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LOS ENFERMOS
explicada al pueblo
P. A L E J O
LA UNCION
DE LOS ENFERMOS
explicada al Pueblo
III Edición
EDICIONES PAULINAS, S. A.
Nihil obstat
Ex pane Societatis S. Pauli
Francisco Aleara? Z.
México, D. F. 20-111-1989
Nlhll obsta«
Felipe Hernández F.
Censor eclesiástico
México. D. F. 27-111-1980
DeaefcSSed
PLAN DE LA OBRA
—Sacramento de salud.
—Sacramento de misericordia.
—Sacramento de consuelo.
—Sacramento de victoria.
—Guía al Rito.
—Nuevo Rito de la Unción de los enfermos.
—Recomendación de los moribundos.
— M i s a Exequial.
—Oficio de difuntos.
—Oraciones varias.
5
PRESENTACION
En la Constitución Dogmática sobre [a Igle-
sia, el Concilio Vaticano II nos dice: "Con la
Unción de los enfermos y la oración de los
presbíteros, toda la Iglesia encomienda los en-
fermos al Señor paciente y glorificado, para
que los alivie y los salve, e incluso les exhorta
a que, asociándose voluntariamente a la pasión
y muerte de Cristo, contribuyan al bien de! Pue
blo de Dios" (L.G., 11).
Desde esta perspectiva eciesial de la Unción
de los enfermos, brota la necesidad, para to-
dos nosotros, de conocer mejor este saludable
Sacramento.
Así nuestra participación en el rito sagrado
del mismo será más consciente, p'adosa y
activa.
Y esto, ya sea que se trate de su recepción
por parte de nuestros seres queridos o de otras
personas, ya sea que seamos nosotros mis-
mos quienes lo vamos a recibir.
Este libro no ha sido escrito solamente para
ancianos o para enfermos.
7
Ha sido escrito para todo fiel cristiano que
quiera conocer y vivir, en plenitud, esos gran-
des medios de gracia que son los Sacramen-
tos.
El Autor
8
UNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de salud
9
En los Sacramentos, el Redentor del hom-
bre aoude generosamente en ayuda del mismo:
lo haoe hijo de Dios y miembro de su Iglesia
en el Bautismo; le da la abundancia del Espí
ritu Santo en la Confirmación; se entrega co-
mo su alimento espiritual en la Santísima Eu-
caristía; lo perdona de sus culpas en la Re-
conciliación; lo consagra como su ministro en
el Orden Sagrado; santifica su amor cuando se
une en matrimonio y, padeciendo grave enfer-
medad, le ofrece su divino auxilio en la Unción
de los enfermos.
Cristo está presente y operante en los Sa
cramentos, y el signo externo y visible de cada
uno de ellos nos indica la gracia especial y
propia que El nos concede.
Los Sacramentos suponen, en quienes los
reciben, la fe en Cristo y en su obra y, tam-
bién, la buena voluntad de hacer fructificar en
su propia vida el Don recibido.
Los Sacramentos son los grandes medios de
gracia que Cristo ha puesto a nuestra disposi-
ción para ayudar nuestra humana y frágil na-
turaleza en el camino hacia el Padre.
Entre los Sacramentos, se halla la Unción de
los enfermos.
10
Cristo ha pensado en nuestras enfermeda-
des, en nuestra vejez. No quiso dejar a los
suyos solos y desamparados en situación tan
necesitada.
Leemos en la sagrada Escritura:
"Alguno de vosotros está enfermo? Entonces
llame a los presbíteros de la Iglesia, y que ha-
gan oración por él ungiéndolo con aceite en el
nombre del Señor; y la oración de la fe alivia-
rá al enfermo; y el Señor lo levantará. Y si
hubiera cometido pecados, se le perdonarán"
(Sant 5,13-15).
El Señor viene al encuentro del cristiano
gravemente enfermo.
Quiere encontrarse personalmente con él.
El Señor, en su vida terrena, se encontró con
muchos enfermos, según leemos en los Santos
Evangelios.
Venían a El los enfermos para obtener la
curación de sus males.
Y Jesús los curaba teniendo en cuenta su
fe:
"Puesto el sol, todos cuantos tenían enfer-
mos de cualquier enfermedad ios llevaban a
11
El y El, Imponiendo a cada uno las manos, los
curaba" (Le 4,40).
Las curaciones de Jesús eran signo de su
poder divino y manifestaban la presencia del
Reino de Dios en el mundo:
"Habiendo oído Juen en la cárcel las obras
de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:
¿Eres Tú el que ha de venir o esperamos a
otro? Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y re-
ferid a Juan lo que habéis oído y.visto: los c'e-
gos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen" (Mt 11,2-6).
