieza.
Las escaleras descendían más profundamente bajo tierra, abriéndose en un
enorme túnel. Los familiares rieles alineados a ambos lados de la plataforma,
habiendo una vez transportado autos de metal de ida y vuelta entre estaciones,
ahora bastante vacíos. El techo del gigante techo abovedado era extraño, un
motivo de cuadrados de concreto, algunos caídos en grandes pedazos de la
plataforma, estrechándose todo el camino por el corredor.
Jackal caminó hasta el borde de la plataforma y bajó hasta las vías,
mirando hacia el túnel.
―No hay signos de Rabiosos ―murmuró―. Al menos no aún. ―Me miró
sobre su hombro―. ¿Vienes o no?
Salté sobre las vías detrás de él.
―¿Qué pasa, Jackal? ―me burlé, queriendo hacerle pagar por su última
broma―. ¿Necesitas que sostenga tu mano cada vez que bajemos a un oscuro
hoyo?
Él rió, el sonido rebotando en el techo abovedado, sorprendiéndome.
―Ves, esto es por lo que me gustas, hermana. Tú y yo, somos exactamente
lo mismo.
No soy para nada como tú, pensé, pero sus palabras continuaron
persiguiéndome mucho después de que entramos en el túnel.

―Hombre, estas cosas siguen por siempre, ¿no es así?


Hice una mueca mientras su voz hacía eco sonoramente en el amenazante
silencio, una ola de sonido viajando por el interminable corredor.
―¿Te importaría mantener la voz baja? ―gruñí, escuchando por el
arrastrar de pies o el de garras rosando las rocas, Rabiosos alertas de nuestra
presencia. 42

Ya nos habíamos encontrado con unos pocos de los monstruos, y no tenía


deseos de cortar mi camino a través de otra oleada. Los oscuros túneles
subterráneos apestaban a ellos, su fétido hedor adhiriéndose a las paredes.
Nada más se movía aquí, incluso las ratas. Algunas veces, encontramos cuerpos
de Rabiosos, cadáveres devastados por su propia clase. Una vez, fuimos a
través de lo que pensamos que era otro cuerpo muerto, solo para tenerlo
abalanzándose sobre nosotros con un chillido, deslizándose hacia nosotros con
su brazo restante. Jackal parecía disfrutar estos encuentros, balanceando el
hacha de metal debajo de su abrigo con una fuerza atroz, triturando cráneos y
rompiendo huesos con una salvaje sonrisa en su rostro.
Yo estaba lejos de ser tan entusiasta. No quería estar en este laberinto de
muerte bajo tierra, con este vampiro que no me gustaba y en quien ciertamente
no confiaba. Porque el observarlo lanzarse a sí mismo a los Rabiosos, sonriendo
demoníacamente mientras los rasgaba miembro a miembro, recordándome
demasiado a mí misma. Sobre las cosas que mantenía encerradas, la bestia que
me provocaba hacia una cruda rabia animal y sed de sangre. La parte que nos
hacía peligrosos para cada humano que nos encontráramos.
La parte que me mantenía de incluso estar con Zeke. Mi hermano de
sangre me sonrió, balanceando su sangrienta hacha a su hombro.
―Aw, hermana. No me digas que estás asustada de unos pocos Rabiosos.
―Unos pocos Rabiosos es una cosa. Una horda masiva en un estrecho túnel
es otra. Y el amanecer está a solo un par de horas. ―Miré abajo hacia el cemento
desmoronándose en frustración.
Bajo tierra del Viejo D.C. era un laberinto sin fin de túneles y tuberías y
corredores que se giraban y se retorcían en la oscuridad. La noche estaba
decayendo, y los túneles solo seguían y seguían, por lo que parecía por siempre.
Incluso nos tropezamos con lo que parecía un centro comercial subterráneo, con
antiguas tiendas desmoronándose hasta los escombros, extraños objetos
pudriéndose sobre casi vacíos estantes. Una vez había pensado que las
alcantarillas bajo Nueva Covington eran confusas; no eran nada comparadas
con esto.
―¿Dónde está este estúpido laboratorio? ―murmuré―. Se siente como si
hubiéramos estado caminando en círculos toda la noche.
Jackal empezó a replicar pero se detuvo súbitamente, un leve ceño
cruzando su cara.
―¿Escuchas eso? ―me preguntó.
―No. ¿Qué es?
Me señaló que me mantuviera en silencio, después siguió desplazándose
otra vez. El tubo de cemento por el cual habíamos estado caminando se 43
estrechó, y después escuché algo, algo que elevaba el cabello en mi cuello. Si los
bajos gruñidos y siseos no despertaban mis sospechas, el muerto, podrido
hedor que se deslizaba por el túnel lo confirmó.
Armas fuera, seguimos adelante, silenciosos como la muerte. Frente a
nosotros, el túnel terminaba abruptamente en aire abierto, y una oxidada,
estrecha pasarela se extendía sobre nada. Empuñando mi arma, seguí a Jackal al
extremo de la pasarela y miramos hacia abajo, a la oscuridad.
―Mierda ―murmuró Jackal, sonando levemente temeroso.
Estábamos en el borde de una enorme cámara circular, las paredes se
alzaban unos buenos cuatro metros y medio sobre nosotros. El estrecho puente
de metal, extendiéndose hasta otro túnel en el lado opuesto, tenía que estar al
menos a sesenta metros de nosotros. Las vías se habían oxidado
completamente, y el piso de malla se había desintegrado en algunos puntos,
pero eso no era lo que más me preocupó.
Debajo de nosotros, como a seis metros, el suelo de cemento era una
turbia, cambiante alfombra de cuerpos pálidos y colmillos afilados. Los
Rabiosos llenaban la cámara, gruñendo, siseando, moviéndose por la habitación
como un enjambre de hormigas. Había cientos de ellos, tal vez miles, viniendo
de varios túneles y tuberías cerca del suelo. Siseé cuando su aroma flotó desde
el pozo ―sangre y putrefacción y decadencia e incorrección― y tomé un paso
lejos del borde.
―Bien ―reflexionó Jackal suavemente, observando el enjambre de
Rabiosos con una vaga diversión―. Creo que es seguro decir que encontramos
el nido. ―Sacudió la pasarela experimentalmente. Crujió, óxido y escamas
metálicas flotaron hacia la horda de abajo. Agradecidamente, no se dieron
cuenta―. Esto no se ve muy firme, ¿no es así? Esto va a ser interesante.
―No puedes hablar en serio.
―¿Ves otra forma de cruzar? ―Jackal cruzó sus brazos, dándome una
sonrisa desafiante―. Pensé que estabas muy ansiosa de encontrar el laboratorio.
Le sonreí de regreso.
―Bien. Entonces, después de ti.
Se encogió de hombros. Dando un paso por el estrecho puente, caminó
cuidadosamente, buscando debilidades. La pasarela gimió pero se sostuvo, y él
me sonrió.
―¿Miedo a las alturas, hermana? ¿Necesitas que te cargue para cruzar?
―Sí, ¿por qué no te guardas tu ingeniosos comentarios hasta que estés del
otro lado?
Él rodó sus ojos, se dio la vuelta, y empezó a caminar cruzando el vacío,
moviéndose con gracia innatural. A pesar de eso, la pasarela crujió y gimió
44
horriblemente bajo su peso. Se estremeció y tambaleó, y mordí mi labio, segura
de que se desmoronaría en cualquier segundo y Jackal caería a plomo a su
muerte.
Bajo nosotros, los Rabiosos se dieron cuenta del vampiro tratando de
cruzar el puente, y sus chillidos y gruñidos se alzaron del pozo mientras se
agitaban, mirando hambrientamente. Algunos de ellos empezaron a saltar hacia
la pasarela, tratando de alcanzarla con sus garras, y aunque no podían hacerlo,
algunos de esos saltos llegaron pavorosamente cerca.
Después de varios largos, tensos momentos, Jackal finalmente alcanzó el
otro lado. Los siseos y gritos de los Rabiosos eran ahora ensordecedores,
haciendo eco a través de la cámara, mientras Jackal se volteaba y me llamaba
para que cruzara con una sonrisa.
Oh, maldita sea. Tragando fuerte, caminé al borde y miré hacia abajo otra
vez. Los Rabiosos me vieron inmediatamente y empezaron a arrojarse a sí
mismos a mi lado de la pasarela, acuchillando el aire. Tratando de ignorarlos,
caminé sobre la destartalada pasarela de metal, sintiéndola estremecerse y
agitarse bajo mis pies. El final del puente se veía a una distancia imposible.
Un paso a la vez, Allie.
Manteniendo mi mirada hacia el frente, empecé a cruzar la pasarela,
poniendo un pie frente al otro tan ligeramente como podía. No había vías para
agarrarse; tenía que caminar a través equilibrándome sola. El puente se
balanceó y gimió cuando me acerqué al centro, caminando cuidadosamente
sobre los agujeros en el suelo de malla. Por los agujeros, los Rabiosos se
revolvían por debajo de mí, alzando la mirada con blancos ojos muertos y
rechinando sus colmillos.
Mientras me acercaba al final, tratando de moverme más rápido pero
manteniendo mis pasos ligeros, un Rabioso saltó del piso, arremetió, y golpeó la
parte inferior de la pasarela con un chillido metálico que reverberó por mi
columna vertebral. La pasarela se sacudió hacia un lado, a punto de tirarme,
después dejó escapar un gemido ensordecedor cuando uno de sus lados se
estremeció y se torció como una hoja de papel.
Me atravesó el miedo. Di un salto frenético hacia el final del túnel, justo
cuando la pasarela golpeaba y se desplomaba en las hordas de abajo. Golpeé la
pared a pocos centímetros del borde y arañé desesperadamente en busca de un
asidero, mis dedos escarbando en la pared lisa mientras me deslizaba hacia el
lamentable océano de muerte debajo.
Algo se aferró a mi muñeca, deteniéndome con una sacudida. Con los ojos
muy abiertos, subí la mirada para encontrarme a Jackal sobre su estómago, una
mano alrededor de mi brazo, su mandíbula apretada. Su rostro tirante en
concentración mientras me empezaba a subir.
Un cuerpo esquelético y apestoso aterrizó en mi espalda, hundiendo sus 45
garras en mis hombros, gritando en mi oído. Gruñí en dolor, agachando mi
cabeza mientras el Rabioso se aferraba a mis hombros, tratando de morder mi
cuello. No pude hacer nada, pero Jackal bajó su otra mano, sacó mi katana de su
vaina en mi espalda y la hundió en el Rabioso. El peso adherido a mí se relajó
cuando el Rabioso chilló y cayó de regreso a la turba, y Jackal me jaló en el
túnel.
Colapsé contra la pared, observándolo mientras él miraba hacia abajo a los
Rabiosos. Él… había salvado mi vida. Aturdida, lo miré aproximarse y sostener
la katana con la empuñadura hacia mí.
―Así que. ―Sus ojos dorados brillaron cuando su mirada se encontró con
la mía―. Supongo que tengo derecho a un comentario ingenioso o dos ahora,
¿no lo crees?
Tomé mi espada entumecidamente.
―Claro―murmuré cuando su mirada presumida se desvaneció en algo
que no era completamente odioso―. Gracias.
―No hay problema, hermanita. ―La maliciosa mirada regresó,
haciéndolo verse normal otra vez―. Comentario número uno: ¿Cuánto pesas
para romper el puente de esa forma? Pensé que se suponía que ustedes los
asiáticos eran pequeños y delicados.
Muy bien, el momento pasó. Envainé mi espada y lo miré.
―Y aquí casi pensé que no eras un completo bastardo.
―Bueno, ese fue tu error, no mío. ―Jackal se sacudió el polvo de las
manos y le dio una triste mirada al borde del túnel―. ¿Podríamos continuar?
¿Antes de que tus amigos empiecen a trepar uno sobre otro para llegar a
nosotros? Si ese era el nido, el laboratorio debería estar por aquí en alguna
parte.
Un sonido metálico desde el fondo del pozo atrajo mi atención.
Caminando hacia el borde, me asomé, justo cuando un Rabioso aterrizó en el
borde del túnel con un gruñido. Le gruñí en respuesta y pateé a la cosa en el
pecho, mandándolo de regreso al hoyo, vi que la pasarela había caído contra la
pared del pozo, y que los Rabiosos estaban trepando para saltar en el túnel.
Desenvainé mi katana, acuchillando a otro en el aire cuando se lanzó hacia mí,
aullando, pero Jackal sujetó la espalda de mi abrigo, alejándome.
―¡No hay tiempo para eso! El nido entero estará aquí arriba en un
segundo. ¡Vamos!
Los lamentos y chillidos se intensificaros cuando más Rabiosos se
adentraron en el túnel, gruñendo y desnudando sus colmillos. Me giré,
encogiéndome fuera del agarre de Jackal, nos retiramos al pasillo, los gritos de
los monstruos muy cercanos por detrás.
46
A unos pocos kilómetros del nido, no nos veíamos más cercanos al
laboratorio oculto.
―Ahora solo estás adivinando, ¿no es así? ―le espeté a Jackal, quien me
dio una mirada molesta sobre su hombro mientras corríamos.
―Perdón, no veo la gran X con las palabras Laboratorio Súper Secreto del
Gobierno en el mapa, ¿tu sí?
Un Rabioso cayó de una brecha en el techo, siseando mientras aterrizaba
en frente de nosotros. Jackal giró su hacha, golpeándolo bajo la mandíbula y
rompiéndola por un lado, y continuamos sin desacelerar. Aun podía escuchar a
la horda persiguiéndonos, sus gritos haciendo eco alrededor de nosotros,
rebotando por todos lados. Definitivamente habíamos metido un palo en el
nido de avispas, llevándolos a un frenesí. Estábamos en su mundo ahora, y ellos
se estaban acercando.
Gruñí por tener que retirarnos.
―Sí, ¡entonces tal vez podrías sacar ese mapa para que sepamos a dónde
en el infierno nos estamos dirigiendo!
Nos agachamos a través del marco de una puerta dentro de otro estrecho
corredor de cemento, vigas oxidadas y tuberías revistiendo las paredes y el
techo, goteando agua sobre nosotros desde arriba. Jackal jaló el mapa de su
abrigo y lo abrió con una sacudida y un crujido del papel, frunciendo el ceño
mientras los chillidos de los Rabiosos hacían eco detrás de nosotros.
―Está bien, ¿en dónde infiernos estamos? ―murmuró, entrecerrando los
ojos sobre el mapa en la oscuridad, los ojos reducidos en concentración. Miré
nerviosamente a la sala por la que acabábamos de pasar, escuchando a los
Rabiosos acercándose, sus garras arañando sobre el cemento. Jackal empezó a
bajar por el corredor, esquivando vigas y tuberías caídas, y lo seguí.
―Sabes que están justo en nuestra sombra.
―Primero quieres que mire el mapa, ahora me estás apurando. Decídete,
hermana. ―Caminó por un alto pilar cuadrangular que sobresalía del muro;
dos corredores medio abiertos frente a nosotros, y una brisa helada fluyendo
por la grieta―. Muy bien, aquí están los túnele subterráneos ―murmuró Jackal,
caminando un poco más rápido ahora, manteniendo cerca el mapa para ver en
la oscuridad―. Y aquí está la entrada por la que llegamos… espera un segundo.
Se detuvo y medio se volteó en el corredor, mirando de regreso a la ruta
por la que vinimos. Seguí su mirada, pero no vi nada excepto el pasillo vació y
tuberías oxidadas, aunque aún podía escuchar a los Rabiosos, acercándose.
―Um, ¿a dónde vas? ―pregunté cuando Jackal empezó a caminar otra
vez, regresando hacia la horda aproximándose―. Oye, ¡dirección equivocada! 47
En caso de que no lo sepas, usualmente nos queremos alejar de la muerte
segura.
Jackal se detuvo frente al largo pilar rectangular de la pared.
―Sí, eso pensé ―lo escuché murmurar―. Esto no está en el mapa, y no
debería haber nada aquí abajo. Acércate aquí y mira esto.
Contra mi mejor juicio, troté hacia donde Jackal estaba, mirando hacia las
puertas. Seco aire helado fluía de una brecha que corría hacia el centro, y Jackal
dio un bufido.
―Él ha estado aquí.
―¿Qué? ¿Sarren?
―No, el coco. Mira. ―Jackal apuntó a las puertas deslizantes. El metal
estaba estropeado alrededor de los bordes, como si algo hubiera deslizado los
dedos por las ranuras y las hubiera forzado a abrirse.
Me asomé por la brecha, siguiendo el estrecho pozo que se adentraba en la
oscuridad. Era un largo, largo camino hacia abajo.
Sonó un aullido detrás de nosotros, y los Rabiosos se derramaron en el
corredor en un pálido y siseante torrente. Gritaron cuando nos avistaron y
fueron por nosotros, precipitándose sobre vigas y alrededor de tuberías, sus
garras chispeando contra el metal.
―¡Muévete, hermana! ―La voz de Jackal resonando a través del pozo,
haciendo a mis oídos palpitar, y algo me empujó a través de la abertura.
Salté hacia adelante, sujetándome a gruesos cables mientras bajaba por el
tubo, sosteniéndome con una mueca. Jackal se escurrió a través de las puertas y,
en lugar de sujetarse a las cuerdas de metal, se sumergió dentro de una escalera
oxidada a un lado de la pared. Miró sobre su hombro y me sonrió.
―Te veré abajo.
―Eres afortunado de que no pueda alcanzarte en este momento.
Jackal solo rió, pero en ese momento un Rabioso se estrelló en el marco de
la puerta, siseando y rechinando sus colmillos a través del espacio que nos
separaba. Con un chillido, voló hacia adelante, elevándose por el aire,
sujetándose de los cables junto a los míos. Garras me acuchillaron, y grité,
pateándolo mientras estaba allí colgado, las cuerdas de metal sacudiéndose
salvajemente. Garras curvas se soltaron de los cables, y yo me sumergí
alrededor de las cuerdas, fuera de su alcance.
El Rabioso osciló en los cables como un mono grotesco, arremetiendo
contra mi cara con sus colmillos desnudos. Con un gruñido, alcé mi brazo,
dejando que sus dientes afilados se hundieran en mi abrigo y mi piel, y después
lo tiré hacia un lado, arrancando al monstruo de los cables hacia al aire. Arañó 48
desesperadamente en busca de otra cuerda, falló y cayó a plomo en el pozo,
gritando. Pasó un largo tiempo antes de que escuchara el débil golpe sordo al
fondo.
Más Rabiosos llenaron el marco de la puerta, sus vacíos y muertos ojos
trabados en los míos, pero estos se veían renuentes a tomar el salto. Miré
alrededor y vi a Jackal ya a varios metros debajo de mí, descendiendo la
escalera a una velocidad asombrosa. Murmurando oscuras promesas entre
dientes, empecé a bajar en la oscuridad.
El conducto bajaba al menos un par de cientos de metros, un
claustrofóbico negro como el carbón tubo que parecía descender al centro de la
tierra. Incluso con mi visión vampírica, la cual convertía la completa oscuridad
en sombras de gris, no podía ver el suelo o el techo. Me hizo sentir como si
estuviera colgando sobre un pozo sin fondo. Estaba aliviada cuando finalmente
escuché a Jackal cayendo en el piso, enviando el sonido metálico por el
conducto.
Me deslicé hacia abajo por lo que quedaba de la cuerda, aterrizando en
una plataforma de metal cuadrada que se balanceó ligeramente bajo mi peso.
Mirando alrededor, descubrí que la plataforma no estaba unida a las paredes
del conducto; parecía ser una larga caja de metal al final de los cables. Un
pálido y roto cuerpo estaba tendido en la grieta entre la pared y la caja, su
cráneo roto y abierto en la esquina.
Jackal subió, sonriendo, y luche contra el impulso de patearlo en la
espinilla.
―Parece que estamos en la vía correcta ―declaró, apuntando a una
escotilla en el centro de la caja que ya había sido abierta a la fuerza―. Después
de ti.
Tomando mi espada, bajé por la escotilla, aterrizando dentro de la caja
rectangular, encontrando otras puertas abiertas a empujones, también. Más allá
de la abertura, un largo pasillo terminaba en dos gruesas puertas de metal.
Jackal cayó al suelo junto a mí, su abrigo asentándose a su alrededor y se
enderezó, dándole a la entrada una mirada sagaz.
―Todo bien, bastardo ―murmuró, caminando hacia adelante―. ¿Qué
estás buscando aquí abajo?
Fuimos a través de las puertas juntos, empujándolas, y caminamos al frío
y oscuro cuarto. Al principio, me recordó al viejo hospital donde Kanin y yo
residimos en Nueva Covington. Camas sobre ruedas permanecían contra la
pared, separadas por cortinas raídas, o estaban inclinadas sobre el suelo.
Estantes de extraños instrumentos estaban esparcidos, y voluminosas máquinas
se extendían en el medio del piso o en las esquinas, golpeadas y rotas. Vidrio
era pulverizado bajo nuestros pies mientras nos movíamos por el laberinto de 49
escombros y objetos punzantes, miré más cerco y vi que la mayoría de las
camas tenían correas de metal colgando de los lados, gruesas esposas para
restringir muñecas y tobillos. Empujando a un lado una mohosa cortina, salté
cuando un esqueleto me sonrió desde la cama, restricciones de cuero podrido
colgando de huesudas muñecas. Mi estómago se revolvió cuando miré hacia los
huesos desnudos. ¿Qué había pasado aquí?
Jackal ya había seguido adelante, buscando las esquinas ocultas del cuarto,
así que continué a lo largo de una pared hasta que encontré otra puerta. A
diferencia de las demás, esta no se abrió en cuanto la toqué. ¿Por qué estaba
cerrada cuando ninguna de las demás lo estaba? Me apuntale a mí misma y
después arremetí con una patada, apuntando justo a un lado de la perilla. Hubo
un fuerte crujido de astillas, y la puerta se abrió de golpe.
Era una oficina, al menos, se veía como una por los estantes y gabinetes de
metal y un gran escritorio de madera en la esquina. A diferencia del resto del
laboratorio, este se veía bastante limpio e intacto; nada se veía roto, y el
mobiliario, aunque viejo y cubierto de polvo, seguía en pie.
Excepto que, ahí había una salpicadura de aspecto sospechoso manchando
la pared detrás del escritorio y, cuando caminé alrededor de éste, descubrí un
esqueleto caído en la esquina, los hilos de lo que una vez fue un largo y blanco
abrigo se adherían a él. Una mano huesuda empuñaba una pistola.
Arrugando mi nariz, me di la vuelta y noté un solo libro yaciendo en el
medio del escritorio. Curiosa, me acerqué y lo recogí, examinando la portada.
No tenía un título, y cuando le di la vuelta al abrirlo, desordenadas páginas
escritas a mano salieron a la luz, en lugar de hileras de palabras escritas en
computadora.

Día 36 del experimento Humano-Vampiro, decía la primera línea. Toda la


energía ha sido redirigida para mantener el laboratorio en condiciones y
funcionando, así que estoy escribiendo mis descubrimientos aquí, en caso de
que la perdamos toda. Después, si algo me pasa, tal vez el proyecto pueda
continuar desde las notas que dejaré detrás.
Continuamos perdiendo pacientes a una velocidad alarmante. Las
primeras pruebas con las muestras del laboratorio de Nueva Covington han
sido desastrosas, con nuestros sujetos humanos muriendo de golpe. No hemos
tenido un solo paciente que sobreviviera la infusión de sangre vampiro. Espero
que el equipo en Nueva Covington pueda enviarnos muestras con las que
actualmente podamos trabajar.
―Dr. Robertson, jefe científico del Proyecto Vampiro de D.C.
50
Me estremecí. Así que, sonaba como si los científicos de aquí hubieran
estado trabajando con el laboratorio de Nueva Covington, únicamente que ellos
habían estado trabajando en humanos en lugar de en vampiros. Eso no podía
ser bueno. Me salté un par más de páginas y continué leyendo.

Día 52 del experimento Humano-Vampiro,


La red eléctrica de la ciudad ha caído. Estamos funcionando con la
energía de los generadores de respaldo de emergencia, pero podríamos haber
tenido nuestro primer progreso hoy. Uno de los pacientes que inyectamos con
la cura experimental no murió inmediatamente. Ella se volvió cada vez más
agitada e inquieta minutos después de recibir la inyección, y pareció adquirir
la fuerza aumentada de los sujetos vampiros. Interesantemente, ella se volvió
cada vez más agresiva, hasta el punto que sus capacidades mentales
parecieron apagarse y parecía una loca o un animal rabioso. Tristemente,
murió unas pocas horas después, pero sigo esperanzado de que podamos
encontrar una cura para esto. De cualquier manera, algunos de los asistentes
más jóvenes están empezando a murmurar; ese último experimento los ha
golpeado duramente, y no los culpo por querer renunciar. Pero no podemos
dejar que el miedo nos detenga ahora. El virus debe ser detenido, sin importar
el costo, sin importar el sacrificio. La raza humana depende de nosotros.
Estamos cerca, puedo sentirlo.

Un escalofrío bajó por mi espina dorsal. Volteé la página y seguí leyendo.

Día 60 del experimento Humano-Vampiro,


Recibí un frenético mensaje del científico a la cabeza del laboratorio de
Nueva Covington. “Aborten el proyecto,” me dijo él. “No usen más de las
muestras en pacientes humanos. Apaguen el laboratorio y salgan”.
Era sorprendente, por decir lo menos. Que el brillante Malachi Crosse me
estuviera diciendo que abandonara el proyecto.
Lo lamento, mi amigo. Pero no puedo hacer eso. Estamos cerca de algo,
tan cerca de progresar. No puedo abandonar meses de investigación, incluso
por ti. Las muestras que llegaron ayer son la clave. Ellas funcionarán, estoy
seguro de ello. Vamos a vencer esta cosa, incluso si tengo que inyectar a mis
propios asistentes con el nuevo suero. Funcionará.
Debe de hacerlo. Estamos trabajando fuera de tiempo.

Tragué fuerte, después salté hasta la última entrada. Esta estaba manchada 51
y desordenada, como si el autor la hubiera escrito en un gran apuro.

El laboratorio está perdido. Todos están muertos o estarán muertos pronto.


No sé qué pasó, esos monstruos repentinamente por todos lados. Malachi estaba
en lo correcto. No debería haber insistido en seguir con el último experimento.
Todo es mi culpa.
Me he encerrado en mi oficina. No puedo salir, no con esas cosas
corriendo alrededor. Solo espero que no encuentren un camino hacia la
superficie. Si lo hacen, que el cielo nos ayude a todos.
Si alguien encuentra esto, las muestras que quedaron del retro-virus
han sido puestas en el congelador número dos en almacenamiento criogénico.
Y si los encuentran, rezo para que tengas más éxito del que yo tuve, que los
usarás para encontrar una cura para el Red Lung y para esta nueva
monstruosidad que hemos desencadenado.

―Oye. ―Jackal apareció en la puerta antes de que pudiera terminar la


entrada. Hizo un gesto con la cabeza hacia el pasillo, serio por una vez―.
Encontré algo. Y creo que mejor ves esto.
Tomando el diario, lo seguí, ya sospechando qué encontraría. Pasamos a
través de otro par de puertas de metal, dentro de un pequeño y desnudo cuarto
con el suelo y las paredes cubiertos de baldosas. Estaba helado aquí; si
fuéramos humanos, mi aliento se vería en frente de mí y se me pondría la piel
chinita. Viendo a través del cuarto, vi el por qué.
Cuatro grandes cajas blancas estaban a lo largo de la pared trasera.
Parecían una versión más grande de refrigeradores normales, excepto que
nunca antes había visto uno trabajando. Una de las puertas estaba abierta, y una
pálida niebla se ondulaba saliendo de la abertura, arrastrándose por el suelo.
Silenciosamente, caminé hacia la puerta y la jalé, dejando escapar una
ráfaga de frío. Dentro, blancas filas de estantes me saludaron. Los estantes eran
de plástico y estrechamente espaciados, y diminutos viales de cristal me
guiñaron desde donde estaban en sus soportes nivelados.
Jackal se paró detrás de mí.
―¿Notas algo… perdido? ―preguntó suavemente.
Revisé los estantes, y vi a qué se refería. Cerca de la cima, uno de los viales
se había ido, como si hubiera sido sacado y nunca regresado.
Jackal siguió mi mirada, sus ojos oscureciéndose.
―Alguien tomó algo de este congelador―gruñó―. Ninguno de los otros 52
ha sido tocado. Y ese alguien estuvo aquí recientemente, también. Ahora,
¿quién piensas que pudo haber sido?
Me estremecí y retrocedí, sabiendo exactamente quién había sido.
Mientras cerraba la puerta, mi mirada fue hacia el simple signo hecho a mano
en el frente, solo para confirmar lo que ya sabía.
Congelador 2, se leía en letras descendentes.
Sarren, pensé, sintiendo un helado escalofrío propagándose por mis venas.
¿Qué infiernos estás planeando?
―Bien ―murmuró Jackal, cruzando sus brazos―. Diré que estoy
oficialmente más perturbado de lo que estaba cuando empezamos. No sé lo que
había en ese congelador, pero puedo aventurar una muy buena respuesta, la
cual parece todo los tipos de malas noticias. ―Su voz era ligera, pero sus ojos
brillaban peligrosamente―. No hay ninguna cura aquí, eso es seguro. Así que,
adivino que la pregunta del millón de dólares es, ¿qué podría un brillantemente
loco vampiro psicótico querer con un virus vivo, y a dónde lo llevará ahora?
Sarren tenía el virus Red Lung. El pensamiento era escalofriante. ¿Qué
quería con él? ¿A dónde iba a ir? ¿Y cómo encajaba Kanin en todo esto? Con
perplejidad, bajé la mirada al olvidado diario, a la entrada sin finalizar en la
última página.
Rezo para que esto pueda ser detenido. Rezo para que el equipo en Nueva
Covington ya esté trabajando en una manera de contener esto. El laboratorio
de allí fue diseñado para entrar en hibernación si algo pasaba. Ese podría ser
nuestra única salvación ahora.
Que Dios nos perdone.

Y lo supe.
El diario cayó de mis manos, golpeando el suelo con un ruido sordo. Sentí
los ojos de Jackal sobre mí, pero lo ignoré, aturdida por la comprensión. Si
Sarren quería usar ese virus, había solo otro único lugar al que podría ir. El
lugar al que juré nunca regresar.
―Nueva Covington ―susurré, mientras el camino surgía ante mí
infaliblemente, apuntando de regreso a donde todo comenzó―. Tengo que ir a
casa.

53
PARTE 11
54

Cautiva
Capítulo 5

No había luces alumbrando sobre el Muro.


En Nueva Covington, el Muro Exterior era el escudo de la ciudad, la línea
de vida y la mejor defensa, y todos lo sabían. Los cuarenta metros de
monstruosidad de metal, hierro y concreto estaba siempre iluminada de noche,
con focos deslizándose sobre el suelo arrasado frente a ella y guardias
marchando de ida y de regreso en la cima. Él rodeaba la ciudad, protegiendo
Nueva Covington de los horrores sin conciencia que acechaban afuera, la única
barrera entre los humanos y los siempre Hambrientos Rabiosos. Era la única
cosa que mantenía al príncipe en el poder. Esta era su ciudad; si tú querías vivir
detrás de su Muro, bajo su protección, tenías que aceptar sus reglas.
En mis diecisiete años de vivir en Nueva Covington, la Muro nunca había
sido abandonada ni una sola vez.
―Algo está mal ―murmuré mientras Jackal y yo permanecíamos en las
afueras de la zona de muerte, la llana, árida franja de tierra que rodeaba el 55
Muro. Pozos, minas y espirales de alambre cubrían ese terreno rocoso, haciendo
mortal el aventurarse dentro. Focos, haces segadores de luz que se rumoreaba
tenían focos ultravioleta en ellos para desalentar aún más a los Rabiosos de
acercarse, usualmente escaneaban el suelo cada cuatro metros y medio. Ellos
estaban oscuros ahora. Nada se movía fuera de la zona de muerte, ni siquiera
las hojas silbaban a través del estéril paisaje―. El Muro nunca está
desprotegido. Nunca incluso durante los bloqueos. Ellos siempre mantienes las
luces encendidas y a los guardias patrullando sin importar qué.
―¿Sí? ―Jackal revisó el Muro y la zona de muerte escépticamente―.
Bueno, o el príncipe se está volviendo perezoso, o Sarren está poniendo su
marca personal de caos dentro. Adivino que lo último, a menos que este
príncipe sea una herramienta sin carácter. ―Me miró desde donde estaba
recostado contra un tronco de árbol―. De cualquier forma, ¿quién dirige Nueva
Covington? Lo olvidé.
―Salazar ―murmuré.
―Oh, sí. ―Bufó Jackal―. Un gitanito bastardo, de lo que Kanin me ha
contado. Uno de las más viejas líneas de sangre, orgulloso de llamarse a sí
mismo “realeza”, por todo el bien que le hace aquí. ―Se empujó del árbol y
alzó una ceja―. Bien, esta era tu ciudad, una vez hace tiempo, hermana.
¿Deberíamos caminar hasta la entrada y tocar el timbre, o tienes alguna otra
forma de entra?
―No podemos solo caminar a través de la zona de muerte. ―Me retiré del
borde, dirigiéndome hacia las ruinas que rodeaban el Muro, las filas de casas
dilapidadas y calles abandonadas. Ahí seguía habiendo minas y trampas y otras
cosas repugnantes, incluso si el Muro no estaba siendo patrullado. Pero yo
conocía esta ciudad. Había sido capaz de entrar y salir de ella constantemente,
de regreso a cuando era humana. Las alcantarillas bajo Nueva Covington
corrían por kilómetros, y no estaban llenas de Rabiosos como los túneles de la
Viejo D.C.―. Las alcantarillas ―le dije a Jackal―. Podemos entrar en la ciudad
yendo por debajo del Muro.
―Las alcantarillas, ¿eh? ¿Por qué eso no me sorprende? ―Jackal me siguió
hasta el banco, y caminamos a través de altos arbustos y autos oxidados al
borde de la zona de muerte, de regreso a las ruinas―. ¿No podías haberlo
mencionado en el camino?
Lo ignoré, aliviada y aprensiva de regresar. Nos había tomado la mayor
parte del mes, caminando desde Viejo D.C. cruzando un paisaje devastado, a
través de llanuras y bosques e incontables pueblos desiertos, para encontrarnos
con el Muro de mi viejo hogar. De hecho, nos podría haber tomado incluso más
tiempo si no nos hubiéramos tropezado con un vehículo funcional una noche.
El “Jeep,” como lo llamó Jackal, había acortado nuestro tiempo en viajar
inmensamente, pero aún me temía que nos hubiera tomado demasiado. No 56
había vuelto a tener sueños que me aseguraran que Kanin seguía vivo, aunque
si me concentraba, aún podía sentir el débil tirón, urgiéndome a continuar.
De regreso a Nueva Covington. El lugar donde todo comenzó. Donde
morí y me convertí en un monstruo.
―Así que, tú naciste aquí, ¿no es así? ―reflexionó Jackal, mirando sobre el
campo maldito mientras rodeábamos el perímetro―. Que positivamente
nostálgico. ¿Cómo se siente, regresando a este lugar como un vampiro en lugar
de una bolsa de sangre?
―Cállate, Jackal. ―Me detuve, observando una fuente rota en frente de
un complejo de apartamentos. La dama de cemento sin miembros en el centro
miraba sin ver por su espalda, y sentí una punzada de familiaridad, sabiendo
exactamente dónde estaba. La última vez que había visto Nueva Covington,
Kanin y yo habíamos estado tratando de pasar las ruinas hasta el bosque antes
de que los hombres de Salazar nos volaran en pedazos―. Pensé que había
acabado con este lugar ―murmuré, pasando a la estatua―. Nunca pensé que
regresaría.
―Aw, ―se burló Jackal―. Sin viejos amigos por visitar, ¿entonces? ¿Sin
lugares que solo te estás muriendo por visitar otra vez? ―Su boca se torció en
una sonrisa cuando lo miré―. Pensaría que tienes montones de personas que te
gustaría contactar, desde que eres tan apegada a esas bolas de sangre
caminantes. Después de todo, eres prácticamente una de ellos.
Ahogué un gruñido, apretando mis puños.
―No ―dije con voz áspera cuando una memoria surgió en contra de
todos mis intentos de bloquearlas. Mi viejo grupo: Lucas, Rat y Stick. La
dilapidada escuela desmoronándose que solíamos usar de escondite. Esa trágica
noche en la lluvia…―. No hay nadie ―continué, empujando esos recuerdos de
regreso a la oscura esquina de la que vinieron―. Todos mis amigos están
muertos.
―Oh, bien. Esos humanos tuyos, siempre asquerosamente mortales.
―Jackal se encogió de hombros, y quise darle un puñetazo a esa boca sonriente.
A través de todo nuestro viaje desde Viejo D.C., él había sido no una
entretenida, sino placentera, compañía. Había escuchado algunas historias,
preguntas mordaces y bromas vulgares sobre las cuales nunca quise saber, y me
había acostumbrado a su afilado, a veces cruel sentido del humor. Una vez me
di cuenta que sus observaciones eran mordaces con el fin de conseguir una
reacción de mí, fue más fácil el ignorarlas. Una noche casi llegamos a los golpes,
cuando él quería “compartir” una vieja pareja viviendo en una granja asilada, y
me negué a dejarlo atacarlos. Habíamos ido tan lejos como para extraer nuestras
armas, cuando él había rodado sus ojos y se alejó en la noche, regresando
después como si nada hubiera sucedido. La siguiente tarde, tres hombres en un
Jeep negro habían manejado a nuestro lado, apuntando sus armas en nuestra 57
dirección y nos dijeron que entráramos en el vehículo.
No había terminado bien para ellos, pero habíamos terminado con ese
lindo Jeep. Y con nuestra Hambre temporalmente saciada, la tensión entre
Jackal y yo se había relajado un poco. Por supuesto, aún quería patearlo en su
boca ingeniosa algunas veces.
Pero él nunca había hablado de Nueva Covington o mis años como
humana hasta ahora.
―Tan frágiles, esas bolsas de sangre―continuó, negando con la cabeza―.
Parpadeas y otro ha nacido y muerto. Probablemente es lo mejor al final, de
cualquier manera. Estoy seguro que recibiste toda la conferencia de que debes
dejar tu pasado atrás de Kanin.
―Jackal, solo… ―Suspiré―. Solo bájale.
Para mi sorpresa, lo hizo, sin decir otra palabra hasta que nos encontramos
con la tubería de drenaje que nos llevaría dentro de las alcantarillas. Era un
sentimiento extraño, deslizarme por la tubería, emergiendo en la familiar
oscuridad de los túneles. La última vez que había hecho esto, había sido
humana.
―Ugh ―gruñó Jackal, enderezándose detrás de mí, escurriendo agua
sucia de sus mangas―. Bueno, no es el lugar más desagradable por el que me
he arrastrado, pero está definitivamente en los más altos de la lista. Al menos
no los usan más. Por lo que Kanin me dijo, toda la mierda humana en la ciudad
solía fluir por este tipo de túneles. ―Me sonrió cuando le di una mirada
acerada―. Desagradable pensamiento, ¿no es así? Algo así como que te hace
feliz el no ser más un humano.
Sin replicar, empecé a bajar por los túneles, trazando los pasos invisibles
de regreso a la ciudad.
Caminamos en silencio por un rato, los únicos sonidos eran nuestras
suaves pisadas y el goteo de agua fluyendo lentamente por nuestros pies. Por
una vez, me alegraba de ser un vampiro y no necesitar respirar.
―Así que. ―La baja y tranquila voz de Jackal rompió la quietud―.
¿Cómo conociste a Kanin? Fue aquí, ¿correcto? Nunca me dices mucho acerca
de ustedes dos. ¿Por qué lo hizo?
―¿Hacer qué?
―Convertirte. ―Los ojos de Jackal brillaron amarillos en la oscuridad del
túnel, prácticamente quemando el lado de mi rostro―. Él juró que nunca
crearía otro engendro después de mí. Debiste haber hecho algo para atraer su
atención, para hacerlo romper su promesa. ―Jackal sonrió, mostrando las
puntas de sus colmillos―. ¿Qué es lo que te hace tan especial, me pregunto?
―Estaba muriendo. ―Mi voz salió llana, haciendo eco en el túnel―. 58
Quedé atrapada fuera del Muro una noche y fui atacada por Rabiosos. Kanin
los mató a todos, pero era demasiado tarde para salvarme. ―Me encogí de
hombros, recordando el terror, el dolor fantasmal clavando sus garras en mi
piel, rasgando mi cuerpo en partes―. Adivino que me tuvo lástima.
―No. ―Jackal negó con la cabeza―. Kanin nunca Convierte humanos
solo porque les tenga lástima. ¿Cuántos humanos piensas que hemos visto
morir de formas horribles y dolorosas? Si él te ofreció hacerte inmortal, debió
haber visto algo en ti que le gustó, que lo hizo pensar que lo podrías hacer como
un vampiro. Él no otorga su “maldición” a nadie.
―No lo sé, entonces ―repliqué, porque no quería hablar más sobre eso―.
¿Qué importa eso? Soy un vampiro ahora. No puedo regresar y cambiar su
mente.
Jackal alzó una ceja.
―¿Te gustaría hacerlo?
Su pregunta me agarró con la guardia baja. Pensé en mi vida como un
vampiro, un inmortal. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había visto el
sol, desde que lo dejé calentar mi rostro? ¿Cuánto tiempo desde que había
hecho algo verdaderamente humano? Me di cuenta de que ya no recordaba
cómo sabía la comida. El Hambre se había infundido completamente en mi
memoria hasta que la única cosa que siempre me apetecería sería sangre.
¿Y la cosa más irónica? Si Kanin no me hubiera Convertido, nunca habría
conocido a Zeke. Pero el ser un vampiro significaba que no podría estar con él,
tampoco.
―No lo sé ―dije evasivamente, y escuché el bufido escéptico de Jackal.
Por supuesto, era fácil para él, se deleitaba en su fuerza e inmortalidad, sin
preocuparse por aquellos que sacrificaba a lo largo del camino. Unos pocos
meses atr{s, había estado tan segura, pero ahora… si regresara a esa noche,
tirada en la lluvia mientras mi vida era lentamente drenada, y un vampiro me
preguntara, una vez más, qué quería… ¿escogería lo mismo?
―¿Qué hay sobre ti? ―lo desafié, para conseguir desviarlo del asunto―.
¿Por qué Kanin te Convirtió? Seguramente no por tu carismática personalidad.
―Él soltó una carcajada―. ¿Así que cómo conociste a Kanin? Ustedes dos no
parecen llevarse muy bien.
―No lo hicimos―dijo Jackal fácilmente―. Especialmente al final, justo
antes de que separáramos nuestros caminos. Adivino que podrías decir que fui
su más grande decepción como un vampiro.
―¿Por qué?
Él sonrió malvadamente.
―Oh, no. No vas a conseguir mi historia así de fácil, hermana. ¿Quieres 59
que me abra? ―Sonrió más ampliamente y se acercó, haciéndome sentir
incómoda. Su voz bajó a un grave murmullo―. Vas a tener que probar que
puedo confiar en ti.
―¿Que puedes confiar en mí? ―Retrocedí para verlo, sintiendo a mis
colmillos presionándose contra las encías―. Estás bromeando, ¿verdad? Yo no
soy el egoísta bastardo asesino. ¡Yo no lanzo humanos desarmados en jaulas
con Rabiosos y los dejo despedazarlos por deporte! No soy el que puso una
estaca en mi estómago y me lanzó por una ventana.
―Sigues insistiendo en eso ―dijo Jackal con una exagerada paciencia―. Y
aun así, tú eres una perversa vampira asesina, hermana. Está en tu sangre.
¿Cuándo te vas a dar cuenta que tú y yo somos exactamente lo mismo?
No lo somos, quise gruñirle, pero un sonido en los túneles frente a nosotros
me hizo parar. Deteniéndome, levanté una mano y miré a Jackal, quien se había
detenido, también. Él lo escuchó, también.
Nos desplazamos hacia adelante, silenciosamente pero no demasiado
interesados en lo que podríamos encontrar. Los Rabiosos raramente bajan aquí;
el príncipe había sellado todas las entradas a las alcantarillas excepto unas
pocas, por el único motivo de mantenerlos fuera de la ciudad. Ocasionalmente,
un Rabioso podría vagar aquí abajo, pero nunca por un largo tiempo, y nunca
en gigantes enjambres como los que habíamos visto en Viejo D.C.
Mientras le dábamos la vuelta a una esquina, hubo un grito, y un rayo de
luz brilló dolorosamente en mis ojos, haciéndome sisear y mirar hacia otro lado.
Levantando mi brazo, me asomé de regreso para ver a tres pálidas figuras flacas
permaneciendo en la boca del túnel, mirándonos boquiabiertos.
Me relajé. Hombres topo, como eran llamados, no eran nada más que
leyendas urbanas para mí cuando era una Fringer, solo historias de miedo que
nos contábamos sobre caníbales viviendo bajo las calles, hasta que me encontré
con un grupo de ellos una noche en los túneles. Ellos no eran, como algunas
historias clamaban, gente rata gigante sin cabello. Ellos estaban solo
demacrados, pero de otra manera normales, humanos quienes se habían vuelto
pálidos y enfermizos por una vida de vivir en las oscuras alcantarillas. De
cualquier manera, las historias sobre los hombres topo cazando y
alimentándose de otros seres humanos no eran completamente falsas, tampoco.
Parecía hace una vida completa. Esta vez, yo era la cosa que ellos temían,
el monstruo.
―¿Quién eres tú? ―Uno de ellos, un flaco humano con costras llenando
sus brazos y cara, demandó―. ¿Más gente de la superficie, bajando para
quedarse con nuestro territorio? ―Él se adelantó y ondeó su linterna
amenazadoramente―. ¡Lárguense! Regresen a sus preciosas calles y paren de
tratar de invadir nuestro espacio. Este es nuestro territorio. 60
Jackal le dio una malvada e indulgente sonrisa.
―¿Por qué no nos obligas, hombrecito? ―ronroneó.
―Ya basta. ―Me adelanté, bloqueando su vista de los humanos antes de
que los pudiera asesinar―. ¿Qué quieren decir? ―demandé, mientras los tres
hombres topo se juntaban, mirándonos―. ¿La gente del Fringe está bajando
aquí? ¿Por qué?
―Vampiro ―susurró uno de ellos, sus ojos volviéndose salvajes y
terroríficos, y los otros se encogieron. Empezaron a alejarse, de regreso a las
sombras. Me tragué un gruñido, adelantándome, y el costroso humano lanzó la
linterna a mi rostro antes de que todos ellos se dispersaran en diferentes
direcciones.
Me agaché, la linterna estrellándose contra la pared detrás de mí, y Jackal
arremetió con un rugido. Para el momento en que me enderecé y me di la
vuelta, él ya había agarrado al flaco hombre topo, levantado de sus pies y
enviado contra la pared. El humano cayó al suelo, aturdido, y Jackal lo alzó por
la garganta, golpeándolo contra el cemento.
―Eso no fue muy amable de tu parte ―le dijo, desnudando sus colmillos
cuando el humano se agarró débilmente a su brazo―. Mi hermana solo les
estaba haciendo una simple pregunta. ―Su agarre en la garganta del humano
se apretó, y el hombre se atragantó en busca de aire―. Así que ¿qué tal si le
respondes antes de que tenga que romper tu flaco cuello como a una rama?
Me acerqué a él.
―Oh, esa es una buena idea, ahógalo hasta la inconciencia, seguramente
conseguiremos respuestas de esa forma.
Él me ignoró, aunque sus dedos se relajaron un poco, y el humano jadeó
dolorosamente.
―Empieza a hablar, bolsa de sangre ―dijo el rey Raider―. ¿Por qué la
gente de la superficie está bajando aquí? Adivino que no es por su hospitalidad.
―No lo sé ―dijo el hombre topo con voz áspera. Y Jackal negó con su
cabeza con fingida tristeza antes de que apretara su agarre otra vez. El humano
se ahogó, retorciéndose débilmente en su agarre, su cara volviéndose azul―.
¡Espera! ―gruñó, justo cuando estaba a punto de intervenir―. La última
persona de la superficie que vimos… él estaba tratando de salir de la ciudad…
dijo que los vampiros habían bloqueado todo. Alguna clase de emergencia.
Nadie entraba o salía.
―¿Por qué? ―pregunté, frunciendo el ceño. Él humano negó con la
cabeza―. Entonces, ¿qué hay de esta persona de la superficie? Él
probablemente sabe. ¿En dónde está ahora? 61
El hombre topo se atragantó.
―No… puedes hablar con él ahora, vampiro. Sus huesos… se est{n
pudriendo en una alcantarilla.
El horror y la repugnancia llenaron mi estómago.
―Ustedes se lo comieron.
―Oh, bien, eso es desagradable ―dijo Jackal de forma conversacional, y le
dio a su mano un fuerte tirón. Hubo un nauseabundo crujido, y el humano se
hundió contra la pared, colapsando boca abajo en el lodo a nuestros pies.
El horror y la rabia estallaron, y me volteé hacia Jackal.
―¡Lo mataste! ¿Por qué lo hiciste? ¡Él ni siquiera era capaz de defenderse
a sí mismo! ¡No había ningún punto en matarlo!
―Él me fastidió. ―Jackal empujó el flácido brazo con una bota―. Y no
había ninguna manera de que me fuera a alimentar de él. ¿Por qué te importa,
hermana? Él era un caníbal sediento de sangre quien probablemente había
matado a docenas él mismo. Le hice un favor a la ciudad al deshacerme de él.
Gruñí, desnudando mis colmillos.
―La próxima vez que asesines a un humano en frente de mí, es mejor que
estés preparado para una pelea, porque vendré por ti con todo lo que tengo.
―Eres tan aburrida. ―Jackal rodó sus ojos, después me enfrentó con una
peligrosa sonrisa―. Y me estoy empezando a cansar del acto “mejor que tú”,
hermana. Eres un demonio. Confiésalo.
―¿Quieres mi ayuda? ―No alejé mi mirada―. ¿Quieres que tu cabeza se
mantenga sobre tu cuello la próxima vez que me des la espalda? ―Sus cejas se
alzaron, y yo me adelanté, mi cara a centímetros de la suya―. Para de matar
indiscriminadamente. O lo juro, te enterraré en pedazos.
―Sí, eso funcionó muy bien para ti la última vez, ¿no es así? Y parece que
seguimos manteniendo esta conversación. Permíteme dejarte algo
perfectamente claro. ―Jackal, con sus ojos brillando de un peligroso amarillo,
se acercó, intentando desplazarme. Me mantuve en mi lugar―. Si piensas que
te tengo miedo ―dijo suavemente―, o que no pondré otra estaca en tu corazón
y cortar tu cabeza esta vez, solo te estás engañando a ti misma. He estado
alrededor por más tiempo que tú. He visto mi parte de vampiros arrogantes que
piensan que son invencibles. Hasta que les arranqué la cabeza.
―En cualquier momento, Jackal. ―Alcé mi mano a mi espalda y toque la
empuñadura de mi espada―. Quieres una pelea, solo di las palabras.
Jackal me miró fijamente por un momento aún más largo, después sonrió.
―No hoy ―murmuró―. Definitivamente pronto. Pero no hoy. 62
―Retrocedió, levantando las manos―. Bien, hermana. Tú ganas. No mataré a
ninguno más de tus preciosas bolsas de sangre. A menos que tenga una causa,
por supuesto. ―Miró hacia abajo al hombre topo muerto y curvó un labio―.
Pero si ellos vienen a mí con cuchillos o estacas o pistolas, todas las apuestas
están echadas. Ahora, ¿vamos a dirigirnos a la ciudad, o estabas planeando
sostener tus manos con esos caníbales y cantar un musical?
Miré una vez más el cadáver roto, preguntándome si su gente vendría por
él y lo que harían con su cuerpo si lo hacían. Rehuyendo esos pensamientos,
pasé junto a Jackal y continuamos por el túnel.

La escalera oxidada que nos llevaba a la superficie estaba exactamente


donde la recordaba, y tuve otro sentimiento de déjà vu cuando jalé la pesada
tapa redonda y emergimos en la superficie. Nada había cambiado. Los edificios
seguían allí, oscuros y esqueléticos, cayéndose hasta el polvo bajo maleza y
enredaderas. Los restos oxidados de carros, sus entrañas destripadas en la
distante Ciudad Central, como lo habían estado cada noche antes que esta.
Familiar y sin cambios, aunque no sabía qué había esperado. Tal vez pensé que
las cosas serían diferentes, porque yo era diferente.
―Huh ―comentó Jackal cuando emergió del subsuelo, observando
alrededor a los edificios derrumbados, las raíces y malezas habían crecido sobre
todo y salían a través del pavimento―. Este lugar es un desastre, ¿no es así?
¿Dónde están todos?
―Nadie está afuera después de que oscurece―murmuré mientras
caminábamos a través de un arbusto de malezas enredadas, saltamos el
terraplén y nos dirigimos a la calle―. Incluso aunque los vampiros fuerzan a
los humanos Registrados a donar sangre cada dos semanas, y tienen muchos
esclavos de sangre en la Ciudad Central, siguen cazando algunas veces.
―Por supuesto que lo hacen ―dijo Jackal, como si fuera obvio―. ¿Cuál es
la diversión en alimentarse de bolsas de sangre si no las atrapas tú mismo? Es
como tener un lago repleto y nunca pescar de él.
Ignoré su comentario, asintiendo hacia el centro de la ciudad, donde las
tres torres vampiro estaban iluminadas contra el cielo nocturno.
―Ahí es donde el príncipe vive. Él y su coven. Ellos nunca bajan al Fringe.
Al menos, nunca los vi cuando viví aquí.
Jackal gruñó, siguiendo mi mirada.
―De acuerdo con la ley vampírica, como visitantes de la ciudad, se
supone que debemos presentarnos al príncipe ―murmuró―. Decirle de dónde
somos, cuáles son nuestros motivos de estar aquí, cuánto tiempo nos
quedaremos. ―Bufó y curvó un labio―. Realmente no me siento de humor 63
para jugar con las reglas del príncipe, y normalmente diría “al infierno con
ellas”, pero eso va a ser un problema, ¿no es así?
―Sí ―acordé. Podía sentir el tirón que me atraía hacia mi sire. Era débil
ahora, parpadeando erráticamente, como si Kanin se estuviera sujetando muy
apenas a la vida, pero seguía tirando de mí, justo hacia las tres torres en el
centro de Nueva Covington―. Él está en la Ciudad Central. ―Suspiré.
―Síp. Y probablemente correremos hacia los hombres de Salazar mientras
estamos allí. Podrían hacer la búsqueda de Kanin muy desafiante si deciden
que no pertenecemos aquí. ―Jackal hizo una mueca como si hablara por
experiencia―. Los príncipes tienden a ser irracionalmente paranoicos sobre los
vampiros extraños en sus ciudades.
―Solo tenemos que tomar en cuenta esa posibilidad. ―Miré hacia las
torres vampiro y estreché mis ojos―. Salazar trató de matarnos a Kanin y a mí
después de que nos encontró en la ciudad. ―Jackal rió disimuladamente, y le
fruncí el ceño―. Él tampoco te va a tener mucho aprecio porque eres sangre de
Kanin. Odia a Kanin con toda su alma.
―Todos odian a Kanin ―dijo Jackal con un encogimiento de hombros―.
Todos los viejos Maestros saben lo que hizo, lo que ayudó a crear. Si decimos
que lo estamos buscando, Salazar probablemente asumirá que queremos
asesinarlo. No tiene que conocer la verdad.
―¿Y qué pasa si decide que quiere venir con nosotros y hacer los honores
él mismo?
―Salazar es un Maestro. ―Jackal sonrió malvadamente―. Sería de ayuda
el tener un Maestro alrededor cuando lleguemos hasta Sarren, pueden
destruirse el uno al otro, y nosotros podemos escaparnos con Kanin. Si somos
afortunados, se matar{n el uno al otro. Si no… ―Se encogió de hombros―.
Entonces solo acabamos con el sobreviviente cuando esté distraído.
―No me gusta esto.
―¿Por qué no me sorprende? ―La voz de Jackal era llana―. ¿Qué,
exactamente, es lo que te detiene aquí, hermana? ¿Tener al príncipe
ayudándonos? ¿Dejarlo pelear contra nuestro amigo psicótico vampiro asesino?
¿O es todo el “patéalo cuando esté caído” que está molestando a tu conciencia?
―Negó con la cabeza―. No seas tan sangrientamente ingenua. Salazar es un
vampiro, uno que ha vivido un largo tiempo y se ha convertido en un príncipe
a la vieja forma, matando a toda la competencia. Hará exactamente lo mismo
con nosotros si le damos la oportunidad. ―Desnudó sus colmillos―. Y vas a
tener que empezar a pensar como un vampiro, mi querida hermanita, o nunca
vas a sobrevivir en este mundo.
Sus palabras tenían un tono inquietamente familiar en ellas. Le había
dicho a Zeke Crosse la misma cosa una vez, que el mundo era duro y 64
despiadado, y él no iba a sobrevivir si no lo veía por lo que era.
―Muy bien―gruñí―. Bien. Vamos a ver al príncipe, pero no voy a pasar
más tiempo con él del que tengo que. Estamos aquí por Kanin, nada más.
―Finalmente. ―Jackal rodó sus ojos―. Los tontos pueden ver la razón
después de todo. ―Enfadada, estaba a punto de decirle lo que podía hacer con
su razón, cuando un ruido me detuvo. Un suave ruido. Uno que, por cualquier
razón, levantó el cabello en la parte de atrás de mi cuello.
Ambos nos volteamos para ver a una figura tambaleándose por la calle
hacia nosotros.
Capítulo 6

El humano se movió como si estuviera borracho, arrastrando los pies,


balanceándose de lado a lado, casi tropezando consigo mismo. Podría golpear
un auto o el lado de un edificio y bambolearse hacia atrás, tambaleante y
confuso. Di un suave gruñido, resistiendo la tentación de alejarme. Tal vez
porque él me recordó a los animales mordidos por Rabiosos: Dando tumbos por
un momento, tratando de comer su cara. O tal vez porque había algo raro en él.
Los humanos, incluso los humanos borrachos, nunca se aventuraban a salir a
estas horas de la noche. Salvo por algunas de las bandas más rudas (y una rata
callejera muy terca que, por cierto, ya no estaba viva), todos los residentes de
Nueva Covington huían dentro cuando el sol se ponía. Ellos no tenían nada que
temer de los Rabiosos, por supuesto, pero vagar por las calles después del
anochecer, sólo estabas pidiendo ser visto por un vampiro a la caza de presas
vivas.
A medida que el hombre se acercó, manoseando ciegamente su rostro, se
tropezó con un bordillo y se cayó, golpeando su cabeza contra el pavimento. Vi 65
el rebote de su cráneo en el asfalto, y el cuerpo colapsó, retorciéndose y
jadeando, en la cuneta. Al principio, pensé que estaba muerto, o al menos
muriendo.
Entonces, me di cuenta que se estaba riendo.
―Lindo. Bolsa de sangre está demasiado borracha para vivir o bien salir
por las paredes ―dijo Jackal, en lo que hubiera sido un tono de conversación si
sus colmillos no hubieran estado mostrándose a través de sus encías―. No sé si
reír o sacarlo de su miseria.
A su voz, el humano levantó la cabeza hacia nosotros, con ojos que eran
tan blancos y cristalinos como un espejo. Era una mujer, a pesar de que había
sido difícil de decir al principio. Su cabello había sido o cortado o arrancado,
mientras que la parte superior de su cabeza estaba pegajosa con sangre. Tajos
largos recorrían ambos lados de su cara, sangrando libremente sobre su piel,
pero ella no parecía darse cuenta de las heridas abiertas.
Resistí la urgencia de dar varios pasos hacia atrás.
―¿Est{s bien? ―le pregunté, ignorando a Jackal, quien soltó un bufido―.
Estás herida. ¿Qué ha pasado?
La mujer me miró un segundo antes de que su rostro se contorsionara en
una enorme carcajada. Desnudando unos dientes manchados de sangre, se
tambaleó sobre sus pies y se recargó en mí, balanceando sus brazos. Salté a un
lado, y ella se fue de cabeza a una pared de cemento, pegándole a los ladrillos
con un golpe sordo y dando vueltas hacia atrás. Sacudiéndose la cabeza, se dio
la vuelta, localizándome a través de la cortina de sangre corriendo por su rostro,
y chilló de risa.
Mientras ella se tambaleó hacia delante de nuevo, saqué mi espada. Al ver
el arma, ella se detuvo, sin dejar de reír, y de repente se arañó la cara, rasgando
las cicatrices ya sangrantes. Sangre más oscura rezumaba bajando por sus
mejillas.
―¿Es… alguien nuevo? ―gruñó ella, poniendo mi piel de gallina―.
¿Alguien nuevo, para hacer detener la quemazón?
―¿Qué demonios…? ―comenzó Jackal, justo cuando ella se lanzó de
nuevo, aullando. Una vez más, la esquivé, pero ella me siguió en esta ocasión,
bamboleándose y agitándose en completo desenfreno.
―¡Retrocede! ―gruñí a ella, dejando al descubierto mis dientes. Pero la
visión de los colmillos parecía enfurecer ala humana más.
Con un chillido, ella saltó, intentando golpear mi cara. Me agaché ante sus
salvajes rasgadas y conduje la empuñadura de mi espada entre sus ojos,
golpeándola haciéndola tambalearse.
La humana cayó hacia atrás, su cráneo dando un leve crujido al chocar 66
contra el pavimento otra vez. Ella se movió, gimiendo, pero no se levantó.
Caminando más allá de su cuerpo, le lance a Jackal una mala mirada.
―Gracias por la ayuda ―gruñí, y él sonrió de regreso.
―Oye, tengo prohibido matar cualquier bolsa de sangre más. ―Jackal se
cruzó de brazos y miró hacia mí, divirtiéndose―. Tú fuiste quien me dijo que
dejara de matar indiscriminadamente. Yo sólo sigo órdenes, aquí.
Me irrité.
―Puedes ser tan…
La mujer gritó y, esta vez, reaccioné por instinto, girando. A medida que la
humana se abalanzó sobre mí, mi espada cortó a través de las costillas y salió
por el otro lado, casi rebanándola en dos. El cuerpo golpeó el bordillo con un
húmedo sonido, y aunque se agito y se convulsionó por un tiempo mientras la
veíamos con recelo, ella no se levantó de nuevo.
Jackal y yo intercambiamos una mirada cuando el cuerpo finalmente dejó
de moverse. La noche lucía un silencio sepulcral y tranquilo.
―De acuerdo. ―Mi hermano de sangre empujó la pierna del cad{ver con
la punta de su bota; desplomándolo l{nguidamente―. Eso es algo
completamente nuevo. ¿Alguna conjetura sobre qué fue todo eso?
Miré abajo hacia el cuerpo, aunque ciertamente no iba a tocarlo.
―Tal vez un Rabioso entró de alguna manera ―murmuré―. Quiz{ es por
eso que ellos han cerrado la ciudad.
Jackal negó con la cabeza.
―Esto no era un Rabioso. Mírala. ―Empujó el cuerpo, m{s fuerte esta vez,
dándole la vuelta. Tenía razón, y yo sabía desde el principio que no era un
Rabioso. Los Rabiosos eran pálidos, cosas demacradas, con ojos en blanco, uñas
ganchudas y la boca llena de colmillos afilados. Esto no era el cadáver de un
Rabioso. Se veía perfectamente humano, a excepción de los surcos profundos en
sus mejillas, y la salvaje y ensanchada mirada fija.
―Huele a humana también ―añadió Jackal, tomando una lenta aspiración
antes de arrugar la nariz―. O por lo menos, no huele a muerto. No como lo
hacen ellos. A pesar de que ella debe haber estado llenándose a sí misma de
algo bueno, por la forma en que puso un agujero en esos ladrillos. ―Él asintió
con la cabeza hacia la pared de cemento, donde la fisura agrietada de un cráneo
humano reposaba en medio de una mancha de sangre―. ¿Qué fue lo que la loca
te dijo? ¿Algo sobre hacer detener la quemazón?
―Jackal ―gruñí, levantando mi espada de nuevo. Mi hermano de sangre
miró hacia arriba, siguiendo mi mirada, y sus ojos se estrecharon.
Al otro lado de la calle, dos humanos más arrastraban los pies desde un 67
edificio esquelético, cabezas y rostros desgarrados, brillantes miradas locas
buscando la carretera. Ellos murmuraban en voz baja y áspera, confusa y sin
sentido, con sólo unas pocas palabras reconocibles. Uno de ellos sostenía un
tubo de plomo, con el que golpeó una línea de autos muertos mientras cruzaba
la calle. Cristales rotos y metal arrugado con sonoros estruendos, resonando en
el silencio.
Y luego, otro humano emergió de un callejón, seguido por un amigo.
Y otro.
Y otro.
Más rostros desgarrados y ensangrentados. Más ojos vidriosos y locos,
risas salvajes, haciendo eco a nuestro alrededor. La turba de humanos no nos
había visto todavía, pero estaban llegando progresivamente más cerca, y había
un montón de ellos. Su voz ronca se deslizó fuera de las piedras y se levantó en
el aire, haciendo que el cabello en la parte de atrás de mi cuello se levantara.
Vampiro o no, no quería pasar a través de eso.
Lancé una mirada furtiva a Jackal y vi que, por una vez, él estaba
pensando lo mismo. Hizo un gesto con su cabeza hacia un edificio, y
rápidamente nos escabullimos, agachándonos a través de una ventana rota en
los restos destrozados de un viejo almacén. El polvo y las telarañas colgaban de
todo, y el suelo estaba lleno de escombros y vidrio, aunque los estantes estaban
vacíos. Cualquier cosa útil había sido tomada y llevada hace mucho tiempo.
Fuera de las ventanas, la multitud arrastraba los pies sin rumbo. A veces,
se gritaban unos a otros o a nadie, agitando armas rústicas hacia cosas que no
estaban allí. A veces chillaban, reían y se arañaban a sí mismos, dejando
profundos surcos sangrientos a través de su piel. Una vez, un hombre cayó de
rodillas y golpeó su cabeza contra el pavimento hasta que se desplomó,
gimiendo a la acera.
―Bueno ―dijo Jackal con un breve destello de colmillos―, toda la ciudad
se ha ido directo al infierno, ¿no? ―Me lanzó una mirada peligrosa mientras
nos presionamos m{s dentro del edificio, hablando en susurros {speros―. No
creo que la población era así cuando estuviste aquí la última vez, ¿verdad?
Me estremecí y sacudí la cabeza.
―No.
―Genial. Bueno, si vamos a hacer una visita al viejo Salazar, tenemos que
darnos prisa ―dijo Jackal, mirando el cielo a través de las ventanas―. El sol
está subiendo, y yo particularmente no quiero estar atrapado aquí con una
turba de bolsas de sangre murciélago loco de mierda.
Por una vez, estoy de acuerdo de todo corazón. 68
Silenciosamente, nos abrimos paso a través del Fringe, esquivando las
sombras y detrás de las paredes, saltando sobre tejados o pasando a través de
ventanas, tratando de evitar las multitudes de gemidos, risas y humanos locos
vagando por las calles.
―Por este camino ―susurré, y me precipite a través de un agujero en un
edificio de apartamentos. Los estrechos pasillos de las habitaciones estaban
llenos de piedras y vigas rotas, pero seguían siendo bastante fáciles de pasar.
Estar dentro trajo recuerdos de vuelta; cuando yo había vivido aquí, a menudo
había tomado este atajo a la plaza del distrito.
Un gemido se desvió de un pasillo, deteniéndonos. Deslizándose contra la
pared, Jackal se asomó por una esquina y rápidamente se echó hacia atrás,
haciéndome un gesto para que hiciera lo mismo. Nos fundimos en las sombras,
siendo vampiros todavía, y esperamos.
Un humano se tambaleó, sosteniendo un trozo de madera en una mano.
Pasó incómodamente cerca, y vi que se había arañado la cara hasta que su ojo se
había salido. Haciendo una pausa, miró a nuestra dirección, pero, ya sea que
estaba demasiado oscuro o su rostro estaba demasiado devastado por él mismo
para ver con claridad, puesto que volvió su cabeza y siguió caminando.
De repente, el humano de un ojo se tambaleó, dejando caer su palo. Dando
arcadas, cayó sobre sus manos y rodillas, jadeando y sin aliento, como si no
pudiera respirar. Espuma roja burbujeó de su boca y nariz, goteando en el suelo
debajo de él. Por último, con un sonido ahogado y desesperado, el humano se
derrumbó, se retorció débilmente por un momento y luego dejó de moverse.
Jackal se enderezó, murmurando una baja, maldición feroz.
―Oh, maldita sea ―gruñó, m{s serio de lo que le había oído sonar―. Es
por eso que la ciudad está bloqueada.
―¿Qué? ―le pregunté, alejando mi mirada del humano muerto―. ¿Qué
está pasando? ¿Qué es esto?
Jackal miró al humano y luego se volvió hacia mí.
―Red Lung ―dijo, haciendo a mi sangre helarse―. Lo que viste ahí, esos
son los síntomas finales del virus Red Lung. Sin el murmullo loco y el lagrimeo
de ojos, de todos modos. ―Sacudió su cabeza violentamente, como si
recordara―. Nunca lo he visto, pero Kanin me dijo cómo funcionaba. Los
humanos infectados podían sangrar internamente, y con el tiempo iban a
ahogarse en su propia sangre, tratando de vomitar sus órganos. Una manera
desagradable de andar, incluso para las bolsas de sangre.
Terror se apoderó de mí. Miré atrás hacia el cuerpo que yacía inmóvil en el
pasillo, en las malas hierbas sobresaliendo a través del suelo, y sentí frío.
Recordé lo que Kanin me había dicho una vez, en el laboratorio oculto cuando 69
me convertí en un vampiro. Yo le había preguntado acerca del virus, por qué no
había más Red Lung en el mundo, si los científicos habían encontrado una cura.
Él me había dado una amarga sonrisa.
―No ―dijo Kanin―. El Red Lung nunca se curó. El virus del Red Lung mutó
cuando nacieron los Rabiosos. Así es como el Rabidismo se extendió tan rápidamente. Se
trataba de un agente patógeno en el aire, al igual que el Red Lung, sólo que en lugar de
enfermar y morir, las personas se convirtieron en Rabiosos. ―Sacudió la cabeza,
luciendo grave―. Algunas personas sobrevivieron, obviamente, y transmitieron sus
inmunidades, razón por la cual el mundo no está lleno de Rabiosos y nada más. Pero no
había ninguna cura para el Red Lung. Los Rabiosos destruyeron esa esperanza cuando
fueron creados y escaparon.
Y ahora, el Red Lung había surgido de nuevo, en Nueva Covington. O
había una versión de él, en cualquier caso. Jackal y yo intercambiamos una
mirada profunda, sin duda, ambos pensando en la misma cosa. Esto era lo que
Sarren quería, por lo que había tomado las muestras del virus. De alguna
manera, él había creado otra cepa de la plaga que había destruido la mayor
parte del mundo, y la había desencadenado en Nueva Covington.
La idea era aterradora.
Voces derivaron de las sombras, y todavía seguíamos. El cadáver en la sala
había atraído a otro par de humanos de una habitación cercana. Ellos se
asomaban con poco entusiasmo, preguntando locuras, preguntas sin sentido.
Cuando él no se movió, rápidamente perdieron interés y se arrastraron de
nuevo a la habitación, dejándolo para que se pudra en la salida del corredor.
Caminamos a través de los apartamentos, deslizándonos por delante de la
habitación con los humanos locos, y salimos a la calle. Miré hacia atrás y me
estremecí.
―¿Por qué haría esto? ―le susurré.
―Sarren no necesita una razón para lo que hace. ―Jackal curvó el labio
con disgusto―. Él y su cordura se separaron hace un tiempo, y sólo se ha vuelto
más trastornado desde entonces. Pero esto… ―Miró alrededor de la ciudad y
negó con la cabeza―. Demente bastardo sangriento ―murmuró―. ¿Por qué
estás jodiendo con el suministro de comida? Puede que no sobrevivamos otra
epidemia.
Arriba, el cielo era de un inquietante azul marino, y la mayoría de las
estrellas se habían desvanecido. No teníamos mucho tiempo para llegar al
centro urbano.
―Este camino ―le susurré a Jackal, desliz{ndome a través de la grieta en
la valla de madera que rodea el apartamento―. Sigue estando a una buena
distancia de la puerta del Sector Cuatro.
No lo hicimos completamente. 70
Nos llevé allí lo más rápido que pude, por supuesto. Este seguía siendo mi
antiguo barrio, mi zona. Había pasado diecisiete años de mi vida en estas
sucias, ruinas destruidas de una ciudad, rebuscando por comida, esquivando
patrullas, haciendo todo lo necesario para sobrevivir. Este era mi territorio,
conocía sus peculiaridades, sus atajos y a dónde ir si quería llegar a algún lugar
rápidamente.
Ese no era el problema.
El problema era que cuando yo era humana, todos los demás habían sido
humanos, también. El cuerdo, racional, sin tratar de matarte tipo de ser
humano. Ahora, las calles, los edificios, las callejuelas y los estacionamientos, se
llenaron con locos infectados. Locos que no temen a los vampiros, al dolor o a
nada, y que venían hacia nosotros, gritando, sin siquiera ver nuestras sombras
moverse. Jackal y yo cortamos a varios de estos humanos a medida que se
lanzaban hacia nosotros con un desenfreno salvaje casi como los brutales y
audaces Rabiosos. Otras veces, nos escapábamos a las sombras, sobre las
paredes o en los techos donde el infectado no podía seguir. Nunca había visto
tantos humanos vagando por las calles de noche, y me pregunté a dónde fueron
todas las personas sanas, las no infectadas. Si había quedado alguna en
absoluto.
Un resplandor rosado estaba amenazando el horizonte al este cuando
finalmente llegamos a la pared del centro urbano, luchando nuestro camino a
través de otro grupo de locos gritando a las gigantes puertas de hierro que
llevaban al territorio del príncipe. Normalmente, las gruesas puertas metálicas
estaban fuertemente vigiladas, con soldados apostados en la cima y dos
humanos bien armados de pie al frente. Ahora, las puertas estaban selladas
firmemente, y sin guardias patrullando la pared interior. Tampoco nadie
respondió a nuestros gritos y golpes en las puertas. Parecía que el príncipe
había sacado a toda su gente lejos de la ciudad, dejando al Fringe valerse por sí
mismo.
Jackal maldijo y dio a la puerta una estridente patada. El golpe hizo un
sonido hueco, un estruendoso ruido que retumbó en la pared, pero las puertas
eran gruesas, resistentes y diseñadas para soportar los ataques de vampiros.
Ellas ni siquiera temblaron.
―¿Y ahora qué? ―gruñó, mirando la cima de la pared interior, a unos seis
metros hacia arriba. Al igual que las puertas, el muro de protección del centro
urbano fue construido pensando en los vampiros. Ahí no había asideros, ni
salientes para aferrase, ni edificios lo suficientemente cerca para saltar de ellos.
No conseguiríamos entrar en la ciudad de esta manera.
Y el amanecer estaba peligrosamente cerca.
―Vamos ―le dije a Jackal, que miró la pared, como si fuera a cargar un
hacha contra la misma cuando regresara―. No podemos quedarnos aquí 71
afuera, y no vamos a conseguir entrar de esta manera. Conozco un lugar donde
podemos dormir, que es lo suficientemente seguro y no tenemos que
preocuparnos acerca de los humanos locos.
Una mujer se tambaleó por una esquina, su cara entera estaba abierta con
heridas sangrantes, y se abalanzó sobre nosotros con un aullido. La esquivé,
haciéndola chocar contra la pared, y luego salió disparada dentro del Fringe de
nuevo, Jackal siguió gruñendo maldiciones a mis espaldas.
Varias calles y sustos más tarde, con el sol rompiendo lejos sobre el
horizonte irregular, conseguí meterme a través de una familiar cerca de alambre
en el borde de un agrietado, estacionamiento cubierto. Un demacrado, edificio
de tres pisos se asentó en el extremo del estacionamiento, haciendo un nudo en
mi garganta. Hogar. Este había sido mi hogar, una vez.
Entonces una luz ardiente se derramó sobre los edificios, convirtiendo la
parte superior en una naranja deslumbrante, y echamos a correr.
Milagrosamente, ningún humano loco esperaba en el estacionamiento
para tendernos una emboscada. Después de agacharnos a través de las puertas
a la sombra del pasillo, me desplomé contra la pared en relieve.
―Bonito lugar ―comentó Jackal, encorvado contra la pared de enfrente,
donde había una fila de taquillas oxidadas contra el yeso. Miró por el pasillo
oscuro, donde las habitaciones se alineaban en cada pared, y curvó el labio―.
Déjame adivinar, ¿hospital o asilo?
―Es una escuela ―le dije, rodando mis ojos―. O lo era, antes de la plaga.
―Me empujé a mí misma fuera de la pared, sintiéndome débil y cansada ahora
que el sol había salido―. Por este camino. Hay un sótano donde solíamos
escondernos cuando los vampiros estaban fuera.
―¿Nosotros? ―Jackal levantó una ceja mientras caminamos por el pasillo.
Hice una mueca, dándome cuenta de mi desliz, y no respondí―. Así que
―continuó Jackal, mirando a su alrededor con m{s interés―, este fue el lugar
donde viviste como una bolsa de sangre.
―Realmente te gusta ese término, ¿no?
―¿Cu{l? ―Jackal pareció confundido.
―Bolsa de sangre. Eso es lo que todos los humanos son para ti. ―Me volví
abajo por otro pasillo, uno aún m{s desordenado con escombros y yeso caído―.
Sigues olvidando que fuiste uno, una vez.
Ahora era su turno para rodar los ojos.
―Mira, hermana. He sido un vampiro durante mucho tiempo. Tal vez no
tanto como Kanin, pero sin duda más que tú. Vive unas pocas décadas, y sí,
todos comienzan a verse igual. Como las vacas. Inteligentes, hablando de trozos 72
de carne. ―Él se agachó bajo una viga situada en el pasillo, apenas visible―.
Acepto que, no siempre los vi de esa manera, pero el tiempo tiene una manera
de romper tus convicciones.
Sorprendida, me detuve y me volví parpadeando hacia él.
―¿En serio? ¿Tú?
―¿Eso te asombra? ―Jackal sonrió, disfrutando―. Sí, hermana. Yo era
como tú una vez. Tan preocupado por no herir a los pobres humanos
indefensos, sólo tomando lo que necesitaba, con tanto miedo de perder el
control. ―Negó con la cabeza―. Y entonces, una noche Kanin y yo
encontramos a un grupo de hombres que querían asesinarnos. Y nosotros los
matamos a todos ellos. Tan f{cil como matar arañas. ―Sonrió entonces,
mostrando los colmillos―. En ese momento, me di cuenta de que siempre
estaríamos destinados a gobernar sobre los humanos. Podíamos hacer lo que
quisiéramos, y ellos no podrían detenernos. ¿Por qué negar la base de tu
naturaleza? Es lo que somos. Así que, sí ―finalizó, todavía sonriéndome―.
Llamo a los humanos “bolsas de sangre”. No necesito saber sus nombres, o si
tienen una familia, o cuál es su color favorito. Porque de cualquier forma voy a
sobrevivir sobre ellos, o voy a rasgar sus gargantas abiertas y succionar hasta
secarlas. Y la vida resultó mucho más fácil una vez que me di cuenta de eso.
―Tú te diste por vencido ―acusé―. Simplemente se hizo demasiado
difícil luchar más.
―¿Alguna vez pensaste que había una razón para ello? Porque se supone
que no, ¿por qué iba yo a querer seguir luchando contra mis instintos?
―No tienes que ser un bastardo asesino para ser un vampiro.
Jackal resopló.
―No crees eso ―se burló―. Ni siquiera Kanin creía eso, y él fue el mayor
imbécil bondadoso que jam{s encontré. Antes de ti, de todos modos. ―Él se
burló de mi mirada oscura―. Pero, adelante. Sigue diciéndote tus pequeñas
bonitas mentiras. Sólo espero estar ahí cuando todo se derrumbe a tu alrededor.
Habíamos llegado al final de la sala, y empuje abierta la puerta de metal
oxidado que conducía al sótano.
Recuerdos siguieron atormentándome mientras me abría camino por las
escaleras, en las habitaciones con paredes de cemento del piso más bajo de la
escuela. Este era el lugar donde la pandilla y yo nos habíamos refugiado cada
vez que había problemas, una banda rival, un vampiro en la zona o una
patrulla inesperada. La puerta puede ser cerrada desde el interior, y las espesas
paredes y suelo hacen que sea difícil para cualquier cosa llegar a nosotros. Por
supuesto, ahora que yo era un vampiro, era escalofriante darme cuenta de lo 73
fácil que podría haber empujado a través de esa frágil barrera, bloqueada o no.
Y con ninguna otra salida del sótano, quienquiera que viniera aquí abajo estaría
atrapado.
Cerrando la puerta, dejé que la barra hiciera un ruido metálico en su lugar.
Con suerte, los locos afuera no eran tan fuertes como un vampiro, porque el
sueño estaba arañando los bordes de mi mente. Jackal, agarro la barandilla, ya
que él también estaba en peligro de desplomarse, y miró alrededor de la
habitación oscura y fría.
―¿Dónde exactamente esperas que durmamos?
―No me importa ―dije arrastrando las palabras, moviéndome
cuidadosamente por las escaleras―. Elije un rincón. Sólo déjame en paz.
―Encontré el lugar detr{s de varios tubos de baja altura en el que había
mantenido una manta raída para mí, y descubrí que todavía estaba allí.
Tirándola sobre mis hombros, me senté con mi espalda hacia la esquina y
desenvainé mi espada debajo de la manta. Cuando estábamos viajando, nos
habíamos separado al amanecer para enterrarnos en la tierra helada, ocultos y
seguros el uno del otro. Tenerlo en la misma habitación conmigo mientras
estaba expuesta e indefensa me puso nerviosa.
Jackal seguía dando vueltas, buscando un lugar para descansar. Me quedé
despierta todo el tiempo que pude, escuchando sus pasos, esperando a que
encontrara un lugar. Me obligué a mantener mis ojos abiertos, luchando contra
el lento tirón amenazando con arrastrarme debajo, hasta que los ruidos cesaron.
Por fin. Inclinando mi cabeza contra la pared, dejé que mis ojos se cerraran,
y apenas había empezado a relajarme cuando su risa hizo eco en la oscuridad.
―Sé que est{s despierta.
―Bien por ti. Cállate y vete a dormir.
Otra carcajada.
―Lo que tienes que preguntarte ―continuó―, es si yo soy el tipo de
persona que permanecería despierto el tiempo suficiente para matarte después
de que te quedes dormida, o si soy un madrugador que te mataría antes de que
despiertes.
―Si quieres que tu cabeza permanezca en tu cuello, es mejor que ninguno
de ellos ―gruñí, aunque sus palabras enviaron una fría punzada de miedo a
través de mi estómago. Mis manos se cerraron sobre la empuñadura de mi
espada, y Jackal se rió en algún lugar en la oscuridad, sin ser visto.
―Sólo estoy bromeando, hermanita ―dijo―. ¿O no lo estoy? Algo en qué
pensar, antes de dormirte. Buenas noches, entonces. Que duermas bien.
Luché por mantenerme despierta un rato más, sabiendo que estaba
74
jugando directo en el sentido del humor retorcido de Jackal, pero no puede
evitarlo. No podía ver a Jackal, no podía oírlo, así que no supe si ya se había
quedado dormido, si estaba mintiendo y riéndose para sí mismo, o si estaba
esperando a que me quedara dormida para poder deslizarse sobre mí y
silenciosamente arrancar mi cabeza.
Realmente, realmente lo odio, fue mi último pensamiento antes de que
finalmente sucumbiera a la inevitable oscuridad.
Capítulo 7

Hambre.
Nada existe excepto el hambre.
No hay comida aquí. Sin alimento, sólo piedra, acero y oscuridad. Barrotes
rodeándome, cadenas en mis muñecas, presionándome contra la pared. No me puedo
mover, no me puedo quedar aquí. Necesito cazar, necesito comida, presa, ¡sangre!
No.
No, cálmate, Kanin. Piensa. Los has sentido, cuando te despertaste. Ya están aquí.
Ambos. La chica y el perdido. ¿Cuáles son sus nombres? No puedo recordar.
Tan hambriento.
―Bienvenido de nuevo, viejo amigo.
Movimiento más allá de los barrotes. Él está aquí, puedo sentir sus fríos ojos
negros sobre mí, sentir su sonrisa. Gruño, el vibrante ruido a nuestro alrededor, bajo y
amenazador. Oigo su risa silbante. 75

