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LA UNCION DE

LOS ENFERMOS
explicada al pueblo
P. A L E J O

LA UNCION
DE LOS ENFERMOS
explicada al Pueblo

III Edición

EDICIONES PAULINAS, S. A.
Nihil obstat
Ex pane Societatis S. Pauli
Francisco Aleara? Z.
México, D. F. 20-111-1989

Nlhll obsta«
Felipe Hernández F.
Censor eclesiástico
México. D. F. 27-111-1980

Primera Edición 1980


Tercera Edición 1980

D. R. © 1980 by EDICIONES PAULINAS S A


Av. Taxqueña 1792 —México 21, D. F.
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico

DeaefcSSed
PLAN DE LA OBRA

OUE ES LA UNCION DE LOS ENFERMOS

—Sacramento de salud.
—Sacramento de misericordia.
—Sacramento de consuelo.
—Sacramento de victoria.

NUEVO RITO DE LA UNCION


DE LOS ENFERMOS

—Guía al Rito.
—Nuevo Rito de la Unción de los enfermos.
—Recomendación de los moribundos.
— M i s a Exequial.

BREVE DEVOCIONARIO DE DIFUNTOS

—Oficio de difuntos.
—Oraciones varias.

5
PRESENTACION
En la Constitución Dogmática sobre [a Igle-
sia, el Concilio Vaticano II nos dice: "Con la
Unción de los enfermos y la oración de los
presbíteros, toda la Iglesia encomienda los en-
fermos al Señor paciente y glorificado, para
que los alivie y los salve, e incluso les exhorta
a que, asociándose voluntariamente a la pasión
y muerte de Cristo, contribuyan al bien de! Pue
blo de Dios" (L.G., 11).
Desde esta perspectiva eciesial de la Unción
de los enfermos, brota la necesidad, para to-
dos nosotros, de conocer mejor este saludable
Sacramento.
Así nuestra participación en el rito sagrado
del mismo será más consciente, p'adosa y
activa.
Y esto, ya sea que se trate de su recepción
por parte de nuestros seres queridos o de otras
personas, ya sea que seamos nosotros mis-
mos quienes lo vamos a recibir.
Este libro no ha sido escrito solamente para
ancianos o para enfermos.

7
Ha sido escrito para todo fiel cristiano que
quiera conocer y vivir, en plenitud, esos gran-
des medios de gracia que son los Sacramen-
tos.
El Autor

8
UNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de salud

Es -una dicha grande encontrarnos con Cris-


to, el Redentor, enviado por nuestro Padre del
Cielo para salvarnos.
Todo encuentro con El es un acontecimiento
de salvación y de gracia y, por lo mismo, un
acontecimiento feliz y decisivo para nuestra
existencia: para nuestro presente y para núes
tro futuro.
Hay encuentros especialíslmos entre el Re
dentor y cada uno de nosotros, sus hermanos.
Son los encuentros sacramentales.
Cristo mismo ha instituido estos encuentros
para darnos su ayuda divina en determinadas
circunstancias y necesidades de la vida.
Los Sacramentos brotaron del amor de Cris
to hacia nosotros. Con su vida y su pasión nos
los ha merecido del Padre y después de haber-
los instituidos los ha confiado a su Iglesia, la
cual los conserva y administra con veneración
suma.

9
En los Sacramentos, el Redentor del hom-
bre aoude generosamente en ayuda del mismo:
lo haoe hijo de Dios y miembro de su Iglesia
en el Bautismo; le da la abundancia del Espí
ritu Santo en la Confirmación; se entrega co-
mo su alimento espiritual en la Santísima Eu-
caristía; lo perdona de sus culpas en la Re-
conciliación; lo consagra como su ministro en
el Orden Sagrado; santifica su amor cuando se
une en matrimonio y, padeciendo grave enfer-
medad, le ofrece su divino auxilio en la Unción
de los enfermos.
Cristo está presente y operante en los Sa
cramentos, y el signo externo y visible de cada
uno de ellos nos indica la gracia especial y
propia que El nos concede.
Los Sacramentos suponen, en quienes los
reciben, la fe en Cristo y en su obra y, tam-
bién, la buena voluntad de hacer fructificar en
su propia vida el Don recibido.
Los Sacramentos son los grandes medios de
gracia que Cristo ha puesto a nuestra disposi-
ción para ayudar nuestra humana y frágil na-
turaleza en el camino hacia el Padre.
Entre los Sacramentos, se halla la Unción de
los enfermos.

10
Cristo ha pensado en nuestras enfermeda-
des, en nuestra vejez. No quiso dejar a los
suyos solos y desamparados en situación tan
necesitada.
Leemos en la sagrada Escritura:
"Alguno de vosotros está enfermo? Entonces
llame a los presbíteros de la Iglesia, y que ha-
gan oración por él ungiéndolo con aceite en el
nombre del Señor; y la oración de la fe alivia-
rá al enfermo; y el Señor lo levantará. Y si
hubiera cometido pecados, se le perdonarán"
(Sant 5,13-15).
El Señor viene al encuentro del cristiano
gravemente enfermo.
Quiere encontrarse personalmente con él.
El Señor, en su vida terrena, se encontró con
muchos enfermos, según leemos en los Santos
Evangelios.
Venían a El los enfermos para obtener la
curación de sus males.
Y Jesús los curaba teniendo en cuenta su
fe:
"Puesto el sol, todos cuantos tenían enfer-
mos de cualquier enfermedad ios llevaban a

11
El y El, Imponiendo a cada uno las manos, los
curaba" (Le 4,40).
Las curaciones de Jesús eran signo de su
poder divino y manifestaban la presencia del
Reino de Dios en el mundo:
"Habiendo oído Juen en la cárcel las obras
de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:
¿Eres Tú el que ha de venir o esperamos a
otro? Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y re-
ferid a Juan lo que habéis oído y.visto: los c'e-
gos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen" (Mt 11,2-6).
Como signos del poder de Jesús y de la pre
sencia del Reino de Dios en el mundo, las cu-
raciones efectuadas por Cristo estaban siem-
pre relacionadas con la liberación y la victoria
sobre el mayor de los males que afectaba el
hombre, eso es, el pecado.
Por el Sacramento de la Unción de los en-
fermos, el Señor sigue encontrándose, en su
Iglesia, con los fieles gravemente enfermos.
Viene a ellos con un Don especial de gracia.
Es la gracia propia del Sacramento.
Es la gracia de la salud.

12
La gracia de la curación del enfermo: de su
curación espiritual, la cual puede incluir, tam-
bién, si Dios así lo dispone, la restauración
de su salud corporal.
Medio divino para la restauración del hom-
bre entc.ro, la Unción de los enfermos es un
Sacramento, una acción sagrada. No es una cu-
ración mágica. Tampoco es una terapéutica. La
Introducción al Ritual de la Unción de los en-
fermos y de su cuidado pastoral resume así
los efectos de este Sacramento:
La acción de Cristo viene indicada por el
signo sacramental: por la unción con aceite,
símbolo de protección, vigor, fortaleza, adorno,
alegría, consagración, medicina y por las pa-
labras que el sacerdote pronuncia durante la
misma: "Por esta Santa Unción y por su bon-
dadosa misericordia, te ayude el Señor con ta
gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de
tus pecados, te conceda la salvación y te con-
forte en tu enfermedad. Amén" (Ritual).
"Este Sacramento otorga al enfermo la gra-
cia del Espíritu Santo, mediante la oual el hom-
bre entero es ayudado para su salvación, es
confortado por la confianza en Dios y robuste-
cido contra las tentaciones del maligno y la
ansiedad de la muerte, de modo que no sólo
pueda soportar con fortaleza los males, sino

13
también luchar contra ellos y conseguir la sa-
ludi si le conviniere para su salud espiritual;
también suministra, si es necesario, el perdón
de los pecados y la plenitud de la conversión
cristiana" (N. 6).
El Sacramento de la Unción de los enfermos
merece toda nuestra consideración.

CASOS EN QUE SE HA DE ADMINISTRAR


LA UNCION
— A los fieles en peligro de la vida por en
fermedad o edad avanzada. Basta un diag-
nóstico prudente y probable, sin ansfeda
des.
— S i el enfermo convaleciese la Unción se
puede repetir en el caso de un nuevo pe-
ligro, o dentro de la misma enfermedad,
si el peligro se hace más crítico.
—Antes de una operación quirúrgica, si hay
enfermedad grave, que es causa de !a
operación.
— A los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan
mucho.
— A los niños graves, que por su uso de ra-
zón pueden ser confortados con este Sa
era mentó.

14
— A los enfermos sin conocimiento, si se
puede pensar que estando ellos con su
conocimiento hubieran pedido el Sacra-
mento.
—Cuando se duda de la muerte del enfermo,
se puede administrar la Unción bajo con-
dición. Estando ya muerto el paciente, el
sacerdote sólo reza por él para aue Dios
lo absuelva.