Como signos del poder de Jesús y de la pre
sencia del Reino de Dios en el mundo, las cu-
raciones efectuadas por Cristo estaban siem-
pre relacionadas con la liberación y la victoria
sobre el mayor de los males que afectaba el
hombre, eso es, el pecado.
Por el Sacramento de la Unción de los en-
fermos, el Señor sigue encontrándose, en su
Iglesia, con los fieles gravemente enfermos.
Viene a ellos con un Don especial de gracia.
Es la gracia propia del Sacramento.
Es la gracia de la salud.
12
La gracia de la curación del enfermo: de su
curación espiritual, la cual puede incluir, tam-
bién, si Dios así lo dispone, la restauración
de su salud corporal.
Medio divino para la restauración del hom-
bre entc.ro, la Unción de los enfermos es un
Sacramento, una acción sagrada. No es una cu-
ración mágica. Tampoco es una terapéutica. La
Introducción al Ritual de la Unción de los en-
fermos y de su cuidado pastoral resume así
los efectos de este Sacramento:
La acción de Cristo viene indicada por el
signo sacramental: por la unción con aceite,
símbolo de protección, vigor, fortaleza, adorno,
alegría, consagración, medicina y por las pa-
labras que el sacerdote pronuncia durante la
misma: "Por esta Santa Unción y por su bon-
dadosa misericordia, te ayude el Señor con ta
gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de
tus pecados, te conceda la salvación y te con-
forte en tu enfermedad. Amén" (Ritual).
"Este Sacramento otorga al enfermo la gra-
cia del Espíritu Santo, mediante la oual el hom-
bre entero es ayudado para su salvación, es
confortado por la confianza en Dios y robuste-
cido contra las tentaciones del maligno y la
ansiedad de la muerte, de modo que no sólo
pueda soportar con fortaleza los males, sino
13
también luchar contra ellos y conseguir la sa-
ludi si le conviniere para su salud espiritual;
también suministra, si es necesario, el perdón
de los pecados y la plenitud de la conversión
cristiana" (N. 6).
El Sacramento de la Unción de los enfermos
merece toda nuestra consideración.
14
— A los enfermos sin conocimiento, si se
puede pensar que estando ellos con su
conocimiento hubieran pedido el Sacra-
mento.
—Cuando se duda de la muerte del enfermo,
se puede administrar la Unción bajo con-
dición. Estando ya muerto el paciente, el
sacerdote sólo reza por él para aue Dios
lo absuelva.
15
Si
JNCION DE LOS ENFERMOS"
Sacramento de misericordia
18
paciente, si le fuera posible més adelanté, de
confesarlos en especie y número.
Encontrándose el enfermo en estado de pe-
cado grave y siendo dueño de sus actos por
el uso que tiene de su razón, antes de recibir
el sacramento de la Unción, deberá ponerse en
gracia de Dios con previa confesión o, al me
nos, con un acto de contrioión.
Remedio divino, el Sacramento de la Unción
de los enfermos es, así, como la conclusión de
todas nuestras reconciliaciones con Dios y su
Iglesia: es la gran reconciliación final y, en el
caso de que sobreviniese la muerte corporal,
nos da la posibilidad de presentarnos ante el
tribunal de Dios, limpios de culpas.
El Señor misericordioso viene al encuentro
del enfermo para auxiliar su vida, la espiritual
como la temporal. Viene para su mayor bien.
En el Evangelio de San Lucas leemos:
"Jesús estaba enseñando y muchos fariseos
y dootores de la Ley, que habían ido de todos
los pueblos de Galilea, de Judea y de Jerusa-
lén, estaban sentados allí; y el poder del Se-
ñor estaba en El para que hiciera curaciones.
Y luego llegaron unos hombres, que traían so-
bre un lecho a un hombre que estaba paraliza-
19
do. Ellos trataban de meterlo y ponérselo de-
lante a Jesús. Como no hallaban por dónde me-
terlo a causa de la aglomeración de ia gente,
se subieron al techo y desde allí lo descolga-
ron con todo y lecho por entre las tejas y
se lo pusieron delante a Jesús. Cuando éste
vio la fe de aquellos hombres, le dijo al para-
lítico: Hombre, tus pecados han quedado per-
donados. Entonces los escribas y los fariseos
comenzaron a discurrir y a decir: ¿Quién será
ese blasfemo? ¿Ouién puede perdonar los pe-
cados sino sólo Dios? Pero Jesús, que conocía
los razonamientos de aquellos hombres, les
dijo: ¿Qué estáis pensando dentro de vuestros
corazones? ¿Qué es más fácil: decirle a este
hombre: "se te perdonan los pecados", o de-
cirle: "levántate y anda"? Pues para que os
convenzáis de que el Hijo del hombre tiene
autoridad aquí sobre la tierra para perdonar los
pecados —le dijo al paralítico— A ti te digo:
levántate, toma tu lecho y vete para tu casa.