―¿Puedes escucharlo? ―Su rostro flota entre las barras, ojos cerrados, como si
estuviera escuchando música en algún lugar por encima de nosotros―. ¿Puedes oír los
gritos? ¿Hueles el miedo, la mancha de la desesperación? Esto es sólo el comienzo, ya
sabes. Sólo la primera prueba. Y estamos en el lugar perfecto para ver desentrañar todo.
―Abre sus ojos, sonriéndome―. Oh, pero puedo sentir el hambre en ti, viejo amigo. Se
está comiendo tu vida, ¿no es así? Lamentablemente, tu destino ya no está en mis
manos.
Me inclino hacia delante, tratando de llegar a él, para tirarlo a través de los
barrotes y rasgarlo por la mitad. Los grilletes muerden en mis muñecas, sujetándome de
regreso. Él se ríe de nuevo, luego se aleja, su pálido rostro fusionándose en las sombras
más allá de la celda.
―Adiós, Kanin. He disfrutado de los momentos que tuvimos, pero ahora, tengo
un propósito mayor. Sé que no vas a pensar en mí mucho más allá de esto, pero me
acordaré de ti. Te recordaré más afectuosamente. Ve con Dios, viejo amigo.
Abrí los ojos, y luego me eché hacia atrás, golpeando mi cabeza contra el
concreto. Jackal estaba en cuclillas delante de mí, con una leve sonrisa en su
rostro, sus ojos se estrecharon y me contemplaron. Blandí mi espada en un
destello de acero y colmillos, pero él saltó hacia atrás, la hoja fallándolo por
centímetros.
―Maldita sea, Jackal. ―Me levanté súbitamente derecha, manteniendo mi
arma entre yo y el sádico rey Raider―. ¿Qué est{s tratando de hacer? ¡Hazlo
otra vez y voy a cortar esa estúpida sonrisa tuya a la mitad!
―Demasiado f{cil, hermana. ―La sonrisa de Jackal se ensanchó,
mostrando los colmillos―. Eres demasiado confiada. Podría haber torcido tu
cabecita justo fuera de tu cuello, y tú no habrías sentido nada. ―Demostró con
sus manos, y luego sacudió la cabeza con fingida decepción―. Tienes mucho
que aprender, me temo.
―Bueno, tú no ser{s el que me enseñe. ―Envainé mi espada y me volví
lejos, todavía enojada de tenerlo tan cerca. Sádico, vampiro repugnante. Se
metía bajo mi piel, a veces, pero eso era probablemente lo que quería, para que
yo me mantuviera fuera de balance, en el borde. Un juego enfermizo que le
gustaba jugar.
―O tal vez ―añadió Jackal―, sólo te est{s sintiendo aturdida porque no
dormiste bien. ¿Malos sueños?
Cuando lo miré fijamente, él asintió con la cabeza, por una vez serio.
―Tú lo viste, también, ¿no? El viejo bastardo sigue colgado.
―Sí. ―Me deje sentir a mí misma ese pequeño trozo de esperanza, de
alivio―. Todavía est{ vivo. 76
―Síp. Parece que Sarren lo sacó de la hibernación después de todo. Viejo
resistente, algunos de nosotros nunca saldríamos de ella.
―¿Alguna idea de dónde podría estar? Parecía que estaba bajo tierra en
algún lugar, tal vez una prisión o en un…
Me interrumpí, frunciendo el ceño. Jackal empezó a responder, pero yo
levanté mi mano, deteniéndolo. Suaves ruidos de pies arrastrándose vinieron a
mí a través de la habitación, llegando desde afuera de la puerta enrejada. Moví
mi cabeza hacia la entrada justo cuando la manilla giró y la puerta se
estremeció, como si algo estuviera tratando de entrar.
Silenciosamente, preparé mi espada, y Jackal agarro un tubo de plomo
oxidado del suelo, sin molestarse en volver a donde quiera que hubiera
dormido por su hacha. A mi asentimiento, él se deslizó por las escaleras y puso
su mano debajo de la barra, mirando atrás hacia mí. Me acerqué arriba,
levantando mi espada, y asentí a él para abrirla.
Jackal arrancó la barra y abrió la puerta. Me lancé hacia adelante,
barriendo mi hoja hacia abajo, esperando ver a un demente con la cara
sangrante en el otro lado.
Algo gritó y se lanzó hacia atrás, y tiré mi golpe en seco, casi
deteniéndome en el tiempo.
El cuerpo cayó en una postura desgarbada extendido en el suelo, un
hombre andrajoso con el cabello marrón enmarañado y grandes ojos oscuros.
Sentí una breve y leve punzada de reconocimiento, como si le conociera de
algún lado, pero no podía ubicarlo. Él miró boquiabierto hacia nosotros, miedo
y terror extendiéndose por su cara, antes de que se alejara como una delgada
araña desigual, con los brazos y piernas empujando frenéticamente.
Jackal se lanzó pasando junto a mí, agarró al chico por su camiseta
andrajosa y lo elevó sobre sus pies.
―¿A dónde crees que vas, pequeña rata? ―Él lo tiró de vuelta a la
habitación. El chico aulló, agitándose salvajemente, y Jackal lo sacudió una vez,
con tanta fuerza que la cabeza se echó hacia atr{s en su cuello―. Oye, vamos,
nada de esos espantosos chillidos. Atraerás a los locos que estén por los
alrededores. No me gustaría tener que arrancarte la lengua a través de tus
dientes, ¿verdad?
―Jackal ―le espeté, cerrando la puerta y siguiéndolo sigilosamente de
nuevo en la habitación―. Déjalo que se vaya.
Él me dio una mirada aburrida, luego dejó caer al humano jadeando sin
contemplación en el suelo. El chico ―probablemente de no más de trece años, si
tuviera que adivinar― se escabulló hacia atrás hasta que chocó contra una
pared, y luego continuó mirando hacia nosotros con enormes ojos 77
aterrorizados.
―Tómalo con calma ―le dije, dando un paso hacia él lentamente,
ignorando el repentino destello de hambre. El demonio dentro gruñó
impaciente, incitándome a saltar sobre este chico y alimentarme, pero lo
contuve. Reconocí la delgada figura, los trapos, la forma en que sus ojos se
movían por todas partes, en busca de una salida. Era un No Registrado. Al
igual que yo lo había sido―. Rel{jate ―le dije otra vez, tratando de sonar
tranquila y razonable―. No vamos a hacerte daño, o… comerte. Sólo cálmate.
―¡Oh, mierda! ―Jadeó, presion{ndose a sí mismo a la esquina, su mirada
fija en mí―. ¡Es cierto, entonces! Ese chico no estaba mintiendo. ¡Eres ella!
¡Realmente te convertiste en un vampiro!
Me quedé mirándolo.
―¿Cómo lo hiciste…?
Me di cuenta entonces, de dónde conocía a este chico. Él no era más que
una rata callejera, era parte de la pandilla de Kyle, un grupo de No Registrados
rivales que habían vivido dentro de nuestro sector y rebuscado en los mismos
territorios.
Lo había visto de pasada un par de veces cuando había sido humana; las
pandillas de No Registrados del Fringe no se mezclan y por lo general se dejan
en paz unas a otras. No éramos enemigos, exactamente. Nosotros advertíamos a
otros No Registrados de redadas y patrullas, y si otro grupo estaba rebuscando
en un territorio determinado, evitábamos esa sección por un día o dos. Pero en
nuestra sección del Fringe, la pandilla de Kyle había sido nuestra mayor
competencia por alimento y recursos, y la tregua entre nosotros había sido tensa
en los últimos días.
Por supuesto, ellos debieron haber estado encantados al enterarse que
fuimos asesinados por Rabiosos. Incluida yo misma. Aun si yo realmente no
estuviera muerta, ya no podría ser parte de ese mundo. Su competencia se
había ido. Ninguno de nosotros había regresado a la ciudad con vida.
Excepto uno.
―Stick ―dije en voz baja, y di un paso adelante, avanzando hacia el
humano. Él se encogió, luciendo aterrorizado, pero no me importaba m{s―.
Ese chico del que estás hablando ―le pregunté―, ¿su nombre era Stick? ¿Qué
pasó con él? ¿Todavía está por ahí?
¿Aún está vivo?
―¿Ese pequeño pedazo de mierda? ―El muchacho frunció los labios,
rabia pura filtr{ndose a través del terror por un momento―. No, él no est{ m{s
por aquí. Se ha ido. Nadie lo ha visto desde la noche en que tú atacaste nuestra
guarida. 78
Yo no estaba atacando su guarida, quería decir. Solo estaba buscando a Stick.
Pero sabía que el humano no me creería. Y, además, ya no importa ahora. Stick
se había ido. El chico que había cuidado por casi la mitad de mi vida, la persona
que yo pensaba que era mi amigo cuando era humana, me había vendido al
príncipe cuando había descubierto lo que era. Kanin me había advertido que no
fuera por él, no volver a verlo, pero ignoré sus advertencias y traté de contactar
una última vez con el único miembro restante de mi equipo.
Realmente debería haberlo sabido mejor. Stick había echado un vistazo a
lo que era, gritó de terror y salió corriendo. Directo al príncipe y a sus
seguidores, aparentemente. Como si todos nuestros años de amistad, todas esas
veces que había arriesgado mi cuello por él, manteniéndolo a salvo, alimentado
y vivo a mi propia expensa, no significaban nada.
Pensé que había enterrado ese dolor cuando huí de la ciudad, pero dolía,
un sordo latido persistente en algún lugar profundo en el interior. Aun así, no
podía concentrarme en el pasado. Si este chico no estaba infectado y sano, tal
vez había otros humanos que escaparon del caos, también.
―¿Hay m{s de ustedes? ―interrumpió Jackal, al parecer pensando en lo
mismo. El chico dudó, y él añadió en un tono perfectamente sensato―. Te das
cuenta de que tu posibilidad de ser útil es lo único que te mantiene con vida en
este momento, ¿no?
―Sí. ―El humano escupió la palabra, mirando hacia nosotros con una
mezcla de miedo y odio―. Sí, hay m{s de nosotros. Abajo, en los túneles debajo
de la ciudad. Nos mudamos allí cuando comenzó toda la locura. Los
Sangradores permanecen en la parte superior, en su mayor parte.
―Así que eso era de lo que estaba hablando el hombre topo
―reflexioné―. Personas de la Superficie bajando a su territorio. ―Miré al chico
otra vez―. ¿No tienes problemas con ellos? No están felices contigo metiéndote
en su territorio.
Él se encogió de hombros.
―Podemos correr nuestros riesgos con los locos o los caníbales. Los clanes
de hombres topo nos dejen en paz si estamos en un grupo. Y el jefe conoce los
túneles bastante bien, por lo menos, los que son territorio del clan.
Los túneles. De repente recordé que, cuando yo había estado aquí con
Kanin, algunos de los pasajes subterráneos conducían al interior del centro
urbano. Nunca los había visto, por supuesto, nunca fui en busca de ellos,
cuando era humana. Pero existían rumores de lugares donde podrías deslizarte
dentro del territorio de vampiros, tan peligroso y suicida, como era eso. Antes,
cuando me convertí en un vampiro, Kanin me había mostrado un camino
debajo de la pared interior, a través de una red de viejas alcantarillas y túneles
de metro, justo en el corazón del centro urbano. 79

Pero el subterráneo era un laberinto, extendiéndose por kilómetros bajo


las calles de la ciudad, miles de túneles que parecían todos el mismo. Incluso si
pudiéramos alcanzar el antiguo hospital, no creo que pudiera seguir los pasos
que Kanin había utilizado para llegar más allá de la pared. Sin embargo, ese
camino existía, en algún lugar.
No podríamos entrar en el centro urbano a través de las puertas. Y viajar
por el subterráneo parecía un infierno mucho más seguro que quedarse en la
parte superior con los “Sangradores”.
―¿Est{s pensando lo que yo estoy pensando? ―murmuró Jackal detrás de
mí.
Asentí con la cabeza.
―Tú dijiste que hay alguien que conoce el camino a través de los túneles
―le dije al chico, quien hizo una mueca, como si supiera lo que iba a decir a
continuación―. Llévanos a él.
―¿Aparecer con dos chupasangres? ―Él se puso aún m{s p{lido,
moviendo la cabeza frenéticamente―. ¡No, no puedo! Todo el mundo va a
enloquecer. Y entonces me matarán por llevarte ahí.
Podía sentir la sonrisa con colmillos de Jackal incluso sin verlo.
―Muere luego, o ahora, bolsa de sangre. Tu elección.
―Mierda. ―El chico se pasó una mano por la cara―. Est{ bien, est{ bien.
Te llevaré allí… si prometes no matarme después. Hay un montón de otros
humanos ahí abajo si tienes hambre, chupa a uno de ellos, ¿de acuerdo? Incluso
voy a señalarte a los estúpidos y los crédulos. Sólo no me comas.
Aunque no lo dejé notar, sentí un destello de disgusto, hipócrita como era
él. Su respuesta no debería haberme sorprendido. Yo había crecido en las calles
con la misma actitud, el mismo instinto de supervivencia. En el Fringe, era
todos viendo por sí mismos. No importa qué, tú hacías lo que fuera necesario
para sobrevivir. Yo lo sabía. Había vivido eso. Pero luego me encontré con Zeke
y su pequeño grupo, y todo cambió. Ellos me aceptaron, una perfecta
desconocida, como uno de los suyos, sin condiciones, sin expectativas. Con la
excepción de su líder endurecido, ellos habían velado el uno por el otro,
cuidándose entre sí. Y el chico en quien había pensado primero, ingenuo, ciego
e idealista debió haberme contagiado, porque cuando me enfrenté con la
elección de marcharme o arriesgar mi vida por el grupo, mi instinto de
supervivencia se había ido por la ventana. Y me di cuenta que en realidad me
importaban todos ellos.
Había sido una sorpresa el aprender que había otras maneras de vivir.
Había sido incluso más que una conmoción el saber que todavía me importaba,
que estaba dispuesta a poner en peligro mi propia existencia por los demás. 80
Ahora estábamos de regreso en el Fringe, y la filosofía de todo el mundo por ver
por sí mismo aún se mantenía cierta. Pero, al menos en mi vieja pandilla, no
habíamos vendido a otras personas a los vampiros. Hasta Stick, de todos
modos. Parecía que el grupo de Kyle no tenía tales convicciones.
Jackal sonrió hacia mí.
―Ah, la lealtad humana. Es una cosa tan inspiradora, ¿verdad, hermana?
Hace que te preguntes cómo alguna vez nosotros llegamos a la cima. ―Miró al
No Registrado, quien parpadeó, sin darse cuenta de que acababa de ser
insultado, y su sonrisa se hizo m{s amplia―. Mejor date prisa, pequeña bolsa
de sangre, y llévanos con tus amigos. Estoy sintiéndome un poco hambriento
ahora.
El estacionamiento tenía un par de Sangradores arrastrándose alrededor,
murmurando para sí mismos, pero fuimos capaces de pasar sigilosamente a su
alrededor sin demasiados problemas. El olor de la sangre fresca, chorreando de
sus rostros y brazos, colgaba en la brisa como cintas invisibles, despertando el
demonio dentro. No me di cuenta que estaba mirando la parte posterior del
cuello de nuestro guía hasta que sentí a mis colmillos asomando en mi labio
inferior y obligué el Hambre a retroceder.
―¿Cu{ndo comenzó esto? ―le pregunté al chico una vez que estábamos
fuera de peligro de la escuela. En parte porque tenía curiosidad y en parte para
mantenerme ocupada, para centrarme en algo m{s que mi sed de sangre―. La
enfermedad, la locura. ¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
―No mucho. ―Él miró por encima del hombro, como si le sorprendiera
que estuviera hablando con él como una persona normal―. ¿Tal vez dos
semanas, más o menos un par de días? No sé exactamente, es difícil decir en el
subterráneo.
―¿Por qué el príncipe no ha hecho nada?
―Él ha hecho. ―El chico soltó un bufido―. Puso a todas sus mascotas y
guardias de nuevo en el centro urbano y cerró las puertas al resto de nosotros.
Intenta llegar más allá de las puertas y te disparan sin esperar. Los camiones de
alimentos han dejado de venir, también. ―Se encogió de hombros, un
desesperado gesto enojado―. Supongo que sólo est{ esperando que todos
muriésemos aquí fuera.
Un humano tropezó en el camino, arrastrando una manta detrás de él y
apestando a sangre, y mi hambre se agitó inquieta. Esperamos en las sombras
hasta que el humano se fue arrastrando los pies.
―Tú podrías enfermarte aquí también ―le dije a nuestro guía después
que el Sangrador se tambaleó en una esquina―. ¿No te preocupa eso?
Él se encogió de hombros y siguió guiándonos por las calles. 81
―No hay muchas opciones. Como he dicho, nosotros podemos
aprovechar nuestras oportunidades aquí con los Sangradores, o morir de
hambre en los túneles. ¿Qué harías tú, si no hubiera comida en ningún sitio?
―Él me concedió otra mirada y meneó la cabeza―. Supongo que no lo
entiendes más. Los vampiros no tienen ese problema, ¿verdad?
Oh, entiendo más de lo que piensas.
Nos deslizamos a través de una calle cubierta, donde las malas hierbas
rozaban, y grandes árboles habían agrietado el pavimento y crecido a través de
las antiguas cáscaras de autos. La vegetación cubriendo las aceras y los edificios
circundantes estaba tan espesa que era como abrirse paso cortando por un
bosque. El chico No Registrado tejió a través de la maleza enmarañada con una
familiaridad innata, de que había hecho esto antes, y con frecuencia.
Esquivando alrededor de los restos del esqueleto de una camioneta, él se
detuvo y echó una mirada cautelosa alrededor de las sombras antes de caer en
cuclillas entre los matorrales. Empujando lejos un neumático, apartó una mata
de maleza, revelando un pequeño agujero perfectamente redondo en el medio
de la carretera. Otra entrada al laberinto de túneles que corrían por debajo de
Nueva Covington. Me preguntaba cómo yo, o más bien, cómo Allie la rata
callejera Fringer, había perdido ésta.
El chico No Registrado cavó en sus bolsillos sucios y sacó una pequeña
linterna, el rayo apenas visible cuando se asomó por el agujero y miró
alrededor.
―Parece que est{ despejado ―murmuró, tir{ndola de vuelta y avanzando
poco a poco cerca del agujero, prepar{ndose para descender al interior―.
Espera aquí un segundo, me aseguraré de que es seguro, luego te aviso cuando
esté despejado.
―No tan r{pido. ―Extendí la mano y enganché al chico por la camiseta y
lo arrastré hacia atr{s―. No pensar{s que soy estúpida. Yo fui una de ustedes
una vez, ¿recuerdas? ―Él empezó a protestar, pero lo empujé hacia Jackal,
quien lo agarró por el cuello―. Voy a bajar primero, y ustedes dos me pueden
seguir.
El chico miró a Jackal y palideció.
―¿Me vas a dejar sola con él?
―Él no va a intentar nada. ―Entrecerré mis ojos hacia el otro vampiro―.
¿Cierto?
―¿Yo? ―Jackal sonrió, mostrando los colmillos―. Yo soy la
personificación del autocontrol y la moderación, hermana. Su corazón
sangrante está apagado para mí. 82
Rodé los ojos, saqué mi arma y me dejé caer en el agujero.
Mi vista de vampiro se ajustó casi instantáneamente a la oscuridad más
absoluta, mostrándome un túnel de concreto sin fin, paredes goteando y
ladrillos desmoronándose. Algo pequeño y peludo se deslizó por una tubería y
se desvaneció en una grieta, pero aparte de eso, las alcantarillas estaban vacías y
en silencio.
―Despejado ―llame de vuelta, envainando mi katana.
El chico cayó de repente desde la abertura, como si hubiera sido
empujado, y se tiró en el concreto con un grito de dolor. Fruncí el ceño y miré
hacia Jackal mientras caía un momento más tarde, aterrizando ligeramente y
sacudiéndose las mangas.
―Todo bien ―anunció, haciendo caso omiso de mi mirada―. Aquí
estamos en las alcantarillas otra vez, mi lugar de vacaciones favorito en Nueva
Covington. Así que encantado de estar aquí. ―Se fijó en el No Registrado con
una sonrisa peligrosa―. Bueno, no te quedes ahí, rata de túnel. Danos el
recorrido.
―Uh. Sí ―dijo el chico, poniéndose cautelosamente de pie. Sus ojos se
movían alrededor, constantemente alerta de una manera que era demasiado
familiar―. Síganme.
Caminamos en silencio por un rato. Me quedé cerca del humano,
observándolo cuidadosamente, lista para agarrarlo si se le ocurría la idea de
salir corriendo. A pesar de que él había prometido llevarnos a los demás No
Registrados, no tenía ninguna duda de que podría precipitarnos en el desagüe
más cercano, grieta o agujero escuro si tuviera la oportunidad. Los No
Registrados eran oportunistas, y los que sobrevivían hacían todo lo que podían.
Robando, mintiendo, haciendo promesas que nunca tenían la intención de
mantener, solo para seguir con vida. Yo habría hecho lo mismo, si todavía fuera
humana, una rata callejera como este chico.
¿Chico? ¿Rata callejera? Me di cuenta de que ni siquiera sabía su nombre.
No es que me importara especialmente, dudaba que él hubiera preguntado mi
nombre si los papeles se invirtieran. Pero pensar en él sólo como un humano,
sólo como una rata callejera sin nombre, era algo que los vampiros hacían.
―Nunca me dijiste tu nombre ―le dije, sorprendiendo al chico que volteó
con cautela―. Tú me conoces, parece que todos los No Registrados saben mi
nombre y lo que me pasó. ¿Cómo te llamas?
―Roach1 ―murmuró el muchacho después de un momento―. Me llaman
Roach.
Jackal se rió.
83
―Bueno, ese no es apropiado.
―¿Est{n Kyle y Travis todavía por aquí? ―le pregunté, ignorando a
Jackal. Ellos me conocían antes de convertirme en un vampiro, no bien, pero
todavía me reconocerían cuando me vieran.
Pero Roach sacudió la cabeza.
―No, los dos est{n muertos.
No estaba sorprendida por su franqueza, o su encogimiento de hombros
casual, pero daba mucho que pensar el escuchar que otras dos personas que
conocía se habían ido.
―¿Qué pasó?
―La enfermedad se los llevó. Este camino. ―Roach se agachó en un
estrecho túnel semicircular, bajo y claustrofóbico, agua fangosa rezumando por
el suelo. Su voz resonó en el pequeño espacio que nos rodeaba―. Travis murió
primero, pero Kyle se convirtió en un Sangrador y se volvió loco con nosotros.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta que teníamos que salir de las calles. El
chico nuevo nos trasladó a todos dentro de los túneles para evitar a los locos. Él
probablemente va a estar enojado de que me fui solo otra vez. Espera un
segundo. Ya estamos aquí.

1
Roach: Cucaracha.
Una rejilla oxidada cubría el otro extremo del túnel, y el parpadeo de luz
amarilla se filtró a través de las tablillas. Podía ver una forma recortada contra
la reja, andrajosa y delgada, probablemente de guardia. Él giró cuando nuestros
pasos resonaron en el túnel, la luz de una linterna brillo a través de la rejilla.
Roach se estremeció, levantando un brazo cuando el rayo lo golpeó en la cara.
―¡Soy yo, estúpido! Abre la puerta.
La luz parpadeó hacia mí y Jackal. Miré a través de la bruma y vi a un
chico mayor, delgado y negro, sus ojos oscuros se estrecharon
sospechosamente.
―¿Quiénes son ellos?
―¿Qué demonios es lo que parecen? ―continuó Roach sin perder el
ritmo―. Fringers que conocí arriba. Personas que no se desgarran sus rostros.
Pensé que el jefe quería que los trajera aquí abajo.
―Él est{ enojado contigo, Roach. ―El rayo se deslizó hacia atr{s, y el
guardia levantó una pesada barra de hierro que había sido colocada a través de
la rejilla para asegurarla―. Sabes que no debemos ir allí solos, sobre todo ahora.
―Sí, sí. Dime algo que no sepa.
Con un chillido ensordecedor, la reja se abrió. Roach pasó el guardia,
quien miró hacia mí y Jackal con recelo, pero no dijo nada, y nos condujo a una 84
escalera oxidada más allá del túnel. La escalera de aspecto tambaleante se
levantaba en espiral desde el piso de concreto, hasta un hueco estrecho,
continuando en la oscuridad.
―Um, son bastante débiles ―dijo Roach, mirando esperanzado hacia
nosotros―. Probablemente es mejor que vayamos uno a la vez, no las quieren
derrumbándose debajo de nosotros, ¿verdad?
Jackal se rió entre dientes.
―Eres una pequeña bolsa de sangre tortuosa, ¿cierto? No sé si sentirme
divertido o insultado.
―Buen intento ―le dije, y le hice un gesto hacia el frente―. Sigue
adelante. Vamos a estar justo detrás de ti.
Roach se encogió de hombros y siguió por las escaleras.
Los escalones eran bastante inestables, crujiendo y gimiendo bajo nuestro
peso, pero aguantaron. Salimos del agujero a una larga sala con pisos de
cemento y paredes. Postes desmoronándose sostenían un techo bajo, y grandes
máquinas cilíndricas, revestidas completamente en óxido, creaban un estrecho
pasillo hasta una pared.
―¿Qué es este lugar? ―murmuré.
―Sub-sótano. ―Jackal hizo eco detr{s de mí―. O una vieja sala de
calderas. Estamos probablemente por debajo de una fábrica o algo así. ―Tomó
un largo y profundo respiro y sonrió, mostrando sus colmillos―. Ah, el olor de
la miseria humana. ¿Puedes olerlo, hermana?
Yo no sabía lo que era una sala de calderas, y no iba a preguntar, tenía
mayores preocupaciones ahora mismo.
Jackal tenía razón; el olor de la sangre caliente de los humanos estaba por
todas partes, incluso sobreponiéndose a los olores de moho, oxido y humo
grasiento. El cálido olor de la sangre, envuelto alrededor del aroma del miedo,
la desesperanza y la desesperación, despertaron el hambre de su hibernación
agitada. Me hizo querer fundirme en la oscuridad, para deslizarme entre los
pasillos y esperar a que un humano inocente caminara, entonces tirarlo atrás en
las sombras, para nunca ser visto otra vez.
―Manteng{monos unidos ―gruñí, tanto para mí como para el vampiro
junto a mí. Sus ojos brillaban con un amarillo luminoso de una manera que no
me gustó en absoluto, y lo miré―. Estamos aquí por su ayuda, no por un
bocado.
―Dios nos libre. ―Jackal agito una mano en un gesto vago―.
Simplemente estaba haciendo una observación. ¿En qué estabas pensando?
85
Ignorándolo, arrastré a Roach por un pasillo, las bajas, máquinas oxidadas
bordeaban ambos lados como guardianes rotundos. Parpadeante luz naranja
bailó sobre el suelo entre ellos, el bajo crepitar de un fuego haciendo eco fuera
de los barriles. Saliendo del laberinto de maquinaria, entramos en un gran
espacio abierto, donde un puñado de mantas, cajas y montones de trapos
rodeaban un fuego moribundo.
Humanos medio muertos de hambre se arremolinaban a través de las
sombras proyectadas por el fuego, o acurrucados junto al fuego, temblando. El
frío había dejado de afectarme hace mucho tiempo, y no pensé más en ello, pero
me di cuenta que debía estar helado para ellos aquí. El Fringer que yo había
sido, sin embargo, lo aprobó. Bien oculto, subterráneo, un montón de lugares
para esconderse. Sí, a Allie la rata callejera le habría gustado este lugar.
Quienquiera que había elegido este pequeño refugio seguro sabía lo que estaba
haciendo.
Por supuesto, eso no cuenta para los vampiros permitidos pasar más allá
de las puertas.
―De acuerdo ―susurró Roach, mir{ndome por encima del hombro―. Te
traje aquí. Vas a dejarme ir ahora, ¿verdad?
Eché un vistazo a la multitud de humanos temblando y fruncí el ceño.
―¿Quién est{ a cargo?
―Um… ―Roach miró alrededor del campamento, también―. Ahí ―dijo,
señalando a un lado―. Nuestro intrépido líder.
Seguí su mano a donde un par de personas se situaban en el borde de la
luz, hablando en voz baja con sus espaldas hacia nosotros. Uno de ellos era
corriente, delgado, harapiento y sucio, como todos los demás. El segundo
humano, sin embargo, llevaba ropas más resistentes, botas y un chaleco de
combate negro como el que había visto en algunos de los guardias del príncipe.
Una pesada pistola estaba enfundada en su cinturón, y a través de su espalda
estaba una extraña arma que nunca antes había visto. Lucía como si alguien
hubiera tomado un arco y una flecha ―algo que sólo había leído antes― y lo
hubiera unido al extremo de un arma de fuego. Un pico largo de madera yacía
agazapado en el arma extraña, y envió un escalofrío por mi estómago.
―Hijo de puta ―murmuró Jackal detr{s de mí―. El bastardo tiene una
ballesta. Bueno, alguien está preparado para encontrarse con vampiros, ¿no es
así?
Algo hizo clic en mi cabeza, y el mundo pareció detenerse. No, pensé
aturdida. No puede ser. No puede estar aquí ahora. No es posible.
Pero lo era, y yo sabía quién era, incluso antes de que él se diera la vuelta.
Rubio, ojos azules, delgado y alto, como si hubiera caminado directo de mi
memoria, de mis sueños, y a la existencia. 86

―Zeke ―susurré mientras su penetrante, mirada familiar se encontró con


la mía a través de la habitación―. ¿Qué demonios est{s haciendo aquí?
Capítulo 8

Ezekiel Crosse. El hijo adoptivo de Jebbadiah Crosse, el predicador


fanático que lideró un grupo de peregrinos a través del país en una búsqueda
de la mítica ciudad de Edén. Zeke, el humano quien había luchado tan duro por
llevar a su gente a la seguridad, a quien había dejado atrás a las puertas de
Edén. El chico a quien pensé no volvería a ver, y ciertamente no aquí, a cientos
de kilómetros de esa isla, en el territorio de un príncipe vampiro.
Zeke, el chico que no podía sacarme de la cabeza, quien había perseguido
mis pensamientos aunque sabía que había hecho lo correcto, dejándolo atrás.
Quien me había besado, sabiendo lo que era. Quien había ofrecido su propia
sangre para salvar mi vida cuando estaba cerca de la muerte.
Quien se suponía estaría ahora a salvo en Edén.
Se veía más grande, de alguna manera, más maduro, aunque había sido
hace menos de un año que lo había visto por última vez. Su pálido cabello
estaba más corto, no tan desordenado, y aunque seguía siendo delgado y 87
musculoso, su mirada lúgubre y cansada de alguien que apenas comía lo
suficiente para vivir. Se veía saludable, seguro y fuerte, y dolorosamente
familiar.
―Allie. ―La voz de Zake era un suspiro, un susurro; apenas la escuché
incluso con mi audición vampírica. Trajo una tormenta de recuerdos, nuestro
primer encuentro en un pueblo desierto, nuestro primer beso, su dulce y
caliente sangre esparciéndose sobre mi lengua. Todo sobre él vino como una
inundación, y yo estaba ahí parada, tambaleándome en la marea de emociones.
Zeke estaba aquí no en Edén con los otros. Estaba justo frente a mí.
Por un momento Zeke me miró fijamente de regreso, sus ojos azules
abiertos sorprendidos, esperanza, alivio… y algo m{s.
Pero después, parpadearon hacia el vampiro parado junto a mí. Y
cambiaron.
Reconocimiento, seguido por incredulidad e ira. Esos orbes azules se
volvieron helados, y una máscara sin emociones cubrió su rostro. En un suave
movimiento, retrocedió y sacó el arma de su espalda. Escuché el silbido cuando
extrajo el cordón y niveló esa punta letal de madera en el pecho de Jackal.
―Zeke, ¡espera!
Me abalancé frente a él mientras Jackal gruñía, el sonido animal haciendo
eco a través de la cámara. Los humanos gritaron con terror, desperdigándose
como pájaros cuando se dieron cuenta de qué era lo que se había escabullido en
su pequeño paraíso. Las cucarachas huyeron, desvaneciéndose en las sombras
cuando el pandemonio explotó a nuestro alrededor.
―Todos, ¡deténganse! ―La voz fuerte y de orden de Zeke se elevó sobre
el caos, aquietando el pánico. El movimiento frenético alrededor de nosotros se
hizo más lento mientras Zeke continuaba sosteniendo el arma hacia mí y
Jackal―. Quédense donde est{n ―prosiguió Zeke, lanzando una mirada
alrededor de la cámara en una fracción de segundo. Su voz resonaba con
autoridad, compuesta y firme―. Cálmense, todos ustedes. No se muevan a
menos que les diga que lo hagan.
Buen movimiento. Zeke sabía sobre vampiros, algo de ello de mí. Sabía
que éramos predadores, y que el miedo, pánico y movimientos frenéticos
podrían estimularnos, urgiéndonos a cazar. Sentí a mi propio demonio
levantarse, sintiendo las presas, ansioso de cazar y matar. Lo forcé a calmarse,
tratando de mantenerme tranquila, enfocada. Pero fue difícil, atrapada entre
una estaca de madera y un volátil vampiro asesino, con el olor de la sangre y el
miedo pesados en el aire. Me sentí balanceándome en el filo de la navaja, y
necesitaba sólo un diminuto empujón para que todo a mi alrededor explotara
en violencia.
Detrás de mí, Jackal se rió, suave y amenazadoramente. 88
―Bueno, no es esto divertido ―canturreó, haciéndome querer patearlo en
la ingle―. Dime, humano. ¿Cuántas de estas pequeñas bolsas de sangre crees
que puedo matar antes de que consigas darme un golpe?
Miré atrás haca él, esperando que Zeke no aceptara el desafío.
―¡C{llate! ¡No est{s ayudando!
Se encogió de hombros.
―Perdón. Es un poco difícil pensar cuando tienes una ballesta apuntando
en tu dirección. Me pone un poco tirante.
―Por si no lo habías notado ―gruñí, tratando de mantener mi voz
calmada―, esa ballesta está apuntando hacia mí. Porque fui lo suficientemente
estúpida para saltar frente a ti. No me hagas lamentarlo incluso más.
Allison. ―La voz de Zeke era dura. Mi corazón se hundió, y me giré para
enfrentar esos fríos ojos azules. Brillaban de ira, de sorpresa y traición, mientras
sacudía su cabeza―. Por favor dime que tienes una razón válida para estar aquí
con él.
Escupió la palabra como una maldición. No lo culpaba, Jackal había
secuestrado a la familia de Zeke. Había asesinado al amigo de Zeke, Darren,
para dar un ejemplo. Era el responsable de la muerte del padre de Zeke,
Jebbadiah Crosse. Era un asesino a sangre fría, brutal y despiadado, y Zeke
tenía muchas razones para odiarlo.
Entonces ¿por qué estoy aquí parada, protegiéndolo?
―Zeke, por favor…
―Zeke ―gruñó Jackal detrás de mí, como si se acabara de dar cuenta de
algo―. Ezekiel. Ezekiel Crosse. Hijo de puta, eres el hijo del que estaba hablando
el viejo bastardo. ¡Eres el hijo del viejo!
Mierda. Me giré, pero Jackal me golpeó fuerte, empujándome a un lado.
Golpeé el piso de cemento cuando el chasquido de la cuerda de la ballesta sonó
en el breve momento de silencio. Jackal se agachó, moviéndose con la velocidad
inhumana de nuestra especie, y la mortal punta silbó hacia él, fallando su rostro
por centímetros. Mientras maldecía y me levantaba, rugió, desnudando sus
colmillos, y fue por Zeke.
Me lancé hacia él, rezando por llegar a tiempo. Cuando Jackal cerró la
distancia, Zeke dejó caer la ballesta y sacó una larga espiga de madera de una
abertura en su chaleco. Jackal gruñó, pero Zeke se mantuvo en su lugar,
levantando la estaca en su puño cuando el vampiro se abalanzó.
Extrayendo mi katana, me lancé entre ellos.
―¡Detengan esto! 89

Me giré hacia Jackal con la espada, obstruyendo su camino y tomando al


mismo tiempo la muñeca que sostenía la estaca. Jackal se detuvo a varios
centímetros de la hoja, los ojos brillando, y Zeke se petrificó en mi agarre, pero
no trató de liberarse.
―¡No vamos a hacer esto ahora! ―les siseé a ambos. Jackal gruñó, y Zeke
se tensó, listo para abalanzarse, y los empujé hacia atrás―. Maldición, tenemos
problemas más grandes sobre los que preocuparnos, como la ciudad
destruyéndose a sí misma a nuestro alrededor. Por si no lo habían notado,
estamos en una especie de mala situación aquí. Y no voy a quedarme parada y
observarlos desgarrarse las gargantas entre ustedes. ―Ambos se me quedaron
viendo; los miré de regreso y no cedí―. No me importan sus vendettas
personales. Mátense el uno al otro después, justo ahora, hay otras cosas con las
que lidiar. ¡Así que chicos van a tener que tragárselo y superarlo!
Un frágil silencio se estiró entre nosotros. Podía sentir la violencia
pulsando en ambos lados. Podía sentir la viciosa intención de Jackal y la pura
ira sin filtrar de Zeke, estirándose a través de la barrera que los mantenía atrás.
Yo. Tragué duro y esperé, esperando que no continuaran esta pelea. Porque
entonces sería forzada a tomar un lado, y no sabía cuál elegiría.
Sorprendentemente, fue Jackal el que finalmente sonrió y retrocedió,
levantando las manos.
―Muy bien, bolsa de sangre ―dijo, pasando su mirada de mí a Zeke―.
Bien. Puedo ser civilizado. Por ahora. Observa. ―Hizo un gran espectáculo de
mirar alrededor de la cámara―. Qué lindo lugar tienes aquí. Amo lo que has
hecho con él. Si lo hubiera sabido, habría traído un regalo para hacer más cálido
tu hogar. Una alfombrilla de felpa que fuera con las adorables pilas de basura.
Sentí que algo de la tensión se disolvía y me relajé un poco, girándome
hacia Zeke. Él tiró de su muñeca, y lo dejé ir esta vez, dejando caer mi mano.
―Zeke…
La mirada que me dio fue seca. Ira, traición, y una fría mirada apreciativa,
como si me estuviera viendo otra vez por primera vez, y no fuera la persona
que conoció anteriormente.
Zeke empujó la estaca a través de su chaleco, donde un número de espigas
de madera colgaban, me di cuenta, y levantó la ballesta del suelo.
―¿Qué estás haciendo aquí, Allison?
Su voz era cortante, dura, y no me estaba mirando. Mi corazón se hundió,
dolor, ira y frustración se esparcieron en mi interior. Lo observé poner el arma a
su espalda y comprobar el resto de ellas. Era un arsenal impresionante,
diferente al que llevaba cuando nos conocimos por primera vez. Ballesta,
estacas, una pesada pistola, chaleco armado, esta vez estaba listo para los 90
vampiros. La única cosa que era familiar era el machete, aún atado a través de
su espalda debajo del chaleco y la ballesta, y la pequeña cruz de plata alrededor
de su cuello. No parecía más un viajero perdido. Parecía un soldado, más de lo
que nunca lo había hecho con Jeb. Parecía alguien que mataba vampiros para
vivir.
¿Pero por qué estaba siquiera aquí? ¿Por qué no estaba de regreso en
Edén, donde lo había dejado?
―Estamos buscando a alguien ―dije buscando en su cara cualquier señal
del chico que conocí. Su expresión se mantuvo fría, cerrada, pero seguí―. Está
en la Ciudad Central, y las puertas en la cima están selladas. Necesitamos
encontrar un camino para entrar a través de los túneles.
Zeke le dio una mirada llena de aborrecimiento a Jackal, como si deseara
sacar una estaca de las muchas en su chaleco y enterrarla en el corazón del
vampiro. Jackal lo observó calmadamente, con el indicio de una sonrisa en su
rostro. Hice retroceder mi desesperación. Mantener a estos dos de matarse el
uno al otro iba a ser difícil. Pero tenía que intentarlo. Sabía que Zeke estaba
enojado; tal vez ahora me despreciaba. Pero seguíamos necesitando su ayuda, y
no podía dejar que esto me detuviera. La vida de Kanin dependía de ello.
―Bueno, eso va a ser difícil. ―Finalmente Zeke se giró para enfrentarme,
aunque su rostro y voz siguieron fríos, profesionales―. No conozco un camino
hacia la Ciudad Central a través de los túneles. Si lo hiciera, ¿crees que
seguiríamos aquí, en el Fringe? Los llevaría a todos a la Ciudad Central si
pudiera. Pero incluso si supiera el camino, tendríamos que pasar a través de los
hombres topo.
―¿Ellos te est{n amenazando?
Asintió, una vez.
―Hemos tenido varios problemas con ellos, y las cosas se están
poniendo… feas. Uno de mis exploradores me dijo que se están acumulando en
enormes números, algo que no habían hecho en el pasado. Quieren que nos
vayamos.
Genial. Sangrientos por arriba, irritables hombres topo por debajo… y
Zeke. Quien aunque parecía por completo cómodo aquí, en su elemento como
el que estaba a cargo, no conocía el camino a la Ciudad Central, como había
esperado. Encontrar a Kanin estaba probando ser más difícil de lo que pensé
posible. Y aún teníamos que tratar con Sarren.
Zeke seguía observándonos, su mirada en blanco y como un espejo.
―Zeke. ―Le di una mirada suplicante, esperando que nuestra amistad
pasada, las veces que nos habíamos ayudado el uno al otro, luchado lado a lado
contra Rabiosos, Raiders y vampiros, aún significara algo para él―. Tenemos
que entrar a la Ciudad Central. Por favor ¿no hay algo que pudieras hacer? 91
¿Nada en lo que puedas pensar? Es importante.
Me miró fijamente con los ojos entornados. Podía ver las ruedas girando
en su cerebro, pensando profundamente, juntando las piezas.
―¿Vas a ver al príncipe? ―preguntó finalmente.
Parpadeé. No era lo que esperaba que dijera.
―Sí ―repliqué―. O, vamos a acercarnos a él tanto como podamos.
Descubrimos algo sobre la plaga, creemos que sabemos quién la inició, y
esperamos que Salazar nos ayude. Es su ciudad. Tiene que estar preocupado
porque su fuente de alimento se esté muriendo.
La expresión de Zeke se endureció, y quería patearme a mí misma por
sacar a relucir ese último hecho. Maldición, creo que algo de Jackal se me está
pegando.
―Si podemos llegar al príncipe, entonces él puede ayudarnos a encontrar
al responsable quien podría saber cómo detenerlo. ―Y esperemos también rescatar
a Kanin.
Zeke estuvo en silencio por largo rato, luchando consigo mismo, antes de
suspirar.
―No conozco el camino a la Ciudad Central ―repitió―. No puedo
ayudarlos en eso. Pero hay un grupo que conoce estos túneles mejor que nadie.
¿Quién?, quería preguntar, pero detrás de mí, Jackal hizo un sonido de
disgusto.
―Oh, mierda. Estás hablando de los sucios caníbales, ¿no es así?
―Los hombres topo tienen su guarida no muy lejos de aquí ―continuó
Zeke, ignorando a Jackal―. Puedo llevarlos ahí, pero tendrán que convencerlos
de que los lleven a través del Muro Interior. Ellos no me escucharán a mí. Sin
embargo, a un par de vampiros… ―Se encogió de hombros―. Pero, si los
convencen de llevarlos a la Ciudad Central, voy con ustedes.
Eso me desbalanceó. Zeke odiaba a los vampiros, y la Ciudad Central
estaba atestada con ellos.
―¿Por qué?
Gesticuló hacia atrás al grupo.
―Porque no está sucediendo nada para mejorar esto. Los camiones de
comida dejaron de venir, no hay recursos aquí abajo, y nadie puede subir a la
superficie sin toparse con los sangrientos. Si esto continua, la gente morirá de
hambre. Quiero ver lo que los vampiros están haciendo para detener esto, si
están haciendo algo para detener eso, o si sólo están planeando dejar que todos
aquí afuera mueran.
Zeke. Sacudí mi cabeza tristemente. No has cambiado. Aún cuidando a todos, 92
sin importar quiénes sean. Incluso si son un grupo de No Registrados quienes te
venderían tan pronto como les dieras la espalda.
Detrás de mí, Jackal se rió.
―¿Estás seguro que quieres esto, bolsa de sangre? ―preguntó,
sonriendo―. ¿Ir pasando el Muro, donde viven todos los vampiros aterradores?
Tal vez también quisieras echarte algo de miel o salsa barbacoa sobre tu cuerpo
antes de que nos vayamos.
Me giré hacia Jackal antes de que Zeke tuviera la oportunidad de tomar
represalias.
―¿Podrías, por una vez, dejar de ser tan idiota? ―le gruñí―. Deja de
antagonizar con nuestro único guía. ¿Quieres llegar a Salazar o no?
―Está bien ―dijo Zeke con una voz sorprendentemente en calma―. No
me asusta. Ninguno de ellos lo hace. Ya no más. ―Nos dio a ambos una mirada
dura, después retrocedió―. Esperen aquí. Tengo que contarles a todos lo que
está pasando, asegurarme de que saben que no deben aventurarse arriba a
menos que sea una emergencia. ―Sus ojos se quedaron en Jackal,
estrechándose―. ¿Puedo confiar en que no te comerás a nadie mientras no
estoy?
―Oye. ―Jackal levantó ambas manos en signo apaciguador―. No te
preocupes por mí, saco de sangre. Esta noche estoy siendo un buen vampiro.
Tenga la sensación de que el otro asesino chupasangre en la habitación no
estaría muy feliz si fuera y te arrancara la cabeza.
La oscura expresión de Zeke no cambió. Sin otra palabra, se dio la vuelta y
se fue, llamando al resto del grupo, juntándolos a lo largo de la pared. Lo
observé irse con mi estómago en nudos, deseando poder hablar con él a solas.
Tenía algunas preguntas. ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué dejó Edén? ¿Dónde
estaba el resto del grupo original; seguían vivos, estaban a salvo? ¿Cómo
siquiera llegó aquí?
¿Y por qué tenía que aparecer ahora, cuando había traído a Jackal
conmigo, el vampiro que había matado a su familia?
Mi hermano de sangre se paró junto a mí, también observando a Zeke
hablando con el grupo de humanos, su grave y calmada voz elevándose sobre
la confusión y el miedo.
―Bueno, esto se ha vuelto mucho más interesante ―reflexionó, cruzando
los brazos―. Así que ese es el pequeño cachorro del viejo terco. Ezekiel. Dime
hermana, ¿cuánto sabe sobre la cura?
Miré a Jackal cautelosamente.
―¿Qué te hace pensar que sabe algo?
―Oh, por favor. No te hagas la tonta, no conmigo. ―Jackal continuó 93
mirando a Zeke, ahora su mirada era hambrienta, intensa. No me gustó―.
Después de que tú y esa pequeña bolsa de sangre incendiaron mi ciudad,
destruyendo todo en lo que había trabajado tan duro, podría agregar, los
llevaste a él y a sus amiguitos a Edén. Tú misma lo dijiste. Y apuesto a que el
viejo le dejó toda su investigación, todo lo que sabía sobre la cura y los
experimentos que hicieron sobre vampiros hace sesenta años. Así que no me
digas que el chico es inocente en todo esto. Sabe tanto como el viejo.
―No hay cura, Jackal ―dije, recordando lo que Zeke me había dicho una
vez, cuando había descubierto la verdadera razón de que estuvieran buscando
Edén―. Él puede estar consciente de la investigación, pero no hay nada que
pueda hacer sobre ello, incluso si quisiera.
―Pero él ha venido de Edén ―prosiguió Jackal en la misma apreciativa y
espeluznante voz, poniéndome muy nerviosa―. Míralo, hermana. Arsenal,
estacas, ballesta… ―Resopló, sacudiendo la cabeza―. El chico dejó Edén con
un propósito, y sabía que podía toparse con vampiros. No está aquí por
coincidencia, eso es seguro. Me pregunto, ¿qué es lo que está buscando?
No lo sabía, pero no era importante. Lo que era importante, y mucho más
preocupante, era el repentino interés de Jackal en Zeke y en la cura.
―Déjalo solo ―le advertí, mi voz baja y amenazadora―. Ya mataste a su
familia. Estará buscando por cualquier oportunidad para devolver el favor.
Espera, ¿por qué estaba advirtiendo a Jackal sobre Zeke? ¿Por qué estaba
siquiera defendiéndolo? Antes de todo esto, había querido que el vampiro
pagara por lo que había hecho, y aun así aquí estaba, viajando con él.
Poniéndome en frente de una ballesta por él. Peor, la persona al otro lado de la
ballesta había sido Zeke, quién había tenido cada razón en el mundo para
querer a Jackal muerto y quien probablemente pensaba que ahora lo había
traicionado. Pero no podía dejar que ninguno de los dos muriera. Por diferentes
razones, los necesitaba a ambos. Incluso si tenía que detenerlos de matarse el
uno al otro.
Maldición, ¿cuándo se había vuelto todo tan complicado?
Jackal sólo se rió.
―Sé sobre venganza, hermana ―dijo en una voz igual de baja, dándome
una sonrisa malvada―. Sé que el chico tratará de matarme algún día. No es
como si éste fuera el primer humano al que enoja. ―Su sonrisa creció cuando lo
miré―. No te preocupes, no voy a comerme a tu pequeña mascota humana, a
menos de que, por supuesto, él intente matarme a mí. Esta es más una
advertencia para ti, mi querida hermana, si quieres que ese niño viva, mejor
asegúrate de que él no venga por mí. En el segundo en que lo haga, lo partiré en
dos.
―Muy bien. ―Zeke regresó, inconsciente de la tensión entre Jackal y 94
yo―. Estoy listo.
―Zeke, ¡espera! ―Roach se deslizó fuera de las sombras, mirándonos a
Jackal y a mí temerosamente, pero girando su desesperada mirada en Zeke―.
No puedes irte ―rogó el niño No Registrado―. Eres la única razón de que los
hombres topo se mantienen alejados. ¿Y si algo pasa? Dijiste que nos cuidarías a
todos.
―Lo sé. ―Zeke se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado―.
Lo siento. Tengo que hacer esto, pero regresaré tan pronto como pueda. ―Los
ojos de Roach se endurecieron, brillando con traición, y Zeke suspiró―. Aquí,”
dijo y sacó algo de su cinturón, un pequeño dispositivo rectangular con una
pequeña antena saliendo de un lado―. Toma esto. ―Se lo dio a Roach―. Es un
walkie-talkie. Si están en problemas, mantén el botón presionado y habla en el
altavoz. Seré capaz de escucharte si no estoy demasiado lejos. ―Roach tomó el
dispositivo cuidadosamente, su frente fruncida cuando lo giró entre sus manos.
Zeke puso una mano sobre su hombro―. Sólo úsalo si hay una emergencia,
¿está bien? La vida de la batería es limitada.
Sin otra palabra, Roach se escabulló con su premio, desvaneciéndose en
las sombras. Zeke sacudió la cabeza y se giró de regreso a nosotros, sus ojos se
habían vuelto duros y fríos otra vez.
―Vámonos―dijo ásperamente―. La guarida de los hombres topo no está
lejos, pero asumo que quieren llegar a ella antes del amanecer.
―Oh, denle al humano un premio ―dijo Jackal mientras Zeke se apresuró
a nuestro lado, caminando hacia la salida por dónde habíamos venido con
Roach. El vampiro miró atrás hacia mí y sonrió―. La próxima cosa que sabrás,
es que nos estará informando que los vampiros podrían beber sangre.
Acallé un gemido, ya temiendo este viaje, sabiendo que probablemente
tendría que interponerme entre estos dos otra vez para evitar que se maten el
uno al otro.
―¿Cuánto tiempo has esto aquí Zeke?
Me miró cautelosamente. Habíamos estado caminando por varios minutos
en tenso y pesado silencio, los únicos sonidos eran el arrastrar de nuestras
pisadas en el concreto y el ocasional correr de una rata en la oscuridad.
Alrededor de nosotros, la Ciudad Subterránea ―el laberinto de túneles,
corredores y pasadizos laberínticos― se extendían en un desorden enredado,
escondiendo cualquier cantidad de secretos. Zeke sostenía una linterna, su
delgado haz blanco cortando a través de las sombras, iluminando la decadencia
alrededor de nosotros. Se mantuvo a varios pasos por delante de Jackal y de mí,
sin mirar atrás, y su frío silencio había empezado a carcomerme.
95
Así que después de varios minutos de luchar conmigo misma,
preguntándome si debería tratar de llegar a él, finalmente había acelerado mi
paso y lo alcancé. En algún momento iba a tener que hablar conmigo, y yo tenía
demasiadas preguntas que quería que respondiera.
Pensé que iba a ignorarme, y si ese fuera el caso, sólo habría seguido
empujando hasta que dijera algo. Pero después de esa primera mirada
sospechosa, suspiró y bajó la mirada otra vez al túnel.
―Alrededor de un mes. ―Su voz grave hizo eco débilmente mientras
caminábamos en una tubería de cemento gigante, agachándonos un poco
mientras caminábamos a través de ella―. Quita o pon unos pocos días. Llegué
aquí un par de semanas antes de que la plaga empezara y los vampiros
bloquearan todo. Fue muy loco.
―¿Cómo terminaste aquí?
―Vine a través de los túneles, probablemente como lo hicieron tú y Jackal.
―Me dio una mirada de una fracción de segundo―. Salí en el Sector Cuatro del
Fringe y conocí a la pandilla de Kyle, y al principio se sintieron muy recelosos
de mí, yo simplemente había de alguna manera salido de ningún lado una
noche, armado y definitivamente no era de aquí. Pensaron que era una mascota,
un guardia o algo. Nadie me creía que había venido de fuera del Muro. Pero
entonces ―siguió Zeke―, la gente empezó a enfermar, a volverse loca, y a
atacarse la una a la otra. Sólo unos pocos al principio, incidentes aislados aquí y
allá. Pero en unos pocos días, era una epidemia, esparciéndose a través de todos
los sectores. Estaba ahí cuando Kyle se volvió loco y trató de matar a Roach.
―Su expresión se volvió sombría―. Terminé disparándole. No había nada más
que pudiera hacer.
Hice una mueca en simpatía. Zeke odiaba matar, tomar una vida humana,
incluso cuando era necesario.
―Después de eso ―siguió Zeke―, todos empezaron a reunirse a mi
alrededor, queriendo que tomara el control, que les dijera qué hacer. Tal vez
porque Kyle estaba muerto, y todos estaban asustados. O tal vez era sólo
porque estaba armado. No pude decir que no, necesitaban ayuda. ―Suspiró―.
Recordé este lugar de cuando vine a través de los túneles, y parecía más seguro
que cualquier lugar en la superficie. Eso fue antes de que supiera que estaba
justo en la orilla del territorio de los hombres topo. ―Su frente se frunció, y
sacudió la cabeza―. Pero como sea, bajamos aquí, y más gente nos siguió.
Ahora se convirtió en algún tipo de campamento de refugiados, para cualquiera
que tratara de escapar de la locura arriba. Pero las cosas se están poniendo feas.
No hay comida, y los hombres topo se están volviendo más audaces. Algo tiene
que hacerse, o todos aquí van a morir.
Y tú no puedes dejar que eso pase, pensé. Incluso si esta no es tu gente, incluso si
te dieran la espalda al segundo que viniera algo mejor, nunca serías capaz de alejarte de 96
aquellos en necesidad. En verdad no has cambiado nada.
Pero eso seguía sin responder a la pregunta más importante.
―Zeke ―empecé, y se tensó como si supiera lo que venía―. ¿Por qué estás
aquí? ¿Por qué no estás en Edén con todos los demás? ¿Por qué viniste a Nueva
Covington?
Se rió corta y amargamente.
―Es obvio, ¿no es así? ―espetó, sonando enojado otra vez. Parpadeé,
escuchando el velado dolor en su voz, sin saber de dónde venía. Se detuvo y
giró, sus ojos azules brillando, bajando la mirada hacia mí―. Por ti, Allie ―dijo,
casi una acusación―. Vine aquí busc{ndote.
Oh.
Zeke se giró y empezó a caminar otra vez. Jackal rió disimuladamente
detrás de mí.
―Ahhh, amor joven ―se burló, haciéndome querer girarme y patearlo―.
Me hace sentir todo cálido y con mariposas en mi interior.
―Cierra la boca, Jackal―murmuré, siguiendo a Zeke. Ahora me sentía
aún peor. Zeke estaba aquí… ¿por mí? ¿Por qué? No era por… lo que Jackal
dijo, seguramente. Eso era loco. No me seguiría todo el camino a través del país
por eso.
Y de cualquier manera, no importaba. Me había despedido de Zeke
cuando me fui de Edén. No había pensado que lo volvería a ver, y casi lo había
aceptado. Él había trabajado muy duro para llevar a su gente a Edén a salvo,
¿por qué dejaría todo atrás para ir a buscar a una vampiro que podría estar en
cualquier lugar? Zeke había sabido que cualquier cosa entre un vampiro y un
humano no funcionaría. Incluso ahora, siguiéndolo a través de los túneles,
observando sus hombros y la parte de atrás de su cuello, no pude evitar querer
morderlo. Hundir mis colmillos en su garganta y traer su esencia dentro de mí.
Pero, conocía su sabor, me había dado su sangre para salvar mi vida una vez, y
era caliente, poderosa e intoxicante. Quería más.
Con un respingo, me di cuenta que mis colmillos habían salido, pinchando
mi labio inferior, y los retracté con un estremecimiento.
―Tú sabes… ―se burló Jackal mientras caminábamos por un puente de
metal sobre un gravamen desmoronándose. El agua debió haber corrido a
través de él en algún punto, pero ahora estaba seco en su mayoría, cubierto de
escombros, botellas rotas y otras cosas peligrosas―. Esto me recuerda a cierto
cachorro que vi una vez. La cosita más tierna, la mascota de uno de mis Raiders,
creo. Este cachorro era amigable con todos, no conocía un extraño. Hasta que un
día, trató de acercarse a un perro, una perra, que estaba cuidando la moto de
otro Raider, sacudiendo su pequeño rabo, queriendo jugar. Y ese otro perro lo 97
desgarró en pedazos.
―Gracias por esa inquietante y completamente insustancial historia
―dije, ignorando la obvia referencia―. Tal vez debería quedarte con las
amenazas de muerte e intimidación. O mejor aún, no hables para nada.
Llegamos al final del túnel, donde Zeke nos esperó, apagando su linterna.
Si había escuchado la historia de Jackal, no lo comentó.
―Tenemos que ser cuidadosos desde aquí ―murmuró, asintiendo hacia
las sombras―. Adelante está una gran cámara donde duermen los hombres
topo. No hay ningún camino alrededor, tenemos que ir derecho por este
camino.
―Oh, bien. ―Sonrió Jackal―. Me estaba aburriendo terriblemente. Nada
como una buena masacre para hacer que la sangre bombee.
―No estamos aquí para pelear contra ellos ―le recordó Zeke, estrechando
sus ojos―. Los necesitamos para que nos muestren el camino a través de los
túneles de la Ciudad Central. ¿A menos que prefieras vagar sin dirección
alrededor hasta que el sol salga?
Jackal resopló.
―Oh, correcto, porque los caníbales asesinos come carne simplemente nos
van a dar lo que queremos porque se los pedimos amablemente.
―Por lo general no atacan grupos grandes ―insistió Zeke―. Y están
aterrorizados de los vampiros. Esto no tiene que ser un baño de sangre.
―Lo sé, pequeño saco de carne. ―Jackal desnudó sus colmillos en una
sonrisa salvaje―. Sólo espero que lo sea.
Continuamos bajando por el túnel, un poco más lentamente esta vez, pues
Zeke había apagado la linterna y ahora todo era de un tono negro. Para Jackal y
para mí, no era un problema, nuestros sentidos vampíricos nos permitían ver en
la absoluta obscuridad, pero la visión humana de Zeke no era ni de cerca tan
buena. Pero no queríamos alertar a los hombres topo de nuestra presencia y
tenerlos escurriéndose en el enredo de túneles antes de que pudiéramos hablar
con ellos.
Cuando salimos del pasadizo, el techo se elevó en un gran domo, rodeado
de túneles a cada lado. La cámara estaba sembrada con escombros y basura,
apiladas sin ceremonias en las esquinas. Sucios y manchados colchones y pilas
de trapos estaban dispersos alrededor de una fogata, las cenizas frías y grises.
No había nadie en la habitación.
―Eso es extraño ―murmuró Zeke, barriendo su linterna alrededor de la
cámara otra vez. El rayo parpadeó sobre montículos de chatarra y se reflejó en
huesos blancos, esparcidos en los escombros. Algunos eran definitivamente
huesos de animales, mayormente ratas y perros, pero unos pocos eran… 98
cuestionables―. Estuvieron aquí hace unos pocos días. Me preguntó, ¿qué los
hizo marcharse?
―Tal vez escucharon rumores de vampiros en las alcantarillas ―sugirió
Jackal, y se encogió de hombros―. Una pena. Estaba esperando un buen baño
de sangre. Así que… ―Tomó el cráneo amarillo de un gato de una alcoba y lo
giró hacia mí, y movió la mandíbula arriba y abajo mientras preguntaba―:
¿Qué hacemos ahora?
Ignorándolo, me giré lentamente, tomando una profunda y cuidadosa
respiración. Olí la mugre y suciedad de este lugar, el hedor de los desechos
humanos en los túneles cercanos y atrapé un indicio de carne podrida de la
última comida de los hombres topo. Pero a través de eso, descubrí un trazo de
algo más. Algo instantáneamente familiar.
Seguí el aroma alrededor de una gran tubería oxidada hasta que encontré
la fuente. Agazapándome, estudié uno de los colchones, donde una mancha
oscura corría por una esquina, empapando la tela. El aroma de sangre fresca era
de repente muy fuerte en mi nariz y boca, y el Hambre respondió ansiosamente.
La hice retroceder, mirando hacia una línea de gotas salpicando el suelo,
conduciendo lejos del colchón hasta que se desvanecían en una tubería en una
pared lejana.
Jackal se asomó sobre mi hombro.
―Bueno ahora. Parece como si alguien hubiera dejado un rastro. Qué
descuidado, no encargarse de ello apropiadamente, especialmente con
vampiros en los túneles. ―Respiró profundamente y se rió―. También es
bastante reciente. Probablemente deberíamos tratar de alcanzarlo, antes de que
se desangre y muera. Eso simplemente sería un desperdicio, ¿no es así?
Me enderecé, alejándome de Jackal, hacia la tubería.
―¿A dónde crees que fueron, Zeke?
―No lo sé. ―Zeke caminó sobre una pila de rocas y huesos diseminados
para unirse a nosotros―. Por lo que entiendo, y esto es mayormente de
rumores, es que son nómadas, moviéndose alrededor de la Ciudad Subterránea
a voluntad. Pero las familias individuales tienen nidos permanentes como éste,
y se quedan lejos de otros clanes. No traspasan en otros territorios. No tengo
idea de a dónde pudieron haber ido.
―Bueno… ―Caminé hasta la entrada del conducto. Podía aún atrapar el
débil indicio de sangre, incluso a través del moho y óxido y otros olores―. Creo
que vamos a descubrirlo.
Noté la fría mirada de Zeke dirigida a Jackal cuando pasó, y le hice señas
al otro vampiro para que avanzara.
―Después de ti ―le dije a Jackal―. A menos, por supuesto, que les temas 99
a los hombres topo ahora que te están esperando.
Jackal me dio una malvada y conocedora sonrisa, riendo suavemente
cuando caminó dentro de la tubería. Sabía lo que estaba haciendo: mantener un
cuerpo entre él y Zeke, separándolos. Sabía que Zeke no apuñalaría a su
enemigo por la espalda o le dispararía por detrás ―él no era así― pero Jackal
era lo suficientemente sádico para decir algo imperdonable sólo para encender a
Zeke. Y después él no tendría “otra opción” excepto defenderse a sí mismo
cuando Zeke lo atacara.
Esperaba que ninguno perdiera la cabeza, al menos hasta que
encontráramos a Kanin. No podía observarlos a ambos cada segundo de cada
día.
La tubería era estrecha y claustrofóbica, y nosotros tres teníamos que
agacharnos para que nuestras cabezas no toparan contra el techo cuando
avanzábamos. Jackal iba al frente, moviéndose tan ligera y suavemente como
un gato, el borde de su abrigo arrastrándose tras él. Podía sentir a Zeke a mi
espalda, escuchar su respiración estable. E incluso aunque sabía que él no lo
haría, seguía imaginando cuán fácil sería para él el sacar una de esas estacas en
su cinturón y hundirla a través de mi espalda, directo hasta mi corazón.
Después, conmigo fuera del camino, tendría un disparo limpio hacia el vampiro
que había matado a su padre…
Sacudí la cabeza. No, Zeke no haría eso. Lo conocía. Odiaba
apasionadamente a los vampiros, y era un luchador feroz y determinado
cuando tenía que serlo, pero también era uno de las pocas personas
verdaderamente buenas que quedaban en el mundo. No me apuñalaría por la
espalda a sangre fría.
O… ¿lo haría? Me di cuenta que estaba siendo ingenua. Sólo porque Zeke
me había conocido antes, no era una razón para bajar mi guardia a su
alrededor. Habían pasado meses; él podía haber decidido que yo era un
monstruo asesino sin alma después de todo y que lo que habíamos compartido,
lo que habíamos hecho, era malvado y equivocado. Si él no había llegado a esa
conclusión antes, el que apareciera con Jackal ―la personificación de todo lo
que los humanos temían en un vampiro― ciertamente no había ayudado.
Y Zeke ni siquiera sabía sobre nuestro… lazo familiar aún. ¿Qué diría una
vez descubriera que Jackal era mi hermano? Podría estacarme por principios.
Suficiente, Allison. Empujé esos pensamientos de mi cabeza. Lo hecho está
hecho. Zeke lo aceptará o no, pero ya no te puedes preocupar por él. Ahora lo importante
es encontrar a Kanin.
Los túneles siguieron, y así lo hizo también el rastro de sangre. Justo
cuando pensaba que lo habíamos perdido, Jackal asentía hacia una mancha
oscura en la pared, o a una sola gota de sangre en las piedras. Quienquiera que 100
fuera, obviamente estaba gravemente herido, y esperaba que no nos
tropezáramos con un cadáver en medio de este enredo sin fin.
Jackal nunca se calló, continuamente escupiendo una cruel observación o
comentario mientras lo seguíamos a través del laberinto de corredores y
tuberías. Hablábamos en susurros, y muchos de sus comentarios eran en
verdad para fastidiar al humano en nuestro grupo. Para su crédito, Zeke ignoró
al vampiro, quedándose en calma y profesional incluso cuando Jackal le hacía
una pregunta obvia e insultante. Finalmente pateé a Jackal en la pantorrilla y le
gruñí que parara.
―Oye, sólo estoy haciendo conversación. ―La sonrisa de Jackal me hizo
querer golpearlo en sus puntiagudos dientes―. Estoy curioso sobre lo que ha
estado haciendo el pequeño saco de sangre desde que quemó mi ciudad y
desapareció con mi cura. ¿Está en Edén, bolsa de sangre? ―Su voz ya no era
burlona o curiosa; ahora bordeaba la amenaza―. ¿Un nuevo equipo de
científicos está estudiando esa investigación? ¿Los experimentos fallidos con
vampiros? ¿Qué tan cerca están de descubrir la cura?
―¿Por qué te diría algo sobre ello? ―preguntó Zeke suavemente.
Jackal desnudó los colmillos, pero un sonido adelante atrapó mi atención.
Por un segundo, pensé que escuché el arrastrar de pies sobre las piedras, y el
bajo murmullo de voces.
―Silencio―susurré―. Alguien está ahí.
Se callaron, y nos deslizamos a través de los túneles, siendo cuidadosos de
no hacer ruido. Las pisadas se escabulleron, y los retazos de conversación se
desvanecieron con ellas, pero sabía que nos estábamos acercando a algo.
―Por aquí ―susurró Zeke, y nos giramos hacia otra tubería que cortaba a
través de la pared de ladrillo, en la oscuridad. Voces bajas hicieron eco bajando
por el tubo, un montón de voces, haciéndose más fuertes mientras más lejos
íbamos. Tomé una respiración y olí sangre y humo y el aroma de muchos,
muchos humanos, todos mezclados juntos.
La tubería terminó abruptamente, saliendo del muro cerca de quinientos
metros sobre el suelo. Una delgada línea de agua fluyó pasando nuestros pies y
goteó en la gran sala abierta más allá. El aire aquí era húmedo y olía a metal,
humo y agua estancada. Tuberías oxidadas serpenteaban sobre las paredes y el
techo, y varios tambores de metal ardían con un grueso y grasiento humo en las
esquinas de la sala.
Las figuras pálidas y encorvadas de varias docenas de hombres topo
acordonaban la cámara, sus voces bajas y rasposas fluían en la tubería. Algunos
se acurrucaban alrededor de fogatas más pequeñas a lo largo de la sala,
royendo trozos identificables de carne. Algunos yacían acurrucados en trapos,
mantas andrajosas o lado a lado, durmiendo o tratando de mantenerse 101
calientes. Una mujer, su cabello cayéndose a mechones, sacó una brocheta de
ratas del fuego y le pasó una a un niño flacucho de ojos salvajes, quien tomó el
roedor carbonizado y salió corriendo hacia una esquina aislada. Sonidos de
crujidos pronto fluyeron.
Junto a mí, Zeke exhaló larga y suavemente.
―Tantos de ellos ―susurró cuando regresamos a las sombras de la
tubería―. Nunca había visto tantos en un solo lugar. ¿Por qué se están juntando
ahora…? ―Calló, su voz se volvió sombría―. La base. Han estado amenazando
con echarnos, de regreso a las calles. Si todos ellos deciden atacar la base, no
seremos capaces de detenerlos, no con esos números. Matarán a todos.
―Cálmate―lo apacigüé, poniendo una mano en su rodilla. La miró con
sorpresa, y pretendí no darme cuenta―. Hablaremos con ellos. Debe haber una
forma de hacerlos escuchar sin un baño de sangre.
Detrás de nosotros, Jackal resopló disgustado.
―La esperanza es eterna ―murmuró pero no dijo nada más cuando
salimos de la tubería y buscamos por una entrada a la guarida.
La encontramos a unos trescientos metros de la tubería, una sección del
muro en ruinas con luz del fuego vertiéndose de las grietas, parpadeando sobre
las piedras y escombros. Nadie cuidaba la entrada; adivino que los hombres
topo no tenían muchos intrusos en su mundo torcido y laberíntico,
especialmente no vampiros.
Miré hacia Jackal cuando la entrada se alzaba más cerca.
―No estamos aquí para matar a nadie ―le recordé, y él rodó los ojos―.
Trata de recordarlo, ¿está bien? No quiero tener que pelear contra la población
entera de hombres topo de Nueva Covington, y si tratamos de matarlos a todos,
no tendremos a nadie que nos muestre el camino hacia la Ciudad Central.
―No me das mucho crédito, ¿sabes? ―replicó Jackal, sacudiendo la
cabeza―. Dirigí una ciudad Raider entera antes de que ustedes dos llegaran. Sé
cómo manejar grandes grupos de asesinos. Así que no te preocupes, no
amenazaré a los caníbales sedientos de sangre. ―Sonrió―. Pero si piensas que
vamos a salir de aquí sin algún tipo de derramamiento de sangre, eres más
ingenua de lo que pensé.
No contesté, porque habíamos cruzado la pila de escombros que llevaba
hasta la pared derrumbada y entramos en la guarida de los hombres topo.