15
Si
JNCION DE LOS ENFERMOS"
Sacramento de misericordia

El Señor se encuentra con el enfermo.


Viene a él como hermano y amigo.
Viene a él como el Redentor, que para sanar
al hombre se ha hecho hombre, ha trabajado,
predicado y sufrido y ha derramado su sangre
en la cruz.
Viene a él lleno de misericordia y bondad.
El Sacramento de la Unción de los enfermos
es para dar la salud a quien lo recibe conve-
nientemente.
La salud del hombre como hijo de Dios, eso
es, la salud de su vida divina.
El Señor viene para restaurar la vida divina
del paciente: volvérsela lozana, hermosa, pu-
jante, maravillosa y saludable como cuando la
recibió en la pila de su bautismo.
Como sabemos, el gran enemigo del hombre
es el pecado.

2-La Unción de los Enfermos 17


Es la peor de las enfermedades.
El pecado oprime y esclaviza al hombre en
vida y lo concierta a una eternidad infeliz, la
muerte eterna.
El Señor ha vencido el pecado. Por su gracia,
sigue venciéndolo en nosotros, sus hermanos.
El instituyó dos Sacramentos, cuyo efecto
propio es la gracia del perdón de los pecados:
uno es el Bautismo, para perdonarnos el peca-
do original y hacernos hijos de Dios y, el otro,
es la Reconciliación o Penitencia, por el cual
se nos perdonan los pecados cometidos des
pués del Bautismo.

En su infinita bondad y misericordia, nos


dio también el Sacramento de la Unción de los
enfermos para liberarnos radical y definitiva-
mente de toda enfermedad espiritual, eso es,
de todo pecado que debilite y perjudique la vi-
da divina en nosotros.
La Unción de los Enfermos supone la vida
divina en nosotros.
Por lo mismo, su fin no es el perdón de los
pecados mortales: solo indirectamente, en ca-
so de que la confesión sea imposible, perdona
tales pecados quedando la obligación para el

18
paciente, si le fuera posible més adelanté, de
confesarlos en especie y número.
Encontrándose el enfermo en estado de pe-
cado grave y siendo dueño de sus actos por
el uso que tiene de su razón, antes de recibir
el sacramento de la Unción, deberá ponerse en
gracia de Dios con previa confesión o, al me
nos, con un acto de contrioión.
Remedio divino, el Sacramento de la Unción
de los enfermos es, así, como la conclusión de
todas nuestras reconciliaciones con Dios y su
Iglesia: es la gran reconciliación final y, en el
caso de que sobreviniese la muerte corporal,
nos da la posibilidad de presentarnos ante el
tribunal de Dios, limpios de culpas.
El Señor misericordioso viene al encuentro
del enfermo para auxiliar su vida, la espiritual
como la temporal. Viene para su mayor bien.
En el Evangelio de San Lucas leemos:
"Jesús estaba enseñando y muchos fariseos
y dootores de la Ley, que habían ido de todos
los pueblos de Galilea, de Judea y de Jerusa-
lén, estaban sentados allí; y el poder del Se-
ñor estaba en El para que hiciera curaciones.
Y luego llegaron unos hombres, que traían so-
bre un lecho a un hombre que estaba paraliza-

19
do. Ellos trataban de meterlo y ponérselo de-
lante a Jesús. Como no hallaban por dónde me-
terlo a causa de la aglomeración de ia gente,
se subieron al techo y desde allí lo descolga-
ron con todo y lecho por entre las tejas y
se lo pusieron delante a Jesús. Cuando éste
vio la fe de aquellos hombres, le dijo al para-
lítico: Hombre, tus pecados han quedado per-
donados. Entonces los escribas y los fariseos
comenzaron a discurrir y a decir: ¿Quién será
ese blasfemo? ¿Ouién puede perdonar los pe-
cados sino sólo Dios? Pero Jesús, que conocía
los razonamientos de aquellos hombres, les
dijo: ¿Qué estáis pensando dentro de vuestros
corazones? ¿Qué es más fácil: decirle a este
hombre: "se te perdonan los pecados", o de-
cirle: "levántate y anda"? Pues para que os
convenzáis de que el Hijo del hombre tiene
autoridad aquí sobre la tierra para perdonar los
pecados —le dijo al paralítico— A ti te digo:
levántate, toma tu lecho y vete para tu casa.
Levantándose inmediatamente en presencia de
ellos, tomó el lecho en que yacía y se fue a
su casa glorificando a Dios. Todos se quedaron
atónitos, y glorificaban a Dios llenos de te-
mor, diciendo: "Hoy hemos visto cosas prodi-
giosas" (Le 5,18-26).
Al paralítico el Señor le curó su alma, y tam-
bién, su enfermedad física.
20
El Señor es dueño de la vida y de la muer-
te. Libra al hombre del pecado. Con mayor
razón, lo puede sanar de cualquier enferme-
dad corporal.
Efecto propio de la Unción es, también, la
salud física: curación de la enfermedad y a'i-
vio en la misma.

21
mm
JNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de alivio

Fuente envenenada de todos los sufrimien-


tos del hombre, es el pecado: por el pecado
entró en el mundo la muerte, la del alma como
! la del cuerpo, con todos los males que la acom
pañan.
La gracia propia de la Unción es para sa
nar y aliviar al enfermo de sus nefastas con-
I secuencias.
Es así, como este Sacramento es de alivio
o confortación para el paciente en las penas
y trabajos de su enfermedad, amén de librarlo
totalmente de la misma, si esto es para su
bien espiritual y entra en ios planes de la mi-
sericordia divina.
i
La Introducción al nuevo Ritual de la Un-
ción dice:
"Las enfermedades y los dolores han sido
siempre consideradas como una de las mayo-

23
res dificultades que angustian la conciencia de
los hombres.
Sin embargo, los que tienen fe cristiana, aun-
que sienten y experimentan lo mismo, se ven
ayudados por la luz de la fe, gracias a la ouel
perciben la grandeza del misterio del sufrimien-
to y soportan los mismos dolores con mayor
fortaleza. En efecto, los cristianos no solamen-
te conocen por las propias palabras de Cristo,
el significado y el valor de la enfermedad de
cara a la salvación, sino que se saben amados
por el mismo Cristo, que en vida tantas veces
visitó y curó a los enfermos.
Aun cuando la enfermedad se halla estre-
chamente vinculada a la condición del hombre
pecador, no siempre puede considerarse como
un castigo impuesto a cada uno por sus pro-
pios pecados. El mismo Cristo, que no tuvo
pecado, cumpliendo la profecía de Isaías, ex-
perimentó toda oíase de sufrimientos en su
pasión y participó en todos los dolores de los
hombres; más aún, cuando nosotros padecemos
ahora. Cristo padece y sufre en s¡us miembros
configurados con El.

No obstante, todos esos padecimientos son


transitorios y pequeños comparados con el peso
de gloria eterna que realizan en nosotros.

24
Entra dentro del plan providencial de Dio»
íl que el hombre luche ardientemente contra
cualquier enfermedad y busque solícitamente
la salud, para que pueda seguir desempeñando
sus funciones en la sociedad y en la Iglesia,
con tal de que esté siempre dispuesto a com-
plementar lo que falta a la pasión de Cristo
para la salvación del mundo, esperando la libe
ración de su cuerpo en la gloria de los hijos
de Dios.
Es más: en la Iglesia, los enfermos, con su
testimonio, deben recordar a los demás el va-
lor de las cosas esenciales y sobrenaturales y
manifestar que la vida mortal de los hombres
ha de ser redimida por el misterio de la muer
te y resurrección de Cristo" (N. 1-3)"«
El Señor viene para ayudar al enfermo a so
breponerse a su enfermedad.
Jesús sufrió y conoce la amargura y los pe
llgrosdel dolor y comprende la suprema nece
sidad del consuelo.
Con su presencia y su gracia lo consuela en
sus angustias causadas por el dolor, por la so-
ledad, por una vida imperfecta, humana y es
piritualmente, por la separación de los afectos
familiares, por su destino futuro.

25
Con su presencia y gracia le participa su
paz sobrenatural, fruto de su victoria sobre el
pecado y todas sus consecuencias.
No en vano pasa Cristo por la vida del hom-
bre.
Auxiliado por El, el enfermo se siente má9
tranquilo.
Con más fuerza de ánimo.
Con más valentía para detestar el pecado.
Con mayor disposición para acatar los desig-
nios de Dios.
Queda fortalecida su fe y su caridad. Queda
fortalecida su esperanza en la vida futura y en
los inefables bienes eternos.
Así, mientras disminuyen sus fuerzas físicas,
se agilizan y robustecen sus fuerzas espiritua.
les.
La oración de la Iglesia acompaña a la Un-
ción de los enfermos.
La Iglesia entera pide, a diario, por los en-
fermos, por los moribundos: como Madre so
lícita pide por el alivio de sus sufrimientos y
por su salvación eterna.