Levantándose inmediatamente en presencia de
ellos, tomó el lecho en que yacía y se fue a
su casa glorificando a Dios. Todos se quedaron
atónitos, y glorificaban a Dios llenos de te-
mor, diciendo: "Hoy hemos visto cosas prodi-
giosas" (Le 5,18-26).
Al paralítico el Señor le curó su alma, y tam-
bién, su enfermedad física.
20
El Señor es dueño de la vida y de la muer-
te. Libra al hombre del pecado. Con mayor
razón, lo puede sanar de cualquier enferme-
dad corporal.
Efecto propio de la Unción es, también, la
salud física: curación de la enfermedad y a'i-
vio en la misma.
21
mm
JNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de alivio
23
res dificultades que angustian la conciencia de
los hombres.
Sin embargo, los que tienen fe cristiana, aun-
que sienten y experimentan lo mismo, se ven
ayudados por la luz de la fe, gracias a la ouel
perciben la grandeza del misterio del sufrimien-
to y soportan los mismos dolores con mayor
fortaleza. En efecto, los cristianos no solamen-
te conocen por las propias palabras de Cristo,
el significado y el valor de la enfermedad de
cara a la salvación, sino que se saben amados
por el mismo Cristo, que en vida tantas veces
visitó y curó a los enfermos.
Aun cuando la enfermedad se halla estre-
chamente vinculada a la condición del hombre
pecador, no siempre puede considerarse como
un castigo impuesto a cada uno por sus pro-
pios pecados. El mismo Cristo, que no tuvo
pecado, cumpliendo la profecía de Isaías, ex-
perimentó toda oíase de sufrimientos en su
pasión y participó en todos los dolores de los
hombres; más aún, cuando nosotros padecemos
ahora. Cristo padece y sufre en s¡us miembros
configurados con El.
24
Entra dentro del plan providencial de Dio»
íl que el hombre luche ardientemente contra
cualquier enfermedad y busque solícitamente
la salud, para que pueda seguir desempeñando
sus funciones en la sociedad y en la Iglesia,
con tal de que esté siempre dispuesto a com-
plementar lo que falta a la pasión de Cristo
para la salvación del mundo, esperando la libe
ración de su cuerpo en la gloria de los hijos
de Dios.
Es más: en la Iglesia, los enfermos, con su
testimonio, deben recordar a los demás el va-
lor de las cosas esenciales y sobrenaturales y
manifestar que la vida mortal de los hombres
ha de ser redimida por el misterio de la muer
te y resurrección de Cristo" (N. 1-3)"«
El Señor viene para ayudar al enfermo a so
breponerse a su enfermedad.
Jesús sufrió y conoce la amargura y los pe
llgrosdel dolor y comprende la suprema nece
sidad del consuelo.
Con su presencia y su gracia lo consuela en
sus angustias causadas por el dolor, por la so-
ledad, por una vida imperfecta, humana y es
piritualmente, por la separación de los afectos
familiares, por su destino futuro.
25
Con su presencia y gracia le participa su
paz sobrenatural, fruto de su victoria sobre el
pecado y todas sus consecuencias.
No en vano pasa Cristo por la vida del hom-
bre.
Auxiliado por El, el enfermo se siente má9
tranquilo.
Con más fuerza de ánimo.
Con más valentía para detestar el pecado.
Con mayor disposición para acatar los desig-
nios de Dios.
Queda fortalecida su fe y su caridad. Queda
fortalecida su esperanza en la vida futura y en
los inefables bienes eternos.
Así, mientras disminuyen sus fuerzas físicas,
se agilizan y robustecen sus fuerzas espiritua.
les.
La oración de la Iglesia acompaña a la Un-
ción de los enfermos.
La Iglesia entera pide, a diario, por los en-
fermos, por los moribundos: como Madre so
lícita pide por el alivio de sus sufrimientos y
por su salvación eterna.
26
Aun siendo, por lo general, pocas las perso
ñas que participan en el rito de la Unción, ellos
representan al Pueblo de Dios que suplica por
el enfermo, que implora del Señor la salud
total del mismo.
Ellos se unen a la oración de la fe, la ora-
ción que hace el sacerdote en el nombre de
Cristo, eso es, por su mandato y con su poder.
La Unción de los enfermos se designa como
oración de la fe: esto significa lo mucho que
puede la oración del sacerdote y de los pre-
sentes, para que este Sacramento tenga sus
saludables efectos sobre el enfermo.
Si hay una ocasión en la cual nuestra cari-
dad cristiana ha de expresarse con toda soli-
citud y delicadeza, es precisamente en favor
de los enfermos, en especial, tratándose de
personas unidas a nosotros por lazos de paren-
tesco o por el cuidado de su bien espiritual.