102
Capítulo 9

Atrapamos su atención inmediatamente. Tan pronto como nos


agazapamos a través de la entrada y caminamos en la habitación, tres hombres
topo levantaron la mirada desde una de las fogatas. Por un segundo, se nos
quedaron viendo fijamente, parpadeando con sorpresa. Jackal les sonrió y
asintió.
―Buenas tardes ―dijo cordialmente, y los hombres topo saltaron para
ponerse de pie con gritos y siseos de rabia, atrayendo la atención de todos en la
habitación.
Armas centellearon, y aullidos se elevaron en el aire, como si un mar
entero de hombres topo surgiera hacia nosotros con intenciones asesinas.
―¡Calma, calma! ―rugió Jackal, su clara y confiada voz resonó a través de
la cámara―. ¡No se precipiten! ¡No estamos aquí para una masacre! Y gente,
ustedes no quieren pelear contra nosotros, ¡confíen en mí!
Ya fuera la certeza en su voz o el repentino destello de colmillos, el grupo 103
entero de hombres topo patinó hasta detenerse a unos cincuenta metros de
nosotros, mirándonos con enormes ojos llenos de odio. Le di una mirada
maravillada a mi hermano de sangre, quien enfrentaba a la turba con una
sonrisa en su rostro, completamente en su elemento.
―Eso está mejor ―dijo Jackal, aún con esa sonrisa fácil―. Vamos a
calmarnos un poco. Saben qué somos, y nosotros preferiríamos no tener que
pintar las paredes con sangre para conseguir lo que queremos. Podemos ser
civilizados, ¿correcto?
Empezaron a expandirse susurros a través de la multitud, haciéndose más
fuertes e intranquilos. Me tensé otra vez, pero de repente la muchedumbre se
dividió y una anciana con fibroso cabello blanco avanzó. La mayoría de sus
dientes se habían podrido en su cráneo, y sus ojos eran de un azul opaco, pero
curvó sus labios hacia atrás y apuntó con una huesuda garra. No a mí o a Jackal,
sino a Zeke.
―¡Tú! ―siseó mientras Zeke parpadeó con sorpresa―. ¡Persona de la
superficie! ¡Te conozco! Eres el extranjero que trajo al resto de ellos aquí abajo,
llenando nuestros túneles de luz, atrayendo a lo que no pertenece aquí. Eres el
causante de esto. Espantan a las ratas con su ruido sin fin, y ahora, los traes a
ellos desde las calles, ¡justo como habíamos temido! ¡Te maldigo! ―Le escupió a
Zeke―. ¡Te maldigo y a toda tu raza que hurta! ¡Son como la plaga, llenando
lugares a los que no pertenecen, trayendo la muerte con ustedes! ¡La Ciudad
Subterránea nunca volverá a ser segura!
―Tampoco es seguro ahí arriba ―contestó Zeke con voz estable―. No
podíamos quedarnos en la superficie, no con la enfermedad expandiéndose tan
rápido. Siento que invadiéramos su territorio, pero era el único lugar al que
pudimos ir. ―Le escupió otra vez, nada apaciguada, y él levantó las manos―.
Saldremos de aquí tan pronto como podamos, lo prometo.
―Lo cual nos lleva a nuestro siguiente asunto de negocios ―interrumpió
Jackal, sonando levemente molesto porque la atención se hubiera alejado de él.
Tomó un paso adelante, y la mujer retrocedió, haciéndolo sonreír―. Tenemos
que llegar a Ciudad Central. Y desde que todas las puertas arriba están selladas,
la única manera es ir por debajo. Ahí es donde entran ustedes.
La anciana miró a Jackal temerosamente.
―Vampiro, ¿quieres que te mostremos los túneles a Ciudad Central para
que regreses y les cuentes a tu gente sobre los humanos viviendo justo bajo sus
pies? ―Negó con la cabeza blanquecina―. ¡Nunca! Mátame si quieres,
preferiríamos morir que traer aquí abajo a los monstruos.
―No vamos a contarle a nadie sobre ustedes ―dije, antes de que Jackal
pudiera decir algo como, Eso puede arreglarse―. No somos de Ciudad Central, ni 104
siquiera de Nueva Covington. ―Bueno, Allie la Vampiro no puede llamar a la
ciudad hogar, como quiera―. Los vampiros de arriba no son nuestros amigos.
¿Por qué creen que estamos aquí abajo con un humano? ―No miré a Zeke
cuando dije esto, pero sentí sus ojos sobre mí―. Sé que no tienen ninguna razón
para confiar en nosotros, pero tenemos que llegar a Ciudad Central y no vamos
a dejar los túneles hasta que lo hagamos.
Más murmullos y susurros. Podía sentir que unos pocos de los hombres
topo estaban considerando nuestras palabras, aunque la mayoría de ellos aún se
veían aterrorizados. Esta era su peor pesadilla, vampiros caminando bajo tierra,
en su territorio. El miedo a los monstruos los había llevado bajo tierra en primer
lugar, y ahora habíamos invadido su paraíso seguro. De repente pude sentir su
renuencia.
―Tus palabras no significan nada para nosotros, vampiro ―dijo la
anciana al fin―. Sólo tenemos la promesa de tu silencio, y eso no es suficiente.
No podemos tomar el riesgo de que se queden arriba. Si más monstruos los
siguen en los túneles, no tendremos nada con qué defendernos a nosotros
mismos.
―Entonces déjenme ofrecer algo. ―Zeke caminó hacia adelante y todos
los ojos se precipitaron a él. Los enfrentó calmadamente, con las manos a los
costados, levantando su voz para hablarles a todos ellos―. ¿Conocen la forma
más sencilla de matar a un vampiro? ―preguntó a la multitud.
Los hombres topo se revolvieron y sisearon, murmurando entre ellos.
Estaban renuentes de hablar, pero al mismo tiempo, estaban intrigados. Parecía
que el matar vampiros los atraía. Finalmente, una voz en la multitud se levantó,
y más la siguieron.
―Quémalo.
―Corta su cabeza.
―Entierra una estaca de madera en su corazón.
Me revolví incómodamente. No hay necesidad de sonar tan ansiosos. Zeke
asintió.
―Pero tendrían que estar horriblemente cerca para hacer eso, ¿no es así?
―preguntó en la misma voz calmada―. Y nadie quiere estar tan cerca de un
vampiro y arriesgarse a que lo vea, ¿correcto? Mejor matarlo desde la distancia.
―¿Cuál es tu punto, persona de la superficie? ―siseó la anciana.
Zeke entrecerró los ojos. En un suave movimiento, sacó la ballesta de entre
sus hombros, hizo la cuerda hacia atrás, y disparó una flecha hacia la pared más
lejana. La estaca golpeó un tambo oxidado con un fuerte clang, encajada a mitad
de camino a través del metal, y los hombres topo jadearon y después estallaron
en una tormenta de murmullos.
105
―Le daré esto al que sea que nos guíe a través de los túneles hasta Ciudad
Central ―dijo Zeke cuando el sonido murió. Cuando lo miré con sorpresa, se
encogió de hombros―. No lo puedo llevar conmigo, de cualquier manera
―susurró―. No ahí arriba. Los vampiros podrían verlo y molestarse.
―El chico tiene un punto ―dijo Jackal envidiosamente―. Vas ondeando
algo como eso en Ciudad Central y tendrás tu cabeza cortada antes de que
sepas lo que está sucediendo. Aun así, tampoco estoy muy ansioso porque lo
tengan un puñado de caníbales odia-vampiros.
Un humano se adelantó, mirándonos cautelosamente. Como los demás,
era espantosamente delgado, sus manos y rostro con heridas abiertas, pero
parecía aún más desgastado que el resto. Un lado de su cara no era nada
excepto un surco de cicatrices, parte de su labio había sido arrancado, y su ojo
era un orbe blanco lechoso, ciego e inútil.
―Los llevaré ―dijo ásperamente, su ferviente mirada estaba sobre la
ballesta de Zeke―. Por esa arma, los llevaré ahí.
―Amos ―siseó la anciana, girando su pañosa mirada hacia él―. No seas
un idiota. Son vampiros. Te matarán y le dejarán tu cuerpo a las ratas.
El hombre topo encogió sus huesudos hombros y dio un paso adelante,
lejos de la multitud.
―¿Por qué habría de importarme eso? ―dijo en tono plano y aburrido―.
No me queda nada. Y estoy cansado de vivir con miedo. ―Caminó hasta Zeke,
llevando su cara cicatrizada muy cerca a la del otro humano. Zeke mantuvo su
posición―. Dame el arma ―dijo el hombre topo―, y tienes un trato. Los llevaré
a Ciudad Central justo ahora.
Zeke asintió.
―Muy bien ―dijo, Poniendo su ballesta de regreso en su espalda―. Pero
primero nos llevas ahí. Te daré el arma una vez hayamos pasado los muros, no
antes.
El hombre topo desnudó sus dientes podridos en una sonrisa sombría.
―Síganme.
Dejamos la guarida de los hombres topo a través de un túnel en la pared al
otro lado, sintiendo las miradas frías, suspicaces y enojadas de la muchedumbre
a cada lado de nosotros. Podía oler su miedo, ver la tensión revistiendo sus
desgastados cuerpos, el apretado agarre en sus armas, y esperé que pudiéramos
salir de aquí antes de que las cosas se pusieran violentas. No se movieron, sin
embargo, sólo nos observaron mientras seguíamos a nuestro guía a través de la
cámara, dentro del túnel, y nos desvanecimos en la oscuridad.
El hombre topo, Amos, se movió rápidamente a través de los pasadizos, 106
sin mirar nunca atrás, nunca fijándose si seguíamos ahí. No llevaba ninguna luz
y se maniobraba en la negrura y sombras sin ningún problema, deslizándose en
los túneles y arrastrándose a través de tuberías tan fácilmente como si caminara.
Este era su mundo, este laberinto de concreto, herrumbre, moho y humedad,
como las calles y los edificios en ruinas había sido el mío. Tuve la extraña
comprensión que los hombres topo y los No Registrados eran muy parecidos. A
pesar de su aversión a la luz y su perturbadora tendencia a comer carne
humana, eran solo carroñeros, luchando por comida, evitando a los vampiros,
luchando por sobrevivir.
Caminamos por algunas horas, siguiendo a nuestro silencioso guía a
través de túneles interminables y oscuros pasadizos. Ratas huían de nosotros, y
una vez una enorme serpiente se deslizó en el agua fuera de la vista, pero no
nos encontramos con nadie más mientras nos aventurábamos más adentro en el
vientre de la ciudad.
El amanecer estaba a menos de una hora, y estaba empezando a ponerme
un poco nerviosa, cuando finalmente Amos se detuvo. Una escalera oxidada iba
hacia arriba hacia un oscuro agujero en el techo, cubierto por una rejilla de
metal. Malezas, hierbas y zarzas llenaban la cima y se asomaban a través de los
espacios, goteando agua en nuestras cabezas.
―Ciudad Central está a través de ahí ―dijo Amos ásperamente, mirando
la salida con una mirada mitad temerosa y mitad repugnada en su rostro―. La
rejilla está suelta, pero nadie la ha usado por años, y los vampiros no saben
acerca de ella. No vamos a la superficie, especialmente no ahí arriba. Ahora…
―Se volteó hacia Zeke, sus ojos estrechados hambrientamente―. Me prometiste
esa arma si los llevaba a Ciudad Central. Entrégala, y déjenme ir.
Zeke inmediatamente sacó la ballesta de su espalda.
―Gracias ―le dijo al hombre topo, sosteniéndola hacia él―. Dile a tu
gente que no permitiremos que los vampiros se enteren que están aquí abajo.
Amos le arrebató el arma de la mano y retrocedió, mirándonos.
―Ahora es un poco tarde, persona de la superficie ―gruñó, mirándonos a
Jackal y a mí―. Los vampiros ya saben.
Antes de que pudiéramos contestar, se giró y huyó hacia los túneles
agarrando su premio, y la oscuridad se lo tragó instantáneamente.
Jackal hizo un gesto hacia el hombre topo en retirada y después subió la
mirada pensativamente a la rejilla.
―Bueno ―reflexionó, entrecerrando los ojos hacia las tablillas de metal
como si pudiera ver la ciudad a través de la maleza y vegetación―, aquí
estamos. Sin embargo, no creo que vayamos a tocar la puerta del príncipe esta
noche.
107
―Sí ―murmuré. El amanecer estaba cerca. Sería arriesgado y peligroso
continuar a través de territorio desconocido con la luz amenazante en el
horizonte―. El sol casi sale. Parece que vamos a dormir aquí abajo otro día.
―Miré bajando el túnel por el que Amos se había desvanecido y fruncí el
ceño―. Y ahora hay un hombre topo corriendo alrededor con una ballesta.
Esperemos que nada venga arrastrándose de regreso mientras estamos todos
dormidos.
La voz de Jackal era un suave gruñido.
―No es del hombre topo del que estoy preocupado.
Parpadeé hacia él, confusa por un momento. Hasta que Zeke hizo algo que
nunca antes lo había visto hacer.
Sonrió. Una fría y peligrosa sonrisa, sus ojos brillando con una oscura
promesa. Ésta envió un escalofrío a través de mí cuando me di cuenta que ya
no lo conocía. Antes, habría confiado en Zeke con mi vida, y había, en más de
una ocasión, dormido a través del día con él cerca, cuidándome. Había sido
cautelosa, especialmente al principio, pero había llegado a darme cuenta que
Zeke no era del de apuñalar a alguien a sangre fría, incluso si éste fuera un
vampiro.
Ahora, no estaba segura. Este vengativo Zeke de mirada dura me
preocupaba; no sabía si él seguía considerándome una amiga, o si era sólo otra
vampiro que lo había traicionado. Estaba aún menos segura sobre Jackal.
―¿Te preocupa? ―La voz de Zeke era suave, amenazante―. ¿Que el
humano al que has estado empujando toda la noche estará protegiendo tu
cuerpo muerto mientras el sol está arriba? Tal vez debiste haber pensado en eso
antes de que empezaras a hablar sobre mi padre.
Jackal miró fijamente a Zeke, evaluándolo. Zeke puso una mano sobre una
de sus estacas y lo miró de regreso. Me tensé, lista saltar en medio si cualquiera
de ellos iba por el otro.
Después de un momento, Jackal desnudó sus colmillos en una sonrisa
salvaje.
―Bueno, que me parta un rayo, el humano en verdad tiene un par. Podría
sobrevivir en Ciudad Central, después de todo. ―Retrocediendo, asintió hacia
mí―. Se está poniendo un poco concurrido aquí para mi gusto. Diviértanse
ustedes dos, regresaré cuando el sol se ponga. Oh, y humano… ―Su mirada
ambarina parpadeó hacia Zeke―. Contrariamente a lo que pudieras pensar, yo
en verdad puedo despertar en la mitad del día. Así que si tenías el deseo de
seguirme y tomar mi cabeza como trofeo, te sugiero que estés listo para la pelea
de tu vida, porque no me detendré hasta que uno de nosotros esté embarrado
en las paredes. Sólo es una advertencia amistosa.
Tenía una sonrisa demasiado luminosa que no era nada amistosa, se giró y
salió caminando. Su alta y delgada forma se fundió con la oscuridad de un 108
túnel cercano, y se fue.
El silencio cayó, estrechándose incómodamente entre Zeke y yo, quien me
observaba bajo la débil luz que venía a través de la rejilla de metal. Al fin
estábamos solos, y el amanecer estaba cerca pero no era inminente. Finalmente
podía hacerle todas las preguntas que quemaban dentro de mi cabeza, pero me
encontré con que no sabía por dónde empezar. Él no era la misma persona de
antes.
Y yo tampoco lo era.
Finalmente, Zeke suspiró y se inclinó contra la pared, sacando su pistola
mientras lo hacía. Sus dedos hábilmente liberaron el cartucho, revisando las
rondas dentro y la puso de regreso.
―Deberías irte ―dijo sin mirarme―. Encuentra un lugar para esconderte
por el día. Me quedaré aquí, mantendré los túneles limpios de hombres topo o
cualquier otra cosa que pudiera regresar arrastrándose.
―¿No has estado despierto toda la noche? ¿No necesitas dormir también?
―No te preocupes por mí. ―Deslizó la cámara de regreso, asegurándose
de que estuviera cargada, después liberó el seguro con un clic―. He sido
enseñado a sobrevivir con cero horas de sueño si tengo que hacerlo. Estaré bien.
―Zeke…
―Allison. ―Por fin me miró―. Sé que tienes muchas preguntas ―dijo,
sonando incómodo―, pero no puedo responderlas, no ahora, de todos modos.
Sólo quiero que sepas que los demás están seguros. Siguen en Edén, y ahora
tienen una buena vida. Me aseguré que todos estuvieran siendo cuidados antes
de que me fuera. ―La sombra de una sonrisa finalmente cruzó su rostro, y negó
con la cabeza―. Caleb me ordenó que te dijera “hola”, y que él y Bethany
habían nombrado a una cabra con tu nombre.
Reí, sintiendo una extraña tirantez en mi garganta.
―Me alegro que estén bien ―le dije, y él asintió, una mirada anhelante
pasó por sus ojos.
Sólo por un momento, lucía como el chico que había dejado en Edén,
esperanzado y determinado, sólo queriendo un hogar y un lugar seguro para su
familia.
―Muy bien ―murmuré, alejándome―. Si estás bien aquí, voy a buscar un
lugar para dormir. Si Jackal regresa antes de que lo haga, trata de ignorarlo,
¿está bien? No quiero regresar a una masacre.
―Espera. ―Zeke se separó del muro, como si no pudiera contenerse más.
Me giré hacia él para encontrarlo observándome con ojos ocultos, la pistola
sostenida flojamente en una mano―. ¿Por qué, Allison? ―preguntó con voz 109
dura―. Nunca me dijiste por qué estaba Jackal aquí. Sabes quién es él, lo que ha
hecho. ¿Por qué estás aquí con él?
Me retorcí en mi interior. Sabía que esa pregunta vendría, y seguía sin
tener una buena respuesta para él. Ninguna que pudiera aceptar. ¿Por qué
debería decirte?, pensé con rebeldía. Tú ya no me confías tus secretos; ni siquiera
puedes decirme la razón por la que estás aquí. No tengo que explicarte nada, Zeke
Crosse.
Pero… si le digo eso podría hacerlo m{s desconfiado. Pensaría que estaba
escondiendo algo. Y yo no iba a jugar con él. Sabía lo que yo era; no tenía nada
que esconder, ya no más.
―Me topé con Jackal mientras buscaba a alguien más ―le dije―. Pensé
que estaba siguiendo un rastro, pero me equivoqué. En su lugar encontré a
Jackal, me estaba esperando.
―¿Y no trató de matarte?
―No. ―Negué con la cabeza, observando su ceja arquearse con
incredulidad―. Jackal había estado siguiendo el mismo rastro cuando lo
encontré. Vinimos juntos a Nueva Covington porque estamos buscando a la
misma persona. Su nombre es Kanin, y está siendo mantenido ahora en Ciudad
Central. Quiero liberarlo y necesito la ayuda de Jackal para hacerlo.
Zeke meditó sobre esto sin una expresión en su rostro.
―Esa es la persona sobre la que hablabas antes ―reflexionó―. Dijiste que
tenías que encontrar a alguien, que se lo debías. ―Asentí, aunque no era una
pregunta―. ¿Quién es él? ―preguntó Zeke con una voz grave y seria.
Me detuve. ¿Cómo podría explicarle la importancia de Kanin a alguien
que odiaba a los vampiros y ―con la posible excepción de uno― pensaba que
eran todos malvados demonios sin alma? Revelando quién era Kanin, nuestra
relación dentro de la sociedad vampírica, probablemente no iba a caerle bien a
Zeke. Una vez más estaba eligiendo ayudar a un vampiro, y tal vez estaba
traicionando a mis una vez compañeros humanos, pero no abandonaría a
Kanin. No por Zeke, no por Sarren, ni por nadie. Le debía demasiado al
vampiro.
―Es mi sire ―admití finalmente, y la frente de Zeke se arrugó, no
reconociendo el término vampírico―. El que me Cambió ―elaboré―. El que
me hizo vampiro.
El rostro de Zeke se puso blanco de la sorpresa.
―¿Ese es a quien estás buscando? ―susurró―. ¿Un vampiro? ¿El
monstruo que te mató?
―El me dio una opción ―le recordé firmemente―. Yo escogí convertirme
en un vampiro, no me forzaron. Kanin no es así. ―Ya le había dicho antes esto a 110
Zeke, que Kanin me había salvado de un ataque de Rabiosos y me había dado la
opción de convertirme en un vampiro, pero él siguió mirándome fijamente,
incrédulo y horrorizado. Tal vez porque, para Zeke, todos los vampiros eran
monstruos. Al menos, eso es lo que él había creído antes de que yo llegara a su
vida e, incluso ahora, no estaba segura de lo que pensaba de mí. Sacudí la
cabeza con frustración―. Me enseñó todo lo que sé ―continué seriamente,
queriendo que entendiera, que viera que Kanin no era otro monstruo que odiar
y temer―. Me tomó bajo su ala, y me enseñó exactamente lo que necesitaba
aprender sobre ser una vampiro. No tenía por qué, pero decidió quedarse,
enseñarme. Estaría muerta ahora si no fuera por él.
Con una pequeña sorpresa me di cuenta que de verdad extrañaba a Kanin.
No me había permitido pensar mucho en él; más allá del conocimiento de que
teníamos que encontrarlo y alejarlo de Sarren, había tratado de evitar imaginar
por lo que estaba pasando mi sire. Pero recordaba su profunda voz, sus
lecciones acerca de alimentarse, pelear y la cultura vampiro, la mirada molesta
que me daba cuando estaba siendo terca. Desesperadamente esperaba que
estuviera bien, o al menos aún vivo y cuerdo. El Maestro vampiro había sido
frío, severo, y algunas veces hasta duro, pero sus enseñanzas habían
básicamente salvado mi vida. Si no fuera por él, en verdad yo estaría muerta, o
peor, sería un predador sin alma consumido por su propia sed de sangre, quien
no sabía que podía ser algo más además de un monstruo.
Zeke luchó con esto por otro largo momento. Podía verlo pensar, tratando
de aceptar el hecho de que nos estábamos aventurando en Ciudad Central para
rescatar no a un humano, sino a otro vampiro.
―No tienes que venir con nosotros ―le dije suavemente―. No conoces a
Kanin, y no tienen ninguna razón para estar aquí. No me molestaré contigo si te
marchas.
Pero Zeke inmediatamente negó con la cabeza.
―No ―murmuró, como si fuera el fin de ello―. No, pasé por demasiado
para encontrarte. Y los refugiados están contando conmigo para que los ayude.
No me iré ahora.
Había algo más ahí y quería preguntar qué es lo que era, pero Zeke
cambió de tema rápidamente.
―Este Kanin ―empezó, luciendo pensativo―. Me dijiste por qué tú
querías ayudarlo, y tiene sentido, pero, ¿por qué está aquí Jackal? Lideró un
ejército entero de Raiders y controló toda una ciudad, ¿y renunció a todo eso?
¿Por qué está tan interesado en un vampiro? ¿Quién es Kanin para él?
Me tragué un gemido.
―¿Por qué tienes que hacer preguntas tan difíciles? ―murmuré. La
expresión de Zeke no cambió, y yo suspiré―. Kanin ―empecé lentamente, 111
esperando que no saltara a conclusiones precipitadas―, también es el sire de
Jackal. Lo Cambió hace mucho tiempo, antes de que incluso yo naciera. Lo cual
nos hace, al menos en la sociedad vampírica…
―Familia ―terminó Zeke suavemente―. Jackal es… tu hermano.
Asentí.
―Mi hermano de sangre ―confirmé, observando para ver cómo estaba
Zeke tomando esto. No se mostró ninguna expresión en su rostro, lo cual
encontré desconcertante, solía ser capaz de leerlo tan fácilmente―. Eso no
significa que me guste, o que he olvidado lo que hizo ―añadí, enfrentando la
mirada en blanco de Zeke―. Espero completamente que me traicione tan
pronto como obtenga lo que quiere. Pero Kanin es nuestro sire, y somos los
únicos que tengo conocimiento de tener una oportunidad de encontrarlo.
―¿Por qué?
―Porque… ―Me detuve, preparándome para explicarle otra parte de la
historia vampiro que no quería revelar―. Algunas veces, podemos… sentir a
aquellos que comparten nuestra línea de sangre, miembros de nuestra familia
en particular. Podemos sentir dónde están, lo que están experimentando,
usualmente en momentos de intensa emoción o dolor. Nuestra sangre nos
vincula. Hay un fuerte impulso hacia nuestro sire, pero los descendientes de un
Maestro vampiro siempre son conscientes de los otros, una vez conocen que los
otros existen. Ese es el por qué el coven de un príncipe es usualmente hecho de
su propia descendencia, es más difícil para ellos traicionarlo si él siempre sabe
en dónde están.
La frente de Zeke se arrugó.
―Así que, puedes sentir dónde está Jackal? ¿Justo ahora?
―No podría darte direcciones detalladas ―dije, sin gustarme su súbito
interés―. Es más como si supiera que está en esa dirección. ―Hice un gesto
hacia una pared―. Pero no sé dónde exactamente. Y tendría que hacer un
esfuerzo consciente para concentrarme en él antes de que pudiera sentir algo.
No como Kanin. Kanin… siente dolor justo ahora. Y nos está llamando.
Zeke estaba en silencio, pero sus ojos se estrecharon mientras miraba
fijamente en la dirección en que había apuntado, su rostro era pétreo. Me moví
nerviosamente.
―Zeke ―empecé, odiando pedírselo, pero sabiendo que tenía que
hacerlo―. No vas a ir a buscar a Jackal, ¿verdad? Lo estará esperando, y
probablemente no mintió sobre despertar a mediodía. Algunos de los vampiros
más fuertes son capaces de hacer eso. Promete que no irás detrás de él.
Mi miró, ahora definitivamente enojado.
―¿De verdad tienes que pedirme eso? ―demandó, su voz era cortante―. 112
¿De verdad piensas tan poco de mí, que yo mataría a alguien mientras duerme?
―Negó con la cabeza con disgusto―. No, cuando mate a ese vampiro, y lo haré,
Allison, no te equivoques sobre eso, lo quiero completamente consciente de ello.
Quiero que vea mi rostro. Quiero que sepa exactamente quién lo mató, y por
qué. ―Arrancó su mirada de mí y se quedó viendo el túnel, un parpadeo de
tormento cruzando su cara―. Jeb lo merece ―dijo con voz más suave―. Así
como Darren, Ruth y Dorothy. Y todos los demás que ha asesinado por su
entretenimiento. ¿Quién sabe cuántos ha matado, cuántos han sufrido a causa
de él? ―Volvió a mirarme, y sus ojos eran duros otra vez―. Así que, no, no voy
a apuñalar a tu hermano mientras duerme. Esperaré hasta que rescatemos a tu
sire y me aseguraré de que los refugiados estén a salvo, y, ¿quién sabe cuándo
será eso? Pero cuando se haya acabado, voy a matar a ese vampiro, Allison. Por
mi familia, por aquellos en Edén, no voy a dejarlo con vida. La única pregunta
es… ―Me miró directamente a los ojos, una sombra de duda cruzando su
rostro―. ¿Tendré que pelear contra ti, al igual que contra Jackal?
Me mordí el labio, sintiéndome empujada en dos direcciones imposibles.
Jackal había sido una vez el enemigo. Tan lejos como sabía, seguía siéndolo.
Pero, habíamos viajado juntos, peleado lado a lado. No me había abandonado a
la horda de Rabiosos en los túneles de la Viejo D.C. Y, tanto como odiaba
admitirlo, él era mi hermano. Podríamos no ser familiares en el sentido
humano, pero en la sociedad vampiro, éramos familia. Traicionando a Jackal
una vez tuviera lo que necesitaba sonaba como algo que él haría, y yo no era
como él. A menos que él me atacara primero, no podía aceptar su ayuda hoy y
después tratar de matarlo mañana.
Pero no podía pelear contra Zeke más de lo que podía apuñalar a mi
hermano por la espalda. Él era algo que yo trataría de salvar desesperadamente,
sin importar el costo. Incluso de mí misma, el demonio que seguía Hambriento
por su sangre. Éste estaba incitándome, incluso ahora, a abalanzarme sobre él y
hundir mis colmillos en su garganta. Si Zeke iba por Jackal con la completa
intención de matar, en verdad no sabía qué haría, pero probablemente trataría
de detenerlos a ambos.
―No lo sé ―dije al fin, y observé el rostro de Zeke ir de esperanzado a
devastado antes de cerrarse completamente. Esto envió una punzada a través
de mi estómago; a sus ojos, había escogido a Jackal sobre él pero no podía
mentir y decir que lo ayudaría a matar a mi hermano. Incluso si Jackal lo
merecía―. Esperemos que nunca llegue a eso.
Zeke se giró y miró fijamente a la oscuridad, su expresión cerrada. Quería
seguir hablando, explicar que no les estaba dando la espalda a los humanos en
favor de los vampiros. Pero el amanecer ahora estaba más cerca, y mientras
retrocedía para buscar un lugar donde dormir, no podía evitar pensar que tal
vez era mejor de esta forma. Era mejor que Zeke me odiara. Él era uno de esas 113
“fijaciones peligrosas” sobre las que Kanin me había advertido. La m{s
peligrosa fijación, si era honesta conmigo misma. Lo que habíamos tenido antes,
lo que habíamos compartido, era sólo una fantasía, y una que podía ser mortal.
No había forma en que un vampiro y un humano pudieran estar juntos, y mi
demonio interior rió ante el pensamiento. Sólo tomaría un resbalón de mi parte,
un diminuto error de juicio, y lo mataría. Mejor que ahora él pensara que yo era
un monstruo, igual a Jackal, y mantuviera su distancia. Era mejor para ambos.
Con un pesado suspiro, caminé hacia un túnel a un lado, preguntándome
cuándo había hecho todas estas conexiones imposibles. Tomar decisiones había
sido mucho más fácil cuando sólo era Allie la Finger, cuando mi única
preocupación era mantenernos a mí y a Stick alimentados, cuando la
supervivencia básica era todo lo que me importaba.
En la boca del túnel, me detuve y miré atrás a Zeke. Estaba inclinado
contra la pared debajo de la rejilla de metal, con la cabeza baja y los ojos
cerrados. Agua de lluvia goteaba en su brillante cabello, haciéndolo brillar
mientras estaba parado en la luz nebulosa. Se veía… muy solo entonces, un
simple humano en un mundo infestado de monstruos, un brillante punto
desvaneciéndose rodeado de sombras. Y a pesar de mis mejores intenciones, de
mi determinación de no ser un monstruo, yo era parte del mundo que temía.
Parte de la oscuridad que lo tragaría y lo desgarraría.
―Lo siento, Zeke ―le dije, y caminé en las sombras antes de que pudiera
contestar.

114
Capítulo 10

Estoy famélico, muriendo de hambre, peligrosamente cerca de perder el control.


Mi mente es un revoltijo de pensamientos fracturados, apenas coherentes y pura, salvaje
Hambre. Ha sido demasiado, de lejos demasiado tiempo. Mi cuerpo quema, mi ser entero
consumido con el deseo de comida. El demonio sobrepasando mi mente ruge y pelea
contra las cadenas en mis muñecas, estirándolas, necesitando romperlas para ser libre,
para cazar y matar y alimentarse. Siente movimiento al otro lado de las barras, y grita
de frustración, en desafío, el aullido haciendo eco en las piedras vacías.
Y aun así, a través de la constante agonía y furiosa Hambre, parte de mí se da
cuenta de cuán cerca del borde estoy, a un mero paso de caer en la locura, donde el
Hambre finalmente quebranta la mente y vuelve al huésped en una viciosa e irredimible
bestia. Una locura que, una vez cruzada, no puede ser invertida. Sé de solamente un
vampiro que arañó su camino fuera del abismo de locura, pero la criatura que volvió de
esa locura total no era el mismo.
Tengo que resistir, solo un poco más. Ellos están cerca, puedo sentirlos. Ellos 115
serán mi salvación, si puedo adherirme a la cordura el tiempo suficiente para que me
encuentren. Solo espero que, cuando ella finalmente llegue, habrá más que una salvaje
mente sin conciencia, esperando detrás de estas barras de hierro.
Allison. Date prisa. Ambos estamos corriendo a contra tiempo.
Desperté aterrorizada… y Hambrienta.
Estremeciéndome, me empujé hasta sentarme, golpeándome la cabeza
contra el techo de la alcantarilla de cemento en la que había tomado refugio.
Kanin. Kanin estaba resbalando, el Hambre empujándolo más cerca del borde
de la locura. El tormento que él sentía, la agonía consumiéndolo desde el
interior; el horrible viaje para alimentarme aún permanecía en mi mente, como
una mancha de aceite. No podía imaginar su sufrimiento, sin alivio, sin final a
la vista. Yo me habría vuelto loca hace mucho.
Maldición. No dejaré que eso suceda. Sigo en camino, Kanin, solo resiste ahí.
Estábamos fuera de tiempo. Teníamos que llegar a Kanin, ahora. Pero
mientras me sacudía los últimos vestigios de sueño de mi mente, una nueva
sensación me golpeó como un soplido en el rostro. Sangre. Un montón de ella.
Me revolví fuera de la tubería y golpeé un cuerpo tirado en el lodo en la
entrada. Los ojos ciegos de un hombre topo me miraban sin ver, un hueco de
bala sobresalía de su corazón. Otro yacía cerca, también disparado a través del
pecho, una mano aferrada a una oxidada espada. Mi estómago se revolvió. El
cuchillo olía a sangre, su sangre.
¡Zeke!
Más cuerpos esparcidos en el túnel, pálidos y huesudos, la mayoría de
ellos disparados en el pecho o en la cabeza. Limpios y eficientes disparos a
matar. Pero al menos un par sangraron de profundas cuchilladas abiertas,
causadas por una hoja. La mayoría tenían armas: cuchillos, tuberías de plomo o
clavos metidos en tablones de madera. Toscos y aun así mortales. La
preocupación retorció mi muerto corazón, y me apuré a seguir.
Voces sonaban más delante, y sentí mis labios curvarse hacia atrás de mis
colmillos. Rodeando una curva, vi a Zeke, empujado a un espacio entre la
esquina de la pared y otra tubería gigante protegiendo su espalda. Sostenía un
machete en una mano, alzada en frente de él, y su pistola en la otra. En las
sombras, sus ojos estaban encubiertos, y sangre salpicaba su rostro y brazos,
haciéndolo parecer peligroso. Tres hombres topo rondaban la entrada, siseando
y ondeando sus armas, pero renuentes a dar un paso adelante en el estrecho
espacio y el machete que esperaba por ellos.
―No hagan esto ―razonó Zeke, su voz baja y áspera, haciendo eco en las
tuberías―. No tienen que morir hoy, y nadie más tiene que ser herido. Vayan a
casa. 116

―¡Trajiste a los vampiros a los túneles! ―siseó un hombre, golpeando la


tubería con una oxidada barra de hierro. El hueco sonido causó que una rata
huyera de su hoyo y polvo cayó del techo, pero Zeke no retrocedió―. Si no te
matamos aquí, irás a la superficie y los dejarás saber en dónde estamos. No
podemos arriesgarnos a eso. Todos los intrusos deben morir, ¡empezando por
ti!
Arrojó su tubería a Zeke. Zeke alzó su brazo, golpeándola a un lado con su
machete, y mi visión se volvió roja.
Rugí, desnudando mis colmillos, y los hombres topo se dieron la vuelta,
sus ojos agrandándose en terror. Se retiraron, pero el corredor era estrecho y lo
bloqueé el único camino para salir. Arremetí con mi katana y le di a uno a
través de la garganta mientras él pasaba, cortando su cabeza de sus hombros.
Mi siguiente arremetido golpeó en la espalda del siguiente, deslizándose a
través de carne y músculos y cortando la espina. Dio cuatro pasos antes de que
sus piernas se rindieran y cayera de cara al concreto. El último, aterrorizado
más allá de toda razón, vino hacia mí gritando, su cuchillo levantado. Agarré la
muñeca que acuchillaba salvajemente hacia mi cara, lo jalé hacia adelante y
hundí mis colmillos en su garganta. Caliente y mugrienta sangre llenó mi boca,
y el Hambre llameó. No paré de beber hasta que el hombre topo se estremeció y
se volvió flácido en mis brazos, el cuchillo golpeando el pavimento con un
tintineo.
El Hambre se calmó a un bajo y apenas notable latido, saciado por ahora.
Dejando caer el cadáver, enjuagué la sangre de mi boca y miré hacia Zeke,
observándome desde la esquina. Su rostro era sombrío, pero no horrorizado o
temeroso, haciéndome hundirme con alivio. Incluso aunque Zeke sabía lo que
era, nunca me había alimentado en frente de él antes. Excepto, por supuesto, esa
vez donde él había sido la víctima, y apenas me había detenido a mí misma de
drenarlo completamente. No me había dado la espalda en esa ocasión, y no
quise ver miedo, horror y repugnancia en sus ojos ahora, porque seguía siendo
un monstruo.
Espera, pensé que eso era exactamente lo que querías, chica vampiro. Zeke
debería tenerte miedo, es la única cosa que lo mantendrá a salvo de ti, ¿recuerdas?
Envainé mi espalda, caminando más lejos en el estrecho corredor.
―¿Est{s bien?
―Sí. ―Caminó fuera de la esquina, haciendo una pequeña mueca―.
Salieron de ninguna parte ―murmuró, sus ojos oscuros mientras veía los
cuerpos, esparcidos sobre el pavimento―. Pienso que alguien nos siguió desde
el nido, después regresaron para alertar a los otros. Querían que les dijera
dónde dormían Jackal y tú, así podrían matarte también. Intenté explicarles que
era no era necesario, que no le revelaríamos a nadie en dónde estaban, pero no
me escucharon. Ellos solo… siguieron viniendo. No quise matarlos. ―Su rostro 117
se cubrió de dolor, sus ojos perseguidos, y sacudió su cabeza―. No quería esto.
―¿Est{s herido?
―Nada serio. ―Enfundó lentamente su pistola, el movimiento rígido y
doloroso―. Tengo un par de buenos moretones, y uno de ellos se coló por
detrás y me apuñaló en la espalda. El chaleco tomó la mayoría del daño, pero
aun así llegó a mí. ―El machete siguió a la pistola, con Zeke apretando su
mandíbula mientras la deslizaba en su lugar―. En realidad ellos no tuvieron
oportunidad ―murmuró oscuramente―. Yo tenía una pistola, y ellos estaban
viniendo hacia mí con tablones y cuchillos. Debieron haberlos sabido. ¿Por qué
no se detuvieron?
El olor de su sangre fluyó hacia mí otra vez, y fruncí el ceño.
―Necesitamos limpiar eso ―dije, y me miró cautelosamente―. Puedo
oler la sangre en ti, Zeke. Estás herido, y los otros vampiros también serán
capaces de olerlo. Necesitamos cubrirlo. A menos, por supuesto, que quieras
caminar sangrando a través de una ciudad vampiro.
El color se drenó de su rostro.
―Correcto ―murmuró―. Punto anotado. Aquí. ―Se inclinó hacia uno de
los muchos compartimientos de su chaleco y sacó un rollo de cinta y un par de
pequeños cuadrados blancos. Vaciló, caramente incómodo, después sostuvo las
vendas fuera hacia mí―. No creo que pueda alcanzarlo yo mismo ―dijo, sin
encontrarse con mis ojos―. ¿Podrías…?
Asentí, tomando el rollo y los extraños cuadrados blancos. Uno era
claramente una venda de alguna clase, pero el otro estaba envuelto en papel y
olía a químicos, haciendo mis ojos acuosos. Zeke se dio la vuelta y
silenciosamente se encogió saliendo del chaleco, dejándolo caer al pavimento.
Después lentamente, dolorosamente, se quitó la camisa pasándola sobre su
cabeza, revelando su inclinada y musculosa espalda, y el vívido mapa de
cicatrices de cuchilla a través de su piel.
Incluso aunque lo había estado esperando, mordí el interior de mi mejilla.
Había presenciado el castigo de su padre adoptivo cuando Zeke no vivió a la
altura de sus estándares. Aún hacía que mi garganta quemara con furia. Zeke
había sido criado con un estricto concepto de obediencia, fue un milagro que lo
hubiera siquiera desafiado o cuestionado.
Me paré detrás de él, apenas deteniéndome a mí misma de tocar su
espalda, de trazar las cicatrices en su piel. La herida de cuchillo, una
perforación pequeña pero que se veía profunda, emanaba carmesí justo debajo
de la cuchilla de su omóplato. Ahogué el impulso de hundir mis colmillos por
un lado de su cuello e inclinarme hacia la tarea en cuestión.
―No estás haciendo la pregunta obvia ―murmuró Zeke mientras rasgaba 118
uno de los paquetes blancos para abrirlo, liberando un húmedo cuadrado de
tela y el olor a desinfectante. Al menos, eso era lo que pensé que era el extraño
paquete. Nunca habiendo visto uno antes, solo estaba adivinando aquí―. No
me molesta si quieres saber cómo las conseguí. Todos lo hacen.
―Sé cómo las conseguiste ―dije suavemente, presionando el húmedo
cuadrado en la herida de Zeke, frotando ligera y gentilmente. Él se endureció,
una corta respiración se le escapó; lo que sea que estuviera en la extraña tela
probablemente escocía―. Estaba ahí, fuera de la iglesia la noche anterior a que
los hombres de Jackal atacaran. Cuando Jeb…
―¿Tú viste eso?
Asentí. Los recuerdos destellaron; Jeb ordenando a Zeke que se quitara la
camisa, el brillo del metal cuando el hombre más viejo lo azotó repetidamente
con una antena de auto, Zeke tenso contra una lápida, la cabeza inclinada, sin
decir nada. Yo misma en los arbustos a varios metros, luchando contra el
impulso de saltar y arrancar la cabeza de Jebbadiah de sus hombros.
―Los alcancé desde el campamento Arquero esa noche ―le dije, plegando
la tela a la mitad para limpiar lo último de la sangre. Hambre y algo más, ese
peculiar sentimiento que sentía en donde sea que estuviera Zeke alrededor,
pulsaba a través de mis entrañas. Tocándolo así, sintiendo su cálida piel bajo
mis dedos, solo lo hacía peor―. Los había estado siguiendo por un par de días,
después de que tuviéramos nuestra… pelea. Estaba en el cementerio cuando Jeb
y tú llegaron, y vi la cosa entera. ―Mi mano rondó sobre una cicatriz, marcada
desde su hombro hasta casi el centro de su espalda, y me estremecí―. No
puedo imaginar lo que fue para ti.
―¿Eso es? ―me desafió Zeke suavemente, aunque a su voz le faltaba la
mordacidad que había esperado―. ¿Nada que decir sobre Jeb?
―Tengo mucho que decir sobre Jeb ―repliqué―. Aunque nada de ello es
muy amable y me imagino que sería grosero hablar de él justo ahora. Por otra
parte, tú sabes lo que Jeb pensaba sobre mí. ―Te entrenó para pensar lo mismo.
―Aún lo extraño algunas veces ―dijo Zeke en una voz apenas más fuerte
que un susurro―. Sé que probablemente pensarás que es loco, pero lo
respetaba. Incluso aunque sus principios eran diferentes a los míos, y nunca me
convertí en el líder que él quería que fuera, aun así hizo todo lo que pudo para
protegernos.
Bajé el sangriento cuadrado y desplegué el segundo, presionando la tela
seca en la herida. Desenvolviendo el rollo que me había dado, rasgué una tira y
la alisé atravesando el vendaje, manteniéndolo en su lugar.
―“No tienes que defenderlo de mí, Zeke ―dije, y mis pensamientos
fueron a Kanin―. Sé lo que es perder a alguien. Sentir que ellos est{n solo… 119
vagando alrededor, perdidos. Y cómo deseas que ellos estuvieran ahí, solo por
un momento, solo para dirigirte en la dirección correcta.
Zeke estuvo callado mientras terminaba de vendar la herida, poniendo
cinta en los bordes apretadamente.
―Este vampiro ―dijo cuando estaba casi hecho―. Kanin. Él… es
importante para ti, ¿no es así? Quiero decir… suena como si fuera más que sólo
el vampiro que te Convirtió.
―Kanin es… ―Me detuve, pensando. Era difícil de explicar mi relación
con el Maestro vampiro. Sí, él era mi sire, pero también era mi mentor, mi
Maestro y… mi amigo―. Es complicado ―dije al final, alisando la última tira
de cinta―. No iría tan lejos para decir que es mi padre adoptivo o algo como
eso pero… adivino que él es familia.
―Puedo entender eso ―dijo Zeke, y se giró para así estar cara a cara.
Sus ojos azules se encontraron con los míos, más suaves ahora, en
conflicto. Como si estuviera tratando de verme, realmente verme, de encontrar
a la persona que él conocía. De mirar más allá del vampiro y del monstruo, y la
cosa que había solo arrancado la garganta de un hombre, la chica debajo.
―Allie. ―Su voz seguía muy suave, su frente surcada como si tuviera
dolor―. Nunca perdonaré a Jackal por lo que le hizo a mi familia ―dijo
firmemente, sosteniendo mi mirada―. Sé que debería, eso es lo que he sido
enseñado, pero… no puedo. Sigo viendo a Jeb, Darren y Ruth y a todos los que
no lo lograron, y todo lo que quiero hacer es poner una estaca a través de su
corazón y mandarlo al infierno donde pertenece. Tal vez está mal, y tal vez eso
me hace tan malo como él, pero esa es la única forma en que voy a tener alguna
clase de paz con él alrededor.
»Pero, tú y yo… ―Se detuvo, buscando mi rostro―. Tal vez nosotros
podemos… empezar de nuevo. Poner todo lo que ha pasado detr{s de nosotros,
e intentarlo otra vez. No quiero pelar contigo, sé que tienes tus razones para
traes a Jackal aquí, y voy a tratar de respetar eso. Incluso si no puedo
perdonarlo a él.
―Tampoco quiero pelear contigo ―murmuré, con la mirada hacia abajo
para así no tener que ver la parte superior de su cuerpo, musculosa y sin
camisa, estando tan cerca. Atrapé un vistazo de unas pálidas cicatrices en su
pecho, sin acercarse al desastre que era su espalda, e hizo que mi estómago se
retorciera―. Sigo siendo un vampiro, Zeke. Sigo teniendo que alimentarme y
beber sangre y podría matar a más personas, sabes eso.
―Lo sé. ―Zeke se acercó, sin tocarme, pero podía sentir el calor viniendo
de su piel, sentirlo tratando de atrapar mi mirada―. Y voy a seguir odiando
todo lo que los vampiros nos han hecho. Voy a hacer todo lo que pueda para
ayudar a la gente aquí, pero… eso no quiere decir que te odie, Allie. 120
Elevé mis ojos, encontrándome con su mirada. Él me dio una débil, triste
sonrisa.
―Todo solía ser tan blanco y negro ―admitió con un diminuto
encogimiento de hombros―. Las enseñanzas de Jeb no admitían mucha área
gris, si alguna. Pero ahora entiendo mucho más a los vampiros. Y sé que tú, al
menos, sigues tratando de ser diferente. De no ser uno de ellos. Creo eso.
―¿Cómo lo sabes? ―lo desafié.
Parte de mí no sabía lo que estaba haciendo. Zeke definitivamente estaba
diciendo las palabras que por mucho tiempo quise escucharlo decir, que yo no
era como los demás vampiros, que era diferente. Pero mi lado racional sabía
que este era terreno peligroso, que Zeke debería temerme y odiarme, que seguía
siendo un vampiro que podría perder el control de sí misma en cualquier
momento, y después él estaría muerto. Las palabras de Jackal volvieron para
burlarse de mí: Tú y yo, hermana, somos exactamente lo mismo. Pelea contra él tanto
tiempo como quieras, al final, el monstruo siempre gana.
―Tal vez solo te estoy usando ―continué, mientras mi cabeza continuaba
su guerra contra sí misma. Estaba dividida entre el deseo irracional de abrazar a
Zeke y el deseo de espantarlo lejos por su bien. Lejos del monstruo que me
seguía impulsando a desgarrarlo―. Tal vez Jeb estaba en lo correcto todo el
tiempo. ¿Cómo sabes que no soy justo como ellos?
La voz de Zeke no cambió.
―Porque ―dijo calmadamente―, si lo fueras, habría muerto en la cima de
la torre de Jackal esa noche.
―Oh, por favor. ―Vino una nueva y no bienvenida voz, interrumpiendo
nuestra conversación―. Creo que voy a vomitar.
Nos separamos cuando Jackal se paseó dentro del túnel, sonriendo y
mirando alrededor a la carnicería.
―Bueno, ustedes dos ciertamente dejaron un buen rastro ―comentó,
caminando sobre uno de los hombres que había matado más temprano―. Los
hace fáciles de encontrar, al menos, aunque me siento un poco dejado de lado.
La próxima vez que ustedes dos decidían ir a una sangrienta juerga asesina, al
menos mándenme una invitación para saber que les importa.
Sonrió cuando Zeke recuperó su camisa y chaleco del piso, poniéndosela
rápidamente.
―Así que, ahora que terminamos de hacer de los túneles un sembradío de
entrañas, ¿estamos listos para ir a ver al príncipe?
Subí por la escalera, empujando la reja a un lado y saliendo de las
alcantarillas. Mientras me enderezaba, una brisa silbó a través del pasto crecido,
revolviendo mi cabello y deslizándose sobre mi piel, desagradablemente fría, si 121
hubiera estado viva para sentirla. Copos flotaban en el aire, arremolinándose
alrededor de nosotros, y el suelo estaba espolvoreado de blanco.
Miré alrededor cautelosamente. Cuadrados, antiguos edificios nos
rodeaban por tres lados, derrumbados en grandes pilas de escombros en las
malezas. El área donde estuvimos había sido una vez un estacionamiento, pero
la vegetación se había hecho cargo completamente y ahora unos pocos pedazos
de pavimento se veían a través de la hierba y la ligera capa de nieve en el suelo.
Me volteé y vi las brillantes luces de las torres vampiro, vislumbrándose
impresionantemente sobre las cimas de otros edificios, más cerca de lo que las
había visto antes. Medio cerré mis ojos, y el jalón estaba ahí, atrayéndome justo
hacia ellas.
Kanin, estoy llegando. Resiste.
―Exploré un poco el área ―anunció Zeke, llegando detrás de mí. Su
pistola y machete estaban en su lugar, pero había dejado sus estacas en los
túneles antes de subir. Probablemente un movimiento inteligente, los vampiros,
mascotas y guardias no nos mirarían amistosamente con tan obvio asesino de
vampiros―. Después de que ustedes dos se fueran a dormir, antes de que los
hombres topo atacaran. Hay un patrullero que viene por aquí cada treinta
minutos o así, pero de otra manera no hay mucho tráfico. Es diferente cerca del
centro, sin embargo. Montones de gente, y creo que hay algunos vampiros,
también. Han puesto una valla de seguridad alrededor de esos tres edificios
―apuntó a las torres vampiro―, donde parece que están revisando a todos los
que pasan a través de las puertas. No pude acercarme más, tienen centinelas
con perros rodeando el perímetro y no pude arriesgarme a que me olieran.
―Así que ―le dije a nadie en particular, mirando otra vez hacia las torres
vampiro. Aquí estábamos, más allá de la muralla y al borde del territorio del
príncipe―. ¿Cómo vamos a pasar?
―Podemos revisar el perímetro ―sugirió Zeke―. Ver si hay algún hueco
o pausas en las patrullas. Tal vez podamos escabullirnos a través de ellos.
Jackal bufó, pateando la reja otra vez en su lugar.
―Ustedes no se escabullen a través de nada ―se burló, girándose hacia
nosotros―. Incluso si logran pasar el punto de control, los guardias y las
mascotas, van a entrar a las tierras del príncipe de la ciudad. ¿Piensan que ellos
simplemente tienen débiles humanos en esas torres? ―Sacudió su cabeza―. El
coven de Salazar estará por todo el lugar, la Élite vampiro, su cuidadosamente
seleccionada guardia personal.
―¿Entonces cómo vamos a encontrar a Kanin? ―espeté, sintiendo que su
tiempo se deslizaba más lejos―. Tenemos que llegar ahí de alguna manera.
¿Qué sugieres, llegar caminando y tocar a la puerta principal? 122
―En realidad ―dijo Jackal―, eso es exactamente lo que vamos a hacer.
Zeke y yo lo miramos fijamente, ambos mudos y horrorizados.
―Estás bromeando ―dijo Zeke al fin―. No hay manera de que ellos nos
dejen entrar. No estoy Registrado aquí, y ustedes dos se colaron desde fuera del
Muro. Ellos sabrán que somos intrusos.
―Sin mencionar, que Salazar odia la línea entera de Kanin ―añadí―.
Intentó matarnos a ambos, Kanin y a mí, la última vez que estuve aquí, en caso
de que lo hayas olvidado. ¿Guardias, camiones, gente disparándonos cada
quince metros?
Jackal soltó una risa.
―Oh ustedes de poca fe. ―Suspiró, y empezó a cruzar la distancia,
instándonos a seguirlo―. Pensando igual a los humanos. Es algo triste.
Olvidaron que he tenido esta cosa de ser vampiro un largo tiempo. Sólo
déjamelo a mí, y traten de mantener sus bocas cerradas.
Aprensivamente, lo seguimos fuera del estacionamiento y dentro de las
aceras rotas y agrietadas, moviéndonos firmemente hacia el centro de la ciudad.
Las farolas de las calles parpadearon, iluminando el camino, aunque más que
unas pocas estaban aplastadas y destrozadas o chisporroteando erráticamente.
Las calles aquí estaban más limpias que aquellas del Fringe, menos pilas de
escombros, menos vegetación creciendo por doquier, sin autos muertos
obstruyendo las calles. Los edificios a ambos lados de nosotros eran estériles,
decaídos y vacíos, pero mientras más nos acercábamos al centro, más luces
vimos. Miré detrás de nosotros una vez y, a través de una brecha entre edificios,
vislumbré el Muro Interior, escuro y desierto. Más allá de ese muro estaba el
Fringe. Me pregunté qué locura estaba sucediendo en las calles de mi viejo
hogar.
Jackal nunca se detuvo o fue más despacio. Caminó por el centro de la
calle como si la poseyera, su abrigo ondulando detrás de él, y no dudó cuando
una patrulla de media docena de guardias armados rodeó una esquina y vino
hacia nosotros.
Me tensé, y la mano de Zeke se crispó hacia su pistola, pero la patrulla,
cuando nos vieron, se apartaron y evitaron sus ojos. Paralizada, los observé
cruzar la calle para esquivarnos, y me di cuenta de la manera en que debíamos
lucir; dos vampiros y un humano armado, caminando en las calles de Ciudad
Interior como si tuviéramos derecho de estar aquí. Y ahora entendí la
mentalidad de Jackal. Por supuesto que los guardias no nos cuestionarían,
éramos vampiros. Merodear o acechar alrededor de Ciudad Interior era
altamente sospechoso, y habríamos atraído inmediata atención, pero cuando un
colmilludo chupasangre caminaba por la calle a plena vista, cada humano,
mascota, guardia o un trabajador normal, les daban un amplio espacio. 123
Esperaba que Jackal dejara que los humanos pasaran mientras
continuábamos nuestro arduo viaje a la entrada. Pero el vampiro cambió
abruptamente de dirección y se dirigió directamente hacia ellos, sus pasos y
todo sobre él agresivamente confiado. La patrulla se detuvo, los guardias
inmediatamente pusieron atención incluso mientras evitaban sus ojos.
Jackal marchó hasta ellos, tomando al humano a la cabeza por el cuello y
estrellándolo de espaldas contra la pared, desnudando sus colmillos en su
rostro.
―Tu príncipe no está siendo muy amigable ―gruñó Jackal, mientras el
resto de la patrulla se encogió retrocediendo, sin saber si empuñar sus armas o
huir. Zeke y yo miramos, tan sorprendidos como el resto de ellos pero tratando
de no demostrarlo―. Aquí estamos nosotros, tratando de ser buenos y
educados y presentarnos ante Salazar, pero él ha bloqueado todas las puertas y
cerrado el Muro. Tuvimos que arrastrarnos a través de las alcantarillas para
llegar aquí. ¿Sabes lo desagradable que es eso, humano? ―Sus labios se
retrajeron en un temible gruñido, y el humano empalideció, pareciendo como si
se fuera a desmayar―. ¿Y qué infiernos está pasando en el Fringe? Las bolsas
de sangre se han vuelto locas, ¡ellos incluso trataron de atacarnos! ¿Salazar ha
perdido completamente el control de este lugar?
―¡S-señor! ―El humano le dio un débil saludo, difícil, ya que sus manos
estaban temblando tan fuerte que apenas podía levantarlas―. Lo lamento,
señor, estamos teniendo un pequeño problema con el Fringe…
―Puedo ver eso, humano. ―Jackal desnudó sus colmillos otra vez,
haciendo que el guardia echara su cabeza hacia atrás, golpeando la parte trasera
de su cráneo contra la pared―. Quiero saber por qué Salazar no lo ha puesto
bajo control aún.
―Señor, le aseguro…
―Lo que me asegures no significa nada para mí. ―Jackal liberó
abruptamente al guardia y dio un paso atrás, dejándolo hundirse en la pared―.
Quiero ver a Salazar. Demando una audiencia con tu príncipe. Llévame a él,
justo ahora.
―Señor… ―El guardia parecía absolutamente miserable y aterrorizado al
mismo tiempo―. No tengo esa clase de autoridad…
―Increíble. ¿Cómo funciona esta ciudad de cualquier manera? ―gruñó
Jackal, dándonos una mirada desdeñosa a Zeke y a mí. Girándose de regreso a
los guardias, tomó aliento y dio un gran espectáculo de él siendo paciente―.
Entonces, dime, bolsa de sangre, ¿quién tiene la autoridad?
―El… el asistente del príncipe, señor. Su mascota. Él es el único que 124
admite visitantes a la cámara del príncipe.
―Bien, entonces ―dijo Jackal, dando un paso adelante―. Yo digo que lo
mejor sería que hablaras con él pronto, ¿no lo crees?
―¡Sí, señor! ―El guardia saltó lejos de la pared, luciendo aliviado de
haber pasado este pequeño problema a alguien más―. Lo contactaré justo
ahora. Por favor, síganme.
Jackal sonrió sobre su hombro mientras empezamos a caminar por la calle
otra vez, siguiendo al patrullero hacia las torres vampiras.
―¿Ves? ―dijo en voz baja, ahora mirándome a mí―. Cuando actúas como
un vampiro, los humanos te tratarán como uno. Nada de esto de merodear o
acechar alrededor de mierda. Ellos son ovejas, y nosotros somos los lobos, y
ellos lo saben.
―Así que, esto es una ciudad vampiro ―dijo Zeke en una voz helada.
Jackal resopló.
―¿Eso te molesta, bolsa de sangre? ¿Traté al humano demasiado
rudamente para ti? ―se burló―. Acostúmbrate a ello. Esta es nuestra ciudad, y
aquí hacemos lo que queremos. Cada humano que existe detrás de estos muros
nos pertenece.
―No todos ellos ―dijo Zeke firmemente.
En otro momento, habría tomado el lugar de Zeke y argumentado con
Jackal que ahí había humanos en una ciudad vampiro quienes desafiaban a los
chupasangres y vivían libres ―yo había sido uno de ellos― pero no quería
empezar una pelea en el medio del territorio enemigo. No cuando nos
estábamos aproximando rápidamente a la valla que rodeaba las torres del
príncipe. Mientras más nos acercábamos, más crecía mi aprehensión. Si aún
tuviera un latido de corazón, éste estaría martilleando contra mis costillas. Este
era el territorio del príncipe, el Maestro vampiro que regía la ciudad con puño
de hierro. No solo eso, los vampiros más fuertes en la ciudad, el coven del
príncipe, merodeaban las salas y corredores de esas torres. Tantos
chupasangres. Si Jackal no sabía lo que estábamos haciendo, estaríamos
caminando hacia una trampa mortal.
―¿Qué es lo que esperas hacer ahí dentro? ―le gruñí a Jackal, de repente
queriendo conocer el plan, si teníamos uno, o si estábamos solo dando palos de
ciego―. Sabes que si Salazar se da cuenta de quiénes somos, intentará poner
nuestras cabezas en su pared.
―Rel{jate, hermana. ―Jackal arqueó una ceja―. A menos de que te haya
visto personalmente, Salazar no te conocerá de Eve… solo eres otro mestizo
vampiro viajero para él. Y él no me conoce para nada. No te preocupes, sé cómo
piensan los príncipes. Entraremos, lo alimentaremos con alguna historia acerca 125
de pasar por aquí, hacer una pequeña escena porque no podemos dejar la
ciudad ahora, y se disgustará pero probablemente no lo suficiente para
echarnos. Hay reglas para visitar vampiros, después de todo, y estos príncipes
son tan orgullosos con un palo en sus culos. Más probablemente, se disculpará
por el estado de la ciudad, nos ofrecerá que nos quedemos en la torre hasta que
la crisis haya pasado, y seremos libres de buscar a Kanin como nos plazca. Fácil.
―Demasiado fácil ―murmuró Zeke, y estuve de acuerdo. Jackal rodó sus
ojos.
―Bueno, si ustedes dos tienen un plan mejor, me encantaría escucharlo.
Ahora estábamos muy cerca de la valla, pasando más guardias y humanos
esperando en fila para pasar por el punto de control. En el frente de la línea, un
guardia le pediría al humano que mostrara su tatuaje, normalmente localizado
en el interior del brazo. Un escáner pasaría sobre la marca y escrutado antes de
que el guardia le permitiera pasar. Mordí mi labio para evitar retraerlo en
repugnancia. Antes de que fuera Convertida, esto era contra lo que luché mi
vida entera, convertirme en una esclava de los chupasangres. De tomar la
etiqueta que me marcaría como ganado de sangre, una cosa poseída, la
propiedad del príncipe. De regreso a ese entonces, no me arrepentí, incluso
aunque hubiera sido más fácil tomar la marca, aceptar la promesa de comida y
protección y una vida más fácil. Ahora, viendo hacia atrás, no pude evitar
preguntarme. Nunca fui en verdad “libre” en Nueva Covington. Claro, no daba
sangre, pero aún seguía atrapada, a la misericordia de los vampiros,
constantemente viviendo en el miedo. Si hubiera sido una Registrada, los
vampiros habrían ganado, pero no habría estado buscando comida en las ruinas
la noche que los Rabiosos me atacaron. La noche que morí.
Así que, ¿qué era peor? ¿Someterte a los chupasangres, dejándolos tratarte
como a un esclavo y ganado de sangre, o convertirte en el monstruo tú mismo?
Deja de pensar en eso, Allison. Ahora eso no importa; ya tomaste tu decisión.
―Así que, ¿qué se supone que haremos nosotros? ―le preguntó Zeke a
Jackal mientras un par de grandes perros nos gruñían desde el final de sus
correas. Ahora solo unos pocos metros nos separaban de la verja, y la entrada a
la guarida del vampiro―. Van a saber que soy humano, No Registrado y
armado. ¿El castigo por aquí por esa clase de cosas no es la muerte? ¿O es eso lo
que estás esperando?
―Niño, ya lo tengo. Confía en mí. ―Jackal nos dio una última mirada
autosatisfecha―. Solo mírate peligroso.
Confiar en Jackal. Eso no sonaba como un buen plan, pero no había nada
que pudiéramos hacer sobre ello justo ahora. El patrullero nos había detenido
en otro punto de control, y el soldado a cargo estaba hablando con otro guardia.
El hombre en uniforme miró desde el puesto de la entrada, asomándose a través 126
de la pequeña ventana, y estrechó sus ojos. Me moví nerviosamente, sintiendo
un parpadeo del Hambre, nunca dormida, revolverse a la vida. Tantos
humanos…
El hombre dentro del puesto de la entrada emergió y caminó hacia
nosotros, su boca apretada se estiró en un ceño. Jackal miró ferozmente,
esperando imperiosamente mientras el humano, flanqueado por otros dos
soldados con largas pistolas, caminó a zancadas.
―Señor ―saludó, con el obvio aire de alguien que piensa que era
importante―. Bienvenido a Nueva Covington. Por favor disculpe el presente
estado de la ciudad. ¿Entiendo que desea una audiencia con el asistente del
príncipe?
―No ―dijo Jackal, dándole al hombre una mirada de claro desdén―. No
quiero una audiencia con la mascota del príncipe. Quiero ver al propio Salazar.
Pero desde que ese pequeño humano llorón es el único camino para llegar a él,
estoy siendo educado y siguiendo las reglas. Lo que no entiendo es por qué
estoy aquí parado, hablando contigo.
Esto último debió haber sido recalcado con un destello de colmillos, pues
el hombre se desinfló un poco, viéndose más pálido que antes.
―Bueno, usted ve, s-señor ―murmuró, y le dio a Zeke una mirada
apuntándolo―. Humanos No Registrados no son permitidos en Ciudad
Interior. Si él viene del Fringe, me temo que debemos ponerlo en cuarentena
inmediatamente. Puede estar infectado, y no podemos arriesgarnos a esparcir la
enfermedad dentro de la ciudad, ciertamente no dentro de las mismas torres.
Debemos pedirle que lo entregue.
Me tensé, un gruñido elevándose de mi garganta, vagamente
deteniéndome a mí misma de adelantarme y extraer mi espada. Junto a mí,
Zeke estaba congelado, su expresión sombría pero no sorprendida. Como si
hubiera estado esperando esto. El hombre les hizo un gesto a sus dos guardias,
y ellos caminaron alrededor de él hacia Zeke. Entonces sí gruñí, desnudando
mis colmillos, lista para saltar entre ellos, pero las siguientes palabras de Jackal
detuvieron a todos en sus lugares.
―Pongan un solo dedo en él, y les arrancaré sus cabezas.
Ahora todos se congelaron. La voz de Jackal estaba calmada, ni siquiera se
había movido o se giró, pero cuando un vampiro hace amenazas como esa, le
crees. Los dos guardias se retiraron apresuradamente. El otro humano farfulló
una protesta, pero Jackal caminó hacia adelante, surgiendo sobre el hombre, y
sus objeciones cayeron en silencio.
―Dime, humano ―dijo el vampiro en una suave y peligrosa voz―. ¿Qué
dice la ley sobre apoderarse de una mascota vampiro?
Zeke se puso rígido, aunque pasó inadvertido para los otros humanos, 127
quienes seguían enfocados en Jackal. Vi la ira pasar por su rostro, pero se
mantuvo en silencio mientras Jackal se presionaba más cerca, haciendo que los
hombres se apiñaran.
―¿Bien?
El humano tragó fuerte.
―Bajo la pena de muerte, nadie tiene permitido poner una mano sobre un
asistente específicamente marcado sin el permiso directo de su dueño. Señor.
―¿Y tú ves la marca de Salazar en él?
―No, señor.
―Entonces quítate de nuestro camino ―continuó Jackal, todavía en esa
suave y mortífera voz―. Antes de que te arranque el corazón por tu insolencia
y me lo coma en frente de ti. Ya he gastado suficiente tiempo aquí.
El humano no estaba de humor para argumentar. Su rostro estaba blanco,
y su pomposa actitud parecía haberlo abandonado junto con su coraje.
―Lle-lleven a nuestros huéspedes a la oficina del Sr. Stephen ―ordenó,
indicándole a sus guardias con la mano―. Infórmenle de lo que está pasando.
Debe estar con el príncipe ahora, así que déjenle saber que es importante.
―¡Sí, señor! ―Los guardias se adelantaron, inclinándose ligeramente ante
Jackal―. Por favor, síganos, señor. ―Y sin ninguna vacilación, se giraron y
marcharon a través del punto de control mientras el otro humano nos señalaba
que pasáramos.
Increíble. Estábamos más allá de la verja sin haber tenido que pelear
nuestro camino dentro. Sin haber tenido que matar a nadie por tratar de
llevarse a Zeke. Jackal lo había conseguido. Yo no habría hecho nada de esa
manera; no estaba segura de que yo pudiera. Y seguía sorprendida de que
hubiera defendido a Zeke. No dejó que el humano fuera tomado, aunque su
insistencia pudiera haber disminuido nuestras oportunidades de entrar.
Por la callada y pensativa expresión de Zeke, sabía que él también estaba
aturdido.
Los guardias nos guiaron cruzando la calle, pasando varios edificios más
pequeños en una esquina, y después una gran extensión de pasos concretos
hasta las amplias puertas dobles en la base de la primera torre. Otro guardia
abrió la puerta por nosotros, y entramos en un inmenso vestíbulo, pilares
verdes y negros revistiendo las paredes, y un escritorio gigante de madera en
frente. Aún nos esperaba otro punto de control más allá de la puerta, donde un
par de humanos que llegaron antes que nosotros tenían que escanear sus
tatuajes para que les fuera permitida la entrada.
¿Cuánta seguridad necesita el príncipe?, pensé, mientras los guardias al otro
lado del escritorio nos miraban cautelosamente. ¿Es en verdad tan paranoico, para 128
rodearse a sí mismo de tantos guardias, o esto es a causa de la situación en el Fringe?
Pensarías que el Maestro vampiro de la ciudad no estaría asustado de unos pocos
humanos problemáticos, o incluso vampiros problemáticos.
Una mujer rubia en un traje de negocios nos esperaba al otro lado del
punto de control, dándoles a los guardias una indicación de que nos dejaran
pasar. Nos hizo una reverencia mientras nos acercábamos, dándole a Jackal una
sonrisa brillante mientras se enderezaba. Podía escuchar su corazón
martilleando en su pecho y olía el miedo rodeándola, aunque lo escondió bien.
De hecho, todos los humanos en este lugar apestaban a miedo.
―Bienvenido a la torre del príncipe, señor ―anunció la mujer, mientras
Jackal barría su mirada por su cuerpo y miró lascivamente en apreciación―.
Soy la secretaria del Sr. Stephen, y si me siguen, les mostraré su oficina. El Sr.
Stephen se encuentra en una reunión en este momento, pero estará con ustedes
tan pronto como esté disponible.
―Lo mejor será que lo esté ―gruñó Jackal. La secretaria no dio ningún
signo exterior de emoción, aunque sus latidos se aceleraron y sus pasos sonaban
ansiosos mientras nos conducía más lejos dentro de la torre.
Cambié mi enfoque, dejando que mi conciencia fluyera al exterior,
buscando por algo más.
Ahí. Podía sentirlo. Podía sentirlo a él, tan cerca, pero… debajo de
nosotros. En algún lugar debajo de la torre, muy apenas sujetándose a la
cordura.
Resiste, Kanin. Casi estamos allí.
La mujer nos condujo desde el brillantemente iluminado vestíbulo hacia
un laberinto de largos y sombríos corredores, sus tacones haciendo clic
rítmicamente sobre las baldosas. Las salas estaban en su mayoría vacías.
Ninguna luz iluminaba desde debajo de las puertas o las alas contiguas, y
ningún humano caminaba en los pasillos excepto una sola mujer con un
trapeador, fregando el piso. Estaba casi tan frío en la torre como lo estaba
afuera. El aliento de Zeke quedaba suspendido en el aire mientras nos
adentrábamos más profundo en el laberinto, las sombras cerrándose a nuestro
alrededor. La torre tenía un frío, rígido sentimiento de animosidad, aunque
estaba de lejos más limpio y bien cuidado que cualquier otro edificio que haya
visto antes.
Una puerta se abrió frente a nosotros, y dos hombres en trajes de negocios
salieron. Ambos eran altos y pálidos, vampiros, sin ningún cabello fuera de su
lugar o una mota de polvo en sus ropas. Me tensé cuando nos vieron. La
secretaria inclinó su cabeza hacia ellos cuando nos acercamos, pero la
ignoraron, observándonos con ojos resplandecientes, sonriendo débilmente. Me 129
tensé, lista para extraer mi hoja si ellos se abalanzaban, pero nos dejaron pasar
sin ningún incidente y continuaron bajando por el corredor. Me pregunté si
estos eran los vampiros Tipo-2 de los que Kanin me había contado, los nobles
de la sociedad vampiro. También me pregunté lo que hacían toda la noche en
esta monstruosa torre. Kanin me había explicado un poco de las políticas
vampiros antes de que fuéramos separados, el constante apuñalamiento en la
espalda y maquinaciones y escalar en la cadena de comando, tratando de
acercarse al príncipe. No había estado muy interesada en escucharlo en ese
momento, no teniendo deseo de encajar con los vampiros de ciudad. Ahora
deseaba haber escuchado más atentamente.
―Aquí adentro, por favor. ―La mujer abrió la puerta que nos conducía a
una larga y bien cuidada oficina―. El Sr. Stephen estará con ustedes justo
ahora.
Caminando a través del marco, miré alrededor, haciendo retroceder mi
disgusto. Las mascotas pueden haberse vendido y ser traidores a su propia
especie, pero ciertamente estaban bien cuidados. La alfombra bajo mis pies
estaba afelpada y suave, y pesadas cortinas cubrían las ventanas, manteniendo
fuera el aire frío. Un enorme escritorio de madera, pulido hasta adoptar un
brillo de caoba, dominaba una esquina de la habitación, probablemente a causa
del fuego parpadeando alegremente en la chimenea de mármol en la lejana
pared. Estaba sorprendida que los vampiros permitieran llamas dentro de sus
edificios, incluso estando el fuego tan bien resguardado, pero supuse que no
podían tener a sus valiosos humanos congelándose hasta la muerte.
Un sofá de cuero yacía contra la pared más lejana, almohadas y sábanas
dobladas pulcramente sobre los cojines, como si la mascota durmiera aquí, y
seguido. Un objeto en el gastado cuero captó mi atención. Un libro, abierto y
bocabajo sobre el brazo de la silla. Incapaz de detenerme a mí misma, me
acerqué, inclinándome hacia adelante para leer el título. De Ratones y Hombres.
John Steinbeck. Levanté la vista, mirando más allá del sofá, y vi otro estante en
la esquina por la ventana. Este estaba lleno de libros, más de los que hubiera
visto en mi vida. Y solo por un momento, sentí un pequeño pinchazo de
envidia.
Cuando era Allie la Fringer, solía coleccionar libros como este, de donde
sea que los encontrara. Por supuesto, en el Fringe, poseerlos era altamente
ilegal. Los lords vampiros no querían que sus presas fueran capaces de leer,
podría poner ideas en sus cabezas si supieran cómo era la vida antes. Pero uno
de mis más grandes secretos era que yo podía leer. Mi mamá me había enseñado
cuando seguía vivía, y me aferré a ese logro fieramente. Era una cosa que los
vampiros no podían quitarme.
Cuando Kanin me hizo un vampiro, sin embargo, tuve que dejar atrás mi
colección, y había sido quemada por los humanos que se mudaron a mi antiguo 130
hogar. Años de esfuerzo, idos en un latido.
Pero las mascotas podían leer sin miedo. Podían tener una colección de
libros si querían, sin tener que esconderla de todos los ojos predadores. No
tenían que robar y escapar solo para sobrevivir, o acurrucarse con un amigo
bajo una sucia sábana para evitar congelarse hasta la muerte. No, ellos tenían
todo lo que podían posiblemente querer o necesitar, pero el bajo precio de
vender a su propia especie.
Debe ser bueno.
―Sigo sin pensar que es una buena idea ―estaba diciendo Zeke detrás de
mí―. Esos vampiros en el corredor. Si el príncipe se da cuenta de quiénes
somos, no seremos capaces de luchar nuestro camino fuera del edificio, mucho
menos de regreso al Fringe.
―Deja de ser tan criticón ―replicó Jackal, y lo escuché sentarse en una de
las sillas cerca del escritorio, balanceando sus botas arriba y abajo―. Te lo dije
antes, Salazar no nos conoce desde Adam. Nadie por aquí lo hace. Y es mejor
que actúes como si pertenecieras aquí a que seas capturado merodeando
alrededor. Así que relájate, mascota. ―Escuché la sonrisa en su voz y casi podía
sentir a Zeke erizarse―. Somos vampiros. ¿Qué puede pasar?
Algo en el estante de libros captó mi mirada. Un color plateado entre los
libros más oscuros, más suaves. Por alguna razón, me sentí atraída hacia él.
Mientras me estiraba por la delgada cubierta, la molestia se convirtió en un
presentimiento.
―¿Allie? ―dijo Zeke, aunque apenas lo escuché cuando mis dedos se
cerraron en el lomo―. ¿Qué est{s haciendo?
Sacando el libro del estante, mi miente se puso en blanco y un frío puño se
asentó en mi estómago. Brillantes animales bailaban a través de la portada de
un libro ilustrado para niños tan familiar para mí como la parte de atrás de mi
mano. A diferencia de los demás libros en el estante, estaba sucio y desgarrado,
una mancha de moho comiéndose una esquina. Lo reconocí instantáneamente.
Este había sido el libro de mi mamá, el que ella me leyó cientos de veces cuando
era una niña, del que más me arrepentía haber perdido. El frío se esparció
desde mi estómago por todo mi cuerpo. Si estaba aquí, eso solo podía significar
una cosa…
La puerta crujió abriéndose, y varias pisadas entraron en la habitación,
seguidas por una voz instantáneamente familiar.
―Gracias por esperar. Soy el Sr. Stephen, el asistente del príncipe Salazar.
¿Entiendo que ustedes quieren una audiencia con el príncipe?
Me giré lentamente y me encontré con la pálida mirada de Stick a través
de la habitación. 131
Capítulo 11

Él había cambiado
El Stick que recordaba había sido alto y delgado, un espantapájaros
harapiento con el cabello color pajizo y asustadizos ojos llorosos. La persona en
la puerta, rodeado por cuatro vampiros armados y dos humanos, era todavía
alto y delgado, pero vestía un traje de negocios y llevaba una maleta en una
mano delgada. No era tan delgado ahora, y su cabello había sido cortado y
peinado hacia atrás, reemplazando el nido enmarañado que recordaba.
Pero el mayor cambio fueron sus ojos y la forma en que se movía. De
vuelta en Fringe, Stick había estado encogido y escondido toda su vida,
confiando en mí para sobrevivir. Él tenía miedo de todos y de todo y a menudo
era atrapado porque esperaba que yo lo salvara en vez de defenderse por su
cuenta.
Ahora, él se movía alto, su voz y expresión limpia, casi arrogante. Pero
quizás eso se debía a su séquito, los dos humanos y cuatro vampiros 132
rodeándolo con pistolas y ballestas, versiones más pequeñas de las que Zeke
había regalado. Al verlo, sentí el último pedazo de algo dentro de mí -
―esperanza, terquedad, incredulidad― hacerse añicos y morir. Siempre me
había preguntado qué había pasado con Stick, si en verdad me había vendido al
príncipe una vez que supo qué era. Había estado esperando, en lo profundo,
que no fuera verdad.
Pero aquí estaba. Asistente personal de Salazar, mirándome como si
hubiera visto un fantasma.
―¿A-Allie? ―Su voz era un ahogado susurro horrorizado y los guardias
lo miraron, y a nosotros, alarma aumentando―. No. No, no puedes ser tú. ¡Se
supone que deberías estas muerta!
―Stick ―dije, dando un paso hacia adelante.
Pero Stick se lanzó hacia atrás, hacia el vestíbulo, señalando salvajemente.
―¡Deténganla! ―le gritó a sus guardias, quienes inmediatamente sacaron
sus ballestas y las dirigieron hacia nuestros corazones. Jackal maldijo y se lanzó
fuera de la silla, y Zeke se tensó, yendo por su pistola―. ¡Deténganlos a todos!
¡Ella está aquí para matarme!
―¡No estoy aquí para matarte! ―grité, levantando las manos. Varias
flechas de madera se dirigieron hacia mi pecho, haciéndome encoger por
dentro. Demonios, si no manejaba esto, todos seríamos ensartados como
ratas―. ¡Stick, espera! ―dije desesperadamente―. No vine por ti. ¡Queremos
ver al príncipe, eso es todo! Ni siquiera sabía que estabas aquí.
Se asomó en la habitación de nuevo, con los ojos fríos y suspicaces.
―No te creo.
―Cree lo que quieras. Te estoy diciendo la verdad. ―Mantuve mis manos
levantadas mientras él entraba de nuevo en la habitación―. No estamos aquí
por ti, o por cualquiera. Solo queremos ver al príncipe.
Él miró a Zeke y Jackal, luego miró de regreso hacia mí.
―Se supone que no deberías estar aquí, Allie ―acusó, sonando como su
viejo yo taciturno―. El Maestro Salazar dijo que habías muerto, prometió que
habías sido asesinada. Se supone que no deberías estar aquí.
Irritación, y algo más oscuro, se encendió.
―Lamento desilusionarte. Pero todavía estoy viva.
La mirada de Stick se estrechó y una mirada fea cruzó su rostro cuando se
giró hacia los guardias.
―Arréstenlos ―gruñó, y los guardias se enderezaron―. ¿Quieren ver al
príncipe? Los llevaremos a ver al príncipe. Estoy seguro que el Maestro estará
muy interesado de verlos. 133
Me tragué un gruñido cuando dos vampiros se acercaron, alcanzándome
mientras los otros mantenían sus armas preparadas hacia nosotros. Demonios.
¿Ahora qué? No podíamos abrirnos paso entre la Elite del príncipe, no con toda
una torre de vampiros entre nosotros y la salida. Incluso si Jackal y yo
lográbamos salir, Zeke sería destrozado antes de que alcanzáramos el
mostrador. Y si lográbamos escapar, nunca seríamos capaces de volver a entrar.
Stick sabía que estaba aquí, y pronto lo sabría el príncipe, también. Miré a Zeke
y Jackal, preguntándome si tenían alguna idea brillante para sacarnos de esta,
pero lucían tan sombríos como me sentía. Sin salida. Estábamos atrapados.
Apreté mis puños cuando un guardia agarró mi katana y sacó la funda por
mi cabeza, conteniéndome a duras pena de romper su nariz cuando tomó la
espada alejándose. Me sentía desnuda sin ella. El otro guardia sacó un par de
esposas de metal negro de su cinturón y agarró mis brazos.
―Esto no es necesario, Stick ―dije mientras el vampiro tiraba mis brazos
detrás de mi espalda y colocaba las bandas alrededor de mis muñecas. El peso
de las cadenas me arrastró, gruesas y pesadas, obviamente diseñadas para
vampiros.
―Es Stephen ahora ―corrigió él, con voz presumida―. Señor Stephen. Y
yo decido qué es necesario por aquí, Allie. ―Una sonrisa débil torció sus labios
mientras levantaba la barbilla―. Nadie me dice qué hacer, ya no más.
Solo podía observar mientras Zeke y Jackal estaban siendo despojados de
sus armas y siendo esposados, también. Jackal rodó sus ojos y parecía molesto
con todo el evento, pero Zeke lucía pálido cuando su pistola y machete le
fueron quitados y las esposas fueron cerradas en su lugar. Se encontró con mi
mirada, y podía ver la resignación en su rostro, y la esperanza de que no iba a
salir con vida.
Lo siento, Zeke. No pretendía arrastrarte a esto. Nos sacaré de aquí de algún
modo, lo prometo.
Cuando estuvimos contenidos, Stick asintió satisfecho de sí mismo, sus
pálidos ojos persistiendo en mí.
―Por aquí ―dijo pomposamente, como si estuviera anunciando un
tour―. El príncipe Salazar los espera.
Un guardia me dio un empujón en el hombro con la ballesta, y caminé,
siguiendo a mi antiguo amigo por los pasillos de la torre de vampiros.
Demonios, esta no era la forma en que quería conocer a Salazar: arrestada
y esposada, incapaz de defenderme y a los que me rodean. Las cosas habían ido
muy mal, pero no había nada que pudiera hacer sino tratar de huir cuando nos
reuniéramos con el príncipe. Me preguntaba si Jackal ya estaba trabajando en
un plan, alguna clase de discurso o estafa para sacarnos de aquí con vida. Él era 134
el único que se sabía la política de los vampiros, no yo. Por supuesto, él era
parte del motivo por el cual estábamos metidos en este lío en primer lugar.
Quería hablar con él, y con Zeke, también, pero los guardias a nuestros
lados lo hicieron imposible.
Llegamos a un par de ascensores, los que funcionaban, al final del pasillo,
Stick nos miró con cautela cuando las puertas se abrieron.
―Llévenlos a la planta superior ―le dijo a los cuatro guardias vampiros, y
dio un paso hacia el otro ascensor cruzando el pasillo―. Los veré allí.
Cobarde, pensé, cuando Stick se metió en un ascensor con sus dos
guardaespaldas humanos, sonriendo y cruzando sus manos detrás de él
mientras las puertas se cerraban. No quiere estar en un espacio reducido con el
vampiro al que apuñalo por la espalda, creo.
Los guardias nos condujeron con sus armas dentro del ascensor,
parándose en las esquinas mientras nosotros nos amontonábamos en el centro.
Las puertas se cerraron, sumiendo el ascensor en oscuridad, y comenzó a
moverse.
Me tensé, apretando mis dientes. Había estado en un ascensor antes, en
uno desvencijado mal construido y que crujía y lanzaba chispas, haciéndome
temer que podría caerse en cualquier momento. No me gustaban los espacios
pequeños, estrechos y sin salida, me ponían muy nerviosa. Los guardias
miraban hacia adelante, con las armas desenfundadas pero no apuntaban hacia
nosotros, sin prestar atención. Tratando tiré de las cadenas alrededor de mis
muñecas. Si solo pudiera liberar mis manos, estaría preparada en caso de una
oportunidad para escapar. Por desgracia, las esposas se mantuvieron. No iría a
ninguna parte.
Jackal se inclinó, su boca cerca de mi oreja.
―No me dijiste de tu pequeño amigo ―murmuró él, y si los guardias lo
escucharon, no les importo―. Habría sido una linda golosina para compartir,
yendo hacia la torre del príncipe.
―No creí que lo vería aquí ―murmuré de regreso―. Y no importa ahora.
Espero que tengas algo en esa cabeza retorcida para evitar que el príncipe nos
desgarre.
―Estoy trabajando en ello.
―Más rápido estaría bien.
El guardia más cerca de mí, dio una mirada tenebrosa y curvó su labio en
señal de advertencia, revelando los colmillos. Desnudé los míos a cambio y miré
hacia adelante, observando los números de la luz sobre la puerta, 10… 12…
14… 16… ¿Qué tan alto subía esto? Con cada planta, nos est{bamos alejando de
la salida y acercándonos hacia la madriguera de un Maestro vampiro. 135
―Allie ―murmuró Zeke, apenas audible a pesar de lo cerca que
estábamos. A pesar de nuestra situación, y los vampiros rodeándonos en cada
lado, su voz y expresión estaban calmadas. Demasiado calmado―. Si no lo
logramos… Estoy contento de haberte encontrado. Fue bueno verte de nuevo.
Gruñí y me incliné hacia él, bajando mi voz.
―Ni siquiera comiences con eso, Zeke ―sisee, sin saber si estaba enojada
o aterrorizada por sus palabras―. Tienes gente esperando por ti en Edén. No
vas a morir aquí.
―Est{ bien. ―Zeke logró la más pequeña de las sonrisas―. No tengo
miedo de morir. Solo desearía… ―Se calló, un destello de dolor cruzó su rostro,
antes de que lo alejara, también―. No importa. No es importante ahora. Yo
solo… quiero que me prometas algo.
No sabía qué tan buena sería en mantener una promesa ahora. En realidad
esperaba que no me pidiera ir al Edén e informar a su familia que había sido
asesinado. No estaba segura de que pudiera hacerlo, incluso si lográbamos salir
de aquí. Pero este era Zeke; era difícil decirle que no.
―¿Qué quieres que haga? ―susurré.
Sostuvo mi mirada, con solemnes e intensos ojos azules.
―No me conviertas ―susurró, enviando una lanza de hielo a través de mi
estómago―. Incluso si estoy muriendo, no me conviertas en uno de ellos. Solo
déjame partir.
―Zeke. ―De repente mi garganta se cerró. Zeke se inclinó hacia adelante,
descansando su frente en la mía, cerrando sus ojos.
―Por favor ―susurró él, su respiración calentando mi piel fría―. Yo no…
No puedo pasar la eternidad como un vampiro. No puedo. Prométemelo, si
llegamos a eso, me dejaras partir.
―¿Dejarte morir? ―Me ahogué. Mi primer instinto fue negarme. Luego el
pensamiento repentino de perderlo rasgó en carne viva, una herida abierta por
dentro, lo cual ambas me impactaron y asustaron. Me había distanciado de
todos para evitar este tipo de lazos. En mi mundo, las personas morían. La
única manera de sobrevivir era entumecerte de las pérdidas y seguir adelante.
Pero Zeke… No podía perderlo. Si él estuviera muriéndose, lo mantendría aquí,
si hubiera la más remota oportunidad, la tomaría. Aunque ni siquiera fuera un
Maestro vampiro, y mi intento de Convertir a Zeke en un vampiro generaría un
Rabioso, todavía había una oportunidad. O conseguiría a otro, un vampiro
fuerte para hacerlo. Kanin, quizás. Kanin era un Maestro, aunque consideraba
su inmortalidad una maldición y probablemente sería reacio a Convertir a un
completo extraño. No me importaba. Lo convencería, de algún modo. No podía 136
dejar a Zeke morir sin tratar de salvarlo.
Luego me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo.
¿Realmente intentarías transformar a Zeke, aunque él odiara y temiera ser
vampiro más que nada? Kanin te dio una opción. Te respetaba lo suficiente para
permitirte tomar esa decisión.
―Maldito seas, Zeke ―gruñí―. ¿De verdad me vas a pedir que me quede
allí y te observe morir?
Zeke abrió sus ojos, su rostro a un suspiro de distancia. En mi mente los
guardias desaparecieron. Jackal se desvaneció. Solo éramos Zeke y yo ahora,
cara a cara en la oscuridad.
―Lo siento ―susurró él―. Sé que es egoísta, pero no soy como tú, Allie.
Dolió, retrocedí y eche atrás mi labio, enseñando mis colmillos.
―¿Te refieres a mala y sin alma?
―Me refiero, no soy tan fuerte como lo eres tú ―continúo Zeke con
seriedad―. No puedo hacer lo que tú haces, lo que es necesario para ser
vampiro. Por favor. ―Su mirada se volvió suplicante―. Si llegamos a eso,
déjame morir como humano. Promete que me dejarás partir.
―No puedes negarle esa opción ―murmuró Jackal detrás de mi hombro,
sorprendiéndome de nuevo―. Requiere cierta mentalidad ser uno de nosotros.
Si Conviertes a alguien que no puede manejarlo, terminan destruyéndose,
saliendo para reunirse con el sol. Lo he visto antes. Mejor dejar que el pequeño
saco de sangre muera, si eso es lo que quiere él.
―Maldita sea con ambos ―murmuré, alejando mi rostro. La mirada de
Zeke aún no me había dejado, y apreté mis ojos cerrándolos―. Está bien
―susurré―. Si eso es lo que quieres, Zeke. Te prometo que no te Convertiré.
Pero eso quiere decir que no puedes rendirte. ―Abriendo mis ojos, lo miré―.
No puedes ir y morir. Prométeme que seguirás luchando, por el tiempo que sea
necesario. Aún no estamos muertos.
Zeke dio la más pequeña de las sonrisas.
―Técnicamente, tú lo estás ―susurró él, y si mis manos estuvieran libres,
lo habría golpeado―. Pero tienes mi promesa, chica vampiro. No pretendo
rendirme. Lucharé a tu lado durante el tiempo que pueda.
El ascensor se detuvo con un ding, y las puertas se abrieron. Stick nos
saludó desde el otro lado, sonriendo como un gato con un pájaro. Sus
guardaespaldas humanos esperaban impasibles detrás de él.
―Por aquí ―dijo mientras los vampiros de la Elite nos empujaban hacia
afuera. Zeke se tambaleó, apenas sosteniéndose, y le enseñé los colmillos al que
lo había empujado, mi mirada parpadeando en la katana todavía asegurado 137
alrededor de su hombro. Su rostro permaneció impasible mientras sacudía su
ballesta por el pasillo, señalándonos que avanzáramos.
Este pasillo era más florido que los otros en los pisos de abajo. Una gruesa
alfombra roja ocupaba el oscuro corredor, con luces eléctricas en los nichos en
ambos lados. Grandes pinturas colgaban desde las paredes: un paisaje
tranquilo, las calles de la ciudad llenas con luces y personas, caballos pastando
en una valla. Escenas de un mundo que nunca había conocido. La pintura de
una cordillera me llamo la atención, con las puntas nevadas y de color rojo y
rosa, un amanecer que nunca vería de nuevo.
Al final del pasillo había una puerta doble, un guardia vampiro a cada
lado. Cuando nos acercamos, Stick levanto una mano y se giró hacia nosotros
con una sonrisa.
―Esperen aquí un momento ―dijo él―. Le informaré al príncipe de su
llegada. ―Su mirada acuosa se movió hacia los guardias a nuestras espaldas―.
Asegúrense de que nuestros invitados no se muevan de este lugar. Si intentan
cualquier cosa, dispárenles si tienen que hacerlo, pero no los maten. ―Él me
sonrió entonces, seguro de su autoridad―. No queremos negarle al príncipe su
diversión.
En el pasado, habría estado enojada, pero justo ahora solo me sentía
entumecida. ¿Qué te sucedió Stick? ¿Me odias tanto por irme? ¿O siempre me
despreciaste, incluso cuando estábamos juntos en Fringe?
―Bueno, es un verdadero encanto ―murmuró Jackal mientras la puerta
se cerraba―. Ustedes dos debieron de ser grandes amigos. Espero que no te
importe cuando digo que voy a arrancar su lengua por su nariz y haré que se la
coma.
Zeke se acercó, rozando mi hombro con el suyo.
―¿Est{s bien? ―preguntó con suavidad, observando mi rostro. Asentí.
No podía pensar en Stick. Tenía que enfocarme en Salazar, en lo que le diría
una vez que atravesáramos aquellas puertas. ¿Qué iba a querer él? ¿Qué podía
decir que atrajera la atención del príncipe? Su ciudad estaba cayéndose a
pedazos a su alrededor, así que quizás estaría interesado en lo que sabíamos
sobre Sarren y el otro laboratorio. ¿Sabía que Kanin estaba tan cerca, justo
debajo de su torre? Y si Kanin estaba en alguna parte debajo de nosotros, Sarren
estaba probablemente aquí, también.
Mi piel se arrastró ante la idea de Sarren estando tan cerca. Si nos
encontraba ahora…
Demonios, no iba a morir aquí. Habíamos llegado demasiado lejos. Salazar
era un Maestro y nos tenía por completo a su merced, pero no estaba lista para
dejar de vivir. No iba a dejar que Kanin o Zeke cayeran, tampoco. Tomará lo
que sea, todos íbamos a salir de esto.
138
La puerta crujió abriéndose, y Stick surgió, usando su sonrisa siempre
presente.
―Traigan a los prisioneros ―dijo él, y apreté mis puños detrás de mi
espalda―. El príncipe Salazar los verá ahora.
Bueno, esto es todo.
Mientras los guardias nos empujaban a través de la puerta, la mirada de
Zeke se encontró con la mía, solemne y sombría. Recuerda tu promesa, parecía
decir, y tragué el bulto en mi garganta. No llegaría a eso. No lo permitiré.
Las puertas se cerraron detrás de nosotros.
No tuve un buen sentimiento de la habitación al principio, solo que era
muy grande y tenue. Casi la totalidad de la pared opuesta era de vidrio,
mostrando el cielo de la noche y la silueta de otras dos torres de vampiros
contra el negro. Un gran escritorio estaba enfrente de esa pared, oscuro y
brillante, pero el hombre parado delante del escritorio, apoyado contra la
madera, reclamo toda nuestra atención.
El príncipe Salazar nos miró con curiosidad mientras entrabamos, como si
fuéramos algún tipo de extraño insecto nuevo que él había encontrado en su
piso. Incluso apoyado contra el escritorio, él medía más de un metro ochenta en
un traje negro perfectamente a la medida, su cabello como la tinta cayendo
sobre sus hombros en ondas, sin una hebra fuera de lugar.
―Así que ―dijo el príncipe Salazar, mirando directamente hacia mí―,
eres la hija de Kanin.
Él sabía quién era yo.
El príncipe Salazar, el Maestro vampiro de Nueva Covington, quien
odiaba a Kanin lo suficiente que había mantenido una persecución en toda la
ciudad durante semanas cuando el vampiro estaba en la ciudad, sabía quién era
yo.
Las cosas no lucían bien para mí.
―No te molestes en negarlo ―dijo Salazar, su voz rica y profunda, con un
acento débil que no podía localizar―. Tu amigo Stephen ya me ha dicho todo
sobre ti. Dónde vives, dónde duermes, los otros miembros de tu pequeña
banda. Rat y Lucas, ¿creo que eran sus nombres? Todos sin Registros. No en mi
sistema.
Lancé una mirada rápida hacia Stick, de pie a un lado, su mirada
únicamente en el Maestro. Su rostro estaba flojo, con adoración. Mi estómago se
revolvió, y me obligué a enfrentar a Salazar de nuevo, quien todavía me
observaba sin dar ninguna pista sobre lo que estaba pensando.
―¿Nada que decir? ―preguntó él, levantando una elegante ceja delgada.
―¿Qué quieres que diga? ―desafié―. Pareces saber todo sobre mí. 139

Salazar sonrió. Girándose, levantó una mano e hizo un gesto a uno de los
guardias de pie rígido junto a nosotros.
―Libérenlos.
El guardia reaccionó a la orden, y Stick se sacudió, mirándome y luego a
Salazar, quien observó a todos con calma.
―Maestro, ¿está seguro de que es una buena idea?
Me quedé de piedra, también, y miré al príncipe cuando un guardia se
movió detrás de mí, metiendo una llave en mis esposas. Salazar cogió una copa
con sangre desde donde estaba sentado en la esquina de su escritorio y la hizo
girar pensativo.
―Ellos son recién llegados en mi ciudad ―declaró mientras mis esposas
eran alejadas y mis manos eran liberadas―. No quiero parecer grosero. La ley
establece que me reúna con visitas de parientes como invitados a menos que los
considere una amenaza obvia. Y no son una amenaza para mí. No los necesito
encadenados si deseo destruirlos.
Aún sorprendida, observé como Jackal y Zeke también eran liberados,
Zeke frotando sus brazos cuando las esposas fueron quitadas. Mi mirada se
desvió hacia mi katana, todavía asegurada en la espalda de un guardia,
tentándome a lanzarme hacia adelante y arrebatársela. Quería
desesperadamente mi espada, pero tenerla sería difícil. Allí estaban los cuatro
guardias vampiros armados para luchar y, peor, allí estaba el mismo Salazar.
No quería pelear con el príncipe vampiro de la ciudad, ya que Kanin me había
enseñado qué tan poderoso podía ser un Maestro.
―Señor Stephen ―dijo el príncipe mientras Stick seguía luciendo
resentido―. Por favor informe a los guardias que están fuera de la habitación
que esperen en el pasillo del ascensor. Infórmeles eso, a menos que haya una
situación de vida o muerte, no quiero ser interrumpido por nadie. ¿Está claro?
―Por supuesto, Maestro.
Stick hizo una reverencia y dejo la habitación, lanzándome una mirada
ilegible cuando salía. Sus dos guardaespaldas humanos lo siguieron. Lo escuché
hablar con los centinelas afuera antes de que la puerta se cerrara y se fueran. Sin
embargo, los cuatro vampiros armados en la habitación, se quedaron.
Salazar se irguió y caminó alrededor de su escritorio, dejándose caer en la
silla detrás.
―Tomen asiento, por favor ―dijo cortésmente, asintiendo con la cabeza a
un trío de sillas. Sin nada más que hacer, nos sentamos, y el príncipe vampiro
sonrió―. Les ofrecería refrescos, pero me temo que tengo una pequeña
situación aquí, y nuestro suplemento de sangre ha sido… comprometida. Pido 140
disculpas por el estado de mi ciudad. Tengan la seguridad que estamos
haciendo todo lo posible para ponerla bajo control. ―Su mirada fue hacia
Jackal, y luego hacia Zeke, sentados a cada lado de mí―. Me temo que me
tienes en desventaja ―dijo, girándose hacia Jackal―. Conozco a la chica, pero
aún no tengo el placer de tu nombre.
―Jackal. ―Jackal cruzó sus piernas y se recostó en la silla, viéndose
perfectamente a gusto―. Antiguo rey de Chicago Viejo.
―Ah. ―Salazar asintió, dándole una mirada apreciativa―. Sí, he oído los
rumores de un vampiro quien gobernaba una ciudad completamente de
humanos. Dicen que él estaba levantando un ejército para eliminar a los otros
señores vampiros, solo que no funcionó de la manera en que él esperaba.
―Jackal levantó sus cejas, y el príncipe sonrió―. Me gusta mantener un ojo en
mi competencia ―explicó, y su sonrisa se volvió peligrosa de nuevo―. Evaluar
las posibles amenazas antes de que se vuelvan demasiado grandes para
ignorarlas. Eres bienvenido aquí, rey Raider, siempre y cuando recuerdes quién
es el príncipe aquí. ―Su mirada se desvió hacia Zeke en el lado opuesto,
volviéndose ligeramente depredadora―. ¿Y quién es este… humano?
Me puse rígida, pero Jackal interrumpió antes de que pudiera hablar.
―No es nadie ―dijo el antiguo rey Raider con desdén―. Uno de los míos.
En caso de que me dé hambre, y porque en realidad es una muy buena
oportunidad. No es la táctica más fuerte en el pelotón, pero es entretenido. Así
que dejo que me siga.
Vi a Zeke apretar brevemente su mandíbula, como si luchara por no decir
nada. Jackal atrapo mi atención, una esquina de su boca temblando, y mordí mi
lengua. Eres un bastardo, pensé, aunque entendía lo que estaba haciendo Jackal.
Ignora al humano, le estaba diciendo al príncipe. El humano no es importante. Si
Salazar sabía quién era en realidad Zeke, de dónde venía… No, era mejor que el
príncipe pensara en Zeke como un don nadie, sin importancia. Jackal tenía
razón en desviar lejos la atención del príncipe. Aunque no tenía que lucir tan
engreído por ello.
―Hmm. ―El príncipe asintió y, para mi gran alivio, pareció perder
interés en Zeke―. Bueno, basta de bromas ―continuó, y su mirada penetrante
se centró en mí una vez más―. Has venido por Kanin.
Agarré los bordes de mi silla, sintiendo a Zeke y Jackal tensarse.
―¿Qué sabes sobre eso? ―pregunté. La sonrisa del príncipe creció,
enseñando sus colmillos.
―Porque él está siendo torturado en lo más bajo de mi torre ―continúo,
entrando en materia, de hecho―, y su dolor te llama, a su descendencia. Porque
sueñas con él, muerto de Hambre, volviendo loco de Hambre, arañando las 141
cadenas a su alrededor como una bestia. Porque está gritando por salvación, y
tú no puedes resistirte al llamado de tu sire. Te trajo hasta aquí, a mi ciudad, y
te obliga a encontrarlo. Pero no puedes salvarlo ahora.
Tragué duro. Salazar tenía a Kanin. ¿Pero cómo? ¿Cómo lo había alejado
de Sarren? ¿Había matado al vampiro psicótico, o Sarren había perdido interés
y dejo a Kanin para que el príncipe lo encontrara?
Me sacudí. Nada de eso importaba. Sarren se había ido, y el príncipe era
con el que teníamos que lidiar ahora.
―¿Por qué le estás haciendo esto? ―susurré―. Él estaba tratando de
encontrar la cura para el Red Lung y el Rabidismo. Estaba tratando de salvar
todo.
―Él traiciono a toda nuestra especie cuando fue con los científicos. ―La
voz de Salazar era de repente dura y espantosa, sus ojos brillando con odio―.
Le dio la espalda a su propia especie, permitiendo que los humanos
experimentaran con aquellos que serían sus Maestros, y es responsable por las
abominaciones fuera de la ciudad. ―Salazar se sentó, componiéndose, aunque
su voz no era menos aterradora―. Lo que les permitió a esos humanos hacerles
a nuestros antiguos hermanos es imperdonable. Lo que él ayudó a crear nos ha
condenado a todos a los calabozos más oscuros del infierno. Kanin sufrirá por
sus crímenes. Tengo toda la eternidad para verlo retorcerse y gritar y
convertirse en lo que él creo. Un final digno, creo. ―La mirada severa de
Salazar, me cortaba―. Quizás no te importe unirte a él.
Debía tener cuidado. Una palabra o acción equivocada, y estaríamos todos
allá abajo con Kanin, encadenados a la pared y esperando que el Hambre nos
volviera locos.
―Tiene que haber algo en lo que podamos estar de acuerdo ―dije con
cautela―. Algo que podamos ofrecer por la vida de Kanin.
―¿Oh? ―El Maestro vampiro alzo una ceja, divertido―. Dime, entonces,
hija de Kanin. ¿Qué piensas que su vida, y los miles de millones de humanos y
vampiros que ayudó a destruir, valen la pena?
―¿Qué tal tu ciudad? ―interrumpió Jackal, y Salazar se giró hacia él con
sorpresa―. ¿Qué tal el conocimiento de saber lo que en realidad está pasando
aquí, y el nombre de alguien que puede detenerlo?
Muy lentamente, el príncipe se echó hacia atrás, dándole a Jackal una
mirada intensa de ojos negros.
―Estoy escuchando ―dijo él con una controlada, voz baja.
―No es una plaga cualquiera ―continuó Jackal―. Alguien creó el virus
dentro de tu ciudad y la liberó en la población. Es demasiado similar a Red
Lung para ser una coincidencia. Sabemos quién lo hizo. Es a él a quien 142
realmente quieres, porque él es el único que tiene la cura.
¿Cura? Me preguntaba cuánto de eso era cierto y cuánto era lo que Jackal
estaba inventando. En realidad no sabíamos si Sarren tenía una cura o si podía
crear una. Ni siquiera sabíamos si seguía en la ciudad. Pero Salazar se puso de
pie, cerniéndose sobre nosotros, su expresión fría y terrible.
―Digamos que te creo ―dijo él―. ¿Cuál es el nombre de la persona que
liberó el infierno sobre mi ciudad? ¿Quién es esta criatura quien pronto se
arrepentirá incluso de haber nacido?
―Si te decimos su nombre ―dije―, ¿liberaras a Kanin?
Salazar me observó con blancos ojos que asustan.
―No estás en posición de negociar conmigo, hija de Kanin ―advirtió con
una voz tranquila―. Es solo mi voluntad y mis propias leyes que te han
mantenido viva todo este tiempo. Una palabra mía, y compartirás el destino de
tu padre. Así que quizás es tu propia vida la que deberías estar negociando, no
la suya. Sin embargo ―continuó―, el destino de mi ciudad es más importante
que la existencia de un vampiro. Incluso de uno maldito como él. Dame al
responsable de este caos, y yo… consideraré… liberar a Kanin para ti.
Miré a Jackal. Él asintió.
―Sarren ―le dije al príncipe―. Su nombre es Sarren. Puede que lo
recuerdes, vino a tu ciudad hace unos meses atrás, buscando a Kanin. ¿Alto,
calvo, la cara con cicatrices, un poco en el lado loco?
―Sarren. ―La voz del príncipe era plana. Volviéndose, caminó hacia la
ventana, mirando hacia fuera a la ciudad. Observé su reflejo en el cristal, serio,
y reflexionando y esperé impaciente su respuesta.
―Graves acusaciones ―dijo el príncipe, girándose. Su voz era sombría
mientras giraba su cabeza, enfrentando la esquina―. ¿Qué tienes que decir de
esto, Sarren?
―Yo diría ―una voz fría, espantosamente familiar siseó desde la
oscuridad―, que un pajarito está mintiéndote.