26
Aun siendo, por lo general, pocas las perso
ñas que participan en el rito de la Unción, ellos
representan al Pueblo de Dios que suplica por
el enfermo, que implora del Señor la salud
total del mismo.
Ellos se unen a la oración de la fe, la ora-
ción que hace el sacerdote en el nombre de
Cristo, eso es, por su mandato y con su poder.
La Unción de los enfermos se designa como
oración de la fe: esto significa lo mucho que
puede la oración del sacerdote y de los pre-
sentes, para que este Sacramento tenga sus
saludables efectos sobre el enfermo.
Si hay una ocasión en la cual nuestra cari-
dad cristiana ha de expresarse con toda soli-
citud y delicadeza, es precisamente en favor
de los enfermos, en especial, tratándose de
personas unidas a nosotros por lazos de paren-
tesco o por el cuidado de su bien espiritual.
Obligación nuestra será avisar al enfermo de!
peligro en que se encuentra y de la convenien-
cia de recibir el Sacramento de la Unción.
Obligación nuestra será pedir con fe por ó',
para que este su encuentro sacramental con
Cristo misericordioso sea verdaderamente de
gran provecho para su vida.

27
También se recomienda sobre todo a los pá-
rrocos y a los encargados de los enfermos,
que con palabras de fe lo animen a unir sus
penas a las de Cristo paciente y crucificado y
lo exhorten a santificar su enfermedad hacien-
do oración, ya sea a solas o acompañándole
ellos mismos.

28
UNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de victoria

Como el Señor, el cristiano tiene su pasión,


Es la hora de su grave enfermedad.
La hora de su dolor.
La hora suprema de su sacrificio.
Es la hora, en la cual ha de decir al Padre,
como Jesús en el huerto de Getsemaní:
"Padre mío: si es posible, que pase de mí
este cáliz. Sin embargo, que no sea como yo
quiero, sino como Tú quieres" (Mt 26,39).
El sufrimiento del cristiano no es estéril. En-
tra en el plan providencial de Dios para puri-
ficarnos del pecado y santificarnos.
Nos une a Jesús, que sufrió y murió para-
saivarnos. Del mismo Jesús son estas pala-
bras, dirigidas a todos sus seguidores:
"El que quiera venir en pos de mí, que se
niegue a si mismo, tome su cruz y me siga"
(Me 8,34).

29
En la cruz de Cristo y en Cristo crucificado
está la fuerza y la sabiduría de Dios.
Llevando generosamente su cruz, el cristia
no contribuye a los saludables efectos de la
Pasión del Redentor: procura su bien y el bien
de toda la Iglesia.
Asf escribía el Apóstol San Pablo a los Co-
losenses:
"Ahora gozo por mis sufrimientos por vo-
sotros y completo en mi carne lo que le falta
a los padecimientos de Cristo, por su cuerpo
que es la Iglesia" (Col 1,24).
Así, también, dioe el Vaticano II:
"Los enfermos contribuyen al bien del Pue-
blo de Dios asociándose a la pasión y muerte
de Cristo" (L.G., 11).
El enfermo no sufre solo. Sufre con Cristo
y Cristo lo acompaña con su amor.
Recordemos las palabras del apóstol San Pa-
blo a los Romanos:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Las tribulaciones, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?
En todas estas cosas vencemos por Aquel que
nos amó. Porque persuadido estoy de que ni la

30
muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los prin-
cipados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las po-
testades, ni la altura, ni la profundidad, ni crea-
tura alguna podrá separarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor"
(Rom 8,35-39).
Unido a Cristo, el enfermo comparte con El
su victoria sobre el pecado, sobre la enferme-
dad y la muerte.
De manera especialisima, en el Sacramento
de la Unción, $1 Señor viene al encuentro del
enfermo para unirlo a su victoria plena y defi-
nitiva sobre el mal.
Viene a unirlo a su victoria pascual.
Con Cristo, es el triunfó de la vida sobre la
enfermedad y la muerte.
Así el enfermo, por la fuerza de Cristo, sale
victorioso de su pasión dolorosa.
Confortado por El, cumple con la voluntad del
Padre hasta el fin y su misma muerte corporal
es absorbida para la victoria de Cristo:
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree
en mí, aun cuando hubiera muerto, vivirá, y
todo el que vive y cree en mí no morirá para
siempre" (Jn 11,25).

31
Hemos de agradecer al Señor el haber insti-
tuido el Sacramento de la Unción de los enfer-
mos y agradecer a la Iglesia la solícita admi-
nistración del mismo.
Por supuesto, este Sacramento no es indis-
pensable para salvarnos como lo son el Bautis-
mo, la Eucaristía o la Reconciliación, si hemos
ofendido gravemente a Dios.
Sin embargo, no es lícito descuidarlo. Es un
gran medio de gracia, como los demás Sacra-
mentos.
Si debemos de procurarlo para los demás,
con mayor razón, en caso de enfermedad grave,
debemos recibirlo nosotros mismos, digna y
piadosamente.
Es para nuestro bien. Es para el bien de to-
do el Pueblo santo de Dios.
En la victoria y por la victoria de Cristo so-
bre la muerte, el cristiano vence y supera su
propia mortalidad.
Su muerte es la muerte del justo: como ha
encontrado en Cristo la solución al problema
de su vida, así, en Cristo, ha encontrado la
solución única y verdadera al enigma de su
muerte.

32
SIGNIFICADO CRISTIANO OE LA MUERTE

"El enigma de la condición humana se hace


máximo ante la muerte. El hombre es atormen-
tado no sólo por el dolor y con la progresiva
disolución del cuerpo, sino también, e incluso
más, con el temor de la extinción para siempre.
Rectamente juzga con el instinto de su cora-
zón, cuando tiene horror y desecha la total rui-
na y definitivo fin de su persona.
"La semilla de eternidad que lleva en sí. irre-
ducible a la sola materia, se levanta contra la
muerte. Todos los inventos intentados por la
técnica, aunque útilísimos, no son capaces de
colmar la ansiedad del hombre, pues ninguna
prolongación de la longevidad biológica es ca-
paz de satisfacer aquel deseo de una vida ul-
terior que radica inquebrantablemente en su
corazón.
"Aunque frente a la muerte, toda imaginación
se detiene, la Iglesia, sin embargo, enseñada
por la divina revelación, afirma que el hombre
ha sido creado por Dios para un fin dichoso
más allá de los límites de la miserable vida te-
rrestre.
"Incluso la muerte corporal, de la que se ha-
bría substraído el hombre de no haber pecado.
3-La Unción de los Enfermos 33
la fe cristiana enseña que será vencida cuando
el hombre sea restituido, por el omnipotente y
misericordioso Salvador, a la salvación perdida
por su culpa, pues Dios llamó y llama al hom-
bre para que se adhiera a El con toda su natu-
raleza en la perpetua comunicación de una in-
corruptible vida divina.
"Cristo alcanzó esta victoria, liberando al
hombre de la muerte con su propia muerte y
resucitando para la vida.
"Así, pues, a cualquier hombre que piense
ofrece la fe una respuesta, unida a sólidos ar-
gumentos, para sus ansiedades sobre la suerte
de la vida futura; y al mismo tiempo le da la
posibilidad de comunicarse en Cristo con los
hermanos queridos arrebatados ya por la muer-
te, dando esperanza de que habrán alcanzado
la verdadera vida en Dios" (G.S., 18).

34
GUIA AL RITO
de la Unción de los enfermos
£1 nuevo Ritual para la Unción de los enfer
mos y su cuidado pastoral ha sido publicado,
en fecha 7 de diciembre de 1972, por la Sagra-
da Congregación para los Sacramentos y el
Culto Divino.
Es necesario que los fieles conozcamos có-
mo se desarrolla el nuevo rito.
Así entenderemos mejor el significado de
este Sacramento.
Apreciaremos su gran importancia para la
vida espiritual.
Procuremos con más solicitud su adminis-
tración en la enfermedad de nuestros seres
queridos y de nosotros miemos.
En su forma ordinaria, el nuevo Rito de la
Unción de los enfermos consta de cuatro par-
tes:
—Ritos iniciales.
—Liturgia de la Palabra.
Liturgia del Sacramento.
—Ritos conclusivos.
35
1. RITOS INICIALES

saludo

En el nombre de Cristo, el sacerdote acuda


a visitar al enfermo.
El viene para darle un maravilloso don divl
no: viene para administrarle el Sacramento que
el Señor misericordioso ha instituido para sa-
lud, consuelo y fortaleza espiritual de cuanto
discípulo suyo se encuentre asechado por la
enfermedad o en peligro de muerte.
El saludo del sacerdote es saludo de paz, de
la verdadera paz de Dios que ha de reinar, más
allá de todo sufrimiento y de toda aflicción, en
el corazón del enfermo y de cuantos lo quieren,
lo asisten y conviven con él.
Con este evangélico saludo, se inicia el rito
sagrado.