Obligación nuestra será avisar al enfermo de!
peligro en que se encuentra y de la convenien-
cia de recibir el Sacramento de la Unción.
Obligación nuestra será pedir con fe por ó',
para que este su encuentro sacramental con
Cristo misericordioso sea verdaderamente de
gran provecho para su vida.
27
También se recomienda sobre todo a los pá-
rrocos y a los encargados de los enfermos,
que con palabras de fe lo animen a unir sus
penas a las de Cristo paciente y crucificado y
lo exhorten a santificar su enfermedad hacien-
do oración, ya sea a solas o acompañándole
ellos mismos.
28
UNCION DE LOS ENFERMOS
Sacramento de victoria
29
En la cruz de Cristo y en Cristo crucificado
está la fuerza y la sabiduría de Dios.
Llevando generosamente su cruz, el cristia
no contribuye a los saludables efectos de la
Pasión del Redentor: procura su bien y el bien
de toda la Iglesia.
Asf escribía el Apóstol San Pablo a los Co-
losenses:
"Ahora gozo por mis sufrimientos por vo-
sotros y completo en mi carne lo que le falta
a los padecimientos de Cristo, por su cuerpo
que es la Iglesia" (Col 1,24).
Así, también, dioe el Vaticano II:
"Los enfermos contribuyen al bien del Pue-
blo de Dios asociándose a la pasión y muerte
de Cristo" (L.G., 11).
El enfermo no sufre solo. Sufre con Cristo
y Cristo lo acompaña con su amor.
Recordemos las palabras del apóstol San Pa-
blo a los Romanos:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Las tribulaciones, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?
En todas estas cosas vencemos por Aquel que
nos amó. Porque persuadido estoy de que ni la
30
muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los prin-
cipados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las po-
testades, ni la altura, ni la profundidad, ni crea-
tura alguna podrá separarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor"
(Rom 8,35-39).
Unido a Cristo, el enfermo comparte con El
su victoria sobre el pecado, sobre la enferme-
dad y la muerte.
De manera especialisima, en el Sacramento
de la Unción, $1 Señor viene al encuentro del
enfermo para unirlo a su victoria plena y defi-
nitiva sobre el mal.
Viene a unirlo a su victoria pascual.
Con Cristo, es el triunfó de la vida sobre la
enfermedad y la muerte.
Así el enfermo, por la fuerza de Cristo, sale
victorioso de su pasión dolorosa.
Confortado por El, cumple con la voluntad del
Padre hasta el fin y su misma muerte corporal
es absorbida para la victoria de Cristo:
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree
en mí, aun cuando hubiera muerto, vivirá, y
todo el que vive y cree en mí no morirá para
siempre" (Jn 11,25).
31
Hemos de agradecer al Señor el haber insti-
tuido el Sacramento de la Unción de los enfer-
mos y agradecer a la Iglesia la solícita admi-
nistración del mismo.
Por supuesto, este Sacramento no es indis-
pensable para salvarnos como lo son el Bautis-
mo, la Eucaristía o la Reconciliación, si hemos
ofendido gravemente a Dios.
Sin embargo, no es lícito descuidarlo. Es un
gran medio de gracia, como los demás Sacra-
mentos.
Si debemos de procurarlo para los demás,
con mayor razón, en caso de enfermedad grave,
debemos recibirlo nosotros mismos, digna y
piadosamente.
Es para nuestro bien. Es para el bien de to-
do el Pueblo santo de Dios.
En la victoria y por la victoria de Cristo so-
bre la muerte, el cristiano vence y supera su
propia mortalidad.
Su muerte es la muerte del justo: como ha
encontrado en Cristo la solución al problema
de su vida, así, en Cristo, ha encontrado la
solución única y verdadera al enigma de su
muerte.
32
SIGNIFICADO CRISTIANO OE LA MUERTE
34
GUIA AL RITO
de la Unción de los enfermos
£1 nuevo Ritual para la Unción de los enfer
mos y su cuidado pastoral ha sido publicado,
en fecha 7 de diciembre de 1972, por la Sagra-
da Congregación para los Sacramentos y el
Culto Divino.
Es necesario que los fieles conozcamos có-
mo se desarrolla el nuevo rito.
Así entenderemos mejor el significado de
este Sacramento.
Apreciaremos su gran importancia para la
vida espiritual.
Procuremos con más solicitud su adminis-
tración en la enfermedad de nuestros seres
queridos y de nosotros miemos.
En su forma ordinaria, el nuevo Rito de la
Unción de los enfermos consta de cuatro par-
tes:
—Ritos iniciales.
—Liturgia de la Palabra.
Liturgia del Sacramento.
—Ritos conclusivos.