143
CAPÍTULO 12

Él estaba aquí.
Mi sangre se heló. Salté poniéndome de pie, haciendo que Zeke y Jackal
hicieran lo mismo, mientras una pálida, delgada forma se deslizó de las
sombras, sonriendo con su horrible sonrisa. Los guardias, que habíamos
olvidado a nuestro alrededor, se acercaron, con las manos en sus armas. Por el
rabillo del ojo vi al príncipe observando atentamente, esperando para ver qué
iba a suceder. Pero yo no podía apartar los ojos de Sarren.
―No es prudente engañar al príncipe, pajarito ―canturreó Sarren cuando
a su sonriente rostro con horribles cicatrices le dio la luz. Un vacío ojo negro fijo
en mí, el otro, cubierto de una película azul, miraba sin ver―. Qué venenosas
mentiras has estado difundiendo, solo para salvar a tu padre.
―No son mentiras ―respondí de vuelta, realmente, realmente deseando
tener mi espada. Algo, cualquier cosa entre él y yo. Retorcer al príncipe y a los
vampiros Élite. Sarren era el más peligroso en la habitación ahora, y no confiaba 144
incluso en los guardias y sus ballestas para mantenernos seguros―. Sabemos
que fuiste a Viejo D.C., al otro laboratorio. Encontramos la habitación con las
muestras de virus vivos y sabemos que las tomaste antes de venir aquí.
―¿Lo saben ahora? ―Sarren se acercó más y me tensé. A cada lado de mí,
Zeke y Jackal estaban muy alerta. Sólo el príncipe nos miraba con calma, no
hubo cambio en su comportamiento. Me pregunté si estaría tan tranquilo si
supiera el auténtico monstruo que había invitado a su torre―. Creo que se están
agarrando a un clavo ardiendo, pajarito ―continuó Sarren―. Para tejer un nido
de engaño. Oh, que enmarañada red tejemos.
―Te llevaste algo del laboratorio ―insistí, negándome a dejar que su
locura me atrajera―. Lo trajiste aquí. Y lo soltaste activo en el Fringe. Es por eso
que cada Fringe está arrancándose el rostro y vomitando sangre por las calles.
¿Por qué? ¿Por qué correr el riesgo de otra plaga? Todavía no nos hemos
recuperado de la última.
―¿Puedes oírlos? ―susurró Sarren, o bien no escuchándome o bien
ignorando la cuestión―. ¿Puedes oír sus gritos? ¿Ellos atormentan tus sueños,
sus gritos de angustia? ¿Puedes sentir su dolor, la exquisita tortura? Oh, te
envidio.
―Azura responderá por mí ―dijo Jackal, no hablando a Sarren, pero sí
dirigiéndose al príncipe―. El príncipe de Viejo D.C. sabe que Sarren fue a su
ciudad y fue en busca del laboratorio secreto del gobierno bajo los túneles. Si le
pregunta a ella, confirmará lo que le acabo de decir.
―¿Dónde está Kanin? ―exigí, mirando al loco lleno de cicatrices delante
de mí―. ¿Qué le hiciste?
―No queda nada de él ―dijo Sarren soñadoramente, casi aturdido
ahora―. No más. Su mente se rompió, igual que la mía. ―Se rió entre dientes,
haciendo que se me pusiera la piel de gallina―. Sólo que él no va a volver. Es
una lástima. Disfruté de nuestra relación mucho. Pero ahora tengo un propósito
mayor. Sin embargo, echo de menos sus gritos. Esa canción gloriosa.
Mostré mis colmillos.
―Tu mejor esperanza es que él esté bien ―gruñí―. Lo juro, te haré
pedazos si él no lo está. ―Pero Sarren parecía estar en trance ahora. Sus ojos
estaban cerrados, se balanceaba suavemente sobre sus pies, su fina boca todavía
torcida en una sonrisa.
―No le puedes salvar, pajarito ―susurró―. No puedes salvar a nadie
ahora. El réquiem ha comenzado y, cuando la última melodía suena, el único
aplauso será el dulce, eterno silencio. ―Levantó los brazos como si pudiera oír
los aplausos, aceptándolos―. Ahora se acerca cada vez más. No puedo esperar
a oír la última nota. 145
El príncipe sacudió la cabeza.
―Todavía no estoy seguro de lo que está pasando ―admitió
lentamente―. O a quién debería creer pero, a la luz de los acontecimientos, me
temo que debo pedirles a todos que permanezcan en la torre. Serán huéspedes
aquí, pero por favor no traten de abandonar esta planta. Voy a llegar al fondo
de esto. Pronto.
Maldición. No era lo ideal, pero era mejor que ser lanzados al calabozo.
―Guardias. ―El príncipe inclinó la cabeza hacia los vampiros, que
seguían esperando con atención―. Por favor, escolten a nuestros huéspedes
hacia sus habitaciones. Asegúrense de que no tratan de salir. Si tratan de
escapar, tienen permiso para disparar sobre ellos.
―Sí, señor.
El príncipe se volvió entonces, de frente a la ventana y a su ciudad por
debajo de ella, despidiéndonos.
Dos de los guardias se adelantaron, las armas desenfundadas, para
acompañarnos a la habitación. Los demás se acercaron a Sarren, aún en trance
en el centro de la sala, moviéndose al compás de una melodía que solo él podía
oír. El vampiro loco ignoró los repetidos intentos de los guardias por llamar su
atención, aparentemente perdido en su propio mundo. Al final, el guardia dio
un suspiro de exasperación y lo tomó del brazo.
Sarren giró con velocidad cegadora, su mano libre azotando mucho más
rápido que el pensamiento, cortando a través del cuello del guardia. El vampiro
dejó escapar un murmullo de sorpresa, y entonces su cabeza cayó hacia atrás
rociando sangre, manteniéndose en su lugar tan solo por un trozo de piel. Sin
soltar su delgada, brillante daga, Sarren agarró el brazo del guardia que tenía la
ballesta y se dio la vuelta, apuntando a través del cuarto. Liberó el broche del
perno y una flecha fue a clavarse en el pecho de Salazar justo cuando el príncipe
estaba dándose la vuelta.
Todo sucedió en un parpadeo. Salazar dio un grito ahogado y se
derrumbó, agarrándose el pecho, arañando el escritorio para mantenerse
erguido. Los otros guardias rugieron con furia y se lanzaron al ataque,
blandiendo sus espadas mientras corrían hacia adelante. El guardia más
cercano a Sarren sacó su espada y le atacó en el mismo movimiento, pero Sarren
esquivó el golpe y acercándose un paso clavó su daga en el mentón del guardia,
atravesando su cerebro. Sacándola, se giró para enfrentarse a los dos guardias
restantes, con una sonrisa demente mientras ellos se acercaban.
Con un aullido, Jackal saltó a la palestra, agarrando la espada de un
guardia muerto mientras cargaba contra Sarren. Me giré hacia Zeke.
―¡Mantente abajo! ―le susurré lanzándome hacia adelante también. Pero
mi objetivo no era Sarren, no todavía. Esquivando una hoja que zumbó por 146
encima de mí, me lancé hacia el primer guardia muerto, mis dedos cerrándose
alrededor del mango de mi katana.
Un grito familiar hizo que se me helara la sangre. Me volví justo a tiempo
para ver a Jackal caer, aferrando la empuñadura del cuchillo en su pecho
mientras Sarren lo empujaba hacia atrás. Los otros dos guardias yacían cerca,
uno con una flecha de ballesta sobresaliendo de la cuenca de un ojo, al otro le
faltaba la cabeza.
Tan rápido. Todo había ocurrido tan rápidamente. Blandiendo mi espada,
me levanté para enfrentar a Sarren sola.
El vampiro me sonrió desde el centro de la masacre, la sangre pintaba su
rostro, introduciéndose en sus muchas cicatrices. Cubría sus brazos, su pecho,
corriendo por su piel blanca y goteando sobre la alfombra.
―Hola pajarito ―susurró, pasando por encima de un vampiro muerto,
haciéndome retroceder hacia la pared. Levanté mi espada y traté de calmar el
terror barriendo a través de mí―. Creo que tenemos un asunto pendiente, tú y
yo.
―Aléjate de ella.
Sarren se volvió. Zeke estaba junto a un vampiro muerto, con una ballesta
en su mano, apuntando infaliblemente al corazón de Sarren.
―¿Qué es esto? ―Sarren observó a Zeke con evidente diversión―. ¿Un
humano? ¿Listo para morir por un vampiro? Qué pequeña mascota tan leal
eres. Pero tu señor no tiene ningún control sobre ti ahora. ―Hizo un gesto hacia
la carnicería a su alrededor y sonrió―. Corre, pequeño humano ―canturreó―.
Corre. El final de la noche se acerca y pronto, el sol se habrá establecido para
todos los de tu clase. Me pregunto, ¿cuánto tiempo puedes evadir la oscuridad?
―Zeke ―susurré, manteniendo la mirada en Sarren, sabiendo lo rápido
que podía moverse, como de repente podía estar justo allí sin ningún tipo de
advertencia―. ¡Escúchale! ¡Fuera de aquí! ―¿No había visto lo que acababa de
suceder, Sarren masacrando cuatro vampiros y al príncipe en un abrir y cerrar
de ojos? No podía competir con Sarren. Infiernos, estaba bastante segura de que
yo tampoco podía competir con Sarren―. ¡Corre! ―le rogué―. Encuentra a
Stick. Cuéntale lo que ha pasado. Pídele refuerzos. ¡Ve!
―Allie ―dijo Zeke calmadamente, sin moverse un centímetro―. No voy a
abandonarte.
Sarren parpadeó, mirando del uno al otro, y de repente se echó a reír. La
voz, ronca y muerta, enviando escalofríos por mi columna vertebral mientras
Sarren negaba con la cabeza.
―Ooohhhh ―dijo, como si acabara de averiguar algo―, esto es
interesante. Un pajarito haciendo un nido con una rata. ¿Eres un príncipe 147
entonces, pequeña rata? ―preguntó a Zeke, que frunció el ceño con cautelosa
confusión. Pero Sarren lo ignoró, volviéndose hacia mí―. Bueno, este es todo el
dilema. ¿A quién debo matar primero? ¿Debo matar al pajarito del príncipe
enfrente de él? ―Su sonrisa se hizo más amplia cuando me miró, bajando su
voz a un susurro―: ¿O debería desmembrar al ser humano poco a poco?
¿Despellejarlo, romper todos sus huesos, saborear cada uno de sus gritos, antes
de arrancarle el corazón? ―Se rió y pasó su lengua a lo largo de sus pálidos
labios―. ¿Te gustaría eso, pajarito? O… tal vez… ¿te gustaría mirar?
Mi temor se desvaneció. El pensamiento de Zeke a merced de este loco,
despertó una salvaje, casi desesperada furia y actué sin pensar. Dejando al
descubierto mis colmillos, me lancé sobre Sarren rugiendo, cortando hacia su
cuello. Sarren bloqueó el golpe, alcanzando y agarrando mi garganta,
haciéndome girar. Torciéndome el brazo en el que llevaba la espada hacia mi
espalda, nos giró hacia Zeke, que había alzado la ballesta y preparado sobre
nosotros.
―Vamos, pequeño humano ―dijo Sarren sobre mi hombro. Sus colmillos
desnudos estaban a un centímetro de mi cuello, la mano en mi muñeca estaba
amenazando con romper el brazo. Luché, pero él torció mi brazo hacia arriba y
el dolor atravesó hasta mi hombro―. Probablemente puedas golpearme si
disparas a través de ambos.
―Déjala ir. ―La mano de Zeke no vaciló, aunque su voz lo hizo, solo un
poco.
Sentí algo frío y húmedo tocar mi mejilla ―la lengua de Sarren― y me
encogí con repulsión.
―¿Cómo es tu sabor? ―susurró Sarren en mi oído―. ¿Abrimos tu piel y
vemos? ¿Es tu sangre tan oscura y densa como la de Kanin, pajarito?
―¡Suéltame, maldito psicópata! ―escupí, casi histérica. Él se rió entre
dientes y sus colmillos rasparon ligeramente mi piel.
―Oye.
Una nueva voz, familiar y constreñida por el dolor hizo eco detrás de
nosotros. Sarren miró por encima del hombro para encontrar a Jackal de
rodillas, con una mano presionando sobre su pecho sangrante, la otra
apuntando una ballesta contra nosotros.
―Perdiste ―gruñó, y disparó el arma.
Sarren se echó hacia atrás, tirándome al suelo. Golpeé el suelo y rodé
mientras un chillido de dolor resonó detrás de mí. Poniéndome en pie, vi a
Sarren tambalearse hacia atrás, un dardo de madera atravesaba su hombro, sus
colmillos al descubierto en agonía.
148
Agarré mi katana, pero Sarren siseó como una serpiente furiosa, dándose
la vuelta y lanzándose hacia la pared más alejada. Hubo un choque
ensordecedor y el vidrio estalló en todas direcciones al lanzarse el vampiro a
través de la ventana y caer fuera de la vista.
Me estremecí, agarrando mi katana para que no cayera de mis débiles
dedos. Parecía imposible que hubiéramos ganado, o al menos que hubiéramos
sobrevivido. La habitación apestaba a sangre, la alfombra bajo mis botas parecía
un pantano, y la una vez prístina oficina parecía una zona de guerra.
―Allie. ―Me volví mientras Zeke dejaba caer la ballesta con un golpe
sordo, se adelantó y tiró de mí acercándome, sosteniéndome con fuerza contra
él. Estaba temblando, su corazón golpeaba contra sus costillas, fuerte y
frenético. Mis ojos se deslizaron hasta cerrarse, y mi brazo libre lo rodeó por la
cintura para abrazarle también. El Hambre se agitó, y mi lado racional
hormigueaba con la advertencia de que esto era peligroso. Yo estaba demasiado
cerca, realmente demasiado cerca. Lo ignoré. Zeke se sentía cálido y seguro, y lo
había echado de menos, más de lo que pensé que podría haber echado de
menos a nadie. Podía permitirme este momento.
―Dios mío, pensé que te perdía ―susurró con voz ronca―. Cuando
Sarren te agarró, mi corazón casi se detuvo. ―Echándose hacia atrás, pasó el
pulgar por mi mejilla, apartando el cabello de mi cara. Mis sentidos zumbaron
con su toque―. ¿Est{s bien? Lo siento… no pude conseguir que el tiro fuera lo
suficientemente rápido. ¿Te hizo daño?
―No. ―Alcé la mano y envolví los dedos alrededor de su muñeca,
sintiendo el pulso bajo mi palma asegurándonos que ambos estábamos bien.
Difícil de creer. Me había enfrentado dos veces a Sarren cuando él tenía
intenciones de matarme, y había salido con vida. Me pregunté cuánto más me
duraría la suerte. Especialmente porque el Vampiro Psicótico estaba todavía por
ahí fuera y nos odiaba aún más―. Estoy bien, Zeke―le dije apretando su
antebrazo―. Ambos estamos bien.
Él respiró lentamente.
―Allie…
―Oh, no se preocupen por mí ―llegó una voz extremadamente sarcástica
desde cerca de la pared―. Ustedes dos pueden seguir y besuquearse, yo
simplemente me quedaré aquí y sangraré en silencio.
Sintiéndonos culpables, nos separamos. Jackal estaba sentado contra una
silla volcada, rodeado de cuerpos, logrando una sonrisa incluso a través del
horror que le rodeaba.
―Está bien ―dijo, apretando los dientes―. No hay necesidad de dar las
gracias al tipo que clavó una estaca a Sarren y le hizo huir como una niña 149
pequeña. Aunque siento que me estoy perdiendo algo… ¿Qué es? Oh, sí, acabo
de salvar sus vidas, ¿no?
Zeke empezó a avanzar, pero lo agarré del brazo.
―No ―le dije con urgencia―. No te acerques a él, ha perdido demasiada
sangre. Podría no ser capaz de detenerse antes de morderte.
―Estoy atravesado, no sordo ―señaló Jackal desde el suelo.
Honestamente, era el más fuerte vampiro herido mortalmente que había oído
nunca. Me figuré que si podía hacer todo ese ruido, no estaba en peligro de
muerte―. Aunque… ―Hizo una mueca, y su voz se hizo más baja, más como
un gruñido―. Podrías querer llevar al saco de carne fuera de aquí si quieres
que su sangre permanezca en el interior. Su interior, no el mío.
―Ve a buscar a Stick ―le dije a Zeke―. Hazle saber lo que pasó. Dile que
Sarren anda suelto y que hay un vampiro herido que necesita sangre
inmediatamente. ―Miré hacia la pared donde yacía el cuerpo de Salazar,
inmóvil, detrás del escritorio―. Y que, probablemente, tendrán que encontrar
un nuevo príncipe.
Me estremecí pensando en cómo Stick podría tomar eso. Diablos, en cómo
toda la ciudad vampiro podría tomar eso.
―En realidad ―continué―, probablemente es mejor no hacer mención a
eso todavía.
Zeke asintió, aunque parecía reacio a irse.
―Volveré. ―Miró a los cadáveres desmembrados, las paredes salpicadas
de sangre, las cabezas cortadas esparcidas alrededor de la habitación, e hizo
una mueca―. ¿Estarás bien?
―Sí ―le lancé una sonrisa cansada―. Estaré bien.
Rozó sus dedos cruzando mi mejilla, dejando un rastro persistente de
calor, y se alejó. Caminando alrededor de los cuerpos se abrió paso a través de
la habitación empapada en sangre hasta que llegó a las puertas y se deslizó a
través de ellas. Se abrieron con un chirrido y gimieron al cerrarse detrás de él, y
la habitación pareció más fría después de que se fuera.
Jackal gruñó y se movió a una posición más cómoda, recostándose contra
la silla.
―Sabes que estás jugando un juego peligroso―dijo, mirándome con
brillantes ojos amarillos.
Empecé a espetarle que no era asunto suyo, entonces dejé que mis
hombros se desplomaran.
―Lo sé.
―¿Cuándo vas a decirle al chico que no tiene ninguna oportunidad? Vas a
150
tener que hacérselo saber pronto, parece que el pobre infeliz lo tiene mal.
―Jackal vio mi reacción, entonces levantó las cejas―. No le ibas a decir nada,
¿verdad? Vas a dejar que marche alegremente por ese camino hasta el día en
que el Hambre llegue a ser demasiada y entonces el pequeño saco de carne no
sabrá qué fue lo que le golpeó. ―Se rió entre dientes, haciendo una mueca,
sacudió la cabeza―. Y yo pensaba que era un bastardo sin corazón.
―No es así ―discutí. Jackal resopló.
―Entonces, ¿qué? No me digas que sientes algo por el pequeño… Oh.
―El vampiro parpadeó, entonces curvó sus labios, el asco y la lástima cruzando
sus afilados rasgos―. Oh, hermana. ¿En serio? Eso es muy triste.
―C{llate. Jackal.
Jackal se rió de nuevo, pero se quedó en silencio. Unos minutos más tarde,
las puertas se abrieron de golpe y un regimentó armado de vampiros irrumpió
en la habitación. Los más próximos nos rodearon a Jackal y a mí, sus pesadas
ballestas apuntándonos, el resto inspeccionó la habitación, empujando
vampiros muertos y mirando en los rincones oscuros.
―Un poco demasiado tarde, camaradas ―dijo Jackal desde el suelo―. Si
están buscando al psicótico vampiro asesino, hace rato que saltó por la ventana.
―¡Maestro Salazar!
Stick irrumpió por las puertas, seguido de dos guardias más, de la
variedad humana en esta ocasión. Uno de ellos llevaba un refrigerador blanco,
la tapa envuelta en escarcha; el otro puso una pistola en la espalda de un sin
resistencia Zeke. Me ericé, pero Zeke encontró mi mirada aterrorizada e hizo un
movimiento de cabeza para indicar que estaba bien.
―Oh, Dios. ―Stick miró alrededor de la habitación conmocionado, con el
color desapareciendo de su cara. Mirándome, sus ojos se ensancharon―. ¡Allie!
―gruñó, apuñalando con un delgado dedo hacia mí―. ¿Dónde está el príncipe?
¿Qué has hecho con él?
―¡No hicimos nada! ―protesté―. Sarren hizo esto. Nosotros solo
conseguimos mantenernos con vida.
―¿Sarren? ―Stick palideció aún más, llevando una mano a su boca―. No.
No, estás mintiendo. Sarren no haría esto. Es…
Se calló, su mirada cayendo sobre el escritorio y la arrugada forma detrás
de él.
―¡Maestro Salazar! ―gritó Stick, corriendo y arrodillándose junto a la
forma inmóvil. Observé, perpleja y un poco absurdamente herida. Stick nunca
me había demostrado ese tipo de preocupación―. Todavía vive ―susurró
Stick―. Maestro, ¿puede oírme? 151
Un tenso, ahogado susurro provino del cuerpo detrás de la mesa, miré
sorprendida. Salazar había recibido en la pelea una flecha de madera
directamente en el pecho. Un tiro como ese me habría puesto directamente en
hibernación. Si había tenido alguna duda antes sobre la fuerza del Maestro
vampiro, ahora había desaparecido completamente.
―Tú. ―Stick se levantó y señaló a uno de los guardias humanos que se
enderezó. Caminando alrededor de la mesa Stick señaló de nuevo el suelo―.
¡La estaca debe ser eliminada! ¡Hazlo!
―¡Señor! ―Dejando a un lado el refrigerador, el guardia se precipitó hacia
adelante. Rápidamente, corrió rodeando el escritorio y cayó de rodillas al lado
del príncipe. Inclinándose, desapareció momentáneamente y entonces se puso
de pie un momento después, el sangriento palo agarrado triunfalmente en una
mano―. Lo tengo, señor ―dijo el guardia, mirando a Stick. Pero Stick no se
movió, no dijo nada, solo le miró con ojos cubiertos de paciencia. El guardia
frunció el ceño, confuso, y abrió su boca para hablar cuando Salazar se alzó
desde atrás clavando sus colmillos en el lateral del cuello del hombre.
Salté. El guardia dejó escapar un estrangulado gemido y se puso rígido, la
estaca cayendo de sus dedos sin fuerza. Salazar desgarró su garganta,
triturando carne y músculo, ciego en su Hambre, y el guardia comenzó a tener
espasmos. Stick y los guardias vampiros miraban impasibles, sus caras en
blanco. Pero miré a Zeke, olvidado de pie detrás de Stick y el otro humano, su
expresión era sombría, sus puños apretados a los costados.
El príncipe dejó caer al guardia aún retorciéndose en el suelo con un ruido
sordo y volvió sus ardientes oscuros ojos hacia mí. La sangre manchaba sus
labios, había salpicado de manchas vividas a través de su rostro y empapaba su
una vez blanco collar. Había una mancha carmesí en la parte delantera de su
camisa donde la estaca había estado. Me tensé, agarrando el mango de mi
espada mientras el príncipe daba un paso a delante, sobre el cadáver, su furia
era una aterradora tormenta que llenó toda la habitación.
―¡Hija de Kanin!
Hice una mueca cuando su vozarrón sacudió las paredes, haciendo
temblar el aire. Incluso los guardias parecían nerviosos, y unos pocos se
alejaron de mí.
―Tú ―gruñó el príncipe, dejando al descubierto sus colmillos en mi
dirección―. ¡Una maldición sobre ti y toda tu línea! Si mi ciudad no estuviera
en una situación tan desesperada, me gustaría colgarte fuera de mi ventana
para que te encontraras con el sol. Así como estamos, hija de Kanin, encontraras
a Sarren y me lo traerás vivo. No me importa el trabajo que te cueste o hasta
dónde debas ir, si tienes que recorrer las calles del Fringe y luchar todo el
camino a través de locos infectados hasta llegar a él, eso es lo que vas a hacer. Si 152
Sarren sabe cómo detener esta plaga, me lo dirá. Si él sabe de una cura, voy a
arrancar la verdad de él, poco a poco. De una forma u otra, voy a obtener
respuestas y, si deseas salir viva de mi ciudad, me lo entregarás.
Nunca era buena idea discutir con un enojado Maestro vampiro, aun así
levanté mi barbilla, encontré su mirada furiosa y le dije:
―No voy a ninguna parte sin Kanin.
Su mirada se hizo aún más fría.
―No estoy de humor para jugar, hija de Kanin ―dijo Salazar en voz baja
y controlada―. En este momento estás pisando terreno peligroso por lo que
deberías pensar cuidadosamente tus demandas.
―¿Por qué nos necesitas para encontrar a Sarren? ―pregunté con voz
calmada y razonable―. Tienes una torre entera llena de esbirros…
Él me interrumpió.
―Enviar seres humanos tras Sarren es inútil. Bien podría romper sus
cabezas yo mismo. Y con el caos que hay fuera, en el Fringe, me encuentro
bastante corto de personal en este momento. ―Parecía crecer incluso más su
irritación, al admitir eso―. No tengo los recursos necesarios para una
persecución a gran escala, así que tendré que contentarme con lo que está
disponible. Afirmas que se han ocupado antes de Sarren. Tráemelo y te
permitiré vivir. Fállame y morirás, ya sea a manos de Sarren o a las mías. Toma
tu decisión.
―Bueno. Bien. ―Tragué saliva y mantuve mi voz calmada―. Quieres que
encontremos a Sarren y lo traigamos de vuelta. Es el único que puede conocer
una cura. También está completamente loco, y ya ha desmembrado a cuatro
vampiros y casi acaba con todos nosotros. Además de eso, no sabemos dónde
ha ido, ni cuánto tiempo más tardaremos en atraparlo, lo peor Nueva
Covington lo atrapará. ―Hice una pausa para evaluar la reacción de Salazar.
Su expresión era fría, poco impresionado, pero no estaba discutiendo
conmigo u ordenando a sus guardias que nos mataran. Eso era algo, al menos.
―El único que conoce a Sarren ―continué, rezando porque esto
funcionara―, el único que sería capaz de decirnos dónde puede estar, cuál será
su próximo movimiento, es Kanin. Y si nos encontramos con el Vampiro
Psicótico otra vez, Kanin sería el único capaz de detenerlo. ¿Quieres a Sarren?
―Hice mi última jugada―. Deja ir a Kanin. Es tu mejor opción para salvar esta
ciudad.
La mandíbula de Salazar se tensó. La idea le enfurecía, tener a Kanin
donde había querido tenerlo, solo para dejar que se le escapara entre los dedos.
Pero su odio hacia Sarren era más fuerte ahora.
153
―Muy bien ―dijo con gran dignidad―. Voy a liberar al condenado por ti,
con la condición de que te ayude a traerme a Sarren. Sin embargo, si trata de
escapar, o si tú intentas huir a Nueva Covington, iré a cazarlos a ambos yo
mismo. Y si eso sucede, desearás haber elegido dejar a Kanin encadenado a una
pared.
Traté de contener mi alivio. Kanin era libre. Finalmente iba a rescatar a mi
sire. Si ―y mi estómago se encogió― si todavía quedaba algo de él en esa
mente destrozada por el Hambre y la tortura.
Salazar pareció leer mi mente.
―Por supuesto ―añadió, con una mirada vagamente complacida ahora―,
esperemos que Kanin esté lo suficientemente cuerdo como para ayudarte.
Podríamos ir a su celda y encontrar que no queda nada salvo un Perdido.
Y eso solo te haría feliz, ¿no? Me tragué la rabia y me mordí la lengua,
deteniendo las palabras que solo me meterían en más problemas. Te encantaría
ver a Kanin reducido a eso. Pero eso no te ayudara al final, porque si Kanin se ha ido, no
voy a traer a Sarren de vuelta. Lo voy a matar.
―Ya era hora ―olvidado a mi lado, Jackal de repente se puso de pie,
apretando sus dientes. Sus colmillos estaban fuera, sus ojos lucían un poco
demasiado brillantes cuando se enderezó―. Que nadie se levante, no me
gustaría que mi cercana muerte les pudiera causar inconvenientes. ―Miró el
congelador, todavía en el suelo, entonces miró al guardia humano que quedaba
en pie junto a él. Sus labios se curvaron, haciéndole parecer como si apenas
pudiera sostenerse a sí mismo, y el humano tragó―. ¿Vas a comerte eso,
príncipe, o debo encontrar algún otro?
Salazar hizo un gesto desdeñoso. El guardia abrió rápidamente la nevera,
sacó una bolsa de sangre y la arrojó a Jackal, quien la atrapó y, a pesar de que se
estaba muriendo de Hambre, se tomó un momento para hacer un saludo burlón
al príncipe antes de morder a través del plástico. La sangre brotó, corrió entre
sus dedos y goteó en el suelo, entonces vi a Zeke mirar hacia otro lado.
―Tal vez deberías quedarte aquí ―le dije a Jackal, quien me ignoró en
favor de la salvadora bolsa de sangre. La inquietud parpadeó. Sabía que una
bolsa no le sanaría por completo, y no quería otro vampiro medio Hambriento a
mi espalda cuando fuera a ver a Kanin. Además, de acuerdo con Jackal, Kanin y
él no se habían separado en los mejores términos. Nuestro sire no estaba en el
momento más claro de su mente ahora; ver a Jackal podría enviarlo por encima
del borde hacia un acto violento. No podía permitir eso―. Espera aquí ―le dije
a Jackal de nuevo―. Regresaré con Kanin tan pronto como me sea posible.
Arrojó la bolsa vacía al suelo y me sonrió a través de una mancha de color
rojo.
―Hazlo ―dijo, lamiendo la sangre de su labio inferior. Volviéndose hacia
el guardia que todavía estaba al lado del refrigerador, le apuntó con el dedo y el 154
humano le lanzó otra bolsa. Jackal la cogió con una mueca―. Ve delante tú y
juega con Kanin ―me dijo―. Estaré aquí. Ah, y la pequeña bolsa de sangre
probablemente también debería quedarse esperando fuera. Si Kanin está
muerto de Hambre, un bocado de humano le volverá completamente loco.
Maldita sea, no había pensado en eso. No quería dejar a Zeke con un
grupo de Hambrientos, sádicos vampiros. Y especialmente no quería dejarlo
aquí con Jackal. Pero Jackal tenía razón. Ya era bastante difícil de resistir
morder a un humano cuando tenías un poco de Hambre. No podía ni imaginar
la profundidad del tormento que sufría Kanin, pero sabía que la simple vista o
el olor de un humano probablemente le conduciría a la locura. Zeke no podía
estar allí.
Zeke cruzó la habitación, andando hasta estar a su lado. Su voz era baja y
calmada mientras se inclinó.
―¿Qué necesitas que haga, Allie?
Tragué saliva.
―Jackal está en lo cierto. ―Miré solemnemente al fondo de sus ojos
azules, esperando que lo entendiera―. Necesito que permanezcas aquí.
Asintió con la cabeza.
―No me gusta, pero… confío en que sepas lo que estás haciendo. ―Me
apretó la mano y yo miré hacia otro lado―. Solo prométeme que tendrás
cuidado. Sé que le necesitamos, y que es importarte para ti, pero no hagas que
te maten, ¿de acuerdo? ―Se acercó más, dejando caer su voz hasta un susurro
mientras se inclinaba―. Eres importante también para mí, así que recuerda eso
cuando estés ahí abajo.
―Zeke. ―Atrapé su mirada cuando retrocedía. Su rostro era sincero, con
la guardia baja, sin sombra de desconfianza o persistente sospecha en sus ojos.
Y algo más en esa mirada abierta me hizo un nudo en el estómago. Había visto
esa mirada antes, justo antes de que me besara. Recordé sus labios sobre los
míos, la calidez de su toque, los sentimientos que él agitó. Todavía estaban allí,
alzándose desde las sombras, la parte de mí que se negaba a rendirse al
monstruo y el Hambre que rabiaban dentro. La parte que era humana.
También atrapé la mirada de Stick mirándonos desde el otro lado de la
habitación, su boca cerrándose en una línea apretada, su expresión oscura y
sombría.
―Si estás lista ―la voz de Salazar era fríamente exasperada, volvió sus
vacíos ojos negros hacia mí―, espérame en el pasillo. Tengo que cuidar de
algunas cosas aquí y después te mostraré la mazmorra.
155
Capítulo 13

Me quedé a un lado de Salazar y dos de sus guardias en el largo viaje del


elevador hacia abajo, tratando duramente de no moverme nerviosamente y
miré fijamente los números cada medio segundo. Cada cierto tiempo, la caja se
agitaba o golpeaba algún tipo de obstáculo haciéndome apretar los puños. Me
dije que estaríamos bien, que Salazar no usaría el elevador si no fuera seguro.
Por supuesto, Salazar había tomado una flecha de ballesta justo en el pecho y
sobrevivido, así que una caída de treinta metros en una pequeña caja de metal
probablemente no le preocuparía demasiado. Había cambiado su ropa por un
traje, y se veía tan prístino y perfectamente acicalado como siempre. Él también
me había prevenido, en términos muy claros, de nunca hablar sobre los eventos
en la oficina, y dejar a Stick a cargo de la “limpieza” cuando partimos. No tenía
ninguna duda de que, cuando y si regresábamos, todas las huellas de la
carnicería que Sarren había dejado atrás se habrían ido. Excepto tal vez por la
ventana rota.
¿En dónde estaba Sarren ahora?, me pregunté. ¿Seguía ahí afuera en algún 156
lugar, acechando en la ciudad? ¿O ya había dejado Nueva Covington, lo cual haría casi
imposible el buscarlo y llevarlo de regreso?
No podía pensar sobre eso. Kanin era mi prioridad justo ahora. Una cosa a
la vez. Nos preocuparíamos sobre Sarren una vez que hubiera tratado con mi
sire.
Zeke y Jackal habían sido llevados a cuartos separados en el piso superior,
así que al menos por ahora, estaban a salvo. Ese era mi único confort mientras el
elevador se estremecía y gemía, haciéndome apretar los dientes y desear, otra
vez, que hubiera otra forma de bajar. Que se joda la tecnología antigua o lo que
sea que fuera el viejo poder que hacía a estas cosas funcionar, ¿qué estaba más
con tomar las escaleras?
Finalmente, finalmente, el elevador chilló en una horrible, filosa parada y
las puertas se deslizaron abiertas con un obscenamente alegre ding. Me forcé a
salir caminando calmadamente y no saltar a tevés de las puertas tan rápido
como se movían. Salazar y sus guardias pasaron, caminando hacia un estrecho
y sombrío pasillo. Los zapatos del príncipe hacían eco fuertemente contra el
suelo de baldosas mientras nos dirigía bajando por el corredor hasta la puerta al
final. Un guardia se mantenía junto al marco y se enderezó rápidamente cuando
el príncipe se aproximó.
―¡Señor! ―Hizo una reverencia, y el príncipe asintió distraídamente,
mirando fijamente a través de la pequeña ventana cuadrada en la puerta.
―¿Est{ el Dr. Emerson adentro?
―Sí, señor. Él ha estado con los pacientes toda la noche.
―¿Algún cambio?
El guardia negó con la cabeza.
―Tuvimos que acabar con un par esta tarde. Los gritos empezaban a ser
demasiado. Señor.
―Ya veo. ―No hubo cambios en la expresión de Salazar, pero su voz bajó
algunos grados―. Abre la puerta.
―Sí, señor.
Caminamos por la puerta en una austera habitación blanca que apestaba a
sangre y químicos. Secciones acortinadas con camas individuales alineadas
contra la pared, y cada una de ellas mantenía a un cuerpo, algunos cubiertos
con una delgada sábana. Bajos lamentos y gemidos de angustia iban por el aire
mientras los cuerpos se agitaban débilmente, sujetos a sus camas por gruesas
correas de cuero. Varias figuras pálidas en abrigos blancos se movían entre los
camastros, comprobando y atendiendo a los pacientes, los cuales se veían
157
extraños para mí. ¿Un hospital en las entrañas de una torre vampiro?
¿Vampiros cuidando de humanos? Algo estaba definitivamente mal con esa
imagen. ¿O estaban experimentando con ellos, como los pacientes del
laboratorio de Viejo D.C.? Mi estómago se revolvió con el pensamiento.
Otro vampiro se separó de una de las camas y caminó hacia nosotros,
mirando un portapapeles y negando con la cabeza. Él había sido un hombre
joven en el momento en que fue Convertido, con corto cabello castaño y una
cara sin barba y atractiva. Pero sus ojos oscuros tenían una impasividad clínica
que desmentía su joven apariencia. Hojeando a través de su portapapeles, no
parecía notarnos hasta que estuvo a pocos metros del príncipe y uno de los
guardias se aclaró la garganta.
―Sé que están ahí ―dijo el vampiro sin levantar la mirada. Y aunque su
voz era joven, sonó como un abuelo exasperado siendo molestado por uno de
sus persistentes miembros de la familia―. No necesitan rezongar y gruñirme
hasta que haga contacto ocular.
Los guardias sorbieron como si los hubiera ofendido, pero el príncipe se
mantuvo ecuánime.
―Dr. Emerson ―lo saludó Salazar con su fría y baja voz―. Espero que no
lo estemos fastidiando.
―No del todo. En este punto, estoy tan fastidiado que cualquier otra cosa
se vería insípida en comparación con la semana que he tenido. ―El vampiro
finalmente bajó su sujetapapeles y encaró a Salazar, sus ojos apagados y
exhaustos―. ¿Qué puedo hacer por usted, mi príncipe?
―¿Cuál es el estatus de esos infectados?
―¿En este punto? ―El Dr. Emerson negó con la cabeza―. Están jodidos.
Perdón por ponerlo tan francamente, pero así es como están. Probablemente
voy a necesitar un nuevo lote completo para estudiar al final de la semana.
Podría empezar a dispararle a este grupo para que dejen de balbucear y
chillarme sin parar.
De repente estaba feliz porque Zeke no estuviera aquí. Salazar tampoco se
veía divertido.
―No voy a arriesgarme a enviar a mi gente al Fringe para conseguir más
sujetos de pruebas para ti, Dr. Emerson. Tendrás que arreglártelas con estos.
―Miró duramente al otro vampiro, quien bajó su mirada―. ¿Has hecho
cualquier progreso?
Emerson empezó a responder, pero repentinamente me notó, esperando
impacientemente detrás del príncipe y tratando de no decir nada. No supe por
qué se había detenido, y en verdad no me importaba. Solo estaba aquí por
Kanin.
―¿Quién es ella? ―preguntó Emerson con un tono que sugería que yo me 158
había metido en su camino o detenido algo importante. Estreché mis ojos y le
fruncí el ceño de regreso―. ¿Está seguro de que es sabio el traer a civiles aquí
abajo, mi príncipe? Si se pierde a sí misma y muerde a uno de los pacientes…
―Ese sería mi preocupación, no la tuya ―lo interrumpió Salazar―. Y no
nos vamos a quedar mucho tiempo.
Gracias a Dios, pensé. Sácame de este horripilante lugar. Quiero encontrar a
Kanin.
―Nos vamos pero una petición antes de irnos ―continuó Salazar, y yo me
tragué mi impaciencia, golpeando mi talón contra el piso―. Nuestro
“voluntario”. ¿Sigue vivo?
El rostro de Emerson cayó, haciéndolo verse más viejo.
―Sí ―murmuró―. Apenas. En este momento, me pregunto si no
deberíamos solo arrancarle la cabeza y sacarlo de su miseria. ―Miró hacia el
príncipe por consentimiento, pero Salazar no se la dio, solo continuó
observándolo con ojos vacíos. El doctor asintió lentamente―. ¿Quiere verlo?
Sígame.
―Pensé que íbamos a ver a Kanin ―le dije a Salazar cuando seguimos al
doctor por otro pasillo, con los guardias cerca a nuestras espaldas―. Diste tu
palabra que lo liberarías, y no iré detrás del Vampiro Psicótico sin él.
El príncipe me dio una fría sonrisa.
―Paciencia, chica. Te aseguro que Kanin no irá a ningún lado. Antes de
que te encuentres con tu sire, quiero que veas esto.
Llegamos a una puerta a un lado del pasillo, marcada con un extraño
signo negro y amarillo en el centro. PELIGRO, se leía en letras grandes, pero
antes de que pudiera leer el resto, Emerson le quitó el cerrojo a la puerta y la
abrió con un empujón.
Salazar me hizo un ademán para que entrara. Cuidadosamente, cautelosa
por cosas que podrían abalanzarse hacia mí a través de la puerta, entré. El
cuarto estaba oscuro, delineado con estantes de instrumentos que me guiñaban
en las sombras. Nada se movía o hacía un sonido, hasta que escuché un bajo
gemido viniendo de la esquina. Una cortina colgaba del techo, ocultando lo que
sea que estuviera allí de la vista, pero más allá de las sábanas, algo se estaba
moviendo.
Resistiendo el impulso de sacar mi espada, me acerqué y retiré la cortina.
Un cadáver podrido estaba tendido sobre el colchón, carne deteriorada y
ennegrecida en áreas, enseñando trazos de huesos debajo. Podía ver la cavidad
del pecho, donde la piel se había marchitado y caído, y sus costillas sobresalían
por su carne desintegrándose. Algunos de los dedos estaban perdidos, ya sea
que se hubieran caído o que los hubiera perdido mientras en vida estuvo
esposado, por correas de cuero que seguían envolviendo sus huesudas 159
muñecas, atándolo a la cama. Su cráneo estaba recostado en la almohada,
mirando sin ver al techo, gran parte de la piel podrida. Vi la curva del hueso de
su mandíbula, la línea exterior de sus dientes a través de su destrozada mejilla.
Y solo me estaba preguntando por qué Salazar me enseñaría esto, cuando el
cadáver volteó su cabeza y me miró fijamente son sus brillantes y vidriosos ojos,
abriendo su boca en un grito silencioso, y yo casi salí del cuarto.
Esto era un vampiro, o lo había sido, una vez. Podía ver sus colmillos,
escuchar el clic de sus dientes cuando abría y cerraba su boca, balbuceando
silenciosamente hacia mí. Era como si estuviera tratando de hablar, pero no
fuera capaz de hacer un sonido. El horror llenó mi estómago cuando vi sus ojos,
velados en agonía pero consientes y alertas. Él sabía lo que le estaba pasando.
―Inquietante, ¿no es así? ―dijo Salazar sobre mi hombro. El príncipe
vampiro se movió a mi lado, mirando vacíamente hacia el cadáver viviente
pudriéndose.
―¿Qué le sucedió? ―pregunté.
El príncipe puso una mano en la barandilla de la cama.
―Él fue voluntario para un experimento, y trajo la sangre contaminada de
los humanos en el Fringe. Esto es lo que pasó cuando nos alimentamos de los
enfermos de afuera. Este virus no solo afecta a los humanos, se traslada a
cualquier vampiro que muerda a uno de los infectados. Empezamos a
pudrirnos desde el interior, hasta que nuestros cuerpos están tan dañados que
no pueden sostenernos más.
Un virus que no solo atacaba a los humanos, sino también a vampiros. Ya
no había dudas de por qué los vampiros estaban tan afectados. ¿Qué había
hecho Sarren? Salazar se volteó lejos del cuerpo y me miró a mí con sus duros
ojos negros, su expresión sombría y aterradora.
―Ahora entiendes por qué debemos encontrar a este loco ―dijo―. Si
Sarren en verdad causó esto, no debemos detenernos ante nada hasta que lo
capturemos y lo forcemos a darnos la cura. De otra manera, Nueva Covington
estará perdida. ―Sin despegar sus ojos de los míos, hizo un gesto hacia el
vampiro en la cama―. Recuerda lo que has visto esta noche, hija de Kanin. Si
Sarren no es encontrado, todos podríamos terminar como esto.
Solo podía asentir. Salazar me estudió por otro largo momento, después se
dio la vuelta. Miré al horripilante cadáver podrido una última vez, mirando su
boca moverse, suplicando silenciosamente por la muerte, antes de que me
estremeciera y me diera prisa en alcanzar al príncipe.
Uno de los otros vampiros nos encontró en la puerta con una nevera, la
cual se la dio solemnemente a un guardia. Después seguimos al príncipe por
otro par de puertas, otro laberinto de pasillos y, finalmente, bajo un largo tramo
de escaleras que continuaban bajando algunos pisos hasta que parecía que 160
estábamos a kilómetros bajo la superficie.
Justo cuando estaba a punto de preguntarle a Salazar qué tan profundo
iba este lugar, terminaron las escaleras en un par de puertas de acero enormes,
cerradas con candado y con una gran barra en el exterior. Salazar hizo un gesto,
y esperamos mientras los guardias vampiros removían la barra, abrían la
cerradura de las cadenas y empujaban las puertas para abrirlas con un
ensordecedor gemido.
La puerta más allá era húmeda y fría, esculpida desde una roca natural.
Pilares de cemento marchaban por el pasillo, y celdas con gruesas barras de
metal estaban alineadas a ambos lados. Una hinchada y pesada figura avanzó
hacia el príncipe y los guardias, mirándome con curiosidad, hasta que Salazar
chasqueó sus dedos.
―Llévanos a Kanin.
El enorme carcelero gruñó y después se dio la vuelta, dando tumbos por el
corredor. Lo seguimos, caminando sobre charcos y esquivando pilares, hasta
que llegamos a la última celda.
Mi piel se sentía tirante, repleta de nervios. A través de las barras, podía
ver una pálida forma harapienta, sin camisa e inmunda, acurrucada contra la
esquina más lejana. Salazar y los guardias no se movieron, pero yo me acerqué
poco a poco hasta tocar la puerta de la celda, asomándome al interior. Pesadas
cadenas de hierro cayendo desde aros trabados a la pared, tintineando
suavemente cuando la figura se movió en el duro suelo. No pude ver su rostro,
pero podía repentinamente sentirlo observándome.
―Kanin ―susurré―. Estoy aquí.
Él alzó su cabeza, y mi interior se encogió con miedo y horros. La cara era
la suya: este era Kanin, pero el hombre mirándome a través de la celda era
meramente la sombra de mi mentor. Su piel era como la tiza, estrechándose
apretadamente en sus huesos, demacrada y marchita. Sus ojos estaban vacíos,
hundidos y viéndome sin ninguna chispa de reconocimiento, sin sentido de sí
mismo, nada excepto el Hambre. Sus labios se curvaron hacia atrás, revelando
sus mortales colmillos, y me embistió con un rugido.
Retrocedí, incluso con las cadenas deteniéndolo a corta distancia, a un par
de metros de las barras. Kanin rugió otra vez, esforzándose por llegar a
nosotros, su rostro una terrorífica máscara de Hambre y rabia.
Me sentí enferma, cerca de las lágrimas, y tragué fuerte para controlarme.
Había llegado tan lejos, puesto a todos a través de tanto, solo para encontrar a
mi sire. Y ahora que finalmente lo encontré… él se había ido. Llevado a la
locura por la crueldad de Sarren y el odio de Salazar. Nunca pensé que lo vería
así. A pesar de todo, siempre pensé que Kanin era demasiado fuerte, demasiado
inteligente y compuesto y terco para convertirse en la salvaje criatura en la 161
celda. Un Perdido, como Salazar había dicho.
Apreté mis puños. No. No, no me rendiría. Tenía que haber quedado algo.
Kanin estaba famélico y loco con sed de sangre, pero eso no significaba que se
hubiera ido. Él era demasiado fuerte para eso.
El silbido del plástico atrajo mi atención, y me volteé para ver a uno de los
guardias abrir la nevera y extraer dos bolsas de sangre. Su atención, y la
atención del monstruoso carcelero, estaban en Kanin, que seguía siseando y
gruñendo el final de sus cadenas. Pero Salazar me estaba observando a mí, con
una pequeña y satisfecha sonrisa en su rostro.
―Él no puede escucharte ahora, chica ―dijo el príncipe sobre los gruñidos
salvajes que venían de la celda―. No te reconoce, o a mí, o a nadie. Todo lo que
conoce en este momento es el Hambre. Déjanos esperar que su mente siga
intacta cuando salga de su frenesí de sangre.
Furia surgió, pero la aplaqué. Miré como los guardias se aproximaron a la
celda, y caminaron a un lado cuando muy cautelosamente pasaron por las
barras, siendo cuidadosos de no saltar demasiado dentro. Podía ver el miedo en
sus ojos. Kanin siseó y gruñó, luchando por llegar a ellos, un demonio apenas
contenido.
Ellos lanzaron las bolsas a sus pies, y él cayó sobre ellas instantáneamente.
Me forcé a mirar, incluso aunque fue duro, viéndolo así. Un animal sin razón. Él
destrozó las bolsas hasta hacerlas jirones en segundos, tragando la sangre del
interior, hasta que sus labios estaban goteando de rojo y el suelo de la celda
estaba salpicada con ella.
Al menos, la alimentación salvaje llegó a su fin. Gruñendo suavemente en
su garganta, Kanin se levantó lentamente, dejando caer el plástico destrozado.
Por un momento, solo estuvo ahí, mirando hacia el sangriento suelo de su
celda, su expresión en blanco. Después, sin mirarnos, lentamente retrocedió.
Golpeando la pared, se deslizó hacia abajo hasta que estaba encorvado en el
suelo, mirando directamente al frente, a la nada.
Salazar se volteó a verme.
―Ahora depende de ti ―dijo, dejando caer una pequeña llave de hierro
en mi palma―. Si piensas que puedes llegar a él, puedes entrar a esa celda y
liberarlo de sus cadenas. Pero ten cuidado, si está en verdad Perdido, te atacará
viciosamente, y si eso pasa, no abriremos la puerta de la celda otra vez. Estarás
atrapada con un salvaje y sin conciencia Maestro vampiro, y él te destrozará.
Así que debes estar muy segura, hija de Kanin. ¿Estás segura de que quieres
hacer esto? ¿Confías tanto en tu sire?
Cerré mi puño alrededor de la llave.
―Solo abre la puerta. 162
Él asintió y le hizo una seña al carcelero. El gran vampiro sacó un aro de
llaves de algún lado debajo de su hinchado estómago, insertó una en la
cerradura de la celda y la jaló para abrirla con un chillido metálico.
Si estuviera viva, mi corazón habría estado golpeando contra mis costillas
mientras me aproximaba a la celda y pasaba por el marco, la llave apretada
fuertemente en mi puño. Tomé un paso hacia adelante, y la puerta se cerró
detrás de mí con un sonido metálico, encerrándome en el pequeño espacio con
un vampiro Maestro medio loco completamente capaz de destrozarme. Miré la
figura acurrucada contra el muro y me estremecí. Si Kanin me atacaba, tendría
que defenderme con fuerza letal. Incluso si él estaba encadenado y yo armada,
seguía siendo mucho más fuerte y mucho más mortal que nada a lo que me
hubiera enfrentado. Incluso si llegaba a alejarme de él, Salazar no abriría la
puerta para dejarme escapar, me lo había dejado muy claro. Si mi sire estaba
verdaderamente Perdido, si venía hacia mí con nada en su mente excepto el
Hambre, la única manera en que podría abandonar esta celda sería si lo mataba.
Lenta pero deliberadamente, me moví hacia adelante hasta que estuve a
solo un suspiro a donde alcanzaban las cadenas. Kanin se mantuvo quieto,
mirando el suelo. Pero sentí su conciencia cambiar, revolviéndose ante mi
presencia. Incluso aunque no me estaba mirando, sabía que estaba allí.
―Kanin ―dije muy, muy suavemente, lista para retroceder si embestía―.
Soy Allison. ¿Puedes escucharme?
Nada. Ningún movimiento o sonido de la encorvada figura de Kanin,
aunque aún podía sentir su fría mirada, consiente de cada uno de mis
movimientos.
―Voy a tratar de liberarte ―continué, lentamente haciendo acopio de
nervios para tomar ese primer, y tal vez final, paso―. No sé si puedes entender
lo que estoy diciendo ahora mismo ―proseguí, buscando cualquier signo de
que estaba al menos escuchando―, pero apreciaría si no intentaras matarme
cuando me acercara.
Otra vez, no hubo nada. Kanin hizo el más pequeño de los movimientos,
haciendo a sus cadenas tintinear contra la pared, pero no dio indicaciones de
haberme escuchado. Y, estando en esa inmunda celda, solo a un par de metros
del hombre que salvó mi vida, Convertido en vampiro y enseñado todo lo que
necesitaba para sobrevivir, repentinamente me di cuenta… que tenía miedo. De
Kanin. No porque podría perderlo, aunque ahí estaba, también. Tenía miedo de
caminar hacia adelante, porque no lo conocía más, porque había visto al
verdadero demonio que permanecía debajo de esa suave y ecuánime fachada, y
era aterrorizante. Todos éramos así, en el interior. Debajo de nuestra conciencia,
nuestra mente presente, nuestra lógica y razón, éramos solo monstruos
esperando a alimentarnos.
Así era como se veía mi demonio. En lo que me podría convertir. 163
Lo que Zeke nunca pudo ver.
Me sacudí a mí misma. Esto no me estaba llevando a ninguna parte. Si
Kanin estaba Perdido, estaba Perdido, y nada de lo que hiciera ahora podría
traerlo de regreso. La única cosa que quedaba por hacer era ver si su mente
seguía intacta, o si iba a tener que matarlo antes de que él pudiera matarme.
Apreté mis puños… y di un paso adelante, a su alcance.
Kanin no se movió. Tomé otro paso. Y otro. Hasta que estaba justo a su
lado, mirando hacia abajo a la cima de su cabeza. El alivio me llenó, pero no me
relajé. Estando así de cerca de Kanin se sentía como observar a un Rabioso que
no me había notado aún. Pero una vez que lo hiciera…
Con lentos y cuidadosos movimientos, me arrodille junto a él. Se agitó
débilmente, y escuché un bajo gruñido que me hizo congelarme, pero no atacó.
Mis manos estaban temblando. Mordí mi mejilla para reafirmarme,
entonces suavemente tomé su brazo y la argolla de metal en su muñeca.
Me dejó tomarla sin protestar, sin voltearse y embestirme con sus
colmillos desnudos. Mi corazón se alzó un poco más alto, pero aún no
estábamos fuera de aquí.
Aun temblando, puse la llave en la banda de metal de su muñeca,
girándola suavemente hasta que hizo clic bajo mis dedos. La argolla se abrió y
cayó con un sonido metálico.
Y Kanin se movió.
Si cabeza se levantó, volteándose hacia mí. Como si se acabara de dar
cuenta de que estaba ahí, cuán cerca estaba. Por una fracción de segundo, me
encontré con su blanca y vidriosa mirada, atreviéndome a tener esperanza.
Después sus labios retrocedieron de sus colmillos, y supe que estaba
muerta.
Retrocedí de un salto cuando Kanin se abalanzó, gruñendo, sus ojos
brillantes en su locura. Obtener espacio era la única cosa en mi mente ahora,
poner distancia entre yo y este vicioso demonio que podía fácilmente
destrozarme. No fui lo suficientemente rápida ni de cerca. Kanin agarró mi
pierna y me atrajo hacia él, siseando y yo aullé en su oído, pateando su pecho.
Me tiró debajo de él, y una mano se afianzó a mi garganta, apretando fuerte.
Agradecidamente, no necesitaba respirar, pero mi visión se volvió roja por el
dolor, ¡él era tan fuerte!
―¡Kanin! ―Mis dedos se sujetaron a la mano en mi garganta, la otra
buscando a tientas mi espada, algo difícil de hacer cuando estaba fija a mi 164
espalda―. ¡Maldita sea, sostente a ti mismo! Soy yo…
Su agarre se apretó, aplastando mi tráquea, y yo me atraganté con las
palabras. Levantándose, Kanin tiró de mí de pie, me volteó y me tiró contra la
pared. Mi cabeza golpeó la piedra con un enfermizo crujido, pero vagamente
sentí ese dolor cuando Kanin bajó su cabeza y hundió sus dientes a un lado de
mi cuello.
Me puse rígida, incapaz de moverme. Solo por un momento, estaba ahí
otra vez, en la noche cuando fui Convertida, donde morí, con los colmillos de
Kanin en mi garganta. No se sentía igual. De mi última noche como humana,
recuerdo el dolor, pero también un intoxicante placer y calor que irradiaba de
mi núcleo, calmándome hasta que me dormí, hasta que morí.
Esto no era para nada como eso. Esta era pura agonía cegadora. Con la
excepción de una estaca de madera a través de mis entrañas, era la cosa más
dolorosa que alguna vez había sentido. No podía moverme, no podía incluso
pensar. Mi mente se vació de todo pensamiento racional, excepto por la
memoria que parpadeó a través de mi conciencia, claro como el día.
―Los vampiros no se alimentan el uno al otro ―me había dicho Kanin una vez en
el laboratorio oculto―. Uno, alimentarse de nuestra especie no hace nada por bajar el
Hambre. En algunos casos puede hacerla peor. Dos, tomar a la fuerza la sangre de un
vampiro le causará a dicho vampiro un dolor indescriptible. Es uno de los actos más
violentos e intrusivos que podemos cometer hacia otro semejante, y es visto como
bárbaro y una crueldad sin necesidad por la mayoría.
―Ew ―había respondido, haciendo una mueca―. Es bueno saberlo. Así que, ¿los
vampiros no nos mordemos el uno al otro? ¿Nunca?
―Dije que no nos alimentamos el uno al otro ―me contestó mi mentor en esa
exasperante forma suya―. De cualquier manera, en raras ocasiones, dos vampiros que
están atraídos el uno al otro algunas veces compartirán sangre. Se convierte más en una
cosa sensual, el deseo de ofrecer una parte de sí mismos, de sentirse cercano a otro, más
que la necesidad de saciar el Hambre.
―Ewww ―dije otra vez, con un poco más de énfasis―. Bueno, muchas gracias
por esa adorable imagen. Déjame solo decir que no voy a dejar a ningún vampiro
acercarse a mi garganta, ahora o nunca. Puedo prometerte eso.
La memoria apareció y se fue en un instante, dejando nada más que dolor
detrás. Y un salvaje arrepentimiento por no haber cumplido mi propia promesa.
―Kanin ―dejé salir, mi voz áspera y rota. Traté de forzar a mis brazos
que se movieran, de empujarlo para alejarlo, pero él gruñó y hundió más
profundamente sus colmillos, haciéndome jadear. Cerré mis ojos, apretando mi
mandíbula para no gritar―. Kanin, pa-para. Por favor.
Abruptamente, Kanin se congeló. Aún me mantenía fijada contra la pared, 165
pero la mano alrededor de mi garganta se relajó muy ligeramente, y sus
colmillos finalmente se deslizaron de mi cuello. Me estremecí, hundiéndome en
el alivio mientras el vampiro se detuvo por un largo momento, su frente
fruncida como si intentara recordar algo.
―Tú… ―La voz era baja y oxidada, como si no hubiera sido usada
durante un largo, largo tiempo. Kanin parpadeó, y su mirada se centró en mí,
aún confusa, atormentada por la indecisión. Pero sus ojos eran más claros
ahora, la vidriosidad dando paso al negro―. Yo… te conozco.
Asentí dolorosamente.
―Soy yo ―susurré, mi propia voz rota y débil. Mi garganta ardiendo, en
carne viva por su abuso, pero traté de mantener mi mirada estable―. Esa noche
en la lluvia, ¿cuándo me salvaste de los Rabiosos? ¿La recuerdas?
Él me miró fijamente, frunciendo el ceño. Observé su rostro, lo observé
luchar para salir del oscuro hoyo de locura, de regreso a la luz. Vamos, Kanin, lo
insté. Eres más fuerte que esto. Estás casi allí. Por favor, no me hagas perderte otra vez.
Kanin cerró sus ojos, su rostro atormentado. Cuando los abrió, vi lo último
de la locura desaparecer, y por un momento, su expresión era una en carne
viva, una herida abierta. Horror, vergüenza, culpa y desesperación estaban a la
vista en su cara cuando bajó su mirada hacia mí, el reconocimiento abriéndose
paso al final.
―Allison.
Casi colapsé en alivio.
―Sí ―susurré, forzando una dolorosa sonrisa cuando me miró como si
fuera un fantasma―. Soy yo. Maldita sea, Kanin. Fuiste un dolor en el culo de
encontrar, ¿lo sabes?
Kanin no contestó. Sin advertencia, sus manos subieron, presionando cada
lado de mi rostro mientras me ponía rígida. Su mirada era consciente,
esperanzada, como si no pudiera creer que era real y tuviera que tocarme para
cerciorarse de que no era una ilusión.
―Estás aquí. ―Apenas atrapé el susurro, y los ojos de Kanin se cerraron
otra vez cuando inclinó su cabeza. Era un sonido roto, aferrándose al último
hilo de esperanza, cuando había estado en la oscuridad por mucho tiempo―.
Viniste.
Y, mientras estaba ahí, paralizada, contra la pared de la celda, Kanin se
hundió en sus rodillas en frente de mí, sujetando la parte posterior de mis
piernas. La cima de su cabeza inclinada se presionó contra mis muslos.
―Viniste ―repitió, un mantra que lo sujetaba a la cordura. Me tragué el
bulto en mi garganta y toqué sus anchos hombros, mordiendo mi labio para
mantener las lágrimas en control, cuando la puerta de la celda se abrió con un 166
rechinido, y el príncipe nos hizo señas hacia la libertad.
Capítulo 14

Zeke me estaba esperando cuando las puertas del elevador se abrieron con
su molesto timbre. Recostado contra la pared con sus brazos cruzados, se
enderezó rápidamente cuando caminé dentro del vestíbulo con Salazar y los
guardias, aliviada como siempre de estar en tierra firme.
―Oh Dios, Allie ―dijo, sus preocupados ojos azules se centraron en mi
cuello, la sangre sobre mi piel y cuello―. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?
―Estoy bien. ―Mis dedos se fueron medio conscientemente a mi
garganta, sintiendo los leves pinchazos que Kanin había dejado atrás―. No es
nada. Ya me he alimentado, no te preocupes por eso. ―El Dr. Emerson me
había dado una bolsa de sangre cuando emergí del calabozo con Kanin y el
príncipe, y aunque estaba fría y desagradable, me la bebí. Las heridas no se
habían cerrado completamente, e incluso ahora, mi cuello seguía doliendo
donde Kanin me había mordido. El doctor insistió que era normal, que el dolor
desaparecería en un día o dos, aunque las leves y pequeñas cicatrices se 167
quedarían por siempre. Solo era la naturaleza de un vampiro al morder a uno
de ellos.
Emerson también había insistido en que Kanin se quedara bajo
supervisión por al menos una noche, clamando que, incluso con la notable
capacidad vampírica para sanar, aún pasarían unos cuantos días para que un
vampiro se recobrara completamente de haber sido obligado a casi morirse de
Hambre por tanto tiempo. Mi sire estaba ahora abajo en el ala del hospital,
siendo observado cuidadosamente por doctores vampíricos y algunos guardias,
pero ya no iba a volverse loco en un calabozo solitario. Me había sentido un
poco aprensiva sobre dejarlo, desde que había llegado tan lejos para
encontrarlo, pero Salazar me había asegurado que sería bien cuidado. Que
Kanin ahora era un huésped en su torre, y que todas sus necesidades serían
llenadas. Que no había ninguna necesidad de preocuparse por mi sire; él no
permitiría ningún daño le aconteciera, por ninguna razón.
Le creí. Después de todo, necesitaba a Kanin vivo y bien para ir detrás de
Sarren.
Salazar me consideró con ojos sin expresión.
―Tengo negocios que atender ―declaró, aburrido y fríamente educado
una vez más―. Si tienes necesidad de mí, por favor informa a una mascota o a
un guardia. Te he dicho dónde puedes encontrar tu cuarto temporal, y los
sirvientes pueden atender tus otras necesidades. Siéntete libre de vagar
alrededor, pero recuerda, que no tienes permitido abandonar la torre hasta que
estés lista para ir detrás de Sarren. Te sugiero que lo hagas pronto. Mañana, tal
vez, Tan pronto como el sol se ponga.
―Nos iremos cuando Kanin esté lo suficientemente bien ―dije
llanamente.
La boca del príncipe se crispó en una sonrisa sin humor.
―Confía en mí, chica. No tienes mucho tiempo. Ni tampoco lo tiene
Kanin.
Se alejó con sus guardias, dejándome reflexionando sobre esa siniestra
declaración y esperar que estuviera solo haciendo amenazas vacías.
Zeke caminó hasta detenerse frente a mí y vacilantemente puso sus manos
en mi cintura, observándome intensamente.
―¿Encontraste a Kanin? ―preguntó, atrayéndome hacia él―. ¿Está bien?
―Sí. ―Puse mis manos en su pecho, extendiendo mis dedos, sintiendo el
latido de su corazón bajo mi palma. Qué divertido cómo una simple cosa como
un latido podía fascinarme ahora que no tenía uno. O tal vez era solo el corazón
de Zeke con el que estaba fascinada―. Pienso que va a estar bien.
Sus manos subieron para quitar el cabello de mi hombro, sus dedos
168
gentilmente raspando la sangre seca de mi cuello. Mi estómago bailó, incluso
aunque el Hambre se revolvió con el contacto, como una bestia saciada y
dormilona.
―Estaba preocupado por ti ―susurró.
―¿Qué? ¿Por qué? ―Traté de ignorar mi interior agitándose, los dedos
trazando suaves patrones contra mi piel―. Esto no es nada, Zake. Infiernos, he
sido disparada, apuñalada, estacada, apaleada, acuchillada y lanzada por una
ventana. Súper sanación vampiro, ¿recuerdas? Un par de pequeñas marcas de
mordida no van a retrasarme.
―No son las cicatrices físicas las más dolorosas ―dijo Zeke―. Sé que
puedes cuidarte a ti misma, probablemente mejor que nadie. Ciertamente mejor
que yo. ―Sonrió un poco, record{ndome cu{n atractivo era cuando sonreía.
Cómo podía hacer que mi frío corazón tartamudeara cuando lo hacía―. Pero te
conozco, Allie. Incluso si Kanin estuviera Perdido, como dijo Salazar, no te
habrías rendido con él. Habrías seguido tratando de salvarlo, sin importar si él
pudiera ser salvado o no. Simplemente así eres tú.
¿Desde cuándo?, pensé, dándole una mirada dudosa. Él se rió entre dientes.
―Sabes que es verdad. ―Acarició mi mejilla con su pulgar, su mirada
intensa―. No vi a Jackal ahí abajo, arriesgando su vida. Solo a ti. ―Su voz se
hizo baja y suave, teñida de un poco de arrepentimiento―. Había olvidado
cuán increíble en verdad eres.
El Hambre se revolvió otra vez, y me tensé. Demasiado cerca, Allison. No
importa lo que Zeke piense de ti, sigues siendo un vampiro y él sigue siendo humano.
Esto no terminará bien, y tú no los estás ayudando a ninguno de los dos.
―Hablando de eso, ¿dónde está Jackal? ―dije, retrocediendo. Zeke me
dejó ir, mirándose decepcionado pero resignado―. Debería decirle lo que pasó,
no que a él le importe, pero debería al menos saber que Kanin está a salvo.
También quería contarles a ambos lo que había descubierto en ese frío
cuarto de hospital, la horrible verdad sobre lo que Sarren en verdad había
liberado. Recordé al vampiro moribundo, la carne lentamente
descomponiéndose mientras me miraba fijamente, suplicando y sin esperanza,
y me sentí enferma. El príncipe estaba en lo correcto. Trato o no, teníamos que
encontrar a Sarren, quitarle la cura. Antes de que este nuevo virus aniquilara a
ambas razas.
Primero lo primero, sin embargo, y eso era que Kanin se recobrara.
―La última vez que lo vi ―dijo Zeke―, subió las escaleras con otros
pocos vampiros. Creo que estaban teniendo algún tipo de reunión. No estoy en
verdad seguro, no quería pegarme alrededor. Un par habían estado empezando
a mirarme como si fuera el plato principal.
Me ericé al pensar en Zeke en un cuarto lleno de vampiros, todos viéndolo 169
Hambrientamente. No tenía ningún arma sobre él ahora y eso lo haría un
objetivo fácil. Solo otro humano para alimentarse y descartar.
―Vamos ―le dije, empezando a bajar por el pasillo―. Vamos a ver si
podemos encontrar al perezoso bastardo. Estamos aquí para hacer algo, no para
sentarnos por ahí sorbiendo sangre de copas e intimando con los vampiros de la
Corte Interior.
Vagamos por una gran cantidad de pasillos y cuartos por un rato,
buscando al rey Raider. La torre era como un laberinto de pisos estériles y
ventanas de vidrio y, después de un rato, todos los cuartos empezaron a verse
iguales. Evitamos el elevador y tomamos las escaleras entre los pisos, pasando a
humanos bien vestidos e incluso mejor vestidos vampiros en su camino a
cualquier negocio vampiro que tuviera lugar por aquí. Muchos de los vampiros,
viéndome en mi largo abrigo negro y botas desaliñadas, me miraron con
desprecio, como si fuera un perro mestizo salido de la calle. Los ignoré, hasta
que su atención cambió a Zeke. Después les daba una dura mirada y la
insinuación de un labio curvado, y ellos o sonreían o miraban fríamente de
regreso antes de continuar.
―Desearía tener mi cuchillo ―murmuró Zeke cuando subimos por otro
tramo de escaleras, continuando subiendo. Su voz resonó en el oscuro
pasadizo―. O una estaca. O algo con lo que defenderme a mí mismo. Ahora sé
cómo un conejo se siente cada vez que un lobo pasa. ―Frotó su hombro,
frunciendo el ceño―. Me pregunto cómo los humanos pueden soportarlo.
―Me aseguraré de que Salazar te regrese tus armas cuando salgamos ―le
dije, caminando dentro de otro pasillo idéntico―. Hasta entonces,
probablemente no querrás atraer un montón de atención en ti mismo.
―Sí. ―Pasó sus dedos por su cabello, mirando arriba y abajo por el
corredor vacío―. Es solo frustrante. Sé que ahora solo soy peso muerto. Si algo
pasa, no seré de mucha ayuda.
―No eres un peso muerto. ―Cualquiera que se pudiera enfrentas a Sarren
con nada excepto una ballesta y aun así saliera con vida no era nada sino útil.
Él solo sonrió sombríamente.
Estaba a punto de protestar otra vez cuando un extraño sonido se empezó
a filtrar por el corredor, haciéndome parpadear y voltear la cabeza. Era débil,
melódico y diferente a nada que hubiera escuchado nunca. No podía incluso
describirlo. La cosa más cercana que pude pensar era a alguien usando una
tubería para golpearla contra otra y crear un ritmo, pero ese era solo ruido. Este
era atrapante y misterioso y lleno de emoción y sonido, como tristeza o una voz
anhelante.
Incapaz de resistirme, seguí la extraña melodía bajo el corredor, pasando 170
por un par de puertas abiertas, y dentro de alguna clase de sala de reuniones.
Esta habitación estaba alfombrada en rojo, con negros sofás afelpados y sillas
rodeadas de bajas mesas, y un muro de cristal mostrando la vista de la ciudad
en ruinas más allá.
Vampiros holgazaneando en esquinas o sobre sofás, mirándose elegantes
y aburridos, su pálida piel en marcado contraste con el mobiliario negro y rojo.
Humanos uniformados se deslizaban entre ellos, llevando bandejas de copas de
cristal ―sangre, por supuesto― y llevándose las copas vacías. A la derecha, un
mostrador de mármol negro dominaba la pared, con un par de vampiros
sentados en la barra, un humano con rostro cansado detrás de ella. Fruncí el
ceño cuando no vi a ningún otro que a Jackal sentado en uno de los taburetes,
copa en mano, hablando con una esbelta mujer vampiro con largo cabello rubio.
Pero en este punto no estaba enfocada en él: mi atención estaba en el gran
objeto ubicado en la esquina más lejana.
El que hacía el extraño y atrapante sonido. Un humano se sentaba enfrente
de él, sus manos se movían sobre un estante blanco y negro que estaba dentro
de una oscura y pulida madera. Lo miré fijamente, en trance. El sonido que
estaba haciendo, la misteriosa cacofonía de emoción, tiraba de mi interior y
hacía que mi garganta se sintiera apretada. Cerré mis ojos, dejando que el
sonido fluyera a través de mí, olvidando todo por el momento.
Escuché los pasos de Zeke detrás de mí, sentí su mirada sobre mi hombro
hacia el objeto haciendo los extraños, terribles y hermosos sonidos.
―Un piano ―dijo, su voz llena de admiración―. No había visto uno
desde que era un niño. Recuerdo que la vieja iglesia solía tener uno, muy fuera
de tono. Por supuesto, el tenerme golpeándolo cada semana probablemente no
ayudaba.
―¿Un piano? ―Abrí mis ojos mientras indagaba en mi memoria por la
palabra, buscando las vagas y casi olvidadas historias―. ¿Esto… es música?
Zeke se volteó hacia mí, parpadeando.
―¿Nunca habías escuchado música antes? ―Sonaba aturdido.
Negué con la cabeza, incapaz de apartar mi mirada del extraño
instrumento. El Fringe estaba lleno de feos sonidos: gritos, vociferaciones,
llantos de terror y furia y dolor. Mi madre solía tararearme cuando era muy
pequeña, y solía pensar que su voz era el más hermoso sonido en el mundo.
Nunca había escuchado nada… como esto.
―Oh, Allie ―susurró Zeke, y caminó junto a mí―. Ven aquí un segundo.
Tomando mi mano, me atrajo a un lado, a la parte trasera de la habitación
donde las sombras eran más gruesas, lejos de los otros vampiros cerca de la
barra. Le di un ceño perplejo, tensándome, cuando puso sus manos en mis 171
hombros y me atrajo más cerca, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura.
―¿Qué estamos haciendo?
Él sonrió tristemente y puso una mano sobre la mía, sus ojos pidiéndome
que confiara en él.
―Solo sigue mi guía ―murmuró, y empezó a balancearse atrás y
adelante, en un lento y fácil ritmo.
Me resistí por un momento, insegura de qué hacer. Gradualmente, sin
embargo, empecé a sentir lo que estaba haciendo, moviéndose al ritmo de la…
música, y empecé a seguirlo. Era extraño, este movimiento lento y sin prisas,
nuestros cuerpos un reflejo del otro mientras nos balanceábamos y girábamos,
pero de alguna manera se sentía correcto. No nos alejamos de esa esquina,
manteniéndonos en las sombras, pero Zeke me tiró contra él y cerré mis ojos, y
solo por unos pocos latidos, con la música y la oscuridad rodeándonos,
estuvimos perdidos en nuestro propio mundo.
―Te extrañé, sabes ―murmuró Zeke, inclinando su cabeza hacia la mía.
Apreté mis dedos en su camisa y escuché su corazón golpeando―. Todo el
tiempo que estuve en Edén, no pude dejar de pensar en ti. Cuando me desperté
y me dijeron que te habías ido… ―Sacudió su cabeza, y su latido se aceleró―.
Quise venir detrás de ti en ese momento, pero sabía que debía cuidar de los
otros, que ellos eran mi primera, mi más importante responsabilidad. Y lo hice.
Ellos están a salvo, cada uno de ellos, incluso aunque tuve que dejarlos ir.
―¿Dejarlos ir?
Él tragó fuerte, y su agarre en mí se apretó.
―Caleb, Matthew y Bethany fueron adoptados por una genial pareja que
siempre quisieron hijos. Tienen pollos y gatos y cabras, y todo lo que siempre
pudieron desear. Jake se acaba de casar con una de las enfermeras de la clínica
del puesto de control, y Silas y Teresa se mudaron a una pequeña cabaña a la
orilla del lago. Son felices. Finalmente están en casa. ―Sus ojos brillaros, incluso
mientras me daba una débil sonrisa―. No me necesitan más.
―Zeke…
Él me miró, su expresión tan tierna que sentí que mi corazón se constreñía.
―Solo había una persona que faltaba ―susurró Zeke, sus manos
enmarcando mi rostro―. Una persona que no pude llevar a casa.
Le di una triste sonrisa.
―Edén no es mi hogar.
―Podría serlo.
Negué con la cabeza. 172

