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A NUESTRO ALREDEDOR

La gracia y la paz no son solo importantes en la vida del cristiano sino


indispensables. Literalmente no se es cristiano sin la gracia y la paz de Dios. Y
esto es simple, Dios nos da la salvación por gracia, sin merecerla, así que
indudablemente la salvación es de Dios, esto lo enfatiza una y otra vez la Biblia
a través de todas sus páginas, y sin esa gracia de Dios no hay salvación, pero
Dios con su gracia nos da la paz verdadera, la cual nos lleva a vivir seguros y
confiados que, al recibir este regalo inmerecido de la salvación, entonces tal
como dice el apóstol Pablo en Romanos 8, nada nos puede separar de Cristo.
Y esto es simple, la salvación verdadera, la salvación que Cristo Jesús nos da,
no es la sanidad del cuerpo físico, no es la resolución de problemas o
dificultades en esta vida, sino que Cristo Jesús salva nuestras almas de la
destrucción eterna. Así al recibir la gracia, nos es dada también la paz, la cual
nos lleva a perseverar aún en medio de la dificultad, esa paz que, a pesar de
las tribulaciones de esta vida, nos lleva a vivir confiados en Cristo Jesús y saber
que la vida cristiana no se trata de lo que acontezca a nuestro alrededor, sino
que lo que realmente hemos recibido será concluido en la eternidad, no aquí
en este mundo pasajero, es así como esa paz que Dios nos da nos conduce
tranquilos a la eternidad. Es esto lo que deja bien claro Apocalipsis desde sus
inicios, por eso en el capítulo 1 y la primera parte del versículo 5, que es la
continuación de lo que se ha dicho en los versículos anteriores, la Palabra de
Dios dice que la gracia y la paz que Dios nos da por medio de su Espíritu Santo
también es …de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de la
resurrección, el soberano de los reyes de la tierra.
Estas son quizá las palabras más importantes de todo este pasaje. Es que Dios
mismo nos da su gracia y su paz, de esto podemos estar seguros porque Él
envía su Espíritu Santo a nuestras vidas, pero nada de esto sería posible de no
ser por la obra gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo, como lo dijo alguien
alguna vez “Sin cruz no hay salvación”. La obra concluida de Jesucristo en la
cruz del calvario es la consumación de la salvación eterna. Lo más grande que
tiene la iglesia es la fe de que Cristo Jesús murió en la cruz del calvario para
nuestra salvación eterna. Parece obvio, pero es lo que más ignoramos. O
¿acaso en medio de la dificultad es en la cruz de Cristo en lo que pensamos?
¡Seguro que no! En medio de la crisis siempre estamos confiando y poniendo
nuestra fe en que Dios hará un milagro y solucionará el problema, pero lo que
la Biblia nos enseña de principio a fin es que el problema verdadero ya fue
resuelto. El verdadero y más grande milagro ya ha sido realizado, Dios se hizo
hombre y vino a este mundo a salvarnos de la condenación eterna, ¿Existe un
milagro más grande que éste? ¿Hay una obra de mayor gloria que esta? ¡Por
supuesto que no! Las dificultades de esta vida son tan pasajeras como la vida
misma, pero la salvación que Cristo nos da es eterna. Esto sin lugar a dudas
deberían recordarlo los creyentes del primer siglo y es seguro que nosotros
debemos tener siempre presente esta verdad en nuestras vidas. Así que Juan
escribe que la gracia y la paz al creyente, vienen de Dios mismo, al darnos su
Espíritu quien nos recuerda y confirma constantemente la obra de Nuestro
Señor Jesucristo, quien es “el testigo fiel”. ¿Necesitamos otro testigo?
¿Necesitamos que alguien más nos diga: “no temas yo he vencido”? Cuando
buscamos quien nos de consuelo a parte de Cristo estamos rechazando al
Único que de verdad nos puede decir “entiendo porque yo lo he sufrido”.
Cristo Jesús, sin merecerlo, soportó todo el sufrimiento de este mundo, Él
mismo cargó todos nuestros pecados, y soportó el más grande dolor en lugar
nuestro. Esto significa que no existe absolutamente nada de lo que tú y yo
pudiéramos pasar en esta vida, que se pueda comprar a lo que Cristo padeció
en nuestro lugar. Imaginemos entonces que sería de nosotros si el pago por
nuestros pecados no hubiese sido efectuado. Pero es que fue tan grande el
precio pagado que Cristo Jesús entregó su propia vida, y esto es lo más
importante de todo, que, si mi fe está puesta en que Cristo Jesús murió en mi
lugar, pues Él no solo murió, sino que Él es “el primogénito de la resurrección”.
Es decir que, cuando Cristo murió, todos mis pecados, todas mis culpas, toda
mi maldad, todo el castigo que yo merecía, murió con Él, pero Él no se quedó
en la tumba, sino que Él resucitó, y así como Cristo resucitó, nosotros los hijos
de Dios también resucitaremos un día. ¿Se mueren los cristianos? Sus cuerpos
sí, esto es seguro, pero sus almas viven para siempre en la presencia de Dios y
tenemos la esperanza segura de la resurrección. Y como si esto fuera poco,
Cristo Jesús es “el soberano de los reyes de la tierra”. No hay mayor confianza
que poner toda nuestra fe en Cristo. Él es el Soberano de todo el universo,
pero para quienes aún estamos en esta tierra, Él es “el soberano de los reyes
de la tierra”. No existe un solo hombre que tenga autoridad en este mundo,
cuya autoridad no le haya sido conferida por Jesucristo el Soberano. Todos los
hombres, los reyes, gobernantes y autoridades están bajo el dominio de
Jesucristo. No hay nada que éstos puedan hacer si el Soberano no se los
permite. Pero ¿Acaso no hacen mal los que gobiernan en este mundo? Seguro
que sí, pero darán cuentas un día al Soberano, y sin importar lo que los
hombres en esta tierra lleven a cabo, de Jesucristo no se escapa ni el más
mínimo detalle. Así que podemos estar seguros y confiados, que, si algo
estamos viviendo, sin importar aún si es difícil, en Cristo Jesús, el Soberano,
tenemos gracia y paz. Porque es Jesucristo mismo, Uno que conoce muy bien
el dolor y el sufrimiento, es Aquel quien entregó su vida en una cruz, quien
controla todo lo que está pasando “A NUESTRO ALREDEDOR”.

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