35
1. RITOS INICIALES
saludo
36
cuerda la purificación del pecado efectuada por
la Pasión y gloriosa Resurrección del Señor.
Por la fuerza del Señor Resucitado, el agua
bendita ahuyenta y destruye las potencias del
mal.
La purificación conseguida por el agua ben-
dita, nos recuerda el Bautismo; nos recuerda
que somos hijos de Dios; nos recuerda la vida
limpia de pecado que hemos de llevar todos
los cristianos.
En la breve monición que sigue, el sacerdote
invita a los presen-tes a la oración filial y con-
fiada como participación al Sacramento que ya
se está celebrando.
Asimismo, el sacerdote recuerda la insti-
tución divina del Sacramento y los beneficos
efectos del mismo a favor del enfermo.
acto penitencial
2. LITURGIA DE LA PALABRA
38
«us discípulos, de lo dulce y bondadoso que
es el corazón de Jesús hacia los que sufren.
Otros nos recuerdan que la oración hecha con
fe dará salud al enfermo, que la vida terrenal
es preparación para la eterna, que es necesario
unir nuestros sufrimientos a los de Cristo y
que nada puede separarnos del amor de Jesús.
Otros, en fin, nos aseguran que la Resurrec
ción del Señor es nuestra inquebrantable es
peranza para una vida nueva y eterna, que el
Amor Divino está presente en las almas en gra-
cia y que es grande la gloria que el Padre ha
preparado para ouantos luchan y sufren por
Cristo y su Reino.
letanía
39
3. LITURGIA DEL SACRAMENTO
40
"Dios nuestro. Padre de todo consuelo que
por medio de tu Hijo quisiste curar las dolen-
cias de los enfermos, atiende benignamente la
oración de nuestra fe. Envía desde el cielo a tu
Santo Espíritu Consolador y bendice con tu po-
der este óleo, que Tú nos has dado para -
talecer nuestros cuerpos. Te rogamos que los
enfermos ungidos con él. expenmenten tu pro^
tección en el cuerpo y en el alma y se s'ent a n
aliviados en su debilidad, en sus do'ores y
enfermedades. Que se convierta, pues para
nosotros, en óleo santo, bendec'do por T! en el
nomb e de Nuestro Señor Jesucristo. Oue v,ye
J reina Contigo por los siglos de los siglos .
r r f i f , ? ° r GS l á , r e a l m e n t e Presente en el Sa-
cramento: es El quien unge al enfermo.
42
oración después de la unción
4. RITOS FINALES
padre nuestro
bendición final
43
sTUEVO RITO
de la Unción de los enfermos
1. RITOS INICIALES
saludo
Llegando a donde está el enfermo, el Sacerdote ta-
luda al mlimo y a loa presente«, diciendo, ti cree
oportuno, la siguiente fórmula:
Hermanos, gracia y paz a vosotros da par-
te de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el
Señor.
45
caban los enfermos para implorar la salud, está
aquí presente en medio de nosotros que nos
hallamos reunidos en su nombre. El nos dice
por boca del Apóstol Santiago:
"¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame
a los presbíteros de la Iglesia, para que oren
sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del
Señor. La oración de la fe salvará al enfermo;
el Señor hará que se restablezca, y los peca-
dos que haya cometido le serán perdonados".
Encomendemos, por tanto a nuestro a herrfia)
no a enfermo a a ta jíjracia y poder de Cris-
to, para que El lo.a (cdnforte y le conceda la
salvación.
acto penitencial
46
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso
ruego a Santa María, 9iempre Virgen, a los án-
geles, a los santos, y a vosotros hermanos,
que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Se-
ñor.
El Sacerdote concluye:
El Señor todopoderoso tenga misericordia
de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
Todo* contestan:
Amén.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
47
mucho. El le contestó: Voy a curarlo. Pero el
centurión le replicó: Señor, yo no soy digno
de que entres bajo mi techo, con que digas
una sola palabra, mi criado quedará sano. Por-
que aun yo que soy un simple subordinado, ten-
go soldados a mis órdenes. Y le digo a uno
ve, y va; al otro: ven, y viene; y a mi criado ;
haz esto y lo hace. Al oír esto, se admiró Je-
sús y dijo a los que lo seguían: En verdad os
digo que en ningún israelita he hallado una fe
tan grande. Y dijo al centurión: Anda, que te
suceda como has creído" (Mt 8,5-10.13).
48
trale, Señor, tu misericordia y confórtalo (a)
por medio de esta santa unción.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Líbralo (a) de todo mal.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Alivia los sufrimientos de todos los
enfermos.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Concede también tu gracia a todos
los que^e consagran al servicio de los enfer-
mos.
Todos: Te lo pedímos, Señor.