―¿Cómo? ―susurré―. Ese es el único lugar en el mundo entero donde no


hay vampiros o Rabiosos, el único lugar donde los humanos son libres, ¿y tú
estás diciendo que solo van a dejar a un vampiro entrar? ¿Sin ninguna
consecuencia? ―Le di una triste y no del todo sonrisa―. Ya me echaron una
vez, Zeke. Te lo dije antes, Edén no es para mí.
Zeke corrió sus dedos por mi cabello.
―No eres como los otros ―murmuró―. Te conozco. Te he visto. ―Me
atrajo más cerca―. Eres el único vampiro en el mundo que dejarían entrar.
Cuando todo esto haya acabado, podrías regresar conmigo. Podríamos ir a
Edén juntos…
―Detente ―susurré, poniendo mis manos en su pecho. Esto se estaba
volviendo peligroso. Otra vez. El Hambre surgió una vez más, haciéndome
querer caminar más cerca, atraerlo a mí y hundir mis colmillos en su cuello.
Zeke bajó su mirada hacia mí, rogando, y mantuve mi voz firme―. No puedo,
Zeke. Sigo siendo un vampiro. Eso nunca cambiará. No me conoces tan bien
como piensas.
La cara de Kanin cruzó por mi mente, viciosa y gruñendo, un demonio
impulsado únicamente por el Hambre y la rabia. Si el Hambre podía tomar el
control incluso de alguien como Kanin, ¿qué esperanza tenía de mantenerla
contenida? Las marcas de mordida en mi cuello repentinamente palpitaron,
haciéndome hacer una mueca de dolor. Si regresaba a eso mientras estaba en
Edén, si Zeke o Bethany estaban cerca…
No, eso nunca pasaría, porque nunca estaría tan cerca. Los otros estaban a
salvo en Edén, lejos de la locura que envolvía al resto del mundo. Estaban a
salvo de los vampiros y Rabiosos y monstruos y demonios. A salvo de mí.
Excepto por ese terco humano que seguía jugando con mi corazón.
Zeke parecía a punto de decir algo, pero empujé más duro en su pecho y
retrocedí, liberándome de sus brazos.
―¿Por qué no te quedaste en Edén? ―le pregunté bruscamente,
mirándolo―. Estabas en tu hogar, Zeke. Era lo que habías estado buscando, lo
que siempre quisiste. ¿Por qué partiste?
Él se encontró con mi mirada, inquebrantable.
―No era mi hogar sin ti.
Tragué fuerte, y repentinamente me di cuenta que la música del piano se
había detenido y la mayoría de los vampiros en el cuarto se habían ido.
Asomándome a la ventana, tuve una pista del por qué. El cielo sobre los
edificios desmoronándose había cambiado de negro a azul medianoche, y
muchas de las estrellas habían desaparecido.
173
El amanecer estaba llegando. Había estado tan distraída con Zeke, Kanin,
Salazar y todo lo demás, que no me había dado cuenta. Había sido una larga
noche.
Zeke también se asomó por la ventana y suspiró.
―Tienes que irte, ¿no es así?
Demasiado tarde, recordé que la razón por la que quería venir aquí era
para encontrar a Jackal y decirle lo que había pasado con Kanin. Ahora él se
había ido, como su compañía femenina. La culpa surgió, junto con un poco de
furia.
Él ni siquiera se molestó en preguntar por Kanin cuando entré. Adivino que soy la
única a quien en verdad le importa si vive o muere.
Tal vez esa era la razón por la que era una vampiro terrible, el por qué
nunca encajaría con Salazar o sus vampiros de ciudad. No que lo deseara en
primer lugar, pero más allá de ser apuñalados en la espalda o destruir a un
rival, no parecían importarles sus propios semejantes. Su príncipe había estado
cerca de ser asesinado esta noche, y solo podía imaginarme a muchos de ellos
acudiendo en tropel como buitres, planeando, intrigando, calculando. No pude
ser así. Sin importar cuánto mi demonio insistió que era lo correcto. Que esto
era lo que éramos.
―Allie ―dijo Zeke quedamente, dando un paso adelante. Y de repente, el
precio de aferrarme a mi humanidad, mi determinación de no ser como los
otros monstruos, fue casi demasiado. En ese momento, nunca había querido ser
más humana, solo así podría estar con Ezekiel Crosse. Zeke, quien era valiente
y leal y desinteresado, quien odiaba a los vampiros pero aun así estaba aquí,
rodeado de ellos, todo por mí. Quien había dejado Edén y viajado a través del
país, hasta Nueva Covington, porque quería llevarme a casa.
Y yo nunca podría ir con él.
Retrocedí, incrementando la distancia entre nosotros. Él me miró
tristemente, sin dar ningún indicio de proseguir, pero el anhelo en sus ojos hizo
que mi garganta doliera. Tenía que alejarme de él ahora, o sería tentada a hacer
algo de lo que ambos nos arrepentiríamos.
―Espera ―susurró Zeke cuando me eché atrás―. Allison, por favor. No
huyas otra vez.
Sacudí mi cabeza.
―Buenas noches, Zeke ―le dije simplemente, y me alejé, fuera del cuarto
y dentro del vestíbulo, dejándolo solo.
Ahí había un guardia, uno humano, fuera de la puerta del cuarto de
huéspedes que Salazar me había asignado esa noche, parado ahí calmadamente 174
con sus manos sujetas detrás de él. Le di un cauteloso ceño cuando me acerqué,
pero él no me reconoció hasta que estaba justo frente a él. Y aun así, miraba
sobre mi hombro, bloqueando el camino a la puerta, y no parecía como si se
fuera a mover. Estaba cansada, en ambos, cuerpo y espíritu, todos los
encuentros con Kanin, Salazar y Zeke habían arrasado con diferentes partes de
mi mente. No quería una pelea con un guardia sin nombre en el medio del
corredor.
―¿Vas a dejarme entrar? ―pregunté, sintiendo que el sol se aproximaba
fuera del edificio y solo queriendo arrastrarme bajo las sábanas de una cama
hasta desfallecer―. Este es mi cuarto, ¿correcto? ¿No obtuve la habitación de
Jackal por error?
Él me ignoró pero alzó una mano y golpeó dos veces a la puerta.
―Ella está aquí, señor ―llamó por la madera. Hubo una respuesta
amortiguada desde el interior, y el guardia se hizo a un lado, asintiéndome para
que siguiera. Perpleja, empujé la puerta y caminé cautelosamente a través.
Di lo que quieras sobre Salazar, pero él ciertamente sabía cómo vivir, si la
suite de huéspedes era alguna indicación. Era una habitación impresionante,
mucho más grande de a lo que estaba acostumbrada. Las luces estaban
atenuadas, lámparas anaranjadas lanzando sombras por el suelo y paredes de
color de rosa. Lámparas rojas. Sin candelabros parpadeando o linternas de
aceite, o las raras linternas de baterías. Una enorme cama estaba contra la pared
más lejana, largas cortinas negras cayendo alrededor para asegurar una
completa oscuridad mientras dormías. Incluso cortinas más gruesas colgaban
de un par de puertas de vidrio en la parte de atrás, las cuales asumía llevaban a
un balcón y a la vista de la ciudad debajo.
Estando frente a esas puertas, con los brazos cruzados sobre su delgado
pecho y con una mirada acuosa encontrándose con la mía a través del cuarto,
estaba Stick.
Fuera de guardia, gemí. Estaba cansada. El amanecer casi estaba aquí. No
quería tratar con él justo ahora. Stick no estaba solo, sin embargo. Otro guardia
estaba en la esquina, sus ojos sin expresión, su mirada justo hacia el frente. Pero
sus manos sostenían una ballesta, ya cargada, lista para dispararme si intentaba
algo.
―¿Qué es lo que quieres, Stick? ―pregunté, entrando lentamente a la
habitación, manteniendo un ojo cautelosamente en el guardia con la ballesta.
Suficientemente extraño, ni siquiera estaba enojada. Decepcionada, tal vez.
Disgustada con su elección, que se hubiera convertido en una mascota en el
régimen vampiro que despreciaba, un perro faldero adulador del príncipe
mismo. Stick me había traicionado. Y parecía que había encajado en su nuevo
papel como un pez en el agua. No podía ni siquiera reunir la energía para que
me importara. 175
Sus pálidos ojos se estrecharon.
―Es señor Stephen, ahora ―me recordó en un tono cortante―. Y quiero
saber lo que estás haciendo aquí, Allie. El porqué estás en Nueva Covington.
¿Es por venganza? ¿Viniste a desquitarte por lo que pasó? ―Sus labios se
apretaron―. Te estoy advirtiendo, no soy el mismo patético Fringer que
conociste antes. Por aquí mi palabra tiene poder. Puedo mandarte al calabozo si
quiero. Recuérdalo, si estás pensando en deslizarte en mi habitación una noche.
―No vine por ti ―le dije desdeñosamente―. Confía en mí, eras la cosa
más alejada de mi mente cuando entre en Nueva Covington. Estoy aquí por
Kanin, nada más.
Eso no lo complació para nada. Sus fosas nasales se agrandaron, y se puso
rígido, como si se sintiera ofendido. Pensarías que él deseaba que hubiera vuelto
por venganza.
―Mentirosa ―me acusó―. Siempre me odiaste. Querías verme partir,
igual que Lucas y Rat. Y ahora que eres un vampiro, regresaste para castigarme
por… ―Su voz se apagó.
―¿Por qué? ―lo desafié―. ¿Por venderme? ¿Por darle al príncipe la
localización de tu amiga, para que pudieras venir a vivir a la torre como una
mascota?
―Eras un vampiro. ―Stick me devolvió la mirada, sin remordimientos―.
Te mostraste a la mitad de la noche después de desaparecer por semanas, y eras
un monstruo. ¿Qué se suponía que pensara? ¿Qué se suponía que hiciera?
―No lo sé, Stick. ―Mi voz salió suave, resignada―. ¿Tal vez hablar
conmigo? ¿Dejarme explicar mi lado de la historia? Pudiste haberme dado eso,
al menos. Creo… ―Dudé, para ver si las palabras eran verdaderas, si eran
reales. Lo eran―. Habría hecho lo mismo por ti.
―Bueno, es muy tarde para eso ahora. ―Pudo haber habido una
insinuación de arrepentimiento en la voz de Stick, o yo pude habérmelo
imaginado―. Lo que está hecho está hecho, y ambos elegimos nuestros
caminos. Porque tú elegiste esto, ¿correcto, Allison? ―Su acuosa mirada se
afiló―. No hay manera de que te conviertas en vampiro por accidente. Tú eliges
convertirte en un monstruo.
Ahora, sentí una caliente puñalada de ira. Y algo totalmente inesperado.
Dolor.
―¿Quieres saber cómo me convertí en un monstruo? ―espeté, haciendo a
Stick retroceder y al guardia levantar su ballesta amenazadoramente―.
¿Recuerdas la noche fuera del Muro, donde Rat y Lucas murieron? ¿Recuerdas
a los Rabiosos que estaban cazándonos, los que alejé de ti? Ellos me mataron.
Me alcanzaron y destrozaron. Y después Kanin apareció mientras estaba 176
muriendo y me dio la opción. Morir de verdad, o convertirme en un no-muerto.
Así que sí, hice el trato para convertirme en un vampiro. Y tú hiciste el trato
para convertirte en una mascota. Adivino que eso nos hace a ambos monstruos,
¿no es así?
La mandíbula de Stick se apretó. Asintió lentamente, como si hubiera
confirmado algo que había sabido todo el tiempo.
―Sé que me culpaste ―murmuró, y apreté mis puños para mantenerme a
mí misma de llegar a él y golpear su delgado cuerpo contra el vidrio. No es sobre
ti, quise gritarle. Nunca fue sobre ti. Nunca te culpé por convertirme en un monstruo,
esa fue mi elección. Pero tú me traicionaste con el príncipe sin un segundo pensamiento.
Vampiro o no, pensé que nuestra amistad significaba m{s que eso. Pensé… que yo
significaba más.
Relajando mis dedos, me recompuse, forzando a mis colmillos a que
regresaran a mis encías. La ira surgió y murió, un frío entumecimiento salió
para tomar su lugar. No lo había conocido, no completamente. La comprensión
fue un amargo bulto en mi estómago, agrio y venenoso.
―Stick ―dije apagadamente, sintiendo como si una parte de mí se
hubiera muerto. O peor, que ya solo no me importara―. Estoy cansada, y es
casi el amanecer. Si no hay nada que quieras, por favor vete para que pueda
dormir.
Stick sacudió la cabeza, su expresión llena de disgusto.
―Siempre pensaste que eras tan superior ―dijo, como si él fuera el
traicionado―. Nunca pensaste que pudiera ser más de lo que era. Que solo era
algún pobre y patético niño que dejabas que anduviera alrededor. Nunca
pensaste que pudiera tener sueños más allá de arrastrarme tras tu sombra, ¿lo
hiciste?
―¿Terminaste? ―pregunté llanamente. Él se burló.
―No has cambiado ―declaró, determinado, supuse, de obtener una
reacción de mí. Me pregunté si sabía sobre el arriesgado juego que estaba
jugando. Mascota favorita o no, solo podías empujar a un vampiro hasta un
punto―. Podrás ser una chupasangre ahora, pero sigues siendo la misma
golfilla ignorante que siempre fuiste. ¿Quién es el niño que sigues manteniendo
siguiéndote como un cachorro perdido? ¿Sabe él lo que eres en verdad?
―Deja a Zeke fuera de esto ―espeté, dándole una mirada de advertencia.
El miedo surgió, y yo lo sofoqué, manteniendo mi voz estable―. Esto no tiene
nada que ver con él. Él no tiene nada que ver contigo ni con nadie.
―Eso está por verse ―replicó Stick, sonriendo débilmente. Él obtuvo lo
que quería, una forma de llegar a mí, y no iba a dejarla ir. No sabía cuán
peligroso era este nuevo juego, especialmente ahora que había llegado a 177
Zeke―. Tan lejos como a mí me concierne, él podría haber sido el que disparó
esa ballesta contra el príncipe. ―Stick se encontró con mi mirada, ruin y
desafiante―. Mejor sé cuidadosa, Allison. Él es solo un humano, y por aquí, los
humanos a veces se pierden. Si quieres asegurar su seguridad, te sugiero que
empieces a tratarme con respeto.
Tomé una respiración profunda y calmante, tratando de disolver la
repentina furia, el impulso de adelantarme, agarrar a mi examigo y romper su
delgado cuellito.
―Stick ―dije muy suavemente pero asegurándome que escuchara cada
sílaba. Mi voz tembló, pero fue por una rabia helada, por retenerme a mí
misma. Mis colmillos brillaron en la tenue luz cuando lo enfrenté―. Escúchame
muy cuidadosamente. Si pones un dedo sobre Zeke, si es herido, por cualquier
razón, todos los guardias en el mundo serán insuficientes para protegerte de
mí.
Stick se volvió pálido, pero aun así elevó su barbilla, sus ojos brillando.
―Tú… tú ya no me puedes hablar así, Allie ―balbuceó―. Aquí estoy a
cargo, y se supone que debes escucharme ahora. Puedo ordenar que tu humano
sea lanzado al calabozo, y al príncipe no le importaría. Podría tenerlo torturado,
drenado hasta que no fuera nada excepto piel y huesos, y nadie levantaría una
mano para detenerlo. ―Él era ferviente ahora, mirándome con una mezcla de
desafío superior y miedo. Nunca lo había visto así, y no me importó. Todo lo
que sabía era que estaba amenazando a Zeke, quien nunca había levantado una
mano contra él o incluso le habló. Y si no dejaba este cuarto ahora mismo, las
cosas se iban a poner feas.
Gruñí, desnudando mis colmillos, y él saltó, deslizándose hacia atrás. El
guardia alzó la ballesta, apuntándome, pero no me moví.
―¡Lárgate! ―le dije a Stick, apenas sosteniendo mi ira. El Hambre había
emergido con toda su fuerza con mi ira y estaba impulsándome a atacar, a
destrozar corazones y romper huesos y hundir mis colmillos en suaves
gargantas carnosas―. Sal de aquí, Stick ―siseé, a través de mis colmillos―.
Justo ahora, antes de que te arranque tu estúpida cabeza y la lance por la
ventana.
Stick aún se miraba desafiante, como si no creyera que en verdad lo
heriría. Por suerte, su guardia era un poco más sensible.
―Señor ―dijo tirantemente, adelantándose con su ballesta levantada―.
Señor, deberíamos irnos. El príncipe estará molesto si usted es herido por uno
de sus huéspedes. Señor, necesitamos irnos ahora.
Gentil pero firmemente, el guardia tomó su hombro, tirándolo lejos. Stick
se resistió por un momento, después cedió con una rabieta irritada.
―Quita tus manos de mí. ―Stick tiró para soltar su brazo, pero continuó 178
caminando hacia la puerta, mirando hacia atrás incluso mientras el guardia
continuaba intentando sacarlo―. Recuerda lo que dije, Allie ―lanzó sobre su
hombro―. Por aquí estoy a cargo. Ya no eres importante.
Estuve ahí hirviendo mucho después de que la puerta se cerrara. Y, por
primera vez desde la noche en la lluvia, me pregunté lo que había sucedido su
hubiera dejado a Stick… morir. Si no los hubiera alejado, directo hacia mi
muerte. Si los Rabiosos lo hubieran tomado a él, en lugar de a mí.
Capítulo 15

No tenía previsto soñar, pero lo hice.


Un destello, una breve punzada de confusión. Mis ojos se abrieron en una
habitación extraña, una que no había visto antes. Es diferente a las que estoy
acostumbrado: oscuridad, piedra, barras de hierro, angustia. El dolor había sido mi
mundo por tanto tiempo; había olvidado cómo era el existir sin él. Y ahora, solo así,
estoy libre. Por ella.
Excepto… que aún hay algo que est{ mal. Algo dentro de mí. Un oscuro intruso
enroscándose que apenas puedo sentir, propagándose por mis venas. ¿Qué me pasó, en
el tiempo en que estuve ido? ¿Y en dónde encaja él en todo este desastre?
Abrí mis ojos, las sospechas de Kanin desvaneciéndose en la realidad.
Estaba acostada en el borde de la enorme cama con mi espada apretada contra
mi pecho, mirando al techo. El cuarto estaba muy oscuro; las gruesas cortinas a
través de las puertas del balcón apagaban toda la luz, pero según mi reloj
interior, el sol apenas se había puesto. 179
Saqué mis pies del colchón y me levanté, aún en mi abrigo negro y mis
ropas originales. Había cerrado con llave la puerta, incluso consideré arrastrar
el vestidor en frente de ella, pues no confiaba en los vampiros en la torre, o
incluso en los humanos. Peor, no quería que Stick viniera arrastrándose de
nuevo a mi habitación. Solo el pensamiento de él enviaba oleadas de ira y odio
por mi estómago. Él era el enemigo ahora, o él pensaba que lo era, de cualquier
forma. Recordé hosco desprecio en sus ojos, el resentimiento, como si lo
estuviera ofendiendo por estar aquí. Por seguir viva. Aún no podía entenderlo
completamente. Tal vez nunca fuimos del todo amigos.
Aún sosteniendo mi espada por la empuñadura, vagué hasta el baño. Un
espejo corría por toda la longitud del mostrador y mi reflejo me devolvió la
mirada sobre el lavabo. Gruñí. Ya no había duda de porqué los vampiros de
ciudad me miraron bajo sus narices, estaba inmunda y cubierta de manchas de
suciedad, con sangre seca aún adhiriéndose a mi cuello y piel. Empujé el cuello
de mi camisa a un lado, revisándome el lugar donde Kanin me había mordido.
Dos bultos sobresalían, no más grandes que un par de piquetes de aguja,
marcando mi piel justo arriba de mi clavícula. Recuerdos de Kanin que
probablemente tendría por siempre.
Kanin. Tenía que bajar y revisarlo pronto, pero por ahora, al menos,
parecía estar bien. Tal vez me podría hacer a mí misma un poco más
presentable, no que me importara lo que pensaran los vampiros de ciudad
sobre mí, pero no había razón para no tomar ventaja de la hospitalidad de
Salazar cuando tenía la oportunidad.
Experimentalmente, giré el grifo sobre el lavabo, solo medio esperando
que funcionara. Para mi sorpresa, lo hizo, disparando un torrente de agua
caliente sobre mis manos. Empecé a salpicar mi cara y cuello, enjuagando la
sangre seca, después me detuve.
Haciendo a un lado la cortina de la ducha, busqué en la parte de abajo y
giré la manija. Una explosión de agua caliente hizo erupción de la regadera,
enviando hilos de vapor y empañando el espejo detrás de mí, y sonreí con
deleite.
Quitándome mis ropas, caminé bajo el aparato del que solo había
escuchado en el Fringe y dudaba de su existencia. Caliente y limpia agua
golpeó mi fría piel, empapando mi cabello, el calor impregnándose en mis
huesos, y cerré mis ojos. Dicha. Permanecí bajo la fuerte corriente por un largo
tiempo, dejándola lavar la suciedad de mi piel, dejando la espuma de jabón de
verdad deslizarse por mi cuerpo. Así que así era la vida en Ciudad Interior, al
menos para los vampiros. Y probablemente incluso para los humanos. Una
enorme cama, electricidad y agua caliente, y comida cuando sea que la
quisieras. Podía ver cuán tentador era. Cómo algunas personas traicionarían y
matarían por ella. Si fuera un vampiro de ciudad, esta podría ser mi vida. 180
Todo lo que tenía que hacer era renunciar a mi humanidad.
Frunciendo el ceño, cerré la llave del agua y me sequé con las gruesas
toallas rojas que colgaban junto a la regadera. Y aunque era levemente
repulsivo, me vestí con mis viejas ropas, sin tener unas limpias ni tiempo para
lavarlas. Arremolinando el abrigo alrededor de mis hombros, dejé el baño justo
cuando un fuerte golpe vino de la puerta.
Cautelosamente, sujete la katana a mi espalda antes de acercarme. Si era el
príncipe viniendo a contarme sobre Kanin, quería escuchar lo que tenía que
decir. Si era Jackal, lo toleraría lo suficiente para explicarle lo que sucedió la
noche anterior con nuestro sire. Y si era Stick, viniendo a insultarme otra vez,
iba a cerrar la puerta en su cara y esperar que rompiera su nariz en el proceso.
De cualquier manera, cuando abrí la puerta, no era Stick o Jackal o el
príncipe enfrentándome a través del umbral.
Era Zeke.
―Hola ―dijo suavemente, vacilantemente, como si temiera que le fuera a
cerrar la puerta en la cara. Se veía cansado, como si no hubiera dormido nada, y
su cabello rubio estaba despeinado―. ¿Puedo entrar?
Sin palabras, retrocedí, dejándolo cruzar el umbral de mi habitación antes
de cerrar la puerta con llave detrás de nosotros. Noté la larga hoja en su
espalda, atada sobre su chaleco de combate, el arma en su cadera, y parpadeé.
―Encontraste tus armas.
―Sí. ―Se fijó en la habitación con un practicado barrido y después se
volteó hacia mí con un encogimiento de hombros―. Bien, no los encontré,
exactamente. Alguien me los dio esta tarde temprano, dijo que Jackal había
ordenado que me los regresaran.
―¿Jackal? ―Me quede boquiabierta por la sorpresa―. ¿Estás seguro de
que fue él?
Una esquina de su boca se arqueó.
―Positivo. De hecho, esto vino con ellas. ―Hundió la mano en el bolsillo
de sus jeans y me entregó una nota. Abrí el arrugado papel, viendo los
desastrosos trazos negros de la escritura de Jackal.
Intenta no perder estas otra vez, esbirro.
Bufé.
―Es un bastardo, incluso cuando es de ayuda. ―Arrugando la nota, miré
de regreso a Zeke, esperando que sonriera y estuviera de acuerdo conmigo.
Su pequeña sonrisa se había desvanecido, y me estaba observando con
solemnes ojos azules, su rostro atormentado con palabras no pronunciadas. Mi
mente se revolvió con inquietud. ¿Estaba enojado por mi rechazo de la noche
181
pasada? Tal vez había venido a decir adiós, que había cometido un error al
venir aquí, e iba a regresar a Edén sin mí.
―¿Vas a irte? ―Traté de mantener la amargura de mi voz, la repentina
desesperación―. El príncipe no nos está manteniendo aquí. ¿Estás regresando a
Edén esta noche?
Su frente se arrugó.
―Por supuesto que no ―dijo con una voz suave―. No me iría solo así.
―¿Entonces por qué est{s aquí?
Zeke dio una corta y frustrada exhalación.
―No lo sé. ¿Hablarías conmigo un segundo? ―Viéndose levemente
avergonzado, fue a las puertas del balcón, las deslizó abiertas y salió al alféizar.
Lo seguí, dejando la puerta parcialmente abierta detrás de nosotros. El viento
azotó nuestros cabellos y ropas, pequeñas ráfagas danzando en la brisa.
Descansando los codos en la barandilla cubierta de hielo, Zeke se asomó a
la ciudad, su rostro sombrío. Seguí su ejemplo, viendo las luces de Ciudad
Interior guiñándome y, más allá de ellas, se vislumbraba la oscuridad del
Fringe.
―Se ve diferente desde aquí arriba ―aventuré. No sabía por qué se lo
estaba diciendo a él, pero las palabras fluyeron de mi boca y fueron llevadas
con la brisa―. Cuando vivía en el Fringe, solía mirar hacia arriba hacia estas
torres y pensar, ¿qué están haciendo allá arriba, justo ahora? ¿Qué tipo de
retorcida vida viven? Y ahora, aquí estoy, mirando hacia abajo a la ciudad, y ahí
hay probablemente algún niño, algún Fringer ahí abajo, pensando exactamente
la misma cosa.
―Soñando con una vida en una torre vampiro. ―La voz de Zeke era baja
pero no acusadora, aunque aún no me miraba―. ¿Alguna vez pensaste sobre
ello? ¿Cómo sería?
―Algunas veces ―admití―. No muy seguido. ―Recordé una fría noche,
mirando a las torres vampiro, odiando a los humanos que estaban calientes y
alimentados y estropeados por traicionar a su propia especie. Pero los celos y el
odio no te mantienen caliente, y el gastar energía deseando era inútil. Podías
desear que tu mamá siguiera viva, que ella aún pudiera sostenerte y leerte cada
noche, pero eso no la traería de vuelta. Podías desear que tus amigos no
murieran enfrente de ti, famélicos o sangrando o congelados, o que, solo por
una vez, no tuvieras que preocuparte de buscar comida para mantenerte con
vida un día más, pero la gente seguía muerta, y tú seguirías estando hambriento
muchas, muchas veces.
O podías desear que hubiera una forma en que un humano y un vampiro
estuvieran juntos sin miedo.
Tragué y le di una mirada de reojo a Zeke, que seguía silencioso mientras 182
se recargaba contra la barandilla, observando en la oscuridad. Copos de nieve
se posaron en su pálido cabello y espolvoreaban sus hombros, haciéndome
querer quitarlas. Era repentinamente doloroso el no tocarlo, el sentir sus manos
en las mías, sus labios, cálidos y fuertes. Pero, por supuesto, con el deseo venía
el salvaje dolor del Hambre. Recordé la dulzura de su sangre, la caliente fuerza
fluyendo a través de mí, el intoxicante poder. Lo deseaba, mucho, pero no sabía
cuál era más fuerte. Y tenía miedo de descubrirlo.
Tomé una bocanada de aire helado para aclarar mis pensamientos. Mi
aliento, noté, no se ondulaba frente a mí.
―¿Por qué estás aquí, Zeke? ―pregunté, tratando de no mirarlo otra
vez―. Viniste a decirme algo. ¿Qué es?
Zeke vaciló, ociosamente quitando trocitos de hielo de la barandilla,
después tomó un profundo aliento. Una pequeña nube blanca se retorció en el
viento cuando exhaló.
―Muy bien ―murmuró, más para sí mismo―. Puedo hacer esto. ―Otra
pausa, donde parecía fascinado por las luces de la ciudad debajo, después, sin
mirarme, preguntó―: ¿Recuerdas… recuerdas lo que dije sobre empezar de
nuevo?
Su voz era suave, casi fue llevada lejos en el viento, en el aliento que se
retorció en el aire y desapareció. Asentí con cautela.
Él tragó, volteándose para enfrentarme.
―Mentí. No quiero que empecemos de nuevo.
Si hubiera hundido una estaca a través de mi corazón, dudo que me
hubiera dolido más de lo que sentí en ese momento. Mi garganta se cerró, pero
mantuve mi voz y mi expresión neutral.
―¿Oh?
―No. ―Se movió más cerca, y ahora casi nos tocábamos―. Quiero que las
cosas sean como… antes ―susurró―. Antes de que Jeb muriera, antes de
Edén… antes de todo esto. ¿Recuerdas esos días? ¿Cómo eran las cosas… entre
nosotros dos?
Nunca lo olvidaría. Recordaba todo, desde nuestro primer encuentro en el
pueblo abandonado, la dureza en sus ojos cuando descubrió que era un
vampiro, hasta nuestro primer beso en la absoluta oscuridad. Él era el hijo del
pastor, y yo el monstruo que le habían enseñado a odiar, a destruir, pero muy
gradualmente, llegamos a vernos al uno al otro como algo más. Y para el
momento en que encontramos el Edén y nos dijimos adiós por última vez, algo
había crecido entre nosotros que nos aterrorizó a ambos.
―Lo recuerdo ―susurré―. También desearía que las cosas fueran iguales.
Zeke se movió, y de repente sus cálidas manos estaban en mis brazos, 183
atrayéndome cerca.
―Entonces para de huir de mí ―susurró, sonando dolido―. Por favor.
Me importas, Allie. Yo… ―Se quebró, deteniéndose, después continuó con una
suave y clara voz―. Quiero que estemos juntos. No me importa lo que se
necesite. ―Una de sus manos se elevó para acariciar gentilmente mi mejilla―.
Déjame probártelo. Dame otra oportunidad.
―Zeke… ―Cerré mis ojos contra la suavidad de su toque, el dulce dolor
sofocando el Hambre por solo un momento―. Sabes lo que soy ―dije, incapaz
de mirarlo―. Sabes que nunca podríamos… que un vampiro y un humano…
―No tengo miedo. ―Su respiración se agitaba a través de mi piel.
Escuché a su corazón, golpeando en su pecho, y el Hambre se removió sin
descanso, nunca quieta―. Sé en lo que me estoy metiendo ―continuó Zeke
suavemente―. Esta vez tengo ambos ojos abiertos. Eres un vampiro y yo soy
humano, y no me importa más. A menos… que tú no sientas lo mismo.
Se detuvo, esperándome, pero no pude contestar, no pude incluso mirarlo.
Después, su frente tocó la mía, y sus pulgares estaban acariciando mis mejillas,
sus palmas gentilmente acunando la parte trasera de mi cabeza.
―Allie ―murmuró, muy suavemente―, si no sientes nada, si esto es todo
solo de un lado, dímelo ahora y nunca volveré a sacarlo otra vez. Pero estoy
apostando una última vez que yo… significo algo para ti, y a pesar de todo lo
que ha pasado entre nosotros, podemos hacer esto funcionar. Quiero intentarlo.
Allison… ―Acarició mi piel, sus ojos perforando en los míos―. Confío en ti.
No. Puse mis manos entre nosotros, no empujándolo lejos, pero no
dejándolo acercarse más. Sus palabras ardiendo en mi corazón. Él confiaba en
mí, un vampiro, un monstruo. Tal vez esa era la cosa más preciosa que pudo
ofrecer, y algo que nunca me merecería.
Él esperó. Sus latidos pulsando contra mis dedos, rápidos. Ansiosos. Sentí
la monótona vibración todo el camino hasta el silencioso lugar en mi propio
pecho. El corazón de Zeke, en la palma de mi mano. Se lo estaba ofreciendo a
un monstruo que podría muy fácilmente destrozarlo, ambas, literal y
figurativamente. Debería hacerlo. Debería destrozarlo figurativamente ahora,
así no habría ninguna oportunidad de que rasgara literalmente el corazón de su
pecho en el futuro.
Pero el pensamiento me hacía enfermar. No quería herirlo. Y esta cosa que
compartíamos, este sentimiento que se arremolinaba dentro en cualquier
momento que estuviera cerca de mí, pertenecía a mi otra mitad. La parte que
aún era humana, por pequeña que fuera, la que luchaba con el demonio y el
Hambre cada segundo de cada día. Ese lado quería esto, necesitaba esto. Zeke
era una brillante luz que cortaba a través de la maldad y la oscuridad y la
lujuria de sangre, directo hacia esa pequeña parte que luchaba por seguir viva. 184
Había estado aferrándome a su memoria, a esa pequeña pisca de esperanza,
incluso desde que dejé Edén, y no pude dejarla ir. Solo rezaba para no
arrastrarlo a la oscuridad conmigo.
―Tú no sientes lo mismo, ¿no es así?
Zeke retrocedió, la calidez dejando mis manos, su latido de corazón
desvaneciéndose de debajo de mis dedos. Me sentí vacía sin él, hueca. Su voz y
su expresión eran llanas cuando miró lejos.
―Perdón. No debería haber esperado… te dejaré solo, ahora.
―¡No! Quiero decir… ―Tomé su brazo antes de que se pudiera ir, y su
mirada se alzó hacia la mía, desolada y con el corazón roto. Hablé rápidamente
para tranquilizarlo―. No es eso. Zeke, yo… ―Me hundí contra la barandilla,
después finalmente lo dejé salir―. También quiero esto ―susurré―. Solo que
no puedo confiar en mí misma.
Él parpadeó, y sus ojos eran gentiles otra vez, esperanzados, cuando se
deslizó más cerca.
―No me mataste esa vez en la torre de Jackal. Pudiste haberlo hecho.
Básicamente te di la oportunidad, y no lo hiciste.
―No sabes cuán cerca estuve ―respondí. Su expresión no cambió.
―Sigo aquí.
―He asesinado gente.
―¿Piensas que mis manos están limpias?
―Zeke. ―Le di una mirada desesperada, necesitando que entendiera―.
Siempre seré un riesgo para las personas alrededor. No lo digo por decir. No
pasa un día que no piense en morderte. Sí, intento controlarme, pero eso no
significa que siempre lo logro. Y la última cosa que quiero… ―Titubeé, no
queriendo decirle, pero tenía qué―. La última cosa que quiero es salir de un
frenesí de sangre y descubrir que he matado a alguien. Alguien a quien
conozca. Como Caleb. O Teresa. O tú.
―Allie. ―Los ojos de Zeke eran intensos ahora; podía ver mi reflejo en
esos brillantes orbes azules cuando tomó mi mano―. Te he observado. Desde el
momento en que nos conocimos, al día en que descubrí qué eras realmente,
hasta ahora. Siempre has sida la misma fuerte, terca chica quien se niega a
rendirse ante nada. Te he visto luchar tan duro para no lastimar a la gente, para
mantener tu distancia para así no ser un peligro para nadie. ―Cerró sus ojos
brevemente―. Y estoy avergonzado de haber pensado lo peor de ti cuando
apareciste con Jackal esa noche, pero ahora sé mejor. No has cambiado. Sigues
siendo hermosa y peligrosa e increíble, y seguiré diciéndotelo por el todo
tiempo que se necesite para que lo creas. Pero justo ahora, todo lo que quiero es
besarte, excepto que estoy aterrado de que si lo intento podrías lanzarme por 185
este balcón.
Mi risa tenía un pequeño sollozo en ella. Recuerdo que la primera vez que
Zeke trató de besarme, terminó sobre su espalda en la tierra, con mi katana
apuntando a su corazón.
―Esto no va a funcionar ―lo previne, encontrando su mirada―. ¿Un
vampiro y un humano? Esto es una locura, Zeke.
Él me dio esa sonrisa desgarradora.
―Bien, como dijiste antes. Tal vez ambos estamos un poco… mmm.
No pudo seguir, porque me había separado de la barandilla, envuelto mis
brazos alrededor de su cuello y lo besé.
Sus brazos se deslizaron alrededor de mi cintura, manteniéndome
apretada, presionándome contra su cuerpo. Sus labios se movieron con los
míos, suaves y cálidos y justo como lo recordaba. Sentí el Hambre levantarse,
siempre ahí, pero la aplasté. Podía hacer esto. Podía ser un vampiro y aun así
estar con Zeke. Él tenía la voluntad de intentarlo, de ofrecer su corazón a un
demonio, y yo no traicionaría esa confianza. Sin importar lo que tomara o cuán
fuerte tuviera que luchar, no me convertiría en un monstruo.
El viento se levantó, azotando nuestro cabello y ropas, cuando Zeke se
separó para mirarme. Remolinos de nieve giraban alrededor de nosotros,
adhiriéndose a mi fría piel, derritiéndose sobre la de Zeke. Parpadeé haca él,
encontrándome con esos intensos ojos de zafiro, ladeando mi cabeza.
―¿Qué? ―pregunté, un débil murmullo entre nosotros, llevado lejos por
el viento. Zeke sonrió.
―Tú ―replicó igual de suavemente, y me sostuvo más apretadamente―.
Nunca pensé que en verdad estaría aquí así. Contigo. De todo el mundo, de
todos los lugares en los que podríamos terminar, llegamos aquí al mismo
tiempo y corrimos hacia el otro. Como si así debiera de ser.
―¿Así debiera de ser? ―No pude menos que mofarme, aunque me mofé
muy suavemente―. Una coincidencia extremadamente afortunada sería más
exacto. No creo en el destino.
―Yo tampoco lo hago. ―Alisó un mechón de cabello de mi rostro―. Pero
alguien estaba escuchando, pienso. Alguien quería que nos encontráramos el
uno al otro. ¿De qué otra manera lo explicarías?
―Estaba bajo la impresión de que Dios odiaba a los vampiros ―dije,
manteniendo mi voz ligera y mis manos trabadas alrededor de la parte baja de
su espalda―. Engendros malvados sin alma del diablo, ¿correcto?
―No eres malvada ―dijo Zeke con absoluta convicción―. Pude haber
creído eso una vez, pero no ahora. ―Sus manos enmarcaron mis mejillas, 186
acariciando mi piel―. Nadie que luche tan fuerte por hacer lo correcto es
malvado.
Inesperadamente, esa simple, sincera declaración fue suficiente para
descomponerme. Mi garganta se cerró, y mis ojos picaron con lágrimas
calientes. Bajé mi cabeza, no queriendo que él me viera llorar, que le diera
repugnancia por los rojos rastros que manaban bajando por mis mejillas. Zeke
acunó mi barbilla e inclinó mi cara gentilmente hacia arriba. Me resistí por un
momento, después lo miré desafiantemente, sintiendo el sangriento rastro
desde mis ojos, esperando a que retrocediera. Pero él sonrió y tocó mi cara
ligeramente, enjuagando una lágrima.
―Ambos ojos abiertos ―susurró, y bajó sus labios hacia los míos.
Hice un diminuto sonido en la parte de atrás de mi garganta y me relajé
contra él, apretando la parte de atrás de su camisa. No podía pensar. Apenas
podía moverme. Solo me colgué a él, tambaleándome con una tormenta de
emoción que me zarandeaba desde el interior, haciéndome querer esconderme
y abrazarlo, todo al mismo tiempo. No sabía cómo funcionaría esto, si podría
funcionar. Solo estaba consiente de una cosa: no podía perderlo. Zeke había
visto al monstruo en su peor momento y seguía aquí. Se atrevió a acercarse al
demonio, sabiendo que seguía Hambriento de él, anhelando su sangre y su
vida, y no estaba asustado. Por el resto de mi existencia, si vivía para ver el fin
de este mundo, nunca habría otro como Ezekiel Crosse. Nunca habría otra alma
tan brillante como la suya. Y eso me aterrorizaba y me hacía salvajemente ―y
tal vez egoístamente― determinada a mantenerlo. Zeke era mío ahora. Por
siempre.
Un golpe vino de la puerta del frente. Nos separamos, Zeke me dejó ir
renuentemente, su cálida mano persistiendo sobre mi piel. Mis sentidos
zumbaron, el Hambre y la pasión eran como dos huracanes gemelos, peleando
el uno contra el otro, pero caminé calmadamente de regreso al cuarto con Zeke
siguiéndome detrás y abrí la puerta.
―Buenos días, rayo de sol. ―Jackal arrastró las palabras. Sus ojos dorados
se asomaron detrás de mi hombro hacia Zeke, y una ceja se arqueó
sardónicamente―. ¿Estoy interrumpiendo algo?
―Siempre ―murmuré, observándolo sonreír―. ¿Qué es lo que quieres,
Jackal?
―Salazar nos ha llamado ―dijo el otro vampiro con una simulada
grandeza―. Está esperándonos abajo en el ala del hospital con Kanin. Parece
que hemos desgastado nuestra bienvenida.
Descendimos juntos por el elevador, yo en el centro, Jackal y Zeke
flanqueándome a ambos lados. No había ningún vampiro de Élite para
escoltarnos esta vez; no había incluso ningún guardia humano en las puertas o 187
en los pasillos. Vi la vampiro femenina con la que Jackal había estado hablando
la noche anterior, y ella le dio una sensual sonrisa cuando pasamos, sus ojos
brillando. Jackal le hizo un guiño mientras le dábamos la vuelta a la esquina.
En la caja crujiente de metal, Zeke se mantuvo cerca de mí mientras Jackal
se recostó contra la pared, viéndose aburrido. Yo seguía apretando los dientes
cada vez que el elevador se sacudía o temblaba, y tal vez Zeke se dio cuenta de
mi incomodidad, pues a la mitad del camino, sus dedos tomaran los míos. Mi
cuerpo se relajó, solo ligeramente, y yo apreté su mano. Pensé que escuché a
Jackal bufar, pero no lo miré.
Zeke. Me seguía acostumbrando a esta nueva y loca idea: un humano y un
vampiro. Tal vez estaba siendo ingenua. Tal vez estaba siendo deliberadamente
ciega. Más probablemente estaba siendo increíblemente estúpida y arriesgando
su vida. ¿Qué diría Kanin si ―cuando― lo descubriera? ¿Me regañaría?
¿Sacudiría su cabeza y me daría esa familiar mirada de exasperación? O estaría
enojado, disgustado, porque estaba ignorando una de sus más básicas reglas: no
apegarse a los seres humanos.
El elevador se sacudió, más violentamente esta vez, y dio un oxidado
chillido que hizo que mi piel se erizara. Cerré mis ojos, sujetando la mano de
Zeke en un agarre mortal, antes de que me diera cuenta que debía estar
lastimándolo. Culpablemente, traté de soltarlo, pero él solo entrelazó nuestros
dedos y apretó su agarre.
¿Sabes qué? Que se joda, me dije a mí misma. Ya no soy la protegida de Kanin.
He estado valiéndome por mí misma por un largo tiempo. Soy la que viajó por la mitad
del país para encontrarlo. Él no puede decir nada sobre lo que hago con mi vida o con
quién decido pasarla.
La campana del elevador sonó, y Zeke soltó mi mano cuando las puertas
se abrieron. Salazar y varios Élites nos esperaban al final del pasillo, sus fríos
rostros no dejaban salir nada.
―Está despierto ―me informó el príncipe cuando caminamos a través del
cuarto de humanos gimiendo y retorciéndose, manteniéndose muy atrás del
muro de camas.
Vi los ojos de Zeke permaneciendo en los “pacientes” humanos, vi sus
manos apretarse mientras se daba cuenta de lo que en verdad estaba pasando,
pero no dijo nada. Jackal, dándoles a los humanos una mirada superficial, solo
arrugó su nariz.
―Te está esperando ―terminó Salazar cuando llegamos a una habitación
muy parecida a la de la última noche, la que mantenía al vampiro moribundo
pudriéndose. Excepto que esta estaba custodiada por un par de vampiros de la
Élite armados. El príncipe continuó―: Irás a Kanin y le informarás de lo que
necesita ser hecho. Más tarde, dejarás mi torre, y no regresarás a menos que
hayas encontrado a Sarren o una cura para esta locura. ¿Está claro? 188

Asentí, mirando hacia la puerta cerrada, sintiendo la inequívoca presencia


de mi sire del otro lado. Ahora que estaba a momentos de verlo, estaba
nerviosa. Tanto había pasado. ¿Qué me diría? ¿Qué le diría? Ninguno de los
dos era el mismo de antes.
―Tú ve ―me dijo Jackal, dando un gesto desdeñoso con la mano―. No
tengo ardientes deseos de ver al viejo bastardo aún. De cualquier manera, estoy
seguro de que él estará mucho más inclinado a hablar contigo.
Le di una aguda mirada.
―Para alguien que ha venido todo el camino para encontrar a Kanin, estás
ciertamente manteniendo tu distancia. ―Fruncí el ceño―. No parecía
importarte él la pasada noche, tampoco. Es casi como si lo estuvieras evitando.
―¿Qué puedo decir? ―Jackal se recostó contra la pared―. No soy el hijo
favorito.
―¿Qué infiernos se supone que significa eso?
―Ve ―dijo el príncipe otra vez―. No me interesa quién recupera a Kanin
y lo saca de esta torre, solo quiero que se vaya. Quiero que todos ustedes se
vayan.
―Príncipe Salazar ―habló Zeke suavemente, alarmándonos a todos.
Parpadeé y miré a Zeke mientras el vampiro se volteaba hacia el humano, una
perpleja mirada cruzando su cara, sin duda preguntándose por qué el humilde
mortal se atrevía a hablarle―. Señor ―prosiguió Zeke, su voz calmadamente
educada―. Antes de que nos marchemos, tengo que informarle que aún
quedan personas no infectadas afuera en el Fringe. Si… ―Se detuvo, tomando
aliento, como si lo que estuviera a punto de decir fuera difícil de sacar―. Si
usted está preocupado acerca de sus suministros de sangre, tal vez debería
considerar el traerlos a Ciudad Interior. O al menos enviarles comida y
suministros. Sé en dónde están, y me parece que necesita a todos los humanos
sanos que pueda encontrar. ¿Considerará dejarlos entrar a la ciudad? Necesitan
salir del Fringe tan rápido como puedan.
El príncipe alzó una ceja.
―No soy irrazonable ―declaró, sonando sospechosamente divertido con
este mortal que no tenía miedo de hablarle a un príncipe―. Si hay humanos no
infectados allí afuera, en verdad preferiría tenerlos detrás del Muro Interior. De
cualquier manera, no arriesgaré la seguridad de mi gente enviándolos al Fringe.
Así que me temo que no hay nada que esté dispuesto a hacer por ellos. Prefiero
que mueran unos pocos más humanos a traer esa enfermedad a mi ciudad.
―Zeke apretó los puños, y el príncipe entrecerró los ojos, sin perderse su
furia―. Encuentren a Sarren y la cura ―le dijo a Zeke―. Así es como pueden
ayudar al resto de la población. No puedo ofrecer más que eso, humano. 189
»Ahora ―continuó, dejando de prestar atención a Zeke, descartándolo
fácilmente. Le di una mirada de disculpa, y él cruzó sus brazos, mirándose
sombrío―. Hija de Kanin ―dijo Salazar, atrayendo mi atención―. Estamos
gastando tiempo. ¿Vas a hablar con tu sire, o debería enviar a alguien ahí para
sacarlo?
Mordiendo mi labio, caminé hacia adelante, entre los guardias, y puse una
mano sobre el frío metal de la perilla. Una pausa, y después rápidamente giré la
manilla y caminé a través, cerrando la puerta detrás de mí.
El pequeño cuarto estaba oscuro, la única luz viniendo de la franja que se
filtraba debajo de la puerta y de la pequeña ventana en el centro. Todo lo demás
era una sombra de gris en mi visión vampírica, líneas sin color. Por un segundo,
me pregunté si tal vez debería encender el interruptor a un lado del marco de la
puerta. Sabía que el cuarto tenía electricidad, al igual que el resto del piso. Pero
parecía grosero e intrusivo e incluso cruel, el forzar a mi sire a enfrentar la luz.
Por tanto como lo había conocido, Kanin siempre había preferido la oscuridad.
Ahora lo podía ver, sentado en una silla en la esquina más lejana, sus
manos unidas bajo la barbilla. Ya se veía mejor. Su piel seguía pálida, pero no la
desgastada carne como la tiza de la noche previa. Estaba vestido de negro, su
color usual, y, excepto por su rostro y poderosos brazos, era una sombra sin
rasgos sentada contra la pared. Al principio no me miró, manteniendo su
atención intensamente en el piso, en sus profundos pensamientos. Pero cuando
la puerta hizo clic al cerrarse, sumiendo el cuarto en la oscuridad, elevó sus
penetrantes ojos negros y se encontró con mi mirada a través de cuarto.
―Allison.
La voz suave y profunda envió un escalofrío a mi interior. Su tono no era
de bienvenida o ira o alivio o nada. Era solo mi nombre, sin llevar nada, sin una
huella de sus pensamientos o sentimientos. Y, de repente, no sabía qué decir. En
realidad no había imaginado llegar tan lejos, a este punto donde finalmente
estaba delante de mi sire, cara a cara, y yo era completamente diferente a la
persona que él había visto por última vez.
Opté por lo seguro, una respuesta sin compromiso.
―Hola.
Nada. Sus ojos no parpadearon, no se movió, nada para mostrar que me
había escuchado. Tragué y me quedé donde estaba.
―Estoy… uh… feliz de que estés bien.
Kanin inclinó su cabeza.
―Sí ―murmuró, y ahora su voz sonó débilmente incómoda―. Aunque…
Bajó sus manos y se levantó, sorprendiéndome con el repentino y suave
movimiento. No me moví mientras cruzó la habitación, llegando a pararse 190
frente a mí. Aún era inmensamente poderoso, su presencia abrumadora. Tuve
que inclinar mi cabeza hacia arriba para encontrarme con su mirada, la cual era
oscura y buscando, destellos de dolor mostrándose a través de la máscara de
calma mientras me miraba fijamente.
Lentamente, levantó su mano, quitando el cabello de mi hombro, sus
movimientos deliberadamente gentiles. Me estremecí cuando sus dedos tocaron
mi camisa y la movieron a un lado, lejos de mi cuello, revelando la cicatriz que
él había dejado atrás.
Sus ojos se cerraron, y ahora el dolor y la pena en su rostro era inequívoco.
―No fuiste tú ―le dije suavemente, mi voz casi se perdió entre
nosotros―. No te culpo, Kanin. No eras tú mismo.
―No ―estuvo de acuerdo, su voz ahogada―. Pero eso no excusa lo que
hice. No has sido un vampiro lo suficiente para entender. Pensar que yo… ―Me
soltó y se volteó, alejándose, encorvando sus anchos hombros.
Otra vez recordé sus palabras en el hospital, explicando la historia y las
costumbres de los vampiros. Los vampiros no se alimentan el uno del otro. Es uno de
los actos más violentos e intrusivos que podemos cometer hacia otro semejante, y es visto
como bárbaro y una crueldad sin necesidad por la mayoría.
―Y aun así, sigues aquí. ―Su voz era un poco más fuerte ahora, y se
enderezó, aunque seguía sin mirarme―. Encontraste tu camino. Difícilmente
me atreví a tener esperanza.
―Por supuesto que lo hice. ―Le fruncí el ceño, molesta―. Kanin, no
tejaría así. No con el Vampiro Psicótico. No después de lo que hiciste por mí.
¿Qué, pensaste que podía solo ignorar los sueños, sabiendo lo que Sarren estaba
haciendo? ¿Piensas que sólo te abandonaría?
―No habrías sido la primera ―dijo Kanin, y finalmente se volteó. Sus
ojos, tan oscuros, encubiertos y llenos de sombras, se encontraron con los míos
y no me rehuyeron―. No me encuentro en esta posición muy seguido
―admitió con una insinuación de su vieja confianza―. Pero… gracias. De todos
mis descendientes, eres la única de la que no tengo ningún arrepentimiento.
No pude manejar su penetrante mirada, la forma en que me estaba
mirando. Avergonzada, necesitando romper la tensión, medio sonreí.
―No te ablandes conmigo ―le dije, y las cejas de Kanin se levantaron,
haciéndome sonreír más ampliamente―. Aún no hemos salido de aquí ―dije,
observando su rostro―. Aún necesitamos tu ayuda para encontrar a Sarren.
―Sarren. ―Estrechó sus ojos, probablemente recordando esas largas y
horribles noches donde Sarren lo había torturado despiadadamente. Su voz 191
estaba peligrosamente calmada cuando ordenó―: Cuéntame todo lo que ha
pasado.
Así que, lo hice, empezando con esos primeros sueños, siguiendo su pista
a Viejo D.C., encontrando a Jackal en su lugar, descubriendo el otro laboratorio
y finalmente rastreándolo hasta Nueva Covington, donde Sarren había revelado
su traición en un espectacular baño de sangre y huido.
―Ni siquiera sabemos si sigue en la ciudad ―terminé, haciendo un gesto
impotente―. Pero se supone que debemos encontrarlo y conseguir una cura de
él o traerlo de vuelta para que el príncipe se encargue de él.
―No se ha ido aún ―dijo Kanin. Parpadeé, y el vampiro negó con la
cabeza, frunciendo el ceño―. Lo que sea que esté planeando, querrá estar aquí
para ver cómo termina. Así es como su mente funciona. No se marchará sin
conocer el resultado final, no cuando ha ido a través de tantos problemas para
poner esto en marcha. ―Kanin miró hacia la puerta―. Está en la ciudad, en
alguna parte.
―Excelente ―dijo una nueva voz mientras la puerta crujía y el príncipe
Salazar entraba al cuarto―. Eso lo hará más fácil para ustedes, ¿no es así? Como
sea, no tienen un montón de tiempo.
Me giré, poniéndome entre Kanin y el príncipe, y muy deliberadamente
del lado del cuarto de Kanin. Imaginé que la temperatura había bajado varios
grados cuando los dos vampiros Maestros se veían el uno al otro, la furia y el
odio suavemente escondidos bajo sus heladas fachadas.
―Deberías estar muy orgulloso de tu protegida, Kanin. ―La voz de
Salazar tenía una delgada capa de calma sobre su absoluta repugnancia―.
Nadie más habría hecho lo que ella hizo, el esfuerzo que ella hizo para salvarte,
cuando todos los demás te habrían dejado pudrirte ahí abajo. Yo te habría
dejado pudrirte ahí abajo. ―Su labio se crispó, sus ojos fríos y crueles―. Por
supuesto, esa podría seguir siendo una opción.
―¿Qué me has hecho? ―La voz de Kanin era calmada, pero algo en la
mirada triunfante de Salazar hizo que mi estómago se revolviera por el
miedo―. Tú no me dejarías irme así simplemente, no sin una garantía. ¿Qué es
lo que me detiene de dejar Nueva Covington y nunca regresar?
Él no lo haría, y yo sabía que él no lo haría. Kanin no sería así. La pregunta
correspondía a la forma de pensar de Salazar, y por la lenta y malvada sonrisa
propagándose por la cara del príncipe, de repente lo supe, y mi sangre se
convirtió en hielo. Kanin se había sentido enfermo cuando se despertó esta
tarde. Debería haber sabido que no debía confiar en el príncipe, quien odiaba a
Kanin y quería verlo sufrir, incluso si era libre.
Una oscura cosa enroscándose dentro de mí, difundiéndose por mis venas.
192
―Tú, bastardo ―susurré, mirando a Salazar, y el príncipe arqueó una
ceja hacia mí―. ¡Anoche le diste sangre infectada!
Salazar me consideró sin remordimientos.
―¿Estás sorprendida, hija de Kanin? ―preguntó levemente―. Prometí
que lo liberaría, pero necesitaba algo para estar seguro que irías tras de Sarren y
no te desvanecerías en la noche. ―Sonrió otra vez, enseñando los colmillos―.
Esto te dará esa motivación.
Pensé sobre el vampiro muriendo, la carne pudriéndose en sus huesos,
volviéndose negra y rancia mientras me imploraba que terminara con su vida.
Furiosa y repentinamente aterrorizada, desnudé mis colmillos ante el príncipe
de la ciudad y gruñí.
―¡Maldito seas, Salazar! ¡No había necesidad! ¡Sabías que iríamos tras
Sarren, pasara lo que pasara!
―Allison. ―La fría voz de Kanin me detuvo de hacer algo
monumentalmente estúpido, algo que probablemente habría hecho que mi
cabeza fuera arrancada.
Casi no me importaba. Salazar sabía que Kanin no intentaría dejar la
ciudad. Sabía que estábamos decididos a detener a Sarren y encontrar una cura.
Infiernos, ¿cómo podríamos no estarlo, con la plaga que amenazaba a ambas
especies? Esto era solo una cruel y malvada venganza. Había llegado muy lejos
para rescatarlo; había visto a Kanin arrastrarse a sí mismo a la locura, soportado
los horribles sueños y visiones de su tortura, y ahora… él probablemente…
―¿Cuánto tiempo tengo? ―preguntó Kanin, su voz seguía
antinaturalmente calmada. El príncipe, observándome con ojos fríos y
peligrosos, volvió su atención de regreso al otro vampiro.
―Cerca de setenta y dos horas ―contestó casualmente―, desde el
momento en que los primeros síntomas aparezcan. Pon o quita unas pocas.
Después de eso, el virus se introducirá al cerebro y empezará a apagarlo. Por
supuesto, para ese momento, tu cuerpo estará demasiado dañado para
continuar sustentándose a sí mismo.
Tres días. Tres días para encontrar a Sarren, encontrar la cura ―eso si
existía una― y llevársela al príncipe, antes que el virus hiciera estragos en el
cuerpo de Kanin y lo destruyera.
―¡Ese no es suficiente tiempo! ―protesté, y el príncipe volvió esa mirada
despiadada hacia mí.
―Tendrá que ser suficiente tiempo. No tienes otra opción.
No, no la teníamos. Aturdida, escuché mientras Kanin y Salazar discutían
la situación en el Fringe, lo que podríamos esperar cuando dejáramos la torre, y
nuestros planes de ir a través de Ciudad Interior. Como si fuera una 193
conversación perfectamente normal. Como si uno de ellos no estuviera
muriendo por la traición y el engaño del otro.
―¿Dónde planean buscar primero? ―preguntó Salazar.
―En el Fringe ―contestó Kanin inmediatamente. El príncipe vampiro
alzó una ceja.
―¿No crees que Sarren siga en Ciudad Interior? ¿Crees que se está
escondiendo entre los infectados, incapaz de alimentarse a sí mismo?
Kanin sonrió fríamente.
―No importa en dónde está ahora. Vendrá a nosotros. Porque sé dónde
está toda su investigación. Sé a dónde fue a liberar esta locura.
―¿Lo haces? ―dijo Salazar levemente mientras yo veía fijamente a Kanin,
frunciendo el ceño. ¿Lo hacía? De seguro yo no, y había seguido a Sarren todo
el camino desde el Viejo D.C., por la ciudad en ruinas y los túneles y el
laboratorio oculto…
Oh. Oh, por supuesto. Kanin sabía dónde Sarren había creado el virus. Yo
también lo hacía. Era tan obvio, ¿por qué no había pensado en eso antes? Había
estado allí. Pasé mis primeras semanas como un vampiro allí.
El laboratorio bajo el viejo hospital, donde Kanin me había enseñado cómo
ser un inmortal.
―Muy bien. Entonces parten esta noche. ―Salazar me dio una breve
mirada mientras abría la puerta―. Cuando estés preparado, haré que mis
guardias los escolten a las puertas. ―Una tenue sonrisa cruzó su rostro
mientras la puerta empezaba a cerrarse―. En verdad deseo verlos otra vez.
Y estuvimos solos.
Miré hacia la puerta cerrada por un momento, después me volteé hacia el
vampiro detrás de mí.
―Kanin, no tenía idea. No pensé que Salazar podría…
Me cortó con un gesto.
―Está bien, Allison. Est{ hecho. ―Solo por un momento, su rostro se
volvió sombrío, y vi el arrepentimiento pasar a través de sus ojos antes de que
se lo sacudiera―. Tenemos trabajo que hacer. Vamos a encontrar a Sarren y
tratar de detener esta locura en el tiempo que me queda.
Salazar no estaba en el vestíbulo cuando salimos, lo cual era una buena
cosa, porque seguía ardiendo en furia hacia el príncipe vampiro y podría haber
dicho o hecho algo que me metería en problemas si él estuviera ahí. De
cualquier manera, Zeke y Jackal sí lo estaban, uno recostado casualmente contra
la pared, el otro quedándose a más o menos un metro con sus brazos cruzados,
cautelosos ojos azules abarcándolo todo. Ambos se enderezaron cuando la 194
puerta se abrió y me adentré en la sala, seguida de Kanin.
―Estoy segura que ustedes dos se conocen el uno al otro ―dije,
haciéndome a un lado para observar a Jackal y a Kanin, preguntándome si vería
una huella de su pasado, una pista de los que había sucedido entre ellos.
―Sí ―dijo Kanin en una voz desapasionada, viendo a Jackal, su rostro
ilegible―. Lo hacemos. ―Jackal lo miró de regreso, una peligrosa sonrisa en su
cara, y Kanin sonrió débilmente―. Hola, James.
Los ojos de Jackal se cerraron, y los míos casi se salen de sus órbitas.
―¿James? ―dije con incredulidad, una malvada mueca extendiéndose
sobre mi rostro cuando lo encaré―. ¿Tu verdadero nombre es James?
Jackal suspiró, dándole a Kanin una mirada de disgusto.
―Buena esa, viejo. Bien jugado. Tenías que sacar eso a relucir, ¿no es así?
―Creo que también dije que te mataría si volvía a verte otra vez.
―Sí, bueno… ―Jackal se encogió de hombros y asintió hacia Zeke―.
Únete a la fila detrás del pequeño saco de sangre aquí. Sin embargo, de verdad,
deberías ser el que estuviera al principio de la lista. Es un poco divertido, en
realidad. Que él no tenga idea de quién eres, de lo que has hecho.
Los ojos de Kanin se posaron en el humano, observando silenciosamente
este intercambio desde un metro más allá.
―Kanin ―dije, metiéndome antes de que Jackal pudiera hacer más
daño―, este es Zeke. Vino a ayudarnos a encontrarte. Va a venir con nosotros a
buscar a Sarren también.
Pensé que haría alguna pregunta, pero Kanin solo asintió en aceptación.
Estaba aliviada, pero parecía que Jackal no había terminado aún.
―Oh, y aquí hay una pequeña golosina para ti, Kanin ―añadió el rey
Raider, su voz baja y sus ojos brillando peligrosamente―. ¿Recuerdas a esos
científicos, los que estaban trabajando en una cura hace sesenta años? ¿Por los
que cazaste y a los que entregaste a los de tu propia especie? Otra vez, ¿cuál era
el nombre del que estaba a cargo? Oh, sí, Malachi. Malachi Crosse.
Zeke se sobresaltó, y Kanin se tensó ante el nombre. Me giré hacia Jackal,
colmillos desnudos, lista para decirle que se callara, pero era demasiado tarde.
―Di hola ―continuó el vampiro, sacudiendo su cabeza hacia Zeke―, a su
bisnieto. Ezekiel Crosse.
Kanin se tensó. Lentamente, se giró, mirando fijamente a Zeke como si lo
viera por primera vez, después caminó hacia él. Zeke se puso rígido pero se
mantuvo en su lugar cuando el vampiro se aproximó, los oscuros ojos
aterradoramente intensos.
―Kanin ―empecé, adelantándome. 195
Mi sire, me ignoró, toda su concentración en el humano frente a él.
―Tu padre ―dijo con una áspera, ronca y baja voz―, ¿es Jebbadiah
Crosse?
―Lo era ―contestó Zeke calmadamente. Brevemente, su mirada se enfocó
en Jackal, quien estaba mirando esta escena con una sonrisa en su rostro. Ira
onduló sobre los rasgos de Zeke, haciendo que sus ojos chispearan, antes de que
se serenaran una vez más―. Murió. Hace unos pocos meses.
―Lo lamento ―dijo Kanin, y por su tono, no se había perdido esa breve
mirada entre Jackal y Zeke, y pudo adivinar lo que sucedió―. Pero, la
investigación ―continuó, casi desesperadamente haciéndome parpadear.
Nunca lo había visto tan ansioso antes―. Los experimentos con vampiros.
¿Sabes sobre ellos? ¿Tienes los datos?
Zeke sacudió su cabeza.
―Ya no ―contestó, y los hombros de Kanin cayeron. En ese momento, se
veía como si hubiera perdido todo, como si el terrible peso que cargaba
finalmente lo hubiera roto, y no tuviera la fuerza o la voluntad para pelear más.
Zeke me envió una mirada interrogativa y asentí, diciéndole que continuara―.
No la tengo ―continuó Zeke suavemente―. Pero, está a salvo. Ahora está en
Edén.
―Edén. ―La voz de Kanin era un susurro, y elevó su cabeza―. Entonces
es real. Existe.
―No me pida que te diga en dónde está ―dijo Zeke firmemente―. No lo
haré.
―No te lo pediría. ―Kanin retrocedió, casi en confusión―. No tienes
ninguna razón para confiar en mí ―continuó, hablándole a Zeke aunque sus
ojos eran distantes ahora, muy lejanos―. Pero, saber que está a salvo. Que aún
hay esperanza…
Su voz se desvaneció, pero la mirada en su rostro hizo que mi estómago se
apretara en simpatía. Iba a decir algo, pero los pasos en el pasillo anunciaron la
aproximación del Dr. Emerson y un equipo de cuatro vampiros de Élite. El
doctor se veía aburrido cuando llegó, una mochila en una mano, una pequeña
nevera en la otra.
―El príncipe ha decretado que ustedes sean suministrados antes de que
salgan hacia el Fringe ―dijo categóricamente, como si este fuera un detalle
innecesario del que tuviera que hacerse cargo antes de regresar al trabajo―.
Aquí. Suministros para mascotas… ―Le arrojó la mochila a Zeke, quien la
atrapó con un ceño, y sostuvo la nevera―. Suministros para vampiros. Aunque
les sugiero que usen estos pronto. No durarán mucho.
196
―Olvídalo ―gruñí, mirando la nevera con suspicacia. Recordé la bolsa de
sangre que me había tomado la noche anterior, y mi estómago se revolvió.
¿También había estado envenenada? ¿Me sentiría enferma justo ahora si lo
estuvo? Kanin había sabido que algo estaba mal, pero Kanin era un Maestro y
había sido un vampiro por mucho más tiempo. ¿Empezaría mi cuerpo a
descomponerse en unas pocas horas, el virus consumiéndolo desde el interior?
Desnudé mis colmillos ante el pensamiento―. No vamos a tocar ninguna
sangre que nos ofrezca, nunca. Especialmente después…
Me detuve cuando Kanin me dio una mirada afilada, advirtiéndome que
no dijera nada. La mirada era obvia: no quería que nadie supiera que estaba
enfermo. Frustrada, caí en el silencio, pero ninguno estuvo en desacuerdo
conmigo, aunque Jackal me dio una mirada perpleja, como si pensara que
estaba siendo irracional.
El doctor se encogió de hombros.
―Como quieras. En este momento ya deberían saber que no deben
alimentarse de ningún humano allá afuera en el Fringe. Si su sangre está
infectada, el virus que portan los destruirá.
―Sabemos eso ―dije fríamente―. Tu príncipe lo dejó muy claro.
―Bien. Entonces los guardias los escoltarán afuera.
Y ellos lo hicieron, conduciendo el elevador hasta el primer piso con
nosotros, siete vampiros y un humano comprimidos en una pequeña caja de
metal. Tenía un extraño sentimiento de surrealismo cuando pensé sobre eso, yo,
mi sire, mi hermano de sangre y Zeke. Cuatro diferentes personas quienes, bajo
diferentes circunstancias, nunca estarían juntas. Quienes probablemente serían
enemigas. Pero aquí estábamos.
Había dos vehículos esperando en la calle justo afuera de la torre, cosas
que parecían cajas con grandes llantas y focos en el techo. Un humano
uniformado asintió hacia nosotros cuando nos aproximamos.
―El príncipe ha ordenado que sean llevados las puertas del Sector Dos
―nos dijo, y asintió hacia Kanin y Jackal. Otro soldado, parado junto a los
vehículos encendidos, abrió la puerta trasera mientras el guardia les indicaba
que entraran―. Dos en un auto, si pudieran. La chica y el humano pueden
tomar el segundo.
―¿Por qué no podemos ir todos juntos? ―pregunté.
―Los siento, señora. ―La voz del soldado era educada pero firme―. Pero
debemos escoltarles allí así.
Pude haber argumentado, pero a Kanin y Jackal no parecía importarles,
más allá de Jackal dándole a Kanin una mirada presumida, la cual Kanin 197
ignoró. Adiviné que si el príncipe nos quisiera muertos, ya estaríamos
asesinados.
―Bien ―murmuré, girándome hacia el segundo auto―. Vamos, Zeke.
Una vez dentro, de cualquier forma, me di cuenta por qué habíamos sido
separados. No había sido la orden del príncipe después de todo.
Stick y sus guardaespaldas siempre presentes se sentaban frente a
nosotros, sus ballestas ya cargadas y apuntadas hacia mi corazón. Sentí a Zeke
tensarse, pero las puertas se cerraron tras nosotros, las cerraduras haciendo clic
en su lugar. Stick sonrió, cruzando sus piernas, haciendo un gesto a los asientos
frente a él.
―Siéntate, Allie.
Cautelosamente, nos sentamos. El vehículo retumbó y se empezó a mover.
Las luces de la ciudad emitían sombras en movimiento en la cara de Stick
mientras me observaba, los dedos cruzados bajo su barbilla. Si estaba tratando
de impresionarme o intimidarme, no estaba consiguiéndolo.
―¿Qué es lo que quieres, Stick? ―pregunté antes de que pudiera decir
una palabra. Sus ojos se estrecharon, como si le hubiera robado la primera línea,
como si fuera algún tipo de juego estúpido.
―Mi nombre ―dijo, mirándome penetrantemente―, es Stephen. Sr.
Stephen, primer asistente del mismo príncipe Salazar. Stick era mi indigno
nombre Fringer, el nombre que todos pensaron que merecía. El nombre con el
que Lucas y tú empezaron a llamarme, porque eso era todo lo que era para
ustedes. Algo que podía romperse y desechar fácilmente. ―Su mirada se
deslizó hacia Zeke, quien nos miraba en confusión, y sus ojos brillaron―. Solía
ser su mejor amigo, sabías. ¿Te lo dijo? ¿De cuando ambos éramos ratas
callejeras, viviendo en el Fringe? ¿Ella alguna vez nos mencionó?
―No ―dijo Zeke calmadamente. Se sentó con los brazos cruzados,
considerando a Stick cautelosamente. Tenía que sentir la obvia tensión
alzándose entre nosotros, pero su voz seguía neutral―. Nunca pregunté.
―Tal vez deberías hacerlo algún día ―prosiguió Stick, ignorando mi
gruñido de advertencia―. Tal vez deberías preguntarle a ella sobre Luca y
cómo murió. Nuestro viejo líder en nuestra banda, ya sabes. A ella le importaba
él, también, incluso aunque trató de esconderlo. Pobre Lucas. ―Stick sacudió su
cabeza―. Pensó que la amaba, y fue justo hacia los Rabiosos a causa de ello.
―¡Stick! ―Desnudé mis colmillos, y los guardias junto a él alzaron sus
ballestas, deteniéndome. Herví, furiosa y desesperada por callar a Stick. Mi
demonio, por supuesto, me estaba impulsando a silenciarlo destrozando su
garganta, y nunca había sido tan tentador como lo era en ese momento.
Pero la fría voz calmante de Zeke se abrió paso en la furia, aquietándola
por ahora. 198

―¿Por qué me estás diciendo esto? ―preguntó tranquilamente, y escuché


la desaprobación en su tono―. Pensé que ustedes dos eran amigos.
―Amigos. ―Stick nos dio una amarga sonrisa―. Tal vez una vez. Pensé
que ella era mi amiga. Pero solo lo estaba pretendiendo. Todos ellos lo estaban.
Ella es buena en eso, ya sabes. ―Stick puso una mirada herida sobre mí, un
destello de verdadero dolor cruzando su rostro―. Ella finge que le importas,
finge que te quiere a su alrededor, pero todo es un acto. Nada de lo que te
muestra es real, ¿no es correcto, Allie? ―Él mantuvo mi mirada, y para mi
sorpresa, vi el brillo de lágrimas antes de que parpadeara y desaparecieran, casi
demasiado rápido para verlo―. Quería que confieras en mí, quería mostrarte
que podía ser más, pero nunca me diste la oportunidad. Siempre pensaste que
yo no valía la pena. Bueno, ahora ya no valgo nada, ¿no es así?
―Nunca pensé en ti de esa manera ―susurré a través de mis dientes
apretados―. Y si me cerré, era porque no podía soportar verte morir. No podía
soportar ver a ninguno de ustedes morir.
Stick rió entonces. Fue un feo sonido.
―Por todo el bien que eso hizo. ―Se volteó hacia Zeke otra vez, una
esquina de su boca se curvó y se burló―. Una justa advertencia ―dijo, mirando
contemplativamente al otro humano―. No te acerques demasiado. Ella no
confía en nadie, y nunca te dejará entrar. Además que, cualquiera que se acerca
a ella tiende a desaparecer.
―Gracias por la advertencia ―dijo Zeke. Y, a plena vista de Stick, los
guardias y de todos, muy deliberadamente buscó y tomó mi mano,
entrelazando nuestros dedos―. Pero pienso que estaré bien.
Nunca había visto a Stick lívido antes, pero la mirada que le dio a Zeke
podría haber pelado la pintura de la pared. Odio puro, ira, y… ¿celos?…
oscurecieron la expresión de Stick, pero Zeke le devolvió la mirada, ecuánime,
acariciando mi mano con su pulgar y enviando escalofríos por mi brazo. Me
senté derecha, observando a Stick, viendo su rostro tornarse de un peligroso
rojo, su mandíbula apretándose mientras miraba fijamente hacia el chico
sentado frente a él.
Abruptamente, Stick se dio la vuelta, arrebatando la pistola del cinturón
de su guardia y la elevó, apuntando, hacia Zeke.
―¡No te muevas, Allie! ―gritó Stick mientras me erguía, su mirada
amplia y afiebrada―. Si te mueves, todo lo que tengo que hacer el jalar el
gatillo, y todos sus sesos volarán hacia la ventana trasera. ¡Sigue moviéndote!
―le gritó al soldado en la delantera, quien maldijo y continuó conduciendo―.
¿Lo ves? ―Siguió Stick, jadeando y sonriendo salvajemente―. ¿Ves cómo
escuchan? Todos me escuchan, ¡excepto tú! Pero ahora, me escucharás, porque 199
yo tengo el poder. Puedo matarlo… ―Apuñaló a Zeke con la mirada,
levantando la pistola―. Puedo matarlo ahora, y al príncipe no le importará. No
le importará un humano. Así que empezarás a escucharme ahora, Allie, ¡o juro
que le dispararé!
―¡Muy bien! ―Sostuve una mano, tratando de calmarlo. Zeke estaba
tenso, ambos brazos alzados, su mirada nunca dejando el arma. Yo era rápida,
pero no sabía si podría llegar a Stick antes de que la pistola se disparara. Y con
ese rango tan corto, Zeke definitivamente moriría―. Estoy escuchando, Stick
―le dije―. ¿Qué infiernos es lo que quieres de mí?
Stick sonrió, sus ojos brillando.
―Quiero que le cuentes… ―sacudió el arma hacia Zeke otra vez, quien se
puso rígido―… lo que le pasó a Lucas esa noche. Y a Rat. Sigue, Allie, cuéntale.
Cuéntale lo que les pasó a todos los demás.
―Ellos murieron ―respondí, sin saber realmente a dónde quería llegar.
Todo lo que quería era quitarle esa pistola de las manos, pero la boca del arma
estaba tan cerca de la cara de Zeke que no me iba a arriesgar.
―¿Por qué? ―demandó Stick.
―Fueron asesinados por Rabiosos.
―¿Por qué? ―preguntó Stick otra vez, y yo fruncí el ceño. ¿Qué es lo que
quería que dijera? ¿Qué infiernos estaba tratando de probar?―. ¿Por qué
estábamos ahí en primer lugar? ―preguntó Stick, manteniendo su mirada en
Zeke―. ¿Por qué estábamos fuera del Muro?
De repente supe lo que quería. Mis hombros bajaron, sin querer decirlo,
sin querer recordar esa noche. Pero tenía qué.
―Estábamos fuera del Muro ―contesté con voz inexpresiva―, porque yo
nos llevé ahí.
―¿Y por qué murió Lucas?
Lucas. Miré hacia Stick, y él levantó la pistola una fracción, apuntando
hacia la cara de Zeke. Sus ojos eran duros. Apreté mis puños y murmuré:
―Porque… lo abandoné.
―Para morir ―repitió Stick.
Maldito seas, Stick.
―Sí.
Furia, pesar y culpa quemaron. Traté de no pensar sobre esa noche, de
recordar el horror y terror cuando los Rabiosos me habían rodeado, cuando
tiraron de Rat hacia la hierba alta, cuando arrastraron a Lucas sobre una valla. 200
Pero los recuerdos seguían dolorosamente claros, como si hubiera sucedido
ayer. Recordé la manera en que Lucas me había mirado, sus ojos rogándome
que lo salvara, justo antes de que los Rabiosos lo jalaran hacia la oscuridad.
Stick no necesitaba recordármelo. Ya lo sabía. Era mi culpa que ellos hubieran
muerto, mi culpa que todos murieran.
Sentí a Zeke tratando de atrapar mi mirada, y lo miré rápidamente. Su
rostro estaba sombrío, sus ojos observándome, tratando de decirme algo.
Prepárate, parecían decir. Evité lanzar una mirada rápida a los guardias.
Parecían incómodos, aún manteniendo las ballestas preparadas sobre mí pero
también enviándole a Stick miradas de ira y aversión. Obviamente, el errático
comportamiento de su jefe los inquietaba, también.
Inconsciente de ello, Stick osciló la pistola hacia Zeke, haciéndome
tensarme.
―¿Ves? ―le preguntó al otro chico―. A ella no le importa. Deja a los otros
morir para salvarse a sí misma. ¿No es correcto, Allie? Dile. Dile que no te
importa, que sólo lo estás usando, justo igual que a Lucas.
―Yo… ―Las palabras se atoraron en mi garganta. Tragando, las forcé a
salir, haciéndome a mí misma hablar, a dejar a Stick pensar que estaba jugando
su enfermo pequeño juego―. No me importas, Zeke. Stick está en lo correcto.
Te abandonaría a los Rabiosos si tuviera que hacerlo, igual que a Lucas. ―Mis
ojos se estrecharon―. De hecho, estoy lista para dejarte morir, si solo así puedo
llegar a Stick y arrancar sus brazos de sus cuencas.
Stick se sacudió, su atención volviéndose a mí, y Zeke se movió.
Se agachó a un lado, se abalanzó hacia adelante, y agarró la muñeca del
chico con ambas manos. Stick dejó salir un chillido, peleando con él, la pistola
brilló en un arco mortal entre ellos. Los guardias dieron sus propios gritos,
volviéndose hacia los chicos, y golpeé a uno de ellos fuerte, impactando mi
puño en su nariz, enviando a su cabeza hacia atrás. El segundo estaba del otro
lado de Zeke y Stick, aún aferrándose a la pistola. Se estiró por el arma, pero un
disparo sonó, y el guardia cayó hacia atrás, un lado de su rostro cubierto de
sangre, su ballesta cayendo al suelo.
Todo esto pasó en el espacio de un latido de corazón. Mientras el disparo
resonaba detrás de él, el conductor viró, perdió el control del vehículo y chocó
con otro auto estacionado en la banqueta. El impacto nos envió hacia todos
lados, uno de los cuerpos de un guardia me golpeó mientras chocábamos contra
la pared, su cráneo crujiendo contra el mío. Cuando las sacudidas del auto
llegaron a su fin, empujé el cuerpo hacia fuera para ver a Stick, aturdido y aún
sosteniendo el arma, quitar la llave de la puerta y abrirla para tambalearse en la
calle. Zeke estaba justo detrás de él, sin embargo, empujando lejos el segundo
cuerpo y abalanzándose fuera del auto. 201
Los seguí, subiendo mi mano para buscar mi espada en mi espalda y
extraerla, pero estaba claro que Zeke no necesitaba ninguna ayuda. Mientras
Stick tropezaba alejándose, levantando la pistola, Zeke saltó hacia adelante y
estrelló sus puños contra la mandíbula de Stick. La cabeza de Stick chasqueó a
un lado, su cuerpo sacudiéndose como si una cuerda invisible hubiera sido
cortada, y se quedó tumbado limpiamente sobre el pavimento.
Jadeando, Zeke se inclinó y tomó el arma de los entumecidos dedos de
Stick. Liberando el seguro con una facilidad practicada, lo metió en uno de los
bolsillos de su chaleco, deslizando el dispositivo para obtener la última ronda
de la cámara. Eso también se lo guardó prolijamente antes de que lo tirara a un
lado con una mirada de asco. Cuando me acerqué, sostuvo un brazo hacia mí, y
caminé dentro de él sin vacilar, sintiendo su corazón correr a través de su
chaleco mientras me abrazaba cerca.
―¿Estás bien? ―murmuró cuando nos separamos.
Asentí, después miré hacia abajo al cuerpo inerte de Stick, tirado en el
cemento, la nieve cayendo alrededor de él. La rabia estalló, y tuve que luchar
con la imperiosa necesidad de saltar sobre él, conducir mi puño a través de su
caja torácica y extraer el corazón de su pecho. Tal vez Zeke sabía lo que estaba
pensando, porque su sujeción en mis brazos se apretó.
―Estoy bien, Allie ―susurró―. Terminó.
El primer auto con Kanin y Jackal se había dado la vuelta y ahora venía de
regreso hacia nosotros, los focos cegando a través de la nieve. Alcé un brazo,
protegiendo mi rostro mientras patinaba hasta detenerse y los guardias
saltaron, apuntando pistolas y ballestas en nuestra dirección.
―¿Qué est{ pasando aquí?
Kanin y Jackal también salieron, considerando al cuerpo en la nieve con
miradas de desinteresada curiosidad y diversión. Nadie, me di cuenta, se
adelantó para ver si Stick estaba bien, incluso para ver si seguía con vida.
Cuando el guardia me gritó otra vez, demandando saber lo que había pasado,
Stick gimió y se removió débilmente. Olí la sangre que fluía de su labio cortado,
manchando la nieve, y sentí una vengativa puñalada de placer. Esperaba que
doliera. Esperaba que tuviera una mandíbula magullada por semanas. Él lo
había tenido fácil esta vez.
―Pregúntale a él ―le dije al guardia mientras el cuerpo en la nieve se
esforzaba por levantarse―. Él es el que trató de matarnos.
Todos los ojos fueron hacia Stick, quien se mantuvo en posición vertical y
estuvo ahí jadeando, mirándonos a Zeke y a mí. Su rostro se torció en una
máscara de rabia y odio.
―¡M{talo! ―escupió, apuntando un dedo en la dirección de Zeke. Gruñí y 202
me tensé, desnudando mis colmillos, mientras Zeke ponía una mano como
advertencia sobre mi brazo. Nadie se movió―. ¿Bien? ¿Qué están esperando?
―espetó Stick, mirando hacia el capitán de los guardias―. ¡Disp{rale ahora!
El guardia se movió incómodamente.
―Señor, esa no es realmente una opción.
―¿Qué? ―Stick estrechó sus ojos―. ¿Qué es lo que estás diciendo,
capitán?
―El príncipe nos ordenó escoltarlos a las puertas, señor. ―La voz del
capitán era dura, llana―. Todos ellos. No podemos contradecir sus órdenes,
incluso por usted.
―¡Él es sólo un humano! ―estalló Stick. Sus ojos eran brillantes y
vidriosos, y una vena pulsaba en su sien―. No es un vampiro. Al príncipe no le
importará un humano. ¡Haz lo que digo!
―Pensaría muy cuidadosamente sobre eso ―vino una baja y profunda
voz. La de Kanin, desde el extremo del círculo. Estaba en frente del auto,
mientras Jackal se recargaba casualmente contra el techo, mirándose divertido.
Aunque ambos vampiros estaban inmóviles, miraban hacia los humanos con
una amenaza inequívoca, y los ojos de Jackal brillaban en las sombras―.
Pensaría muy cuidadosamente sobre dónde están, justo ahora ―prosiguió
Kanin―. Solos, lejos de la torre del príncipe, rodeados de tres vampiros. Si la
violencia explota, ¿qué piensan que va a pasar aquí?
Los guardias estaban pálidos ahora, como si apenas se hubieran dado
cuenta de su posición y el peligro en todos lados.
―Señor ―dijo el capitán, volteándose de regreso a Stick, su voz baja y
deliberadamente en calma―. Necesitamos irnos, ahora. Vamos a llevarlo de
regreso a la torre e informar al príncipe de lo que sucedió. ―Hizo una seña
hacia Stick con su pistola, su voz educada pero sin tolerar argumentos―.
Vamos, señor. Ahora.
―¿Y a dónde piensan que van a ir, exactamente? ―canturreó Jackal,
deslizándose fuera del techo del auto. Un filo se había deslizado en su voz, y
sus ojos brillaron―. Corriendo de regreso al príncipe, ¿es así? No lo creo, bolsas
de sangre.
Los ojos de Stick se ampliaron, el miedo finalmente atravesando la locura
mientras se daba cuenta que sus guardias estaban muertos y los que quedaban
podrían no protegerlo. No de los tres vampiros molestos, lejos de la seguridad
de la torre del príncipe.
Miré hacia Kanin, esperando que se metiera, pero no dijo nada, su rostro
inexpresivo mientras estaba ahí, inmóvil. Los guardias alzaron sus armas y se 203
arrastraron precipitadamente lejos, manteniendo a Stick detrás de ellos. Pero
entre yo y los otros dos vampiros, no había ningún lugar para correr.
Los dorados ojos de Jackal se deslizaron hacia los míos, y sonrió, vicioso e
impaciente.
―Entonces vamos, hermana. Hagamos esto, tú y yo. Incluso te dejaré el
pequeño parásito. Puedes extraer su corazón y comértelo en frente de él si
gustas.
Gruñí y me giré hacia los humanos, curvando mi labio hacia atrás. Estaba
tentada. Podría matar a Stick. Justo aquí. Nadie lo extrañaría. Al príncipe no le
importaría, no mientras encontráramos a Sarren y la cura. Stick, pese a todas
sus ilusiones de grandeza, seguía siendo solo un humano en un mundo
dominado por vampiros. Una mascota. Y las mascotas podían ser
reemplazadas.
―¡Allie, no! ―La voz de Stick vino detrás de los guardias―. No lo dejes
hacerme daño ―imploró―. Una vez fuimos amigos. Eso significa algo,
¿correcto? Eres mejor que esto.
Le gruñí, y el demonio rugió con toda su fuerza, liberando toda la furia,
dolor, ira y pesar que había mantenido encerrados por mucho tiempo.
―¡No tienes ningún derecho a sacar eso! ―grité, y él retrocedió,
mirándose como el Stick que había conocido. Tomé un paso adelante,
desnudando mis colmillos, odiándolo ahora―. ¡No te atrevas, no después de lo
que has hecho! Puedo vivir con tu odio, tu furia, tu loca vendetta para probar
que ahora eres mejor que yo. Podría incluso vivir con el hecho de que me
vendiste al príncipe como pago de una vida fácil. Está bien. Siempre lo tuviste
dentro de ti, lo sabía. Siempre supe… ―Inesperadamente, mi garganta se cerró,
y tragué fuerte para abrirla―. Pero no trates de apelar a mi humanidad
ahora―dije ásperamente, mi voz baja y helada, desconocida―, no cuando me
forzaste a admitir que era un monstruo. No cuando trataste de matar la única
cosa buena que alguna vez conocí. Si él hubiera muerto, te hubiera mostrado un
monstruo real.
―Sí ―me alentó Jackal, sonriendo mientras se adelantaba―. Eso es
correcto, hermana. Déjalo ir. Esto es lo que somos. Y han pasado siglos desde
que tuve un asesinato decente. Vamos a enviarle un mensaje al príncipe, de lo
que pasa a las mascotas que no le temen a los vampiros como deberían.
Mi demonio estuvo de acuerdo. Me estaba perdiendo a mí misma en el
monstruo, y no me importaba. De mi espalda, jalé mi espada, desenvainándola
con un chirrido metálico. Los guardias posicionaron sus armas hacia nosotros,
pero ellos eran insignificantes, una frágil barrera de carne y sangre. Ellos
caerían, y después no habría nada entre mi enemigo y yo.
―¿Quieres ver lo que soy ahora? ―le dije a Stick, quien se veía listo para 204
desmayarse―. ¿En lo que me convertí al salvar tu vida? ¡Bien! ¡Te mostraré lo
que en verdad soy!
Sosteniendo mi espada, me tensé para saltar.
―¡Allison, no!
Algo agarró mi brazo desde atrás, jalándome para detenerme. Gruñendo,
colmillos desnudos, me giré hacia Zeke, apenas deteniéndome de brincar hacia
adelante y sumergir mis dientes en su cuello. Zeke se encontró con mi mirada,
inquebrantablemente, incluso aunque podía verme a mí misma en sus ojos,
furiosa y demoníaca, labios curvados hacia atrás para mostrar toda la longitud
de mis colmillos.
―No lo hagas ―susurró, manteniendo un apretado agarre en mi brazo,
aunque tenía que saber que podría empujarlo lejos con un pequeño esfuerzo―.
Allie, no vale la pena.
Le siseé, no siendo en verdad yo misma. El monstruo estaba furioso en mi
interior, y el Hambre era una brillante llama en mi estómago.
―¿Por qué no? ―demandé.
Él levantó una mano, deslizando sus dedos en mi cabello, su mirada
implorando. El contacto me sorprendió, cuán cerca estaba dispuesto a acercarse
a una furiosa vampiro gruñendo.
―Porque, te conozco ―dijo gentilmente―. Porque cuando se haya
terminado, te arrepentirás de ello por el resto de tu vida. ―Sus dedos
encontraron un lado de mi cuello, la palma acariciando mi piel―. Eso es por
siempre, Allison.
Cerré mis ojos. El demonio seguía aullando en mi interior, queriendo
sangre, ansiando violencia. Pero… Zeke seguía ahí, rogándome que no lo
hiciera, que no me rindiera ante el monstruo. Podía sentir sus ojos en mí,
implorándome por la vida del que trató de asesinarlo.
Mi furia onduló y me desplomé, retrayendo mis colmillos.
―Lárgate de aquí, Stick ―le escupí sin girarme―. No quiero volver a
verte. No quiero volver a hablar contigo. Regresa con tu príncipe y olvida que
alguna vez existí.
Jackal dio un bufido de aversión.
―Estás bromeando ―murmuró, y suspiró―. Bueno, bolsas de sangre, la
escucharon. Adivino que es su noche de suerte. Mejor apúrense, yo no soy tan
remilgado como mi querida hermana. Tienen cinco segundos para irse, o al
primer humano que vea cuando haya terminado de contar no llegará al final de
la calle.
Escuché a los humanos caminando rápidamente alejándose, tan rápido 205
como podían sin estar huyendo por completo. El vampiro en mí seguía
rugiendo en protesta, impulsándome a perseguirlos y despedazarlos. A esparcir
su caliente sangre en la nieve, a observar la luz apagarse de sus ojos. De los ojos
de él. Mantuve un apretado agarre en él, concentrándome en el sonido del
corazón de Zeke, su toque, hasta que las pisadas se desvanecieron en el silencio
y el aroma del miedo fluyó lejos en la noche.
Zeke caminó más cerca, su frente descansando contra la mía.
―Hiciste lo correcto ―susurró, y asentí, aun tratando de reprimir mis
explosivas emociones―. ¿Estás bien?
―Dame un segundo ―dije rígidamente, y él no se movió, sus manos
descansando ligeramente sobre mi piel, mientras mis músculos lentamente se
relajaban y el Hambre asentándose a regañadientes, como una hosca y enojada
bestia.
Cuando estaba completamente en control, me separé, y Zeke me dejó ir.
Jackal estaba sacudiendo su cabeza hacia nosotros, lástima y aversión escritos
claramente en sus afilados rasgos, pero era la presencia de Kanin la que busqué.
Él estaba a un lado del vehículo, su oscura figura confusa a través de la
deslumbrante luz de los focos, su rostro impasible. Vacíos ojos negros me
consideraron sin expresión cuando me acerqué, frunciendo el ceño.
―¿Por qué no nos detuviste? ―pregunté, no enojada con él, sino
sorprendida―. Casi asesiné a esos hombres. Si Zeke no hubiera estado aquí,
Jackal y yo los habríamos despedazado. ¿Por qué no dijiste nada?
Kanin me echó un vistazo, su mirada impasible se suavizó solo un poco.
―Ya no soy tu Maestro, Allison ―dijo suavemente―. Has sido uno de
nosotros por un tiempo ahora. Has cazado, y has asesinado. No es mi
responsabilidad frenar a tu demonio. ―Miró más allá de mí hacia el lugar en el
que Stick y los hombres estuvieron unos minutos antes―. Y quería ver el tipo
de monstruo en el que te habías convertido.
―Oh ―murmuré mientras lo último de la ira parpadeó y murió y el
afilado borde de arrepentimiento se deslizaba en su lugar. De repente me sentí
como un nuevo vampiro otra vez, de regreso con mi mentor, habiendo apenas
fallado uno de los exámenes de Kanin. El desafío coloreó mi voz―. Bien, espero
que te haya gustado lo que viste, porque no va a cambiar.
Las palabras de Kanin eran tan suaves que pude haberlas imaginado.
―Espero que no.
―Genial ―dijo Jackal, paseando lentamente. Le echó un vistazo al auto
abandonado, el estrellado a unos pocos metros, y suspiró―. Parece que estamos
caminando al Fringe. 206
PARTE 111
207