aspersión del agua bendita

A continuación, el ministro de Cristo rocía


con agua bendita al enfermo, a los presentes y
a la habitación. Esta acción litúrgica nos re-

36
cuerda la purificación del pecado efectuada por
la Pasión y gloriosa Resurrección del Señor.
Por la fuerza del Señor Resucitado, el agua
bendita ahuyenta y destruye las potencias del
mal.
La purificación conseguida por el agua ben-
dita, nos recuerda el Bautismo; nos recuerda
que somos hijos de Dios; nos recuerda la vida
limpia de pecado que hemos de llevar todos
los cristianos.
En la breve monición que sigue, el sacerdote
invita a los presen-tes a la oración filial y con-
fiada como participación al Sacramento que ya
se está celebrando.
Asimismo, el sacerdote recuerda la insti-
tución divina del Sacramento y los beneficos
efectos del mismo a favor del enfermo.

acto penitencial

Para que purifiquemos nuestros corazones


del pecado y del afecto al mismo, se lleva a
cabo el acto penitencial. El acto penitencial de
la Unción tiene igual o parecida forma a la
acostumbrada para la celebración eucaristica.
37
El pecado se opone a las obras de Dios. Arre-
pentimos es necesario para que Jesús realice
en nosotros su obra de misericordia y salva-
ción.
Al hacer el enfermo la confesión sacramen-
tal, obviamente se omite el acto penitencial.

2. LITURGIA DE LA PALABRA

lectura de la sagrada escritura

La palabra divina acompaña al creyente a lo


largo de la vida. De manera especial, está pre-
sente en los grandes momentos de la recep-
ción de un sacramento.
Su proclamación abre el corazón del hombre
a la fe, al amor, a la conversión, a la confian-
za y esperanza y, en la recepción de los sacra-
mentos, lo va preparando para el encuentro
sacramental con Cristo.
Para cada sacramento han sido escogidas
lecturas bíblicas adecuadas. Los textos bíbli-
cos opcionales para el rito de la Unción de los
enfermos nos hablan de las curaciones milagro-
sas efectuadas por Jesucristo, así como del
amor y de 'la ayuda que el Señor brinda a todos

38
«us discípulos, de lo dulce y bondadoso que
es el corazón de Jesús hacia los que sufren.
Otros nos recuerdan que la oración hecha con
fe dará salud al enfermo, que la vida terrenal
es preparación para la eterna, que es necesario
unir nuestros sufrimientos a los de Cristo y
que nada puede separarnos del amor de Jesús.
Otros, en fin, nos aseguran que la Resurrec
ción del Señor es nuestra inquebrantable es
peranza para una vida nueva y eterna, que el
Amor Divino está presente en las almas en gra-
cia y que es grande la gloria que el Padre ha
preparado para ouantos luchan y sufren por
Cristo y su Reino.

letanía

Después de la proclamación de la palabra


de Dios, ios presentes rezan.
La Letanía es la oración de la comunidad,
que ha escuchado con fe y confianza la palabra
divina y ahora se une en la oración de súplica
al Señor misericordioso para que alivie, con
forte y conceda vida y salud al querido en-
fermo.

39
3. LITURGIA DEL SACRAMENTO

acción de gracias sobre el óleo

Antes de administrar al enfermo la sagrada


Unción, el sacerdote reza una oración de ac-
ción de gracias sobre el óleo que va a emplear.
Comúnmente el óleo es aceite de oliva. Tam-
bién, según la oportunidad, puede emplearse
otro aceite procedente de plantas. De hecho, la
Constitución sobre la Unción de los enfermos
de su Santidad Pablo VI, de venerable memo-
ria, dice así: "Puesto que el aceite de olivas,
que hasta ahora se prescribía para la validez
del sacramento, falta o se obtiene con dificul-
tad en algunas regiones, hemos determinado,
a petición de muchos obispos, que también, se-
gún convenga, pueda emplearse en adelante
otro aceite, con tal de que sea vegetal, puesto
que es el más semejante al aceite de olivas".

Normalmente este óleo está bendecido por


el obispo.
La bendición es efectuada en la Misa del
Jueves Santo, antes de terminar la plegaria eu-
carística, con las siguientes palabras:

40
"Dios nuestro. Padre de todo consuelo que
por medio de tu Hijo quisiste curar las dolen-
cias de los enfermos, atiende benignamente la
oración de nuestra fe. Envía desde el cielo a tu
Santo Espíritu Consolador y bendice con tu po-
der este óleo, que Tú nos has dado para -
talecer nuestros cuerpos. Te rogamos que los
enfermos ungidos con él. expenmenten tu pro^
tección en el cuerpo y en el alma y se s'ent a n
aliviados en su debilidad, en sus do'ores y
enfermedades. Que se convierta, pues para
nosotros, en óleo santo, bendec'do por T! en el
nomb e de Nuestro Señor Jesucristo. Oue v,ye
J reina Contigo por los siglos de los siglos .

En el caso de verdadera necesidad el sacer-


dote puede bendecir el aceite durante el mis-
mo rito de la unción, usando la formula de ben-
dición arriba mencionada.

| sagrada unción "|

Desoués de bendecir el óleo o de rezar la


aodónde gracias sobre el mismo, el sacerdo-
te unqe al enfermo en la frente y en las manos
pronunciando las palabras que determ.nan el
significado del rito sacro.
41
deECnSrd°te 3CtÜa e
" n
°mbre y en
Persona

r r f i f , ? ° r GS l á , r e a l m e n t e Presente en el Sa-
cramento: es El quien unge al enfermo.

h r S I 9 " 0 SaCrJamervtal "nción y las pala-


bras pronunciadas por el ministro durante la
misma— nos guían a entender la misericordio-
sa y amorosa acción divina.
La unción con el óleo nos dice que el Señor
viene para alivio del enfermo, ya que el óleo
es expresión de vida, de fortaleza, de suavi-
dad de alegría, de protección, de adorno, de
medicina.

Las palabras que acompañan a la unción nos


senalan que el alivio que el Señor da al enfer-
mo, es un alivio de salvación que abarca Él
hombre entero, cuerpo y alma: es la gracia de
su Espíritu, propia para la situación del cris-
tiano gravemente enfermo y en peligro de muer-
te: para que lo conforte, lo defienda, lo ayude
lo purifique de culpas y pecados, lo una a los
sufrimientos de Cristo, le dé confianza en la
misericordia divina y salve su vida para la eter-
nidad y también, en el t¡empo, si ésta es la
voluntad de Dios que siempre busca e> mayor
bien de todos sus hijos.

42
oración después de la unción

En la oración que el sacerdote reza después


de la unción, se vuelven a pedir por el enfer-
mo los benéficos efectos del Sacramento.
No olvidemos que el Señor concede sus gra-
cias a cuantos las piden con fe, confianza y
perseverancia. Nuestra oración para el enfer-
mo ha de tener estas características.

4. RITOS FINALES

padre nuestro

Todos estamos en las manos de Dios, Prin-


cipio y Fin de nuestra existencia. El es nues-
tro Padre. El sacerdote Invita a los presentes
a dirigirse a Dios Padre con la misma oración
que Jesús nos ha enseñado: el Padre Nuestro.

bendición final

Todo concluye con la bendición del Sacerdo-


te para el enfermo y para cuantos participaron
en el Rito sagrado.

43
sTUEVO RITO
de la Unción de los enfermos

1. RITOS INICIALES

saludo
Llegando a donde está el enfermo, el Sacerdote ta-
luda al mlimo y a loa presente«, diciendo, ti cree
oportuno, la siguiente fórmula:
Hermanos, gracia y paz a vosotros da par-
te de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el
Señor.

Lo» presente« y el enfermo contentan:


Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor
Jesucristo.

aspersión del agua bendita


Luego el sacerdote roela con agua bendita »1 enfer-
mo y la habitación, diciendo estas o parecidas pa-
labras:
Hermanos: nuestro Señor Jesucristo, que tan-
to padeció por los hombres y a quien se accr-

45
caban los enfermos para implorar la salud, está
aquí presente en medio de nosotros que nos
hallamos reunidos en su nombre. El nos dice
por boca del Apóstol Santiago:
"¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame
a los presbíteros de la Iglesia, para que oren
sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del
Señor. La oración de la fe salvará al enfermo;
el Señor hará que se restablezca, y los peca-
dos que haya cometido le serán perdonados".
Encomendemos, por tanto a nuestro a herrfia)
no a enfermo a a ta jíjracia y poder de Cris-
to, para que El lo.a (cdnforte y le conceda la
salvación.

acto penitencial

Dirigiéndose a todos, dice el Sacerdote:

Hermanos: reconozcamos nuestros pecados,


para disponernos a participar en esta celebra-
ción.
Daspués de una breve pausa, todos rezan el "Yo
confieso":

Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ante


vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión; por mi

46
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso
ruego a Santa María, 9iempre Virgen, a los án-
geles, a los santos, y a vosotros hermanos,
que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Se-
ñor.