Sacerdote: Libra a este (a) enfermo (a) de todo
pecado y de toda tentación.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
Sacerdote: Concede vida y salud a este (a) en-
fermo (a) a quien vamos a imponer las manos
en Tu nombre.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
En silencio, el sacerdote impone las manos sobre la
cabexa del enfermo.
50
sagrada unción
Para un anciano:
52
y confórtalo! a) en su alma y en su cuerpo.
Que vives y reinas por todos los siglos de los
siglos.
Para quien recibe la Unción y el Viático:
Dios nuestro, Padre de misericordia y con-
suelo de los que sufren, mira con amor a tu
hijo(a) N., que en tí confía y que ahora se ve
oprimido(a) por sus padecimientos; concédele
encontrar alivio por la gracia de la Santa Un-
ción y que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo le
sirvan de Viático para la vida eterna. Por Cris-
to nuestro Señor.
Para un agonizante:
Padre clementísimo, tú que conoces hasta
dónde Mega la buena voluntad del hombre; que
perdonas siempre los pecados y nunca niegas
el perdón al que te lo pide, muéstrate bonda
doso con tu hijo(a) N., que está agonizando,
para que, ungido! a) con el óleo santo y ayuda-
do(a) con la oración de nuestra fe, se sienta
confortado(a) en su alma y en su cuerpo, ^
habiendo pedido el perdón de sus pecados,
sea santificado(a) con el don de tu amor. Te
lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que con su
victoria sobre la muerte nos abrió las puertas
del cielo, y vive y reina contigo por los siglos
de los siglos.
53
4. RITOS FINALES
padre nuestro
Ole» «I SaeerdoU:
Ahora, todos unidos, imploremos a Dios con
la oración que nuestro Señor Jesucristo nos
enseñó.
Y todo* continúan:
Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santi-
ficado sea tu nombre; venga tu reino; hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo. Da-
nos hoy nuestro pan de cada día; perdona núes
tras ofensas, como también nosotros perdona-
mos a los que nos ofenden; no nos dejes caer
en tentación, y líbranos del mal.
Si ol enfermo va a comulgar, después del Padra
Nuestro se le administra el Sacramento.
54
Sacerdote: Que el Hijo de Dios te conceda la
salud.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que el Espíritu Santo te ilumine.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que proteja tu cuerpo y salve tu
alma.
Todos: Amén.
Sacerdote: Que encienda tu corazón y te con
ceda su paz.
Todos: Amén.
Sacerdote: (Y que a. todos vosotros, aquí pre-
sentes, os bendiga Dios Todopoderoso, Padre,
Hijo, «í* y Espíritu Santo).
Todos: Amén
55
ÌÈi$
RECOMENDACION -
de los moribundos
Invocaciones
(1) Rom 7,35. (2) Rom 14,8. (3) 2 Cor 5,1. (4) 2 Tes
4,17. (5) 1 Jn 3,2. (6) 1 Jn 3,14. (7) Sal 24,1. (8) Sal 26.
1. (9) Sal 26,13. (10) Sal 41,3. (11) Sal 22,4. (12) Mt
25,34. (13) Le 23,43. (14) Jn 14,2. (15) Jn 14.2-3. (16)
Jn 6,40. (17) Jn 17,24. (18) Sal 30,6a. (19) He 7 59.
60
oraciones
Al morir el enfermo.
61
Lector: Oremos: Te encomendamos, Señor, a
tu hijo (a ) N., , a fin de que, muerto (a) ya pa-
ra el mundo, viva para Ti. Con tu infinita mi-
sericordia, perdona los pecados que la fragili-
dad humana le haya hecho cometer. Por Cristo,
nuestro Señor.
Todos: Amén.
62
VIISA
Exequial
monición introductoria
1. RITOS INICIALES
antífona de entrada
2. LITURGIA DE LA PALABRA
primera lectura
64
y alejará el oprobio de su pueblo en todo
el país. Así lo ha dicho el Señor. En aquel
día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de
quien esperábamos que nos salvara; ale-
grémonos y gocemos por la salvación que
nos trae". (Is 25,6.7-9).
salmo responsorial
segunda lectura
66
queda libre del pecado. Por tanto, si hemos
muerto con Cristo, estamos seguros de que
también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muer-
tos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene
dominio sobre él (Rom 6,3-9).
V. Aleluya, aleluya.
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos desde ahora los m u e r t o s , si han
muerto en el Señor. Que descansen ya de sus
fatigas, porque sus obras los acompañan.