Ardiente
Capítulo 16

No usamos las puertas del Sector Dos. Se suponía que los guardias que
nos escoltaban las abrirían para que pudiéramos pasar a través de ellas, pero no
íbamos a quedarnos ahí parados esperando a que regresaran. No cuando
podrían volver junto con un príncipe furioso y un escuadrón de vampiros de
Élite a quienes Stick les contara una loca historia sobre cómo intentamos
matarlo.
En lugar de eso, Kanin nos llevó por los túneles, encontrando de alguna
manera una entrada en las alcantarillas bajo un edificio abandonado y en
ruinas, y bajamos a la Ciudad Subterránea una vez más.
―Bueno, es oficial ―dijo Jackal, con una voz que resonaba a lo largo del
corredor―. Este es el tiempo más largo que he pasado en las alcantarillas de un
solo lugar. Si alguien me hubiera dicho hace un mes: Oye, Jackal, ¿adivina dónde
pasarás la mayor parte de tu tiempo en Nueva Covington? ¡Hasta los tobillos en
mierda!, le habría arrancado los labios. 208
―Por aquí ―dijo Kanin, ignorándolo―. Es un largo camino hasta el viejo
hospital, y probablemente tendremos que usar las calles una o dos veces. No
desperdiciemos el tiempo.
Empezó a bajar por el túnel, y lo seguimos, dirigiéndonos más
profundamente en las alcantarillas. Nadie hablaba, lo cual me dio mucho
tiempo para recordar lo que casi acababa de pasar. Lo que casi había hecho.
Casi maté a Stick esta noche. El comprender eso envió un escalofrío a través
de mí, así como una amarga corriente de ira y arrepentimiento. En verdad había
estado a punto de matarlo. Stick, el chico que había cuidado por casi la mitad de
mi vida humana, quien había dependido de mí para todo. Quien era débil,
asustadizo, incapaz de defenderse por sí mismo. Casi había matado al chico que
una vez había considerado mi único amigo. Si Zeke no me hubiera detenido…
Adivina qué es lo que piensa de ti ahora.
Zeke caminaba detrás de mí, casi sin hacer ruido incluso a través de los
charcos y escombros dispersos, pues el conducto era estrecho y nos forzaba a ir
en una sola fila. No dijo nada sobre el incidente con Stick, y me preguntaba
sobre lo que estaría pensando. ¿Ahora se arrepentía de estar conmigo, de
besarme, de poner una fe tan ciega en una vampiro? ¿Se daba cuenta de las
implicaciones de esta noche, que si yo podía matar a Stick, alguien a quien
había conocido por mucho tiempo más, qué era lo que me detenía de volverme
también contra él?
Te advertí que siempre sería un demonio, pensé, rodeando un hilillo de agua
que se filtraba desde arriba. Zeke me seguía, su presencia cercana a mi espalda,
y cerré los ojos. Debería haber escuchado mi propio consejo. ¿A quién estoy
tratando de engañar?
Frente a nosotros, Kanin se detuvo frente a una escalera oxidada que se
dirigía arriba hacia un agujero sellado.
―El túnel enfrente está colapsado ―declaró, girándose para
enfrentarnos―. Este nos lleva dentro del Fringe, muy cerca del Muro Interior.
Podemos llegar al hospital yendo a través de la Ciudad Subterránea por la
mayor parte del camino, pero tendremos que viajar por la superficie unas
cuantas cuadras, así que prepárense.
―¿Qué pasa si nos topamos con Sangradores? ―preguntó Zeke―. Están
locos y enfermos, pero siguen vivos. Siguen siendo humanos…
―Tratar de evitarlos si es posible ―respondió Kanin―. Si la situación es
tan terrible como dice el príncipe, no queremos atraer a una multitud. Pero si
deben, no duden en cortarlos, lisiarlos, lo que sea que deban hacer para seguir
con vida. Esa es la máxima prioridad. No ayudaremos a nadie si morimos, ¿está
claro?
Zeke asintió, pero era renuente. Kanin subió por la escalera, empujó hacia 209
afuera lo que tapaba la entrada y salió por el agujero. Jackal lo siguió, después
Zeke, y al final yo, emergiendo en las calles desiertas del Fringe.
Aunque no era mi antiguo sector, el Fringe todavía lucía familiar, con sus
calles agrietadas, edificios en ruinas y yerbas cubiertas de escarcha saliendo a
través de todo. Una capa de nieve cubría los esqueletos de autos oxidados
dispersos alrededor, y los charcos en la calle se habían vuelto hielo, haciendo
que el piso fuera resbaladizo y traicionero. Antes, cuando era humana, esta era
la época más peligrosa del año, cuando todo estaba duro y congelado, y la
comida era virtualmente inexistente. Cada invierno, alguien en el Fringe
moriría, congelado en algún callejón solitario, o muerto de hambre en su cama.
Recordaba muchas mañanas que había despertado temblando bajo mi edredón,
temiendo la tarea de aventurarme fuera en el frío congelante para buscar entre
la basura por comida. Pero si no lo hacía, moriría de hambre, así como también
Stick, acurrucado contra mí por el calor corporal, rehusándose a dejar la
habitación.
Ya no tenía que preocuparme por eso. Ni tampoco Stick.
Un movimiento en la esquina de la calle captó mi atención. Un cuerpo
salió dando tumbos de una casa lejana, arrastrando los pies y torpe, caminando
descalzo a través del piso helado. Capté un brillo rojo que cubría su rostro, las
líneas húmedas dejaban rastros que bajaban por sus brazos, mientras
murmuraba y se reía para sí misma, sin ver hacia dónde iba.
―Guarden silencio ―nos dijo Kanin, y se deslizó entre las sombras,
volviéndose parte de la noche. Nos apresuramos detrás de él tan
silenciosamente como pudimos.
Mientras nos movíamos rápidos a través del Fringe, vimos varios
Sangradores más, riendo o hablando consigo mismos, algunas veces gritándole
a la nada, arañando sus propias caras. Cuando nos aventuramos más lejos del
Muro Interior, empezamos a tropezar con cuerpos que yacían en posturas
desgarbadas en las calles, con manchas de sangre alrededor de sus labios o que
salpicaban el suelo bajo ellos. Algunos habían yacido ahí por días; estaban
congelados, cubiertos de nieve. Otros eran más recientes; habían muerto esa
misma noche o el día anterior, sus heridas auto-infringidas seguían frescas y
rezumando sangre. Esta vez había más cuerpos, muchos más que cuando
habíamos pasado Jackal y yo la primera vez. La última etapa del virus estaba
apareciendo con toda potencia.
―Esta ciudad está jodida ―comentó Jackal mientras nos escabullíamos a
través de una vieja tienda de abarrotes cuyo techo había sido volado y las
ventanas destrozadas. Los estrechos pasillos estaban surcados con vidrio,
escombros y cadáveres pálidos y sangrientos en la enfermiza luz que venía a
través del techo. Caminamos sobre extremidades despatarradas y rostros que
miraban sin ver, cautelosos en caso de que uno de ellos saltara y viniera con un 210
chillido hacia nosotros―. Si yo fuera Salazar, dejaría que el virus tomara su
rumbo, liquidara a todos, y empezaría de nuevo con los humanos que
quedaran. Tiene suficientes bolsas de sangre en Ciudad Central para
alimentarse a sí mismo y al resto de ellos. Pero noooooo, tiene que enviarnos a
nosotros en una búsqueda inútil para encontrar a un loco y a una cura
inexistente.
―No lo hace ―dijo en voz baja Kanin desde adelante―. No si quiere
mantener a la ciudad con vida. No hay suficientes humanos para alimentar a
todos los vampiros en Nueva Covington, no sin limitar severamente el
suministro de sangre. Algunos de ellos se volverían locos y tendrían que ser
destruidos. Los humanos en el Fringe son su más grande fuente de alimento. Si
todos ellos mueren, Nueva Covington se verá en peligro de extinción.
―Oh, bueno, yo me equivoqué ―dijo Jackal, caminando sobre un cuerpo
que yacía boca abajo en el pasillo―. Gracias por aclarar eso, viejo. Sólo tengo
una última pregunta para ti. ¿Por qué infiernos nos importa?
―Porque aún hay personas que pueden ser salvadas ―contestó Zeke con
una voz llena de frío desprecio, siendo deliberado en no mirar a Jackal―.
Porque sigue habiendo personas en el Fringe que no han sido infectadas, que
están atrapados fuera de Ciudad Central y no tienen ningún medio para
protegerse a sí mismos.
―Claro, muy bien, déjame reformular la pregunta ―dijo Jackal, dándole
una mirada de repugnancia al humano―. ¿Por qué infiernos debería importarle
a los vampiros de este grupo si la ciudad del príncipe es consumida en llamas?
La plaga no va a ir a ninguna parte. Nueva Covington está tan aislada como
podría estarlo una ciudad. Mira, podemos darnos la vuelta, regresar por las
alcantarillas, deslizarnos bajo el Muro y estar fuera de la ciudad antes de la
medianoche.
Por un segundo, sentí una llamarada de ira ante la insensibilidad de
Jackal. No solo por su completa indiferencia hacia los humanos en la ciudad, o
incluso por sus prójimos vampiros, eso era de esperar. Pero él estaba dispuesto
a dejar que Kanin muriera, sabiendo que no tenía mucho tiempo, sabiendo que
apenas teníamos unos cuantos días antes de que nuestro sire hubiera llegado
tan lejos para que nada pudiera salvarlo.
Pero entonces recordé que Jackal no sabía nada sobre la enfermedad de
Kanin. Porque Kanin no le había dicho. Ni tampoco a Zeke. Yo era la única que
sabía sobre la traición de Salazar, y sobre la sangre infectada que lo estaba
matando desde el interior. No sabía por qué Kanin lo estaba manteniendo como
un secreto, pero me imaginaba que él tendría sus razones. Y conociendo a
Kanin, era algo que revelaría él mismo, si llegaba el momento. No me gustaba,
pero si no quería que los demás supieran, yo no iba a contarles. 211
―Vamos, viejo ―instó Jackal cuando el otro vampiro continuó a través de
los pasillos, ignorándonos a todos―. Salgamos de aquí, ¿qué dices? ¿No fuiste
tú el que me enseñó a no pelear batallas que no podemos ganar? Olvidemos a
Salazar. Olvidemos este hoyo infernal. Dejemos que Sarren sea el que venga a
nosotros.
Resoplé.
―Tu compasión continúa asombrándome. James.
Me miró feo.
―Oh, perdona, debería haber sido más claro. Solo estoy interesado en la
opinión de vampiros de verdad.
―Bueno, si ese es el caso, ¿por qué no vas a buscar a Sarren sin nosotros?
Estoy segura que ustedes dos tienen mucho de qué hablar.
Fue entonces cuando Kanin por fin volteó y nos dio a ambos una mirada
cansada que decía, ¿ya terminaron?
―No podemos detenernos ―dijo con calma―. Seguiremos. Esperemos
que Sarren haya dejado algo en el laboratorio que podamos usar.
―¿Y si no lo hizo? ―preguntó Jackal.
Entonces Kanin está muerto, pensé aturdida. Porque no habrá suficiente tiempo
para desarrollar una cura, no para él. Se descompondrá hasta que luzca como ese
vampiro en la habitación de hospital. Enferma, hice puños mis manos, sin saber
cómo Kanin podía actuar tan calmado sobre ello.
―Entonces encontraremos otro modo ―contestó Kanin, aún dirigiéndose
a Jackal―. Cazaremos a Sarren, si debemos. Pero no voy a abandonar la ciudad
hasta que esto haya terminado. Tú, sin embargo, eres libre de irte. ―Asintió
hacia atrás al camino por el que habíamos venido―. No te estoy reteniendo
aquí, nunca lo he hecho. Si deseas irte, no voy a detenerte.
―Te encantaría eso, ¿no es así? ―La sonrisa de Jackal se tornó cruel―.
¿Qué sucede, Kanin? ¿No quieres que tu nuevo engendro escuche sobre tu más
grande decepción? ¿Lo que creaste y después trataste de matar?
Kanin no contestó, aunque vi un destello de arrepentimiento pasar por sus
ojos. ¿Arrepentimiento de que tratara de destruir a Jackal, o de que no hubiera
sido capaz de hacerlo?
―¿Hay alguien a quien no hayas enojado tanto que tratara de matarte?
―le pregunté a Jackal, quien me miró con desprecio.
―Mmm, déjame pensar. Bueno, estaba esa chica que… no, espera,
olvídalo. Eso tampoco terminó bien.
Un disparo sonó detrás de nosotros.
Me giré lista para sacar mi espada o atacar. Zeke estaba parado con su 212
pistola fuera, apuntando hacia el pasillo detrás de nosotros. A unos cuantos
metros, un humano gritó y colapsó, cayendo hacia adelante mientras venía
hacia nosotros a toda marcha, estrellándose contra el suelo. Otro humano saltó
sobre el cuerpo y vino apresurándose por el camino, gritando y ondeando un
martillo, y la pistola de Zeke resonó una vez más. El cuerpo chocó contra los
estantes, riéndose, contrayéndose, arañando se cara, antes de que cayera y por
fin dejara de moverse.
Zeke enfundó su arma con expresión grave, y forcé a mis nervios a que se
calmaran.
―Sé que soy el único humano aquí ―dijo ecuánime en voz baja, mirando
hacia nosotros―, pero ¿tal vez podamos posponer la discusión familiar
vampírica hasta otro momento? ¿Tal vez cuando hayamos salido de las calles y
de la intemperie?
Lo miré sorprendida, e incluso Kanin levantó una ceja, un destello de
diversión cruzando su cara. Pero solo asintió y giró.
―Vamos, entonces. No estamos lejos del siguiente tramo de túneles.
Dejamos la tienda y caminamos rápidamente a través de las ruinas del
Fringe, esta vez con cautela pues los Sangradores pudieron haber sido atraídos
por el sonido. Kanin lideraba el camino, con Jackal cerca detrás de él. Zeke y yo
cerrábamos la marcha, quedándonos atrás unos cuantos pasos.
―¿Cuál es la historia entre Jackal y Kanin? ―preguntó Zeke después de
unos minutos con voz suave―. Kanin lo Convirtió, ¿correcto? ¿Qué pasó entre
ellos que lo hizo cambiar de opinión?
―No tengo idea ―respondí―. De hecho, eso mismo me preguntaba yo,
pero buena suerte en conseguir una respuesta directa de cualquiera de ellos.
Kanin nunca me ha hablado sobre su pasado, y Jackal será un bastardo sólo por
principios. ¿Por qué? ―Miré a Zeke olvidando por un momento que estaba
tratando de mantener las distancias―. Nunca antes habías tenido curiosidad
sobre ellos. ¿Qué la causó?
―Nada. ―Apartó la mirada, sonando evasivo―. Solo me preguntaba.
Entonces entendí y mis ojos se agrandaron.
―Porque quieres saber si Kanin planea matar a Jackal antes de que tú
tengas la oportunidad ―adiviné y Zeke hizo una mueca de dolor―. Sigues
planeando pelear con él cuando esto termine.
―Mató a mi padre, Allison. ―Los ojos de Zeke, duros y enojados, se
encontraron con los míos―. Jebbadiah, Darren y Dorothy, incluso Ruth,
murieron por su culpa. Y lo siento, pero no puedo superarlo. Sí, ahora nos
ayuda, ¿pero qué pasará después? No cambia el pasado. Mi familia sigue
muerta. 213
―Matarlo no los traerá de regreso ―dije suavemente.
―Lo sé. ―Otra vez Zeke apartó la mirada, su rostro tirante―. Yo solo…
necesito encontrar alguna clase de paz. Si puedo enviarlo al infierno a donde
pertenece…
Mi estómago se apretó.
―Jeb pensó que se llevaría un vampiro al infierno con él ―dije, sin saber
por qué le estaba diciendo esto―. Ese era yo.
Miró atrás bruscamente, pero en ese momento, un repentino crepitar sonó
en el silencio, haciéndonos saltar.
―¿Zeke? ―Vino una débil voz, y la mano de Zeke fue hacia su cinturón,
sacando esa extraña caja rectangular. La voz venía del aparato, rota y silbando
con estática―. ¿… ahí? Hombres topo… viniendo… tienes que…
―¡Roach! ―Zeke puso el aparato en su boca con expresión intensa―.
¿Puedes oírme? ¿Qué está pasando? ¿En dónde estás?
―¡… ayúdanos! ―escupió la caja―. Todos est{n… cerraron la entrada…
hombres topo… ¡nos matar{n!
El aparato zumbó, después se escuchó solo una corriente interminable de
estática a pesar de los intentos de Zeke de contactar la voz al otro lado.
―Maldición ―murmuró Zeke y yo sólo me le quedé viendo. No podía
recordar alguna vez haberlo escuchado maldecir. Me miró, culpable pero
determinado―. Tengo que ir.
―¿Ir? ―repitió Jackal, que había regresado junto con Kanin. Sus ojos
amarillos inspeccionaron a Zeke con curiosidad―. ¿Exactamente a dónde vas,
bolsa de sangre?
―Los refugiados están en problemas ―continuó Zeke cuando Kanin se
adelantó con su oscura mirada inquisidora―. Los hombres topo han rodeado la
base y los matarán si llegan a entrar. Tengo que ayudarlos.
Kanin frunció el ceño.
―¿Refugiados?
―Un grupo de humanos no infectados que viven en los túneles
―respondí, observando a Zeke mirar fijamente el camino detrás de nosotros,
como si apenas pudiera detenerse a sí mismo para no salir corriendo―. Están al
borde del territorio de los hombres topo, sin embargo, y ellos no los quieren
más por ahí. Estaban amenazando con expulsarlos cuando vinimos a buscarte.
―¿Cuántos? ―le preguntó Kanin a Zeke.
―Cerca de dos docenas o, al menos, lo eran cuando me fui. ―Zeke se
pasó una mano por el cabello luciendo angustiado―. No puedo abandonarlos. 214
Han cerrado las puertas y se encerraron dentro, pero los hombres topo los están
esperando afuera y no tienen comida. Les prometí que regresaría si había algún
problema, en especial ahora que Salazar no va a enviar ninguna ayuda.
―Que te diviertas ―dijo Jackal cruzando los brazos―. Es probable que
estén muertos para cuando llegues ahí. Pero no te detengas por nosotros. No
tenemos tiempo para jugar con caníbales sedientos de sangre.
Tenía más razón de lo que sabía. Ahora más que nunca, el tiempo era
nuestro enemigo. Los segundos de Kanin estaban terminando, incluso mientras
estábamos ahí discutiendo. Pero también sabía que Zeke nunca abandonaría a
aquellos a quienes había jurado proteger.
―Ustedes continúen ―nos dijo, retrocediendo―. Sigan buscando el
laboratorio. Los alcanzaré cuando pueda.
―Zeke, no. ―Di un paso adelante, evitando que saliera a la carrera―. Son
demasiados. Sólo vas a hacer que te maten. ―Y, sabiendo que él no le temía a la
muerte como debería, como cualquier persona cuerda lo hacía, añadí―: Si
mueres, no serás capaz de ayudar a nadie.
Zeke dudó. Me miró fijamente, como si estuviera a punto de decir algo
pero se lo pensó mejor. Después murmuró con una voz muy baja y suave:
―¿Vienes conmigo, Allie?
Era una pregunta, no una demanda, ni siquiera una petición. Me estaba
dando a elegir: humano o vampiro. Ayuda a los refugiados, o continúa con
Jackal y Kanin. No sabía qué hacer. Quería, con una desesperación
impresionante, ir con Zeke. No podía dejarlo correr a enfrentarse con un ejército
de hombres topo por sí solo. Sería asesinado, y nunca me perdonaría a mí
misma.
Pero… Kanin estaba muriendo. Literalmente sólo le quedaban unas
cuantas horas. Si fallábamos en encontrar a Sarren y una cura, Kanin estaba
condenado. Tampoco podía dejarlo a él. Si volvía para encontrar a mi sire
muerto, asesinado por Sarren o por el insidioso virus que lo corroía desde el
interior…
Maldición. ¿Cómo podía elegir entre ellos? Era imposible.
Podía sentir todas sus miradas sobre mí, esperando a que me decidiera.
Me llené de frustración y desesperación, y me aguanté las ganas de gruñir y
hacer un agujero en la pared con mi puño.
―Zeke ―empecé, sin saber en verdad lo que diría a continuación―. Yo…
―¿En dónde están? ―preguntó Kanin de repente.
Todos miramos al Maestro vampiro sorprendidos, quien esperaba con
calma por la respuesta de Zeke sin que ninguna emoción cruzara por su rostro. 215
―En el Sector Cuatro ―respondió Zeke, y después me dirigió la
mirada―. En el antiguo distrito de Allison.
―No está tan lejos ―murmuró Kanin, sonando cansado y resignado.
Cerró los ojos, como si se preparara a sí mismo, o estuviera tomando una
decisión, después suspiró―. Muy bien. Vayamos.
―¿Qué? ―Lo miré boquiabierta cuando se adelantó, rozándonos mientras
pasaba―. Kanin… ¿est{s seguro? ¿Qué hay de…? ―Mi voz se fue apagando,
segura de que él sabía a qué me refería.
Mi sire me miró y asintió hacia mí con cautela.
―No te preocupes por eso, Allison. Esto es importante, una deuda que
debo pagar. Yo… ―Dudó, cerrando sus ojos por un momento―. Tengo una
obligación que cumplir ―casi susurró―. Tanto hacia ti como hacia él. Vinieron
a Nueva Covington por mí, y por eso les debo varias vidas. Dejen que esto sea
el principio de mi compensación. ―Entonces se sacudió a sí mismo y le hizo un
gesto a Zeke, indicándole que fuera adelante―. Vamos. Si nos apresuramos
podemos llegar en un par de horas. Esperemos que tu gente pueda resistir ese
tiempo.
―Espera, estoy confundido ―dijo Jackal cuando empezamos a caminar de
regreso por el camino por el que veníamos―. ¿El mundo entero se volteó de
cabeza? ¿Ahora vamos a salvar a un puñado de sucias bolsas de sangre de un
puñado de caníbales? ¿Por qué no rescatamos algunos gatitos huérfanos y
ponemos comida en la calle para los cachorros callejeros mientras estamos en
eso?
Nos tomó más de lo que esperábamos llegar al túnel que nos llevaría al
Sector Cuatro. Los Sangradores vagaban por las calles entre los edificios,
obligándonos a escondernos, escabullirnos alrededor o esperar a que pasaran.
Esto casi saca a Jackal de sus casillas. Eran solo humanos, deberíamos sólo
caminar fuera justo por en medio y dejar que Dios los clasificara. Pero el resto
de nuestro grupo, en especial Zeke, nos oponíamos a matar sin necesidad,
además del hecho de que no sabíamos cuántos de ellos había ahí afuera. Lo
último que necesitábamos era una turba gigante que viniera sobre nosotros.
La última parte del túnel estaba llena de un silencio inquietante. Kanin nos
llevó a través de un estacionamiento abandonado lleno de maleza y hierba
cubierta de escarcha, con edificios en ruinas alineados a cada lado. No me
gustaba cuán expuestos estábamos, y todavía menos cuando tropecé sobre algo
grande en la maleza y descubrí que era un cadáver, con el rostro ciego viendo
hacia el cielo.
Arrugando la nariz, me apresuré. Había demasiado silencio. Las casas al
borde del estacionamiento parecían observarnos con una silenciosa intensidad.
Podía sentir ojos sobre mí, y aunque todo estaba quieto como la muerte, el aire 216
era espeso con el olor a sangre y heridas abiertas.
―Kanin ―susurré, alcanzándolo―. No me gusta esto. ¿Ya casi llegamos?
Asintió, y pude ver que él también estaba tenso.
―Muy cerca. La entrada a las alcantarillas está a unos cien metros de…
Y los gritos comenzaron.
Figuras aparecieron en las puertas de los edificios, docenas de ellos, una
enorme muchedumbre harapienta. Sangrando, gimiendo, apestando a sangre y
dolor, irrumpieron a través de los marcos y las ventanas y vinieron gritando
hacia nosotros, atrapándonos en el centro del terreno.
Gruñí y desenfundé mi espada mientras el rugido de la pistola de Zeke se
unía al chillante caos que se acorralaba por todos lados. Girándome hacia él, lo
vi dispararle a dos Sangrientos más, extraer su machete mientras uno venía
abalanzándose hacia él y cortarlo a través de su garganta humana. El hombre
gorgoteó una risa salvaje y se lanzó hacia la maleza, todavía intentando
arañarlo. Zeke dio un paso alejándose, casi chocando conmigo mientras me
acercaba a ayudar, y me di la vuelta para cuidar su espalda.
Una mujer saltó hacia mí, gritando algo sobre haber quemado su ropa,
balanceando la pata de una silla hacia mi cara. Corté el arma en dos y hundí mi
espada entre sus pechos, sacándola de un tirón mientras ella se reía de mí y
caía. Un hombre con un agujero sangriento donde su nariz había estado me
tomó del brazo, insistiendo en que le diera un beso mientras levantaba un
cuchillo con la otra mano. Un destello de mi katana y su cabeza cayó sobre la
maleza.
―¡Sigan avanzando! ―El rugido de Kanin se alzó sobre los gritos y
carcajadas de la muchedumbre. En un milisegundo de calma entre la turba, los
vi a él y a Jackal, luchando lado a lado. Kanin tenía su espada delgada y corta
en mano, y se movía tan rápido que era una mancha: golpes rápidos y letales
sin desperdiciar un solo movimiento o esfuerzo. Cada uno de los cortes o
puñaladas era un golpe fatal, y se movía hacia el siguiente atacante antes de que
el anterior siquiera supiera que estaba muerto.
A su lado, Jackal descubrió los colmillos en una sonrisa malvada mientras
sus atacantes se abalanzaban hacia él, balanceando su hacha de metal con
fuerza letal. Sus golpes hacían que los humanos se derrumbaran, y no se
levantaban otra vez. Una vez, un humano se abalanzó, aferrándose al arma, y
Jackal simplemente dio un puñetazo en el pecho del hombre con la otra mano,
rompiendo huesos mientras su mano se desvanecía dentro del cuerpo y
emergía húmeda hasta el antebrazo.
―Allison―me gritó Kanin―. ¡Por aquí! ¡La entrada a las alcantarillas está
enfrente a unos cien metros en línea recta!
Corté a un Sangrador entre las costillas, me agaché para evitar un martillo 217
dirigido hacia mi cráneo y le jalé los pies bajo él.
―¡Lo tengo! ¡Zeke! ―Miré hacia él y mi sangre se enfrió cuando un
Sangrador se apresuró hacia él desde un costado, impactándolo.
Aferrándose al brazo de Zeke, aulló en su oreja y hundió sus dientes en su
hombro, gruñendo como un perro rabioso. Empecé a ir hacia ellos, pero Zeke
plantó los pies, arrojó al hombre lejos y levantó su pistola cuando el humano se
abalanzó hacia él otra vez. Su pistola resonó, atrapando al Sangrador justo entre
los ojos, y colapsó sin hacer ruido.
―¡Zeke! ―Caminé a través de dos humanos más para llegar a él,
tomándolo del brazo cuando se retiró, con la pistola aún levantada y
disparándole a la muchedumbre―. ¿Estás bien?
―Sí, lo estoy. ―Salía sangre del cuello de su camisa donde el humano lo
había mordido, eran dos manchas justo bajo su cuello. Su mandíbula estaba
apretada y su mirada grave cuando disparó dos veces más, vaciando el
cartucho, y osciló su machete frente a él―. Adelántate, voy justo detrás de ti.
Los Sangradores nos gritaron, locos y sin sentido. Luchamos despacio
nuestro camino a través de la multitud hasta donde Jackal y Kanin estaban
parados en el centro del estacionamiento. Un tubo cuadrado de cemento estaba
abierto a los pies de Kanin, con las puertas de metal plegadas y una escalera
oxidada que conducía hacia la oscuridad, pero los Sangradores, que empujaban
desde todos lados, nos impedían bajar.
Jackal gruñó, asestándole un golpe con el hacha a una mujer en la cara,
enviándola tambaleándose hacia atrás con un gimoteo.
―Malditos bastardos persistentes ―gruñó, golpeando con fuerza a otro al
que la multitud empujó a un lado al instante―. Si nos vamos ahora, van a
seguirnos ahí abajo.
―No, no lo harán ―murmuró Zeke, y sacó algo de su chaleco. Era un
objeto verde de forma cilíndrica con una manija y un anillo de metal unido en la
cima. No tenía idea de lo que era, pero Jackal miró hacia atrás a ello y maldijo.
―¿Has estado llevando granadas contigo todo este tiempo? ―Bloqueó la
estocada a la cabeza de un Sangrador y le dio en la cara con la parte trasera del
hacha―. Habría sido lindo saberlo.
―Es la última. ―Zeke miró a Kanin, parado al borde de la entrada de la
alcantarilla―. Es una aturdidora. Tendremos una sola oportunidad. ―El
vampiro dio una breve inclinación de cabeza.
―Todos, bajen ahora ―ordenó, apuntando hacia mí―. ¡Jackal, Allison,
muévanse!
Jackal respondió al instante. Tomando a un humano, lo lanzó de regreso a 218
la multitud, giró y cayó a través del hoyo, desvaneciéndose en la oscuridad.
Maldiciendo, corté a un Sangrador más y lo seguí, aterrizando sobre el duro
cemento y mirando de regreso al instante en busca de Kanin y Zeke.
A través del hoyo, vi a Zeke deshacerse de un humano, pateándolo,
después hacer su brazo hacia atrás y lanzar algo hacia la turba. Kanin le espetó
que se fuera, y Zeke se hundió en la entrada, bajando con dificultado por la
escalera y uniéndose a nosotros al fondo.
―¿Qué hay de Kanin? ―pregunté tan pronto como Zeke tocó el suelo y se
alejó de la escalera de inmediato―. ¿Cómo…?
Un destello cegador de luz, y una monstruosa explosión sacudieron el
suelo hasta la cima. La explosión hizo eco por el túnel y causó que lloviera
polvo del techo, bañándonos en suciedad y trozos de hielo. Maldije y miré
desesperada por Kanin, pero el Maestro vampiro ya estaba descendiendo por la
escalera, cerrando las puertas metálicas detrás de él.
―Eso debería mantenerlos distraídos por un buen rato ―murmuró,
subiendo la mirada arriba de la escalera. Miró hacia Zeke y un destello de
aprobación cruzó su rostro impasible―. Puedes conservar la cabeza en una
pelea ―dijo―. Bien hecho. ¿Alguien está herido?
La mano de Zeke fue a su cuello y su rostro se contrajo.
―No es nada ―dijo, bajando su brazo―. Estoy bien. Deberíamos irnos.
Kanin asintió y se dio la vuelta sin decir una palabra, y nos deslizamos en
la oscuridad de los túneles.

219
Capítulo 17

Zeke empezó a toser dos horas después.


La primera vez que pasó, en verdad ninguno lo notó. Las alcantarillas,
mientras que estaban en su mayoría secas y congeladas, sin haber sido usadas
por décadas, seguían siendo alcantarillas. No tenía que respirar para saber que
apestaba aquí abajo a moho y hongos y podrido y… a otras cosas. Y los túneles
estaban llenos de roedores e insectos, arrastrándose sobre todo, dejando cosas
atrás. Así que cuando Zeke empezó por primera vez a toser, culpé al frío y la
humedad y a los repugnantes olores, y seguí moviéndome.
La segunda vez fue peor.
Estábamos viajando a través de una estrecha franja de cañerías, los dos
vampiros más altos teniendo que agacharse para evitar el bajo techo, cuando los
ásperos estallidos de Zeke causaron que se formara hielo en mi estómago. Me
giré para verlo inclinarse, una mano contra la pared para estabilizarse, todo su
cuerpo atormentado con estremecedoras toses. Jadeando, se enderezó, bajando 220
la mano para cubrir su boca, y vi una mancha de sangre entre sus dedos.
―Zeke ―susurré, mirándolo con creciente miedo cuando finalmente me
daba cuenta de lo que estaba pasando. No. Él no. Por favor.
―Estoy bien. ―Se encontró con mi mirada, y sus ojos estaban apagados.
Viendo mi cara, ofreció una sonrisa cansada, resignada―. Todo está bien. No
hay nada que puedas hacer, Allison. Continuemos avanzando.
A la cabeza de nosotros, Jackal dio una suave maldición, mirando a Zeke
con una peligrosa expresión.
―Sí, eso dices ahora―dijo él, y sus colmillos centellaron en las sombras―,
pero no esperes que me contenga cuando empieces a arañar tus ojos.
―Si eso sucede… ―Zeke mantuvo su mirada sobre mí, estable y
compuesta―. Sabes qué hacer, ¿correcto? No… no me dejes sufrir, o
convertirme en un peligro para nadie m{s. Solo… hazlo r{pido. ―Resistí el
impulso de gruñirle. Era demasiado. No podía pretender más. Todas las
advertencias de Kanin sobre acercarse demasiado, todas mis propias
predisposiciones, manteniendo mi distancia, endureciendo mis sentimientos,
todo colapsó bajo la innegable verdad: me importaba Zeke, era inútil decirme a
mí misma otra cosa. Me importaba más de lo que me había importado nadie en
mi vida salvo mi mamá. Me destruiría si lo perdía ahora.
―No pides mucho, ¿no es así, Ezekiel? ―pregunté, mi voz rompiéndose
un poco. Él había empezado a adelantarse pero ahora se detuvo, mirándome
con sorpresa―. Primero me haces prometer dejarte morir, ¿ahora me pides
matarte? ¿Piensas que sólo soy una máquina sin alma, que sería tan fácil, solo
porque soy un vampiro? No es suficiente que Kanin esté muriendo, ¿ahora
quieres que te mate a ti también?
―Allison. ―La voz de Kanin era cansada, desaprobadora. Ambos, Jackal
y Zeke se irguieron, mirando al vampiro más viejo, sorprendidos. Ignoré su
sorpresa, apretando mis puños con una furia repentina. No sabía de dónde
venía, pero estaba cansada de perder a las personas. Había perdido a tantos en
mi corta vida, incluso antes de que me convirtiera en un vampiro. La cínica rata
callejera en mí se mofó con repugnancia. La pérdida era solo una parte de la
vida, sabía eso. Nada duraba en este mundo. Mientras más fuerte te aferrabas a
algo, más te mataría cuando se hubiera ido, así que lo mejor era no apegarte a
nada.
Pero, maldición, quería intentarlo. Quería pelear por mantener lo que era
importante para mí. A quien era importante para mí. Y me enojaba que ellos no
tuvieran la intención de hacer lo mismo.
―No vamos a renunciar ―dije, mirándolos a todos ellos. Había una
punzante sensación en las esquinas de mis ojos, pero la forcé a regresar―. El 221
resto de ustedes pueden estar bien, y aceptarlo, y ser fatalistas si quieren, pero
me niego a dejar a esta cosa ganar. Planeo rastrear a Sarren y sacarle la cura a
golpes si tengo que hacerlo. Y estoy segura como el infierno que no voy a
rendirme hasta que esté segura, más allá de toda duda, que no queda ninguna
esperanza. Así que tú… ―apunté a Zeke―… puedes dejar de pedirme que te
mate, y tú… ―me giré hacia Kanin―… puedes dejar de esconder del resto de
nosotros el hecho de que estás muriendo. Estamos luchando contra esta cosa
juntos, y no voy a perder a nadie más.
Por unos segundos después de mi diatriba, hubo silencio. Pude sentir que
todos ellos estaban un poco aturdidos; incluso Kanin parecía haberse quedado
sin palabras. Eso, o estaba demasiado molesto para decir nada. No me
importaba. Él podía estar enojado conmigo todo lo que quisiera, tanto como
siguiera vivo.
―Bueno ―comentó Jackal―, ese fue un buen discurso. Casi tan bueno
como el que diste en mi torre esa noche con el viejo. Tienes un seguro gusto por
lo dramático, ¿no es así, hermana?
Le fruncí el ceño, pero antes de que pudiera decir nada, se giró hacia
Kanin con una peligrosa mirada.
―Nunca nos dijiste que estabas muriendo, viejo ―dijo suavemente,
estrechando sus ojos―. Déjame adivinar… Salazar quería asegurarse de que no
dejarías la ciudad, así que se aseguró de que no pudieras huir de él. Astuto viejo
bastardo. ¿Cuánto tiempo?
―¿Importa eso? ―La voz de Kanin era indiferente―. ¿Cambiaría algo?
―Mira, eso es lo gracioso ―disparó Jackal de regreso―. Si fueras alguien
más, ¡debería! Cualquier vampiro cuerdo estaría buscando a Sarren justo ahora,
no tratando de salvar a un puñado de sacos de carne sin valor quienes
probablemente ya estén muertos. Pero ese siempre ha sido tu problema, ¿no es
así? Siempre te pones del lado de los humanos. Y ahora mira a dónde eso te ha
llevado.
Lo miré fijamente. Nunca había visto a Jackal así, no verdaderamente,
seriamente enojado. Su irritación siempre tomaba la forma de algún comentario
desagradable o pinchaba para meterse bajo la piel de una persona. Ahora lucía
furioso, mirando a Kanin con absoluto desprecio, los labios curvados en un
silencioso gruñido. No podría decir si estaba enojado con Kanin por querer
salvar a un puñado de humanos, o porque Kanin estaba muriendo y no le había
dicho.
―¿Qué piensas que va a pasar cuando encontremos a Sarren? ―le
demandó Jackal a Kanin, quien lo miró calmadamente―. ¿Piensas que
podemos vencerlo ahora, contigo cayéndote a pedazos? ¡Tu compasión por
estos indignos humanos va matarnos a todos! 222

―He tomado mi decisión ―dijo Kanin, ecuánime como siempre―. No


tienes que aceptarla.
Jackal sacudió su cabeza con desprecio y tomó un paso hacia atrás.
―¿Sabes qué? Tienes razón ―dijo suavemente, mirándonos a cada uno de
nosotros―. Esto no lo vale. Pensé que el viejo chupasangre tendría información
sobre la cura del Rabidismo, tal vez guiarnos directo hacia ella. Pero si va a
desperdiciar su vida por un puñado de mortales sin valor, mejor la busco yo
mismo.
―¿A dónde piensas que irás? ―demandé, preguntándome por qué
debería importarme si Jackal se iba. Déjalo ir, siempre supiste que se iría o te daría la
espalda si tenía la oportunidad. No sabía por qué me sentía tan enojada. Una parte
de mí decía que necesitábamos la ayuda de Jackal contra Sarren, que era un
buen luchador y otro cuerpo entre Sarren y yo: eso era por qué no quería
dejarlo ir.
Pero eso era una mentira. Jackal era mi hermano, y, tan egoísta y
monstruoso como él era, esperaba que me probara que estaba equivocada.
―No puedes ir contra Sarren solo ―argüí―. Es demasiado fuerte para
solo una persona, lo dijiste tú mismo.
―¿Quién dijo algo sobre pelear contra él? ―Jackal cruzó sus brazos,
sonriendo burlonamente―. No soy así de estúpido, hermana. Como lo veo,
Sarren es el más cercano ahora a encontrar la cura. Si alguna vez cruzo mi
camino con el de nuestro perturbado amigo, le haré unas pocas amistosas
preguntas, y después seguiré con mi camino. No estoy tan loco para tratar de
detenerlo. Pero ciertamente no voy a haraganear por aquí con todos ustedes,
perdiendo el tiempo. Diviértanse con los enfermos y los psicóticos. Me iré
ahora.
Un chirrido metálico hizo eco a través de la cañería cuando Zeke extrajo su
machete, el rasposo sonido haciendo que mi estómago se contrajera.
―¿Qué te hace pensar que sólo voy a dejarte ir? ―dijo Zeke en una fría
voz. Sus ojos brillaros con furia y odio mientras miraba fijamente a Jackal―.
Tienes crímenes por los cuales responder ―prosiguió, la luz centellando
tenuemente a lo largo de la hoja mientras la elevaba hacia Jackal―. Gente que
asesinaste. No he olvidado a ninguno de ellos, y aún vas a pagar por lo que
hiciste.
Oh, no. Zeke era serio, estaba listo para pelear. La confrontación que había
insinuado desde que arribó a Nueva Covington finalmente había llegado.
―Por mi familia ―había dicho en los túneles―. Por todos de regreso en Edén,
voy a matar a ese vampiro, Allison. La única pregunta es… ¿tendré que pelear contra ti 223
también?
Tenía que tomar una decisión. No podía luchar contra ambos. Como si
percibiera mis pensamientos, Zeke me echó una mirada, sus ojos azules de
repente arrepentidos.
―Lo lamento, Allison ―dijo suavemente―. No tienes que ayudarme.
Aléjate si tienes que hacerlo. Pero no puedo dejarlo simplemente ir.
Jackal le dio a Zeke una sonrisa puramente sádica, y me tensé, lista para
saltar si cualquiera de ellos atacaba.
―No tienes tiempo para esto, bolsa de sangre ―canturreó―. ¿No deberías
estar salvando a tu patética pequeña tribu de humanos? ¿Piensas que puedes
vencerme solo? ¿Cómo vas a ayudarlos si estás muerto?
Probablemente fue la cosa más dura que había hecho en un largo tiempo,
pero tomé mi decisión. Extrayendo mi espada, caminé junto a Zeke,
enfrentando a Jackal.
―Él no estará solo ―dije.
Pude sentir el alivio y gratitud de Zeke incluso sin mirarlo. Jackal, como
quiera, me miró fijamente, sus ojos estrechándose hasta ser hendiduras
amarillas.
―Bien ―murmuró, y toda su arrogancia desapareció, dejando la fría furia
en su lugar―. Así que así es como es, ¿huh, hermana? Escogería a un humano
sobre tu propia especie. En verdad eres como Kanin, un traidor de tu raza
entera.
Desnudé mis colmillos.
―Desde donde estoy parada, tú eres el que nos está abandonando. Así
que no esperes lágrimas de mi parte, hermano.
―Allison. Ezekiel. ―La voz de Kanin cortó a través de la tensión, la
creciente furia. Me detuve y miré hacia el otro vampiro, quien no se había
movido de su lugar bajo el drenaje―. Déjenlo ir ―ordenó suavemente.
Zeke no se movió, pero su mandíbula se apretó tercamente.
―Kanin…
―No tenemos tiempo para esto.
Me relajé. Kanin tenía razón. No teníamos tiempo para pelear contra
Jackal ahora. Los segundos estaban pasando rápidamente, para todos nosotros.
Para los refugiados y para Kanin, y ahora… ahora para Zeke. ¿Qué pasaría,
pensé entumecida, si el tiempo se acabara? No quedaría ninguno. Todos morirían.
Excepto yo. Estaría sola otra vez.
224
Envainando mi espada, me giré hacia el humano junto a mí.
―Zeke ―dije, y puse una mano sobre su brazo. Estaba tirante bajo mis
dedos, los músculos transformados en bandas de acero―. Vamos. Date prisa,
necesitamos encontrar a los refugiados. ―Su brazo se sacudió, apretando su
agarre en el arma, y bajé mi voz―. Por favor.
Por un momento se resistió a mí, después finalmente bajó su hoja, la
tensión dejando su espalda y hombros.
―Esto no ha terminado ―advirtió Zeke en voz profunda, aún observando
a Jackal―. Te encontraré. La próxima vez que nos encontremos, vampiro, te
mataré.
Jackal soltó una risa.
―La próxima vez que te vea, bolsa de sangre, serás un apestoso cadáver
sin ojos. Así que perdóname si no estoy demasiado terriblemente preocupado.
Zeke no contestó. Mi hermano de sangre se alejó, la malvada sonrisa de
vuelta en su rostro.
―Bueno, no puedo decir que no ha sido divertido ―dijo, dándonos un
saludo burlón mientras se giraba para irse―. Pero tengo otras cosas que hacer
ahora, vampiros que encontrar, ejércitos que levantar, esa clase de cosas. ―Me
miró, y su sonrisa se debilitó un poco―. Hermana, si alguna vez te cansas de
estas bolsas de sangre caminantes, ven a buscarme. Aún podemos hacer
grandes cosas, tú y yo.
Y, con una burla final, nos dio la espalda y se alejó, desapareciendo en las
sombras de la cañería.
Miré fijamente detrás de él, aún medio pensando que regresaría de nuevo
al acecho, riéndose de nosotros por caer en una trampa tan obvia. No sucedió.
La oscuridad detrás de nosotros se mantuvo en silencio, quieta y vacía. Cerré
mis ojos una vez, buscándolo, y sentí su presencia a través de nuestro lazo de
sangre. Aunque era muy débil, empujándome más y más lejos. Jackal se había
ido.
―Vamos ―dijo Kanin, cuando estuvo claro que él no iba a regresar―.
Sigamos moviéndonos. Casi estamos ahí.
―¿Lo sabías? ―le pregunté a Kanin pocos minutos después cuando la
cañería terminó y llegamos otra vez al tramo principal de alcantarillas. Nos
apuramos a bajar por el túnel, sabiendo que estábamos en una carrera contra
reloj, pero las preguntas seguían persiguiéndome, negándose a dejarme sola.
El vampiro me miró, perplejo, y me expliqué.
―Jackal―dije―. ¿Sabías que nos dejaría si descubría que estabas…
enfermo? ¿Es por eso por lo que no le contaste? 225
―Una de las razones. ―La frente de Kanin se frunció ligeramente―.
Jackal siempre ha sido… pragm{tico. Si sospecha que est{ en el lado perdedor
de la ocasión, se saldrá de alguna manera y vendrá desde un ángulo diferente.
A sus ojos, ya no puedo darle lo que quiere, así que decidió encontrar otro
camino. Siempre ha sido así.
―La jodí ―murmuré, pateando furiosamente una roca en el agua―. Lo
siento, Kanin.
Él negó con la cabeza.
―No te disculpes por los defectos de Jackal, Allison. Tomamos nuestras
propias decisiones.
Eso no me hizo sentir mucho mejor. Jackal aún no estaba, y Kanin seguía
enfermo. Y Zeke, caminando silenciosamente detrás de nosotros, estaba
empezando a toser más y más. Él trató de esconderlo, y nunca se quejó, pero
podía escuchar las ásperas y dolorosas respiraciones, atrapar el débil aroma de
la sangre que a veces escupía cuando tosía, y la preocupación carcomía mi
interior.
―¿Kanin? ―pregunté otra vez, y lo escuché suspirar, como si se armara
de valor para más preguntas. Por un segundo, casi no pregunté, pero después
me endurecí. Quería saber―. ¿Por qué Convertiste a Jackal?
No contestó por un largo tiempo, y pensé que iba a ignorarme.
―¿Por qué quieres saber? ―preguntó finalmente en una silenciosa y casi
pesarosa voz.
Me encogí de hombros.
―¿Porque soy curiosa? ¿Porque quiero saber cómo eliges? ¿Si hay un
criterio para Convertir a alguien en un vampiro? Porque… ―Porque quiero saber
si él una vez fue como yo. Y si yo… podría alguna vez volverme como él.
Kanin, en esa sabedora e inescrutable forma suya, parecía saber lo que
estaba pensando.
―Encontré a James hace unas pocas décadas ―empezó lentamente, como
si se estuviera resignando a sí mismo a contar la historia―. Cuando volví otra
vez a este país. Me había ido por muchos años.
―¿Por qué?
―¿Qué quieres decir?
―¿Por qué te habías ido?
Cerró sus ojos.
―No vas a hacer esto fácil para mí, ¿no es así? ―murmuró, y sentí una
pequeña puñalada de culpa. Pero estaba llena de la determinación y un ardiente
deseo de conocer finalmente todos sus secretos. Kanin me había ocultado casi 226
todo por mucho tiempo, pero yo ya no era más su estudiante. Quería saber
quién era mi sire en realidad.
Me detuve y después dije muy cuidadosamente:
―Creo que tengo derecho a saber, Kanin.
―Sí ―murmuró, pasando una mano sobre sus ojos―. Sí, supongo que lo
tienes. ―Bajando sus brazos, continuó caminando por el túnel, su cara
sombría―. Para responder a tu pregunta ―empezó, su tono plano,
deliberadamente sin emociones―, fui forzado a huir. Después de que los otros
Maestro descubrieron lo que había hecho, lo que creé, todos ellos querían mi
cabeza. Por primera vez en incontables siglos, estaban unidos bajo un solo
objetivo, destruir a uno de los suyos. Se convirtió casi en una competición, para
ver quién podía matarme primero. Y, por supuesto, ahí estaba Sarren… ―Su
expresión se oscureció―. Así que, dejé el país, pasé muchos años huyendo,
nunca quedándome en un lugar por mucho tiempo. Eventualmente, los otros
Maestros dejaron de enviar gente a asesinarme, y las cosas por fin se calmaron.
Excepto por uno.
Me estremecí, sabiendo a quién se refería. Kanin negó con la cabeza.
―Sarren nunca paró. A dondequiera que fuera, nunca estuvo lejos detrás
de mí. Sabía que, un día, me atraparía. Y sabía que, cuando lo hiciera, su
venganza sería terrible. Pero esperaba reparar algo de mis errores antes de que
pasara. Así que, regresé a este país después de muchos años, para encontrar la
investigación que los científicos habían dejado atrás. Sabía que había al menos
un científico que había sobrevivido a la carnicería de la noche en que los
Rabiosos escaparon, pero no sabía nada sobre dónde estaba, si sus antepasados
aún vivían. Después de años de buscar y no llegar a ninguna parte, finalmente
decidí investigar el lugar en donde los Rabiosos fueron creados. Aunque ahora
era una ciudad vampiro y su príncipe aún me quería muerto, tenía que
intentarlo. ―Me dio una mirada de soslayo, una débil, arrepentida sonrisa
cruzando sus labios―. Conoces el resto.
Escuché en ensimismado asombro. Esto era lo más que había escuchado a
Kanin hablar de su pasado, tan lleno de vergüenza y horror como era.
―¿Dónde encaja Jackal en esto? ―pregunté, recordando mi pregunta
original.
―Jackal. ―Los ojos de Kanin se estrecharon―. Cuando volví, el mundo
no era el mismo. Las ciudades vampiro tenían todo el poder, y todo fuera de las
ciudades era caos. El primer año, me tropecé con las ruinas de una casa en la
mitad del desierto. Parecía que los bandidos o asaltantes habían matado a
todos, o así pensé al principio. Pero, más tarde esa noche, encontré a James
yaciendo en la carretera varios kilómetros más allá. Había sido disparado en la
pierna, pero se había arrastrado tan lejos como pudo antes de que sus fuerzas le 227
fallaran.
―Estaba muriendo ―adiviné―. Como yo.
―Sí. Aunque su muerte no era tan inminente como la tuya. ―El ceño de
Kanin se frunció―. En ese momento no tenía comida, agua, medicinas o
vendajes, y estábamos a muchos kilómetros de la civilización. Pudo haber
muerto por la pérdida de sangre y la exposición, y él lo sabía. Tuvimos una
conversación bastante interesante. ―Kanin casi sonrió otra vez, aunque su voz
era grave―. Estaba yaciendo allí, y yo estaba sobre él, tratando de determinar el
tipo de persona que era. Creí saber lo que estaba creando cuando le ofrecí la
elección. Pensé… ―Kanin rió suavemente, un sonido completamente falto de
humor―. Pensé que había encontrado a alguien que me ayudaría a ponerle fin
a lo que había causado. No vi lo que él quería en verdad hasta mucho después.
―¿Qué sucedió?
Kanin se veía renuente a continuar, pero lo hizo.
―Le enseñé cómo crear un vampiro, al igual que a ti. Viajamos por varios
meses, los dos. Parecía fascinado con la idea de curar el Rabidismo y me hacía
preguntas sobre la investigación, los científicos, los laboratorios secretos.
Discutimos acerca de un montón de cosas, pero aún estaba demasiado ciego
para ver lo que había creado.
»Después, una noche, rastreó a esos hombres quienes habían matado a su
familia, y trató de Convertirlos. Hasta este día, no sé lo que les dijo. Tal vez les
ofreció una vida inmortal, tal ver era solo venganza después de todo. Pero
todos esos hombres a los que trató de Convertir se convirtieron en Rabiosos,
cada uno de ellos. Y no paró de intentarlo. Lo encontré con el último de los
humanos, Rabiosos muertos por todos lados, aún tratando de crear su propia
descendencia. Y finalmente me di cuenta del tipo de vampiro que había traído
al mundo.
»James quería ponerle un fin al Rabidismo ―terminó Kanin, sus ojos
duros―, pero únicamente para crear su propio ejército, su propio reino, y llenar
el mundo con nuestra especie. Los vampiros deberían mandar, me dijo. ¿Por
qué deberían los humanos dominar el mundo, cuando éramos vastamente
superiores? Sólo los números nos habían detenido antes, y si los vampiros
pudieran producir descendientes otra vez, los humanos nunca se levantarían
contra nosotros.
―Jackal dijo que trataste de matarlo.
―Lo hice. ―La voz de Kanin era implacable―. Él fue el único vampiro
que alguna vez Convertí para después tratar de destruirlo. Antes de James, no
me importaba lo que mis pocos descendientes hicieron cuando separamos
nuestros caminos. Solo podía enseñarles cómo ser inmortales, y después 228
dejarlos labrar su propio camino a través de la eternidad. Pero el mundo que
James había imaginado era algo que no podía permitir. Desafortunadamente, se
las arregló para escapar, aunque le dije que si nuestros caminos se cruzaban
otra vez, terminaría con su vida.
―¿Y qué fue lo último que viste de él?
―Tomó el nombre de Jackal y se desvaneció en las montañas con los
últimos de los humanos quienes habían asesinado a su familia. Supongo que
ellos se convirtieron en los primeros de su así llamado ejército Raider. Así que…
―Kanin miró abajo hacia mí―. Ahora conoces todos mis secretos, todo de lo
que me arrepiento. ―Levantó su cabeza, frunciendo el ceño―. Tú y Ezekiel,
quien sé que ha estado escuchando cada palabra que he dicho.
―Perdón ―dijo Zeke detrás de nosotros―. No intentaba hacerlo.
Los labios de Kanin se torcieron en una amarga sonrisa.
―Tal vez es lo mejor ―reflexionó―, que alguien conozca quién es en
realidad Jackal. Juré que nunca crearía otro vampiro después de Jackal, pero…
―Se detuvo, sus siguientes palabras casi se perdieron en las sombras―. Estoy
feliz de haber roto esa promesa.
―Kanin…
Zeke aceleró su paso, alcanzándonos.
―Ahora tengo una pregunta ―dijo, y Kanin suspiró una vez más. Como
quiera, no protestó, y Zeke continuó sin piedad―. Así que… eres el vampiro
que estaba ayudando a los científicos, ¿no es verdad? ―preguntó, y hubo una
insinuación de admiración en su tono―. El que ayudó al equipo original a
buscar una cura.
―¿Ellos hablaron sobre mí? ―Kanin sonaba sorprendido.
Zeke asintió.
―Los científicos en Edén me contaron todo ―dijo―. Todo sobre los
experimentos vampiros, y cómo fueron creados los Rabiosos. Dijeron que te
desvaneciste la noche que el laboratorio prendió en llamas y los Rabiosos
escaparon. ―Su voz adquirió un tono más débil―. La creencia común… es que
tú lo empezaste.
―No. ―La voz de Kanin era baja, implacable, y un indicio de dolor
centelló a través de su expresión calmada―. Desde que ustedes dos parecen
determinados a arrastrar todo mi pasado a la luz… no, no fui el que prendió
fuego al laboratorio. Les dije que los Rabiosos necesitaban ser destruidos, pero
la mayoría de los científicos se negaron. Había una división entre ellos, aquellos
que querían acabar con los Rabiosos, y aquellos quienes pensaban que podían
ser usados. Finalmente, una decisión fue tomada para sacar a varios científicos
del equipo, los que querían que los Rabiosos fueran destruidos. ―Kanin se 229
detuvo, después dijo muy suavemente―: Uno de ellos era el científico a la
cabeza, Malachi Crosse.
Zeke tomó una brusca respiración.
―El abuelo de Jebbadiah.
―Fui al laboratorio esa noche para detenerlo ―dijo Kanin
sombríamente―. Sabía lo que estaba planeando, pero para el momento en que
llegué, era demasiado tarde. El laboratorio estaba en llamas, los científicos
estaban muertos, y los Rabiosos se habían ido. Había fallado.
Por un momento después de esta revelación, todos estuvimos en silencio,
el único sonido eran nuestras pisadas haciendo eco en el cemento y la
entrecortada respiración de Zeke.
―¿Sabías sobre el otro laboratorio? ―pregunté al fin―. ¿El de Viejo D.C.?
Kanin negó con la cabeza.
―No en ese momento. Aunque averigüé sobre él después. Ellos estaban
dándoles a los humanos la “cura” experimental, ¿no es así? Tontos
―Hubo un brote de Rabidismo masivo en esa área ―dije―. Miles de
personas, toneladas de miles, tal vez más, murieron y se Convirtieron a causa
de ello. Así que, podrías no ser el responsable por la propagación del
Rabidismo, Kanin. Pudo haber empezado en D.C., no en Nueva Covington.
―Incluso si eso fuera verdad… ―Kanin me miró, sus ojos sombríos―. Yo
fui el que expuso a nuestra raza, el que ofreció las vidas de otros semejantes
para encontrar una cura. Aprecio el pensamiento, Allison, pero esto sigue
pendiendo sobre mi cabeza. Ahora… ―Su atención cambió a Zeke, quien
estaba escuchando esto en sombrío silencio―. Te he dicho todo sobre mi
pasado, y seguimos a varios minutos de llegar al Sector Cuatro. Desearía saber
sobre los científicos en Edén. ¿Han conseguido la investigación? ¿Están
trabajando en una cura?
Pero antes de que Zeke pudiera contestar, sonidos de alguien
escabulléndose sonaron adelante, y dos flacas figuras pálidas se asomaron por
un túnel cercano. Los hombres topo se deslizaron hasta detenerse cuando nos
vieron, siseando y alzaron sus toscas espadas.
―¡Más personas de la superficie! ―dijo uno con voz áspera, desnudando
y podridos dientes negros―. ¡Lárguense! Váyanse de nuestro territorio. No
encontrarán seguridad aquí abajo. El campamento de las personas de la
superficie está destruido. ¡Pronto los intrusos estarán muertos! ¡Se les unirán si
no se van, ahora!
Zeke se adelantó, pistola en mano, su rostro y voz helados.
―¿Qué les hicieron?
230
El hombre topo siseó otra vez, sus ojos ampliándose.
―¡El jefe de las personas de la superficie! ―gruñó el segundo hombre―.
¡Ha regresado! Con… ¡con vampiros! ¡Corran, adviertan a los otros!
Se fueron, pero Zeke ya estaba sacando su arma, y yo me estaba
abalanzando hacia ellos. La pistola disparó, dándole a un hombre topo en la
espalda, y mi katana se deslizó, decapitando al otro.
―R{pido. ―Llegó Kanin, apurándose hacia la oscuridad―. Suena como si
no tuviéramos mucho tiempo.
El olor de la sangre me golpeó poco tiempo después, llenando el aire y
haciendo que mi estómago se revolviera con Hambre. Mientras nos
aproximábamos al campamento subterráneo, las voces empezaban a hacer eco
fuera de los túneles: llantos, gritos, siseos enojados y gruñidos. Un grito
desesperado cortó a través del estruendo adelante, y empezamos a correr, las
armas ya listas.
Un hombre topo emergió de un túnel familiar, chillando en alarma cuando
nos vio. Con un escalofrío, reconocí el túnel como la entrada al campamento, el
que había estado atrancado cuando Roach nos trajo por primera vez. La
compuerta había sido arrancada y yacía en una pila oxidada en el agua.
Zeke no se detuvo. Mientras el hombre topo se abalanzaba, Zeke se
agachó para esquivar su puñetazo y extrajo su machete en un destello, atacando
al hombre en el pecho y rasgando con la hoja a través de su costado. Chillando,
el hombre topo se derrumbó detrás de nosotros, y Zeke nos lideró a través de la
puerta.
Un cuerpo yacía en la entrada, el joven guardia con el que Roach había
hablado en nuestro primer viaje aquí. Heridas de puñalada cubrían su pecho y
estómago, y él miraba sin ver al techo. Otro cuerpo estaba tirado cerca, un
hombre topo ensangrentado y rígido. Con rostro de piedra, Zeke se dio prisa en
pasarlos hacia las escaleras que llevaban al piso de arriba, y empezó a tomarlas
dos a la vez.
Kanin y yo lo seguimos. Emergimos de las escaleras en el caos. Fuegos
ardían erráticamente a través del cuarto de calderas, tambos derribados y
derramaban calientes brazas en el cemento. Cuerpos tirados a través de las
llamas y sombras, pálidos hombres topo y refugiados aterrorizados, corriendo
alrededor en una confusión de pánico. Un par de hombres topo habían
atrapado a una mujer contra una esquina y se acercaban, apuñalando y
golpeando, y Zeke saltó hacia ellos con un grito furioso.
Fui a ayudarlo, pero Kanin caminó fuera de las sombras, en la enfermiza
luz roja, y rugió. El escalofriante sonido hizo eco a través del cuarto, haciendo
que mi cabello se pusiera de punta y causando que todos voltearan. Mientras
Zeke acuchillaba su hoja a través del cuello de un hombre topo y golpeaba al 231
otro con su pistola, todos los demás en el cuarto, tanto atacantes como
refugiados, gritaron cuando se dieron cuenta de lo que había llegado, y se
dispersaron en la oscuridad.
Provocada por el aroma del miedo y violencia, rugí un desafío también y
salté dentro del cuarto. Varios hombres topo vinieron por mí, acuchillando y
fallando, gritando su odio. Terminé con sus vidas, mi demonio se deleitaba en
la sangre que cubría la pared y salpicaba el suelo, arqueándose como listones
frente a mi cara. A pocos metros, Zeke peleaba su camino a través del centro, su
cuchilla centellando, el ocasional rugido del arma de fuego zumbando en las
calderas. Kanin se precipitó en la habitación, una oscura sombra de muerte, y
cada persona que pasó se derrumbó en el suelo un segundo después, sangrando
y sin vida.
En segundos, el cuarto se vació. La mayoría de los atacantes optaron por
no quedarse y pelear, sino que huyeron hacia la escalera cuando se dieron
cuenta que los vampiros se habían unido al combate. Los dejé ir, aunque era
difícil no perseguirlos en los túneles, no atraparlos en la oscuridad y arrancar
sus gargantas. Manteniendo un agarre firme en mi lujuria de sangre, envainé mi
katana, logre que mi demonio se calmara a fuerza de voluntad y miré alrededor
en busca de Kanin y Zeke.
Zeke estaba en el centro de la habitación, jadeando, su pistola y machete
colgando a sus costados mientras observaba a los últimos de los hombres topo
irse. Sus ojos azules brillaron peligrosamente en la tenue luz, como si se
estuviera reteniendo a sí mismo, forzándose a sí mismo a no disparar a las
pálidas figuras en retirada. Kanin estaba cerca, casi escondido en las sombras de
una esquina.
―¡Zeke!
Un hombre joven corrió hacia él en pánico, aferrándose a su camiseta.
Zeke se estremeció mientras el otro chico tiraba de él desesperadamente.
―¿En dónde estabas? ¡Hemos estado tratando de contactarte por horas!
―Vine tan pronto como pude. ―Zeke se liberó a sí mismo y dio un paso
atrás, inspeccionando el cuarto sombríamente. Cuerpos yacían esparcidos,
algunos gimiendo, la mayoría mortalmente quietos. El refugiado vino hacia él
otra vez, y Zeke se apartó―. ¡No te acerques a mí! ―espetó Zeke, y el chico se
paralizó, mirándolo conmocionado. Zeke retrocedió, su brazo fue a su boca―.
Manténganse lejos de mí, todos ustedes. Yo no… ―Tragó fuerte―. Estoy
enfermo ―le dijo, y el rostro del refugiado se puso blanco―. No quiero que te
contagies de lo que tengo. Mantén tu distancia.
El chico huyó a una esquina del cuarto. Zeke lo observó irse, después miró
alrededor a los otros sobrevivientes, que ahora lo miraban con algo cercano al
miedo que sentían hacia los vampiros. Una mirada de dolor cruzó su rostro, y 232
se giró hacia mí.
―Allie. ¿Me ayudarás a calcular cuántos siguen con vida?
Empezamos con la cuenta de los sobrevivientes. Los resultados eran
dolorosos. De las dos docenas de refugiados que Zeke había dejado atrás, solo
nueve sobrevivieron al repentino ataque. Muchos de ellos habían sido heridos
de gravedad, y el último par de ellos no sobrevivirían la noche.
Zeke tomó las noticias estoicamente, después empezó el lento proceso de
organizar el caos; ayudar a los heridos, dirigir a la gente a vendar heridas, fijar
un guardia a la entrada en caso de que los hombres topo regresaran. Pero él
mantuvo su distancia de todos y, más de una vez había retrocedido cuando una
tos severa atormentaba su delgado cuerpo, presionando un viejo trapo en su
nariz y boca. Los refugiados se encogían lejos cuando lo hacía, mirando entre él
y los vampiros, claramente sin saber cuál era peor.
―Son vulnerables aquí―me dijo Kanin cuando me uní a él en la esquina.
Traté de ayudar a Zeke a manejar la confusión en las secuelas, pero era difícil
cuando todos estaban aterrorizados de la chica vampiro empapada en sangre.
Kanin, más inteligentemente, había tomado un punto a lo largo del muro más
lejano, y estaba simplemente observando con frío desapego.
Lo miré.
―¿Qué quieres decir?
―Los hombres topo saben en dónde están. Sus defensas se han ido. Si
atacan otra vez, probablemente tendrán éxito en matarlos a todos. ―Observó a
un refugiado cojear a través de la habitación, y sacudió su cabeza―. No
estaremos alrededor para protegerlos mucho más tiempo.
―Entonces ellos no se pueden quedar aquí ―murmuré―. Tienen que
encontrar otro campamento. Sin embargo, ¿dónde? ¿Otro lugar en los túneles?
―Te arriesgarías a encontrarte con más hombres topo ―apuntó Kanin―.
Si están así de indignados sobre las personas de la superficie invadiendo su
territorio, tal vez lo mejor es que se fueran por completo.
―Sí, ¿pero a dónde? ―pregunté otra vez―. Arriba no es para nada
seguro, con los Sangradores y los locos corriendo alrededor. ¿A dónde podrían
ir posiblemente que fuera remotamente seguro?
―Este era tu viejo sector, ¿no es así?
―Sí, pero… ―Me detuve, pensando. Conocía un lugar. No está lejos,
reflexioné para mí misma. Y está bastante aislado. El sótano es un buen lugar para
esconderse si las cosas van mal. No lo ideal, pero mejor que aquí―. Correcto
―murmuré, alejándome del muro―. Sé a dónde podemos ir.
Encontré a Zeke parado entre las oxidadas calderas gigantes en la parte
trasera del cuarto. Su espalda estaba hacia mí, y su cabeza inclinada mientras 233
miraba algo cercano a sus pies. Curiosa, me acerqué a él, asomándome e hice
una mueca.
Roach yacía contra una de las columnas, su joven cara girada sin ver hacia
el techo, la empuñadura de una daga sobresalía de su pecho. El walkie-talkie
seguía agarrado en una mano.
Conociendo a Zeke, sabiendo que se estaba culpando a sí mismo, puse una
mano en su brazo. Estaba muy caliente, ardiendo bajo mis dedos.
―No es tu culpa ―dije suavemente.
No respondió. Caminando hacia adelante, se inclinó y tomó gentilmente el
walkie-talkie del flojo agarre de Roach, un pesado y roto suspiro escapando de
él mientras se enderezaba.
―Zeke ―me aventuré mientras se daba la vuelta, su rostro congelado en
una máscara estoica―. Los otros refugiados. No pueden quedarse aquí.
―Lo sé. ―Se guardó el walkie-talkie, deslizándolo en su cinturón, y otra
vez volvió a los negocios―. Estaba tratando de encontrar una forma de decirles
a ti y a Kanin. Los voy a llevar arriba. No tienen… que quedarse. Deberían ir
tras Sarren. Estaré bien.
No me estaba mirando. Furia surgió, pero mantuve mi voz calmada,
razonable.
―No conoces este sector tan bien como yo lo hago. ¿A dónde irán?
―Encontraremos un lugar. ―Sus ojos vagaron de vuelta a Roach, y se
giró, caminando lentamente de regreso hacia el grupo―. El amanecer está a
aproximadamente dos horas ahora ―dijo, pasándome sin levantar la mirada―.
Me tomaré ese tiempo en llegar arriba y encontrar un lugar para escondernos
de los Sangradores. Tú y Kanin pueden aún hacer un buen trecho de regreso al
Sector Dos antes de la mañana. No te preocupes por mí. Los alcanzaré cuando
pueda.
Un gruñido surgió de mi garganta. Extendiéndome, agarré su codo, lo giré
y los empujé hacia atrás hacia un pilar. Me dio un sobresaltado wuf, sus ojos se
ampliaron sorprendidos, antes de que me acercara y lo besara, duro.
Se congeló por un segundo, antes de que sus brazos llegaran para
empujarme más cerca. Me apoyé en él, sintiendo el Hambre alzarse, sintiendo
sus labios en los míos, sus manos deslizándose por mi espalda. Me dejé sentir
todas esas cosas, incluyendo el impulso de bajar mi cabeza a su cuello y hundir
mis colmillos en su garganta. Podía controlarlo, lo controlaría. Porque no había
ninguna forma en que dejara ir a Zeke ahora.
―Tengo una mejor idea ―susurré cuando finalmente nos separamos. Mi
rostro estaba a centímetros del suyo, y podía sentir el calor irradiando de él,
caliente y febril―. ¿Por qué no nos dejas ayudarte? 234

Su pecho se hinchó bajo mis palmas.