El Sacerdote concluye:
El Señor todopoderoso tenga misericordia
de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.

Todo* contestan:
Amén.

2. LITURGIA DE LA PALABRA

lectura de la sagrada escritura

El Sacerdote, o alguno do lo« presentes, leo un pa


safe do lo Sagrada Escritura:

Escuchemos, hermanos, estas palabras del


Evangelio según San Mateo:
"Al entrar Jesús en Cafarnaún se le acercó
un centurión y le dijo: Señor, tengo en casa
un criado que está en cama paralítico y sufre

47
mucho. El le contestó: Voy a curarlo. Pero el
centurión le replicó: Señor, yo no soy digno
de que entres bajo mi techo, con que digas
una sola palabra, mi criado quedará sano. Por-
que aun yo que soy un simple subordinado, ten-
go soldados a mis órdenes. Y le digo a uno
ve, y va; al otro: ven, y viene; y a mi criado ;
haz esto y lo hace. Al oír esto, se admiró Je-
sús y dijo a los que lo seguían: En verdad os
digo que en ningún israelita he hallado una fe
tan grande. Y dijo al centurión: Anda, que te
suceda como has creído" (Mt 8,5-10.13).

También pueden servir como lectura los si-


guientes textos sagrados: I Re 19,4-9;11-15; Is 61,1-3.6.
8-9- Rom 8,14-17,18-27,31-39: II Cor 5,16-10; Col 1.22-29;
Sant 5,13-16; I Pe 1.3 9; Mt 11.25-30; Mt 25,31-40; Le
10,25-37; Le 12,35-44; Jn f,37-40; Jn 10,11-18. Si juzga
oportuno, el sacerdote puede explicar brevemente el
texto leído.
letanía

La letanía se puede decir después de la lectura bí-


blica o después de la Unción, cerno también en am-
bos lugares si se cree oportuno.
Sacerdote Hermanos: con la oracón de nues-
tra fe, invoquemos humildemente al Señor y re-
guémosle por nuestro (a ) hermano (a ) N. Mués f

48
trale, Señor, tu misericordia y confórtalo (a)
por medio de esta santa unción.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Líbralo (a) de todo mal.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Alivia los sufrimientos de todos los
enfermos.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Concede también tu gracia a todos
los que^e consagran al servicio de los enfer-
mos.
Todos: Te lo pedímos, Señor.
Sacerdote: Libra a este (a) enfermo (a) de todo
pecado y de toda tentación.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Concede vida y salud a este (a) en-
fermo (a) a quien vamos a imponer las manos
en Tu nombre.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
En silencio, el sacerdote impone las manos sobre la
cabexa del enfermo.

4-La Unción de los Enfermos


49
3. LITURGIA DEL SACRAMENTO

acción de gracias sobre el óleo

El sacerdote reza la siguiente acción de gracias sobre


el óleo.

Sacerdote: Bendito seas. Dios Padre Omnipo-


tente, que enviaste a Tu Hijo al mundo, por
nosotros y por nuestra salvación.
Todos: Bendito seas.
Sacerdote: Bendito seas. Dios Hijo Unigénito,
que haciéndote hombre como nosotros, quisis-
te aliviar nuestras enfermedades.
Todos: Bendito seas.
Sacerdote: Bendito seas, Dios Espíritu Santo
Consolador, que con tu ilimitado poder, sanas
la debilidad de nuestro cuerpo.
Todos: Bendito seas.
Sacerdote: Señor, concede alivio a los sufri-
mientos de este (a) hijo (a) tuyo (a) que en Ti
cree, y que va a ser ungido(a) con el óleo san
to; confórtalo(a) en su enfermedad. Por Cristo
Nuestro Señor.
Todos: Amén.

50
sagrada unción

El Sacerdote unge con el «ante •nf*rm0 , n U

frente y en le» menos diciendo:

POR ESTA SANTA UNCION


Y POR SU BONDADOSA MISERICORDIA
TE AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA
DEL ESPIRITU SANTO
I R. A M E N

PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS,


TE CONCEDA LA SALVACION
Y TE CONFORTE EN TU ENFERMEDAD.
R. AMEN

oración después de la unción

Efectuada le unción, el Sacerdote reía une oración


apropiada. Puede ser le siguiente:

Oremos. Redentor nuestro, cura con la gra-


cia del Espíritu Santo, la debilidad de este (a)
enfermo (a); remedia sus males y perdona sus
pecados; aparta de él (ella) todo cuanto pueda
afligirlo (a) en el alma y en el cuerpo; devuél-
vele la salud corporal y espiritual, para que.
51
plenamente restablecido (a) por tu misericor-
dia, pueda volver a sus habituales ocupacio-
nes. Que vives y reinas por los siglos de los
siglos.
Todos: Amén.

Otras oraciones para tas diferentes circunstancias del


enfermo.

Para un anciano:

Mira, Señor, con bondad a este (a) hijo (a)


tuyo (a), agobiado (a) por el peso de los años,
que quiso recibir la Santa Unción para bien de
su cuerpo y de su alma; concédele que, con-
fortado (a) con la plenitud de tu espíritu, sea
fuerte en su fe y seguro (a) en su esperanza,
nos dé testimonio de paciencia y muestre aque-
lla alegría que es fruto de tu amor. Por Cristo
nuestro Señor.

Para quien se halla en grave peligro:

Dios nuestro, Redentor de todos, que quisis-


te sufrir en tu pasión nuestros dolores y expe-
rimentar nuestras debilidades; te pedimos hu-
mildemente por nuestro (a) hermano (a) N, que
está enfermo (a), y puesto que fue redimido (a)
por tí, concédele la esperanza de su salvación

52
y confórtalo! a) en su alma y en su cuerpo.
Que vives y reinas por todos los siglos de los
siglos.
Para quien recibe la Unción y el Viático:
Dios nuestro, Padre de misericordia y con-
suelo de los que sufren, mira con amor a tu
hijo(a) N., que en tí confía y que ahora se ve
oprimido(a) por sus padecimientos; concédele
encontrar alivio por la gracia de la Santa Un-
ción y que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo le
sirvan de Viático para la vida eterna. Por Cris-
to nuestro Señor.
Para un agonizante:
Padre clementísimo, tú que conoces hasta
dónde Mega la buena voluntad del hombre; que
perdonas siempre los pecados y nunca niegas
el perdón al que te lo pide, muéstrate bonda
doso con tu hijo(a) N., que está agonizando,
para que, ungido! a) con el óleo santo y ayuda-
do(a) con la oración de nuestra fe, se sienta
confortado(a) en su alma y en su cuerpo, ^
habiendo pedido el perdón de sus pecados,
sea santificado(a) con el don de tu amor. Te
lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que con su
victoria sobre la muerte nos abrió las puertas
del cielo, y vive y reina contigo por los siglos
de los siglos.
53
4. RITOS FINALES

padre nuestro

Ole» «I SaeerdoU:
Ahora, todos unidos, imploremos a Dios con
la oración que nuestro Señor Jesucristo nos
enseñó.

Y todo* continúan:
Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santi-
ficado sea tu nombre; venga tu reino; hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo. Da-
nos hoy nuestro pan de cada día; perdona núes
tras ofensas, como también nosotros perdona-
mos a los que nos ofenden; no nos dejes caer
en tentación, y líbranos del mal.
Si ol enfermo va a comulgar, después del Padra
Nuestro se le administra el Sacramento.

bendición del sacerdote

El rito de la Unción concluye con la bendición del


Sacerdote al enfermo y a los presentes.

Sacerdote: Que Dios Padre te bendiga.


Todos: Amén.

54
Sacerdote: Que el Hijo de Dios te conceda la
salud.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que el Espíritu Santo te ilumine.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que proteja tu cuerpo y salve tu
alma.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que encienda tu corazón y te con
ceda su paz.
Todos: Amén.
Sacerdote: (Y que a. todos vosotros, aquí pre-
sentes, os bendiga Dios Todopoderoso, Padre,
Hijo, «í* y Espíritu Santo).
Todos: Amén

55
ÌÈi$
RECOMENDACION -

de los moribundos

Ayudar espiritualmente a los moribundos es


una exigencia de la caridad cristiana. En espe-
cial, tratándose de nuestros familiares.

Del Ritual de loa Sacramentos sacamos estas


importantes notas pastorales.
— " L a s oraciones, letanías, invocaciones, sal-
mos y lecturas bíblicas que se proponen
en el capítulo dedicado a la recomenda-
ción de los moribundos, tienen ante todo
el fin de ayudar al mismo moribundo, pa-
ra que si aún se halla consciente pueda
vencer la angustia de la muerte, que es in-
nata al hombre, imitando a Cristo doliente
y moribundo y asegurándose en la espe-
ranza de la vida eterna y de la resurrec-
ción del mismo Señor nuestro que con su
muerte destruyó nuestra muerte.
— " Y aun cuando el moribundo ya no estu-
viera consciente, sin embargo, los que lo
57
acompañan podrán encontrar consuelo en
estas oraciones, descubriendo el significa
do pascual de la muerte cristiana".