R. Aleluya, aleluya.
EVANGELIO
68
Lector: Porque todos los que tienen la respon-
sabilidad del gobierno de la nación, promue-
van la justicia y la paz.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Por todos los que están afligidos en
su alma y en su cuerpo, que nunca piensen
que han sido abandonados por Dios.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios libre el alma de su hijo (a)
N., del poder de las tinieblas y del lugar de los
sufrimientos.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios por su misericordia, dé al
olvido completo todos sus pecados.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios lo(a) establezca junto a El
en la región de la luz y de la paz.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Que Dios le conceda la felicidad en
compañía de sus santos y elegidos;
Todos: Oyenos, Señor.
69
Lector: Por nuestros parientes y bienhechores
difuntos; que Dios los tenga en la luz de su
gloria.
Todos: Oyenos, Señor.
Lector: Por todos los fieles difuntos; que Dios
los introduzca en su gloria.
Todos: Oyenos, Señor.
3. LITURGIA EUCARISTICA
70
prefacio
ver texto «n el misal
antífona de la comunión
4. RITOS FINALES
última recomendación
71
según la costumbre de los fieles, pidamos con
mucha confianza a Dios, para quien todos es
tán vivos, que el cuerpo "perecedero de este
(a) hermano(a) nuestro(a) que vamos a se-
pultar, resucite el último día con la perfección
y cualidades de los santos, y que su alma pue-
da sumarse desde ahora a la de los santos y
fieles. Vamos a pedir para que Dios tenga mi-
sericordia de él (ella) en el juicio y que pre-
servado(a) de la muerte, pagadas todas sus
deudas, reconciliado(a) con el Padre y llevado
(a) en los hombros del Buen Pastor, merezca
gozar en el séquito del Rey eterno, de la ale-
gría perpetua y de la compañía de los santos.
cántico de despedida
72
Que Cristo, que te llamó, te reciba; y que el
coro de los ángeles te introduzca en el cielo.
R. Recibid su alma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.
Dale, Señor, el descanso etèrno y brille para
él (ella) la luz eterna.
R. Recibid su alma; ofrecedla en la presencia
del Altísimo.
i
oración
antífona final
73
' V
LAUDES
himno
SALMODIA
Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
76
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios!,
¡Dios Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Snñor, por tu bondad, favorece a Sión,
Reconstruye las murallas de Jerusalén.
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
I
Antífona: Se alegrarán en el Señor los huesos
quebrantados.
Antffona 2: Líbrame, Señor, de las puertas de'
abismo.
cántico
(Is 38,10-14.17-20)
Yo pensé: "En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abis-
mo;
me privan del resto de mis años".
Yo pensé: "Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama".
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba va-
cía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Antífona: Líbrame, Señor, de las puertes del
abismo.
Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.
salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor,
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confíes en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
79
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
lectura bíblica
" S i Greemos que Jesús ha muerto y resucita
do, del mismo modo a los que han muerto en
Jesús, Dios los llevará con él". (I Tes 4,14).
80
responsorio breve
V. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra-
do.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra-
do.
V. Cambiaste mi luto en danza.
R. Porque me has librado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has libra
do.
cántico evangélico
Antífona: Yo soy la resurrección y la vida,
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá:
y el que está vivo y cree en mí no morirá para
siempre.
preces
Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha
resucitado a Jesucristo de entre los muertos
y vivificará también nuestros cuerpos morta-
les, y digámosle:
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Padre santo, ya que por el bautismo hemos
sido sepultados con Cristo en ía muerte y
82
oración conclusiva
Dios, Padre todopoderoso,
ya que nuestra fe confiesa
que tu Hijo ha muerto y ha resucitado,
concede a tu siervo(a) N . . .
partic'par en la resurrección de Cristo,
como ha participado ya en su muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.
VISPERAS
himno
¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?
1. ¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?
¿Por qué para el encuentro deseado
tengo que soportar, desconsolado,
el trágico abandono de la muerte?
2. Padre mío, ¿me has abandonado?
Encomiendo mi espíritu en tus manos.
Los dolores de muerte sobrehumanos
dan a luz el vivir tan separado.
3. Se acabaron la lucha y el camino,
y, dejado el vestido corruptible,
revistióme mí Dios de incorruptible.
83
4. A la noche del tiempo sobrevino
el día del Señor; vida indecible,
aun siendo mía, es ya vivir divino. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: El Señor te guarde de todo mal, él
guarda tu alma.
salmo 120
84
salmo 129
Antífona 2: Si llevas cuenta de los delitos, Se-
ñor, ¿quién podrá resistir?
85
cántico
Antífona 3: Lo mismo que el Padre resucita a
los muertos y les da vida, así también el Hijo
da vida a los que quiere.
(Flp 2.6-11)
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muer-
te
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó scbre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nom-
bre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodi-
lla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Padre: ¡Jesucristo es el Señor!
Ant. Lo mismo que el Padre resucita a los muer-
tos y les da vida, así también el Hijo da vida
a los que quiere.