―¿Qué hay de Sarren?
―Encontraremos a Sarren. ―Deslicé mis dedos en su cabello, cepillándolo
hacia atrás, y él cerró sus ojos―. Podemos llevar a estas personas a la seguridad
y encontrar a Sarren a tiempo. No tiene que ser una cosa o la otra, Zeke. ―No
respondió, y bajé mis manos, descansándolas en sus hombros, las yemas de mis
dedos tocando ligeramente su cuello―. Tengo un lugar al que podemos ir
arriba, la vieja escuela, donde solía vivir. Está aislada, hay mucho espacio y es
lo suficientemente segura. Estarán seguros allí, tan seguros como pueden estar
en cualquier lugar del Fringe. Ahora solo tenemos que llevarlos allí.
―No quiero retrasarlos.
Le di una medio sonrisa desafiante.
―Tú eres el que viajó a través del país para encontrarme, Zeke Crosse.
Ahora que lo has hecho, y ahora que insistes que algo nos unió, me temo que no
vas a deshacerte de mí tan fácilmente. O, tal vez debería decir, no voy a dejarte
ir. Los vampiros son así de posesivos.
Un diminuto bufido, y por fin sus ojos se iluminaron un poco.
―Así que, ¿estás diciendo que soy una mascota ahora, chica vampiro?
En realidad no era el lugar, o el momento, para estar pensando en esto.
Sarren estaba ahí afuera, Jackal se había ido, y aún teníamos que hacernos cargo
de los refugiados esta noche. Kanin y Zeke estaban viviendo con tiempo
prestado, y cada segundo era crucial. Pero todo en lo que podía pensar ahora
era en cuánto deseaba esto. Quería tomar este riesgo, a pesar de todos los años
de auto-preservación diciéndome que me escondiera, que retrocediera, que me
protegiera a mí misma. Zeke no se había protegido a sí mismo. Había venido a
Nueva Covington sabiendo exactamente quién era, lo que era, y él era la razón
por la que podía tomar la oportunidad. La razón por la que podía, por una vez,
poner mi corazón en la línea, abrirme a mí misma y dejar a alguien entrar.
Mis brazos se deslizaron alrededor de su cuello. Elevé mi mirada hacia su
rostro, en esos limpios ojos de zafiro y susurré:
―Bésame, Zeke.
Lo hizo. Sus ojos se cerraron, bajó su cabeza y sus labios se cerraron sobre
los míos, gentiles y suaves. Este duró algunos largos segundos, y cuando Zeke
retrocedió otra vez sus ojos estaban oscurecidos de pasión. Pero también ahora
eran un poco cautelosos.
―Kanin nos está observando ―murmuró.
Mi cabeza se aclaró instantáneamente. Sentí una pequeña puñalada de 235
miedo, preguntándome lo que mi mentor diría, si me regañaría, o negaría con la
cabeza en repugnancia. Ciertamente, no estaría contento. No podía ver su cara
muy bien, pues estaba a través del cuarto en su oscuro rincón, pero podía sentir
el peso de su mirada, perforándome.
Zeke me empujó lejos gentilmente, alejándose del pilar.
―Prepararé a los otros para moverse ―dijo―. No debería tomar mucho
tiempo. ¿Qué tan lejos está esta escuela tuya?
―Estaremos allí antes del amanecer ―le dije, aun sintiendo los ojos de
Kanin sobre nosotros. Sabías que él se enteraría sobre Zeke y tú en algún momento,
Allison. Probablemente sospechaba todo incluso antes de esto. La pregunta es, ¿te
importa lo que piense sobre un vampiro y un humano?
―Muy bien. ―Asintió Zeke―. Déjame explicar lo que sucede a todos.
Estaremos listos para partir en pocos minutos.
―¿Zeke?
Se giró de nuevo, sus ojos interrogantes. Y antes de que perdiera el valor, a
plena vista de mi sire, caminé hacia él, puse mis manos a los lados de su cara y
lo besé una vez más.
Sé que estás observando, Kanin. Y sí, esta es mi respuesta.
Zeke retrocedió, viéndose un poco aturdido. Bajando la mirada hacia mí,
me dio una sonrisa torcida, lamiendo sus labios.
―Eso… no tuvo nada que ver con él por allá, ¿no es así? ―preguntó,
sonando sospechosamente divertido, y un poco falto de aliento. Mordí mi labio.
―¿Eso te molesta?
―¿Si eso implica besarte? Por favor, úsame para probar un punto en
cualquier momento. ―Con una débil sonrisa, apretó mi brazo y retrocedió, y
esta vez lo dejé ir―. Voy a juntarlos a todos. Dame diez minutos y estaremos
listos para irnos.
Lo observé partir, preparándome y después caminé hacia Kanin, quien no
se había movida de su lugar en la esquina.
―Eso fue interesante. ―Reflexionó en una voz átona cuando me uní a él a
lo largo del muro―. ¿Asumo que la última demostración era únicamente para
mi beneficio?
―Kanin…
―Allison. ―Mi sire me miró, grave y solemne―. No estoy en ninguna
posición para decirte qué hacer, o cómo vivir tu vida ―dijo,
sorprendiéndome―. Tú ya sabes lo que pienso, y, como he descubierto antes,
escucharás mi consejo, o no lo harás. No necesito recordártelo. No eres la misma
chica que dejé fuera de Nueva Covington, y ya no soy tu Maestro.
»Como sea ―continuó, justo cuando empezaba a relajarme―. Voy a darte 236
esta advertencia. No Convertiré a ese chico por ti, si llegamos a ese punto. Él
es… demasiado humano para hacerlo como un vampiro. Lo destruiría
rápidamente.
―Lo sé ―murmuré, observando a Zeke moverse entre los refugiados,
manteniendo su distancia para evitar infectarlos―. Él ya me hizo prometerle la
misma cosa. Que si él estuviera muriendo, solo… dejarlo ir.
Los ojos de Kanin buscaron mi cara.
―¿Y podrías? ―preguntó suavemente―. ¿Lo dejarías ir?
No contesté, y Kanin no empujó la cuestión. Observamos a los humanos
en silencio, dos vampiros estando en la oscuridad desde las afueras de la
humanidad, siempre mirando hacia adentro.
Capítulo 18

Llevamos a los refugiados que quedaban a través de los túneles, muy


cerca los unos de los otros todo el camino. Tan pronto, después del ataque, no
estábamos preocupados sobre la emboscada de los hombres topo. Ahora que
sabían que los vampiros habían invadido su hogar, probablemente estaban
huyendo a las esquinas de los drenajes, para esconderse y esperar a que los
monstruos regresaran a la superficie. El peligro más grande vendría de los
Sangrientos de la superficie. A pesar del vacío de los túneles, el progreso era
lento. La mayoría de los refugiados habían sido heridos, y un par estaban
severamente lesionados, enlenteciendo nuestra caminata hasta casi arrastrarnos.
Reprimí mi impaciencia e ignoré el demonio interior diciéndome que me
comiera unos pocos, que matara los débiles y enfermos. El amanecer no estaba
lejos, y a este ritmo, apenas teníamos suficiente tiempo para salir de las calles y
fuera de la luz.
El cielo era un ominoso gris mientras caminábamos cuidadosamente a
través del vacío estacionamiento, ignorando los pocos cadáveres congelados 237
yaciendo en las malas hierbas. La nieve se había detenido, y la vieja escuela se
parecía a una hosca bestia acurrucada contra el frío. Guié a todos a través de las
puertas, bajando por los pasillos sombríos y sembrados de escombros, hasta el
sótano bajando las escaleras. Estaba negro como la brea allí abajo y
probablemente helado, pero el cuarto tenía paredes de cemento, sin ventanas, y
solo una pesada puerta prohibía la entrada desde el interior. De cualquier
manera, era el lugar más seguro que conocía, en el Fringe. Si los Sangrientos
pudieran llegar tan lejos, no había esperanza para los humanos no-infectados.
Zeke observó a los refugiados instalar el nuevo campamento, esperó hasta
que las mantas habían sido repartidas, los fuegos hubieran sido iniciados, y la
gente estuviera instalada, antes de volverse hacia mí.
―Ahora estarán bien ―murmuró. Había estado tosiendo el camino entero
hasta aquí, y había envuelto una tira de tela alrededor de su nariz y boca para
mantener la enfermedad contenida. El sudor relucía sobre su ceja, incluso a
través del frío, y la tela bajo sus labios estaba salpicada de rojo.
Asentí.
―Al menos estarán a salvo de los Sangrientos aquí.
La comida seguiría siendo un problema, pero la comida siempre era un
problema en el Fringe. De repente Zeke hizo una mueca de dolor y presionó
una palma en su frente, haciendo que mi estómago se retorciera en
preocupación.
―¿Estás bien?
―Sí, estoy bien. Dolor de cabeza. ―Bajó su mano, sonriendo para aliviar
mi miedo―. ¿A dónde fue Kanin?
―Dijo que iba a ir a encontrar un lugar donde dormir.
Kanin se había desvanecido poco después de que hubiéramos traído a
todos al sótano, deslizándose en la oscuridad sin hacer ruido. Y en este gran y
ruinoso edificio con sus incontables habitaciones y oscuros corredores,
probablemente nunca lo hallaría. Tendría que seguirlo pronto. Ahora el sol
estaba arriba, y mis párpados se hacían más pesados.
―También yo necesito empezar a buscar uno.
―Allie. ―Zeke sonaba incómodo, pasándose una mano a través de su
húmedo fleco―. ¿Puedo… ir contigo? ―preguntó, haciéndome parpadear con
sorpresa―. No quiero quedarme aquí abajo ―continuó, asintiendo hacia la
puerta del sótano―. No cuando podría poner a otros en riesgo. No quiero que
esta cosa se esparza.
Asentí.
238
―Claro.
―Gracias. Espera solo un segundo. ―Zeke se giró y se quitó la mochila,
poniéndola debajo de la puerta―. Ahí hay comida y suministros adentro para
cualquiera que los necesite ―lo escuché decir a la gente en la habitación―.
Traten de hacerla durar tanto como puedan.
Le di una mirada reprobatoria mientras caminábamos por el pasillo otra
vez, sacudiendo mi cabeza.
―Pudiste haber usado eso también, Zeke.
―Ellos lo necesitan más ―replicó sin dudar―. Mejor que no se
desperdicie. Yo… ―Se detuvo, bajando la mirada, pero ambos conocíamos las
palabras que estuvo a punto de decir a continuación. No voy a estar por aquí
mucho mucho tiempo.
El miedo oprimió mi interior otra vez, pero no dije nada mientras lo
guiaba de regreso por el pasillo, a través de la puerta que había usado miles de
veces, y dentro de un cuarto familiar.
Ahora había luz afuera; el sol debería de estar ya asomando su cabeza
sobre los techos, pero las bolsas negras sobre las ventanas hicieron un buen
trabajo oscureciendo la habitación. No necesitaba la luz artificial para ver que la
mayoría de las cosas estaban tal y como las había dejado. Cuando estaba
viviendo con Kanin en el viejo hospital, había desafiado sus deseos y regresé a
mi vieja habitación una noche, solo para encontrar que dos extraños se habían
mudado a ella. Aunque habían sido asesinados por el Vampiro Psicótico antes
de que tuvieran la oportunidad de en verdad cambiar algo, se las habían
arreglado para quemar mi colección de libros entera para mantenerse calientes.
Eso era lo último que había visto de este lugar antes de que Kanin y yo nos
viéramos forzados a escapar de Nueva Covington y huir. No supe que había
pasado con los dos cadáveres que habían estado aquí la noche que conocí a
Sarren por primera vez, pero ahora no estaban aquí.
Zeke alumbró alrededor con la linterna, curioseando, absorbiendo todo.
Cuando el haz barrió sobre el colchón y la manta en la esquina, se detuvo,
frunciendo el ceño. Revisando la habitación una vez más, vislumbrando los
sutiles signos de abandono, de repente la comprensión iluminó su rostro.
―¿Esta… era tu habitación?
Asentí cautelosamente.
―Viví aquí con mi grupo, cuando todavía era humana. ―Levantando una
silla volteada, la puse de regreso debajo de la mesa―. No es mucho, pero era
mejor de lo que alguna gente tenía.
Saqué una vela del estante, quemé solo el cabo, y lo giré en mis dedos.
¿Era posible que hubiera sido humana solo unos pocos meses atrás? No parecía 239
posible.
―Como sea ―dije, poniéndola en su lugar―, adelántate y toma el
colchón. Pareces como si pudieras conciliar el sueño. Solo quédate del lado
izquierdo, el borde derecho es más diminuto.
―¿Y qué hay sobre ti?
―No te preocupes por mí. ―Le di una media sonrisa y me moví hacia la
esquina lejana, lejos de las ventanas―. Ahora puedo dormir sobre lo que sea,
mientras esté fuera del sol. Pero, en verdad tengo que ir a dormir, Ezekiel.
Apenas puedo mantener mis ojos abiertos en este momento.
Se sentía extraño, el admitirlo. En un punto, nunca había dejado a nadie
excepto Stick quedarse en mi habitación. Y ahora, mis instintos de vampiro me
prevenían a nunca dejar a nadie ver donde dormía durante el día. Sabía que
vampiros más viejos y poderosos como Kanin y Salazar podían forzarse a sí
mismos a quedarse despiertos si tenían que hacerlo, y Jackal había pretendido
que él también podía hacerlo, pero, mientras podía obligarme a mí misma a
quedarme despierta después de que el sol se levantara, aún tenía que descubrir
el talento de despertar una vez que ya me hubiera ido a dormir. Si fuera
cualquiera sino Zeke, hubiera hecho lo que Kanin y me habría escabullido para
encontrar un lugar seguro y escondido para retirarme, lejos de los temerosos
humanos.
Seguía sintiéndome recelosa de los refugiados. Esperaba que se quedaran
abajo en el sótano y no vagaran por los pasillos. Pero ahora no había nada que
pudiera hacer sobre ellos, y al menos mi puerta estaba cerrada desde dentro.
―Allison. ―La voz de Zeke me detuvo mientras empezaba a ver
alrededor buscando un lugar donde pudiera recostarme contra la pared―. No
tienes que… quiero decir… ―Se pasó una mano por su cabello, de repente
avergonzado―. Podemos compartir ―admitió finalmente, sin encontrarse con
mis ojos―. El colchón es lo suficientemente grande.
Lo miré fijamente, mi estómago haciendo una pequeña voltereta. He
compartido el colchón antes con Stick, pero solo por el calor corporal, así no nos
congelaríamos hasta la muerte en las frías noches de invierno. Esto… sería algo
completamente diferente.
Zeke subió su mirada ante mi silencio, y manchas de color tiñeron sus
pálidas mejillas.
―Eso es… si tú quieres. Solo para dormir. No estaba insinuando que
nosotros… ―Se sonrojó aún más fuertemente―. Ah, eso salió todo mal. No
haría nada, Allie, ¿sabes eso, verdad?
―Lo sé ―dije, aliviando su humillación―. Y, no es eso, Zeke. Es solo
que… 240
Estarías justo ahí, yaciendo junto a mí. ¿Puedo controlarme a mí misma? ¿Sería
demasiada la tentación para el monstruo?
Hablé lentamente, necesitando que entendiera.
―Dormir junto a un vampiro podría no ser la cosa más segura para ti.
Zeke en verdad rió a eso, aunque salió como una dolorosa tos que me hizo
hacer una mueca de dolor.
―Creo que ahora es un poco tarde para preocuparse sobre lo que es
seguro ―dijo ásperamente―. Pero, es tu decisión, por supuesto. Lo que sea que
quieras hacer.
Quería acostarme. La fatiga me empujaba, alentando mis pensamientos,
silenciando mis reacciones. El sol estaba completamente arriba, y mis instintos
de vampiro, los que me gritaban que me fuera a dormir, estaban haciéndose
demasiado fuertes para ignorarlos. El pensamiento de estar presionada contra
Zeke, sintiendo su calor y el latido de su corazón mientras yacemos juntos, de
repente era muy, muy tentador.
―Muy bien ―murmuré, y las cejas de Zeke se elevaron―. Sigo sin saber
si esta es una buena idea, pero… ―Caminé adelante, quitándome la funda por
encima de mi cabeza y dejándola abajo a un lado del colchón. Si no me acostaba
pronto, iba a caerme. Este era tan buen lugar como cualquiera.
No lo miré mientras me hundía en mis rodillas sobre la cama. Era delgada
y estaba gastada, pero instantáneamente familiar. Detrás de mí, sentí a Zeke
dudar, después quitarse su chaleco de combate, dejándolo caer en la esquina
junto con sus armas. El colchón gimió cuando se colocó encima, sus
movimientos rígidos e incómodos.
―¿Estás segura de que estás bien con esto? ―preguntó.
Sin responder, tomé la manta y me acosté de espaldas, lanzándola sobre
mí antes de que pudiera cambiar de opinión. Zeke se detuvo, después se acostó
también, deslizándose bajo la sábana. Aunque mantuvo su cuerpo de tocar el
mío, su calor llenó el espacio instantáneamente, capullo de calor extendiéndose
entre nosotros debajo de la manta. Como sea, se sentía enfermo. Afiebrado.
Zeke giró sobre su costado, volteándose para enfrentar la pared, lejos de
mí. Sentí el colchón sacudirse cuando tosió, tratando de amortiguarlo en la
manta, y una puñalada de miedo penetró en mi agotamiento. ¿Qué pasaría si
despertaba mañana en la noche y ahí había un cadáver yaciendo junto a mí? ¿Qué
pasaría si Zeke muriera, deslizándose lejos de mí durante el día? Nunca lo sabría
hasta que el sol se pusiera y fuera demasiado tarde.
Me giré hacia él, mirando sus hombros encogidos. Yacía con su cabeza
acunada en un brazo, sus respiraciones laboriosas y rasposas. La parte de atrás
de su cuello estaba desnudo hacia mí, y sentí a mis colmillos salir, el Hambre 241
impulsándome a deslizarme y hundir mis dientes en su carne. No me
importaba el hecho de que ahora el morder a Zeke pudiera ser fatal para mí;
todo lo que veía era un humano enfermo, vulnerable y desprotegido, y la
oportunidad perfecta de atacar.
Forcé a mis colmillos a retraerse, y me estiré hacia él, acariciando su brazo.
Dejó salir un aliento roto y tembloroso, y sus hombros se encorvaron ante
mi toque.
―¿Allison…?
―Date la vuelta ―susurré.
Dudó, después se giró a su otro costado, enfrentándome en el colchón. Por
un momento, nos miramos el uno al otro, nuestros rostros a un brazo de
distancia. La cabeza de Zeke yacía en la curva de su codo, solemnes ojos azules
observándome. Podía ver mi propio reflejo en ellos, pero también el dolor que
arrugaba su frente, el enfermizo calor vertiéndose de él.
―¿Qué está mal? ―susurró después de un momento.
No puedo perderte. Estoy aterrada de que voy a verte morir.
―Odio esto ―murmuré finalmente, mi voz solo un susurro entre
nosotros―. Odio ser tan impotente. Desearía que esto fuera algo contra lo que
pudiera pelear, algo que pudiera enfrentar cara a cara. Entonces, tendría una
oportunidad.
Zeke, me di cuenta, estaba siendo muy cuidadoso de no moverse,
cuidadoso de no estirarse y tocarme. Atrapé indicios del anhelo en su rostro; era
claro que quería hacerlo, pero que se refrenaba a sí mismo.
―No creo en el destino ―dijo cuidadosamente―, pero… creo que todo
pasa por una razón. Que hay algún plan, alguna razón para esta oscuridad en la
que vivimos. ―Suspiró, arrugando su frente, sus ojos distanciándose―. Tal vez
estoy equivocado, pero eso me ha llevado así de lejos. Esa es la razón por la cual
peleo, la razón que me mantiene en movimiento, a pesar de todo. Y eso… eso
me llevó a ti.
Ahora el cuarto estaba mucho más iluminado. Sabía que los rayos del sol
estaban deslizándose a través de la ventana detrás de mí, arañando la barrera.
Mis ojos estaban pesados; mi cuerpo se sentía como si estuviera hecho de
piedra. Con lo último de mi fuerza, me estiré y agarré la camisa de Zeke,
jalándolo hacia adelante. Parpadeó, después se apresuró a acercarse, así
estábamos presionados juntos bajo las sábanas, sus brazos envueltos alrededor
de mí y los míos alrededor de él. Su corazón golpeando contra mi pecho, mi
nariz y mandíbula estaban situadas en el hueco de su garganta. La tentación y
el Hambre trataron de emerger, de tomar ventaja de esta oportunidad perfecta, 242
pero ahora estaba medio-dormida, demasiado cansada para escuchar. Ni
siquiera la dulce sangre fluyendo justo debajo de mis labios podría tentarme en
este momento.
―Quédate ―susurré, mientras mis pestañas se cerraban―. No voy… a
dejarte ir.
Lo sentí moverse en mis brazos, sosteniéndome más apretadamente,
posicionando mi cabeza bajo su barbilla.
―Solo la muerte me llevará lejos de ti, chica vampiro ―susurró―. E
incluso entonces, te cuidaré desde dondequiera que termine.
Esa fue la última cosa que escuché antes de que el sueño me llevara.
Sin pesadillas. Mi sueño fue benditamente libre de visiones, sueños o
emociones de mi creador. O finalmente Kanin había encontrado algo de paz o
se pudo controlar a sí mismo ahora que no estaba siendo torturado, pues la
siguiente vez que desperté, el cuarto estaba oscuro, y mis pensamientos eran los
míos propios.
Pero el espacio junto a mí estaba vacío.
¿Zeke?
Me paré, mirando rápidamente alrededor de la habitación. La linterna no
estaba, así como su chaleco de combate y sus armas, y el cuarto estaba vacío con
excepción de mí. Alarmada, abrí la puerta y caminé por los pasillos,
buscándolo. No estaba en los oscuros corredores, o en la habitación con los
refugiados, aunque la puerta seguía cerrada y con llave desde el interior. No
pensé que se arriesgaría a ir dentro de la habitación con ellos.
¿Así qué dónde estaba él?
Finalmente atrapé un vistazo de una rubia figura inclinada en las puertas
abiertas que llevaban al exterior, mirando hacia el vacío estacionamiento. Otra
vez estaba nevando, y gruesos copos caían suavemente alrededor de él,
aterrizando en su cabello y espolvoreando sus hombros. Aliviada, proseguí,
uniéndomele en la entrada de la escuela, aunque no se giró inmediatamente.
―Zeke, ¿qué estás haciendo? ―pregunté, Revisando el estacionamiento
por Sangrientos. Estaba vacío, y la ciudad más allá estaba quieta. Demasiado
silenciosa.
―No podía dormir ―murmuró, su voz baja y tensa―. Estaba demasiado
caluroso y… ―Su mano fue a su cara―. Mi cabeza me está matando.
Asustada, tomé su brazo y lo giré para que me enfrentara. Sus ojos estaban
ensangrentados, su piel demacrada y deteriorada, y su cabello estaba
empapado con sudor. Calor irradiaba de él como una llama, ese intenso y
enfermizo calor que hacía que mi estómago se revolviera. Casi nos quedábamos 243
sin tiempo. Teníamos que encontrar a Sarren, ahora.
―¿Dónde está Kanin? ―demandé, liberándolo y caminando lejos―. Nos
vamos. No hay más tiempo para esperar. ¿Dónde está?
―Lo vi esta tarde ―dijo mientras retrocedíamos al interior―. En las
escaleras hacia el segundo piso. ―Dudó, su rostro sombrío―. Allie… no es
bonito. Prepárate.
Mi temor creció. Nos apresuramos a través del edificio, pasando la puerta
de mi habitación y el corredor hacia el sótano, hacia una serie de escaleras de
cemento en ruinas que llevaban al segundo piso. Había estado aquí arriba antes
cuando había sido humana, pero el grupo no lo usaba mucho. El tercer piso
había colapsado sobre él, y la mayoría de las habitaciones estaban llenas de
escombros y piedras, haciéndolo peligroso de caminar.
Una oscura figura estaba sentada en los últimos escalones de las escaleras,
los codos descansando en las rodillas y la cabeza inclinada. Solo verlo así me
ponía inquieta. Se veía como si sufriera dolor, Kanin, el vampiro que había
tomado tres balas en el pecho y las sacó otra vez sin estremecerse. Entonces
Kanin levantó su cabeza, y tuve que morder mi labio para evitar gritar de
horror.
La piel en sus mejillas, frente y mandíbula se había ennegrecido y se
estaba cayendo, mostrando indicios de huesos a través de la carne destrozada.
Sus oscuros ojos se habían hundido en su cabeza, dejando negros círculos bajo
ellos, y estaban vidriosos con dolor. La piel de sus brazos y la parte trasera de
sus manos también se había oscurecido, siniestros parches se estaban
preparando para partirse y pudrirse, como si el virus que destruyera su cuerpo
desde el interior finalmente hubiera empezado a abrirse paso.
―Oh, Kanin… ―Las palabras salieron ahogadas. Ni siquiera sabía qué
decir, era demasiado horrible. Y aterrorizante.
Un día. Le tomó al virus un día para expandirse así de lejos. ¿Cómo lucirá en
otras veinticuatro horas?
―¿Estamos listos para partir? ―Su voz era tan profunda y calmada como
siempre. Nunca adivinarías que estaba en un terrible dolor a menos que te
fijaras en la mirada vidriosa en sus ojos, lo apretada que tenía su mandíbula.
Asentí, y Kanin se empujó a sí mismo hasta enderezarse, mirando a Zeke detrás
de mí―. ¿Serás capaz de viajar?
―Me las puedo arreglar.
No discutió, solo asintió y miró fijamente hacia abajo, a las escaleras.
―Entonces vámonos. Nos tomará varias horas alcanzar el Sector Dos a
pie.
La puerta al sótano se abrió mientras nos aproximábamos, y uno de los
refugiados se cernió en el marco, observándonos pasar. Su rostro era duro 244
mientras nos miraba fijamente, ojos entornados con sospecha y miedo. Cuando
Zeke lo miró, sus labios se apretaron, y se desvaneció a través del marco sin una
palabra, la puerta haciendo clic al cerrarse detrás de él.
De regreso en las alcantarillas, nos movimos rápidamente, sintiendo la
noche deslizándose lejos de nosotros. Ni Kanin ni Zeke hablaron mucho,
ahorrando sus fuerzas para caminar. Las toses de Zeke parecían haberse
ralentizado, pero seguido presionaba una mano en sus ojos o sien, rechinando
los dientes, y unas pocas veces se tropezó, como si no pudiera ver
correctamente lo que estaba en el suelo frente a él. Me hizo enfermar con la
preocupación, por ambos, él y Kanin. Kanin, por supuesto, no hizo un sonido,
marchando con su sombría determinación, su mandíbula apretada. Pero la
única vez que se detuvo para orientarse, recostándose pesadamente contra una
pared con sus hombros encorvados, podía decir cuán horrible se estaba
sintiendo.
Están muriendo, era el pensamiento en mi cabeza, constantemente
atormentándome a cada paso, en cada respiración laboriosa de Zeke o en la
mirada de dolor de mi señor. Están muriendo, y no puedo ayudarlos. No puedo hacer
nada por ellos. Maldición, ¿qué tiene de buena la inmortalidad si no puedo ayudar a los
que me importan? ¿Si tengo que pasar la eternidad sola?
Por encima de nosotros, los Sangrientos vagaban en las calles,
murmurando y riéndose de sí mismos. O le gritaban a nada, golpeaban autos,
paredes y unos a otros, arañaban sus rostros. Y aunque no lo quisiera hacer, me
pregunté cuándo Zeke empezaría a mostrar señales de esa enfermedad. Los
gritos y la furia ciega, el desgarre a los ojos y piel hasta que el rostro fuera un
destrozado y sangriento desastre. ¿Qué haría si empezaba a hacerlo?
Solo hazlo rápido. No me dejes sufrir, o convertirme en un peligro para nadie más.
Hielo se formó en mis venas, dándome escalofríos hasta los huesos,
mientras la comprensión me golpeaba de una vez. Podría tener que matarlos. A
ambos. Si no pudiéramos llegar a Sarren a tiempo, Zeke podría volverse en
nuestra contra, y Kanin podría estar en tanta agonía que estaría mejor muerto.
No me había dejado a mí misma pensar que podríamos fallar hasta ahora, pero
si Sarren no tenía la cura, tendría que…
Me alejé de esos pensamientos, mi garganta peligrosamente apretada. No
había nadie más. Tendría que ser yo. No había preguntas de si podría hacerlo.
No dejaría a Kanin sufrir como ese vampiro en la habitación del hospital, sus
ojos rogándome que lo matara. Si llegaba a esa opción, tomaría su cabeza y lo
pondría fuera de su miseria al menos. Conocía a mi sire lo suficiente para saber
que lo querría de esa forma.
Pero Zeke. Apenas podía soportar pensar acerca de ello. No parecía
correcto que apenas nos acabáramos de encontrar el uno al otro, que apenas me
hubiera dejado a mí misma pensar que podríamos hacer esto funcionar, y él 245
podría tener que morir. Por mi propia mano.
Pero el mundo no era justo, y lo he sabido por un tiempo. Si tuviera que
matar a Kanin y a Zeke, que así sea. Lloraría y gritaría y me afligiría por su
pérdida, y nunca me acercaría tanto a nadie otra vez, pero no los dejaría sufrir
una innecesaria agonía porque no pude dejarlos ir.
Alguien, no obstante, pagaría por sus muertes. Sarren y Salazar pagarían,
y ahora podía añadir a Jackal a la lista también. Si no pudiéramos encontrar una
cura a tiempo, ni siquiera el mismo príncipe estaría seguro de mi retribución. Si
alguno de ellos muriera, habría un infierno por pagar.
Pero no me rendía aún.
Después de unas pocas horas caminando, Zeke empezó gravemente a
tropezarse, y Kanin se detuvo, girándose para darle una mirada apreciativa.
―Toma un descanso ―dijo, asintiendo hacia una sección de muro que se
había derrumbado, grandes y planas piedras proveían unos pocos lugares para
sentarse. Me sentía impresionada por cuán horrible lucía, las heridas
ennegrecidas en sus mejillas y frente extendiéndose un poco más cada vez que
lo miraba―. Pronto vamos a ir a la superficie, y necesitaremos apurarnos para
salir del campo abierto. Descansen unos minutos.
―Estoy bien ―dijo Zeke tercamente, aunque su voz sonaba rota―. Puedo
seguir.
―No es negociable. ―Los ojos de Kanin se estrecharon y me hizo un gesto
firmemente hacia las rocas―. Siéntate.
Zeke consintió, dejándose caer sobre un bloque de piedra, frotando sus
ojos. Kanin se recostó contra una pared, haciendo una ligera mueca de dolor,
como si la presión del cemento contra su espalda fuera dolorosa. Esperaba que
no se hubiera abierto debajo de sus ropas.
―¿Qué tan lejos estamos del hospital? ―le pregunté a Kanin―. No
recuerdo haber ido por este camino la última vez que estuvimos aquí.
―Un par de horas más, dependiendo de cuán llenas estén las calles.
―Kanin cerró sus ojos por un momento, un diminuto parpadeo de dolor cruzó
sus rasgos―. Este camino es un poco más largo, pero nos mantendremos bajo
tierra casi todo el camino. Prefiero evitar a los infectados tanto como podamos.
―¿Qué pasa si Sarren no está ahí?
Kanin sonrió humorísticamente.
―Creo que la pregunta más importante sería, ¿qué pasa si lo está?
Me estremecí. Entonces probablemente tendríamos que luchar contra él.
Ciertamente no nos daría simplemente la cura, incluso si tuviera una. Esperaba
estar lista para ello. Esperaba que Kanin y Zeke estuvieran listos para ello.
Ciertamente Sarren no era la persona más fácil de convencer cuando se llega a 246
la violencia.
―Sarren. ―Dejando caer sus manos, Zeke se inclinó hacia adelante,
descansando sus antebrazos en sus rodillas. Por un momento, parecía estar
hundido en sus pensamientos―. Recuerdo a Jeb diciéndome algo ―murmuró
al fin, mirando fijamente hacia la oscuridad―, acerca del vampiro que mató a
su familia. Tenía dieciséis cuando sucedió, y solo me contó la historia una vez.
No volvió a hablar de ello otra vez, nunca.
Parpadeé. Jebbadiah como un niño, como un adolescente como yo. Traté
de imaginármelo y fallé. El viejo, austero y serio hombre con ojos de acero era
todo lo que pude ver.
―¿Qué sucedió? ―pregunté.
La frente de Zeke se frunció.
―No recuerdo la historia completa. Pero, por la forma en que Jeb me la
contó, su padre vino una noche, frenético, diciendo que tenían que dejar la
ciudad, que Malachi había hecho algo horrible, y que algo venía por ellos. Así
que todos se subieron al auto, Jeb y su hermana menor en la parte de atrás, y se
fueron sin llevarse nada.
Otra sorpresa. Jebbadiah había tenido una hermana. ¿Cómo sería hora?, me
pregunté. ¿Y Jebbadiah sería el mismo amargado y enojado viejo si ella hubiera vivido?
No sabía nada sobre él, me di cuenta. Incluso Zeke, su hijo adoptivo, apenas
conoció a su padre.
Me pregunté cuántos secretos más se había llevado Jebbadiah con él a la
tumba.
―Pensaron que habían logrado escaparse ―continuó Zeke, ignorante de
mis pensamientos acerca de su padre―. Pero a pocos kilómetros lejos de la
ciudad, un alto y pálido hombre apareció de repente en medio de la carretera,
sonriéndoles. El padre de Jeb se desvió bruscamente, y el auto se fue a una
barranca, rodando hasta el fondo. Jeb salió despedido, pero cuando se arrastró
de regreso al auto, su hermana estaba muerta, su mamá yacía contra una roca
con su cabeza abierta, y su padre sangraba sobre todo el lugar. Jeb trató de
liberarlo, pero su padre presionó algo contra su mano, dijo que debía ser
protegido a toda costa y le dijo que corriera. Él no habría escuchado, excepto
que el hombre pálido venía. Corrió.
Kanin se paró silenciosamente, sin moverse, mientras seguía tratando de
envolver mi cabeza alrededor del pensamiento de Jeb como un adolescente y un
hermano, observando a su familia morir.
―Ese era Sarren, ¿no es así? ―preguntó Zeke, alzando la mirada hacia
Kanin―. Tomando su revancha matando a los científicos y a sus familias.
Cuando hablabas acerca del laboratorio incendiándose y los Rabiosos 247
escapando, todo de alguna manera encajó. ―Cuando Kanin seguía sin
responder, se rió sin humor, sacudiendo su cabeza―. Todo viene de regreso a
ti, ¿no es así? ―murmuró―. Los Rabiosos, Sarren, Jackal. Todo.
―Si quieres venganza por tu padre ―dijo Kanin finalmente, su tono bajo
y cansado―, te pediría que esperaras hasta que resolviéramos esta crisis.
Después de eso, si sigo con vida, siéntete libre de unirte a las filas de cada
vampiro y humano que desean remover mi cabeza, aunque me temo que es una
muy, muy larga línea.
―No quiera venganza ―le dijo Zeke antes de que yo pudiera hablar―.
No de ti, de cualquier manera. Y no solo por Allison, tampoco. ―Elevó una
penetrante mirada hacia Kanin, quien lo observó sin expresión―. Intentaste
ayudar a los científicos antes ―dijo―. ¿Sigues sintiendo lo mismo? ¿Aún
quieres salvar a la raza humana? ―Cuando Kanin frunció el ceño, Zeke hizo
una pausa, como si se debatiera consigo mismo sobre si continuar o no.
Finalmente, suspiró―. Si hubiera una posible cura para el Rabidismo
―prosiguió lentamente―, ¿qué harías para encontrarla, para protegerla?
―Zeke. ―Lo miré fijamente mientras Kanin se enderezaba, dándole toda
su atención―. ¿Qué estás diciendo?
Me dio una mirada culpable.
―Quería decírtelo antes ―empezó―. Pero no quería mencionarlo
alrededor de Jackal o de los otros vampiros. Los científicos en Edén… tienen
algo. Al menos, esos es lo que ellos esperan.
Me quedé boquiabierta, sintiendo a mi estómago caer.
―¿Hay una cura?
―Tal vez. Es demasiado pronto para decirlo. ―Nos miró a Kanin y a mí
sucesivamente―. Con la investigación de Jeb, han sido capaces de acercarse
más de lo que nunca lo han estado. Pero se han golpeado contra un muro. Se
están perdiendo algo crucial. Algo que no está en Edén.
Fruncí el ceño en confusión, pero Kanin cerró sus ojos.
―Sangre vampiro ―murmuró, y mi interior se enfrió.
Sangre vampiro. La cosa que lo había empezado todo, que había hecho
nacer a los Rabiosos y volvió el mundo el infierno en la tierra.
Y después la verdadera razón por la que Zeke se encontraba aquí, la razón
por la que me siguió a través del país, me rogó para irme con él a Edén, me
golpeó como un golpe en la cara.
―¿Es por eso… es por eso por lo que querías que me fuera contigo a
Edén? ―pregunté débilmente, mirando a Zeke con horror―. ¿Quieres darme a
248
los científicos, para que me usen como su maldita rata de laboratorio? ¿Así
pueden encerrarme en una jaula y pincharme con agujas, como los vampiros en
el viejo hospital? ¿Como los humanos en el laboratorio de Viejo D.C.,
amarrados a sus camas y gritando mientras experimentan en ellos? ―Mi voz
fue alzándose, el vampiro interior gruñéndole a esta traición, impulsándome a
atacar. Mis colmillos se extendieron, y se los desnudé al humano frente a mí―.
¿Es a lo que viniste, Ezekiel?
―¡Por supuesto que no! ―Zeke se levantó rápidamente, haciendo una
mueca de dolor mientras se estabilizaba a sí mismo. Le gruñí y retrocedí, y
sostuvo una mano hacia mí, su voz gentil―. Allie ―imploró ―, me conoces
mejor que eso. Nunca haría nada que te lastimara o aprisionara o te pusiera en
peligro. Si esa fuera la única razón para venir, no estaría aquí abajo tratando de
detener a Sarren. Habría obtenido la sangre de alguna otra forma y ya estaría de
regreso en Edén. ―Frunció el ceño, y frotó su frente antes de enfocarse en mí
otra vez―. Tú… eres la única razón por la que estoy aquí, la única razón por la
que vine.
―¿Estás seguro de eso? ―pregunté, obligando a mi voz a no temblar.
Contra la pared, Kanin nos observó, inmóvil, pero apenas lo noté―. Jeb sabía
cuán importante era la investigación, ese es el porqué lo dio todo para llegar a
Edén. Sabía cuán desesperadamente necesitamos esa cura. Habría hecho todo
para encontrarla. ¿Qué es un vampiro para salvar al mundo entero?
―No soy mi padre ―dijo Zeke llanamente―. Y de cualquier forma iba a
venir a buscarte. Incluso si no hubiera cura, aún habría venido. Si después de
todo crees algo, cree eso. Pero, Allie, los científicos escucharon acerca de ti de
los guardias en el portón, escucharon las historias acerca de un vampiro que no
masacró inmediatamente a todos en la clínica. Y me hicieron un montón de
preguntas sobre ti, y Jeb, y nuestros viajes juntos. Cuando descubrieron que
planeaba dejar la isla, me preguntaron si estaba dispuesto a llevarte de regreso
a Edén. No como un experimento o una rata de laboratorio, nunca habría
estado de acuerdo con eso. Pero necesitan sangre vampiro para continuar
trabajando en la cura. ―Suspiró, pasándose una mano hacia abajo por su
cara―. Sé cómo suena ―admitió―. Incluso yo tenía mis dudas al principio.
Pero los científicos de Edén saben lo que sucedió en el otro laboratorio, cómo
fueron creados los Rabiosos. No van a cometer el mismo error dos veces.
―¿Cómo lo sabes? ―demandé―. Podrían estar usándote, Zeke. Pudieron
estar mintiendo, solo para conseguir que les llevaras un vampiro. Y si ese fuera
el caso, no serás capaz de detenerlos de convertirme en un experimento. No voy
a ir a Edén solo para que ellos puedan hacer conmigo lo que le hicieron a los
vampiros hace sesenta años.
―Iré ―dijo Kanin suavemente.
Nos giramos para mirarlo fijamente. Se encogió de hombros, mirando más 249
que nada a Zeke.
―Si sobrevivo a esto, si de alguna manera nos las arreglamos para detener
a Sarren y terminamos con la plaga, iré contigo a Edén. Y tus científicos pueden
usarme de cualquier manera que quieran.
―Kanin ―susurré, consternada―. No puedes hablar en serio. Tú, de
todas las personas, deberías saber lo que podría pasar. Lo que crearon la última
vez. ¡Están haciendo lo mismo!
Kanin solo sonrió.
―¿Qué podrían posiblemente hacer para hacerlo peor? ―preguntó.
Empecé a protestar, y me cortó―. Antes estaba equivocado ―dijo, su voz era
dura―. Permití que la sangre de otros fuera derramada, cuando el sacrificio
debió haber sido mío. Me he pasado una vida entera expiándome por ese error.
―Dolor iluminó sus ojos, la culpa de incontables décadas pesándole―. Pero
Ezekiel está en lo correcto. No puedo dejar que el miedo del pasado
ensombrezca el futuro. Si la cura ha de ser hallada, si los humanos siguen
requiriendo de los vampiros para crear una, al menos, esta vez, la sangre en sus
manos será la mía. Solo está encajando. Pero primero debemos encontrar a
Sarren.
―Entonces deberíamos empezar a movernos ―murmuró Zeke, y tomó un
tambaleante paso al frente―. Porque honestamente, no sé cuánto más puedo
seguir caminando. ―Presionó los talones de sus palmas en las cuencas de sus
ojos―. Dios, se siente como si mis ojos fueran a salirse de mi cráneo.
Mi furia hacia él se desvaneció. Caminando hacia adelante, me estiré y
quité gentilmente sus manos de su ardiente rostro, manteniendo sus muñecas
atrapadas en mis dedos. Sus ojos, vidriosos e inyectados en sangre, se
encontraron con los míos, y apreté sus manos.
―Casi estamos allí ―susurré, instándolo a seguir, a no rendirse―.
Quédate con nosotros, Zeke. Me prometiste que no te detendrías.
Me miró, sin hacer ningún movimiento para liberarse.
―Recordaré mi promesa, chica vampiro ―susurró de regreso, forzando
las palabras a salir a través de la agonía―. Si recuerdas la tuya.

250
Capítulo 19

Dos horas después, Zeke no estaba más con nosotros.


Él no había dicho nada desde nuestro breve descanso en los túneles,
marchando con una mandíbula apretada y los ojos vidriosos llenos de dolor. El
calor manando de su piel se intensificaba al instante derritiendo la nieve que se
había asentado en él cuando finalmente fuimos por encima del suelo, mientras
corríamos de sombra en sombra para eludir a los Sangradores.
Y luego, mientras cruzábamos un estacionamiento cubierto de nieve,
caminando entre los cascos de autos, hubo un golpe detrás de mí, el sonido de
algo golpeando el pavimento. Me giré y vi a Zeke recostado en la nieve junto a
una furgoneta, como si su cuerpo se hubiera rendido finalmente.
No. Me apresuré hacia él y me arrodillé, volteándolo sobre su espalda.
Gimió, entreabriendo sus ojos, mirándome a través de orbes azules vidriosos.
―Zeke ―dije, tomando su brazo. Estaba tan caliente―. Vamos, levántate.
Tenemos que continuar. 251

Lo intento. Apretando sus dientes, se apoyó en mí mientras lo empujaba


hacia arriba, pero tan pronto como tratamos de dar un paso, se desplomó de
nuevo. Jadeando, se hundió de nuevo en la nieve, ignorando mis intentos de
ponerlo en pie.
―Zeke, no hagas esto ―dije, viendo con impotencia cuando se dejó caer
en el piso de nuevo―. Levántate. Casi estamos allí. ―Me arrodillé y alcancé su
brazo, pero su mano sujetó la mía, deteniéndome.
―Déjame. ―Las palabras eran tan suaves que apenas las escuché. Pero mi
estómago, corazón, mente, todo, retrocedió con absoluto horror, y lo miré con
angustia―. No puedo ir más lejos ―susurró, su voz tensa―. Continúa sin mí.
Gruñí, furiosa y desafiante.
―¡Demonios, Ezekiel! No te atrevas a tirar esta mierda de auto-sacrificio
ahora. Si piensas que te dejaré… ―Mi garganta se cerró repentinamente, y
tragué mi desesperación―. Olvídalo. De ningún modo continuaré sin ti…
―Allie. ―Zeke apretó mi brazo, y las palabras vacilaron deteniéndose―.
No puedo ―murmuró, haciendo que mi garganta se apretara. Levantó su
mano, débilmente, a su cara―. Puedo sentir la enfermedad… quemando, y me
está volviendo loco. Tienes que continuar sin mí. Ni siquiera puedo ver bien,
mucho menos luchar.
―No ―susurré, sacudiendo frenéticamente mi cabeza―. No estoy
haciendo eso. Te podemos cargar, si llegamos a eso.
Cerró sus ojos, la nieve cayendo a su alrededor, derritiéndose en su frente
y mejillas.
―No puedes detener a Sarren… si estas constantemente preocupada por
mí ―dijo, respirando con dificultad entre frases―. Me usar{ en tu contra… eso
es lo que hace él. Cuando lo enfrentes de nuevo, no puedes tener… ninguna
distracción.
―No eres una distracción ―me ahogué. No me respondió o abrió sus ojos,
y apreté mi puño contra la nieve―. ¡Demonios, Zeke! No me pidas que haga
esto.
Los pasos de Kanin crujieron detrás de mí, deteniéndose a mi espalda. El
Maestro vampiro se cernió sobre nosotros, su mirada solemne mientras miraba
hacia abajo al humano. Di algo, rogué en silencio. No le dejes hacer esto, Kanin.
―Esta es tu decisión ―dijo Kanin, así como quería gritarle―. ¿Estás
seguro?
Zeke asintió dolorosamente, abriendo sus ojos.
―Sé lo que tengo que hacer ―susurró―. Teniéndome a lo largo del
camino, cuando estamos tan cerca de Sarren, es peligroso ahora. No puedo 252
avanzar más lejos. Allie ―dijo, mirándome―. Déjame aquí. Sigue sin mí.
―¿Dejarte aquí en la nieve? ―exigí―. ¿Con los Sangradores? Estarás
muerto antes de que regresemos, Zeke. Te destrozaran.
Un chirrido de metal, cuando Kanin se giró y abrió la puerta del costado
de la furgoneta, revelando un oscuro interior y un espacio vacío.
―Aquí ―me dijo, despreocupado con la mirada penetrante que le di―.
Sácalo de la intemperie. Rápido. No tenemos mucho tiempo.
―Kanin, no puedes esperar…
Su mirada dura me hizo callar.
―¿Qué sucede si lo llevamos con nosotros y Sarren lo ve? ―exigió―.
¿Qué crees que hará? ¿O si somos emboscados por los infectados de nuevo y
tenemos que correr? ―Su mirada se suavizó, su frente arrugándose con un
dolor repentino―. Yo… no estoy en mi mejor forma, Allison. No estoy seguro
de que seré de gran ayuda contra Sarren cuando lo encontremos. Si tenemos
que luchar, y Sarren casi con seguridad nos llevara a ello, entonces dependerá
de ti detenerlo.
Miedo se extendió por mis entrañas, volviéndolas frías. No quería
enfrentar a Sarren sola. Había pensado que Kanin sería el que lidiaría con el
loco Vampiro Psicótico, pero era obvio que ahora él apenas funcionaba. Sería
yo. Tendría que luchar con Sarren. Recordé su lengua sobre mi piel, su rostro
cerca del mío, burlándose de Zeke sobre mi hombro. Si Sarren se volvía contra
mí, si veía a Zeke, enfermo e incapaz de defenderse…
Tragando el bulto en mi garganta, puse el brazo de Zeke alrededor de mi
cuello, levantándolo, y medio tirándolo, medio arrastrándolo hacia la furgoneta.
Apretó su mandíbula, su respiración siseando dolorosamente entre sus dientes
cuando lo coloqué contra la pared contraria de la puerta, de rodillas a su lado.
Jadeó, cerrando sus ojos, gotas de sudor sobre su frente y corriendo hacia abajo
por su piel. Ese ardiente, calor enfermizo llenó el pequeño interior de la
furgoneta, llevándose lejos el frío.
―Allie ―susurró Zeke, dejando caer su brazo―, ¿puedes…alcanzar mi
pistola?
En silencio, llegué alrededor de su pistolera a su costado, saqué la pistola.
Zeke la miró con cansancio.
―¿Cuántas balas?
Con dedos temblorosos, revisé el cargador.
―Una ―dije con suavidad―. Solo queda una.
Zeke asintió.
253
―Bien. Si llega a eso, un disparo… es todo lo que necesito.
Temor se apoderó de mí. Observé, entumecida, que Zeke tomaba el arma
de mi débil agarre y la bajaba, cerca de su pierna. Tuve una repentina imagen
de mi misma alejándome de la furgoneta, y un tiro sonando detrás de mí. O
regresando con la cura de Sarren, deslizando la puerta, y encontrando un
cadáver congelado sentado aquí, la furgoneta fría y sin vida. Me dieron ganas
de gritar.
Zeke finalmente me miró, calidez rompiendo el dolor de sus ojos
vidriosos.
―Estaré bien ―me aseguró, su voz débil―. No haré nada estúpido,
Allison, solo… necesito descansar. Si encuentras a Sarren y consigues la cura a
tiempo, estaré aquí. Si no… entonces no importar{, de todos modos.
Inclinándome hacia adelante, toqué su frente con la mía, cerrando mis
ojos.
―Lo encontraré ―prometí con suavidad―. Trata de resistir. Regresaré,
Zeke, lo juro.
Zeke ahuecó el lado de mi cara, su palma extremadamente caliente,
mientras levantaba su cabeza y me besaba. Solo un ligero roce de sus labios
sobre los míos.
―Esperaré, chica vampiro ―susurró, trazando mi piel con su pulgar―.
Por tanto tiempo como pueda. Pero, si no lo logro… ―Dudó, como si quisiera
decir algo pero lo pensará mejor. Su corazón, ya golpeando, aumentó de
velocidad, golpeando su pecho―. Allie, yo…
―Allison. ―La voz de Kanin hizo eco desde afuera, suave pero firme―.
Necesitamos irnos. Ahora.
Zeke se desplomó.
―Ve ―susurró, recostándose―. Ve a detener a Sarren. No te preocupes
por mí. Estaré aquí.
Lágrimas calientes picaban las comisuras de mis ojos. Quería quedarme,
discutir más, pero las palabras se atascaron en mi garganta, y no había nada
más que decir. Pestañeando furiosamente para contener las lágrimas, me alejé
de Zeke y salí hacia la nieve.
Quizás por última vez, miré a través del marco, al humano observándome
desde el interior de la furgoneta. Ofreció una débil sonrisa y asintió antes de
que cerrara la puerta, deslizándola a través de la vía hasta que hiciera clic en su
lugar. Escondiéndolo de la vista.
Kanin no me dio tiempo para cuestionar mi decisión.
―Vamos ―dijo, y giró, continuando a través de los autos aislados. Le di a 254
la furgoneta una última mirada y seguí, sintiendo la presencia de Zeke volverse
más y más pequeña detrás de mí.
Caminamos en silencio por un rato, yo arrastrándome detrás del otro
vampiro, mis pensamientos en Zeke y que probablemente lo había matado por
dejarlo allí. Solo, enfermo y muriendo en esa furgoneta. Si solo le hubiera
insistido que viniera… pero entonces, eso probablemente habría sido matarlo
también.
―No hay buenas decisiones, Allison ―ofreció Kanin en voz baja―. Solo
están aquellas con las que puedes vivir, y aquellas que puedes trabajar para
cambiarlas.
Mi garganta se sentía apretada.
―Lo maté ―susurré, expresando el temor que no me podía permitir
enfrentar hace unos minutos atrás―. Va a morir allí.
―No sabes eso ―dijo Kanin―. No le estás dando suficiente crédito. Está
luchando con ello, Allison. A esta etapa, debería ser insensible, loco por la
enfermedad. El hecho de que aún conserve el sentido de sí mismo es un poco
impresionante. Podría evitarlo un poco más.
―¿Lo suficiente para conseguirle la cura?
―Si Sarren tiene una. ―Kanin sonó cansado―. Aunque encuentro eso
difícil de creer, nunca ha sido uno de los que se deshacen de lo que ha
comenzado.
La desesperación se levantó, amenazando con aplastarme.
―¿Por qué estamos haciendo esto, entonces?
―Porque debemos. ―La voz y expresión de Kanin siguieron igual―.
Porque no hay nada más que podamos hacer. Porque no hay nadie más. ―Su
voz bajó, volviéndose casi inaudible―. Pondré mi confianza en la esperanza
una vez más, y quizás esta vez, será suficiente.
Esperanza. Esperanza de que Sarren tenga una cura. Que sea suficiente
para salvar a Kanin, Zeke y Nueva Covington. La Allie del Fringer lo habría
visto como una estupidez, la esperanza era un lujo que podría fácilmente
hacerte matar. Pero eso fue lo que mantuvo a Kanin todo este tiempo, ¿no? La
esperanza de un final para el Rabidismo, que pudiera deshacer lo que había
ayudado a ocasionar. Era lo que había mantenido a Zeke y a los otros buscando
Edén, también. Lo habían logrado solo por la fuerza de sus creencias. Y… era a
lo que me aferraba con Zeke. La esperanza de que un vampiro y un humano
puedan desafiar cada instinto y miedo, para luchar contra el monstruo, la sed
de sangre y el deseo de matar, y encontrar una forma de estar juntos.
255
Está bien, entonces. No me rendiría. Vería esto hasta el final. Por Zeke y
Kanin y por la ciudad que ha sido mi hogar por diecisiete años, también
pondría mi confianza en esa pequeña tira de esperanza, y me aferraría a ella
hasta estar segura de que todo estaba perdido.
Kanin de repente se detuvo al borde de la calle, luego rápidamente
retrocedió detrás de una esquina. Con cautela, me acerqué a su lado y miré a
hurtadillas más allá del ladrillo.
Reconocí el terreno al otro lado de la calle, rodeado por edificios, el campo
de malezas ahogadas con sus árboles esqueléticos y bloques de cementos
asomando por la hierba. La última vez que había visto este lugar, había estado
huyendo del coven del príncipe con Kanin, tratando de salir de la ciudad antes
de que ambos fuéramos asesinados. No podía ver la ruina, los restos del edificio
ennegrecido al otro lado de la calle, a través de la hierba y los viejos árboles
torcidos, pero sabía que estaba allí.
El viejo hospital. El laboratorio oculto. Lo habíamos logrado.
―Está demasiado tranquilo ―comenté mientras nos poníamos de pie en
el borde del terreno, mirando a través de la hierba congelada, la maleza y los
restos de los edificios viejos―. ¿Crees que Sarren está en realidad aquí?
―Lo sabremos muy pronto.
Su voz estaba tensa. Lo miré y traté de no dejar que mi preocupación
obtuviera lo mejor de mí, pero era difícil.
La longitud completa de un brazo estaba roto y descamado, y un indicio
de hueso estaba brillando a través de la carne demacrada de una mejilla. Sabía
que sufría, eso volvía el caminar una agonía para él, no importa qué tan estoico
tratara de parecer.
―¿Puedes hacer esto? ―susurré. El pensamiento de enfrentar a Sarren era
aterrador, incluso más si tenía que hacerlo sola. Pensé en Zeke, muriendo en la
furgoneta, solo en un estacionamiento nevado. Me estaba matando el haberlo
dejado allá atrás, pero Kanin estaba en lo cierto: Sarren lo usaría contra
nosotros. Le haría lo mismo a Kanin si pudiera―. Deberías quedarte aquí ―le
dije a Kanin cuando no respondió―. Puedo encontrar a Sarren sola, Kanin. No
tienes que venir.
Mi sire me miró, y le di una sonrisa valiente. Si tenía que enfrentar al
Vampiro Psicótico por mi cuenta para salvar a Zeke y Kanin, lo haría. Asustaba
la mierda de mí, pero lo haría.
Una mirada casi cariñosa entró en sus ojos.
―No ―murmuró, girándose hacia el terreno―. Sarren y yo… hemos
estado en esto por mucho tiempo. Esta guerra termina esta noche. No dejaré 256
que te enfrentes a él sola.
―¿Estás seguro?
Su sonrisa se volvió peligrosa, y sus ojos oscuros brillaron. Y por un
momento, me recordé que Kanin era un vampiro Maestro, que era de lejos más
fuerte que yo, y que todavía tenía un aterrador demonio dentro.
―Vamos ―dijo suavemente Kanin, y juntos comenzamos a cruzar el
terreno hacia las ruinas lejanas del hospital, caminando lado a lado. Solo
nosotros dos, yo y mi sire, contra el vampiro más aterrador que jamás había
conocido. Lo que sea que suceda esta noche determinaría el destino de todo.
Mientras nos acercábamos al primer edificio esquelético, mi piel se erizó
en una advertencia. Podía oír movimientos, pasos arrastrados a ambos lados de
nosotros en la oscuridad, el murmullo bajo de voces. Algo rió en voz baja, justo
cuando atrapé un destello de metal en las malezas que no había estado allí
antes, y me detuve.
Jaulas. Había jaulas rodeando el antiguo edificio del hospital, casetas de
alambres construidas para perros. Excepto, que estaban llenas de humanos.
Humanos que sangraban por las heridas auto-infligidas, quienes murmuraban
y reían de sí mismos, sin hacer caso de la nieve que caía sobre ellos.
Parecía que Sarren estaba aquí… y esper{ndonos.
―¿Podemos colarnos por ahí? ―susurré hacia Kanin. Pero, al momento,
ya sea por un cerrojo de tiempo o algún tipo de alambre que no logramos ver,
todas las puertas de las jaulas se abrieron con una explosión, y los Sangradores
saltaron, aullando. Dando sacudidas hacia la salida, un hombre nos vio sobre la
hierba y dio un grito que alertó a la manada completa.
Demasiado para colarnos.
Con gritos y lamentos, los Sangradores se arrojaron por el suelo nevado,
apresurándose hacia nosotros en un enjambre caótico. Rugí mi odio, por ellos,
por Sarren, por todo este lío estúpido y me lancé hacia adelante con Kanin justo
a mi lado.
El primer humano no supo qué lo golpeó, cuando mi espada lo atravesó
por su centro en un líquido color carmesí y salía por el otro lado. Arranqué la
espada liberándola y corté al par de atacantes llenando mi visión, cortando a
uno y a otro. Espirales de sangre llenaron el aire, y mantuve mi boca cerrada en
caso de que cualquier cosa me golpeara en el rostro. Un hombre enorme con un
solo ojo giró una silla rustica hacia mí con ambas manos. Me giré por debajo de
la silla, cortando su pierna mientras pasaba, escuchándolo estrellarse contra el
piso detrás de mí.
―¡Allison!
257
Kanin se detuvo frente a mí mientras me ponía de pie, bloqueando un
palo con su brazo. La madera se astilló contra su antebrazo, y rugió con dolor,
llevando su espada hacia abajo contra la barbilla del hombre. Una mujer
empuñando una barra de acero saltó a su espalda, viniendo de la nada, y
conoció a mi katana deslizándose hacia abajo entre ellos, abriéndola por la
mitad.
Otro Sangrador se me acercó, gritando. Gruñí y comencé a presentarme,
levantando mi katana para cortar su cabeza, pero Kanin se giró, me agarró del
cuello y me tiró hacia atrás. Mientras estaba siendo apartada, un flash y un
bramido repentino estalló a los pies del humano, el hedor de explosivos, humo
y carne chamuscada llenaban el aire.
―Ten cuidado con las minas ―me advirtió Kanin, colocándome a su
lado―. Sarren probablemente tiene todo este lugar con trampas. ―Otra
explosión resonó por delante de nosotros, acompañado de un grito doloroso.
Con cautela ahora, me acerqué hacia Kanin mientras nos enfrentábamos a
los últimos Sangradores, que se dirigían hacia nosotros desde diferentes lados.
Esquivé la cadena enroscada que fue azotada hacia mi cabeza y hundí mi
espada entre las costillas del hombre, mientras Kanin simplemente agarraba el
rostro del humano que intentaba apuñalarlo, levantándolo de sus pies y con
calma rajaba su garganta.
Cuando el último de los Sangradores estaba aplastado en la nieve, miré
alrededor del campo pisoteado, mezclado con sangre, ahora inquietantemente
en silencio una vez más.
―¿Piensas que Sarren sabe que estamos aquí? ―le pregunté a Kanin.
Resopló.
―Seamos cuidadosos.
Con mucho cuidado, caminamos a través del campo, cuidadosos con las
minas, trampas, trampas de alambres y otras cosas desagradables que Sarren
podría haber plantado. Me arrastré detrás de Kanin, quien tenía un extraño
sentido de saber dónde estaba acechando el peligro en la nieve y en la hierba
alta, dejándolos de lado con facilidad. Literalmente seguí sus pasos, igualando
mis pasos a los suyos, pisando dónde él pisaba, hasta que pasamos el campo y
se agachó hacia los restos desmoronados del hospital carbonizado.
Todavía con cuidado con las trampas y minas, caminamos
cuidadosamente por las ruinas. Cerca de una pared derrumbada, un torcido,
agujero estrecho sumido derecho hacia la oscuridad, trayendo consigo una
tormenta de recuerdos. Kanin y yo, nuestras lecciones que habían tenido lugar
por ese tubo oscuro, nuestra desagradable retirada de Nueva Covington.
Encontré los ojos de Kanin sobre la brecha y me pregunté si estaba pensando en 258
lo mismo.
¿O su mente estaba únicamente en lo que nos esperaba, en lo profundo de
las entrañas del hospital?
―Iré primero ―dijo con voz baja―. Quédate aquí. Espera mi señal para
entrar.
Asentí. Kanin avanzó un paso hacia el borde y, sin dudar, se lanzó hacia la
oscuridad.
Crucé mis brazos y escuché, tratando de no ser impaciente, tratando de no
imaginar todas las cosas que podrían pasarle a Kanin cuando no estuviera allí.
Sarren quizás estaba esperando con una emboscada. Podría haber puesto minas
en el hueco del piso del ascensor. Podría tener esperando otra ola de
Sangradores en el vestíbulo del hospital, listos para atacar. Me inquieté y
arrastré los pies, reprimiendo el impulso de ir detrás de él, hasta que la voz de
Kanin surgió desde la oscuridad de nuevo.
―Está despejado.
Bajé por el pozo, sin molestarme en agarrar los cables, cayendo quizás
unos treinta metros hacia la planta baja. Aterricé con un gruñido y una nube de
yeso, y Kanin se giró con una mirada advirtiéndome de ser silenciosa.
Agachándome por una viga, entré en un cuarto familiar.
Parecía que todo estaba como lo habíamos dejado la noche que huimos de
Nueva Covington. Estaba el escritorio grande en la pared del fondo, sus letras
de oro oxidadas colgando torcidas en la madera. El espacio frente al escritorio
donde Kanin me había enseñado a usar mi katana estaba despejado, sin
escombros ni residuos. La habitación tenía una apagada sensación hueca, el aire
aquí no había sido perturbado en años.
Pero, en alguna parte en esta oscuridad, tumbas vacías, nuestros enemigos
nos esperaban.
Kanin sacudió su cabeza hacia mí, y comenzamos a caminar,
deslizándonos, a través de la baldosa, sin hacer ruidos mientras nos movíamos,
dos vampiros en la caza de sus presas. No nos molestamos con las
innumerables habitaciones del pasillo, la oficina de Kanin y mi antigua
habitación, donde había dormido en la esquina sobre la cama con bultos. Sarren
no estaría en ninguna de ellas. Solo habría un lugar donde estaría.
La habitación más allá de la puerta roja al final de las escaleras.
Una vez que llegamos al tope de las escaleras, se hizo sombríamente
evidente que Sarren nos estaba esperando.
Sangre recubría los escalones hacia la puerta roja, manchas en franjas
gruesas sobre las paredes, húmedas y negras. 259
Manos y pies habían sido colgados con alambres en el techo, y una cabeza
cortada parecía flotar en el aire entre ellos, los labios retirados en una sonrisa
loca. Sobre la puerta roja, escrito en grandes letras con sangre, decía:
Apocalipsis 21.
―¿Estás lista para eso? ―preguntó Kanin en voz baja.
Alcanzando detrás de mi hombro, saqué mi katana, agarrando la
empuñadura con fuerza.
―Tan lista como lo estaré alguna vez, creo. ―La cabeza cortada de
repente se cayó del techo, aterrizando con un sonido húmedo que me hizo
encoger―. Terminemos con esto.
Descendimos las escaleras, pasando por encima de los miembros
desechados y charcos congelados de sangre, caminando hacia la puerta roja.
Estaba sin seguro, el picaporte giró con facilidad en mi palma, la puerta
abriéndose con un chirrido. Más allá del marco, el pasillo estaba manchado con
más rojo, la palabra Apocalipsis escrita una y otra vez de nuevo con diferentes
números a los lados. Kanin puso una mano sobre mi hombro y asintió hacia la
esquina superior, la cámara de seguridad rota parpadeó con una pequeña luz
roja sobre nosotros, el lente enfocado en mí como un ojo negro mirando. Me
estremecí, sabiendo que Sarren podría estar en el otro extremo, observándonos
justo ahora.
La puerta redonda al final de este pasillo también estaba ligeramente
abierta. Extremadamente cautelosa con las trampas y embocadas, me adelanté y
la abrí. Crujió mientras se balanceaba abriéndose, y entramos por la abertura,
hacia la habitación donde, seis décadas atrás, los monstruos habían nacido.
Las celdas alineadas en las paredes estaban vacías, lo cual era un alivio.
Había estado medio esperando que estuvieran llenas de Sangradores que
saldrían y nos atacarían. Pero todo en la habitación estaba en silencio y
tranquilo. Sarren, a menos que se estuviera escondiendo en una de las jaulas, no
estaba en la habitación.
―No está aquí ―dijo Kanin en una voz baja apenas audible―. Tenemos
que pasar por la última puerta al final.
Nunca había pasado por la última puerta. Lo más lejos que había llegado
era esta habitación, donde Sarren me había encontrado después de haber
rastreado a Kanin hacia la ciudad, y había enterrado una navaja en su ojo. Dudo
que él haya olvidado aquello.
La espada de Kanin estaba de repente en su mano. No hay marcha atrás
ahora. Por Kanin, por Zeke, por todo Nueva Covington, teníamos que enfrentar
al loco. Avanzamos sin parar hacia la última puerta, encontrándola sin seguro,
por supuesto, y la empujé abriéndola.
260
Por un momento, Kanin no se movió, y tampoco yo, mirando hacia la
oscuridad más allá del marco. Desde donde estaba parada, pude distinguir
unas camas viejas, cubiertas de moho y polvo, esparcidas por la habitación.
Gruesas correas de cuero y cadenas colgaban desde los bordes, igual a los de
Viejo D.C, haciendo mi piel estremecer. Contra la pared, una computadora
antigua, su pantalla agrietada y distorsionada, estaba junto a un dispositivo
extraño con un tubo largo asomando en el aire. Más celdas se alineaban en la
otra pared, con barras de acero puestas verticalmente a través de las ventanas y
puertas metálicas enrejadas desde afuera. Aire frío, rancio, flotaba por el marco
de la puerta, mezclada con el más leve indicio de sangre.
Una risita aguda se deslizó fuera de la oscuridad.
―Ah, aquí están ―ronroneó una suave, voz sibilante, desde algún lugar
en las sombras de la habitación―. Entren a mi salón, dijo la araña a la mosca.
Tenemos mucho que hablar.
Un escalofrío se deslizó por mi columna. Agarrando mi espada, avancé,
pero Kanin estiró una mano, manteniéndome atrás.
―Después de mí ―murmuró, en una voz que solo yo podía oír―. Si es
una trampa, al menos estarás en lo despejado.
Tragué saliva.
―Ten cuidado, Kanin.
Bajó su brazo y entró por el marco hacia la habitación. Nada sucedió de
inmediato: sin explosiones, sin proyectiles de la nada, y la puerta no se cerró
detrás de él. Miró alrededor con calma y levantó su voz.
―Sarren. Obviamente has estado esperando por mí. Aquí estoy.
Otra risita malvada.
―Oh, Kanin ―la voz ronroneó, y él apareció, fundiéndose en la oscuridad
para estar delante de nosotros en el centro de la habitación. Mi piel se
estremeció cuando su horrible rostro lleno de cicatrices se levantó para
encontrarnos―. He disfrutado nuestros juegos, viejo amigo ―dijo,
entrelazando sus manos detrás de él―. Fuiste la presa más irresistible, y
extrañaré nuestro tiempo juntos. Pero ya has desempeñado tu parte en esta
sinfonía. Tu voz, tu música, está muriendo y pronto se desvanecerá a nada.
―Sus huecos, ojos locos parpadearon hacia mí, y una sonrisa estiró su rostro―.
Estoy más interesado en las canciones que la pequeña pajarito puede cantar.
Quería retroceder. Pero en cambio, avancé por la puerta para colocarme
junto a Kanin, dándole al Vampiro Psicótico mi mejor mirada desafiante.
―¿Me quieres? Estoy aquí.
―Sí ―concordó Sarren, apretando sus manos huesudas―. Aquí estás,
pequeña pajarito. Aquí estás, y aquí estamos, y el mundo gira y muere 261
alrededor nuestro. ―Inclinó su cabeza hacia mí, evaluando―. ¿Pero dónde está
tu príncipe? Creo que querría estar aquí, para ver el final de esta sinfonía.
―Se ha ido ―espeté, enseñando mis colmillos. De repente estaba aliviada
de que Zeke no estuviera aquí, de pie en esta espeluznante habitación con este
vampiro loco quien usaría cada debilidad para su beneficio―. Tu virus se lo
llevó ―continué, sin necesidad de fingir la furia y odio en mi voz mientras
enfrentaba a Sarren, quien levantó sus cejas―. Y vas a darnos la cura, ahora, o
te la sacaremos a golpe.
―¿Una cura? ―Sarren fingió sorpresa―. ¿Qué te hace pensar que tengo
una cura, pequeña pajarito?
Gruñí, levantando mi espada incluso cuando sentí la mano de advertencia
de Kanin en mi brazo. Estaba harta de hablar con el loco Vampiro Psicótico, y
no estaba de humor para sus juegos enfermos.
―¿Tienes una, o no?
―Oh, déjame pensar. Una cura, una cura… ―Levantando sus manos
vacías, Sarren dio dos pasos hacia el borde del mostrador―. ¿Te refieres a…
esta cura?
He sabido que no puedo confiar en él. Debería ser más cuidadosa, estar
más en guardia, pero en la fracción de segundo que me di cuenta que estaba
haciendo algo, su mano accionó un interruptor sobre el mostrador y una luz
brillante estalló justo frente a nosotros, inmovilizándonos con el resplandor.
Cegada, siseé y me alejé, protegiendo mis ojos, escuchando a Kanin hacer lo
mismo. Y en ese momento, algo me agarró por detrás, sujetando mi brazo con la
espada debajo de ella, y una afilada madera fue empujada debajo de mi
esternón, angulada hacia mi corazón.
―Hola, hermana ―una voz familiar susurró en mi oreja―. Apuesto que
no esperabas volver a verme.

262
Capítulo 20
Me puse rígida. Mientras la luz se apagaba fui consciente de todo lo que
me rodeaba. Mi atacante estaba detrás de mí, agarrándome fuertemente del
brazo y clavándome una punta de madera en el pecho. Se hundía de forma
dolorosa en la piel, haciendo que me tensara y arqueara para poder apartarme
de ello, pero no podía escapar.
―Si fuera tú, soltaría esa espada ―dijo una voz fría y engreída en mi
oreja, enfatizándolo al clavarme repentinamente más la estaca, lo cual me hizo
doblarme del dolor―. No me hagas usar esto, hermana. Suéltala. Ahora.
Maldije, y mi katana cayó al suelo haciendo ruido.
―Maldita sea, Jackal ―dije entre dientes, estirando hacia atrás la cabeza
para poder mirarle, mientras me sonreía con suficiencia―. ¡Tú, bastardo
desleal!
―Oh, vamos ―dijo Jackal ligeramente, alejándome un poco de Kanin,
quien le miraba fijamente con ojos fríos y aterrorizados―. Actúas como si esto 263
fuera una especie de condena. No te muevas, viejo ―advirtió a Kanin a la vez
que me movía hacia una esquina―. Un pequeño desliz y puede que acabe
empalando a tu pequeño engendro favorito aquí mismo. No querrías eso.
De pronto Sarren pasó por delante de mis ojos como un borrón y fue a
atacar a Kanin con un rugido feroz, haciendo que se tambaleara y cayera hacia
atrás. Kanin se recuperó y le golpeó con una patada cuando Sarren fue de
nuevo por él, lanzándole hacia atrás hasta estrellarse contra uno de los catres.
Me tensé, pero Jackal gruñó y retorció la estaca en mi carne, haciendo que
jadeara. Kanin se congeló en el sitio.
Una risa escalofriante hizo que se me revolviera el estómago, y Sarren se
tambaleó cayendo sobre sus pies con ojos llameantes. Sacó la lengua para
lamerse una esquina de su labio cortado, y sonrió.
―Por cada gota de sangre que pierda ―prometió mientras volvía a la
carga―, haré que tu pajarito grite por una hora. Su canción se filtrará por las
mismísimas paredes y permanecerá aquí para siempre, y todo aquel que la
escuche sabrá lo mucho que desea morir. Cuanto más lo alargues, más durará
su canción, hasta que acabe suplicando para que termine. Pero no pararé, no
mientras tú sigas con vida.
―Pues deja que tome su lugar. ―Kanin bajó su hoja y miró fijamente a
Sarren, con voz resignada―. Soy quien te hizo esto. Soy quien quiso hacerte
daño. Pasaste los días en este agujero del demonio por mi culpa. Te engañé, te
prometí una vida mejor. Te traicioné, Sarren, y aún estoy aquí. El dolor que
quieres infligir me pertenece solo a mí.
―Kanin, no ―susurré, pero ya era demasiado tarde.
Sarren volvió a acercarse a Kanin y le golpeó salvajemente con una pipa
de metal que había recogido del suelo, pero esta vez Kanin no se movió. El
arma le golpeó la clavícula con un chasquido brutal, haciendo que se cayera de
rodillas, y Sarren aprovechó para golpearle a un lado de la cabeza. Grité
mientras Kanin caía al suelo tumbado, solo para ver como el enemigo le daba
patadas cruelmente en las costillas y le estrellaba contra una pared.
―Ay. ―Sentí como Jackal hacia una mueca de dolor tras de mí, aunque
sin aflojar su agarre―. Sabes, ahora es cuando desearía tener una cámara que
funcionara, solo para recordar por siempre estos momentos. ―Me tensé e
inmediatamente agarró con más fuerza mi brazo, clavando la estaca hasta que
pude sentir brotar la sangre―. Ni se te ocurra, hermana. No me importaría
hundirte esta cosa en el corazón si te alborotas mucho, y no será agradable,
créeme.
―¿Cómo puedes hacerle esto? ―susurré apretando los dientes. La estaca
en mi carne palpitaba dolorosamente, haciendo que me desesperara por
alejarme. Intenté arquearme hacia atrás, pero lo único que conseguía era
apretarme más contra Jackal, quien a su vez no aflojaba su agarre―. Te salvó. 264
Habrías muerto si no fuese por él.
Jackal se rió entre dientes.
―Mírate, intentando jugar con mi conciencia. No es eso lindo.
Aflojó solo un poco, aunque no lo suficiente para que me relajara.
Asqueada, miré como Sarren se dirigía a Kanin, tirando de él hasta ponerlo
derecho y golpeándole con la pipa. Y aun así, Kanin apenas se defendió,
simplemente alzó un brazo para protegerse la cabeza, pero el golpe le hizo caer
a sus pies.
―Lo pusiste bastante fácil, ¿lo sabías, hermanita? ―remarcó Jackal,
observando la pelea unilateral con desinterés―. Ni siquiera pensaste en usar
nuestro lazo de sangre para controlarme. Pero sabía exactamente dónde te
encontrabas, y Kanin estaba bastante herido como para hacer nada. Me
decepcionaste, hermana. Ya te lo he dicho, confías demasiado en la gente.
―Jackal ―supliqué―, no lo hagas. Kanin es…
―¿Qué? ¿Familia? ―soltó Jackal―. Todos somos demonios, querida
hermana. Y en nuestro mundo, solo los más listos y fuertes sobreviven. Tú y
Kanin pertenecían al equipo perdedor, y odio perder. No te lo tomes de forma
personal, es lo que cualquier vampiro de verdad hubiera hecho.
Sarren tiró de Kanin nuevamente y lo estampó contra la pared,
presionando su cuello con el antebrazo. Su rostro era maliciosamente
inhumano. Kanin le miró, inquebrantable, con las heridas abiertas de su rostro
destellando en negro sobre su piel pálida. Grité, preparándome mentalmente,
pues estaba segura de que iba a presenciar la muerte de mi Maestro.
Pero entonces, Sarren esbozó una sonrisa vacía y espantosa, arrastrando a
Kanin hasta una de las celdas abiertas. Kanin cayó al suelo rodando hasta la
pared, y Sarren cerró la puerta de metal con un sonoro portazo que hizo eco por
toda la sala.
―No, viejo amigo ―caviló, tirando la pesada barra al suelo mientras
Kanin se tambaleaba―. Tu dolor está por venir. Quiero que lo veas. Quiero que
veas lo que nos hicieron, cada noche, en esas habitaciones. Y tu pajarito será la
demostración perfecta.
―No ―rechinó la voz de Kanin. Caminó con dificultad hasta las barras y
las agarró fuertemente mientras me tensaba contra Jackal―. Esta es nuestra
guerra. Tienes la oportunidad de acabarla, ahora mismo. Ella no tiene nada que
ver con esto. ¡Sarren!
Sarren se giró y caminó hasta el centro de la habitación, recogiendo el
catre que había volcado. Con el rostro calmado mientras hablaba, sin mirar
atrás. 265

―Nuestra guerra se acabó, viejo amigo. No eres más que un alma


deteriorada atrapada en un cuerpo en descomposición. No hay nada que pueda
hacerle a tu cuerpo que sobrepase la agonía que está por venir. Te acabarás
pudriendo en esa celda, y lo único que lamentaré es no haber estado aquí para
verlo. Para cuando sucumbas a tu prisión y partas de este mundo hacia el
infierno, ya me habré ido.
Se volvió, haciéndole señas a Jackal con su huesuda y pálida mano.
Gruñí e intenté luchar contra él, pero apretó más la estaca y me arqueé con
dolor mientras me arrastraba hasta donde Sarren esperaba, al lado del catre.
―Nunca…te tomé por un estúpido compinche ―dije apretando los
dientes, tratando desesperadamente de parar el avance mientras combatía el
dolor que se clavaba dentro de mí―. ¿Cu{ndo te convertiste… en el perrito
faldero de Sarren?
―Oye, soy uno más del equipo ―contestó Jackal mientras la presencia de
Sarren amenazaba peligrosamente cerca―. Siempre y cuando esté en el equipo
ganador. Ríndete, hermana. Has perdido. Trata de conservar un poco de
dignidad mientras te despelleja la carne.
La desesperación y el miedo amenazaban con hundirme. Jackal me
arrastró hasta Sarren, cuyos ojos huecos y su sonrisa apagada me recordaron a
una calavera. Temblé de terror, pero me tragué mi miedo, alcé mi barbilla e
igualé su sonrisa demoniaca mirándole a la cara.
―Hola de nuevo, amor. ―Sarren estiró un brazo para acariciarme el rosto,
lo que me hizo encogerme de asco―. Parece que seguimos encontrándonos, ¿no
crees?
De forma brusca, su mano se deslizó hasta mi cuello, agarrándolo y
alzándolo hasta levantarme del suelo. Antes de que pudiera siquiera jadear, se
giró y me estampó contra el catre, sin dejar de sujetarme. Me di cuenta de lo que
estaba pasando y gruñí, luchando para poder levantarme, para resistir. Pero no
era lo suficientemente fuerte para ganarles a Sarren y Jackal; me sostuvieron
tumbada y me pusieron las esposas de cuero en las muñecas, atándome a la
cama. Más correas pasaron por mi pecho, piernas y cuello que se abrocharon,
sosteniéndome inmóvil. Saqué mis colmillos y aullé, luchando con todas mis
fuerzas mientras forcejaba con las esposas y correas, pero no me pude mover.
Eché un vistazo a Kanin a través de las barras de la celda. Su rostro
permanecía calmado, pero en sus ojos se vislumbraba la agonía al encontrarse
con los míos. Entonces Sarren se inclinó sobre mí, y me olvidé de todo lo demás
mientras su horrible cara llena de cicatrices se cernía a centímetros sobre la mía.
―¿Sabes cuántas veces me desperté así? ―susurró, mientras veía mi
reflejo aterrorizado desde su ojo bueno―. ¿Cuántas noches me desperté, atado 266
a esta cama, hambriento e inconsciente, mientras los humanos deambulaban
alrededor y me pinchaba con sus agujas y su veneno? Me cortaban y me hacían
sangrar, ¿a veces hasta tal punto que solo me quedaban unas pocas gotas de
sangre en mi cuerpo? Gritaba para que pararan, implorando el fin. Pero nunca
lo hicieron. Y todo por culpa de tu sire. ―Se puso derecho, echando un vistazo
a Kanin―. Así que ya puedes agradecerle lo que sea que te haga esta noche.
―Sarren. ―Apenas reconocí la voz de Kanin, un chirrido lleno de
desesperación que provenía de la celda―. Esto no es lo que quieres. Toma tu
venganza conmigo. La chica no forma parte de esto.
Sarren sacudió su cabeza.
―Ya no se trata de venganza ―dijo, dándole la espalda. Observé como iba
hacia una esquina y volvía con un carrito de metal. Estaba cubierto con una
toalla, varias agujas, bisturís y otros instrumentos afilados. El miedo me apresó,
e intenté luchar contra él para controlarme, pero fue en vano―. Es mucho más
que eso. Se trata de redención. De salvación. ―Me sonrío de forma afectuosa
pero escalofriante mientras volvía con ojos brillantes y hambrientos―. Y tú,
pajarito, serás la primera en conocerlo.
Volví a sacar los colmillos, desafiante, aunque la voz me tembló cuando
hablé.
―¿De qué estás hablando, psicópata?
―¿Quieres que te cuente un secreto, pajarito? ―Sin esperar una respuesta,
se inclinó de tal forma que sus fríos labios rozaron mi oreja―. No existe una
cura ―susurró, haciendo que se me revolviera el estómago―. Nunca hubo tal
cosa. La enfermedad se ha expandido extensa y profundamente, pero no es lo
que tú o Kanin o ese tonto de Salazar piensan. El virus es la cura, y curara al
mundo entero.
Sentí frío.
―¿Qué… a qué te refieres?
Sarren retrocedió, mirándome casi con tristeza.
―Ya lo verás ―dijo, y cogió una aguja del carrito de metal,
contemplándola imperturbable―. Nueva Covington fue solo una prueba,
pajarito. Un lugar para calcular los posibles problemas y así perfeccionar el
virus. Ahora que sé lo que puede hacer, la próxima vez que lo libere será
imparable.
―¿La próxima vez? ―pregunté, horrorizada―. ¿Esto no fue suficiente
para ti? ¿Matar a una ciudad entera llena de vampiros y humanos no fue
suficiente? Si vuelves a liberar el virus podrías acabar aniquilando la población
entera…
Me detuve. Le miré fijamente. Redención. Salvación. Sanar el mundo entero. 267
No, no podría estar tan loco… Sarren me miró detenidamente con los ojos y el
rosto completamente en blanco, lo que hizo que se me congelara el estómago.
Lo estaba.
―Oh, Dios ―susurré con horror, un horror que nunca antes había sentido
y que se apoderaba de mí―. Eso es exactamente lo que quieres. Quieres
matarlos a todos. No solo humanos. También vampiros. Quieres acabar con
todo.
Sarren clavó la aguja en mi brazo, apreté la mandíbula, tensándome hasta
que la volvió a sacar llena de sangre.
―La corrupción se ha expandido demasiado, pajarito ―dijo, acercando la
jeringa a la luz―. Es el momento de empezar de nuevo. Borrar la pizarra, y
dejar que el mundo se cure a sí mismo. Un nuevo comienzo, sin humanos, ni
vampiros, ni Rabiosos. Solo había una variable desconocida en la ecuación, y
esa eras tú.
No pude responder, su revelación me había dejado atónita. Era absurdo,
impensable. ¿Un verdadero final para todo? No había forma de que pudiera
hacerlo. ¿O sí? Tenía que hacer que siguiera hablando, manteniendo su atención
en mí, aunque no sabía qué hacer. Solo necesitaba respuestas.
―¿Por qué yo? ―Me forcé a decir, a lo que me miró sorprendido.
―Porque sí, pajarito. ―Sarren bajó su brazo y me sonrió―. He escuchado
una historia muy interesante sobre ti y un lugar llamado Edén. Según los
rumores, los científicos en Edén tienen la misma investigación que cogí del otro
laboratorio. Te puedes imaginar cómo eso me pone un poco nervioso.
Mis adentros se estremecieron. Pensé en Zeke, e intenté no mirar a Jackal,
quien se encontraba de brazos cruzados apoyado de forma casual contra la
pared.
―No sé de qué estás hablando ―mentí. Sarren negó en desacuerdo.
―Ay, pajarito. Tu canción es demasiado honesta como para engañarme
con mentiras. ―Alzó una mano y me acarició la mejilla con uñas que arañaban
el rostro, haciendo que se me erizara la piel―. No importa. Cantarás, y pronto.
Oh, sí, cantarás para todos nosotros.
Se volvió con la jeringa de sangre, y caminó hasta las máquinas de la
encimera. No sabía lo que estaba haciendo, pero vi que vertió una gota de
sangre en un pequeño rectángulo de cristal, cubierto con otro, y lo puso bajo
una extraña máquina en forma de tubo al lado de la computadora.
Agachándose, observó el tubo.
Tan pronto como me dio la espalda, forcejeé con las esposas una vez más,
sabiendo que esta sería mi última oportunidad. Antes de que Sarren volviera 268
y… no quería pensar en lo que podría hacer. Los instrumentos de metal del
carrito destellaban en mis ojos lo que hizo que tirara más fuerte, desesperada
por soltarme y liberarme antes de que Sarren empezara a trincharme, o lo que
sea que tuviera en mente.
Jackal de pronto se apartó de la pared, a lo que me congelé. Podía verme
luchando contra las ataduras y, o bien podría hacer cualquier comentario
malicioso para atraer la atención de Sarren, o pararme él mismo. Curvé el labio,
odiándole por su traición, por darnos la espalda para apoyar a este loco
demente que quería, literalmente, destruirlo todo. Abrí la boca para decírselo,
pero me puso un dedo en los labios para callarme.
Poniéndose casualmente a mi lado, bajó su brazo y vislumbré un bisturí en
su mano. Con un movimiento rápido de muñeca, cortó la correa de una las
esposas que me ataban a la cama. No lo suficiente para liberarme al completo,
pero sí hizo un buen tajo a la correa de cuero. Le miré con asombro, y me hizo
un guiño.
―Bueno, pajarito. ―Sarren se enderezó y Jackal se apartó, haciendo que el
bisturí desapareciera rápidamente―. Debo decir que estoy un poco
decepcionado. Tu sangre no está alterada ni contaminada de ninguna forma.
Parece que no eres nada especial. ―Se apresuró hasta mí, sonriendo mientras se
inclinaba sobre mí con una mirada que buscaba algo. Me tensé, y por un
momento, pensé que sus ojos se detenían en las esposas y la correa rasgada que
me sujetaba a la cama.
Pero su mirada vacía pasó de largo y se detuvo en mi cara.
―Así que, ¿qué es lo ve Kanin en ti? ―preguntó, más para sí mismo que a
mí―. ¿Qué es lo que hay bajo este envoltorio de carne, huesos y sangre, eh?
¿Hay algo especial? Quizás cuando te despelleje sea capaz de verlo. Quizás tus
gritos me dirán todo lo que necesito saber.
Su rostro se mostraba ahora hambriento, ansioso, como si el hecho de
infligir dolor le provocara placer. Me estremecí pero intenté controlar el pánico
mientras él sacaba un cuchillo del carro, dejando que brillara a la luz. No
suplicaría. Y no le diría lo que quería escuchar. Puede que grite y llore, y desee
morirme antes de que termine conmigo, pero no le hablaré de Edén, o Zeke, o
sobre la cura.
―Sé lo que estás pensando, amor ―susurró Sarren, antes de pasarse la
hoja del cuchillo por la lengua, haciendo que me encogiera―. Estás pensando,
no cantaré. No le contaré nada. Pero el dolor tiene la capacidad de doblar hasta al
más fuerte. Hay un límite a lo que un cuerpo puede aguantar, con todas esas
adorables terminaciones nerviosas, millones de ellas, enviando mensajes de
agonía a tu cerebro. Es increíble lo trivial que todo se vuelve cuando empiezas a
desear la muerte. 269

―No te diré nada ―me atraganté―. Así que por mí ya puedes matarme.
―Todo el mundo tiene un límite, pajarito. ―Colocó la hoja del cuchillo
sobre mi mejilla, hincando los lados contra mi piel. Quería cerrar los ojos, pero
los mantuve abiertos mirando desafiante a Sarren, aunque con la mandíbula
dolorida de apretarla tan fuerte―. Vamos a ver si podemos encontrar el tuyo.
Respiré hondo, tratando de desconectar mi mente del dolor que sabía
estaba por venir. Y por un segundo todo se congeló y fue como si pudiera ver
toda la sala y todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Kanin apartándose
de los barrotes, encorvando los hombros como si también se estuviera
preparando para lo peor. Los músculos de Sarren, tesándose mientras se
preparaba para cortarme con su cuchillo. Y Jackal, quien se encontraba
amenazante tras Sarren, con ojos fríos y firmes. Una estaca apareció en su
mano, alzándola por encima de su cabeza.
Un dolor punzante atravesó mi mejilla, haciendo que jadeara mientras el
tiempo volvía a correr con normalidad. Cuando Sarren sacó el cuchillo de mi
cara, lo hizo girar y se lo clavó en el estómago a Jackal.
Jackal jadeó, asomando sus colmillos con un gruñido, aunque solo
consiguió emitir un sonido ahogado. El brazo que sostenía la estaca estaba
ahora atrapado por la otra mano de Sarren, los dedos huesudos cerniéndose
sobre la muñeca de Jackal.
―Casi me engañas ―dijo Sarren, sonriendo por la expresión de asombro
de Jackal―. Sabía que traicionarías a tus compañeros sin pensártelo dos veces,
cosa que es verdad. Pero no querías la redención, ¿verdad? No, estás demasiado
apegado a la vida.
Le sacó el cuchillo, haciéndole a su vez un gran corte que hizo que Jackal
aullara. Sarren le embistió, mandándole a estrellarse contra la encimera. Un
sonido atronador de cristales rotos y metales retumbando estalló.
Sorprendentemente, Jackal se puso en pie apretándose el estómago con
una mano mientras la otra aún sostenía con firmeza la estaca.
―Eres un jodido idiota loco de remate, ¿sabes? ―le espetó a Sarren, quien
de forma calmada cogió la pipa y avanzó hacia él―. Así que todo el tiempo que
te pasaste con esa investigación, decidiste, Oye, ¡y por qué no en vez de curar el
Rabidismo, creo una superplaga y me cargo a todo el mundo! ¡Eso les callará! ―Se
burló de él, curvando los labios en una dolorosa sonrisa―. Pues me tendrás que
perdonar por no embarcarme en tu trenecito de Destrucción del Mundo. La
cosa es que me gusta este mundo, gracias.
Sarren arremetió. Jackal esquivó el primer enviste e intentó agredirle con
la estaca, pero Sarren bloqueó su brazo mientras avanzaba y le golpeó con la
pipa en la mandíbula. Tambaleándose, Jackal gruñó desafiante y avanzó hasta
darle un puñetazo en la cara a Sarren, haciendo que se balanceara hacia atrás. 270

Maldita sea Allison, ¡no te quedes ahí mirándolos! ¡Sal de ahí!