— " C o n frecuencia convendrá rezar con el


enfermo una o dos de las invocaciones que
se ofrecen a continuación, repitiendo sua-
vemente, si fuese conveniente, dos o tres
veces la misma jaculatoria".

—"Luego que sobrevenga la expiración si


es oportuno, se arrodillan todos, y alguno
de los presentes, o bien el sacerdote o iun
diácono, si se halla presente, reza una
oración apropiada".

Invocaciones

—¿Quién nos apartará del amor de Cristo? 1


— E n la vida y en la muerte somos del Se
ñor.2
— E n 3el cielo tenemos nuestra morada eter-
na.

—Estaremos siempre con el Señor.4


—Veremos al Señor tal cual es.3
58
Estamos seguros de haber pasado de la
muerte a la vida, porque amamos a nues-
tros hermanos.6
A ti, Señor, levanto mi alma.7
El Señor es mi luz y mi salvación.8
—Espero gozar de la dicha del Señor en el
país de la vida.6
— M i alma tiene sed de Dios.10
—Aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo porque Tú, Señor, vas conmigo."
—Venid, benditos de mi Padre, dice el Se
ñor Jesús, a recibir la herencia del Reino,
preparado para vosotros.12
— Y o te aseguro que hoy estarás conmigo
en el paraíso, dijo el Señor Jesús.13
— E n la casa de mi Padre, hay muchas habi-
taciones, dijo el Señor.14
—Dijo el Señor Jesús: Voy a prepararos un
lugar, para llevaros conmigo.15
—Todo el que crea en el Hijo, tendrá vida
eterna.16
—Dijo el Señor Jesús: Quiero que donde yo
esté, también ellos estén conmigo.17
59
—Padre, en tus manos encomiendo mi espí
ritu.18
—Señor Jesús, recibe mi alma.18
—Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
—Corazón agonizante de Jesús, ten miseri-
cordia de mí.
—Jesús, manso y humilde de corazón, haz
mi corazón semejante al tuyo.
—Jesús, José y María, asistidme en mi ú'ti
ma agonía.
—Señor San José, patrono del alma mía, tu
patrocinio me ampare, y el de Jesús y
María.
—Purísimo Corazón de María, sed la salva-
ción mía.
—Madre llena de dolor, haced que cuando
expiremos, nuestras almas entreguemos
por tus manos al Señor.

(1) Rom 7,35. (2) Rom 14,8. (3) 2 Cor 5,1. (4) 2 Tes
4,17. (5) 1 Jn 3,2. (6) 1 Jn 3,14. (7) Sal 24,1. (8) Sal 26.
1. (9) Sal 26,13. (10) Sal 41,3. (11) Sal 22,4. (12) Mt
25,34. (13) Le 23,43. (14) Jn 14,2. (15) Jn 14.2-3. (16)
Jn 6,40. (17) Jn 17,24. (18) Sal 30,6a. (19) He 7 59.
60
oraciones

Cuando aparezca Inminente la muerte.

* Deja ya este mundo, alma cristiana, en el


nombre de Dios, Padre Todopoderoso, que te
creó; en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios
vivo, que padeció por ti; en el nombre del Es-
píritu Santo, que te santificó. Oue descanses
hoy en paz y habites con Dios en su Reino, en
compañía de la Virgen Madre de Dios, María
Santísima, de San José y de todos les ángeles
y santos.

Al morir el enfermo.

Lector: Venid en su ayuda, Santos de Dios; sa


lid a su encuentro, Angeles del Señor.
Todos: Recibid su alma y presentadla ante el
Altísimo.
Lector: Que te reciba Cristo, el mismo que te
llamó; y que el coro de los ángeles te intro-
duzca en el cielo.
Todos: Recibid su alma y presentadla ante el
Altísimo.

61
Lector: Oremos: Te encomendamos, Señor, a
tu hijo (a ) N., , a fin de que, muerto (a) ya pa-
ra el mundo, viva para Ti. Con tu infinita mi-
sericordia, perdona los pecados que la fragili-
dad humana le haya hecho cometer. Por Cristo,
nuestro Señor.
Todos: Amén.

62
VIISA
Exequial

monición introductoria

Anta* de empezar la Mita, al sacardote $a dlriga a


les fiala* con asta« • paraeldas palabras:
Han venido ustedes aquí a acom
pañar el cuerpo de , con quien tenían víncu-
lo de parentesco, de amistad o de estima mien-
tras estaba con nosotros. Nuestro hermano,
que fue recibido en la gran familia de los hijos
de Dios por el bautismo, ha completado su pe-
regrinación y su testimonio. Que nuestra ora-
ción lo recomiende a la Iglesia del cielo para
que el Señor le dé la posesión del Reino y a
sus familiares, amigos y conocidos los confir-
me en la paz y en la esperanza cristiana.

1. RITOS INICIALES

antífona de entrada

Dales, Señor, el descanso eterno y brille


para ellos la luz perpetua.
63
oración colecta

Dios, Padre Todopoderoso, apoyados en nues-


tra fe, que proclama la muerte y la resurrec-
ción de tu Hijo, te pedimos que concedas a
nuestro hermano >N., que así como ha partici-
pado ya de la muerte de Cristo, llegue tam-
bién a participar de la alegría de su gloriosa
resurrección, el cual vive contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos.

2. LITURGIA DE LA PALABRA

primera lectura

Lectura del libro del Profeta Isaías:


— E n aquel día el Señor del universo prepa-
rará sobre este monte un festín de man-
jares suculentos para todos los pueblos.
El arrancará en este monte el velo que cu-
bre el rostro de todos los pueblos, el ve-
lo que cubre a todas las naciones. Aniqui-
lará la muerte para siempre; el Señor Dios
enjugará las lágrimas de todos los rostros

64
y alejará el oprobio de su pueblo en todo
el país. Así lo ha dicho el Señor. En aquel
día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de
quien esperábamos que nos salvara; ale-
grémonos y gocemos por la salvación que
nos trae". (Is 25,6.7-9).

salmo responsorial

De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.


R. De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.
Como el venado anhela estar junto al arroyo,
así desea mi alma. Señor, estar contigo.
R. De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.
Otros tiempos recuerdo, para alivio del alma,
cuando me dirigía a la casa de Dios en medio
del bullicio festivo y jubiloso del pueblo que
alababa con cánticos al Señor.
R. De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es
mi alegría: y a mi Dios, el Señor, le daré gra-
cias al compás de la cítara.
R. De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.

5-La Unción de los Enfermos 65


Envíame, Señor, tu luz y tu verdad, que e'los
sean mi guía y hasta tu monte santo me con-
duzcan al lugar donde habitas. -*
R. De ti Señor, mi Píos, estoy sediento.
¿Por qué te desalientas alma mía? ¿Por qué
esa agitación? Espero en Dios, que aún he de
decirle " M i Dios y salvador".
R. De ti Señor, mi Dios, estoy sediento.

segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a


los romanos.
Hermanos: Todos los que hemos sido bauti
zados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte. Por el bautismo fuimos sepulta-
dos con él en siu muerte, para que, así como
Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros empren-
deremos una vida nueva. Porque si hemos es-
tado íntimamente unidos a él por una muerte
semejante a la suya, también lo estaremos en
su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo,
fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo
del pecado quedara destruido, a fin de que ya
no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto

66
queda libre del pecado. Por tanto, si hemos
muerto con Cristo, estamos seguros de que
también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muer-
tos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene
dominio sobre él (Rom 6,3-9).

aclamación antes del evangelio

V. Aleluya, aleluya.
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos desde ahora los m u e r t o s , si han
muerto en el Señor. Que descansen ya de sus
fatigas, porque sus obras los acompañan.
R. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO

Lectura del Santo Evangelio según San Juan


En aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Beta
nia, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepul
ero. Betania quedaba cerca de Jerusalén, co-
mo a unos dos kilómetros y medio y muchos
judíos habían ido a ver a Marta y a María, para
consolarlas por la muerte de su hermano. Ape
67
ñas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su
encuentro, pero María se quedó en casa. Le
dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado
aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún
ahora, estoy segura de que Dios te concederá
cuanto le pides". Jesús le dijo: "Tu hermano
resucitará". Marta respondió: "Ya sé que resu-
citará en .la resurrección del último día". Je-
sús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida,
El que cree en mí aunque haya muerto vivirá;
y todo aquel que está vivo y cree en mí no
morirá para siempre. ¿Crees tú esto?" Ella
le contestó: "Sí, Señor, creo firmemente que
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que ha-
bría de venir al mundo" (Jn 11,17-27).

oración de los fieles

Sacerdote: Hermanos, hagamos ahora una ora


cíón comunitaria, para pedir al Señor nuestro,
no sólo por nuestro(a) hermano (a) que ha
muerto, sino también por la Iglesia, por la paz
del mundo y por nuestra salvación.