86
lectura bíblica
responsorio breve
canto evangélico
87
preces
Oremos al Señor Jesús, que t r a n s f ormará
nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como
el suyo, y digámosle.
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que
resucitaste de entre los muertos a tu ami-
go Lázaro,
—lleva a una resurrección de vida a los di-
funtos que rescataste con tu sangre pre-
ciosa.
Señor Jesucristo, consolador de los afli-
gidos, que ante el dolor de los que llora-
ban la muerte de Lázaro, del joven de Naím
y de la hija de Jairo acudiste compasivo
a enjugar sus lágrimas.
—consuela también ahora a los que lloran
la muerte de sus seres queridos.
Señor Jesucristo, siempre vivo para inter-
ceder por nosotros y por todos los hom-
bres.
—enséñanos a ofrecer el sacrificio de ala-
banza por los difuntos, para que sean ab-
sueltos de sus pecados.
Cristo salvador, destruye en nuestro cuer-
po mortal el dominio del pecado por el
que merecimos la muerte,
88
—para que obtengamos, como don de Dios,
la vida eterna.
Cristo redentor, mira benignamente a aque-
llos que, al no conocerte, viven sin es-
peranza,
—para que crean también ellos en la resu-
rrección y en la vida del mundo futuro.
Tú, Señor, que has dispuesto que nuestra
casa terrena sea destruida,
—concédenos una morada eterna en los
cielos.
padre nuestro
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine
a los vivos y a los muertos, pidamos al Padre
que llegue a todos su reino: Padre nuestro.
oración conclusiva
Dios, Padre todopoderoso,
ya que nuestra fe confiesa
que tu Hijo ha muerto y ha resucitado,
concede a tu siervo (a) N . . .
participar en la resurrección de Cristo,
como ha participado ya en su muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.
89
Il
ORACIONES VARIAS
90
por José fuiste bajado de la cruz, concédeme
Señor, ¡oh piadosísimo Señor! Que por tu
muerte y tu sepultura santa sean llevadas las
almas benditas del purgatorio a la resurrec-
ción y a la gloria, tú, que vives y reinas en
unidad del Espíritu Santo, por los siglos de
los siglos. Amén.
SUPLICAS A JESUS
POR L A S A L M A S B E N D I T A S DEL PURGATORIO
91
coronación de espinas, tened piedad de las al
mas benditas y en particular de aquellas que
fueron más devotas de vuestro divino Cora-
zón. ¡Padre amantísimo! Tened piedad de ellas.
Pater, Ave, Requiem.
—¡Piadosísimo Jesús mío! Por las angustias
que sufristeis al subir cargado con la cruz por
el camino del Calvario, apiadaos de las ánimas
benditas y en particular de aquellas más olvi-
dadas. ¡Padre amantísimo! Tened piedad de
ellas. Pater, Ave. Requiem.
92
Santísima Madre al pie de la Cruz durante
vuestras agonías, tened piedad de las ánimas
benditas y en particular de aquellas por las
cuales tengo más obligación de rezar. ¡Padre
amantísimo! Tened piedad de ellas. Pater, Ave.
Requiem.
—¡Piadosísimo Jesús mío! Por el intenso do-
lor que padecisteis cuando vuestra alma se se-
paró del cuerpo, tened piedad de las benditas
almas y en particular de aquellas que fueron
más devotas de vuestra dolorosíslma Pasión.
¡Padre amantísimo! Tened piedad de ellas. Pa-
ter, Ave, Requiem.
ORACION P A R A A L C A N Z A R
EL A R R E P E N T I M I E N T O
93
ACTO DE ACEPTACION DE LA MUERTE
94
INDICE
7
Presentación
Unción de los enfermos: Sacramento de
9
salucT
Casos en que se ha de administrar la
14
Unción
Unción de los enfermos: Sacramento de
17
misericordia
Unción de los enfermos: Sacramento de
alivio "
Unción de los enfermos: Sacramento de
victoria 29
Significado de la muerte cristiana 33
Guía al Rito de la Unción de los enfermos 35
Nuevo Rito de la Unción de los enfermos 45
Recomendación de los moribundos 57
Misa exequial 63
Breve devocionario de difuntos 75
Laudes
Vísperas 83
Oraciones varias 90
Oración por las almas del Purgatorio 90
Súplicas por las almas del Purgatorio 90
Súplicas a Jesús por las almas benditas
del Purgatorio 91
Oración para alcanzar el arrepentimiento 93
Acto de aceptación de la muerte 94
95
S e terminó de imprimir en los Talleres
de E D I C I O N E S P A U L I N A S . S . A.,
Av. Taxqueña No. 1 7 9 2 — M é x i c o 21, D. F.,
el 2 de diciembre de 1980. Se imprimieron
10.000 ejems.. más sobrantes para reposición.