Despegando la vista de la pelea, tiré de la correa que estaba floja
intentando arrancarla completamente. Se mantenía de forma obstinada, pero
volví a tirar. Me tomó tres intentos, pero a la tercera la correa cedió,
rompiéndose en dos. Frenéticamente desgarré las correas que me sostenían el
cuello y el pecho, y después fui por la que sostenía mi otra muñeca.
Me despegué súbitamente de la camilla y me giré para ver que Sarren
estampaba a Jackal contra una de las celdas cuya ventana había quedado hecha
pedazos, y un par de barras de acero dobladas en dos. Cuando me detuve,
dudando entre ayudar a Jackal o ir por mi katana, Sarren apartó a Jackal de la
puerta, lo levantó y lo estampó contra una de las barras de acero rotas. La barra
oxidada le atravesó el estómago, empalándole con la punta, y Jackal gritó.
El miedo se disparó por mi cuerpo. La katana, eso es. Me fui corriendo por
mi arma que estaba en el suelo, pero justo cuando mi mano se cerraba en torno
a la empuñadura algo me tiró del cabello para atrás. Me balanceé por encima de
mis pies y caí dentro de la sala, tirando una camilla al golpear el suelo. Gateé
para ponerme en pie, agarrando fuertemente mi arma con dedos temblorosos.
Sarren me acechó, pipa en mano, con la sangre de Jackal cubriendo sus
brazos y su cara, casi como una pintura de guerra. Detrás de mí, mi hermano
gritaba de agonía, y Kanin observaba desde su prisión, sin poder hacer nada.
Ahora solo quedábamos Sarren y yo, y él parecía disfrutar del momento.
―Oh, no te vayas ahora, pajarito ―canturreó Sarren, chupándose la
sangre de uno de sus huesudos dedos―. Se estaba poniendo interesante. No
puedes irte volando justo ahora.
―No me iba ―gruñí―. No voy a dejar que desates tu superplaga o virus
o como sea que lo llames. Puede que te hayas dado por vencido con el mundo,
pero no estoy preparada para morir. No necesito tu marca de salvación. ―La
katana se sacudió mientras la sostenía frente a mí, pero agarré fuertemente la
empuñadura y puse firme mis brazos―. Así que vamos, psicópata. Hagámoslo.
Ya no estoy atada a una mesa.
La sonrisa de Sarren se amplió, haciendo que pareciese más aterrador.
―Todavía me debes una por esto, amor ―dijo, señalando a su ojo
izquierdo, ciego y turbio―. Ojo por ojo, y diente por diente. Tal vez te saque los
dos ojos, y aparte te arranque todos los dientes para hacerme un collar con ellos.
O quizás una campanilla de viento. Me encantan las campanillas de viento. ¿A
ti no, pajarito?
Antes de que pudiera contestar, se lanzó hacia mí muy rápidamente. Me
las arreglé para esquivar su primer golpe, sintiendo que la pipa fallaba en 271
darme en la cabeza por unos centímetros, y di un tajo hacia arriba con mi
katana. Sentí como la punta tocaba algo, y vi a Sarren sacudirse y tropezarse
para atrás mientras su mano se dirigía hacia su cara.
Me eché para atrás, alzando mi arma, esperando su siguiente movida.
Sarren, divertido, bajó su mano mirándose la sangre de los dedos con sorpresa.
Más sangre le brotaba de un corte profundo en la mejilla y le corría por la
barbilla. Pestañeé sorprendida.
Le… le había dado.
―Bien hecho, pajarito. ―Sarren asintió con la cabeza, casi con orgullo―.
Veo que te has vuelto más fuerte desde la última vez que nos vimos. Creo que
empiezo a ver lo que Kanin ve en ti. Muy bien, pues. ―Se dirigió de nuevo
hacia mí, esta vez sin sonreír. Su verdadera naturaleza demente salió a la
superficie. Mis entrañas se contrajeron cuando su voz cambió, volviéndose más
grave y demoniaca―. No voy a seguir jugando contigo ni un minuto más.
Esta vez ni siquiera lo vi venir. En cuestión de segundos tuve una vaga
impresión de él viniendo hacia mí, pero eso fue todo lo que vi antes de que algo
me golpeara a un lado de la cabeza, y pareció como si mi cráneo implosionara.
Me encontré en el suelo, aturdida, mi único pensamiento coherente fue
mantener conmigo mi arma. Algo me volvió a golpear, esta vez por atrás. Sentí
que mi cuerpo se elevaba del suelo, que el mundo daba vueltas salvajemente,
antes de golpear la pared y desplomarme en el suelo encima de una montaña de
escombros. Y aun así, mis dedos permanecieron aferrados a mi espada. No la
soltaría. Aunque todo se nublara del dolor, y era difícil saber qué era arriba y
qué era abajo, tenía que conservar la calma.
Se oyeron pasos, y algo me agarró del cuello llevándome a rastras. Los
brazos de Sarren me rodearon por detrás y sus dedos huesudos se cerraron
alrededor de mi muñeca, justo en la que seguía sujetando la katana. Sus labios
secos y fríos rozaron mi mejilla mientras su otra mano me apretaba la garganta.
―Veamos, pajarito ―susurró, punzando sus colmillos sobre mi piel―,
¿cómo te gustaría morir?
―Sarren.
Una clara e inequívoca voz hizo eco detrás de nosotros. Sarren se quedó
inmóvil por un instante antes de girarse, arrastrándome con él, para encararse a
la puerta.
Zeke estaba de pie al lado del marco, con su arma fuera, apuntándonos.
Sus ojos azules resplandecieron, firmes y con enfado.
―Esta vez no ―espetó, y apretó el gatillo.
El boom de la pesada pistola retumbó por toda la sala, haciendo eco en las
paredes, iluminando de blanco y naranja la oscuridad. Sentí el viento azotar mi
cabello cuando algo pequeño pasó a escasos centímetros de mi cara y le dio al 272
vampiro que estaba a mi lado. Sarren rugió, tambaleándose hacia atrás,
mientras la sangre le salía disparada del cuello y hombros.
Me giré, alzando mi katana, y propiné un corte con todas mis fuerzas.
Sarren vio venir la espada mortal e intentó parar el golpe con una mano. Pero
esta vez no fue lo suficientemente rápido. El filo de la katana le hizo un tajo en
un brazo, justo encima del codo, y le cortó la carne, penetrando hasta los
tendones y huesos. El pálido y huesudo antebrazo salió disparado salpicando
sangre, y cayó al suelo a unos metros de distancia. El grito de Sarren hizo
temblar hasta las paredes.
Meciendo su brazo, salió corriendo hasta donde estaban la puerta y Zeke,
quien se puso en medio. Me puse tensa, pero Zeke no estaba como para lidiar
con un vampiro loco por el dolor, y rápidamente se echó a un lado. Sarren se
dio con el marco y se paró solo un momento para mirar fijamente al humano.
Sus labios se elevaron en una mueca de dolor y odio. Una mirada confusa pasó
por su rostro, y después se fue, desapareciendo por el pasillo, dejando una zona
de guerra inundada de sangre tras él.
―Zeke.
Crucé la sala en un brinco, sin detenerme a pensar en nada, cómo es que
Zeke seguía con vida, cómo es que estaba aquí, cómo es que yo seguía con vida.
Enterré todos esos pensamientos, prometiéndome que me encargaría de ellos
luego, dejé caer mi arma, y me abalancé en sus brazos.
Me abrazó muy fuerte, apretándome contra él, con su cálido aliento en mi
piel. Sentí su corazón latiendo con fuerza en su pecho, sentí sus músculos
marcados moverse bajo su camiseta, y por un momento, me dejé reposar en él.
Estaba vivo. Cómo, no lo sabía, pero estaba vivo.
―Allie. ―Apartándose, Zeke me observó con sus intensos ojos azules―.
¿Estás bien? ¿Dónde está Kanin?
Kanin. ¡Jackal!
―¡Ahí! ―dije, señalando con la cabeza la celda donde aguardaba Kanin.
Ya no podía verle, pero esperaba que estuviera bien―. Y Jackal ―añadí,
sintiendo como Zeke se tensaba―. Jackal también está aquí.
―¿Qué?
―No pasa nada. No estaba realmente trabajando para Sarren. Él… ha
vuelto a nuestro bando. Creo. ―Me aparté. Muchas preguntas, pero tendrían
que esperar―. Ve a ver a Kanin ―le dije, agachándome para coger mi katana―.
Asegúrate de que este bien. Yo me encargo de Jackal.
Asintió, aunque sus ojos se endurecieron al mencionar al odiado vampiro.
Cuando se encaminó hacia la celda, me giré y me dirigí hacia donde Jackal 273
había caído.
Incluso ahora me costaba mirarle, empalado como estaba con una punta
de metal oxidada en el estómago, y colgando del borde de la repisa de la
ventana, con un rostro que denotaba agonía. Sus manos se cernían al medio de
la barra y la sangre le salía a borbotones de los labios mientras fijaba su mirada
en mí.
―Por si… te lo est{s preguntando… sí, esto es… mucho m{s… incómodo
de… lo que parece.
Sacudí la cabeza. Herido de gravedad, y aún fanfarroneando.
―¿Cómo quieres hacerlo? ―le pregunté.
Jackal hizo una mueca.
―Atr{s… esquina derecha ―dijo entre dientes―. En el refrigerador.
Bolsas de sangre.
Encontré el refrigerador, que estaba medio lleno de bolsas tal y como
Jackal había dicho. Obviamente Sarren las había estado almacenando por un
tiempo. Agarré tres y fui hacia donde estaba el vampiro empalado, quien
apenas podía aguantar con eso en el estómago. Me observaba mientras me
acercaba, con sus ojos hambrientos fijos en las bolsas de plástico que llevaba.
Me detuve justo fuera de su alcance, aún sosteniendo mi katana con la otra
mano.
―¿Por qué lo hiciste? ―pregunté, mientras me miraba sin dar crédito―.
¿Cuánto de todo esto fue mentira? ¿O de verdad intentabas jugar en dos bandos
con Sarren?
―Lo siento, hermana. Ahora mismo… me cuesta pensar. Me duele un
poco… el estómago.
―Sí, bueno… ―Entrecerré los ojos, y con voz ruda, dije―: No vas a ir a
ninguna parte sin mi ayuda, así que será mejor que empieces a hablar.
Enseñó los colmillos.
―Est{ bien… maldita sea ―resolló, apretando los dientes por el dolor―.
Tenía que… hacer que pareciese… real. Si no… Sarren lo hubiera… sabido.
Tuve que… hacerte pensar… que había cambiado de bando. No habría
funcionado… sin todo ese odio.
Me desplomé.
―Así que no nos traicionaste de verdad.
Una risa estrangulada rugió de él.
―No… estés tan segura. Habría hecho lo que fuera… por esa cura. Si 274
Sarren… tuviera una de verdad… tú todavía estarías… atada a esa mesa.
―¿Por qué debería ayudarte? ―Alcé mi katana, dejando que el filo se
cerniese muy cerca de su cuello desnudo―. ¿Cómo sé que no volverás a darnos
la espalda en un futuro?
Jackal trató de encogerse de hombros.
―Supongo que… tendr{s que… arriesgarte ―dijo con voz entrecortada,
cerrando firmemente los ojos, intentando desesperadamente soportar el
dolor―. ¡Maldita sea hermana! ¡O… me ayudas… o me matas ahora mismo!
Decídete… ya.
Ajusté la mandíbula. Cargando con mi espada corté la barra de la celda,
con la ayuda de mi fuerza vampiro y la hoja afilada de la katana, partiendo el
metal oxidado en dos, con lo que solo unos pocos centímetros se asomaron por
el estómago de Jackal. Le ofrecí una mano. La sostuvo y tiré de él. Jackal dejó
salir un aullido de dolor mientras la barra se deslizaba fuera de su estómago, y
se dejó caer de rodillas apoyando las manos, temblando, pero libre.
Dejé caer las bolsas delante de él y me aparté, sabiendo que tendría que
estar hambriento, muy cerca de perder el control.
―Tengo que ir a ver cómo está Kanin ―dije, no sabía si me había
escuchado o no―. Quédate quieto. Volveré en un momento.
―Oye.
Me giré. Jackal estaba de rodillas delante de la celda, con un brazo
curvado alrededor de su estómago destrozado. Sostenía una de las bolsas, pero
aún no había empezado con ella; sus ojos dorados se fijaron en mí.
―No… olvidaré esto ―dijo, haciendo que le mirase fijamente con
asombro, preguntándome si el perder tanta sangre le había afectado al
cerebro―. Gracias.
―Eh. Claro.
―Allison.
Me giré. Zeke se encontraba a unos pasos de la celda de Kanin, ahora
abierta, con ojos azules solemnes que me hacían señas para ir.
―Creo que tendrías que estar aquí, ahora.
El temor me revolvió el estómago. Me apresuré a ir, pasé al lado de Zeke,
y entré en la pequeña habitación. Kanin se sentaba en una esquina bajo la
ventana, apoyándose contra la pared y con la cabeza gacha. El nudo que se
formó en mi interior me apretaba dolorosamente. Me metí en la celda y me dejé
caer delante de él.
―¿Kanin?
Alzó la cabeza y pareció como si el más mínimo movimiento le resultara
275
extremadamente difícil. Me mordí el labio. Las heridas negras en su cara se
habían expandido; podía ver heridas nuevas en el cuello, bajando por su pecho
y extendiéndose por sus brazos. Sus ojos negros resaltaban su dolor, aunque
intentó hablar de forma calmada.
―¿Dónde… está Sarren?
―Ya no está ―le dije―. Y no creo que vuelva. ―Asintió y cerró los ojos,
apoyando su cabeza en la pared―. ¿Kanin…?
―Creo ―dijo muy lentamente―, que estoy en lo último de la enfermedad.
―Su rostro se endureció―. No había tenido una migraña desde hace unos cien
años. Me había olvidado de lo molesto que era.
―Espera aquí ―seguí, empezando a levantarme―. Miraré por aquí.
Quizás Sarren dejó información sobre la cura por algún lado…
―Allison. ―La voz de Kanin sonaba cansada―. No existe ninguna cura
―dijo de forma simple―. Nunca la hubo. Sarren no quiere que esto acabe. Ya le
has oído.
―Tiene que haber algo ―le contesté, negándome a aceptar lo que sabía
era cierto. Sarren se había ido. No había cura. No había esperanza para Nueva
Covington, para los humanos enfermos y los vampiros, para Kanin. Mis ojos me
empezaron a escocer, y parpadeé furiosa―. No me voy a rendir ―le dije―.
Maldita sea, ¡Kanin! No vas a morir.
―La muerte. ―Kanin cerró los ojos de nuevo―. He vivido por mucho
tiempo ―susurró―. Tal vez demasiado. Tal vez… ya haya pagado por mis
pecados. Seguramente ya pueda ser perdonado.
―No. ―Me atraganté al hablar porque unas lágrimas furiosas empezaron
a caer por mis mejillas―. Tiene que haber alguna forma. Hemos llegado muy
lejos, hemos peleado contra Sarren y contra todo. No te puedes morir ahora.
Vagamente me di cuenta de la presencia de Zeke, quien se encontraba
dentro de la habitación con una mirada sombría. Los ojos torturados de Kanin
se posaron en el humano, y una mirada de perplejidad se asomó tras esa
agonía.
―Ezekiel. Estás aquí. ―Sonaba sorprendido―. Tú… no sucumbiste a la
enfermedad.
¡Eso es! Zeke sigue aquí.
Resollé y me di la vuelta, aferrándome a esa mínima y alocada esperanza,
a un rayo de luz en esta oscuridad.
―Zeke, tú sobreviste ―susurré, haciendo qué me mirase con ojos
entreabiertos. Llegué a él dando zancadas y le cogí de los brazos para atraerle a
la celda―. Sobreviviste ―dije de nuevo, mirándole fijamente. Su piel estaba
pálida, un poco demacrada, pero seca; el sudor enfermizo que antes salía de él 276
había desaparecido―. Lo combatiste. ¿Cómo?
―No lo sé. ―Frunció el ceño―. Después de que tú y Kanin se marcharan,
creo que estuve inconsciente por un tiempo. Cuando me desperté, me sentí
bien, así que volví a buscarte. No sé cómo… ―Volvió a fruncir el ceño, y
sacudió la cabeza―. Puede… que tenga que ver con lo que me hicieron en
Edén.
Le miré alarmada.
―¿Qué es lo que te hicieron?
Se pasó una mano por el cabello.
―Pasé mucho tiempo con los científicos de Edén, hablando sobre la
investigación de Jeb. Necesitaba a un sujeto de prueba, así que… accedí a ser su
rata de laboratorio por un tiempo.
―¿Por qué?
Suspiró.
―Comprendí que mejor yo que cualquier otro. Y todo fue para encontrar
una cura, así que… sí. ―Se encogió de hombros―. No me mires así, Allie. Me
explicaron todo lo que estaban haciendo, y me dieron la opción de negarme. No
me iban a convertir en un Rabioso.
―¡No sabías eso!
―Alguien tenía que hacerlo. ―Su voz era firme―. No diré que no me
aterrorizara, pero alguien tenía que hacer de voluntario. Justo antes de que me
fuera para buscarte me inocularon con un par de “vacunas experimentales”
basadas en sus investigaciones. No estaban seguros de que me ayudara contra
los Rabiosos, pero era mejor eso que mandarme por ahí sin protección alguna.
Quizás no me hubiera ayudado con nada, pero bueno… ―Hizo un gesto para
quitarle importancia―. Aún sigo aquí.
Sí, así era. Y el indicio de una idea se estaba empezando a formar en mi
cabeza, tentándome con posibilidades, con esperanza.
―Zeke ―dije, tomando su mano―, si sobreviviste, entonces… entonces
tal vez la cura… esté en ti. En tu sangre.
Frunció el ceño ligeramente, pero le volví a coger del brazo y le saqué de
la celda de vuelta a la sala principal.
No protestó y me permitió llevarle hasta la camilla donde Sarren me había
atado con el carrito de instrumentos de metal aún ahí. Dejando de lado los
bisturís y todas esas herramientas horribles, cogí una jeringa y me giré para
encarar a Zeke, quien seguía mirándome con cara de pasmado. Me detuve, la
emoción entraba en conflicto con una desesperada expectativa, esta era mi
última apuesta. Si esto no funcionaba… aparté ese pensamiento.
277
―Zeke ―empecé, sosteniendo la jeringa―. Tú… puede que seas el único
que pueda ayudar a Kanin. Si sobreviviste a la plaga de Sarren, lo que sea que
esté en tu sangre puede que sea la llave para una cura, para salvar a todo el
mundo. Si… si estuvieras dispuesto a… ayudar a un vampiro… a ofrecer tu
sangre…
―No me lo tienes que pedir, Allie. ―Se acercó y alzó un brazo, con la
muñeca para arriba―. Kanin es importante para ti, y también me salvó la vida.
Si esto ayuda de alguna forma, si esto le puede curar, estoy dispuesto a
probarlo.
Quise abrazarle para agradecérselo, pero no había tiempo para eso. En
cambio, tomé con cautela la muñeca que me ofreció y me fijé en su suave y
cálida piel. Vi como Sarren sacaba sangre, cuando me lo había hecho a mí,
pero… ¿cómo se hacía exactamente? ¿Había que entrar la aguja en un lugar
concreto, o solamente pinchabas y sacabas sangre?
―¿Allie? ¿Estás bien?
―Yo… eh… no sé muy bien cómo hacer esto ―acabé admitiendo,
avergonzada.
Zeke no se rió. Alzó una mano y gentilmente cogió la jeringa de mi mano,
volteando la aguja y cerrando el puño para que las venas se vieran mejor, y
hundió la aguja en su piel.
―Tuve que hacerlo varias veces en el laboratorio ―murmuró, con los
labios presionados al concentrarse. Le observé, fascinada, mientras utilizaba su
pulgar para tirar hacia atrás el émbolo, y poco a poco el frasco se llenó con su
sangre escarlata. El Hambre se despertó ante esto, lo que me irritó bastante,
pero conseguí aplacarlo―. Se tarda un tiempo en entender el truco.
Retiró la aguja de su piel, y me entregó solemnemente la jeringa.
―Espero que funcione ―susurró, y la sincera preocupación que denotaba
su voz hizo que se me cerrara la garganta. Tomé la jeringa y me apresuré a
volver a la celda de Kanin.
Todavía seguía sentado en la esquina, con las piernas cruzadas, la cabeza
inclinada, y los brazos descansando en sus rodillas. Caminé hasta él y me
agaché, observando su rostro. Sus ojos estaban cerrados y no los abrió cuando
le llamé. Mi miedo creció, le puse una mano en la rodilla.
―Kanin.
―Te escucho, Allison. ―No se movió ni abrió los ojos mientras lo decía,
su voz grave y cansada. Tragué con fuera y sostuve en alto la jeringa, aunque él
no la veía.
―Voy a… inyectarte algo ―le conté―. Es la sangre de Zeke. ―Esperaba
que no se opusiera, porque no iba a tomar un no por respuesta―. Puede que 278
ayude, Kanin. Puede que sirva… para salvarte.
Kanin no respondió. Sin mediar palabra, alzó un brazo hacia mí y giró su
palma, con una aceptación silenciosa. Me pregunté si realmente creía que le
ayudaría, o si se había dado cuenta que nada de lo que hiciera pudiera hacerle
más daño. De todos modos, me acerqué y cogí su muñeca, que estaba fría bajo
mis dedos. Su brazo parecía desfigurado, ennegrecido y pelado como estaba, y
por la mínima presión de sus labios supe que moverlo incluso un poco era muy
doloroso. Recordé como Zeke lo había hecho y encontré una vena azul pálido, y
antes de pensármelo mucho, le pinché con la aguja bajo su piel.
Lentamente le inyecté la sangre a Kanin, apreté y la saqué, y le observé.
Zeke entró en la celda y se puso a mi lado, mirando también al vampiro.
―Ya está ―susurré, sintiendo como Zeke me sostenía gentilmente la
mano―. Es todo lo que podemos hacer. Espero que funcione.
Zeke me tiró hasta él y me envolvió en sus brazos.
―Es fuerte ―murmuró en mi cabello―. Si alguien puede pasar por esto,
es él.
―Saben que puedo oírlos, ¿verdad?
Tuve ganas de reírme y llorar al mismo tiempo. Me tranquilicé y dejé que
Zeke me sacara, manteniendo sus dedos enlazados con los míos.
―¿Dónde está Jackal? ―preguntó cuando salíamos de la sala.
―Aquí, bolsa de sangre.
Jackal se apoyaba en la pared al lado del marco, con los brazos cruzados,
viendo como salíamos. Su camisa estaba hecha un desastre con toda esa sangre,
especialmente por la zona del estómago, pero el vampiro parecía estar bien.
Zeke se puso rígido, su mano me apretaba con fuerza, pero no sacó ningún
arma.
―¿Se pondrá bien? ―señaló Jackal con la cabeza a la figura encorvada de
la esquina.
―Eso espero.
―Vaya pues. ―Jackal se recostó en la pared, estirando sus largas
piernas―. Bien, ya casi amanece ―anunció, como si no hubiese pasado nada
entre nosotros―. Y ha sido una noche un tanto movidita. Si no hay nada más
que hacer, me iré a dormir un poco. A menos que alguno de los dos se oponga,
por supuesto.
Su tono era de burla, lo que hizo que Zeke le mirara fijamente.
―Esperas demasiado de nosotros, después de apuñalarnos por la espalda.
―Una maniobra táctica, niño. ―Jackal le miró y sonrió con suficiencia―.
279
No habríamos vencido a Sarren si alguien no se hubiera llevado el golpe. No
contigo y Kanin deambulando como sonámbulos borrachos. Sarren tenía que
pensar que estaba ganando. Pregúntale a tu novia.
―No vencimos a Sarren exactamente ―le recordé―. Aún sigue por ahí.
―Y probablemente muy enojado contigo ―añadió Jackal con pocas ganas
de ayudar―. Pero no creo que vuelva esta noche. Con esa herida se tendrá que
alimentar muy pronto, y se lo ha puesto un poco difícil con todos esos locos ahí
fuera. E incluso Sarren no puede andar a pleno día. Así que no te preocupes, no
va a volver por su brazo esta noche.
Miré hacia donde se encontraba el brazo desmembrado con un charco de
sangre en el suelo, me estremecí. Y, justo cuando tenía en mente la imagen del
brazo arrastrándose por la habitación con esos dedos largos y huesudos, Jackal
se inclinó y me susurró:
―Intenta no imaginártelo acechándote por la noche para estrangularte en
tus sueños.
―Tomaré la primera guardia ―dijo Zeke antes de que pudiera patearle la
espinilla a Jackal―. Si algo viene por esa puerta, tendrán que pasar por encima
de mí. Estoy bien, Allie ―añadió cuando le miré preocupada―. Ve y duerme
un poco. Estaré cerca. Y también estaré pendiente de Kanin.
Pude sentir el sol aproximándose, acechándonos, y supe que no podría
resistirme siempre. Pero odiaba la idea de irme a dormir, sin saber con qué me
despertaría.
―Me quedaré con Kanin ―murmuré, volviendo a la habitación. Me
detuve en el marco de la puerta y miré a Zeke y a Jackal, entrecerrando los
ojos―. Tampoco quiero despertarme y encontrarme a alguno de los dos
muertos. Recuerden eso.
―Ni lo pienses, hermana. ―Jackal sonrió con suficiencia. Zeke no dijo
nada, simplemente asintió. Seguí hacia dentro y me dejé caer en la esquina
opuesta a él, dejando mi espada a un lado y apoyándome contra la pared.
No te vas a morir, pensé. Va a funcionar. Tiene que funcionar.
Los segundos pasaron, convirtiéndose en minutos, mientras fuera el sol
comenzaba su ascenso en el cielo. Mantuve los ojos abiertos tanto tiempo como
pude, luchando contra la pesadez que tiraba de mis párpados. Inevitablemente,
pensé, perdí mi batalla y me hundí en la oscuridad.

280
Capítulo 21

El miedo me asaltó tan pronto como abrí mis ojos.


No había tenido pesadillas, ni visiones, ni nada en mis sueños que me
indicara que Kanin seguía con vida. Desperté, caí contra la pared en la pequeña
y húmeda celda, e instantáneamente miré hacia la esquina donde su oscura
forma encorvada había estado la noche anterior.
Estaba vacía.
―No entres en pánico, Allison ―me tranquilizó una tranquila y baja voz,
deteniéndome de hacer justo eso. Dirigí mi mirada hacia la puerta… y ahí
estaba él, parado junto al marco, observándome―. Estoy justo aquí
Alivio, rápido y repentino, pasó a través de mí. Di un salto
enderezándome y me apresuré hacia él, estudiando su rostro mientras me
aproximaba. Las heridas ennegrecidas aún seguían allí, pero ahora eran más
pequeñas, menos severas. Podía ver carne rosada alrededor de los bordes,
donde la nueva piel se estaba formando, empezando a crecer de nuevo, a sanar. 281

―¡Funcionó! ―susurré.
Kanin me dio una pequeña sonrisa.
―Parece que voy a vivir por un poco más
―Allie. ―Zeke apareció en la puerta, mirando hacia Kanin, luego de
regreso a mí, y sonrió―. Oye, chica vampiro ―dijo, caminando hacia mí, y
colapsé contra él con alivio―. Lo hiciste
Kanin nos observó, sus oscuros ojos persistiendo en Zeke, evaluando.
―Creo ―murmuró, sonando esperanzado y asombrado―, ―que hemos
encontrado nuestra cura
Extrajimos dos viales más de sangre de Zeke, inyectándome con uno y
dándole el otro a Kanin, solo en caso de que algo nos sucediera en el camino de
regreso. Zeke ofreció más, pero no quería tomar demasiada y debilitarlo para el
viaje de vuelta, especialmente después de que apenas se había recuperado del
virus de Sarren. Jackal se quejó cuando no consiguió uno, y le dije que la única
manera en que el conseguiría algo de la sangre de Zeke sería sobre mi cadáver.
Sorprendentemente, él no saltó ante la obvia amenaza, y caminamos de regreso
al vestíbulo y al hueco del ascensor. De regreso a la superficie y al Fringe. De
regreso al príncipe.
―No le digan a Salazar cómo conseguimos la cura ―nos advirtió Kanin
mientras convergíamos sobre el suelo otra vez. La nieve se había detenido, y
encima de nosotros la luna era un enorme disco plateado en el cielo―. Si
pregunta, encontramos la sangre en el laboratorio. Si descubre la fuente de la
cura, Ezekiel nunca tendrá permitido dejar la ciudad. ¿Está claro?
Miró a Jackal mientras dijo esto, pero me sentí helada ante el pensamiento
de Zeke siendo llevado lejos, abajo al hospital vampiro, donde probablemente
drenarían cada gota de sangre de sus venas. O lo mantendrían prisionero por
siempre, en caso de que hubiera otro brote.
―No tienes que mirarme, viejo ―dijo Jackal―. No permitiría que nada le
pasara a nuestro querido Ezekiel ahora.
Él sonaba serio, lo cual a su vez me ponía muy nerviosa. Podía decir que
tampoco le gustaba a Zeke, pero no dijo nada mientras seguíamos a Kanin a
través del campo pisoteado, siendo cuidadosos de caminar únicamente en
dónde él había pisado. ¿Era porque Jackal había empezado a respetar a Zeke
como un humano y un individuo? Casi bufé en voz alta ante el pensamiento. O,
como había supuesto, ¿era porque la sangre de Zeke era un paso más cerca de la
cura más grande que todos buscábamos? ¿El final del Rabidismo?
Tuvimos otro encuentro con infectados, un pequeño grupo en los
alrededores entre sectores, antes de que pudiéramos bajar a la Ciudad 282
Subterránea. Traté de no matarlos, sabiendo que, si podíamos llegar a Salazar a
tiempo, podrían ser salvados. Pero era difícil, desde que ignoraban el dolor y se
rehusaban a quedarse tirados, y terminé abriéndome paso a través de varios en
defensa propia. Quería ayudar, pero no iba a morir por ellos.
Finalmente, horas después, Kanin nos llevó subiendo por una escalera,
jaló la tapa de la alcantarilla, y el brillante trío de las torres vampiro se alzó
frente a nosotros en el cielo. Bajamos por el centro de la calle hasta que nos
encontramos con un patrullero, quien inmediatamente nos llevó dentro de la
torre, subiendo por el elevador, aún lo odiaba, y hacia el príncipe.
Salazar se encontró con nosotros en una oficina diferente esta vez,
probablemente porque la antigua seguía destruida. Mientras caminábamos
hacia las puertas, éstas se abrieron, y Stick emergió con sus siempre presentes
guardaespaldas. Sus ojos se agrandaron cuando nos vio, su boca cayó abierta,
antes de que su rostro se oscureciera y me diera una mirada de pura aversión.
Mantuve su mirada mientras pasábamos, preguntándome si trataría de
detenernos, de darme una excusa para conducir un puño en su hosca boca de
una vez por todas. Pero él se hizo a un lado, aunque sentí su mirada sobre mi
espalda incluso después de que la puerta se hubiera cerrado.
Kanin se precipitó en la oficina sin preámbulo o explicación, el resto de
nosotros a su estela. El príncipe de Nueva Covington se quedó en la ventana al
fondo, mirando hacia afuera de la ciudad cuando entramos, y se giró cuando
Kanin se aproximó, alzando una ceja. Kanin se detuvo, y algo destelló en la
tenue luz mientras hacía un arco hacia el príncipe, quien lo atrapó fácilmente.
―Ahí está tu cura ―dijo Kanin mientras Salazar miraba hacia la jeringa en
su mano, sus cejas uniéndose en un ceño―. Confío en que tengas formas de
sintetizarla para el resto de la población.
El príncipe levantó la mirada hacia Kanin, buscando. Lo vi poner las
piezas juntas. Kanin, terminalmente enfermo cuando dejó Ciudad Central.
Quien debería estar muerto en este momento, o al menos, ser un cadáver
podrido.
―¿Y estás seguro de que esto funcionará tanto en humanos como
vampiros? ―preguntó.
―Sí ―dijo Kanin sin vacilación.
―¿Y Sarren huyó?
―Se fue. ―Kanin no dio ninguna explicación―. El viejo hospital en el
Sector Dos es donde hizo su guarida, y el virus. Si te importa buscarla, esa es.
Ahora… ―Estrechó su mirada, fijándola hacia abajo en el príncipe―. Hicimos
lo que nos solicitaste, y encontramos la cura para tu ciudad. ¿Honrarás tu parte
del trato y nos dejarás ir?
Salazar no contestó inmediatamente. Caminando hacia su escritorio, 283
escribió una nota rápida en un pedazo de papel, después presionó un timbre
sobre la superficie de la madera. Pocos momentos después entró un guardia a la
habitación y se apresuró a su lado.
―Lleva esto al Dr. Emerson en el subhospital ―dijo Salazar, dándole la
nota y la jeringa llena de sangre al guardia―. Dile que es de vital importancia
que empiece a trabajar con esto justo ahora. Esto toma precedente sobre
cualquier otro de sus proyectos. Y si de alguna manera se pierde entre esta
oficina y el sótano, pasarás el resto de tu corta vida deseando nunca haber
nacido.
El guardia palideció. Sosteniendo la jeringa y la nota en un agarre mortal,
saltó en una apresurada reverencia y dejó inmediatamente el cuarto. Salazar
observó a la puerta hacer clic detrás de él, y se volteó de regreso a nosotros.
―Kanin. ―La mirada que el príncipe le dio al otro Maestro no era
amistosa―. Esto no te expiará de tus crímenes. Nada de lo que hagas borrará
nunca lo que has causado. Debería matarte en donde estás, y hacer a tu
descendiente observar, así ella apreciará totalmente la profundidad de tu
traición.
Me tensé, mi mano picando por extraer mi arma. Kanin no se movió, así
que me forcé a relajarme. Pero si Salazar decidía engañarnos otra vez, esperaba
que estuviera preparado para una pelea. Ciertamente no iba a quedarme parada
y observar a Kanin ser asesinado en frente de mí. Lo que Sarren le hizo a la
última oficina de Salazar no sería nada comparado con lo que le haría yo a esta.
El príncipe y Kanin se miraron fijamente el uno al otro por otro largo y
amargo momento, antes de que Salazar se girara lejos con un suspiro.
―Sin embargo ―dijo, aunque era como si las palabras fueran venenosas
para él―, soy un hombre de palabra, y ustedes han hecho lo que he requerido.
Por lo tanto, honraré mi acuerdo. Son libres de irse… tan pronto como esté
seguro de que la cura funcionará.
―¿Y cuándo será eso? ―preguntó Kanin suavemente.
―Pronto. ―El príncipe hizo un gesto vago―. Mañana en la noche, si
somos afortunados. Hasta entonces, se quedarán aquí como mis huéspedes. Si
necesitan algo, mis mascotas los atenderás. Ahora, si me disculpan. ―El
príncipe nos dio la espalda en un flagrante despido, otra vez caminando hacia
la ventana―. Tengo una ciudad que unificar nuevamente.
―Bueno ―aventuré cuando dejamos la oficina de Salazar, caminando de
regreso por el largo corredor. Miré por encima hacia Kanin, Zeke y Jackal, y me
encogí de hombros―. ¿Ahora qué?
Jackal rodó sus ojos y caminó lejos de nosotros.
―Ahora voy a relajarme por unas pocas horas sin escuchar a todos 284
ustedes quejarse de mí. “Ohhh, no lastimes a los humanos, ohhh, tenemos que
salvar a los refugiados de los hombres topo, ohhh, Kanin está muriendo”. Ugh.
―Hizo un gesto de aversión con ambas manos―. Es suficiente para hacerme
vomitar. Voy al bar a sacar este sabor de mi boca. Todos ustedes pueden hacer
lo que sea que quieran.
Y con eso, el exrey Raider se dio la vuelta sobre sus talones y se marchó
por el pasillo. Kanin lo observó partir y negó con la cabeza.
―¿Kanin? ¿Qué hay sobre ti?
Mi señor me dio una sonrisa cansada.
―Estaré en mi habitación, tomando ventaja de la hospitalidad del
príncipe, detrás de una puerta cerrada con llave.
―Evitando a los otros vampiros, quieres decir.
―Precisamente. Y los animaría a ambos a hacer lo mismo. El príncipe
pudo habernos garantizado la amnistía, pero los otros vampiros no verán con
buenos ojos su asociación conmigo. Lo mejor será que permanezcamos con un
perfil bajo hasta que por fin dejemos Nueva Covington.
Dejar Nueva Covington. ¿A dónde iríamos ahora?, me pregunté mientras
nosotros tres vagábamos de regreso al piso de invitados. En realidad no había
pensado sobre ello hasta ahora. Antes, toda mi atención había estado en
encontrar a Kanin, y después en todo el desastre con Sarren. Ahora que lo había
encontrado, ¿a dónde íbamos desde aquí?
―Ezekiel ―dijo Kanin, sorprendiéndome. Nos detuvimos enfrente de una
puerta que se parecía mucho a la que estaba en mi propia suite; este cuarto era
de Kanin o Zeke, adivinaba. Zeke miró de regreso al vampiro, preguntando, y
Kanin bajó la voz―. ¿Podría hablar contigo un momento? ¿A solas?
Zeke parpadeó, frunciendo un poco el ceño.
―Uh, claro. ¿Allie? ―Me miró―. ¿No te molesta?
Picada, miré hacia Kanin. ¿Por qué querría él hablar con Zeke y no
conmigo? ¿No era yo su “descendiente”? ¿No fui yo quien vino todo este
camino a encontrarlo?
―¿Por qué? ―desafié―. ¿Van a hablar de mí, no es así?
―Allison. ―Kanin había cambiado a su voz de mentor-molesto, la cual
solo me hacía enfadar.
―Bien. ―Retrocedí, mirándolos a ambos. El dolor y la irritación me
hacían querer quedarme tercamente, pero sabía que eso era inútil con Kanin―.
Ustedes dos tengan su charla de chicos. Estaré en mi habitación.
―Allie ―dijo Zeke, pero me volteé y bajé por el pasillo, y no me detuve
285
hasta que llegué a mi puerta.
Dentro de la suite, una mujer de mediana edad estaba suministrando el
refrigerador con bolsas de sangre fresca desde una nevera. Se enderezó cuando
entré.
―¡Oh, perdóneme, madame! ―exclamó, sujetando la nevera y
apurándose a salir de la cocina―. He reaprovisionado su refrigerador, según las
órdenes del príncipe, y si usted deja cualquier ropa sucia en el piso, me
aseguraré de lavarlas y regresarlas antes de mañana en la tarde. Hay trajes extra
en el armario y en el vestidor junto a la cama.
―Um… gracias ―repliqué cuidadosamente, y ella me hizo una reverencia
mientras retrocedía hacia la salida, manteniendo su mirada en el suelo. Más
beneficios de vivir en una torre vampiro, supuse. Aposté que era muy fácil
acostumbrarse a esto, si no te importaba mantener esclavos y mandar a través
del miedo. Y que tu personal contratado sea devorado una vez cada cierto
tiempo.
―Oh, y el Sr. Stephen dijo que me asegurara de que conseguía su libro
―dijo la humana en el marco de la puerta, haciéndome voltear de un salto,
estrechando mis ojos. Ella apunto hacia la mesa de noche junto a la cama―. Dijo
que le dijera que no lo olvidara.
Me dirigí a la mesa de noche, ignorando a la humana mientras ella
rápidamente cerraba la puerta. El libro de mi madre estaba debajo de la
lámpara, la sencilla historia para niños que me había leído incontables veces.
¿Por qué habría Stick de dejarlo aquí? Él me odiaba. Vi una hoja de papel
sobresaliendo de la parte superior y la jalé, reconociendo inmediatamente la
delgada y confusa letra de Stick.

Allie,
Esto es tuyo. Iba a quemarlo, pero quiero que en lugar de eso tú lo
tengas, porque si no fuera por ti, yo no estaría ahora aquí.
―Stephen

Arrugue la nota en mi puño, lanzándola al suelo. Conocía lo


suficientemente bien a Stick para saber que no había dejado esto aquí por ser
amable o para disculparse por la forma en que las cosas habían resultado. Era
solo otro golpe en su estúpida guerra imaginaria en la que pensaba que
estábamos. Él fue capaz de convertirse en el ayudante del príncipe porque
podía leer. Porque yo le había enseñado.
Lo que sea. No iba a dejarlo arruinar la memoria de mi mamá. Y me iría de
este lugar lo suficientemente pronto, y nunca lo vería otra vez. Encogiéndome 286
fuera de mi abrigo, lo doble y lo coloqué y al libro en el vestidor, así no los
olvidaría. Despojándome de mis sucios y desgarrados jeans y camiseta, me
dirigí al baño.
Después de una larga ducha, dejé mis inmundas ropas en un montón en el
suelo, me cambié a un pantalón oscuro y camisa que había en el armario ¿todos
los vampiros en este lugar usaban negro?, y vertí una bolsa de sangre fría en una
jarra sobre el mostrador. Probablemente había una manera en que los vampiros
citadinos calentaban su sangre, seguramente el príncipe no la bebía fría cada noche,
pero no tenía ni idea cómo lo hacían, así que me forcé a tragarla así como
estaba. Esta vez no estaba preocupada por si estaba envenenada. Con la sangre
de Zeke, estaba efectivamente vacunada contra la plaga de Sarren.
Me despejé un poco, pensando en Zeke. ¿Qué estaban discutiendo él y
Kanin? ¿Por qué el gran secreto? Tenía que haber una razón por la que Kanin
no quería que escuchara sobre lo que estaban hablando. Tal vez era sobre mí.
Tal vez estaba tratando de convencer a Zeke de la idiotez de estar con un
vampiro, desde que él me había señalado como una terca causa perdida que no
escuchaba o seguía sus reglas.
Maldición, ahora tenía que saber. No había ninguna razón por la que
cualquiera de ellos debiera estar hablando sobre algo sin mí, no después de
todo por lo que habíamos pasado. A menos que fuera sobre mí, por supuesto, lo
cual me hacía incluso más determinada a descubrir sobre lo que estaban
hablando. Kanin no me diría, pero apostaba que podía conseguir que Zeke
hablara. Y si él y Kanin seguían en la habitación, tendrían que dejarme ser parte
del secreto, porque no me iba a ir hasta que lo hicieran.
Aún había unas pocas horas hasta el amanecer. Terminando con lo último
de la fría sangre, me levanté, tomé mi katana de donde estaba sobre una silla y
me fui a buscar a Zeke.
El pasillo estaba vacío de vampiros mientras caminaba hacia el cuarto
donde los había dejado. Un par de humanos se escurrieron alrededor, llevando
trapeadores y suplementos de limpieza. No vi a nadie más hasta que me
acerqué a la habitación y un movimiento furtivo atrapó mi atención.
Era Stick, por una vez sin sus guardias. Se cernió en las sombras, tratando
de no llamar la atención, viéndose como si no pudiera decidirse si quería llegar
y tocar la puerta.
Mis sospechas se levantaron. Lo aceché con un gruñido, pero Stick me vio,
se puso pálido y huyó bajando por el corredor. Corriendo alrededor de la
esquina, se desvaneció de mi vista. Consideré ir detrás de él, obligarlo a hablar,
pero probablemente había corrido directamente hacia el príncipe o sus
guardias, y no valía la pena la molestia.
En lugar de eso, fui a la puerta y golpeé firmemente en la madera, 287
esperando escuchar voces familiares. Si seguían hablando, qué mal. No me iba a
ir. Solo tendrían que contarme lo que estaba pasando.
Pero cuando Zeke abrió la puerta pocos segundos después, no había
ningún signo de Kanin más allá en el cuarto. Por un momento estuve
decepcionada, quería saber sobre lo que estuvieron hablando.
Pero entonces, me di cuenta de que éramos solo Zeke y yo. Solos. Y de
repente, estaba feliz de que Kanin no estuviera por aquí.
―Allie. ―Zeke parecía sorprendido de verme, aunque no infeliz acerca de
ello. Él también se había bañado, juzgando por su húmedo cabello rubio y ropas
limpias. Se veía bien de negro, pensé, notando la manera en que su camisa se
adhería a su pecho y bíceps. La camiseta había ocultado cuán musculoso era en
verdad―. No esperaba verte otra vez esta noche ―continuó, retrocediendo
para dejarme entrar―. ¿Algo está mal?
Negué con la cabeza, moviéndome pasándolo y entrando a la habitación.
Era muy parecida a la mía: una cama individual, un baño, una cocina pequeña.
Un plato yacía sobre una mesita redonda, las sobras de una verdadera comida
diseminadas alrededor de éste; vegetales, pan, la piel de una papa. Estaba
asombrada. Los lujos de Salazar se extendían incluso a nuestro único humano.
―No, nada está mal ―le dije, girándome de regreso―. Yo… solo tenía
una pregunta, eso es todo.
Zeke sonrió.
―Déjame adivinar. ―Cerró y puso llave a la puerta detrás de nosotros,
después se volvió con una mirada medio divertida, medio resignada―. Quieres
saber sobre lo que Kanin y yo estábamos hablando más temprano, sin ti.
Me encogí de hombros.
―¿Bien? ―pregunté, sin molestarme en negarlo―. ¿Qué era sobre lo que
estaban hablando?
Zeke caminó a través de la habitación, llegando a pararse a medio metro
de distancia.
―Y, ¿qué harías si digo que no te lo puedo contar justo ahora?
―Eso es fácil ―le sonreí, dejando la vaina de mi katana sobre la mesa―.
Solo tendré que sacártelo a golpes.
Sus cejas se arquearon, y un brillo desafiante llenó sus ojos.
―¿Es así, chica vampiro? ―preguntó, sonriendo y cruzando sus brazos―.
Me gustaría verte intentarlo.
―Muy bien, pero tú lo pediste.
Embestí. Me atrapó alrededor de la cintura cuando impacté contra él,
envolviendo mis brazos alrededor de si cuello y besándolo ferozmente. Sin más 288
barreras, sin Kanin o Jackal cerca, observando y juzgando. Solo éramos
nosotros, solos, ambos sabiendo lo que queríamos. Deslicé mis manos por su
húmedo cabello, presionándome contra él, y él me abrazó cerca, sus labios
cálidos sobre los míos. El Hambre rugió, incluso aunque me había alimentado
solo minutos antes, un dolor ahora familiar.
Su aroma y calor me rodearon, embriagadores e intoxicantes. Incapaz de
detenerme a mí misma, mis colmillos se alargaron, deslizándose fuera de mis
encías, mientras él se inclinaba para besar mi cuello, murmurando mi nombre.
Lo quería. Quería sentir esa corriente de calor y vida fluyendo en mis venas.
Quería probarlo otra vez, beber de su esencia, ahogar al monstruo que rugía en
mi interior.
Bajando mi cabeza, presioné mis labios en el hueco de la garganta de Zeke,
sintiendo su calor y pulso y vida latiendo allí, justo bajo su piel. Tan cerca. Todo
lo que tendría que hacer sería solo abrir mis labios ligeramente, morder solo un
poco, y el calor me llenaría otra vez.
Los brazos de Zeke se apretaron alrededor de mi cintura, y un escalofrío lo
atravesó. Pero antes de que me pudiera alejar, antes de que me pudiera
horrorizar de mí misma, él muy deliberadamente inclino su cabeza hacia atrás,
desnudando su garganta. Y mi mundo se congeló.
Él me dejaría, me di cuenta. Zeke me dejaría morderlo, alimentarme de él.
Incluso ahora, con mis colmillos tan cerca de su cuello, mis labios en su
garganta, estaba calmado. Esperando. Mis ojos picaron con la comprensión. Él
había verdaderamente aceptado lo que significaba ser un vampiro. Todo.
Mis colmillos retrocedieron, retrayéndose una vez más, y besé gentilmente
el pulso en su cuello… antes de elevar mi cabeza y atraer su rostro hacia el mío
nuevamente. Pude sentir su sorpresa mientras nuestros labios se tocaban. Había
estado esperando que lo mordiera, preparándose para ello. Pero, como estaba
descubriendo lentamente, podía ser más humana alrededor de Zeke. De alguna
manera él había alcanzado ese diminuto punto plateado de humanidad
enterrado en el interior del monstruo, y éste lo había alcanzado a él, también.
Nos besamos por varios minutos intensos, hasta que Zeke se separó, su
mirada ferviente. Lo observé. Amando los anillos de plata alrededor de sus
pupilas cuando él estaba así de cerca, la forma en que su cabello caía sobre su
frente.
―Ven conmigo a Edén ―susurró, nunca quitando sus ojos de mi rostro.
Le di una mirada exasperada.
―Vas a seguir pidiéndomelo hasta que diga que sí, ¿no es así?
―Por favor ―añadió Zeke suavemente, sosteniéndome más 289
apretadamente―. Di que sí. Kanin y yo ya hablamos sobre ello, él ira, también.
Eso era lo que estábamos discutiendo más temprano. Él solo no quería que su
decisión afectara la tuya de ninguna manera. Pero tú vas a venir también,
¿verdad? ―Sus manos se deslizaron en mi cabello, recorriéndolo con sus
dedos―. No puedo… no iré sin ti, Allie. Por favor. Ven a Edén con nosotros.
―Está bien. ―Suspiré, admitiendo la derrota―. Sí. Por supuesto que voy
a Edén. ¿En verdad había alguna duda contigo y con Kanin yendo? ―Negué
con la cabeza hacia él, sonriendo―. Así que, sí, Ezekiel. Iré a Edén contigo, y
esperemos que tus científicos no me echen en una caja y me peguen tubos hasta
enterrarme.
Zeke presionó sus labios contra los míos, rápido y dulce.
―No lo harán ―me dijo mientras retrocedía―. Lo prometo. Ya saben
sobre ti, lo que hiciste por los otros. Y Kanin… ―Se encogió de hombros―.
Ahora veo a lo que te referías sobre él. Tampoco es como los otros vampiros.
―Su expresión se turnó burlona―. Puedo ver de dónde lo sacaste.
―No me hagas morderte, chico predicador. ―Fruncí el ceño entonces,
recordando algo―. Espera, ¿qué hay de Jackal?
―Jackal. ―Sus ojos se volvieron solemnes―. Esa era otra razón por la que
Kanin y yo queríamos hablar en privado. Mañana en la tarde, vamos a dejar la
ciudad, sin el conocimiento del príncipe. Jackal no vendrá con nosotros.
―¿Vamos a dejarlo atrás?
―Más como que Kanin dejará claro que Jackal ya no es más bienvenido a
viajar con nosotros ―dijo Zeke―. Y que si nos sigue o nos rastrea, lo matará.
Parpadeé.
―Eso es un poco extremo.
―No voy a llevarlo a Edén, Allie. ―La voz de Zeke era grave―. ¿Puedes
imaginar a alguien como Jackal alrededor de Caleb? ¿O Bethany?
Hice un gesto.
―Correcto. Puedo ver tu punto.
―Estoy tomando un riesgo enorme llevándolos a ti y a Kanin de vuelta
―admitió Zeke―. Dejar incluso a un solo vampiro pasar las compuertas es una
cosa, ¿pero dos? ―Sacudió su cabeza―. Si llego con Jackal, y él hiere a alguien,
nunca podré perdonarme a mí mismo. Más aún, los oficiales de Edén podrían
nunca volver a confiar en ningún vampiro. Te matarán, y a Kanin, y
probablemente a mí. Jackal podría ponernos a todos nosotros en riesgo. Tiene
que mantenerse lejos.
―¿Y si él ignora la advertencia y nos rastrea usando nuestro lazo de
sangre?
290
―Entonces tendré la oportunidad de cumplir mi promesa ―dijo Zeke
sombríamente, sus ojos tornándose fríos por un momento―. Pero pienso que
Jackal será lo suficientemente inteligente para mantenerse lejos de nosotros,
especialmente si Kanin le advierte que lo haga.
Asentí. En verdad no me gustaba, y a Jackal no le gustaría, pero
ciertamente no podíamos llevarlo con nosotros. Zeke estaba en lo correcto. El
rey Raider era demasiado volátil para confiar en él en Edén, especialmente
desde que la cura podría estar justo ahí. Conociéndolo, la tomará y huirá tan
pronto como tenga la oportunidad.
―Así que… ―Envolví mis manos alrededor de su cuello, sintiéndome
traviesa y extrañamente maliciosa―. ¿Cuándo vamos a poner este atrevido plan
en acción?
―Justo después de la puesta de sol. ―Sus ojos se medio cerraron mientras
me recargué contra él y acaricié con mis labios su mandíbula―. Vendremos por
ti. Prepárate para moverte rápido.
―Puedo hacer eso. ―Le sonreí perezosamente―. O, puedo quedarme
aquí esta noche.
La respiración de Zeke se detuvo.
―Allie ―dijo él, sonando falto de aliento. Su corazón golpeaba como si
hubiera corrido varios kilómetros, rápida y frenéticamente―. Yo… te deseo.
Pero… quiero que esto sea de la forma correcta para nosotros. ―Su palma
acunó mi mejilla, cálida y suave, acariciando con su pulgar―. Acabamos de
encontrarnos el uno al otro otra vez. No quiero hacer nada de lo que después
nos arrepentiremos. Si te quedas, no creo que pueda… quiero decir…
―Suspiró, apretando sus ojos cerrados―. No tienes idea de cuán difícil es esto
para mí, pero… tal vez, este no es el momento correcto. No ahora, en una torre
vampiro… con ellos alrededor. ―Abrió sus ojos, dándome una mirada
suplicante―. ¿Entiendes… lo que trato de decir?
Sonreí.
―Te estás poniendo rojo, ¿sabías eso?
―¡Allie! ―Zeke dejó escapar el aliento en un jadeo. Reí, liberándolo y
retrocediendo.
―Está bien ―dije, tomando la vaina de mi katana―. Entonces regresaré a
mi habitación, chico predicador. ―Él lucía a la vez aliviado y decepcionado,
pero extrañamente, no estaba molesta. Kanin estaba vivo. Zeke estaba vivo.
Nosotros, contra toda esperanza, habíamos encontrado la cura para Nueva
Covington. Mañana, los tres dejaríamos la ciudad para ir a Edén. Zeke y yo
teníamos tiempo. Él no iba a ir a ninguna parte, y yo tampoco.
Me siguió a la puerta, haciendo una pausa mientras la abría y me 291
adentraba en el pasillo.
―Buenas noches, Zeke. ―Pero cuando empezó a irme, me alcanzó y tomó
mi muñeca, deteniéndome.
―Allison, espera.
Me giré. Zeke se quedó ahí, sosteniendo mi mano, una mirada conflictiva
en su rostro, como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas. Mi
piel picó, mi sangre cantaba, cuando él encontró su mirada con la mía.
―Yo… lo que trato de decir es que…
Un movimiento a un lado lo hizo girar la cabeza. Miré hacia esa dirección
y vi a Stick una vez más, observándonos desde la vuelta de la esquina, sus ojos
sombríos.
Zeke titubeó, después me dejó ir, retrocediendo de regreso al marco.
―No importa ―dijo, sonriendo para despejar la incomodidad. E incluso
aunque estaba furiosa con Stick por su maldita interrupción, mi piel picaba bajo
esa mirada―. No es importante. Bueno, lo es, pero… te lo diré después. Cuando
estemos fuera de Nueva Covington. Lo prometo.
Cuando su puerta se cerró, pensé en ir a buscar a Kanin, solo para
confirmar el plan. Pero entonces pensé que podría encontrarme con Jackal, Stick
o el príncipe, todos a quienes no quería ver justo en ese momento. Así que
vagué de regreso a mi cuarto, hojeado el libro de mi mamá por un rato y volví a
reproducir mi conversación con Zeke hasta que la había memorizado. Casi voy
de regreso a su habitación varias veces, a pesar de lo que había dicho él, hasta
que el amanecer amenazó el horizonte y la decisión fue tomada por mí.
Pero algo seguía fastidiando mi cerebro mientras me arrastraba sobre las
sábanas de la enorme cama, colocando las cortinas contra la luz. Algo oscuro y
siniestro, haciendo difícil el relajarse, incluso en un sitio como éste.
Me golpeó, entonces. Sarren. Sarren seguía ahí afuera, en algún lugar en la
oscuridad. ¿En dónde estaba él ahora?, me pregunté, recostándome contra las
sábanas. ¿Había dejado Nueva Covington? ¿O aún seguía merodeando,
esperándonos, ansioso por venganza?
El pensamiento era inquietante, pero lo saqué de mi mente cuando el
sueño empezó a cubrirme. Incluso si Sarren seguía en la ciudad, no podía entrar
en la torre del príncipe, no sin alertar a cada humano y vampiro en el lugar.
Este era el lugar más seguro en toda Nueva Covington. Ni siquiera Sarren
podría ganarle a un ejército completo. Por tanto tiempo como estuviéramos en
la torre, estábamos seguros de vampiros lunáticos y sus planes de venganza. Y
entre yo, Zeke y Kanin, Sarren tendría pocas posibilidades si lo enfrentábamos
juntos.
Déjalo intentar algo, pensé mientras mis ojos se cerraban y me deslicé más
profundo en la oscuridad. Ya había tomado su ojo, su brazo, y Kanin y Zeke 292
estaban vivos y bien. Ya no le tenía miedo.
Me desperté la siguiente noche justo en la puesta de sol, me cambié en mis
viejas ropas ―las cuales habían sido lavadas y esperaban por mí afuera como
fue prometido― y esperé por Kanin y Zeke.
Después de varios minutos, mi inquietud creció. Ellos aún no estaban
aquí. ¿Dónde estaban? ¿El príncipe había renegado de su promesa, y Kanin
estaba abajo en el calabozo otra vez, siendo torturado y Hambriento? ¿Jackal
había descubierto el plan de dejarlo atrás y decidió tomar el asunto en sus
propias manos? Traté de no ponerme nerviosa, de imaginar los peores
resultados posibles, pero mientras los minutos pasaban, mi aprensión e ira
crecían más y más.
―Al diablo ―murmuré finalmente después de que cerca de media hora
había pasado y ninguno de ellos había aparecido―. No voy a estar
esperándolos aquí. Los encontraré yo misma.
Asegurándome que tenía todo, mi espada y el libro de mi mamá, caminé a
través de la habitación, abrí la puerta y casi choqué con Kanin en el otro lado.
―¡Maldición, Kanin! ―Me tambaleé hacia atrás, mirándolo―. ¿En dónde
estabas? Estaba a punto de ir a buscar…
Mi voz se desvaneció ante la mirada en su rostro.
―Ven conmigo ―dijo en una voz baja y tensa, e inmediatamente empezó
a caminar alejándose. Me apresuré a alcanzarlo.
―¿Kanin? ¿A dónde vamos? ¿Qué está pasando? ―Le fruncí el ceño―.
¿En dónde están Zeke y Jackal? ―No respondió, y troté para mantener su
ritmo―. Oye, como que me estás asustando.
―Lo siento ―casi susurró Kanin, y un frío puño golpeó mi interior―. No
puedo decir más, Allison. Lo verás cuando llegues allí.
Entumecida de terror, lo seguí a los elevadores, observando descender los
números, uno por uno, hasta que llegamos al sótano.
El príncipe Salazar me miró cuando entramos en el hospital, sus oscuros
ojos brillando de ira. Esta vez no por Kanin. Yo. Ignoré al príncipe, sin embargo,
cuando vi a Jackal, al Dr. Emerson y a varios guardias rodeando una sola
camilla a la mitad del cuarto. Un cuerpo permanecía por encima, recostado y
alto, aunque no pude verlo claramente a través de la muchedumbre. Las
sábanas bajo él estaban empapadas en sangre, y mi mente empezó a gritar en
protesta.
¡No! No, ¡no puede ser él! Maldición, ¡no puede ser él!
―Fue encontrado en las afueras de las torres, temprano esta mañana
―dijo Salazar, su voz era tirante con la rabia reprimida―. Lo trajimos aquí, 293
pero no hay nada más que hacer. Es un milagro que haya sobrevivido todo este
tiempo. Ha estado preguntando por ti, hija de Kanin.
No, gemí silenciosamente, incapaz de hablar correctamente. Pero Salazar
se hizo a un lado, así como el Dr. Emerson y los guardias, y vi quién yacía sobre
la cama.
Los ojos vidriosos llenos de dolor se encontraron con los míos a través de
la habitación, y se ampliaron cuando me vieron.
―¿Allie? ―susurró, y mi alivio de que no fuera Zeke rápidamente se
transformó en horror cuando lo estudié. La sangre empapaba su cintura,
manchando a través de su traje de negocios, y su piel era del color de la tiza. Su
expresión estaba llena de dolor y miedo, y toda la amargura, ira y dolor hacia él
se disolvió lejos mientras sostenía una pálida mano salpicada de sangre―.
Allie…
La tomé, caminando a su lado.
―¿Qué sucedió? ―susurré, mirando sus heridas con desesperación. Había
visto esto antes. Apuñalado a través de su intestino, una herida que era
dolorosa y prolongada. Él no tenía mucho tiempo―. ¿Quién te hizo esto?
―Lo siento ―susurró Stick, su voz era ahogada―. Lo siento, Allie. No
sabía. Lo siento.
―¿Lo sientes por qué? ―murmuré mientras se sacudía y empezaba a
toser. Sangre corrió desde su boca, fluyendo hacia abajo por su cuello, y miré
por encima de la camilla hacia Salazar―. ¡Haz algo! ―le espeté al príncipe―.
¡Tienes un doctor aquí! ¡No sólo te quedes ahí y observes!
Los ojos del príncipe se estrecharos.
―No tengo el hábito de auxiliar a quienes me traicionan ―dijo, y lo miré
en absoluta confusión.
―¿Qué? ¿Traicionarte? ¿Cómo?
―Allie ―susurró Stick otra vez, aferrándose a mi brazo―. S-Sarren
―jadeó―. Fue Sarren. Regresó.
Mi sangre se convirtió en hielo.
―¿Sarren te hizo esto? ¿Cómo? ¿Cuándo?
―Yo… lo llevé ahí ―siguió Stick―. Lo llevé a Sarren. Él nos estaba
esperando. Prometió… llev{rselo lejos. No sabía… que me apuñalaría. Lo…
siento mucho Allie.
¿Llevárselo lejos?
―¿Quién? ―susurré, pero Stick jadeó y su mano cayó de mi brazo, sus
ojos giraron hacia atrás―. ¡Stick! ―gruñí, asiéndolo del cuello, todo mi interior 294
retorciéndose como alambre afilado―. ¿Quién? ¿A quién se llevó Sarren? ¿A
quién llevaste afuera? ¿Quién?
―Zeke ―susurró Stick, y mi mundo se hizo añicos a mi alrededor―. Fue
Zeke. Sarren… lo tiene ahora.
―Hijo de puta ―alguien gruñó detrás de mí, tal vez Jackal, pero ya no
estaba pensando correctamente. Miré hacia esta… cosa debajo de mí, esta
criatura que una vez había pensado que era humana.
―Él dijo… que tu sabrías… donde encontrarlos. ―Apenas estaba
escuchando, ahora. Sarren tenía a Zeke. Zeke había estado con él, toda la
noche―. Él dijo… que estarían en el lugar donde lo dejaste… en pedazos.
El hospital. Sarren estaría en el viejo hospital. Y Zeke estaría ahí, también.
Vivo. Tenía que estar vivo.
―Yo solo… quería que me vieras ―continuó la cosa, implorando―. Yo…
quería que supieras… que no era inútil. Que… podía ser fuerte, como tú.
Quería que me vieras, eso es todo. Solo… a mí.
―Lo hago. ―Entumecida, me deslicé fuera de la cama―. Te veo ahora.
―Allie…
―Vete al infierno, Stick ―susurré, y me giré lejos. Hizo un sonido
ahogado, aferrándose a mi brazo, pero lo arranqué de su agarre. Seguí
caminando hasta que Kanin me detuvo en la puerta, su rostro grave, y miré
sobre mi hombro. El cuerpo había caído contra las almohadas, acuosos ojos
azules mirando sin ver al techo. Una pálida mano pendía del borde.
No sentí nada. El cuerpo no se registró como un amigo, o incluso como un
conocido. Era un extraño. Volviéndome lejos, caminé pasando a Kanin y me
precipité a través de las puertas, dejando atrás el cadáver de alguien a quien
solía conocer.

295
Capítulo 22
―¡Allison!
La explosiva voz de Kanin me hizo detenerme de un salto justo antes de
que pasara por las puertas del elevador. Mi sire casi nunca alzaba su voz, pero
cuando lo hacía, podía derrumbarte o congelarte en el lugar. Me giré,
observándolo aproximarse a zancadas, su rostro imperturbable.
―No puedes salir corriendo a confrontarte con él sola ―me dijo con una
voz baja, uniéndose a mí en los elevadores―. Si esperas, Jackal y yo iremos
contigo.
―¿Esperar? ―gruñí, mirando hacia las luces enumeradas sobre las
puertas de metal, maldiciéndolas a que se movieran más rápido―. ¡No hay
tiempo para esperar! ¡Tenemos que encontrarlos, ahora!
Sonó la campana del elevador, y empecé a adelantarme, pero Kanin me
sujetó por ambos hombros, tirándome de regreso.
296
―Escúchame ―dijo, dándome una pequeña sacudida―. Necesitas
escuchar esto. Ezekiel ha estado con Sarren por horas. Solo. Él sabe dónde está
Edén. Sabe que los científicos están trabajando en una cura, y Sarren querrá
toda esa información. Allison… ―Kanin oprimió mis hombros―. Tienes que
prepararte a ti misma para lo que podamos encontrar. No puedes dejarlo
destruirte.
Sacudí mi cabeza frenéticamente.
―No. No, Zeke estará ahí. Él estará bien.
―Este es Sarren ―me recordó Kanin, su voz atípicamente gentil―. Viste
lo que me hizo. Sabes de lo que es capaz. Tu humano es fuerte. Pero… es sólo
un humano. Y Sarren es el mejor en lo que hace. ―Su voz se suavizó incluso
más―. Este es nuestro mundo, Allison. Es de dolor y sangre y muerte, y esta es
la razón por la que quería que mantuvieras tu distancia. Que no te apegaras.
―Me dejó ir y se enderezó, aunque sus oscuros ojos seguían penetrando en los
míos―. Lo que sea que encontremos ―me dijo suavemente―. Lo que sea que
veas o escuches, debes estar preparada, porque será peor de lo que pudiste
alguna vez imaginado. ¿Entiendes?
―Sí ―siseé, calientes lágrimas picando mis ojos. Porque él estaba, como
siempre, en lo correcto. Estaba en lo correcto sobre Sarren, y estaba en lo
correcto sobre la primera regla del vampirismo. Pero era de lejos demasiado
tarde ahora. Estaba apegada. Y si Zeke se había ido, no sabía lo que haría.
―Bien ―murmuró Jackal, finalmente uniéndosenos en las puertas―.
Adivino que decir “te lo dije” es algo así como inútil ahora. Sabía que debí
haber arrancado esa flaca cabeza del bastardo cuando tuve la oportunidad. De
regreso al Fringe otra vez, ¿eh? ―gimió y me dio una mirada casi de lástima―.
Bien. Vamos a ver si allí queda algo por rescatar.

Los alrededores del hospital estaban silenciosos cuando nos deslizamos a


través del terreno: sin Sangrantes, sin turbas de humanos infectados, nada.
Estaba nevando pesadamente, y los copos habían cubierto todas las huellas de
transeúntes anteriores, nuestras y de Sarren. No sabía si eso era un buen o un
mal signo, pero estaba esperanzada.
Pero entonces, abrimos la puerta del último cuarto, y todo eso cambió.
El aroma de la sangre de Zeke estaba en todos lados, golpeándome en el
rostro tan pronto como la puerta se columpió de regreso. Mi estómago se
revolvió, y mis piernas casi se rinden, pero me forcé a mí misma a entrar en el
cuarto, mirando alrededor con terror. ¿Dónde estaba él? ¿Sarren lo había
encerrado en una celda? ¿Colgado su cuerpo? ¿Dónde…? Y entonces, lo vi.
La mesa donde había yacido la noche anterior, la cama con las correas y
las gruesas esposas de metal, estaba en el centro del cuarto, un foco colgando 297
sobre ella. Estaba cubierta de sangre, así como las herramientas en la carreta a
un lado de ella, y el piso alrededor estaba manchado de rojo. No había ningún
cuerpo. Las correas estaban vacías, y la superficie estaba limpia, excepto por un
extraño cuadrado liso en el mero centro de la cama. Algo destellaba en la luz,
algo pequeño y brillante, y vagamente familiar.
Entumecida, caminé hacia la mesa, mirando hacia lo que yacía en el
medio. Una de esas extrañas computadoras portátiles del tiempo anterior a la
plaga. Pero no era la antigua computadora lo que capturó mi atención, sino lo
que yacía en la cima de ésta.
La cruz plateada de Zeke, cubierta de sangre.
La agarré aturdida, no sabiendo realmente lo que significaba. Era de él; su
aroma se aferraba a ella, recordándome a él. La había estado usando la última
vez que lo vi. Había estado bien, entonces, solo la noche anterior. Vivo,
sonriendo, besándome.
Mi mano se movió por sí sola, pareciendo pertenecer a alguien más,
extendiéndose para levantar la tapa de la computadora. Mientras la pantalla se
alzaba, hubo un suave clic, y un débil sonido zumbante del interior.
―Hola, pajarita ―vino la débil voz sin cuerpo de Sarren, sonando
pequeña y rasposa, debajo de la pantalla―. La cámara en esta computadora
está rota como el infierno, me temo, así que solo tendremos que contentarnos
con audio. Lástima. En verdad quería mostrarte lo que había estado haciendo.
Pero, tal vez una canción vale lo mismo que mil imágenes, ¿hmm? Muéstrale lo
que quiero decir, Ezekiel. Canta para nosotros.
Y un grito, un horrible grito torcedor de tripas se alzó desde la
computadora, haciéndome apretar los puños tan fuerte que la cruz de Zeke
atravesó la piel de mi palma. Casi me estiré y golpeé la tapa cerrándola, pero
me forcé a mí misma a no moverme, a escuchar la agonía de Zeke, hasta que el
grito finalmente murió y el sonido de una respiración torturada tomó su lugar.
―Debes estar muy orgullosa, pajarita. ―La voz de Sarren se deslizó de la
computadora, cruel y sin alma―. Se ha mantenido extraordinariamente bien.
Mejor de lo que alguna vez pensé que un humano sería capaz. Pero sospecho
que está alcanzando su límite. Quería que estuvieras aquí para sus momentos
finales, para que te dieras cuenta de cuánto has perdido. Es solo justicia, tú
tomaste mi brazo, después de todo. Un hombre puede llegar a estar muy
apegado a su brazo. Bien, ¿deberíamos ponernos manos a la obra, entonces?
―Hubo un débil clic metálico, como si Sarren hubiera agarrado algo pequeño y
brillante―. Ezekiel ―canturreó, ahora su voz más lejana, moviéndose
alrededor de la mesa―. Te he preguntado esto antes, pero tal vez ahora estás
más inclinado a hablar conmigo, ¿sí? ¿Cómo sobreviviste al virus? ¿Dónde
encontraste una cura? 298
―No… lo sé.
Mordí mi labio tan fuerte que probé mi sangre. La voz de Zeke era un
susurro ahogado a través de sus dientes. El olor de él me envolvía, filtrándose
en mi mente, y lo vi amarrado a la tabla, sus ojos brillando con dolor, mientras
Sarren se inclinaba sobre él con algo que destellaba en la luz del foco.
―¿No lo sabes? ―repitió Sarren, su voz burlonamente sorprendida―.
Jackal me dio la impresión de que estabas en las puertas de la muerte. ¿Estás
seguro de que no lo recuerdas?
Detrás de mí, Jackal juró. Pero antes de que pudiera registrar lo que eso
significaba, fue ahogado por el grito de angustia que vino a través de la
máquina en frente de mí. Me congelé, mi sangre se volvió hielo, mientras
esperaba a que terminara. No terminó. Por varios largos minutos, éste menguó
y fluyó, algunas veces desvaneciéndose en jadeante sollozos sin aliento, algunas
veces alzándose a perforantes alturas de agonía. Por un segundo, estaba
vagamente consiente de Kanin parado junto a mí, ojos cerrados como si
estuviera recordando algo de su propia miseria. Pero después de un rato, todo
se redujo al ruido destruye almas que venía de la computadora, el sonido de
alguien queriendo morir.
Oh, Dios, Zeke, Lágrimas fluyeron hacia abajo por mi rostro; mis manos
estaban apretadas tan fuerte que podía sentir la sangre cayendo de mi palma.
Por favor, solo dile. Solo dale lo que quiere.
Finalmente, finalmente, se detuvo. Y las jadeantes y temblorosas
respiraciones de Zeke eran todo lo que podía oír por unos momentos.
―Ahora, Ezekiel ―susurró Sarren, su voz peligrosamente en calma―.
Una última vez. ¿Dónde encontraste la cura? Y si me mientes, podemos
continuar con esto toda la noche. Y la siguiente. Y la siguiente. Tengo todo el
tiempo del mundo.
Zeke tomó unas pocas más jadeantes respiraciones desiguales, y después,
en una voz de completo dolor y derrota, susurró:
―Edén. La cura, está en Edén.
―Ahhhh ―dijo ásperamente Sarren―. Ahora estamos llegando a algún
lado. Así que, pequeño príncipe, nos estamos acercando al punto final al fin.
Una pregunta más, y después terminaré con tu miseria, y te enviaré con tu
recompensa. ¿Te gustaría eso? ¿Te gustaría que el dolor se detuviera?
Zeke tosió, el sonido sangriento y doloroso.
―Solo, mátame ―susurró con voz estrangulada―. Termina ya con esto.
―Pronto, pequeño príncipe. Pronto. Una pregunta más. ―Sarren bajó la
herramienta con un sonido metálico. Lo podía ver inclinado sobre Zeke,
acercando mucho su rostro mientras susurraba con voz baja y deliberada―. ¿En
dónde está Edén? 299

Zeke respiró difícilmente, y no hizo ningún otro sonido. Sarren esperó por
varios latidos de corazón, después se rió entre dientes.
―Oh, Ezekiel. Lo estabas habiendo tan bien. No te detengas ahora. ―Zeke
no dijo nada, y la voz de Sarren se volvió fea y terrorífica―. Tres segundos,
pequeño humano. Antes de que te haga desear nunca haber nacido. Antes de
que el dolor que has experimentado hasta este momento parezca un placentero
sueño medio recordado comparado con lo que estoy a punto de hacer. Debes
estar muy seguro de que esto es lo que quieres. Uno.
―Allison. ―La voz de Kanin era baja, apretada―. Cierra la computadora.
No tienes que escuchar esto.
―Dos.
Empecé a estirarme para hacerlo, después me detuve, negando con la
cabeza.
―No ―susurré, retrocediendo, aferrándome a la cruz de Zeke
apretadamente―. Se lo debo a él, el recordar.
―Tres.
Me abracé a mí misma para lo peor.
Fue peor. Mucho, mucho peor.
Este parecía durar por siempre, y los gritos de Zeke empezaron a
desfallecer simplemente porque su garganta estaba en demasiada carne viva
para continuar. Quería cerrar mis ojos y cubrir mis oídos. Estaba tentada a
cerrar de golpe la tapa y detener los gritos y sollozos y llantos que desgarraban
mi mente, imprimiéndose ellos mismos en mi conciencia. No lo hice. Estuve ahí,
calientes lágrimas sangrantes fluyendo por mi rostro mientras la tormenta de
angustia azotaba a mi alrededor como un huracán, implacable e interminable.
Mi garganta empezó a doler, y no pude dejar de temblar mientras el chico que
me importaba más que nada gritaba y sangraba e imploraba por la muerte,
mucho más allá de mi alcance.
Cuando terminó, estaba exhausta, aturdida. No estaba consiente de nada
excepto de las palabras que venían de la computadora, la voz de Sarren, llana y
despiadada. Y Zeke, jadeando para respirar, ahogándose en sangre. ―Este no
es el fin, pequeño humano. Oh, no. Este es solo el recordatorio de que puedes
parar esto en cualquier momento. Pero no hace ninguna diferencia para mí.
Tenemos muchas horas por pasar, y apenas estoy empezando.
―¡Detente! ―jadeó Zeke―. Por el amor de Dios, ¡es suficiente! ―Sollozó,
jadeando, su voz rota y vacía―. Te lo diré. Que Dios me perdone… te lo diré.
Solo… no m{s.
Casi colapsé, tan agradecida de que hubiera terminado. La voz de Sarren 300
vino otra vez, llena de silencioso triunfo.
―¿Dónde?
―Una isla ―susurró Zeke―. Edén… est{ en una isla, en el centro del
Lago Eerie.
―Estás mintiendo, pequeño humano. ―La voz de Sarren siseó desde la
computadora, y Zeke hizo un sonido ahogado de miedo y derrota―. Dime
dónde está realmente, o iremos a través de toda esta cosa otra vez desde el
principio.
―¡No! ―Se rompió la voz de Zeke―. Por favor. No puedo darte otra
respuesta, ahí es donde est{ en verdad. Oh Dios… ―Escuché el auto-desprecio
en su voz, la absoluta desesperación―. He traicionado a todos. Solo mátame ya.
Déjame morir.
Escuché la sonrisa de Sarren.
―Sí, pequeño humano. Pronto, no sentirás nada. Dulce olvido. Pero, antes
de que te mande a la noche eterna, ¿te gustaría decir adiós? Tus amigos llegarán
pronto, me imagino. Esa pajarita, especialmente, podría querer escuchar tu voz,
una última vez. ¿No hay nada que te gustaría decirle, antes de que digamos
buenas noches?
―Allie ―respiró Zeke, sonando horrorizado. Quería alcanzarlo, sujetar
sus manos y nunca dejarlo ir, pero por supuesto, él no estaba aquí. Esto era solo
un eco, sus palabras finales―. Lo siento ―susurró, y escuché las lágrimas en su
voz―. Lo siento tanto. No fui lo suficientemente fuerte. No pude… ―Tomó
una respiración rota, y habló con sombría desesperación―. Tienes que
detenerlo. Impedir que llegue a Edén. Él planea… ¡Aaaagh! ―Su voz se
disolvió en otro grito, como si Sarren lo hubiera interrumpido clavándole algo
afilado en su carne. No lo esperaba, y me encogí, estrujando su cruz en un
agarre mortal.
―Vamos, vamos ―dijo Sarren levemente mientras el grito moría―. No
vayas a arruinar la sorpresa. ¿Hay algo más que quisieras agregar antes de que
te mate, pequeño príncipe?
―Allison ―jadeó Zeke, su voz haciéndose más débil―. No me
arrepiento… de nada… entre nosotros. Solo desearía… haber tenido m{s
tiempo… que hubieras visto Edén conmigo. Debería haberte dicho antes… ―Se
detuvo, jadeando por aliento, pero continuó en una suave y estable voz―. Allie,
te… te amo.
No, Zeke. Dejé caer mi cabeza en mis manos, sintiendo la cruz de Zeke
presionándose contra mi piel, y me aclaré. Por mí misma, por Zeke, por este
estúpido jodido mundo en el que habíamos nacido. Por las oportunidades
perdidas y las palabras no dichas, y por la esperanza que parecía tan brillante y
segura un momento, pero que fácilmente se extinguía al siguiente. 301
―Cuida de todos en Edén ―susurró Zeke y yo estuve allí temblando,
tratando de detener el flujo de lágrimas―. Diles… que lamento no haber
podido regresar. Pero que… que estaré con mi padre pronto. Dile a Caleb y a
Bethany que no lloren. Que nos… veremos unos a otros otra vez algún día. Y
después… ser{ por siempre.
―Magnífico ―dijo Sarren―. En verdad conmovedor. Un buen réquiem.
Pero es momento de decir adiós, pequeño príncipe. ¿Estás listo?
Ahora la voz de Zeke estaba en calma. Sin miedo.
―Estoy listo.
―Entonces, déjame liberarte de esta mortal envoltura, y enviarte
gentilmente a la noche eterna.
No escuché el momento exacto cuando Sarren terminó con la vida de
Zeke. Solo estaba consciente de su respiración, primero entrecortada, después
ahogada, como si ya no pudiera jadear por aire. Y después, una larga,
agonizante exhalación, el último aliento saliendo de sus pulmones, mientras las
torturadas respiraciones de Ezekiel, finalmente, irreversiblemente, se
detuvieron.
―Buenas noches, dulce príncipe ―canturreó Sarren, un susurro
aterciopelado.
La grabación se apagó con un clic.

302
Epílogo

Me paré en el borde de la carretera desierta, mirando hacia atrás le Muro


Exterior de Nueva Covington, la nieve azotaba mi cabello y mi ropa. Desde
aquí apenas podías ver las distantes torres de vampiros a través de la nieve y la
oscuridad. Brillaban débilmente en la tormenta, mirando al pequeño e
insignificante desierto que se extendía más allá. A mis pies, el camino
serpenteaba apagado entre los antiguos suburbios, donde acechaban los
Rabiosos, esperando para saltar sobre los desprevenidos. Desapareció en una
esquina, era casi invisible en la nieve, pero no importaba. Yo sabía a dónde
íbamos.
El viento se levantó, tirando de mi abrigo, escupiendo fragmentos de hielo
en mi cara. No me afectó. Estaba entumecida, por dentro y por fuera. Como si
algo hubiera alcanzado y sofocado ese pequeño pedazo de esperanza y calidez
que se aferraba desesperadamente, apagándolo por completo. No había llorado
desde que salimos del laboratorio esa noche, siguiendo los túneles
abandonados hasta llegar más allá de la zona de la muerte, libres de Nueva 303
Covington al fin. Mis lágrimas, junto con mis emociones, mis recuerdos y mi
esperanza fueron tragadas por la oscuridad hasta que no pude sentir nada en
absoluto.
Crujieron pasos sobre la nieve y Kanin se acercó a mí, una sombra inmóvil
y silenciosa. No habíamos hablado desde el laboratorio. Inmediatamente
después de la muerte de Zeke, yo había caído de rodillas sujetando la cruz,
gritando y golpeando mis puños contra el suelo hasta que sentí encajar los
huesos de mis dedos, y los dos vampiros se habían retirado en silencio
dejándome sola. La locura me había vencido, tomé mi katana y destruí la
habitación, rompiendo el vidrio, arrancando cosas, cortando, desgarrando y
gritando mi rabia.
Cuando todo terminó, me había parado en medio de la destrucción,
temblando de odio, necesitando matar. Y el monstruo se levantó, abrazando mi
dolor y convirtiéndolo en venganza. Eso es lo que somos, susurró, aliviando la
desesperación que amenazaba con aplastarme. Somos vampiros. No somos
humanos, no necesitamos las emociones humanas, no nos apegamos a los seres
humanos. Sabías eso desde el inicio.
Lo sabía. Allie la Fringer sabía eso, incluso antes de cambiar. Ella trató de
advertirme para mantener mi distancia, para proteger mi corazón.
Lección aprendida. Soy un monstruo. No lo olvidaré de nuevo.
―Tenías razón, lo sabes ―le dije a Kanin mientras mirábamos Nueva
Covington, el lugar donde yo había nacido, muerto y dejado atrás lo que me
quedaba de humanidad. Mi voz salió plana y fría, poco familiar para mí―.
Somos monstruos. Los humanos son solo comida. He sido estúpida peleando
contra ello tanto tiempo.
Kanin estuvo en silencio por un momento. Después dijo en voz muy baja:
―¿Piensas honrar su memoria con eso?
―¿Qué quieres de mí? ―Giré hacia el vampiro Maestro estrechando mis
ojos―. Fuiste el primero que me dijo sobre no acercarme, no apegarme.
―Lo hice ―convino Kanin, evitando mi mirada―. Pero también dije que
tú decidías qué tipo de monstruo serías. Y lo que vi esa noche en el calabozo, en
el campo de refugiados bajo Sarren… me dio algo que no he sentido en mucho
tiempo. Me dio esperanza.
Me quedé mirándolo. Kanin seguía sin mirarme, ocultando su cara en la
oscuridad, mirando hacia Nueva Covington.
―Aquellos que vivimos esto mucho tiempo nos volvemos
obsoletos―murmuró―. Es difícil mantener aquello que nos hace humanos. Es
más fácil dejarse ir, convertirse en el demonio que todos ven en nosotros. Pensé
que ya nada podía sorprenderme. Pero tú me has sorprendido cada vez. ―Se 304
detuvo, sus siguientes palabras fueron bajas, casi vacilantes―. No puedo
decirte cómo vivir―dijo―. Pero… sería una l{stima si te convirtieras solo en
otro monstruo. Si abandonaras por todo lo que has luchado hasta ahora.
―No puedo ―susurré, sacudiendo mi cabeza―. No puedo hacerlo Kanin.
No quiero pasar por eso de nuevo. Es muy duro perder a alguien así,
escuchando a Zeke… ―Mi garganta amenazaba con cerrarse, pero la oscuridad,
el monstruo, se levantó, frío e impasible, protegiéndome―. No lo haré de nuevo
―dije tranquilamente―. Y si tengo que ser un monstruo para sobrevivir,
entonces seré lo que todos esperan. No me importa Edén, o los científicos o la
maldita cura. Justo ahora, todo lo que me importa es encontrar a Sarren y
hacerlo pagar.
Kanin no respondió, nos mantuvimos en silencio, escuchando la ciudad.
Un minuto después Jackal salió de la oscuridad entre dos casas, sonriéndonos
con su sonrisa satisfecha.
―Bueno, tengo buenas noticias y malas noticias―dijo―. La buena noticia
es que el Jeep está justo donde lo dejamos e hice que la maldita cosa funcionara
de nuevo.
―¿Cuál es la mala noticia? ―pregunté.
―Algo tomó mis dados borrosos.
Giré mis ojos, Kanin empezó a avanzar pasando junto a él.
―Vamos ―ordenó sin mirar atrás―. Sarren se mueve rápido y ya nos
lleva ventaja. No podemos perder tiempo si queremos llegar a Edén antes que
él.
Mi mano rozó mi cuello, tocando la pequeña cruz de plata debajo de mi
camiseta. Zeke, pensé, oliendo su sangre en la cadena, incluso ahora. Te voy a
vengar, lo juro. Sarren gritará pidiendo clemencia antes de que acabe con él. Me
aseguraré de que recuerde tu nombre cuando muera. Pero jamás me acercaré a nadie
más. Fuiste el último. Espero que, donde sea que estés, seas feliz. Y si puedes verme,
perdón por aquello en lo que me voy a convertir.
Kanin giró, esperándome al borde de las sombras. Jackal me miraba,
también, sus ojos brillaban inhumanos, amarillos en la oscuridad. Monstruos en
la noche, como yo.
Eso es lo que soy, pensé, caminando hasta unirme a él. Es a dónde pertenezco,
a la oscuridad. Somos vampiros. Es lo que siempre seremos.
La tormenta se levantó, la nieve caía fuertemente sobre la carretera
mientras nosotros tres ―yo, mi sire y mi hermano de sangre― girábamos en el
viejo Jeep hacia el noreste rugiendo hacia Edén.

Ellos vienen. 305

Apoyada a un lado de una antigua furgoneta, la delgada y huesuda figura


con la cara horriblemente marcada sonrió.
Estaban en camino, ahora. Siguiendo sus huellas, seguirlo hasta la distante
ciudad humana significaría la salvación del mundo entero. Un nuevo comienzo.
Un nuevo inicio para todos. Pronto.
Podía sentir su determinación para detenerlo, su rabia y odio.
Especialmente… la de ella. O, su enfado sería una cosa gloriosa, ciertamente. Su
mano se deslizó hacia la parte lisa de su brazo izquierdo, acariciándolo. Alguna
vez pensó que Kanin era un digno oponente, pero la chica, el feroz, implacable
y pequeño pájaro salvaje, era aún más magnífica.
―Ella viene ―susurró, una sonrisa estiró su cara devastada―. No puedo
esperar para ver la expresión de su rostro cuando nos encuentre de nuevo. Será
una canción para muchas eras. ―Se rió y miró dentro de la furgoneta, donde
una forma oscura yacía desplomada en la esquina―. ¿No piensas lo mismo…?
Ezekiel.

Fin
Próximamente:

The Forever Song


(Blood of Eden #3)

306

LA VENGANZA SERÁ SUYA

Allison Sekemoto una vez tuvo problemas con la pregunta: ¿monstruo o


humano?
Con la muerte de su amor, Zeke, encontró su respuesta.
MONSTRUO
Allie abrazará a su lado vampiro para dar caza y acabar con Sarren, el
vampiro psicópata que asesinó a Zeke. Pero el camino es largo y sangriento, y
Sarren ha dejado muchas sorpresas para Allie y sus compañeros, su creador,
Kanin, y su hermano de sangre, Jackal. El sendero se dirige directamente al
único lugar que deben proteger a cualquier costo, la última zona libre de
vampiros en la Tierra, el Edén. Y Sarren tiene un último, brutal choque
almacenado para Allie.
En un mundo en ruinas, donde ninguna vida es sagrada y antiguos
aliados pueden volverse contra ti en un momento, Allie se enfrentará a sus días
más oscuros. Y si tiene éxito, el triunfo es de corta duración en cara a sobrevivir
para siempre, sola.
LA BATALLA FINAL COMIENZA.

307
Créditos

Moderadora: Maka Mayi

Traductoras Correctoras
Yessenia* Connie
sisabel1320 Plluberes
Kiiariitha Garfield
308
monica
kirtassh
AdyRod

Revisión final: Connie

Diseño: Cecilia

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