Lector: Por los pastores de la Iglesia universal,


para que lo que predican de palabra lo prac-
tiquen en las obras.
Todos: Oyenos, Señor.

68
Lector: Porque todos los que tienen la respon-
sabilidad del gobierno de la nación, promue-
van la justicia y la paz.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Por todos los que están afligidos en
su alma y en su cuerpo, que nunca piensen
que han sido abandonados por Dios.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios libre el alma de su hijo (a)
N., del poder de las tinieblas y del lugar de los
sufrimientos.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios por su misericordia, dé al
olvido completo todos sus pecados.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios lo(a) establezca junto a El
en la región de la luz y de la paz.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios le conceda la felicidad en
compañía de sus santos y elegidos;
Todos: Oyenos, Señor.
69
Lector: Por nuestros parientes y bienhechores
difuntos; que Dios los tenga en la luz de su
gloria.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Por todos los fieles difuntos; que Dios
los introduzca en su gloria.
Todos: Oyenos, Señor.

Sacerdote: Dios, creador y redentor de todos


los fieles, concede al alma de tus hijos y de
tus hijas, el perdón de todos sus pecados, pa-
ra que por nuestras piadosas súplicas, consigan
la indulgencia que siempre desearon. Tú, que
vives y reinas.

3. LITURGIA EUCARISTICA

oración sobre las ofrendas

Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de re-


conciliación por nuestro (a) hermano (a) N., pa-
ra que pueda encontrar como juez misericor-
dioso a tu Hijo Jesucristo a quien* por medio
de la fe reconoció como su salvador. El oual
vive y reina por los siglos de los siglos.

70
prefacio
ver texto «n el misal

antífona de la comunión

Esperamos como salvador a nuestro Señor


Jesucristo, el cual transformará nuestro cuer
po frágil en cuerpo glorioso como el suyo.

oración después de la comunión

Por esta eucaristía, que tu Hijo nos dejó co-


mo aliento para el camino de esta vida, con-
cédenos, Señor, que nuestro(a) hermano(a)
N., sea conducido(a) al banquete de tu reino.
Por Cristo nuestro Señor.

4. RITOS FINALES

última recomendación

Hermanos: Puesto que vamos a cumplir con


el deber de dar sepultura a un cuerpo humano

71
según la costumbre de los fieles, pidamos con
mucha confianza a Dios, para quien todos es
tán vivos, que el cuerpo "perecedero de este
(a) hermano(a) nuestro(a) que vamos a se-
pultar, resucite el último día con la perfección
y cualidades de los santos, y que su alma pue-
da sumarse desde ahora a la de los santos y
fieles. Vamos a pedir para que Dios tenga mi-
sericordia de él (ella) en el juicio y que pre-
servado(a) de la muerte, pagadas todas sus
deudas, reconciliado(a) con el Padre y llevado
(a) en los hombros del Buen Pastor, merezca
gozar en el séquito del Rey eterno, de la ale-
gría perpetua y de la compañía de los santos.

cántico de despedida

Recibid su alma; ofrecedla en la presencia del


Aljtísimo.
R. Recibid su aíma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.

Acudid, santos de Dios, salid a su encuentro,


ángeles del Señor.
R. Recibid su alma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.

72
Que Cristo, que te llamó, te reciba; y que el
coro de los ángeles te introduzca en el cielo.
R. Recibid su alma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.
Dale, Señor, el descanso etèrno y brille para
él (ella) la luz eterna.
R. Recibid su alma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.
i
oración

Te pedimos, Señor, que tu siervo(a) N.,


muerto (a) ya para este mundo, viva para Ti
y que tu amor misericordioso borre los peca-
dos que cometió por la fragilidad humana. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.

antífona final

Al paraíso te lleven los ángeles, a tu lie


gada te reciban los mártires y te introduzcan
en la ciudad Santa de Jerusalén.

73
' V

'.«a „jÉammíatm» BJMI»¿g.4«} o m y m


3REVE
devocionario de difuntos
I

LAUDES Y VISPERAS DEL OFICIO


DE DIFUNTOS

LAUDES

himno

R. Dichosos los que mueren en la paz del


Señor.
1. El cuerpo es una casa que será derrumbada,
sus muros sepultados y cubiertos de hierba.
Mas otra casa nueva brotará de las ruinas:
el cuerpo revestido de inmortal primavera.
2. Igual que el día nace de la noche en ti-
nieblas,
Igual que el trigo brota de semilla ente-
rrada,
75
los ojos enterrados se abrirán a la gloria,
nosotros naceremos de la muerte a la vida.
Amén.

SALMODIA

Antífona 1: Se alegrarán en el Señor los huesos


quebrantados.

Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

76
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios!,
¡Dios Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Snñor, por tu bondad, favorece a Sión,
Reconstruye las murallas de Jerusalén.
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

I
Antífona: Se alegrarán en el Señor los huesos
quebrantados.
Antffona 2: Líbrame, Señor, de las puertas de'
abismo.
cántico
(Is 38,10-14.17-20)
Yo pensé: "En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abis-
mo;
me privan del resto de mis años".
Yo pensé: "Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama".
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba va-
cía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Antífona: Líbrame, Señor, de las puertes del
abismo.
Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.

salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor,
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confíes en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

79
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,


que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,


el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,

el Señor guarda a los peregrinos;


sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,


tu Dios, Sión, de edad en edad.

Antífona: Alabaré ai Señor mientras viva.

lectura bíblica
" S i Greemos que Jesús ha muerto y resucita
do, del mismo modo a los que han muerto en
Jesús, Dios los llevará con él". (I Tes 4,14).

80
responsorio breve
V. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra-
do.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra-
do.
V. Cambiaste mi luto en danza.
R. Porque me has librado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra
do.
cántico evangélico
Antífona: Yo soy la resurrección y la vida,
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá:
y el que está vivo y cree en mí no morirá para
siempre.
preces
Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha
resucitado a Jesucristo de entre los muertos
y vivificará también nuestros cuerpos morta-
les, y digámosle:
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Padre santo, ya que por el bautismo hemos
sido sepultados con Cristo en ía muerte y

6 • La Unción de los Enfermos 81


con él hemos resucitado, haz que de tal
forma caminemos en vida; nueva.
—que aún después de nuestra muerte viva-
mos para siempre con Cristo.
Padre providente, que nos has dado el pan
vivo bajado del cielo, para que lo coma-
mos santamente,
—haz que al comerlo tengamos vida eterna
y resucitemos en el último día.
Señor, que diste a tu Hijo en su agonía el
consuelo del ángel,
—confórtanos en nuestra agonía con la se-
rena esperanza de la resurrección.
Tú, Señor, que libraste a los tres jóvenes
del horno ardiente,
—libra también las almas de los difuntos del
castigo que sufren por sus pecados.
Dios y Señor de vivos y de muertos, que
resucitaste a Cristo del sepulcro.
—resucita también a los difuntos, y a noso
tros danos un lugar junto a ellos en tu
gloria.
padre nuestro
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumi-
Te a los vivos y a los muertos, pidamos al Pa-
dre que llegue a todos su reino: Padre nuestro.

82
oración conclusiva
Dios, Padre todopoderoso,
ya que nuestra fe confiesa
que tu Hijo ha muerto y ha resucitado,
concede a tu siervo(a) N . . .
partic'par en la resurrección de Cristo,
como ha participado ya en su muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

VISPERAS

himno
¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?
1. ¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?
¿Por qué para el encuentro deseado
tengo que soportar, desconsolado,
el trágico abandono de la muerte?
2. Padre mío, ¿me has abandonado?
Encomiendo mi espíritu en tus manos.
Los dolores de muerte sobrehumanos
dan a luz el vivir tan separado.
3. Se acabaron la lucha y el camino,
y, dejado el vestido corruptible,
revistióme mí Dios de incorruptible.

83
4. A la noche del tiempo sobrevino
el día del Señor; vida indecible,
aun siendo mía, es ya vivir divino. Amén.

SALMODIA
Antífona 1: El Señor te guarde de todo mal, él
guarda tu alma.

salmo 120

Levanto mis ojos a los montes:


¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Ant. El Señor te guarda de todo mal, él guar-
da tu alma.

84
salmo 129
Antífona 2: Si llevas cuenta de los delitos, Se-
ñor, ¿quién podrá resistir?

Desde lo hondo a ti grito, Señor;


Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,


¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,


espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,


como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Ant. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,


¿quién podrá resistir?

85
cántico
Antífona 3: Lo mismo que el Padre resucita a
los muertos y les da vida, así también el Hijo
da vida a los que quiere.
(Flp 2.6-11)
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muer-
te
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó scbre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nom-
bre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodi-
lla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Padre: ¡Jesucristo es el Señor!
Ant. Lo mismo que el Padre resucita a los muer-
tos y les da vida, así también el Hijo da vida
a los que quiere.

86
lectura bíblica

¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está,


muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es
el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡De
mos gracias a Dios, que nos da la victoria por
nuestro Señor Jesucristo! (1 Cor 15,55-57).

responsorio breve

V. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca


defraudado.
R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca
defraudado.
V. Tu misericordia es mi gozo y mi alegría.
R. No quede yo nunca defraudado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu San-
to.
R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca
defraudado.

canto evangélico

Antífona: Todos los que el Padre me ha en


tregado vendrán a mí, y ai que venga c mí no
lo echaré fuera.

87
preces
Oremos al Señor Jesús, que t r a n s f ormará
nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como
el suyo, y digámosle.
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que
resucitaste de entre los muertos a tu ami-
go Lázaro,
—lleva a una resurrección de vida a los di-
funtos que rescataste con tu sangre pre-
ciosa.
Señor Jesucristo, consolador de los afli-
gidos, que ante el dolor de los que llora-
ban la muerte de Lázaro, del joven de Naím
y de la hija de Jairo acudiste compasivo
a enjugar sus lágrimas.
—consuela también ahora a los que lloran
la muerte de sus seres queridos.
Señor Jesucristo, siempre vivo para inter-
ceder por nosotros y por todos los hom-
bres.
—enséñanos a ofrecer el sacrificio de ala-
banza por los difuntos, para que sean ab-
sueltos de sus pecados.
Cristo salvador, destruye en nuestro cuer-
po mortal el dominio del pecado por el
que merecimos la muerte,

88
—para que obtengamos, como don de Dios,
la vida eterna.
Cristo redentor, mira benignamente a aque-
llos que, al no conocerte, viven sin es-
peranza,
—para que crean también ellos en la resu-
rrección y en la vida del mundo futuro.
Tú, Señor, que has dispuesto que nuestra
casa terrena sea destruida,
—concédenos una morada eterna en los
cielos.

padre nuestro
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine
a los vivos y a los muertos, pidamos al Padre
que llegue a todos su reino: Padre nuestro.

oración conclusiva
Dios, Padre todopoderoso,
ya que nuestra fe confiesa
que tu Hijo ha muerto y ha resucitado,
concede a tu siervo (a) N . . .
participar en la resurrección de Cristo,
como ha participado ya en su muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

89
Il

ORACIONES VARIAS

ORACION POR L A S A L M A S DEL PURGATORIO


Vuelve, dulce Jesús, desde tu excelso trono,
los ojos de clemencia hacia el seno profundo
de la cárcel del purgatorio. Esposas tuyas son
las que están allí purificándose: están marca-
das con el signo de la Trinidad, son precio de
tu sangre, son tierno objeto de tu amor. Un
fuego terrible las acrisola y las aflige sobre-
manera y suspiran con ansia por el feliz mo-
mento en que se han de ir a unir contigo. Que
se apresure, pues, instante tan dichoso: que
salgan a gozar de su esposo amado; y que tu
gran misericordia las conduzca al eterno des
canso y en la perpetua paz brille en ellas la
eterna luz. Esto te lo pedimos por aquella amar-
ga hora en que entregaste tu santo espíritu en
manos del Padre.

SUPLICA POR L A S A L M A S DEL PURGATORIO

Señor Dios, que nos dejaste las señales de


tu pasión santísima en la sábana santa en la
cual fue envuelto tu cuerpo santísimo, cuando

90
por José fuiste bajado de la cruz, concédeme
Señor, ¡oh piadosísimo Señor! Que por tu
muerte y tu sepultura santa sean llevadas las
almas benditas del purgatorio a la resurrec-
ción y a la gloria, tú, que vives y reinas en
unidad del Espíritu Santo, por los siglos de
los siglos. Amén.

SUPLICAS A JESUS
POR L A S A L M A S B E N D I T A S DEL PURGATORIO

—¡Piadosísimo Jesús mío! Por aquel sudor de


sangre que padecisteis en el Huerto de Get-
semaní, tened piedad de las benditas almas
del Purgatorio, y en particular de aquellas que
fueron más devotas del misterio de la Santí-
sima Trinidad. ¡Padre tunantísimo! Tened pie-
dad de ellas. Pater, Ave, Requiem.
—¡Piadosísimo Jesús mío! Por los crueles tor-
mentos que padecisteis en la flagelación, te-
ned piedad de las ánimas benditas, y en parti-
cular de aquellas que fueron más devotas de
vuestra preciosísima Sangre. ¡Padre amantísi-
mo! Tened piedad de ellas. Pater, Ave, Requiem.

—¡Piadosísimo Jesús mío! Por los dolores in-


tensos que sufristeis en vuestra penosísima

91
coronación de espinas, tened piedad de las al
mas benditas y en particular de aquellas que
fueron más devotas de vuestro divino Cora-
zón. ¡Padre amantísimo! Tened piedad de ellas.
Pater, Ave, Requiem.
—¡Piadosísimo Jesús mío! Por las angustias
que sufristeis al subir cargado con la cruz por
el camino del Calvario, apiadaos de las ánimas
benditas y en particular de aquellas más olvi-
dadas. ¡Padre amantísimo! Tened piedad de
ellas. Pater, Ave. Requiem.

—¡Piadosísimo Jesús mío! Por los dolores que


sufristeis en vuestra crucifixión, tened piedad
de las ánimas benditas y en particular de aque-
llas que fueron más devotas de vuestra Santí-
sima Madre. ¡Padre amantísimo! Tened piedad
de ellas. Pater, Ave, Requiem.

—¡Piadosísimo Jesús mío! Por las penas que


padecisteis en la cruz durante las tres horas
de vuestra amarguísima agonía, tened piedad
de las ánimas benditas y en particular de aque-
llas más necesitadas de sufragios. ¡Padre aman-
tísimo! Tened piedad de ellas. Pater, Ave, Re
quiem.

—¡Piadosísimo Jesús mío! por el vivísimo do-


lor y angustias mortales que sufrió vuestra

92
Santísima Madre al pie de la Cruz durante
vuestras agonías, tened piedad de las ánimas
benditas y en particular de aquellas por las
cuales tengo más obligación de rezar. ¡Padre
amantísimo! Tened piedad de ellas. Pater, Ave.
Requiem.
—¡Piadosísimo Jesús mío! Por el intenso do-
lor que padecisteis cuando vuestra alma se se-
paró del cuerpo, tened piedad de las benditas
almas y en particular de aquellas que fueron
más devotas de vuestra dolorosíslma Pasión.
¡Padre amantísimo! Tened piedad de ellas. Pa-
ter, Ave, Requiem.

ORACION P A R A A L C A N Z A R
EL A R R E P E N T I M I E N T O

j ¡Dios omnipotente y Padre piadosísimo e infi-


nito en misericordia! Vos que no quereis la
muerte del pecador, sino su conversión y su
i vida, infundid en nuestros corazones la gracia
de vuestro espíritu divino para que, siendo dó-
ciles a vuestra voz e inspiraciones, podamos
j todos borrar con lágrimas de contrición nues-
' tros pecados y santificar nuestras almas a fin
de alcanzar la bienaventuranza de la gloria eter-
¡ na. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

93
ACTO DE ACEPTACION DE LA MUERTE

Señor, Dios mío, con ánimo resignado y gene-


roso, desde ahora acepto de vuestras manos
cualquier género de muerte que os plazca en-
viarme, con todos los dolores y angustias que
la acompañen.

94
INDICE
7
Presentación
Unción de los enfermos: Sacramento de
9
salucT
Casos en que se ha de administrar la
14
Unción
Unción de los enfermos: Sacramento de
17
misericordia
Unción de los enfermos: Sacramento de
alivio "
Unción de los enfermos: Sacramento de
victoria 29
Significado de la muerte cristiana 33
Guía al Rito de la Unción de los enfermos 35
Nuevo Rito de la Unción de los enfermos 45
Recomendación de los moribundos 57
Misa exequial 63
Breve devocionario de difuntos 75
Laudes
Vísperas 83
Oraciones varias 90
Oración por las almas del Purgatorio 90
Súplicas por las almas del Purgatorio 90
Súplicas a Jesús por las almas benditas
del Purgatorio 91
Oración para alcanzar el arrepentimiento 93
Acto de aceptación de la muerte 94
95
S e terminó de imprimir en los Talleres
de E D I C I O N E S P A U L I N A S . S . A.,
Av. Taxqueña No. 1 7 9 2 — M é x i c o 21, D. F.,
el 2 de diciembre de 1980. Se imprimieron
10.000 ejems.. más sobrantes para reposición.

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